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-}.• VíCTOR ANDRES BELAUNDE --,LA REALIDAD NACIC)NAL EDITORIAL oLE LIVRE LIBRE» 141, Boulevard Pér e í re, 141 PARIS MCMXXXI BANCO DE LA R:::PlJGUCA IlBLIOTECA. LUIS-ANGéL ARANGO . .CAT.t\J.QG,fLCION

Belaunde - Victor - La Realidad Nacional Primera Parte Cap 1- 3

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-}.• VíCTOR ANDRES BELAUNDE

--,LAREALIDADNACIC)NAL

EDITORIAL oLE LIVRE LIBRE»141, Boulevard Pér e í r e , 141

PARISMCMXXXI

BANCO DE LA R:::PlJGUCAIlBLIOTECA. LUIS-ANGéL ARANGO. .CAT.t\J.QG,fLCION

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PARTE PRIMERA

EN TORNO AL ÚLTIMO LIBRO DE MARIÁTEGUI.

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Las bases eccQ~n1tcas

La distancia ideológica que me separa delautor-toda la que media entre el cristianismointegral y el -socialismo integral-y la evidenteinjusticia con que trata a la generación a la quepertenezco, imponen de mi parte, al estudiar susEn.ayos de interpretación de la realidad peruano,un deber de mayor imparcialidad. Deber fácilen este caso. Tengo el espíritu abierto a la admi-ración, y la despiertan sinceramente el talento yla obra de Mariátegui.

En curva ascendente ha pasado de la crónicapolítica a la crítica literaria y al ensayo sobrepolítica internacional. Después de pasear su vistapor la escena contemporánea. concentra su aten-ción. afinada y enriquecida, en la realidadperuana. Autodidacta en la plenitud de la vida,Mariátegui sigue la orientación intelectual patrió-tica de la juventud genial de Francisco CareíaCalderón. Después de De Liieri« y Hombres eiJeas de nuestro tiempo, la primera figura de la~aci6n novecentiata nos di6 El Perú Contem-poráneo, obra básica de la sociología nacional.

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Entre el libro de mocedad de Carcía Calderóny la obra de madurez de Mariátegui. hay. ade-más de la diferencia impuesta por esta circuns-tancia. el contraste entre el ambiente intelectualfinisecular y novecentista y el de Ja post-guerra.Al despuntar el siglo, no obstante la central in-fluencia de Comte y de Taine, el sociologismohistórico atravesaba una crisis de dispersiónteorética de multiplicación de hipótesis y depuntos de vista. En la post-guerra los espíritussienten la necesidad de afirmar; se ha realizadoel il faut choisir, de Maurras. Entramos en unperíodo dogmático. Si a veces la realidad peruanaen El Perú Contemporáneo se esfumaba o perdíaen la tupida malla de teorías y doctrinas, estamisma realidad sufre. en los ensayos de Mariá-tegui, las inevitables deformaciones impuestaspor el crqdo rígido del socialismo peeudocientí-fico. Pero seamos justos; dentro de ese moldeestrecho, j cuánto contenido de realidad, y vistadirectamente, encontramos! Diré algo más: eraútil aplicar a la realidad peruana el criterio delmaterialismo histórico. e intentar la interpreta-ción económica de nuestra vida.

En el materialismo histórico, más que en nin-gÚnotro sistema. se da la aplicación de la verdadde Leibnitz. Es verdadero por lo que afirma yfalso por lo que niega. La realidad económicano es la realidad total que envuelve además fac-tores vitales y espirituales. pero es la pai-re· másconsiderable y conocible. 'En ciertos países, enque las fuerzas vitales han llevado un ritmo lentoo han decaído las fuerzas espirituales, la aplica-

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ción del materialismo histórico. nos aproximaa la más exacta visión de las cosas.

En la evolución humana los hechos cumbresson obra del élan vital y del Espíritu. pero loshechos normales. la terrible gravitación coti-diana. son obra de los factores económicos.

El materialismo histórico no puede explicarni la conquista ni la independencia de América.Mariátegui esquiva inteligentemente las dificul-tades de la aplicación de ese criterio a los doshechos fundamentales de nuestra historia. Res-pecto de la conquista, que es una embriaguez deaventura. un ejemplo típico del élan vital. pareceinclinarse a aceptar la explicación estética deVasconcelos. Respecto de la independencia. afir-ma que no se habría realizado sin una generaciónheroica, tratando de conciliar «el hecho intelec-tual y sentimental ,con el hecho económico».j Hermosa inconsecuencia! La aplicación estrictadel materialismo histórico reduciría los primerosal segundo. considerándolos apenas como epiíe-nómenos. Esta inconsecuencia y la diferenciaque pretende' establecer alguna vez entre mate-rialis-mo filosófico y materialismo histórico reve-lan en Mariátegui un fino sentido para apreciarnuestra psicología radicalmente opuesta a todaconcepción burdamente materialista. Prefiero.sin embargo. la rudeza de los socialistas orto-doxos que no separan el programa alucinadorde su tosca base metafísica. Marx creó el mate-rialismo histórico por ser adherente entusiastadel materialismo filosófico. Era. como se sabe.discípulo de Fuerbach, jefe de la izquierda hege-

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liana, renovadora del materialismo en Alemania.Se piensa siempre a través de una metaHaica.

Ea mejor tenerla dara y audaz que subyacente overgonzante, como sucedía con la mayor partede los positivistas.

Exageraciones en la aplicación de la telÍamaterialista y lamentable antihiapanismo llevana Mariátegui a afirmar, sin reservas y mstices,que España no fué un país colonizador y que losespañoles se preocuparon casi únicamente de laexplotación del oro y de la plata, reviviendo elcriterio unilateral de la leyenda negra.

En la colonia hay necesidad de hacer diferen-ciaciones horizontales por lo que se refiere altiempo y verticales por lo que se refiere a lasinstituciones. El autor parece no negar 8U admi-ración.~ la conquista. Después de ella, hay qnperíodo de creación econ6mica más admirableaún. La aprehensión del continente fué obra dela audacia individual de 108 conquistadores; laformación de organismos nuevos, la creación dela vida municipal y política y de una nueva vidaeconómica. fué obra de los nuevos pobladores ydel Eetado. Y si la conquista duró apenas cin-cuenta años, no fué mayor el tiempo que de-mandó aquel milagro de construcción y de orga·nizaGión. A principios del siglo XV" Espafiahabía trasplantado a América todas 8U8 institu-ciones socialee y sus fuerzas económica•. Seestableció la ganadería. nula en m\lcbos paíeeao limitada en otros a loa ejemplarell de la RUDaautóctona. Se desarrolló la minería, que no con-trarió sino que fomentó la agricultura, como lo

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ha probado Humboldt; se introdujeron nuevoscultivos y se implantaron nuevas industrias queen un momento podían competir con las penin-sulares. La de tejidos, antes de la desgraciada.cédula de J 711, lleg6 a tal desarrollo. que nosolamente bastaba para el consumo de la pobla-ción americana, sino que buscaba salida para susproductos. Se erigieron por último magníficosedificios para la Iglesia o para los servicios delEstado. que no han sido superados desde elpunto de vista artístico. Es necesario poner delado todo el movimiento moderno de rectificaciónhistórica que culmina en la obra de Carlos Pe-reyra para negar a la España del siglo XVI sustítulos, no superados por otro pueblo. de paíscolonizador y creador. Este período brillantedura, como hemos dicho. poco tiempo. Las ener-gías vitales de España, desparramadas simultá-neamente de California al cabo de Hornos, seagotan. Inútil recurrir a otra explicación. Comoafirma muy bien Oliveira Martina, España teníaque decaer inevitablemente; su decadencia serefleja en América. Los organismos se hacenrígidos. la burocracia aumenta, la explotación seacentúa. se detiene el impulso creador; sólo man-tienen su vigor las fuerzas espirituales alejadasde los núcleos ya poblados y establecidos en lospaíses de fronteras, porque ellas actúan con ciertaindependencia del Estado enfermo. (Este hechoha sido visto claramente por Mariátegui, cuandohace el elogio de la aptitud de .creación econó-mica de los jesuítas.] La decadencia marca 8U

nivel más bajo en la época en que Juan y Ulloa

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visitaron la América. Estamos acostumbrados ajuzgar la colonia por esa época de máxima deca-dencia estereotipada en la clásica relación. Uncriterio científico impone distinguir en la colonia.desde el punto de vista económico. los períodossiguientes: construcción, paralización; decaden-cia. A loS'cuales habría que agregar el de lastentativas de reforma de la época borbónica.principalmente de Carlos III. La relativa libertadde comercio, la creación de nuevas unidadespolíticas, la orientación científica y moderna delos colegios y el fomento de las sociedade« eco-nómicas precipitaron la formación de nuevosnúcleos nacionales. Habría ganado la obra deMariátegui en claridad y en justicia si no dieraúnicamente la visión fragmentaria de la colcniadecadente de fines del siglo xvu y de principiosdel siglo XVIII.

