Angelina Muniz Huberman 117

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    ANGELINA MUIZ-HUBERMAN

    Seleccin y prlogo de

    Luz ELENA ZAMUDIO

    UNIVERSIDADNACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    COORDINACIN DE DIFUSIN CULTURALDIRECCIN DE LITERATURA

    MXICO,2011

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    NDICE

    NOTA INTRODUCTORIA 3

    LA OFRENDA MS GRATA 8SOLEDAD 10

    LA MUERTE REVIVIDA 17

    LA OBRA SECRETA DE ANDRIUS EL PINTOR 23

    PERDICES PARA LA CENA 29

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    NOTA INTRODUCTORIA

    Angelina Muiz-Huberman forma parte del grupoHispanomexicano1 y es conocida como escritora,

    profesora universitaria de literatura medieval y de lite-ratura comparada, como investigadora y ensayista. Enesta ocasin se hace la presentacin de la cuentista.

    Transcribo las siguientes palabras de la escritoraporque son orientadoras con respecto a la temtica ypotica de sus obras:

    Historia y pasado surgen como un presente modifica-ble. Existen para ser transgredidos. Mezclo, combino yopongo los recuerdos que guardo en la memoria, queabarca no slo la ma especfica, sino la colectiva quehe ido recogiendo a lo largo de la vida [...]. Lo que me

    interesa poner de relieve es la infinita variacin tex-tual: la lucha entre lucidez e irracionalidad: la constan-te ambigedad de las emociones: las pasiones ocultas:la tensin entre palabra y actuacin: la falta de ley enun mundo de leyes.2

    Reiteracin, variaciones sobre un mismo tema, inter-textualidad, intratextualidad, autobiografa y transgre-sin son aspectos relevantes en la obra literaria deMuiz, los cuales se combinan entre s.

    Para esta antologa se eligieron ejemplos de sus cua-

    tro libros de cuentos hasta ahora publicados:El librode Miriam y primicias, Huerto cerrado, huerto sellado,De magias y prodigios. Transmutaciones, y Serpientesy escaleras.

    3Las comillas puestas a la palabra cuen-

    tos tienen la funcin, en este caso, de relativizar elconcepto, ya que la autora cuestiona la pureza de los

    1 Este nombre fue dado por Arturo Souto al grupo de exiliadosespaoles entre los que se encuentran l mismo, Luis Rius, Ino-cencio Burgos, Juan Espinasa, Jos de la Colina, Jos PascualBux, Horacio Lpez Surez, Enrique Rivas y Ramn Xirau,entre otros.2

    Vase Angelina Muiz-Huberman, De cuerpo entero, UNAM-ECO, 1991, pp. 36-37.3 Public tambin Narrativa relativa. Antologa personal, Cona-culta,Mxico, 1992 (Lecturas Mexicanas, tercera serie, nm. 63).

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    gneros literarios. En ocasiones, como se ve en el sub-ttulo del tercer libro citado, llama transmutaciones4a sus relatos.

    TRANSGRESIN-INTERTEXTUALIDAD

    Muiz parte en ocasiones de textos clsicos como es elcaso del Gnesis en La ofrenda ms grata,5 del quetranscribe un versculo como epgrafe. El motivo es elmismo en los dos relatos, el fratricidio ocasionado porla preferencia marcada y manifiesta de parte de la au-toridad (Dios, los padres y la sociedad) hacia uno dedos hermanos, pero cada relato tiene su versin de loshechos; en el de Muiz, el pecador Can es transmu-tado por una mujer que expresa un sentimiento deamor-odio por su hermano a quien sacrifica para recu-perar cuando menos su imagen, convertida en sombradesde el nacimiento de l. Se enfatiza el dolor de lahermana que lucha contra la sociedad y la tradicinpara conseguir un espacio que le es negado. l, aunquehermoso y fuerte, es bastante inconsciente e insensi-ble; no hizo nada para merecer el lugar que se le dio enla familia y en la sociedad. En esta actualizacin deltexto bblico, calificado por la narradora contempor-nea como relato antiguo e injusto, aunque no tienennombre los personajes, sabemos que sus referentes sonCan y Abel. Asimismo, la atencin est centrada noen el cumplimiento fiel del rito por parte de Abel,sino en el dolor humano causado por el abandono y enla lucha de quien est en desventaja debido a criteriosinjustamente impuestos.

    4 El concepto transmutacin usado por Muiz tiene su origenen la alquimia y conserva la idea de transformacin de la materia,

    en este caso, literaria.5Otro ejemplo es el cuento Yocasta confiesa, del mismo libroHuerto cerrado, huerto sellado, que presenta una imagen distintadel personaje creado por Sfocles.

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    VARIACIONES SOBRE UN MISMO TEMA,INTRATEXTUALIDAD Y AUTOBIOGRAFA

    Entre los temas recurrentes desarrollados por Muiztenemos: el exilio,6 la guerra y la muerte, los que confrecuencia se encuentran juntos por razones autobio-grficas; la familia Muiz-Sacristn sale de Espaaexiliada al sur de Francia, y ser precisamente enHyres, Provenza, donde nazca Angelina en diciembrede 1936. En Cuba, su paraso perdido, permanecerncasi tres aos y a partir de 1942 reside en Mxico. Suconocimiento de Espaa no lo obtiene directamente, lotoma, ya sea a travs del recuerdo de sus padres, mar-cado por el dolor de la Guerra Civil y de la muerteprematura de su hermano mayor, ya sea a travs de laliteratura.

    En los relatos Soledad y La muerte revivida sus

    protagonistas son exiliados espaoles que tienen muyvivo el recuerdo de la guerra, en ambas historias serecuerda la muerte de un hermano nio, pero las reac-ciones son distintas en cada caso: en el primer relato,su protagonista, la nia Soledad, vive sin conflicto lacompaa de su hermano muerto; se hace nfasis en elaislamiento que vive la pequea en un pas ajeno a sufamilia, donde sus caractersticas, fsicas y culturales,son diferentes a las de la mayora; sin embargo, des-pus de un proceso de autorreconocimiento, Soledadacepta su condicin y destino de exiliada.

    6Angelina Muiz en el ensayo La poesa y la soledad del exi-lio, publicado por El Colegio de Mxico, en el libro colectivoPoesa y exilio. Los poetas del exilio espaol en Mxico, R. Co-rral, A. Souto y J. Valender, eds., p. 66, dice:

    Exilio es una palabra que indica un desplazamiento de lugar [...].Un no pertenecer al espacio. Un acto temporal [...]. El exiliado[...] se enfrenta a un nuevo aprendizaje y, lo ms grave, a unafragmentacin de la identidad.

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    En La muerte revivida se presenta un autoexiliode parte de la madre del chico muerto, la que se regodeamorbosamente reviviendo los hechos funestos.

    Otra forma de exilio se da en La obra secreta deAndrius el pintor. El protagonista es hombre de dos

    espacios, dos tiempos, dos propuestas estticas en suspinturas, dos atracciones afectivas; dos identidades. Elnarrador presenta la lucha de Andrius por unificar suidentidad. Sern el amor y la pasin que siente porlea lo que le permita acabar con el conflicto, aunqueal mismo tiempo acabe con su vida terrenal.

    LA CBALA

    La Cbala es para Muiz una fuente de estudio,7 ytambin est presente en su creacin literaria, no slocomo motivo sino que en general la potica de la escri-tora responde a principios cabalsticos referidos a lapalabra. Si la creacin del mundo fue posible por lacombinacin de las veintids letras del alfabeto, queestn dotadas de poder mgico,8 la creacin literaria esposible por las diferentes combinaciones que se lograncon las palabras, de stas resultan textos con significa-ciones distintas; continuamente se crean nuevos mun-dos estticos por el acto mgico que ejerce la palabra.

