Asturias - Week-End en Guatemala

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  • WEEK-END EN GUATEMALA

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    2

    No ve las cosas que pasan?...

    Mejor llamarlas novelas!...

    LOSADA

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    3

    Asturias, Miguel ngel

    Week-end en Guatemala. 2a ed. Buenos Aires: Losada, 2006. 328 p.; 22 x 14 cm. (Novelistas de

    nuestra poca)

    ISBN 950-03-4225-1

    Narrativa Guatemalteca. I. Ttulo

    CDD G.863

    Segunda edicin: julio de 2006

    Editorial Losada, S. A.

    Moreno 3362

    Buenos Aires, 1968

    Tapa: Ana Mara Vargas Inferiores: Taller del Sur

    ISBN-10: 950-03-4225-1

    ISBN-13: 978-950-03-4225-4

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Libro de edicin argentina

    Impreso, en la Argentina Printed in Argentina

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    A Guatemala

    mi Patria,

    viva en la sangre de sus estudiantes-hroes,

    sus campesinos-mrtires,

    sus trabajadores sacrificados

    y su pueblo en lucha.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    5

    Dedicatoria ntima.

    A Blanca

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    Week-end en Guatemala

    Recoga del piso la parte de la persona que se llama pie, tan olvidada siempre, lo prenda con ayuda del

    tacn a uno de los travesaos del taburete que giraba con todo y su persona, como un satlite, frente al bar

    y echndose de espaldas sobre la barra del mostrador, horizonte infinito sobado y resobado por infinitas

    manos de borrachos, ensayaba fruncidos de risa con los labios y sus desiguales dientes amarillos, paseaba

    los ojos por los gaznates de los otros bebedores, las ganas de ahorcarlos que tena, y mientras el barman le

    serva whisky y cerveza, aumentando la dosis de whisky en proporcin geomtrica y la de cerveza en

    proporcin aritmtica, descargaba un manotazo sobre el testuz sin cuernos de su rodilla.

    Soy el sargento Peter Harkins y como no fui a ninguna blitz, sino a un week-end, me emborrachaba,

    entienden? ... me emborrachaba...! Pero ese da no estaba borracho...! Haba bebido, pero no estaba

    borracho y el que diga lo contrario confunde miserablemente caer y tambalearse... el borracho se cae... el

    bebido se tambalea... y como ese da, cuando yo sal a buscar el camin, me tambaleaba, estaba bebido, no

    estaba borracho. Desde cundo, sargento Harkins, saluda usted militarmente a su camin?... Re cuando

    me encontr hacindole la venia a un jefe de dos toneladas y media... y, nada de manotear, sin encontrar la

    portezuela... de una vez le ech mano al picaporte y al solo abrir me colgu del timn como de una argolla

    para izarme a golpe de bceps y caer sentado en mi lugar... Un cigarrillo y la luz en los faros, que por algo

    fue primero el relmpago y despus el trueno... primersimamente, los faros y el trueno de la portezuela de

    la cabina, al cerrarla, ya andando el camin que saqu de retroceso y enderec en la calle listo para cubrir

    los ciento sesenta kilmetros que me separaban de la costa. La luz elctrica se coma las uas en las medias

    lunas iluminadas del tablero, el reloj se coma el tiempo, las nueve y treinta y tres minutos de la noche, y yo

    empezaba a comerme la distancia.

    Dej la ciudad por una gran avenida arbolada, paseantes y monumentos, automviles y bicicletas,

    aumentando la velocidad a medida que llegaba al final, donde cruc a la derecha para seguir las medias

    rectas y curvas de una va tendida entre las arcadas de un viejo acueducto, en partes soterrado, y jardines y

    chalets iluminados.

    El poco peso, la velocidad que llevaba y las malas condiciones del pavimento, hacan saltar el camin en

    medio de una nube de polvo tan espesa que dej de verme yo mismo y a no ser por el endiablado ruido de

    las ruedas y la carrocera, olvido que iba en comisin, tripulando un gigantesco vehculo de la armada. Ni

    dormido, ni soando, ni borracho... O rugir las fieras al salir de la ciudad... los leones y los tigres que los

    "comunistas" tenan preparados, cebados de hambre, para que se comieran a los catlicos ricos en una

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    fiesta romana que preparaban en el "Estadio de la Revolucin". Me sent como un romano piadoso y eso

    me disgust. Las naciones jvenes como la ma no pueden tener piedad. Nada. Endurec mis facciones bajo

    el casco que me daba aspecto de soldado del imperio y puse mis ojos en el circo, en el "Estadio de la

    Revolucin", donde se jugaba al ftbol, imaginando a los catlicos y a los ricos entre las garras y los dientes

    de las fieras que escuchaba rugir amenazantes y terribles...

    No, no estaba borracho, ni era una ilusin auditiva! Rugan y por eso decid detener el camin junto a un

    guardia y le pregunt en correcto espaol, si l tambin oa rugir las fieras con hambre de cristiano rico.

    Leones? le pregunt, sumamente serio.

    S, leones... me contest.

    Tigres?... le pregunt, sumamente serio.

    S, tigres... me contest.

    Y usted, guardin del orden me enfurec, no hace nada para que no se coman a los catlicos?

    Estn en las jaulas del jardn zoolgico me contest sin disimular ms la risa, y no hay riesgo que se

    los coman, mster...

    Segu adelante por una cuesta tendida hasta cruzar los rieles de un ferrocarril de trocha angosta, cerca de

    una estacin, donde si no llevo el casco me rompo la cabeza en el techo de la cabina al saltar el camin en

    el paso a nivel y de all agarr a sesenta por hora un encallejonamiento en forma de S, entre rboles y casas

    de techo bajo, toda la luz de los faros encendida y el claxon sonando, y al pasar de la primera a la segunda

    curva de la S, no obstante el timonazo que di a la izquierda, atropell a una persona que marchaba a la

    derecha, en la misma direccin que yo llevaba. Alcanc con el rabo del ojo en fragmentos de segundo, el

    cuerpo en el aire, con los brazos abiertos.

    Maldito sea, no hay quien frene de golpe a sesenta por hora!...

    Consegu detener el camin donde lo permiti la cochina inercia, tan adelante que tuve que correr hacia

    atrs para auxiliar a la vctima. Ya mi lmpara de mano alumbraba desde lejos el bulto tendido en la grama,

    pero slo encontr un abrigo de mujer color vino tinto con una de las mangas casi arrancada. Lo palp y

    tena calor humano. La vctima deba estar muy cerca. Calor y un suave perfume de pelo, de piel... Mas al

    no escuchar queja ni lamento, me entr la congoja de encontrarla muerta. Me sent endurecido, no era lo

    mismo encontrar una persona viva, aunque estuviera herida, muy mal herida, que un cadver. Y con

    pesado andar fui de un lado a otro, sin encontrar tampoco el cadver. Apresur mi bsqueda desesperado,

    sintiendo que el misterio creca en proporcin al tiempo que pasaba y mi ir y venir en torno del abrigo.

    Palmo a palmo recorr de nuevo el lugar del accidente. Remov el agua llovediza estancada en una zanja con

    ayuda de una rama que primero cre que era ella, cuando vi el bulto en la sombra. Atraves a saltos la ruta

    suponiendo que hubiera sido lanzada hasta el otro lado. Me dispar al camin temeroso de haberla

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    arrastrado el buen trecho que anduve sin poderme detener y que fuera a estar el cuerpo triturado,

    sangrando bajo una rueda, y nuevamente volv adonde segua el abrigo en la grama, nico bulto visible,

    dando voces para llamar a quien fuera la vctima, voces a las que slo el eco me responda...

    Dnde, dnde estaba mi atropellada?... Seria joven?.. . Sera vieja?... Seria linda?... Sera fea?...

    Me estremeci el rugir de las fieras que del tono ms agudo pasaba a una queja de blandura lacerante,

    nostlgica...

    Slo a un borracho le poda ocurrir aquello y yo no estaba borracho... Ver el cuerpo de una persona lanzado

    al aire con los brazos abiertos, correr en su auxilio y no encontrarlo, como si hubiera sido una visin... Una

    visin?... Una visin de borracho?... Pero, cmo poda ser, si all estaba el abrigo...

    Apagu mi lmpara y volv al camin, despus de encender un cigarrillo. El olor nauseabundo de la gasolina,

    pestilencia de curtiembre, se llev de mis narices algo de lo que traa como parte de mi desaparecida

    vctima, el aroma de camelias dulces de esa noche de junio.

    No tena tiempo, si no, doy mquina atrs y vuelvo, por el agente apostado junto al zoolgico, lo monto al

    camin y lo traigo para que me ayudara a esclarecer el misterio... La cara que hubiera puesto mi hombre, si

    despus de lo que pregunt de los tigres, los leones y los catlicos, voy y le cuento que vena de atropellar a

    una mujer con mi rueda delantera derecha, pero que no encontraba el cuerpo... Habra dicho lo que estn

    pensando ustedes... Una visin de borracho... pero... cmo poda ser una visin, si estaba el abrigo?...

    ja!... estaba para probar que no era una visin de borracho, porque ya les digo, y les repito, yo no estaba

    borracho...

    Sal a camino abierto, como una exhalacin, hundindome en un valle que baaban millares de estrellas.

    Las manos se me fueron durmiendo en el timn y el cuerpo en el asiento. Slo contemplaba a lo lejos la faja

    de la carretera que pareca mullirse en las ondulaciones y endurecerse en las rectas. Autos, buses,

    camiones, carretas se abran para darme paso. Pero poco dura una planicie a ochenta por hora y el camino

    se desgaj hacia lo hondo, como si el peso de la noche lo hiciera caer, hasta cruzar un puente sobre un ro

    de aguas pavonadas, de donde, entre cercados de plantas con hojas de puales verdes y flores de

    enmudecidos cascabeles de luna blanca, baj hacia la costa.

    Condenada cosa estar en Brooklyn!... El cigarrillo se consuma, pegado a su labio inferior semicado, como

    una segunda respiracin humeante.

    Estpidos...! Borracho, yo, el sargento Harkins?... Los cocoteros se alinearon a la entrada de una

    poblacin que deba llamarse de las once mil piedras calientes y que por fortuna dej pronto atrs. Nuevas

    rectas me permitieron aumentar la velocidad y respirar en aquel ambiente caliginoso, asfixiante, de rboles

    gigantes, altsimos, torneados en plata luminosa a la luz de las estrellas, nicos habitantes de aquellas

    desnudas extensiones limitadas por el Ocano Pacfico. A distancia, sobre la carretera, apareci la seal de

    stop que yo slo conoca y empec a frenar, hasta llegar a ella, punto en que sin detenerme vir hacia la

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    derecha deslizando la inmensa mole rodante del afirmado del camino a un pedregal y ms adelante,

    despus de unas malezas, a un como lago de arena que bajo las llantas produca el rumor de millares de

    bocas hacindome: "chits!"... "chits!"... "chits!"... para imponer silencio.