Respecto de las bases económicas de la repú-blica da el primer lugar al comercio británico yestá en lo cierto cuando afirma que tuvo másinfluencia en la independencia que la filosofíade los enciclopedistas. Agregaremos nosotros:muchísimo menos que la voluntad heroica y laenergía creadora de nuestra propia raza en esemomento histórico. El papel de Inglaterra esmayor después de la independencia que en laindependencia. La política inglesa buscó unaconciliación entre España y América y sólo serindió, como la de los Estados Unidos, ante elhecho consumado. La independencia se realizó,como dijo Bolívar, contra la voluntad del uni-verso. Después de la independencia los países

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LA REALIDAD NACIONAL 23americanos desde el punto de vista económicogiran alrededor del comercio y del capital inglés.

La evolución económica de la república es di-vidida en sólo dos períodos: el del guano y elsalitre y el de la economía actual. Hace de ellosuna interesante y jugosa descripción. Empero.es artificial e incompleto considerar sólo dosperíodos prescindiendo de la época que precedióal guano y al salitre y no destacando como pe-ríodo aparte el que comprende, después de laguerra con Chile. el esfuerzo constructor nacio-nalista. La época actual sólo comienza en la post-guerra europea. Sería inexacto prolongar elperíodo del guano y del salitre liquidado por laguerra del Pacífico, hasta incluir la administra-ción Piérola y las inmediatamente posteriores, oconfundir la época reciente, caracterizada por lasúbita duplicación de la riqueza y las rentas na-cionales, los empréstitos y hegemonía extranjera,con el esfuerzo constructor nacionalista que seinicia el año 1895.El autor incurre en esta últimaequivocación.

La guerra de la independencia produjo unenorme desgaste económico. Las acciones mili-tares devastaron el territorio y destruyeron lariqueza. Se calcula que el Perú mantuvo un ejér-cito, contando las cifras de ambos lados. de másde 50.000 hombres. A la independencia sucedióel caos político y la absoluta desorganización.La obra de Castilla fué la de crear las bases deuna reconstrucción política y económica. Nopueden separarse estabilidad institucional, pre-supuesto, seguridad, prestigio exterior, bases del

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deearrolJo del oriente. Todo eso debe el Perú ala obra de Castilla 'ytodo eso tuvo reflejos eco-DÓm.ieoa. De mane~ que no es cierto que elgobierno de Caatüla fuera el espoaente o el re-aullado de la formaci6n .de una ciNe apitali,ta,sino a la inveraa; el orden u.ído por Caetilla hizoposible la formación o la reconstituci6n del espi.-tal nacional. Este proceso se aceleró y orient6infaUstamente por el deacubrimiento del guanoy el sietema de las concesiones fiscales. A lapequeña y empobrecida oligarquía colonial seagrega,' mezclándose con ella, una burguesíanueva que adquirió decisiva influencia política.La plutocracia del guano, que se aprovechó de laobra de consolidación política de Castilla, noaupo guardar su menaaje internacional sobre l.superioridad marítima .1Pero. La guena. delPacHico liquidó' el período del guano y del sali-tre, y esta liquidación está bien observacla: de-presi6n general de la producción y del comercio,desaparición de la moneda, ruina del crédito.Habría qne agregar: deatrocci6n de loa fundoscosteños, base de la economía peruana. La ia-convertibilidad del billete y el contrato Cracemarcan las tristes etapas de la liquidacién de laguerra. El autor concluye que «la -nación .ufriauna terrible anemia»; mas no nos dice por obrade quién aquel organismo agónico pudo reconsti-tuirse. En su afán de buscar sólo las causas obje-tivas habla de la aparici6n de l. industria

,moderna. de la función del capital extranjero ydel recientísimo acortamiento de distancias conEstados Unidos y Europa, prescindiendo de los

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factores principales: el esfuerzo individual y laobra del Estado. Las fortunas del guano y delsalitre habían desaparecido en el absentismoeuropeo, en la crisis financiera y en la destruc-ci6n por los chilenos de las maquinarias agrfco-las. Los propietarios peruanos tenían sólo loscascos de sus fundos. Poco a poco, por obra delesfuerzo paciente, la agricultura volvió a su pienormal. Hay que reconocer esto en crédito delos propietarios nacionales. Tal esfuerzo habríasido ineficaz sin la obra de estabilidad políticay de acierto administrativo que signiEic6el go-biemo de Piérola, Clamorosa es la injusticia conque le trata Mariátegui. La política económicade Piérola no pudo ser otra que la de fomentarel capital renaciente; pero ella no se puso alservicio indebido de la plutocracia. como seinsinúa. Piérola gobernó con la oligarquía inevi-table en ese momento; pero no para la oligarquía.Abolió la contribución personal que ésta habíaestablecido en administración anterior; y su polí-tica. definida en el gobierno y fuera de él, fuéla de oposición al aumento tributario, sobre todoal de los consumos. Su sistema fiscal de estrictaeconomía y de absoluta honradez hizo posiblela iniciación de un programa de obras públicassin recurrir al empréstito. La estabilidad mone-taria fué un beneficio general, sobre todo parala clase obrera. Antes el exportador vendía enoro y pagaba en plata depreciada; por obra dePiérola el salario y el sueldo se pagaron en oro.Censurar a Piérola, en un momento de recreacióndel capital, porque no siguiera la política ele

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dilettantismo socialista de hoy, me parece con-trario a todo recto criterio histórico. Piérola enla oposición se mantuvo fiel a su programa. Síhubiera vuelto al poder, a las bases de su polí-tica creadora del 95, habría" seguramente, agre-gado reformas de orden agrario e industrial. Lainiciación de algunas industrias apareció comoun resultado de la obra de Piérola , los bancosse desarrollaron a consecuencia de la estabilidadpolítica y de la estabilidad monetaria. De ma-nera que las que se consideran como causas pri-mordiales, son en realidad efectos que despuésnaturalmente adquieren el carácter de causas. Laobra de Piérola fué tan importante que duró, aunseparado del gobierno, seguida fragmentaria-mente por dos o tres de las administraciones quele sucedieron. El período que señala en el Perú _debería llamarse el de la reconstrucción nacio-nalista,

La guerra europea marca el cuarto período enla economía nacional con sus características sobreutilidades y empréstitos. El autor, que. se ex-tiende, y con acierto, al tratar del período delguano y del salitre, omite un .estudio semejantede la etapa actual que resultaría jugoso, hechopor un observador tan fino. Habría descubiertocuriosas semejanzas entre el período del guanoy el del empréstito. La duplicación violenta delcapital nacional, por obra. de la guerra europea,corresponde al don gratuito de la riqueza gua-nera. En ambos casos, no bastando al Estado lasmayores rentas, se contratan e¡npréstitos. Omite,también, Mariátegui, señalar en esta oportuni-

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LA REAlJOAD NACK>NAL 27dad (1) datos muy interesantes sobre la realidadeconómica actual y el predominio del capitalextranjero. lo que podríamos llamar la esclavitudeconómica del Perú. El partido comunista da unaimportancia muy grande a los rasgos de estaetapa que caracterizan a los países que llamasemicoloniaies, porque en ellos la revoluciónsocial es al mismo tiempo anticapitalista y anti-imperialista. A la fuerza del socialismo. se sumaasí el nacionalismo. ¿ Por qué Mariátegui, entu-siasta adherente al programa de la InternacionalComunista, omite señalar esos rasgos? Nos diceen su prólogo que no es su crítico imparcial.objetivo. y que sus juicios se nutren de sus senti-mientos y de sus pasiones. Habría que agregarque éstas explican sus silencios. No puede ne-garse que palpita entre líneas más que una bené-vola neutralidad para este último período de laevolución económica del Perú. No podemoshacerle la ofensa de atribuirlo a otra cosa que nosea a lo que los franceses llaman la politique dupire. La extremación del capitalismo y del irnpe-rialismo conducen a la revolución social, que esideal del autor.

