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el análisis antropológico de la política: el caso de méxico Author(s): andrés fábregas Reviewed work(s): Source: Boletín de Antropología Americana, No. 8 (diciembre 1983), pp. 5-40 Published by: Pan American Institute of Geography and History Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40977035 . Accessed: 17/01/2012 12:34 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. Pan American Institute of Geography and History is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Boletín de Antropología Americana. http://www.jstor.org

Andrès Fabregas

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el análisis antropológico de la política: el caso de méxicoAuthor(s): andrés fábregasReviewed work(s):Source: Boletín de Antropología Americana, No. 8 (diciembre 1983), pp. 5-40Published by: Pan American Institute of Geography and HistoryStable URL: http://www.jstor.org/stable/40977035 .Accessed: 17/01/2012 12:34

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andres fábregas*

el análisis antropológico de la política:

el caso de méxico

Introducción

El término inglés "political anthropology" ha sido traducido al castellano como "antropología políti- ca'1 denotando con ello que existe una antropología que es política. Por supuesto, en nuestra sociedad y en nuestra época toda antropología es política y en atención a esta característica prefiero usar una terminología que especifique mejor el tema de este ensayo: el análisis antropológico de la política. Mi intención es comentar primero el desarrollo de esta temática al interior de la antropología para des- pués referirme a los enfoques que han sido usados en México.

1. El análisis antropológico de la política en los últimos quince años (1967-1983)

a) Antecedentes. A mediados de la década de los sesenta los antropólogos habían llegado a un acuer- do más o menos generalizado sobre cuál era el tema central del análisis político en antropología: el poder. Diferían y difieren en torno a su definición, cómo analizarlo, cuáles son sus relaciones funcio- nales, cuál es el lugar que ocupa en la sociedad y cómo ha evolucionado. En la proposición de los antropólogos la constante* de la vida política es el poder del que todos los otros aspectos políticos,

*CIESAS UNAM-Iztapalapa. Depto. de Antropología.

incluyendo al Estado, son una variable. El comple- mento de esta proposición es el planteamiento de la ausencia de historicidad del poder cuya presen- cia es supuesta en todas las sociedades con un menor o mayor grado de complejidad en sus rela- ciones funcionales. La misma escuela procesualista plantea el poder y su distribución como una cons- tante de la organización social y sigue siendo el elemento definitorio de la política asociado a la toma de desiciones sobre los asuntos públicos. En sus diversas manifestaciones, la escuela estructural- funcional ha desarrollado los argumentos anterio- res enfatizando que la política es una parte de la organización social total localizada en la estructu- ración funcional de las relaciones de poder encami- nadas a contribuir al mantenimiento del orden social. Sólo resta agregar que en esta estrategia de investigación se privilegia a la política como un asunto de poder entre individuos cuya capacidad para manipular los papeles (roles) en la sociedad está directamente relacionada con los conflictos y el resguardo del orden.

Durante los años de 1 940 a 1 955, la orientación estructural funcional apoyada en las proposiciones de Radcliffe-Brown vertidas en el "prólogo" a Sis- temas Políticos Africanos (1940), dominaron el tratamiento analítico del poder y de los aspectos propuestos como políticos por esta orientación con la excepción notable de S. Nadel que en su libro Un Blzanclo Negro (1942) planteó la diferencia- ción social y la formación del Estado no sólo como aspectos fundamentales de la pol ítica sino como fac-

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tores en correlación. Sin embargo, la crítica explí- cita a los planteamientos de Radei iffe-Brown no comienza sino hasta 1956 con la publicación del libro de Isaac Shapera, Gobierno y Política en Sociedades Tribales. Dicho trabajo se propuso de- mostrar que la política no está reducida al ámbito del mantenimiento del orden social a través del uso cohercitivo de la fuerza. Shapera señaló que las escalas comparativas debían observarse con mayor cuidado en las explicaciones sobre el desarrollo o no de los servicios públicos y las estructuras de autoridad. En el mismo año de 1956 Lloyd Fallers publicó La Burocracia Bantú, libro que enfatiza la vuelta a los clásicos del positivismo y particular- mente Vilfredo Pareto y Max Weber como alterna- tivas a las propuestas de Radcliffe-Brown. Tanto en el caso de Shapera como en el de Fallers no existe un abandono de la estrategia estructural-fun- cional sino la proposición de ampliar el campo de análisis. En el caso de Gobierno y política en la sociedad tribal, se destaca que la organización polí- tica concierne al establecimiento y mantenimiento de la cooperación interna y la independencia del exterior; en La Burocracia Bantú se señala que el conflicto entre el linaje y el Estado es un mecanis- mo para mantener las normas tradicionales.

En el año de 1957 se publicó el libro de Víctor Turner, División y continuidad en una sociedad africana que fue celebrado como la culminación de una etapa de la antropología británica y el co- mienzo de una escuela que ha sido bautizada como procesualista. Turner reunió una serie de plantea- mientos de Max Gluckman, específicamente los que hacen referencia al conflicto en las estructuras de poder y el manejo de los papeles. Se sabe que Gluckmah otorgó importancia al conflicto de leal- tades como un medio que dinamiza la política y que permite el mantenimiento del orden social. Los conflictos generan procesos de ajuste que ter- minan en el sostenimiento del equilibrio de las diferentes tensiones generadas en la estructura social. Turner amplió el enfoque de los procesos de ajuste más allá de la lucha estricta por el poder o el conflicto de lealtades proponiendo que el sistema social como tal es un campo de tensiones entre tendencias centrípetas y centrífugas al interior de la estructura de la sociedad. Propuso y desarrolló el concepto de drama social para describir el pro- ceso que revela arreglos y ajustes en las relaciones sociales en momentos y puntos críticos de madura- ción o decadencia estructural. Más tarde,, junto con Swartz y Tuden (1966 y 1968), Turner finalmente plantearía que la política se refiere a los procesos

de toma de decisiones para llevar a cabo objetivos públicos. Las etapas del proceso político se distin- guen por el inicio del conflicto, la crisis, la acción de las tendencias de contrabalance, los mecanismos de ajuste y, finalmente, el reestablecimiento del orden (Swartz, Turner y Tuden, 1966).

La obra representativa que cerró la década de los años cincuenta es el libro de F. Barth, Liderazgo Político entre los Swat Pathans (1959). El trabajo se desarrolló en Pakistán partiendo de la sugerencia de Shapera sóbrela importancia de analizar el papel y la función del liderazgo en los sistemas políticos. Barth sostuvo que los Swat Pathan son un ejemplo de cómo los grupos que constituyen las unidades corporadas elementales de un sistema político es- tán basados en el principio del liderazgo personal. Los dos bloques de poder entre los Swat Pathan son presentados como complementarios y sus con-

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flictos corno ajustes al equilibrio del conjunto so- cial. La novedad que Barth introduce estriba en su afirmación de que el balance al interior del sistema segmentano de los Swat Pathan no se mantiene por la existencia de una división y fusión situacio- nal de los segmentos (como lo propone Víctor Turner para el caso de los Kdembu), sino que la oposición entre rivales en el sistema político tiende a ser permanente. El equilibrio se mantiene, según esta hipótesis, por un proceso de crecimiento y división de los grupos encabezados por un líder único, acompañado de deserciones y alineamientos entre un bloque y otro.

Los trabajos que he comentado son represen- tativos de un estilo de análisis introducido por el volumen Sistemas Políticos Africanos e ilustran el desarrollo del estructural-funcionalismo y sus

ajustes a través de los clásicos de esa tendencia, Nadel, Shapera, Radcliffe-Brown, Max Gluckman, Elizabeth Colson, Evans-Ptritchard, A. Richards, para mencionar algunos. Esta escuela fue criticada a mediados de la década de los cincuenta por em-

piricista, proponiéndose como alternativa analítica los planteamientos del etnólogo francés Claude Lévi-Strauss. El libro en que se planteo esta posi- ción es muy conocido, fue escrito por Edmund Leach y lleva por título Los Sistemas Políticos de los Altos de Birmânia (1954). Este libro sigue con- siderándose como una parte aguas del análisis

antropológico de la política y ha sido evaluado como una obra maestra de la literatura antropo- lógica. El primer contraste respecto a los trabajos anteriores es su ubicación espacial: mientras que en la mayoría de los casos (con la excepción de

Hocart, Gullick y Barth), los autores analizan sociedades de Africa, Leach lo hace en un lugar de Asia. En segundo lugar, el enfoque de la obra parte de una crítica al concepto de equilibrio que supone la existencia de sistemas sociales estáticos. No hay datos, dice Leach, que convensan que las socieda- des analizadas por los antropólogos muestren una tendencia empírica inherente hacia la estabiliza- ción. Según Leach, el proceso de segmentación que tanto han descrito los antropólogos sociales, no es sólo parte de un mecanismo de continuidad es- tructural, de segmentación y agregación, sino que implica un proceso de cambio estructural. Marcaba Leach una profunda confusión de los antropólogos entre el concepto de equilibrio y el de estabilidad

que no permitía la distinción analítica de los pro- cesos que ambos conceptos denotan. La culpable de esta confusión es la posición empiricista impulsa- da por Radcliffe-Brown y continuada por sus se-

guidores, se atrevió a escribir Leach. De aquí partió este último para establecer algunas posiciones que han sido consideradas "extrañas" a la tradición y al estilo de los antropólogos de Su Magestad. En

primer lugar -dice Leach- las estructuras deben n ser consideradas independientemente de su conte- nido cultural; en segundo lugar, las estructuras que describe el antropólogo son hipótesis acerca de cómo trabaja el sistema social. Estas suposiciones antropológicas son presentadas al público en forma de modelos ideales, que desde el punto de vista conceptual, son necesariamente tipos de sistemas en equilibrio aunque las sociedades reales nunca alcanzan ese estado. En consecuencia la propuesta de Leach es que la estructura social en situaciones prácticas consiste en un complejo de ideas acerca de la distribución del poder entre personas y grupos de personas. Las sociedades reales existen en el

tiempo y en el espacio y la situación política exter- na, la demografía y la economía no están fundadas sobre un medio ambiente fijo sino en constante cambio. Cada sociedad real es un proceso en el tiempo y los cambios que resultan pueden obser- varse en su dualidad: habrá cambios que representen una continuidad del orden formal preexistente y habrá otros que expresen alteraciones en la estructu- ra formal. Leach situó a la idea sobre el poder y su distribución como el elemento estratégico de la estructura llegando a proponer que una sociedad es la unidad política autocontenida. El cambio estructural expresa las transformaciones en el centro del poder político dentro de un sistema dado. Tales cambios aparecen en las categorías verbales que usan los miembros de la sociedad y representan órdenes sistemáticos arreglados como eventos his- tóricos. El análisis antropológico exige una evalua- ción constante de las categorías verbales porque estas manifiestan las estimaciones del cambio es- tructural elaboradas por la propia sociedad. Es

muy conocida la formulación de Leach basada en la existencia de dos modelos sistemáticos entre los Kachin, el shan y el gumlao, y la oscilación entre un tipo y otro concebidos como extremos entre un orden feudal y otro anárquico. La solución inter- media es una estructura formal llamada gumsa que manifiesta la ambivalencia perpétua de la estructura social.

Ha existido la tendencia a igualar el estilo de análisis de Leach y en general ai estructuralismo practicado por Lévi-Strauss y sus discípulos, con la aplicación de la dialéctica como enfoque. No obstante, ambas orientaciones son esencialmente diferentes porque la metodología propuesta y des-

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arrollada por Leach no se Interesa en el análisis de la realidad como una construcción histórica sino en la mente humana y cómo trabaja. Según la pro- posición de Lcach, la estructura social es un com- plejo de Ideas que existen en la cabeza, relacionadas con la percepción- binaria. La consecuencia de esta orientación es que el cambio social está planteado como un producto de las transformaciones lógicas del modelo formal y no como un resultado de las contradicciones en la práctica real de la sociedad.1

La década de los sesenta se inició con una presen- cia más decidida de la escuela evolucionista pero con la firme influencia del estructural-funcionalismo y sus distintos desarrollos. Es en 1960 que se publica una obra que tuvo marcada influencia posterior, el Gobierno en Zazzau, escrita por M. G. Smith que propuso distinguir analíticamente el gobierno, el poder y la autoridad. La influencia de Max Weber, tan notable en Fallers, se acentúa en Smith con- solidándose la antigua proposición weberiana de que el poder es la capacidad de imponer los propios deseos sobre los demás, aún en contra de su volun- tad. El gobierno fue definido como el manejo de los asuntos públicos y su control, conceptualizándosele como un proceso, una estructura y una idea siguien- do los lincamientos de Edmund Leach. Los factores que hacen el proceso y la estructura de gobierno son las acciones administrativas y las políticas. La acción política determina la acción del gobierno. La estructura de la acción política está expresada

por las relaciones de poder que Implican competen- cia, compromisos y alianzas. En cambio, el gobierno está referido a una* acción dentro de un sistema de autoridad traducido en orden, obligaciones, dere- chos y concesiones. El control del poder es el factor estratégico y al Irse aplicando en forma gradual llega a tener características de autoridad. El poder siem- pre se segmenta y se presenta en centros diferidos compuestos por grupos o Individuos que procuran controlar los asuntos públicos.

Smith Insistió en que la política es un aspecto de las relaciones sociales totales, proposición que encontramos en Morton Fried (1967) expuesta en términos de la organización social y el poder como un componente de la misma. Pero la obra de Smith Influyó bastante en las nuevas corrientes estructura- listas que enfatizaron el sistema político como el cuadro más amplio de las relaciones de autoridad en la sociedad tal como lo propuso David Easton (1959) en su ensayo de crítica a los análisis antro- pológicos de su momento. Según Smith, la actividad política tiene lugar en los niveles de los subsistemas de los componentes estructurales de la totalidad social. Esto quería decir que la política puede estu- diarse en todos lados: la familia, el clan, el linaje, el club de golf, la pandilla, la organ" ".ación económica, el partido, la iglesia, etcétera. El sistema de auto- ridad que reúne a todos estos componentes es lo que finalmente se conoce como el sistema político. La autoridad fue definida como el derecho recono- cido de quienes ocupan rangos superiores para distribuir los valores escasos. Smith llamó autoridad al poder legitimado, idea con la que aún trabaja el neoestructuralismo. La competencia por el poder abre el camino hacia las posiciones de autoridad a cualquier individuo de la sociedad aunque existe el reconocimiento de una correlación entre estratifica- ción social y poder (por ejemplo, M. Fried, 1964). Los neoestructuralistas aplaudieron lo que conside- raron un descubrimiento científico de Smith: la actividad política puede ser caracterizada sin importar la época histórica ni la sociedad concreta en que se presenta. En breve, la actividad política es suprahistórica (Cohen, 1970).3

i El período reseñado puede seguirse a través de las obras siguientes: E. E. Evans-Pritchard, Meyer Fortes, comp. African Political Systems; Oxford University Press, 1940; S. F. Nadel, A black by zantium, Oxford University Press (International African Institute), 1942; K. A. Busla, The position of the chief In the modern political of ashantf, Oxford University Press, 1951; A. R. Radcllffe- Brown, Structure and function in primitive society, Cohen and West, Londres, 1952; J. P. Sing Uberol, The politics of the kula ring, Manchester University Press, Manchester, 1954; Edmund Leach, Political Systems of Highland Burma, G. Bell and Son, 1954; Max Gluckman, Rituals of rebel/Ion in south east Africa, Manchester University Press, Manchester, 1954; Isaac Shapera, Goverment and politics In tribal societies, C. A. Watts and Co., Londres, 1956; V fetor Turner, Schism and continuity In an a frican society, Manchester University Press, Manchester, 1957; John Mlddleton and David Tait, Comp., Tribes without rulers, Routledge and Kegan Pauf, Londres, 1958; Lloyd Fallers, Bantu Bureaucracy, Manchester University Press, Manchester, 1957; Frederick Barth, Political leadership among swat pathan Robert Cunningham and sons, Alva, 1959; H. Kuper, An african aristocracy, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1947; J. M. Cullick, Indigenous political sistems of western malaya, Manchester University Press, Manchester, 1958.

2 Los trabajos más representativos de esta corriente son: M. G. Smith, Goverment fnzazzau, Oxford University Press, 1960; Lucy Mair, Primitive goverment, Penguin Books, 1962; M. Gluckman, Order and rebel/ion In tribal Africa, Free Press of Glencoe, New York, 1963; M. Gluck- man, Po fi tics, law and ritual in tribal societies, Aldine Publishing Company, Chicago, 1965; ). Van Velsen, The politics of kinship, Manchester University Press, Manches- ter, 1964; M. Swartz, V. W. Turner y A. Tuden, Eds.,

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La estrategia evolucionista ha tomado corno punto de partida la preocupación por discutir los orfgenes del Estado y el papel que han jugado en la evolución soclocultural las relaciones entre tecno- logía, medio ambiente y sociedad. No hay duda que las discusiones sobre la unlllnealldad y multi- llnealldad en la evolución fueron una de las razones del regreso de la preocupación antropológica por el Estado. La escala evolutiva es planteada en tér- minos de la complejidad que van adoptando las relaciones entre tecnología y sociedad, mediatiza- das por el proceso de adaptación al medio ambiente y con una expresión política que en cada estadio de la evolución adopta características particulares hasta llegar al Estado. La escuela evolucionista Incorporó las sugerencias del neoestructurallsmo pero se preocupó por explicar los cambios en la organización sociopoi ftica y el lugar que ocupa la organización centralizada del poder para manejar las relaciones entre tecnología y sociedad. El agru- pamiento de formas de organización política en la tradición evolucionista ha sido guiado por el concepto de niveles de integración sociocultural propuesto y desarrollado por Julian Steward al principio de la década de los cincuenta. Un nivel de Integración soclocultural es un recurso analítico para describir totalidades sociales dentro de un esquema evolutivo. Desde ese punto de vista, las bandas conforman el tipo de Integración socio- cultural más elemental. Aquí no existe la diferen- ciación social, la jerarquización del poder y del estatus. El liderazgo no está institucionalizado y ocurre ocasionalmente. Es decir, queen los estadios evolutivos primarios no existe la diferenciación institucional. En estos estadios (cazadores-recolec- tores, horticultores y nómadas) la unidad básica de producción es la familia desde la que se establecen las relaciones mayores hacia el conjunto del grupo

Political anthropology, Aldine Publishing House, Chicago, 1966; G. Lenskl, Power and privilege: a theory of social stratification, McGraw-Hill, New York, 1966; F.G. Bailey, Stratagems and spoils: a social anthropology of politics, Oxford University Press, Blackwell, 1969; R. Cohen, "The political systems" en Handbook of method in cultural antropologo; R. Naroll and R. Cohen, eds., The Natural History Press, Garden City, New York, 1970 (reproducido en J. Liobera, ed., Antropología Política, Anagrama, Barce- lona, 1979, pp. 27-55); para una exposición de los últimos desarrollos de las propuestas de M. G. Smith, véase Walter W. Tiffany, "New directions In political anthropology: the use of corporate models for the analysis of political organizations", en S. Lee Seaton and H. J. M. Claessen, Eds., Political Anthropology. The state of the art., Mouton Publishers, The Hague, Paris, New York, 1979, pp. 63-75.

