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CENTRO SUPERIOR DE ESTUDIOS DE LADEFENSA NACIONAL MONOGRAFIAS del CESEDEN MIGUEL ALONSO BAQUER CINCO SOCIOLOGOS DE INTERES MILITAR Breve introducción a de aplicación militar la sociología MINISTERIO DE DEFENSA

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CENTRO SUPERIOR DE ESTUDIOS DE LA DEFENSA NACIONAL

MONOGRAFIASdel

CESEDENMIGUEL ALONSO BAQUER

CINCO SOCIOLOGOSDE INTERES MILITARBreve introducción ade aplicación militar

la sociología

MINISTERIO DE DEFENSA

CENTRO SUPERIOR DE ESTUDIOS DE LA DEFENSA NACIONAL

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MONOGRAFIASdel

CESEDENMIGUEL ALONSO BAQUER

CINCO SOCIOLOGOSDE INTERES MILITARBreve introducción a la sociologíade aplicación militar

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TEN°.

EDITA: MINISTERIO DE DEFENSASecretaría General Técnica

NIPO: 076-89-065-5IMPRIME Imprenta del

SUMARIO

CINCO SOCIOLOGOS DE INTERES MILITAR

ESTUDIO PRELIMINAR: «Teorías, Escuelas y Doctrinas sociológicas.»1. El mejor punto de vista.2. El conocimiento sobrio de las escuelas.3. Tres alternativas.

1. AUGUSTO COMTE. El padre fundador de la sociología moderna.1. Militares, mujeres y enfermedades en la vida de Comte.2. La ley de los tres estados.3. La explicación zubiriana del positivismo de Augusto Comte.4. Comte, profeta del orden social.

II. ALEXIS DE T000UEVILLE. El peculiar historicismo de un enamoradode la libertad.

1. Un talento en la encrucijada de varias disciplinas.• 2. Una actitud discretamente crítica hacia el generalato francés.3. La peculiaridad del historicismo de Alexis de Tocqueville.

III. HERBEAT SPENCER. Organicismo industrial frente a militarismo estatal.1. La apología spenceriana del momento presente.2. Presencia de la mujer y ausencia de Dios.3. La arribada cómoda al agnosticismo.

IV. EM ILE DURKHEIM. El egoísmo, el altruísmo y la anomia.1. El suicidio, fenómeno social.2. El suicidio altruísta de los militares.3. El «affaire Dreyfus» y la euforia de los intelectuales.4. El endiosamiento de la sociedad, un misticismo invertido.

y. MAX WEBER. El carisma, la tradición y la ley.1. La biografía y la fama de Max Weber.2. La incidencia weberiana en el momento español.3. Tipos ideales de dominación.4. Un estratega orientado hacia un objetivo digno.

ESTUDIO PRELIMINAR

TEORIAS, ESCUELAS Y DOCTRINAS SOCIOLOG lOAS.

La incorporación de la enseñanza de las ciencias sociales a losprogramas de las Academias y Escuelas Militares parece suscitar algúninterés para las gentes de España a tenor del número de veces que se aludea ello en las encuestas sociológicas. No se sabe bien si se pretende elofrecimiento de teorías sociológicas bien fundadas, de escuelas desociología acreditadas o de doctrinas de aplicación al ámbito de lasinstituciones militares. Porque hay opiniones de todos los estilos.

Un importante ensayo del teniente general don Juan Cano Hevia, «Laenseñanza militar como problema orgánico (RAZON y FE, julio-agosto de1 988), le da preferencia a lo teórico. En sus comentarios al sentido de lareforma que está emprendiendo el Gobierno, incluye esta advertenciageneral:

«No se considera suficientemente el hecho de que losconocimientos básicos que no se adquieren de jo ven son difícilesde adquirir, se confunde lo elemental (el pelotón) con lo básico (lateoría general), lo básico con lo común y se antepone didáctica-mente la selección de mandos a la preparación... En lugar de ir delo general a lo particular, como es usual en los medios superioresciviles, se procede a la inversa.»

En análoga defensa de lo básico, de lo preparatorio y de lo general sepuede acudir cuando se afirma en un párrafo de la Teoría Sociológica delcatedrático Carlos Moya:

«El concepto de una ciencia es un sistema conceptual, suen foque teórico constituyente más o menos explicitado entérminos de una axiomática general.»

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1. EL MEJOR PUNTO DE PARTIDA.

En una pretensión del logro de un sistema conceptual y de unaaxiomática general es donde situamos hoy los militares nuestra enseñanzade la logística, de la táctica, de la estrategia y de la orgánica. Nos parece elmejor modo para disponer de teorías bien fundadas y de saberes útiles parala solidaridad en la acción de un conjUnto de profesionales. La inclusión delas ciencias sociales en la preparación de los militares, marinos y aviadoresdebería arrancar de análogo punto de partida.

Ahora bien, lo mismo que en las materias estrictamente profesionalesdistinguimos entre teorías contrapuestas (Clausewitz o Liddell Hart),deberíamos tener el valor de reconocer que cada sociólogo importante,—como cada tratadista militar— posee una teoría diferente. No podemosentendernos con ellos más que aprendiéndonos —y haciendo aprender alos cadetes, alumnos o concurrentes— sus axiomas. No sería lo adecuadoque se seleccionara una sola escuela y se transformara a los seguidores deella en referencia única de lo que es verdadero en sociología. Lo correcto esofrecer a priori una panorámica y a posteriori, incidir vivamente en lasescuelas que se nos revelen más interesadas por los problemas militares ypor ello mismo, más interesantes para nosotros.

Lo que recomendamos es una simplificación, en principio, legítima. Enlugar de hacer desfilar por los apartados de los programas a las diferentesteorías sociológicas con sus peculiares axiomas, deberíamos limitar eldesfile al de los nombres del máximo prestigo.

Dos títulos de relieve nos darán la primera aproximación: padresfundadores y grandes maestros. Captando en lo esencial lo que sobre-sociología digan (o dijeron) los cuatro padres fundadores de la sociologíamás famosos (Comte, Tocqueville, Marx y Spencer) y los cuatro grandesmaestros más aceptados (Pareto, Durkheim, Weber y Parsons) y captandoel lugar que en sus teorías sociológicas tienen la guerra y los militares escomo empezaremos a saber lo que es básico, preparatorio y general paranuestros conocimientos de la realidad social.

Este sería, a mi modo de ver, el camino más ajustado a la finalidad quese persigue y no el punto de vista doctrinario, desgraciadamente recomendadocon demasiada frecuencia por los improvisadores de turno.

El que se preocupa sólo de «lo que tenemos que hacer» y renuncia a «loque debemos saber» es un doctrinario. Quien se conforma con «lo que va apasar» ni siquiera es otra cosa que un oportunista. Con las doctrinas se

lo

instruye; pero no se preparan profesionales. Formular un código deconducta o un breviario de pocas lecciones y en dfinitiva, un conjunto depreceptos de obligado cumplimiento puede llegar a ser una necesidad de lasFuerzas Armadas frente al imperativo de la acción solidaria. Pero no es nieducativo, ni formativo; sólo es instructivo al modo de la Doctrina para elempleo táctico de las Armas y de los Servicios. De llevar por esta vía laenseñanza de las ciencias sociales correríamos unos riesgos de manipulaciónideológica tan patentes que incurriríamos, con razón, enlas iras de MaxWeber, el incansable predicador de la «neutralidad axiológica» de losprofesores.

2. EL CONOCIMIENTO SOBRIO DE LAS ESCUELAS.

El conocimiento sobrio de las escuelas llena el vacío que queda entre lodemasiado abstracto de las teorías y lo demasiado preciso de las doctrinas.Gaston Bouthoul, el sociólogo durkeimniano que más se ha entregado alestudio de las guerras, —el creador de la polemología— las distinguía deeste modo:

«Las teorías consisten en la clarificación de hechos y en suexplicación por medio dé un cuerpo de hipótesis y postuladosconstantemente sometidos a revisión tan pronto como aparecendatos nuevos que no concuerdan con aquello. La teoría formaparte de la ciencia como generalización y síntesis limitada ysiempre provisional.»

«Toda doctrina expresa el conjunto de las bpiniones y de laspreferencias personales de su autor. El aparato científico de quese rodea desempeña el papel de un razonamiento justificativo enel cual los hechos y los razonamientos se ordenan como en unjuicio. Toda doctrina sociológica se concibe para una aplicacióninmediata. Es, ante todo, legisladora.»

La aproximación del militar de carrera al conocimiento de las cienciassociales debería atenerse desde su inicio a una actitud prudente. Se trata desaber plahtar lo elemental de la sociología entre los dos extremos de loteórico y de lo doctrinario sin echarse en brazos de una escuela desociólogos en particular, es decir, sin incurrir en escolasticismos de los queluego resulta difícil desembarazarse.

Bouthoul montó en sus trabajos polemológicos una doble protecciónfrente a lo que llamó metafísica y política. Colocó sendas barreras cara a los

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axiomas y a las ideologías, tanto del positivismo como del ideálismofilosóficos. Los axiomas (que están en la base de todas las teoríassociológicas) le preocupaban menos que las ideologías del poder (porque lapolítica vive afanosa por anexionarse a la sociología por la vía doctrinaria).Bouthoul, en definitiva, recomendaba a los profesores que contemplaran eldesarrollo de las escuelas que, en su día, fueron capaces de formula?hipótesis sugestivas y verificables por la experiencia; pero nada más que aellas. Si se busca lo elemental, debían estar preferentemente atentos a lospadres fundadores y a lós grandes maestros. Aquí nos parece bueno seguirsu consejo, al menos, para el inicio de la formación de nuestrosprofesionales en la ciencia social por excelencia que es la sociología.

Aquí y ahora, con modestia aún mayor que Bouthoul, nos vamos aconformar con algunas sugerencias procedentes de cinco sociólogos enquienes se percibe una notable originalidad y una envidiable capacidad deobservación de la realidad social. Los cinco nombres elegidos —tres padresfundadores de la prime(a generación de sociólogos y dos grandesmaestros de la segunda— nos dejarán, a mi juicio, aceptablemente dibujadoel horizonte de la presunta sociología de aplicación militar. Hubiéramospreferido completar la panorámica con un cuarto padre fundador (Marx) ycon otros dos grandes maestros (Pareto y Parsons); pero lo perfecto esenemigo de lo bueno, sobre todo, de lo que es bueno para una iniciación.

No es que las obras de Marx, Pareto y Parsons tengan menor interésmilitar que las de Comte, Tocqueville, Spencer, Durkheim y Weber. Es queMarx fue mucho más que un sociólogo, es que Pareto, para temas militares,se centró demasiado en el análisis de, la circulación de las élites, es queParsons se ha extendido por tantas y tantas variables que resultainabarcable. No es posible componer una serie homogénea de semblanzascon los ocho teóricos de la nueva ciencia en un breve ensayo de tanmenguadas dimensiones.

Hablaremos del positivismo de Augusto Comte, del historicismo deAlexis de Tocqueville y del organicismo de Herbert Spencer; pero no delmaterialismo de Carl Marx. Sabemos que con las aportaciones de FriedrischEngels y de Lenin se podría construir una doctrina muy extendida yparticularmente flexible en su relación con lasFuerzas Armadas desdeluego importante; pero serían algo desorientadoras por su condición deideológicas en extremo.

Hablaremos también del incipiente estructuralismo de Emile Durkheim ydel formalismo comprensivo de Max Weber; pero no de la teoría elitista de

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WiIf redo Pareto ni del funcionalismo complejo de Talcott Parsons. Con lasaportaciones de Caetano Mosca y Robert Michels, de una parte y de Shils,Merton, etc., de otra, se podrían también construir doctrinas no menosinfluyentes en la estructura de los ejércitos que aquéllas, pero también, a mijuicio, serían desorientadoras, por prematuras, para una mera iniciación.

3. TRES ALTERNATIVAS.

Cabe que el lector se formule esta pregunta: ¿Por qué se nos citansociólogos que luego no se nos dan a conocer? Sencillamente porquenuestro trabajo de síntesis para no ser doctrinario debe, honestamente,seralar donde están sus ausencias y favorecer de este modo en los lectoresu oyentes una actitud abierta que les libere de la impresión, siempreequívoca, de estar abocados a una totalidad sólo con lo que el ensayista leofrece.

Los estudiantes de sociología, —nótese que concretamente se trata demilitares, marinos y aviadores— deben saber que al serle encuadrados loscinco sociólogos de interés militar en el marco de las ocho escuelas citadasse les mueve entre los polos de estas tres alternativas:

— Optimismo-Pesimismo. (Entiéndase respecto al resultado del cambiosocial propuesto o pronosticado por cada sociólogo.) En apretadasíntesis diremos que los sociólogos de la primera generación (padresfundadores) fueron optimistas y los de la segunda (grandes maestros)pesimistas, acerca del sentido de la marcha de los acontecimientos.

— Individualismo-Colectivismo. (Entiéndase respecto al protagonismoque cada sociólogo concede a las minorías o a las masas en el cambiosocial.) Afirmamos, por adelantado, que cuatro escuelas —historicismo,organicismo, elitismo y formalismo—, están por las minorías (incluso afavor del hombre sobresaliente) y otras cuatro —positivismo, materialismo,estructuralismo y funcionalismo— están por lo colectivo (incluso a favorde la sociedad de masas).

— Armonía-Conflictividad. (Entiéndase respecto a la cualidad de losmedios, pacíficos o violentos, que cada sociólogo estima debenemplearse para la aceleración del cambio.) qoncluimos, provisionalmente,que Comte, Tocqueville, Pareto y Parsons optan a favor de la eficacia delequilibrio en armonía, sobre las• crisis (evolución) y Spencer, Marx,Durkeim y Weber dan por seguro que el proceso del cambio seráespasmódico en alguna medida (revolución).

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El panorama así dibujado resulta embriagador para el experto encomparaciones. Encontrará individualismo tanto en la ola fundacional(Tocqueville y Spencer) como en la ola de los maestros (Pareto y Weber).Hallará colectivistas tanto entre los teóricos madrugadores (Comte y Marx)como entre los pensadores tardíos (Durkheim y Parsons). Y porquedescubrirá que, atentos a lo armonioso, piensan (o pensaron) padresfundadores y grandes maestros al igual que otros padres y maestros actúan(o actuaron) atentos a la conflictividad. Las respuestas a las tres alternativasno se repiten en ninguno de los ocho pensadores. Son ocho posturasdiferentes, se las mire por donde se las mire.

El militar de carrera, —si es que existe un tipo ideal de militar de carrerainmutable ante los acontecimientos— parece tener tomada una actitudprevia respecto a las tres alternativas. En principio, parecerá más receptivode la escuela sociológica con la que coincidan sus presupuestos. Creemosque se puede sentir más cómodo entre los pesimistas antropológicos de lasegunda generación, más afín a quienes rinden culto a las individualidadesy más dispuesto a entender a quienes cuentan con la presencia delconflicto. En definitiva, creemos que su hombre más querido será Weber yel hombre del que todo le separará, Comte.

