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BUNGE, Mario, Economia y Filosofia

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MARIO BUNGEFoundations & Philosophy of Science IJnit,

McGill Universitt, Mon¡real

ECOIVOMIAY FILOSOFIA

PRESENTACION DERAUL PREBISCH

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SEGUNDA EDICION

H# $tr PRESTA Á 00MICru0

Page 2: BUNGE, Mario, Economia y Filosofia

Diseño de cubierta: J. M. Domínguez y

Impresión de cubierta: Gráficas MolinaJ. Sánchez Cuenca

INDICE

Pnes¡NrncróN o¡ Rnúl Pn¡srscHPnoloco A LA sEGUNDA EDrctoNPng¡ncroINrnoouccróN.. . .l . Ei ¡ ,suNro DE LA ECONOMIA pol- t r lcA

2. Coucrpros ECoNoMrcos3. GeN¡nRLTzRCIoNES ¡co¡¡ólrrcas

4. Teonins Y MoDELos ECoNóMrcos

5. Pol i r rcns ECoNóMrcAS

6. El voN¡rRnrsi lro .

7. T¡onÍn Y REALTDAD

8. ¿CreNcl,+osEMrcrENCra? . . .

9. ¿Quo veors?

ApÉNnlc¡ l ExHrsreNbo Los REFERENTES .

ApÉNorce z. L¡ves Y REGLAS

AprNorcr 3 TEoRiA DEr cRECTMTENTo

ApÉNorcE q Mop¡lo LTNEAL DE pRoDlrccroN

Ap¡Nolc¡ ¡ CoNcepros DE DESARRoLLo

BrsLrocRRnÍA . . .

Filfr $E PRESTA A }'.t-HIfItIÜ

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1." edic ión: 19822." edic ión: 1985

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Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este l ibropuede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electró-nico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cual-quier almacehamiento de información y sistema de recuperación, sin

. permiso escrito de Editorial Tecnos, S. A.

O by Manro Br-;NceEDITORIAL TECNOS, S.4. , 1985O'Donnell, 27 . 28009 MADRIDISBN: 84-309-1165-0Depósi to Legal : M- 18223 -1985

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Printed in Spain. Impreso en España por GAMA, S. A.Tracia. l7 - 28037 Madrid

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PRESENTACION

Ha sido para mí una grata -rorpresa que MaríoBunge me sugiríera escribír la introduccíón a estepequeño libro. Filósofo eminente, se ha dejado lle-var por su vasta curiosidad intelectual al campo dela ciencia económica o, más bien dicho, de lá oasíl lamada ciencia económica>, como me hc dado endecir frecuentemente. Y ha escrito este l ibro muyprovocativo.

Llega en muy buena oportunidad y nos será degran ayuda a los economistas que, como en mícaso, rechazan los artículos de fe del pensamientoconvencional. El doctor Bunge aruemete resuelta-mente contrs las teorías clásicas y neoclásicas, sinque escapen a su análisís crítico las concepcionesmarxistas. Pero es a las neoclásicas a donde sedíríg e prefere nte mente.

Como he recordado más de una vez en los últi-mos tiempos, yo he sido un firme neoclásico en mijuventud. Sin embargo, Ia gran depresión mundialme hízo comenzar una obra de desmantelamíento.De haber sido esa depresión un simple descensocíclico pude haber recordado, sin compartirlo,desde luego, una afirmación de un profeior mío,neoclásico al extremo, quíen decía sentenciosa-mente: " Las crisis cícl icas el iminan inexorabie-mente a los menos aptos, a los ineficientes, Iomismo que un invierno muy severo termina con lostuberculosos. Formas crueles -agregaba-, peromuy eficaces de saneamiento.))

Bien sabemos que la gran depresíón eliminó amuchísimos sanos en todo el mundo. Yfue necesa-ria la gran obra de Keynes, que Mario Bunge ad-

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m¡ra, para comprender la índole de este fenómenoy decídir contiarrestarlo con nuevas iáeas, muyaudaces en aquellos tiempos.

Tardé bastante tiempo, sin embargo, en llevar mitarea crítíca al punto avanzado en que hoy meencuentra. Quienes esperábamos en la AméricuLatina, l levados por el razonamíento neoclásico,que el desaruollo económíco intpulsado por la in-dustrialización iría estrechando progresivamentelas grandes disparidades en la distribución del in-greso, tuvímos que reconocer lo contrarío frente ula evídencia de los hechos. pero en vano pudimosencontrar una explicación valedera de este fenó_meno a la IuZ de las enseñanzas neoclásícas.

Más aún, no hay una teoría económica quepermita explicar los fenómenos globales del ctisa_rrollo, ni de esas crecientes dtsparidades sociales,salvo en lo que concierne a ciertas restr icciones dellibre juego de las leyes económicas y a las imper_fecciones del mercado.

¿Qué hacer entonce,s? Al procurcr la respuesta,entro decididamente a un campo de amplia coirtci_dencia con el doctor Bunge. Si la teoría económicaresulta claramente ínsuficiente es porque ígnora laestructura social y sus mutaciones y las cambiantesrelacíones de poder que emergen de todo ello. Ensu afliyt de asepsia doctrinaría, sus adeptos evitancuidadosamente la influencia de elemeitos exópe_nos. A mi juício, ni los elementos técnicos, potític-os,sociales y culturales son exógenos. Forman Darteintegrante de un sistema y, como tales, t ienen graninfluencia en esGS, mufaciones y en las contrádic_ciones que aparecen cada vez más en su funciona_miento.

La penetración del progreso técníco de los cen_tros, en sus diversas manifestaciones, t ierte un pa_pel importantísimo en esas mutaciones de la es_tructura social. La estructura social de la periferiaes sumamente heterogénea y permite que el fruto

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del progreso técníco, de la creciente pr.oductividadque le acompañe, se concentreperiores de ia estructura sociar'írfi,íi'"::':; :hry?f"t la mayor parte de los _idio, p;;;r;;;r;r.Ahí radica el fenólfno de apropiación del exce_dente económic.o. Et sistema ]unciona ,fn griil",tropiezos mientras no hay fuLrzos que contrarres_tan este poder de apropiación det'excedinii,")"donde sale, en últ.¡má initancia., to orr^i i ; ; ; ; ; ; ,capital reproductivo, cuyo cont'inuo crecimiento esesenciol a la dinámica del sístema. En otros t¿lm¡_nos, mientras domíne,sin contrapesos el poder po-l itico y económico de los estratotr superiores, se de_senvuelve la acutnulac_ión !, al m|smo tt"mpo,-'iosociedad privilegiada de consumo en tares

"riroior.clásicos no admitieronómeno importantísimoues sosluvieron gue el

colectividad por -el

alza o;'r!'*:!:::,:r::o: ',:baja generctl de los precios. ei Llegar "t

,iiiriro" ouna posición de equiribrio -ro cual ,"chazi it i",tor Bunge como yo_, habría ,trropn)ir¡¿r"í"apropia.ción empr.esarial del fruto drt w;g;;r-, ,¿'r_nico, sin otras disparídadei d¡stribui¡ro7 ;;""i;,correspondíentes a la aportación de to, aiiir"r",l,individuos al proceso pioductivo.

El excedente se retiene debido a la heterogenei_enórrteno de expansión'ntegrante

del procesode dentostr0r ert un

Pues bien, en el avance de las mutacione., eJ_lo el poder sindical yte de la fuerza de trá_,enuinamente y no ende democratización.

I Capitali.rmo periférico _ Crisis y Transformación, Fondo deCultura Económica, -México, l9ái. '

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Ademós, comienza la tendencia a la hipertrofia delEstado, que se explíca en cierto ntodo por la pre'sión soclat y la propia dinámíca del Estado y elcrecímiento de los gastos militares ' Y ese doblepoder redistibutivo -de la fuerza de trabaio y del'Estado--

se aontrapone cada vez más al poder de

apropiación de los estratos superiores'Eita creciente confrontación no obedece a prin-

cípio regulador alguno. Más todavía, el oumentodel consumo privado y social de la fuerza cle tra-bajo y del consumo civi l y mil i tar del Estado, queresultan de esa confrontación, no se cumple a ex-pensas del consumo privi legiado de los estratossuperiores, sino que se superpone a ese consulrto.Y, con el andar del t iempo, se va debil i tando elrítmo de crecimiento del e.rcedente y de Ia ocLtnlu'lación de capital reproductivo (que hay que distin-guir del capital que no aumenta progresivamente laproductividad y el entpleo). Así pues, la pugna dis-tribtttiva termina por reducir la rentabilidad de lasempresas, con efectos adversos a la ocupación. Yla ctutoridad monetaria, por más que se hayu preo-cupado de la estabílidad del nivel de precios, se veobligada a ceder, creando el dinero necesario paraque el alza de las remuneraciones provenienfe di-recta e indirectamente de Ia presión redistributivapueda traducirse en alza de precios y restablecerasí la dinámica del excedente. Trátase de un nLtevotipo de inflación, de inflación social, que suelecomplicarse con formas inveteradas de inf lación.

Y aquí entra en escena el inefable doctor Fried-man, que ha adquir ido gran inf luencia en nuestrohemisferio sur. Mu¡, sencil lo, nos dice este presti-gioso economista. Hay que frenar la creación dedinero por el sistema bancario. No interesa cualsea el orígen subyacente de este fenómeno, sinodesbarc.tar el poder sindical y político de Ia fuerzadel Estado y achicar las dimensiones del Estado.

¿Cómo hacer lo primero? Por Ia restr iccíón cre-

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ditícia, a fin de eliminar la plétora monetaria. Es elmétodo de la sangría a que se refiere Mario Bunge.Y uno recuerda a aquel médico famoso'de unanovela clásica que recomendaba esta operaciónpara elíminar Ia plétora sanguínea: oQue el pa-cíente se debil i tara cada vez mós, no importa, hayque proseguir tenazmente. En una de esas el en-fermo muere. Pero el médico no se perturba yfrente a r¿r^s discípulos desconcertados exclama:¡Qué lástima, de no haberse muerto el pacientehabríamos comprobado la eficiencia de mi terapéu-tíca.t>

Pues bien, la sangría monetaria l leva fatalmentea la contracción de la economía y Ia desocupación.Y ha¡, que persistir hasta doblegar el pocier sindicaly polítíco, de manera que puedan descender lasremuneraciones y restablecerse la dinámica del ex-cedente. Tal es el fr iedm.anismo en boga.

Por cierto que en vctrios de nuestros países he-mos venido, además, usando un método muchomás expeditivo. Recurrir al poder militar del Es-tado para suprimir el poder de la fuerza de trabajo.Y en esta .forma se mantíenen las remuneracionesmientras se dejan que los precios o alcancen supropio nivelr.

Pero no abominemos de Milton Friedman poreste desenlace. ¿Acaso el poder redistr ibutivo nosignifica una flagrante violación del juego de lasleyes del mercado? Hay, pues, que recuruir a lafuerza para corregír esta grave desviación del sis-tema. Lo cual t iene tarnbién la virtud de permit ir elf lorecimiento del l iberal ismo económico a costa delproceso de democratización y del bienestar degrandes masas.

No digo que la restricción monetaria haya sidoíneficaz en otros tiempos para corregir las viola-ciones de las reglas del juego cuando se ha abu-sado del crédito privado; pero es absurdo pensarque pueda combatir la inflación de tipo social; el

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problema es mucho más profundo. Y, a mi juicio,

no se podrá resolver sin una transformación fun-damental en el régimen de dístribución del ingreso

nuevo por devorarse a sí misma. Es tiempo quesociólogos y polítólogos proyecten también sus lu-ces sobre este fundamental problema.

Mucho más habría que decir sobre todo ello,pero sospecho que Marío Bunge pudiera acusarmelegítímamente de extralimitación frente a la es-cueta sobriedad de su libro. Pero basta lo queacabo de exponer para justfficar su crítica a lateoría y subrayar la necesidad de una tarea muyprofunda de re novación.

Renovación teórica no sólo en el ámbito de lamacroeconomía dinámica a que me he venido refi-.riendo, sino a la microeconomía. Afirma sin amba-ges el doctor Bunge que varios de los supuestossobre los cuales se funda aquélla, acerca de laconducta humana, no están de acuerdo con lo quela psicología y la antropología nos enseña. Su crí-tíca es incisiva y justifica aquí también un granesfuerzo de renovacíón.

Finalmente, Mario Bunge l leva su examen a losmodelos econcmétricos. Acepta ciertos modelosparciales, pero duda acerca de los ntodelos globa-Ies. S¿¿ ef;cacia es muy díscutible, sobre todocuando se pretende que ses.n instrumentos de pre-vísión. Concuerdo con él en que un buen modelorequiere ineludiblemente una buena teoría. Y unabuena teoría no ha surgido como para enfrentar lagrave crisis que el doctor Bunge encuentra conrazón en el pensamiento económico presente.

Intriga mucho comprobar que no hemos podidosuperar las teorías de hace más de un siglo. En

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cuanto al neoclasicismo, yo creo que gravita enor-.memente el peso de los intereses que t ienden amantener el estado de cosas existentes.

No me refiero solamente al desarrollo interno denuestros países, síno a las relaciones Centro-Periferia en cuya complejidad no han penetrado enforma alguna las teorías neoclásicas. No recono-cen, por supuesto, la hegemonía de los centros ni Iadependencía periferica; fenómeno político al que sesuperpone la superioridad técnica y económica delos centros.

La teoría de la división internacional del trabajoy las ventajas comparativas t ienen una grtn val idezlógica; pero ignoran las grandes diferencias estruc-turales entre los centros y la periferia que traentambién grandes contradicciones en el desaruolloperiférico. Diría sin vacilación que al perseguir suspropios inf ereses con vistas muy cortas, /os centrosno se han preocupado históricamente ni se preocu-pan ahora de estímular a los países perifericos aqtte desenvuelvan sus ventajas comparativas'en elíntercambio Ce manufacturas, además de las tra-bas con que tropiezan las exportaciones primarias.Tctl es la dinámica del sistema internacionai.

Este pequeño libro de Mario Bunge invita a unasostenida reflexión. Yo he tratado de subrayar misprimeras impresiones y me síento llevado a profun-dizar mi examen. Y celebro y agradezco que elautor nte haya invitado a su lectura.

Mario Bunge, como yo, fuimos el iminados de Iacátedra universítaría en momentos aciagos denuestro país. Lo cual contribuyó a alejar nuestroscaminos. Veo cthora con profunda satisfacción quese aventura en el campo de Ia economía, dondenuestros caminos l legan a encontrarse. Espero quesiga trabajando en é1, desde su posicíón de filósofoy gran conocedor del método científico para des-cubrir esta compleja realidad en que vivímo,s.

Ahora, si se me permite, un recuerdo de viejos

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tiempos. El padre de Mario, el doctor AugustoBunge, me ofrecíó su cordíal amistad en mis príme-ros años universitarios. ¿Cómo no habría de emo-cionarme el gesto de su híjo ilustre al recordar mínombre? En su casa, que yo visitaba con frecuen-cia, conocí a Mario cuando empezaba a caminar.Augusto Bunge era hombre de gran talento y vísiónuniversal, y tenía un papel eminente en el partidosocialísta. En mi prímera conversacíón con é1, creoque en 1920, en la cual quedé fascínado, me pre-guntó qué pensaba de la plataforma del partido.Muchas cosas buenas y ofras que no lo son,le di je;entre estas últ imas, el demandar el pago de sala-rios en oro (concepto muy neoclásico) para comba-tir la inflación. Me pidió inmediatamente un artícu-lo para la revista La Hora, que él dírigía desde laizquierda del partido. Fue mi primer artículo enque, posiblemente con pedantería juvenil , demos-traba que el oro también se había desvalorizado.Tambíén tenía Augusto Bunge una posición críticaacerca de este asunto y la publicación de mi artícu-lo le fue claramente recriminada por la jerar-quía. Cuando comprobé esta expresión de dogma-tisnto arrojé ol canasto mi sol icitud de entrar alpartído, que por coincidencia yo había firmado enese mis¡no momento. Si para bien o para mal, nopodría decirlo hasta ahora.

ReuI PRBSIScH

CEPAL(Comisión Económica para América Latina

de las Naciones Unidas)Washington, D.C.,

16 de febrero de 1982

PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION

La crisis económica mundial no ha amainado en elcurso de los tres años transcurridos desde que apare-ció la primera edición de este libro. En particular, laseconomías de los países en vías de desarrollo (valga eleufemismo) han seguido decayendo: su deuda exteriorha aumentado al punto de que en muchos casos se havuelto impagable, y los precios de sus productos de ex-portación han continuado bajando t.

Se dirá que hubo dos excepciones: Japón y losEE.UU. Es verdad que la economía japonesa ha esca-pado casi incólume, gracias a que: a) está regulada porel gobierno, b) ha adoptado un régimen de participa-ción en las ganancias, c) ha seguido elevando su niveltécnico, y d) practica el proteccionismo al mismo tiem-po que invade el mercado mundial con productos dealta calidad a buen precio. Pero hay señales de que lossocios económicos del Japón no seguirán tolerando estarelación asimétrica.

En cuanto a la economía norteamericana, es verdadque se recuperó en 1983. Pero el precio de esta recupe-ración temporal ha sido un aumento enorme de la deu-da exterior y de la deuda fiscal. La economía nortea-mericana se ha repuesto no sólo gracias a una políticade reconversión industrial que está restringiendo los sec-tores tradicionales. sino también a las enormes inver-siones extranjeras atraídas por la estabilidad sociopo-lítica y las altas tasas de interés. Este remedio, lejos decurar el mal de fondo, no hace sino agravarlo a largo

I Castro, Fidel (1983), Lo crisis económica y social del mundo,Informe a la VII Cumbre de los países no alineados, Oficina de Pu-blicaciones del Consejo de Estado, La Habana.

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plazo: una economía no es sana cuando pasa gradual-mente a manos de sus acreedores. Ni cuando, comoocurre con la norteamericana, está caracterizada poruna productividad decreciente y por la rigidez de suorganización.

Mientras tatrto casi todos los economistas académi-cos han seguido dando la espalda a la realidad. En par-ticular, nadie se asornbró cuando, en 1983, se otorgóel premio Nobel de economía al autor de una demos-tración matemática de que es posible el equilibrio ge-neral (o sea, en todos los mercados) en una economíade competencia perfecta. El que tal economía no exis-ta, ni sea posible resucitarla sin desmantelar los oligo-polios, ni privatizar las empresas estatales, ni destruirlas cooperativas, los sindicatos obreros y las institucio-nes de seguridad social, parecería no importarles a quie-nes siguen pensando como en 1920.

Ha habido, desde iuego, excepciones: algunos pres-tigiosos eco;romistas han criticado agudamente la eco-nomía neoclásica, así como las políticas económicas quese inspiran en ella. Por ejemplo, los profesores britá-nicos A.J. Browfl, D. F. Hendry y N. Ericsson2 handemolido el libro Monetary Trends in the United Sta-tes and the United Kingdom (1982), en que MiltonFriedman y Anna Schwartz pretendían demostrar quelos períodos de prosperidad se debieron a la aplicaciónde políticas monetaristas. Otro ejemplo es el libro Dan-gerous Currents3, en que un conocido profesor delMIT denuncia con vehemencia el estancamiento de laeconomía teórica, afirmando que la teoría neoclásicase ha convertido en una ideología, y que el retorno ala misma es paralelo al retcrno al fundamentalismoreligioso.

Se dirá que es muy cómodo criticar pero que, a fal-

2 Bank of England Panel of Academic Consultants, paper N."22, Bank of England, Londres, 1983.

3 Thurow, Lester (1983), Dangerous Currents, Random House,New York.

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r ia l ,Pgnq., Jvlario (1985), Seudociencio e ideología, Alianza Edito_Madrid.

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PREFACIO

La economía mundial está cojeando, y la econo-mía política hace poco por ayudarla a marchar. Loque es peor, en ocasiones contribuye a empeorarla,como ocurre con el monetarismo.

Cuando una discipl ina es impotente o inclusocontraproducente, es indicio de que está en crisis.Siendo este el caso, incumbe al metodólogo exa-minar los supuestos de la discipl ina y la manera enque han sido sometidos a prueba.

El presente ensayo se propone precisamente eso:analizar algunas de las ideas básicas de la economíapolít ica y averiguar si corresponden a la realidad.El resultado de este análisis es que muchos dedichos supuestos son falsos y otros jamás han sidopuestos a prueba, no obstante lo cual sigue ense-ñándoselos como verdades reveladas en centenaresde facultades de economía.

Si esto es así, la economía polít ica no es aún unaciencia cabal s ino una semiciencia. y s i esto esverdad, es urgente hacer algo por convert ir la enuna ciencia. Para esto será menester empezar pordesembarazarse de los supuestos falsos, poner aprueba los que aún no han sido contrastados conlos hechos, y revisar los supuestos f i losóf icos (on-tológicos, gnoseológicos y éticos).

