11
Ensayos 37 Castas, raza y clasifcación  William T aylor* Los cuadros de castas que se pintaron en México en el siglo  xviii han ascinado a los aca- démicos y a un público más amplio en años re- cientes. Las docenas de juegos de estos cu adros ilustran con un desconcertante cálculo ragmen- tado la mezcla racial de dierentes escenarios amiliares, con padres e hijos que combinan su ascendencia española, aricana e indígena Este reciente interés en los cuadros ha contribuido a abrir el camino a una erudición multidisciplin a- ria que descubre mucho de lo que son, dónde se encuentran y para quién se hicieron. También invita a preguntarse especialmente el porqué de nuestro interés en este momento, aun cuando ni el porqué de su creación ni el de nuestro inte- rés en ellos tiene una explicación simple. El motivo para el simposio que dio origen a esta colección de inormados y provocativos en- sayos ue una gran exposición de los cuadros de castas en el Museo de A rte del Condad o de Los  Ángeles en 2004 , curada por Ilona Kat zew. En el espíritu del tema “Inventando la raza”  y con Cali orni a como sede de la expo sici ón, participantes provenientes de diversas discipli- nas de las ciencias sociales y las humanidades se reunieron para considerar el perdurable sig- nicado de la raza en México, en Estados Uni- dos y en una América mexicana del Suroeste, con los cuadros de castas como piedra de toque. Estos ensayos comparten un enoque básico y varios temas. Todos consideran la raza como una construcción social y política, y todos con- tribuyen al pensamiento histórico de un “ter- cer espacio” que trasciende ronteras que Ilona Katzew y Susan Deans-Smith resaltan en su introducción. Los cuadros de castas equivalen al arteacto pictórico que dio entrada a España y la Nueva España a las nociones de una modernidad más laica del siglo  xviii. También ueron una elabo- ración de la poítica racial ocial, cómoda para las ansiosas, o quizá inconscientes elites patro- cinadoras. Los cuadros son objetos misteriosos, con sorpresas escondidas pero con ciertas carac- terísticas ya claras. Como sug iere María Elena Martínez, expresan el cambio de una concepción de raza y pureza de sangre vinculada al linaje re- ligioso (que otorga importancia a una “vieja” as- cendencia cristiana) a una concepción más laica  y biológica. Los cuadros en mismos son sor- prendentemente laicos, carentes del contenido  y del propósito religios o de la mayoría de la pin- tura colonial. Los curas, las iglesias y la cultura devocional están casi completamente ausentes, mientras las predilecciones clasicatorias de la * Preacio de William Taylor a Ilona Katzew y Susan Deans-Smith (eds.),  Raza y c lasifcación: el c aso de la Amé- rica mexicana, Standord, Standord University Press, 2009. Traducción de Alma Parra. 02 Historias 73_Ensayos_1.indd 37 16/12/2009 9:49:12

Castas, raza y clasificación - William Taylor

Embed Size (px)

Citation preview

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 1/10

Ensayos

37

Castas, raza y clasifcación

 William Taylor*

Los cuadros de castas que se pintaron enMéxico en el siglo  xviii han ascinado a los aca-démicos y a un público más amplio en años re-cientes. Las docenas de juegos de estos cuadrosilustran con un desconcertante cálculo ragmen-tado la mezcla racial de dierentes escenariosamiliares, con padres e hijos que combinan suascendencia española, aricana e indígena Estereciente interés en los cuadros ha contribuido aabrir el camino a una erudición multidisciplina-ria que descubre mucho de lo que son, dónde seencuentran y para quién se hicieron. También

invita a preguntarse especialmente el porqué denuestro interés en este momento, aun cuandoni el porqué de su creación ni el de nuestro inte-rés en ellos tiene una explicación simple.