Nosotros vamos a ir desde Comte hasta Weber según el siguienterecorrido de semblanzas, que es el correspondiente a las fechas denacimiento.

1. Arrancaremos con una presentación del padre fundador de la sociología,Augusto Comte.

II. Realizaremos un análisis del peculiar historicismo del enamorado de lalibertad que fue Alexis de Tocqueville.

III. Describiremos el enfrentamiento junto a Herberi Spencer, entre elorganicismo de los industriales y el militarismo del Estado.

IV. Emprenderemos una búsqueda del lugar de la normalidad, junto a EmileDurkheim, entre el egoísmo, el altruísmo y la anomia.

y. Terminaremos con la asunción, junto a Max Weber, de las formas dedominación por él descritas: la tradición, el carisma y la ley.

Al final del recorrido, simplemente, habremos logrado una introducción ala sociología de aplicación militar.

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1. ESCUELAS SOCIOLOGICAS DE INTERES MILITARA) Primera generación de sociólogosOptimismo respecto al Cambio Social

SECTOR PROTAGONISTAMinorias Masas Objetivo

EL ORDEN

LA LUCHA

B) Segunda generación de sociólogosPesimismo respecto al Cambio Social

SECTOR PROTAGONISTA

HISTORICISMOAlexis Tocqueville(1805—1859)

POSITIVISMOAuguste Comte(1798—1857)

ORGANICISMOHerbert Spencer(1820—1903)

MATERIALISMOKarl Marx

(1818—1883)

Minorias Masas

FUNCIONALISTATalcott Parsons(1890—1979)

ELITISTA

.

Wilfredo Pareto(1848—1923)

FORMALISTAMax Weber

(1864—1920)‘

Objetivo

EL ORDEN

LA LUCHAESTRUCTURALISTA

Emile Durkheim(1858—1917)

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AUGUSTO COMTE

EL PADRE FUNDADOR DE LA SOCIOLOGIAMODERNA

Isidoro-Augusto Comte nació en Montpellier el 20 de enero de 1 798. Trasganar en el Liceo el primer premio de elocuencia, estudió Ciencias en laFacultad de Teología Protestante de Montauban en espera de plaza para laEscuela Politécnica de París,.dato que le libró de la conscripción en elservicio militar. Siendo alumno conoció a Napoleón cuando éste visitó laEscuela en 1815, durante el «imperio>’ de los Cien Días.

Comte quedó momentáneamente fascinado por Bonaparte. A su caída,.el general Bernard le ilusiona con la posible organización de una EscuelaPólitécnica en los Estados Unidos. El fracaso del plan le puso en contactocon el Conde de Saint-Simon que le ofrece el puesto de secretario. Fue elprincipio de una gran aventura’ intelectual cuyo fruto más genuinamentecomtiano se hizo público con la Apreciación sumaria del conjunto delpensamiento moderno (1820). Tres años después Comte romperá conSaint-Simon.

Dalmacio Negro Pavón, en Comte: Positivismo y Revolución (Cincel,1 985) le describe sucesivamente como «pensador eminentemente sintético»,«poderóso pensador analítico>’ y «el pensador más importante y, posiblemente,más influyente del siglo XIX y del nuestro». «Lo que hace Comte —resumeDalmacio Negro— es servirse de la ciencia, donde reina el dogma, como lafuente de los dogmas políticos».

1. MILITARES, MUJERES Y ENFERMEDADES EN LA VIDA DE COMTE.

Gran acuñador de frases, Comte afirmaba: «Todo es relativo, he aquí laúnica cosa absoluta.» He aquí, resumimos nosotros, la fórmula sagrada delpositivismo, de la sociología y de la religión de la humanidad que,sucesivamente fundó Comte:

«El Amor, como principio, el Orden como.base y el Progresocomo finalidad»... «La teología es la imaginación; la metafísica esla razón crítica, la ciencia, la organización de la experiencia.»

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Sorprendentemente, dado el sentido de su modo de pensar, Comte tuvograndes amigos militares: el general Camprodon e abre las puertas de París,el general Bernard le orienta hacia los Estados Unidos, el mariscal Soult,siendo Ministro de la Guerra en la crisis de 1844, le apoya con entusiasmoy el capitán Blignires, demasiado entusiasta quizás, desencadenó con lapublicación de una síntesis poco afortunada de la filosofía comtiana, suúltima enfermedad,

Y es que, además de los amigos de Comte, hubo en Francia militaressaint-simonianos, es decir, grandes admiradores del orden público y delprogreso industrial, desde Bugeaud, el pacificador de Argelia, hasta Lyautey,el organizador de grandes protectorados. Particularmente la onda positivistade estilo comtiano rezuma en los escritos de Villamartin, de Vidart, deAlmirante, de Barado, de Marvá y de Burguete, hábilmente mezclada coninfluencias de Spencer.

Pero más expresivos todavía que estos entusiasmos militares (noqueridos por Comte) son los sentimientos del filósofo hacia la mujer, siempreirregulares, al menos desde el punto de vista del ámbito católico ymonárquico de su tronco familiar. Unicamente la incidencia de lasenfermedades padecidas pesa más en Comte que el tema mismo del eternofemenino.

Augusto mantiene primero relaciones. ilícitas con Paulina, una mujercasada, bastante mayor que él, de quien tuvo una hija. Se propone, después,rescatar de la prostitución a Carolina Massim con la que se casa por lo civily años después según el rito católico, ahora por consejo del sacerdote E. deLamennais. Las rupturas y reencuentros con Carolina llegan incluso másacá de la fecha del enamoramiento y culto a otra mujer, también casada,Clotilde de Vaux, a quien convertirá tras un breve idilio, interrumpido por lamuerte, en la gran sacerdotisa de la religión por él fundada. Todas lassemanas, hasta las inmediatas a su propia muerte, visitará Comte la tumbade Clotilde.

La enfermedad se entrecruzó frecuentemente con su vida amorosa.Preso de la locura en 1 826 hubo de ser internado y declarado incurable. En1 827 intenta el suicidio arrojándose al Sena desde el Puente de las Artes.Sufría una crisis nerviosa, quizás acelerada por la pasión creadora. Ladepresión melancólica pareció curada en torno al matrimonio con Carolina;pero las desavenencias conyugales, unidas a una crisis académica en 1 843,vuelven a agravar su estado. En 1 845 aparece Clotilde y la mente deAugusto se entrega a la prioridad absoluta del sentimiento sobre la voluntad.Una fatalidad doméstica —es la frase de Comte— le sitúa entre Carolina, la

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indigna esposa y Clotilde, la santa esposa que, además, una vez muerta,será su madre subjetiva.

En sus últimos años Comte vive un espiritualismo, también subjetivo, quehistóricamente se superpone a gestos de aplauso al golpe de Estado del 2de diciembre de 1852 (Napoleón III), a serviciales atenciones al zar de losrusos (Nicolás 1) y a la búsqueda en 1856 de un acuerdo estratégico con elgeneral de la Compañía de Jesús, para vencer juntos —escribe— «a lairrupción anárquica del delirio occidental». Este llamamiento a los ignacianosexpresa que el último Comte quiere acabar con el protestantismo, con eldeísmo y con el excepticismo. Pero una ictericia infecciosa le lleva alsepulcro el 5 de septiembre de 1857, cuando la disgregación de susdiscípulos estaba muy avanzada.

2. LA LEY DE LOS TRES ESTADOS.

Para el catedrático español Carlos Moya en su libro Sociólogos ysociología (Siglo XXI, editores. 4a edición. 1979) «La Revolución francesa—quiebra del sistema tradicional— y el positivismo —radical héredero de losilustrados y enciclopedistas— son, en su mutua conexión, dos de los hechosfundamentales que posibilitañ la fundación de la Sociología».

«La Sociología —escribe Moya, comentando a Comte— sefunda implantando al hombre en la conciencia de ser el único yabsoluto protagonista de la historia»... «El dogma del progresohistórico indefinido reem plaza a la fe en la gloria divina. Elevolucionismo es la idea en que cristaliza esta nueva concepciónde la temporalidad humana, de su historicidad»... «Sociología,evolucionismo, positivismo, son la expresión esquemática de unanueva concepción del mundo.»

Para Gaston Bouthoul, el padre fundador de la polemología, en su breveHistoria de la Sociología (oikos-tau. Barcelona, 1979), Augusto Comte es lafigura clave del nacimiento de la sociología moderna:

«Del mismo modo que Descartes cortó las amarras quesubordinaban el pensamiento filosófico a la teología, Comteseparó la sociología de la metafísica.»

De estas dos fisuras nace la ley de los tres estados —el teológico, elmetafísico y el positivo. La misión de la ciencia nueva, la más compleja delas seis que cita (matemáticas, astronomía, física, química, biología ysociología) consiste en buscar las leyes de los fenómenos, es decir, lasrelaciones constantes que hay entre los fenómenos observados. «Lo propio

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de la filosofía positiva es poner en todas partes lo relativo en el lugar de loabsoluto.)>

Para Raymond Aron en Las etapas del pensamiento sociológico(Ediciones siglo veinte. Buenos Aires, 1 976). «Augusto Comte es ante todoel sociólogo de la unidad humana y social, de la unidad de la historiahumana.» Pero cabe distinguir en su obra tres etapas. En la primera, dejadicho de una vez por todas que cierto tipo de sociedad caracterizado por losdos adjetivos, teológico y militar, está próximo a perecer. Lo nuevo es laciencia y la industria. El sabio sustituye al sacerdote y el empresario alguerrero. Es en la segunda etapa donde Comte introduce el carácterejemplar de la historia europea como única senda digna de ser seguida porla humanidad, asumiendo la ley de los tres estados o estadios. Aron creeque la ley fue concebida por Comte entre febrero y marzo de 1822. Laciencia allí descrita es del todo histórica porque «determina no sólo lo que hasido y lo que es, sino lo que será en el sentido de la necesidad deldeterminismo. Sólo en la tercera etapa el saber se refiere simultáneamentea la naturaleza humana y a la naturaleza social.

Aron insinúa que esta útima postura es posterior a la aventura amorosadel filósofo con Clotilde de Vaux. Ya no se conforma con ser sabio sino quequiere ser reformador social. Su trabajo se le convierte en una fatalidadmodificable. «Ofrece —escribe Aron— una versión de la sociedad industrialque no es liberal ni socialista, pero que podría definirse como la teoría de laOrganización». Se trata de un politécnico hostil al socialismo que cree en lapropiedad privada, en el carácter personal de la autoridad y en la funciónsocial del dinero.

Aron apunta también a Comte entre quienes ven a las guerras comofenómenos anacrónicos en el marco de la sociedad industrial, sin caer en lacuenta que «entre 1840 y 1945 precisamente Europa Occidental ha sido elcentro y el foco de las guerras del siglo XX». Y le destaca como enemigo delexpansionismo colonial que siguió a los últimos años de su vida:

«La guerra grave y duradera debe desaparecer totalmente dela élite de la humanidad», —escribió en los “Cursos de Filosofía”publicados entre 1830 y 1842... «aunque la armonía europea, amenudo deba parecer comprometida, a consecuencia de la faltaprevisoria de toda organización sistemática de las relacionesinternacionales.»

Comte es un duro y contundente determinista que niega a los hombresextraordinarios la capacidad para modificar sustancialmente el cursonecesario de la historia. Juliano el Apóstata, Felipe II y Napoleón son

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acusados de pretenderlo. Los tres lo hicieron, precisamente, apelando aregímenes militares con pretensiones hegemónicas. Pero también acusa alos reformadores sociales que se exhiben como hombres de genio. Elhombre mejor dotado de nobleza es el peor dotado de fuerza: «El instintomilitar es el que nos induce a derribar los obstáculos y el instinto industrial,por el contrario, es el que nos lleva a construir los medk

Comte buscaba en la religión un principio de unidad para todos losindividuos. El pluralismo religioso le parece un mal sin mezcla de bienalguno. La religión única conduce al estado de armonía plena y por lo tantoes la base del orden social. Comte encargaba a la mujer, en el ámbito de lafamilia, el poder más débil pero más noble, el espiritual. Comte confiaba, enel ámbito social, en la fuerza del Estado. De aquí su admiración porAristóteles y por Hobbes. Desvaloriza lo económico y lo político en beneficiode la ciencia y de la moral. «Es una suerte de profeta pacífico que instruyelos espíritus, agrupa las almas y secundariamente es él mismo el gransacerdote de la religión sociológica.

Para un neomarxista polaco Leszek Kolakowski, en La filosofía positivista(Cátedra, 1 979), Comte es el constructor del positivismo de la épocaromántica. Ejerce el derecho a registrar sólo lo que se manifiestaefectivamente a la experiencia. Todo el saber es un modo de ordenación dedatos experimentales y todos los modos de adquisición de un saber válidoson idéntcos en todos los campos de la experiencia. Pero al final de su vida,afligido por una enfermedad mental, se dejará llevar por proyectosvisionarios.

Kolakowski le da mucha importancia a estos datos biográficos: lo tardíode su encuentro con Saint-Simon, cuatro décadas más viejo que él en 181 7,a sus diecinueve años; lo desafortunado de su primer matrimonio; lo brevey apasionado de su amor platónico por Clotilde de Vaux, y lo reiterado de susenfermedades en versión megalomaníaca. Comte se convirtió un unfanático del orden definitivo donde la familia, la propiedád, la religión, ellenguaje, la autoridad profana y la autoridad religiosa no están sujetas aningún cambio genético porque son durables por naturaleza.

Para Kolakowski, Comte estaba fascinado por la fuerza del catolicismo.Su religión de la humanidad tenía que imitar al sistema de la Iglesia dondela mujer ejercería de ángel de la guardia:

«Su historicismo sólo actuaba retrospectivamente y se iieteníaen el estado positivo. Creía en el fin de la historia»... «La filosofíade Cornte —concluye e/filósofo polaco— es una destruccióncomp/eta de la subjetividad humana.»

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3. LA EXPLICACION ZUBIRIANA DEL POSITIVISMO DE AUGUSTOCOMTE.

Comte nació en 1 798 y murió en 1 857. Fue contemporáneo de grandessucesos que determinaron, nos dice Zubiri en la tercera de las CincoLecciones de Filosofía, casi unívocamente su pensamiento. Como secretariode Saint-Simon vivió de cerca la creación del socialismo francés. Tambiénasistió a la bancarrota del idealismo metafísico, luego culminado en elidealismo absoluto de Hegel. La bancarrota de la especulación, órgano desaber de todas las cosas, fue otro de los grandes sucesos que vivió Comte.

Decantada de todo su andamiaje metafísico y especulativo, la idea deHegel de espíritu objetivo va a servir a Comte para encuadrar las ideas, asazdispares y flotantes, de los teóricos franceses de la economía y de lasociedad política. Es lo que va a constituir la creación comtiana delconcepto y del vocablo mismo de sociología.

Comte fue contemporáneo del auge insospechado y grandioso de laciencia de la naturaleza. Se estaba en plena marcha hacia el descubrimientode lo que son los cuerpos mediante la idea del átomo, particularmente alabrigo de la Teoría Analítica del Calor de Fourier.