Agradezco los comentarios y las críticas de losprofesores S. N. Afriat (University of Ottawa), A.Asimakopoulos (McGi l l Universi ty) , G. Chichi l -

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nisky (Columbia University), G. Heal (Universityof Essex), y J. Niosi (Universi té du Québec), asícomo de varios part icipantes del Symposium onMathematical Economics and Public Policy (Uni-versity of Essex, marzo de l98l), en el que expuselo esencial dé este trabajo.

MeRIo BuNcnF'oundat ions & Phi losophy of Science Unit ,

McGi l l Universi tyMontreal H3A lW7. Canadá

INTRODUCCION

La economía política es la más vieja y respetadade todas las ciencias sociales. Sin embargo, todavíano ha madurado, a punto tal de que algunos dist in-guidos economistas dudan de que sea una ciencia oincluso pueda convert irse en tal.

Ningún otro campo del conocimiento ha sido cul-t ivado por tantos f i lósofos importantes y, sin em-bargo, la f i losofía de la economía está aun atrasada.Esto es tanto más extraño por cuanto, mientras elinvestigador en una ciencia "dura, no necesita sa-ber mucha metodología porque "el propio tematiene una propiedad autoaseante que torna inofen-sivas sus aberraciones", en una ciencia "blanda,como la economía polít ica, un investigador confusorespecto de problemas metodológicos básicos

"puede pasarse la vida boxeando con sombras',(Samuelson, 1965, p. ix) .

La problemática de la filosofia y metodología dela economía polít ica es vasta, interesante, y t ieneimportancia práctica, porque las teorías y polít icaseconómicas nos afectan a todos. (Cp. Keynes 1936,Hutchison, 1977.) He aquí una muestra de dichaproblemática. ¿De qué trata la economía polít ica:indiv iduos, recursos escasos, bienes y servic ios,intercambio, o s istemas económicos? ¿Cuáles sonlas peculiaridades de los conceptos e hipótesis eco-nómicos? ¿Hay leyes económicas, o tan sólo ten-dencias económicas y reglas económicas? ¿Es po-sible la economía polít ica dado que la economíainteractúa tan fuertemente con la polít ica y la cul-tura? La microeconomía, y en part icular la teoríadel consumidor, ¿es un capítulo de la psicologírr ' l

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La macroeconomía, ¿es reductible a la teoría de ladecisión o a la teoría de los juegos? ¿Por qué sesigue estudiando las teorías clásicas y neoclásicasen las escuelas de economía? ¿Cómo se convalidanlos modelos teóricos económicos? ¿Cómo se rela-cionan las polít icas económicas con los modeloseconómicos? La economía posit iva, ¿tiene supues-tos f i losóficos? La economía normativa (o polít icaeconómica), ¿prescinde de los valores y es moral-mente neutra? La economía, ¿está inevitablementecontaminada de ideología, y es inevitable que todaideología sea acientíf ica? ¿Cuál es la condicióncientíf ica de la economía polít ica: arte, ciencia, osemiciencia? En part icular, ¿es el monetarismocientíf ico o seudocientíf ico? Estos son algunos deIos problemas que nos ocuparán en lo que sigue.

CAPITULO I

EL ASUNTO DE LA ECONOMIAPOLITICA

Hace casi medio siglo el famoso economista Lio-nel Robbins -más tarde Lord Robbins- escribióque "Todos hablamos de lo mismo, pero todavía nonos- hemos puesto de acuerdo sobre qué estamoshablando, (1935 p. l ) . La indeterminaóión concer-niente a los referentes de la economía polít ica no hadisminuido entre tanto. Los microeconomistas di-cen tratar de productores y consumidores indivi_duales, los macroeconomistas estudian economíasenteras, los que hacen poli tología económica estu-dian supersistemas económico-pol í t icos, y los in_genieros que se dedican a cuest iones económicass.ostienen que, en últ imo análisis, la economía polí-t ica se ocupa de la producción y, por ende, detransformaciones energéticas.

A primera vista el problema de la referencia t iene

nomías nacionales y regionales. Más aún, puestoque los s istemas económicos están compuestos porindividuos, <<en principio" o <en el fondo" la ma-

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logía, la economía ¡iolítica es realmente (o en úl-t imo análisis) una rama de la psicología. Por ciertono todos los economistas comparten esta últ imaafirmación, pero ella se sigue de la premisa de quela economía trata, en últ ima instancia, de agenteseconómicos individuales.

Esta opinión es susceptible de diversas objecio-nes. En primer lugar, si la economía polít ica fueseen verdad una rama de la psicología, entonces lagenética debiera ser directamente relevante a laeconomía polít ica, puesto que la conducta y laideación están parcialmente determinadas por elgenomo. En part icular, la distr ibución de la r iquezadebiera estar posit ivamente correlacionada con ladistr ibución de los genes: en general, los más intel i-gentes debieran ser los más pudientes, y los mástontos, los más pobres. Esta hipótesis, que fuerapopular hace un siglo, ha sido sometida a pruebasestadísticas. El resultado ha sido negativo: el in-greso no está determinado genéticamente (Goldber-ger 1978).

En segundo lugar, si la economía polít ica tratarasolamente, o aun predominantemente, de la con-ducta individual, podría considerarse como la " ló-gica de la elecció¡" , donde la elección estaría de-terminada por la escasez. De hecho hay economis-tas que sost ienen precisamente esto y por consi-guiente ubican a la economía pol í t ica entre las c ien-cias de la decis ión, en lugar de considerar la comouna ciencia social ínt imamente l igada con la socio-logía y la pol i to logía. Sin embargo a) el problemade la elección se presenta incluso en si tuaóiones deabundancia(emburras de richesse); b1 en tanto queel empresario puede elegir a menudo entre diversasal ternat ivas mutuamente excluyentes, e l consumi-dor t iene poca l ibertad de elección, especialmentesi está por debajo de la l ínea de pobreza o si estáforzado a comprar a monopolios o carteles, comosucede con la energía y con las corporaciones esta-

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tales; c) el enfocar la atención sobre la elecciónentre diversas mercancías es adoptar una actitudvulgar y superficial, típica del vendedor, que olvidala producción, la inversión, los intereses, el creci-mienro, la distr ibución, el empleo, la inf lación, lapolít ica f iscal, los reglamentos del gobierno, el po-der sindical, y otros factores que preceden a laelección y la restr ingen.

CANTIDAD

Figura 1. Curvas de oferta y demanda según la teoría del con_sumidor. El precio de equil ibrio p* es el punto de intersecóiénde las curvas de ofefta y demanda, o seá, aquel para el cual

D(q): S(q).

. Fn tercer lugar, las funciones de oferta (produc-ción) y demanda (consumo), centrales a la microe-conomía, no se refieren a personas sino a agrega_dos. (Véase la f igura l .) En efectó, r l ichas funcionlsrepresentan la oferta y la demanda de la total idad

en el mercado (o sociedad) dado. Tan es así, queuna formulación cuidadosa de esa pretendida ley dela determinación de precios comienza enunciando r¿rcondición ..,En un mercado (o economía) l ibr.c ro

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competit ivo)..." El que semejante oley> no sea tal,porque esa condición ya no rige en las nacionesindustrializadas, no viene a cuento. El hecho es quelos conceptos centrales de la microeconomía cón-ciernen a agregados de agentes económicos (hoga-res y f irmas) encastrados en una sociedad dada.Prívese a dichos agentes de fuentes de materiasprimas, energía, e insti tuciones que les permita ha-cer sus negocios, y no quedará negocio por condu-cir.

Los agentes económicos no son como partículasque se mueven en el vacío, sino más bien comoburbujas de aire en un líquido: poseen algunos desus atr ibutos en virtud de ser componentes de unsistema social. En consecuencia, es falso que todoslos enunciados generales de la microeconómía ..serefieren a lo que aparentan, a saber, individuos'(Rosenbere 1976 p. 45). Tan sólo la (pseudo) psico-logía que subyace a la l lamada "teoríá del consurni-doro sg refiere a individuos (que actúan en el l la-mado mercado l ibre).

En cuarto lugar, hasta ahora la macroeconomíano ha sido reducida a (deducida de) la microeco-nomía: los dos capítulos subsisten el uno al lado delotro. Por ejemplo, las nociones de tasa de desem-pleo, balance de pagos, divisa, y presupuesto na-cional, no son reductibles a los conceptós de uti l i -dad (valor subjetivo) y decisión. Ni hay razón parasuponer que tal reducción se l leve a cabo: a) por-que todo agente económico ingresa en el mercado olo abandona en lugar de crearlo, de rrrodo que susacciones no están determinadas solamente por élmismo sino que están enormemente constróRidaspor la estructura socioeconómica; á) los individuosreales no se comportan tan simple y racionalmente(o codiciosamenté) como .uponen los teóricos dela uti l idad máxima esperada, y c) mientras que laintención principal de la microeconomía es descrip-tiva y centrada sobre la firma, la de la macroecono-

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mía es normativa y se refiere a sistemas económi_cos en gran escala.

y teorías) típicos de la economía polít ica. Si reali-zamos esta tarea encontramos que los constructosen cuestión se distr ibuyen entre las categorías si-guientes:

A) referentes a recursos naíurales tales comominas, bosques, praderas, r íos y mares;

B) referentes a objetos no humanos bajo conÍrolhuntano -o sea, artefactos- tales como tierra cul-t ivada, animales domést icos, máquinas, y plantasindustr ia les;

C) referentes a agentes económicos (en part icularproductores o consumidores) agrupados en hoga-res, f i rmas, carteles, s indicatos obreros, o agenciasreguladores nacionales o extranjeras (tales comolos bancos centrales y el Banco Mundial) ;

D) referentes a econontías íntegrtts, p. ej. nacio-nales o regionales;

E) ntixtos. ' referentes a dos o más items de lascategorías anteriores.

Los constructos de t ipo A f iguran en la economíapolít ica en la medida en que los recursos naturalesson potencialmente explotables, o sea, s i se juzgaque t ienen potencial idad como referentes de cons-tructos del t ipo B. (Por ejemplo, los empresarios nomostraron interés por la Luna mientras no se lespresentó la oportunidad de actuar como proveedo-res de las expedic iones espaciales y hasta que al-guien pensó que se podría explotar minas en elsubsuelo lunar.) Los constructos de los demás t iposse refieren, directa o indirectamente (o sea, super-f icialmente o en profundidad), a gente que trabaja,o goza de los frutos del trabajo, en algún sistemasocial . Este s istema puede ser la fami l ia, la f i rma, el

29

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cartel , la nación, la OPEP, o incluso el mundoentero. En otras palabras, los constructos centralesde la economía polít ica se refieren a actividadeseconómicas, tales como la producción y el inter-cambío, ejecutadas por seres humanos pertenecien-tes a algún sistema social. (En realidad esta afirma-ción puede generalizarse a todos los animales traba-jadores, desde la hormiga hasta el castor. Sin em-bargo, nos estamos l imi tando a las economías hu-manas, que son las que estudia la economía pol í -t ica.)

Obsérvese el desplazamiento en énfasis, de indi-v iduos a s istemas sociales: los pr imeros no son nimás ni menos que los componentes de los segun-dos. La act iv idad económica y, en general , la con-ducta social , es in intel ig ib le cuando se la consideraseparadamente del sistema en que ocurre dicha ac-t iv idad; del mismo modo, el s istema no puede en-tenderse sino en términos de dicha act iv idad. Todaslas c iencias sociales son necesar iamente s istémi-cas antes que indiv idual istas, porque tratan de so-ciosistemas (Bunge 1979a). La economía no es ex-cepción, porque el intercambio de dos bienes oservic ios cualesquiera requiere por lo menos unsrstema compuesto de dos indiv iduos, por efrmeroque sea; y la producción de cualquier bien requierela producción de muchos otros.

La caracter ización más senci l la de cualquier s is-tema se da en términos de sü composición (o colec-ción de componentes), ambiente (o conjunto decosas, dist intas de las componentes, que interac-túan corr éstas), y esfrut ' tura (o colección de rela-ciones y, en part icular, lazos, entre sus componen-tes y entre éstos y objetos del ambiente). En part i -cular, un sisÍento econóneico puede caracterizarsecuali tat ivamente como sigue (Bunge 1979b):

Contposición: Una colección de personas (agen-tes económicos) y cosas no humanas de cierto t ipo(a saber, b ienes).

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ffi gF DFFfTñ R nftBffinTrTnAmbiente: Los miembros de la sociedad y de la

naturaleza circundante en que está empotrado elsistema económico.

Estructura: La colección de relaciones de pro-ducción, intercambio, y administración de bienes yservicios, incluyendo las relaciones con otros so-ciosistemas.

Esta definición de <sistema económica" incluyetodo cuanto parece interesar a un economista comotal. En part icular, el psicoeconomista estudia elcomportamiento de los componentes de la primeracoordenada de la terna, no como individuos aisla-dos, sino como conponentes del sistema. (Pese aalgunos conocidos economistas, Robinson Crusoeno era un agente económico. La frecuente referen-cia a Robinson Crusoe en la l i teratura económicasólo muestra cuán alejada de la realidad está granparte de la misma.) Los entes que interactúan conel sistema económico, tales como recursos natura-les, s indicatos obreros, organismos estatales, etc. ,están incluidos en la segunda coordenada. La terce-ra coordenada incluye todas las relaciones econó-micas, que en últ ima instancia son relaciones entrepersonas mediadas por cosas. (Por ejemplo, pode-mos analizar el producir y el comprar como relacio-nes ternarias: ,.x produce Y pafa Zrr, ,rx compra ya zrr.) La tercera coordenada incluye también lastransacciones del sistema económico con otras co-sas, sea naturales, sea sociales. (Dicho sea de paso,mal que le pese al estructural ismo, variante delplatonismo, no hay estructuras en sí. Toda estruc-tura lo es de algún objeto concreto. En part icular,una estructura económica es la colección de rela-ciones económicas entre los componentes de unsistema social.)

En resumen, podemos estipular que la economíapolít ica es la discipl ina que estudia los subsiste-más económicos de las sociedades. Es decir: Lr¡econontía política traÍo de sislentcts ec:onónticos.

3l

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CAPITULO 2

CONCEPTOS ECONOMICOS

- Aunque parezca extraño, algunos conceptos

clave de la economía polít ica .igu"n riendo'iunobscuros hoy como hacé dos siglós. Vatgan óomoejemplos las nociones de dinero-y de valór (a dife_qenc-ia de precio). El dinero ha ii¿o

"u.u"té¡rádode diversas maneras, por ejemplo como ,.el mediouniversal de intercamüiorr, .. la'mercancía de mer_cancías>, "la unidad de contabil idadr,, ..el luro

"n_tre el presente y el futuro,, (Keynes), ..el u""ii" qu"engrasa las ruedas del comerció" (Smith), e inclüso:o*: "lo que hace el dineroo (Hicks). y', 'alp;;;;"los tenderos y menetaristas parecen'asignárie

"i[_tencia propia y eficacia .uuüI, ros economistas nomonetaristas suelen considerailo como un epifenó-meno. En suma, la noción de dinero pur"ü-áU._LyT, Y,_en lugar-de aclararse, se obscui";;;;";;;-srvamente a medida que se introducen meáios- depago no monetarios, tales como tarjetas de crédito.

La noción de valor objetivo (ó valor ¿" u.ái,central en la economía polít ica desde Ricardo, loestá en mejor forma. se io define a veces en térmi-nos de necesidades, otras en términos de "r¿ur",(por tanto, en última instancia, de OemanOai,

-VMarx lo definió como trabajo sécialment" n.."rJ_lll._ fi.suna de estas es una ¿enn¡cián f.;;i;l l lguT", se presta a medición. De aquí Ia devalua_cron der concepto de valor en la teoría económica99^1t-emporánea, al punto de que Lady Robinson(1962, cap. 2) declará que <no

". i ino ñ" ;;;-b;:I- os economistas mariista. ," uf"rrun a la noción

de valor porque desean "on.".ru.

ra noción de

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plusvalía, que a su veznoción económico_éticab.argo, esta última pue(sin ayuda de la noción drPor consiguiente, es postación sin emplear la in

En todo caso, casi toacerca del valo¡

-objetivo (o valor de uso) puededecirse acerca del piecio, que ¿.nn"lá ü"#áil"valor de cambio. Eita

"., ¿".¿" lu"go, ,ñ"."f"Jij"de equivalencia.y,- como tal, inducJtu pu.ti"iorr-á"

todo conjunto de bienes en'clases de équivaü"iu(u homogéneas).. Sin embargo, del "nn*iÁi"rr;;;"semejante partición

-no podémos ascender a la de_terminación de una función de valor. (L"ielfpr;"

sería posible si, Ricardo, Marx, o sus sucesores,hubiesen definido una función-i ' d"r "on:unió

¡¿á"mercancías a la semirecldríamos definir: para tr' : . / , a¡V (¡) :v(y)uti l idad absoluta o vaiorfantasmal o <metafís]ca>, como la l lama Robinson(1962, cap. 3). (Los filósófo. ." of"nJ"n po;;ffi;de o¡¡s¡¿físico" como término injurioso ;;"d" l;

ldocientíf ico". Hay buenaí como la hay mala: véasernas teorías metafisicas u

cierras reorías económic;::i'"t y verdaderas que

Por cierto que es posible evitar ra obscuridadconceptual evitando el usar conceptos , hazaña ouese logra ajusrándose a la piel .ü.;;;t l ;; l ;;cosas, tales como- bienes, sérvicios, y sus precios.Pero Ia finalidad de la teoría económíc" ; ;_;ii;;;qué hace que una cosa, o una tarea, sea una mer_cancía, o sea, algo intercambiable por otra mercan-cla, y que por tanto posee un preció. El economi.iusigue-el consejo de Ricardo y'de-Marx, zambuilén-dose bajo las externalidades para descubrir las ac_

JJ

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nes, etc.Álgurru. de las variables (funciones) que intere-

satt il economista son inobservables porque repre-

sentan propensiones psicológicas (p. ej. a trabajar,

consum^ir, o ahorrar). Otras, por ejemplo la de-

manda, son inobservables porque se refieren a

srandes sistemas sociales, tales como firmas y re-

l iones económicas, que tampoco son perceptibles.

iPode*o. ver los edif icios y la maquinaria de unaplanta industrial, pero no la planta misma, que esun sistema sociotécnico al imentado por cerebros,no sólo por combustible y materias primas.) Sinembargo, se puede adquir ir alguna intuición en elmanejo de algunas de esas variables porque todoslos sistemas económicos, por grandes que sean,comparten algunas de las propiedades de pequeñossistemas con los cuales estamos famil iarizados, ta-les como la granja, la industria doméstica y el co-mercio al menudeo. En este respecto los economis-tas enfrentan problemas menos arduos que los físi-cos atómicos, los biólogos moleculares, Y los astro-f isicos.

Buenos candidatos a propiedades profundas y noobservables son las psicológicas que encontramosen la psicoecononl ía y la microeconomía. así como

las variables típicamente macroeconómicas. Sinembargo, no todas el las s i rven. Ya hemos visto quealgunas, ta les como , .valor ' , y "ut i l idado, no si rvenporque son obscuras. Otras s i rven. Por ejemplo, lapropensión a consumir, introducida por Keynes,parece clara y aun medible; no así, en cambiQ, laexpectativa de gattancias futuras, también introdu-cida por Keynes, y que parece ser bastante escu-rndiza.

Ojo: el requisito de mensurabil idad debiera mane-

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es mediblen, s ino más bien "X es medible con

medida conceptual de la reactividad o sensibi l idadde los productores (o consumidores en el c.aso de laelasticidad de consurno) a cambios de precio. Des_graciadamente las elasticidades son dif i i i les de me_dir . ¿Habrá que abandonar las por este mot ivo? Nosi f iguran en generalizaciones lmportantes. Si estoocurre habrá que buscar métodos mejores para me_dir las, sea directa o indirectamente (o sea. me-diante variables más accesibies relacionadas con laselasticidades por fórmulas teóricas).

La viabil idad de cualquier variable depende enúlt ima instancia de su potencial para f igurar enenunciados de ley, o sea, hipótesis pertenecientes ¿rteorías y confrrmadas por datos empíricos. Tómesepor ejemplo la propensión marginal a consumir, queKeynes definiera como la derivada del consumorespecto del ingreso. IJna consecuencia de ésta yotras fórmulas es que el mult ipl icador A de inver-sión, que f igura en la fórmula .rd| ' : k d1,,, dondetr/ se interpreta como ingreso e 1 como inversión, esigual a l l l - p, donde p es la propensión marginal aconsumir (Keynes 1936 p. l l5) . De modo pues queel ingreso y la inversión, dos conceptos estr icta-mente económicos, están relacionados entre sí por

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ef parámetro psicoeconómico p. El mismo paráme-tro f igura también en la teoría del empleo, delmismo Keynes, y según la cual e l volumen delempleo en equi l ibr io depende de la oferta, la pro-pensión a consumir, y el volumen de la inversión.