de parentesco que cumple múltiples propósitos. Con el descubrimiento de la agricultura comienza la espe- cialización, se definen los papeles y se torna comple- ja la división del trabajo. La escuela evolucionista ha insistido en la relación entre cultura, historia y medio ambiente para comprender la importancia que adquiere el control del poder y su distribución. Por ello el interés de demostrar que con la agricul- tura se impulsa la especialización en la producción de alimentos, la diferenciación social y el desarro- llo de lo que Morton Fried llama la sociedad políti- ca. Esta presupone la transformación de la organi- zación ciánica y el desplazamiento de la relación de parentesco como estratégica para el manejo del poder. Esta evolución termina en el Estado, aunque los evolucionistas no están de acuerdo en sus oríge- nes, y conlleva la formación de un nuevo papel: el político. La actividad política se convierte en un asunto de tiempo completo y desde ali í influye en la reorganización de la economía y las relaciones entre tecnología y sociedad. La especialización re- gional alcanza sus más altos grados de complejidad allí en donde las diferencias ecológicas logran siste- matizarse a través del intercambio, estimulando la

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división del trabajo y apoyando la centralización política. La organización política estatal supone condiciones completamente nuevas. El proceso de toma de decisiones sobre la reorganización de las relaciones entre tecnología y sociedad se concentra

y se restringe su acceso. El cambio tecnológico es un

apoyo a la consolidación del Estado cuya tendencia es el control total de la esfera tecnoeconómica. El Estado se consolida principalmente en las áreas en donde la agricultura ha pasado a ser la base de la

organización social y alcanza su más alto grado de

complejidad en la actual sociedad industrializada. La conclusión evolucionista se expresa en la escala de niveles de integración sociocul turai: bandas, tribus, jefaturas, Estados (o en la terminología de Morton Fried, sociedades igualitarias, sociedades de rango, sociedades jerarquizadas y sociedades con Estado).3

Aunque el poder seguirá siendo el centro de interés de ios análisis políticos en antropología, el final de la década de los sesenta y el comienzo de los años setenta son las fechas de consolidación de dos temas centrales: 1, La preocupación por el Estado y sus orígenes; 2. La continuación de los estudios sobre el poder. Respecto a este último

punto, Claessen señaló recientemente (1979) que la política es tanto la lucha por el poder como su

ejercicio en torno a ios asuntos que son de interés

para un grupo de gentes. Según esta proposición la

práctica del poder puede estar basada en dos fuen- tes: la presencia de seguidores armados o el acceso a fuerzas sobrenaturales y el control de fuentes ener-

géticas que otros necesitan (Adams, 1973). Las distintas expresiones del poder forman un conjunto

con dos extremos: uno, representado por la fuerza bruta y su ejercicio y el otro expresado por el con- senso del prestigio y la autoridad. (H. J . M. Claessen, 1979). Otro enfoque sigue insistiendo en que el poder puede estar basado en el intercambio de

obligaciones mutuas y ha sido desarrollado por antropólogos como Sahlins apoyado en la tradición analítica de Marcel Mauss, Durkheim, Lévi-Strauss, combinada con los planteamientos de Karl Poianyi. Sahlins coloca a la reciprocidad en el contexto del

juego por el poder y explora distintos caminos por los que los líderes pueden invertir en relaciones a través del uso y control de bienes y servicios, cons- truyendo en el proceso una estructura de poder (Sahlins, 1972 y 1976). El mismo Eric Wolf ha enfatizado ia importancia de esas estructuras que son ampliamente conocidas en antropología con el nombre de relaciones patrón-cliente (Wolf, 1956; Singelman, 1973; M. Jiménez, 1983). En su forma más general, este análisis localiza a grupos opuestos uno de ellos en el control de los recursos en su sen- tido más amplio, los patrones; y otro, que necesita esos recursos y se somete a una serie de obligaciones para obtenerlos, los clientes. Según autores neo- estructuralistas estos grupos y sus relaciones se encuentran en todos lados y en cualquier época (Claessen, 1979, p. 9).

Los puntos de vista de Max Gluckman y Edmund Leach desarrollados en la década de ios sesenta fueron impulsados por Turner, Swartz y Tuden. En fechas recientes, H. J. M. Claessen ha propuesto centrar el análisis de la intersección entre procesos y estructuras. Claessen propone un estudio más intenso de la estabilidad y el cambio afirmando que la primera ocurre dentro de un proceso de balances de poder creado por los propios gober- nantes. Este autor es un ejemplo del encuentro del neoestructuralismo más allá de las diferencias de forma. Propone que si el interés del investigador radica en ei proceso poi ítico, entonces la escuela procesualista con sus arenas, campos, apoyos y recursos es el punto de apoyo más útil. Pero si uno está interesado en la estructura de poder entonces hay que volver al estructural-funcionaiismo. Clae- ssen termina afirmando que si el interés anal ítico está en el desarrollo de los sistemas políticos, ten- drían que usarse ambos enfoques combinados con la orientación histórica (Claessen, 1979).4

El análisis relacional ha tenido últimamente nuevos impulsos y, como estudio del poder, se

3 De la corriente evolucionista son representativos los trabajos siguientes: Julian H. Steward, Theory of culture change, University of III. Press, Urbana, 1955 (aunque fechado en ese año, el volumen reúne los trabajos que Steward comenzó a publicar desde la década de los 30); Karl W. Wittfogel, Orienta/ Despotism, Yale University Press, New Haven, 1955; Angel Palerm, Agricultura y civi- lización en Mesoamérica, SepSetentas, México, 1972 (aun- que fechado en ese año, el volumen reúne los trabajos de Paterm desde los años 50). M. D. Sahlins, "Political Power and the economy in primitive societies", en Essays In the science of culture In honor of Leslie White, Gertrude E. Dole and R. L. Carneiro, Eds. Thomas Y. Crowd, New

York, 1960; M. D. Sahlins, "The segmentary lineage: an organization of predatory expansion", en American anthro- pologist, vol. 63, 196.1, pp. 322-345; Elman R. Service, Primitive Social Organization. An evolutionary perspective, Random House, New York, 1962; Morton H. Fried, The evolution of political society, Random House, New York, 1967; Robert F. Stevenson, Population and political systems in tropical Africa, Columbia University Press, New York and London, 1968.

4 véase la resiente publicación de H. J. M. Claessen, Antropologia politica. Estudios de las comunidades polí- ticas, UNAM, México, 1979.

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enfoca hacía los procesos y patrones de interacción menos estables y los mecanismos que en una co-

yuntura tal facilitan la formación de grupos forma- les y corporados (Mayer, 1966). Boissevain (1968, 1974) se ha destacado por trabajar en este sentido proponiendo distinguir a un conjunto de "falsos

grupos" que van incrementando sus interacciones tanto en escala como en intensidad, variando del simple dique hasta la facción. En la actualidad este

enfoque ha cobrado importancia y pueden citarse como ejemplos los trabajos de Aronoff en Israel

(1974), los de Block sobre la formación de la mafia en Sicilia (1975) y, por supuesto, autores como

Bailey, Nicholas y Barth tendrán que ser considera- dos como pioneros de esta orientación. Lo más destacado de este enfoque es el énfasis sobre la existencia de reglas del juego que determinan el destino político de los que luchan por el poder.

El desarrollo de los análisis políticos en antro-

pología muestra que los enfoques usados lejos de contradecirse en lo sustancial son complementa- rios. Donai V. Kurtz ha reconocido esta caracterís- tica proponiendo un "paradigma" que reúne a las distintas corrientes que he comentado. Este para- digma está planteado como un "modelo explica- tivo" que percibe "holisticamente" los enfoques sobre la política en antropología. El paradigma de Kurtz sugiere la relación entre las metodologias y las técnicas de investigación de las corrientes y los niveles de abstracción teórica. La síntesis que este paradigma intenta comienza por plantear que el análisis relacional ("nerwork análisis") está dedica- do a las técnicas empíricas de las que se derivan las generalizaciones particulares referidas a las relacio- nes entre personas que no están organizadas en estructuras formales. Los enfoques estructural y procesual se entrecruzan en su interés en el estudio conceptual y en el desarrollo de las teorías de alcan- ce medio que surgen del intento por comprender las relaciones funcionales entre individuos, grupos o estructuras implicadas en las acciones que como conjunto promueven el cambio pol ítico. El enfoque evolucionista (que en forma curiosa Kurtz llama "economía política") representa en este paradigma el punto de apoyo en la construcción de una teoría sistemática a través de la comparación y la síntesis que se desprenden de los análisis bajo los otros

enfoques. (Kurtz, 1979). Esta posición junto con la de Claessen son ejemplos de (a tendencia a regresar a los planteamientos holisticos tradicionales en

antropología. En este sentido, no encuentro nove- dosa esta sugerencia de un sólo paradigma porque ese ha sido el desarrollo mismo de la antropología

como disciplina académica. Más que diferencias conceptuales profundas sobre la sociedad y la his-

toria, lo que ha existido en antropología son dis- tintas estrategias de investigación mal conocidas como posiciones teóricas.

Existe la opinión, bien ejemplificada por Kurtz, de que una nueva tendencia se ha introducido en la

antropología y que tiene su repercusión también en los análisis de la política. Tal corriente sería la marxista llamada por Claessen y Kurtz "economía política" y confundida con los muy tradicionales planteamientos sobre tecnología y sociedad del evolucionismo antropológico. La antropología es una disciplina desarrollada en las universidades bajo los lineamientos centrales del positivismo mientras que el análisis dialéctico es otra forma de análisis que parte de perspectivas distintas vincu- ladas a los movimientos de transformación social. En los últimos años, algunos antropólogos han empezado a desarrollar el análisis dialéctico de la cultura y de las relaciones entre cultura y sociedad, lo que no conforma una antropología marxista, término además contradictorio. En este sentido, el planteamiento sobre la política que han desarrolla- do los "clásicos" marxistas, Marx, Engels, Lenin, Korsh, Gramei y Luckás, tiene una metodología común pero distintas explicaciones de coyunturas concretas. Sin embargo, está claro que los marxis- tas plantearon la política como una característica histórica, localizada en el tiempo y correlativa al surgimiento de la sociedad de clases, el antagonismo entre estas, la lucha que de ello se deriva y el plan- teamiento de que el Estado es producto de estas contradicciones. Cuando se sigue esta I ínea anal ítica se abandona el planteamiento "antropológico" y se adopta la dialéctica como enfoque.

2. El análisis antropológico de la política en México

En 1953, Gonzalo Aguirre Beltrán publicó su libro Formas de Gobierno Indígena reeditado reciente- mente por el INI (1981). Esta obra es la primera síntesis comparativa intentada por un antropólogo mexicano en el campo específico del análisis polí- tico. Antes de este libro el mismo autor había publicado un ensayo titulado "El gobierno indígena en México y el proceso de aculturación" (en Amé- rica Indígena, vol. XII, núm. 4, 1952) que señalaba los planteamientos desarrollados en Formas de

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Gobierno Indígena. La Importancia de esta obra radica en que es representativa de cómo se originó la práctica antropológica en México, siempre unida a los proyectos políticos del Estado hasta que ocurre la crisis de 1968. En efecto, Agulrre Beltrán discute los condicionamientos históricos de la polí- tica en el ámbito de la construcción de un Estado Nacional remodelado por la presión social de un movimiento como el de 1910 que alteró la política y la economía nacionales. La propia antropología que ejerce Agulrre Beltrán es parte de este proceso y esta Influida por el cardenismo de la época, aspec- to que resalta en el tema central de su obra: la construcción de la nacionalidad. Por ello, Formas de Gobierno Indígena es un libro en donde se com- paran tres variantes del gobierno local y los distin- tos mecanismos que las incluyen en la política nacional. En otras palabras, los gobiernos locales de tarahumaras, tzeltal-tzotzlles y purépechas no son sólo formas diferentes sino procedimientos dis- tintos de incorporar la organización empírica de la política local al aparato del Estado Nacional. Este aspecto explica el objetivo de Aguirre Beltrán: usar las estructuras locales de poder para inducir el cambio cultural dirigido a la construcción de una nacionalidad definida desde el Estado. Las formas locales de gobierno son transformadas en mecanis- mos de dominación y pasan a ser un firme sostén del Estado postrevolucionario. Este aspecto se muestra en la omnipresencla del partido oficial no a través de su propia organización sino usando las formas locales de organización del poder. La obra de Agui- rre Beltrán es característica de la llamada corriente indigenista en donde la teoría adquiere el carácter de instrumento práctico en la definición concreta de los proyectos del Estado Nacional. La influencia del evolucionismo culturalista que ha caracterizado a una parte de la antropología en los Estados Uni- dos, es evidente en Formas de Gobierno Indígena. La orientación de esta obra es retomada por Eric Wolf en su ensayo "La formación de la nación: un ensayo de formulación" publicado el mismo año de 1953. Wolf trató de demostrar, evidenciando la influencia de Aguirre Beltrán y del evolucionismo culturalista, que la formación de la nación en México se entendía a partir de procesos de trans- culturación interna y procesos de aculturación. Wolf enfatizo que en Mexico el Estado se había conformado antes que la nación y desde ese mo- mento la construcción de la nacionalidad expresa la centralización del poder para reunir a las estructu- ras políticas locales y regionales. Esta conclusión de Wolf ha sido muy importante influyendo en

análisis posteriores que han destacado la importan- cia de la formación histórica de las reglones para explicar las características de la estructura de poder a nivel nacional.

En 1954, Ricardo Pozas dio a conocer una mo- nografía que está considerada un clásico de la antropología en México: Chamula. Un pueblo Indio de los Altos de Chiapas (Nueva edición del INI, 1977). En este libro se presenta una etnografía detallada de la comunidad incluyendo un largo apartado sobre la organización política. El enfoque de Pozas en esta obra acusa la Influencia de los maestros norteamericanos que en esa época en- señaban en México, particularmente Sol Tax. Sin embargo, Pozas se esforzó por lograr una explica- ción convincente de los aspectos propios de la organización política de la comunidad y su trans- formación por su relación con las Instituciones del Estado Nacional. Uno de los aspectos importantes del tratamiento de Pozas es su constante afirmación de que la estructura política indígena se prolonga hasta el Estado Nacional y determina características esenciales de la política nacional. Según Pozas, los grupos egocentrados son los componentes básicos de la estructura local de poder. Este componente define también la formación política nacional y el sistema general de caudillismo expresado en las múltiples formas de cacicazgo. La consecuencia política de la fuerza de esta estructura en la vida nacional es el impedlmiento -según Pozas- que representa para la formación de auténticos partidos políticos, traduciendo la estructura nacional de poder en una amplia alianza entre caudillos. La modernización de la vida política nacional pasa, según el autor, por la desaparición de estas formas locales de poder y de la transformación general de la comunidad indígena. La contradicción entre esta y el Estado existe porque el principio de la igualdad norma la vida comunal mientras que la desigualdad social es el apoyo de la política nacio- nal. El principio local de la igualdad se manifiesta en la rotación constante de los puestos políticos y su interrelación con el ritual religioso, caracterís- ticas que son alteradas por la presencia de las insti- tuciones nacionales. Ese principio de la rotatividad es lo que según Pozas, detiene la formación de cla- ses sociales en una comunidad como Chamula. Pozas trató de introducir un enfoque crítico mostrando la violencia que existe en la relación entre comu- nidad y Estado y, más ampliamente, entre los indí- genas y el resto de la sociedad.

Un enfoque distinto a los que he comentado fue usado por Fernando Cámara Barbachano uno

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de los antropólogos que más se han asimilado a los intereses norteamericanos. El maestro de Cá- mara Barbachano fue Sol Tax y bajo su influencia escribió el ensayo "Religious and Political organiza- tion" incluido en el famoso volumen Heritage of Conquest (1951). El trabajo de Cámara se desarro- lló en los Altos de Chiapas, escenario tradicional de los experimentos de la antropología norteamericana y de los proyectos del Estado Nacional a través del INI. En su ensayo, Cámara Barbachano propone la existencia de tres niveles culturales, el precolombi- no, el europeo y el contemporáneo como punto de partida para entender la organización pol ítica local. Esta primera propuesta es complementada con otra de claro sabor redflldiano, que supone una modifi- cación estructural constante que va de la situación primitiva, tradicional, rural y antigua resumida en el concepto de sociedad folk, hasta la sociedad moderna, urbanizada, la sociedad nacional. Estas clasificaciones son reagrupadas por Cámara en dos tipos Ideales: la organización centrípeta y la orga- nización centrífuga. La sociedad folk corresponde al primer tipo y la sociedad nacional al segundo. La organización centrípeta tiene una estructura cuyo contenido y simbolismo están orientados a la

preservación del orden tradicional, la sociedad folk con sus características de integración colectivista bien lograda y de homogeneidad cultural. La orga- nización político-religiosa que corresponde a este nivel se encuentra en comunidades en donde las necesidades utilitarias y emocionales de sus miem- bros son homogéneas y recíprocas y en donde el estímulo cultural está determinado por la comuni- dad y sus tradiciones. En contraste, la organización centrífuga presenta una estructura con contenidos y simbologia que no están orientados a la preserva- ción de ningún orden tradicional. El individuo es colocado por sobre la comunidad en contraste con el primer tipo. El estímulo cultural se apoya en el beneficio del individuo y de quienes lo rodean. En términos políticos, el territorio municipal corres- ponde a la sociedad folk y la cabecera a la sociedad moderna nacional.

Aun difiriendo en sus enfoques concretos los autores que he comentado permanecen dentro de la concepción de una sociedad dual en donde los elementos de la tradicionalidad son portados por los Indígenas y los de la modernidad por la sociedad nacional. La traducción en una política práctica de la anterior suposición es el indigenismo como la

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acción desde Ia modernidad para integrar Ia tradi- cionalidad en la vida nacional. Por supuesto, ello supone la desindianización de Mexico como condi- ción para alcanzar la integración nacional y la modernización plena de la vida política. No hay mejor expresión de este punto de vista que el libro de Pablo González Casanova, La Democracia en México (1965) y la proposición de la existencia del colonialismo interno. Como escribió Pozas en Cha- mu/a, son los elementos de la organización política indígena, el cacicazgo, el caudillismo, los que impiden la modernización de la estructura política nacional (Pozas, 1977, p. 20), perdiendo de vista que ambos no son elementos originales de la orga- nización comunal sino expresiones políticas par- ticulares de la expansión e internación del capital bajo la práctica del colonialismo. En otras palabras, las formas de dominación en México en el ámbito local y regional son un resultado histórico y estruc- tural y no expresan una contradicción entre atraso y modernidad sino las realidades distintas del entre- lace entre economía y política en el ámbito local- regional y su síntesis en la esfera nacional. Como comentaremos más adelante esta visión de la socie- dad dual se expresa en prácticamente todas las ten- dencias analíticas que manejan los antropólogos mexicanos, desde el que es funcionario del Estado hasta el crítico y contestatario. . .

