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achsc * vol. 41, N.° 2, JUL. - DIC. 2014 * issn 0120-2456 (impreso) - 2256-5647 (en línea) * colombia * págs. 291-327 Usos y desusos de la categoría de clase trabajadora en la historia social: ¿por qué insistir en la vigencia del análisis sociohistórico? http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v41n2.48789 Use and Disuse of the Working Class as a Category in Social History: Why Insist on the Validity of Socio-historical Analysis? Usos e desusos da categoria da classe trabalhadora na história social: por que insistir na vigência da análise sócio-histórica? Sergio Moreno Rubio* Universidad Nacional de Colombia Bogotá, Colombia * [email protected] Artículo de reflexión. Recepción: 18 de febrero de 2014. Aprobación: 30 de agosto de 2014. Cómo citar este artículo. Moreno Rubio, Sergio. “Usos y desusos de la categoría de clase en la historia social: ¿por qué insistir en la vigencia del análisis sociohistórico?”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 41.2 (2014): 291 – 327.

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  • achsc * vol. 41, N. 2, JUL. - DIC. 2014 * issn 0120-2456 (impreso) - 2256-5647 (en lnea) * colombia * pgs. 291-327

    Usos y desusos de la categora de clase trabajadora en la historia

    social: por qu insistir en la vigencia del anlisis sociohistrico?

    http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v41n2.48789

    Use and Disuse of the Working Class as a Category in Social History: Why Insist on

    the Validity of Socio-historical Analysis?

    Usos e desusos da categoria da classe trabalhadora na histria social: por que insistir

    na vigncia da anlise scio-histrica?

    Sergio Moreno Rubio*Universidad Nacional de ColombiaBogot, Colombia

    * [email protected]

    Artculo de reflexin.

    Recepcin: 18 de febrero de 2014. Aprobacin: 30 de agosto de 2014.

    Cmo citar este artculo.

    Moreno Rubio, Sergio. Usos y desusos de la categora de clase

    en la historia social: por qu insistir en la vigencia del anlisis

    sociohistrico?. Anuario Colombiano de Historia Social y de la

    Cultura 41.2 (2014): 291 327.

  • departamento de historia * facultad de ciencias humanas * universidad nacional de colombia

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    S e r g i o M o r e n o R u b i o

    R esumenSe resalta el prolfico legado de la historia social y la necesidad de restaurar y reivindicar su proyecto totalizante. La investigacin sobre las clases trabajadoras constituye un escenario controversial pero privilegiado para explorar esa posibilidad. Se examinan algunos anlisis sobre los usos y desusos de la categora de clase trabajadora, con el propsito de sealar la importancia de conjugar historia, teora y poltica, y provocar la polmica historiogrfica en el campo epistmico y prctico de la historia social.

    Palabras clave: clase social, historia social, marxismo, posmodernismo, historiografa.

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    U s o s y d e s u s o s d e l a c a t e g o r a d e c l a s e t r a b a j a d o r a e n l a h i s t o r i a . . .

    A bstr actThe article highlights the prolific legacy of social history and the need to reinstate and vindicate its totalizing project. Research on the working classes constitutes a controversial yet privileged setting to explore that possibility. The paper also analyzes the use and disuse of the working class as a category, in order to point out the importance of combining history, theory, and politics, and foster a historiographical debate in the epistemic and practical fields of social history.

    Keywords: social class, social history, Marxism, postmodernism, historiography.

    R esumoRessalta-se o prolfico legado da histria social e a necessidade de restaurar e reivindicar seu projeto totalizante. A pesquisa sobre as classes trabalhadoras constitui um cenrio controverso, mas privilegiado, para explorar essa possibilidade. Examinam-se algumas anlises sobre os usos e desusos da categoria de classe trabalhadora, com o objetivo de sinalizar a importncia de conjugar histria, teoria e poltica, e provocar a polmica historiogrfica no campo epistmico e prtico da histria social.

    Palavras-chave: classe social, histria social, marxismo, ps-modernismo, historiografia.

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    S e r g i o M o r e n o R u b i o

    PresentacinLa lucha de clases que tiene siempre

    ante los ojos el materialista histrico educado en Marx es la lucha por las cosas speras

    y materiales, sin las cuales no hay cosas finas y espirituales.1

    El espectro de la clase trabajadora y, en general, del anlisis sociohist-rico de clases, como uno de los campos privilegiados de la historia social, ha suscitado intensas polmicas. Durante los ltimos lustros, diversas corrientes historiogrficas y tericas han combatido las aproximaciones clsicas de corte ortodoxo y economicista, y han acentuado en la impor-tancia de comprender, dentro del estudio amplio de las luchas sociales, factores como lo tnico, lo cultural, lo discursivo, el gnero y hasta lo psicolgico. Es as que culturalistas, posestructuralistas, feministas, pos-marxistas, las elaboraciones posalthusserianas de la subjetividad poltica, los deconstruccionistas, entre otras tendencias de anlisis, formularon incisivas crticas a aquella aproximacin tradicional, dada la aparente limitacin del anlisis de clase pero al costo de separar las esferas socia-les, polticas, econmicas y culturales. Por esa razn, algunos sectores intelectuales pronosticaron el fin de la historia social y el trnsito hacia una historia posmoderna.

    Despus de que una mirada de historiadores influenciados por la elabo-raciones de Marx hubiesen insistido en la importancia del contexto social, de los contornos del paisaje poltico de la sociedad y de sus trayectorias de desarrollo global para comprender el papel de la clase trabajadora en la his-toria, desde finales de la dcada de 1970 se impugnaron las explicaciones de ese cuo. Las nuevas propuestas intentaban defender la independencia de las formas de explicacin social y la utilidad de las teoras del lenguaje, del discurso y las aproximaciones semiticas, para regular, mediar y construir el acceso a cualquier comprensin de lo social, incluido el problema de la clase trabajadora.

    Estas discusiones abonaron el terreno para la emergencia de la historia cultural y sus derivas posteriores, lo que puso en evidencia la crisis general de la explicacin social que se estaba dando dentro de las ciencias hu-manas. Las disputas en el campo de la disciplina histrica ponan de relieve

    1. Walter Benjamin, Tesis de filosofa de la Historia (Madrid: Taurus, 1973) 3.

    UserNota adhesivaSe centraban en el anlisis de las estructuras econmicas y sociales.

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    esa coyuntura crtica. Los historiadores sociales haban sido especialmente enfticos en la consideracin de la vida material, la clase trabajadora y la historia de la sociedad. Para las tendencias culturales esto era insuficiente y, por lo tanto, recalcaron en la necesidad de abordar las cuestiones asociadas al significado, las formas de percepcin, representacin e interpretacin que intervenan, y ya no en el anlisis de la clase trabajadora (categora condenada a la obsolescencia y el desuso), sino en la construccin de las identidades polticas.

    A pesar de la acrimonia en los debates sobre la clase trabajadora, lo cierto es que estos contribuyeron en la ampliacin de la agenda de investigacin aceptada por los historiadores. Los ejercicios de sntesis pueden resultar extremadamente complejos porque la discusin se halla en campos donde siempre predominar el conflicto: la poltica y la epistemologa.

    Conviene preguntarse si es posible asir nuevamente los campos eco-nmicos, sociales, polticos y culturales de forma creativa y productiva, a travs de la consideracin de diversos registros de anlisis tiles para la indagacin historiogrfica. Se trata de una inquietud fundamental que, por ahora, rebasa las pretensiones del presente artculo. Mi pro-psito es distinto y significativamente ms modesto, aunque pretende constituirse en un paso para avanzar hacia una posible respuesta. A travs de algunos ejemplos emblemticos sobre los usos y desusos de la categora sociohistrica de clase trabajadora, espero dilucidar la imperiosa necesidad de hilvanar historia, teora y poltica, en aras de provocar la polmica historiogrfica en el campo epistmico y prctico de la historia social.

    Para dar cuenta de ese objetivo, he dividido este artculo en cinco apartados. En primer lugar, vuelvo a Marx y exploro su produccin inte-lectual originaria sobre la clase trabajadora, resaltando los mecanismos particulares mediante los que combin las dimensiones sincrnicas y diacrnicas dentro de la amplia perspectiva del materialismo histrico. Ese derrotero es imperativo para resolver una disyuntiva crucial que impacta en el quehacer de los historiadores sociales (como espero demos-trarlo en el presente artculo): o bien renunciamos a la hoy desacreditada categora de clase trabajadora o, alternativamente, interpelamos a las interpretaciones que se apartan de lo que podramos denominar como la fuente original, es decir, el propsito heurstico e histrico marxiano, y revisitamos sus contribuciones/limitaciones, para proyectar y recuperar sus alcances hermenuticos.

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    En un segundo momento, indago en la teora acerca de la formacin de la clase formulada por Edward Palmer Thompson, un autor bisagra dentro de la tradicin asociada al marxismo. Tratar de presentar sus principales aportes para la escritura de la historia sobre la clase trabajadora, a partir de sus reflexiones sobre el problema de la experiencia, la diacrona, la accin y las determinaciones en el proceso histrico. En tercera instancia, discuto en relacin con algunos de los impactos derivados del giro lingstico, las teoras del discurso y las perspectivas semiticas para el anlisis de las clases trabajadoras, especialmente desde el crisol de las tendencias feministas y posestructuralistas. Examino sus crticas a la nocin de causalidad social, sus repertorios tericos/epistemolgicos y el desplazamiento haca el problema de las representaciones culturales y simblicas, mediante los discursos, los relatos y las narrativas.