De modo que las variables psicológicas ocupanun lugar legí t imo en la economía pol í t ica, a condi-ción de que relacionen variables estr ictamente eco-nómicas y que se les asigne las dimensiones y uni-dades apropiadas. (Dicho sea de paso, muchos tra-bajos en psicología y sociología están vic iados porla fa l ta de unidades adecuadas. Un buen ejemplo deello es el famoso libro Models of Man del premio

Nobel H. A. Simon. Gran parte de la economía polí-

tica era imprecisa y por tanto incontrastable hasta queKeynes, en su General Theory, pág. 40, introdujounidades de trabajo y de salario. La primera sedefine como una hora de trabajo ordinario y lasegunda como el precio de una unidad de trabajo.)

Para no dar la impresión de que sólo los concep-tos cuant i tat ivos son importantes en economía pol í -t ica, me apresuro a afirmar que algunas propieda-des cual i tat ivas de los s istemas económicos, ta lescomo la organización y el esti lo de administración,no son menos importantes que muchas variablescuant i tat ivas. Los economistas t ienden a menos-preciar tales propiedades, pero los expertos en ad-ministración saben que pueden ser esenciales. Así ,por ejemplo, nos dirán que dos f irmas que operanen el mismo sector económico, en condic iones eco-nómicas in ic ia les s imi lares (p. e j inversiones decapi ta l comparables), no funcionarán exactarnentedel mismo modo, debicio a diferencias de crganiza-ción, o de relaciones entre gerencia y personal , ode refinamiento técnico, o de modo de f inanciación.No es que semejantes imponderables sean intrínse-camente irracionales: es posible ubicarlos y con-ceptualizarlos, pero acaso sólo cuali tat ivamente.(Por ej., las diferencias de estructura se reflejan en

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diferencias de organigramas.) Tampoco son dichaspropiedades intrínsecamente cualitativas: lo úniboque podemos decir prudentemente acerca de ellases que hasta ahora no han sido cuantificadas. Suexistencia debiera considerarse como un reto alteórico antes que corno motivo de pesimismo opretexto de desaliño conceptual.

Finalmente hal'emos dos observaciones sobre losconceptos de la economía poiítica. La primera esque los economistas suelen ser víct imas de unasemántica (o más bien ausencia de tal) incapaz dedist inguir los conceptos de las cosas o propiédadesque representan. Por ejemplo, un economista ma-temático estará tentado de decir que un haz de nmercancías es (en lugar de es representable por) unvector en un espacio cartesiano de n dimensiones.Lo mismo vale para el precio correspondiente. Se-mejante confusión entre identidad y representaciónes inofens,iva para f ines matemáticos, pero es unobstáculo importante para la interpretación co-rrecta de los resultados en términos económicos.Es deseable indicar explícitamente los referentes delas funciones que representan propiedades o activi-dades de agentes o sistemas econórnicos, lo quesiempre puede hacerse incluyendo tales referentesen los dominios de las funciones. Véase el Apén-dice l .

Nuestra segunda observación se refiere a la uni-versal idad. Algunos econornistas han sostenidoque la economía polít ica debe ser radicalmente di-ferente de las ciencias naturales porque carece deconstantes universales ta les como la velocidad de laluz en el vacío y la constante de Planck. Esto no esestrictamente cierto: sólo la f isica, y en medidamucho menor la química, poseen constantes uni-versales. A medida que avanzamos de la física delas partículas y de los campos hacia la física y laquímica de macrosistemas, dichas constantes uni-versales se van rodeando de una corte. cada vez

J/

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más numerosa. de constantes "locales' ' , tales comopesos atómicos y tasas de reacciones químicas. Labiología no posee constantes universales propias, ysin embargo se las arregla bastante bien. Todaciencia posee general izaciones . . locales' ' (nouniversales) que contienen constantes olocalesr.

En resumidas cuentas, los conceptos de la eco-nomía polít ica poseen dist intos grados de exactitud.La formalización (matematización) basta para exac-tificar pero no para dar contenido. Sólo la perte-nencia a un sistema de generalizaciones puedeasignar un contenido preciso a un concepto. Proce-damos por tanto a examinar las general izaciones deia economía pol í t ica.

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CAPITULO 3

GENER ALIZACIONES ECONOMICAS

Al igual que cualquier otra ciencia, la economíapolít ica estudia general izaciones de tres t ipos: ten-dencias, leyes, y reglas. Es más fáci l ejemplif icarestas categorías que definir las. He aquí unos pocosejemplos. "El precio internacional del petróleocrudo ha aumentado en forma monótona desde1973" expresa una tendencia. "La producción deun sistema económico aumenta al comienzo, yluego crece a un ri tmo decreciente, a medida queaumenta la inversiónn, es una formulación verbalde la ley de los rendimientos decrecientes. (Véasela f igura 2.) Y la " ley" del interés compuesto es,como todas las demás fórmulas de la matemáticafinanciera, una regla incluida en actividades y con-tratos de cierto t ipo.

Figura 2. La ley de los rendimientos decrecientes. C: Indus-trias clásicas, 1 : InCustrias informáticas. (Estas últimas suelenllamarse <industrias de rendimientos crecientes,, pero se en-tiende que ellas también l legarán al punto de saturación.) La ieyno es una curva única sino una familia de curvas que alcanzan

un plateau cuando el insumo llega a cierto valor,

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I NSU MO ( p. e) . t rooo.¡o)

39

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Grosso modo, las peculiaridades de las generali-zaciones de los tres t ipos son las siguientes (Bunge

1969). Una tendencia es la marcha global del cam-bio de alguna propiedad. Más exactamente, es elaumento ó la disminución global del valor de algunapropiedad en el curso del t iempo' Por este motivoüna tendencia se representa matemáticamentecomo una función monótona del t iempo. Las ten-dencias son aspectos transitorios de procesos: t ie-nen la mala costumbre de desaparecer. Además, laacción humana deliberada y concertada puede mo-dif icar y aun invert ir ciertas tendencias. Por ejem-plo, el aumento de la población puede controlarsemediante la planeación famil iar, y una tasa elevadade desempleo puede disminuir gracias a un vastoprograma de trabajos públicos. (Véase Popper 1957purá uttu crít ica de la confusión entre tendencia

v leY).En cambio no es fáci l meterse con las leyes natu-

rales o sociales. Por ejemplo, la ley de los rendi-mientos decrecientes vale universalmente, o sea, esverdadera en todos los t ipos de organización eco-nómica y régimen de propiedad. (Incluso las l lama-cias industrias de rendimientos crecientes, o sea, lasinformáticas, se ajustan presumiblemente a dichaley, a largo plazo.) Por cierto que es posible aumen-tar la producción y su tasa de crecimiento moderni-zando la técnica y la administración, aumentando lapart icipación del personal en la administración eintroduciendo incentivos. Sin embargo, estas rnedi-das no harán sino retardar el momento en que elpróximo aumento de los insumos no se traduzca entrn aumento del producto; o sea, no pueden cambiarla forma general de la curva insumo-producto.

A diferencia de las tendencias, las leyes son pro-piedades permanentes de las cosas que las poseen.Por consiguiente, si una generalización económicadada deja de valer, podemos inferir, o bien n) queno era una ley genuina sino tan sólo una tendencia,

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o bien b) que el sistema económico correspon-diente ha cambiado radicalmente o incluso ha de-jado de exist ir. (Ejercicio: Averiguar cuáles de las

" leyes de movimiento de la sociedad capi ta l is ta, , ,de Marx, eran leyes genuinas, y cuáles meras ten-dencias. Y en todo caso averiguar cuáles siguenrigiendo y cuáles murieron junto con la Reina Vic-toria y el mercado l ibre.)

Desgraciadamente, el problema f i losófico de lanaturaleza de las leyes económicas (y su diferenciarespecto de los enunciados correspondientes) harecibido tan poca atención como el de las leyesnaturales. Este descuido parece tener dos raícesf i losóf icas. Una es la doctr ina empir ista de que sólopodemos establecer regularidades empíricas, nuncaleyes objetivas, las que serían artefactos metafísi-cos. La otra raíz es, desde luego, la creencia de loseconomistas c lásicos y neoclásicos en la existenciade "leyes naturales de la economía> con las que nohay que meterse, porque la economía sería un sis-tema auto-regulado que la interferencia deliberadasólo podrá destruir . (Es extraño que no sólo loseconomistas neol iberales, o l ibrecambistas, s inotambién los marxistas -quienes favorecen fuertesmedidas reguladoras, que l iegan a la planif icacióncentral- crean en la autonomía de las leyes eco-nómicas.) En todo caso el descuido de la invest iga.-c ión de la condic ión metodológica de los enuncia-dos de leyes económicas se paga con confusión ysuperf icial idad.

Un buen ejemplo es la incert idumbre concer-niente a la condic ión de la ley de los rendimientosdecrecientes, que no siempre es considerada comouna ley. Otro es el de ciertas fórmulas que l levan elt í tu lo de ley aun cuando, de hecho, son def in ic io-nes. Ul la de estas es la fórmula oE :0ln h> eu€relaciona el número de personas empleadas l.E/ conel producto (O), la product iv idad (n) y el númeromedio de horas de trabajo por semana (h). Despe-

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jando 7r uno se da cuenta de que ésta no es una

fórmula legal sino una definición de productividad

del trabajo.Otro cáso del mismo tipo es el del sistema de

ecuaciones que relaciona el ingreso nacional Y' con

el consumo C, Y la inversión 1, en un año ¡ dado:

Y':C' +I '

C,:aY,- t*b,

ramos todas las reglas, también podemos renunclar

a el las. Esto no signi f rca que todas las reglas sean

A1+L

corner 10 kg. de pan por persona y por día.) Entercer lugar, aun cuando todas las reglas deben sercompatibles con las leyes relevantes, algunas reglasson más eficaces que otras. En part icular, las máseficaces son las que se fundan explícitamente sobreleyes. Por ejemplo, las reglas más ef,rcientes para laexplotación de pesquerías son las fundadas sobrelas leyes ecológicas de tales sistemas; en primerlugar, si la tasa de pesca excede a la tasa de creci-miento, el sistema se destruye. (Para la noción deregla fundada sobre leyes véase Bunge 1969.)

En resumen las reglas, o por lo menos las reglaseficaces, no son totalmente arbitrarias. Esto no irn-pl ica que sean legales, en el sentido de que se lasadopta, modif,rca o abandona de manera regular ouniforme. Sería bueno descubrir leyes del t ipo

"Toda vez que los hurnanos están en el estado ,Simaginan o ponen en vigor reglas de conducta detipo R. > Pero ni siquiera sabemos si hay leyes deesta clase. (Si el lector abriga aun dudas acerca dela diferencia entre reglas y leyes, le invito a que leael Apéndice 2.)

De los tres t ipos de generalizaciones económicas(tendencias, leyes y reglas), las leyes son las másdifíci les de conseguir. Las tendencias se descubrenhabitualmente con ayuda de técnicas econométri-cas, y las reglas pueden ponerse de manif iesto es-tudiando historia económica, así como el funcio-namiento de sistemas económicos tales como ex-plotaciones agrícolas, fábr icas, y comercios. Encambio, e l descubr imiento de leyes requiere algomás que datos, tanto más por cuanto ningún con-junto de datos sugiere s in ambigüedad una ley.

Ei descubrimiento de leyes va de la mano con laconstrucción de teorías científ icas. Tanto es asíque, al menos en las c iencias , .duraso, se empleatácitamente la siguiente definición (Bunge 1969).Una hipótesis se l lama (enunciado de) ley si, ysolamente si, a) es general en algún respecto (o

+J

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sea, no es od hot ' ) , b) pertenece a algún sistemahipotét ico-deduct ivo ( teoría) y c) t ra s ido conf i r -mado sat isfactor iamente en algún dominio (o sea,puede considerárselo verdadero o adecuado conrespecto a dicho dominio). Los economistas usan eltérmino . , ley ' de manera más l iberal , lo que acasoexpl ique su resistencia a abandonar c ier tas hipóte-sis que no son confirmables o que han sido refuta-das, como se verá dentro de un rato '

La economía pol í t ica cont iene diversos enuncia-dos de ley, aún descontando las def in ic iones quepasan por leyes, así como las dudosas . , leyes"psicológicas que subyacen a la economía pol í t icaneoclásica. Una ley genuina es la de que existeul la correlación posi t iva entre consumo e ingreso.Otra es la ley de Cobb-Douglas "Producto:: ( t LbÁI-b, , , donde nL, denota el t rabajo in-sumo y "K " e l capi ta l insumo, en tanto que a y bson constantes posi t ivas. Ciertamente, hay diversasotras funciones de produccién que se ajustanigualmente bien a los datos, y la hipótesis no dacuenta de la innovación técnica (Solow 1960). Sinembargo, la Iey de Cobb-Douglas se considera ge-neralmente como una buena aproximación a la ver-dad. Además, es una ley universal , vál ida para to-das las economías moCernas, sean capi ta l is tas, so-cialistas o mixtas. Un tercer enunciado nomológicoes éste: <el predominio de la competencia irnperfec-ta [o sea, del ol igopolio] en el mundo real causauna tendencia a la explotación> (Robinson 1933, p.313). Esta no es una mera regularidad empírica,sino que pertenece a la teoría del ol igopolio. Pero,por contener el concepto moral de explotación, esuna proposición económico-ética antes que pura-mente económica.

Además de tener sus propias leyes la economíapol í t ica, como cualquier otra c iencia social , tomaprestadas leyes de las c iencias naturales. En pr imerlugar la economía da por sentado (presupol le) que

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nada proviene de la nada (una de las posibles ver-s iones del pr incipio de conservación de la energía).Esta ley subyace, en part icular, a la ley de Cobb-Douglas que acabamos de mencionar. También esuno de los supuestos de los modelos que se em-plean para administrar recursos agotables, ta lescomo los minerales. En efecto, todos esos modelosgiran en torno a la noción de reserva, que no ten-dría sentido en el País de Cucaña, donde la energíapuede sal i r de la nada y s in t rabajo.

Y todo modelo real ista de un recurso renovable,ta l como un bosque o una pesquería, exige, ade-más, leyes biológicas específ icas. En part icular,semejantes modelos incluyen leyes de crecimientoen condic iones de explotación. (Cp. Clark 1976.)Una administración que fuese a explotar un recursorenovable a una tasa mayor que la diferencia entrelas tasas de natal idad y de mortal idad (como se havenido haciendo en el caso de las bal lenas) seríaacusada de incompetencia. Muíat is mutandis, loque vale para los recursos naturales vale también, oal nrenos debiera valer, para los recursos humanos.Estos no se administran bien si se ignoran las leyesbásicas de la biología y psicología humanas.

En resumen, las pol í t icas económicas, sea queconciernan a una f i rma, a una industr ia o a unanación, debieran basarse sobre modelos realistas delos s istemas en cuest ión. Y semejantes modelosreal istas incluyen las leyes naturales pert inentesademás de leyes, o al menos tenciencias, económi-cas (y sociales y pol í t icas).

La colección de las leyes económicas es var iable:al par que algun?s Fru€V?s leyes se incorporan decuando en cuando a dicha colección, otras la aban-donan. Este egreso puede deberse a uno de dosmotivos. Uno es que los s istemas económicos decierto t ipo dejan de exist i r . (Las leyes emergen ydesaparecen junto con las cosas que las poseen: noresiden en un reino separado y más elevado de las

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ideas platónicas.) Por ejemplo, las leyes económi-cas t íp icas de las economías esclavista y feudaldesaparecieron junto con dichas economías. (Y lasleyes biológicas dejarán de operar en nuestro pla-neta s i se pone en uso el a lmacén de bombas nu-cleáres.)

'El segundo mecanismo de desgaste es la cr í t ica ylá 'Contrastación empír ica, de resul tas de las cualesalgunos enunciados de ley son degradados al rangode hipótesis falsas. Un ejemplo clásico es la .. ley,,de Say, o " ley de los mercados,, , segúrr la cual "Laoferta crea su propia demanda". En efecto, a vecesno hay compradores. Otra es la famosa curva dePhi l l ips, o más bien su interpretación causal , segúnla cual "El desempleo causa la baja de precios ysalar ios". La estanf lación ( inf lación sin crecimientoy con desempleo) ha refutado esta general ización.(Véase la f igura 3.)

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Figuret -1. Tasa de cambio de precios ( incluyendo salar ios) comofunción de la tasa U de desocupación. Según la. leyo ae Éni t t ipsla pr imera decrece al aumentar la desocupación. (La tasa .nat l_ral" de desempleo U* de Fr iedman corresponde al equi l ibr io, osea, al estado .ópt imo' . ) En períodos de ei tanf lación íos p.ecio,

aumentan Junto con la desocupación (recta punteada).

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No t iene nada de vergonzoso el que una hipótesiscientí f ica sea refutada. Lo que sí debiera aue.gon_zar es el aferrarse obcecadamente a hipótesiJ enausencia de datos o en presencia de datos adversos.Y cuando se usa hipótesis notor iamente fa lsas parafundamentar pol í t icas que afectan el b ienestai demi l lones de seres humanos, estamos en presenciade un escándalo. Como veremos en el capítulo 6,este es el caso de las pol í t icas monetar istas.

Los economistas no suelen dudar la existencia deleyes económicas. Discrepan en cambio en cuantoal a lcance de dichas leyes. En tanto que algunos deel los sost ienen que todas las leyes económicas sonregionales o l in l i tadas temporalmente (o histór ica_mente relat ivas), otros -en part icular los que abu_san de las teorías de la ut i l idad, de Ia decis ión y delos juegos- sost ienen que las leyes económicasson universales, en el sent ido de que valen pordoquier en todos los t iempos.

Propongo una solución salomónica: mientras al_gunas leyes económicas son universales, otras sonlocales. En otras palabras, en tanto que algunasleyes económicas valen para todos lós s ist"emaseconómicos (y todos los s istemas pol í t icos y jur íd i_cos), otras valen solamente para s istemas de Ciertost ipos o especies. Por ejemplo, la ley de los rendi_mientos decrecientes y la ley de Cobb-Douglas pa_recen ser univel 'sales. En cambio tocla ley ioncer_niente, seA a la l ibre competencia, sea al o i igopol io,está acotada temporalmente. Tanto es así , -qúe lasleyes de la competencia perfecta desapareciéron alfenecer el mercado l ibre, y las leyes del o l igopol ioson reemplazadas por las del monopol io toda vezque se produce la fusión de los monopol ios quedominan un sector. (Esto vale cualqui-era sea elrégimen de propiedad.)

Si b ien los economistas no han puesto mayoratención a la dist inción enrre ley y regla, los f i ló-sofos la han tenido muy en cuenta. (Cp Brown

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1973.) En efecto, casi todos los f i lósofos se agru-pan, sea en la escuela nomotét ica, sea en la volun-tar ista. Según Ia pr imera la sociedad, y en part icu-lar la economía, está sujeta a leyes tan inviolablescomo las leyes naturales. El hombre puede acasol legar a conocer algunas de estas leyes y ut i l izar las

'en su provecho, pero no puede escapar a el las ' Encambio, los voluntar istas sost ienen que no hay le-yes sociales: que todo procede conforme a decis io-nes tomadas más o menos l ibremente por indiv i -duos o grupos de indiv iduos. Para saber cuál de lasdos escuelas t iene razón, examinemos un par decasos.

Considérese la general ización " La producciónaumenta con la inversión". Esto es c ier to, pero losinversores pueden abstenerse de invert i r duranteperíodos de incert idumbre causada por cambios so-ciales y técnicos muy rápidos. De modo que, aun-que la ley es verdadera, cont iene var iables ( inver-s iones de trabajo y capi ta l ) que dependen de laelección. En otras palabras, una vez que los deciso-res han asignado valores a las var iables i r - rdepen-dientes, la dependiente responderá conforme a laley y con prescindencia de cualesquiera rasgos depersonal idad de los decisores. Otro ejemplo: "Laproduct iv idad es una función monótona crecientedel n ivel técnico." Olv idemos por el momento elproblema de cuant i f icar los niveles técnicos. Pode-*o, aonaeder que la ley es verdadera, pero, dentro 'de c iertos l ímites, e l n ivel técnico puede ajustarse avoluntad. (Depende del estado del conocimiento,de las inversiones in ic ia les, y de var iables socialestales como el volumen y la cal idad de la mano deobra, así como de los salar ios.)

Concluimos que las dos escuelas, la nomotét ica yla voluntar ista, t ienen parte de razón. Hay leyessociales, en part icular económicas; pero, le jos deser independientes de la voluntad humana, algunasleyes son puestas en vigor o suspendidas por el

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hombre. Algunas comienzan como reglas más .omenos ef ic ientes (para c ier tos f ines) y, a l ser pues-tas en vigor y perfeccionadas, terminan como le-yes. No hay mister io en esto, porque el hombre esel creador, reformador y destructor de los siste-mas sociales humanos. El hacer y deshacer reglasestá constreñido por leyes pero no regido por éstas.

Pero, si reconocemos la existencia de reglas so-ciales al lado de leyes sociales, debemos estar pre-parados para explicar algunos hechos económicosen términos de reglas, otros en términos de leyes, yotros en términos de reglas y leyes. Esto puedeparecer obvio pero contradice la tradición posit i-v ista según la cual todo hecho, sea natural o social ,es expl icable por leyes y c i rcunstancias. Y tambiéncontradice la t radic ión histór ico-cul tural , según lacual las c iencias sociales no pueden expl icar nada:a lo sumo pueden , .comprendero por empatía(Verstehen).