«El problema filosófico para Comte fue una operación delentendimiento en tanto esencialmente incardinado en una colectividad, en una sociedad. La filosofía es siempre y sólo unmomento de la evolución del espfritu humano.» «Comte, —concluyeZubiri— fue ante todo un sociólogo que en foca sociológicamenteel problema de la sociología. El individuo es un abstracto. Loúnico concreto es la sociedad, a pesar de que el vocablo«sociedad» sea morfológicamente un abstracto.»

El buen sentido, conjunto de ideas que brota espontáneamente en elseno de todos los hombres que viven en una sociedad, se conjuga con lasabiduría universal, conjunto de ideas tomadas en su máxima generalidaddentro de un estado social determinado. Para poder vivir, el hombre necesitaponer cierto orden entre las impresiones que le producen las cosas que lerodean. La vida fuerza a poner orden para poder prever lo que va a ocurrir.Saber es prever, pero un prever para proveer. La intención de poder dominarlas cosas para modificar su curso y determinar así la acción racionalpráctica domina tanto en su filosofía como en su sociología.

A aquello según lo cual el estado (o régimen de vida del espíritu humanosocialmente considerado) es estable, Comte lo llama Orden. Y a aquello

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según lo cual todo estado viene de otros y lleva a otros es a lo que Comtellama Progreso. Todo saber, toda institución social o política, es esencialmenteorden y progreso. Estos estados.son tres: el estado teológico, el estadometafísico y el estado positivo.

En el teológico se conocen las cosas por sus causas últimas y primeras.Es un régimen de dioses cuyo método es la imaginación que puebla almundo de fetiches Del fetichismo se pasó al politeísmo y de éste almonoteísmo.

En el metafísico se conocen las cosas por la mediación de entidadesabstractas que funcionan como fuerzas ocultas o virtudes. Es un régimen deentidades que desemboca en la Naturaleza como primer ministro de ladivinidad. Renuncia a las explicaciones transcendentes.

En el positivo el conocimiento se queda en las cosas mismas mediantela observación de los hechos y el razonamiento sobre ellos. Se averigua noel «por qué» ocurren las cosas sino «cómo» ocurren. El saber positivo noexplica nada. Es el régimen de los hechos. Su método es el razonamientoque descubre en los hechos regularidades o leyes.

Los hombres, nos dice Comte, son teólogos en la infancia y metafísicosen la juventud; sólo llegan a ser hombres positivos en la edad madura. Lametafísica ha destruido definitivamente la teología y el espíritu positivo hadeslruido definitivamente la metafísica. El positivismo se atiene a las cosasmismas tal como se presentan de hecho, al modo como de hecho funcionan,a descubrir sus leyes, y se encuentra con la posibilidad de dominar todos losacontecimientos. Es el perfecto saber para prever y prever para proveer.

Cada ley no es sino un caso particular de una ley general. esa leyfundamental es la ley de la invariabilidad de las leyes de la naturaleza.Ningún hecho es lo que es, sino en función de la relación con los demás. Lanaturaleza es un sistema de relaciones, una red en la que los hechos no sonsino los nudos de sus relaciones. Todos los saberes tienen homogeneidadde espíritu.

4. COMTE, PROFETA DEL ORDEN SOCIAL.

El nosotros de Comte no es un grupo, ni una Iase, ni una época, es puray simplemente, la Humanidad. La religión positiva es la religión de laHumanidad. Nacida de la destrucción de la teología por la metafísica, lafilosofía positivista ha intentado sistematizar la sabiduría vulgar del buensentido.

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Comte esté inmerso en una tradición optimista que afirma que laevolución de la humanidad sólo conduce al progreso. Reprueba lasconvulsiones de la Revolución. Pretente que el organismo social seincorpore a una personalidad directiva autoritaria y que Ja acción del podercentral se deje sentir en todos los dominios de la vida social: una sociedadcasi teocrática gobernada por sabios. En la sociedad positivista, la claseindustrial reemplazará a Ja aristocracia rural, la ciencia a Ja religión, larepública a la monarquía. Es un esquema de utopía con devoción por lajerarquía, la integración, el deber, el corporativismo, la liturgiaa, el ritual, larepresentación y la autonomía del poder espiritual. La pasión de Comte porla comunidad moral en todos los niveles de la pirámide social es intensa. Esun profeta del orden social que irritará al profeta del conflicto social queluego será Marx, precisamente porque sus esquemas mentales sonparalelos.

La sociología militar le debe muy poco al padre fundador del positivismo.Está claro que Comte condensa en el estadio metafísico todo el fenómenode la guerra y todos sus significados sociales. Ni la guerra, ni la revoluciónson fenómenos que deban darse en el estadio positivo. No obstante, laconciliación de la razón positiva con el orden establecido puede sufririnterrupciones que, a juicio de Comte, nunca serán demasiado graves. Lafunción del sector militar de la sociedad queda desvalorizada y subsumidaen el dogma liberal de la subordinación al poder civil de unos técnicos enningún caso deliberantes.

Ha sido, sin embargo, muy intensa la influencia del positivismo en losmilitares europeos de nuestro tiempo merced a la sobrevaloración bélica delas interrupciones al proceso de conciliación de la razón positiva con elorden establecido. Las tres grandes guerras, la del 70, la del 1 4 y la del 40,reafirmaron en Francia la función de los ejércitos de masas en dependenciadirecta con Ja posible implantación del tercer estado, el positivo. La praxisde los positivistas, paradójicamente, ha llevado muchas veces a la violencia.

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II

ALEXIS DE TOCQUEVILLE

EL PECULIAR HISTORICISMO DE UNENAMORADO DE LA LIBERTAD

Esta glosa militar del pensamiento moderno no tiene una finalidadconmemorativa de ninguna vieja gloria. Tocqueville es presentado aquí enfunción de la vitalidad de sus ideas y de la actualidad de sus reflexiones. Latalla intelectual de su figura atraviesa un momento de general reconocimiento.El contenido de su obra entronca con interpretaciones muy vivas sobre lamisión de las fuerzas armadas en la sociedad democrática.

Tocqueville, aristócrata normando, nació en París el 29 de julio de 1 805en el seno de una familia castigada por la guillotina de la Revolución.Tercero y último de tres hermanos no elige la carrera de las armas, comoHipólito, el mayor, sino el estudio de las leyes. Es una decisión que leconduce en 1827 a la plaza de juez auditor en el tribunal de Versalles. Enagosto de 1830, tras el destronamiento de Carlos X y la fundación de lamonarquía burguesa de Luis Felipe escribe decepcionado a su hermano:

«A la magistratura le pasa lo mismo que al ejército, que estáhumillada. Lo malo es que nosotros no tenemos, como vosotros,el recurso de acudir a la espada. Por eso, si viese la posibilidad decambiar de carrera creo que abandonaría ésta, pero no la veo.»

1. UN TALENTO EN LA ENCRUÇIJADA DE VARIAS DISCIPLINAS.

En realidad, Alexis cambió varias veces de carrera. Cuando pase un añoen los Estados Unidos (1 831 -1 832) para estudiar el sistema penitenciario nose limita a hacerlo, como su colega Gustavo de Beaumont, sino quepreparará su gran libro Democracia en América. Cuando en 1833 viaje porprimera vez a Inglaterra, —donde conoce a una joven puritana seis añosmayor que él, Mary Mottley, con quien más tarde contraería matrimonio— sefijará sobre todo en el hecho de que «el principio aristocrático pierde fuerzacada día y es seguro que el principio democrático tiende a ocupar su sitio».

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Cuando en 1 836, después del impresionante éxito de su primera obra, visiteAlemania y Suiza, leerá a Maquiavelo y quedará anclado entre el gusto porla reflexión política y el ejercicio del poder. Le llegará su hora como Ministrode Asuntos Exteriores en el hiato que liga la presidencia autoritaria de LuisNapoleón con la proclamación del Bajo Imperio (1850-1851). Tocquevillefue, según Pierre Guibert, «un talento en la encrucijada de diversasdisciplinas.»

Muere en Cannes el 16 de abril de 1859 donde se había refugiado paraaminorar los riesgos de su delicada salud. Llevaba seis años apartado de laactividad pública sin interrumpir por ello los viajes a Inglaterra, Alemania yArgelia. Dos obras, El Antiguo Régimen y la Revolución (aparecida en juniode 1856) y Recuerdos de la Revolución de 1848 (escritos desde julio de1850, pero públicados después de su muerte) pueden ayudarnos aencontrar la substancia de la aportación de Tocqueville a la historia de lasideas: «Yo hablo de la historia, no la cuento», solía decirle a sus amistades.

Ha sido Raymond Aron en Las etapas del pensamiento sociológico elprimero que llamó la atención sobre la filosofía social de Tocqueville:

«Se opone a los sociólogos considerados clásicos, AugustoComte o Marx, por su rechazo a las amplias síntesis quepretenden anticipar la historia... Como Montesquieu, Tocquevillequiere hacer inteligible la historia, no suprimirla.»

Aron utiliza con fluidez la recopilación de textos de J. P. Mayer y terminaconfesándose seguidor del aristócrata normando. Recientemente PhilippeBraud y Francois Burdeau le han dedicado un elogioso capítulo —Eladvenimiento irresistible de la democracia— de su Historia de las ideaspolíticas después de la Revolución (1983).

El primer estudioso español de Tocqueville ha sido Luis Díez del Corral,tanto en La mentalidad política de Tocqueville con especial referencia aPascal (1 965), su discurso de ingreso en la Real Academia de CienciasMorales y Políticas, como en La desmitificación de la Antigüedad Clásicapor los pensadores liberales con especial referencia a Tocqueville (1969).Actualmente prepara una biografía completa de la que ha anticipado en1 984 dos capítulos: La formación intelectual de Tocqueville y Aron,Tocqueville el Ortega y Gasset.

Fervoroso lector del ilustre normando es también Dalmacio Negro Pavón,introductor de la edición española de Democracia en América (Aguilar,1971 ), prologuista de Inéditos sobre la Revolución, segunda parte de El

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Antiguo Régimen (enero de 1973) y frecuente comentarista en Papelespara la libertad del Diario «YA» de las ideas tocquevillianas (2 de febrerode 1988).

Por último se ha ocupado de Tocqueville Luis Rodríguez Zúñiga alpreparar la edición de Recuerdos.

Algunos tratadistas militares franceses, como Beaufre, citan a Tocqueville.No así los españoles, al menos hasta hoy.

2. UNA ACTITUD DISCRETAMENTE CRITICA HACIA EL GENERALATOFRANGES.

La actitud discretamente crítica de Tocqueville hacia los generales deFrancia prolonga su explicación sobre los preliminares de la Revolución:

Ja nobleza francesa nunca se puso a/frente de las demásclases para resistir con e//as los abusos del poder real; alcontrario, fue el poder real el que se unió al pueblo para lucharcontra la tiranía de los nobles y luego a los nobles para manteneral pueblo obediente... Los nobles habían cesado desde hacíalargo tiempo de participar en los detalles del gobierno.., mandabanlos ejércitos, ocupaban cargos de ministros, llenaban la Corte,pero no tomaban parte de la administración propiamente dicha,es decir, en los asuntos que ponen en contacto directo con elpueblo.»

Tras esta explicación Tocqueville, remiso al reconocimiento de loslíderes carismáticos, verá en Napoleón «el genio de quien iba a ser, a la vez,el continuador de la revolución y su destructor».

«La verdad es que (los miembros del ejército) habían ganadocon la Revolución y tenían interés especial en mantenerla... Laimaginación estaba fatigada, harta de esperar y prever. Lanación... transida de terror; pero a la vez de flojedad, volvíadisciplientemente la vista aquí y allá para ver si alguien acudía ensu ayuda. Resultaba claro que ese salvador debía salir delejército. ¿Quién sería? Unos pensaban en Pichegru, otros enMoreau, otros en fin en Bernardotte.»

Más adelante, cuando tenga que defender la utilidad y la necesidad de lapresencia francesa en Argelia, distinguirá entre dos problemas, el militar,

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que considera correctamente llevado por las pequeñas unidades creadaspor un general capaz, Bugeaud, y el político, para el que juzga equivocadala postura del general, porque busca la conquista total del territorio. Loexpresará en 1846, tras su segundo viaje a Argelia, cuando ya habíaestudiado a fondo la cultura islámica:

«En todas partes, sin excepción, me han dicho que el mariscales hostil a cualquier desarrollo de la sociedad civil, que no laquiere, que lo más que se podría esperar de él sería que no semezclase en el asunto y abandonase enteramente a otros estainmensa parte de su tarea... por otra parte es cierto que susgrandes cualidades militares e incluso sus defectos le dan unaenorme influencia sobre el ejército, pues refleja todas laspasiones e intereses de éste y posee en el más alto grado suconfianza y sus simpatías.»

Será en torno a los sucesos del 23 de febrero de 1848, —las tropashacen fuego en París contra una manifestación antigubernamental y LuisFelipe huye a Inglaterra— cuando Tocqueville señale las limitaciones de losgenerales franceses frente al fenóméno que a él le obsesiona: el inevitabletránsito de la libertad política a la igualdad social por vía revolucionaria (enFrancia) o por vía pacífica (en los Estados Unidos de América).

Tocqueville votará a favor del general Cavaignac, el jefe del poderejecutivo, quizás porque no había otro camino para salir del atolladero:

«La Revolución de febrero debe ser cristiana y democráticapero no debe ser socialista» —diría en su discurso del 13 deseptiembre del mismo atio.

Finalmente, derivaría hacia una conclusión personal asumida en 1852:

«He pensado cien veces que si tengo que dejar alguna huellaen este mundo será más por lo que haya escrito que por lo quehaya hecho.»

Los estudiosos siguen sorprendiéndose de la firmeza con que Tocquevilleanunciaba la buena relación de los cristianos con la democracia y, endefinitiva, han ido tomando en cuenta la fina argumentación de este católicono practicamente que, además, era aristócrata. No es el momento de volversobre ello, pero sí el de calibrar el distanciamiento que Tocqueville vislumbraentre el generalato francés y el espíritu de la democracia.

Tres generales, Cavaignac, Lamoriciére y Bedeau, son tratados conalgún esmero por el escritor normando. En los tres, descubre una

incapacidad radical para el análisis de la realidad social análoga a la que yahabía encontrado en Bugeaud.

Cavaignac es «un espíritu mediocre y oscuro por naturaleza que en lasbreves alocuciones alcanzaba la altura de su alma y se acercaba a losublime>’. Lamoriciére aparece en su pluma lleno de claroscuros. >‘Yo etemía mucho por su petulancia, por sus imprudentes habladurías y sobretodo por su ociosidad. Era uno de esos hombres que prefieren hacer lascosas bien a hacerlas mal, pero que prefieren hacerlas mal a no hacer nadaen absoluto». Y eso que se trata del amigo a quien nombrará embajador deFrancia en Moscú.