    Posteriormente, abordo las principales contribuciones de la produccin intelectual colombiana, con el objetivo de contrastar las propuestas euro-cntricas. No pretendo agotar ni abordar de manera exhaustiva las abun-dantes perspectivas de investigacin sobre la clase trabajadora en el pas. La idea de hacer un balance desborda el objetivo del presente documento. Simplemente trato de ilustrar, de forma sucinta, la discusin, a partir de algunas perspectivas consideradas como emblemticas y que dialogan con la tradicin marxiana dentro de la historia social. Por ltimo, presento al-gunas conclusiones a propsito de los desafos que los problemas estudiados imponen a las prcticas de los historiadores sociales, en el diseo de agendas de investigacin que permitan comprender, en toda su complejidad, la accin de la clase trabajadora.

    Procedencias: el legado de la clase en la historiografa marxiana2 El anlisis de las clases trabajadoras, comnmente relacionado con el

    marxismo, tiene mltiples procedencias histricas. Marx y Engels reco-nocan que no eran ellos quienes haban descubierto la ontologa de las

    2. Me inclino por el neologismo marxiana para abordar las contribuciones de Marx en la proyeccin de una historiografa, en su momento an germinal, de las clases sociales. Dado el sentido del acpite, puede ser un trmino ms preciso que el adjetivo marxista. Adems, hago eco del propio aserto de Marx: tout ce que je sais, cest que je ne suis pas marxiste. Vase la carta de Friedrich Engels a Konrad Schmidt (5 de agosto de 1890) en: Karl Marx y Friedrich Engels, Obras completas, tomo III (Mosc: Editorial Progreso, 1976).

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    clases, su antagonismo ni sus luchas.3 La novedad de la propuesta de Marx y Engels consista en asumir la clase trabajadora desde un punto de vista cientfico y poltico, a partir de una concepcin materialista de la historia, y aprehenderla como una categora relacional que contribua en la expli-cacin de las sociedades y sus particularidades histricas. A pesar de que algunos sectores revisionistas han insistido en que no es posible reconocer la elaboracin de una teora sistemtica, lo cierto es que la disertacin sobre las clases trabajadoras est presente en el itinerario amplio de su prolfica produccin intelectual. Nuestro derrotero demanda, entonces, un ejercicio de reconstruccin con el objetivo de desentraarla:

    El postulado sobre las clases fue elaborado a lo largo de toda la obra, puesto que Marx tena una postura clara al respecto desde la dcada de los cuarenta del siglo XIX, en especial en los Manuscritos econmicos y filosficos y en sus reflexiones en La luchas de clases en Francia de 1848 a 1859, as como en El manifiesto del Partido Comunista.4

    La categora clase fue abordada con diversos matices a lo largo de la obra de Marx. En su produccin temprana, como en la Crtica de la filosofa del derecho de Hegel (1843) o en La sagrada familia (1845), aparece anclada en la polmica filosfica a propsito del problema de la alienacin. Con la apari-cin de la Ideologa alemana (1845), escrita en coautora con Engels, y de La miseria de la filosofa (1847), el problema de las clases trabajadoras adquiere nuevas dimensiones: los conflictos de clase se muestran como factores que

    A propsito de la afirmacin, Francisco Fernndez seala: Marx le dijo a Engels, al parecer un par de veces entre 1880 y 1881, ya en su vejez, yo no soy marxista. Estaba protestando contra la lectura y el aprovechamiento que por entonces hacan de su obra econmica y poltica gentes como los posibilistas y guesdistas franceses, intelec tuales y estudiantes del partido obrero alemn, y amigos rusos que interpretaban mecnicamente El Capital. Francisco Fernndez, Marx y los marxismos. Una reflexin para el siglo XXI, La teora marxista hoy. Problemas y perspectivas, comp. Atilio Born (Buenos Aires: Clacso, 2006) 196.

    3. En su carta a Joseph Weydemeyer del 5 de marzo de 1852, Marx escribe: Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses haban expuesto ya el desarrollo histrico de esta lucha de clases y, en el caso de algunos economistas burgueses, su anatoma. Karl Marx y Friedrich Engels, Obras completas, tomo II, (Mosc: Editorial Progreso, 1973) 542.

    4. Luz Teresa Gmez, La sociologa en el capital de Karl Marx (Bogot: Universidad Nacional de Colombia, 2014) 192.

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    descansan en la divisin del trabajo y en los procesos de produccin/repro-duccin social. En el Manifiesto del Partido Comunista (1848), el conflicto de clases es esbozado como el motor de la historia y el proletariado se presenta como la clase que se liberara a s misma redimiendo, paralelamente, a la sociedad en su conjunto:5

    La historia de todas las sociedades hasta nuestros das es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, seores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y opri-midos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que termin siempre con la transformacin revolucionaria de toda la sociedad o en hundimiento de las clases en pugna.6

    La expansin de la divisin del trabajo, especialmente entre el trabajo intelectual y el trabajo fsico, y el consiguiente excedente derivado de la pro-duccin y su apropiacin por parte de una minora de no-productores traan, como consecuencia, la exacerbacin de las situaciones de explotacin. Esa secuencia es presentada por Marx desde dos puntos de vista: uno sincrnico o abstracto, en donde el esquema de dominacin de clase tiene un valor epistmico para explicar distintos tipos de sociedades divididas en clase, a la usanza del Manifiesto. Y otro diacrnico o histrico, en que se destacan los rasgos especficos de las clases en sociedades concretas, tal y como se expone en sus estudios sobre las revoluciones de 1848 en Francia y Alemania y sobre la Comuna de Pars de 1871. Ambos son ejemplos excepcionales de

    5. Eric Hobsbawm, retomando la lectura de Leszek Kolakowski, sostiene que esa aparente misin de las clases trabajadoras es el resultado de una deduccin filosfica, en lugar de ser producto de la observacin. No obstante, resalta al menos tres contribuciones cruciales del Manifiesto. En primer lugar, la exhortacin al anlisis de larga duracin para develar la trayectoria histrica de las contradicciones del capitalismo. En segundo lugar, la necesidad de dar cuenta de las transformaciones sociales con el fin de interpelar y contrarrestar las versiones deterministas que tienden a soslayar el papel de los sujetos sociales, sus perspectivas filosficas, sus opciones ticas y su praxis poltica. En tercer lugar, invita a comprender los procesos de emancipacin como una respuesta a las crisis y las formas de antagonismo que se reproducen histricamente. Vase Eric Hobsbawm, Cmo cambiar el mundo (Barcelona: Crtica, 2011).

    6. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista (Bogot: Partido Comunista Colombiano, 1998) 111.

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    la puesta en marcha de una explicacin materialista y no reduccionista de la historia. En La lucha de clases en Francia (1850) y en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (1852), la divisin y el conflicto de clase es el producto de una serie de transformaciones histricas.7

    Las clases no son el resultado de una secuencia lineal, sino una expre-sin de la existencia y las dinmicas asociadas con las relaciones de pro-duccin. Es decir, las clases son relaciones: condicin, resultado y expresin de las relaciones de produccin y no su efecto simple, pasivo y lineal, como consideraban los enfoques economicistas soviticos al deformar el pensamiento de Marx. Las relaciones de clases no son exclusivamente eco-nmicas o de explotacin. Se presentan como la articulacin de relaciones de explotacin, dominio y enajenacin, sin negar los constreimientos de los factores no-econmicos.

    En esa definicin, Marx no incorpora el elemento propiamente subjetivo de las clases. La dinmica del conflicto puede derivar en transformaciones de las estructuras sociales. All emerge el problema de la conciencia de clase. Concurrir en esa transformacin implica que los sujetos que constituyen una clase tomen conciencia de sus intereses comunes. La categora de clase refiere, en primera instancia, a un grupo de sujetos que tienen en comn el compartir una condicin similar frente a los medios de produccin, ms all de ser conscientes o no de sus intereses comunes. En segunda instancia, para llamar a ese grupo como una clase propiamente dicha, pareciera necesario identificar una conciencia comn, emanada de los intereses compartidos.

    Las condiciones econmicas transformaron primero a la masa de la poblacin del pas en trabajadores. La dominacin del capital ha creado en esta masa una situacin comn, intereses comunes. As, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero an no es una clase para s. En la lucha, de la que no hemos sealado ms que algunas fases, esta masa se une, se constituye como clase para s. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha poltica.8

    Lo que Marx pretende recalcar es que la clase solo cobra su importancia cuando adquiere un carcter radicalmente poltico. La conciencia no surge

    7. Karl Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 / El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (Madrid: Editorial Espasa Calpe, 1995).

    8. Karl Marx, Miseria de la filosofa (Mxico: Siglo XXI, 1975) 120.

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    de manera mecnica ni automtica por compartir una situacin de clase, as como la organizacin para el conflicto no quiere decir, necesariamente, que la contienda se base en una divisin de clase. Es por eso que resulta necesario investigarlas empricamente en cada caso. Las clases no se pre-sentan como entidades homogneas frente a las relaciones sociales en las que ven involucradas, y la propiedad privada de los medios de produccin no es el patrn absoluto que produce la divisin social en clases. Aunque en algunos casos Marx no los desarroll plenamente, mecanismos como la violencia, la ideologa e, incluso, la cultura tambin tenan que contemplarse en el anlisis de las clases.

    As mismo Marx registra diferenciaciones dentro de las clases. De all se desprende la heterogeneidad de las clases sociales, dadas sus divisiones en fracciones, grupos y capas con intereses especficos. Lo anterior resulta (espe-cialmente) evidente en las obras donde Marx arriesg una lectura diacrnica de las luchas de clases en procesos histricos especficos. Las clases no se asumen como puras y homogneas, sino de manera transversal, es decir, como mediacin de diversas fuerzas sociales en las que pueden presentarse alianzas complejas entre fracciones de diversas clases. El 18 brumario de Luis Bonaparte es un ejemplo ilustrativo. Aunque el proletariado suele asu-mirse como un bloque, en la burguesa se identifican diversas fracciones, de acuerdo con su origen (industrial, comercial, bancario, agrario). Adems, se destacan otros sectores como el lumpenproletariado y la pequea burguesa.