    El Enxemplo XI. De lo que contesci a un Den deSantiago con D. Illn, el grand maestro de Toledo9es transmutado por Muiz en Perdices para la cena.Se toman bsicamente los mismos motivos en los dostextos, pero las tcnicas narrativas son distintas,

    7 Ha publicado dos libros sobre el tema: una antologa,La lenguaflorida, de textos sefarades antiguos de origen popular y de na-rrativa y drama contemporneos, con un interesante ensayo pre-liminar. Y un libro de ensayos Las races y las ramas. Fuentes yderivaciones de la Cbala hispanohebrea.8

    Vase Angelina Muiz, Las races y las ramas, FCE, Mxico,1993, p. 31.9Vase Don Juan Manuel, Libro de los ejemplos del Conde Lu-canor y de Patronio, Losada, Buenos Aires, 1939.

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    adems la escritora introduce elementos nuevos, algu-nos pertenecientes al campo de la Cbala y de la al-quimia. El tratamiento que en la transmutacin se hacede los personajes revela su modernidad; los personajesevolucionan, ambos son probados en su ambicin,

    pero slo don Illn regresa al camino de bsqueda dela verdad.Es muy rica la temtica de los relatos de Angelina

    Muiz, por ejemplo tenemos la recreacin de persona-jes histricos como Raimundo Lulio y Giordano Bru-no, y de personajes literarios como Julieta y Mercucio.Temas originados en leyendas medievales y renacen-tistas, o en la literatura del Siglo de Oro, o en aconte-cimientos ms recientes como la tragedia del 68 enTlatelolco, Mxico. Sin embargo, los textos incluidosen esta antologa permiten un primer acercamiento a la

    cuentstica de Angelina Muiz.

    LUZ ELENA ZAMUDIO

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    LA OFRENDA MS GRATA

    Soy yo guarda de mi hermano?

    Gnesis 4:9

    En algn libro estaba escrito, en algn libro grande ydenso que tuviera toda la historia del hombre, un libroque marcara cada destino, que enseara todos los ca-minos a elegir, un libro que a fuerza de gritar la pala-bra de Dios cantara al hombre pleno y dbil, poderosoe impotente, amante y asesino. En algn libro, en esetal vez, estaba tambin escrito mi acto. As como lamayora se preocupa por dejar su huidiza sombra en elcurso deleznable de la historia, yo, en cambio, sabaque mi vida ya haba sido vivida y que slo repeta unrelato antiguo e injusto. Pero saberlo no me evitaba elsufrimiento. Por eso, desde nia, desde el da en que

    naciste empez mi odio por ti.Por qu tena que ser alabado tu nacimiento? Por

    qu los regalos y las predicciones, las palabras, losdeseos y la felicidad? Yo no senta nada y tu presenciame desagradaba: ah estabas, pequeo, indefenso, amora-tado. Imposible amarte. Mi lugar me lo habas quitadosin ningn esfuerzo, sin siquiera dejarme luchar, milugar que haba ido ganando con dolor y lentamente,pero que me perteneca y que todos respetaban hastaque t llegaste.

    De dnde venas y por qu me alejabas tan fcil y

    cruelmente? Nuestras sangres no eran las mismas: lama herva en odio y en pasin; la tuya, dulce y apaci-ble, creaba el amor.

    Ca en la soledad y en el olvido. Nadie preguntabapor m, nadie recordaba que yo era la primognita. Ylo peor, or las palabras que antes eran para m sola,repetidas para ti solo. Qu tenas t, acabado de na-cer, indefenso, amoratado, que hacas recaer la maldi-cin sobre m?

    Porque yo haba sido maldecida. Por alguna razn,para m oculta, haba cado del favor de los dems. Lo

    mo no vala: mi llanto, mis gritos y mis juegos erandesagradables. Para m era la orden del silencio y elhasto constante.

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    No, nunca pude quererte, y an se atrevan a pregun-trmelo. Cmo quererte si me lo prohibieron? Cmojugar contigo si me lo negaban?

    Y pas el tiempo y lleg el momento en que las primi-cias deban ser recogidas, y en que alguna ofrenda debaser entregada, a la vista de todos, por nosotros dos. Thabas crecido y eras fuerte y hermoso; yo siempre enla sombra, sin luz propia y sin que nadie me descubrie-ra. Tu belleza, ya de hombre joven, era apacible y se-gura, tranquila como un paisaje de pinos y csped alto.Poseas un halo sagrado: quien se enamoraba de ti nose atreva a decrtelo. Tu nombre iba de boca en boca,palabra mgica y redonda. Murmullo de agua que co-rre acompaaba tu caminar y los rostros se encendan

    al verte. Tu caminar, pausado y armnico, reflejabala proporcin exacta de tus miembros y el peso suavede tu sexo. Seguramente no lo sabas y la inocencia tedaba otra aureola ms.

    El da de nuestras ofrendas se acercaba y yo pensabaen algo bello y grandioso, algo inalcanzable, perfecto,preciso. T, en cambio, no pensabas, sabas que cual-quier cosa resultara magnfica. Yo odiaba tu sereni-dad, la confianza de tu triunfo, tu conciencia de losublime, y empezaba a germinar en m una idea, infor-me an, subrepticia, que iba arrastrndose por mi mentesin apenas advertirla. Esa idea perdidiza iba convir-tindose en un dolor punzante que haca palpitar acele-radamente mi corazn. Y esas punzadas iban acos-tumbrndome poco a poco a la idea y la idea ibatomando forma, creca, brillaba, resplandeca. Hastaque adquiri su madurez y conoc su integridad y sufrescura.

    El da de la ofrenda todos conoceran esa forma per-fecta y plena que yo buscaba y que atraera sobre m elcentro del universo. En ese momento nadie me amara,igual que ahora, pero en cambio todos me odiaran,existira para ellos, no sera la sombra indefinible enque me haba convertido, y mi vida valdra.

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    Ahora estoy en su cuarto. Lo esper desnuda en lacama. Cuando entr y me vio, no dijo nada: empezlentamente a desvestirse y nuestros cuerpos limpiosconocieron las caricias del amor por primera vez.

    xtasis y marejadas envolvieron nuestros sentidos:todo lo olvidamos y nos hundimos en un mar lejano yondulante. Slo cuando empezbamos a iniciar el re-torno a las orillas perdidas, antes del relajamiento to-tal, fue cuando le clav el cuchillo.

    Su imagen de perfeccin no se ha destruido, a pesardel asombro y del dolor: ha sonredo levemente y susmiembros se han aflojado con dulzura: su cabeza reposasobre mi hombro, y su cuerpo desnudo, extendido so-bre el mo, se desgana tibiamente. Ya no le odio; sien-to un inmenso amor por l: es todo mo, mo, mo, y le

    amo eternamente.Maana, cuando vengan a abrir la puerta, conocerntodos mi ofrenda.

    DeHuerto cerrado, huerto sellado

    SOLEDAD

    Soledad lleg de Espaa, como muchos otros nios ynias. Saba que lo haba perdido todo: casa, tierra,hermanos. El principio era cada da, en cada pas, encada cara. Atrs quedaba lo irreparable. Adelante laincertidumbre. Haba sido derrotada: a sus espaldasestaba el fin, ante sus ojos la vida. De los padresaprendi a hablar en pasado y a creer en el futurocomo esperanza del regreso.

    Apenas contaba el presente, como no fuera por sucarcter de trnsito, de puente ineludible, de gesto in-cierto.

    El da que lleg a Mxico llova. Seran las cinco olas seis de la tarde. Baj del avin, y unos hombres conparaguas la protegieron hasta la sala de inmigracin.

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    Fue extraa esta llegada. El olor a mojado impregnabatodo elemento: tierra, carne, pelo. El gris cubra losdems colores, el agua se encargaba de borrarlos. Laspalabras que oa Soledad eran de sonido cadencioso,pero secas, a veces melosas y a veces desledas. Falta-

    ba algo, sa era la sensacin punzante de la nia. Algofaltaba: perdida, desconocida, diferente. Sin darse cuen-ta buscaba proteccin, y al mismo tiempo le placa sercomo era. Siempre sola, siempre viva, siempre ella.

