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SOS MUJER boletín informativo nº ii enero-junio 2011 Documental, la vida de Janaki Devi Entrevista al Dr. Pande Exposición: Las viudas blancas

Boletin Informativo de SOSMUJER

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Boletin de enero

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Page 1: Boletin Informativo de SOSMUJER

SOSMUJERboletín informativo nº iienero-junio 2011

ATENCIÓN PRIMARIA

Documental, la vida de Janaki Devi

Entrevista al Dr. Pande

Exposición:Las viudas blancas

Page 2: Boletin Informativo de SOSMUJER

sumario

Presidenta

Diana Ros

tesorero

Julio Ros Ramossecretaria

Cándida Cano Yáñezredacción

Diana RosCarolina Sánchezdiseño y Maquetación

Ana Vegacontacto

C/ Dolores Ibarruri, 16 4º A28944 MadridTlf.: 91 641 63 05Tlf.: 93 804 34 [email protected]://www.sosmujer.org/

Las opiniones expresadas por los colaboradores de este número no necesariamente son compartidas por SOS Mujer.

SOS Mujer es una organización sin ánimo de lucro inscrita en el Registro Nacional de Asociacio-nes (Grupo: 1/Sección: 1/Número Nacional: 592650) desde el 13 de mayo de 2009, que lucha por los derechos legítimos de las viudas indias. SOS Mujer, con el siguien-te número de identificación fiscal: G85613339, tiene su sede en Ma-drid. El artículo 1.1 de su Estatuto establece que SOS Mujer tiene por objetivo “promover y dar apoyo a acciones de generación de ac-tividades económicas sostenibles, de acuerdo con las estrategias de desarrollo locales combinadas con actuaciones en materia de necesi-dades sociales básicas y fortaleci-miento institucional”.

© Texto y fotografías: SOS Mujer

COLABORADORES

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“Entro en sus chabolas, me invitan a sentarme en sus camastros y me enseñan las pocas pertenencias que

tienen en este nuevo presente, en esta nueva vida, y me doy cuenta de que no conservan nada del pasado, no se trajeron nada con ellas. Empezaron su camino completamente desnudas, sin nadie, sin nada, sólo se tenían a

ellas mismas”.

LA CitADiana Ros/Presidenta de SOS Mujer

SEgUnDO BOLEtín DE SOS MUJER

4 Auxilios indispensables

Pensiones y atención primaria: proyectos en marcha de SOS Mujer.

introducción

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© D

iana

Ros

6 Un viaje de ida y de vuelta a ir

Crónica del rodaje del documental que SOS Mujer grabó el pasadooctubre.

8 Dolor y derrota, retratos de vidas truncadas

Las viudas blancas, exposiciónfotográfica de Noelia Oliver.

11 Tus experiencias en Vrindavan

Rosa Muñoz y Suri nos cuentan su viaje a la ciudad de las viudas.

13 Relato, Creencias

Cuento inspirado en la vida de una viuda india.

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Comprobamos este otoño que el equipo de asesores legales que tra-baja en solicitar las ayudas del Es-tado para las viudas, continúa con esta importante labor con resulta-dos siempre positivos. El empeño puesto por Komala Ghosh, precur-sora en la atención a las viudas [ver boletín nº I], obtiene sus frutos día a día. El bufete de abogados de Mukal Pande presta servicio jurídico

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proyectos

a las viudas para tramitar sus pen-siones, una labor ardua tratándose de un país como India, donde la burocracia y la corrupción políticas complican cualquier iniciativa y ra-lentizan el resultado final. Además, las viudas no poseen documenta-ción y en la mayoría de los casos no acuden voluntariamente a este ser-vicio, sino que son los integrantes de SOS Mujer los que se acercan a

ellas y, con mucha paciencia, van ganándose su confianza para que, finalmente, opten por reclamar lo que les pertenece por derecho.