    El capital (1867) tambin contiene importantes pasajes para contrarrestar algunas de las crticas que acusaban a Marx de cierto reduccionismo. En el tomo III, los asalariados, los capitalistas y los terratenientes se presentan como las tres grandes clases de la sociedad moderna. Asimismo, se analiza la expansin de nuevas clases intermedias producto de la concentracin del capital y de la divisin del trabajo en el interior de la fbrica. Se trata de asalariados que se desenvuelven en la gran industria como tcnicos, supervisores, capataces, jefes y toda una serie de profesiones que sugieren la diversificacin y la extensin de las clases intermedias.

    El captulo VIII del tomo I, por su parte, pone de relieve el alcance del mtodo histrico en Marx. En dicho captulo se ofrece un relato subs-tancial, complejo y mltiple de los cambios en la duracin de la jornada de trabajo en la dcada de 1840 y los aos posteriores. No se presentaba como un relato ortodoxo en el que los intereses de clase predefinan las formas polticas y las intervenciones legislativas. A diferencia de sus textos

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    ms sincrnicos, aqu no es posible establecer el peso causal que Marx le atribuye a los distintos factores de determinacin que establecen, en este caso, la duracin de la jornada laboral. Es ms, Marx pareca destacar la importancia de la contingencia y el contexto en el proceso histrico. De esa forma, la historia recobraba su heterogeneidad constitutiva al hilvanar, en toda su complejidad, la explotacin econmica, la movilizacin social y la intervencin poltica.

    La perspectiva de Marx es sumamente valiosa para el anlisis del con-flicto social y de la clase trabajadora. Sin embargo, algunos aspectos de su acercamiento deben criticarse radicalmente: por ejemplo, la atribucin de un papel emancipador, un potencial revolucionario y una misin histrica en el proletariado, lo cual subvalora a otro tipo de expresiones y sectores sociales y populares; las estrechas condiciones para la emergencia del socialismo, a partir de cierto desarrollo de las fuerzas productivas; la afirmacin de la abolicin de las desigualdades y las injusticias como resultado de la supre-sin de las clases y, en relacin con lo anterior, la visin de la dictadura del proletariado como la forma privilegiada para el trnsito hacia una sociedad sin clases; y la omisin del papel que desempearon los trabajadores no vinculados a la produccin industrial, que Marx no contempl dentro del anlisis del modo de produccin capitalista, por considerarlos episodios irrelevantes en las condiciones histricas en las que l escribi.

    El programa de investigacin del marxismo britnico: la clase como relacin y experiencia histrica en la obra de Edward Thompson

    Edward Palmer Thompson es quizs uno de los principales exponentes de lo que lleg a conocerse como la nueva historia del trabajo, movimiento que emergi en Inglaterra en la dcada de 1960. Una de las mayores contribuciones elaborada por Thompson fue La formacin de la clase obrera en Inglaterra (1963). All comprenda la clase como una relacin histrica, y no como una estructura ni una categora: se presenta como una expresin sociocultural.

    A partir de la investigacin sobre las sociedades industriales y posindus-triales, Thompson esperaba interpelar a las viejas ortodoxias que esenciali-zaban el problema de las clases sociales y que negaban u obviaban el papel de los propios trabajadores en la formacin de su historia. En ese sentido, su obra constituy una dislocacin importante frente a las trayectorias de anlisis tradicionales sobre la historia de la clase trabajadora, especialmen-te porque estas se haban limitado a la consideracin de los sindicatos, los

    UserNota adhesivaSi Marx le asigno ese papel al proletariado no fue por capricho, sino porque su anlisis lo llev a ello, puesto que el proletariado era la clase desposeida y por tanto inmersa directamente en la relacin trabajo asalariado y capital. Su condicin de desposedos consideraba Marx permitira que el proletariado al comprender la situacin (la cual el tiene como objetivo presentar en sus textos) se enfrentara a la burguesa en una lucha poltica.

    UserNota adhesivaSi bien Marx en algunos de sus textos consideraba que el capitalismo deba desarrollarse en su mxima expresin, ya que con ello el proletariado alcanzara las condiciones necesarias para la revolucin, en textos como el de Rusia e Irlanda le asigno al campesinado un papel revolucionario importarme.

    UserNota adhesivaEsta en una mala lectura sobre la dictadura del proletaria. Est dictadura no debe ser entendida en el sentido moderno, con ella Marx pretendia sealar que la burguesa era una dictadura porque independientemente del gobernante este hacia parte de la clase burguesa. Asi con la dictadura del proletariado queria sealar que la clase que deba estar (permanentemente) en el poder era la clase trabajadora.

    UserNota adhesivaa quienes se refiere artesanos? zapateros? sastres?

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    partidos, las doctrinas socialistas y las biografas de los lderes obreros. En su diagnstico, Thompson seala que:

    Ninguna categora histrica ha sido ms mal interpretada, vulne-rada y deshistorizada que la de la clase social, una formacin histrica que define a sus propios sujetos, que los hombres y mujeres elaboran a partir de su propia experiencia de lucha, ha sido reducida a una catego-ra esttica, o a un efecto de una ulterior estructura de la que los seres humanos no son los agentes sino sus vectores.9

    Su trabajo result muy fecundo pero tambin extremadamente polmico dentro de la tradicin del marxismo. Thompson no elabor un marco terico sistemtico acerca del proceso de construccin de la clase trabajadora. Su crtica a los planteamientos economicistas y estructuralistas, en el momento justo cuando se produca la desbandada frente al formalismo estalinista, lo llev a tratar de eludir el uso de la abstraccin excesiva y a reivindicar facetas olvidadas en las investigaciones clsicas, como la cultura, la voluntad y el papel de la subjetividad en el proceso de formacin de la clase trabajadora.

    Dada la reduccin derivada de la metfora base-superestructura y la necesaria reivindicacin de la historia, Thompson rechaz los modelos que excluan a la accin humana, as como tambin rechaz la categora de determinacin, despojada de sus alcances hermenuticos en los anlisis estructuralistas. Thompson sugiere, como alternativa, la importancia de tener en cuenta la esfera cultural, la categora de experiencia vivida y el papel de la moral en la historia.

    El argumento central de la Formacin de la clase obrera en Inglaterra sostiene que la irrupcin de la clase es producto de la experiencia compartida de los trabajadores, especficamente durante el perodo 1790-1832. Thompson redefini el asunto de la determinacin objetiva: por clase, entiendo un fenmeno histrico que unifica una serie de sucesos dispares y aparente-mente desconectados, tanto por lo que se refiere a la materia prima de la experiencia, como a la conciencia.10

    En la definicin de la clase habra tres elementos inextricablemente ar-ticulados: por un lado, su carcter esencialmente histrico. No se interpreta como una categora ni como una estructura: la idea de clase entraa la idea

    9. Edward Thompson, Miseria de la teora (Barcelona: Editorial Crtica, 1981) 78.10. Edward Thompson, La formacin de la clase obrera en Inglaterra (Crtica:

    Barcelona, 1989) viii.

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    de una relacin histrica. Como cualquier otra relacin, posee una fluidez que elude el anlisis si intentamos pararla en seco en un momento dado para diseccionar su estructura.11

    En segundo lugar, la clase se asume como el resultado de la experiencia. La experiencia es fundamental y, al mismo tiempo, muy problemtica en la propuesta de Thompson, quien no se distancia demasiado de la perspec-tiva materialista, pues reconoce que la experiencia est constreida por las relaciones de produccin/reproduccin:

    La clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos (y habitualmente opuestos a) los suyos. La experiencia de clase est ampliamente determinada por las relaciones de produccin en las que los hombres nacen, o en las que entran de manera involuntaria.12

    Al subrayar la importancia de la experiencia, Thompson consegua sus-traer de los anaqueles del olvido las particularidades socioculturales de la clase trabajadora, as como las formas en las que se conocan, interpretaban y reflejaban las condiciones histricas en las que aquella viva. Esto resul-t bastante til para comprender los procesos de movilizacin que eran producto de sus formas de organizacin, sus ideas y sus objetivos tcticos como resultado de experiencias sociales compartidas: desde sus tradicio-nes, pasando por sus mecanismos de sociabilidad, hasta llegar a la propia dinmica de la contienda poltica.

    Finalmente, la clase se defina por la conciencia. El asunto crucial no era examinar la identidad objetiva de intereses para explicar la formacin de la clase. La investigacin debera dar cuenta de la forma como se perci-be y se articulan esas identidades. La conciencia de clase involucra tanto el autorreconocimiento como la disposicin de un contraproyecto social, poltico y econmico:

    La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas expe-riencias en trminos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo est. Podemos ver

    11. Thompson, La formacin ix. 12. Thompson, La formacin xiii.

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    una cierta lgica en las respuestas de los grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley. La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma.13

    La conclusin es contundente: sin conciencia no hay clase. Al enfatizar en la importancia de la conciencia, del reconocimiento y la articulacin de los intereses comunes, Thompson reformul el problema de la formacin de la clase porque sacaba a la luz los procesos por medio de los cuales se llegaba histricamente a ese conocimiento. La conciencia no poda deducirse, a la usanza de los enfoques estructuralistas y economicistas, de la existencia econmica real de la clase. La conciencia deba leerse como una conquista histrica de los trabajadores, que permita, mediante el trabajo reflexivo sobre sus intereses, experiencias y expectativas, el desarrollo de un marco conceptual comn que enmarcaba su propia identidad como clase.