    Me detuve con las luces apagadas, esperando que llegara la hora. Faltaban nueve minutos. Pronto fueron

    agua mis pauelos de tanto enjugarme el sudor, lluvia de municin de fuego que me corra por la cara en

    medio de aquella hoguera tropical.

    Llegada la hora, apenas pasados unos minutos, sobre el ruido de telfono conectado con la inmensidad que

    produce el lejano vaivn del mar, se empez a distinguir un rumor que rasgaba la atmsfera, rumor que al

    pronto fue taladro rugiente de motores y en seguida, ya volando sobre mi cabeza, un chorro de ruido

    negro. Poco se vea en la oscuridad. Una de las alas totalmente inclinada al evolucionar sobre el terreno,

    columnas de arenas que se alzaban en remolino bajo la respiracin de las hlices, chopos y matorrales que

    se sacudan y un paracadas que se abri en la sombra. A salto de mata llegu, sin prdida de tiempo, hasta

    el paraguas blanco que acababa de posarse en tierra con el cargamento. Pugnaba en mis manos por

    retomar altura, como una inmensa mariposa de trapo que, al plegarse, slo fue un cadver.

    Condenada cosa estar en Brooklyn!

    En una de las evoluciones sent pasar el gigantesco transporte tan sobre mi cabeza que casi me tiro al suelo,

    pero, maldita sea la hora en que no me decapit!... me habra ahorrado el trabajo de acarrear las armas,

    de donde las pos el paracadas al sitio en que, jugndome el todo por el todo, las ruedas se hundan cada

    vez ms en la arena, logr acercar el camin. Acercar?... Acercar es una forma de decir, cuando no se

    habla con el lomo. De lejos calcul la carga, pero los ojos se han hecho para calcular sueos y no la peor de

    las realidades, o sea la carga que uno tiene que echarse a la espalda y transportarla sobre sus piernas.

    Maldije una y mil veces la cochina hora en que conceb empresa fcil, transportar a lo largo de cincuenta

    metros, los fardos de armas y cajas de parque, mxime que tena que ir sacando los pies del arenal en que

    me hunda a cada paso. Por la gran puta, si se era un week-end, ahora ya no s qu es un week-end! Era

    una blitz, una blitz que preparaban para un fin de semana!

    A mi encuentro surgan matorrales, races de rboles que sec la costa y se llev el viento, oponindose en

    su muda contemplacin de sueo de cosas inertes, a que yo condujera aquel cargamento de muerte,

    tambalendome; pero no porque estuviera borracho, entienden?, sino por lo difcil que es dar pasos

    firmes en un arenal. Y tard en caer, pero ca, ca como borracho, me fui de boca al ir a levantar el ltimo

    fardo de armas. No pesaba ms, pero yo ya no tena fuerzas ni voluntad, agotado de tanto cargar aquellos

    bultos fros como el esqueleto de la misma muerte. Lo cierto es que me fui de boca, y no niego que al caer

    me haya quedado botado... s... botado un buen rato, como si en verdad me hubiera tendido a dormir la

    mona... No me rehice pronto del costalazo y cuando me repuse, nad en el suelo, pataleando y

    manoteando de rabia, la frente y la nariz raspadas, sangre y sudor mezclados me bajaban por la cara...

    Mierda!... Por poco dejo ese ltimo fardo, como prueba del week-end que estaba pasando en aquel

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    paisecito. Lo arrastr como pude hasta el pie del camin de donde lo alc con brazos y pecho para apoyarlo

    en la pestaa de la carrocera, al fin lo consegu, entre un ahogo seco y un crujido de cintura, luego lo

    empuj hacia adentro, como haba hecho con los dems bultos del cargamento, cerr la compuerta y listo.

    Haba que apurarse, volver con las armas antes que amaneciera.

    Condenada cosa estar en Brooklyn!

    Chispa, gasolina y motor, al que di toda la fuerza intentando arrancar el camin de donde estaba pegado.

    Fcil fue entrar, sin peso, pero salir... quin sale de un arenal con un camin cargado...

    El barman se plantaba frente a l para renovarle el whisky y la cerveza en proporcin geomtrica y

    aritmtica, y darle la impresin que le escuchaba, como los dems bebedores que rodeaban al sargento

    Harkins.

    Condenada cosa estar en Brooklyn!

    El barman saba que el blitz-week-end del sargento Harkins tuvo por escenario un pas tropical donde hay

    montaas altas y siempre verdes, lagos muy hermosos, frutas muy ricas, flores muy lindas, en cuyos

    bosques se ordea de los rboles la leche del chicle, y de donde llegaban las mejores bananas y el mejor

    caf del mundo. Todo esto lo saba el barman. Un pas de indios pacficos que vestan telas multicolores,

    criollas insinuantes y mestizos tristes que llenaban plazas de toros, palenques de gallos, templos catlicos y

    ventas de aguardiente de caa. Todo esto lo saba el barman que al terminar de servir al sargento Harkins,

    le pregunt cmo haba hecho para salir de aquel atolladero con el camin cargado de armas.

    Cmo?...

    Antes de contestar, tras el manoteo del beodo que no encuentra el trago, levant el vaso de whisky y se lo

    hundi en la boca clavndoselo en las comisuras de los labios, como bocado de freno, para beber de tesn

    su contenido sin que se le derramara una gota, despus se alivi el ardor del scotch en el garguero con

    cerveza fra, escupi, limpise la cara con el pauelo y extrajo otro cigarrillo de su pitillera.

    All lo que tocaba era poner cadenas... dijo el barman, con la botella de whisky lista para renovarle el

    trago, cerveza tena ms de medio vaso.

    Condenado engao las palabras grit Harkins, a unos se les ponen cadenas para privarlos de la

    libertad y a mi camin haba que ponerle cadenas para libertarlo! Que cmo sal del arenal?... Bueno, era

    tan grave que apareciera un camin de la armada cargado de armas y cartuchos arrojados por un avin

    nuestro, manejado por un sargento de nuestro ejrcito, veterano de Normanda, que me sent perdido, y

    tan impotente para sacar los cadenajes y ponerlos, como para detener el da, y que tardara en amanecer...

    El motor en el mximum de potencia, las ruedas traseras girando en punto muerto y el camin sacudido

    por un temblor horrible, miedo, pavor, fro, de que nos hallaran all las autoridades de un pas amigo,

    contra el que jugbamos a una guerra de fin de semana. Ni consciente ni inconsciente, dej caer los brazos

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    en el timn y sobre ellos dobl la cabeza derrotado y apoy la cara sin rozarme las raspaduras de la frente y

    la nariz... Qu atropello el del sudor... Me goteaba de las axilas, me corra por la espalda, por la entrepierna,

    en los tobillos me pegaba las medias y las botas, como con pegamento... Mi Dios!... Desvi los ojos hacia la

    rueda delantera y a la media luz de mis faros se me present de nuevo el momento en que esa maldita

    rueda, ahora inmvil, haba lanzado al aire, abierta de brazos, como espantapjaros o crucificado, el cuerpo

    de una persona, mujer por el abrigo, que despus no encontr por ninguna parte. En eso estaba pensando

    y eso crea ver, pero en conciencia, mientras ms me destripaba el cachete, para llamarme a la realidad, lo

    que mis pupilas acariciaban era el filo de una roca que asomaba del inmenso banco de arena y que pronto,

    fue viendo mejor, tena la forma de una mujer bajo una sbana... una mujer de cantos redondos... ella

    tambin dorma... ella tambin estaba como yo, presa de la arena. .. La misma rueda junto a la misma

    forma real, corprea, de la mujer... all lanzndola al espacio, para que en el espacio se disolviera, para que

    no quedara nada, sino roco... y aqu mostrndola en su sepultura convertida en una roca de sueo... Me

    pareci todo aquello tan misterioso, que no s por qu sent que era mi salvacin. Ya estaba erguido con el

    volante en las manos, hacindolo girar hasta poner la rueda derecha en posibilidad de saltar sobre el

    peasco, y tomada esa precaucin arranqu con todo el motor en marcha decidido a forzarlo hasta que se

    quemara, para entonces explicar la panne en alguna forma, y que no fueran a echarle la culpa a mi

    presunta borrachera...

    Condenada cosa estar en Brooklyn!...

    No fue salto hacia adelante el que dio el enorme transporte al arrancar sino algo as como si hubiera sido

    lanzado por una catapulta. Y no me detuve ni en el arenal ni en la carretera que recorr de regreso a tal

    velocidad que las rectas costeras, prximas al Ocano Pacfico, desaparecieron casi en el acto, y atrs

    qued, esfumado, con el ojo de un farol en la torrecilla de un cuartel, el pueblo que llam de las once mil

    piedras calientes, con sus cocoteros, sus plantaciones de caa, sus bananales, sus papayales, todo

    sustituido por la vegetacin de las primeras mesetas, recortada en verdes metlicos sobre el aire del

    amanecer. Cambi de ruta, antes de llegar a un lago, dejando la carretera de asfalto por un camino de

    tierra y fui dando tumbos por entre minsculas poblaciones, hasta la finca "Grano de Oro", donde deba

    entregar las armas, pues no era prudente llevarlas hasta la capital. En estos poblados la vida ya empezaba,

    gallos, gallinas, cerdos, recuas, vacadas, llamadas a misa y cornetas que tocaban diana.

    Por una amplsima calzada de amatones que casi la cubran con sus ramas, rod hacia el interior de una de

    las ms famosas fincas cafetaleras de la regin, donde, frente a la casa, ya me esperaban sus propietarios,

    dos caballeros de caras enjutas, el mayor de ellos entrecano, ambos con ojos pequeos y pmulos

    asiticos. Apenas detuve el camin se acercaron a saludarme en perfecto ingls, consultando sus relojes de

    pulsera como dicindome: Se ha retrasado usted, apresrese, hay que ganar tiempo!... Salt de mi asiento,

    frente al timn, el casco echado hacia atrs, pauelo en mano para enjugarme el sudor, y fui con ellos hacia

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    la parte posterior del transporte a efecto de abrir las compuertas y proceder a descargar y esconder las

    armas en la casa... las armas?... pero... qu armas?... el camin vena vaco...

    Se me aflojaron las piernas, los pies ms pesados del orbe, sin dar crdito a mis ojos, mientras los hermanos

    del cafetal, alarmados, cada vez ms alarmados, mirndose entre ellos y mirndome, repetan: No hay

    nada!... No hay nada!... Salt, era imposible, era un engao de los ojos... All estaban las armas, s, all

    estaban... Mis pies, como los de un futbolista enloquecido, fueron lanzando patadas a todos lados, en el

    espacio vaco del camin, sin chocar con fardo alguno... No haba nada... Se haban volatilizada los bultos

    que venan en el camin... Me arroj a buscarlos con las manos. .. All tenan que estar... Cmo poda

    desaparecer todo un cargamento?... Pero slo encontr el paracadas... el abrigo... el abrigo... esta vez, no

    de la mujer, sino del armamento que no hall...