Por ejemplo, podemos explicar cierto aumentodel costo de la v ida por un aumento brusco de latasa de interés (regla), decis ión que a su vez puedeexplicarse por la polít ica monetarista adoptada porlas autor idades f inancieras. Y podemos expl icar laadopción de tal pol í t ica en términos de valuacionesque no se basan sobre reglas ni leyes sino sobreintereses creados, ignorancia, etc. (La economíaneoclásica está le jos de ser verdadera, pero al me-nos t iene el méri to de la exact i tud y de haber insis-t ido en la central idad de la valuación como mot ivode la acción humana. La psicología nos debe aúnlas leyes de la valuación.)

Presumiblemente, la expl icación correcta decualquier hecho económico complejo requiere le-yes, reglas, valuaciones, y datos referentes a lascircunstancias y antecedentes especiales. (En cam-bio, las tendencias carecen de valor expl icat ivo:son objetos a expl icar.) Típicamente, e l expl icarpor qué un indiv iduo o un grupo emprende acciones

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de t ipo A puede exigir premisas de los cuatro t ipos:(Lav) Todo A es seguido de un B (s iempre o con

alguna probabi l idad).(Vuluuci t i t t ) B es val ioso para los indiv iduos (o

grupos) de clase C.(Reglu) Esfuérzate por alcanzar cuanto sea

ble y val ioso para t i (o para tu grupo).(Dato) El indiv iduo (o grupo) en cuest ión

fact i -

es declase C.

En resumen, la invest igación económica descu-bre tendencias, leyes y reglas que operan en lasociedad. Algunas de estas leyes son universales yotras están acotadas temporalmente; y algunas re-glas terminan convir t iéndose en leyes. La I imita-c ión temporal de algunas leyes económicas lastorna simi lares a las leyes biológicas: estas úl t imasno exist ían antes de que emergiese la pr imera cé-lu la.

Se ha dicho a veces (p ej . Hicks 1979) que ladi ferencia entre las leyes de Ia economía y las de laciencia natural es que las pr imeras cont ienen retar-dos temporales. (P. e j . , la cosecha del año en cursodepende de lo que se sembró el año pasado.) Esverdad que la microf is ica no conoce (aún) retardostemporales, pero la f is ica de los macrosistemas do-tados de memoria sí los conoce, y también losconoce, desde luego, Ia biología. (Recuérdese quehay genes y aun órganos enteros que no se (expl-e-san" s ino mucho después del nacimiento.) La di fe-rencia real entre leyes económicas y leyes biológi-cas reside en otra cosa: el hombre puede crear,torcer, suspender o destruir las pr imer¿ls al con:,-t ru i r , modif icar o destruir los s istemas económicoscorrespondientes. Esta es la f inal idad de toda revo-lución económica del iberada, sea violenta o pací-f ica.

CAPITULO 4

TEORIAS Y MODELOS ECONOMICOS

En todos los campos de investigación una teoríctes un sistema de proposiciones (formulas) uniOu,por la relación de deductibi l idad (argamasa sintác_t ica) y un asunto común (argamasa semánt ica). Enuna teoría bien organizada toda proposición

"i , ,"u

una premisa (postulado, def in ic ión ó dato¡, , "u unuc,onsecuencia (teorema) de algunas premisás toÁu_das conjuntamente.

(Ojo: En el lenguaje ordinario y en las ciencias"blandaso la palabra ,.teoría, désigna

" i l ; ; ; ;

una hipótesis. Por ejemplo, la ., teoríá" dinámica áeHarrod (1952) se reducé a la proposición á; q;; l ;tasa de crecimiento g es igual a lá tasa de inversións dividida por la razón cupituVp.oducción t, ; ; ; ; ;g : sl! . Otro ejemplo de uso iulgar de la pafabü<.teoría> es el del t í tulo del famoso l ib.o d. M;"d;iTeoría econónúca marxistd, que es una obra pura_mente descript iva y crít ica, sin asomo ¿" t"oifui. i

Algunos economistas_creen que las t .or i ; ; ; ; ;el los manejan son edif icios puiamente lógicos ámatenráticos mientras no se rei agregue dato-s. Estaopinión es equivocada. Una diférencia entre unateoría en matemática pura y una teoría en economíapolít ica, o algírn otro campo de investigación fác_t ica, es que las proposic iones de este úl t imo t ienenreferencia fáctica: se refieren a alguna parte o as_pecto de la realidad. Gracias a está referencia fác_tica las teorías científ icas pueden ser puestas aprueba contrastándose algunas de sus pioposicio_nes con datos de observación, medición, o ' .*p.r i_mentación. Otra diferencia entre las teorías t ie lrr

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matemática pura, por un lado, y las de la ciencia yla tecnología, por otro, es que algunas de las propo-siciones de estas últ imas representan, correcta oincorrectamente, regularidades o leyes objetivas.En todo caso en las ciencias avanzadas, que son losmarcapasos metodológicos de las demás, toda teo-ría genuina contiene enunciados legales, es decir,fórmulas que representan regularidades objetivas(leyes). Un cuerpo de conocimientos que contienetan sólo tendencias, como las que resultan de análi-sis econométricos, no cuenta como teoría. Por con-siguiente, no puede explicar nada. Tampoco puedeusarse para calcular predicciones f idedignas: a losumo da extrapolaciones.

También los modelos (conceptuales o teóricos)son sistemas hipotético-deductivos y, tanto enciencia fáctica como en tecnología, se refieren apartes o aspectos del mundo natural o social. Losmodelos dif ieren de las teorías en tres respectos.En primer lugar, los mcdelos t ienen un dominio (oclase de referencia) más angosto que las teorías.Así, por ejemplo, podemos hablar de una teoría deuna economía entera, pero hablaremos de un mo-delo de una fábrica de alf i leres. En segundo lugar,los modelos son representaciones muy idealizadas(simplif icadas) de sus objetos, tanto que algunos deellos pueden l lamarse ,.caricaturas> (Gibbard y Va-rian 1978). En tercer lugar, a diferencia de las teo-r ías, los modelos pueden no contener leyes. Así,por ejemplo, mientras un nrodelo de una granjadebe contener, o al menos presuponer, algunas [e-yes biológicas específrcas (p. ej. . .Los cerdos al-canzan el estado adulto al año de edad"), un r lo-delo de un banco puede no contener ningún enun-ciado de ley aparte de algunas generalizacionesacerca de la conducta humana y de la sociedad.

Hay dos maneras de construir un modelo teórico:desde el comienzo o sobre la base de alguna teoría.Llamo modelo libre al primero, y ligado al se-

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gundo. Los modelos l ibres pueden o no contenerenunciados de ley. En cambio los modelos l igadoscontienen proposiciones de este t ipo pcrqué songenerados especif icando teorías, es decir, enrique-ciendo estas últ imas mediante suposiciones espetia-les. Por ejemplo, dada una teoría general de la

La economía polít ica contemporánea t iene algu-nas teorías, tales como la teoría neoclásica del equi-l ibrio, y numerosos modelos, tales como los mohe-los l ineales de producción. (Véase los Apéndices 3y 4.) Sin embargo, a veces se ha disputado la posi-bi l idad misma de construir ta les s istemashipotético-deductivos, o al menos la posibi l idad deque sean verdaderos en algún sentido. Una obje-ción comúrr es la que puede denominarse románicay reza así: oNo puedes capturar al hombre con unpuñado de fórmulas, porque no hay dos seres hu-manos idénticos y porque todos cambiamos de con-

La respuesta breve es que todas las ciencias fác-t icas y técnicas enfrentan la rpisma dif icultad en loque respecta a la variabi l idad y mutabil idad indivi-

cuanto a la mensurabil idad, al par que algunas pro-piedades de un sistema económico son en eféctocuali tat ivas -o en todo caso aún no han sido cuan-t i f icadas- la rnayoría son cuantitat ivas. (Más aún,la economía polít ica podría definirse como la cien-cia social que se ocupa de las propiedades cuantita-

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t ivas de los sistemas económicos, tales como nú-meros de personas empleadas o desocupadas, can-t idades de bienes producidos, intercambiados oconsumidos, etc. En cambio, la l lamada ciencia dela administración enfoca su atención sobre las pro-piedades estructurales de los sistemas económicos,aunque sin descuidar las cuantitat ivas.) Además, lapredictibilidad no es una propiedad intrínseca delasunto de una teoria, sino una propiedad de laúlt ima. Finalmente, en todas las ciencias, inclusoen física, debemos tolerar predicciones impreci-sas de la forma <Eventualmente X aurnentará (odisminuirá, o f luctuará)".

Ltrego viene la objeción globalista (u holista):

"Donde todo depende de todo lo demás, corno en laeconomía, habría que conocer el todo para poderconocer la parte. Puesto que esto es imposible, nose puede modelar la economía." p6p11ca: Esta ob-jeción se reduce a observar que la economía constituyeun sistema y, más aún, un sistema fuertemente aco-plado a otros sistemas (la polít ica y la cultura de lamisma sociedad, así como otros sistemas económi-cos). Pero todas las c iencias y técnicas se ocupan.más o menos exi tosamente, de s istemas;y no lo hacenignorando su estructura, sino descubriéndola. Si lacosa A está fuertemente acoplada a la cosa B, elteórico puede adoptar alguna de estas estrategias: a)estudiar el sistema compuesto porA y B, o b¡ mode-lar A (o bien B) y dar cuenta de sus interaccionesconB (o con A) en términos de variables exógenas.En cualquier caso las interacciones pueden tratarseexactamente. La objeción globalista vale solamenteen este respecto: todo tratamiento de la economíacomo si fuese un sistema autónomo está destinadoal fracaso. Pero esto no imposibi l i ta la economíapolít ica; sólo le impone que incorpore variables bio-lógicas, culturales y polít icas como variables exó-genas.

La tercera objeción que se hace frecuentemente a

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menos que se tenga alguna hipótesis, como lo ob_servara Darwin hace tiempo. La recolección de da-tos y la formulación de hipótesis van de la mano enlugar de sucederse en todos los casos. Además,las teorías no se forman desti lando datos. sino for-mulando, ensayando e interconectando hipótesis.Lo que está mal no es usar hipótesis y extraerconclusiones de el las, sino exigir que todas las hi-pótesis sean superf iciales, tolerar contradiccionesentre el las, forrnular conjeturas incomprobables, yaferrarse a hipótesis que han sido repetidamentérefutadas. Como cualquier otra ciencia, la econo-mía polít ica debe escoger una vía intermedia entreel apriorismo (que prescinde de la experiencia) y elempirismo (que prescinde de la teoría). Desgracia-damente, una fracción excesiva de la ciencia eco-nómica consiste en recolectar datos, tales como losque acumulan las oficinas estadísticas, o en especu-lar acerca de fántassras tales como el mercadocompet i t ivo y el consumidor racional . (Como di jeraLeontief 1966, pág. a3, la economía "adquir ió muytempranamente en su desarrol lo la acti tud y losmodales de ias ciencias empíricas exactas sin haberpasado por la dura escuela de la investigación fác-t ica directa y detal lada".)

Finalmente, la objeción voluntarista a la teonza-ción y modelización reza como sigue: ..Las socie-dades son regidas por reglas, no por leyes, y lasreglas, así como su rechazo, son obra nuestra. porlo tanto no es posible construir modelos económi-

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cos a semejanza de las ciencias naturales. Debemosabandonar toda tentativa de construir modelos eco-nómicos, y tratar los sistemas económicos, de lafirma a la nación, día a día. La intuición y la expe-riencia deben prevalecer sobre la teoría: debemosser pragmatistas, no racionalistas." Creo que estaobjeción contiene un grano de verdad junto con unmontón de falsedades peligrosas. El grano de ver-dad es éste: Cualquier teoría económica que trate laeconomía como un sistema nat'¿ral o una máquinaautorreguladora, que funcioira según "leyes de hie-rro>), es falsa porque ignora la existencia de reglasjunto a las leyes. (Recuérdese el cap. 3.) Esto valepara todas las teoías clásicas (incluyendo la deMarx) y neoclásicas, así como para ciertas teoríascontemporáneas tales como la ..economía fisioló-gica" de Georgescu-Roegen (1978). Sin embar-go, las reglas, en particular los reglamentos esta-tales, no constituyen un obstáculo a la teoriza-ción. En efecto, las reglas pueden incluirse enun modelo matemát ico a modo de vínculos(o restr icciones). Semejante modelo permit i ráformular predicciones mientras valgan las ecua-ciones (o desigualdades), o sea, en tanto quelos agentes respeten las reglas. Cualquier cam-bio en las reglas básicas obligará a modificarel modelo. Volveremos a este punto en el capí-tulo 6.

Los más ambiciosos de todos los modelos enciencias sociales son, desde luego, los modelosmundiales. Hay por lo menos seis de ellos: cuatromodelos descriptivos y dos normativos (los de Bari-loch.e y Japón). En tanto que algunos de ellos (enparticular Límites al Crecimiento) son primordial-mente especulativos, otros (en particular el ModeloMundial de las Naciones Unidas) están l lenos dedatos; y mientras algunos de ellos contienen unaspocas variables, otros involucran muchas. Todosellos han sido crit icados severamente (cp. Nord-

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haus .1973 y Cole l97B), al punto de que pocosespecial istas conservan fe en el los.

) /

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CAPITULO 5

POLITICAS ECONOMICAS

En la vida real los economistas suelen ser, nosólo estudiosos de la economía, sino también con-sultores, planeadores, e incluso administradores opolít icos. Esta acumulación de funciones en unasola persona no debe hacernos olvidar la dist inciónclásica entre la econontía posit iva, o el estudio delos s istemas económicos, y laeconomía normat iva,o la formación de polít icas y planes económicos. Laprimera es una ciencia básica y la segunda unaciencia aplicada o, mejor, una rama de la técnicasocial, junto con el derecho y la pedagogía. (Elnombre neconomía posit iva>) no es del todo ade-cuado, porque la economía polít ica básica incluyetambién lo que pudiera l lamarse ..economía nega-t iva", o sea, la cr í t ica de los s istemas económicosexistentes, y cuyo modelo sigue siendo El Capitalde Marx. "Básica> o <<pura> Son cali f icativos másadecuados y conformes a la dist inción entre básicoy aplicado que se hace en todas las demás cien-cias.)

La economía norrnativa o aplicada se l lama tam-bién "economía pol í t ica", nombre que sugiere quese trata de una fusión de la econcmía básica y de lapol i to logía. Desgraciadamente, esta sugerencia esfalsa: si bien algunos economistas prestan atencióna los factores polít icos, no aprenden de la poli tolo-gía, la que a su vez se venga ignorando tanto a laeconomía como a la ciencia económica. Este hechoes tanto más extraño por cuanto la poli tología mo-derna nació precisamente en la época en que el

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sistema polít ico se l igaba más estrechamente quenunca al económico (Skidelsky, 1977).

La economía normativa, como cualquier otrocampo del conocimiento, se dist ingue por una pro-blemática propia. Los problemas que enfrentan suscul tores son problemas económicos, ta les como elde la estanflación (o inf lación acompañada de deso-cupación). Esto parecería obvio, pero no lo es,porque no hay problemas puramente económicos(V. Robinson and Eatwell 1974). Lo quc común-mente llamamos <problemas económicos>> son pro-blemas,sociales multidimensionales que involucranno sólo la economía, sino tarnbién la política y lacultura, y ello simplemente porque cada uno de és-tos es un subsistema de la sociedaci (Bunge, 1979b).

Por ejemplo, puede argüirse que no habría estan-f lación si : a) todas las corporaciones invir t ieran susganancias en el país en lugar de hacer lo en el exte-r ior (como lo hacen las compañías mult inacionales);á/ los gobiernos no imprimiesen dinero o contrata-sen emprést i tos con el sólo f in de seguir la carreraarmament ista o de rnantener una burocracia gigan-tesca y parasi tar ia, c) los s indicatos obreros nolucharan por proteger el nivel de vida de sus afi l ia-dos; y d) el públ ico se educara para resist i r lastentaciones del consumismo. (Véase Davidson yWeintraub, 1973, y Wi les, 1973).

Ahora bien, s i todo problema económico no essino un componente de un problema social mult i -d imensional , está c laro que no puede tener solucio-nes puramente económicas. En part icular el moneta-r ismo no puede curar la inf lación porque prescr ibetan sólo un remedio f iscal , a saber, e l control de laCasa de Moneda, para curar un complej ís imo pro-blema social .

Obsérvese que no niego la posibi l idad de la c ien-cia económica. (Recuérdese el Capi tu lo 4.) Puedehaber modelos (casi) puramente económicos, ta lescomo un modelo para explotar una rnina de cobre,

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Acabamos de toparnos con la moral, ausente de

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it

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la economía positiva, pero central, aunque a .me-nudo subterráneamente, en la economía normativa'(Para la centralidad de los valores en investigaciónsocial aplicada véase Myrdal, 1969') En efecto, eldiseño de una polít ica económica no es un merotecnicismo económico a la par de, digamos, la con-fección del presupuesto de una f irma' El diseño depolít icas económicas involucra, o debiera implicar,un modelo de la sociedad íntegra, así como unconjunto de valores Y objetivos.

Este aspecto de la cuestión resalta en el contrasteentre las polít icas keynesianas (o f iscales) y mone-taristas. Tanto el f inado lord Keynes como el pro-fesor Friedman han defendido al capital ismo. Pero,mientras el primero queía darle un rostro humano,el segundo parece querer que recupere los rasgoslobunos que tenía antes de Bismarck. Keynes es-taba motivado no sólo por una visión menos unila-teral de la sociedad sino también, y qluizá primor-dialmente, por el horror que sentía por la guerra ypor su compasión para con los desocupados. (Másaun, relacionaba la guerra con el desempleo, soste-niendo que éste últ imo incita a la competencia co-mercial internacional, la que a su vez puede dege-nerar en guerra: véase Klein, 1947.) No se nota talhorror por la guerra, ni tal compasión por los deso-cupacios, en los escritos del profesor Friedman ysus "Chicago boys", quienes insisten en que es ne-cesario que haya una <tasa natural de desempleo"para mantener bajos los salarios y los precios(Fr iedman, 1968).

Hay, por supuesto, una var iedad de t ipos de pol í -t ica econónrica, pero todos el los comparten ciertosaspectos metodológicos que trataremos de poner aldescubierto. Los t ipos principales son el l ibera-l ismo, el intervencionismo, y la planeación central.El primero no recomienda polít ica alguna: reco-mienda la inacción. Fundamento teórico: la econo-mía es una máquina (o un organismo) auto-

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EJ segundo t ipo de pol í t ica, e l intervencionismo,se da en diversas var iedades, des(e una compren_siva pol í t ica f iscal dest inada a est ib i r izar ra eóono-mía, hasta las pol í t icas escandinavas dest inadas adisminuir la inequidad. Fundamento teór ico: Ia

mrcos, es menester controlar la economía. (El mo_

Vemos entonces que toda pol í t ica económica sefunda sobre alguna doctr ina económica y algún sis_

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tema de valores y normas. A su vez, un plan eco-nómico específ ico se funda sobre una polít ica eco-nómica junto con un modelo de un sector econó-mico o de la economía (o, mejor, de la sociedadíntegra), así como datos más detal lados. En resu-men.

POLITICA : TEORIA + DATOS + SISTEMA DE VAL)RESPLAN : POLITICA + MODELO + DATOS

de donde:

PLAN : TEORIA + MODELO + DATOS + SISTEMA DEVALORES

Parece razonable estipular que un plan se deno-mine científ ico si, y sólo si, descansa sobre a) teo-rías, modelos y datos científ icos, así como á) unsistema de valores y normas compatible con el co-nocimiento científ ico del día. El fracaso de cual-quiera de estos componentes da como resultadoinevitable el fracaso de la total idad a un enormecosto social. En part icular, una teoría económicafalsa, o un código moral anacrónico (y, por tanto,imposible de poner en vigencia), arruinará el planeconómico diseñado con el mayor cuidado.

El individualismo extremo, sea en economía o enética, es un buen ejemplo de lo que se acaba deañrmar. No puede tener éxito a la larga porque lasociedad es un sistema del cual la economía no essino un subsistema, y el mantenimiento de todosistema exige alguna cooperación, sea deliberada,sea involuntar ia. (Es verdad que et indiv idual ismono excluye la sol idar idad, pero la l imi ta a losmiembros de la misma clase social : es t ror izontal ydefensiva, no integral y altruista.) Además, los sis-temas art i f iciales, tales como la economía, la polí-t ica y la cultura, requieren algún control o méca-nismo de regulación.