EL PROBLEMA DEL INDIO

El mérito principal de los Ensayos de Ínierpre-tación de la realidad peruana es haber dadoel primer lugar a la sociología nacional. al pro-

(1) Lo hace después y sólo al referirse u la agriculturade la costu.

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blema del indio. y el haber afirmado que sunuevo . planteamiento supone el problema de latierra. Sorprenderá seguramente mi aserto a 108

que ignorando mia opiniones. vertidas desde baceveinte ~os en artículos', dieeureos y conferencias,tomen a lo serio la gratuita afimíaci6n de Mari'-tegui, de estar yo vinculado por educaci6n ytemperamento a la casta feudal' del Perú.

Permita el lector esta digresión de orden per-aonal, en gracia al derecho de legítima defensa.El autor, que ignora el medio y centros de miprimera formación y que no me ha tratado ínti-mamente, no tenía derecho a dogmatizar sobremi educación y temperamento. Tenía •. sí, paraconocer mis tendencias, el documento vivo demis declaraciones. Voy a referirme a ellas rá-pidamente .. Cuando el Centro Universitario inició la dis-

cusión, en 1906, del problema indígena, frenteal criterio biologista y antiindigenista, sostuvecon todo calor la siguiente tesis: «La cuesti6n

'.social del Perú es la cuestión indígena; ningÚnpueblo puede renunciar a su destino y el del Perúes resolverla, cualesquiera que sean lo. aba:.táculos y los sacrificios que haya que hacer paravencerlos. ))

Mi discurso en la apertura universitaria délaño J 4 fué un ataque a fondo a las posicionesdel feudaliamo y del gamonalismo en el Perú, alproponer la supresión de la bueprovincial deleufragio, que nos había dado feudos electorale.como lo. burgos de bolsillo de la Inglaterra ante-n- a 1832. La idea central de ese discurso era

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sustituir. mediante la implantación del escrutiniodepartamental, la influencia de 106 gamonales,por la democracia de la burgueaía y de loa obre-ros de los centros poblados.

En 1915, en mi conferencia dada en el teatroMunicipal de Arequipa, reiteré la idea de que elaspecto típico del problema social del Perú esel indígena, «que entrañaba la existencia mismade la nacionalidad». Probé, en forma parecidaa la que ha empleado Mariátegui, que ·la repú-blica había agravado el problema por la absor-ción de las comunidades y el mantenimiento delenganche, agregando un aspecto que él apenasha tratado en una nota: el del impuesto del alco-hol que yo llamé desde entonces el sustitutivodel tributo. «Vive entre nosotros--clijeen esaépoca-el régimen feudal; un feudalismo sin reli-gión, sin poesía y sin gloria.» Proponía la medidainmediata de la limitación de la producción delalcohol y la creación de una legislación tutelar.

Mia ensayos sobre «La realidad nacional», pu-blicados en el diario El Perú, en 1917, respiranuna honda preocupación indigenista. Entresaque-mos algunas citas: ((Es inaceptable y simplistala conclusión de los etnólogos que han dogma-tizado tanto sobre inferioridad radical de la razaaborigen... El criterio para apreciar el valor deuna raza ea el de su aptitud para dominar sumedio. No puede imaginarse una raza más ade-cuada a laa bases económicas del ambiente enque vive... Su psicología, tan refractaria al régi- .men individual y tan propicia y fecunda en lostrabajos colectivos... La república, viviendo a

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espaldas de la población indígena, la ha conver-tido en fauna humana.»

Para juzgar nuestra ideología política' teníauna piedra de toque: la cuestión indígena. Asícritiqué la obra civilista del 66 por la constitución«de los congresos con los elementos extraíd08 delcaciquismo o feudalismo provincialista; por lacontribución personal que no era sino la degra-dante resurrección del tributo y por el impuestoal alcohol en lugar del monopolio que limitarasu consumo». Al analizar el ideario del radica-lismo, lamenté que se limitara a la recuperaciónde los terrenos de las comunidades sin exigirademás su reforma y una legislación especial.Idéntica crítica hice de la declaración del partidodemócrata, a pesar de mi simpatía por ella.

En época en que la plutocracia costeña, pro-ductora del alcohol, era omnipotente en el Perúy no se la podía atacar impunemente como hoy,no vacilé, en ensayo especial publicado en ElComercio, en 1917, en probar con acopio de·datos estadísticos mi tesis del año 15 sobre queel impuesto al alcohol era el sucedáneo del tri-buto, proponiendo la prohibición de la interna-ción de alcohol en la sierra y su industrialización,en unos casos, o el cambio de cultivo en otros.Por último, en el trabajo a que se refiere Mariá-tegui, el cargo más grave que hice a la Univer-sidad fué el de no haber estudiado la comuni-dad, cuestión central en el problema indígena,que «simbolizaba la personalidad histórica y lapersonalidad ética del Perú».

Como ve el lector, mi posición ideológica ha

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sido perfectamente definida. Sin llegar al plan-teamiento radical e integral de la cuestión agra-ria, para la cual nos faltaban entonces y aun nosfaltan hoy serias investigaciones, ocupé dentrode la ideología demoliberal, común en esa época,un puesto de avanzado reformismo o interven-cionismo, es decir, lo contrario a toda oligarquíay feudalismo.

En la formación y expresión de mi pensa-miento no puedo atribuirme el mérito de habertenido que contrarrestar mi medio hereditario,mi educación u otras influencias posteriores. Alcontrario, todos estos factores contribuyeron a él.Arequipa, ciudad en que nací y recibí mi pri-mera educación. no es, como Trujillo o Lima,una ciudad señorial, sino tierra de medianos hi-dalgos, cristianos viejos de exiguo solar y escasahacienda, pequeños propietarios en la campiñao en los valles, obligados a trabajar sus propiosfundos o dedicados al comercio o al trasporte:industrias de clase media. Hice mi instrucciónprimaria y media en el seminario que fundó elcelo apostólico del padre Duhamel. En sus clasesreinaba un ambiente de cristiana democracia. Enlos clautros universitarios los maestros que másinfluyeron en mí fueron: VilIarán, un realista, yMaúrtua, además mi jefe en las cuestiones délímites, a quien Mariátegui con justicia reconoceun criterio reformista. Me liberté bien pronto delpositivismo y del biologismo imperantes. Miprofunda herencia cristiana me hizo ver enNietzsche el teórico del aristocratismo vital, tanleído en ese tiempo, un formidable poeta y un