Para colmo de males, el gobier-no local de Vrindavan pretende destruir uno de los barrios donde residen numerosas viudas, hacina-das en pequeñas chabolas, y elimi-nar un ashram, por pura especula-

Auxilios indispensablesAunque nuestro ímpetu se ve frenado por la burocracia y la corrupción propias de un país donde la pobreza se palpa como es India, poco a poco vamos viendo que nuestros proyectos van saliendo adelante, si bien no con toda la rapidez que nos gustaría. Además de la tramitación de pensio-nes para las viudas y la defensa jurídica de las mismas contra una iniciati-va local que, de realizarse, destruiría un ashram, SOS Mujer trabaja en el arranque de nuevos proyectos que dotarían a este colectivo marginado de cierta autonomía económica.

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proyectos

ción urbanística. Nuestro abogado, Mukal Pande, y su equipo, destina también sus esfuerzos en evitar que el derribo llegue a cumplirse, ya que de llevarse a cabo setenta viudas quedarían sin techo.

Visita de Fundación KasilSOS Mujer está en permanente con-tacto con otras organizaciones soli-darias para colaborar en un mismo objetivo: que las viudas tengan una vida digna. La Fundación Kasil, de Segovia, es una de estas organiza-ciones y sus miembros se han impli-cado en nuestra iniciativa. A través del Colegio de Médicos de Segovia, la Fundación Kasil ha obtenido una subvención con la que se financia, en parte, la labor del equipo jurídi-co. También ha mostrado su interés en participar en un próximo proyec-to de atención sanitaria a las viudas. Por todo ello, en octubre nos visi-taron Mercedes, Blanca y Silvia Gó-mez de Balugera, pertenecientes a la Fundación, y pudieron ver in situ la precariedad con la que viven las viudas y comprobar la falta de aten-ción que padecen.

Atención sanitariaLas viudas sufren la más mínima enfermedad (y las más penosas y graves) sin acudir al médico. Cual-quier simple fractura de hueso se complica, ya que no tienen me-dios para curarse. En esta ciudad sagrada hay que tener en cuenta que no se come carne en ningún sitio; así que las anemias y la falta de proteínas son muy comunes. Un traumatismo puede transfor-marse en una ma l fo rmac ión de por vida. Hay que recordar que una de las razo-nes por las que obtienen comida cada día es acudir a rezar al dios Krisna durante seis horas; si van a una consulta médica han de es-perar el mismo tiempo, o tal vez más, para que las atiendan, ya que siempre serán las últimas en reci-bir nada de nadie, al pertenecer al escalafón más bajo de las sociedad y ser despreciadas. Así que optan

© Diana Ros

Si acuden al médico pierden sus seis horas de rezos al dios Krishna, y por tanto su único sustento; así que padecen cualquier enfermedad en silencio y soledad

por no ir al servicio médico. Un pez que se muerde la cola. SOS Mujer, consciente de este problema, está tramitando el alquiler de un local que se destinará a dispensario mé-dico, de uso exclusivo para este co-lectivo discriminado. A su vez, está entre sus objetivos el inicio de un taller formativo de enfermería para que estas mujeres puedan tener su

propia atención básica. Y, de otro lado, siguiendo nuestro objetivo de conseguir que las viudas obten-gan cierta au-tonomía econó-mica, tenemos otro proyecto en ciernes que es la

puesta en marcha de un taller de manufacturación de varillas de in-cienso, que realizarían las propias viudas, para después exportarlas hacia España. SOS mujer está rea-lizando contactos con empresas distribuidoras de productos natura-les y biológicos para colaborar en esta iniciativa. n

Mercedes Gómez de Baluguera es una de las médicos de la Fundación Kasil. En esta imagen la podemos ver rodeada de algunas de las viudas que conocieron en este viaje inolvidable. Es increíble cómo, a pesar de las diferencias culturales e idiomáticas, se consigue una buena y fluida comunicación con ellas sin ninguna dificultad.

© Diana Ros

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“Me encontré con Janaki en mi primera visita a Vindravan, de ca-sualidad. La vi paseando mientras recorría Vindravan en un rickshaw y no pude evitar bajarme de él para hacerle una fotografía. Me llamó la atención su manera de andar, su belleza, su elegancia, su delicadeza en cada uno de sus movimientos. Desde el primer momento que la vi, mi cámara se quedó prendada de ella. Allí donde la enfocaba conse-

guía ver una fotografía con muchí-sima belleza. Sin embargo, a pesar de haber visitado la ciudad más ve-ces, no me la encontré hasta esta última ocasión, cuando aproveché para saber más de aquella mujer.”