El motivo para el simposio que dio origen aesta colección de inormados y provocativos en-sayos ue una gran exposición de los cuadros decastas en el Museo de Arte del Condado de Los

 Ángeles en 2004, curada por Ilona Katzew.En el espíritu del tema “Inventando la raza”

 y con Caliornia como sede de la exposición,participantes provenientes de diversas discipli-nas de las ciencias sociales y las humanidades

se reunieron para considerar el perdurable sig-nicado de la raza en México, en Estados Uni-dos y en una América mexicana del Suroeste,con los cuadros de castas como piedra de toque.Estos ensayos comparten un enoque básico yvarios temas. Todos consideran la raza comouna construcción social y política, y todos con-tribuyen al pensamiento histórico de un “ter-cer espacio” que trasciende ronteras que IlonaKatzew y Susan Deans-Smith resaltan en suintroducción.

Los cuadros de castas equivalen al arteactopictórico que dio entrada a España y la NuevaEspaña a las nociones de una modernidad máslaica del siglo  xviii. También ueron una elabo-ración de la poítica racial ocial, cómoda paralas ansiosas, o quizá inconscientes elites patro-cinadoras. Los cuadros son objetos misteriosos,con sorpresas escondidas pero con ciertas carac-terísticas ya claras. Como sugiere María ElenaMartínez, expresan el cambio de una concepciónde raza y pureza de sangre vinculada al linaje re-ligioso (que otorga importancia a una “vieja” as-cendencia cristiana) a una concepción más laica

 y biológica. Los cuadros en sí mismos son sor-

prendentemente laicos, carentes del contenido y del propósito religioso de la mayoría de la pin-tura colonial. Los curas, las iglesias y la culturadevocional están casi completamente ausentes,mientras las predilecciones clasicatorias de la

* Preacio de William Taylor a Ilona Katzew y SusanDeans-Smith (eds.), Raza y clasifcación: el caso de la Amé-rica mexicana, Standord, Standord University Press,2009. Traducción de Alma Parra.

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 37 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 2/10

Ensayos

38

historia natural y las ciencias aplicadas estánpresentes en su totalidad.

El contraste entre estos cuadros y las ormascomunes del racismo en Estados Unidos, basa-das en una tajante división entre blanco y negroque diícilmente reconoce el mestizaje, es im-presionante. Los cuadros de castas reconocenabiertamente la mezcla racial que describe a lasociedad mexicana de una manera que va másallá de las dos repúblicas, la de españoles y lade indios. Reconocen que la cción legal de treslinajes raciales separados para siempre no semantiene, y que había mucha gente de color enlibertad salvo por algunos grupos, especialmenteen los asombrosos retratos de Miguel Cabrera,con gente preciosa en todas las combinaciones

raciales hipotéticamente posibles; no son unacelebración de la mezcla racial o los precurso-res de la grandiosa visión de la síntesis racial de

 José Vasconcelos.No era la coalición arco iris de la diversidad

cultural dos siglos antes de Jesse Jackson. Porel contrario, los cuadros de castas colocaban ala gente en su espacio racial imponiendo ordenen una mezcla no sancionada, que había salpi-cado más allá de los límites legales. Como enla historia racial temprana de Estados Unidos,las castas validaban la superioridad blanca a sumanera. La mezcla racial retratada en las pin-

turas imagina un proceso de blanqueamiento enla que la rama indígena de la amilia retrocede,con descendientes blanqueados racial y cultu-ralmente. Las pinturas muestran la mezcla deblanco y negro moviéndose en la misma direc-ción ascendente, sin nunca llegar realmente.