    La conciencia le otorga sentido y consistencia a la clase social. Ese prin-cipio fue apuntalado constantemente por Thompson en ensayos posteriores a la Formacin. Siempre argument que una clase no puede existir sin una conciencia de s misma. Sin conciencia estaba desprovista de identidad his-trica, en palabras del autor:

    [] si el proletariado est verdaderamente privado de la conciencia de s mismo, entonces no se puede definir como tal. Para un historiador, y espero decir que vale sobre todo para un historiador marxista, atribuir el trmino de clase a un grupo sin conciencia de clase o de cultura de clase y que no responde a una direccin de clase, es una afirmacin sin significado.14

    Solo desde la experiencia puede identificarse la existencia de la clase. Pero esa existencia irrumpe en un campo particular. Heursticamente es inseparable de una expresin ms amplia y universal: la lucha de clases. Thompson revalor dicha nocin, a partir de sus estudios sobre la sociedad inglesa del siglo XVIII. En su opinin, era perfectamente viable, analtica-mente, apelar a la lucha de clases, pese a que la conciencia de uno de sus

    13. Thompson, La formacin xiv. 14. Edward Thompson, Algunas observaciones sobre clase y falsa conciencia,

    Historia Social 10 (1991): 28-29.

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    polos, el de los productores primarios, an no hubiese prorrumpido plena-mente. La dinmica del campo de lucha opera como sigue:

    La gente se encuentra a s misma en una sociedad estructurada de una manera determinada (fundamentalmente, en forma de relaciones de produccin), soporta la explotacin (o trata de mantener el poder sobre aquellos a los que explota), identifica los lazos de los intereses antagnicos, se pone a luchar en torno a esos lazos: en el curso de ese proceso de lucha se descubre a s misma como clase, llega a descubrir su conciencia de clase. Clase y conciencia de clase son siempre el ltimo y no el primer escaln de un proceso histrico real.15

    Como experiencia histrica, la clase trabajadora se estudia desde dos puntos de vista. En primer lugar, refiere a un contenido histrico real que se observa empricamente en las sociedades industriales capitalistas desde el siglo XIX, bajo la forma de culturas e instituciones de clase. En segundo lugar, tiene un valor heurstico para organizar el material empleado como fuente histrica, aunque, entendida de esa forma, puede que no tenga co-rrespondencia directa con la evidencia.

    Thompson aporta importantes elementos de juicio para superar las concepciones deterministas y economicistas de la historia, as como para cuestionar radicalmente la metfora base/superestructura, que tanto le cost al marxismo ortodoxo. Infortunadamente su diatriba contra el estructu-ralismo fue demasiado lejos y tendi a obviar el anlisis de las estructuras sociales y la forma como constrien a la accin humana. Selecciono este eje de discusin porque permite dilucidar las complejas relaciones entre sujeto y estructura en los ejercicios historiogrficos,16 en especial los relacionados con la formacin de clases trabajadoras. Thompson sobredimensiona el papel que desempea la conciencia en el proceso de conformacin de las clases. Por ejemplo, en la Miseria de la teora indica que:

    [] las clases surgen porque los hombres y las mujeres, bajo deter-minadas relaciones de produccin, identifican sus seres antagnicos y son llevados a luchar, a pensar y a valorar en trminos clasistas: de modo

    15. Thompson, Algunas observaciones 29.16. Perry Anderson argument que esa relacin siempre se establece por un

    principio de codeterminacin entre lo objetivo y lo subjetivo. Vase Teora, poltica e historia. Un debate con E. P. Thompson (Madrid: Siglo, 1985).

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    que el proceso de formacin de clase consiste en hacerse a s mismo, si bien bajo condiciones que vienen dadas.17

    Como se puede apreciar, Thompson le otorga a la voluntad un lugar destacado en el proceso de construccin de una clase social, aunque sin desconocer los elementos materiales objetivos. Su definicin de clase se establece por la accin en la historia. Es decir, solo a partir de la experien-cia histrica de la lucha de clases es posible comprender la existencia de la clase trabajadora. Por esa razn, lucha y conciencia son inseparables en la perspectiva de Thompson, aunque la lucha tienda a predominar en su aproxi-macin. En sus investigaciones sobre la sociedad inglesa del siglo XVIII,18 por ejemplo, intent explicar la lucha de clases a pesar del incipiente desarrollo de una conciencia de (e incluso una existencia como) clase. De tal suerte, en su crtica visceral a las interpretaciones estructuralistas y economicis-tas, Thompson expuso un replanteamiento de la teora marxista: le otorg una nueva jerarqua a la correlacin entre clase, conciencia y lucha. Esto es particularmente evidente en su obra ms importante. All argumentaba que la clase la definen los hombres mientras viven su propia historia y, al fin y al cabo, esta es su nica definicin.19

    La valoracin y reivindicacin de la agencia humana es crucial, pero llevarla hasta sus ltimas consecuencias puede resultar problemtico. El proyecto de Thompson corre el riesgo de negar las constricciones estruc-turales y amenazar el principio de causalidad, lo que puede arrojarlo a los campos del subjetivismo, el empirismo y el culturalismo. En su afn de contrarrestar la visin althusseriana y proponer una perspectiva antieco-nomicista y antiestructuralista, Thompson desdibuja el rasgo econmico de las clases, que si bien no es determinante, desempea un papel importante en el anlisis de las sociedades clasistas y hace parte del acervo materialista para los estudios histricos. Es imposible desconocer la base material de la explotacin econmica, de donde tambin emerge la lucha de clases. La

    17. Thompson, Miseria 167. 18. Thompson analiz lo que l denominaba como la principal divisin de clases

    en Inglaterra durante el siglo XVIII: las contradicciones entre la gentry o los patricios, y la plebe. Oposicin que obedeca a una lucha de clases sin clases, generalizada en las sociedades preindustriales. Vase Edward Thompson, Tradicin, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial (Barcelona: Crtica, 1979).

    19. Thompson, La formacin xv.

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    voluntad humana no est exenta de constreimientos. Por eso resulta de la mayor importancia, en el quehacer historiogrfico, ponderar el peso de los sujetos pero tambin de las estructuras.

    Otro eje de discusin tiene que ver con la cuestin de la experiencia. Es la experiencia de clase la que media entre las relaciones de produccin/reproduccin y la conciencia. La excesiva amplitud de la nocin de expe-riencia restringe, por momentos, sus posibilidades hermenuticas. No solo incluye las formas de lucha, sino cualquier tipo de respuesta subjetiva de los trabajadores frente a las situaciones de explotacin. La experiencia aparece como categora amorfa y no resulta fcil asignarle un sentido acotado en el proceso de formacin de clase. La experiencia hilvana el ser y la concien-cia. Sin embargo, parece absorber las dos categoras. Thompson no aclara si el ser y la conciencia existen fuera de la experiencia, y no lo hace porque intenta suprimir cualquier pice de estructura sincrnica extrapolada del sesgo estalinista.

    As mismo, en Thompson s es posible identificar una teora de la deter-minacin pero mucho ms vaga. Aunque no sea posible formular ninguna ley sobre el desarrollo de la conciencia, existe cierta lgica de causalidad que va de las relaciones econmicas a la conciencia, pasando por la expe-riencia. La crtica radical a la metfora base/superestructura no se traduce en ninguna alternativa frente a la teora determinista de la formacin de clase. Thompson indica que la clase est presente en la estructura econmica, independiente de la conciencia o la falta de conciencia de los trabajadores. Si las experiencias estn determinadas por el modo de produccin, enton-ces dichas relaciones son relaciones de produccin de clase anteriores a las experiencias de clase que generan. Pero es necesario ir ms lejos. Si la con-ciencia de clase surge de la misma forma en momentos y lugares diferentes, el proceso respondera a una lgica unvoca. Es insostenible negar que la clase est presente en las relaciones de produccin y defenderla, paralelamente, en el campo de la experiencia y la conciencia que dichas relaciones generan.

    Historiadores como William Sewell y Joan Scott ofrecieron algunas pistas para desentraar las paradojas de la experiencia y la causalidad en la obra de Thompson. Sewell sugiere que

    El primer paso es desligar dicho concepto (la experiencia) de lo que constituye un problema distinto: la causalidad mltiple. Las desviacio-nes que sufren los sucesos histricos del modelo determinista estric-tamente econmico no deben ser atribuidas de forma automtica a la experiencia, dando lugar con ello a la explicacin implcita de que son

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    consecuencias de una accin humana esencialmente misteriosa. Gran parte de esa desviacin puede justificarse con relativa claridad como el resultado de interacciones causales entre una diversidad de estructuras o sistemas ms o menos autnomos.20

    La experiencia debera interpretarse como la forma concreta en que se vive una situacin, sus efectos sobre los juicios-sentimientos de los sujetos y el conocimiento que esa compleja interaccin suscita. Scott, por su parte, seala que la experiencia no puede ser tomada como un dato primario en la investigacin histrica. Al contrario, la experiencia es algo que debe ser explicado. En su opinin, habra que explicitar las razones por las cuales los sujetos experimentan su situacin vital de la manera en que lo han hecho, dar cuenta de por qu experimentan de una forma y no de otra.21

    Si algo se desprende de estas crticas, es que el replanteamiento de la categora de experiencia demanda una profunda consideracin de las complejas relaciones entre estructura y accin.22 Thompson tendi a recha-zar la primera y reivindicar la segunda; por lo tanto, se neg a reconocer que la estructura es algo tan humano como la accin. Las estructuras son mediaciones y construcciones humanas, son consustanciales a la accin. Las estructuras son transformadas pero tambin reconstruidas por los agentes. Constrien pero tambin posibilitan. Las estructuras no pueden existir sin los agentes que las materializan y las transforman. De igual forma, los agentes no podran existir sin las estructuras que generan sus lmites y sus posibilidades.