Así fue como Janaki se convierte en una de las protagonistas del do-cumental que SOS Mujer ha graba-do el pasado octubre en Vrindravan y que próximamente comenzará a mostrar en todos aquéllos foros

oportunos para dar a conocer la problemática de las viudas indias.

Janaki, una joven sin esperanzasJanaki es una joven de 27 años y se quedó viuda con tan sólo 17. Al principio Janaki se mostró reacia a hablar con el equipo, ya que teme a la envidia de sus vecinos.

Viaje de ida y de vuelta a ir

El rodaje del documental se vio complicado por los monos ladrones y el barro dejado por los monzones

documental

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“Si pudieseis ver en qué condi-ciones vive Janaki Devi, os daríais cuenta de que es perfectamente comprensible su actitud cerrada hacia nosotros. Sólo se tiene a ella misma para protegerse y no puede confiar en nadie porque han debido de hacerle mucho daño”.

Cada día Janaki lava su sari y lo tiende en el ramaje próximo a su ho-gar. Sus pertenen-cias son un saco -sobre el que duer-me-, una cacerola, un plato, un vaso, un cubo, leña y ex-crementos de vaca para cocinar. A pesar de su vida hu-milde, siempre va limpia y posa con naturalidad ante la cámara, y hasta con cierta coquetería.

“Como mujer no puedo de de-jar de sentirme muy feliz porque me puedo acercar a estas muje-res y porque noto esa complicidad que nos une, a pesar de proceder de mundos tan diferentes. Entro en sus chabolas, me invitan a sentar-me en sus camastros y me enseñan las pocas pertenencias que tienen de este nuevo presente, su nueva vida, y me doy cuenta de que no conservan nada del pasado, no se trajeron nada con ellas, empezaron su camino completamente desnu-das, sin nadie, sin nada, sólo se te-nían a ellas mismas.”

actividades

En su última visita a Vrindavan, un equipo de SOS Mujer ha grabado las imágenes que conformarán un documental sobre la vida de las viudas. Una de sus protagonistas es una joven viuda llamada Janaki Devi. Diana Ros, presidenta de SOS, describe en el siguiente artículo cómo conoció a Janski, cuál fue su primera impresión y algunas de las vicisitudes que tuvo que superar el equipo durante el rodaje.

Janaki llegó a Vrindavan huyen-do de un pasado del que se niega a hablar, pero tampoco se permi-te hablar de su futuro y cuando le preguntan por sus ilusiones o sus sueños, la sola idea le es extra-ña, ya que vive para el presente. Como el resto de mujeres de este colectivo, y como muchos indios en

general, Janaki se preocupa por sobrevivir, día a día.

Aunque al principio le cos-tó confiar en este grupo de o c c i d e n t a l e s

que querían tomar imágenes de ella, sin embargo, con el paso de los días, Janaki se fue mostrando cada vez más colaboradora y per-mitió que le grabaran en sus acti-vidades diarias. “Me gustaría que la vierais bajar las escalinatas del templo para dejar una ofrenda en el río sagrado Yamuna. Creo que es una de las imágenes mas bellas que se hayan grabado en mi retina”.

El rodaje y complicaciones menoresUno de los handicaps con los que se enfrentaron durante el rodaje del documental fueron los monos. Estos inteligentes animales que campan a sus anchas por la ciudad, “esperaban el mas mínimo despis-

te para arrancarte las gafas de sol, la cámara o incluso las chanclas, que tenías que quitarte para entrar en los templos”.

Por otra parte, si bien allá don-de se mire la luz del sol y los co-lores del campo, de las ropas de sus gentes y de sus caras marca-das con pinturas sacras conforman imágenes llenas de luz y de vida, el barro que acababan de dejar los monzones y que cubría calles y caminos convertía los traslados en verdaderas odiseas. “Las ca-lles estaban completamente inun-dadas de agua o de barro, por lo que se hacía prácticamente impo-sible llegar a aquéllos puntos a los que necesitábamos dirigirnos por cualquier medio de transporte. Ni pagando nos querían llevar, por lo que teníamos que hacer largos tra-yectos a pie entre barrizales, com-partiendo el camino con jabalíes cabras y vacas”.