Los cuadros de castas contienen algunas otrascciones y silencios convenientes al gusto de susmecenas, muchos de ellos españoles peninsula-res, si tomamos como indicación el gran númerode juegos de pinturas del siglo  xviii que ueronenviados a España. Eran cuadros muy agrada-bles en colores brillantes —mobiliario atractivo

para un salón aristocrático— no eran estudiosanatómicos o carotas.Las elites que encargaban y colgaban los cua-

dros no aparecían en ellos, excepto en algunasocasiones como ejemplos. Para eectos prácticos

ellos se colocaban aparte de esta sociedad de am-bigüedades raciales como expertos y clasicado-res. También altan las instituciones externasque aplican disciplina y quienes la ejercen —po-licía, soldados, cárceles, talleres y pandilleros—.Los cuadros orecen imágenes aerograadas degente saludable, limpia e industriosa en sus me-

 jores galas de domingo, viviendo (excepto por lasuniones de castas más oscuras entre los márge-nes del blanco y negro) en armonía hogareña.Hay muy poco en estas pinturas que moleste alespectador casual; eran las tarjetas de elicita-ción de la época. Para los peninsulares que re-gresaban a España, los cuadros eran recuerdosde la América exótica. Tal y como señalara uno delos mecenas de este género, Francisco Antonio

de Lorenzana: “Dios ha puesto dos mundos enmanos de nuestro católico monarca, y el nuevono se parece al viejo, ni en su clima, sus costum-bres o sus habitantes […] En la vieja Españase reconoce sólo una sola casta de gente, en laNueva muchas y dierentes.” Algunas de las no-minaciones de castas intermedias deben habersatisecho más un orden imaginado que uncio-nal. Al pasar por la calle, diícilmente un extra-ño diría o pensaría: “Aja! Veo que usted es bar-

 cino. Es usted 45/64 indígena, 11/64 aricano y8/64 español.”

Esta elaborada descripción de razas en la so-

ciedad del México colonial no sustituyó las viejasdualidades raciales que estaban proundamenteenraizadas en la ley y en la vida cotidiana. Ladistinción racial undamental en México se man-tuvo entre español (europeo blanco) e indio (máseducadamente llamado indígena), como ahora. A principios del siglo  xix  Manuel Abad y Queipo–otro prelado peninsular— notó las gradacionesde raza que capturaron la atención de Lorenza-na. Pero agregó que existían esas gradacionesen términos de riqueza. La gente era rica opobre, y los pobres en su mayoría eran indíge-nas. Cualquiera que haya vivido en el centro o

sur de México se dará cuenta de la proundidaddel prejuicio en contra de los indígenas, y de laambivalencia con respecto a la herencia indígenaque todavía se asoma a través de los acuerdos enla vida pública. Los guerreros indios y los tejidos

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 38 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 3/10

Ensayos

39

a mano en los pueblos pueden uncionar comoemblemas de la nación, pero pueden ser unauente de vergüenza, y también ahí objeto deprejuicio. En 1964, en la escalera del ediciode departamentos donde vivía, cierto día sur-gió una pelea entre la portera, que habitaba enlos hacinados cuartos de la planta baja, y un in-quilino ebrio que vivía en los cuartos de servi-cio de la azotea. Los dos eran de edad media, detez morena y vivían modestamente. Los gritos

 y las groserías entre ellos duraron varios minu-tos, para acabar con lo que ambas partes consi-deraban el colmo del insulto proerido hacia laportera, “india bestia”. Desde ese momento élestaba muerto para la portera.

Paradójicamente, los cuadros de castas re-

presentan una creciente conciencia de las elitesde la raza en América española durante el siglo xviii, cuando debe haber sido claro que la rea-lidad social se desbordó más allá de las ronte-ras de una simple estructura de español, indio

 y negro. El racismo de la elite en el siglo  xviii también estaba marcada por decretos reales queprohibían matrimonios inter-raciales que hizomás diícil para las castas ser reconocidas comoespañoles. Pero mientras las autoridades bor-bónicas elaboraron sobre un sistema de castas,ellos no lo inventaron. Como Ian Haney Lópezanota en su ensayo, marcar las dierencias ra-

ciales es un asunto de poder y clase, más quede raza. Esta verdad se expresa en la colocaciónen los cuadros de casta de los pobres y sin edu-cación en los rangos más bajos de la jerarquíaracial en México y Estados Unidos durante lossiglos  xix  y  xx . Al poder le disgusta la irregu-laridad y el desorden, y los borbones españolesejercían su poder clasicando, uniormando lasleyes y reglamentos y buscando reormar Amé-rica a semejanza de España.