La escuela evolucionista-cultural procedente de los Estados Unidos conformó la tendencia más importante en los análisis antropológicos de la política hasta los cambios que introdujo el movi- miento estudiantil y popular de 1968. Aún así, es un hecho importante y sugerente la tenacidad de la visión dual expresada desde los planteamientos sobre tradición vs. modernidad hasta el de articu- lación de modos de producción. En el periodo que cubren los años de 1930 hasta 1968, los nombres de Robert Redfield, Sol Tax, Isabel Kelly, Edward Spicer, Evon Z. Vogt, Alain Ichon y Melville J. Herskovits, personifican la tendencia evolucionista- cultural que dominó los estudios pol íticos en antro- pología en México, representados en autores mexi- canos como Gonzalo Aguirre Beltrán, Fernando Cámara Barbachano, Alfonso Villa-Rojas, Julio de la Fuente, Ricardo Pozas (en 1954) y otros que, aunque de nacionalidad diferente como Calista Guiteras, se formaron en (a Escuela Nacional de Antropología e Historia.5

La cuestión del Estado en Mesoaméricct

El evolucionismo con influencias del enfoque de Marx se desarrolló en México en las aulas de la EN AH en la década de los cuarenta y los cincuenta, impulsado por una figura de cualidades excep- cionales: Paul Kirchffoff. En términos del análisis político, esta corriente se preocupó por estudiar las relaciones entre política y tecnología en el con- texto de la discusión sobre el Estado en Meso- américa. Antropólogos como Pedro Armillas, Pedro Carrasco, Arturo Monzón, Angel Palerm, Miguel Acosta Saignes, se apoyaron en las enseñanzas de Kirchhoff y a través de él conocieron los trabajos y planteamientos de Karl A. Wittfogel, Julian Steward, Leslie White y Vere Gordon Childe. Los trabajos que resultaron como desarrollos del llama- do evolucionismo multineal en México dedicaron un tiempo considerable a discutir la "tesis hidráuli- ca" con los ingredientes ecológicos que conlleva. El trabajo de Angel Palerm, muy representativo de la época, contribuyó a demostrar que el paso a la

s Véase Gonzalo Aguirre Beltrán, "El gobierno indíge- na en México y él proceso de aculturación", en América Indígena, vol. XII, num. 4, octubre, 1952; Gonzalo Aguirre Beltrán, Formas de Gobierno Indígena, UNAM, México,

1953 (Reedición reciente del INI, México, 1981). Aguirre Beltrán desarrolló ampliamente sus puntos de vista en dos obras muy conocidas: El proceso de acuìturación (INI, México, 1956) y Regiones de refugio (I. I. I., México, 1967); Erick R. Wolf, "La formación de la nación: un ensayo de formulación", en Revista Interamericana de Ciencias Sociales, OEA, Washington, 1953, pp. 50-172. Una versión abreviada de este ensayo fue publicada en David Barkin, com p., Los beneficiarios del desarrollo

regional, SepSetentas, México, 1972, pp. 63-91; Ricardo Pozas Arciniega, Chamula. Un pueblo indio de los Altos de Chiapas, Memorias del INI, México 1959 (Reedición del propio INI, 1977); Pablo González Casanova, La De- mocracia en México, Era, México, 1965; Fernando Cámara Barbachano, "Religious and political organization", en Sol Tax, ed., Heritage of Conquest. The ethnology of Middle America, Viking Fund Seminar, Chicago, 1951, pp. 142-174; Es importante señalar que esta visión de un "Mexico folk" y otro moderno en contrapunto gui'a los análisis de la llamada politologia norteamericana. Ejem- plos: Frank Brandemburg, The making of modern Mexico, Prentice-Hall, Englewood Cliffs, New Jersey, 1964; Robert E. Scott, Mexican goverment in transition, University of III. Press, Urbana, 1959; H. F. Cline, The United States and Mexico, Harvard University Press, Cambridge, 1953; M. C. Needier, Politics and society in México, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1971; Charles C. Cumberland, Mexico: the strugle for modernity, Oxford University Press, New York, 1968; Roger D. Hansen, The politics of mexican development, John Hopkins University, Baltimore, 1971. Una crítica a los análisis norteamericanos fue publicada por Andrés Fábregas, "Una crítica a los planteamientos de la politologia norteamericana sobre el caso mexicano", en Revista de la Universidad de Chiapas, vol. 1 , num. 3, enero de 1 977, pp. 1 1 1 -1 30.

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sociedad de clases y el surgimiento de la economía política y del Estado es un proceso endógeno en Mesoamérica. Asimismo, esta corriente influyó al evolucionismo en general y colocó la problemática de los orígenes del Estado como un tema priorita- rio de los análisis antropológicos. En México, la discusión sobre los efectos de la agricultura de irri- gación para explicar no sólo el origen sino el forta- lecimiento del Estado y la transformación de la burocracia en clase dominante, tuvo un desarrollo muy sólido. Angel Palerm, por ejemplo, señalaba que el Estado tiende a invadir todos los ámbitos de la sociedad allí en donde las bases materiales de ésta son conformadas por la agricultura de irriga- ción. La clase dominante se constituye fundamen- talmente por la burocracia que haciéndose cada vez menos accesible transforma las reglas heredita- rias del parentesco en vías de ascenso al poder político. El control del Estado y la clase dominante se afirman en la medida en que este es capaz de planear y ejecutar obras públicas de considerable escala. La conclusión principal de este plantea-

miento es que los complejos hidráulicos del Valle de México propiciaron la transformación urbana y la aparición de las clases sociales sobre la base de una rígida división del trabajo social y la subordina- ción del productor directo por las formas despóti- cas del poder político.

La discusión anterior está relacionada con el Modo Asiático de Producción (que siguiendo a Kräder llamaré Modo Comunal-Social de Produc- ción) como fue reconocido por uno de los autores más importantes que han intervenido en el debate: Frederich Katz. En un trabajo clásico, Situación económica y social de los Aztecas durante los siglos XV y XVI (1 966), Katz hizo una descripción y una interpretación de las relaciones entre economía y política en el Valle de México y las comparó con la situación del mundo andino, particularmente entre los Incas. En el caso de los- Aztecas, Katz asignó gran importancia a la guerra como un mecanismo que aceleró la formación de las clases y la transición hacia el Estado. La guerra impulsó también a la burocracia y la propiedad privada de la tierra, aspectos ambos que han sido muy debatidos a la luz de investigaciones como las de Pedro Carrasco, Johana Broda, Alfredo López Austin y otros. Katz concluyó que entre los Incas la centralización del poder estaba más avanzada que entre los Aztecas, y que el Estado entre estos últimos apuntaba hacia la dirección incaica. La evolución hacia la centraliza- ción del poder que acompañó la formación del Estado entre los aztecas, fue planteada por Katz a partir de la organización gentilicia de carácter de- mocrático, influido notablemente por los escritos de Henry Morgan. El siguiente paso fue la transfor- mación de la organización gentilicia en una demo- cracia militar (término este último ampliamente usado por la etnografía y etnología soviética. Véase: A. Khazanov, "Military Democracy and the epoch of class formation'*, en Yu. Bomley, Ed., Soviet Ethnology and Anthropology today, Mouton, La Haya, 1974, pp. 133-146), al estilo de la que Fede- rico Engels apuntó en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Finalmente, la tran- sición hacia el Estado es clara cuando se consolidan las clases sociales al adquirir las guerras de con- quista una importancia básica en la organización social de los aztecas. Así que según Katz, el Estado estaba en formación cuando los españoles irrum- pieron en el Valle de México. (Katz, 1966.)

Pedro Carrasco ha enfocado las relaciones entre economía y política desde un ángulo distinto, ela- borando un planteamiento que trata de combinar las proposiciones de Karl Polanyi con las de Karl

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Marx. Es ampliamente conocida la discusión que Carrasco presentó sobre el Calpulli rechazando la interpretación de que fuese un clan y proponien- do que estamos ante una subdivisión política y administrativa. (Véase los trabajos de Carrasco de los años 1963, 1966, 1971, 1976 y 1978). Si el calpulli no es una unidad de parentesco, qué papel jugaba este último en la organización política de los mexicas. Para contestar esta interrogante, Ca- rrasco analizó lo que él llamó los linajes nobles y concluyó que el parentesco estaba políticamente organizado en el México antiguo. Este argumento fue unido a otro que propone que el control de los medios de producción no ocurría en forma pri- vada sino que se obtenía desde el Estado. En su artículo de 1976, Carrasco se inclina por aceptar la existencia del Modo Asiático de Producción en Mesoamérica, pero guarda sus distancias con un planteamiento como el de Witfogel. Estas diferen- cias son más notables en el ensayo de 1978, "La economía del México prehispánico", en donde el argumento central es que la producción está polí- ticamente organizada y es este el rasgo fundamen- tal del modo de producción y no el control sobre las obras hidráulicas. En otras palabras, las unida- des de producción tienen una naturaleza política de donde deriva el dominio político de la econo- mía. Para Carrasco no existe ninguna duda de que se trata de una economía política, con su conco- mitante división en clases sociales y la presencia del Estado. El argumento de Carrasco tiene otras facetas y ha sido elaborado con paciencia. Aquí sólo he mencionado las conclusiones que me parecen pertinentes en torno a la cuestión del Estado. Sólo agregaré que el trabajo de Carrasco ha consistido en analizar la estructura interna de la organización sociopolítlca y las relaciones entre esta y la econo- mía en su conjunto.

Johanna Broda aborda el análisis de la organiza- ción política del México antiguo desde otra pers- pectiva. Se ha propuesto descubrir cómo se opera- cionaliza la ideología en el ritual y cómo ello revela la estructura de la diferenciación y la relación clase dominante-dominados. El argumento central de Broda es que en el ritual están reflejadas la pro- nunciada estratificación social del México antiguo y la compleja división del trabajo (Broda, 1976). En su ensayo "Relaciones políticas ritualizadas: el ritual como expresión de una ideología" (1978), Broda profundiza los aspectos que señalé y propone que las ceremonias de instalación del jefe de Esta- do mexica (el Tlatoani) establecían las relaciones de dominio y vasallaje entre el gobernante y sus

subordinados. Asimismo, el ritual expresaba el funcionamiento de las relaciones políticas con el exterior, específicamente las que se establecían en términos de la guerra de conquista sobre otros pue- blos. Es sugerente la propuesta de Broda de que la ideología entre los mexica proporcionaba a las clases sociales tanto la dominante como la sub- ordinada, razones de peso para aceptar el estado de cosas. Esto es, para que el orden permaneciera inalterado la ideología legitimaba el ejercicio de dominio y la obediencia de las amplias capas de la población dominada. (Broda, 1978.)

La discusión sobre la naturaleza de la sociedad que ejemplificaba Mesoamérica ha demostrado con amplitud la existencia de las clases sociales, del Estado y de la economía política con anterioridad a la llegada de los españoles. Esta es una conclusión importante que abre de nuevo la discusión sobre la historia social de lo que hoy es México como país y aún de América Latina. De los datos y opiniones acumuladas por los mesoamericanistas resulta que la cuestión del Estado y su formación es un aspec- to complejo de la evolución social que implicó el cambio de naturaleza de la sociedad y el surgimien- to de otra sociedad con relaciones diferentes. En breve, el cambio de la sociedad sin clases, sin eco- nomía política y sin Estado a la sociedad civil se había efectuado en Mesoamérica (y en el área an- dina también) antes de la llegada de los europeos. Es además evidente que la formación económica de la sociedad en Mesoamérica plantea una polé- mica mucho más amplia y que está relacionada con la existencia del modo comunal-social de produc- ción. De aqu í, la discusión tendrá que dirigirse hacia el establecimiento del colonialismo como un re- sultado de la expansión e internación del capital en un espacio histórico y social que no tendía hacia el modo capitalista de producción. En buena medida el México de hoy ha sido el resultado de la práctica del colonialismo y las formas de dominación que sé conformaron a lo largo de siglos, pasando por la revolución de 1910, tendrían que reanalizarse a la luz de la discusión anterior.

El análisis político de los antropólogos en el México de hoy

Al iniciarse los años setenta se retomó el análisis antropológico de la política en el contexto de la llamada "apertura democrática" llevada a cabo por

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el régimen de Luis Echeverría Alvarez, corno uno de los resultados del movimiento estudiantil-popu- lar de 1968. Una de las estrategias del régimen de esos días fue la de volcar recursos considerables a las universidades y facilitar la creación de nuevos centros de investigación en ciencias sociales, como pasos obvios para lograr la coptación de la disiden- cia. En ese contexto, y en buena medida también como una consecuencia del movimiento estudiantil y popular, la antropología en México tuvo que buscar nuevos temas o rediscutir viejos problemas a la luz de los acontecimientos de la vida contem- poránea del país« El análisis del Estado pasó a ser, de hecho, el gran tema de los estudios políticos en antropología, abordado desde perspectivas dife- rentes incluyendo las que se niegan a reconocer que, finalmente, ese era el problema de preocupa- ción común. Las relaciones entre el Estado y la sociedad se discutieron y se discuten desde dife- rentes estrategias de investigación y con perfiles teóricos distintos, que trataré de identificar en los próximos renglones a través de comentarios a las obras más representativas. Presento a los diferen- tes autores agrupados en los estilos de análisis que tradicionalmente se reconocen en la antropología, como un intento de orientar al lector sobre los puntos básicos de partida de cada uno de ellos. No se trata de un ejercicio de etiquetación como se verá cuando discuta los puntos comunes entre ellos y en qué radican sus diferencias. Sería importante establecer una discusión posterior para aclarar hasta qué punto esas diferencias son realmente sustan- ciales o sólo se trata de distancias estilísticas en el análisis. En los comentarios finales de este ensayo trataré de adelantar algunas consideraciones sobre estos últimos aspectos.

A) Los enfoques neoes truc tu ralis tas. Al princi- pio de la década de los setenta se iniciaron en el país varios proyectos antropológicos dedicados al análisis de las relaciones políticas. Los resultados de estas experiencias comenzaron a publicarse en 1975, año en que se edita el volumen Caciquismo y poder político en el México rural que reúne tra- bajos de diferentes investigadores dirigidos por Roger Bartra aparte de eosayos de este última. En otra sección de este trabajo comentaré el volumen mencionado.

En 1979 se publicó Demandas y conflictos. El poder político en un pueblo de More/os, escrito por Patricia Arias y Lucia Bazán bajo la dirección de Roberto Varela. La investigación tuvo lugar en Tétela del Volcán, estado de Morelos y formó parte

del programa de Antropología Política del enton- ces CIS-INAH, actual CIESAS. Este libro inició la publicación de resultados de investigaciones apoyadas en la llamada escuela procesualista, par- ticularmente en los puntos de vista de Víctor Turner, Swartz, Tuden, Gluckman y Richard Adams, introducidos por Roberto Varela.6 El objetivo explicitado de esta investigación es des- cribir y analizar la vida política en una comunidad campesina de Morelos, señalándose que los muni- cipios mexicanos son entidades sin autonomía cuyo control político ha servido para el enriqueci- miento de quienes detentan el poder local. También se da por hecho que existe una participación muy limitada de los campesinos en la vida política local (afirmación contrastente con la de Arturo Warman que en su presentación al libró de Azaola y Krotz escribe, "En cierto sentido podría concluirse, que los campesinos son el grupo que más tiempo y es- fuerzo dedica a la política y que su pasividad es en buena medida imaginaria." En Azaola y Krotz, 1976, p. 8). En demandas y conflictos el problema no es demostrar lo anterior sino enseñar cuáles son los procesos y mecanismos a través de los que se ha generado la lucha por el poder. Se propone el clá- sico esquema neoestructuralista de la escuela pro- cesualista como una perspectiva teórica que, según las autoras, evite el error de reducir la política al ámbito de las instituciones formales. Al esquema desarrollado por Turner, Swartz y Tuden se añaden las definiciones de Richard Adams sobre el poder social.7 El resultado es una combinación del neo- ecologismo estructural ¡sta de Adams y su énfasis en los flujos energéticos con los clásicos procedi- mientos del análisis estructural impulsado por Max

6 Otros trabajos importantes del proyecto que dirigió Roberto Varela permanecen sin publicarse. Cito aquí a María de Lourdes Pérez Martínez' y Elsa Rodríguez García, La actividad política en Cornala (UIA, departamento de antropología, México, 1976); Elizabeth Hentschel y Juan Pérez, Estructura en el cambio. Estudio procesual de la vida politica en pópotlan (UIA, departamento de antro- pología, México, 1976). El trabaio de Roberto Varela fue presentado como tesis doctoral y nóme ha sido posible consultarla. También cito a Elena Bilbao, Objetivos públi- cos en un pueblo de los Altos de Morelos (Ul A , departa- mento de antropología, México, 197$); Ingrid Van Beuren y Elia Lazos, Procesos y demandas políticas en un pueblo en transición (UIA, departamento de antropología, Méxi- co, 1976).

7 Richard N. Adams, "El poder, sus condiciones, evo- lución y estrategia", en Estudios Sociales Centroamerica- nos, núm. 4, San José, Costa Rica, 1973, pp. 65-141; Cruzlf/ictlon by power, University of Texas Press, Austin, 1980; La red de la expansión humana, Ediciones de la Casa Chata, México, 1980.

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Gluckman y sus seguidores ya mencionados. La política es localizada en los procesos que se refie- ren a la puesta en práctica de objetivos públicos junto con las relaciones de poder y desde esta pers- pectiva las demandas son concebidas tal como Swartz las propuso: "Son los deseos de los miem- bros de una comunidad política de que se tomen decisiones de un tipo particular. . . Las demandas son concebidas por quienes las hacen como objetos apropiados de la acción política" (Arias y Bazán, 1 979, nota en p. 1 3). Este enfoque llevó a las auto- ras de Demandas y conflictos a confundir a Tétela del Volcán con una "sociedad" y, aunque al prin- cipio advierten que se apartarán de los estudios de comunidad, repiten de nuevo los procedimientos usuales de estos últimos. Vista como una sociedad en sí misma, la vida política de Tétela del Volcán es reducida a los conflictos que a lo largo del tiem- po han tenido dos familias (llamadas con elegancia "elite local") siendo el pueblo una especie de expectador que se inclina por una u otra depen- diendo de quién le resuelve mejor sus demandas. La tesis mayor del libro es que la "sociedad" de Tétela del Volcán ha perdido su autonomía y hoy depende cada vez más de la "sociedad extralocal" cuyos protagonistas son el diputado, el gobernador, el ministro de Estado. Más aún, I as au toras I ocal izan el año de 1950 como el final de la autonomía polí- tica local y el principio de la dependencia. A partir de este momento, el rasgo político fundamental es que los sectores que han controlado el ayuntamien- to pasan a cumplir otro papel: el de mediadores entre las autoridades políticas de la sociedad extra- local y la sociedad local. Se establece así, según Arias y Bazán, una organización política basada en los intermediarios de poder que son quienes articu- lan los diferentes niveles definidos por Richard Adams.

Para alcanzar sus conclusiones, Arias y Bazán hicieron un minucioso trabajo de campo y siguie- ron casi literalmente las sugerencias de Turner, Swartz y Tuden para agrupar los datos y presen- tarlos. En este sentido, el libro es una magnífica ilustración de cómo trabaja el campo y cómo reúne y presenta sus conclusiones la escuela procesualis- ta. No puede dejarse de señalar una cierta ingenui- dad presente a lo largo del libro y expresada repe- tidamente en la confianza de haber descubierto que "la rebelión reafirma los valores y restaura el poder" (Gluckman, citado al inicio del libro).