Durante los sucesos de 1848, Tocqueville había contrapuesto lascualidades de Lamoriciére y las de Bugeaud con estas palabras:

«Si se quiere luchar por la fuerza contra el movimiento público,son necesarios, desde luego, el nombre y la audacia de Bugeaud,pero si se quiere intentar la conciliación y se suspenden lashostilidades.., el nombre de Bugeaud es un contrasentido.»

La crisis se resolver,ía eclécticamente: «Bugeaud conservaría nominalmente el mando general y Lamoriciere se pondría a la cabeza de la guardianacional.»

Donde la pluma de Tocqueville se muestra más dura y delicada a untiempo es en la explicación de la quiebra del prestigio de otro tenientegeneral, Bedeau, al que tenía particular afecto:

«... siempre he observado que los hombres que más fácilmentepierden la cabeza y se muestran por lo general más débiles en lostiempos de revoluciones son los hombres de guerra: habituadosa encontrar ante ellos una fuerza organizada y en sus manos unafuerza obediente, se desconciertan con facilidad ante los gritosdesordenados de la multitud compuesta por ciidadanos inofensivos e inermes y ante la vacilación y, a veces, la connivencia desus propios soldados.»

El teniente general Bedeau, añade Tocqueville para reforzar su tesis, «noera tímido, ni siquiera indeciso, una vez adoptada su decisión se le veíamarchar hacia su objetivo con mucha firmeza, con serenidad y conaudacia... Por lo demás, era un hombre justo, moderado, liberal, humano,como si no hubiera hecho durante dieciocho años la guerra en Africa,modesto, moral, honesto, delicado incluso, y religioso: de esa especie dehombre de bien que raramente se encuentra bajo el arnés o en cualquier

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otro sitio». Todas estas cualidades de nada le sirvieron a Bedeau paralegitimar una actuación que, a juicio de los orleanistas, tuvo la culpa de lacaída de la monarquía.

El relato de Tocqueville —nunca nos relata una batalla victoriosa deNapoleón Bonaparte ni de ninguno de sus mariscales— termina anotándoseun punto a su favor por lo afortunado de sus palabras a Bugeaud en plenacalle:

«... créame, vuelva y monte inmediatamente su caballo porquesi se queda usted aqu le matarán o le cogerán prisionero, antesde cinco minutos.»

Lo importante de estas citas no está en lo anecdótico sino en unadiferencia substancial que Tocqueville observa respecto a los generales dela democracia americana, nunca llevados a trances análogos a lospadecidos por Cavaignac, Bugeaud, Lamoricire y Bedeau. Y es que la tesissubterránea de Tocqueville apunta hacia esta idea: nada de lo ocurrido enlas calles de París a los generales burgueses le hubiera ocurrido a ungeneral de ideas aristocráticas en la democracia americana.

3. LA PECULIARIDAD DEL HISTORICISMO DE ALEXIS DE TOCQUEVILLE.

Tocqueville vivió entre 1805 y 1859. En rigor no fue un historicistaaunque creía, como Leopoldo Ranke, en a unidad de la corriente del devenirhistórico. No es su visión de historiador una exagerada valoración de lahistoria. La médula del historicismo clásico radicaba en la sustitución de unaconsideración generalizadora de las fuerzas humanas históricas por unaconsideración individualizadora. Tocqueville fundirá ambas consideraciones,atribuyendo el historicismo a los historiadores de un tiempo aristocrático yel naturalismo a los historiadores de un tiempo democrático.

Los historicistas del estilo de Tocqueville rechazan la legitimidad de laconstrucción de una ciencia de lo social equiparable a las ciencias de lanaturaleza. Consideran imposible la aplicación de métodos analíticos alcomportamiento del hombre. Lo cultural, lo propio del espíritu, no puede serconocido, sino intuido. Los hechos históricos son únicos e irrepetibles; esinútil buscar en ellos regularidades o invariantes para determinar leyes.

El más duro crítico del historicismo clásico, Karl Popper, define alhistoricismo como el punto de vista sobre las ciencias sociales que suponeque la predicción histórica es el fin de éstas y que supone, también, que estefin es alcanzable por medio del descubrimiento de los ritmos, de los

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modelos, de lás leyes o de las tendencias que subyacen bajo la evoluciónde la historia.

Para el historicista clásico las semejanzas sólo se repiten dentro de undeterminado período histórico. Es la actividad humana la fuerza que cambialas épocas. El historicismo de Tocqueville cree que sólo la estructura físicaposee constelaciones. Le debe mucho,al biologismo o teoría orgánica de lásestructuras sociales. Este historicismo peculiar acepta la existencia de unespíritu de grupo capaz de portar las tradiciones del grupo.

Para Popper, como para Tocqueville, la creencia en un destino históricoes pura superstición. Es imposible predecir el curso futuro de la historia. Nopuede haber una teoría científica del desarrollo histórico. Pero es posible lapredicción de que ciertos sucesos tendrán lugar bajo ciertas condiciones.La actitud más razonable que se puede tomar es la de acomodar el propiosistema de valores a los cambios futuros. La teoría moral de este historicistaconcluye que lo moralmente bueno es lo moralmente progresivo. El talanteprofético de Tocqueville, que soñaba con una reconstrucción cristiana delos ideales laicos del liberalismo y la democracia, se presentó en su propiabiografía. Tocquevil$e, que no practicó el catolicismo en vida, muriófrancamerte en brazos de la religión cristiana tal como había leído en BlasPascal debía ser ésta.

A Tocqueville le parece como si los clásicos historicistas estuviesenintentando compensar la pérdida de un mundo inmutable aferrándose a lacreencia de que el cambio puede ser previsto porque está regido por una leyinmutable. Tocqueville no temía al cambio más allá del esfuerzo que leobligaba hacer para su comprensión. Se apoyó en una refinada psicologíade las pasiones, que tomó de Pascal, hasta coronar estudios magistrales depsicología social que, hoy, tras el oscurecimiento de un siglo ha permitido aRaymond Aron elevar a Tocqueville al nivel indiscutible de padre fundadorde la sociología.

Tocqueville fue un jurista metido a historiador que puso la sociología alservicio de la historia. La historia que le importa no es la amplia concepciónabarcadora de grandes períodos sino la historia coyuntural. Es un saber delpresente que permite hacer comprensible la actitud de los hombres. Elresultado es asombroso. Construye tanto una filosofía política consistentecomo la ciencia política contemporánea sin dejar de ser ni historiador nisociólogo.

Para Tocqueville la libertad y la igualdad son los principios formalesconstitutivos de la democracia moderna, es decir, del estado social nuevo

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hacia el cual se caminaba por doquier en las dos sociedades de tradicióncristiana que mejor estudió (la norteamericana y la francesa) en sus dosobras fundamentales: Democracia en América y El Antiguo Régimen y laRevolución.

«La crítica de Popper no vale para Tocqueville. Su noción dualde legitimidad, menos rica que la tríptica que alumbrará MaxWeber, le cubre de la acusación de timoratos que Popper lanzacontra todos los historicistas posteriores a Hegel.»

«No es el uso del poder o el hábito de la obediencia lo quedeprava a los hombres: es el uso de un poder que considerancomo ilegítimo y la obediencia a un poder que consideran comousurpado y opresor.»

«Un poder que no resiste la prueba moral, la aceptaciónvoluntaria, la obediencia, —por motivos racionales en la democracia— no es poder, a juicio de Tocqueville.»

Tocqueville empieza asombrándose de un hecho:

«Las repúblicas norteamericanas no disponen de fuerzaarmada permanente para reducir a las minorías, pero las minoríasnunca han sido allí hasta el presente obligadas a tener que hacerla guerra, y la necesidad de un ejército todavía no se ha dejadosentir»... «A la Unión se le concedió, pues, el derecho exclusivo déhacer la paz y la guerra; de concertar los tratados de comercio;de levantar ejércitos; de equipar flotas.»

Más adelante nos da una sorpresa al titular el capítulo XXII deDemocracia en América. Porqué los pueblos democráticos deseannaturalmente la paz y los ejércitos democráticos la guerra.

«En los Ejércitos democráticos todos los soldados puedenllegar a oficiales y (así) se generaliza el deseo de ascenso y seextienden los límites de la ambición militar casi al infinito»...«Todos los ambiciosos que existen en un ejército democráticodesean la guerra con vehemencia, porque la guerra deja puestosvacantes y permite violar .ese derecho de la antigüedad queconstituye el único privilegio natural en la democracia.»

Las consideraciones que siguen a estas afirmaciones (y a otrasparecidas) no se fundamentan en un particular estudio del alma del soldado(o del oficial) sino, en general, del conocimiento de las pasiones del hombre:

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«Nada hay tan peligroso como un ejército en el seno de una nación que noes guerrera.>) «No es en el ejército donde se pueden encontrar el remedio alos vicios del ejército sino en el país.» El texto toma el tono de reglas o demáximas que no conviene olvidar. Todo el Capítulo XXIV participa del mismocarácter: Lo que hace a los ejércitos democráticos más débiles que losotros ejércitos al entrar en campaña y más temibles cuando la guerra seprolonga.

Tocqueville es un pensador riguroso, independiente y libre, para el que lahistoria es algo que hacen los hombres y no un estrecho sendero queestemos fatalmente condenados a seguir. Siente por los hechos un respetomayor aún que Comte. Se aplica a interpretar su significado, no a narrarlos.Está detrás de las ideas rectoras de los actos humanos. Y allí, en torno a loshechos de la Revolución Francesa, descubre Tocqueville una situaciónsocial para los soldados de Europa muy distinta a la que encontró enAmérica.

«Por error o por fingimiento, los franceses, —repite Tocqueville—consideran al ejército como expresión de la nación. La verdad es que susmiembros habían ganado con la Revolución y tenían interés especial enmantenerl...»Sólo faltaba en Francia alguien que fuera capaz de un ciertogrado de legitimacin personal que le permitiera aparecer como encarnaciónverdadera de los intereses nacionales. Moreau, Bernardotte, Pichegru,generales justamente famosos a los ojos de los más entendidos, parecíanser los llamados a dirigir la nación, a restablecer la paz social o por lo menosel orden público.

El análisis de la marcha gradual del ejército hacia el poder soberano queTocqueville forja con elementos de la biografía de Napoleón, resultaesclarecedor de una historia en concreto mucho más que ciencia poíticadigna de ser generalizada. Pero Tocquevilie se detiene en él para explicar elcansancio revolucionario:

«Los propios partidos, diezmados, indiferentes y agotados,aspiraban a poder descansar al fin de una opresión cualquiera,siempre que fuera ejercida por un neutral y pasase sobre susrivales tanto como sobre ellos mismos... Cuando los grandespartidos políticos empiezan a entibiarse en sus amores sinablandarse en sus odios y llegan al punto de desear, menos sutriunfo, que el fracaso de sus adversarios, hay que prepararse ala servidumbre: el amo está próximo. Era fácil conjeturar que eseamo no podía salir sino del ejército.»

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La aportación de Tocqueville a la sociología militar culmina en sus finasobservaciones a la Revolución del 48, que el vivió directísimamente. El modode narrar (profundizando en la situación sin desprenderse de la psicologíadel actor que es propio de la pluma de Tocqueville), constituye la esencia desu historicismo. Un historicismo distinto del que nació en los brazos delidealismo alemán y que, desde Hegel a Fichte y desde Ranke a Weber, noha dejado de influir en la formación intelectual del militar europeo. El peculiarhistoricismo de Tocqueville, en cambio, ha influido poco en esta formación,sin duda por lo tardío de su irrupción en forma de escuela tocquevilliana quetiene a Raymond Aron en Francia como su mejor representante yen Españaa Luis Díez del Corral.

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III

HERBERT SPENCER

ORGANICISMO INDUSTRIAL FRENTEA MILITARISMO ESTATAL

Decía Gaetano Mosca, en plena euforia de la escuela elitista desociología fundada por Wilfredo Pareto, que «ningún escritor de cienciassociales tuvo mayor celebridad que Spencer, sobre todo en Italia en elperíodo transcurrido entre 1870 y 1895 y ninguno, quizás, se halla másolvidado’>.

La afirmación procede de Historia de las ideas políticas, la obra deMosca que Luis Legaz Lacambra había traducido en 1941, ocho añosdespués de que su contenido fuera pronunciado en la Universidad de Roma.Mosca se distancia de quienes, como Spencer, creían poder descubrirmediante el estudio del funcionamiento de los organismo políticos primitivos,las leyes que regulan la acción de los más desarrollados. Mosca condenabaen Spencer al máximo exponente del individualismo liberal inglés, alcontinuador de la pedagogía naturalista de Pestalozzi, al teórico hostil a laeducación estatal, al adversario de la jerarquización por el mérito y alentusiasta ingenuo que buscaba el hallazgo de los genios sobresalientesmediante una transferencia al hombre de la selección natural de lasespecies animales.

El organicismo social de Spencer había influido en una fracción de losmilitares españoles a caballo entre dos siglos, —en Villamartín y en LuisVidart, en los generales Marvá y Burguete, a través de la Institución Libre deEnseñanza, sobre todo, que le nombró profesor honorario en 1883. Seconocían aquí Los Primeros Principios (1879) y Los Principios deSociología (1 883). En cadena se fueron traduciendo al español, El individuocontra el Estado (1 886), Las instituciones eclesiásticas (1894), La Etica delas prisiones (1895) y Creación y evolución (1 904).

Puede decirse que el organicismo de Spencer fue aceptado antes enEspaña que en Inglaterra. La primera cátedra de sociología para la Facultadde Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid (septiembre de

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1 898) fue adjudicada a Manuel Sales y Ferré que había contribuido a latraducción de los libros de Spencer desde Sevilla durante los doce añosanteriores. El ex-seminarista de Tortosa condensaba en su teoría sociológicael culturalismo krausista y el positivismo spenceriano. A nosotros nosinteresa destacar que por RO. de 28 de junio de 1 884 la Historia General deSales fue adoptada como libro de texto en todos los institutos y colegiosmilitares españoles por resolución de un concurso abierto por la DirecciónGeneral de Instrucción Militar.

1. LA APOLOGIA SPENCERIANA DEL MOMENTO PRESENTE.

Herbert Spencer había nacido en Derby el 1 7 de abril de 1 820 en el senode una familia metodista. Será educado en casa por su tío Thomas, pastoranglicano. Desde los diecisiete años actúa cómo ingeniero de ferrocarriles.Cuando quiebre la compañía en 1846 iniciará una brillante carrera deperiodista. No cesará de publicar grandes interpretaciones sobre eldesarrollo de la humanidad en profunda simbiosis con las teorías naturalistasde Charles Darwin. Al publicar en 1 862 Los Primeros Principios fue.calificado unánimemente de materialista y ateo.