    A la salida del aeropuerto, camino del centro de laciudad, todo lo que vea era novedoso. Nunca olvidaralas calles inundadas y la lluvia persistente, la tierraoscurecida y la gente caminando descalza, los zapatosen las manos, el agua a media pierna. Despus, la lle-gada al hotel. Cierta sensacin de alegra por estar enun hotel: idas y venidas, sentimiento de temporalidad,

    de dinamismo indefinido, caras de un solo da, palabrasiguales unas a las otras. Falta de seguridad, vagabun-deo por las calles. Soledad siente un temor grande: lafalta de peligro la asusta. Aqu nadie persigue, no haysoldados, no hay bombardeos. Se vuelve a sobresaltarsi ve un polica o si oye la sirena de la ambulancia.Pudiera ser acaso la guerra? No, slo en sueos larevive. (Gritos, sangre, heridas, cuerpos incompletos,cadveres putrefactos, casas desplomadas, manos denios entre los escombros, ojos eternos que miran alvaco sin comprender, piernas sin cuerpos, bayonetas,fusiles, ametralladoras, cascos de acero, soldados, sol-dados, uniformes, uniformes, uno, dos, la muerte mar-cha). De da brilla el sol nada ms.

    Una nueva casa. La nia recorre con la mano las pare-des: tersas, altas, calientes. Todo se organiza. La vidasigue. Lo que cuenta es el maana. La casa es grande ytiene un patio. La nia se siente libre y pasa muchashoras sola: juega, juega siempre con el recuerdo de suhermano. Su hermano muerto, enterrado lejos, del otrolado del mar. Su polvo con el polvo que pisan otrospies. Su silencio entre las voces de hombres y mujeres

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    extraos. Su olvido en los olvidos de los dems. Sumuerte entre las vidas.

    La ausencia del hermano sirve de compaa a Sole-dad. Tiene con quien hablar, con quien rer, con quienir a los sitios. Su constancia slo puede igualarse a su

    vaco. Los dos hermanos suelen ser felices. Ella, paraagradarle, juega a los soldados, a los guerrilleros. Des-precia las muecas y quiere ser fuerte como l. Sesube a los rboles porque a l le gusta que sean igua-les. Le habla en voz alta:

    Maana voy a ir a la escuela. Qu te parece?Est bien, pero no debes tener miedo.Miedo? Por qu?Hay muchos nios y algunos son malos. Debes

    ser valiente.Yo soy valiente como t.

    Pero tienes que saber lo que est bien y lo queest mal.T me lo dirs.S, estar a tu lado y te defender.La nia va a la escuela al da siguiente. Empiezan

    das difciles: una nia espaola. Todos vienen a verla.La acosan. La vuelven diferente y luego se empeanen curiosear esa diferencia. Ella permanece aparte. Nose siente igual: le parece ver nios de juguete, niosque no han visto la guerra, nios ms pequeos queella aunque sean mayores. No comprenden su soledady no le queda ms remedio que acudir a su hermano.l le da fuerza y l la comprende. Lo dems puedeolvidarse.

    Sabes, hermano? Hoy un nio me ha imitadoporque pronuncio la ce.

    Y t, qu has hecho?He pronunciado la ce ms fuerte todava.Est bien. Nunca te dejes vencer.Oye, hermanito, crees que regresaremos pronto a

    Espaa?S, tal vez dentro de uno o dos aos.Pero eso es mucho tiempo.No, qu va. Todava habr heridos y las flores de

    los cementerios empezarn a brotar.

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    Entonces te ir a ver y pondr flores en tu tumba.Jazmines, que huelen tan bien.S, sern jazmines.La nia no encuentra amigos en la escuela. De su

    soledad naci el orgullo: quiso ser la mejor de todos.

    Cuando lo logr, la soledad fue an mayor. Surgientonces la envidia contra ella. Pareca condenada alsilencio. Pero el silencio no puede durar: siempre hayuna voz que lo rompe, y entonces surge la esperanza.Sera eso la amistad? La posibilidad de la esperanzapropicia la bsqueda, y al final aparece la amiga. Estall, al alcance de la mano. Se sienta en la misma ban-ca, es tambin una extraa, es una nia juda. He aqudos pequeos seres afines que han conjugado el mo-mento preciso. Se han hallado. Lo dems resulta fcil:las coincidencias son mltiples. Vienen huyendo de la

    guerra, de la persecucin; saben que la razn est desu lado; son fuertes, son valientes y adems son dos.Eso es lo mejor: han descubierto el nmero perfectopara amar. No necesitan ms. Piensan que el mundo haempezado a girar en ese momento. Antes, las tinieblas,despus las tinieblas, en medio, la raya de luz cuyosextremos lleva cada una en la mano. Creen que as serla eternidad: nada las separar, los juramentos sucedena los juramentos. La una al lado de la otra, siempre pre-sentes, sin descuidos, sin olvidos. Empieza la suaveangustia del pensar y del imaginar; el temor a las sepa-raciones: el telfono, las cartas y los dibujos para re-cordar.

    Soledad empieza a confiar: quiere y es querida. Suamiga le ha enseado a dibujar la estrella de David yella le ha confiado su secreto ms ntimo: se ir deguerrillera a Espaa. Han hecho entonces un pacto lasdos:

    Si t te vas a Espaa me ir contigo.Claro, yo no me ira dejndote. Para no perdernos

    dibujaremos la estrella de David por donde pasemos.S, y bordaremos una sobre nuestra ropa.Y acabaremos con los franquistas.Cundo nos vamos?

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    Habr que esperar a que salga un barco de Vera-cruz. Calla, que se acercan esas nias.

    Esas nias traen la discordia consigo. No quierena la espaolita ni a la juda. No les gusta verlas juntas:se imaginan que se ren de ellas. Se acercan a moles-

    tarlas. Es entonces cuando surge una duda en Soledad.A ver, dinos qu prefieres, dormir en el pasto o enun lecho de espinas.

    En el pasto.Pues qu mala eres. Jesucristo escogi las espinas.Jesucristo? Las espinas? Tiene eso que ver con

    Dios? Y Dios, qu es? Le tendr que preguntar a sumadre. El concepto de Dios es oscuro, difcil de expli-car y de entender. Dios castiga. Ser ella castigadapor Dios? Porque es bonita, porque se sabe inteligente,ser fea y tonta cuando haya muerto? Esta idea la

    atemoriza y atormenta en las noches. La cama no es eldescanso, sino el recuento de los temores de cada da.En la otra vida pero habr otra vida?, ser fea ytonta como Mara, la enana. Mara, que es ms bajaque ella y gorda y que tiene veinticinco aos: es vieja,habla con dificultad y no entiende lo que ella le dice.Lo que s hace bien Mara es jugar con plastilina: lascanastitas que ha hecho, llenas de frutas de colores,adornan el cuarto de la nia. Pero la noche es mala: lassombras asustan. Dios huye. Los recuerdos de la gue-rra la persiguen. Suea que unos soldados la van amatar. Siente el dolor fro de la bayoneta clavada en sucuerpo. Ni siquiera un grito puede escapar de su gar-ganta seca. Despus ya no es ella, flota invisible y veque unos hombres se han escondido en un pajar, queunos soldados vienen a buscarlos y obligan a los cam-pesinos a escarbar con picos y horcas por entre la paja:chorros de sangre sobre amarillo (es sa la banderafranquista), pero ni un solo grito. La muerte vienesilenciosa.

    Soledad despierta palpitante y da vueltas en la cama.Quiere que sea de da. Teme el dormir. Teme el soar.Cundo amanecer? Faltan muchas horas. Hablarcon su hermano y su hermano la tranquilizar.

    Verdad que Anita ser siempre mi amiga?