Con un lenguaje un poco diferente pero con una concepción neoestructuralista, Gustavo del Castillo publicó en 1979 Crisis y transformación

de una sociedad tradicional. Este libro es más com- plejo que el anterior de Arias y Bazán e introduce un modelo que necesita ser comentado con mayor detalle. El análisis de Del Castillo transcurre en Arandas, pueblo de los Altos de Jalisco, y abarca un periodo que va de 1973 a 1976. El objetivo de la investigación fue analizar "los procesos por los cuales se llega a determinar políticas en el nivel municipal" (Del Castillo, 1979, p. 27). Aclarando este objetivo, el autor señala que su mayor interés radicó en identificar los procesos tanto institucio- nales como informales por medio de los que se obtenía la distribución de los bienes públicos. Tal distribución es para Del Castillo un acto político. Crisis y transformación de una sociedad tradicional intenta responder a la pregunta de ¿quién gobierna? y demostrar que la primera respuesta que el autor ofrece es válida: gobierna la oligarquía. Una forma oligárquica de dominación presenta relaciones de poder diferentes a otras formas, pero, según Del Castillo, esto implica que el poder y la manera en que se practica "engendra una sociedad muy espe- cial". Por esta razón el objetivo del estudio es cómo se practica el poder y cuál es la naturaleza del poder político. El segundo plano del análisis de Del Casti- llo se refiere a las relaciones entre una oligarquía como la que existe en Arandas y un estado nacional en expansión como lo es el mexicano. Según Del Castillo, es analizando el conflicto en los dos planos señalados el camino para llegar a una explicación de los problemas planteados, posición por demás clásica en las corrientes estructural-funcionales. En breve, se trata de analizar el conflicto intra oligár- quico y el conflicto entre la oligarquía de Arandas y el Estado Nacional. El esquema analítico que propone Del Castillo es una reelaboración de las propuestas de llchman y Uphoff en The political economy of change (1969), de los planteamientos de Richard Adams sobre el poder y de los puntos de vista de la politologia norteamericana ejemplifica- da por Charles W. Anderson, Samuel Huntington, Frank Brandemburg y Roger Hansen entre los más conocidos. La unidad del análisis es el proceso de toma de decisiones sobre bienes públicos con dos variables, las administrativas y las socioculturales. La toma de decisiones es propuesta como un pro- ceso tanto formal como informal resultado de una serie de intercambios políticos entre actores dentro y fuera de la comunidad. Se supone, además, la existencia de dos universos analíticos en coexisten- cia: primero, la organización administrativa del ayuntamiento y segundo, el medio ambiente del mismo. Entre ambos universos se entablan relacio-

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nés y cuando estas implican distribución de recur- sos escasos se está entonces ante una "relación política, una relación de poder.

" En términos de las relaciones de poder se supone la existencia de dos tipos: las relaciones asimétricas y las relaciones simétricas, siempre entre actores. La relación asi- métrica es la que crea un dominio de poder por parte del actor que posee un mayor control de re- cursos. Las relaciones simétricas ocurrirán cuando los actores controlan más o menos la misma pro- porción de recursos escasos (Adams, 1970. Véase Del Castillo, 1979, p. 24 y ss). En otras palabras, el argumento importante de Del Castillo es que ei intercambio de recursos escasos en una forma de relaciones de poder entre actores diferentes es el análisis de la política. En el caso de Arandas, los actores son la oligarquía dividida en dos partes en

conflicto, representadas por una tendencia hacia la modernización y otra orientada hacia el orden tra- dicional. El segundo nivel está representado por la oligarquía arandense en su conjunto y sus relacio- nes con el estado nacional. Las relaciones entre estos actores dependen del tipo de recursos que manejen y controlen y del uso que les den dentro del "mercado político" (p. 42). En consecuencia, Gustavo Del Castillo pasa a plantear los "factores de producción política", suponiendo que el uso del poder en la redistribución de los recursos escasos es el acto político por excelencia. Políticamente, un régimen redistribuye el estatus, la información, la coerción, la legitimidad y la autoridad. Dentro de este esquema la habilidad política de quien ejerce el poder está en función de la colocación de los recursos escasos. En relación a Arandas, el poder está en manos de una oligarquía definida como un grupo solidario que tiene la capacidad de "deter- minar'* los modos de producción existentes (s/c), y, a través de esta determinación, controla el tipo de sociedad que existirá durante su permanencia como oligarquía dominante (sic, p. 54). Esto es, según Del Castillo los regímenes políticos determi- nan los modos de producción y vía esa determina- ción, crean un tipo u otro de sociedad. En Arandas

existe una facción oligárquica orientada hacia la modernidad y es entre esta y la facción tradicional que se establece el conflicto por el poder, a la ma- nera en que lo ha definido la politologia norteame- ricana. Así que si la oligarquía moderna logra ins- talarse en el poder, cambiaría la sociedad porque introduciría un modo capitalista de producción, actual, en contraste con la orientación rural de la oligarquía tradicional. Todo el libro de Del Castillo está dedicado a probar esta tesis y a demostrar que

el dominio tradicional se rompe por la llegada de

"agentes extralocales", en este caso, el gobierno del estado de Jalisco. Con ello, el autor piensa que ha demostrado que son las estructuras políticas las que determinan los modos de producción (entendi- dos estos por el autor no como la forma económica de la sociedad en un momento histórico dado, sino como el aparato tecnológico que posee un grupo humario) y la lucha por el poder es, a final de cuen- tas, la lucha por establecer diferentes sociedades. El éxito de la oligarquía moderna en Arandas radica en el apoyo que obtuvo de fuera para llevar ade- lante la industrialización del municipio versus la tendencia ruralizante de la oligarquía tradicional.

El libro de Gustavo Del Castillo tiene la virtud de señalar la importancia del estudio de las distin- tas regiones de México para comprender la comple- jidad del país en contraste- con las tradicionales interpretaciones monolíticas que, sobre todo, he- redamos de la politologia norteamericana. Sin embargo, el análisis es contradictorio en varias de sus partes y el lector atento notará disparidades entre el enfoque propuesto y los propios datos que aporta la obra. El principal error teórico del libro radica en su concepción de la existencia de una sociedad dual y el confundir los modos de produc- ción con la organización del trabajo y la tecnología. La perspectiva teórica del libro no logra entender el hecho de que es la condición social del trabajo lo que determina a un modo de producción, en- tendido este como la formación económica de la sociedad en un momento histórico y que a partir de aquí es posible comprender las relaciones so- ciales. La indudable regionalización de México no se explica por la existencia de diferentes sociedades sino por el desarrollo histórico de la expansión e internalización del capitalismo bajo la práctica del colonialismo.

Las obras que he comentado se apoyan en dis- tintos aspectos del neoestructuralismo y corres- ponden a diferentes interpretaciones y distintos usos de las propuestas de Richard Adams combi- nadas con otros esquemas. En 1980 se publicó una obra que aunque introduce de nuevo a Adams, trata de desarrollar una interpretación neoestructuralista vía Víctor Turner y Edmund Leaçh, combinando estos enfoques con las orientaciones ecológicas que trabajó John Murra en los Andes. La obra en cues- tión es Herederos de promesas. Agricultura, política y ritual en los Altos de Morelos, y está escrita por Guillermo de la Peña.

Herederos de promesas se inicia con una tesis que guía la investigación y la presentación del

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material intentando explicar la heterogeneidad y la interdependencia en un país contrastante como Mé- xico. Esta primera tesis expresa con claridad la concepción que tiene Guillermo de la Peña de la sociedad mexicana: "Sostengo que la pluralidad de los asentamientos humanos es, sobre todo, una función de su interdependencia dentro de un pro- ceso de consolidación nacional, verticalmente organizada" (p. 14). Esta concepción es usada por el autor para elaborar una nota crítica a los enfo- ques que tomaban a la comunidad como el centro del análisis antropológico y que son bastante co- rrientes en Mesoamérica. El énfasis en la interde- pendencia es propuesto como el mecanismo meto- dológico para superar la pesada herencia de la antropología tradicional. De la Peña es coherente en su fidelidad a este enfoque clásico de la escuela neoestructuralista e insiste a lo largo de su libro en que la heterogeneidad es funcional al proceso de nacionalización y, por lo consiguiente, esperar homogeneidad de la sociedad mexicana es impo- sible. Esta idea es un mensaje dirigido a los que proclaman la proletarización del campesinado y su conversión paulatina en una población pareja que iguale a todo el país. En México, la construc- ción de la nación se hace desde la heterogeneidad y por ello la interdependencia es funcional y no contradice a la condición capitalista de la sociedad, afirma Guillermo De la Peña. Según este último, la interdependencia condiciona la funcionalidad de la sociedad en México. En otras palabras, la organi- zación de la sociedad mexicana está en función de la interdependencia de sus componentes, incluyen- do desde luego al Estado, y la organización local del poder. De la Peña critica ampliamente las con- cepciones sobre modernidad y campesinado que se manejan en nuestro medio y llega a la conclusión de que ninguno de los enfoques hasta ahora pro- puestos termina de explicar elproblema. La falta -según nuestro autor- es querer definir al campe- sinado como un todo homogéneo perdiendo de vista el peso específico de la interdependencia como condicionante de la funcionalidad de la sociedad en México. La alternativa que propone y desarrolla De la Peña es que los campesinos no son segmentos o modos de producción sino grupos de personas interactuantes y heterogéneos. En un párrafo que podría haber escrito cualquiera de los clásicos del neoestructuralismo, De la Peña escribe:

En estos universos la acción social es resultado de procesos de alianzas cambiantes entre diver- sas categorías de personas; por lo tanto, la acción

no puede calificarse de "campesina'1 o "no cam- pesina". Siendo este el caso, no es posible referir el análisis a una estructura única, ni a un con- junto de estructuras distintivas e interconecta- das por vínculos claramente definidos. Es nece- sario -referirse a un contexto de complejidad multidimensional (p. 22).

Los instrumentos que ocupará el autor de Here- deros de promesas para salvar la situación son los términos (que no conceptos) de campo social y dominio de poder. Desde luego, como el mismo De la Peña lo advierte, estos términos forman parte del lenguaje inventado desde los añejos días de Max Gluckman y usados una y otra vez por los antro- pólogos neoestructuralistas. En esta tradición, el término campo social hace referencia al conjunto de relaciones sociales que emergen en un contexto dado. Por supuesto, este criterio es complementa- rio al término proceso que el trio Swartz, Turner, Tuden difundieron ampliamente.

El argumento sobre el poder es también en De la Peña completamente coherente con su marco de referencia. El poder "emerge" de cierto tipo de relaciones sociales: los intercambios desbalancea- dos, el gran tema de Peter Blau en Exchange and Power In Social Ufe (1964). Los que intervienen en estas relaciones son convenientemente llamados "actores" en un obvio esfuerzo por "desideologi- zar" y "objetivar" el análisis a la manera positivista. Así, el poder será planteado como una facultad que emerge de la negociación entre actores para el uso y control de recursos estratégicos. El actor que controla los recursos valorados positivamente por un conjunto de actores estará en una posición dominante sobre los que aceptan su dependencia con la condición de seguir teniendo acceso a los recursos. El elemento dinámico en esta situación se expresa por el desarrollo y el cambio de la rela- ción de poder conforme los actores van adoptando diferentes estrategias con respecto al uso de los recursos. En esta parte del argumento se introdu- cen las propuestas de Richard Adams y en particu- lar su concepción de dominio. Es bien sabido que Adams ha planteado la existencia de dominios de poder, un recurso analítico muy usado en México por los antropólogos neoestructuralistas y neo- evolucionistas. No es mi intención aquí resumir el argumento de Adams (véase su ensayo "El poder, sus condiciones, evolución y estrategia". En Estu- dios sociales centroamericanos, núm. 4 Costa Rica, pp, 65-141), sino recalcar que es desde esta pers- pectiva que De la Peña aborda el problema del Estado. La propuesta es:

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. . .ver al Estado corno una tendencia hacia la implantación de un dominio de poder unitario, independiente, extenso e intensivo sobre un territorio. Esto hace posible investigar las ma- nifestaciones empíricas del Estado -estarán relacionadas siempre con los entornos de uni- dades operativas relevantes- y las múltiples oposiciones y contradicciones que implica su consolidación (p. 26).

En esta concepción está presente la noción de interdependencia ahora entre los distintos dominio de poder. Con este argumento, De la Peña piensa que ha superado un escollo importante, especial- mente la concepción de Estado propuesta por Marx y la de Weber. En siete renglones de la página 26, se presenta lo que según el autor es la concepción del Estado en Marx y ¡toma como autoridad en el asunto a Althusser! La propuesta que Marx des- arrolló sobre el Estado no se entiende fuera de su concepción en conjunto de la historia y cómo explicarla. No es cierto, como se afirma, que Marx entendiera al Estado "como un conjunto de rela- ciones y mecanismos de poder, dirigidos a mante- ner determinado sistema de clases11 (De la Peña, p. 26), sino que su proposición es más compleja y está desarrollada no en el Manifiesto Comunista sino alo largo de toda su obra. Incluso, la noción de "sistema" es ajena a Marx y ese término perte- nece a otra tradición anal ítica.8

8 No es este el lugar para hacer una exposición de cómo trató Marx el problema del Estado. Ese tema es, obviamente, motivo de una amplia discusión que rebasa los propósitos de este ensayo. El lector interesado en la discusión contemporánea de este aspecto puede consultar a L. Kräder, Dialectic of Civil Society, Van Gourcum, Assen, 1976. SI he comentado aquf la extrema pobreza de la mención de De la Peña sobre la concepción que Marx ten fa del Estado, es para llamar la atención a ia resistencia de una posición clásicamente academicista y dogmática que pesa bastante entre los antropólogos mexicanos y que insiste en no conocer a Marx ni estudiar con seriedad el camino metodológico que este propusieraal que se le con- funde intencionalmente con las ideologías que se han elaborado en torno al movimiento de los trabajadores y sus luchas por emanciparse. Lo que desagrada al academi- cismo es que Marx no vaciló nunca en identificarse con la clase obrera de su época para quienes y por quienes escribió las miles de hojas de análisis que contiene su obra. Está claro que esas páginas no conforman un tratado teológico sino que inaugurar una tradición analítica puesta sin ningún rubor ni temor al servicio de los que trabajan. En breve, la propuesta de Marx es que la investigación de la condición humana tiene un propósito y un sentido: mos- trar la objetividad del movimiento del trabajo y el por qué de sus luchas sociales y cómo este movimiento apunta hacia la erradicación de las formas de explotación y de dominio que han construido las clases dominantes a lo largo de la historia.

El tema explicitado de Herederos de promesas es el uso y organización de la tierra y el trabajo en Los Altos de Morelos (p. 27). Se sitúa esta preocu- pación dentro de un espacio regional en donde intervienen actores de "dentro" y de "afuera", su- poniéndose que las estrategias de los actores inter- nos están condicionadas por sus relaciones con los actores externos. En este contexto se coloca el análisis del Estado (en los términos del autor) y se apuntan tres etapas en la formación del mismo en México: el estado colonial, que logró un dominio comprehensivo a través de mecanismos multiples; derrumbe del dominio comprehensivo en la época de la independencia; establecimiento de un nuevo dominio comprehensivo a partir de la Revolución Mexicana de 1910. Al finalizar este enunciado de etapas, De la Peña agrega:

Al contemplar la dialéctica de la interacción de fuerzas opuestas se vuelven comprensibles los aspectos procesuales de ía formación del do- minio, así como las causas que conducen a su desintegración (p. 31).

Observemos que el término dialéctica se intro- duce como vocablo para subsanar una crítica muy común al neoestructuralismo: su falta de aplicación de la dialéctica como enfoque que se contrapone a la visión de la interdependencia funcional.

Es saludable que De la Peña le dedique un buen espacio a la discusión historiográfica a la que nor- malmente le rehuyen los neoestructuralistas. En un manejo hábil del esquema de Durkheim la historia de Morelos es presentada como un proceso de rup- tura del equilibrio, restablecimiento del orden, ruptura del equilibrio. . . Por eso, dice el autor que la anomia es un sustrato que aún pesa en la vida actual de los morelenses. En consecuencia, la estra- tegia del Estado es llegar a establecer un marco normativo mínimo que está expresado en la Re- forma Agraria, las escuelas, las leyes, . . . (p. 99). Desde aquí se delinea una visión del Estado como protagonista de la historia que es explicitada en la página 31:

En suma, la sociedad latinoamericana no puede entenderse sin la fuerza histórica del Estado, que permea la política, la religión y el paren- tesco, la etnicidad y las clases sociales.

El análisis concreto de lo que sucede -a los ojos de De la Peña- en Tlayacapan está encami- nado a demostrar la verdad de esa concepción y de cómo la fragmentación es una característica

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funcional de Ia vida política local relacionada con la emergencia de un dominio unitario vertical- mente organizado a nivel nacional. El capítulo culminante dei libro es el número 8 titulado "Clé-

rigos y políticos", muy ilustrativo de los procedi- mientos analíticos del neoestructuralismo y de la sobrevaloración de la conducta individual. Aquí ocurre el divorcio entre la historiografía presen- tada en capítulos anteriores y los acontecimientos actuales. Especialmente ilustrativo de ello es el relato titulado "religión y agua en Tlayacapan" (pp. 300-307) que está encaminado a demostrar

que existe una necesidad funcional del llamado sistema político mexicano de mantener un poder fragmentado que permita la existencia de domi- nio múltiples y el mantenimiento de la tendencia hacia el dominio unitario nacional. La coexisten- cia funcional de los dominios de poder se corres-

ponde con la existencia funcional de diferentes

tipos de relaciones de producción dentro de una sola organización: la capitalista.

Sin duda, Herederos de promesas es un libro bien hecho desde la perspectiva neocstructuralista

y es probable que sea la obra más importante de esta corriente en México. De la Peña logra mostrar la simplicidad de las visiones duales y la existencia de una realidad multicompleja. Sin embargo, existen

aspectos que son difíciles de aceptar en la argumen- tación del autor, en particular su sobrevaloración de la individualidad y del papel del Estado. En el

capítulo ocho las biografías individuales pasan a ser el centro del análisis del poder y si bien es cierto que este es una dimensión concreta en la vida particular, la individualidad sólo es compren- sible desde la perspectiva de la clase social a la que pertenece. La lucha por el poder no es un asunto entre individualidades sino entre clases sociales con intereses antagónicos que son el resultado de las relaciones entre economía y política dentro del marco de una sociedad en donde la diferenciación social define su naturaleza. La lucha por el poder entre individuos corresponde a la dialéctica interna de las clases y es la expresión, a ese nivel, de la correlación entre ellas y al interior de las mismas. En su nivel estratégico, la lucha por el poder se entabla entre la clase del trabajo social (en toda su extraordinaria complejidad) y la clase del no tra-

bajo que se reproduce no por su propia acción sino

por los mecanismos de subordinación y expropia- ción a los que sujeta a la clase del trabajo social. El condicionamiento de la individualidad está dado

por las relaciones sociales y no por un modelo de

lógica formal.

En Herederos de promesas el manejo de la his- toriografía se hace desde la concepción de que la historia explica a la historia, argumento sin duda teleológico. Por ello, en el tratamiento de De la Peña los resultados de la práctica social que van haciendo la historia son vistos como funcionales a un proceso y por ello encuentran justificación a su existencia. Está claro que en un planteamiento así, no es posible comprender que la historia por sí misma no explica nada sino que es, precisamente, el asunto a explicar.