 Aun cuando dierentes de sus predecesoreslos Habsburgo, los Borbones españoles expresa-ron sus preocupaciones por el poder en visiones

similares de la raza y el orden social. Los admi-nistradores Habsburgo del siglo  xvii se inquie-taban por lo que uno de ellos llamó el “mixto im-perio”, una rase evocativamente ambivalente.Imperio sugiere autoridad, buen orden y unidad.

“Mixto”, o “revuelto” sugieren desorden, irregu-laridad, excepciones y complicaciones que debi-litaban el buen orden. Las viejas categorías deraza se estaban borrando en el siglo  xvii y lasdos “repúblicas”, la de españoles y la de indios,

 ya no podían acomodar una buena parte de lavida colonial. Los descendientes de los nativosamericanos ya no actuaban como las autorida-des indias y americanas habían pensando, se es-taban convirtiendo en inantiles más que en me-nores de edad. Las mujeres esclavas se vestíancomo aristócratas españolas. Algunas españolasde amilias respetables se vestían como hombres

 y eran amosas por su comportamiento poco e-menino y su mortal violencia. Había demasiados“orasteros” —gente sin un lugar jo en la socie-

dad o sin residencia permanente en su lugar denacimiento—. Los vagabundos y otros inadapta-dos, entre los que se incluían miles de españolespobres o “gente perdida”. Las autoridades impe-riales de los Habsburgo se dieron cuenta de quela gente de herencia racial mezclada era nume-rosa, pero decidieron no darles un lugar en la le-gislación y basarse en las costumbres que se de-sarrollaron de manera local. Las irregularidadesse controlaban parcialmente a través del castigoo colocando a la gente en las viejas categorías.Se hicieron algunas excepciones dentro de lasreglas raciales —algunos individuos que de otra

manera se hubieran clasicado como mestizos,mulatos y castizos pasaban por españoles o in-dios, o aparecían en los registros legales con mu-chas designaciones raciales dierentes.

“El barroco” ue una expresión cultural deestas irregularidades políticas y sociales, y delcrecimiento de economías domésticas y alia-ciones regionales que distanciaron a Hispano-américa de España en los siglos  xvii y  xviii. Eraun arte de la e con pocas reglas y muchas ex-cepciones, complejidades superpuestas, libre or-namentación, gestos dramáticos, ragmentos yasimetrías que encontraron su coherencia en “el

conjunto” —todo junto visto como un todo enel que ningún espacio queda sin tocar—. No erauna suma ordenada de sus partes, y las iglesias,pinturas y esculturas americanas ya no eran sólocomo los modelos europeos que las inspiraron.

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 39 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 4/10

Ensayos

40

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 40 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 5/10

Ensayos

41

Parte del atractivo de los cuadros de castas ennuestros tiempos de conciencia de posmodernis-mo neobarroco es que minan las impecables di-cotomías raciales del blanco y negro, europeo eindio, en un espíritu barroco. Algunos académi-cos en Estados Unidos y Europa celebran los hí-bridos, las irregularidades y la exuberancia deentonces y de ahora; otros lamentan las rag-mentaciones inacabadas, caóticas, incluso pato-lógicas, como una imitación sobre-madurada yuna decadencia opresiva de un paisaje arrasado

 y abandonado por el colonialismo y la moderni-dad. Cuando los propios intelectuales latinoame-ricanos refexionan sobre lo barroco, han tenidoen mente más que un estilo artístico y los rema-nentes de la modernidad. Hace cincuenta años

 José Lezama Lima, Alejo Carpentier y LeopoldoCastedo celebraron el barroco en América Lati-na como un espíritu creativo, una orma de seren un mundo volátil de inequidades, mezclas, en-cuentros, sentimientos religiosos y de repliegue político que se hizo popular a lo largo del espec-tro social expresando realidades locales, inven-tiva y una cierta libertad que alargó su tiempomucho más que en Europa.  Lo barroco puedehaber forecido primero en el siglo  xvii, segúnobservaban, pero sus improvisaciones, elabora-ciones y pequeñas rebeliones nunca se ueron.