    Condenada cosa estar en Brooklyn!... Caerse? Cmo se podan haber cado, si la compuerta la

    encontramos asegurada con sus pernos y cadenas?

    Robo? Quin, si no me detuve en todo el regreso, y vine a gran velocidad, salvo en las cuestas, pues, por

    el peso que traa y la pendiente del camino, aminor la marcha?

    Sueo?... Sueo como el de las fieras comindose a los cristianos ricos?... Sueo como el de la

    atropellada, de la que slo encontr el abrigo?... Pero cmo iba a ser sueo que las haba cargado y

    echado al camin, bulto por bulto, si tena las espaldas molidas y las manos con ampollas grandes como

    huevos de paloma?

    Entonces s me cre con la cabeza perdida. Todo aquello era inexplicable. Pero no estaba borracho. Los

    propietarios del "Grano de Oro", que esperaban las armas en medio de cafetales floridos, blancos, nevados,

    me traspasaban con sus enigmticos ojos de caciques educados en Columbia University... El ms joven

    corri a sacar su automvil de un garaje disimulado por una enredadera y desapareci a todo motor por

    donde yo acababa de llegar. Ira a ver si las haba dejado regadas por el camino. Era lo ms probable.

    Despus supe que ganaba la poblacin para hablar por telfono con el Ambassador que esperaba noticias

    de la llegada del armamento y el parque.

    Tendra que presentarme a las autoridades del pas, por lo de la mujer atropellada, cuyo abrigo dej botado

    en el lugar del accidente, me quemaba la curiosidad, saber cmo haban encontrado a la vctima, muerta o

    herida, y por lo de las armas, tendra que responder al terrible Ambassador. En balde tratara de probarle

    con los lomos molidos y las manos a la miseria, mi esfuerzo, todo lo que haba hecho, para cumplir la

    misin a conciencia. Seran idioma ms elocuente para denuncia mi borrachera, los raspones de mi frente y

    mi nariz.

    Me apart del camin paso a paso. Llevaba a la espalda el paracadas como un capote blanco, un cigarrillo

    en los labios, y acept del propietario del "Grano de Oro" una taza de caf y una silla.

    Condenada cosa estar en Brooklyn!...

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    El barman plantse de nuevo frente a l, la botella de scotch en la mano, los ojos hmedos de una alegra

    de banderas, la sonrisa del que conduce pasajeros, y le llen la copa. Algo saba el barman de la vida del

    sargento Harkins. Saba que era de California, graduado en alguna universidad, probablemente en la de

    Standford, periodista, trotamundos... y, como l mismo deca, poeta que la segunda guerra dej

    "durmiendo un sueo sin sueos".

    Borracho yo?... En lugar de sacar el trasero para hacer la venia al Ambassador, se lo deb poner en la

    cochina cara de pederasta, pero ya la venia estaba hecha, mi pie corrido treinta y cinco centmetros a la

    izquierda, y mis manos cruzadas a la espalda.

    Dnde dej usted las armas, sargento?

    No s, Ambassador...

    Las carg usted en el camin?

    S, Ambassador, yo mismo las cargu.

    Y cmo explica usted que no hayan llegado en el camin?

    No me lo explico, Ambassador...

    No se le cayeron en el camino?...

    No s, Ambassador...

    Se las robaron?

    No s, Ambassador, pero no me detuve en ninguna parte.

    Estaba borracho?

    No, Ambassador!...

    Se presentar usted a responder ante las autoridades militares de la Zona, en Panam.

    No estoy movilizado, Ambassador...

    Y cmo est aqu?

    Como turista, Ambassador... Invitado a pasar el week-end...

    Pues sepa, estpido, que estamos en guerra...

    En guerra?... desorbit los ojos... En guerra con Rusia?... pregunt.

    No, sargento Harkins, no se haga el imbcil, estamos en guerra con este pas, y usted est borracho!

    S, Ambassador, estoy borracho...

    Hace un momento deca que no...

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    Pero ahora digo que s. Si usted afirma que nuestro pas, el ms poderoso del mundo, est en guerra con

    est repblica en miniatura, estoy borracho, totalmente borracho.

    Se le entregar el pasaje para Panam y debe presentarse, bajo su palabra, a las autoridades militares de

    la Zona.

    Antes tengo que presentarme aqu a la polica, porque anoche atropell a una mujer.

    Pero el diplomtico ya no oy mis palabras. Haba vuelto las espaldas y sala militarmente, seguido de los

    dos propietarios del "Grano de Oro". Junto a estos aindiados, se vea corpulento como un verdugo

    disfrazado de deportista.

    Me desplom en la silla. Estaba borracho. Slo borracho poda creer que mi pas, el pas ms poderoso del

    mundo, pudiera estar en guerra con un pas tan pequeo, tan inofensivo... ja... ja... ja!... era una vergenza

    y haba que estar total, absoluta, completamente borracho) y seguir as, para creerlo... borracho borracho

    de caerse...

    Condenada cosa estar en Brooklyn!...

    2

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    15

    El encargado de dar las informaciones policiales a la prensa, gendarme al que le faltaba un brazo y

    sobraban ojos, conoca muy bien a los reporteros de los diarios. Aquella maana no llegaban en ayunas del

    noticin, sino a que l se los confirmara oficialmente. Le bast orlos acercarse en pelotn de asalto a su

    despacho, verles entrar lpiz y papel en mano quitndose la delantera, el sombrero bajo la bisagra del

    sobaco, los que an usaban esa prenda intil, sin corbata algunos, otros sin saco, con guayabera, todos

    nerviosos, gesticulantes, sin alcanzar aliento, tantos eran los signos de interrogacin que, como anzuelos,

    traan de la ciudad que herva de rumores.

    Pero se dieron con el pisapapeles en los dientes o l mismo les hubiera dado, pues si siempre que ellos

    entraban lo esconda, no faltan cleptmanos entre la gente de pluma, esta vez lo empu para hacerse

    respetar, apretando con los dedos de la mano derecha el globo de cristal en que se vean las figuritas de un

    hombre y una mujer faltando a uno de los mandamientos,

    Los reporteros se replegaron ante la actitud del belicoso manquizurdo que no slo no les daba odos, sino

    los amenazaba con expulsarlos, mientras ellos le explicaban que la gravedad de la noticia que venan a

    confirmar, les haba hecho perder la cabeza y precipitarse a su despacho en forma irrespetuosa. No eran

    pldoras ni palillos de dientes lo que se encontraron esa madrugada en la carretera del Pacfico, sino armas

    de todo calibre y millares de balas.

    Uno de todos salv la situacin:

    Yo tengo un pisapapeles igual al suyo, slo que el hombre y la mujer estn vestidos.

    El manquizurdo se desarm. Su lado flaco eran los pisapapeles obscenos.

    Vestidos, pero... ooo...

    S, s, vestidos, qu tiene de particular

    Entonces es mejor el mo... en cueros, vea... en cueros...

    No s si es mejor... el que yo tengo es muy gracioso. .. el hombre est con sotana y la mujer con

    mantilla...

    Al manquizurdo se le llen la boca de sanguaza, los ojos brillantes, y como no se poda frotar las manos, se

    estruj de gusto una rodilla con otra.

    Un cura con su hembra!... grit. Y se ve bien que estn...

    S, se ve bien...

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    16

    Y cmo estn?

    Cmo, cmo estn?... En algo que slo un hombre y una mujer pueden hacer juntos!...

    Ella, ella! cmo est?

    Arrodillada...

    Arrodillada... repiti el manco con voz de babas, antes de inquirir, curioso, lascivo-: Y el cura?... Y el

    cura?...

    Sentado...

    Sentado?...

    Y cmo quera que estuviera, si la est confesando!...

    Todos soltaron la carcajada y el manco celebr la broma con tales risotadas que ya se ahogaba, llorosos los

    ojos, los bigotones en desorden, la manga sin brazo bailotendole como moco de chompipe, y no deja de

    rerse si los periodistas, creyndolo anestesiado por las carcajadas, no tratan de extraerle la confirmacin

    oficial de la noticia.

    Le cambi la cara.

    Vyanse al M... de la Defensa... querindome embrocar... les vomit-; sa es informacin militar y no

    de la polica, y si les falta papel, aqu les prepar un boletn con la noticia de un abrigo de mujer que se

    encontr cerca de la estacin "Eureka"...

    Qu susto le dara la polica a esa pobre pareja, para que ella haya dejado abandonado hasta el abrigo!

    exclam el que le haba hecho la broma.

    Y que no estaran como en su pisapapeles, vestidos y confesndose acot el manco, sino como en el

    mo...

    Y le parece justo, jefe, que mientras usted colecciona pisapapeles con parejas desnudas, la polica no

    deje en paz a las parejas que proveen a la ciudad de pisapapeles vivos? le argument uno de los

    reporteros, el nico que le recibi el boletn. Los otros ni se dignaron leerlo. Andar a caza de la

    confirmacin oficial del noticin de las armas encontradas en el camino y volver a sus diarios con la nueva

    de un abrigo de mujer abandonado cerca de la estacin "Eureka", era para que los echaran.

    Armas... armas... la noticia del da... se descubren armas en la carretera del Pacfico... armas...!

    Los voceadores de los diarios recorrieron la ciudad con este grito, y la gente asomaba a las ventanas, sala a

    las puertas, corra tras ellos, hasta tener el papel con letras en las manos. No les bastaba or la noticia a los

    voceadores. Oda la tenan desde que circul el rumor por la ciudad. Queran leerla, deletrearla...

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    17

    Armas!... Armas!... La noticia del da... se descubren armas en la carretera del Pacfico... armas...

    armas!

    S, seor, me llamo Marcos Paz...

    Tenemos ante el micrfono, amigos oyentes, al seor Marcos Paz, uno de los chferes que descubri en

    la madrugada de hoy, los primeros fardos del gran cargamento de armas y parque, regados a lo largo de la

    ruta Capital-Puerto de San Jos. Es un hombre de mediana estatura, moreno, sin mucha nariz, por eso le

    llaman "Chato", y va a contarnos cmo descubri esos bultos. La palabra del seor Marcos Paz...

    Pu... ru... pup!, no hay mucho que contar, que se diga... Sal del puerto en la madrugada con

    pasajeros...

    Han odo ustedes intervino el perifoneador, sali del puerto con un cargamento de pasajeros

    dormidos...

    No s si venan dormidos, pero pu ru... pup!, yo vena bien despierto, Adelantito de Masagua

    apareci el primer bulto botado en medio de la carretera. .. pu... ru... pup!.,, nunca pens lo que era...