La sobrevaloración del papel del Estado equivale a proponer que la condición política determina las condiciones materiales de la práctica social. La

supuesta "fuerza histórica" del Estado debe ser tratada precisamente en su circunstancia particu- lar no olvidando que la suprema presencia del mis- mo es sólo una apariencia. El Estado es un producto de la sociedad y no viceversa como en forma cons- tante proponen los análisis neoestructuralistas en México. Lo histórico del Estado radica en que su

presencia corresponde a un momento determinado del desarrollo social, aquél en que la práctica de la sociedad desembocó en la desigualdad social y la constitución de las clases sociales.

La complejidad de la práctica social no puede ser entendida desde la descripción solamente ni a

partir de técnicas para reunir datos y presentarlos y que no llegan a conformar explicaciones. Cuali-

tativamente, la explicación es diferente de la des-

cripción. Es por ello que muchas preguntas quedan sin contestar en Herederos de promesas , por ejem- plo, ¿por qué es fragmentada la política local?, por qué el Estado aparece como una dimensión tan

importante en América Latina?, ¿por qué tiene dominios el poder?, etcétera y etcétera. . . Contes- tar que todo tiene su explicación en la función que cada elemento desempeña para mantener el proceso existente, simplemente es inaceptable. Esa es la

gran limitante de Herederos de promesas.

Los enfoques ecológico-culturales neoevolucionistas

El evolucionismo culturalista es una añeja tradición en la antropología que se hace en México. Las dis- cusiones sobre Mesoamérica se hacían y se conti- núan haciendo desde esta perspectiva con más o menos influencias muy puntuales (y no teóricas) de los planteamientos de Carlos Marx. En México,

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el evolucionismo culturalista tuvo auge y sigue teniéndolo a partir de la muy conocida discusión sobre la unilinealidad y multilinealidad de la evo- lución social que Angel Palerm revivió en la década de los sesenta. En el análisis político de los antro- pólogos, el enfoque neoevolucionista y su comple- mento obligado, la orientación ecológico-cultural, fue desarrollada en el contexto del estudio de los campesinos y de nuevo el estado de Morelos fue el lugar concreto de la investigación. Entre octubre de 1972 y noviembre de 1973 se llevó a cabo la investigación del Seminario de Sociedades Campe- sinas auspiciado por el entonces CIS-INAH y diri- gido por Arturo Warman. Parte de la investigación estuvo orientada a la política local y sus resultados fueron expuestos por Elena Azaolay Esteban Krotz en Los Campesinos de la tierra de Zapata, III: Polí- tica y conflicto (SEP-INAH, 1976).

El volumen mencionado se inicia con el ensayo

de Elena Azaola, "Tepalcingo: la dependencia polí- tica de un municipio de Morelos". Como lo men- cioné, el enfoque de la ecología cultural sirve de instrumento general para la investigación. Azaola comienza su ensayo advirtiendo que le interesa destacar la influencia del medio ambiente sobre los tipos de organización y de estructuras sociopolíti- cas y económicas que resultan de la acción recíproca entre la sociedad y sus alrededores ambientales

(p. 19). El presupuesto analítico de Azaola es que:

. . .no se pueden ver por separado medio am- biente y estructura política, sino que ambos aspectos tienen entre sí una estrecha relación, de tal forma que en el intento de explicar los fenómenos políticos necesitamos acudir al con- texto ambiental (p. 19).

El segundo presupuesto analítico de Azaola es que para "comprender los fenómenos de poder" es imprescindible el análisis de la historia. Azaola escribe:

. . .se trata aquí de ver al sistema político actual ligado al proceso que ha seguido en su configu- ración, en la que han influido definitivamente factores de diversa índole: económicos, sociales, religiosos y otros que no podemos dejar de tomar en cuenta (p. 27).

El sentido de este procedimiento -según la autora- es la posibilidad de comparación de situa- ciones presentes y pasadas, que resulte en una mejor comprensión del por que del ayer y del acontecer actual visto en su cotidianidad.

El tercer presupuesto de Azaola es que el hilo conductor de la investigación es "mostrar los dife- rentes matices que ha tenido la situación de domi- nio político en distintos periodos históricos, pero que en sí misma aparece como una constante prin- cipal" (p. 28). Finalmente, el objetivo de la inves- tigación fue explicar la dependencia política de la comunidad. La "historia de la dependencia" de Tepalcingo se inicia en la Colonia (1529) y llega hasta nuestros días pasando por la Revolución Mexicana de 1910-1917. Este viaje histórico con- cluye con un descubrimiento:

En síntesis, lo que se ha tratado de mostrar en esta parte es cómo, a través del proceso de aca- paramiento de la propiedad, como fundamento de la expansión de un sistema económico (pri- mero el impuesto por el régimen colonial y más tarde el de las haciendas), las comunidades campesinas, al perder sus tierras, fueron incor-

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poradas principalmente como mano de obra sujeta gracias al respaldo de mecanismos de tipo político (p. 48).

Las comunidades morelenses se movilizaron du- rante la Revolución porque exigían la recuperación de sus recursos, entre ellos, la libertad política. Ambos aspectos aún no son una realidad para los pueblos de Morelos ejemplificados en Tepalcingo. ¿Cómo se mantiene la dependencia política? es la pregunta obvia que surge después de leer la historia local. La respuesta de Elena Azaola constituye el núcleo del ensayo y está expuesta en los capítulos II-IV.

Los elementos de la organización social y eco- nómica tratados por Azaola son la familia, el com- padrazgo, la estratigicación étnica y la feria de Tepalcingo. Se establece una discusión de la agri- cultura como actividad económica principal, el campesino como categoría social, la reforma agra- ria, la situación de los ejidatarios en Morelos, la tenencia de la tierra y las autoridades agrarias en Tepalcingo, la situación de las tierras de riego en el ejido, la pequeña propiedad, los cultivos de auto- consumo y comerciales, el ganado, la tecnología agrícola, los oficios en el campo, las instituciones que ofrecen trabajo al campesinado y el crédito. La conclusión principal de Azaola es que lo que relaciona entre sí a todos los factores mencionados es que después del movimiento revolucionario no surgió una nueva estructura de clases sino una nueva forma de dominio político. Esta situación se revela en el hecho de que el campesino no controla las decisiones sobre su participación en el sistema po- lítico nacional (p. 104). En el capítulo III, Azaola discute la política y los grupos de poder y aquí regresamos a las influencias de R. Adams y sus de- finiciones sobre el poder, entendido por la autora, "desde un punto de vista político" como:

. . Ja forma en que se hacen manifiestos los intereses de un individuo o un grupo social que -teniendo o no autoridad legal- tienen capa- cidad de tomar ciertas decisiones sobre algunos aspectos de interés público, es decir, que atañen a la colectividad (p. 107).

Una serie de elementos afinan la definición an- terior y relacionan al poder con el medio ambiente, las formas de ejercerlo, el control sobre lo que se considera socialmente esencial para la sobreviven- cia, la autoridad, el acceso a decidir aspectos claves de un orden social determinado, el conflicto y la

sociedad en su conjunto (pp. 107 y 108). En base a las consideraciones anteriores, Azaola discute el papel político del campesinado y llega a la conclu- sión de que la situación del mismo es la clásica de "clase en si" pero no de "clase para si" (p. 109). En breve: el campesino ha cumplido un papel de subordinado político. Para demostrarlo, Azaola analiza el sistema político del porfiriato y el actual tomando como punto de partida a la hacienda como una forma de dominio y el campesino como el objeto de ese dominio. La conclusión es clara:

. . .el factor común en los dos sistemas es el campesino como objeto de dominio, factor a partir del cual se entabla la comparación (p. 1 1 1 ).

Desde luego, lo que difiere en ambos sistemas son los matices que adopta el dominio a lo largo de su evolución. El contraste más notable entre el porfiriato y la actualidad es la diversificación pre- sente de las formas de dominio versus la monopoli- zación del régimen pasado (p. 114). Según Azaola, la diversificación de las formas de dominio es la característica sobresaliente del control político en México, y se expresa en el hecho de que no es po- sible localizar una sola institución que controle la producción agrícola o en la que se centre el ejercicio político, como sucedió con la hacienda porfirista.

Al discutir la "historia política de la comuni- dad", Azaola se pregunta cómo es posible que el pueblo haya aceptado el dominio externo o, lo que es lo mismo, cómo perdió su autonomía (p. 123). La respuesta tentativa que ofrece es interesante: afirma que el dominio externo se facilita en tanto que la comunidad se encuentra volcada cultural- mente hacia sí misma y percibe la dependencia como la única alternativa para la sobrevivencia. La hipótesis -que no respuesta- es atractiva y val- dría la pena explorarla con mayor detenimiento.

Para finalizar el capítulo, la autora introduce el concepto de "niveles de integración" propuesto por J. Stewrad y que ya ha sido comentado. Sin embargo, Azaola aclara cómo entiende el concepto y para que lo usa:

En este caso, utilizaremos el concepto para ha- blar de niveles de integración en la pol ítica como un instrumento de análisis de las partes que constituyen el fenómeno en su conjunto dentro de un sistema político nacional (p. 124).

Los niveles que Azaola distingue son el pueblo, los grupos de poder y el PRI en la comunidad. Lo

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característico del primer nivel es su división que se expresa en la conformación del segundo nivel a base de facciones y que cumple, como nivel de in- tegración, el papel de intermediario entre la comu- nidad y el exterior. En este punto, Azaola hecha mano de R. Nicholas y su clásica proposición ca- racterizadora de las facciones para concluir que la lucha por el poder al interior de la población es de carácter faccionai. Por último, el PRI: el fraude electoral, la pertenencia de todo el mundo al par- tido sin que nadie esté de acuerdo, la maniobra, el compadrazgo, el dinero fácil, el partidote. ¡Bien la descripción de Elena Azaola! y finalmente la conclusión: las comunidades rurales han sido des- pojadas de poder propio de su autonomía y de las decisiones sobre el control de sus recursos básicos.

El segundo ensayo incluido en Políticas y Con- flicto es sobrio, austero gramaticalmente hablando y, como resultado, preciso. Es el estilo de Esteban Krotz que nos presenta un análisis importante del acontecer político en Villa de Ayala, Estado de Morelos. Se empieza con la descripción del pobla- do, los recursos del medio ambiente incluyendo los cultivos, el ingenio, la tierra y el agua, los créditos bancários y se intercala una tipología de los cam- pesinos que viven en Villa de Ayala: parceleros con capital acumulado, parceleros al borde de la subsis- tencia, jornaleros con ingresos de una parcela y jornaleros. El término campesino es usado para hacer referencia a la actividad principal de la gente, la agricultura, en contraste con la existencia de otras actividades minoritarias practicadas por otro grupo llamado "profesional" (maestros, enferme- ras). La política local es descrita en un breve apar- tado a través del funcionamiento del Ayuntamiento y del Comisariado Ejidal, En seguida se discute el concepto de poder y de nuevo, la influencia de R. Adams:

Poder es la probabilidad de una unidad del sis- tema social de imponer su decisión en cuanto al acceso a cualquier tipo de recursos, incluso frente a resistencia; no importa la base de esta probabilidad (p. 209).

A esta definición adamciana se agregan los nive- les de integración sociocultural de Steward usado impecablemente como lo que es en esencia: una propuesta funcionalista. Ello le facilita a Krotz el hablar de instituciones que están funcionalmente interrelacionadas y que forman el sistema social (p. 210), Las instituciones son un medio para que se cumpla el fin, es decir, la función. Krotz intro-

duce en su ensayo la noción de "poder original abandonado1' para expresar que la política es el manejo de dicho poder para la consecución del fin comúnmente aceptado, "o sea del fin para el cual existe el sistema social en cuestión" (p. 211). Lo interesante del uso del concepto de "poder origi- nal" es que no se concibe como de carácter políti- co aunque es el origen de ese tipo de poder. En otras palabras, en algún momento de la evolución social el poder sufrió una transformación radical y se convirtió en político, en un acto de dominio y de control. Según Krotz, las relaciones entre unidades del sistema social deben definirse en interdependencia. El punto crítico en esas relacio- nes de interdependencia es la asimetría o simetría en las relaciones de poder. Aplicando este razona- miento a las proposiciones de Steward, Krotz llega a la conclusión de que existe una distinción entre racionalidad interior y exterior, para proponer que:

. . .el sistema equilibrado es el sistema que tien- de -en un proceso dinámico y dialéctico- hacia la interdependencia (simetría), y no hacia la dependencia unilateral (asimetría o dominio). La racionalidad exterior (si todavía puede ha- blarse así) para el nivel mundial-intemacional sería entonces el marco ecológico. . . (p. 21 2).

En resumen, Krotz presenta una relación en la que el marco de la ecología contiene el nivel mun- dial/internacional, el nivel nacional y el nivel local (p. 213). Krotz enfatiza el tercer nivel y empieza con un análisis del contexto familiar y su relación con la acumulación de capital y el control políti- co. El poder llega cuando se logra satisfacer cuatro condiciones: capacidad para acumular recursos que otros también requieren; no hay fácil acceso en otro lugar a esos mismos recursos; los demás no pueden contestar en forma recíproca y, finalmente los otros no tienen capacidad para tomar los recur- sos por la fuerza. En términos de la aplicación de este punto de vista al análisis de la actividad polí- tica en Villa de Ayala los resultados que Krotz alcanza son:

1. La acumulación de capital junto con la red de relaciones de parentesco consanguíneo y por compadrazgo es la base del poder del "estrato superior" (p. 221). 2. Los que han ejercido el poder político en Villa de Ayala son miembros de 5 ó 7 familias que dentro de la tipología presentada antes coinciden con el estrato superior: jornaleros con capital acumulado.

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3. Este grupo de familias acapara o controla los recursos básicos de que dispone Villa de Ayala. 4. La zona habitacional de este grupo de fami- lias está localizada en el centro de la Villa. Es este un rasgo de importancia que muestra el

grado de cohesión de quienes en general ejercen el poder en el poblado. 5. El ejercicio monopólico del poder por parte de este grupo de familias resulta en una consoli- dación repetida de su hegemonía. Este rasgo es

particularmente importante porque muestra con claridad que el poder político se ejerce en razón de los intereses del grupo familiar y no de la comunidad en su totalidad. 6. Finalmente, el grupo de familias no está ale-

jado de los conflictos internos, pero, en situa- ciones de amenaza, responde homogéneamente.

Krotz detalla los mecanismos de acumulación y como se van uniendo en un entretejido con la pro- pia organización social y los factores externos a la comunidad. Además, la monopolización de las relaciones de intermediación, que son múltiples, se

conjuga con la acumulación de capital para conver- tirse en uno de los medios más eficaces para ejercer el poder político y mantenerlo. Este aspecto es

importante porque, al igual que en el trabajo de

Azaola, está claro que la multitud de relaciones de intermediación conforma en el campo mexica- no una de las vías más sólidas del control político ejercido en última instancia por el Estado. Estos

rasgos necesitan explorarse más porque constitu- yen, desde mi punto de vista, elementos concretos del ejercicio del poder en términos clasistas que muestran la heterogeneidad de la clase dominante

y su concreción variada debido al peso de las con- diciones locales. Finalmente, Krotz introduce un apartado sobre la "cultura política", término que evidencia la influencia de la politologia norteame- ricana vía sus más conocidos exponentes, Verba, Pye, Weiner, La Palombara, Binder y Coleman. El resultado de la aplicación de este concepto es "des- cubrir" que existe una ideología que legitimiza el autoritarismo y no prevee la democracia como alternativa viable para el ejercicio del poder. Al señalar las relaciones entre la comunidad y el "sis- tema superior", Krotz refuerza este argumento al afirmar que los campesinos de Villa de Ayala no

ejercen ningún poder, no participan en absoluto en la toma de decisiones que afectan sus propias vidas. La conclusión de Krotz es pesimista ante el

peso de una realidad tan tajante:

. . .las experiencias históricas de las rebeliones

campesinas y, no en último lugar, la misma revolución mexicana han demostrado la actitud más bien rebelde que revolucionaria del campe- sino, además de su "pequeño poder de retención" en el mismo proceso de cambio. La interioriza- ción del dominio por parte de los dominados es una barrera bien desarrollada durante mucho tiempo y ahora su mecanismo es mucho más efectivo, (p. 249).

No obstante, la puerta al cambio está abierta:

Y de ahí que la mencionada resistencia del cam- pesinado, que al comienzo de la historia de la humanidad era creatividad, podría despertar de nuevo como tal, a pesar de y, tal vez precisamente por, todos los problemas indicados -mostrados aquí en el caso de un pueblo del estado de Mo- relos- para cambiar profundamente las relacio- nes sociales de nuestro país (p. 251).

En los inicios de la década de los setentas adqui- rió importancia entre los antropólogos mexicanos la discusión sobre los campesinos, como parte de una respuesta a la presencia indigenista en el que- hacer de la antropología mexicana. Bastante pron- to se delinearon las posiciones polares sostenidas

por los que afirman la desaparición inevitable del

campesinado que se transformará en proletariado y los que, en contra de ese punto de vista, sostienen

que los campesinos cada vez son más y terminarán

destruyendo el actual orden social. La discusión fue enmarcada dentro del análisis económico como consecuencia de la suposición primero, que los

campesinos se convertirán en proletarios y, segun- do, que pertenecen a otro modo de producción articulado al capitalista. Ambas posiciones necesi- tan el argumento económico para demostrar a la otra que está equivocada. Por ello, el análisis polí- tico ocupa escasa atención a esta polémica que, a mi juicio, ha llegado al límite que las bases sobre las que fue planteada establecían desde un princi- pio. Cuando Arturo Warman publicó su segundo libro, . . . Y venimos a contradecir (1 976) esta dis- cusión estaba en pleno auge y no había estudiante de antropología en México que no hiciera su tesis final sobre los campesinos y su economía siguien- do a una u otra de las corrientes anotadas. En el caso de la obra de Warman hay la intención de

analizar, además, la relación entre el campesinado del oriente de Morelos y el Estado Nacional, lo

que, en ese momento, constituía un elemento

nuevo, como lo fueron los estudios publicados por Krotz y Azaola. Es cierto que Karl W. Wittfogel le dedicó toda su energía a ese tema, pero en México

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la discusión comenzó por el ángulo econòmico en medio de un gran pleito (que todavía no termina) para etiquetar al campesinado o como conglome- rado en extinción o como sociedad revitalizada cada vez que el Capital la toca.

El libro de Warman es, en muchos aspectos, producto de las múltiples influencias que la antro- pología recibió en México durante la importante segunda parte de la decáela de los sesenta y comien- zos de los setenta. La influencia de Angel Paierm es una constante enei impulso de nuevas corrientes y temáticas introducidas en ese periodo al país. El libro de Eric Wolf, Peasants {Campesinos) se con- virtió en la referencia obligada de todo campesino- logo junto con los puntos de vista del llamado "evolucionismo multilinear1 personificado por Paierm, Steward, Mintz, Kaplan, Manners, Wittfo- gel, Wolf, entre los más connotados. Hasta Marx fue transformado jubilosamente en un "evolucio- nista multilinear* y precursor de la ecología cultu- ral desarrollada por los antropólogos.9 Quizá Arturo Warman es uno de los antropólogos mexicanos que con más intensidad vivió estas influencias y las des- arrolló tanto en su propio trabajo como en el de sus alumnos. Agreguemos a ello la notable facili- dad con que fueron aceptadas las propuestas ener- géticas de Richard Adams y que también están presentes en el trabajo de Warman.