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creador de paradojas. pero DO un director espi-ritual. La reacci6n idealista de BoutroWl:y deBergson, por mi encuentro con Paacal. me orient6hacia el espiritualismo ético y no al vitaliamoestético. en que se quedaron otres. En mi átedta _ge filosofía expliqué •• obre loe textos, a Pucal.Spinoza y a Kant. tratando de .conciliar el pri-mero y el último en 'un cristianismo indepen-diente. que es la base metañeica del reformismoliberal. Para los problemas nacionales. ansiosode un criterio realista y no encontrándolo en elradicalismo ret6rico y jacobino. ni en el positi-vismo universitario. ci~ntificista y libresco. bus-qué la inspiración de los grandes maestros: Bolí-var. Sarmiento. Alberdi. Los Discurso« y las Car-tas, el Facundo y úu Bases fueron mis librospreferidos. Convencido de que los pueblos eu-ropeos de complicada eltructura capitalista e in-dustrial no guardaban analogía con el nuestro. yque sí la tenía España, me sustenté -largamentecon el olvidado Macías Picavea y el formidableCosta. El problema nacional, Oligarquía y caci-quismo, Polltic~ hidrátrlica, Europeización deElIpaña fueron leídos ávidamente por mí. Res-pecto de política europea, me seducía el audazreformiemo de Lloyd George. IBuenos maestrosde feudalismo Costa y Lloyd George I Me sepa-raron siempre del socialismo ortodoxo, no obs-tante el bello ideal de la supresi6n del salariado.su metafísica materialista y anticristiana, tU 80-

ciología antirrealieta, fundada en el milagro delu trasformaciones súbitas, y su psicología hecha

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LA REALIDAD NACIONAL 33de complejos de envidia y de odio, forjadora derebeldes candidatos a dominadores.

Todos hemos evolucionado en la época pre-sente, decisiva y dramática. Los jacobinos, porlógica en la utopía, se han hecho socialistas.Larga residencia en países protestantes me llevódel cristianismo independiente al catolicismo y,de un modo paralelo y lógico, de la democracialiberal a la democracia gremial, funcional o cor-porativa. Creo tener hoy una visión más humanay más simpática del problema social que la demi antiguo reformismo. Se dirá que es. esmedioevalismo y colonialismo. Es fácil jugar conlos vocablos; pero hacerlo sería faltar a todoprincipio de honradez mental. El medioevo es elfeudo; pero lo 80n también la corporación y elgremio; la colonia es el encomendero; pero estambién la obra misionaria. La corporación, launión de los hombres de una misma actividadeconómica es, después de la familia, la más na.tural de las asociaciones humanas; indestructiblecomo ella. No hay que basar la sociedad políticani en el individuo ni en la masa, extremos quese tocan (Rousseau y Marx se entienden), sinoen la familia y en el gremio. Sin los gremios nohabría habido control para el feudalismo. Lautopía de Rousseau nos dió, bajo el estado libe.ral, el dominio de una casta industrial. Las cor-poraciones reviven en las irade-unions y en mu-chos sindicatos del siglo XIX que han sido la granjuerza controladora. La ilusión de Marx nos dará,en realidad, el dominio de una casta de dema-gogos. Para prevenirla o para libertarse de esta

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vfcrOR ANDRb BELAUNDE

dominaci6n no hay otro remedio que el corpo-ratierno. Lo que quedará de la revoluci6n rusano será la dictadura del proletariado con -sufachada de soviets, como la plutocracia tuvo lafachada del parlamentarismo, sino la pequeñapropiedad y las cooperativas que nunca estuvie-ron en el programa del marxismo ortodoxo, asícomo lo que quedará del fascismo no será elideal nacionalista y la estatolatría, sino la orga-nizaci6n sindical que se hará más flexible y máslibre.

Necesaria era esta apología que ha resultadotamItén una con/essio lidei. Es tiempo de cerrarlay de volver con serenidad filos6fica a la lnier-pretaci6n de la realidad peruana.

El capítulo sobre el «Nuevo planteamiento delproblema del indio» contiene 'une euetanciosarevista de los distintos criterios anteriores al eco-n6mico _respecto del problema indígena. Sonfundadas sus conclusiones sobre la ineficacia deuna política simplemente gubernativa, la inferio-ridad de la república respecto de la colonia eneste respecto, lo arbitrario de los cargos de losbiólogos y lo ingenuo de las esperanzas de uncruce migratorio. No da valor a la prédica huma-nitaria y se lo niega, absolutamente, en el mo-mento actual, al criterio religioso reconociendoque él se situó hace siglos, con mayor energía,o por lo menos con mayor autoridad. Es evidenteque el humanitarismo sin una base religiosa creauna ética sentimental y verbalista; generosa perodeficiente. Por desgracia la ética moderna, fuera'del catolicismo, es s610 eso. No comprendemos

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cómo el autor, reconociendo más posibilidadesde éxito en la prédica religiosa, descarta dogmá-ticamente su actualidad considerando la «solu-ción eclesiástica como la más rezagada y anti-histórica de todas». Sus dos argumentos: lamenor capacidad espiritual e intelectual de laIglesia hoy, y el papel atribuído a los misionerospor un distinguido escritor cat6lico de mediado-res entre el indio y el gamonal, no son convin-cernes. El primero está desmentido por el vigordel renacimiento católico moderno, institucionale intelectual, y por la política nacionalista res-pecto de las razas inferiores que sigue, hoy másque nunca, la Iglesia romana. El segundo no estampoco pertinente. En el momento actual deincoherencia y de falta de una legislación indí-gena tal vez los misioneros no podrán hacer otropapel que el de mediadores; pero la verdaderasolución religiosa supondría una legislación ins-pirada en ella, nuevas estructuras eclesiásticas,reemplazo de los curatos por los conventos, con-vertidos en parroquias y escuelas misionarias; ensíntesis, la constitución de una autoridad en lasmisiones, no de simple mediación. sino de francadefensa y protección de los intereses indígenas.

Exagera su desdén el autor por la soluciónpedagógica del problema. En la pedagogía hayincuestionablemente una cuestión de ambiente,pero hay también una cuestión técnica. Ambasvan indisolublemente unidas. El error de lospedagogistas ha sido confiar en la técnica sincrear un ambiente de justicia social para el indio.Sin desconocer en el problema indígena el

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vfCTOR ANDRts IEL.wNDE

aspecto técnico o pedag6gico creo que las fasesprincipales de él son la religiosa y la econ6mica.Ambas eran contempladas en el programa deuna legislacién tutelar indígena que pedía yo en1915. Había que adaptar a las necesidades y téc~nica modetna lo que había de mejor en la legis-

.Iación española «que contemplé con mayorrealismo la situación indígena».

Mariátegui está en lo cierto al afirmar que elfraccionamiento de los latifundios para crear lapequeña propiedad no es una soluci6n bolchevi-que o revolucionaria. La solucién de la pequeñapropiedad no puede aplicarse exclusivamente.En esto el realismo es esencialmente relativista.Para el mestizo o el indio trasformado en elambiente de los grandes centros mineros o ágñ-éOIas y que ha adquiric\o así la psicología indi-vidualista. la solución será la pequeña propiedad;para la masa indígena. adherida a las comuni-dades, la solución será la defensa. vitalizaci6n· ymodernización de éstas, No creo en una soluci6núnica reformista como existe una soluci6n únicasocialista: la nacionalización total de la tierra.

EL PROBLEMA DE LA TIERRA.

En el largo ensayo que Mariátegui dedica alproblema de la tierra, hay que distinguir el pro-ceso histórico. la descripeién de la situaci6n pre-sente y la solución.

S6lo el presente nos es dado pintar. y aun estode un modo particular. con visi6n directa e inme-

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LA REALIDAD ~ACIONAL 37

diata. Para lo pasado necesitamos el apoyo deteorías e hipótesis y para 10 futuro, la proyecciónde la luz de una doctrina. Mariátegui se muestraun excelente realista cuando nos describe la co-munidad bajo la república, la comunidad y ellatifundio y el colonialismo en la costa; perocuando se remonta al pasado surgen los prejui-cios y los daros de su andamiaje intelectual.