    Las mltiples trayectorias de la crtica discursivaA mediados de la dcada de 1980, diversos intelectuales, insatisfechos

    con las propuestas tericas y metodolgicas desarrolladas por la corriente de la nueva historia del trabajo, enfilaron crticas mordaces contra ella y

    20. William Sewell, Cmo se forman las clases: reflexiones crticas en torno a la teora de E.P. Thompson sobre la formacin de la clase obrera, Historia Social 18 (1994) 90.

    21. Joan Scott, La experiencia como prueba, Feminismo literario, eds. Neus Carbonell y Meri Torras (Madrid: Arco Libros, 1999) 77-112.

    22. Para una ilustracin detallada de las consecuencias tericas y metodolgicas asociadas con la obra de Thompson. Vase Jess Milln, La formacin de las clases despus de Thompson. Algunos debates actuales, Historia contempornea 13-14 (1996): 63-85.

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    se acercaron al anlisis del lenguaje y a la teora del discurso para el anlisis social. La recepcin desigual y diferenciada de la obra de Michel Foucault, as como de las perspectivas literarias y deconstructivistas en el campo de la historiografa, abri el debate sobre los propsitos trazados por la historia social y los repertorios con los que contaba para la prctica historiogrfica. La polmica se atiz justo en el momento en que estaba ocurriendo un conjunto de transformaciones socioeconmicas de la mayor importancia, como la transicin posfordista, la emergencia de nuevos regmenes de acumulacin flexible relacionados con el neoliberalismo, los procesos de desregulacin y la consolidacin de una era posindustrial, el colapso del llamado socialismo real, el auge de los estudios culturales y las crticas feministas.

    Lo anterior gener desconfianza creciente frente a los anlisis de clase no solo en el campo de la disciplina histrica, sino tambin en el marco amplio de las ciencias humanas. La preocupacin por el problema de la clase trabajadora haba sido axiomtica para la historia social defendida por los intelectuales de izquierda. Pero, desde finales de la dcada de 1970, la situacin cambiara sustancialmente. La insatisfaccin bsica consista en que las perspectivas sociolgicas e histricas venan considerando el grupo, incluyendo la clase, como unidad bsica del anlisis sociohistrico, o bien trataban de trascender dicha unidad mediante enfoques holsticos funcio-nalistas o estructuralistas. La lgica que presupona ese tipo de ensamblaje social se consideraba demasiado simple y uniforme para capturar la variedad de dinmicas y movimientos implicados en el proceso de construccin de identidades. El problema de las identidades se incorporaba, entonces, dentro de los intereses de tericos sociales e historiadores.23

    Las historias culturales, los enfoques posmodernos y poshistricos eran el resultado del giro lingstico y el planteamiento discursivo de la historia. En estas perspectivas, los significados bsicos de la clase trabajadora no se elaboraban mediante los mtodos construidos por la historia social, sino a travs de lenguajes, imgenes y representaciones que identificaran y daran forma histricamente a la clase. La clase es objeto de deconstruccin. Se asume, en definitiva, como una identidad entre muchas otras que se urde por un conjunto de prcticas y significados dispersos.

    23. Una de sus representantes emblemticas es Joan Scott. Consltese su trabajo: El eco de la fantasa: la historia y la construccin de la identidad, Ayer 62 (2006) 111-132.

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    Ese itinerario anunciaba la obsolescencia de los anlisis de clase para explicar el mundo social. En algunas versiones impresionistas, la catego-ra persista pero vaciada de contenido: se entenda de forma abstracta e impersonal, como estructura discursiva y como trmino lingstico. De igual forma, los enfoques semiticos profundizaron en el estudio de las estructuras de significado, ms que en las acciones populares. Se trataba, entonces, de un enorme desafo para las corrientes de la historia social que defendan los anlisis de clase. No solo consista en dimensiones tericas y epistemolgicas, tambin contemplaba una discusin esencialmente poltica. Temas como la raza, la etnia, el gnero y sus correspondientes reivindi-caciones se pusieron en el centro del debate.

    La produccin intelectual que pretende contrarrestar los enfoques predo-minantes sobre la clase trabajadora tiene un conjunto de rasgos especficos. En primer lugar, ha tenido cierto impacto e influencia en la historia de los trabajadores y en la historia social en general. En segundo lugar, la crti-ca procede de un espectro de perspectivas tericas muy amplio y diverso. Veamos.

    Una de las propuestas ms bsicas que hizo uso del lenguaje para el an-lisis de la clase trabajadora fue la elaborada por Garreth Stedman-Jones. Su obra tiene un acentuado halo revisionista y la cuestin de la clase se opone a la interpretacin formulada por Thompson, especialmente a propsito del cartismo. Stedman-Jones busca defender una interpretacin poltica que rechaza el enfoque social del marxismo britnico. El cartismo no se presenta como un movimiento social, basado en la clase y cuya dinmica era constreida por la explotacin econmica, sino como un movimiento fundamentalmente poltico que poco tena que ver con el sistema productivo, con lo cual se subestima la influencia de los factores econmicos y sociales. En el plano terico, Stedman-Jones argumenta que

    Las descripciones apasionadas de lo social haban desembocado en la incapacidad de explicar, desde un enfoque social, lo poltico, lo ideolgico o lo cultural [] me mostraba cada vez ms crtico en cuanto al tratamiento dominante de lo social como algo externo y lgicamente con frecuencia, aunque no de manera inevitable, cronolgicamente anterior a su articulacin por medio del lenguaje.24

    24. Gareth Stedman-Jones, Lenguajes de clase: estudios sobre la historia de la clase obrera inglesa (1832-1982) (Mxico: Siglo XXI, 1989) 7.

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    En sus investigaciones, Stedman-Jones concentr su atencin en tres aspectos fundamentales, a saber: la naturaleza y el estudio de las pala-bras y el lenguaje, la contribucin del lenguaje en la construccin del significado social, la ideologa y las relaciones entre lenguaje e ideas. Esa orientacin tena consecuencias para su propia operacin historiogrfica sobre la clase trabajadora:

    En primer lugar, el trmino clase es una palabra incrustada en el lenguaje y por eso debe ser analizada en su contexto lingstico; y, en segundo lugar, dado que hay diferentes lenguajes de clase, no se debe partir del supuesto de que clase como elemento bsico de la descripcin social de carcter oficial, clase como efecto del discurso terico sobre las relaciones de distribucin o produccin, clase como resumen de un grupo de prcticas culturalmente significativas o clase como especie de autodefinicin poltica o ideolgica comparten un nico punto de referencia en una realidad social superior.25

    Stedman-Jones criticaba la omisin del lenguaje en la obra de Thomp-son. Consideraba que la experiencia y la conciencia ocultaban el carcter problemtico del propio lenguaje. El lenguaje se reduca, en su opinin, a un simple medio en el que la experiencia alcanzaba expresin. Se negaba la aparente materialidad del lenguaje mismo, la imposibilidad de remitirlo simplemente a una realidad primaria anterior, el ser social, la imposibilidad de abstraer la experiencia del lenguaje que estructura su articulacin.26Al parecer, el punto de partida era una idea absoluta de la nocin de clase que le impeda ver el lenguaje de explotacin econmica dentro del cartismo. Establece una suerte de sinonimia entre conciencia de clase y conciencia revolucionaria. Si bien es cierto que en el cartismo todava no haba una conciencia en el sentido sugerido por el marxismo, Stedman-Jones considera que el movimiento se haba constituido al margen de la nocin de clase. De ah se deriva, lgica y mecnicamente, la completa inexistencia de explica-ciones econmicas, situaciones de pobreza y explotacin.

    La clase trabajadora se comprende como una mera dimensin discur-siva, el proceso amplio de construccin de la clase se extrapola a la difusa cuestin de los lenguajes de clase y se reduce a una esfera ilusoriamente

    25. Stedman-Jones, Lenguajes de clase 8.26. Gareth Stedman-Jones, El proceso de la configuracin histrica de la clase

    obrera y su conciencia histrica, Historia Social 17 (1993) 120.

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    poltica. La propuesta de Stedman-Jones est lejos de los acercamientos po-sestructuralistas del lenguaje. Su preocupacin es el estudio del radicalismo (entendido como un conjunto de ideas) a partir de las corrientes conven-cionales de la historia intelectual, una de cuyas caractersticas es la escasa atencin que se presta al problema del significado. El enfoque no-referencial que Stedman-Jones hace del lenguaje no va ms all de constituir una inter-pretacin formalizada, literal y estrecha de las palabras y las ideas, en lugar de incursionar en el terreno, mucho ms exigente y fructfero, de los modos en los que se construye el significado social y el papel del lenguaje en dicha construccin. Se ignoran as los nexos cruciales entre la prctica social, el lenguaje y la conciencia. Adems, no se otorga la atencin necesaria para desentraar las ambigedades, las complejidades y la estratificacin mltiple del significado de los lenguajes construidos histricamente.27

    El feminismo, por su parte, increp las convenciones establecidas en torno al gnero dentro de los anlisis de la clase trabajadora. La crtica im-pact hasta tal punto que el gnero empez a ser considerado una categora analtica muy importante. Las corrientes feministas dentro de la historio-grafa pretendan interpelar la soberana de la clase en la teora social, en la sociologa y en la historia, proporcionando un sujeto, a travs del gnero, que deba ser historizado para comprender su identidad. La obra de Joan Scott present un conjunto de propuestas posestructuralistas mucho ms claras y detalladas. La lectura posestructuralista del lenguaje, en la obra de Scott, no solo se asume como un campo de debate, tambin es un mtodo al que podan acceder los historiadores. Scott se orienta por dos tipos de reivindicaciones: una epistemolgica, que defiende la teora del discurso de Foucault, y otra poltica, que, al desentraar el asunto del gnero, haca que las demandas de las mujeres fuesen imposibles de ignorar dentro del campo disciplinar de la historia. Los aportes de Scott tenan como propsito alcanzar un mayor entendimiento sobre el gnero, como una construccin compleja, inestable e histricamente variable de la diferencia sexual.