 Así, existe un toque de ironía que envuelve a los

cuadros de castas como otra subversión barroca,porque estos expresan, sobre todo, el empeñosodeseo borbónico de poner las cosas y a las per-sonas en orden.

Dialéctica de raza en nuestro tiempo

Las percepciones y las prácticas han cambiado,pero la orma en que la raza interesa ahora enel Suroeste estadounidense tiene un pasado re-ciente, aparte de la más prounda genealogía. Lamayoría de estos ensayos, y mi propia perspecti-

va sobre el tema, indican dos cambios sorpren-dentes desde la década de los sesenta. Para elprimer cambio —el despertar del chicano a na-les de los sesenta y principios de los setenta—el libro de Carey McWilliams, North o Mexico:

The Spanish-Speaking People o the United Sta-tes es todavía muy ilustrativo. Aunque North o 

 Mexico atrajo poca atención cuando se publicóen 1948, su prounda visión de largo plazo delprejuicio y la violencia racial en la región tocóuna bra sensible en los salones de clase de lasuniversidades cuando se reimprimió en 1968.McWilliams orecía un panorama de las relacio-nes raciales centrada en los mexicanos y la di-visión “anglo”/“hispano”, enviando el mensajede que el suroeste había sido mexicano muchoantes de ser estadounidense. El libro validó asíla primera sed de voluntad propia y acción entrela juventud mexicano-estadounidense. En la in-troducción a la edición de 1968 McWilliams es-cribió: “se ha desatado un nuevo interés en los

mexicano-americanos que, en gran medida sehan desprendido de las actividades y desarro-llos de los que ellos son responsables”. El ensayode Haney López comparte esta visión: “el uturo dela raza en los Estados Unidos depende de cómolos hispanos sean vistos y cómo se vean a sí mis-mos en términos raciales”. Pero como proeta dela atalidad en el Viejo Testamento, McWilliamsensombreció su celebración del orjamiento de símismo con una conclusión apocalíptica:

La explosión en Alamogordo desencadenólas riquezas latentes de los minerales del

suroeste […] Aquí en el corazón de las vie- jas ronteras españolas, en la porción delpoblamiento más antiguo de los EstadosUnidos, había nacido un nuevo mundo y elaislamiento de la región había sido destrui-do para siempre. Como los habitantes delmundo, los habitantes de las ronteras oenrentan el uturo “uno y en conjunto”o muy probablemente se vayan tamizandoa sí mismos en el tamiz del olvido.

La causa de una visión tan sombría e insis-tente es tan obvia como nunca sesenta años des-

pués, especialmente en la eervescente y propen-sa a desastres Caliornia, pero los ensayos de estacolección describen el presente y el uturo de unaraza que no es como la de McWilliams. En vez deuna línea patrullada y circunscrita, la rontera

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 41 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 6/10

Ensayos

42

México-estadounidense se disuelve en un vasto,expansivo territorio de interacción sostenida ymezcla de personas, con una propia multiplici-dad de combinaciones vertiginosas y capas de in-equidad, posibilidad y prejuicio, conormado enparte por la manera en que México desde hacemucho se ha resistido a la categorización y porel insistente reclamo de hecho, aunque no siem-pre en palabras, de: “aquí estoy. Yo existo. Soymuchas cosas”. En esta América mexicana lascategorías de mexicano, indio, negro blanco seconunden y se rearman. Los “mexicanos” enlos Estados Unidos se autoproclaman no sólocomo mexicanos (aunque pueden aprender de símismos como mexicanos de nuevas maneras alvivir en la América mexicana), sino como yuca-

tecos, oaxaqueños, michoacanos, norteños, sure-ños, guatemaltecos, salvadoreños y hondureños;gente de Papantla, Tlacolula, o de un ranchitocerca de Apatzingán, y como americanos.