9 En los prolegómenos de 1968, los estudiantes de la EN AH estaban planteando los límites del indigenismo. Se hacían eco de una generación anterior, la que participó en la huelga del Politécnico Nacional en 1957, y que en los años anteriores al 68 formaban el cuerpo docente más interesante de esos días. Los estudiantes buscaban temas nuevos, horizontes renovados, para una antropología que les parecía agotada en su exclusiva preocupación por los indios de México. Fue así como se constituyó un terreno propicio para la introducción del campesinado y su situa- ción como el nuevo tema de la antropología en México. Chayanov, Steward, Wolf, Sahlins, Minz, Firth, Wittfogel, fueron algunos de los autores que Angel Paierm comenzó a popularizar en la EN AH alrededor del año de 1966. Des- pués de 68, se exageró la reacción contra el análisis de los indios y se cometió el error de abandonarlos hasta nuestros días en que la discusión sobre la etnicidad y la nación los vuelve a traer a los primeros planos de la preocupación académica y política. Hay que decir también que la sor- presa generalizada que causó la brutal represión desencade- nada por el Estado a través del ejército, constituyó un acicate para analizar la naturaleza de la política. No es una casualidad que algunos de los estudiantes graduados en aquella época saliesen a estudiar antropología en uni- versidades norteamericanas, francesas e inglesas con dos temáticas fundamentales en mente: la política y la econo- mía. El periodo que va de 1969 a 1973 constituyó un tiempo de lectura y reflexión cuyos resultados están a la vista en la producción que hemos comentado.

. . . Y venimos a contradecir es un libro que se propone explicarnos por qué persisten los campe- sinos en México analizando como ejemplo el Oriente de Morelos. El análisis se remonta a la formación de la sociedad colonial como parte de un método que se apoya en la situación presente para guiar la búsqueda del pasado y comprender "la evolución de los procesos que hoy parecen más relevantes para explicar la persistencia de los cam- pesinos" (p. 11). La preocupación anterior debe entenderse en el contexto de una cuestión princi- pal planteada por Warman y es la de aclarar:

. . .cuáles son las fuentes del cambio estructural en México, qué fuerzas son más poderosas y cuáles son sus contradicciones más agudas, quiénes son los protagonistas más recios e importantes en este proceso (pp. 13-15).

Desde las primeras páginas, Warman nos ofrece su respuesta afirmando que el principal agente de la explotación del campesino es el Estado, entidad que es concebida a la Wittfogel como el creador de las condiciones que posibilitan la cohersión econó- mica. Warman reconoce que ni el Estado ni los campesinos son entidades autónomas y homogéneas y la contradicción entre ambas no es la única, pero si la principal. Y ello es así porque -de acuerdo con Warman- sólo esta contradicción puede gene- rar los cambios que necesita el país para transfor- mar los rumbos de su desarrollo actual. El libro de Arturo Warman está armado para demostrar que, con todas las circunstancias que puedan rodearla, la contradicción entre campesinos y Estado es el motor de la evolución de la sociedad en México. Las sucesivas etapas por las que esta contradicción ha pasado están presentes en los grandes momen- tos de la historia mexicana: la sociedad colonial, el Porfiriato, la Revolución de 1910-1917 y la actual época posrevolucionaria.

Arturo Warman dedica un breve espacio a discu- tir la situación que provocó la introducción de la caña de azúcar como producto principal en medio de un campesinado cultivador de maíz. A ello hay que agregar la Hacienda como la organizadora de la nueva economía en contraste con la añeja tradición comunal y su célula básica, la familia. De aquí en adelante los campesinos se defenderán contra la pérdida de su autonomía en el manejo de sus pro- pios asuntos. El despojo de la tierra no es sólo un acto económico sino un hecho político y la estruc- turación de las condiciones que hacen posible esa combinación se localiza en el Estado. Se entiende

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que Warman afirme que "el zapatismo fue la acción de las comunidades para defender en lucha armada su supervivencia" (p. 219), cuando estalló la revo- lución de 1910. Es obvio que para el autor esta revolución fue un momento en la expresión de la contradicción principal Estado-Campesinos y su resolución ocurrió a través de la reestructuración de la misma, conformando al México contemporá- neo. A partir del capítulo IV, "El reparto", Warman inicia la descripción y la discusión de la formación del México de hoy siguiendo el hilo conductor del libro: la contradicción entre los campesinos y el Estado. La novedad de la Revolución es la persis- tencia de la comunidad campesina con su añeja estructura unida al hecho de que el capitalismo vigente en la sociedad hasta ese momento pero sin clase dominante encuentra el mecanismo para constituirla: el aparato de Estado. Es interesante el peso de los planteamientos de Wittfogel especial- mente los de su obra principal, Oriental Despotism {El despotismo oriental). La tesis que Warman

comparte con Wittfogel es que el Estado es el crea- dor del tipo de sociedad. Por ejemplo, el siguiente párrafo de ... V venimos a contradecir:

La burguesía salida del gobierno, los filibusteros, eran sin duda un grupo dependiente del Estado, carente de autonomía, siempre a la merced de las decisiones políticas del caudillo o presidente en turno, incapaz de emprender actividades productivas competitivas en un mercado inter- nacional, con excepción de la agricultura de exportación. Pero si analíticamente este pudo ser un grupo sometido al Estado, en la práctica, como gentes concretas, fueron los que domina- ron el gobierno. Esta dualidad, este ensamble machihembrado entre empresarios y gobierno, fue uno de los factores más importantes en la configuración del Estado Mexicano y del mode- lo de crecimiento del país. (p. 1 71).

Más o menos esta misma concepción se repite al final del análisis del periodo cardenista presen- tado como el inicio de la industrialización a costi- llas de los campesinos. Warman escribe:

El Estado había salido airoso en la reorienta- ción del proyecto de desarrollo capitalista mexi- cano. Había salido fortalecido y aún se había dado el lujo de ser civilizado al desterrar el ase- sinato como recurso válido para enfrentar la oposición, (p. 187-188).

Esta interpretación de la historia social de Méxi- co es recurrente a lo largo del libro de Warman y

alcanza niveles de bastante complejidad como en la parte titulada "viejos caciques, nuevos burgueses" que busca trazar el fin de un estilo político arraiga- do en una condición económica particular y el principio de la era del México moderno en donde el Estado se erige como la presencia fundamental para comprender al país. Y la contradicción persis- te con el agravante de que ahora el Estado tiene que recurrir con mayor frecuencia al ejército (pp. 289-292). En la parte última del libro titulada "Un ensayo de interpretación" (pp. 293-337), Warman hace un excelente esfuerzo sintético, revelándose como un magnífico conocedor de la escuela evolu- cionista y de su enfoque metodológico, la ecología- cultural. Este capítulo es una leción de cómo debe asimilarse y aplicarse una tendencia analítica a condiciones concretas. Estar* presentes en esta sín- tesis Palerm, Steward, Sahlins, Mintz, Wolf, Adams, Wittfogel, Geertz (Agricultural Involution), en su-

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ma, la escuela del neoevolucionismo antropológico que tanta influencia ha tenido en México. La ecolo- gía-cultural, los niveles de articulación, la familia y la comunidad, la nación y el Estado, son interpre- tados por Warman a la luz de su tesis principal: para comprender la evolución de la sociedad mexicana es necesario entender la contradicción principal que la anima entre Estado y Campesinos.1 °

Así como el libro de Guillermo De La Peña, Herederos de Promesas es la obra publicada más importante del neoestructuralismo en México, . . . Y venimos a contradecir de Arturo Warman es la mejor expresión del neoevolucionismo antropo- lógico en nuestro país. El libro en su conjunto contiene partes muy discutibles y me parece que su principal defecto es la exageración del papel del Estado. Sucede lo mismo que en la obra de Wittfo- gel en quien la crítica al Estado se convierte en la glorificación del mismo. Incluso, en el tratamiento de Warman, el Estado aparece como el creador del modo de producción bastante similar a como lo ha venido haciendo la ecología-cultural (ver, por ejemplo, a Roberto Carneiro). No cabe duda que

10 Por las características de este ensayo no entro a discutir la concepción de modo de producción que maneja Warman y su planteamiento de la existencia de un modo campesino de producción, aunque manifiesto mi desacuer- do con esa noción. Warman presenta el argumento de que existe un modo de producción campesino sin el cual la nación no es posible, y que está articulado al modo capita- lista. El Estado es el coordinador de esta articulación y como el modo campesino es el que sostiene todo ei tingla- do, la contradicción Estado-campesinado es la prlncclpal en la sociedad mexicana Aquí coincide el neoevolucionis- mo con los planteamientos neoestructuralistas que se pusieron en boga a partir de los años setenta cuando comenzaron a conocerse en el páfs las obras de la "antro- pología económica" de "la escuela francesa" como el libro de C. Melllasoux, Anthopologie Economique des Gouro a" la Cote a" Marfil (Masperó, París, 1970), Pier Philipe Rey, Las A/lanzas de Clase (Siglo XXI, México, v/e), Maurice Godelier, Racionalidad e Irracionalidad en la economía (Siglo XXI, México). Es obvia ia presencia de Althusser detrás de estos nombres. En México, también Angel Palerm, que fue un crítico tenaz de Althusser y Lévl-Strauss, aceptó el concepto de articulación de modos de producción alegando que fue propuesto por Rosa Lu- xemburgo. Véase Angel Palerm, Modos de Producción (Edicol, México, 1979) y Marxismo y Antropología en

Crisis, (Nueva Imagen, México, 1980). Enel caso de Palerm también influyó el planteamiento de Samlr Amln y las discusiones sobre el "capitalismo periférico" y el papel del Estado en el mismo. Es interesante señalar que autores como Luxemburgo o Chayanov fueron reinterpretados y se les hizo decir lo que nunca afirmaron, como la exis- tencia de "un modo campesino de producción". Sucedió en México lo que con Marx Weber en los Estados Unidos que fue discutido en base a la interpretación que de él hizo Talcot Parsons.

es este uno de los aspectos más atractivos para la discusión porque, ademas, ha sido uno dejos más reiterativos planteamientos del neoevolucionismo. ¿Por qué el evolucionismo actual tiene esa concep- ción del Estado? Quizá la respuesta se encuentre en el énfasis que hace la ecología-cultural en el Estado como una institución adaptative En térmi- nos de Warman: "El Estado no es pues una super- estructura, sino una fuerza esencial y básica para el desarrollo del capitalismo industrial/' (p. 336). Lenguaje de Marx pero contenido evolucionista y ecológico-cultural, bastante bien manejado por cierto. Aparte, esta afirmación tan tajante de Warman da cabida a que se piense que para él, la "sobreestructura" no es importante como fuerza social, sino una simple acompañante del proceso económico, y por ello se coloca al Estado como parte de la "estructura", esto es, de las condiciones materiales que enmarcan y definen el desarrollo de una sociedad. A pesar de que la tesis central del libro es difícil de aceptar precisamente por los pro- pios datos que aporta, existe una contribución importante al mostrarse con claridad el peso qué el campesino ha tenido en la conformación del México de hoy y cómo la pérdida de la autonomía de la comunidad es uno de los pilares sobre los que descansa el multifacético dominio político que la clase dominante ejerce desde. el Estado.

En 1975 se fundó el Departamento de Antro- pología de la Universidad Autónoma Metropoli- tana-lztapalapa siendo una de sus "áreas de con- centración" la de "antropología política". Dos años después de haberse iniciado el programa de estudios, en 1977, Claudio Lomnitz integrante dela primera generación de estudiantes del Departamen- to, llegó al pueblo deTepoztlán, estado de Morelos, para iniciar su trabajo con el propósito de redactar la tesis profesional. En 1978, de enero a mayo, Lomnitz continuó su investigación que presentó posteriormente en el Departamento de Antropolo- gía de la UAM-Iztapalapa convirtiéndose en el primer graduado del mismo. En 1982 se hicieron públicos los resultados de esta investigación bajo el título de Evolución de una sociedad rural (SEP/ 80, FCE, México) cuyo tema central es el poder y la política en un pueblo del estado de Morelos hecho famoso por los estudios anteriores de Robert Redfield, Oscar Lewis y más reciente, Philip K. Bock (1980). La primera parte del libro de Lom- nitz analiza la evolución del poder social en Te- poztlán desde sus orígenes coloniales hasta nues- tros días en que el pueblo está completamente integrado a una economía regional. En la segunda

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parte dei libro se discute cómo el estudio de la historia del poder modifica resultados consagrados del análisis de antiguos problemas en antropología. Lomnitz presenta una excelente descripción de la cambiante ecología-cultural del estado de Morelos

y aporta una conclusión importante al mostrar que las distancias ecológicas entre valle y montaña fue- ron acentuadas por la propia actividad humana

para que la agricultura en los Altos de Morelos sub- sidiara los costos de producción de las plantaciones del Valle. La discusión sobre las características del

municipio de Tepoztlán muestra la influencia -bien usada- de los estudios de G. Skinner sobre la vida rural en China, particularmente la organiza- ción de los mercados. La región a la que pertenece Tepoztlán está integrada por ciudades regionales, campos fértiles alrededor de las mismas y las tierras

marginales. AI analizar el poder, Lomnitz advierte la impor-

tancia de entender cómo se estructuró en la socie- dad colonial y en la primera mitad del siglo XIX

para comprender los aspectos básicos de la vida

social del Tepoztlán contemporáneo. Consecuente-

mente, Lomnitz analiza la evolución del poder por periodos que van desde el establecimiento de la Colonia (siglo XVl), la independencia, el porfiria- to, la revolución, y la posrevolución. Lo interesante del tratamiento de Lomnitz es la relación que esta- blece entre esta evolución del poder y las transfor- maciones en las fuerzas productivas. De todo ello

logra una importante conclusión:

. . Jos cambios significativos en las fuerzas pro- ductivas van ocurriendo siempre en el centro del sistema regional, en las tierras ricas, o en las industrias cañeras y mineras, de textiles. . . y que, por otra parte las fuerzas productivas en

Tepoztlán (y en la economía de tipo marginal) parecen haber cambiado poco" (p. 92).

Esta orientación está presente en todo el libro y constituye un contraste interesante con el trata- miento de Arturo Warman que acentúa los rasgos tradicionales de la vida económica del campesina- do. En la discusión de Lomnitz no hay vacilación en ir mostrando cómo el capitalismo es un modo de producción, que se configura desde los primeros días de la Colonia, introduciendo cambios básicos tanto en la organización económica como en las

relaciones políticas y la lucha por el poder. En

consecuencia, la evolución del poder es abordada desde la perspectiva de tres cuestiones: ¿cómo se han usado los recursos -las fuerzas productivas- en la histórica de Tepoztlán?, ¿quiénes los han

controlado? y ¿de qué manera se ha ejercido el

poder sobre aquellos que carecen de control sobre los recursos? En la Colonia, la clave para entender la estructuración del poder radica en el control sobre la fuerza cohercitiva, la propiedad de la

tierra, los productos del trabajo, el capital produc- tivo (tecnología y dinero) y la ideología institucio- nalizada. En ese contexto, Lomnitz muestra la

importancia de las alianzas y del establecimiento de las relaciones de clientelazgo político que llegan hasta nuestros días, junto con la pérdida de la autonomía de la comunidad. En la Colonia esto se

expresa en un sistema de poder en que las institu- ciones que gobiernan la comunidad tienen una naturaleza supracomunal. La relación entre las instituciones supracomunales determinaron el

"campo político". El liderazgo indígena pasó a la naturaleza de intermediario y la capacidad media- dora de los líderes constituyó su base de poder. Durante la independencia, el Estado Mexicano mostró su debilidad y los niveles comunal y regional adquirieron una importancia mayor al nacional en términos no sólo políticos sino eco- nómicos. El Porfiriato significó la llegada del caci-

cazgo como forma de dominio con base de poder en el control de las tierras cultivables, de la presi- dencia municipal, del comercio y de las fuentes de crédito para el pueblo. El cacicazgo desplazó la intermediación.

La Revolución Mexicana constituyó un cisma en Tepoztlán y una de sus consecuencias políticas más importantes fue la aparición del faccionalismo

y la profundización de la brecha entre pobres y ricos. La lucha faccionai se identificó entre los Bol-

cheviques (los de arriba, los pobres) y los Centrales

(los ricos). En términos de la estructura política prevaleciente, el grupo bolchevique dirigió el movi- miento contra los caciques. Lomnitz analiza en detalle las bases sociales de ambas facciones y de su ideología. Al mismo tiempo que ocurre la lucha

faccionai, la economía empieza a diversificarse sobre todo en el periodo que va de 1936 a 1960 en

que "se cimentan las bases de la configuración po* litica actual en Tepoztlán". La influencia de este hecho económico que se expresó en la creación de fuentes alternativas de ocupación, relación con varios mercados y actividades nuevas, fue el cam- bio en la estructura del poder signado con el fin del cacicazgo. Pero ello también significó la depen- dencia política de la comunidad hacia las institu- ciones externas: Estado Local (Morelos) y Estado Nacional. En 1940, el nuevo liderazgo que el ante- rior contexto produjo se configuró y nuevamente

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surgió el intermediarismo. Lomnitz explica con claridad lo que había sucedido:

En resumen, el proceso de centralización polí- tica y económica acabó con la posibilidad de gobernar únicamente con la fuente interna del pueblo, y se requirió de puntos de articulación entre Tepoztlán y el Gobierno del Estado. Estos puntos de articulación fueron provistos princi- palmente por dos miembros de una familia Te- pozteca que alcanzó y logró mantenerse en puestos políticos de alto nivel en el Estado por muchos años así como por el creciente contin- gente turístico. Al mismo tiempo, los interme- diarios fueron desarrollando y creando sus propios intereses. . . (p. 194).

Claudio Lomnitz va mostrando cómo se conju- gan diferentes factores en la configuración de la estructura de poder local y el papel que está jugan- do el turismo defeño (gente del distrito federal), la

llegada de empresas asociadas con el mismo, la intervención de los políticos locales y la presencia del Estado. Los lazos de unión entre la historia local -el suceso cotidiano de la vida provinciana- y la histórica nacional están bien explicados y constituyen una parte sustancial del tratamiento de Lomnitz. En esta interacción de localidad y nacionalidad es importante el contrapunto que se establece entre el poder político y el control de los recursos eh su más amplia acepción, como hechos de la construcción de la vida política nacional. El "Estado" se concreta y deja de ser una misteriosa entidad que actúa desde la capital del país. En la estructura local de poder está presente el Estado

y viceversa, aquella es parte de las formas de domi- nación "nacionales".