    Qu hizo usted?

    Cmo, qu hice?... parar...

    S, se entiende que par...

    Sacud a mi ayudante que vena cabeceando, para que bajara a ver de qu se trataba, y volvi con la cara

    plida a decirme que era un bulto con armas. Pu ru pup!... dije yo... y me baj,,. Efectivamente eran

    armas... All noms las alzamos, para echarlas en la camioneta, y adelante encontramos un segundo y un

    tercer bulto... tres encontr yo...

    Y cmo estaban?

    Botados como cuando un camin en marcha va dejando caer la carga que lleva...

    Esto lo podra usted afirmar?... No cree usted que hayan sido arrojadas de un avin?...

    Pu... ru... pup! firmar no...

    Afirmar...

    Tampoco, tampoco... pura suposicin... en qu se basa...

    Bueno, en que por donde estaban los bultos cados, se miraban las huellas de llantas de bocadillos

    grandes, que slo podan ser las de un camin de ms de dos toneladas... Pu... ru... pup, los aviones no

    dejan huellas, y all s que se miraban patentes las huellas de un camin!...

    Y qu ms podra usted decirnos... qu hizo con las armas... se las llev a casita...

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    18

    Dios guarde!... la entregu en la Comandancia de Santa Mara, y quin le dice a usted que hubo que

    hacer cola, con todos los que all estaban entregando los fardos encontrados... camioneros...

    automovilistas.., hasta carreteros...

    Agradecemos al seor Marcos Paz ...pu... ru... pup!, haber hablado para nuestros oyentes por estos

    micrfonos...

    La noticia del da eran las armas. Quin entonces estaba pata fijarse en aquel pequeo suelto publicado en

    una pgina anterior? Pocas lneas: "Ayer a las 21 horas y 53 minutos, cerca de la estacin Eureka se

    encontr abandonado al borde de la va pblica que va del Guarda Viejo a La Reforma, un abrigo de

    mujer color vino tinto con la manga del lado derecho casi desprendida. En los bolsillos se le hallaron dos

    fichas de ruleta, una de diez dlares color marfil, y otra de cinco dlares, color rojo, as como una tarjeta de

    visita con el nombre de Ada Nuffio, Profesora de Educacin Fsica."

    3

    Condenada cosa estar en Brooklyn!... No les negu ms mi borrachera... para qu... mejor que me

    creyeran borracho... slo considerndome yo mismo en completo estado de ebriedad, inconsciente,

    totalmente inconsciente, poda aceptar que obraran conmigo como si en verdad lo hubiera estado... Iba o

    no iba borracho cuando fui a traer las armas?... Ya convenimos en que no iba borracho de caerme, pues...

    de caerme no iba borracho, de tambalearme, s... y desde entonces no he dejado de beber un solo da...

    eso es suicidarse?... si eso es suicidarse, yo no me dejo de suicidar un solo da... me suicido todos los das...

    desde entonces me suicido todos los das... antes me rasuraba todos los das como las personas educadas...

    ahora me suicido todos los das...

    El encargado de investigar lo que ya se llamaba "Affaire Harkins", miembro del Servicio de Inteligencia

    Federal, de la Agencia Central de Inteligencia y hombre de confianza del Ambassador, trajo la Biblia... Cre

    que me iba a hacer jurar borracho... No fue as... La trajo, la abri y dijo:

    Sabe usted algo de la resurreccin de Cristo?...

    Algo... le contest.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    19

    Pues si sabe recordar, sargento, que en el Captulo 28, versculo 2, segn San Mateo, leemos: "Y he aqu,

    fue hecho un gran terremoto: porque el ngel del Seor... (debo estar borrachsimo, me dije, no entiendo

    nada de lo que este pelo de mierda est leyendo)... porque el ngel del Seor descendiendo del cielo y

    llegando haba revuelto la piedra y estaba sentado sobre ella."

    Y menos iba a entender en seguida, cuando me pregunt a quemarropa, qu ngel haba abierto por detrs

    la compuerta del camin.

    S, s... afirm ante mi silencio clavndome en los ojos sus pupilas claras de huevo ligeramente azul y

    sin esperar respuesta, extrajo del bolsillo lateral de su americana un peridico que traa doblado, lo

    extendi abriendo los brazos y con la cabeza sepultada en sus pginas, le o leer, como a un apuntador de

    teatro, la noticia del abrigo, y, terminando la lectura, sin dejar que yo hablara, al sacar la cabeza del papel,

    exclamar:

    Insignificante, verdad?... Pues para m, en esta noticia, est toda la clave de la cuestin... Si la tumba del

    Seor la abri un ngel, la compuerta del camin, la abri otro ngel...

    Tuve que sacudir la cabeza, como cuando le queda a uno agua en el odo, para darme cuenta que no era yo,

    que era l, el mejor de los policas del Servicio de Inteligencia, el que deliraba, como borracho.

    Insina le dije que fue la duea del abrigo, por la tarjeta que llevaba en el bolsillo, probablemente

    Ada Nuffio, la que abri la compuerta del camin para que se cayeran las armas?...

    No insino nada, sargento...

    Le quera explicar: entre el sitio en que atropell a esa persona y el lugar en que recog las armas lanzadas

    por uno de nuestros aviones, hay una distancia de por lo menos ochenta kilmetros, y entre la hora del

    accidente, antes de las diez de la noche y la madrugada en que estuve cargando las armas, haban pasado

    muchas horas. Cmo aceptar entonces que a esa distancia y con esa diferencia de horas, la persona

    atropellada, probablemente Ada Nuffio, hubiera podido abrir la compuerta del camin, para que se regaran

    las armas en el camino, cuidando de cerrarla despus?

    Esa es la incgnita, y vamos a tratar de resolverla, sargento. Dice usted, y su declaracin fue grabada en

    cinta magntica, lo que me ha permitido escucharla varias veces, que en el momento del accidente alcanz

    con el rabo del ojo, el cuerpo de una persona lanzada al aire con los brazos abiertos y que al detener el

    camin, ms adelante, y volver a prestarle auxilio, esa persona haba desaparecido.

    S, es muy misterioso... le respond.

    -Podra usted, sargento Harkins, decir si vio la cabeza, la cara, las manos, los pies de esa persona? Ya me

    dijo que no, que en aquella fraccin de segundo slo le fue dable percibir el bulto, la forma humana que

    pudo ser sencillamente el abrigo y lo que crey los brazos, las mangas en movimiento, y en ese caso he

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    20

    llegado a la conclusin que esclarece el enigma: la persona atropellada fue expedida del abrigo, en el

    momento del choque, y as se explica que usted no la encontrara...

    La habra encontrado en el suelo... le interrump.

    Djeme concluir... no la encontr, porque cay donde usted menos se imagina, donde no busc.

    Ya le he dicho que no estaba borracho de no saber lo que haca...

    S, pero tambin me ha dicho que en ningn momento subi a revisar el camin, ni siquiera cuando carg

    las armas, pues slo fue empujando los bultos que fcilmente se deslizaron hacia el interior por la cama de

    la carrocera...

    Sugiere usted... que cay dentro del camin le interrump, Imposible... el bulto apenas alcanz la

    altura de la rueda y movi los brazos expedido hacia afuera!

    Los brazos o... las mangas.., y con lo que usted dice, sargento Harkins, no hace sino confirmar mi

    hiptesis; mientras el abrigo era lanzado como un cascabillo hacia afuera, una simple cuestin de balstica,

    el cuerpo humano era expedido hacia lo alto como una bala, y al perder el impulso se desplomaba dentro

    del camin...

    Creo que al parar el camin la habra odo lamentarse, llorar, quejarse... o al volver a buscarla bajo las

    ruedas...

    Y si estaba inconsciente?...

    Quin?...

    Ella...

    Ah, s, ella, ella... me mord los labios.

    -Cay dentro del camin exnime y no fue sino ms tarde cuando recobr el conocimiento, tal vez

    cuando el aerotransporte sobrevolaba el terreno en que dej caer las armas...

    No poda haber estado tan borracho! grit desesperado, y, adems, es imposible que una persona

    que ha sido atropellada, que va exnime, que ha perdido el conocimiento, al recobrarse est apta para

    darse cuenta que eran armas lo que yo estaba cargando y hacernos esa jugada...

    No se present usted ante las autoridades policiales...

    No...

    En eso ha hecho bien. Sera ponerlos en guardia sobre la identidad del camin que atropell a esa

    persona que, sin quererlo y sin que usted lo acepte, fue su pasajera en el camin...

    Me exasperaba que me interrogara en aquella forma velada, pero me abstuve de reaccionar,

    contentndome con rascarme la cabeza y decir a manera de conclusin:

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    21

    Por otra parte era un secreto militar...

    Era, dijo usted bien, era, porque para m que haba dejado de ser un secreto... El espionaje de estos

    salvajes est operando muy bien en Panam. Lo que no se puede negar es que ha sido un golpe de mano

    maestra, y ya ver cmo se confirma lo que yo sostengo: la clave de este enigma est en el accidente... Ya

    tendremos noticias de Panam y tambin de esa Profesorcita de Educacin Fsica, Ada Nuffio...

    4

    Sobre las pistas negras, charoladas, superficies de agua dura, hielo de alquitrn, la modorra de las luces de

    los hangares, los trompos rutilantes de los faros aqu y all encendindose y apagndose y en un extremo,

    hacia el mar, en medio de la ms mojada oscuridad, un trozo del da conseguido a costa de millares de

    voltios, claridad cegante que baaba las masas de un enorme avin de transporte y un Tunderbolt P47.

    De espaldas a la luz, pegados a las superficies metlicas de los aviones, grupos humanos igual que tteres

    mostraban sus rostros ensangrentados, y no era sangre, sino pintura, al ir borrando las marcas rojas de las

    alas y los costados.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    22

    ...Yo me quiero divorciar

    para casarme contigo...

    ...Yo me quiero divorciar

    para casarme contigo...

    El negro Turundr segua haciendo tambor en la panzota del Tunderbolt, con la mano que no borraba

    estrella, pabelln, letras, nmeros... que no borraba... que no borraba...

    ...Yo me quiero divorciar

    para casarme contigo...

    Muchas otras manos borraban, pero la de l, la que tocaba el tamborcito en la panzota del avin, no

    borraba estrella, pabelln...

    No eran tantos los del turno extraordinario y se trabajaba en un lugar apartado del trfico, con paga igual a

    la del tiempo de guerra...

    Volver la guerra, Turundr? le pregunt un mulato que tambin borraba a su lado, estrella,

    pabelln...

    Volver?, qu pregunta. Si no se ha acabado. Slo que le llaman "guerra fra"...

    Guerra pobre debe ser... apunt el mulato dejando quietas las pupilas de miel negra en las crneas de

    aluminio. Y para esa guerra fra, chico, estaremos borrndole las identificaciones a estos aviones?