    La dislocacin epistemolgica que suscit Foucault, a partir de su lectura de Marx, Freud y Nietzsche, especialmente la forma como fue recibida por los historiadores, llev a un rechazo de la totalizacin y el binarismo, as

    27. Para un esbozo mucho ms detallado de las crticas, vase Neville Kirk, En defensa de la clase. Crtica a algunas aportaciones revisionistas sobre la clase obrera inglesa en el siglo XIX, Historia Social 12 (1992) 59-100.

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    como a una afirmacin del descentramiento y la multiplicidad. Esto impli-caba redefinir las categoras de sujeto, gnero y poltica, problematizando las representaciones y las identidades colectivas. Pero Scott va ms all: el papel del lenguaje para el oficio historiogrfico, su valor heurstico, epistemolgico y ontolgico demanda una nueva historia que supere los lmites de la historia social, todava impregnada, en su opinin, del lastre determinista. Ese era el giro epistemolgico radical que el posestructuralismo le permita llevar a cabo. All el lenguaje se constituye en un campo de prcticas colectivas en el que las identidades de clase y de gnero se construyen. Sera una forma de autorrepresentacin en la que se revelaran los mecanismos por los cuales se generan los significados entre individuos o grupos.

    Scott redefine la categora de gnero en su polmica con las teoras femi-nistas que destacan la superioridad masculina a travs del patriarcado, las corrientes marxistas que se basan en los modos de produccin y las clases sociales, as como con las tendencias posestructuralistas que increpan las relaciones sujeto-objeto en la produccin y reproduccin de las identidades. De esa forma, propone una nueva perspectiva, devanando dos dimensiones del gnero: i) como elemento constitutivo de las relaciones sociales basa-das en las diferencias que distinguen a los sexos (desentraando smbolos culturales, conceptos narrativos que manifiestan interpretaciones y signi-ficados, relaciones de gnero e identidades),y ii) como campo privilegiado de relaciones y articulaciones de poder.28

    El argumento de Scott, a propsito del lenguaje, es diferente del defen-dido por el posmodernismo lato. Su aproximacin no obedece a una simple tcnica literaria de comprensin de textos. Es, al contrario, una bsqueda sistemtica de los mecanismos de funcionamiento del lenguaje en las re-laciones jerrquicas y desiguales de poder. Su propuesta se inscribe como una forma de contrarrestar los discursos que naturalizan y esencializan las diferencias. Deconstruir los artificios del lenguaje posibilitara la descom-posicin de las estrategias del poder.

    El entendimiento particular del lenguaje en Scott la llev a criticar la nocin de experiencia y el androcentrismo inmanente en la obra de Thomp-son. La experiencia sera aprehendida y se constituira en el lenguaje de la

    28. Joan Scott, El gnero: una categora til para el anlisis histrico, El gnero: la construccin cultural de la diferencia sexual, comp. Marta Lamas (Mxico: PUEG, 1996) 265-302.

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    clase trabajadora. La experiencia, condensada en el lenguaje, se incorpora en la subjetividad como experiencia interpretada y, segn Scott, tambin debe historizarse, en cuanto componente mediador de las prcticas y la conciencia.29 Scott le atribuye a la tradicin marxista un rasgo teleolgico que combate, afirmando que los intereses no son inherentes a los actores o a su posicin en la estructura social, son discursivamente producidos.30

    Lo cierto es que su investigacin pareciera asumir el lenguaje de manera acrtica: simplemente se entiende como una panacea para la interpretacin, como una suerte de estructura anterior e independiente del contexto hist-rico. Extrapolar el debate sobre el proceso de formacin de las clases traba-jadoras al vaporoso terreno del lenguaje de las luchas polticas conducira al colapso de las categoras de clase y de conciencia, porque no es evidente cmo se restituye su materialidad en la operacin terica e historiogrfica de Scott. Seguramente esta inquietud no resulte suficiente para acusarla de un idealismo formal, como sugiere Bryan D. Palmer,31 especialmente porque ella tambin cuestiona la dicotoma prctica-discurso y elude algunas de las crticas sealando que su nfasis en el lenguaje no pretenda ocultar lo central en la discusin: el gnero.32 En todo caso, en la produccin discursiva de los intereses pareciera esconderse una nueva instancia de determinacin, en la que el lenguaje se constituira en una fuerza impersonal, a priori res-pecto de los individuos y de las clases.

    Finalmente, en el trabajo de Patrick Joyce el asunto del lenguaje se expresa en un nuevo nivel.33 Joyce considera que la clase trabajadora debe interpretarse como una identidad y una construccin discursiva que se proyecta retrospecti-vamente sobre pocas anteriores. Esa operacin no estara exenta de distorsin. La atencin se orienta hacia la construccin de visiones de clase retroactivas, para desbordar los lenguajes dominantes y descubrir nuevas subjetividades y nuevos relatos que sustituyan a las viejas nociones de clase desacreditadas, segn l, por las teoras posmodernas y el declive del socialismo real. As pues, para este autor, los referentes materiales no involucran formas implcitas de identidad. Solo pueden ser objeto de identidad si se articulan como tales

    29. Joan Scott, Sobre el lenguaje, el gnero y la historia de la clase obrera, Historia Social 4 (1989) 81-98.

    30. Scott, Sobre el lenguaje 85.31. Bryan D. Palmer, Respuesta a Joan Scott, Historia Social 4 (1989) 99-118.32. Joan Scott, Una respuesta a las crticas, Historia Social 4 (1989) 127-135.33. Patrick Joyce, Visions of the People. Industrial England and the Question of

    Class, 1848-1914, (Cambridge: Cambridge University Press, 1994).

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    por una cierta matriz discursiva. Los objetos de identidad no preceden a las identidades, sino que se constituyen al mismo tiempo y como resultado del mismo ejercicio de mediacin lingstica.34

    Joyce privilegia el problema de la identidad, pero al costo de sacrificar la materialidad de las relaciones sociales. Es un movimiento que pretende superar lo que l denomina como la tradicin clsica, altamente influen-ciada por el marxismo y la sociologa, entre las dcadas de 1960 y 1980. En ese enfoque, el funcionamiento de la economa, las relaciones sociales y las experiencias de explotacin son reducidas al nivel de simples formaciones discursivas o meras representaciones relacionadas con la interpretacin predominante de clase. Los lmites de esa perspectiva son ms que evidentes. La clase se convierte en un relato sobre el pasado, una mera proyeccin, un ordenamiento narrativo del tiempo pasado para validar un tipo concreto de identidad colectiva. Aunque pudiera estar cimentada en una rigurosa investigacin de archivo y en un slido arsenal terico, la historia social de la clase trabajadora parecera condenada, en la visin de Joyce, a ser un relato siempre sesgado, parcial, arbitrario, excluyente y, por lo tanto, inaccesible. La clase trabajadora se transforma en un discurso, en un principio narrativo y en unas prcticas que organizan las historias del pasado y del presente.

    El crisol de lo social en la historia: las contribuciones de la produccin intelectual colombiana

    La necesaria comprensin e interpretacin de las luchas de la clase traba-jadora en Colombia durante el siglo XX requiere, sin duda, una perspectiva de anlisis inter y transdisciplinar. Un breve repaso de las diversas tendencias tericas e historiogrficas revela, sin embargo, que la produccin intelectual sobre el tema en Colombia, durante el siglo XX, procede de disertaciones elaboradas en el campo de la historia, la sociologa y, en menor medida, de la ciencia poltica, con diferentes niveles de afinidad y acercamiento. Los enfoques, as como los repertorios conceptuales y metodolgicos, han sido desiguales y diferenciados, y, por lo general, elaborados atendiendo a procesos histricos diversos.

    El inters ha pasado por estudiar los procesos de formacin de clase, teniendo en cuenta las condiciones de desarrollo del pas y los contextos regionales; por ilustrar la composicin del movimiento obrero: cuadros profesionalizados, masas proletarizadas y semiproletarias sin organizacin,

    34. Patrick Joyce, Materialidad e historia social, Ayer 62 (2006) 73-87.

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    cooperativas, agrupaciones culturales y sindicatos; por documentar y exa-minar la formacin, el desarrollo y la organizacin profesional de la clase trabajadora; por destacar su papel como sujeto histrico; por cuestionar los procesos de institucionalizacin y de cooptacin, relacionando variables como el Estado, el rgimen poltico y el sindicalismo, en contextos donde predomina el discurso desarrollista de crecimiento econmico; por analizar los impactos de la contienda partidista, las consecuencias de los ciclos de violencia y las demandas de la clase trabajadora contenidas en sus planes y programas; por precisar la naturaleza de su actividad huelgustica; por superar la reduccin de la historia de la clase trabajadora simplemente como una historia sindical, de partido o determinada por el derecho laboral; por identificar las demandas que trascienden el mbito salarial e involucran reivindicaciones ambientales, culturales y de gnero, entre otros asuntos.