En estas páginas encuentro dos palabras clavepara el sentido de lugar de la América mexica-na, pocho y Nepantla. Pocho ha sido por muchotiempo un término despectivo para los mexica-nos que se ueron a Estados Unidos y perdie-ron la fuidez nativa del español y de otras cosasmexicanas; “mexicanos envilecidos” en términosde la mordaz pluma de Guillermo Gómez Peña.

 Pocho aparece en las refexiones de Guillermo

Gómez Peña con un corte distinto del pocho de José Antonio Villarreal, otra lectura obligada delos setenta. La novela de Villarreal, que alcan-zó ya su mayoría de edad, apareció por primeravez en 1959 y recibió una cálida aunque limita-da respuesta, pero en los setenta se convirtió enun best-seller en el Suroeste. La novela relata lainancia de Richard Rubio, en Santa Clara, Cali-ornia, durante los años treinta y cuarenta. Hijode un luchador villista durante la Revoluciónmexicana, valentón, violento e incorruptible,que cruzó la rontera y se acomodó a una discre-ta vida de pequeño agricultor, a la pizca de ruta

 y como hombre de amilia. Richard, que nació enEstados Unidos, tuvo sus aventuras de inanciaen un barrio multicultural, pero es algo cobar-dón, más dado a las palabras y las preguntas

que a la acción, e incómodo con la multiplicidadracturada de su pasado y su presente. Como supadre, Richard tiene un anhelo por México, peropara él es el “desconocido más allá” y “siempresupo que no podía ser completamente mexica-no. Él declara: “soy americano” pero los extra-ños siempre lo señalan como mexicano, y supadre siempre le recuerda “no se te olvide queeres mexicano”. Le entristecen la pérdida de lastradiciones mexicanas en su amilia y su propiaasimilación, pero hace muy poco para cambiarla situación. “Se reugió en su propia concha decinismo.” Al nal de la novela vemos a Richardtomando nalmente las riendas y alistándose enla marina durante la Segunda Guerra Mundial.Pero también se encuentra de nuevo en el um-

bral de la indigencia (“él sabía que nunca re-gresaría a su vecindario”), anhelando un hogar.En la novela, pocho signica la nostalgia por ellugar perdido y la causa de su tristeza.

Los estudiantes que conocí en la Universidadde Colorado a principios de los setenta se re-lacionaban estrechamente con el predicamentoen el que se encontraba Richard: la pérdida detradiciones y el prejuicio descrito por Villarreal,les impacientaba el cinismo vacilante, la sole-dad existencial y la alta de orgullo indigenistade Richard. Actuaban para reivindicar para símismos el idioma español, las celebraciones tra-

dicionales, la comida y la historia mexicana. Erasu búsqueda por algo perdido. Hurgaban entrelas tradiciones pre-colombinas, se declarabanmexicanos en términos raciales que adoptabanla parte de su herencia nativo-americana comouna insignia y buscaban Aztlán (el hogar legen-dario de los aztecas) en el Suroeste de EstadosUnidos, invocaban a la raza cósmica de Vascon-celos, el indigenismo mexicano, el mestizaje, pro-testaban por la discriminación, iban a las cenasde pescadores de Corky González en la Cruzadapor la Justicia, en ocasiones usaban boinas colorcaé y se imaginaban como los Joaquín Murrie-

ta de los últimos días. Esos eran días emocio-nantes, pero el modelo de mestizaje de mezclaracial llevaba una perspectiva un tanto estática

 y dislocada, que se había expresado, entre otros

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 42 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 7/10

Ensayos

43

lugares en el Laberinto de la soledad de OctavioPaz: los mexicanos se desgarraban entre su pasa-do español y el nativo americano, condenados arepetir involuntariamente el pecado original dela conquista española, agravado por la traiciónde la Malinche.