    Ah!... abri la bocaza el negro, mostrando la cavidad roja con las filas de dientes blancos. Para

    guerra ahora bombardero. Solo mejor, solo bombardero, sin estrella, sin pabelln, sin letras... mejor...

    Mejor para qu...

    Mejor para todo...

    Y qu estabas hablando con el Administrador del Teatro...

    Hablando?... se sorprendi Turundr.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    23

    __Te vi... y con un dedo colorado de polvo de pintura, el mulato se tir el pellejo de la mejilla para dejar

    ms desnuda su plateada crnea de aluminio,

    Hablando... se alz de hombros el negro.

    Te vi... Le estabas preguntando, Turundr, para qu nos ponen a borrar el pabelln de estos aviones?...

    S, eso le estaba preguntando...

    Y l qu te dijo?

    Que pa que hubiela tlabajo... hay mucho desocupao...

    Si estn recin pintados... Carajo, como que no supiera yo para qu... quin no lo sabe...!

    Los mares se lanzaban uno contra otro a travs de aquella delgada cintura de tierra, sin alcanzar a

    morderse, encadenados por sus oleajes, mostrndose los dientes de espuma a cada tarascada de cristal, y

    dejando or hasta muy lejos sus bramidos. Empez a llover. Turundr no se mojaba. Vea mojarse a los

    compaeros, a los que trabajaban en la cola del avin, raspando los nmeros, hasta hacerlos desaparecer.

    El, bajo un ala, muy contento, borra y borra pabelln y estrella...

    Pero ahora hasta de da estaban despintando aviones de transportes y bombarderos. Turundr asom por

    el Teatro Cometa a media siesta. Cerrado. Todo cerrado. Ni las palmeras parpadeaban. Dormitando bajo los

    chorros calientes del sol perpendicular, Turundr tampoco parpade, sus grandes pestaas negras se

    quedaron en la orilla de sus prpados, como barbas de hoja de palmera. Era horrible cantar cuando todos

    hacen la siesta. Pero tena que hacerlo. Ya por all tena que hacerlo. Y tarare primero, sin la letra, luego

    silb la msica, y por ltimo, solt la voz de negro, que slo abre la boca y emite el sonido, desde la

    garganta:

    ...Yo me quiero divorciar

    para casarme contigo...

    ...Yo me quiero divorciar

    para casarme contigo...

    Apenas cant, a un ventanuco se asom una cabeza, saludndolo desde arriba con su nombre:

    Qu tal, Turundr?

    Y no tuvo tiempo de contestar ni de escupir dos veces, ya estaba junto a l, el Administrador del Teatro

    Cometa:

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    24

    Cuntos limpiaron hoy? se apresur a preguntarle; hombre enjuto, narign, de amplia frente, con la

    boca olorosa a carbn vegetal, santo remedio para los agrios, que son las vsperas de la lcera, que es la

    vspera del cncer.

    Un transporte que va a salir en seguida, y un bombardero de los grandes aunque algo viejo.

    En la mano de Turundr qued un puado de billetes crocantes.

    Y al piloto colombiano lo viste? pregunt aqul, mientras se abrochaba la bragueta, haba bajado de

    su casa con la bragueta abierta.

    No, a Silvano no lo vi. Esos aviones grandes no se los dan a ninguno, slo ellos los manejan.

    Al desaparecer el Administrador del Teatro Cometa, Turundr se detuvo a contar el dinero que le haba

    dado, junto a una palmera. Luego sigui por la Avenida Central. Una leche de coco le estaba pidiendo el

    cuerpo.

    El transporte despeg fcilmente de la pista y encumbrse en vuelo rasante sobre hangares y edificios de

    Panam que pronto no fueron sino borrosos puntos blancos, manchas de colores. Hubo que anunciar que

    un aerotransporte sin identificaciones parta en ese momento hacia el norte, y no obstante el aviso, ciegos

    y casi instintivos, movironse hacia la silueta cruciforme, miles de bateras antiareas.

    Bajo un cielo cubierto de nubes, en los lugares en que el toldo se rasgaba, veanse confundirse en pilagos

    de esmeralda y turquesa tierras y mares a lo largo de las costas de Centroamrica, y despus de algunas

    horas de vuelo, cuando el transporte empez a descender, la inmensa masa de agua de dos lagos, tan

    prximo uno del otro que antojaban dos copas en el momento de un brindis.

    No aterrizaban del todo y ya una tropa de sombras blancas, como enfermos de un asilo de locos, los pies

    desnudos, algunos con sombreros de palma, asaltaban la nave cargados de fardos y cajas, en procesin

    silenciosa. Una doble fila de guardias de uniformes blancos, botas relumbrantes y sombreros de "cow-

    boys", pistoln al cinto y fuste en mano, segua con ojos atentos el ir venir de los cargadores. Nadie se

    atreva a pronunciar palabra, pero todos saban que cargaban armas y parque, y menos a pronunciar el

    nombre del pas adonde, ms tarde, se dirigira el transporte que mostraba contra el cielo, sobre el campo

    seco, las cuatro cruces de sus hlices girantes.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    25

    5

    Anterior volumen indqueme, otro no!... Anterior volumen indqueme, otro no!... se oy la chchara

    monocorde de un radioaficionado de Panam (que tena su transmisor en el Teatro Cometa)... Aqu

    Panam, aqu Panam, aqu Panam llamando a Luis Morh a Guatemala... llamando a Guatemala...

    Guatemala... Anterior volumen indqueme, otro no! Anterior volumen indqueme, otro no!...

    En Guatemala, calle del Cementerio, al fondo de un jardn cerrado por una puertecita que de tanto llegar

    sol pareca de hueso muerto, despintando el rtulo "Se venden flores", en una casa de dos aleros, entre

    enredaderas y alambres, un radioaficionado capta: "Anterior volumen indqueme, otro no" y deduce,

    escribindolo de corrido y extrayendo la primera letra de cada palabra:

    AVIN!!

    Cambio... cambio... cambio... le estaba pidiendo Panam..., y se oy Guatemala...

    ...Le estoy dando el cambio... Panam... Panam. .. Panam... le estoy dando el cambio... aqu Guatemala...

    aqu Guatemala... Guatemala le est reportando... ha tomado nota de su pedido... "Anterior volumen

    indqueme, otro no"... pero le voy a dar de nuevo la palabra... cambio... cambio... Panam... cambio...

    cambio... le voy a dar de nuevo la palabra, porque es intil que le d el volumen que me pide, sin saber en

    qu onda ha salido... si ha salido en la de costumbre, porque no es cuestin de volumen.

    ...Ya s, ya s, pero recuerde que soy aficionado y no s muy bien eso de volmenes y salidas de ondas... lo

    cierto es que la ma sali y lleg all con usted... y voy a fijarme bien en qu onda sali... pero habindome

    captado usted, yo ya s que sali... aunque creo que carga mal mi condensador... carga mal?... no est

    cargando... no carga nada... me oye, Guatemala, Guate... Guate... Guate... me oye...

    En Guatemala, calle del Cementerio, acaba de pararse frente a la puertecita de un jardn donde se venden

    flores, un viejo quebrado en tres pedazos: hasta las rodillas que al arrastrar los pies inclina hacia adelante,

    uno; de las rodillas a la cintura echada hacia atrs, otro; y de la cintura a la espalda cargada de aos, el

    tercero, faltando mencionar la cabeza tronchada sobre el pecho.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    26

    Botella hay... botella?... grita golpeando la puerta con su bordn.

    Nadie responde. Slo se oye, tras la puerta de hueso muerto, el vuelo de las mariposas que van recorriendo

    las flores en su ronda de mieles y perfume.

    La mano del radioaficionado anota sobre un papel, ajeno a los golpes que estn dando en la puerta, no los

    oye porque tiene los auriculares puestos: "Avin sali de Panam sin carga

    Panam le estaba pidiendo el cambio y se lo dio...

    ...Panam... Panam... Panam... le estoy dando el cambio... le escucho en perfectas condiciones, aunque al

    principio no me fue fcil identificar su llamada...

    ...Era la incgnita en su cuadrante?... ri Panam en una especie de estornudo... pues seguir llegando

    siempre de incgnito... sin identificarme... alguien nos est interfiriendo... al, Guatemala, Guatemala,

    Guatemala..., nos estn interfiriendo...

    El viejo quebrado en tres pedazos golpea desde la calle, preguntando con su voz tostada por el catarro de

    las edades, si hay botellas vacas en venta, y tras esperar un rato largo que alguien le abra, se voltea y va

    acercando las posaderas a la grada de la puerta, para sentarse y descansar un poco.

    Al... al... Guatemala... Guatemala... le deca que nos estaban interfiriendo... es un buen amigo de

    Nicaragua que me reporta todas las veces que puede, y me carga porque siempre sale a decirme que es de

    Managua, como enjuagndose con vocales y a burlarse de m... sin duda me oy decir que mi batera no

    cargaba, porque me result invitando a trasladarme a Managua, para cargar... vngase... vngase... y ya

    ver que carga ahora mismo...

    En Guatemala, calle del Cementerio, jardn donde se venden flores y no botellas vacas, el viejecito se ha

    dormido en la puerta, las moscas en la cara, resollando, roncando, separado por rosas, claveles, dalias,

    magnolias, hortensias, azucenas, de la casa en que el radioaficionado copia: "Avin sali Panam sin carga,

    para cargar ahora mismo en Managua..."

    Cargar qu...

    ...aqu Guatemala... aqu Guatemala... dgame, Panam, Panam, Panam... dgame, Panam... cmo le

    qued su armazn que estaba haciendo para su antena... armazn le llamamos nosotros... Cmo le llaman

    ustedes, armazn?... armazn... cambio... cambio... cambio... Panam... Panam... le voy a dar el cambio...

    le preguntaba si instal su antena y si le puso lo que nosotros le llamamos armazn... y que no s si ustedes

    tambin le llaman as, armazn...

    S, s, armazn... armazn le llamamos nosotros... s... s... Guatemala... armazn... armazn... as le

    llamamos en Panam... me qued buena, pero creo que la voy a cambiar de lugar, que la voy a poner frente

    al parque... el parque que hay aqu frente a mi casa... un parque tan lindo que todos dicen que es mucho

    parque para Panam... pero lo dejo, amigo de Guatemala y volveremos a conversar si est usted por all en

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    27

    la madrugada. .. no se me vaya a dormir... y no se olvide de saludar al seor que me ofreci obsequiarme el

    anillo de esmeraldas. .. dgale que no lo vaya a jugar a la ruleta...

    El parte estaba completo:

    "Avin sali de Panam sin carga, para cargar ahora mismo en Managua armas y llegar a Guatemala en la

    madrugada, avisarle en el casino al amigo del anillo de esmeraldas...

    Al salir el radioaficionado se llev por delante al viejecito que dorma en la puerta.