Otro buen ejemplo de una mala polít ica social esel economismo, o la creencia de que la economía

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POLITICABIOLOGICA

POLITICAPOLITICA

POLITICACULTURAL

POLITICAECONOMICA

El Tercer Mundo t iene alguna experiencia conplaneadores económicos que ignorañ lus compo_

VALORES&

I 'JORMAS

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nentes no económicas de la sociedad, así como elsistema de valores y normas inherentes a la misma.La mayoría de los planes de desarrollo concebidospara dichos países se deben a economistas que hanignorado las circunstancias y los valores cuituralesy políticos, y han sacrificado deliberadamente lasnecesidades culturales y las aspiraciones políticasdel pueblo para alcanzar un único objetivó a todocosto, sea la industrial ización, sea Ia éstabil ización

mente por la CEPAL, que él creara y animara du_rante tres décadas. (Véase el apéndice 5.)

sociedad íntegra y, por tanto, no puede tener éxito

de desarrol lo, en las que las únicas fuerzas motriceseran la fracción del producto interno bruto dedi_cada a la inversión, y las importaciones de capital,

6667

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CAPITULO 6

EL MONETARISMO

El monetarismo es la polít ica económica neolibe-ral según la cual todo cuanto hay que hacer para

conseivar la salud de la economía es controlar laoferta de dinero. o sea, la impresión de bi l letes debanco y el crédito bancario (Friedman 1963, 1968,1980). inevitablemente, el monetarismo recuerda aotras panaceas: el agua de alquitrán, la manipula-ción de la columna vertebral, y la sangría, espe-cialmente esta úl t ima. Se recurre a é1, como a labrujería, cuando los dernás rernedios parecen fal lar 'Y, óomo la brujería, se lo adopta con fe, no sobre labase de una téoría comprobada y de estadísticas'

Los gobiernos conservadores, e incluso algunosgobiernos l iberales, adoptan el monetarismo pordos motivos: por su sencil lez y porque da la casua-l idad de que fávorece a los adinerados. La sencil lezdel monetarismo es tal, que el Presidente Reaganha dicho del manif iesto de los Friedman, Libre paraelegir (1980), que es "soberbio". Que el monefa-risino favorece a los r icos, fue confesado por DavidStockman aAt lant íc Monthly en dic iernbre de 1981.Ese señor debe saber lo, puesto que es el d i rectorde Presupuestos y principal ejecutor de la l lamadareaganomía en el gobierno del Presidente R'eagan'Es igualmente comprensible que el rnonetarismoatraiga a los polítióos reaccionarios, puesto quepredica el desmantelamiento del Fstado benefactor,ásí como la irresponsabil idad social de los empresa-rios. (La única responsabil idad social de los dir i-gentes de empresa sería ..hacer tanto dinero para

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sus acclorustas como puedanrr: Friedman 1962, pé+gina 133.)

que subyace al monetarismo es la teoría del mer_cado l ibre propuesta por Adam Smith en 1776: es la

poner a prueba dichas premisas para averiguar sison verdaderas: ' lo sean o no, las cosas sucedenconTo si lo fuerarr. Este truco metodológico es tancélebre que se lo ha bautizado ola coniorsión F,(the F-Twist: Samuelson, 1963). (para una crít ica

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cp. Rosenberg 1976, y para una defensa t ibia, cp.Boland 1979.)

Pero la contribución más importante del profesorFriedman a la fundamentación teórica de la polít icamonetarista es su ...armazón teórica para el análisismonetario" (1970). Tiene razón en l lamarlo "arma-zón teórica", y sería aún más correcto l lamarlo<programa de una teoría", o <<pagaré teóricoo, por-que no es una teoría propiamente dicha. En efecto,este s istema conceptual cont iene tres símbolos fun-cionales totalmente indeterminados (f g y l), demodo que las fórmulas en que éstos aparecen sonenunciados vagos del t ipo . . I / es alguna función/deX,, . Toda la pol í t ica económica que recomiendaFriedman está, pues, basada sobre un programapara una teoría, no sobre una teoría formulada ex-pl íc i tamente y comprobada empír icamente. Siendoun programa (que alguien debiera ejecutar) es inca-paz de explicar o predecir nada. (Para otras crít icascp. Gordon 1970.)

Quien desee explicar el funcionamiento del siste-ma monetario, así como su descompostura (infla-ción y estanflación), deberá construir una teoría pro-piamente dicha del mismo, no meramente un pro-grama para una teoría. No podrá satisfacerle unateoría cualquiera, sino tan sólo una teoría conlpro-bable y que no trate al sistema monetario como autó-nomo, ni menos aún como primer motor de la eco-nomía, sino que, por el contrario, incorpore fac-tores no monetarios, taies corno la organización dela empresa, los gastos improductivos (principalmen-te en armamentos), y las expectativas (no siempreracionales) de productores y consumidores.

Más aún. las economías de las naciones desarro-lladas necesitan una teoría diferente de las adecua-das a las naciones en vías de desarrollo. Así, porejemplo, en los países desarrollados un factor im-portante de estanflación, amén de la carrera arma-mentista, es que las empresas oligopolistas disminu-

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yen la prcducción y el empleo, no los precios, al dé_caer la demanda (lo que refuta la teoría del con_

de la capacidad de producción. (Véase Olivera.1980 y Fernández-Pol, 1982 para alternativas lat ino_americanas a la seudoteoría monetarista).

. ,Lor.monetar istas no t ienen una teoría de la inf la_

caso lo opuesto es verdadero, a saber, que la velo-cidad a que un Gobierno imprime dineio está de-terminada por la di ferencia entre los gastos y losingresos del Estado. Si ios pr imeros eiceden a lossegundos, el Gobierno imprime dinero o lo tomaprestado a f in de cumpl i r sus obl igaciones; sólo unpresupuesto estr ictamente equi l ibrado da como re_sul tado la velocidad nula de oferta de dinero.

Ahora bien, en un Estado benefactor el egreso(E) es una función l ineal creciente de la tasa dedesempleo, porque el gobierno paga compensacio-nes salar ia les. En cambio el ingreso (R) es unafunción l ineal decreciente del desempleo, porquelos c iesocupados consumen poco y apenas paganimpuestos. El resul tado es que la velocidad I , I a laque el gobierno imprime dinero, o lo toma pres-tado, depende l inealmente de la tasa U de desem-pleo. En resumen, el desempleo causa inf lacíón, laque a'su vez aumenta el desempleo. Se trata, pues,de un cic lo de retroal imentación posi t iva. Dicho ensímbolos, [4:E - R, E:a *b(J, y R: c - cJ(J,

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de donde lul : a - c + (b + d) U, donde a, b, c y dson números reales posi t ivos. (En un Estado nobenefactor, ¡ , :0.) Por tanto lV :0 s i , . r ' sr í lo s i ,u : ( y L/ :0. Véase Ia f igura 5. Aunque este

Figt t r t t 5. La desocupación causa inf lación. La tasa M de impre-sión de moneda es una función creciente del desempleo.

crudo modelo l ineal (y l ibre) del proceso inf laciona-r io parece bastante evidente y de acuerdo con losdatos, no ha sido tenido en cuenta por los moneta-r istas.

En cuanto al fundamento estadíst ico del moneta-r ismo, se reduce a c ier tas correlaciones interpreta-das como relaciones causales. Así , por ejemplo,según Lucas (198C), los datos sobre la economíanorteamericana para el período 1953- 1977 confir-man las hipótesis de que una determinada tasa decambio de la cant idad de circulante induce: c) uncambio igual en la tasa de inf lación de precios, y á)un cambio igual de las tasas nominales de interés.En verdad todo lo que muestran sus datos es unacorrelación posi t iva, no una relación causal . Lucas

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no ha estudiado los mecanismos que subyacen aesta correlación. La mayoría de los economistassospechan, con razón, que dichos mecanismos sonprocesos sociales complejos. Después de todo, eldinero es un termómetro de la actividad económicamás que la act iv idad misma.

Pero incluso esa confirmación estadística escuest ionable. Modigl iani (1977) estudió aproxima-damente el mismo período en los EE.UU., bus-cando trechos en los que la oferta de dinero cre-ciese bastante lentamente. Encontró dos períodosde este t ipo, de comienzos de 1953 a la pr imeramitad de 1957, y de l97l a 1975. Estos períodosresul taron ser los más inestables de todos: com-prendieron la contracción de 1954, la recuperaciónde 1955, la nueva recesión de 1958, y la de 1973-75.La conclusión es evidente: <nuestros períodos másinestables han coincidido con períodos de estabi l i -dad monetaria relativa> (pág. 12). Esta conclusiónse ve reforzada por las estadísticas más recientes.La recesión económica en los EE.UU., eue duró de1978 a 1983, fue acompañada primero de una res-tricción y luego de una reducción del volumen dedinero circulante o Ml; la reducción fue aún másdrástica en Canadá, donde la crisis fue todavía más gra-ve. (Los cambios relativos del volumen de Ml en losEE.UU. han sido de 1,0 por 100, 2,3 por 100,0,8 por100, -0,9 por 100, -1,6 por 100 y -3,8 por 100 enlos años 1976 a 1982, respectivamente: IMF, i982,p. 202.) Por supuesto que el monetarista invocaráchoques exógenos para justificar el fracaso de supolít ica. Pero éste es precisamente el quid de la cues-tión: la severidad de ia inestabilidad atribuida a ta-les choques muestra que la economía no es un siste-ma sellado y a prueba de choques. Y, puesto queno lo es. es preciso estabilizarlo mediante vigoro-sas medidas fiscales o incluso planeación central.Prebisch (1981a) ha mostrado elocuentemente queesto vale, muy particularmente, para América La-

DESCCUPACION

IJ

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librios de la economía mundial (IMF, 1982). Por aña-didura, Hahn (1983) exhibió un modelo en que seprod.uce inflación (a pesar)) de mantenerse constanteia cantidad de dinero. En resumen, el monetaris-mo hace agua Por todas Partes.

Los holandeses haq venido pract icando con éxi tola planeación central desde que perdieron sus colo-nias, y tanto Leont ief como Galbrai th la recomien-dan para salir de la estanflación. I-a l ibertad eco-nómica - la l ibertad de emplear y despedir , de l ra-bajar o no trabajar, de comer o no comer- nopuede ser el objet ivo del 90 por 100 de la poblaciónen ningún país del mundo. Para el los la l ibertadeconómica, no la planeación, es "el camino de laservidumbre>, porque involucra incert idumbre enel mejor de los casos y hambre en el peor. Farael los el d i lema no es l ibertad versl ts planeación sinoplaneación autoritaria versus planeación democrá-t ica: entre planeación t i ránica, r íg ida, burocrát ica ypor tanto enajenante, por una parte, y planeaciónpart icipativa, plástica, descenfral izada, y por tanto,a la larga, eficiente, para lo cual debe fundarsesobre una pol í t ica c ientí f ica y humanista. Para bieno para mal, esta elección no es mater ia técnica qLresólo los expertos en economía pol í t ica puleden to-car, s ino de elección pol í t ica por el públ ico. (VéasePrebisch l98la para una or ig inal síntesis de l ibera-l ismo y social ismo. Para una historia crít ica de lascontroversias en torno a la planeación, véase Nien-haus 1984.)

No diremos más acerca de la miserable funda-mentación teór ica y empír ica del monetar ismo. Encuanto a las f i losof ias morales, sociales y pol í t icasque lo basan, son esencialmente las del l iberal ismo

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económico, o sea, el indiv idual ismo. (Véase Hayek1949 para una lúcida formulación del indiv idua-l ismo.) Esta doctr ina se reduce a los s igüientesprincipios: a/ egoísmo (<Cada cual para sí>), -bldarwinismo social ("Sólo los mejor adaptados so-breviven y merecen sobreviv i r la competencia eco-nómica") , y c ' ) l iberal ismo pol í t ico (netamente dis-t into de la democracia). En mi opinión el pr imerono es sólo despreciable s ino también inef icaz (ex-cepto en rasgar la te la de la sociedad), ya que lavida en sociedad exige un módico de al t ru ismo ycooperación. También daremos por sentado que eldarwinismo social ha s ido refutado hace t iempo,aunque sólo sea porque: r¡) en la v ida real f racasanmuchas empresas sól idas al par que tr iunfan mu-chas aventuras alocadas, y b) la "dura discipl ina delmercado" moldea no sólo l íderes s ino también esta-fadores y opresores.

En cuanto a la asociación entre la l ibertad eco-nómica y la pol í t ica, parece que no es s ino unacorrelación temporar ia tomada por relación causalpermanente. En efecto, aunque el la issezfaire eco-nómico ha estado vinculado a las l ibertades p-ol í t i -cas en cuatro naciones ( los Países Bajos, Gran Bre-taña, Francia y los EE.UU.) entre 1750 y 1850, estaasociación no vale hoy día en ninguna parte, aun-que sólo sea porque los monopol ios y Ia interven-ción estatal han matado a la l ibre empresa. Másaún, el mantenimiento exi toso de la l ibre empresasin cortapisas exigir ía un gobierno autor i tar io l is to arepr imir cualesquiera amenazas a la l ibertad eco-nómica, ta les como las que plantean el movimientoobrero, los part idos pol í t icos que propugnan la na-cional ización de los servic ios públ icos y los recur-sos energét icos, e incluso el movimiento coopera-t ivo. Como dice Prebisch ( l98lb), " los pr incipiosneoclásicos sólo pueden apl icarse bajo un régimende fuerza".

En las naciones industr ia l izadas las pol í t icas mo-

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netar istas causan la destrucción de las industr iasmanufactureras y de los servic ios sociales, lo queaumenta la pobreza, la que fomenta el descontento,el que a su vez invi ta a la represión. En las nacio-nes del Tercer Mundo la represión posibi l i ta la apli-cación de polít icas monetaristas, las que aumentanla miser ia, la que genera insurrecciones, las que asu vez provocan una represión más intensa. No esde extrañar entonces que el l iberal ismo económico,y en part icular el monetar ismo, se haya convert idoen todas partes en una ideología de extrema dere-cha y una amenaza a la c iv i l ización. Un car icatu-r ista mexicano lo expi :esó como sigue. El guía deun museo de pintura va anunciando: "Este cuadropertenece a la escuela del Giot to, este otro a laescuela neoclásica, y el de más al lá es un buenrepresentante de la escuela impresionista, , . y,apuntando a una vi l la miser ia (o c iudad perdida, obarrio cal lampa, o vi l la Friedman) que se ve a tra-vés de la ventana, informa: . .En cuanto a ése, est íp ico de la escuela de Chicago."

La manera en que obran las pol í t icas monetar is-tas en los países en desarrol lo y en estado de inf la-c ión es la s iguiente: Se fr jan las tasas de cambio (enpart icular el precio del dólar), se levantan las barre-ras aduaneras y se restr ingen los créditos banca-r ios. Al comienzo las dos pr imeras medidas no t ie-nen efectos apreciables, pero la tercera afecta deinmediato a las empresas pequeñas y medianas. quese ven en f igur i l ias para f inanciar sus operaciones.Muchas de el las termiúan por quebrar en conse-cuerrc ia. Esto t iene como efecto una Cisminucióndel ernpleo y del consumo y una retracción econó-mica. Al principio las grandes empresas se benefi-c ian con las quiebras de las pequeñas y medianas,pero al poco t iempo también el las empiezan a sufrirdebido a la disni inución del consumo que acompañaa la desocupación.

Mientras tanto la inf lación sigue, o al menos no

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ha disminuido apreciablemente. L lega un momentoen que lo único barato en el país es el dólar. Apart ir de este momento empiezan a actuar los dospr imeros exorcismos monetar istas, es decir , la es:tabil idad de las divisas extranjeras y el l ibre cambioexterior. En efecto, las mercancias nacionales estántan caras que el público prefiere las importadas, porser más baratas y acaso también de mejor cal idad,o por lo menos de mayor prestigio. La consecuen-cia es la destrucción de la industr ia nacional . Esteresultado de ia polít ica monetarista t iene tres bene-f ic iar ios: las economías centrales (en part icular lanorteamericana), los importadores (y ex contraban-distas) y los sectores pol í t icos que desean la des-trucción de los s indicatos obreros. La gran víct imadel r i to de sacr i f ic io monetar ista es la nación. cuvogobierno ha adoptado la ideología importada deChicago.

En resumidas cuentas, toda pol í t ica económicase funda sobre una teoría, un cuerpo de datos y unsistema de valores y normas; y todo plan econó-rnico se basa sotrre ia polít ica económica junto conun modelo económico, así como más datos. Laspol í t icas y los planes son cientí f icos en la medidaen que lo son sus componentes. De lo contrar io nosonLcientí f icos ni t ienen la posibi l idad de tr iunfar.El monetarismo es un paragón de polít ica econó-mica ant ic ient í f ica, porque se funda sobre: ¿) unmodelo rrnidimensional (puramente econórnico) dela sociedad, b) una teoía econórnica anacrónical lena de hipótesis no comprobadas o fa lsas, c) aná-l is is estadíst icos que, en el mejor de los casos, sóloexhiben correlaciones, y d) un sistema anacrónicode valores y de pr incipios morales inhumanos quesólo pueden destrozar el orden social. por consi-guiente hay razones de todo t ipo, en part icularcientíf icas y morales, paÍa luchar contra el moneta-nsmo.

¿Qué vía queda si e l keynesianismo encuentra

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dif icultades y el monetarismo fracasa rotunda-mente? Sugiero que la acti tud científ ica que debe-mos adoptar cada vez que fracasa una polít ica o unplan no es pedir otra prórroga (o sea, el t iemponecesario para que sufran otros mil lones de gentes),o echar les la culpa a los "choques exógenos> (pol í -t icos y cul turales). La act i tud c ientí f ica es examinarcrít icamente las premisas teóricas, empíricas yaxiológicas de la pol í t ica en cuest ión. En part iculardebemos aver iguar cuán bien o cuán mal nuestrasteoías y nuestros modelos se ajustan a los datos;debemos preguntarnos si los propios datos son re-levantes o suf ic ientes; y debemos empeñarnos enconstruir teorías y modelos mejores, así como enrecolectar datos de t ipos nuevos (p. e j . referentes ala cal idad de la v ida y a la emancipación femenina),que eventualmente puedan servir para diseñar pol í -t icas perfeccionadas. Enfrentemos, pues, el pro-blema de poner a prueba las teorías y los modelosde la economía pol í t ica.

Hasta hace pocas décadas algunos famosos eco-nomistas, ta les como Ludwig von Mises, sosteníanque las teorías económicas son verdaderas a priori ,y por lo tanto no necesitan de tests empíricos. YHayek sostenía que la única parte empírica de laeconomía concierne a la adquisición de conoci-miento. Otros, tales como Kenneth Arrow y todoscuantos consideran a la economía como una cienciade decisiones, pretenden que las teorías económi-cas no son descript ivas sino normativas, y por lotanto incomprobables. Parecería que es la gente laque debe ser sometida a pruebas para averiguar sise comporta a la al tura de los al tos niveles deracionalidad propuestos por los teóricos,

Otros economistas, aunque pagan tr ibuto verbalal requisito de la contrastabil idad empírica, creenque las hipótesis fundamentales de una teoría eco-nómica no son sino f icciones úti les, <porque not ienen por qué conformarse a los "hechos", s inoque tan sólo deben ser úti les en el razonamiento delt ipo "como si"" (Machlup 1955.) Mi l ton Fr iedmanes el adalid de esta postura: sostiene que el antece-dente A de una hipótesis condicional de la forma

"Si A, enronces B" puede ssr fántást icc mientrasque la proposición íntegra puede ser verdadera,como lo muestran las predicciones hechas con suayuda. (Los lógicos l laman ,rvacía> a esta clase deverdad, la más barata de todas, y suelen ejemplif i-carla con <<Si la Luna está hecha de queso verde,entonces dos más dos es igual a cuatro.r) Porejemplo, no importana el que una economía sea o

CAPITULO 7

TEORIA Y REALIDAD: r," . -Jh¡fr ; : : *!J a ' i r , / ! , , r : - l

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80

reconoce la necesidad rconceptual. Sin embargteorías incompatibles co]o que contradicen los retodos los demá,

"u.pocomo el químico acatá l¿

slno convertir a cada unan una componente de unque goce del sostén y delados en los diverso, óuil_:parados.stación empírica de una

I menudo se toman pres_run de otros campoi de, la econornía neoclásiiaiis acerca de la

""n¿u"iuviduales, tales como ou"lna de valores y .a

"o _

ar sus utilidades espera_cas (axiomas o postula_

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8t

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ral sobre la conducta humana que se recordó haceun momento. El que sea verdadero es otro asunto,que trataremos dentro de un rato.)

Sin embargo, los postulados de las teorías máspotentes no pueden contrastarse directamente condatos porque son muy generales y contienen con-ceptos muy alejados de la experiencia. En talescasos procede unir algunos de dichos postuladoscon hipótesis subsidiarias, así como con datos, y

calcular predicciones que puedan confrontarse conotros datos. A su vez, las hipótesis subsidiariasconciernen a las propiedades específicas del sis-tema particular que se investiga -p. ej. rasgos es-tructurales o ambientales- o consisten en indica-dores, o sea, en vínculos de propiedades inobser-vables con propiedades observables. En otras pala-bras, uno usa la teoría para resolver algunos pro-blemas no académicos, y luego contrasta las solu-ciones con los datos. O, si se prefiere, se construyetoda una famil ia de modelos l igados (a la teoríadada), uno por problema o situación, enriqueciendola teoría con hipótesis subsidiarias y datos, y sesomete a cada uno de tales modelos a pruebas empí-ricas, tales como comparaciones con series tempo-rales. En el caso de los modelos l ibres, o sea,modelos que no se basan sobre ninguna teoría ge-neral, se les añaden datos, se computan prediccio-nes, y f inalmente se comparan estas últ imas connuevos datos.