La historia de la propiedad territorial en elPerú no está escrita y, por lo mismo, todo ensayode reconstrucción debe comenzar por la confesiónde inevitables deficiencias e ignorancias. La pri-mera forma de propiedad en el Perú es la comu-nal: el ayllo o la marca: sistema generalizado entodos los valles de la sierra y la costa. El aylloprecedió al imperio; el mérito de los incas con-sistió en respetar las comunidades, tomandosolamente parte de las tierras que Fdicaron alestado y al culto (1). La constitución del imperiosupuso una cercenación de la propiedad comu-nal. é Cuál fué la proporción de los territorioscercenados? No lo sabemos; pero sí tenemostestimonios históricos que hablan específicamentede tierras de comunidades tomadas por los incas.Que a pesar de esta expoliación, los incas, por'su política de eficiencia en el trabajo y de irriga-ciones, crearon una situación de prosperidad yde mayor rendimiento, no hay la menor duda.Exagerada, sin embargo, para la población, esla cifra de diez millones. El cálculo más optimista

(1) Véase mi tesis El Perú antiguo 11los modcmos sccío-loqos.

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ViCFOR ANDRtS BELAUNDE

que conozco es el de ocho. incluyendo Quito,Charcas, el norte de Argentina y de Chile.

Cuando los españoles llegaron al Perú no en-contraron solamente la propiedad de la8 co~uni-dades indígenas, sino también la numerosa pro-piedad estatal o nacional que los incas dedicabanal sostenimiento de su burocracia civil y eclesiás-tica. Al apoderarse de un modo súbito de todala extensi6n del imperio y destruir la jerarquíaindígena, dispusieron desde el principio de suinmensa cantidad de tierras. El sistema de lagran propiedad. el latifundio. fué inevitable.Atribuir la gran propiedad a la psicología o laincapacidad del español, haciendo un paralelocon el proceso de la colonización americana, meparece un gran error. Vesconcelos. al incurrir enél, revive el criterio romántico y falso sobre losorígencJ1la velucién de 101 Estados Unidos. Eldivergente proceso de las dos colonizaciones nose debe sólo a diferencia de psicología' en lasrazas, sino a diferencia de situaciones y detiempo. Mientras que los ingleses fueron apode-rándose parsimoniosa y lentamente de la limi.tada región entre el Atlántico y los Alleghanys,destruyendo o empujando a la población abori-gen. España se adueñó en cincuenta años detoda la tierra laborable eleMéjico hasta Chile. Laexpansión de los Estados Unidos más allá de losAlleghanys. the winning 01 the West es cosa defines del siglo XVIII y principalmente de fines delsiglo XIX (1). España, en lugar de destruir o de

(1) Véase mi trabajo TIte FrontieT in South AmericanHÚiloTlJ·

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LA REALIDAD NACIONAL 39

repeler hacia la hoya amazónica a la raza abo-rigen, trató de asimilarla y conservarla. Censu-rar a España por la apropiación de las tierras delestado valdría tanto como reprocharle la ampli-tud de su esfuerzo descubridor. Tan es cierto queel régimen de la gran propiedad en América,con su triste aditamento, la servidumbre. fué elresultado de condiciones objetivas (territorriosocupados y razas existentes) que los colonos in-gleses en la región del sur, de tierras más exten-sas y de climas más favorables, establecieron ellatifundio y el trabajo de una raza inferior im-portada: la negra. Lo interesante en el caso deEspaña es que una vez destruido el imperio in-caico, bajo la influencia de las ideas religiosas,que encarnaba la escuela dominica. Las Casas,Victoria, de Soto y otros, tratara de limitar ladistribución a las tierras del estado incaico,respetando las comunidades existentes.

La política de la época constructiva (154O) eraadaptar el régimen español al régimen incaico,en lo que se refiere a la propiedad y al trabajo.Respecto de la primera la masa indígena conser-varía toda la que tenía, en tanto que la propie-dad estatal se daba a los individuos e institu-ciones civiles y principalmente religiosas. Res-pecto del trabajo, éste debería representar pres-taciones en especies o en servicios, de ningúnmodo mayores que las impuestas por el régimenincaico. Tal es. en esencia, la Iarrlosa cédulaexpedida por Carlos V a los licenciados Santi-llán, Ondegardo y Matienzo, que deberían res-ponder al más interesante y completo cuestiona-

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vfCTOR ANDR(s BELAUNDE

no que existe sobre la cuestión indígena (1).e Hasta qué punto en la historia efectiva la.cona-titución de las grandes propiedades partiadareay eclesiásticas respetó la política de esa cédulay el latifundio señorial o ecl~siástico salió de loelímite~ de la antigua propi~ad estatal ~ ¿ Cuál.fué el efecto que en las propiedades produjo lapolítica de reducciones del Virrey Toledo y elmantenimiento de las encomiendas? La falta deestudios sobre datos histéricos, estadísticos. im-pide científicamente llegar a conclusiones termi-nantes; opero es de presumir. como lo sostieneUgarte, que gran parte de la propiedad indígenapasara legal o ilegalmente a manos de los espa-ñoles y criollos. por obra principal de las enco-miendas.

La gran tragedia para la raza aborigen fué lasiguiente: la política de protección inspirada porla Iglesia. debida al regalismo español, no quedóencomendada a ella en su aplicación. Es un errormuy corriente. y del que no está libre el propioMariétegui, considerar al estado español. en esaépoca. como el tipo del estado medioeval. Nadaes menos cierto. El estado español ante. de laconquista realiza la modero. evolución hacia elabsolutismo. El estado español, Unsiglo antes q~Francia y dos antes que Prusia. es el tipo delestado que lo absorbe y lo domina todo: el estadoque podríamos llamar monista en oposición alestado plural de la Edad Media. Este estado DO

se halla sometido a la Iglesia. aína al contrario.

(1) Véase la Relación de Santillán.

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LA REALIDAD NA'CIONAL 41

A pesar de su fe católica, España, en esto, comola Francia galicana, no se diferencia de los esta-dos protestantes o de Iglesia nacional. Por elpatronato la Iglesia perdió en parte el caráctercorporativo de la Edad Media y quedó conver-tida en un rodaje de la máquina política. Poreso hay que distinguir, en la colonia, la jerarquíaeclesiástica sometida al rey, de la Iglesia relati-vamente libre de las órdenes religiosas. La ten-dencia regalista, que es una tendencia imperia-lista, fué eliminar las órdenes religiosas. de 108territorios habitados por quechuas y aimarás, in-dios de paz, que habían evangelizado, relegán-dolas a las regiones de frontera, indios de guerra,de las hoyas del Orinoco, del Amazonas y delParaguay. Los reyes de España daban apenasdiez. años para convertir una misión en doctrinaen la región del antiguo Perú. Al terminar eseplazo, el grupo indígena escapaba al misionero yquedaba bajo la jurisdicción del cura, sometidoal obispo. el cual lo estaba más al Rey que alPapa. El indio peruano necesitaba de la perma-nencia indefinida del misionero como maestro. ydefensor. En lugar de organismos misionariospara defender a las comunidades, creó Lope deCastro la nueva institución de los corregidores deindios, destinada a controlar a los encomende-ros; pero que, careciendo del celo religioso y desentido corporativo, resultó a la postre una espe-cie de encomienda temporal. A pesar de todoesto, la propiedad eclesiástica (conventos e igle-sias) y la legislación sobre las comunidades ate-nuaron evidentemente los resultados desastrosos

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42 . VícTOR ANDRts BELAUNDE

del latifundio. La propiedad eclesiástica de ren-tas moderadas o de censos o de cánones reduci-dísimos favoreció la constitución de una claseagrícola media. Además, esa propiedad respon-dió a fines de orden esencialmente colectivo: elculto, necesidad espiritual y estética; la benefi-cencia, hospitales y hospicios, y sobre todo a laeducación. A todo lo cual habría que agregarque la renta eclesiástica, como lo ha probadoPereyra, se invirtió siempre en las colonias, entanto que de la renta elel estado buena parte ibaa la península. Desde el punto de vista econé-mico, puede llegarse a esta conclusión: la pro-piedad eclesiástica realizó una función naciona-lista y democrática.