    Eh, viejo, aqu no es lugar de dormir!

    Esprese... ya me va a tocar dormir enfrente! y seal con un movimiento de cabeza el cementerio.

    Me sent, mientras venan a abrir, pero como que aqu no vive gente o son sordos... tal vez tienen botellas

    vacas para vender...

    Para romper, dira yo... y le seal una botella que se le haba hecho pedazos frente a la puerta.

    Ya hice una que no sirve!... exclam el viejo, y con la voz mohosa de afliccin, moviendo la cabeza de

    un lado a otro ante lo irreparable-: Una gran prdida para m...

    Un veinticincn para que se ayude... largle aqul una moneda de veinticinco centavos, y para que

    recoja los chayes...

    Lo har... lo har... no se disguste... puj el viejo, dispuesto a barrer los vidrios con la bolsa de brin que

    llevaba al hombro, pero antes se encar con el radioaficionado, y le dijo: Diz que es mal agero quebrar

    una botella vaca, pero cuando la botella es verde, color de esperanza, trae buena suerte...

    Aqul ya no oy lo que sobre botellas y ageros sigui explicando el viejo. Haba que ganar tiempo,

    movilizarse. El era un S. P. S. en guerra y llevaba hacia el cuartel general de los S. P. S. (Sociedad Patritica

    Secreta), el parte transmitido desde Panam. No era supersticioso, pero mientras cruzaba un baldo

    buscando hacia la puerta del cementerio, donde siempre haba automviles de alquiler, pens que alguna

    relacin deba haber entre el anillo de esmeraldas y la botella verde que se le rompi al viejo ante la

    puerta... y que por ser de buen agero, les traera la suerte de capturar las armas.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    28

    6

    Condenada cosa estar en Brooklyn!... No sabamos quin era Ada Nuffio ni el polica aquel dejaba de

    suponer imposibles... s, imposibles... como tuve que gritrselo a la cochina cara inmvil de cartn

    mascado... Eso de que la persona atropellada por m, hombre o mujer, hubiera cado dentro del camin era

    imposible... Se le paraliz ms la cara cuando le hice ver que el camin iba cubierto con una lona, y que de

    haber cado un cuerpo cualquiera, habra rebotado en el toldo y en seguida, largo a largo, dado en el piso,

    donde yo no era ciego para encontrarlo.

    En eso no haba yo pensado... murmur, fijando sus pupilas de clara de huevo azulenca, en mi nariz

    lastimada, es decir no saba que el camin llevase un toldo. En el afn de explicarse uno las cosas, olvida

    los detalles. Sostengo, sin embargo, que la clave del misterio sigue estando en la persona atropellada... s...

    s... cambi de idea, lo del abrigo pudo haber sido una simple treta... Afirmara usted, bajo juramento,

    sargento Harkins, que la persona que vio saltar hacia arriba en el momento del choque, del accidente mejor

    dicho, era una mujer?...

    Mov la cabeza negativamente.

    Cabra la hiptesis de que hubiera sido un hombre. Tira el abrigo al aire, corre a un escondite, el

    encallejonamiento estaba lleno de sombras y le bast quedar agazapado, y al detenerse usted y volver

    atrs para prestarle auxilio, dirigindose al bulto que crea la vctima y era el abrigo, le juega la vuelta y

    trepa a ocultarse dentro del camin.

    Se frot las manos. Casi me abraza.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    29

    Felicitmonos, sargento, porque hemos dado con la clave del asunto! Ya tenemos la explicacin...

    No estaba tan borracho murmur al rechazar su hiptesis, habra odo el menor ruido...

    Entonces explquelo usted...

    Mi explicacin no ayuda a resolver la incgnita de la mano que abri y cerr la portezuela del camin,

    para que se regaran las armas en el camino le contest y sin darle tiempo a que hablara aad-: La

    explicacin del accidente, a mi modo de ver es ms sencilla. Al arrebatarle el abrigo el aire de la rueda a la

    dama que marchaba en la misma direccin que el camin, hasta ahora todo nos hace suponer que era una

    dama, su reaccin natural, humana, instintiva, fue escapar a todo correr de la inmensa mole rodante que

    acababa de poner en peligro su vida, lo que la hizo volver hacia atrs, en el sentido contrario del que yo

    traa cuando baj a auxiliarla, y por eso no la encontr; bajo la accin del susto puso distancia velozmente,

    sin pensaren el abrigo...

    Pero, entonces, quin... quin... Harkins... abri la compuerta del camin...

    El Angelito... pens contestarle, casi lo digo, para rerme un poco, pero el hombre estaba seriamente

    preocupado.

    Operamos en un pas enemigo mascullaba...

    Enemigo? tuve intencin de decirle, y los ferrocarriles son nuestros, los muelles son nuestros, los

    transportes martimos son nuestros, los transportes areos son nuestros, las comunicaciones cablegrficas

    y radio telegrficas son nuestras... slo que nos estemos ya declarando la guerra a nosotros mismos...

    Es tremendo... mascullaba, nuestros servicios de espionaje no se dan alcance, crame, no se dan

    alcance y algo ms, son bastante nulos, de una nulidad que no llora sangre, sino dlares, porque se les paga

    muy bien, muy bien, tan bien que cualquiera sabra sobre usted algo ms de lo que ellos han logrado

    establecer...

    De quin, de m?

    De sus contactos, Harkins... Hacen hincapi en su simpata por los republicanos espaoles, lo que parece

    le llev a quererse enrolar en la defensa de Madrid...

    Es cierto... le contest.

    No, no puede ser, sargento Harkins se le llenaron los ojos de una hiel pelada, es imposible

    sospechar de usted! Sus importantes servicios durante la guerra, lo ponen a cubierto de cualquier

    sospecha...

    Qu quiere usted decir? le grit.

    Yo nada, otros son los que insinan que usted pudo abrir la compuerta, para dejar caer las armas...

    Estpidos!

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

    30

    S, es una estupidez; de haber sido usted, la deja abierta y explica tranquilamente la prdida de las armas,

    como un accidente de ruta...

    El barman asomaba frente a Harkins, cuyos dientes amarillos, desiguales, destilaban angustia salivosa, y le

    renovaba la dosis de whisky multiplicada, y la de cerveza, sumada.

    Condenada cosa estar en Brooklyn!...

    El barman saba de memoria, tantas veces se lo haba contado, que Ada Nuffio, la profesora de Educacin

    Fsica, no era la persona atropellada por el camin. Acompaada de su padre se present ante la polica y a

    los peridicos aclarando que se hallaba ese da en el casino y que alguien equivocadamente se haba

    llevado su abrigo, dejndole uno bastante parecido, en forma de kimono, color borravino.

    Al tacto, igual que un ciego, buscaba el sargento Harkins el vaso de whisky. Un ciego con los ojos abiertos

    en medio del misterio de una mujer atropellada, de la que slo encontr el abrigo, y de un cargamento de

    armas, del que slo le qued el paracadas...

    Se resolvi, antes de tomar el vaso, para enfrentarse al barman:

    Ni nuestros servicios de espionaje, tres grandes redes; ni los servicios de espionaje del gobierno del pas

    en que operbamos; ni el espionaje del ejrcito del mismo pas; ni el de la polica, resolvieron la incgnita, y

    de no haber sido hroe de Normanda, me acusan de complicidad con el enemigo, ante la Comisin

    Investigadora de Actividades Antinorteamericanas... Condenada cosa estar en Brooklyn!...

    7

    Atala Menocal me llamo, cumpl veintids aos, estudio filosofa y letras en la Universidad, soy campeona

    de salto a la prtiga, de tenis, de bowling, de tiro al blanco, y no s si tengo novio, pues el que me pretende

    quiere ser mi amante y yo quiero ser su esposa. Por de pronto soy su compaera en la S.P.S. (en guerra).

    Atala Menocal en marcha!, me dije, dndome ordenes, y sal de casa hacia el casino. Me repugnaba ir al

    casino, pero deba cumplir cierta misin esa misma tarde. Revis mi cartera, antes de salir: llaves,

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    encendedor, cigarrillos, rouge, pauelo, un pequeo revlver escuadra, polvera, dinero... A ltima hora me

    decid por el abrigo borravino. Sus mangas en forma de kimono me sentaban bien. El bus que me lleva al

    casino iba lleno de chiquillos de casas ricas con sus madres jvenes o nieras, algunos pocos paseantes.

    Juguetes, dulces, mamaderas, globos de colores, llantos y risas, me hicieron olvidar el destino que llevaba, y

    altern con ms de un nio, contestando a sus interrogatorios interminables. A cada parada del bus se

    fueron bajando, no sin decirme adis con sus manecitas rosadas, y pocos llegamos hasta la terminal del

    recorrido, frente al casino.

    El ruido de las fichas. O que me saludaban. Era una amiga de casa. Me present a su marido. Pero poca

    atencin se pone en los amigos, cuando la bolita va saltando en la ruleta y las manos de los jugadores se

    alargan y encogen poniendo las ltimas fichas, de ah que apenas cambiamos las palabras de rigor: "Vienes

    a jugar?...Cmo has estado?... Nosotros nos vamos... No, no, ni perdimos ni ganamos.

    Se jugaba en dos mesas en ese momento y en ninguna vi apostar al 19 colorado. Un nervioso escozor me

    recorri la espalda. En una de las mesas, sobre este cuadro rojo, con el nmero 19 pintado en negro,

    descubr una ficha de marfil, de forma octogonal, con bordes dorados. Pero la que jugaba era una seora.

    Cada vez haba ms gente. Las mesas apiadas. Estuve jugando a color para justificar un poco mi presencia,

    y aunque ganaba casi siempre, no llegu a interesarme, pendiente de la mano de un caballero que con una

    esmeralda en el anular, deba poner en el 19 colorado una ficha de marfil. As pas media hora, una hora, y

    hora y media. Empec a desesperar. A las dos horas poda dar por terminada mi misin y retirarme. As lo

    hice. Haba depositado mi abrigo en el respaldo de una silla, lo dej caer sobre mis hombros y sal,

    dispuesta a volver a casa. El caballero de la esmeralda en el dedo anular no haba jugado el 19 colorado con

    una ficha color marfil. Mas la noche era muy hermosa, fragante y estrellada, ligeramente tibia. Los pasos de

    las pocas personas que a esa hora transitaban por all sonaban cautelosos en la arena hmeda de roco. Y

    en medio de la placidez de la atmsfera, cuando ms tranquila marchaba, me sorprendi el cercano rugido

    de los leones en el jardn zoolgico. Apresur el paso inconscientemente. El instinto de la bestezuela que se

    siente amenazada por el rugido retumbante. Poda seguir a pie hasta Eureka para hacer un poco de footing.