Hasta 1882no viaja a los Estados Unidos. Allá se conocía su nombredesde 1854 gracias al entusiasmo de E. L. Youmans que le publicaba todocon anterioridad a la edición inglesa. Se completa por entonces suconocimiento de la ética de Kant que tanto había de ayudarle para el éxitode Los Principios de la Etica y Los Principios de Sociología. Su últimaobra, Hechos y comentarios (1902) apareció un año por delante de sumuerte en Brighton el 8 de diciembre. Una Autobiografía se dará a conocerpor su primer albacea en 1904, antes incluso de que se funde en Inglaterrapara su continuador Hobhouse la primera cátedra de sociología.

Spencer trasladó al campo social los postulados naturalistas que algomás tarde codificaría Darwin al analizar la evolución de las especies. Alprologar (en 1 983) Mariano Fernández Enguita sus Ensayos de Pedagogía,escribe:

«El desarrollo de la humanidad estaría marcado por una luchapor la vida en la que solamente sobreviven los más fuertes yperecen los débiles»... «debemos atribuir a Spencer la paternidadde un “organicismo sociológico” continuado, al menos, porDurkheim y Parsons. También es posible encontrar analogía conComte, pero aquí resulta más significativa la diferencia. Ambos

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formularon la d,slincidn entre un estado militar y otro industrial dela sociedad. poro iiuentris pií’o Comte el segundo tendería haciaun sistema boro r1tizL1do, planiticado y tecnocrático, para Spencerdebería llevar hacia un sistema individualista en que la autoridadpolítica se viern reducida a la epresión más exigua.

El organicismo de Spencer relaciona seriamente a la actividad militaristacon la degradación de la mujer, a la forma despótica de gobierno con elceremonial complicado y al pacifismo de los comerciantes con la debilidadintrínseca de las instituciones coactivas. La apología spenceriana delmomento presente consiste, pues, en certificar que sólo una parte de lahumanidad, —el mundo anglosajón— ha dejado de degradar a la mujer, hasimplificado el ceremonial y ha reducido a la impotencia a las fuerzasarmadas del Estado. Lo contrario —Spencer insinúa los rasgos del mundohispánico— tiene otro color:

«El tipo militar es aquel en que el ejército es la naciónmovilizada en tanto que la nación es el ejército en reposo y en elcual, por consiguiente, adquiere una estructura común el ejércitoy la nación.»

«Esta estructúra implica —comenta otro albacea, Rumney—un control centralizado tanto en la guerra como en la paz y unamarcada tendencia a que e/jefe militar se convierta también en el

- jefe político, al despotismo y al rango.»

El militarismo así descrito por Spencer, históricamente, se combina conotra estructura paralela de gobierno sobrenatural: una organización eclesiástica enseña que la absoluta subordinación es la virtud suprema y ladesobediencia un crimen castigado con eterna tortura. Por lo tanto, nadaamenaza más el progreso de los pueblos que el hombre de armas poseídopor una creencia religiosa.

La sociedad industrial de Spencej es el tipo opuesto a la sociedad militar:«Es pacífica —comenta Rumney— y en sus primeras etapas

apenas si posee organización política y la que existe es colectiva,y democrática»... «Las regiones de donde han venido los cambios—lo afirma Spencer en Los Principios de Sociología— hacia unagran libertad política son las principales regiones industriales... Enlugar de una creencia uniforme de obligatoria observancia, seproducen creencias multiformes voluntariamente acedas... lacooperación por la cual se realizan las multiformes actividades dela sociedad es una cooperación voluntaria.»

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La combinación de Spencer entre evolucionismo y naturalismo se hacea favor de la evolución de tal modo que todo su sistema desemboca en unaingenua apología de lo que tiene ante sus ojos. Su preocupación pedagógicase centra en la educación del gentleman y no en la del pueblo. Estáinteresado en destacar la superioridad de las ciencias sobre las letras.

«El estudio de las lenguas tiende a aumentar el indebidorespeto a la autoridad... Muy otro es el carácter que imprime alesp fr/tu el estudio de la ciencia. A cada paso invoca la ciencia eltestimonio de la razón individual.»

Spencer es un monista simplificador que se pierde en la minuciosidad delas clasificaciones. Crane Brinton, el autor del excelente análisis comparativoAnatomía de la revolución juzga a Los Principios de Sociología como «unlibro imponente, pero no muy necesario». Su discípulo Judah Rumneyconcede que «Spencer insistió demasiado en lo que hoy se denominaríaantropología cultural... le faltó una filosofía de la historia... Tiene, es cierto,una filosofía de la evolución, que no le sirve para animar su sociología. Porel contrario, le da un aspecto mecanicista... La evolución del pensamiento deSpencer no es dinámica, sino estática.»

Spencer practica un dualismo de carácter maniqueo que resultaatractivo para las gentes simples. El mal, es decir, lo que ha pasado, esmilitarismo. El bien, es decir, lo civilizado, es el industrialismo. Se trata de undualismo ético que también aparece en Comte. Mientras Comte lo solucionacon la adoración laica de una humanidad colectiva, Spencer busca unindividualismo anarquizante.

Los hechos sociales se fundan para Spencer en el paralelismo entre elorganismo animal y la sociedad humna:

«interpreta las leyes biológicas en términos de hechossociales y después razona sobre ellas como si fuesen leyessociales», —comenta Rumney en su obra de 1934.»

Su conclusión en torno al fenómeno de la guerra es demasiado simple:«La última palabra de la biología es la primera en la sociología.» La guerracumple la función de lazo o de vínculo entre el mal y el bien, incluso en lostiempos históricos más recientes. La historia europea entre el Waterloo deNapoleón 1 en 1815 y la irrupción de Napoleón III en 1851 le sirve paraprobar que la biología lo ha cambiado todo desde el militarismo hacia elindustrialismo. Este largo período de paz fue acompañado de desarrollo.Antes, la centralización anterior había sumergido al individuo en el

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militarismo. La sociedad recobra su libertad mediante la industria. Spencerno pudo imaginar que la noción anglosajona de complejo militar e industrialiba a ganar muchas batallas posteriores.

«Spencer —recuerda Rumney— que atacó violentamente laparticipación de! estado en la industria y que pensó que laindustria y e! militarismo eran completamente opuestos, vivió losuficiente para ver su íntima alianza.»

2. PRESENCIA DE LA MUJER Y AUSENCIA DE DIOS.

Leszek Kolakowski en La filosofía positivista señala que el objetivo finaldel positivismo evolucionista es extender el conocimiento de las regularidadesbiológicas a la totalidad de los comportamientos humanos.

«Spencer pensaba que el ideal supremo del conocimientoconsistía en concentrarlo todo en una sóla y única fórmulaglobalizante o, aún más, en una ley superior.»

Una mirada ingenua descubrirá en Spencer la tendencia a incrementaren el mundo la presencia de la mujer y a disminuir la presencia de Dios. ¿Esque la mujór es más fuerte que el hombre y Dios más débil? Spencer, de unavez por todas, dejará al «Infinito Incognoscible» fuera de su sistema, a pesarde que podría aportarle alguna globalidad su presencia.

Spencer reduce las mutaciones que se producen en el mundo a laacción de las fuerzas mecánicas. La totalidad del mundo obedece a unproceso donde las partes se comportan igual que el todo. Todas lasdivisiones, hombre-mujer; señor-siervo; gobernante-gobernado.., se explicanpor razones biológicas. El saber de la ciencia únicamente organiza lasexperiencias. No añade nada. No es posible un saber de la religión.

«La religión no es un conocimiento del mundo sino elsentimiento mismo de los límites del conocimiento.»

Spencer intenta que la posición de la mujer en cada cultura sea el criteriobásico para medir el progreso social y moral. La medida pende de lasuperación del hábito guerrero:

«La clase esclava en la sociedad primitiva se compuso demujeres.»

Existen pues conexiones entre la posición inferior de la mujer y elmilitarismo. Allá donde el hombre combate mientras la mujer trabaja, la

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diferencia ocupacional engendra jerarquías que no brotan si ambos sexosse emplean en trabajos productivos. Allá donde el hombre combate sepractica la poliginia o la poligamia. La monogamia es fruto de la paz. Otrotanto ocurre con el sometimiento de niños y niñas. Finalmente, por analogía,se acepta que la misma regla distingue el politeísmo de los guerreros delmonoteísmo de los trabajadores.

En los tiempos primitivos, según Spencer, el hombre estuvo siempre enguerra. El rapto de la mujer era un incidente de la guerra para el vencedory la posesión de mujeres un símbolo de distinción social. La monogamia dela sociedad industrial es la forma final y definitiva de todas las civilizaciones.Las diferencias de lengua, de costumbres y de tradiciones dificultan elprogreso y mantienen escalavizadas a las mujeres.

Spencer explica el ascenso social del sexo débil por una casualidad.Porque el sexo fuerte se ampara en un artificio, el Estado y la mujer no sesepara de la Naturaleza. No es ya la fuerza bruta la que cohesiona lassociedades para que ganen la guerra sino el temor a perder la guerra quellega por parte de la mujer. Del temor nacen el comercio y la industria. Elmilitarismo, —la tesis la toma Toynbee de Spencer— concentra el poder enlos pocos que no trabajan. El industrialismo lo distribuye entre lostrabajadores. La sociedad militar —el militarismo estatal— es, pues, másdébil que el organicismo industrial, cuya esencia es la cooperaciónvoluntaria. La sociedad industrial será internacionalista, partidaria de la pazuniversal y de los planes económicos de desarrollo.

No es que la lucha por la existencia carezca de capacidad para la accióncolectiva, para la movilización de cambatientes, para el derrocamiento delegoísmo o para el control social. Es que la abolición de la guerra —todo locontrario que la llegada de la mujer a los frentes de combate— incluye elaborrecimiento del Estado como depósito de fuerza bruta. Ni la educaciónpública, ni las tareas de colonización, ni las obras públicas, ni el sistemapostal, ni el acuñado de monedas son deberes del Estado en la concepciónde Spencer.

3. LA ARRIBADA COMODA AL AGNOSTICISMO.

Spencer no se decidió nunca a favor del ateísmo, como tampoco a favorde forma alguna de socialismo «especie de militarismo que entrañareglamentación». «Las formas comunistas de organización existieron en lasformas primitivas de las sociedades que eran predominantemente belicosas.»Optó por el agnosticismo como vía que dejaba a salvo la individualidad.

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El agnosticismo de Spencer es total. El contraste tradición-cambio queexplica el dualismo primitivo-civilizado o la polaridad militarismo-industrialismose detiene en los términos superstición-ciencia para no dar entrada albinomio religión-ateísmo. La religión es sólo una forma de temor:

«Mientras e/temor a los vivos llegó a ser la raíz del controlpolítico, el temor a los muertos llegó a ser la raíz del controlreligioso.» «Durante la fase de actividad militar el dios-jefe esconcebido como aquel que considera la insubordinación como elmayor delito.»

El texto fundamental es aquel de Instituciones eclesiásticas dondeSpencer relaciona los atributos de la divinidad con los dos tipos de sociedadclásicos para él. Pero no se atreve a afirmar, como Feuerback, que Dios seauna creación del hombre.

«Entre los misterios que se hacen cada vez más misteriososcuanto más se piensa en ellos, súbsistirá una certeza absoluta, lade que el hombre está siempre en presencia de una EnergíaEterna e Infinita de la que proceden todas las cosas.»

Spencer no penetra en cuestión teológica ninguna. Su monismoexplicativo lq devuelve al tema tópico «organizado y dirigido por el controlpolítico y religioso el conflicto habitual se convierte en militarismo».

• El Dios de los cristianos, el Alá de los musulmanes y el Jhavé de Israel• no aparecen en el organicismo de Spencer. Más allá del único objeto de su

reflexión, la competencia de las ciencias, aparece la esfera del InfinitoIncognoscible. Spencer no quiere admitir la distinción entre materia yespíritu, porque ambos términos son manifestaciones de una realidadabsoluta y desconocida. Spencer era un empírico que sentía aversión porlas últimas causas.

Todos los neopositivismos, —el empirismo lógico y la filosofía analítica—actualmente prescinden de Spencer. Pero no se puede negar que comofilosofía del sentido común ha ganado grandes sectores de la vida social.Los grandes museos del hombre están apoyados en esta filosofía a pesar desu radical inconsistencia.

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IvEMILEDURKHEIM

EL EGOISMO, EL ALTRUISMO Y LA ANOMIA

David Emile Durkheim nació en Epinal, la capital francesa de los Vosgos,el 1 5 de abril de 1 858. Era bisnieto, nieto e hijo de rabinos. Las huellas deuna vida familiar, determinada por la tradición y por la ortodoxia, no se leborrarían nunca aunque desde muy joven, tras el padecimiento de una crisisjuvenil de misticismo, optaría por la increencia. Del judaísmoretuvo una grancohesión ética, el gusto por normas detalladas de conducta y la incapacidadpara experimentar placeres sin incurrir en remordimientos. De su territorionatal —Alsacia-Lorena—, extrajo la voluntad de integración en el funcionariado(civil o militar) de la nación francesa a pesar del lacerante sentimiento quemantuvo siempre de ser miembro despreciado de una minoría perseguida.

La derrota de Napoleón III en 1870 agudizó en Emile sus dos crisispersonales —la religiosa y la patriótica— en sentido regeneracionista. Elnombre mitificado del revolucionario Gambetta resume lo más esencial desus primeras aspiraciones. Brillante Bachiller en Letras (a los dieciséis años)y en Ciencias (un año después), Durkheim se trasladaría a París antes decumplir los veinte con fundadas esperanzas de ingreso en un centro de élite.

Cuando en 1 879 ingrese en la Escuela Normal Superior conocerá a doscompañeros excepcionales, Jean Jaurs y Henri Bergson, entre los qijefinalmente preferirá al primero. Por estos días Emile abandona el judaísmo yproduce la definición de todas las religiones como formas de moral confusasy distorsionadas. Es el presupuesto intelectual que ya no se verá alteradopor ningún acontecimiento. En líneas generales, el mismo pensamientoacompañará a buena parte de los «normalien», es decir, de los antiguosalumnos de la Escuela convertidos, de hecho, en miembros de una«institución voraz’> en el sentido de Lewis Coser, —una institución cerrada,estimulante de elitismo y radicalmente laica.

«Durkheim —escribe Juan Carlos Portantiero en su introduccióna La sociología clásica: Durkheim y Weber (Buenos Aires,

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1977)— asume una misión: colaborar en la consolidación de unorden moral que le diera a ¡a nación francesa la estabilidad delantiguo régimen, pero fundada sobre otras bases.»

El posible interés militar por la sociología de Durkheim proviene, a mijuicio, del impulso reformador que le da al problema comtiano del orden. Elmodelo corporativo de organización de las comunidades nacionales leparece la única salida capaz de remediar la inestabilidad del mundomoderno. En este modelo —un complejo de instituciones, o mejor decuerpos, que agrupa a los hombres por profesiones— el cuerpo de oficialeshabría de asumir un papel subordinado al cuerpo de los profesores. En tressituaciones problemáticas, —el suicidio altruista (propio de los militares), elfracaso de la justicia militar (affaire Dreyfus) y el agotamiento de las formaselementales de religiosidad (totemismo)— es donde mejor pondrá de relievetanto la radical insuficiencia del grupo social de los profesionales de lasarmas como la capacidad de los profesionales de la enseñanza paraalumbrar el futuro.