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    S, es muy buena y nadie las separar.yeme, escierto que t ests con Dios?Dios? Nunca lo he visto. Estoy solo.No ests solo. Vienes conmigo siempre que te llamo.S, pero me olvidars cuando seas grande y te

    enamores.No, no te olvidar. Yo me enamorar de ti.No, an no sabes lo que es amar.S, como a ti y a Anita.No, para eso falta mucho. Apenas ests aprendiendo.Pero yo amo por ti. Cuando sea grande buscar

    quien se parezca a ti y slo a l lo amar.Ser entonces cuando desaparezca.Mentira, t sers el otro, habrs tomado forma

    humana. No es eso lo que dicen las nias que hizoJesucristo?

    S, tambin era amor.Entonces, t eres como Dios? Dime, qu es Dios?Como yo.Pero nadie ms que yo te tiene a ti.Es suficiente, soy tu hermano nada ms.Y, el hermano de los dems?se no existe, dnde lo encontraras?No existe. Y t, existes?Tampoco.Y yo?Creo que s. Si te clavas las uas en las palmas de

    las manos y te duele, existes.Existo.Duerme y olvida.Dormir?La noche pasa. Soledad despierta contenta: ha vuel-

    to a hablar con su hermano y olvid los malos sueos.Se viste y desayuna rpido. Sale a esperar el caminde la escuela. Pero ese da es un da especial. Su madreno la ha podido acompaar y est sola a la puerta de sucasa nueva. No siente miedo. Falta un buen rato paraque aparezca el camin. Entonces pasa lo inesperado,lo que rompe la excesiva tranquilidad de los confiados,el hilo de seda que el gusano no hilvan bien. La niaes confiada: ve que un hombre se le acerca y nada teme.

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    El hombre camina vacilante, va sucio y roto, gesticulay se tambalea, despide un olor agrio. La nia ha atra-do su atencin: ese pequeo ser que salta a la puerta deuna casa. Odia su equilibrio y su piel suave, su falta detemor y su diferencia. Esa nia es distinta!

    Gereja juda!le grita.Soledad no comprende al principio. Se ha quedadoparalizada como en sueos y su corazn, pjaroenjaulado, golpea con fuerza. El grito se vuelve a or:Gereja juda!

    Eso es todo. El borracho no se detiene ms. Sigue enbusca del suelo que huye, de las paredes que se doblany de los postes que se esquinan.

    Soledad se ha sentido ms pequea. Quisiera corrercon la madre. Ha conocido el odio del hombre, el insul-to. Sabe que ha querido humillarla. Aunque para ella

    hay cierto orgullo en lo que le ha dicho. Juda. ComoAnita. Lo es, porque se lo ha dicho alguien. La hanconfundido. (Los nazis la hubieran matado.) En cuantovea a Anita se lo contar. Pero sobre todo en ese mo-mento se ha vuelto consciente de su diferencia. Esotra entre las nias. Siempre la confundirn o conjuda o con espaola. Y siempre acertarn. Es distin-ta! No necesita la estrella de David para que le diganjuda, ni necesita hablar para que le digan espaola.Ha comprendido que es una extraa para los dems.Nadie penetrar en su mundo. Lo mejor ser callar.Slo Anita conocer sus secretos. (Los conocer hastael da en que se separen. Todo amor viene a dar enseparacin. Todo lo que nace, en muerte.)

    Pero Anita es tambin otro mundo impenetrable ylleno de sorpresas. Por ejemplo, su familia. Un rabinoen ella. Soledad se ha vuelto a preguntar por Dios alverle, tan imponente, todo de negro y con una barbaespesa. Ser Dios como l? Por qu Dios le da mie-do? Tambin Anita siente temor ante el rabino y retardalo ms que puede el beso que le da cuando llega devisita. Soledad ni siquiera se atreve a acercarse.

    Lo ve de lejos como se ve a Dios. Pero olvidasu temor al recordar la vez en que Mara, la enana, lameti en la iglesia de Santa Rosa, a un costado de la

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    casa. Se sinti encogida, tanta vela, tanta imagen, lagente de rodillas, el silencio, el respeto, el incienso, elcura, el crucificado. Mara le dijo: Pdele, pdele loque quieras.

    Luego se trataba de pedir. A l se le peda nada

    ms? Pero, qu exigira luego? Ira al infierno y seracomo Mara? Si se trataba de pedir ya lo saba, pediraregresar a Espaa. Pero no estaba bien, ella no crea enpeticiones. No era posible que algo fuera tan simple yque con una palabra se obtuviera. No, no era posiblelo bello y lo fcil. Soledad empezaba a comprendercon su mano en la mano regordeta y sudorosa deMaraque slo es posible lo diferente, que ella habaescogido el camino difcil y el camino difcil carecade Dios que lo guiara. Al salir de la iglesia su idea fuems clara: el cielo puro y azullas cinco o las seis de

    la tarde, como cuando lleg a Mxico, pero sin llu-via, sin una nube que pudiera ocultar algo: Dios?Tras del azul slo el espejismo, el horizonte, el aire.La nia estaba sola frente a su camino. S, su caminosera el de las espinasmas no las de Jesucristo, comodecan las niasy el de los solitarios, aquel que le-vanta polvo porque pocos lo transitan y que ofreceapenas el breve amor de otras huellas, que hay quecorrer a alcanzar antes de que se desdibujen en la finaarena. La nia sonri ante el largo camino y deseamar las breves huellas. Apret la mano de Mara y sedirigi a su casa: fueron los primeros pasos de unalarga jornada.

    DePrimicias

    LA MUERTE REVIVIDA

    Haba sido el eje de su vida: presencia constante: ni unmomento de olvido: de descanso. Siempre: en el fondode su mente apareca la imagen: los rasgos de su cara:los movimientos: los colores: el recuerdo de su voz.

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    La presencia muerta era presencia viva.Puede construirse toda una vida alrededor de una

    muerte. Puede recobrarse el sentido de lo cotidiano yabsorberse en la ms ftil tarea con el pesoverdaderopesode un vaco.

    La muerte, que no es nada, es la razn de la sinra-zn. Es la fuente del verdadero estrago. Por lo tanto,de la profunda frivolidad. (No me cuentes lo que es lamuerte.) (S: voy a contrtelo.) (Yo s s lo que es lamuerte.) (Sss: Silencio.) (Eso no se difunde.) (Porqu no?: es simple.) (Oirs esta historia.)

    Miranda en el exilio. Miranda en tierra extraa.Contemplando las cosas. En cada una de ellas ve lamuerte: en el humo del cigarro: en la cucharilla quemenea el caf: en la fotografa dejada a un lado. Paravivir tiene que luchar contra la transparencia del mis-

    mo cristal en el que se estrella la mariposa. La imagende l aparece en el fondo de cualquier taza en la quebeba cualquier lquido: su cara, con el mechn de pelolacio cado hacia el lado derecho: su sonrisa nuncaperdida: el brillo de los ojos: la boca dispuesta ahablar. Y, sin embargo, el silencio: el silencio de laabsoluta ausencia: Y la inmovilidad: tal y como queden la ltima fotografa que le tomaron.

    Miranda ha llevado consigo, de pas en pas, ellbum en el que estn todas sus fotos. Miranda es pe-regrina que no ha olvidado el nico testimonio quepuede asegurarle que l s existi. Porque los demspueden dudarlo. Qu historia es sa? Quin cree loque cuenta esa mujer? Cmo comprobarlo?

    Cmo comprobar que l existi? En Espaa sexista.

    Pero aqu, en Mxico, nadie lo conoci. Todo lo quese oy fueron historias acerca de l.

    Miranda va por las calles: parte del Monumento a laRevolucin: camina todo Jurez: y desemboca en Ma-dero hasta el Zcalo. Va gritando: Vean: stas son susfotografas: l vivi. Nadie hace caso: qu importa quel viviera: quin es l?

    Para Miranda es importante: su vida depende de eso.

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    Pero no es verdad: Miranda no grita por las calles.Miranda guarda silencio por las calles. Es una buenaciudadana. Aprendi a serlo en los bombardeos deMadrid. Lo que s es verdad es que lleva su foto consi-go. No slo su foto. Lleva tambin un relicario de oro

    con un mechn de pelo.Miranda ha aprendido a vivir en el nuevo pas: reen los mercado y sabe qu verduras comprar: dndevenden el mejor pescado y dnde la fruta escogida. Estan buena ciudadana: cruza las esquinas en orden: res-peta los semforos: ayuda a cruzar a los ancianos y alos ciegos. Merecera un premio.