 Villarreal deja a Richard en una Nepantla vir-tual —un ningún lugar, atrapado entre el hogar

 y lejos, entre el pasado y el uturo—, no muy dis-tinta a la situación descrita en “Axolotl”, la per-turbadora historia de Julio Cortázar (1968), enla que la conquista española cercenó el tiempopara los nativos americanos, dejando a los so-brevivientes en un estado de animación suspen-dida, como un ajolote del centro de México (unacriatura anbia) inmovilizada en un terrario, in-

capaz de moverse, cautiva en el tiempo innitopara pensar y buscar los límites de los alrede-dores. En este lado de la rontera, en los añosochenta Nepantla avoreció especialmente el des-plazamiento y la victimización de la conquistaespañola del México del siglo  xvi y su agrietadareubicación en los Estados Unidos, ejemplica-da en la novela de Villarreal.

Los viejos hábitos de pensamiento y discri-minación no han desaparecido, pero en el pai-saje de la raza y en los ensayos se refeja unaCaliornia dierente, y distintos suroestes en losque cerca de una cuarta parte de la población

nació en el extranjero y muchos son primera ge-neración de estadounidenses. La Malinche ya noes el traidor unidimensional de su gente, quienquiera que “su gente” sea; no todos los habi-tantes en México son aztecas o víctimas; y losaromexicanos están siendo reconocidos y estánalzando la voz. De manera reveladora, la pala-bra  Nepantla como el ningún lugar no apare-ce en estas páginas, y pocho está adaptada porel artista Guillermo Gómez Peña en su repre-sentación “transdiciplinaria” como un “términoque otorga poder” y una értil ambigüedad a suvisión turbo del presente y uturo de un “post

México”, siempre cambiante. Al proclamar lamuerte del modelo de mestizaje, Gómez Peñase deleita con la mezcla de identidades circuns-tanciales y las múltiples crisis que se derraman

entre las categorías raciales conocidas en Esta-dos Unidos. Este tipo de actividad no es sólo deconrontación y transgresión, “Podemos rein-ventar nuestras identidades [y] escoger y tomarde culturas propias”, declara. Su América mexi-cana es el hogar de innumerables intrusiones ymuchas subculturas sobrepuestas —agujeros enla barda, les llama—. De repente es un jee indiocon penacho de plumas y hombreras de utbolamericano empuñando el cañón de un  AK-47  como si uera el brazo de una guitarra, de repen-te es un vaquero macho ensombrerado y con bi-gote, de torso desnudo y con un ventilador.

Incluso el censo de Estados Unidos para elaño 2000 reconoció algunas complejidades delrompecabezas de la América contemporánea,

haciendo notar que “el maquillaje racial delpaís se ha transormado desde 1997”, cuando serevisaron las categorías raciales para el censo.El Bureau del Censo permite a los encuestadosidenticarse con una o más razas: indio ameri-cano o nativo de Alaska; asiático; negro o ari-cano-americano; nativo de Hawai o habitantede otras islas del Pacíco; blanco, o actualmenteuna sexta categoría: “alguna otra raza”. Otrasdos categorías étnicas ueron incluidas, “hispa-no o latino” y “no hispano o latino”, para genteque se identica como hispana y latina a quienesse les invita a escoger su (s) raza(s). Compárese

esto con el censo de 1930, donde “mexicano” seconsideraba una raza, y la conusión contempo-ránea queda casi completa.