Aquí no para la cosa. La propia compara.ciónentre proposiciones teóricas y empíricas plantea di-versos problemas dif ici les, como lo saben los esta-dígrafoi. Sin embargo, dejando de lado los cuestio-nables fundamentos de la estadística, hay un nota-ble consenso entre los estadígrafos en cuanto se

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refiere a la contrastación de hipótesis. por estemotivo no entraremos en esta cuestión.

( i) Todas las personas t ienen necesidades y de_seos.

(i i¡ El hombre es insaciable en lo que respecta asus deseos.

(i i i ) El hombre es adquisit ivo.(iv) Todas las personas tienen preferencias y

pueden ordenarlas coherentemente.

(vii) El hombre trata de minimizar el esfuerzo

(ix) El hombre se enfrenta constantemente conelecciones' y por lo tanto se ve forzado

" t.Ári

decisiones.(x) El hombre es un maximizador: toma las de_

cisio-nes que más probablemente maximicen su utilidad (o placer o ganancia).

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Todas las teorías económicas referentes a merca-

dos competitivos o libres se fundan en última ins-

tancia .óbt" el Decáiogo Individualista (o hedo-

nista) que acabamos de leer. Sin embargo, pocospsicólogos parecen interesarse por é1, y no parece

haber ñabido un esfuerzo metódico e intenso por

someterlo a otra prueba que no sea la de la edad'

Acaso esto se deba a la creencia de que las susodi-

et al. 1981 dicen: ,,No preguntamos sl se maxlmlzael valor; suponemos que el valor se maximiza y

preguntamos en consecuencia qué valoran los or-gunismo.., Las investigaciones experimentales deMazur 1981 refutan esa hipótesis')

insaciabil idad (i i) parece poco común, si no desco-nocida, en sociedades preindustriales, al menos en-tre el popolo minuto, que a menudo apenas puede

satisfacer sus necesidades más básicas. Tampocose conoce la adquisit ividad en las sociedades primi-

t ivas, de modo .que

debe ser un gusto adquir idoantes que innato.

Aunque todos los animales (no sólo los sereshur,ranós) t icnen preferencias (hipótesis iv), los psi-

cólogos descubrieron a f ines de los años 1950 y

comienzos de los 1960 que la mayoría de nosotrosno somos coherentes en nuestras preferencias: o

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como datos, en lugar de invest igar los mecanismospsicológicos y sociales de la formación de preferen-cias. Para peor suelen tratar las preferencias demanera i r real ista, por guiarse por consideracionesde precio (o valor de cambio) antes que de necesi-dad (o valor de uso). En efecto, una idea central dela teoría del consumidor es que dos haces cuales-quiera de mercancías, compuestos por objetos delas mismas clases, pero en cant idades di ferentes,son equivalentes s i t ienen el mismo precio. Véasela f igura 6.

Q,

Figt t r t t ó. Curvas de indi ferencia para dos mercancías (bienes oservic ios). Se supone que el consumidor es indi ferente entrecualesquiera combinaciones de las dos mercancías que yacensobre una misma curva, ta les como A y B. Véase una crí t ica en

el texto.

Según esto, cualquier consumidor racional de-biera ser indi ferente entre una cesta que cont iene 9panes y I k i logramo de mantequi l la, y otra quecont iene I pan y 3 k i logramos de mantequi l la. Lasnecesidades objet ivas no desempeñan ningún papelen la construcción de curvas de indi ferencia, lasque son fantást icas para el consumidor común aun-que t ienen sentido para el acaparador. Y, puestoque la construcción de las funciones de ut i l idad sefunda sobre tales curvas de indiferencia. todo el

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edif icio de la microeconomía clásica es un artefactoque apenas t iene relación con la realidad.

Que el hombre es competit ivo antes que coopera-t ivo (hipótesis v i ) es s implemente fa lso. Todos so-mos a la vez cooperat ivos y compet i t ivos, y lamayoría de nosotros más lo primero que lo se-gundo. De lo contrario no seríamos capaces defuncionar como componentes de sistemas sociales,desde la fami l ia hasta la empresa transnacional . Elexagerar la competencia a expensas de la coopera-ción -a la manera de los f i lósofos dialéct icos, losdarwinistas sociales, Freud, Konrad Lorenz, y loseconomistas neoliberales- hace imposible el com-prender la existencia misma de los s istemas socia-les. Tampoco es verdad que todos nos esforcemospor minimizar el esfuerzo, y menos aun que todosnaturalmente aborrecemos el trabajo (hipótesis vi i) .Ei hombre es naturalmente act ivo y se inventa ta-reas para mantenerse ocupado cuando se le impidetrabajar. Lo que es cierto es que a nadie le gustahacer trabajo inúti l o forzado, o trabajar para bene-f ic io exclusivo de extraños.

La ley (v i i i ) de la ut i l idad marginal decreciente esintui t ivamente verdadera. Sin embargo, obsérveseque a) contradice al postulado (i i) de insaciabil i-dad, b) es dif ici l de poner a prueba porque, pordef in ic ión, las ut i l idades (valores subjet ivos) no sonobjet ivas y, por tanto, no son fáci les de est imar; yc) sería deseable deducir esa ley de leyes concer-nientes a necesidades y deseos objet ivos.

En cuanto a la hipótesis ( ix) , es verdad que en-frentamos elecciones y debemos tomar decis iones acada paso, pero nunca lo hacemos con l ibertadtotal. Estamos sujetos a vínculos de diversos t ipos,biológicos y sociales -part icularmente quienes nosomos príncipes ni empresar ios, s ino esclavos,siervos, amas de casa, presos, obreros no sindica-dos, desocupados, marginados, soldados, o sacer-dotes, ninguno de los cuales t iene la posibi l idad de

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tomar decisiones económicas importantes. Toda lateoría de la elección social (socíal choice), con sus

tros, así como en asuntos de vida o muerte. Entales casos, que tal vez son los más comunes, es-tamos en el brete de Porcia: "¡Ay de mí, la palabra" elegir" ! No puedo escoger a uno ni rechazar aninguno." (El mercader de Venecia, I , i i ) .

La últ ima hipótesis, según la cual el hombre esun maximizador (x). es acaso la más típica de todaslas presuposiciones psicológicas de la economíaclásica y neoclásica. Parece tan evidente, que Sa-muelson (1976, pág. 436) sostiene que <<no es me-ramente una ley de la economía, sino de la propialógica", af irmación que ningún lógico haría-suya.También es una de las más viejas -t iene dos si-glos- y, sin embargo, ha sido cuestionada sólorecientemente con argumentos metodológicos yempíricos. Ante todo la conjetura es ambiguu, poi-que no especifica si se trata de maximizar la ganan-cia a corto, mediano o largo plazo. (Esta no és una

bien en las pruebas empíricas. h-imero, la mayorparte de la gente no se comporta racionalmente ensituaciones de elección; en part icular, habitual-mente no actuarnos de manera de maximizar nues-tras uti l idades esperadas, y a menudo ni siquieraidentif icamos coffectamente las opciones poiibles(Kahneman y Tversky, 1973, Tversky y Kahne-man, l98l) . Segundo, casi todos los administrado-res parecen favorecer el crecimiento antes que losrendimientos a largo plazo (Hil ler, 1978). y, por

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supuesto, en tiempos de depiesión los administra-dores no especulativos luchan meramente por so-brevivir. Estos hallazgos refutan concluyentementela psicoeconomía neoclásica y con ello la teoría dela firma que se basa sobre ella.

Simon (1955) ha propuesto una alternativa intere-sante: los decisores tacionales no tratan de maxi-mizar nada, sino más bien de satisfacer sus aspira-ciones. En lugar de esperar a que se haya juntado yevaluado todas las alternativas, el decisor las buscay pone término a su búsqueda en el momento enque cree que ha pescado una oportunidad queacaso no se repita: es un satisfactor, no un maximi-zzdor. Aunque esta alternativa goza de algún so-porte empírico (Simon, 1979), está aquejada de lamisma dificultad metodológica que las medicionesde utilidad. Su mejor recomendación es acaso que,la marimización no anda, o al menos no anda mejorque la satisfacción.

Sugiero que todos los organismos, en particularlos agentes económicos racionales, son normal-mente optimizadores antes que maximizadores o

Figura 7. En asuntos biológicos y sociales lo mejor suele no serel mínimo ( m) ni el máximo ( M) de una función/ sino algún valor

intermedio O.

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satisfacto{es, y que, en general, los óptimos yacenentre mínimos y máximos. Véase.ta f igura-Z] l { r i ,por .ejernplo, no debiéramos minimiza?-l"r, l .^i"maximizar ganancias), porque esto sólo se p""¿"alcanzar a costas de enorme miseria; ni á"úieiñá,intentar maximizar la cal idad, porque esto haríaque l-a mayor parte de las rnercancía, y ,".uiai,o,estarían solamente ar arcance de ros

-úv-prá.rásos. Del mismo modo debiéramos optimizar, nomaximizar, las tasas de crecimiento y de innova_ción técnica, los salarios y los beneficíos, 1".

- i i*__pos..de ocio y años de éscolar idad, lo. ' r " i r r ¡" io,públicos y la part icipación popular ón los-;.r; ; ; ,públicos, así como las densidades de población. y,mientras en algunos casos podemos conformarnoscon la mera satisf'acción _particularmente ;;rd"eJ esperar a que se produican óptimo, i . ; ; lu;;;nesgos clemasiado elevados_ otras veces debernosapuntar a metas más elevadas.

Es claro que el mandamie nto Maximizarás esmatemáticamente conveniente, ya que a menudopermite traducirse en un probrema ¿er cercur,o-áevariaciones, en tanto que Opümizards requié;;-_;_delos. más profundos y reuiistus."pero la^""o"oÁiuposit iva (a diferencia de Ia normatival ¿euieia^re_presentar la realidad en_lugar de consii tui.un pi"-texto para hacer matemática; y la economía norha_tiva debiera estar al servicioen armonía con una moradigo indiv idual ista. Ahor

ar central porque, en ge_nes) de equil ibrio corres_r imos). Lo que expl ica laclásica del equil ibi io. Ensuma' somos optimizadores antes que maximizad,o_

res en lo que respecta a nuestros ¡¡irr. p,i-;;;;;;,puesto que nos esforzamos pór maximizar laschances de alcanzar nuestras metas, somos maxi_

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mizadores (o minimizadores) con respecto a losntedios.

Baste lo dicho en lo que atañe al test de laspresuposiciones de las teorías económicas. Ocupé-monos ahora del test de las hipótesis explícitas, opostulados, de tales teorías. Como vimos al co-mienzo. mientras algunas de el las son contrastablesdirectamente, otras deben unirse a hipótesis subsi-diarias y datos. Comencemos por las primeras y' enpart icular, por los siguientes postulados explícitosde la economía clásica y neoclásica:

l . El mercado l ibre (competit ivo) es un sis-tema autorregulado, o sea, en todo momento estáen estado de equil ibrio (mejor, estacionario), y evo-luciona de una posición de equil ibrio a otra.

2. En el mercado l ibre los precios no los f i janlos productores ni los consumidores ni ningún otro:resultan del l ibre juego de la oferta y la demanda.

La objeción más obvia a estos postulados es que

su antecedente se refiere a un ente fenecido. Enefecto. ya no quedan mercados l ibres o competit i-vos en los países industrial izados, al menos al nivelde las grandes corporaciones privadas o estatales,que están reguladas por una pesada maquinaria le-gul y burocrática, y controlada por poderosos sin-dicatos de trabajadores. (Más aun, los historiado-res económicos nos dicen que el mercado, inclusodurante el siglo XIX, siempre ha sido constreñidopor leyes y torc ido por monopol ios, sea pr ivados,sea estatales. Por consiguiente la hipótesis de queel mercado es una rnáquina autorregulada contiene.,un elemento de verdad, otro de mala fe, y tarnbiénalgo de autoengaño>, como dice Braudel, 1977,pág. 44.) Sin embargo, el refinado Journal of Eco-nomic Theory Q2:l2l-376) publicó en 1980 todo un,simposio sobre la teoría de la competencia perfecta.

, los economistas se dan el lujo de decir que losfos viven en las nubes.)

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capaz de regular la economía. Existen. en cambio.las patas bien visibles del gran capital, el gran si¡_dicato obrero, y el gran gobierno.

En resumen: el mercado l ibre, objeto de las teo_rías clásicas y neoclásicas, ya no existe, de modoque esas teorías sólo t ienen interés histórico. (Lomismo cabe decir de las crít icas a estas teorías.) Encuanto a la tentativa de resucitar el mercado l ibre

que -como lo advirtieron Adam Smith v KarlMarx- reducen substancialmente la esencia mismade la economía l ibre, a saber, la competencia. Se-gundo, porque esas regulaciones, tarr odiadas por

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los mercaderes de la libertad económica, son laúnica protección para los pequeños capitalistas y elpúblico. De modo que la eliminación del Estadobenefactor (welfare state) en nombre de la teoríaneoclásica (welfare economícs) causará no sólo mi-seria, sino también descontento y, eventualmente,rebelión. La codicia es mala consejera.

En cuanto al postulado (2), según el cual el pre-cio de equilibrio es fijado por el libre juego de laoferta y la demanda, fue a parar al mismo ..basure-ro de la historia, que el postulado (1). No es verda-dero allí donde algunos sectores de la producción(la agricultura en los países industrializados y laindustria en algunos países subdesarrollados) reci-ben fuertes subsidios estatales; tampoco vale allídonde la producción, ayudada por la publicidad,crea demanda en lugar de satisfacerla. No corres-ponde a la realidad dondequiera que haya fuerzasno económicas, tales como gobiernos y sindicatosobreros. Si quedara alguna duda acerca de la false-dad de (2) bastará echar una ojeada a los datos.Estos muestran que, en las naciones altamente in-dustrializadas, las grandes corporaciones frjan losprecios (Gal_braith 1967). El procedimiento que uti-l izan es el simple cost plus>, o sea, agregan unporcentaje fúo al costo estimado, sin tomar encuenta la demanda (Silberston 1970). Este es, porsupuesto, el mismo método que usa la OPEP parafi jar el precio del petróleo crudo. De modo, pues,que nadie, salvo los estudiantes bisoños y algunoseconomistas académicos, parece creer en la uti l idadde las funciones de demanda (las de pendiente ne-gativa) en el cálculo de precios. Y nadie, salvoalgunos economistas (p. ej., Okun 1981) ignora elmecanismo de fijación de precios por las grandescorporaciones en las naciones industrializadas ypor las transnacionales en el Tercer Mundo.

El resultadó es bien claro: Los postulados de lasteorías económicas clásicas y neoclásicas, particu-

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larmente las de t ipo Walras y Marshall , son incorn_probables en el mejor de los casos, y en el peorcarecen de referentes reales. Se han convert idó encuriosidades históricas. peor que esto, como hadicho Lord Kaldor (1972 pág. IZll), ..el poderosoatractivo que ejercen los hábitos de penlamientoengendrados por la ..economía de equii ibrio" se hatornado un obstáculo importante al desarrol lo de laeconomía como ciencia". (Véase otras crít icas enLange 1963, Diamand 1973, perroux lg7S. Holl is vNel l 1975, Prebisch l98ta y Dyke l9gl . i

La teoría marxista de la firma no es superior ala neoclásica porque comparte con ésta un postula-do que ha dejado de valer: que quien posee los me_dios de producción los controla. Esie postulado,adecuado a los tiempos de la pequeña y medianaempresa capitalista, no vale para el capitalismq oli_gopolista, ni para el socialismo. ni para la ernpresaestatal. En el primer caso los capitalistas son losaccionistas, y en los otros dos el público, pero enlos tres casos el poder es ejercido y máximamenteusufructuado por los administradores. El problemaclásico, <¿Quién posee?>>, ha sido desplaiado poreste otro: ¿<Quién controla?>>. Al fin y al cabo, elprincipal usufructuario de una unidad económica esquien la controla, ya que no sólo controla los be-neficios, sino que a menudo conserva sus privile-gios aun cuando la empresa da pérdidas.

¿Qué hay de la predicción como medio para eva-luar las teorías y modelos de la economía? Nadieduda hoy día de que la predicción es importante, nosólo para poner a prueba las teorías y modelos, s inotambién para diseñar pol í t icas y planes que guíen Iaacción. (Sin embargo, no hay que exaferai la im-portancia de la predicción al punto de sostener,como lo hace Hutchison 1977, que es la pr incipaltarea del economista. El juntar datos, imaginar in-dicadores, construir teoías y modelos, d iséñar po-l í t icas y planes, son act iv idades igualmente impor-

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tantes.) Precisamente porque la predicción es im-portante debiéramos estudiar el status metodoló-gico de las diversas clases de prediccién que hacenlos economistas.

Desde el punto de vista conceptual podemos dis-t inguir las siguientes clases de predicción: rz) proJe-cía o predicción intuit iva formulada sobre la basede una corazonada (sugerida, p. ej., Por analogíashistóricas o por indicadores principales); á) predic-ción semiempírica: extrapolación de una serie tem-poral (sucesión de datos pasados), como sucede enla proyección de tendencias y en la predicción eco-nométrica sobre la base de modelos econométricos;c) predicción teórica, o predicción hecha con ayudade una teoría o modelo científ ico que contieneenunciados de ley. (Véase Wheelwright y Makrida-kis 1977 para un resumen de métodos de predic-c ión.) Todos sabemos que c es prefer ib le ab, que asu vez es preferible a a. Sin embargo, no siempredisponemos de la teoría o modelo correcto, o dedatos sufrcientes, o de datos suficientemente preci-sos, y a veces no sabemos si una fórmula repre-senta una ley o una mera tendencia. Pero estos sonproblemas que comparten todas las ciencias fácti-cas, sea sociales o naturales.

Las predicciones macroeconómicas exi tosas(verdaderas) son todas a corto plazo y se fundansobre modelos econométricos que incluyen paráme-tros que deben reajustarse por lo menos una vez alaño. Uno de los mejores modelos de este t ipo es elmodelo de Michigan de la economía de los EE.UU.(cp. Suits 1967). Este modelo contiene 68 ecuacio-nes en diferencias f initas que comportan 98 varia-bles, 8l de el las endógenas (tales como el productobruto interno y la tasa de empleo), y el resto exó-genas (tales como la población y los gastos delgobierno). Estas últ imas variables se proyectan in-dependientemente, y estas proyecciones inciertas

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se enchufan en las ecuaciones que predicen losvalores de las variables endógenas.

(El modelo se resume en una ecuación matricialde fa forma "BX

: CZr, f,sndeX es el vector de lasfunciones endógenas y Z el de las exógenas, entanto que ̂ B y C son las matrices de los parámetrosque resumen la información estadística. El pro-blema de la predicción se resuelve calculandoX:B-L C Z. Otros modelos econométr icos, másrefinados, involucran retardos temporales (típicosde fenómenos económicos y biológicos) y puedenencontrarse revisando las páginas de Econome-tr ica. Sin embargo, ni siquiera los modelos econo-métricos más refinados t ienen poder explicativo:son solamente descr ipt ivos y, cuando son verdade-rrf,s, t ienen también poder predict ivo (a cortoplazo). Sólo las teorías propiamente dichas puedenexpl icar y predecir . )

Hay una diferencia importante, por cierto cono-cida, entre las predicciones que se hacen en cien-cias sociales y las que se hacen en ciencias natura-les. Los cientít ' rcos naturales no pueden forzar lascosas de modo que se cumplan sus predicciones, yaque no controlan la naturaleza. En cambio, loscientíf icos sociales y los técnicos pueden obligar alos sistemas que controlan a comportarse, dentrode ciertos l ímites, en formas pre-establecidas: pue-den formular predicciones que se confirman por lafuerza ( s elf-fulfilling fore casfs).

Hay entonces dos clases de predicciones en lasciencias sociales y en las técnicas: pasivas y act i -vas. Las primeras no usan sino generalizaciones ydatos, y resultan ser verdadel 'as o falsas en algunamedida: t ienen, pues, poder comprobatorio. Encambio una predicción activa no se hace con pro-pósitos de contrastación sino para guiar la acciónhumana: pone a prueba la eficacia de un plan, y tansólo indirectamente la verdad de las general izacio-nes y datos subyacentes.