A pesar de todos los inconve-nientes con los que se encontraron a la hora grabar, Diana reconoce que “hacer este trabajo, grabar este documental, ha sido una ex-periencia inolvidable”.

Con este documental, SOS Mu-jer quiere dar a conocer la situa-ción de las viudas de Vrindavan y concienciar a la sociedad occiden-tal mostrando las calamidades a las que se tienen que enfrentar estas mujeres ellas solas. n

© Diana Ros

© Diana Ros

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Dolor y derrota, retratos de vidas truncadas

Noelia Oliver es una fotógrafa nacida en Barcelona hace 34 años. Ha pasado de retratar a personajes notorios, como Ainhoa Arteta, y de trabajar para revistas de moda a plasmar la dura rea-lidad de las mujeres viudas de Vrindavan, su último trabajo, que va a exponer en el Cen-tre Cívic Ateneu Fort Pienc, de Barcelona, el próximo abril.

A las puertas de uno de los ashrams se encuentra Savitri. Nos sonríe. Su cuerpo pequeño y encorvado delata un largo sufrimiento. El tiempo ha menguado sus huesos y a sus ochenta y dos años ve cada vez más cercano el día en que su espalda, totalmente curvada, le impida caminar.

La película Agua de Deepa Mehta le dio a conocer la injusticia social bajo la que viven miles de mujeres en La India. No fue hasta septiembre de 2010 que pudo realizar un viaje a este fabuloso país y conocer de pri-mera mano cómo viven las viudas in-dias. Lo que más le conmovió fueron “el conformismo, la derrota, el dolor” de esas mujeres.

No es su primer trabajo de carác-ter social, ya que en el 2009 realizó un proyecto en Nicaragua, en las isle-tas, pequeños pedazos de tierra don-de habita una comunidad indígena de unos 1.200 pax. Este pueblo vive, en su mayoría, de la pesca, en contraste “con las islas de propiedad privada y sus apabullantes casas de veraneo”. Con ese trabajo quedaba “patente que el progreso lo único que hace es destrozar un ecosistema y una forma

exposición fotográficaexposición fotográfica

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de subsistencia válida durante cientos de años”.

Las viudas blancasCon la exposición Las viudas blan-cas, Noelia pretende “llegar a la gen-te, intentar concienciar para que nos preocupemos de manera activa por problemas actuales, más cercanos o más próximos, pero, al fin y al cabo, reales”. Y añade “que es positivo pro-mover la fotografía de temas sociales. Ahora está en auge, entre los fotógra-fos, unirse a ONGs, quizás, porque el nuestro es un trabajo personal, desde el punto de vista del fotoperiodismo, donde vas dejando trocitos de ti mis-mo y tenemos el arma para plasmar y hacer llegar a la sociedad situaciones lejanas. Hay muchas ganas de com-partir y ayudar, y si lo puedes hacer desde tu profesión tiene mucha más coherencia”.

Las instantáneas que acompañan este artículo son una pequeña mues-tra del trabajo de Noelia Oliver en Vrindavan. n

Parul se siente afortunada, llegó a Vrindavan hace unos veinticinco años pero cada año hace el largo camino hasta Kolkata para ver a sus cinco hijos y a su hija.

Ella es Sipali Karmakar. Lleva en Vrindavan doce años y hace cinco que no ve a sus dos hijos.

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participación

Tus experiencias en VrindavanEn esta sección se publicarán los artículos, reportajes, crónicas y visiones que todos aquéllos y aquéllas que hayan visitado Vrindavan y hayan esta-blecido algún tipo de contacto con las viudas, sus ashrams o las organiza-ciones que trabajan por ellas, se animen a hacernos llegar.

Versos y acción desde Premià de Mar

Se llama Rosa Muñoz Fernández. Es natural del pequeño pueblo costero Premià de Mar, muy cerca de Barcelona.Implicada como está en la igualdad de oportunidades para las mujeres desde su Ayuntamiento, donde tra-baja, se ha interesado por el proyecto de SOS Mujer. Su inquietud y entusiasmo la llevó durante tres meses a recorrer India de norte a sur y en ese tiempo tuvo la oportunidad de conocer de primera mano la soledad y la tristeza de las viudas blancas de Vrindavan.