 Actualmente las expresiones de la diversidad yconusión dinámica son casi tan numerosas comola propia idea que implica. Richard Rodríguez noes Guillermo Gómez Peña, pero su mensaje sobrela raza en América en Brown: The Last Disco-very o América (2002) es similar por su carác-ter subversivo: “Escribo sobre la raza en Améri-ca con la esperanza de socavar la noción de razaen América. Lo caé sangra desde un punto aotro, sin parar —la línea que separa lo blanco del

negro, por ejemplo—. Lo caé conunde. Lo caése orma en la rontera de la contradicción”. Y en“Borderlandia” Enrique Chagoya, quien se des-cribe a sí mismo como “historiador artístico y

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 43 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 8/10

Ensayos

44

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 44 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 9/10

Ensayos

45

alternativo”, imagina a Superman mezclado conun dios azteca. Los eventos contemporáneos y lahistoria antigua se encuentran de manera simultá-nea más que de orma secuencial y cronológica. Esun mundo de entremezclas donde “todas las cul-turas se encuentran y se mezclan de la orma másrica, creando el terreno más értil que las arteshayan imaginado” en un mundo de entrañas des-garradas, inequidades e impropiedades, “perecta-mente capaz de destruirse por completo”. Chago-

 ya también “piensa en términos de opuestos quese compensan uno a otro, una interacción dialéc-tica […] que ojalá y pueda arrancar alguna car-cajada”. Esta compleja y siempre cambiante visiónes evidente también en las asombrosas bardaspintadas de Los Ángeles —“la capital de arte

mural del mundo” y sede de la exposición de cua-dros de casta que inspiraron este libro— a par-tir de los años setenta y principios de los ochentacon el trabajo de Judith Baca, Yreina Cervantes,

 Judithe Hernández y Los Four, de David Bote-llo, George Yepes los Streetscrappers de East Los

 Angeles, hasta los temas disparatados e historiasalternativas de las más recientes pinturas mu-rales, casi siempre con México, Centroamérica y500 años de contacto y conexión entre culturasmás o menos incluidas en el cuadro. Intencional-mente o no, le hablan a los cuadros de castas.

La conusión dinámica y la clasicación racial

no constituyen un nuevo contrapunto, pero ladiversidad inclasicable que Gómez Peña y Cha-goya reconocen no es la misma preocupación del

siglo  xvii por el mixto imperio o los intentos delas elites del  xviii de sujetar un orden social quehabía roto las ataduras de una clasicación racialmuy rudimentaria. Los cuadros de castas eranun monólogo; la América mexicana de estos ensa-

 yos es un murmullo de muchas voces. Conrmaque los cuadros de castas negaban que la identi-dad es un blanco móvil. Si muchos concuerdanen que la síntesis dialéctica que busca Chagoyase encuentra en este “tercer espacio” más alláde imposiciones y sustituciones, “con una lógicadierente de resistencia y contaminación” comolo pone Gómez Peña, es algo que está por verse.La mayoría de los inmigrantes jees de amiliaestán demasiado ocupados tratando de ganarseel pan como para tener tiempo para una síntesis

cultural; las viejas simplicidades raciales no handesaparecido y los observadores apocalípticos dela escena caliorniana prevén una distopía som-bría en el uturo. Quizás esta dinámica Américamexicana desdibujará las viejas ronteras na-cionales-raciales hasta hacerlas irreconocibles.Esto está ciertamente lleno de posibilidades ysorpresas, quizás de muchas heterotopías másque una distopía o utopía. De cualquier orma, elemergente “tercer espacio” de la América mexi-cana ya no está connado al Suroeste y a pocasciudades en otros lados —Chicago, Detroit, Was-hington, D.C. y Nueva York—. Actualmente esto

pasa casi en todos lados, desde Dubuque hastaKenneth Square, Charlottesville, Cozad, Wichita y Walla Walla, y no sólo es un asunto mexicano.

02 Historias 73_Ensayos_1.indd 45 16/12/2009

7/29/2019 Castas, raza y clasificación - William Taylor

http://slidepdf.com/reader/full/castas-raza-y-clasificacion-william-taylor 10/10

Ensayos

46