Veamos, paso a paso, la argumentación durkheiniana.

1. EL SUICIDIO, FENOMENO SOCIAL.

Uno de los últimos biógrafos, Steven Lukes, en Emile Durkheim: Su viday su obra (edición en inglés de 1 973), ha insistido en la trascendencia quepara el severo y temeroso estudiante que fue Emile tuvo el suicidio de suamigo Victor Hommay. De la severidad del notable sociólogo francés se hadicho que ocultaba una sensibilidad casi enfermiza. Padecía una timidez quele producía un inexplicable temor a verse suspendido en los exámenes.¿Cómo pudo, sin embargo, erguirse como uno de los educadores de laFrancia contemporánea?

Sus compañeros de estudios, que le veían como maduro en exceso, lellamaban el «metafísico». Bergson profetizó que sería un vendedor deabstracciones. Raymond Aron no le ha perdonado que fuera un conceptualista,es decir, un pensador que tiende a considerar a los conceptos comorealidades:

Yo creo que el conceptualismo de Durkheim procede del intento dereconciliar el racionalismo con el empirismo que él emprende para no verseenfrentado ni con Comte ni con Spencer y para no tener que aceptartampoco el culto a las grandes personalidades que por entonces defendían,

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cada uno a su modo, Taine y Renan. Durkheim terminó calificando dediletantes (o de místicos) a la mayoría de sus compañeros creyentes, comoMaurice Barrés, Charles Peguy y Henri Bergson, quizás porque no queríamirar más allá de la muerte en sus explicaciones sobre la realidad.

El método de pensamiento de Durkheim estuvo dominado por la primacíakantiana de la moral sobre la religión y por la intuición laicista de que en todotiempo hubo (y habrá) tantas morales como tipos sociales. No admite ni elseguimiento de una personalidad religiosa, propuesto por los creyentes, ni laimitación de los hombres sobresalientes propuesta, entre otros, por GabrielTarde. A su juicio, por ambas líneas no es posible explicar ni un sólo de losfenómenos sociales.

Para Durkheim, el suicidio es un fenómeno social antes que una decisiónpersonal. Desde 1 888, fecha de publicación de un artículo sobre Suicidio ynatalidad, hasta 1 895, primera investigación sobre la religiosidad, Durkheimno ha dejado de reflexionar sobre los antihéroes que se quitan la vidavoluntariamente. Los títulos de sus cinco obras mayores enmascaran loprematuro y lo continuado de su toma de datos sobre el suicidio. Supreocupación por este tema domina retrospectivamente sus otros estudios,tales como La división del trabajo (1893); Las reglas del métodosociológico (1895); el propio texto de El suicidio (1897); Las formaselementales de la vida religiosa (1 912) y El socialismo (1 928), que no sepublicó hasta once años después de su muerte en 1 91 7

Su traslado en 1885 a Alemania para estudiar en las Universidades deBerlín, Marburgo y Leipzig, becado por el Ministerio de Instrucción Pública,tuvo una intención patriótica y aún posiblemente nacionalista. Ya que «si erael maestro de escuela prusiano quien había hecho posible la victoria deSedan —decían los compañeros de Durkheim— ¡imitemos la conducta dePrusia!» ¿Cuál había sido, pues la raíz de la moral de aquellos combatientes?

Cuando regrese en 1886 para ejercer el profesorado de filosofía en elLiceo de Troyes creerá saber que la moral es una forma de disciplina queviene de la sociedad y no del individuo. «Sólo el maestro, escribirá, tienecondiciones para convertirse en el sucesor laico del sacerdote». Si todaautoridad deriva de la sociedad, en las nuevas sociedades, todo deberádepender del maestro nacional.

Al contraer matrimonio con Louise Dreyfus iniciará, con alegría pocofrecuente en él, los quince años de docencia de Burdeos absolutamente

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marcados por esta tesis antibonapartista: «Ha pasado para siempre la era delos genios sintéticos.» El objeto de las ciencias sociales habrá de ser elantihéroe, es decir, el suicida, pero no como persona aislada sino comoresultado de unas condiciones sociales.

Lorenzo Díez Sánchez ha dado en el estudio previo a la edición españolade Akal, El suicidio (1982) estas explicaciones:

«Como parte de su reacción contra las ampulosas y grandesteorías de Comte, Durkheim insistió vehementemente en que lossociólogos tenían que limitar su atención a grupos claramentedefinidos de hechos sociales y formular hipótesis especificasempfricamente comprobables acerca de aquellos. El ejemplomás notable de este método en la obra de Durkheim es su estudiodel, suicidio.»

«La totalidad de suicidios —añade Díaz Sánchez— en unasociedad dada, medida por la proporción de suicidios, es tratadacomo un hecho social que sólo puede ser explicado sociológicamente y no por las motivaciones individuales al suicidio. Lo queinteresa son las variaciones de suicidios entre distintas sociedadescomo algo que está en función de condiciones sociales: la unidadde análisis es la sociedad, no el individuo.»

Una sociedad sin suicidas está fuera de lugar. Sería el paraíso perdido deDurkheim. El suicidio queda definido como desequilibrio psicológicosocialmente motivado. Para dejar de suicidarse el hombre debería de estarvinculado a un fin social; pero no de manera absoluta sino conservando unmargen de autonomía. Los deseos y las posiciones de cada uno de nosotrosdeben ser regulados por la sociedad pero no de modo excesivo porque,entonces, se provoca una actitud fatalista.

El número de suicidios, como demuestra Durkheim, depende de laestructura de cada tipo de sociedad. En su teoría, la mejor clasificación delas sociedades está determinada por la polaridad entre solidaridad mecánicay solidaridad orgánica. Lo mecánico, —donde descubre Durkheim grancantidad de rasgos militares—, predomina en las sociedades menosavanzadas de tipo segmentario. El afán de uniformidad hace inviables lasinterdependencias. Las sanciones son de carácter represivo y se aplica másel derecho penal, que el derecho civil. Aquí es muy intensa la conciencia depertenencia al grupo y será casi absoluta la presencia de lo autoritario de lacolectividad.

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Lo orgánico —para Durkheim sinónimo de modernidad— introduce ladivisión del trabajo y la fuerte interdependencia de cada uno de los tiposorganizadós. Priva la iniciativa privada, se extiende el laicismo y se extinguela religiosidad. El futuro de Francia está ligado al éxito de la solidaridadorgánica.

Ahora bien, para la explicación del suicidio como hecho social no bastaeste dualismo. Hay más de dos tipos de suicidios. Además del suicidioaltruista de las sociedades primitivas (incluida la industrial) existe en fase decrecimiento el suicidio anómico. La anomia, en síntesis, aparece cuando alindividuo no le atrae ninguno de los dos tipos de solidáridad. La normalidadencontraría su sitial en un punto equidistante de los altruismos, de losegoísmos y de las anomias. Es decir, tienen el secreto de la normalidadquienes compensan su desaforada tendencia al altruismo, quienes moderansus repliegues egoístas y quienes se distancian de la apatía del vivir.

2. EL SUICIDIO ALTRUISTA DE LOS MILITARES.

Durkheim realizó una investigación magistral sobre el suicidio. Asabiendas de que no era posible evitarlo todo para todos al mismo tiempo,descartó las explicaciones en su tiempo más extendido que atribuían elsuicidio a decisiones personales de orden psicológico. Sus datos abarcantodas las circunstancias pero, con expresiva frecuencia, se detiene en lasexperiencias cuyo protagonismo corresponde a los militares. Durante laexpedición de Bonaparte a Egipto, observa sorprendido, que aumentó en elejército francés el número de suicidios, quizás por el exceso de calor; perotambién aumentó la tasa durante la gélida retirada desde Moscú. «Nuestroejército —nos dice— según se afirma, fue diezmado por numerosossuicidios.>’

ADurkheim no le ofrece ninguna duda el hecho de que se comuniquepor contagio la idea de suicidarse. Pone el ejemplo de quince inválidos quelo cónsumaron en el mismo corredor de un asilo o de los soldados que lohiciéron en la misma garita:

«En las prisiones y en los regimientos existe un estadocolectivo que inclina al suicidio a los soldados y a los detenidoscon la certeza con que puede hacerlo la más violenta de lasneurastenias.»

La investigación del sociólogo francés se detiene en los datos confesionales. Nos dice que en los estados protestantes la tasa es cinco veces

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superior a la de los católicos griegos, tres veces más alta que la de lossimplemente católicos y dos veces por delante de los estados mixtoscatólico-protestantes. Añade que en Alemania el mínimo está en la católicaBaviera y el máximo en la luterana Sajonia. En Suiza, sigue diciendo, loscantones católicos producen cuatro o cinco veces menos suicidios que losprotestantes:

«Hasta mediados del siglo XIX los judíos se matan menos quelos católicos y es hacia 1870 cuando comienzan a perder suantiguo privilegio porque viven en las ciudades y se dedican aprofesiones intelectuales de un modo más extenso que los otrosgrupos confesionales.»

Las observaciones pueden alcanzar extraordinaria finura porque, añadeDurkheim, «cuando los protestantes están en minoría, su tendencia alsuicidio disminuye». Pero Inglaterra contradice la tendencia. Y es que,explica, «allí la Iglesia anglicana está integrada de una manera más fuerteque las otras iglesias protestantes».

Para Durkheim la situación del Ejército, desde el punto de vista delsuicidio, es excepcional. Antes de explicársela a sí mismo como expresiónde otro tipo de suicidio, el altruista, Durkheim recoge otros datos marginales.Los célibes se matan menos que los casados. Los miembros de matrimoniosjóvenes (o precoces) agravan la tasa. Los viudos se matan más veces quelos casados pero menos que los solteros de su misma edad, etc., etc... Perose sorprende de otra variable circunstancial:

«Todas las revoluciones que han tenido lugar en Francia en elcurso del siglo XIX han hecho disminuir el número de los suicidiosen los momentos en que se han producido ( ). Las grandesguerras nacionales tienen la misma influencia que las perturbaciones políticas ( ), quizás porque determinan a lo menos, porcierto tiempo, una integración más fuerte de la sociedad.»

La conclusión de Durkheim peca de ambigua:

«Cuando el hombre está desligado de la sociedad se matafácilmente: fácilmente también se mata cuando está integrado enella con demasiada fuerza.»

Y es que el tipo de suicidio propio de los soldados y de los oficiales(altruista) no se identifica con el suicidio de quienes no creen en la muerteo viven de espaldas a su posibilidad (egoísta). El hombre de uniforme cree,dice Durkheim con evidente exaQeración, ue esoerar la muerte es más bien

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un deshonor. Dejar envejecer el cuerpo, sólo porque así se persiste en lavida, es un camino donde el militar pierde la estimación de las gentes. El yodel anciano ya no le pertenece, se confunde con otra cosa que no es élmismo, sino un polo de conducta situado.fuera de sí. Para el militar, segúnDurkheim, es una virtud no tener apego a la vida.

Es por ello posible hablar de soldados que prefieren la muerte a lahumillación de la derrota o que se matan para evitar una vergüenza a sufamilia. «Todavía existe hoy —concluye Durkheim— un medio especialdonde el suicidio altruista está en estado crónico: es el ejército.’> La clavepara descubrir el modo durkheiniano de pensar está en la palabra «todavía».

«Es un hecho general en todos los países de Europa que laaptitud de los militares para el suicidio es muy superior a la de lapoblación civil de la misma edad.»

Muchas causas que un hombre de condición civil consideraría antídotosfrente al suicidio operan en los ejércitos como estímulos —sus miembrosson la flor del país desde el punto de vista físico, el espíritu de cuerpo es unabuena barrera profiláctica contra la soledad, la aclimatación a un oficioaprendido ofrece serenidad. Pero aquí no actúan en sentido contrario a ladecisión de matarse:

«Los miembros del ejército a quienes ataca más el suicidioson los que tienen más vocación por esta carrera, los que estánmás hechos a sus exigencias y más al abrigo de las molestias einconvenientes que pueda tener ( ). El ejército es ¡a parte de lassociedades modernas que recuerda mejor la estructura de lassociedades inferiores ( ). Los cuerpos del ejército que tienen elcoeficiente de agravación más elevado son los que están deguarnición en las regiones donde ¡as clases civiles gozan de lamás fuerte inmunidad, e inversamente.»

«Los pueblos donde el ejército está más predispuesto alsucidio, son también aquellos menos adelantados ( ) en elejército de Argelia, que pasa por ser escuela de virtudes militares,el suicidio ha dado durante el período de 1872-1878 unamortalidad doble que las tropas estacionadas en Francia ( ). Lasarmas menos atacadas son aquellas cuyo carácter militar estámenos acusado ( ). El suicidio militar está por todas partes endecadencia ( ). La disciplina se ha hecho menos rígida, menos

opresora del individuo ( ). La moral militar es, en ciertosaspectos, una supervivencia de ¡a moral primitiva.»

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3. EL «AFFAIRE DREYFUS» Y LA EUFORIA DE LOS INTELECTUALES.

El problema práctico se le convierte a Durkheim en búsqueda de algúnmodo de aceleración del fin de la moral militar en tanto primitiva. Emile Zolale dará la oportunidad o, más bien, se la darán algunos militares francesescon ocasión del «affaire Dreyfus».

En principio, Durkheim estaba por la moderación:«... lo que no quiere decir que deba desaparecer desde ahora.

Dichas supervivencias tienen sus razones de ser, y es natural queuna parte del pasado subsista en el seno del presente.»

El sociólogo había arrancado de la hipótesis que presentaba a todos lossuicidios como egoístas. Había descubierto suicidios altruistas en su miradaa los ejércitos. Pero aún le quedaba por descubrir la tercera opción que ensu interpretación sería la más moderna, la anomia:

«Cuantas veces se producen en e! cuerpo social gravesreorganizaciones (...) el hombre se mata más fácilmente.»

La habitual búsqueda de un término medio desemboca para Durkheimen un nuevo dualismo porque, según los datos y las tendencias, el suicidioegoísta elige las carreras intelecutales —el mundo donde se piensa— y elsuicidio anómico —el mundo industrial— el mundo donde se comercia.«Estos dos suicidios, aunque se elimine el altruista, son con todaprobabilidad, los que se impodrán en el futuro.>)

Todas estas consideraciones, en parte científicas y en parte subjetivas,son anteriores al estallido del «affaire». La condena, la revisión y ladeclaración de inocencia del capitán de E. M. Dreyfus se convertirían paraDurkheim y para los primeros estudiosos que se llamarán a sí mismosintelectuales, en el caldo de cultivo de un proyecto de descalificación de lasinstituciones militares, al que se entregó con ardor.

En el «affaire» hubo torpeza en una derecha francesa que no supodeslindar una triste efeméride de sus propios objetivos políticos. No queríaaceptar que la profesión militar fuera tratada como una supervivenciaanacrónica de los tiempos bárbaros en la era de la industria y del comercio.La derecha francesa defendía inoportunamente que el prestigio de losejércitos era algo vital para la seguridad de Francia, para la prosperidad delos franceses y para la consolidación de la democracia.