Mar de DonesDe regreso, ya en su pueblo, desde donde seguro ya no verá la vida de la misma manera, Rosa organizó un en-cuentro con sus paisanos y paisanas para dar a conocer lo que ella había vivido en India. El debate posterior fue muy fructífero, el público concurrido mostró su asombro al saber el sufrimiento que llevan a sus espaldas estas mujeres, porque, como ella bien dice, “aquí, en Occi-dente, es difícil creer que esta situación se esté dando”.

El interés suscitado por la charla de Rosa ha animado a SOS Mujer a asistir a Premià de Mar para dar a conocer en primera persona sus proyectos en Vrinda-van.

Poema a las viudasRosa afirma que vol-verá a India. Mientras, va dejando retazos de inspiración, como los versos siguientes:

Me es emocionantey a la vez difícil hablar de vosotrasy de Vrindavan, la ciudad de las viudas…Ojalá fuera vuestra, la ciudad,mujeres de Vrindavan,¿por qué venís aquí a mo-rir?

Vuestra visión… es fan-tasmalTodas vestidas con sari de algodón blancoy a la vez…¡es tan auténtica!

Vuestro ánimo aguanta sin ayuda ningunavuestras historias,quizás por fin, aireadas,son la Historia de las mu-jeres de todos los tiempos.

Esas miradas, miradas de fuegotraspasan mi alma.Los gestos, demandan… ¿qué necesitáis?de todo, no tenéis nada…¡las manos hablan!…

No entendéis por quéhay otras mujeres, que sí,

que sí hablan y no tienen miedo a nada…

Y los pies se os llagan, del continuo andarpor Vrindavan en busca de un dulce, una rupia,un lugar donde dormir…

Junto al río Yamunavais en bandadas blancas¡palomas blancas!

Y me quedo varios díaspara día y noche compartir vuestra alma¿Es pecado ser viuda?

Os pregunto:Nos matan el almaYa no somos nada

Y me siento en el templo a canturrear con vosotras,nos sentimos vigiladas…Y seguimos cantando a Krishna,otra vez, sin desfallecer,alguna se queda dormida,pero no queréis reencar-naros otra vezy seguís rezando, rezando y adorando.

Rosa Muñoz

Un grito callado en la ciudad de las viudas

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Nacieron el mismo año, el mismo día y con cinco minutos de diferencia horaria. Ana en el continente ameri-cano y Aduri en el continente asiático, en India.

La primera posee una piel blanca, casi transparente, delicada, que se irrita con el sol y con el viento, sus ojos son de un azul cristalino, es des-cendiente de alemanes. Sus abuelos huyeron de Alemania en el año 1942, pero conservan sus costumbres y practican ortodoxamente la religión católica.

La piel de Aduri es trigueña, sus ojos de un negro azabache poseen un brillo que puede iluminar la noche más cerrada. Ambas son delgadas como si la genética fuera la misma, pero lo cierto es que la causa de su delgadez no tiene que ver con la ge-nética.

Sus Dioses decidieron el encuen-tro en un lugar en el mundo llamado Vindravan.

Para la familia de Ana el domin-go era un día especial, se acicalaban para asistir a misa y luego se reunían a comer un goulash preparado por su abuela.

Cuando tenía trece años, creyó sentir una voz interior que le pedía que se entregara a su servicio, tuvo miedo, no, miedo no, pánico. Su cuer-po recién había empezado a transfor-marse y sus compañeros de colegio no le eran indiferentes, pero no tardó en dar la noticia a sus padres. Ellos reaccionaron de una manera un tanto inesperada, corrieron al convento que se encontraba a veinte cuadras de la casa y conversaron con la hermana superior. En ese momento se selló su destino. Cuando tuviera dieciocho años entraría al convento para luego, pasados unos años, hacer los votos. Era lo que quería, ¿o lo debía aceptar con resignación? No sabía, y decidió aceptar, era muy joven para oponerse a cualquier decisión de su familia y ellos estaban encantados con la idea

Mi viaje a India

participación

Desde el punto de vista de una chi-ca de 23 años, nacida en Madrid, con una familia, un techo y un plato en la mesa todos los días, que gasta más de lo que debería y necesita, que ve las tristes noticias todos los días comien-do en caliente y rodeada de amor, creo que es muy importante la educa-ción que recibamos en nuestro entor-no. Soy consciente de los grandes y cuestionables problemas del mundo, que parecen no tener ni encontrar so-lución nunca, pero que dejan huella a quienes ven claro el mensaje: ¡No es menos para ti, sino más para todos!