    Si me cansaba por all tomara un taxi. Marchaba a la izquierda por aceras y macizos de grama, pero en

    llegando a la va frrea, cerca de la estacin Eureka, antes de cruzarla ya iba a la derecha. Qu desierto

    estaba todo. Si por all es verdad que nunca hay gente, ahora no pasaba nadie. Circulaban noticias muy

    alarmantes. Pens esperar un vehculo, pero sobre la marcha decid seguir adelante, hasta el Guarda Viejo,

    no estaba cansada y aunque el jaln era largo, poda completar mi caminata, segura de que en la avenida

    Bolvar me sera ms fcil encontrar un taxmetro.

    Marchaba a la derecha y a medio cruzar un encallejonamiento en forma de "S" un poco oscuro donde

    insensiblemente alargu el paso, o, no o, s o el claxon de un camin que entr en la curva con sus

    potentsimos faros, y vi, no vi, s vi mi abrigo volar de mis espaldas lo llevaba slo sobre puesto en los

    hombros, y sent, no sent, s sent que sala de entre la rueda que me sopl su respiracin al arrebatarme el

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    abrigo, casi me levant del suelo y me dej en la oscuridad. No s si grit. El vehculo se detuvo y vi

    desprenderse un hombre, con una linterna en la mano y avanzar hacia donde yo estaba. Era un soldado. El

    casco. El casco y el uniforme. An sin pulsos, an sin aliento, sacudida por un temblor nervioso de la cabeza

    a los pies, mi primer intento fue huir de aquel sitio para evitarme complicaciones con la polica, pero al

    darme cuenta que se trataba de un soldado extranjero y que yo era una S.P.S. (en guerra), atraves el

    pavimento para que no me encontrara y cuando lo vi volverse de espalda sobre lo que sin duda crey el

    cuerpo de su vctima, el abrigo tirado en la grama, me escabull hacia el camin, trep rpidamente y me

    dej ir bajo el toldo de lona que lo cubra, curiosa por saber lo que llevaba, pero no haba nada. Agazapada,

    inmvil, por una de las aberturas del toldo me lleg un pedazo de cielo estrellado rumiando con sus

    millones de muelas de oro el inmenso instante de mi vida en que en aquel escondite decid seguir con el

    camin adonde fuera. Qu me propona? Nada concreto. Saber adonde iba aquel transporte verde oliva

    manejado por un soldado con casco. Los minutos se me hicieron siglos. El hombre aquel no regresaba. Lo o

    ambular de un lado a otro, buscando, buscndome. O ruido de agua removida, luego las pisadas de sus

    botas en el asfalto y casi en seguida avanzar hacia el camin a pasos largos, instantes en que ni los

    prpados mov, temerosa que me fuera a descubrir por el ruido de un parpadeo. Y, si me descubra? Lo

    pens antes, cuando su tardanza me hizo suponer que andaba en busca de un polica. Si me descubra, me

    fingira inconsciente, como si el impulso de la rueda, al sacarme el abrigo, me hubiera lanzado hacia arriba y

    de lo alto por la juntura de la lona y la cabina hubiera cado all donde me encontraba desmayada. Lleg

    junto al camin, pero lejos de seguir viaje, metise bajo las ruedas, anduvo como golpendolas y volvi con

    paso inseguro, hasta entonces no me di cuenta que andaba tambaleante, a seguir buscando, sin duda, por

    el lugar en que haba cado el abrigo. No lo o ms. Se debe haber quedado un largo rato silencioso, parado,

    inmvil. Yo estaba como haba cado, sin siquiera, como ya dije, atreverme a parpadear muy fuerte. Cuando

    volvieron sus pasos a mis odos, blasfemaba, maldeca. O la portezuela, la golpe brutalmente al cerrarla, y

    ms tarde, algo as como si hubiera encendido un cigarrillo.

    Puso en marcha el motor y al empezar a moverse el camin me sent como perdida en el vientre de una

    ballena rodante, transportada a gran velocidad entre las luces del alumbrado pblico que de esquina en

    esquina pasaban vertiginosamente, pero de pronto faltaron los focos, indicio seguro de que habamos

    dejado la ciudad por el Guarda Viejo y a juzgar por la ruta de concreto en que rodbamos, que al llegar a la

    bifurcacin de los caminos habamos tomado rumbo al sur. Estir las piernas, alargu los brazos, me

    acomod mejor en una y otra postura, ya que poda moverme sin que l se diera cuenta. El pensamiento de

    que estos camiones fueran a tener entrada, por el lado de Mariscal, a las bases que se les cedieron durante

    la guerra, me alarm, ya que en ese caso mi aventura terminara en un garage, encerrada bajo llave, o en el

    patio de un cuartel abandonado. Pero apenas tuve tiempo de pensarlo. El lejano resplandor de la ciudad

    regado en el cielo, a la distancia, y la velocidad a que corramos, me indicaban que el peligro de Mariscal se

    haba quedado atrs. Rpido zangoloteo en las calles pedregosas de una poblacin que debi ser Amatitln

    o Paln. Algn puente. Vehculos cruzados con la sensacin de que no chocaban, al encontrarme, sino se

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    33

    pasaban cortando Otros puentes. Ruidos de ros hacia la costa. La noche fresca en las mesetas empez a ser

    un horno. Acabbamos de cruzar la poblacin de Ecuintla. Hubiera querido fumar. Varias veces apret la

    mano sudorosa en mi cigarrera y el encendedor. Imposible. Habra sido imprudente. El zangoloteo me

    aturda, el zangoloteo y el calor, encerrada bajo el toldo que al recalentarse con el fuego de la noche

    costea soltaba tufo a pintura y alquitrn. Ya debamos estar cerca del mar. El viento salino, pegajoso y las

    planicies interminables por donde segua el camin a ms de cien kilmetros por hora, en carrera

    alucinante. Poco a poco empez a frenar y casi se detuvo, como para cruzar un mal paso, pero no sigui

    adelante, y tras un viraje a la derecha, sent que rodbamos por un pedregal y ya muellemente por un

    arenal interminable. Se detuvo y al quedar inmviles, como si la velocidad me hubiera venido ocultando me

    sent descubierta. Rpidamente extraje mi pistola y adelantando el pensamiento a los acontecimientos: Va

    a descorrer el toldo, me dije, pero como no sabe ni puede suponer que estoy armada, le ganar la

    delantera tomndole por sorpresa y exigindole que me explique la presencia de aquel transporte militar

    perteneciente a una potencia extranjera, en aquel lugar apartado de la ruta. En el cielo estaba la respuesta.

    Sobre el eco flagrante del oleaje que a favor del viento y en la quietud de la noche llegaba con el mpetu de

    las masas de agua rompindose en los peascos, se dej or el zumbido de un avin que fue creciendo a

    medida que se acercaba al terreno donde el camin apagaba y encenda las luces como hacindole seales.

    Por una especie de tragaluz abierto en lo alto del toldo tuve ante mis ojos su silueta cruciforme

    perfectamente delineada, volaba con las luces apagadas y sin ningn color de bandera o nmero, que lo

    identificara. Dos veces pas volando muy bajo sobre el camin, luego oysele evolucionar en un radio ms

    amplio, para despus cobrar altura y desaparecer sobre el ruido del mar. Pero ya mis orejas, mientras mis

    odos seguan el avin que se perda, andaban en otro menester ms cercano, pegadas al chfer, que baj

    de la cabina corriendo hacia... Apenas lo o correr, sin saber hacia dnde. Escuch bien y estaba sola. Me

    puse de pie y asom los ojos. Una mancha blanca se arrastraba entre los matorrales. Pens saltar del

    camin, ganar la carretera y comunicarme con las autoridades para que procedieran a su captura bajo

    acusacin de haber ido a esperar la llegada de un aerotransporte que valindose de paracadas lanz... no

    saba qu haba lanzado, si hombres o armamentos, y eso me cort el impulso de alejarme de aquel sitio sin

    saberlo... Pero tena que ser algn cargamento importante, pues de ser paracaidistas, espas o

    saboteadores, no hubieran desplazado un vehculo tan grande, bastando un "jeep" o uno de los tantos

    autos de que disponan con la ventaja de estar todos amparados por la placa diplomtica. Escucho las

    pisadas de sus botas en la arena y le vi avanzar hacia el camin Se tambaleaba. Vindolo hacer equis, no

    por lo inseguro de la arena, me sent cegada por la rabia, al constatar la impunidad con que, hasta

    borrachos, operaban y apunt la escuadra para acabar con l all mismo, pero estaba segura de que no

    haban sido paracaidistas los que cayeron?, y ante esta duda me contuve ya para descerrajarle los tiros a

    boca de jarro, cuando llegaba a la portezuela, el casco echado hacia atrs y el pecho descubierto. Lo vi

    colgar la mano del picaporte y pasear la cabeza con aire de beodo, entre improperios y pataleos de bestia

    furiosa. Salt al timn y puso en marcha el motor que fue arrastrando la inmensa mole cavernaria del

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

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    camin a lo largo del arenal. Gringo infeliz, de aqu no vas a salir ni hoy ni maana!, le grit con el

    pensamiento, saboreando el gusto de lo que iba a pasar, quedara pegado en la arena como un moscardn

    verdoso en un papel de cazar moscas.

    Fren, apag el motor y salt a tierra bambolendose. Me di cuenta que se diriga hacia lo de atrs del

    camin y me ocult en la pestaa del toldo que me cubra por entero, y de la que yo era como un alfiler en

    una solapa. Abri la compuerta de muy mal humor, entre escupidas y manotazos. No s si intent subir. Yo

    segua, escuadra en mano cada uno de sus movimientos, dispuesta a darle muerte sin haberlo visto nunca,

    sin conocerlo, sin hablarle, como se mata en la guerra, porque slo los de nuestra sociedad patritica

    aceptbamos el hecho de que estbamos en guerra, contra la opinin del gobierno, militares y dirigentes

    polticos que crean que se trataba de un chantage, y por eso nos llambamos S.P.S. (en guerra), para

    recordarnos en todo momento que estbamos en guerra.