Evolución de una sociedad rural es también un buen documento que ilustra cómo la política sirve de apoyo a las tendencias económicas. Los conflic- tos entre facciones expresan el forcejeo entre los intereses que controlan diferencialmente las ramas de la producción y es por esta razón que la victoria política de una u otra está asociada a la viabilidad económica de los recursos que controla. En la par- te final de su trabajo, Lomnitz presenta un manejo interesante de la relación entre simbolismo y poder político constituyendo la sección más sugerente del libro. La representación simbólica es analizada no sólo como una "cosmología" sino como expre- sión de las relaciones reales de poder. Los barrios, los nombres de animales, la concepción de la "políti- ca", son discutidos a la luz de la experiencia directa del trabajo de campo y en confrontación con los

"clásicos" sobre Tepoztlán, Redfield, Lewis y Bock. Se analizan aspectos esenciales de la "cultu- ra política" que -a mi juicio- constituye una aportación sustancial de Lomnitz. En estos días que transcurren en México en medio de acusacio- nes y contracusaciones de corrupción entre funcio- narios, Evolución de una sociedad rural demuestra que la corrupción no es una cuestión de tendencias individuales sino un requisito indispensable en la lucha por el poder, obtenerlo y conservarlo. Con- vence lo que Claudio Lomnitz escribe:

Así, una de las manifestaciones más claras de política cotidiana (las acusaciones de corrup- ción) resulta ser, por encima de muchas cosas, un lenguaje en que se frasean contradicciones entre actores políticos; frecuentemente la acu- sación de corrupción es una forma de ocultar los verdaderos motivos del antagonismo entre grupos políticos, (p. 299).

Esta importante conclusión es válida para la vida nacional y resulta útil en estos momentos del

panorama de la lucha por el poder en el país. El análisis anterior es unido al aspecto del por qué de las actitudes políticas que asumen los Tepoztecos. En breve, la participación política del Tepozteco medio no es sistemática en apariencia, pero si bas- tante concreta. Esta característica es explicada a partir de varios factores y se alcanza un resultado importante que Claudio Lomnitz expresa así:

El Estado mexicano posrevolucionario no es un caso clásico de Estado Burgués. Más bien surgió de una coalisión de clases y grupos que en su conjunto se subordinan a un modo de produc- ción capitalista dominante. . . Así, una de las bases de poder más importante del Estado me- xicano es su capacidad de provocar y apaciguar conflictos. La capacidad de apaciguar es una función típica del Estado capitalista según lo ha descrito Lenin; sin embargo, la capacidad de crear conflictos es una característica sui 'generis de los Estados populistas (pp. 302-303).

Con la referencia anterior, Lomnitz descubre por qué los Tepoztecos se resisten a una participa- ción cotidiana en la política:

Yo sostengo que la mayoría de la gente tiende a evitar involucrarse en la política cotidiana por- que siente que en ella no se están decidiendo los asuntos que se dicen estar decidiendo. Más bien, los Tepoztecos reconocen que los conflictos -casi independientemente de su contenido

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específico- son utilizados por los políticos para sus propios fines, (pp. 303-304).

La anterior conclusión derrumba los argumentos tenazmente sostenidos por la politologia norte- americana en su versión funcional ista (Scott, Ver- ba, Hansen, etc.) sobre la "pasividad", "falta de interés", "personalidad irresponsable" y otras lin- dezas que esa corriente le supone al pueblo mexi- cano. El tratamiento de Lomnitz prueba que existe una clara percepción popular de lo que es el Estado y la política y del tipo de respuesta consecuente con ello.

Los trabajos que he comentado como perte- necientes a una corriente "ecológico-cultural neo- evolucionista" se desarrollaron en el Estado de Morelos, tanto en pueblos que han sido foco de interés de los antropólogos hace años (el caso de Tepoztlán), como en los recién descubiertos en años finales de la década de los sesenta y analiza- dos con intensidad durante todos estos últimos años. Para finalizar esta sección comentaré un libro que describe y discute un contexto diferente, Los Altos de jalisco: me refiero a la obra de Tomás Martínez y Leticia Gándara, Política y Sociedad en México: el caso de Los Altos de Jalisco (SEP/INAH, México, 1976).

La región de Los Altos de Jalisco había perma- necido intocada por historiadores y antropólogos hasta que a partir de 1970 se comenzó a publicar sobre sus características. En 1 972 un grupo de inves- tigación del entonces CIS-INAH (actual CIESAS) dirigido por Andrés Fábregas, llegó a la región para estudiar tres aspectos: la economía, la política y el movimiento campesino de los cristeros. Uno de los resultados publicados de esa experiencia es el libro de Martínez y Gándara, escrito bajo la influencia de los planteamientos de Steward, White, Adams y los otros clásicos del neoevolucionismo antropológico. El volumen reúne dos trabajos, el de Tomás Martí- nez titulado "Formación y transformación de una oligarquía: el caso de Arandás, Jalisco" y el de Leticia Gándara, "La evolución de una oligarquía: el caso de San Miguel El Alto, Jalisco". Ambos trabajos fueron presentados como tesis profesiona- les para obtener la licenciatura en antropología social en el entonces Departamento de Antropolo- gía de la Universidad Iberoamericana y reflejan la aceptación que tenía en México en esos momentos ia corriejite neoevolucionista.

Los ensayos de Martínez y Gándara tienen como objetivo explicar el origen, permanencia y transfor- mación de las oligarquías alteñas ejemplificadas por

los casos de Arandas y San Miguel El Alto. En los dos casos se remarca el uso de los conceptos de Eli- te y Oligarquía dentro de definiciones amplias sobre la política en general. Tomás Martínez usa el tér- mino Elite en el sentido que le ha dado Antonio Leeds para estudiar la organización del poder y su funcionalidad. En consecuencia plantea a la Elite como la "conciencia organizada" de la oligarquía que conforma su "base". Como complemento Introduce la opinión de Suzanne Keller sobre las elites estratégicas y las elites segmentarlas para sig- nificar la especlalización en el ejercicio del poder de la "elite arandense", (pp. 36-37). El término oligarquía es usado en la forma en que lo ha pro- puesto jorge Graciaarena, como un reducido grupo de familias ligadas entre sí por vínculos reales o ficticios de parentesco y que controlan las riquezas y los recursos del medio ambiente de manera autó- noma y monopólica (p. 40), Por "política", Martí- nez entiende la "capacidad de dominio sobre la propiedad de los recursos naturales y de poder sobre los hombres. Dicha capacidad se da en la sociedad donde se compite para obtener recompensas y para controlar a otros, para evitar ser controlados y para defender y retener los recursos que ya se po- seen." (pp. 4041).

En la anterior concepción percibimos una com- binación de los planteamientos de Morton Fried (The evolution of political society) con los de Ri* chard Adams que son constantes en todo el libro. Por su parte, Leticia Gándara usa los conceptos de oligarquía y elite en forma muy similar pero con mayor precisión en la definición de la oligarquía, señalando tres características en su composición: 1. base de poder agraria; 2. manipulación de las relaciones de parentesco; 3. predominio de las rela- ciones patrón-cliente. Estos rasgos son interpretados dentro de los marcos de la ecología-cultural, como la misma autora lo escribe:

En cuanto a la naturaleza del grupo oligárqui- co me interesa enfatizar que las familias que lo componen comparten una pauta común de adaptación con respecto a ciertas porciones claves del medio ambiente, y que es esto lo que nos permite hablar de la oligarquía como tal, independientemente de las familias concretas que la componen, (p. 158).

El problema de la política es planteado por Gándara desde una doble perspectiva que toca, por un lado, el problema del poder y del dominio y por otro, la dinámica propia de la esfera política. Desde el punto de vista dd neoevolucionismo, este

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trabajo intentó descubrir las causas de la dinámica evolutiva de la organización política en Los Altos de jalisco, usando la etnohistoria no para avanzar un ensayo de historiografía sino para apoyarse en el dato del pasado como auxiliar en la explicación evolucionista (p. 153). En ambos ensayos los resul- tados son similares e importantes para el momento en que fueron presentados. Con una argumenta- ción bien apoyada en las fuentes históricas, Martí- nez y Gándara descubren la formación colonial de las oligarquías al teñas, sus transformaciones y su estructura actual. Para este último aspecto, Gán- dara utiliza con excelencia las genealogías y logra una argumentación convincente del uso político del parentesco. En los dos trabajos resulta por de- más interesante la constatación de que las antiguas oligarquías alteñas se reestructuran y revitalizan con la Revolución de 1910 y la guerra cristera de 1926-1929.

Estos resultados son aún más sugerentes si se unen con los del Estado de Morelos en donde está claro que la Revolución de 1910-1917 dio paso a nuevas formas de cacicazgo y a la revitalización de arcaicas formas de dominio político. Los estudios políticos de Martínez y Gándara nos revelan a un México posrevolucionario profundamente latino- americano, a un país efectivamente regionalizado por virtud de sus características formativas como tal y, finalmente, un Estado que adquiere sus perfi- les definitivos como consecuencia de la expansión e internación del capital bajo la práctica del colo- nialismo. En este sentido, es ilustrativo el manejo que hace Gándara para mostrar la influencia de los cambios tecnológicos sobre las formas de propie- dad y finalmente, sobre la estructuración misma de la oligarquía (p. 206). No obstante que se puede discutir acerca del enfoque que guió ambos traba- jos, es indudable lo convincente de la descripción que descubre cómo la oligarquía finca su dominio en el control monopólico de los recursos. Ello está bien descrito pero no suficientemente explicado. Lo interesante es que cuando lo intentan, los autores se ven necesitados de abandonar el forcep ecológi- co, como sucede en el caso de Gándara (p. 220).

Señalé que estos trabajos fueron hechos en me- dio del entusiasmo que despertó el neoevolucionis- mo en las jóvenes generaciones de antropólogos mexicanos. Por ello, los autores sufren las confu- siones de la época como el no poder separar "las respuestas adaptativas" de lo que en verdad es la actividad histórica de la sociedad. El resultado es un mecanicismo no buscado pero que está implíci- to en el enfoque de la ecología-cultural. Por ejem-

plo, Martínez afirma que "un esquema de clase" es inaplicable porque pertenece a un marco "macro- sociológico" cuando en la introducción de su tra- bajo ha manifestado su deseo de discutir el plano nacional desde la perspectiva regional. En conse- cuencia, cuando se aborda al Estado este aparece como una "unidad coordinadora" del proceso adaptativo al igual que las oligarquías son plantea- das como producto del proceso de adaptación al medio ambiente, contradiciendo los datos de la propia investigación. Ambos ensayps son amplia- mente ilustrativos de los límites del ecologismo como también demuestran que un trabajo de cam- po hecho con rigor conduce a resultados sólidos. Más aún, Martínez y Gándara lograorn escribir un libro que es útil y que está vigente en lo fundamen- tal: el descubrimiento de las oligarquías regionales como sustento de la estructura nacional de poder, del Estado. .

Los intentos marxistas

La orientación marxista en la antropología mexica- na es antigua y tiene una tradición de la que fueron sus mejores exponentes maestros como Paul Kirch- off o Pedro Armillas. Sin embargo, la aplicación de la dialéctica materialista como enfoque metodológi- co no está aún consolidada en los análisis políticos antropológicos. El desborde del enfoque neoevolu- cionista planteado como sustituto superior de la dialéctica materialista, aunado al auge de las co- rrientes estructuralistas y el gran atractivo que causan ahora entre los intelectuales y académicos, explican en parte este hecho. Es por esa razón que será más adecuado discutir lo que son "intentos marxistas" y no una corriente inexistente, con su perfil definido y un lenguaje más o menos común.

Aparte de la aclaración anterior, existe el pro- blema de la interpretación del método propuesto originalmente por Marx y desarrollado por él mis- mo a lo largo de su vida. En este sentido y debido a los límites temáticos de este ensayo, no me refie- ro al aspecto ideológico sino a ciertos intentos académicos que han buscado en las propuestas de Marx un punto de apoyo. En varios de esos inten- tos antropológicos ello no se logra y el resultado es un enfoque estructuralista con la terminología de Karl Marx.

El volumen que inició los intentos por aplicar la metodología dialéctico-materialista al análisis an-

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tropològico de la política fue el resultado de una investigación dirigida por Roger Bartra en el Valle del Mezquital, estado de Hidalgo. La obra se titula Caciquismo y poder político en el México rural (siglo XXI, México, 1975) e incluye trabajos de R. Bartra, E. Boege, P. Calvo, jorge Gutiérrez, V. Raúl Martínez y Luisa Paré. Para los fines de este ensayo comentaré los artículos de Bartra y Paré que son representativos de la orientación general del libro. En el caso de Luisa Paré, su investigación fue desarrollada en la Sierra Norte de Puebla, terri- torio ocupado casi en su totalidad por población indígena. Las preocupaciones que guiaron al equi- po de investigación son explicitadas en la intro- ducción al volumen (p. 2-3) y pueden resumirse en dos preguntas: ¿por qué el Estado se ha puesto en contra del caciquismo cuando antes lo apoya- ba? y ¿por qué surgió el caciquismo y qué nuevas formas de dominio están en vías de reemplazarlo? En todos los trabajos se concluye que el aparato del Estado ha logrado en México una cierta esta- bilidad política debido a una estructura de media- ción que ha absorbido las contradicciones entre clases y entre fracciones de una misma clase. Esta estructura de mediación surgió de la propia Revo- lución Mexicana y el caciquismo fue su primer

apoyo. Pero, la estructura de poder en el campo mexicano se ha ido transformando en virtud del desarrollo capitalista que exige nuevas estructuras de mediación, explicándose por ello la actitud del Estado contra las formas caciquiles de dominio. El complemento de estas conclusiones comunes a los autores del libro, es que existe una contra- dicción entre la fracción de la burguesía que está dispuesta a poner al día el capitalismo mexicano y la que está representada por la "burguesía agra- ria" (terratenientes y comerciantes) que se siguen apoyando en el control de la agricultura y el caci- quismo. Estas conclusiones se apoyan en el plan- teamiento general propuesto por R. Bartra en el primer ensayo del volumen, "Campesinado y poder político en México". La mayor parte de este ensayo está dedicado a discutir las características económi- cas del agro mexicano. Según Bartra, "la agricultura mexicana del siglo XIX se desarrollaba por un camino que se puede identificar como la vía 'junker' (terrateniente) en su versión porfiriana. Pero la revolución de 1910-1917 y, sobre todo las refor- mas que originó un tanto tardíamente en la década de los 30, truncaron ese desarrollo" (p. 5). Bartra continúa afirmando que la Revolución Mexicana introdujo la vía "farmer" (empresarial) en la agri-

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cultura con la excepción de la tierra bajo el régimen ejidal concebida como un amortiguador de contra- dicciones sociales. Este mecanismo permitió al "Estado Capitalista" asegurarle a la burguesía las condiciones que necesitaba para su desarrollo eco- nómico. Para Bartra, la Revolución Mexicana tuvo un carácter.burgués y se gestó "en los dolores de la acumulación primitiva capitalista" como un movi- miento que perseguía la implantación plena del capitalismo (p. 7). El origen histórico de la Revolu- ción Mexicana planteó problemas al nuevo Estado y la nueva burguesía que lo controló y cuyas medi- das de política económica hacen aparecer como dual al nuevo sistema. De acuerdo con Bartra esta dualidad aparente se explica porque las partes constituyentes del sistema son un sector capitalista y otro no capitalista (el campesinado) que juntos "conforman una sola formación socioeconómica subcapitalista" (p. 9). En la argumentación de Bar- tra tiene importancia la renta de la tierra -tal como él la entiende- para comprender cómo funciona ese sector no capitalista. En México es muy cono- cida la tesis bartriana de que la renta de la tierra es prueba de que "la pequeña economía" (ejidos u otras formas de propiedad) es parte integrante del sistema capitalista. Pero lo es dentro de un esque- ma que plantea la existencia de un "modo de pro- ducción mercantil simple" cuya especificidad radica en que no existe la separación entre capital variable y plusvalía sino que ambos toman la forma de ga- nancia o salario (p. 1 4-1 5). La tesis central de Bartra es que en México existen varios modos de produc- ción articulados dentro de una sola formación socioeconómica dominada por el capitalismo, una tesis de impecable corte althuseriano. De aquí des- prende Bartra la existencia de tres clases en el cam- po mexicano. En sus palabras:

Existen tres clases sociales fundamentales en eí campo mexicano: la burguesía agraria, el prole- tariado rural y el campesinado. La definición de estas clases sociales se basa en la relación que estos grupos mantienen con modos de produc- ción históricamente determinados, (p. 24).

¿Cómo introduce Bartra el análisis de la políti- ca en términos de la peculiar interpretación que posee de la economía mexicana y de la sociedad en general? En primer lugar afirmando que el cam- pesinado no es capaz de controlar el poder ni de dirigir una alianza de clases, ni de representarse políticamente por sí solo. Bartra afirma que el campesinado "es explotado como proletario debi- do a su condición pequeño burguesa", (p. 25). Si

para Arturo Warman el movimiento de la sociedad en México está animado por la contradicción entre campesinos y Estado, para Roger Bartra son las alianzas entre campesinado y burguesía. Esta alian- za explica, según dice Bartra, la existencia de un "cesarismo democrático" o régimen bonapartista en el plano político. Llegamos así al centro de la argumentación de Bartra para explicar el poder político en México y es la siguiente:

Consumada la revolución de 1910-1917 se le planteó a la burguesía cómo asegurar el manteni- miento y la reproducción del sistema político recién estrenado. La estructura agraria le planteó al Estado el problema de asegurar la continuidad de una estructura en transición. La solución fue y sigue siendo la creación de una "estructura de me- diación" que tuvo su origen en las medidas tomadas por el General Calles que lograron la institucionali- zación de la participación popular y campesina y su control por el Estado. El grado de cohesión alcanzado por la estructura de mediación es la explicación de la estabilidad política de México.

La clave de la estructura de mediación consiste en que permite y usa la participación popular campesina hasta cierto nivel, por encima del cual los intereses de abajo se trastocan, en una curiosa simbiosis política, en los intereses de la gran burguesía agraria cuyos dirigentes más lúcidos comprenden que es necesario mantener el proceso de desarrollo capitalista dentro de cauces populistas, (p. 27).

Así como existen básicamente dos modos de producción en el nivel económico, en el terreno político coexisten dos estructuras de dominación que incluso se expresa en una división de la bur- guesía rural. Por un lado, hay quienes buscan la liquidación del ejido y el freno a la reforma agraria mientras que otro sector persigue lo contrario y declara que no son incompatibles el sector privado y el ejidal. Este segundo sector es el que ha compren- dido la utilidad de la estructura de mediación. La pugna entre estos sectores explica las oscilaciones de las políticas agrarias de los diferentes regímenes de la Revolución.

Finalmente, Roger Bartra destaca que en "la estructura de poder" que se basa en el agro mexi- cano existe una "dialéctica interna" necesaria de aclarar para comprender la totalidad del sistema. Dice Bartra:

La mediación y el poder directo funcionan co- mo las dos subestructuras o polos opuestos que

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integran la unidad del sistema político. Entre la estructura de mediación y la de poder directo no sólo hay una lucha continua, sino que esta contradicción interna provoca que los cambios en el sistema se desarrollen de acuerdo a un jue- go dialéctico; en esta dialéctica interna las crisis se resuelven cuando la mediación se convierte en poder directo, y este en mediación, (p. 29).