    No, no le interesan los premios. Cierta inclinacinnatural la lleva a notar las debilidades y las flaquezas.Disfruta los dolores ajenos y as mitiga el suyo. Losdisfruta incorporndoselos: no es que llore con las

    vctimas, sino que las vctimas lloran ante ella. Ellasolamente recoge las lgrimas: para su tesoro de in-compatibilidades.

    Ella dej de llorar hace muchos aos: cuando moranlos jvenes y sobrevivan los viejos o los nios. Se fuequedando sola por el camino, porque al final murieronlos viejos y los nios, y ella no poda morirse. Queraque la muerte descendiera especialmente para ella. Unrayo que la tocara como don divino. Y eso era pedirdemasiado.

    La ltima paletada de tierra sobre el atad resuenaen sus noches y en sus despertares al amanecer. Sabeque ha pasado el tiempo porque muchas cosas cam-bian a su alrededor. Lo que no entiende en esta medidadel tiempo es por qu ella ha vivido tanto en un secolamentar.

    Tampoco es que se quedara sola a la muerte de l.Ah estaban su marido y su hijo pequeo. Qu msquera entonces? Era tan liviana o de tanto pesosu carga de amor que se le agot en un solo ser? No losaba y no se lo preguntaba. Las personas que la ro-deaban no ocupaban el lugar que deberan ocupar: eranintiles y despreciables.

    A la muerte de l: del nico querido. Escap y desa-pareci meses. Para hundirse en la desesperacin y el

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    olvido. Para borrar la existencia misma. Para ser otrapersona. Y no sufrir.

    (Camin con una idea fija: regresar a Espaa y reco-ger la jaula del canario que qued abandonada en lacasa al salir huyendo.)

    Haba soportado dos aos de bombardeos y se habasalvado. Tambin l se haba salvado: lo haba cuidadoy lo haba abrazado. Para llegar a tierras de Francia ymorir all: donde no haba peligro: donde era la citacon la muerte: la segura.

    El tipo de muerte escogida: la madre dijo que ssalga a la calle: el padre dijo que no salga a la calle.

    Haba terminado las tareas del colegio y quera ir ajugar con su amigo. Nada ms tena que cruzar lacalle. Eso era todo.

    La madre dijo que s salga. El padre dijo que no.

    Miranda volvi a insistir: que s salga: hoy ha tra-bajado mucho. Ferrn cedi: est bien, que salga, y elnio sali.

    Apenas baj las escaleras corriendo. Apenas lleg ala esquina. Apenas empezaba a cruzar cuando ocurri.No vio que el camin arrastraba un remolque y quedprensado en medio.

    El nio fue arrastrado varias cuadras: el camionerono haba notado nada. La gente de la calle le gritabahorrorizada que se parara y l no entenda qu pasaba.Cuando lo hizo fue tarde.

    Los padres tambin tardaron en darse cuenta. Oangritos pero no saban de qu se trataba: jugaban con elhijo pequeo.

    Miranda y Ferrn enterraron a su hijo mayor en elcementerio de Montrouge: una pequea tumba: 1930-1938.

    Y se era el eje de la vida de Miranda: la presenciaconstante de su hijo muerto.

    Miranda oy a Ferrn: la culpa es de ella: ella quisoque l bajara a la calle. Y Ferrn lo contaba una y otravez: la culpa es de ella.

    Miranda hubiera querido morir ah mismo. Pero elcuerpo es fuerte y se resiste. La mente tiene otras mane-ras de escapar: la imposibilidad de volver a querer: la

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    indiferencia: el rechazo. Ya no importaban Ferrn ni elhijo sobreviviente.

    Los meses de su desaparicin debieron ser de olvidotenaz, de sumidero continuo, de malquerencia. Peroella no record nada de ese tiempo. Regres, con la

    memoria recobrada en el punto de su partida, a nomencionar ms. A esperar una cierta liberacin quehabra de llegarle no saba cmo.

    Pareca resignada y casi en vas de curacin. Salvopor cierta dificultad en pronunciar nombres propios: asu hijo el pequeo no pudo darle otro nombre que elde sobreviviente.

    Ya en Mxico, los tres, Miranda, Ferrn y el sobre-viviente iniciaron vidas discontinuas, vidas maltre-chas, encarnizadas. Indisolublemente unidos, inse-parables: con el odio y el refinamiento en atroz

    inmisericordia.Crearon un ambiente cerrado: no se poda salir de lacasa: nadie vena a visitarlos. Todo era rechazo almundo externo y regodeo en su propia impiedad.

    Dilogos ritualistas:Saquemos las prendas del dolor.Una por una extendamos las iniquidades.Recordemos el cuerpo muerto.T, sobreviviente, prepara la oracin.T, madre, corta la piel.T, padre, recoge la sangre.T, hijo, recibe la herencia.En tierra de obsidiana, repitamos el sacrificio.Sobre la piedra solar estiremos los msculos y rom-

    pamos los nervios.Que los huesos se pulvericen y venga el fin de los

    tiempos.En la oscuridad, sola la luz de la muerte.Entona, sobreviviente, la oracin.Encadena, heredero, la palabra de la vida.Comprende, hijo, el perfecto mundo del encierro.Prepara, madre, el aborto obligado.Derrama, padre, el semen infrtil.Sobreviviente: te convertirs en desecho, en in-

    mundicia, en desolacin.

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    He aqu que somos el juego de un pequeo tablerode ajedrez: para comernos los unos a los otros.

    Amn.Amn.Amn.

    La ceremonia se enardeca y Miranda se tranquili-zaba. No importaban las palabras pronunciadas al bor-de de la tumba, ni los telegramas recibidos, ni las car-tas de condolencia. Todo fue guardado celosamente enun cofre de madera olorosa junto con las flores blancasdel entierro. Los papeles atados cuidadosos con cintade seda. Los ptalos aprisionados entre cartones sepia.Las fotos, repasadas y vueltas a repasar, en el lbumde piel oscura con grabados de antiguos jarrones enla-zados por guirnaldas. Las fotos en blanco y negropegadas sobre grueso papel de un verde azabachado.

    Cajas y ms cajas con reliquias. Los tesoros habansido concertados. Durante la ceremonia se exponan.Durante la ceremonia o fuera de su orden: simplemen-te por el placer de gozarlos.

    Los juguetes eran limpiados y pulidos, pero nuncapermitidos tocar por el sobreviviente.

    Los soldaditos de plomo que haban viajado de pasen pas hasta llegar a Mxico. Soldaditos europeos: deNapolen: de la Primera Guerra Mundial: ahora enclima clido: anatpicos: anacrnicos. Con los quetampoco jugar el sobreviviente.

    Los patines con las correas de cuero endurecidas y quehay que frotar con pulimento especial cada semana paraque no se oxiden, mientras el sobreviviente los contempla.

    Los lpices de colores, los cuadernos y los libros,que no podr usar, ni escribir, ni leer el sobreviviente.

    Las maravillosas latas policromas de galletas o depuros que no encerrarn los secretos del sobreviviente.

    Y luego, la ropa perfectamente doblada entre bolitasde naftalina, sacada a airear de vez en vez, para que nose pudra, para que las manchas de sangre seca noatraigan a insectos voraces. Y los zapatos, retorcidos,de color irreconocible, piel, hierro, asfalto.

    Miranda vive entre los recuerdos, las reliquias, comoentre las compras del mercado o los paseos al bosque

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    de Chapultepec. Aunque parece que el tiempo pasa yque la lejana del cementerio de Montrouge persiste, lacoraza y la imagen rgida de Miranda se han detenido:no parece que el tiempo pase ni que la lejana delcementerio de Montrouge persista. Los actos se han

    estilizado y se han esculpido en hielo. pocas glacia-les han descendido sobre su frente. La edad de sumuerte se acerca: son muchos ya los aos y la separa-cin: quin cuidar de aquella tumba? Quin lareconocer?