Frente a esta postura, la izquierda unía en la ausación de bárbarosanacrónicos tanto a los miembros de la religión católica como a los

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seguidores de la moral militar. El «yo, acuso>) de Zola, que se refería a uncaso concreto, dividió los dos campos con la contundencia de un hacha. ElManifiesto de los intelectuales, inmediatamente posterior, fue una declaraciónde guerra. El problema concreto —cera o noDreyfus espía al servicio delKaiser?— pasó a segundo plano.

El «affaire» duró desde septiembre de 1 894 (fecha de la interpretación deun documento sin firma que anunciaba envío de escritos confidenciales alagregado militar alemán como obra de Dreyfus) hasta julio de 1 906 (fechade la rehabilitación de Dreyfus y de la solemne recepción por éste de lasinsignias de caballero de la Legión de Honor en el mismo patio de la EscuelaMilitar donde el 5 de enero de 1 895 había sido ignomiosamente degradado).

Zola, en realidad, no se movilizó hasta el 13 dé enero de 1898, es decir,veinte meses después de que un militar de notable talla moral, elcomandnte Picquart, hiciera llegar a sus superiores su fundada sospechade que la durísima condena había sido injusta y diera el nombre delverdadero traidor. La denuncia del error judicial nació en las filas del ejércitofrancés, pero fue acogida por un movimiento de intelectuales que incrementósu orgánica solidaridad. .

Durkheim, todavía en Burdeos, no unirá su nombre al dreyfusismo hastadespués de la creación el 20 de febrero del 98 de la Liga de Derechos delHombre y del Ciudadano «la más duradera y efectiva creación de toda laagitacióndreyfusista». Eran los mismos días de la fundación también enBurdeos del grupo La Juventud Laica, en línea con el anticlericalismo deJules Ferry. Los llamados «intelectuales» estaban decididamente a favor dela sustitución radical de lo religioso por la ciencia. Era también la hora en laque los fundadores franceses de la Geografía Humana, como Vidal de LaBlanche, y de la Filosofía del Derecho, como Leon Duguit, se sumaban alimperialismo sociológico de Durkheim sin renunciar por ello, eufóricos pordemás, al crecimiento de un imperio colonial en Africa que diera prestigio allaicismo de la Tercer República, la República de los profesores.

Antes de que se produjera la muerte accidental por intoxicación de gascarbónico del propio Zola y poco después del suicidio del coronel Henry (elfalsificador de las pruebas contra Alfred Dreyfus), Durkheim obtiene sutraslado a la Universidad de París. Es entonces cuando en olor de multitudespolemiza con Gabriel Tarde y ejerce lo que hoy llamamos un socialismo decátedra al estilo de Jaurés, —un patriotismo moderado y abierto alcosmopoliticismo— que le convierte en el profesor más influyente de laSorbona.

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Disponemos de una publicación, El «atfaire Dreyfus» en España deJesús Jareño López (1 981), donde aparece la antología de los textos de losperiódicos españoles implicados en la virulenta polémica. Su lectura estodavía útil para la percepción, tanto de la creciente irracionalidad de lassesiones del proceso del capitán judío como de la creciente nobleza dealgunos intelectuales españoles que actuaron en función de los datos realesy no a favor de una postura tomada a priori. Unamuno, Blasco Ibáñez, Azorín,Marquina y Maeztu, cada uno a su modo, sufrieron las salpicaduras delapasionamiento francés pero, en genéral, se atuvieron al dictado de susconciencias y se negaron a generalizar sus conclusiones tanto como sehabían generalizado en Francia.

4. EL ENDIOSAMIENTO DE LA SOCIEDAD, UN MISTICISMO INVERTIDO.

Durkheim, como era de esperar, se entregó con entusiasmo a la luchacontra los imperios centrales durante la Gran Guerra. Perdería en ella a suhijo, dado por desaparecido en la retirada del fallido desembarco de 1 91 5 enSalónica. La Escueta Normal Superior, a su vez, perdió al 30 % de susalumnos —104 muertos entre los 293 movilizados de un total de 342estudiantes.

Durante las operaciones militares organizó un Comité cuya únicafinalidad era demostrar a los países neutrales las falsedades de lapropaganda alemana. Publicó dos folletos. A su juicio, toda la culpa de laGran Guerra se debía a los regímenes de Austria y Prusia...

«... conjuntos antinaturales, establecidos y mantenidos por lafuerza . . .» «Un imperio así construido no puede dúrar. Lageografía de Europa se rehará sobre una base racional y moral.La misma Rusia —escribe el 15 de septiembre de 1914— haquedado integrada en el movimiento. ¡Va a liberar a Polonia’»

Para los españoles es fácil encontrar las influencias de Durkheim en lasconferencias que Manuel Azaña pronunció en el Ateneo de Madrid en 191 9y que se publicaron bajo el título Política militar francesa. La germanofobiase aliaba con la condena del catolicismo. De aquí la ruptura de Emile con unBergson que estuvo al borde de la conversión y la prisa de Azaña pordecretar el agotamiento del catolicismo español.

Cuando abandonaba Emile una de sus apasionadas reuniones con elComité, a finales de 1916, sufrió un ataque que le separó del trabajo porvarios meses. Aunque la entrada de los Estados Unidos en la guerra le alivió

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mucho, no pasó del verano de 1 91 7. Ejercía, a gusto de León Troski, lapresidencia de la Comisión de Refugiados Rusos. Murió en Fontainebleau alos cincuenta y nueve años de edad.

La filosofía de Durkheim no había cambiado apenas. La clave estuvo enuna prematura opción entre Dios y la Sociedad a favor de ésta. Veía en ládivinidad tan sólo a la sociedad transfigurada y concebida simbólicamente.

«La sociedad nunca puede ser nuestra más que parcialmentey nos domina infinitamente.»

No es que se desentendiera de la religión. Es que se motró satisfechocon huir de su fe judaica tras el simple hallazgo del totemismo, al queconsideró la clave de todas las formas elementales de religiosidad.Durkheim buscaba una moral que sustituyera y cumpliera las funcionessociales que habían cumplido las religiones históricas. La moral deDurkheim será una simple codificación de deberes que habría de diversificarpor profesiones, —o, mejor aún, por ocupaciones—. La moral es algo quedepende de la Sociedad, nunca de la voluntad de un individuo.

Para Durkheim empeñado en los últimos años de su vida en unaempresa desacralizadora (análoga a la empresa anterior antimilitarista), nohay religión que no sea una cosmología y una especulación sobre lo divino.Ninguna religión le resulta legitimada para la salvación de las almas sinopara la preservación y el bien de la Sociedad. El estudio más instructivo esel de las religiones más elementales. Es en ellas donde el sociólogo ve nacerlas efervescencias colectivas. La síntesis de todos los «totem» puede pasara funcionar como bandera del clan.

La entrega final de Emile a un patriotismo nacionalista, para Peguy, yafervoroso creyente en Cristo, fue sólo un misticismo invertido. El intelectualque no se doblegó ante la palabra de un general del ejército (artículo de1898, El individuslismo y los intelectuales), tampoco se entregó a creenciaalguna (artículo de 1 901 Religión y libertad de pensamiento). Su actitud hatenido un importante eco social que, sin embargo, no se ha hechosimultáneo del prestigio intelectual hoy claramente decreciente de sufilosofía.

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y

MAXWEBER

EL CARISMA, LA TRADICION Y LA LEY

Max Weber nació en Erfurt el 21 de abril de 1864 en una familia decomerciantes. Su padre, jurista, tuvo algunos éxitos políticos a la sombra deBismark. Su madre, Helene, no fue nunca comprendida en familia por suspreocupaciones humanitarias. Era una mujer culta, sinceramente protestante.Su hermano, Alfred, alcanzaría justa fama como antropólogo cultural.

Un ataque de meningitis a los cuatro años determinó la preferencia deMax por la lectura. A los trece ya había escrito un ensayo histórico hostilcontra el Kaiser y contra el Papa donde afloraba la indiferencia religiosa quecontinuamente amargó a Helene. A los diecisiete, siendo estudiante dederecho en la Universidad de Heidelberg, se había convertido en un duelistacon cicatrices y en un desgarbado bebedor de cerveza. A los diecinuevesirvió en la guarnición militar de Strasburgo. Volverá a vestir el uniforme deoficial para las prácticas reglamentarias entre 1883 y 1888. Su impresiónsobre estos servicios, algo confusa, no será nada favorable en definitiva alas raíces profundas de la vida militar.

«Lo más desagradable de todo —escribe a su madre— esesta sensación de irme hundiendo lentamente en una noche deestupidez abismal... Se espera que el aspirante a oficial jamástenga oportunidad de emplear el cerebro mientras dure supreparación militar.»

No obstante, logró ganarse el aprecio de sus jefes y el respeto de sushombres. Nunca aceptó las tesis de los pacifistas.

«Simplemente no llego a ver qué clase de superación mora!conseguiríamos tratando a los militares profesionales como unabanda de asesinos y sometiéndoles al desprecio público. Eso noharía la guerra más humanitaria.»

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1. LA BIOG RAFIA Y LA FAMA DE MAX WEBER.

Un irresistible afán por saber llevó a Maxa estudiar sucesivamentehebreo, italiano, español y ruso. Lo hizo en todos los casos para ponerse encondiciones d.e manejar las versiones originales de los textos másuniversales.

La boda en el otoño de 1893 con su prima Marianne, siete años másjoven que Max, cierra un largo período de dudas amorosas que habíacomenzado seis años atrás cuando rompió con otra prima, ésta por parte demadre, que tenía problemas mentales. Padeció una terible indecisión pocoantes de la boda, causada porque uno de sus íntimos amigos contejaba aMarianne. La estabilidad emocional del matrimonio hizo más intensa aún suconsagración al trabajo reflexivo.

Max Weber se entregó con pasión a la cátedra de economía de laUniversidad de Friburgo y a los viajes. Precisamente en 1 898, a la vuelta deun interesantísimo recorrido por España, se le declaró la grave enfermedad,también psíquica, de la que nunca se recuperaría. Los biógrafos sitúan laquiebra de la salud en la estela de los remordimientos por la durísimadiscusión a favor de su madre que, ciertamente, llevó a su padre al sepulcro.

«Mi condición morbosa —concluye Weber— se expresaba através de una dedicación frenética a/trabajo científico.»

Nunca tendría en adelante ánimo para asumir las responsabilidades dela enseñanza univesitaria, a pesar de que en reiteradas ocasiones le fueronofrecidas cátedras. Su obra ha trascendido a las ciencias sociales en tantoobra escrita. Secundariamente, se han recordado sus actuaciones endebates públicos.

Se atribuye a la estancia del matrimonio Weber en los Estados Unidos en1904 una influencia positiva, casi entusiasta, hacia los valores de aquellademocracia. Se ha puesto en paralelo en lo que la misma experiencia habíasignificado para Tocqueville, aunque Weber terminó afluyendo hacia elestudio del papel de la burocracia en la nueva sociedad. En 1 906, una vezhubo terminado la segunda parte de su obra mayor, La ética protestante,percibe que debe estudiar ruso para seguir así de cerca los pasos de aquellarevolución en ciernes. Es el período durante el cual polemiza sin darsereposo con su hermano Alfred, con Ernest Troeltsh, con Robert Michels, conWerner Sombart, con Ferdinand Tonnies, con Karl Vossler y con GeorgeSimmel. Fruto de las intensas controversias con hombres tan profundos yrigurosos sería su segunda obra maestra, Economía y Sociedad.

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Cuando estalló la Gran Guerra contaba cincuenta años. Actuó correctamente como capitán del cuerpo de reserva en la Dirección de Hospitales.Pero no lo aguantó todo y se desplazó de nuevo a Berlín convertido, ahora,en el profeta de la catástrofe alemana de 1918.

«En cuanto termine la guerra, insultaré al Kaiser hasta que medemande ante los tribunales.»

Al mismo tiempo que el gran Friedrich Meinecke, abandonará los idealesmonárquicos. «Hemos pasado de monárquicos de corazón a republicanospor la razón.>) Muy poáo después, en junio de 1 920, una grave neumonía leproducirá la muerte en Munich. En el intervalo entre las dos fechas habíaformado parte de la comisión encargada de la redacción de la Contituciónde la República de Weimar. El libro Economía y Sociedad se publicaríadespués de su muerte. Es posible que el choque dialéctico, brutal, con elmariscal Ludendorff, acelerara la recaída de Max en brazos de su últimaente rm edad.

Los franceses deben a Raymond Aron y a Georges Gurvitch laintroducción de las ideas de Weber en su vida intelectual. El últimoweberiano francés ha sido el alsaciano Julien Freund. Los norteamericanosle conocieron gracias a Talcott Parsons que estuvo en Heidelberg en 1 924cuando mayór era el prestigio de los grandes libros de Weber. A Españallegó la obra de Max relativamente pronto, casi al tiempo que a Italia. Severtió a los idiomas de ambas naciones mediterráneas mucho antes que enFrancia o en Inglaterra. En 1 930 los norteamericanos traducen La éticaprotestante y el espíritu del capitalismo. Desde 1 944 los españolesdispusieron de Economía y Sociedad en su propia lengua. Ya desde 1 926,la ortegiana Revista de Occidente, antes de que fuera proclamada laSegunda República, tenía en sus páginas el primer trabajo de Weber vertidoa una lengua latina, La decadencia de la cultura antigua. Sus causassociales.

Para leer a Weber, los franceses, —no se sabe bien la causa— tuvieronque esperar hasta 1 959. Freund les ofreció en su lengua el breve ensayo deMax El sabio y el político. Monique Hirschhorn, en una investigaciónpublicada en 1 988 (Max Weber et la socilogie francaise), ha dado lasrazones del atraso que no aclaran suficientemente el adelanto español endieciocho años a la edición italiana de Economía y Sociedad y enveinticuatro a la primera inglesa. Y es que la sociología de Max Weberexplicaba mejor que las de Emile Durkheim y Herbert Spencer la situación

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atravesada en los años treinta por las dos sociedades mediterráneas y porsus regímenes políticos, la española de Primo de Rivera y la italiana deMussolini.

2. LA INCIDENCIA WEBERIANA EN EL MOMENTO ESPAÑOL.

Weber clausura la fase del monismo ontológico característico de lasobras de Durkheim y de Spencer, sus inmediatos predecesores. El silenciode Dúrkheim sobre Weber es más lamentable que el de Spencer. Era unperfecto conocedor de la lengua alemana y pudo traducirle con facilidad. Esposible que el academicismo de la escuela francesa de sociología le llevaraa creer, erróneamente, que Weber en sus escritos hacía una apología de ladominación, a través del carisma del jefe y una censura de la dominación, através de las leyes. La lectura de las observaciones weberianas hubieraevocado en París los recuerdos del militarismo (supuesto) de Moltke, delbelicismo (temido) de Bismark y del estatismo (patente) de Hegel.