    Durante las dcadas de 1980 y 1990, justo en un momento crtico para el sindicalismo, diversas corrientes tericas e historiogrficas se plantearan la necesidad de continuar reivindicando la historia de las clases trabajadoras colombianas, a partir de nuevos puntos de vista tericos y metodolgicos. Se trataba, a su vez, de aportar distintos elementos empricos y heursticos con base en un escrutinio mucho ms sistemtico de fuentes: archivos oficiales, prensa, fuentes orales, iconogrficas y documentacin producida por los propios trabajadores. Esto permita una ampliacin del horizonte de anlisis: con ello no solo se daba cuenta de las condiciones materiales de existencia, las formas de organizacin y lucha, sino tambin de las influencias ideol-gicas y polticas, as como de las manifestaciones culturales propias de la cotidianidad dentro y fuera del espacio de trabajo. Hay, entonces, un inters por dar cuenta del proceso de formacin de la clase trabajadora, algo obviado por las corrientes historiogrficas clsicas del pas, y de la construccin de lo popular, de una cultura popular radical, as como de la identidad obrera.

    En las nuevas propuestas de anlisis se evidencia una concepcin din-mica de la clase trabajadora; esta se construye mediante experiencias his-tricas y proyectos compartidos, teniendo en cuenta tanto las dimensiones socioeconmicas como las dimensiones poltico-culturales. La conciencia de clase se expresa tambin en trminos culturales, encarnados en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. La conciencia se crea por factores internos y externos.35

    35. Mauricio Archila condens ese punto de vista en un ensayo publicado en 1989. All criticaba a los externalistas, que entienden la conciencia como algo que

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    Abordemos algunas de sus expresiones emblemticas.36 Renn Vega, con su Gente muy rebelde. Protesta popular y modernizacin capitalista en Colombia, 1909-1929,37se inscribe en esta corriente. Recurre a una tradicin marxista no ortodoxa, que sostiene la vigencia de los anlisis de clase. Incor-pora una lectura que atiende a las variaciones regionales pero reivindicando, al mismo tiempo, una mirada global del pas. Frente a las formas de protesta, da cuenta de sus diversas expresiones locales, con el nimo de efectuar un anlisis comparativo y determinar sus caractersticas. En la aproximacin de Vega, la conciencia social y el ser social estn mediatizados por la expe-riencia, directa e histrica, de los trabajadores colombianos. Por lo tanto, logra superar las nociones segn las cuales las clases populares desarrollan su conciencia social de manera mecnica, o, por el contrario, que la conciencia se impone como un elemento exgeno a la clase trabajadora.

    Pese al desarrollo del capitalismo durante las primeras dcadas del siglo XX en Colombia, con dificultad puede sostenerse la existencia de relacio-nes de produccin tpicamente capitalistas. La relacin capital-trabajo no era predominante y los trabajadores asalariados eran minoritarios. Por tal motivo, Vega es especialmente enftico en sealar que la protesta popular que se present en el pas en ese contexto estaba animada por las clases subalternas: artesanos, campesinos, indgenas y pobladores urbanos. En esta versin, se superan los enfoques que identificaban al proletariado como un sujeto con misin histrica. La historia de las clases subalternas revela que existen sujetos histricos heterogneos, sin una carga ideolgica que le arrogue un papel mesinico.

    surge desde fuera, producto de los intelectuales orgnicos o del vanguardismo del partido, pero tambin a los que desconocan la influencia de elementos externos. Vase Mauricio Archila, Cultura y conciencia en la formacin de la clase obrera latinoamericana, Revista Historia Crtica 1 (1989).

    36. Lo anterior es problemtico, dado que, en sentido estricto, no hubo un criterio especfico para la seleccin de las obras ms all del tratamiento diacrnico que hacen del tema que nos convoca. Como anticipaba en la presentacin del artculo, no pretendo agotar ni abordar de manera exhaustiva las abundantes perspectivas de investigacin sobre la clase trabajadora en Colombia. Simplemente trato de ilustrar la discusin, a partir de algunas expresiones que dialogan con la tradicin marxiana dentro de la historia social del pas. Adems, nicamente discuto sus horizontes tericos y metodolgicos.

    37. Renn Vega, Gente muy rebelde. Protesta popular y modernizacin capitalista en Colombia, 1909-1929 (Bogot: Ediciones Pensamiento Crtico, 2002).

    UserNota adhesivaSe supera porque hay un acercamiento a los planteamientos de Gramsci

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    En ese aspecto del anlisis de Vega es posible rastrear sus deudas con Raymond Williams, Thompson y George Rud, especialmente en trminos de la propuesta que este ltimo construy para estudiar las modalidades de protesta popular: incluye los tipos de disturbios, las formas de accin, la espon-taneidad y la falta de organizacin, la direccin, la composicin de las masas y la ideologa de la agitacin. Aunque reconoce sus cualidades hermenuticas, Vega incorpora con cierta precaucin los aportes de Rud, para indagar en las especificidades de la protesta popular en Colombia entre 1909 y 1929.

    De ah que proponga una definicin normativa:Por protesta popular se entiende un conjunto variado de acciones

    colectivas de ndole multiclasista encaminada a afrontar problemas que afectan directamente a amplios sectores de las clases subalternas y en la que entran en juego aspectos estructurales de tipo material y aspectos simblicos y subjetivos. Porque en la protesta popular inter-vienen valores culturales que nos remiten a otra nocin polismica y discutible, pero necesaria a la hora de analizar las protestas, como es la de cultura popular.38

    Metodolgicamente tambin es notable la influencia de Antonio Gram-sci en el libro de Vega. Este examina, a partir de las condiciones materiales de los sectores populares urbanos y rurales, las trayectorias y mecanismos por medio de los cuales los sectores subalternos establecieron vnculos po-lticos con otras formaciones de la sociedad civil. Frente a las cuestiones relacionadas con las identidades y las representaciones de los sectores sub-alternos, Vega contribuye a la profundizacin del estudio sobre el contenido ideolgico en la correlacin de fuerzas sociales, as como las apropiaciones simblicas y rituales de discursos de carcter poltico.

    Ricardo Snchez, por su parte, realiza importantes contribuciones a la historia social de la clase trabajadora defendiendo, desde el punto de vista terico y poltico, la vigencia de los anlisis relacionados con la lucha de clases.39 Su perspectiva trata de dar cuenta de dimensiones como la conciencia, la ideologa, las mentalidades, la organizacin, la construccin de la nacin y la emergencia de las llamadas nuevas identidades (tnicas, culturales, de gnero), con lo cual posiciona el enfoque terico en las

    38. Vega 22.39. Ricardo Snchez, Huelga! Luchas de la clase trabajadora en Colombia, 1975-1981

    (Bogot: Universidad Nacional de Colombia, 2009).

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    trayectorias histricas asociadas a las principales transformaciones del capitalismo durante el siglo XX, analizando su concrecin en el caso co-lombiano y estableciendo correlaciones con el movimiento obrero europeo y latinoamericano. La huelga representa una expresin de independencia de la fuerza de trabajo en el conflicto laboral y, con razn, es asumida como una de las categoras sociohistricas de anlisis.

    Snchez resalta la importancia de retomar las propuestas de Marx pero distancindose de sus intrpretes ortodoxos. Es lo que denomina como el resurgir de un paradigma.40 Se trata de un Marx revisitado. Encuentra all una fuente intelectual de suma importancia para el anlisis de las luchas y el conflicto social, por sus aportes terico-metodolgicos. Las luchas se valoran como factores cruciales para explicar el cambio social.

    Desde el punto de vista de las consideraciones espaciales y territoriales, el trabajo de Snchez tambin es de suma utilidad. La seleccin de casos objeto de anlisis obedece a realidades geogrficas diferenciadas, donde priman desarrollos econmicos desiguales con sus respectivas consecuen-cias, en trminos de la configuracin de regiones, pueblos y culturas. 41 Esto determina diferencias notables en las expresiones de las luchas de la clase trabajadora, en sus formas de conformar los lideratos, de atender a sus me-morias y tradiciones. Empero, estas singularidades no alteran la fisonoma ni la necesaria identidad clasista. Las diferencias resultan del anlisis en profundidad de cada uno de los componentes de la investigacin y, a su vez, enriquecen la investigacin terica e historiogrfica.42

    Las propuestas de Vega y Snchez son importantes en cuanto ofrecen un amplio repertorio terico y metodolgico para el anlisis de la clase tra-bajadora en el pas. No obstante, son tambin limitadas. Sus orientaciones tericas tienden a obscurecer algunos rasgos histricos de las transforma-ciones ocurridas al iniciar el siglo XX (modernizacin capitalista, en el caso de Vega), as como las acaecidas durante sus ltimas tres dcadas (insercin del proyecto econmico-poltico del neoliberalismo, en el caso de Snchez).

    40. Snchez 27 y ss.41. La huelga de los trabajadores azucaremos en el Ingenio Riopaila (Valle del

    Cauca, 1975-1976), la huelga del Sindicato de trabajadoras de Vanytex (Bogot, 1976), el conflicto nacional de trabajadores del Banco Popular y del Banco Central Hipotecario (1976), el paro de trabajadores de la salud en el Instituto de Seguros Sociales (1976), el Paro Cvico Nacional (1977) y la huelga de la Unin de Marinos Mercantes de Colombia (1981).

    42. Snchez 19.

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    Dichas transformaciones estn asociadas a reconfiguraciones geogrficas y geopolticas, las dimensiones poltico-institucionales del Estado, antago-nismos en el mundo del trabajo, las dinmicas de produccin/reproduccin del capital y la reorganizacin de sus regmenes de acumulacin, as como con la emergencia de nuevos perodos de violencia. Esto se acenta en la perspectiva de Vega, dada la fuerte carga del componente culturalista. Ese problema podra resolverse profundizando en una lectura interdisciplinar. La combinacin de los aportes de la historia social con los de la economa poltica, solo a ttulo de ejemplo, podra constituir una alternativa con no-table potencial heurstico. Infortunadamente, Vega y Snchez no avanzan mucho en ese sentido.