Por eso fueron tan desastrosos los efectos dela supresión de los jesuitas, a quienes con tantajusticia elogia MariáteguÍ, desde el punto de vistaeconómico. Las, propiedades de éstos pasaron aincrementar el latifundio laico. El caso fué nota-ble en Arequipa, en donde la propiedad jesuíticapasó a manos de la familia Goyeneche. y unarenta que ha llegado a la suma de 300.000 solestil año, en lugar de emplearse en el debilitadoorganismo de esa ciudad,' salía todos los añosal extranjero.

La acción misionaria, la misma obra de laIglesia secular, a pesar de 8U sumisión al estado,la preservación de las comunidades, el monu-mento no superado de legislación tutelar y SUB

tentativas de aplicarlo constituyen la parte lumi-nosa de la época colonial.

Mariátegui ha reconocido parcialmente este

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LA REAUDAD NA~IONAL 43

cuadro, al reivindicar, con legítimo orgullo, laconstatación relativa a las órdenes religiosas quele ha correspondido hacer, «a pesar de ser mar-xista convicto y confeso». La parte sombría delcuadro la constituyen la encomienda, la mitapara las minas y la introducción de la esclavituden la costa. Aquí no caben ni excusas ni paliati-vos; pero no hay que suponer que el régimencolonial español tuvo el monopolio de estos sis-temas de explotación. Bastaría la compeeaciéncon otros países y la historia reciente del con-tacto de las razas superiores con los pueblos decolor, para probar nuestro aserto.

La revolución americana, desde el punto devista de los factores económicos internos, esfruto de los intereses, no sólo de una aristocraciaterritorial criolla, que buscaba salida para susproductos y al mismo tiempo influencia política,sino también de la clase media de los mestizosdedicados a la pequeña propiedad, o a ciertasprofesiones liberales o, anhelosos de posicionesburocráticas. En el Pero, me parece exageradoatribuir la independencia, corno lo hace Mariá-tegui, a factores puramente externos. Aunquenos faltó el factor decisivo de una personalidadgenial, no puede dudarse que después de ladecepción que trajo la restauración absolutista de1814, la aristocracia territorial y el mestizaje osea la clase media se orientaron definitivamentehacia la independencia. En la revolución no huboevidentemente un programa de carácter agrario;no aparece tampoco exigido por las condicioneseconómicas en ese momento, ni por ninguna rei-

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44 vícroa ANDRts BELAUNDE

vindicación de clase. Con un criterio de relati-vismo histórico. no cabría censurar a los leadersde la' revolución por la falta de división de pro-piedades. La aristocracia territorial se sumó a larevolución y estaba empobrecida después de laguerra; el latifundio eclesiástico desempeñabauna función social. Las nuevas ideas y necesi-dades de la circulación de la riqueza exigían laabolición de las vinculaciones y de los mayo-razgoe ; se siguió esa política. que fué coronadapor el c~igo civil. Con el mismo criterio de rela-tivismo histórico no podía exigirse más de ella.El Perú estuvo libre felizmente de la orientaciónjacobina que dominó en otros países de América.orientación que respetó el latifundio privado y seadueñó del latifundio eclesiástico. como en Mé.-jico: la llamada política de las leyes de reforma.Hoy sabemos cuál fuéel resultado. La confisca-ción de la propiedad eclesiástica no favoreci6 nial arrendatario ni al peón y sirvió únicamentepara acentuar el latifundismo laico (1). Si en elPerú hubiera gobernado el radicalismo. se habríaproducido idéntico fracaso.

Pero si no seguimos una orientación jacobina.acentuamos el regalismo de la época colonial. LaIglesia continuó esclavizada y burocratizada; lasmisiones fueron abandonadas aun en la regiónde frontera. La república no necesitó, respectooe la raza aborigen. importar la ideología huma-nitaria de la Revolución francesa; le hubiera

(1) Véase la opinión de Priestley en su Ilistoria de Mé~¡ieo.

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LA REALIDAD NACIONAL 45bastado revivir la tradici6n vernácula de laescuela dominicana. De esto tuvo una clara vi-si6n Bolívar y de ahí 8U culto por Las Casas.Para defender al indio psicológica y económica-mente bastaba proteger las comunidades y revivirlas misiones. A ello se opusieron la ilusión igua-litaria y revolucionaria y la atenuación de lossentimientos religiosos en la clase dirigente y enla clase media. Las nuevas generaciones fueronescépticas y materialistas o indiferentes y la reli-gién era relegada a las mujeres o al pueblo igno-rante. Era imposible. dentro de este ambientedepresivo. que la Iglesia conservara autoridad yeficiencia.

Por el abandono de aquella hermosa tradición,la parte censurable. en la política republicana.es lo relativo a las comunidades indígenas. Puededecirse que la revolución fué un avance desde elpunto de vista nacional, pero no desde el puntode vista de la justicia social. No olvidemos que eltributo y la esclavitud se conservan hasta el año54. Al mismo tiempo el latifundio se extiende alas tierras de comunidad al amparo de las leyesy decretos que hacían ficticiamente al indio pro-pietario. Sería un estudio interesante el de fijarel número de comunidades y su extensi6n territo-rial a principios del siglo XIX y a principios delsiglo xx. Todo induce a pensar que la diferenciasería muy grande en contra de la época actual.El autor, que señala bien las fases de este pro-ceso, no deduce sin embargo la tremenda lecciónque de él se desprende. No basta tener un idealgeneroso. y lo era el de hacer al indio propie-

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tario individual; es necesario un criterio realista.La utopía del individualismo no se aparta de lautopía socialista con su ígualitarismo económico.El indio no fué ni ciudadano. ni propieta~ioconel sufragio universal; mañana. en que sin crite-rio realista se nacionalice toda la tierra y se lelleve a los soviets, como antes se le llevaba alas ánforas, no será tampoco propietario, niciudadano.

Si la revolución se basó en los intereses de lagran propiedad y respondió a las finalidades bu.rocráticas del mestizaje medio. rué hecha por elejército y de aquí que el poder político no tengauna sola base, como cree Mariátegui: la granpropiedad; sino dos bases: la aristocracia terri-torial y la burocracia militar. En el Perú seagregaron pronto dos lactores: uno, por la forma-ci6n de una nueva oligarquía, a consecuenciadel guano, y otro, por el funcionamiento políticoque tenía que crear a la larga el tipo del pequeñogamonal político o cacique provincialista. Unpartido de clase media y de profesionales nopudo formarse; así fracuaron el partido liberaly su continuaci6n: el primer partido civil deUreta y de Arenas. Sólo la nueva plutocracia.más bursátil que territorial, logró criatalizaree enun partido político para luchar contra la clasemilitar, al principio, entendiéndose con ella, des-pués. La democracia desarrolla el tipo del polí-tico. de caciques, propietarios o no. que llegan aformar artificial y momentáneamento fuerzas deconsideración. Clientela en unos casos de la bu-rocracia militar, en otros de la plutocracia, ha

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LA REALIDAD NACIONAL 47revelado a veces tentativas de emancipación,como en el año 90. en que Rosas representabala oligarquía ; Morales Bermúdez, la burocraciamilitar, y Valcárcel, el caciquismo parlamenta-rio. En regímenes de corrupción. el caciquismoparlamentario está destinado a enriquecerse y aagregarse a la plutocracia territorial absorbién-dola. De esoa.ritmos de lucha entre esos tres ele-mentos o más peligrosos contubernios, que nosexplican perfectamente los factores económicos,sólo se sale en la historia del Perú por la influen-cia de las grandes personalidades: Castilla y Pié-rola. Su obra no puede ser, por eso, explicadapor el materialismo histórico. La abolición deltributo y de la esclavitud representaba para elfisco una seria disminución en la renta y unserio golpe para la agricultura. Si Castilla hu-biera sido el simple agente de una burocraciaque necesitaba ser bien pagada o de los propie-tarios costeños, no habría ni reducido sus entra-das, ni quitado a estos últimos el brazo seguroy barato. Puede decirse lo mismo respecto de laobra esencial de Piérola: la abolición de la con-tribución personal y la estabilidad monetaria.