La “Tierra de los hindúes”Cuatro de las religiones más impor-tantes del mundo, el Hinduismo, el Budismo, el Jainismo, y el Sijismo se originaron aquí, en India. Gradual-mente anexada por la Compañía Bri-tánica de las Indias Orientales desde principios del siglo XVIII y colonizada por el Reino Unido desde mediados del siglo XIX, India se convirtió en una nación independiente en 1947, tras una lucha por la autonomía que

estuvo marcada por un movimiento de no violencia.

Aunque las reformas económi-cas de 1991 la han transformado en una de las economías de más rápido crecimiento, siguen predominando problemas como los altos niveles de pobreza, el analfabetismo, las pande-mias y la malnutrición.

Bharat, también conocido como nombre oficial del estado “Tierra de los hindúes”, me resulta un lugar sin sentido; lleno de contrastes.No sabría describir lo que una siente o percibe en este lugar, también llama-do paraíso del culto, lleno de costum-bres alarmantes, llamativas, tradicio-nales y, finalmente, duras.

Estoy atónita con IndiaUn viaje a un sitio donde los monos, las serpientes, los elefantes, los ca-mellos, los gatos, los buitres, los bueyes... y ¡los perros! son conside-rados un alma sucia reencarnada en animal. Por tanto, son despreciados por todo el mundo, y abandonados.Casi igual pasa con las personas,

familias enteras dentro de un cír-culo cerrado y sin salida, que, por supuesto, no manejan sus propias vidas.

Una vida, que injustamente, vie-ne determinada por el simple hecho de nacer aquí o allí, en una familia u otra, y que se ahoga en la tristeza, la soledad, la pobreza y la sumisión del alma.

Los intocables, la casta más baja de la escala social, están situados socialmente por debajo de las va-cas -animales sagrados-, a la hora de alimentarse. Sobra afirmar que, claro está, los intocables comen de lo que tira el resto.

Después del viaje te queda una rara sensación de impotencia; la sensación de que es necesario una clara y alta voz pública que exija por ellos justicia, concepto casi desco-nocido por quienes carecen de ella. Este es un trabajo muy difícil, pero de todos.

Suri

Silvia Gómez de Balugera, Silvia Zamacona, Blanca Gómez de Balugera, Suria Gómez, Enrique Toro y Mercedes Gómez de Balugera en su viaje a Vrindavan.

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relato

Creenciaspor Mercedes García Urcola

Mercedes García Urcola es abogada y tiene un máster en Derechos Humanos por la Universidad Nacional de la Plata (Argentina). Conoció a SOS Mujer mientras estudiaba la situación de las mujeres en India y China. Próximamente publicará un libro de cuentos. Desde aquí agradecemos su colaboración al enviarnos este relato.

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de tener una hija esposa del Señor. Sí, esposa de alguien que ellos nunca habían visto y ella tampoco, pero re-sultaba conveniente para la vida eter-na de la que hablaba el sacerdote.

Aduri tenía sólo nueve años cuan-do sus padres concertaron su matri-monio. Ella nunca había visto al que sería su esposo y lo vería por prime-ra vez cuando su cuerpo de niña se metamorfoseara en el cuerpo de una mujer. Ocurrió cuando cumplió cator-ce años.

Su familia pago la dote, la cere-monia de matrimonio fue todo lujo, pero a partir de ese momento ella sólo podría volver a la casa de sus pa-dres cuando quedara embarazada. Su suegra era una mujer estricta, ape-gada en exceso a los rituales del Hin-duismo y no demostraba sentimiento alguno. La vida de Aduri en la casa de su marido era doméstica, sombría y solitaria.

A los dieciséis años fue madre de una niña que nació sin problemas, su vida se iluminó. Solía quedarse lar-gas horas cantándole y hablándole, fue para ella el despertar de un gran amor, pero la decepción de la familia política fue evidente; ellos pretendían un descendiente varón que continua-ra con las tradiciones, apenas mira-ban a la niña y se quejaban porque iban a tener que ahorrar dinero para su dote.