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¡i

lI

Un ejemplo clásico de predicción pasiva fue la deque fas diferencias de ingresos p¿r capita en losdist intos países se reducirían progresivamente a fa-vor del l ibre cambio. (Desgraciadamente los hechoshan refutado esta predicción. La razón de los ingre-sos en los países ricos y pobres era aproximada-mente de 2 a I en 1800, y ahora es de 20 a l , y elhiato sigue aumentando. Véase Bhagwati 1972.) Unbuen ejemplo de una predicción activa exitosa fueel de los planeadores soviéticos, quienes afirmaronque, al cabo de los dos primeros Planes Quinquena-les, la URSS se convert iría de una potencia agrícolaen una potencia industrial.

Una predicción pasiva es de la forma "Si la cosaX está en el estado s¡ al t iempo r¡, entonces elestado de X al t iempo /2 s€rá sz." En cambio unapredicción activa es de la forma "Si la cosa X estáén el estado s r a l t iempo f ¡ , y le apl icamos elinsumo o la restr icción I ' de al l í en adelante, enton-ces el estado de X al t iempo f2 será s3, dondess * sz. , Las predicciones pasivas dicen lo quesucederá, las activas lo que ocurrirá si hacemosesto o aquel lo. Obviamente, las dist inciones ante-riores entre profecía, extrapolación y predileccióncientíf ica son compatibles con la dicotomía pasiva-act iva.

Así como las predicciones pasivas son, o debie-ran ser, t íp icas de la economía posi t iva, las predic-c iones act ivas debieran ser pecul iares de la econo-mía normat iva (o economía pol í t ica). Pero es muydi f íc i l , s i no imposible, calcular predicciones pasi-vas a largo plazo en economía o en cualquier otraciencia social . Una razón para"cl lo es que la eco-nomía no es un sistema cerrado sino abierto: estáíntimamente acoplado con la cultura y la polít ica.(En otras palabras, la economía t iene insumos ysalidas culturales y polít icos, no solamente econó-micos; véase Bunge 1979.) Otra razón es que, alfenecer las teorías económicas clásicas v neoclási-

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cas, nos hemos quedado sin buenas teorías de laeconomía capi ta l is ta moderna. (El méri to de Marxfue crit icar la economía capital ista de su t iempo, noconstruir una teoría de la misma. Y, al parecer, aunno existe una teoria satisfactoria de ia economíasocial ista: véase Lange 1963.)

Esta profunda crisis teórica de la economía hasugerido a Lowe (1965) lo siguiente: <La economía,como medio de contemplación, observación y s is-tematización de procesos autónomos, debiera con-vert irse en economía polít ica, o sea, en instru-mento de interferencia activa en el curso de esosprocesos> (pág. 9l) . Dejando de lado los méri tossociales del intervencionismo y de la planeacióncentral, el fracaso de las economías clásica y neo-clásica no debiera l levar a los economistas a adop-tar semejante acti tud derrotista y pragmática, por-_que las recetas eficaces se fundan sobre descripcio-nes verdaderas. En otras palabras, la economíanormat iva, a menos que sea i r responsable, necesi tade la economía posi t iva, y ésta necesi ta de la pr i -mera como campo de pruebas. Lo que es cierto esque, en cuanto se logra controlar un sistema, lapredicción pasiva pierde en importancia, y la act ivatoma la delantera. Con todo, la predicción act iva, s ies científ ica, ú) estará basada sobre alguna teoría omodelo posi t ivo del s istema controlado, y b) in-c luye a la predicción pasiva como caso l ímite opart icular, a saber, cuando la intensidad de la va-r iable de control se hace nula.

Por ejemplo, s i se emplea un modelo economé-tr ico de f a forma standard ,.BX : CZ" -donde Xes el vector de las var iables endógenas y Z el de lasexógenas- el analista de polít icas económicas pro-cederá como sigue. Primeramente conceptualizaráuna polít ica económica dada como una variable in-dependiente P de la que dependerán tanto las va-riables endógenas X como las exógenas Z. Se-gundo, computará el efecto de P sobre cada una de

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las anter iores (o sea, calculará los valores de lasderivadas parciales de X y Z respecto de P)' Estareceta parece sencil la pero su aplicación es compli-cada: véase Suits 1967. (Para una teoría más refr-nada de la planeación véase Heal 1973.) Ni quédecir que solamente planes diseñados cuidadosa-mente son intelectual y socialmente responsables, y

esto s iempre que sean acompañados de evaluacio-nes cr posf faclo a la luz del desempeño de gruposexper imentales y de control . (Para un br i l lante re-sumen de exper iencias recientes en evaluación deprogramas sociales véase Mostel ler 1981, donde semuéstra que más de un programa social intui t iva-mente obvio puede fal lar . )

En resumen, las teorías y modelos económicosdebieran ser puestos a prueba lo mismo que cuales-quiera otros modelos y teoías en ciencia. Pero dehecho las teorías económicas más conocidas presu-ponen o contienen hipótesis que no son comproba-bles por medios objetivos, tales como las que con-ciernen el valor y la uti l idad. Más aún, la teoríaneoclásica de la f irma contiene un postulado centralque ha sido refutado por la investigación empírica,a saber, la hipótesis de que los empresarios seproponen siempre maximizar las ganancias (en lu-gar de buscar el crecimiento, o la satisfacción, o lamera supervivencia). También contiene otros pos-tulados que, aunque pueden haber val ido para elmercado l ibre, han dejado de tener vigencia porqueel rnercado l ibre ya no existe.

El balance es desolador: parecería que no hayteorías generales verdaderas en economía, auncuando los l ibros de texto siguen exponiéndolas yias revistas siguen discutiéndolas. (En cambio hayvarios modelos, o teorías específ icas, de los proce-sos de producción y de intercambio, que son ver-daderos en primera aproximación, p. ej. los mode-los de Leontief.) No se trata de que tales teoríasgenerales son sólo aproximaciones groseras, o sea,

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parcialmente verdaderas: esto es normal en ciencia.Lo que sucede en economía es algo mil veces peorque la inexactitud, a saber, la total irrelevancia: lasteorías generales de la economía, sean "burguesasoo marxistas, no se refieren a realidad económicaalguna de nuestro t iempo. (Para otras crít icas véaseBlaug 1980.) Por consiguiente, toda polít ica eco-nómica que se funde sobre alguna de el las estádestir iada al fracaso, al igual que una terapéuticaque se funde sobre teorías acerca de demonios,espíri tus vitales, o fantasmas parecidos. El caso delmonetar ismo es elocuente.

No menos escandalosa es la ausencia de una teo-ría aceptada de la firrna transnacional, tan caracte-ristica de nuestro tiempo. La teoría clásica, segúnla cual los capitales se mueven de los países de bajatasa de interés a los de tasa más elevada, es refu-tada por los hechos de que: a) los movimientos in-ternacionales de capitales suelen ser modestos, yaque las transnacionales usan principalmente capita-les indígenas, y b) las transnacionales invierten prin-cipalmente en países avanzados con tasas de interésparecidas. Tampoco Ia teoría marxista, del colonia-lismo y del dominio del capital financiero, se ajustaa la realidad actual, ya que Ia prosperidad de lastransnacionales deriva de su superioridad tecnológi-ca y administrativa (en particular su capacidad deinnovar), del oligopolio que ejercen en escala inter-nacional, y de su poder de corrupción de los gober-nantes indígenas. Por consiguiente, el economistaque estudia la realidad de las transnacionales se veobligado a arreglárselas por sí mismo, empleandohipótesis tomadas de diversas teorías: monta su ma-quinaria empleando piezas rescatadas de los cemen-terios de Ia economía teórica. (Véase Niosi 1982.)

La parte más sana de! pensamiento teórico eneconomía moderna está constituida por los modelosmatemáticos (en part icular econométricos) de acti-vidades específ icas (p. ej. explotación de minas o

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de campos) y de planes, sea en economía capital is-ta, social ista o mixta. Pero también aquí hay quetener cuidado de no caer en abstracciones matemá-ticas y de recordar en todo momento las tres reglasdel método cientí f ico propuestas por Hendry(1980): TesÍ, Iest , tesf .

CAPITULO 8

¿CIENCIA O SEMICIENCIA?

A quienquiera que se \"v1-l:iTado en una cien-

cia natural, ta ecó'nomía le presenta algunos rasgos

;;;' ";,."i;;.

Ú;;-Je elloJ,es-.qu" incluso revrstas

especializadas q;; ;; -t"

¿"¿ióu" orincipalmente

a la historia ""inot]"1-ngurigin

ártículos sobre

Turgot, Qu"'nui, '"S;ith" Bentham' Ricardo' los

dos Mill, Marx,'¿";;;;i; v ott:.t economistas cla-

sicos, como si fueran contemporáneos nuestros' De

este modo, 'i"t""!t'n""t"*i;*t

de estudiosos de la

economía "orr.',t'J" felizmente en el panteón eco-

nómico. (Más ";;;

t"k"chman 1976' pág' 26 nos

dice que ".'" 'i"i'"*Ut" cuarteto' Smith' Marx'

V "ur "i' v t<" v,'"' ñi h tl?^::: ;?:" l"T ?: JT'l::que los-portadores de nott"tut T1"^:::'l¡ p'¿*ireadores d"

";;;;tttio""i"') Es como si Phvsr'

cal Revie, p"uii-"uiá uiii"uto-' sobre Stevinus' Gali-

leo, Kepler, ittt""frf ' v- qqvshens' (No sobre

Newton, ru'uou'v"üu**éu-Eiiitein' o Bohr' por-

que la ""o,totiJ'p;iil;;;ín

no ha producido su

*"J,n";lsgo sorprendente de la economía pplítica'

al menos para quien provenga- de las ciencias nattl-

rales, es que nJ '"

invierte- gran esfuerzo por oope-

racionalizar' ;il;i;; "ti¡t' tales como los de

escasez y utilidad' -Et

cumbio.' se dedica enormes

energías u oit"iiit' 1""'"u de ellos' lo que aproxrma

la economí" p;;ili"; 'o'p""tto.samente

a la teología'

un tercer t"t;;;;;tá¡ó "t-el enorme valor que se

asigna u *"nfiXo';'hü¿t*is piicológicas v econó-

micas (a '"i-'l'"¿J

;i'gtifi;"d* cori el título de

. oleyr), uri "o*o

á t"oiiu' muy comprensivas' tales

101100

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como la teoría general del equil ibrio, que rara vezse somete a la prueba de los hechos' Un cuartorasgo curioso es la vivacidad con que los economis-tas nos describen, y a veces aún glorif ican, a cadá-veres tales como el mercado l ibre, y la conviccióncon que enuncian los dogmas correspondientes. Unquinto rasgo simi lar es el ingenio matemát ico quese invierte en formalizar, adornar y analizar seme-jantes teorías y modelos fantasmales. El conjuntode estos rasgos extraños despierta la sospecha decualquiera que se haya formado en una ciencia na-tural : ¿es la economía pol í t ica realmente la másdura de las c iencias sociales? Y, lo que es másimportante: ¿es una ciencia?

En just ic ia, es preciso reconocer que va cre-ciendo el número de los economistas que expresansus dudas acerca del estado actual de su discipl ina.El las van desde crí t icas despiadadas (P. ej . Robin-son 1962 y Galbraith 1973), al reconocimiento deque la disciplina está en un estado de profunda cri-sis (p. ej. Phelps Brown 1972, Wiles 1972, Hutchi-son 1977, Blaug 1980, Leontief 1982, Thurow 1983)a la afirmación rotunda de que la economía polí-tica no es una ciencia (p. ej. Perroux 1972). En to-do caso, se reconoce ahora que nos han vendido laeconomía política a un precio excesivo. A algunosde nosotros porque maneja montañas de datos, aotros porque emplea una matemática poderosa, ya todos porque se supone que receta nredicamentoseficaces para las enfermedades económicas.

¿En qué estado está la economía pol í t ica? ¿Y hayesperanza de que mejore? Empecemos por el diag-nóstico, y comencemos por reformular la primerapregunta de este modo: ¿Cuál es la condición cien-tíf ica de la economía polít ica? Evidentemente, larespuesta a esta pregunta presupone alguna idea dela ciencia y de los estándares científ icos. Uti l izaréla mía propia, que se puede encapsular en la deflrni-ción que sigue (Bunge 1983b).

r02

Una ciencia es un campo de invest igaciónC:(W, S, G, F, D, B, P, K, O' M) donde, encualquier momento dado:

i ) W es un si .gtet t t r t compuesto por personas que

han recibido una educación especial izada, mant ie-

nen fuertes relaciones de información entre sí , e

in ic ian o cont inúan una tradic ión de invest igación'i i) S es uttrt soc' iedud capaz de apoyar y estimu-

en el mismo campo y en campos cercanos'iv) La t ' isi t i t t generul o trasfondo f i losríJiut G

de C consta de:

u) Una ot t f t t lo¡4íu dc <'o.st t ,s ct t t t tb iut t te.r (enlugar de una ontología de objetos fan-tasmales o inmutables).

b) Una gnos eología realistct (pero crít ica,no ingenua) en lugar de, digamos, unagnoseología ideal ista o convencional ista.

c) El ethos de la l ibre búsqueda de la ver-dad (en lugar de, digamos, el eÍhos de lafe o de la búsqueda de la ganancia, delpoder, o del consenso).

v) El tasfondo forntul F de C es una colecciónde teorías lógicas y matemát icas al día (en lugar deser vacía o de estar formada por teorías formalesanacrónicas).

v i ) El dominio o universo del d iscurso D de Cestá compuesto exclusivamente de entes reales,cert i f icados o presuntos (en lugar de, p. e j . , ideasque f lotan l ibremente en el espacio). pasados, pre-sentes o futuros.

vii) El trasfondo espectfico B de C es una co-lección de datos, hipótesis y teorías al día y confir-mados (aunque no incorregibles) obtenidos en otroscampos de investigación relevantes a C.

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viii) La problemátíca P de C consta exclusiva-mente de problemas cognoscitivos referentes a lanaturaleza (en particular las leyes) de los miembrosde D, así como de problemas concernientes a otrascomponentes de C.

ix) El fondo de conocimiento K de C es unacolección de teorías, hipótesis y datos al día ycomprobables (aunque no finales) compatibles conIos de B y obtenidos por miembros de W en t iem-pos anteriores.

x) Los objetívos o finalidades O de C incluyenel descubrimiento o uso de las leyes de los D, lasistematización (en teorías) de hipótesis acerca deD, y el refinamiento de métodos en M.

xi) La metódica M de C consta exclusivamentede procedimientos escrutables (examinables, anali-zables, cri t icables) y justi f icables (explicables).

xi i) C es un componente de un campo cognosci-tivo más amplio; o sea, hay por lo menos otrocampo de investigación (contiguo) tal que:

a) Las vis iones generales, t rasfondosformales, trasfondos específrcos, fondosde conocimiento, objetivos y metódicasde ambos campos t ienen un solapa-miento no vacío.

b) O bien el dominio de uno de los camposestá incluido en el del otro, o bien cadamiembro del dominio de uno de loscampos es un conlponente de un sistemaincluido en el dominio del otro.

Cualquier campo del conocimiento que no cum-pla ni siquiera aproximadamente con las condicio-nes anteriores se llamará acientífico. Un campo delconocimiento que las satisfaga aproximadamente (oen parte) podrá llamarse semíciencia o protocien-cia. Y si, además, está evolucionando hacia laplena satisfacción de todas las condiciones, lo lla-maremos una ciencia emergente o en desaruollo.

to4

En cambio, cualquier campo cognosci t ivo que seaacientíf ico pero que se anuncia y vende como cien-tíf ico se dirá pseudocientíf ico \o sint i lciencia). Ladiferencia entre ciencia y protociencia es cosa degrado; en cambio, la di ferencia entre c iencia ypseudociencia es de especie. La di ferencia entreprotociencia y pseudocieniia es paralela a la dife-rencia entre error y ment i ra.

Todos los invest igadores de problemas sociales apart i r de Smith, Condorcet, Ricardo, Comte yMarx aspiraron a que el estudio de dichos proble-mas fuese conducido cientí f icamente a semejanzadel estudio de la naturaleza. Esta aspiración estáincorporada a la corr iente central de las c ienciassociales contemporáneas. Una minoría de estudio-sos, part icularmente los l ibrescos ajenos a la inves-t igación empír ica, cr i t ican dicha aspiración. Loscrí t icos más conocidos fueron, hace un siglo, losmiembros de la escuela histór ico-cul tural (en par-t icular Di l they y Rickert) ; y en nuestros días Hay-yek, quien estigmatizó dicha aspiración con el nom-.bre de cientif icismo. El anticientif icismo es celebradono sólo por f i lósofos de corte t radic ional s ino tam-bién por ideólogos de ambos extremos del espectropol í t ico, quienes af i rman que todo estudio de lasociedad es necesariamente ideológico y no cientí-f ico. Esto se expl ica: e l c ient i f ic ismo dist ingue hi-pótesis de consignas, y exige la just i f icación deunas y otras, en tanto que los ideológos se refugianen dogmas. (Véase Bunge 1985b.)

¿Cómo se comporta la economía pol í t ica? ¿Esuna ciencia cabal , una semiciencia, una cienciaemergente, o una pseudociencia? Veanros cuánbien o mal sat isface nuestros requis i tos, y lo sa-bremos.

Evidentemente, Ia economía pol í t ica sat isface losdos primeros requisitos, que son de naturaleza so-cial. En efecto, un número creciente de sociedadeshospeda a comunidades crecientes de economistas,

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quienes están organizados tanto académica comoprofesionalmente, de modo que cooperan entre sítanto críticamente como en forma constructiva.(Sospecho que hay casi medio mil lón de personasque trabajan en economía en el mundo distribuidasentre universidades, agencias estatales y firmas.)

La condición (i i i ) se cumple a medias. La eco-nomía cambia, aunque demasiado lentamente, deresultas de investigaciones económicas; y, más len-tamente aún, bajo la presión de disciplinas conti-guas tales como la psicología,la sociología, la poli-tología y la filosofia, sin hablar de las técnicas, enprimer lugar las ingenierías y las ciencias adminis-trativas.

En óambio la condición (iv), referente a la visióncientíhca, no siempre se satisface, particularmentecon respecto al punto (c), la ética de la investiga-ción. En efecto, gran parte de la microeconomía esuna pintura idealizada del mercado libre, y a vecesincluso un elogio abierto del mismo. Y la investiga-ción es a veces recortada o tendenciosa por obede-cer a sol icitaciones o a presiones empresariales opolít icas. Los economistas "burgueses" t ienden aembellecer el capital ismo, y los economistas mar-xistas a minimizar las dif icultades del social ismo.Por ejemplo, los primeros nos dirán acaso que lainflación es causada por los aumentos de salarios, yla estanflación por los aumentos del precio del pe-tróleo crudo. Y los marxistas no se jactan de lostr iunfos de la agricultura social ista ni nos recuerdanque el bloque social ista debe unos 70.000 mil lonesde dólares a los banqueros occidentales, ni nosexplican la estruendosa bancarrota de la economíapolaca. Hay, por supuesto, excepciones honrosas,tales como John K. Galbraith. Raúl Prebisch y PaulA. Baran, pero en su conjunto casi todos los eco-nomistas son miembros leales de sus respectivosestablishments.

En cambio los economistas, part icularmente los

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que se dedican a modelos matemáticos, cumplen lacondición (v) de rigor formal. Por cierto que, dadoel paupérrimo resultado en términos de solucionesa urgentes problemas económicos, uno se preguntaa veces si vale la pena invertir tanta matemática enatacar problemas que son en su mayor partb aca-démicos, pero esto no viene al caso. El caso es quela escuela neoclásica tiene el mérito de haber intro-ducido matemática de alto vuelo en la economíapolítica. (La comprensible reacción contra la eco-nomía neoclásica después de la Gran Depresión sedebe en parte a ia desconftanza de los economistasempíricos por una matemática que no conocen ycuyos beneficios distan de ser obvios.)

La condición (vi) debiera hacer sonrojar a más deun economista. En efecto, como se viera en elcapítulo anterior, el grueso de la teorización másrefinada en Occidente todavía trata de agentes li-bres, racionales y bien informados, que juegan almercado competitivo en equilibrio, todos los cualesson objetos fantasmales. (¿Será por esto que elPresidente Reagan nos insta a que tengamos fe en

"el milagro del mercado l ibre"?) Sin embargo, estamaldición pesa sólo sobre la microeconomía neo-clásica. Los modelos de producción (en la teoría dela f irma) y los modelos econométricos (tanto enmicro como en macroeconomía) son a menudo rea-l istas, si bien excesivamente simples (por ser l inea-les). En resumen, la condición (vi) se cumple sóloen parte.

En cuanto a la condición (vi i) de un sólido tras-fondo específ ico, la economía polít ica no la cumple.En efecto, como se vio en el Capítulo 7, los supues-tos psicoeconómicos de las teorías económicas clá-sicas y neoclásicas son casi todos anacrónicoscuando no incomprobables. En otras palabras, laeconomía política hace poco uso de la psicología yla antropología contemporáneas. En este respectola economía es notablemente inferior a la biologíir.