Tales son las reservas y rectificaciones quecabe hacer desde el punto de vista de la evolu-ción histórica. Ellas. se refieren principalmentea matizar la visión colonial destacando en ellala tendencia ético-realista en el problema indí-gena y a atenuar algunas exageraciones del ma-terialismo histórico en la interpretación de lahistoria republicana. Pero es justo reconocer queson inatacables las afirmaciones de Mariátegui

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respecto del papel de las comunidades indígenasen la economía incaica, de la legislaci6J1tutelar.de la obra misionaria en la colonia y los cargosque formula sobre la política republicana des-tructora de la comunidad. El interés, la eaactítud.la profundidad de visión del autor. se acentúancuando describe la época contemporánea. Loscapítulos sobre el latifundio y la comunidad, elrégimen del trabajo. servidumbre y salario y-sobre todo el dedicado al colonialismo de la agri-cultura costeña contienen páginas de antologíapolítica. Establece la dara diferencia entre ellatifundismo de la costa industrializado y moder-nizado y el primitivo e infecundo latifundismoserrano. Habría que hacer sólo la excepción delas nuevas ganaderas que son la iniciación de eseproceso ~mizaci~ en la sierra. Con los-datos del iIireresantísirnd estudió de CaStró Pozo.sostiene la vitalidad y ·plaeticidad de ·las comu-

. nidades y la estagnación del latifundio serrano.El latifundio costeño. aunque industrializado,

conserva un régimen feudal de .trabajo por elenganche y el yaneconadó. Sagaces son lasobservaciones del autor respecto al latifundio yla despoblación y la nueva tendencia de losgrandes propietarios de crear núcleos de pequeñapropiedad a su alrededor. Pavorosa y exacta lapintura que nos hace de una producción agricolaorientada hacia el mercado extranjero y contro-lada por éste. Alarmante la cifra de cuatro mi-llones de libras que el Perú importa en víveresy que revela hasta qué punto ha llegado nuestradependencia económica. Sus proposiciones fina-

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LA REALIDAD NACIONAL 49

les son en general inobjetables, cuando condenael absentismo por injusto y por Jos obstáculosque presenta al progreso agrícola (falta de estí-mulo en el arrendatario); cuando afirma que unanueva política inmigratoria es incompatible conla intangibilidad del latifundio; cuando sostienela necesidad de una política intervencionista enla costa frente a la imposición extranjera; cuandoseñala la inaplicación de las leyes higiénicas yde protección obrera (inaplicación que revela enel Perú lo que podríamos llamar la abdicacióndel estado) y cuando asevera que si el gamonalo feudal no resulta productivo, ha perdido sutítulo aun dentro del criterio capitalista.

Todas estas conclusiones conducen lógicamenteaun programa realista sin utopías y sin dogma-tismos que suscribirían muchos que no son co-munistas; protección y vitalización de las comu-nidades. expropiación del latifundio improductivoo retardado. conversión del yanacón o aparceroen propietario. defensa y extensión de la pequeñapropiedad. constitución de un banco agrícolapara los fines anteriores y para sustituir la habi-litación extranjera. gravar el absentismo. aplicarrigurosamente las leyes de protección obrera. fi-

. jar una proporción al capital nacional en todaempresa, establecimiento de parroquias conven-tuales y escuelas misionarias, y culminando todoeste sistema y como clave de él, sustitución delparlamento, pseudo-demo-liberal, por la repre-sentatión de todos Jos organismos vivos en 10l!1

que el trabajo tendría una gran mayoría.No es esta por desgracia la solución del autor,

4

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50 víCTOR ANDRfs 8ELAUNDE

entusiasta adherente al programa marxista. Enéste hay que distinguir la finalidad ortodoxa, lanacionalizaci6n de la tierra, que es la soluci6ndefinitiva, y los medios o métodos que constitu-yen la solución de estrategia. Es evidente que nos610la pequeña propiedad sino la comunidad sonopuestas al dogma de la nacionalízacién abso--luta de la tierra. El programa comunista adop-tado el l. o de septiembre de 1928 en Moscú, enlo referente a los países semicoloniales de Amé-rica latina, no precisa soluciones estratégicas,pues habla s610de «lucha contra el feudalismo ylas formas precapitalistas de explotación... deuna serie de etapas preparatorias, como resultadode un período de trasformación de la revolucióndemocrática burguesa en revolución socialista».En síntesia; nada definitivo.

No son más precisos los comunistas-peruanos.Inferimos que no se trate de defender las presen-tes comunidades sino de extenderlas y de recons-truir las extinguidas ... Respecto de la tierra nocomunal y no fácilmente atribuible a antiguas onuevas comunidades, é será la soluci6n entregaral peonaje el latifundio serrano y al obrero losfundos industrializados de la costa para que porfalta de técnicos y capital se paralice la produc-ción y reine el hambre? En uno u otro caso,queda el problema de la organización del estadoy del contenido y espíritu de la nación. Aquí lasolución comunista trasciende del punto de vistaeconómico y obrero y ahorda un problema máshondo: el poblema de la nacionalidad, problemarelativamente fácil en los países de unidad racial,

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LA REALIDAD NACIONAL 51

problema cornplicadísimo en los países de mes-tizaje. Por gravitación natural, por surenchéredemagógica, el programa socialista se ha hechoen el Perú programa del indigenismo radical. Elindio no es una parte esencial de la nacionalidad.sino la nacionalidad misma. Lejos de todo pro-grama de «occidentalización». se trata de revivirla civilización incaica. haciendo de ella una pin-tura idealizada. La tesis indigenista en su origenfué una simple manifestación romántica: primi-tivisrno, amor del color local, y tuvo, hasta ahora,expresiones estéticas más que políticas. Nadiesoñaba reconstituir la nacionalidad sobre basesy direcciones exclusivamente indigenistas; perohe aquí que las necesidades de la estrategia dela revolución mundial ponen js la orden del díael problema de la liberación de las razas de color.El indigenismo radical adquiere así un nuevoaspecto que podríamos llamar pragmático. En lalucha contra el capitalismo asume una importan-cia de primer plano la rebelión de las razas some-tidas. El socialismo abandona su criterio huma-nitario y adopta, con inconsecuencia palmaria,lo que podríamos llamar el nacionalismo racial.

La aplicación de este nacionalismo racial nopresenta obstáculos en los países en que se puedeestablecer una ecuación entre raza y nación,como en la India o mejor todavía en la China,en que el elemento de las razas extrañas se hamantenido en la periferia ejerciendo apenas lahegemonía política o económica. En esos paísesracismo es nacionalismo.

.En la América andina, en que la raza espa-BAi'./_O DE L-\ ¡·-t.:riJLl!Cft.8l11LIOTECA lU':j.Af'r:. _ A",ANGO

CA1'Al0QAC!ON

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52 vícros ANDRts_ IELAUNDE

ñola ha convivido y se ha mezclado con la razaaborigen durante tres sí¡{lós, creandO el tipo ddmestizo, que constituye la niaYodade J. :pobla--cién, y del criollo, -que por influencia del- ~biente es mestizo por ósmosis, la aplicaciÓD delracismo no es la afirmación de la nacionalidad,sino su desintegración o ruptura. La conquista nofuéun hecho político, como 'cree Mariátegui; laconquista fué sobre todo un hecho biolÓgico. No

_cabe ya moralizar sobre él, sino partir de él. ElPero de hoy, el Perú real, no puede ser Com-parado ni con la China.ni con la India. De la-civilización primitiva sé pueden respetar el Esthe-tos y cierto TeJenos, pero sería mostruoso e im~posible intentar revivir el Logos y el Eth08 y'sacrificara ese sueño parte de la poblaci6n que.por herencia biol6gica y' espiritual, pertenece ella ejvilizecién cristiana: El "naCionalismo racialne~ a la barbarie. Sus -gestos simbólica. -611.América serían sacar la piedra sacrificial delmuseo de Méjico y ponerla de nuevo. anhelosade -víctirnas, en lo alto del Teocali: o tomar los·huacos de los museos peruanos y. repartiéndcdolten el territorio. revivir los adoratorios fetichistas: -renegar de la liturgia, que es ascensión -pM].materia al espíritu, para volver a la mag¡., qaees inmersión del espíritu en la materia.