    No regres ni a Espaa ni a Francia. Vivi en Mxi-co ms que en ningn otro pas y no se dio cuenta. Asu alrededor fueron muriendo los dems: ella que quisomorir el mismo da que su hijo. Muri Ferrn. El so-breviviente no contaba. Slo quedaba ella: cundo,cundo iba a morir? Tena que suceder ya: no poda

    esperar.Pero no: no morira.An le quedaba una prueba por pasar.An recobrara el sentido de la vida.Y fue as como sucedi.El sobreviviente iba manejando el automvil por la

    calle de Patriotismo. Ella iba sentada a su lado, sin qucosa pensar.

    De pronto fue el frenazo y el nio que se atraves de-lante del automvil, que se tropez, que se incorpor yque pudo llegar a la esquina contraria sano y salvo.

    Miranda, en el automvil con su hijo el sobrevi-viente, que s tena nombre, que se llamaba Bendito,rompi en llanto irrefrenable con todas las lgrimasacumuladas durante cuarenta aos.

    De Serpientes y escaleras

    LA OBRA SECRETA DE ANDRIUS EL PINTOR

    Pacientemente, Andrius el pintor, fue apartando suobra secreta. Durante aos se dedic al color, al trazo,

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    al claroscuro. En el stano de su casa de campo la luztenue, dorada, se infiltraba lo suficiente para que elmayor esfuerzo fuera el de su imaginacin y para quela penumbra fuera fuente de la nitidez y de la claridad.

    Andrius gozaba con su doble obra: una era la difcil:

    a escondidas de todos: guardada bajo llave. Mientrasque arriba, en el piso primero, a la luz radiante y a lavista de quien quisiera asomarse, creca tambinsu obra expuesta: la conocida por los dems.

    Andrius haba dividido en dos su vida: con toda se-renidad: con toda lucidez: la terrenal y la soterrada: laanglica y la luciferina.

    En ambas se absorba como si cada una fuera la ni-ca. Como si cada una fuera la presente.

    Poda pasar de la una a la otra sin transicin, sinpreparacin ni ritual previo alguno.

    Ambas eran tan naturales que una se continuaba enla otra negando los opuestos.Eran el complemento imperioso, acerado, casi vio-

    lento, para que cada una de ellas existiera.En su alma la integracin era precisa. Nada lo sepa-

    rara de sus obras.Sin embargo, una era secreta.As estaba propuesto.Invada el sol el piso primero y Andrius abra la

    puerta y sala al campo, a los rboles, al suave aire deotoo que desprende el olor de las hojas secas. Se sen-taba en el soto a la sombra apacible para recoger laslneas y las formas entreveladas, los pequeos rasgosolvidados, las curvas reptantes.

    Respiraba en plenitud y dilataba las aletas de la na-riz para mejor absorber la lujuria de las fragancias.Con la mano acariciaba las texturas de corteza, hierba,ptalo para guardar en su memoria. Deslizaba la vistasobre la creacin y no saba dnde detenerla: tanta erala belleza. Escuchaba an el mnimo sonido y se ma-ravillaba de la armona de su entorno. Si estuviera a sulado lea, saboreara su piel y bebera su saliva. Cuan-do llegara.

    En el stano lea se desnudaba y Andrius deslizabalos colores de su pincel.

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    En el piso primero los lienzos reproducan el alatranslcida de la liblula, el ojo mvil, la pata nervio-sa. O bien cada brizna, cada maleza, cada ortiga, cadaheno, cada csped, cada prado en su desmenuzamiento.

    En el stano el cuerpo era la tersura.

    El cuerpo se derramaba en oros.Andrius iba a las ciudades y transitaba entre loshombres. Era reconocido y sus cuadros adornaban lacasa. Era preferido y solicitado. Ocupaba su lugar ytodo estaba en orden.

    En las ciudades Andrius opacaba sus sentidos. Seaturda. Se confunda. El laberinto de las calles noconduca a los lugares previstos. Entre hombres y muje-res sus pasos no levantaban eco y perda su sombra enlo gris del asfalto. Su cuerpo era un cuerpo en movi-miento sin saber cmo y su piel perda la sensibilidad.

    A su lado trepidaban las paredes y el cemento se des-moronaba. La lluvia no lo empapaba y el sol no localentaba. No encontraba qu hacer y regresaba prontoa su casa en el campo.

    A los cuartos abiertos.Y al stano con llave.A su doble pintura.A su quehacer promiscuo.Lo esperaban su mujer y su hijo. Pero l lo que

    quera era bajar al stano. Hundirse en el silln decuero y contemplar a lea: lea de las mil formas:lea de las mil partes: lea de las mil maravillas. leavestida: lea desnuda: lea cotidiana: lea prodigio-sa. lea: lea. lea: otra.

    Lo esperaban su mujer y su hijo y las palabras dia-rias. Y la buena carne asada para la cena, con papas alhorno y confitura de arndano. Vino tinto. Y copa decoac frente a la chimenea. Su perro a los pies, calen-tndose al fuego crepitante.

    Pero Andrius lo que quiere, lo que se desespera porhacer es bajar al stano y contemplar a lea.

    La nieve empieza a caer y en el invierno leadesaparece. La nieve cae y Andrius pinta de memoria.Imagina. Dnde estar lea? Andrius la pinta endonde pueda estar: en todas partes y en ninguna.

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    Se arrebuja en el silln, se tapa con la manta que leha tejido su mujer y lea desfila ante l. lea y todaslas leas. lea hoy. lea ayer. lea maana. leahace un siglo, dos siglos, tres siglos: un milenio. Dosmilenios. Tres milenios. lea eterna.

    lea en silencio: para l.El invierno ser largo. Muy largo sin lea. Lo pasarsentado en el silln o frente a la chimenea de leosdesmoronables. Cuando quiera desperezarse o sacu-dir su inercia volver a tomar el pincel y la paleta decolores.

    Entonces la pintar a ella: en su infinitud y en suvariedad: en todas sus vidas y en todas sus regenera-ciones. En la presencia de su imagen: de sus imgenes.En la pasin y en la obsesin.

    Sin ella no hay calor. En diciembre, en enero, en

    febrero es la hibernacin. El acopio de fuerzas para suregreso. El sopor inducido.La pinta vestida de telas clidas, lanas espesas, ter-

    ciopelos prpura, brocados de hilo de oro. La pinta conel largo pelo recogido en algo y una gargantilla deperlas. O con el camafeo de su abuela prendido en elpauelo de seda que envuelve su cuello. O la viste deencajes y la coloca de espaldas. O la sienta de perfil,con una mano sosteniendo el antiguo mantn.

    En el invierno Andrius recurre a los espacios sin lmi-te de su memoria y se esfuerza en representar cadarasgo del rostro de lea: cada msculo impercepti-ble: cada sinuosidad: cada iniciada arruga: cada vellosutil: cada movimiento atrapado: cada luz: cada re-lieve: cada fino vaso sanguneo: cada palpitar: cadacoloracin cambiante de la piel.

    De los ojos quisiera rememorar el tono de ilumina-cin preciso y su reflejo en matiz no encontrado. Laapertura de la pupila y su variacin inasible. El iriscolorido y los pequeos pigmentos negros. El blancodel globo y su curvatura mvil con restos de capilaresenrojecidos. Las pestaas, gruesas y largas, en fielproteccin. El prpado, de tan delicado, temible; detan veloz, amable. La poderosa ceja dominante en el

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    hueso alero, espesa, segura. El ojo abierto y el ojo ce-rrado. lea despierta. lea dormida.

    lea de las mil formas: lea de las mil partes: leade las mil maravillas. lea vestida: lea desnuda:lea cotidiana: lea prodigiosa. lea: lea. lea:

    otra.lea de las mil imgenes.En el invierno arrastrado Andrius sale a la nieve y al

    pequeo lago de hielo. Lleva a su hijo de la mano y leensea a esquiar, a patinar. Cree as olvidarse de lea.Cree as recordarla mejor. Su presencia se vuelve msfuerte y cambia la mano de su hijo por la de lea. Y escon ella con quien camina en la nieve.