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que está firmemente plantada en la química, la quea su vez está enraizada en la fisica. {

La problemática de la economía política (condi-ción (viii)) es mixta: contiene tanto problemas au-ténticos como cuestiones académicas referentes aobjetos o condiciones inexistentes. En correspon-dencia con esto, el fondo de conocimiento de laeconomía política (condición (ix)) es igualmentemixto. Con todo, nuestra disciplina posee un nú-cleo de conocimiento genuino, de modo que la con-dición (ix) es satisfecha aunque sea a medias.

También la condición (x) es satisfecha, aunqueuno no puede dejar de lamentar que se invierta tanmenguado esfuerzo en descubrir leyes genuinas, oal menos en distinguir leyes de tendencias (una dis-tinción que requeriría una investigación metodoló-gica más refinada).

La condición (xi), concerniente a los métodos, essatisfecha tan sólo parcialmente, porque los eco-nomistas clásicos y neoclásicos: a) confian dema-giado en la experiencia ordinaria y la intuición, yá) descuidan la contrastación empírica. pero estacrítica va dirigida a la microeconomía, no a la ma-croeconomía (con excepción del monetarismo), demodo que podemos dar la condición por satisfechaparcialmente.

Finalmente, la condición (xii) no es satisfechapara nada. No sólo la economía política no crece enel suelo de la psicología experimental y de la antro-pología contemporáneas, sino que no hace caso desus hermanas, la sociología y la politología. (Algu-nas teorías de la planeación económica hacen casode las teorías de la elección social, en particular enlo que respecta a los esquemas electorales. Pero elasunto de la politología es la lucha por el poder y laadministración pública antes que las votaciones, demodo que el estudio de las paradojas electorales, deCondorcet a Arrow, es un deporte intelectual antesque una investigación seria del sistema político,

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cuya estructura consta de relaciones de poder.)Esta ausencia de solapamiento con las ciencias ve-cinas es un defecto gravísimo, ya que la actividadeconómica no es sino una componente de la activi-dad social , y porque el a is lamiento de' los demáscampos cognoscit ivos es una característ ica de lapseudociencia. Véase la figura 8 y Bunge (1985a).

Figura 8, La economía está flanqueada por la sociología y lapol i to logía, y estas t res c iencias están comprendidas entre lahistoria y la antropología, que a su vez se funda sobre la psico-

logía concebida como una rama de la biología.

Sumemos los resul tados del examen. Ante tododescartemos las condic iones ( i ) y ( i i ) , porque seaplican a todas las disciplinas, no sólo a las cien-cias. En segundo lugar, asignemos el mismo peso atodas las condiciones restantes. Finalmente, asig-nemos un punto a la satisfacción total, medio a laparcial, y cero a la insatisfacción de una condición.

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CAPITULO 9

¿QUO VADrS?

La economía polít ica está en crisis. Dispone demás datos que nunca, y.iamás se ha usado métodosmatemáticos tan poderosos en las ciencias socialescom-o los que emplean los economistas. pero ape-nas hay ideas nuevas en este campo, por lo cuai elabismo qre separa a la teoría de la iealidad, quecambia día a día vertiginosamente, se ensanóhuprogresivamente. Las teorías económicas no re-s_uelven.los problemas más urgentes del día ni pre-dicen sino a cortísimo plazo. por consiguiente laspolít icas económicas son a menudo impotentes y enocasiones contraproducentes.

Algunos economistas y planificadores aducengu_e: puesto que el enfoque analítico ha fallado,debiéramos ensayar el intuit ivo; y, puesto que laciencia no nos ayuda, debiéramos-eniayu, la pseu-dociencia y aún la brujería. En una

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gente desencantada de los consejos que ños dan loseconomistas rlos aconsejan que abandonemos el en-foque científ ico. Este consejo es tonto y, si se loadopta, puede tener consecuencias trágicas, entreeilas la desaparición de la profesión económica. Loque cabe hacer cuando falla un enfoque científ icoparticular es analizarlo para descubrir las hipótesisfalsas o los métodos incorrectos, y ensayar otroenfoque. La ignorancia se corrige cón más-ciencia,no con rnenos.

El análisis metodológico que hemos hecho en loscapítulos anteriores sugiere poner en práctica losconsejos siguientes para sacar a la economía de suactual estanflación:

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l ) No quedarse en los clásicos, y menos aun enlos neoclásicos: ellos no tienen respuestas a nues-tros problemas, que no son los de el los. (Ni losclásicos ni los neoclásicos sabían de corporacionesgigantescas, de sindicatos obreros poderosos ni degobiernos todopoderosos. Y Marx no pudo estudiarlos problemas económicos del social ismo ni de lospaíses en vías de desarrol lo.)

2) Inténtese ser ideológicamente neutral en eco-nomía posítiva, pero declárese sinceramente laspreferencia,s en economía normatíva. (No hay nadade subjetivo en trabajar con juicios de valor explíci-tos, y es deshonesto tratar de ocultarlos.)

3) No se dé por sentada ninguna máxima vulgarsobre la naturaleza o la conducta humanas, y ú{,s!jese la psicoeconomía a los psicólogos y antropólo-gos.

4) Continúese usando la maternática para cons-truir teorías y modelos en economía política. Peroúsese la matemática como una herramienta en lugarde usar la economía como un pretexto para hacermatemática.

5)Trátese todo sistema económico, de laf irma alconglomerado, como un sístema (dotado de com-posición, ambiente y estructura determinadas aun-que cambiantes), no como un bloque sólido o comoun conjunto de individuos'

6) No se aísle Ia economía: trátesela como unsubsistema de Ia sociedad, y por Io tanto como Ltnsistema fuertemente acoplado con la cultura y lapolítica.

7) Refuérzese los vínculos entre Ia economía y

las ciencias adyacentes, en especial la sociologra y

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la poli tología, ya que toda cigncia social estudia tansólo un aspecto de una total idad única'

8) Renuévese la f i losofía inherente a la investiga-ción económica, ya que toda ciencia, en toda etapade su desarrol lo, posee supuestos ontológicos, gno-seológicos y éticos.

Para terminar me atrevo a predecir que, si loseconomistas siguen los consejos impertinentes que

acabo de darles, lograrán subir la cal i f icación de sudiscipl ina de un mero cinco a un ocho o acaso más:lograrán convert ir la de la semiciencia que es hoy enuna ciencia cabal. Si no lo hacen se desprestigiarándel todo y el público hará caso de cualquier mila-grero que prometa cuanto los economistas han sidoincapaces de proveer: una economía vigorosa quedé pleno empleo y satisfaga las necesidades básicasde todos.

APENDICE I

EXHIBIENDO LOS REFERENTES

En la l i teratura científ ica los referentes se indicansólo en contexto: no f iguran en las fórmulas mate-máticas. Incumbe al f i lósofo reparar esta omisiónpara que se sepa de que se está hablando. Porejemplo, la producción de sistemas económicos detipo .E puede representarse por una función I ' delproducto cartesiano E x T a la semirecta real dere-cha, donde T es el conjunto de todos los instantes(que a su vez es un subconjunto de la l ínea real consu orden natural). La clase de referencia fáctica (noconceptual) de I/ es .8.

Análogamente, la función de uti l idad para unconjunto M de mercancías y un conjunto P de per-sonas en una sociedad s dada puede analizarsecomo una función u del producto cartesianoM x P x {s} a l conjunto de los números reales posi-t ivos, de modo tal que el número u(nt ,p,s) , parant e M y p e P, es la ut i l idad (valor subjet ivo) Cela mercan cía nt , para el individu o p , en la sociedads. Cámbiese la sociedad y la ut i l idad, para la mismamercancía y ' la misma persona, será dist inta. Estonunca se menciona porque nunca se exhibe expl íc i -tamente los referentes. Si definimos funciones deut i i idad para todas las rnercancías, todas las perso-nas, y el conjunto.S de todas las sociedades, resul taque dichas funciones, definidas sobre el dominioM x P x ^S, se refieren a la colecciónM U P U S.

Torrrando precauciones de este t ipo, y sirvién-dose de la semántica de la ciencia (Bunge 1974), sepuede dir imir la cuestión de la referencia precisa detodos los conceptos de la economía polít ica.

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APENDICE 2

LEYES Y REGLAS

La diferencia entre leyes y reglas puede eluci-darse con ayuda del concepto de espacio de losestados de cosas de cierto tipo. (Cp. Bunge 1977,1979b.) Considérese una colección de cosas declase K. Cada una de estas cosas está, en cadainstante, en un estado determinado. Este estadopuede representarse corno un punto en un espacio

^Sx, llamado el espacio de los estados de las cosasde clase K (p. ej. átomos de carbono, neuronas dela corteza auditiva, sistemas económicos, etc.).Este espacio tiene tantos ejes coordenados comopropiedades tengan las cosas de tipo K (o, mejordicho, cuantas propiedades de ellas conozcamos).

Una ley Lx de los miembros de K es un mapeo(apl icación) de Sx sobre sí mismo, o sea,Lx :Sr---+Sx. Si una cosa de clase K está en unestado s (perteneciente a ^Sx ) , entoncesLx(s) : le ,Sx representa el paso de dicha cosa alestado r.

Sea ahora una especie animal, por ejemplo lahumanidad, denotada por M, y l lamemos A¡7 alconjunto de todas las acciones que los individuosde M son capaces de ejecutar. (Es decir, A¡a €S elrepertorio conductual de los M.) Una regla R vKpara animales de especie M que tratan con cosas deespecie K será un mapeo de los estados de talescosas a las acciones de dichos animales, o sea,Ru x 1 Sr

-A¡r . Si s está en Sr , entonces

Rvr(s): o e Au es la acción que la regla R¡,'¡prescribe para los individuos de especie M enfren-tados con sistemas de tipo K en estado s.

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A diferencia de las leyes, las reglas son prescrip-ciones humanas. Sin embargo, a) toda regla sus-ceptible de ser puesta en vigor es compatible conlas leyes relevantes, y b) una regla obedecida daorigen a regularidades de comportamiento que separecen mucho a las leyes. Véase el texto.

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APENDICE 2

LEYES Y REGLAS

La diferencia entre leyes y reglas puede eluci-darse con ayuda del concepto de espacio de losestados de cosas de cierto tipo' (cp' Bunge 1977 '1979b.) Considérese una colección de cosas declase K. Cada una de estas cosas está, en cadainstante, en un estado determinado. Este estadopuede representarse como un punto en un espacioSx, l lamado el espacio de los estados de las cosasde clase K (p. ej. átomos de carbono, neuronas dela corteza auditiva, sistemas económicos, etc.).Este espacio tiene tantos ejes coordenados comopropiedades tengan las cosas de tipo K (o, mejordicho, cuantas propiedades de ellas conozcamos).

Una ley L¡a de los miembros de K es un mapeo(apl icación) de Sx sobre sí mismo, o sea,Lx: Sx---+Sx. Si una cosa de clase K está en unestado s (perteneciente a Sr ) , entoncesLx(s) : /€^Sr representa el paso de dicha cosa alestado r.

Sea ahora una especie animal, por ejemplo lahumanidad, denotada por M, y l lamemos A¡a alconjunto de todas las acciones que los individuosde M son capaces de ejecutar. (Es decir, A¡a ES Elrepertorio conductual de los M.) Una regla Rv6pala animales de especie M que tratan con cosas deespecie K será un mapeo de los estados de talescosas a las acciones de dichos animales, o sea,Ru x : Sx

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R¡rr(s) : a É.Au es la acción que la regla R¡arprescribe para los individuos de especie M enfren-tados con sistemas de tipo K en estado s.

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A diferencia de las leyes, las reglas son prescrip-ciones humanas. Sin embargo, a) toda regla sus-ceptible de ser puesta en vigor es compatible conlas leyes relevantes, y b) una regla obedecida daorigen a regularidades de comportamiento que separecen mucho a las leyes. Véase el texto.

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APENDICE 4

MODELO LINEAL DE PRODUCCION

Tomaremos como ejemplo de modelo económicoel modelo l ineal (o de Leont ief) de producción. (Cp.Gale 1960).

[Jn modelo l ineal de producción es una cuaternaL, : (W, P, M , A), donde lV es la colección de

des del producto de la industr ia i absorbidas por laindustr ia j por unidad de su respect ivo producto.)

Un modelo i ineal s imple de producción es uno enque se supone que hay una correspondencia biuní-voca entre el conjunto P de actividades y el con-junto M de mercancías, o sea, nt : n. En este casol lámese p; a la intensidad de la act iv idad P;, y nr ia l núrnero de unidades de la mercancía M¡ produ-cida por dicha act iv idad. Más aun, reúnase lós dosconjuntos de números en n-tuplas (o vectores):

P : (Pr, Pr, . . . , Pi y nt - (nt1, r t tz, nt" .Entonces la producción neta de la f i rma, o sea,

su. producción menos su consumo, está represen-tada por ia di ferenciap - Ap, que a su vez és iguala n| :

p-pA: f f i ,óp(f -A): mdonde 1 es la matriz identidad de n filas y n colum-

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nas. Esta es la premisa básica del modelo. Es típi-camente fenoménica o de caja negra, porque no afir-ma nada acerca del proceso o mecanismo de pro-ducción, excepto que se resume en la matriz A deinsumo-producto. Y no presupone otra ley que <Na-da de la nada>.

Comúnmente los datos son la matriz de produc-ción A y la demanda (u objet ivo) nt . El problema escalcular el vector act iv idad p, o sea, determinar elnivel adecuado de cada act iv idad o industr ia. Ma-temát icamente este problema consiste en invert i r lamatr iz I - A para obtener p: m ( l - A)- , . Lastareas de juntar la información resumida en A, y deinvert i r I - A, consumen tanto t iempo, que al mo-delador no le queda energía para teorizar más pro-fundamente.

El modelo anter ior es estát ico. Se lo puede dina-mizar, o mejor dicho cinetizar, añadiendo la tasa dedepleción de las existencias, ó - p B, donde el ele-mento b¡, de la matr iz B : (b¡ ; ) es el inventar io delos productos de la industr ia i requer ida por elsector j por unidad de su respect ivo producto. Osea, el modelo insumo-producto (o estructural) dela producción se resume en la ecuación:

p(t) (I - Al - i ( t) B : m(t).Adviértase lo s iguiente sobre estos dos modelos

de producción. En pr imer lugar, ambos son mode-los l ibres, porque no se fundan sobre ninguna teoríageneral . En segundo lugar, son puramente descr ip-t ivos o fenoménicos: resumen mi les de unidades deinformación referente al estado del sistema econó-mico sin expl icar cómo funciona. Tercero, estosmodelos no cont ienen elementos ideológicos; poreste mot ivo, se los ut i l iza tanto en países capi ta l is-tas como en países social istas. Cuarto, pese a sucarácter descript ivo, un modelo de este t ipo notiene por qué venir siempre ex post facto: tambiénpuede uti l izarse, y de hecho se uti l iza, para planearact iv idades económicas. En efecto. a l construir

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semejante modelo y despejar p, e l p lani f icador en-cuentra el vector act iv idad p, o sea, determina elnivel deseable de cada actividad necesario y sufi-ciente para alcanzar la f inal idad zr ( la demanda).Sin embargo, a menos que se ponga su sombrero desociólogo y poli tólogo, no podrá aconsejar adecua-damente respecto de la mejor manera de alcanzar elvalor deseado. Véase el capítulo 5.

APENDICE 5

CONCEPTOS DE DESARROLLO

El problema del desarrollo nacional ha sido enfo-cado tradicionalmente desde un sólo punto de vista,habitualmente el económico. Los polít icos de dere-cha han adoptado este punto de vista por favorecerintereses económicos poderosos, y los de izquierdapor creer en el determinismo económico. En cual-quiera de los dos casos han dejado de lado losaspectos biológicos, culturales y polít icos.

Semejante punto de vista es unilateral y por lotanto erróneo. La sociedad está compuesta por se-res vivos con necesidades biológicas, culturales ypolít icas1' y la economía es un sistema abierto nosólo a la naturaleza sino también a la cultura y lapolít ica. Al ser erróneo el economicismo, sea dederecha o de izquierda, está destinado a fracasar enla práctica. En un caso porque favorece el desarro-l lo de una pequeña minoría de la sociedad, con locual l imita el propio desarrol lo de la econornía. Enel otro caso porque no logra conquistar la adhesióndei público, condición necesaria para el éxito decualqurier plan ambicioso.

Según la concepción sistémica de la sociedad,expuesta en otro lugar (Bunge 1979b), toda socie-dad puede anal izarse en cuatro subsistemas..Estosson el subsistema biológico (mantenido por relacio-nes de parentesco y por organizaciones de saludpública), el económico (mantenido por relacionesde producción, intercambio y consumo), el cultural(mantenido por relaciones de información), y el po-Iítico (mantenido por relaciones de poder y de par-

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Por últ imo, también se sigue que todo plan dedesarrol lo auténtico deberá ser integral, no parcial.Y, para que lo sea, deberá ser concebido por equi-pos mult id iscipl inar ios antes que por economistas(o higienistas o polít icos o educadores). Igual-mente, toda evaluación de la ejecución de seme-jante plan deberá hacerse teniendo en cuenta indi-cadores de los t ipos mencionados hace un mo-mento.

En suma, los economistas del desarrol lo ignorana su r iesgo, y sobre todo a r iesgo de sus pueblos,los aspectos no económicos del desarrol lo, asícomo la v is ión f i losóf ica s istémica que indica suexistencia. Cometen así lo que Prebisch (1981a p.3l) ha cali f icado de <trágico desatino>>. En cambio,la CEPAL ha adoptado un modelo multidimensio-nal del desarrollo (Solari et al. 1976).

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t icipación en éste). Por consiguiente, tanto el desa-rrollo como el subdesarrollo de una comunidad,región o nación, pueden ser biológico, económico,político, o cultural.

Puesto que los cuatro subsistemas son parte deuna misma sociedad, están fuertemente ligados en-tre sí y, por estarlo, ninguno de el los puede estu-diarse adecuadamente con independencia del otro.Y, por estar ligados, el avance de uno cualquiera deellos causa o requiere el adelanto de los demás. Porejemplo, la industrialización moderna no se lograsin niVeles banitarios y culturales adecuados queeviten el ausentismo y permitan el manejo de ma-quinarias complicadas. I'ampoco se logra sin unaorganización polít ica ( incluyendo el régimen jurí-dico) adecuada y estable.

Hay, ciertamente, algún juego, pero no es grandeni permanente. Por ejemplo, puede darse una socie-dad económicamente primitiva pero políticamenteavanzada debido a una activa part icipación popularen el manejo de la cosa pública. También puededarse una sociedad económicamente avanzada conuna polít ica atrasada (p. ej. autoritaria), pero nocon una cultura igualmente primit iva, ya que laeconomía moderna requiere técnicos a diversos ni-veles, lo que a su vez supone tecnología, ciencia yeducación.

Puesto que el desarrol lo y el subdesarrol lo t ienendiversos aspectos, es preciso dist inguir los y rela-cionarlos entre sí en lugar de confundir los o desostener dogmáticamente que alguno de el los (p. ej.el económico) es el dominante, al cual están subor-dinados los demás. En part icular, es menester dis-t inguir los siguientes aspectos del subdesarrol lo:

a) biólogico: al imentación, alojamiento, higiene ocuidado de la salud deficientes;

b) económico: agricultura, industria o comercia-lización anacrónicas o mal organizadas;

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c) polítíco.' concentración del poder político enpocas cabezas;

d) cultural: analfabetismo, falta de acceso popu-lar a la cultura superior, predominio de la pseudo-cultura comercial (por ejemplo novelas de CorínTellado y música rock), o atraso de las ciencias.técnicas, humanidades, o artes.

Dado que tanto el desarrollo como el subdesarro-llo son multidimensionales, no es legítimo igualar-los con algunos de sus aspectos. Ei desarróilo (osubdesarrollo) auténtico es integral, no sólo porquese da en los cuatro aspectos sino también porqueéstos están interrelacionados. (V. Bunge 1980.)

Obsérvese que esta visión sistémica o integral deldesarrollo se alcanza, no desde una ciencia socialparticular, sino desde la filosofia. Y nótese quetiene diversas consecuencias teóricas y prácticás.Mencionaré sólo tres de ellas.

Una primera consecuencia es que todo modelodel desarrollo (o subdesarrollo o estancamiento) deuna sociedad debiera contener variables biológicas(por ejemplo longevidad y tasas de natalidad y mor-talidad), económicas (por ejemplo, PIB y tasa deinversión productiva), políticas (por ejemplo, gradode participación popular en la gerencia de empresasy en asuntos del Estado), y culturales (por ejemplo,porcentaje de la población que accede a la univer-'s idad).

Una segunda consecuencia del modelo sistémicode la sociedad y del desarrol lo es que no existe unúnico indicador de desarrol lo, ni siquiera una bate-ría de indicadores del mismo t ipo, por ejemplo eco-nómicos. Un indicador f idedigno de desarrol lo nopuede ser un número único (tal como el PIB) sinoun vector con componentes biológicas, económi-cas, políticas y culturales de diversos tipos: domi-nantes o débiles, relativos o absolutos. aislados osistémicos, descript ivos o normativos. (V. Bunge1981.)

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