Aduri sabía que sólo si tenía un niño podría ocupar un lugar en la casa, mientras tanto continuaría bajo las órdenes de su suegra.

Sólo habían transcurrido dos años y estando nuevamente embarazada ocurrió lo inesperado, su marido mu-rió a causa de una neumonía, su des-tino era el sati -ritual hindú que indica que la mujer debe tirarse a la pira fu-neraria y partir con su marido-, pero

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Aduri sentía la vida dentro de ella y se negó.

A partir de ese momento fue des-preciada por no haber muerto, sólo se le autorizó a comer verduras, se le exigían ayunos periódicos, nunca más se le permitió sonreír, tenía vedado concurrir a fiestas, no debía mirar a ningún hombre, y sólo podía vestir un sari blanco; debió raparse la cabeza y llevar en su frente ceniA partir de ese momento fue despreciada por no haber muerto, sólo se le autorizó a comer verduras, se le exigían ayunos periódicos, nunca más se le permitió sonreír, tenía vedado concurrir a fies-tas, no debía mirar a ningún hombre, y sólo podía vestir un sari blanco; debió raparse la ca-beza y llevar en su frente cenizas. Pese a todo, ella en su cuarto disfrutaba la crianza de su hija y su nuevo embarazo.

Cuando Ana cumplió dieciocho años, fue acompañada al convento por sus padres. El mismo día que lle-gó la hermana superiora dejó estable-cidas las reglas: debía rapase la cabe-za, ponerse una túnica blanca -pues ese era el color de las túnicas de las novicias-, debía ayunar, no podía mi-rar a los ojos a ninguna persona, sólo tenía que tener ojos para contemplar la creación de Dios y debía mantener-se al margen de cualquier situación que la alejara de la vida espiritual, las fiestas pertenecían al pasado. A sus padres, hermanos y abuelos sólo los vería en Navidad.

La familia política de Aduri resol-vió –cuando dejó de amamantar a su segundo hijo- que se haría cargo de los niños, pero ella no podría tener ningún contacto, pues no era una mu-jer digna, había pasado a pertenecer a la casta de los dalit o intocables. Sus días se fueron tornando largos y do-lorosos.

Sin recurso económico alguno de-bió aceptar todas las prohibiciones, no podía regresar a la casa de su padre, pues ya formaba parte de otra familia y los gastos que su vida demandare no iban a ser asumidos, pues habían pagado la dote.

La celda que las hermanas de la congregación habían destinado para Ana era de una escasa superficie, fría y oscura.

Su vida a los dieciocho años era como la de Aduri, no sólo en cuanto al

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aspecto físico, sino también en lo es-piritual porque era sombría, domés-tica -ya que le imponían las tareas de limpieza de los patios- y solitaria, pues sólo podía hablar con las otras novicias en el almuerzo.

La vida en el noviciado no estaba exenta de intrigas y desavenencias, pero Ana tenía la certidumbre que cuando llegara el día de realizar los votos, podría elegir entre cuidar en-fermos en el convento, o partir a otra ciudad en donde la congregación tra-bajara en la misma tarea. Su capa-cidad de elección se iba deteriorando día a día, la abrumaba el ejercicio de la autoridad que ejercían las supe-rioras de la Orden. Pese a ello pudo

decidir estudiar medicina.

Los hijos de Aduri cursaron el ciclo secundario y fueron enviados a Europa a estudiar. Ese día ella fue expulsada de su

casa, la familia política entendía que sólo representaba un gasto.

Salió de la casa con su sari blanco y sus sandalias y comenzó a caminar rumbo a la ciudad de las viudas lla-mada Vindravan. Tardó veinte días en llegar. Había leído que allí podría, con el tiempo, alojarse en un cuarto con otras viudas y podría cantar en las ceremonias religiosas recibiendo unas rupias para poder comer.

Ana llegó a la ciudad de Vindravan el mismo año que Aduri, pues las her-manas de la congregación que vivían en India habían resuelto abrir una sala para la atención de los enfermos y necesitaban asesoramiento.