Y es posible, por otra parte, que los observadores de la política española,en peligroso trance desde la crisis de las Juntas de Defensa (1 91 7) hasta laquiebra de la Constitución republicana (1 936), estuvieran mejor dispuestosa admitir con Weber que los pueblos disponen de un repertorio amplio derazones para la obediencia más allá del monopolio de la ley. Para entenderel trance, Weber ofrecía a Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, aEugenio D’Ors en Aprendizaje y Heroísmo y a Francisco Javier Conde enTeoría del Caudillaje hasta tres principios de legitimidad, el carismático delcaudillaje, el consuetudinario de la tradición y el racionalizado de la ley. Ladistinción, hábilmente utilizada por Weber, entre ciencias de la cultura yciencias de la naturaleza, desconocida en la sociología francesa, permite aestos teóricos españoles realizar análisis de la situación española másajustados a los sentimientos de las masas y minorías mediterráneas que lossuscritos en las universidades francesas por los discípulos de Durkheim, delestilo de Azaña y Madariaga.

A partir de 1 954, desde la cátedra de Sociología de la Facultad madrileñade Ciencias Políticas y Económicas, la presencia de las ideas de Webertomaría una mayor trascendencia en la vida real. Su titular, Enrique GómezArboleya, insertará en la terminología de Durkheim, los conceptos weberianos.

«Aunque acepta, en parte, la problemática de la Sociologíaformal (la de Weber), trata de superarla introduciendo la historicidad

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de la vida humana», —escribe Luis Díez del Córral— en lapresentación a la 2.a edición de Estudios de Teoría de laSociedad y del Estado, la mejor obra de Arbole ya.»

La obra se ha reeditado en 1 982 como homenaje al catedrático,prematuramente fallecido en 1 959, por el Centro de Estudios Constitucionales,lejos de lo que fue el contorno intelectual de la 1.’ edición. En un informe queGómez Arboleya aportó a la obra Contemporary Sociology, publicado en eln.° 98 de la Revista de Estudios Políticos, también en 1958, decía elsociólogo español:

«... sólo y en donde la sociedad superó la organizaciónesta mental y dejó de ser, realmente, sociedad estable y tradicional,justificada idiológicamente de ariba abajo, pudieron darse lossupuestos de un pensar sociológico ... los avatares de lasociedad en España son, pues, los de la sociedad moderna ... Laburguesía se ha afirmado dentro del Estado, concebido comoEstado nacional ... la metafísica de la nación es el polo conservador ..., sobre esta burguesía tecnificada, constituida por funcionariosdel Estado, va a triunfar el formalismo.»

Es cierto que, a continuación, Arboleya afirmaba que la sociologíaespañola se había liberado de la influencia germánica, por entonces. Perohoy ningún estudioso puede negar que el interés de la sociología de Weberpor el problema del mando le hace tan imprescindible para la inteligencia deaquella como de esta realidad social: la de 1 958 y la de 1 982.

El gran maestro Weber, como los padres fundadores de la sociología,—Comte, Tocqueville y Spencer— había tendido a confinar como rasgos delpretérito cuanto considerara adecuado a los hombres de condición religiosa,primero y de condición guerrera, después. Pero tendrá la audacia deintroducir a ambos tipos en los fundamentos y en el horizonte de lamodernidad, una vez corregidos de la mácula del arcaísmo. La sociedadmoderna también tiene sus formas de religiosidad y de militancia. En elsistema moderno de vida occidental se produce, con rasgos originales, lainteracción de múltiples actores que, en principio, no son calificados nidescalificados por Weber en tanto religiosos o militares, sino reconocidoscomo tipos operativos entre otros tipos operativos.

La sociología de Weber encuentra en la realidad social todo lo que lospadres fundadores citados desdeñaron en apoyo de un monismo interpretativoal que les convenía aplicarse. También Marx y después Pareto, —dos

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extremos de colectivismo y de personalismo incompatibles entre sí— sehacen más inteligibles al introducir en sus obras los amplios esquemasinterpretativos de Weber. Y es que, una vez roto el monismo por Weber comoexplicación omnicomprensiva, hasta la sociología funcionalista de Parsons yla sociología-radical de O. Wright MilIs pueden permitirse el lujo de cogersedel brazo de Weber para recorrer su propio camino. Podemos decir que sinWeber no hay sociología verdaderamente contemporánea a nosotrosmismos.

Desde su admiración por el sociólogo alemán, Raymond Aron hadistinguido en los escritos de Max Weber hasta cuatro grandes bloques: losestudios de metodología, las obras propiamente históricas, los trabajos desociología de la religión y un tratado, —se refiere a Economía y Sociedad—de auténtica sociología general. Ha observado que son cuatro —no tres—los tipos de acción que atraviesan la doctrina weberiana: el acto racionalrespecto a un fin, el acto racional respecto a un valor, el acto afectivo y elacto tradicional. Ha reconocido que Wéber creía que el acto racionalrespecto a un fin —la voluntad firme de racionalización— es lo que falta enlas épocas anteriores a la contemporánea. Pero Weber nunca negó lapresencia, aquí y ahora, de los otros tres tipos de acción. No deduce nuncala posibilidad de su eliminación por el hombre moderno.

Gracias a esta observación, que Áron hace al reconsiderar el puesto deWeber en la historia de las ciencias sociales, es posible en sus obrasencontrar tratamientos complejos que tengan interés militar. Weber no dejaal hombre de condición militar al margen del proceso de racionalización. Alcontrario que loá sociólogos anteriores, tiene la audacia de decir que elejemplo más frecuente al que habrá que apelar para la expresión del tipo deacción racional respecto a un fin es el del general que se propone unavictoria.

3. TIPOS IDEALES DE DOMINACION.

«Max Weber —concluye Aron— pertenece al gruo de sociólogos queestán frustrados de la acción política y cuyos impulsos insatisfechos haciala acción representan uno de los móviles del esfuerzo científico.»

La frase que Aron, en otro lugar, aplicó a Maquiavelo y a Clausewitz,pone a Weber cerca de los temas que suelen clasificarse de militares. Es el

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caso de los modos de relación entre el mandó y la obediencia. Nos referimosa los tipos ideales de dominación, —carismático, tradicional y racional.

«Se define cada uno de estos tres tipos —la síntesis es deRaymond Aron— por la motivación de la obediencia o por lanaturaleza de la legitimidad a la que el jefe aspira. El dominioracional se justifica mediante las leyes y los reglamentos; eldominio tradicional por la referencia al pasado y a la costumbre;el dominio carismático por la virtud excepcional, casi mágica, queposee el jefe y que le atribuyen los que le siguien y se consagrana él.»

La explicación de Aron es muy clara, porque añade:

«Se los utiliza como elementos gracias a los cuales sereconstruyen y comprenden los regímenes políticos concretosprecisamente porque la verdad es confusa, tenemos que abordarlacon ideas claras.»

Weber se vio obligado a optar entre la moral de la responsabilidad y amoral de la convicción. Le hubiera gustado ser uno de los grandes hombrescapaz de introducir actos en la vida social que se ven seguidos deresultados eficaces. Pero se le negó el derecho a mandar. Hubo deconf ormarse, como tantos y tantos, con poder expresar de vez en cuandosus convicciones de sabio de acuerdo con unos arraigados sentimientos. Sumoral de convicción, —la única moral que de hecho le fue dado practicar—le sitúa contra Maquiavelo y Hobbes y al lado de Kant. No ambicionó otroresultado que la fidelidad a la voz de su conciencia. Aunque creía que elhombre auténtico es quien llega a reunir en su ser responsabilidad yconvicción, de hecho, terminó pensando que desde la moral de laconvicción podía llegarse inexorablemente a la sociología de la religión.

Le ocurrió lo mismo al último Durkheim; pero en Weber se ahonda muchomás en lo religioso, quizás por que había profundizado mucho más en lostipos ideales de dominación. El contraste supremo se le produce frente aMarx.

Weber quiere demostrar que las concepciones religiosas son —y lo hansido particularmente en el origen del capitalismo— uno de los mejoresdeterminantes de las formas de comportamiento económico. El capitalismomoderno, cuyo objeto es obtener el máximo de ganancias y cuyo medio esla organización racional del trabajo, tiene las raíces religiosas que Marx nisiquiera sospecha.

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También frente al evolucionismo organicista de Spencer, Weber quisodemostrar que la burocracia, siendo el ejemplo típico de la dominación legal,lejos de ser todo lo contrario de una estructura militar, es un fenómenoparalelo a aquella. Más aún, la burocracia es lo que ha servido másefectivamente para la modernización de los ejércitos.

Los servicios bien definidos, las competencias exactamente determinadas,los funcionarios seriamente protegidos, las funciones ordenadamentejerarquizadas, las estructuras hábilmente centralizadas, las pruebas deselección justas, la regularidad de las remuneraciones, la periodicidad de lasinspeciones y la igualdad de las posibilidades de ascenso son los rasgoscomunes de la empresa productiva, de la administración estatal y de losejércitos. Este proceso modernizador desvela, eso sí, que mientras en elpunto de partida de la historia lo sacro lo poblaba casi todo, en nuestraépoca el desencanto gana totalmente abs hombres vulgares.

Lo original de Weber, o mejor dicho, lo que le hace ser el más atractivoentre los grandes maestros de la sociología para los estudiosos decondición militar, es el descubrimiento de la racionalidad, no sólo respectoa los fines sino en relación con los valores. Y, naturalmente, el desmentidode quienes con ligereza negaban modernidad a los titulares de este tipo deracionalidad. Weber no se muestra, como Durkheim, tolerante con algo quele parece temporal o declarado a extinguir. Está convencido de la vigenciasocial de más de una forma de legitimidad. Su crítica al régimen del KaiserGuillermo II viene a resumirse así:

El régimen de la monarquía alemana implicaba la existencia de unelemento tradicional representado por el Emperador o Kaiser y laoperatividad de un elemento burocrático, la administración; pero habíasecado las fuentes por donde afluye el elemento carismático.

En Max Weber y su vida, el emotivo homenaje que su viuda Mariannepublicó en 1926, se percibe la intensidad del drama. La polémica conLudendorff en 1 91 9, anterior en un quinquenio a la entrega del general a lospostulados del nacionalsocialismo, aparece narrada como el punto críticode la preocupación de Weber por el futuro de su patria. Unos valores noblesestaban en manos de unos críticos apasionados de la racionalidadabsolutamente indeseables.

«En Weber, —son palabras amables de A ron— una filosofíade lucha y poder, de inspiración marxista y nietzschiana, secombina con la visión de una historia universal que desembocaen un mundo desencantado y en una humanidad sometida,despojada de sus más altas virtudes.»

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4. UN ESTRATEGA ORIENTADO HACIA UN OBJETIVO DIGNO.

Julien Freund, fundador de un importante Instituto de Polemología,escribía en 1966, Sociología de Max Weber, donde comentaba:

«Fue verdaderamente el primerá en establecer en la prácticala sociología sobre bases rigurosamente científicas ... lo quesorprende en Weber es la ausencia de toda doctrina preconcebiday de toda síntesis a priori ... es hostil a las amplias construccionesque, con el pretexto de racionalizar las previsiones, se pierden enun conjunto de predicciones de carácter adivinatorio.’>

Se ha calificado a la sociología de Weber de comprensiva y de formalista.Comprender, para Weber, es captar la evidencia del sentido de unaactividad:

«... comprendemos con una evidencia simplemente suficientelas experiencias ajenas que estamos en condiciones de revivir ennosotros mismos, por ejemplo, los errores que nosotros tambiéncometemos ... no es necesario ser César para comprender aCésar.»

Weber busca explicaciones comprensibles. Toda construcción sociológicatiene carácter de probabilidad y nunca de certeza.

«A su entender —concluye Freund— ninguna ciencia es aptapara demostrar que la diversidad social actual es superior a la deotros tiempos. Sólo hay una diferencia: creemos en otros valores

que nuestros antepasados.»

La singularidad de la civilización occidental está en el centro de todos losanálisis weberianos. Pero nunca hace de la racionalidad de los puebosoccidentales la base donde sentar una concepción del mundo. Es sólo undato que debe ser tenido en cuenta. Lo curioso de este agnósticoimpenitente es que todo lo dice desde principios religiosos. A su juicio, lareligión puede cambiarlo todo. Sól® la religión es capaz de proponer uncambio de principios, un principio nuevo.

En el contraste entre casta militar y secta religiosa se revela la polaridadde donde Weber quiere evadirse para convertirse en hombre moderno.

«La casta militar, en principio, es hostil a la religión. Le sonajenas las nociones de pecado, salvación y humildad. Sólocuando las religiones hacen guerras por la fe se aproximan losmilitares a la religión, tanto más cuanto el enemigo político llega

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con otra religión. El desencanto —la decadencia de lo religioso—no anuncia un eclipse de lo militar sino la potencia del Estadocapaz de reivindicar con éxito el monopolio de la fuerza, de lalegítima restricción física.»

Weber se evade, pues, del cruce entre dos sociologías particulares, lareligiosa y la político-militar, para introducirse en el saber que tiene másacreditado, en el económico. Pero sigue creyendo, después de la incursiónen la economía, que el poder se basa en el prestigio y que éste será el factordeterminante del inmediato futuro. La nueva dominación podría adoptardiversos rostros, el del demagogo, el del dictador sociál, el del héroe militaro el del revolucionario, pero será todavía una cuestión de prestigio. NiGurvitz en Francia, ni O. Wright Milis en Estados Unidos, ni Víctor Pérez Díazen España aceptan la conclusión weberiana. Pero no pueden refutarla.

Weber criticó a fondo la pretensión del socialismo de su época —contarcon una teoría cientítica que demostrara la hecesidad de su victoria final enbase al determinismo económico y en base a la naturaleza del proletariado.Weber, frente a Marx, le da a los actores sociales un margen de libertad deacción mayor que Hegel, Marx y Durkheim. Ni la marcha de la historia esineluctable ni existe una ética privilegiada. Weber se conforma con afirmarque, en su tiempo, burocracia y capitalismo estaban todavía en plena fasede expansión. El calendario le ha dado la razón.

Weber no fue un totalizador optimista, como Comte o Spencer, sino undecisionista trágico o patético, próximo a Nietszche o a Wagner. Pero Weberse abre al ámbito de la estrategia cuando cree en la existencia de sujetos yde actores que ejercitan elecciones entre las diferentes opciones. El énfasisestá en la decisión que en cada situación se tiene que tomar para que sedesencadene la acción preferida.

Weber fue un estratega clarividente orientado hacia un objetivo digno.Era un pensador respetable que quiso dar coherencia a sus actos. Es unpedagogo paciente que pide se apliquen a fines legítimos unos mediosrazonables. El militar estudioso de las notas de su profesionalidad en tantomoderna deberá optar por la compañía de Weber y de Tocqueville y tomaralguna distancia respecto a la también necesaria compañía de Comte,Spencer y Durkheim. Al menos es lo que yo aconsejo en estas páginas.

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