    Finalmente, en su Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990,43 Mauricio Archila realiza un balance de las principales tendencias tericas e historiogrficas sobre la accin colectiva y lleva a cabo varias precisiones conceptuales: identifica los sujetos (entendidos como movimientos que persisten en el tiempo y se agrupan en torno a demandas/identidades polticas, econmicas, sociales y culturales) y las acciones (en-tendidas como formas de lucha: paros, huelgas, movilizaciones, entre otras).

    De ese acervo analtico se derivan dos consideraciones importantes, una terica y otra histrica: por un lado, se matiza la discusin teleolgica clsica a propsito de la vanguardia revolucionaria como responsabilidad histrica (y casi mesinica) de la clase trabajadora. Aunque Archila no niega la existencia de clases sociales, en cuanto construcciones histricas y cuya identidad se genera en relacin con los medios de produccin, considera que la categora de movimiento social resulta ms amplia y contribuye en la explicacin de mltiples conflictos sociales.44 La praxis social desborda, entonces, la categora de clase.

    Con respecto a los mviles de la protesta, de la investigacin de Archila pueden extraerse abundantes perspectivas terico-polticas sobre el senti-miento de injusticia, la indignacin y la movilizacin como manifestaciones propias de las prcticas de los actores sociales, en las que se conjugan, como potencial creativo y emancipatorio, la identidad, la cultura y la conciencia. Es lo que se denomina en el libro como justeza de las demandas ante situaciones de exclusin e inequidad.

    43. Mauricio Archila, Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990 (Bogot: ICANH / CINEP / Diakona, 2003).

    44. Archila 79.

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    En general, las contribuciones de Archila permiten comprender que la historia de las luchas sociales constituye un campo historiogrfico privi-legiado para dar cuenta de la correlacin entre historia y poltica, entre el desarrollo de las ciencias sociales y el contexto social en el que emergen. Con razn argumenta la necesidad de establecer un nuevo contrato en-tre investigadores e investigados, para aportar en un dilogo creativo que aproveche la riqueza de los mltiples capitales culturales y, respetando los mrgenes de autonoma, coadyuve en la comprensin de los actores sociales como sujetos de su propia historia.

    Sin embargo, en el libro quedan asuntos pendientes, desde el punto de vista terico-poltico. Si bien es cierto que en la actualidad es insostenible defender el argumento de la vanguardia revolucionaria del proletariado, el desencanto histrico con las viejas utopas no debe anular la importancia de la reflexin sobre la conciencia revolucionaria y la necesidad de acciones polticas y sociales orientadas hacia la emancipacin. En ese sentido, el papel de los intelectuales progresistas sigue siendo significativo. La crtica no es incompatible con la militancia, militancia entendida no necesariamente en relacin con un partido, pero s con un proyecto alternativo de sociedad.

    Conclusin: en defensa de la clase (o las posibilidades de restablecer el campo social en la historia)

    Reivindicar el prolfico legado de la historia social demanda un esfuerzo radical: estudiar las esferas sociales, polticas, econmicas y culturales de forma indefectiblemente conjunta. La investigacin sobre las clases socia-les constituye un campo conflictivo pero privilegiado para explorar esa posibilidad. Una tentativa reciente que pretendi asir esa provocacin fue elaborada por Geoff Eley y Keith Nield quienes argumentan que el habitus de la historiografa no puede reducirse a un conjunto de posiciones surgidas de teoras del conocimiento.45 El fundamentalismo epistemolgico clausura las posibilidades de anlisis. Eley y Nield sugieren que la alternativa es com-binar diversos registros analticos, abordando creativamente los problemas de las estructuras, los procesos y los sujetos.

    Un proyecto de alcances similares haba sido anticipado por Eric Hobs-bawm cuando propuso la transicin de la historia social a la historia de

    45. Geoff Eley y Keith Nield, El futuro de la clase en la historia Qu queda de lo social? (Valencia: Universidad de Valencia, 2010).

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    la sociedad.46 Si el historiador social pretende responder de manera eficaz a los retos que plantean las nuevas corrientes de anlisis en la historia, no puede limitarse nicamente a su disciplina y encerrarse en los refina-mientos propios de una minora de especialistas. La historia debe abrirse a una multiplicidad de perspectivas y categoras en torno a objetivos cada vez ms interdisciplinares: la Historia de la Sociedad no puede escribirse aplicando los escasos modelos de otras ciencias que tenemos a nuestra disposicin; requiere la construccin de nuevos modelos que sean apropia-dos o, al menos (argiran los marxistas), la conversin de los bosquejos existentes en modelos.47

    El aserto de Hobsbawm fue llevado demasiado lejos por Eley y Nield, especialmente cuando expusieron abiertamente la necesidad de una suerte de historia hbrida producto de la fusin entre la historia social y la historia cultural. La puesta en marcha de un conveniente pero discutible pluralismo metodolgico48 buscaba responder, en buena medida, al desafo de Patrick Joyce, quien en 1995 vaticinaba el fin de la Historia Social.49 El giro cultural que experiment la historiografa durante las dcadas de 1980 y 1990, con sus variantes posestructuralistas, posmarxistas y posmodernas,50 gener una nostalgia de la Historia Social,51 que se materializ, posteriormente, en intervenciones como las de Eley y Nield.

    El reconocimiento de los aportes elaborados por las corrientes sociales y culturales se inscribe en un proyecto de renovacin de la historia social, que Eley y Nield buscan mantener en una matriz marxista. No obstante, la cmplice aquiescencia con las propuestas hermenuticas de la historia cultural revela los lmites de su aproximacin terico-metodolgica que no necesariamente conduce a la restitucin de un estatuto epistemolgico, heurstico y metodolgico especfico para la historia social.

    46. Eric Hobsbawm, Sobre la historia (Barcelona: Crtica, 2002) 84-104.47. Hobsbawm 89.48. Geoff Eley, El mundo profano e imperfecto de la historiografa, Historia Social

    69 (2011) 139. 49. Patrick Joyce, El fin de la historia social?, Historia Social 50 (2004) 25-45. 50. Para una apreciacin detallada de ese proceso, vase el sugestivo libro de

    Ernst Breisach, Sobre el futuro de la historia. El desafo posmodernista y sus consecuencias (Valencia: Universidad de Valencia, 2009).

    51. William Sewell, Lneas torcidas, Entre pasadas. Revista de Historia 35 (2009) 9-23.

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    La arremetida posmoderna de la historia cultural en realidad impugn los bastiones ms dbiles de la historia social, muchos de ellos producto de sesgos en el anlisis y reinterpretaciones ambivalentes. Me explico. Las elaboraciones de la historia social rehusaron el determinismo relacionado con la metfora base-superestructura, pero insistan en que el problema de la clase deba asociarse, de algn modo, con el campo econmico (sin caer, desde luego, en el economicismo), con el objetivo de reintroducir la agencia histrica de los actores sociales, a la usanza de Thompson, quien defendi, como tuve la oportunidad de exponer, la interaccin entre las condiciones materiales y los marcos culturales a partir de la categora de experiencia. Paralela y paradjicamente, desde el punto de vista de la agencia, se des-ech cualquier sugerencia que llevase a dilucidar las perspectivas polticas, las mentalidades, las creencias y las identidades culturales como resultado de procesos econmicos. Esa alternativa poda derivar, y de hecho lo hizo, en una matriz culturalista.

    Ese tipo de ambivalencias se reproduce en la propuesta de Eley y Nield: Al postular la importancia significativa de la clase como un terreno

    poltico permanente no estamos pidiendo que se le conceda un nuevo estatus hegemnico. Al intentar reintroducir la regularidad estructural, en este caso de la produccin de desigualdades en el capitalismo, no estamos diciendo que estemos a favor de abandonar la interpretacin posestructuralista ms reciente, o reclamando la vieja primaca de la estructura. Lo que s estamos diciendo es que para que cualquier anlisis se pueda considerar completo deben entrar en juego tanto el anlisis cultural como el estructural.52

    En la preocupacin de Eley y Nield por el imperioso retorno de lo social comparto la premisa pero rechazo la conclusin. Restaurar y reivindicar el proyecto totalizador que caracteriz a la historia social implica enfrentar un desafo mucho ms complejo y demandante, que claramente desborda la pretensin eclctica y esotrica del pragmatismo bienintencionado.53

    52. Eley y Nield 225. 53. Al intentar desesencializar lo que estamos denominando registros, y rechazamos

    polarizaciones o jerarquas epistemolgicas, lo que tratamos es de crear un escenario en el que renazca un pluralismo conceptual real a travs de lo que hemos descrito como un pragmatismo bienintencionado. Eley y Nield 229.

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    Superar el reduccionismo debera significar una discusin de fondo sobre cmo asir el proceso de escritura de la historia, es decir, interpelar el itinerario amplio de la operacin historiogrfica. Alcanzar ese hori-zonte probablemente nos obligue a revisitar a Marx, en especial volver sobre las obras que rebasaron el arquetipo reduccionista al equilibrar las aproximaciones diacrnicas y sincrnicas, conjugando historia, teora y poltica. Es preciso reafirmar crtica y decididamente la historia social de estirpe marxiana (y del marxismo), para reescribir la historia de la clase trabajadora y restituir su importancia en las discusiones nucleares de la historia social en general.

    Los elementos sugeridos podran contribuir en ese proyecto crucial: recuperar la polmica historiogrfica, polemizar ampliamente nuestra disciplina. Lo anterior tambin tiene implicaciones polticas: ticamente resulta insostenible condenar a los anaqueles del olvido los problemas