    Al regreso a su casa es ella quien le abre la puerta yquien lo lleva abrazado hasta el stano.

    Objetos van y vienen.

    El invierno se prolonga.Luego, en el nacimiento de los primeros brotes: enel deshielo: en la primavera que se inicia, Andrius sevivifica. Estira su cuerpo, arquea su columna, casicomo el gato, casi como el perro. Y como el caballosaldra a trotar y a correr por las laderas.

    Andrius se interna en el bosque porque quisiera per-derse toda la primavera y al regreso encontrar a lea,la desaparecida.

    Pero Andrius siempre recuerda el camino de vuelta.A su pesar.

    Alterna y se concentra en su obra del piso primero:la que todos ven. Los primeros brotes, empujando lanieve blanda, estn ya colorendose de sus pinturas.Su amor minucioso por los campos fructifica. Olvidarsus cuadros del stano es recobrar la inmensidad.(Tambin quisiera olvidar a lea.) Es ser parte deltodo: ya no resentir la fragmentacin. (lea ser parteo ser todo?)

    Andrius se mece en un estado de tibiezas incorpora-das. Ahora pinta con suavidad como si la pasin no semanifestara. Casi se alegra de que lea no est cerca.Casi se acomoda a la idea de no verla ms.

    (Su mujer y su hijo pasan al lado.)

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    La primavera se impone pronto. El verdor gana labatalla. Luego el mundo no haba muerto: la nieve eraun disfraz: un manto apenas. Debajo la vida rebulla yse preparaba. Lista a ocupar su lugar.

    El agua de ro se calienta al sol y el lago es mar

    ondulado. Ahora Andrius se lleva en la barca a su hijoy le ensea a pescar. Con paciencia colocan el cebo enel anzuelo y prueban la flexibilidad de la caa y ellargo del hilo. Se maravillan de los varios peces atra-pados: escogen slo unos para la cena y el resto lolanzan de regreso a las aguas.

    La mujer de Andrius lava los pescados, raspa lasescamas, hace unos pequeos cortes sobre la piel deplata que rellena de mantequilla, exprime jugo de limo-nes, adorna con perejil y mete al horno la apetecidacena. Andrius juega con el perro arrojndole una rama

    seca.Pasa la primavera y Andrius se fatiga. En las nochespadece de insomnio y sale a dar largos paseos a la luzde la luna. Su perro le acompaa. Las sombras se alar-gan. Las aves nocturnas sobrevuelan. Canta el mochue-lo y responde la lechuza. El bho observa. Baten lasalas los murcilagos.

    lea aparecer una noche en el sendero iluminadopor la luna y Andrius la llevar al stano. Al dasiguiente despertarn con el claro sol estival.

    lea ya no se ir.Andrius busca a lea cada noche. La noche que no

    la busca, bajo el rbol donde se ha sentado a acariciaral perro, al levantar la vista la ve ah. Descendida delbrillo de las estrellas.

    En el stano todo es luz de oro. lea re al ver lasotras leas de los cuadros. Qu va a hacer con tantasleas, lea? Nada. Rer.

    Andrius tambin re.Y lea re.Y los dos ren.El verano estalla en fuerzas de la tierra. En todos los

    brotes y en todos los colores. Los del campo y los delos cuadros de Andrius.

    lea ya no se ira.

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    Pero lea entristece con la cada de las hojas quecierra el verano.

    Y como lleg se va.Andrius no enfrentar otro otoo, otro invierno, otra

    primavera sin lea.

    Su obra est completa.Su vida tambin.Poco a poco languidece arrebujado en el silln. Re-

    pasa con la vista a lea de los cuadros. Repasa con elalma a lea de las pieles desnudas. A lea de oro.

    Llama a la muerte y es l quien le dice que su tiem-po ha llegado. Felizmente.

    Que el placer es confn inviolable.Que la beatitud es este momento.Que se entrega a lea para siempre.Quien abra la puerta del stano encontrar un espa-

    cio deshabitado, un silln viejo de cuero y la obrasecreta de Andrius el pintor desbordada en revelacinde cada rincn, de cada esquina, de cada resquicio.

    De Serpientes y escaleras

    PERDICES PARA LA CENA

    aSantos Sanz Villanueva

    Perdices para la cena haba pedido don Illn de Tole-do. Perdices bien aderezadas, con salsa de abundantesnueces frescas y pimienta recin molida y albahacadesmenuzada y tomillo un poco. Que el visitante bienlo mereca.

    Que esa tarde haba llegado de muy lejos, fatigado,el den de Santiago. Que prometa ser buen alumno,fiel iniciado en las artes adivinatorias y en la filosofaoculta, en la magia y en la alquimia. Un hombre que sepona humildemente bajo su servicio y que slo pre-tenda aprender, a la letra, la ciencia verdadera. Que

    estaba dispuesto a pasar las pruebas, a enfrentar losconjuros, a alargar las horas en el estudio iluminativo,

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    a disminuir la noche y a entretener el da. Que a cam-bio de la sabidura sin precio ofreca la promesa dehacer lo que el maestro le mandase.

    Pero el maestro don Illn recelaba de quien un dapodra ser alto personaje que no slo olvidara el bien

    sino que lo convirtiera en mal. Y exiga cumplir lapromesa. Y el alumno, una y otra vez, repeta la pro-mesa y reiteraba el mandato.

    Satisfecho don Illn encamin al alumno hacia lacmara donde deberan encerrarse en estudio, sin con-tar las horas, los das o los meses.

    Luego de recorrer habitacin tras habitacin en bus-ca de la puerta que daba al jardn umbro, casi con elmismo esfuerzo que requiriera perderse en un laberin-to e imaginando, a trechos, que los pasos volvan sobres, que las paredes reflejaban sus formas y que las

    habitaciones se espejeaban, llegaron ante la puertaprecisa en cuya cerradura la llave precisa resbal ensilencio. Bajaron por los siete altos escalones que con-ducan al jardn, apoyndose en el barandal de volutasde hierro forjado que enmarcaba el paisaje.

    Caminaron un buen trecho entre hierbas y plantasdesmedidas, rosales sin podar, ramas cargadas de frutoa ras de suelo, frondas, lianas, helechos, espinos, quecon la mano haba que apartar y con el pie afianzar.

    En un claro estaba la escalinata de piedra labradaque descenda hacia las entraas de la tierra. Descen-da y descenda. Gran espacio descenda. Tanto, que laoscuridad borraba el sentido del tiempo y el eco de laspisadas persista. La humedad estremeca la piel y elolor a mustio desalentaba. Luego, terminaba el des-censo, y el camino, ya recto, segua un gran tramo. Talpareciera un largo tnel que cruzara el ro Tajo. Poco apoco empezaba a regresar la luz, sin que se supierade dnde vena. Tal vez, de altos tragaluces. (O delllamado de Dios.) Entonces, el camino nico se multi-furcaba en tantas entradas como atributos divinos:nueve eran los accesos y uno ms, el elegible.

    Don Illn muy bien saba cul era y sin titubearpenetraba por el ramal de luz. No muchos pasos cami-naba, seguido del den de Santiago, cuando frente a

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    una puerta de noble talla que acababa de abrirse por sumera presencia, invitaba a su alumno a pasar.

    El aposento al que haban entrado ms bien eran trescmaras espaciosas de contorno semicircular y conaltos vitrales al fondo. Las divisiones correspondan, la

    primera, a una bien dispuesta biblioteca de abundantesvolmenes preciosamente encuadernados. La segunda,a una sala de cmodos muebles para sentarse a leer yestudiar sin contar el tiempo que pasara. La tercera,una estancia con larga mesa de nogal pulido, rimerosde papel en perfecto orden, clamos de filo cuidado,negra tinta y fina arenilla para borrar; sillas de elevadorespaldar con apoyo para las manos y asiento de cueroflexible.