No insistamos en el pavoroso cuadro: el comu-nismo peruano no tiene en esto la aprobación dela Internacional. Parec-e. que en Moscú nóba:mperdido del todo el sentidO de la realidad. -Lee.•mos en el n. o 16 de La. Correspondencia ¡"ter-nacfonal (15 de abril de 1929, número dedic*lo

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LA REALIDAD NACIONAL 53especialmente a la América Latina}: «La con-signa propagada por la organización nacionalistapequeña burguesa A. P. R. A.: América latinapara los indios es una utopía irrealizable. Eldesenvolvimiento histórico, económico y socialde América latina ha creado una situación dehecho: millones de negros, de blancos, de emi-grados, de mestizos y de mulatos viven y traba-jan en América Latina. Pensar expulsarlos parareservar la América Latina únicamente para losindios, guardando la pureza de su raza y resta.bleciendo sus costumbres, su lenguaje y sus orga-nizaciones sociales en tribus, etc., es quererremontar el curso' de la historia y puramenteutópico.»

Contemplando el problema indígena en sudoble aspecto económico y nacional, cabe decir,sintetizando, que pueden reducirse a tres los pun-tos de vista y las soluciones: la tesis imperialista,la antítesis indigenista y lo que podríamos llamarla síntesis verdaderamente nacional de la tradi-ción histórica. Para la teoría imperialista, el indí-gena constituye la infraestructura del organismonacional.

Las teorías biológicas modernas, imbuídas enel concepto de la superioridad de ciertas razas,vinieron a acentuar la concepción imperialista.Para ella la nación es sólo el elemento blanco yel elemento mestizo. El elemento indígena estádestinado a ser absorbido o a desaparecer. Latesi. imperialista ha tenido más adherentes delo que se supone. Pocos tenían la franqueza deenunciarla; pero ella gravitaba en la subscon-

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54 víCTOR ANDRÉS· BELAUNDE

ciencia de una inmensa mayoría. ins~irando di-versos hechos legislativos. políticos o sociales.Frente a la tesis imperialieta, que excluye delalma de la nacionalidad al indígena. aparece latesis indigenista radical. o sea la antítesis: elindio es el país.

Apartada igualmente de la concepción im-perialista. del feudalismo colonial y del biolo-gismo moderno, y de la tesis indigenista, inspi-rada por la estrategia revolucionaria, surge lavieja concepción que encarnó la vida de LasCasas y el pensamiento de Victoria. Esta con-cepción es ética por la: inspiración y realista porlas aplicaciones. La tesis imperialista tiene unainspiración económica; la tesis indigenista, una

. finalidad demagógica y política. La síntesis cris-. .liana surgió sin representar intereses o pasiones.

Fué la generosa aplicación al descubrimiento deAmérica de los principios del Derecho Eterno,de la Philosophia Perennis. Esta doctrina pro-clamó con Victoria el derecho de las razas aborí-genes no sólo a la propiedad y a la libertad, sinoa la soberanía política. Y luego de establecido eldominio español, con Montesinos y Las Casasmantuvo para los indios el carácter de libresvasallos de la monarquía y se opuso al estable-cimiento de las encomiendas y del trabajo for-zado y defendió a las comunidades. Esta con-cepción puso en la colonización española la notaética que la diferencia de las otras colonizacio-nes. En tanto que Inglaterra en el siglo XVII y

. otros países en el siglo XIX siguieron sin vacila-ciones una línea económica que los llevó a la

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LA REALIDAD NACIONAL 55

extinción del elemento aborigen. España sintióel deber y la misión de protegerlo legislandosobre él. El primer intento de esa legislaciónprodujo la formidable crisis que casi destruyeel imperio colonial: las guerras civiles, conflictoentre los intereses de los conquistadores y el idealde justicia inspirado a la corona por la escueladominicana. El materialismo histórico podráexplicar el primer elemento. pero jamás elsegundo. La concepción cristiano-nacional semantiene viva en los continuadores deLas Casas.de Victoria y Soto: en el padre Agia, tan citadopor Solórzano Pereyra, en el padre Avendaño,

. autor de Thesaurus lndicus, condenador de laesclavitud. y llega hasta ViIlalva, el precursor.el gran enemigo de la mita. Filosofía de luchaen la conquista, filosofía vencedora en la legisla-ción tutelar, filosofía aplicada en la obra misio-naria, llega hasta nosotros como la única fuerzaviva y de perenne juventud de la tradición colo-nial. A esos títulos de vitalidad histórica habríaque agregar las cualidades que le señalaría, encomparación con las soluciones contrarias, unanálisis imparcial. Es lógica en su inspiraciónética porque sólo sobre la igualdad moral y espi-ritual se pueden basar los derechos políticos ylas reformas económicas. El socialismo. al rele-gar como un mito la unidad espiritual de la hu-manidad, no tiene base para establecer la igual-dad política y la igualdad económica. Como elhumanitarismo de la escuela utilitaria inglesa, elhumanitarismo marxista es una flagrante contra-dicción'.De la concepción materialista de la vida,

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el único que ha sacado las.consecuencias 16gicasha sido Nietzsche. el niño tenible de la filosofía.Individualismo y socialismo se han decorado de

, un. ideal cristiano despojándolo de su fuentemismá. _

La concepción catélica es más completaporque contempla en él problema no sólo elaspecto económico, sino también el pe~agógicoy el técnico. No es dogmática y unilateral. sinorealista y flexible. Por último, no desintegra lanacionalidad. sino que las~lva. Lo que necesita

# hoy es ser aplicada con un criterio moderno yfrente a los datos concretos, y actuales, sin laperturbadora visión de privilegios que mantener.o de posiciones que alcanzar.

Bien sé que aunque ella representa la razón yel sentido de lo posible. no es -la que está máscerca de nuestra realidad.. Es la historia univer-sal y principalmente nuestra historia: el trágicodiálogo del interés y de la pasión. La razón,"desoída antes del conflicto. sólo es llamadatar-díamente para salvar pobres despojos de entrela destrucción y las ruinas.

No desconocemos que la historia contempo-ránea. está dominada por las formas del materia-lisnlO~capitalismo y socialismo. Si desaparecier~la civilización occidental en este duelo terrible.al cristianismo lé correspondería. como dice Ber-diayeff. una misión parecida a la que le cupodespués de la invasión de los bárbaros, Por esoen ddlnitiva y a la Iarp el porvenir ea delcristianismo. De esto tuvo una visión proféticaCheteaubriand, cuando decía, en Memorias de

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LA REALIDAD NACIONAL 57

Ultratumba, que estando para escribir El Geniodel Cristianismo lo había compuesto de diferentemodo; (En lugar de recordar los beneficios delas instituciones de nuestra religión en el pasado.yo haría ver que el cristianismo es el pensamientodel porvenir y de la libertad humana. Y que estepensamiento redentor es el solo fundamento dela igualdad sociaL.. El cristianismo actúa conlentitud porque actúa por doquiera. No seadhiere a la reforma de una sociedad particular.sino que trabaja por la sociedad general. Estoes lo que él expresa con una maravillosa simpli-cidad en sus oraciones más comunes, en sus votoscotidianos, CU8nPO dice 8 la multitud: roguemospor todo el- que sufre sobre la tierra. El l\ferbono se encarnó en el hombre del placer, sino enel hombre del dolor. con el fin de la liberaciónde todos, de una fraternidad universal y de unasalvación inmensa.»