El anterior planteamiento trata de ser una expli- cación de por qué el cacicazgo está siendo reempla- zado en el agro mexicano. Según Bartra -y esta

opinión la comparten todos los autores del libro-- en sus orígenes el cacicazgo implicaba una estruc- tura de mediación en la que el cacique se hace del

poder con el apoyo de la comunidad. Sólo que ejerce el poder para defender intereses ajenos a los

que le dieron origen, y el cacique convertido en

sátrapa, se encuentra con la oposición de la estruc- tura formal de poder y deja de ser útil al sistema. El "sistema oficial" va desplazando al cacique pero a la vez va construyendo otra estructura de mediación, lo que lo obliga al uso directo del poder. Según Bartra aquí están los límites del "juego dialéctico" del que habló antes y cada vez son más las posibi- lidades de destrucción del sistema.

Apoyada en el marco conceptual anterior, Luisa Paré escribió "Caciquismo y estructura de poder en la Sierra Norte de Puebla" (pp. 31-36), con el

objeto de investigar "la proyección política de las relaciones de clase es decir, sobre la estructura de

poder", (p. 31). Se explicita que se analizará un

aspecto de esa estructura y es la organización in- formal del poder asociada al caciquismo. De acuer- do con Paré tanto el modo de producción sobre el

que el cacicazgo se sustenta como la forma de dominación política que expresa, son un freno

para el desarrollo de la región. El planteamiento de Bartra sobre la existencia

de varios modos de producción en simbiosis articu- latoria para resultar en la formación socioeconómi- ca que caracteriza a México, es retomado en su totalidad por L. Paré (y en verdad, por todos los autores del libro que lo reproducen con exactitud). Sin embargo, hay elementos que son de destacar en el ensayo de Paré. En primer lugar, su opinión de que la "estructura de poder" representa una correlación de fuerzas no entre individuos sino entre las clases sociales que en un momento dado son definitivas en la vida de una sociedad. Esta correlación se muestra tanto en la organización formal como en la informal y expresa la domina- ción de una clase sobre las otras. En segundo lugar, la propuesta para caracterizar al caciquismo como

una forma de control política característica de un periodo en que el capitalismo se internaliza en medios no capitalista. En este proceso, el poder de la comunidad tiende a desintegrarse individualizán- dose a favor de los que alientan la penetración ca- pitalista y se identifican plenamente con ella. Como dice Paré:

El resultado es una centralización del poder político y la eliminación de la participación popularen la vida política (p. 36).

En tercer lugar, el planteamiento de que un ca- cicazgo puede surgir no en el proceso mismo de acumulación económica sino a la inversa, porque las exigencias de la penetración capitalista requie- ren del control político:

Para el cual se utilizan a los líderes populares o naturales de la comunidad que, paulatinamente, a cambio de defender los intereses del capital, son corrompidos políticamente e iniciados en los secretos de la acumulación, (p. 37).

A partir de estos elementos, Paré describe la estructura socioeconómica de Zacapoaxtla después de cincuenta años de revolución mexicana. Esta ciudad serrana del Estado de Puebla es el centro de control de una importante zona que produce café y frutas. La situación social se caracteriza por la existencia de una población campesina fundamen- talmente indígena que se dedica al cultivo del café

y la fruta destinados al mercado y del maíz para subsanar el gasto familiar y el consumo. Este cam-

pesinado sobrevive en minifundios de menos de cinco hectáreas. Con ellos coexisten un grupo de campesinos sin tierra que trabajan como asa- lariados en los cafetales de la Sierra de Puebla o en los grandes ranchos de ganadería extensiva de la costa veracruzana, así como en obras de construc- ción en las ciudades. Finalmente, una "pequeña burguesía rural" fundamentalmente mestiza o

indígena en vías de ladinización que domina el sector terciario (p. 41). "Mediante el comercio, esta burguesía rural es el lazo entre la industria nacional y el comercio exterior por una parte y las comunidades indígenas por otra" (p. 41). Es

importante mencionar que Paré constata la repeti- ción de esta estructura social en cada uno de los

municipios que forman el "área de influencia" de la ciudad serrana de Zacapoaxtla. Hay que agregar que el control de una pequeña industria de aguar- diente es un factor principal en el dominio que esta "burguesía rural" ejerce sobre las amplias

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capas del campesinado. Resalta también en los datos aportados por Paré la importancia de la intermediación que el grupo social en el poder ejerce para la consecución de mano de obra indíge- na tanto la que se ocupa en los cafetales como la que trabaja en la ganadería. Los caciques se sirven de un grupo especializado llamado "sacagentes" que se dedican a juntar a la mano de obra sobre- explotada y reprimida, cuando lo consideran necesario. El punto de partida de este caciquismo es la Revolución de 1910-1917. La historia política de Zacapoaxtla después de cincuenta revoluciona- rios años se resume en una sola palabra: caciquismo.

La intermediación es claramente la fuerza polí- tica del caciquismo basado en la explotación del campesinado indígena. Todo lo que conlleva un contacto directo entre la población y las institucio- nes nacionales representa un atentado contra las formas caciquiles. Creo que este es un aspecto bien analizado por Paré y constituye una aportación duradera para comprender las formas de dominio en el campo mexicano. Más aún, Paré logra de- mostrar que el cacique es un "corredor político ("política! broker", en la literatura en inglés) que pone en contacto a la población local con la vida

nacional a través de complejos manejos de las pro- pias instituciones nacionales. Un logro importante de este ensayo es demostrar que el caciquismo es parte sustancial de las formas de dominación que sustentan al Estado Nacional, especialmente a tra- vés de las relaciones que entablan los gobernadores de los Estados con los caciques cuando ellos mis- mos no han salido directamente de ese grupo. También es importante señalar que Paré hizo un esfuerzo por explicarnos cómo interviene el paren- tesco, la religión, la ideología, la conciencia de clase, logrando un ensayo que, a mi juicio, es el más lúcido del libro, aunque la concepción de los modos de producción en coexistencia dentro de una misma sociedad es, en mi opinión, una equivocación pro- funda producto de la influencia estructuralista (vía Althusser) en autores que intentan seguir el camino analítico trazado originalmente por Marx y Engels.

En 1976 se publicó el libro de Jorge Alonso, La Dialéctica Clases-Élites en México (Ediciones de la Casa Chata, México, 1976) que busca conjugar en un sólo "modelo" la teoría de las clases sociales de Marx con la de la circulación de las élites de Vilfredo Pareto. Evidentemente se comienza con una discusión sobre el tratamiento que Marx dio a las clases sociales y el que Pareto hizo de las élites. Según Alonso "lo básico en el concepto de clases es la división del trabajo

" (p. 56) porque esta fue

la que generó el excedente de riqueza y las formas de control sobre los medios y formas de trabajo que luego se concretaron en la propiedad privada, Alonso opina que existe poca novedad en ello y agrega:

Lo que distingue al marxismo como ciencia de las demás ideologías de la sociedad no es el simple hecho de que el marxismo hable de clases sociales;. . . Lo que distingue al marxismo es la importancia que atribuye a la lucha de clases como motor de la historia. Así, las clases no existen más que en una lucha de clases (p. 56).

Esta concepción se une a la de Pareto, o a la interpretación que de él hace el autor, para produ- cir un "modelo" que incluye al propio Antonio Gramei al que se hace responsable de proponer la concreción de la dialéctica clases-élites a través de su concepto del "intelectual orgánico" (pp. 70-71). Alonso afirma que el intelectual orgánico del pro- letariado es el partido que organiza, homogeneíza y concientiza a la clase trabajadora y la conduce a la victoria política (p. 71). Según esta interpreta- ción, existe una dialéctica que hace que en toda clase se contenga la tendencia a producir una élite y en el comienzo de toda élite está el gérmen de una nueva clase. La aproximación macroanal ítica de esta concepción es la histórica abstracta y el mundo concreto está dado por una formación social particular. Desde el ángulo macroanal ítico, según Alonso, existen dos grandes divisiones, explotados y explotadores, mientras que en lo concreto hay una gran cantidad de clases. A partir de aquí se plantea que México puede ser explicado como el producto de las transformaciones de tres modelos, gracias a la dialéctica clases-élites que genera el siguiente modelo. En el primer modelo, la clase dominante y su élite no invierten sino que consu- men suntuariamente. Esta es la etapa colonial de la sociedad mexicana. Este modelo se transformó por- que una nueva élite aplicó el excedente productivo a la acumulación y ello equivale al periodo de la independencia y el porfiriato (p. 103). Finalmente entramos al tercer modelo que cubre la etapa actual de capitalismo pleno y que se configuró y se con- solidó en los años de 1 925-1 945, periodo que cubre el estudio de Jorge Alonso.

En el transcurso de la presentación de esta con- cepción, Jorge Alonso explicita su opinión sobre el poder:

. . Ja capacidad de una clase de hacer prevalecer sus intereses objetivos a través de sus capas diri-

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gentes frente a la capacidad no prevaleciente de las demás clases encabezadas por sus propias élites (p. 107).

Remata el planteamiento la afirmación de que el Estado tiene su base económica en el sistema fiscal y en las empresas públicas, sus bancos y su actividad económica propia. El Estado se convierte en empresario afianzando el sistema económico y en consecuencia los intereses de quienes controlan el sistema. El resultado de la aplicación de este "modelo" a México es el siguiente:

La revolución de 1910-1917 encumbró a una élite política que encauzó la inversión del Estado y alentó la de los particulares. Apoyó a la clase burguesa propiciando el enriquecimiento de una nueva élite terrateniente y agroexportadora y comenzó a crearse una élite industrial, otra tecno- cràtica y otra administrativa. El trasfondo de esta dinámica elitista es la lucha de clases que se discute de acuerdo a los periodos de Calles, Cárdenas, Avila Camacho y Alemán. La crisis económica del país desató la lucha de clases pero las fuerzas populares pudieron ser finalmente controladas por agentes como Lombardo Toledano. La economía fue re- organizada por una nueva élite política que Alonso llama crítica y que fue la creadora del capitalismo de Estado con su economía mixta. Mientras ello sucedía, a los obreros y campesinos se les controló a través de la organización. Alonso deduce que no existe organización obrera, campesina o popular que pueda subsistir y crecer sin el amparo de una élite política. El problema es entonces cómo surge una élite revolucionaria, que ponga su inteligencia polí- tica al servicio de las causas populares. No he encontrado una repuesta clara y convincente a este problema en el libro de Jorge Alonso. Más todavía, en un ensayo publicado en 1982, Alonso mantiene las mismas posiciones manejando la interpretación de la sociedad mexicana expuesta en su trabajo de 1976, (véase "A falta de conclusión, un comenta- rio final", en Jorge Alonso, coordinador, El Estado Mexicano, Editorial Nueva Imagen, México, 1982, pp. 395-415).

Es difícil hacer un comentario breve ante un planteamiento tan provocativo y amplio como el de Jorge Alonso. Sin embargo, noto dificultades esenciales para conjuntar conceptos analíticos que pertenecen a cuadros conceptuales no sólo distintos sino opuestos como son el de Marx y el de Pareto. Cada esquema conceptual tiene previstos, en tér- minos de su metodología, la resolución de los problemas que plantea Jorge Alonso por caminos

diferentes. Por ejemplo, el planteamiento sobre las clases sociales es, para Marx un problema de la historia social relacionado con las transformaciones en la naturaleza de la sociedad, la aparición de la economía política y del Estado. En Pareto no existe un reconocimiento de estos aspectos sino un recha- zo y el planteamiento de una perspectiva positivista bastante alejada de la dialéctica materialista. El resultado, a mi juicio, no es la conjunción de lo inconjugable sino un "ir y venir" de un conjunto a otro. Con estas salvedades, es importante reconocer que Jorge Alonso ha sido de los primeros antropó- logos mexicanos de las nuevas generaciones en abordar un problema tan complejo y difícil como lo es explicar la vida política nacional. Es, además, bienvenido el propósito de buscar caminos nuevos en la explicación y creo que ello constituye una aportación del autor.

La antropología social y la etnología han tenido, en general, una experiencia sólida en el manejo de universos "microsociológicos" cuidando de no exagerar el significado de ese término. En México existe hoy una decidida búsqueda por abandonar el nivel "local" y pasar a los análisis que permiten la interpretación de la totalidad de la sociedad. Precisamente la obra de Jorge Alonso es parte de este importante cambio que cada día se perfila más claramente hacia la explicación de las relaciones entre la historia local o regional y la que concebi- mos como historia nacional. Una de las últimas aportaciones en este sentido es el volumen colectivo Yucatán: peonaje y liberación (Fonapas-Comisión Editorial del Estado-INAH, Mérida, 1981) que contiene ocho ensayos que describen y explican las bases contradictorias del desarrollo del capitalismo en Yucatán a partir de la destrucción del porfiriato y la introducción en la región de la Revolución Mexicana de 1910-1917. Los trabajos logran mos- trar las mutuas influencias entre la historia regional y los sucesos nacionales, explicando la transforma- ción de las haciendas henequeneras, las condiciones materiales que las impulsaron y el establecimiento y fin de llamado "socialismo yucateco" de la época de Carrillo Puerto. En este sentido son muy útiles los trabajos de González y Graniel, Aboites y Do- mfnguez, que logran explicar las contingencias históricas de la lucha de clases en Yucatán en ese periodo. En los autores del libro está claro que la dominación clasista es el tema central del estudio de la política y que se sustenta sobre condiciones históricas, materiales, que se van concretando en realidades diferentes. Aboites lo resume con acierto cuando escribe:

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Otra etapa del socialismo yucateco se abre a par- tir de 1 924. . . los ejidos repartidos se convierten lentamente en elementos de desorganización de las Ligas de Resistencia; se hacen comunes las prácticas corruptas. . . Por otro lado, se define el charrismo sindical, se funda el PNR, surgen los contratistas, se avanza en la formación de un ejército federal de profesionales. Esto es, empie- za la construcción de lo que vivimos en México, hoy (Aboites, pp. 173).

El volumen Yucatán: peonaje y liberación cons- tituye una aportación importante a la comprensión de cómo la historia nacional se va haciendo a partir del suceso local y es la unión de estos dentro de una sola perspectiva histórica, con múltiples formas y matices, lo que nos permite hablar de un Estado Nacional. Creo que esta es la mejor perspectiva que tiene hoy la antropología mexicana porque, además, la llevará a cambiar teóricamente si quiere entender

la complejidad de una sociedad como la nuestra. En breve, no es sólo pasar de la 'localidad" a la "región" y a la "nación" sino romper con las tradi- ciones teóricas que son incapaces de servir como instrumentos para el análisis de esos niveles. El volumen sobre Yucatán constituye un paso en ese camino.

RENGLONES PARA FINALIZAR

He tratado de sintetizar la trayectoria que ha tenido la "antropología política" y cómo se ha desarrolla- do en particular en México y por los antropólogos mexicanos. A manera de resumen me parece que se deben destacar los aspectos siguientes:

1. La literatura antropológica sobre análisis político mantiene el acuerdo de que el poder es el tema central de esta especialización temá- tica. Varían, por supuesto, las definiciones sobre el mismo y las formas de abordarlo asi como las explicaciones sobre su naturaleza y presencia en la sociedad. 2. Los antropólogos mexicanos abordan la temática política también teniendo al poder como el núcleo del análisis. De las tendencias o estrategias de investigación practicadas por los antropólogos, en México y con respecto al aná- lisis político, dominan el neoestructuralismo(en su versión "procesualista") y el neoevolucionis- mo ecológico-cultural. Comienza a perfilarse una tendencia marxista que aún no define bien sus rasgos esenciales pero que ha comenzado a tener presencia en la literatura especializada. 3. Aunque existan diferentes estrategias de in- vestigación y distintas posiciones teóricas, es notable el dominio de la visión dual expresada en muchas formas pero con más insistencia a través de la concepción de la articulación de modos de producción diferentes, aunque se diga que conforman un solo sistema. Aceptar ese planteamiento es conceder que la naturaleza de la sociedad y la economía mexicanas es dual. Esta concepción también se expresa en varios autores que plantean la existencia de sociedades diferentes en su naturaleza dentro de una situa- ción que tiene expresiones políticas, culturales, económicas. 5. De nuevo, aunque las perspectivas analíticas sean diferentes, los antropólogos han puesto al

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descubierto la variedad de formas de dominación existentes hoy en el campo mexicano. Estas formas van desde el cacicazgo unipersonal, el institucional, hasta la formación de verdaderas oligarquías. Asimismo, es evidente la importan- cia de la intermediación para explicarse el fun- conamiento concreto del aparato del Estado. En esta perspectiva, y más claro en los intentos marxistas, es un acuerdo de que ha sido la Re- volución Mexicana de 1910-1917, el origen de las formas de dominación que hoy se practican en México. Todos los trabajos muestran este hecho junto con la pérdida de la autonomfa de la comunidad y su deformación al introducirse las prácticas que acompañan y apuntalan a las formas de dominación. Es indudable que estos resultados abren de nuevo el debate sobre la Revolución Mexicana y sus perspectivas en una

Nota bibliográfica

No he incluido el comentario sobre algunos trabajos como el volumen Desarrollo del capitalismo y trans- formación de la estructura de poder en la región de Tuxtepec, Oaxaca (SEP/INAH/ ENAH, Cuadernos de Investigación: 1) coordinado por Eckart Boege porque, no obstante el esfuerzo que representa, es una continuación de los planteamientos ya amplia- mente comentados por Roger Bartra y Luis Paré. Sin "embargo, es un libro que tiene que ser leído por cualquier interesado en la temática. Tampoco comento los trabajos más recientes de Roger Bartra porque no agregan mucho a su idea sobre "la estruc- tura de mediación" expresada en 1975. Advierto que no está incluido el ensayo de Andrés Medina, "Los grupos étnicos y los sistemas tradicionales de poder en México" (en Nueva Antropología, vol. V, núm. 20, México, enero de 1983) en parte porque

dirección que otras disciplinas también han abordado como en el caso del libro excepcional de Federico Katz,, La guerra secreta en México (Era, México, 1983). Aunado a este aspecto no es posible dejar de señalar que la antropología tendrá que acercarse más hacia los planteamien- tos históricos o si se prefiere, a estudiar con más detenimiento la historia del país para tener una comprensión más amplia de los procesos de continuidad y descontinuidad que han confor- mado la práctica de la sociedad en México. 6. Finalmente, me parece especialmente atrac- tivo el surgimiento del interés por el Estado Nacional y la proposición que empieza a des- arrollarse para entenderlo desde la perspectiva regional. La formación de regiones y el papel del poder será el tema más importante dentro de esta perspectiva.

llegó tarde a mis manos y en parte porque creo que debe discutirse en el contexto de la polémica sobre la etnicidad que actualmente se desarrolla en Méxi- co. Existen también trabajos de tesis como el de Eliseo López Cortés {La formación del Estado en la sociedad civil, ENAH, México, octubre de 1982) que es un ejemplo de rigor pero que no está al acceso de los lectores por no haberse publicado aún. El trabajo de Manuel Jiménez, Huancito: historia social y organización política de una comunidad indígena purépecha (Universidad Veracruzana, Jalapa, Ver., 1982) ganó el premio nacional Julio de la Fuente y está en vfas de ser publicado por el INI. En el prólogo que elaboré para este libro hago los comentarios sobre los aportes de M. Jiménez y consideré innecesario repetirlos en este ensayo. Por último, es importante la tesis de Emilia Velázquez Hernández, dirigida por E. Krotz y titulada Estudio sobre el ejido de San Pedro Toxin (Universidad Veracruzana, Jalapa, Ver., 1980) y que debería ser publicada.