    Don Illn escogi varios volmenes que fue amon-tonando en la mesa: los primeros que iban a estudiar.

    Cuando se encontraba hojeando los libros para decidirpor cul habran de empezar, he aqu que, de maneramaravillosa, dos hombres aparecieron en el aposentoportando un mensaje urgente para el den de Santiago.Una carta, de su to el Arzobispo, en donde le avisabaque se senta ya prximo a morir y que regresara a sulado. Pero el den, como quien tiene ante s la mesadispuesta con exquisitos manjares y se apresta a sabo-rearlos, decide enviarle contestacin conciliatoria a suto y no emprender an el viaje, por lo menos hastaque no haya iniciado sus estudios.

    Prosiguen, pues, maestro y alumno en la lectura y enla meditacin: en el tiempo dedicado al silencio, slointerrumpido por el dar vuelta a las hojas. Vienen des-pus las preguntas, las dudas. De los comentarios sur-gen nuevas ideas. De la exgesis, las variantes. Elejercicio mental fortifica y el espritu va encontrandosu nivel.

    Cuando ocurre la segunda interrupcin: aparecenotros dos enviados, esta vez con la triste noticia deque el Arzobispo ha fallecido. Pero tambin con laventurosa de que se piensa en el den para ocupar supuesto. Con lo cual el den no sabe qu decidir, aun-que los mensajeros le aconsejan que an no decida,pues vendrn ms noticias prximamente.

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    Y as es. Pasados siete u ocho das esta vez los queaparecen son dos escuderos con ricas vestimentas ycuidados aderezos que caen de rodillas ante el den yle besan con fervor las manos, para luego anunciarleque ha sido escogido Arzobispo de Santiago. El maes-

    tro don Illn se alegra con la noticia y corre a abrazar asu alumno, le da unos cuantos consejos y le pide comomerced, en pago de la promesa instituida, que otorgueel deanazgo que ahora queda vacante a su hijo. Que lse satisfar con eso. Pero el nuevo Arzobispo ha pen-sado ya en otorgarle ese puesto a un hermano suyo,por lo que le ruega a su maestro que tanto l como suhijo le acompaen a Santiago y se queden a vivir en sucorte.

    Inicia, pues, la comitiva el camino a Santiago, re-cibiendo honores, agasajos, regalos y esplendidos

    banquetes a lo largo del trayecto. Tanto, que no quisie-ran que se acabara el viaje, tan bien atendido y cele-brado.

    Ya en Santiago, cuentan las crnicas, la ceremoniade investidura sobrepaso a cuantas recordaba la me-moria de los ancianos venerables y de los juglaresacuciosos. Que pareca cosa de magia, como si hubiesesido conjurada por el sabio maestro don Illn.

    El tiempo pasa felizmente. Cuando llegan cartasselladas del Papa otorgando al Arzobispo el poderosoobispado de Tolosa y que deje en su puesto a quienmejor le plazca. Con lo cual, don Illn lo solicita parasu hijo, recibiendo por respuesta que sea excusado,pero que el Arzobispo ha pensado en otorgrselo a unto suyo muy querido.

    Sin embargo, don Illn no desespera y acepta, encambio, trasladarse con su hijo a Tolosa para seguirsiendo el amigo y consejero de su alumno.

    Despus de corridos varios aos, vuelven a llegarcartas del Papa, esta vez nombrando al ArzobispoCardenal, por lo que, de nuevo, don Illn insiste enque se le cumpla la promesa a su hijo, ya que ha sidomuy perjudicado con tanta posposicin. Pero el ahoraCardenal falta a su palabra y le ruega que le acompaea su nueva corte. De mal talante, don Illn acepta,

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    aunque esta vez ni los festejos, ni las exquisitas vian-das, ni los lujos del palacio logran acallar la exigenciaante su alumno. Y su alumno se las ingenia para seguirnegndole, una tras otra, sus promesas.

    Lleg el tiempo en que el Papa falleci y quin

    habra de ser escogido en su lugar? Pues bien, claro,nuestro Cardenal. Y quin habra de exigirle que yahaba llegado el momento de cumplir su promesa?Don Illn.

    Tanto exigi don Illn y a tanto lleg su enojo, queprovoc el del nuevo Papa quien pens en desatar laruina y perdicin de su maestro. Fue urdiendo el planpoco a poco, como sin prisa, como sin gracia.

    Mand montar un laboratorio con todo lo que pudie-ra desear un sabio tan sutil como lo era don Illn. Ahhaba todo tipo y tamao de matraces, redomas, alam-

    biques, atanores, fuelles, piedras de imn. Todos losminerales, mezclas y combinaciones por desear. Azu-fre, mercurio, oropimente, viriolo de Chipre, salitre,alumbre de Yemen, amoniaco, plata y mucho ms. Enun recuadro haba sido grabada la Tabla de Esmeralda,con las palabras secretas de Hermes Trismegisto:

    Lo que hay abajo es como lo que hay arribay lo que hay arriba es como lo que hay abajopara la representacin de las maravillas de la

    cosa nica.

    En otro recuadro, los poderosos signos cabalsticos ylos atributos divinos. Y en otro ms, la suma mate-mtica que glosada y desglosada, de derecha a izquier-da, de izquierda a derecha, de abajo arriba y de arribaabajo y an en diagonal, invariablemente daba elnmero sptimo.

    Con este laboratorio don Illn se mantiene entrete-nido y vuelve a las artes mgicas y al leer desvelado.A proseguir los experimentos que con tanto viaje hainterrumpido. A escribir y a tomar notas. A pensar,por qu no?, en conformar una obra grande que orde-

    ne y recoja toda su sabidura. Don Illn lleva consigosus riquezas, que no son ni el poder ni la gloria de supequeo alumno el Papa. Don Illn es aliado del tiempo,

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    su pequeo alumno de la temporalidad. Don Illn atra-vesar los siglos y su pequeo alumno quedar cons-treido a su breve reinado. Uno cambiar el momentopor la eternidad. Otro creer que todo lo que brilla esoro.

    No le servir a don Illn cerrar la puerta a la magni-ficencia y ponerse a trabajar. Que esa soledad y esedeseo de estudio que nunca pudo alcanzar el que erael den de Santiago, ahora Papa, le parece grave sos-pecha y crimen grande. Y de la intriga que ha tramado,va creyndose la mentira: que es mejor mentirosoaquel que se inventa a s.

    Vuelan las palabras de plagio y hereja. Lo oculto ylo prohibido se atribuye a don Illn. Su arte es peca-minosa y ofensiva a la creacin. Niega la nica verdaddivina y pretende lo inalcanzable. Descompone la ma-

    teria y diseca el alma. Su bistur es inmisericorde y sufuego consume la pureza.Muerte y destruccin para don Illn. Su rebelda es

    intolerable y la decisin del Papa es tan sencilla comolo es segar una vida.

    Solamente que no haba contado con el arte de donIlln.

    He aqu que, si existe alguna realidad, el den deSantiago an est en el estudio de su maestro don Illnde Toledo a punto de iniciar su aprendizaje. No se hamovido de su lugar. Y todas las glorias a que aspiralcanzar no fueron sino vanaglorias, y todos los sueosmalos sueos y el poder impotencia.

    El pequeo alumno no ha pasado ni siquiera la pri-mera prueba. No ser de los iniciados ni avanzar en laciencia. No supo desentraar el tiempo ni encarnar elespacio. A su confusin unir su vergenzay has-ta su hambre cuando don Illn agitando su manoante su poco esbozado rostro, lo despida para siemprecon cajas destempladas y le diga que se ha quedado sinperdices para la cena.

    DeMagias yprodigios

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    Angelina Muiz-Huberman, Material de Lectura,Serie El Cuento Contemporneo, nm. 117, de la

    Coordinacin de Difusin Cultural de la UNAM.Cuidado de la edicin: Irlanda Villegas.

    Diseo de coleccin nueva poca: Mnica Zacaras