La vió llegar un gélido día, sucia, andrajosa y enferma. Su piel estaba ajada, arrugada, deshidratada, sus pies sangraban, la debilidad era ex-trema. Corrió a su encuentro, la acos-tó en la calle y fue por una camilla. En la salita había dos dormitorios para curaciones, recostó a Aduri en una cama y curó sus heridas.

A la mañana siguiente ya hidrata-da y limpia por el baño que le habían realizado, abrió sus ojos y esbozó una sonrisa tímida, sin pronunciar ningu-na palabra, unió sus manos e inclinó su cabeza.

La tristeza de su alma se espejaba en su mirada, pero se atisbaba tam-bién una confortable resignación, ha-bía logrado llegar a un lugar en el cual finalmente sería libre.

Salió a la calle, Ana la observó ca-minar lentamente en dirección a un grupo de mujeres, todas ellas viudas, que se encontraban en la escalinata de un templo. Algunas eran muy viejas, otras más jóvenes, pero todas tenían una característica común, esperaban sólo que el destino decidiera la llega-da de la muerte, de aquella muerte de la que ellas habían escapado.

Aduri volvió a la salita tres días después, le contó a Ana su vida, lloró profusamente, y finalmente dijo que hasta que juntara unas rupias dormi-ría en la calle con las recién llegadas a Vindravan. Le aclaró que no debía buscarla durante el día, pues ellas de-bían ocultarse hasta el anochecer.

Esa noche Ana no pudo más que sentir que sus destinos habían sido dispuestos por las creencias de sus padres, y también lloró por la ironía, ya que desde ese día en que creyó que Dios la convocaba a su servicio, nunca más había sentido su presencia.

Había transcurrido un largo mes para Ana, la salita no permitía des-canso alguno. La atención comenzaba a primera hora de la mañana y se su-cedía por espacio de dieciseis horas.

El invierno se presentaba con un clima inhóspito, las lluvias indómitas azotaban la ciudad.

Ana se encontraba una noche cui-dando a un anciano que padecía de una enfermedad terminal y de pronto alguien golpeó fuertemente la puerta de la salita, ella acudió rápidamente y una de las viudas que concurría asi-duamente le contó que Aduri estaba muy enferma. Ana tomó su abrigo y salió rápidamente bajo el torrencial aguacero, rumbo al templo donde dormía Aduri.

Cuando llegó, la encontró deliran-do de fiebre, exhausta y frágil, no era posible trasladarla. Decidió quedarse a su lado. Estaban solas y a oscuras, hacía mucho frío. En un momento la escalinata se iluminó, el ambiente se templó y una figura celestial se pre-sentó, Ana nunca había experimen-tado una aparición, se quedó estupe-facta, no le salían las palabras sólo lo miraba y sentía un profundo regocijo.

Él se colocó al lado de Aduri y le empezó a acariciar la cabeza, ella sor-presivamente abrió sus ojos y lo miró, luego con una dulzura indescriptible tomó su mano y le dijo: marido estoy finalmente dispuesta a acompañarte, y él, el ángel, asintió, y ella cerró sus ojos para siempre. Ana nunca pudo olvidar esa visión. n

Debió aceptar todas las pro-hibiciones. No podía regresar a la casa de su padre, pues ya formaba parte de otra familia.

relato

enero-junio 2011 - boletín informativo nº 11 sos mujer / 15

Cualquier tipo de colaboración, en forma de e-mail, de ideas, de participación, de ayuda económica, de apoyo moral, será bienvenida. Recibiremos con entusiasmo cualquier opinión y comentario que pueda contribuir al bien-estar de las viudas indias. También estamos abiertos a las visitas a Vindravan, la ciudad de las viudas, a pesar de que aún no contamos con un espacio físico de acogida, dado que todos los recursos económicos y humanos de los que disponemos se están dedicando por el momento a atender sus necesidades más básicas.

SOS Mujer quiere agradecer desde aquí a todas las personas que se interesan día a día por nuestro proyecto y a todos los colaboradores, por vuestro apoyo y vuestros mensajes de ánimo.

SOS Mujer

Tlf.: 91 641 63 05Tlf.: 93 804 34 38

[email protected]://www.sosmujer.org/

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