    Se alej hacia los matorrales, donde vi caer el paracadas, quin sabe si lanzaron varios, yo slo uno vi, y

    adonde haba aproximado el camin para quedar ms cerca, y no tard mucho en volver, en incorporarse

    ante mis ojos en medio deja noche quemante, llena de astros, blanco papel del da que el sol de la costa, al

    incendiarlo, convierte en una hoja de carbn en la que las estrellas se van encendiendo y apagando, como

    brillantitos y rubes. Regresaba con un fardo a la espalda, no tan grande cuanto pesado a juzgar por el

    esfuerzo que haca para sacar las botas de la arena, donde, a cada paso, se clavaba. Por fin lleg hasta la

    pestaa de la carrocera y con gran trabajo y palabrotas lo empuj hacia el fondo. Lejos estaba de pensar

    que haba una pistola apuntndole al entrecejo. Se detuvo a enjugarse el sudor con el pauelo y se alej en

    seguida buscando hacia el matorral. Volvi con otro fardo sobre la espalda, tratando de no hundir mucho

    los pies en el arenal, pero se hunda, alcanz a llegar al camin, torn a depositar el bulto en el borde de la

    carrocera y a empujarlo hacia adentro. Me di cuenta, mientras trasladaba el cargamento del matorral al

    camin, que al final tendra que subirse adonde yo estaba para apercharlos, y era entonces cuando deba

    actuar, decididamente, o lo capturaba o lo mataba antes de que pudiera hacer uso de sus armas, evidencia

    que era mayor a medida que aumentaba el nmero de bultos que obstruan en la compuerta, el paso de los

    que iba trayendo. Y si l ya se miraba extenuado, yo estaba cubierta por un sudor de espera agoniosa,

    desesperada, fro tastasear de mis dientes, igual que si la conciencia lcida con que iba a dispararle, en la

    guerra como en la guerra, me precipitara a enfrentar el momento, cada vez que se acercaba. Gotas de ese

    sudor helado me corran por las mejillas. Las enjugaba con el revs de mi mano izquierda, donde hasta hace

    un momento tena la pistola. S tirar con las dos manos, pero esta vez deba usar la derecha, al menos no

    era la del corazn, ya que me daba cuenta que al final lo iba a liquidar sorprendindole y un poco

    traidoramente, pero qu es lo que ellos estaban haciendo sino traicionar, en un pas indefenso, el espritu

    de. Amrica?...

    Y en aquella apartada planicie marina, junto al Ocano Pacfico, me di cuenta del doloroso destino que nos

    esperaba: el poderoso y los pequeos luchando frente a frente, por generaciones de generaciones.

  • M i g u e l n g e l A s t u r i a s W e e k - e n d e n G u a t e m a l a

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    Baj la guardia cansada de esperarlo. No volva. Su tardanza me hizo concebir la idea de robarle el camin

    cargado, por el ruido de los fardos al chocar en la cama de la carrocera metlica, y la forma de los bultos,

    me di cuenta que eran armas. Mejor robarle el cargamento que matarlo. Y me aliger la alegra de

    encontrar aquella salida a la situacin, pero me di cuenta que mi propsito fracasara en la arena y adems,

    ya el gringo vena de vuelta con luz de estrellas, con canto de grillos, con aserrar de chicharras, croar de

    ranas y el vuelo de uno que otro murcilago cegatn. Vena arrastrando un bulto y si antes, cada vez que se

    acercaba cargado, tuve la impresin de que era el ltimo, lo que significaba el comienzo de m batalla, esta

    vez me fue impuesto por el corazn el creerlo as, porque de ser, como lo presenta, el ltimo este bulto

    que traa arrastrando, lgico era que se subiese a ponerlos uno sobre otro y al solo intentarlo yo abrira

    fuego desde el fondo. Nunca sent el estmago ms pegado a la columna vertebral, hundido el vientre,

    lleno y vaco el pecho de contracciones de garra que al apretar, para la carnicera, siente en las uas

    humedad de lloro, seca la boca hasta el galillo, presta a responder al instante en que me iba a encontrar

    con l, sin conocerlo, para hacerlo rodar fulminado por un rayo que no se guardaba en la nube iracunda,

    sino en un estuche pavonado del tamao de una polvera.

    Pas arrastrando el bulto al lado del camin y se detuvo como a or algo al par de la cabina, a unos

    centmetros de donde yo estaba, detrs de la lona, izada en alto, como un burladero. Lo sent respirar,

    agitado, sudoroso, hipando. Por qu no intimarlo para que se diera preso? All mismo, por sorpresa, o

    cuando subiera ahora que ya daba los pocos pasos que le faltaban para llegar a la parte posterior. Mis ojos

    apuntaron hacia l en espera de que trepara de un salto. Pero estaba en la lucha de subir el bulto. Varias

    veces lo intent sin lograrlo. Haciendo un gran esfuerzo a la tercera o cuarta, lo prendi del filo de la

    carrocera, antes de empujarlo al interior. Al fin!, se debi decir, con tal abandono desplom los brazos

    cerca del fardo y de los otros fardos amontonados en la entrada, y sobre los brazos, la cara. Ms tarde, al

    rato, alz la cabeza y lo vi alargar las manos hacia adentro... Eh!, me dije, se apoya para saltar... y nunca

    sent ms firme la escuadra en mi mano, pero not que slo manoteaba las compuertas para cerrarlas, lo

    que no pudo hacer antes de remover las armas que estaban muy a la orilla. Dur siglos en aquella

    operacin que para m terminara subindose l a apilar los fardos y yo capturndolo o matndolo. Por

    ltimo cerr. O caer los pernos y trabar las cadenas en los ganchos, tironear la lona para cubrir mejor lo de

    atrs, y cuando ya estbamos separados por la compuerta, mientras l se sacuda las manos, yo bajaba la

    guardia en mi escondite, ms oscuro ahora que cerr mejor el toldo, decidida a seguir en el camin a fin de

    saber el destino de esas armas. Lo importante ahora era saber a dnde las llevaba. Y listos para marchar...

    a dnde?... si el motor ruga llevado al mximo de su potencia, sin hacer andar el camin. Las ruedas

    giraban en la arena como en el vaco, muertas, pues por ms que se enterraban no encontraban terreno

    firme, y en balde los cambios de velocidades, avance, retroceso, avance, otra vez retroceso queriendo

    sacarlo para atrs, y los ligersimos movimientos que alcanzaba a dar al timn... Ni muerto ni capturado,

    atrapado por la arena, como si la tierra tambin participara en la defensa de sus hijos en aquella forma

    oscura. Se oa que entraba y sacaba el cuerpo, que manoteaba las palancas, que se le soltaban ya de los

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    pies los pedales, sin conseguir otra cosa que el trmulo sacudirse del gigantesco transporte,

    interminablemente, en el mismo lugar. Una simple capa de arena reduca a la impotencia a quin sabe

    cuntos miles de caballos de fuerza. Recurrir a las cadenas, pens en seguida que par el motor y eso era

    tenerlo otra vez movindose a los lados. Mis sentimientos eran confusos. Ahora me pesaba el haberme

    alegrado de que la arena lo atrapara, como a una mosca verde. Lo importante era salir de all y conocer el

    sitio a donde conduca el armamento. No le o ms, igual que si se hubiera quedado dormido... Y en el estar

    atisbando que haca, empec a sentir que se nublaban los ojos, que me faltaba aire, que el toldo daba

    vuelta con todo y mi cabeza, nterin en el que ech a funcionar el motor sin que yo me diera cuenta,

    asfixiada, mareada, a punto de caerme, como que me desplom lanzada contra lo de atrs de la cabina al

    arrancar el transporte hacia adelante, que no arranc, salt igual que un edificio lanzado fuera de sus

    cimientos. Di con el hombro en la cabina y ca de rodillas apoyando una mano en el piso de metal caliente

    de la carrocera y con la otra sosteniendo el arma, la boca llena de agua, duros los ojos en suspenso,

    esperando que se detuviera al salir a la carretera, pues sin duda me haba odo. Pero no par, volbamos

    por las primeras rectas, pronto sabra a dnde llevaba las armas... A todas partes, me dije, menos a poder

    de las gentes contra quienes van a ser usadas en acciones de represin mortfera, peones, obreros,

    campesinos... Ah!... pero eso estaba en mi mano, que fueran a manos de ellos estaba en mi mano... y vi mi

    mano y vi las manos de todo un pueblo tomando las armas para defenderse... No lo dud ni un minuto,

    haba que proceder sobre la marcha, como quien se quita una brasa de encima. Guard la escuadra en mi

    cintura y fui hacia las compuertas tropezando con el armamento que bajo el toldo y en la oscuridad de la

    noche no vea bien, y estuve a punto de perder pie, me qued prendida del camin vaya a saber cmo,

    pero el susto se me torn contento al or caer el primer fardo en la carretera... el segundo... el tercero...

    despus ya no cont

    La proximidad de Escuintla me inquietaba: la guarnicin militar con sus centinelas, la polica, los

    trasnochadores o los que se levantan a trabajar de buena madrugada, alguien que viera que aquel camin

    iba perdiendo la carga tratara de avisarle al chfer, pero afortunadamente, el gringo corra como bala y

    dejamos Escuintla, sus casas, sus calles, sus cocoteros... Me pareca un sueo... Slo en los sueos suceden

    las cosas como uno quiere...

    Los bultos que faltaban cayeron sin mayor dificultad como si de ellos mismos salieran a buscar las manos en

    que deban estar, el camin al ir subiendo la cuesta cada vez ms acentuada llevaba la parte de atrs de la

    carrocera inclinada hacia abajo, y tan pronto como vi saltar el ltimo, cerr las compuertas, asegurndolas

    con sus pernos y cadenas en los ganchos, y en la ltima vuelta, ya para asomar a Paln, donde la carretera

    pasa bajo un puente de ferrocarril, me tir...

    La altura desde la punta de una prtiga al suelo entre una nube de polvo. Olor a grama mojada, y despus

    los globos rojos del enorme transporte perdindose a mis ojos, como dos inmensas gotas de sangre. Me

    levant y corr en busca de mi cartera que tuve cuidado de arrojar antes de saltar del camin.

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    Interminablemente caa el agua en las cascadas de la Planta Elctrica de Paln, entre montaas y bosques

    alumbrados con focos incandescentes. Lo importante ahora era no quedarse en la carretera. Recog la bolsa

    y ech a andar hacia un cercado de piedras que separaba el camino de una casa iluminada al final de un

    campo arado, donde los surcos al ir saliendo el sol parecan parpadear. Sus moradores, que ya andaban en

    los quehaceres del da, me recibieron sorprendidos, haciendo callar los perros que despedazaban con sus

    ladridos el mentido accidente que yo trataba de explicar. No es a la primera persona que le ocurre, eso de

    dormirse y caerse en la camioneta, comentaban crdulos y hube de excusar sus atenciones agobiantes, feliz

    de tener en las manos una taza de caf caliente y bajo el cuerpo una hamaca mecida al comps de mares

    de bamb que balanceaba sus redondas ramas como los tumbos de un oleaje vegetal, y en la que poco a

    poco me qued dormida.

    Despert casi a la hora de almorzar, entre chiquillos pobremente vestidos, medio desnudos, que me

    miraban, como si fuera una aparicin, y hube de aceptar, para no ofenderlos, compartir con ellos un

    "sanchocho" que fue todo un banquete campestre, pues adems hubo carne de armado, palomitas,

    aguacate, fruta y para engaar el bocado, tortillas de maz recin sacadas del comal.

    Me desped a media tarde, no sin repartir algunas monedas entre la gente menuda, con la suerte de que al

    solo asomar a la carretera, pasaba una camioneta sport de las que hacen el servicio