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STEPHEN J. BALL Liverpool, Department of Education, I o de mayo de 1991, y D. REYNOLDS. Educational Politics: controversies and critiques, Lewes, Falmer Press, 1989. Este artículo fue publicado inicialmente en el British Journal of Sociology and Education, v. 14, n° 1, 1993. Stephen Ball es professor del Center for Educational Studies, King’s College, Londres. ADIÓS A LA ESCUELA PÚBLICA EL DESORDEN NEOLIBERAL, LA VIOLENCIA DEL MERCADO Y EL DESTINO DE LA EDUCACIÓN DE LAS MAYORÍAS Pablo Gentili ALGUNOS MESES ATRÁS, tuve la oportunidad de coordinar un seminario denominado “La configuración del discurso neoconservador”, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Durante los primeros encuentros, habíamos discutido algunas cuestiones relativas al desarrollo estructural de la sociedad de clases, señalando que, en el capitalismo histórico, la acumulación de capital siempre implicó una tendencia generalizada y creciente a la mercantilización de todas las cosas. Tal interpretación, derivada de las contribuciones formuladas por lmmanuel Wallerstein, implica reconocer que la expansión y generalización del universo mercantil causa impacto no sólo en la realidad de las “cosas materiales”, sino también la materialidad de la conciencia. Así, los individuos, en la medida en que introyectan el valor mercantil y las relaciones mercantiles como patrón dominante de interpretación de los mundos posibles, 339 aceptan —y confían— en el mercado como el ámbito en que, “naturalmente”, pueden —y deben— desarrollarse como seres humanos. En el capitalismo histórico, todo se mercantiliza, todo se transforma en valor mercantil. Discutir estas cuestiones en un curso de graduación acostumbra crear algunas dificultades de contenido expositivo. Y, en honor a la verdad, el día en que habíamos abordado estos asuntos, un alto grado de abstracción en nuestra exposición nos había impedido dedicar algún tiempo a la presentación de ciertas referencias empíricas que volviesen más Comprensible la forma en

Adiós a La Escuela Pública - Pablo Gentili

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Es sobre la escuela pública y como la odiamos y debemos cambiarla : B

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STEPHEN J. BALL

Liverpool, Department of Education, Io de mayo de 1991, y D. REYNOLDS. Educational Politics: controversies and critiques, Lewes, Falmer Press, 1989.Este artculo fue publicado inicialmente en el British Journal of Sociology and Education, v. 14, n 1, 1993.Stephen Ball es professor del Center for Educational Studies, Kings College, Londres.Adis a la escuela pblica El desorden neoliberal, la violencia del mercadoY EL DESTINO DE LA EDUCACIN DE LAS MAYORASPablo GentiliAlgunos meses atrs, tuve la oportunidad de coordinar un seminario denominado La configuracin del discurso neoconservador, en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Durante los primeros encuentros, habamos discutido algunas cuestiones relativas al desarrollo estructural de la sociedad de clases, sealando que, en el capitalismo histrico, la acumulacin de capital siempre implic una tendencia generalizada y creciente a la mercantilizacin de todas las cosas.Tal interpretacin, derivada de las contribuciones formuladas por lmmanuel Wallerstein, implica reconocer que la expansin y generalizacin del universo mercantil causa impacto no slo en la realidad de las cosas materiales, sino tambin la materialidad de la conciencia. As, los individuos, en la medida en que introyectan el valor mercantil y las relaciones mercantiles como patrn dominante de interpretacin de los mundos posibles,339

aceptan y confan en el mercado como el mbito en que, naturalmente, pueden y deben desarrollarse como seres humanos. En el capitalismo histrico, todo se mercantiliza, todo se transforma en valor mercantil.Discutir estas cuestiones en un curso de graduacin acostumbra crear algunas dificultades de contenido expositivo. Y, en honor a la verdad, el da en que habamos abordado estos asuntos, un alto grado de abstraccin en nuestra exposicin nos haba impedido dedicar algn tiempo a la presentacin de ciertas referencias empricas que volviesen ms Comprensible la forma en que esta tendencia estructural se materializa en la vida cotidiana de nuestras sociedades.

Una semana ms tarde, al volvernos a reunir, Nora, participante del seminario, pidi contar una experiencia. Relat que haba estado pensando en la pertinencia de aquel proceso tendente y progresivo de mercantilizacin de todas las cosas. Preocupada, lleg un da al saln de clases (Nora trabaja como profesora de una escuela pblica) y pregunt a sus alumnos de tercer ao: Qu es lo que no se puede comprar con dinero? Los casi cuarenta nios y nias la miraron sorprendidos, tal vez sospechando que se trataba de otra locura tpica de su profesora polticamente inquieta. Nora, insistente, volvi a preguntar: Qu es lo que no se puede comprar con dinero? Despus de interminables segundos de silencio, uno de los nios ensay una respuesta: Un trasatlntico. Confiado, otro arriesg: jugar ftbol con Maradona. Otro dijo: una casa con campo de ftbol y tenis. Otro: toda la coleccin de la Barbie. Pasar un da con Xuxa", imagin otro... Las respuestas comenzaron a escucharse por el saln de clases. Nora

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intentaba en vano organizarlas. Nadie esperaba su turno para hablar. De repente, todos queran contar aquello con que soaban y, probablemente, jams podran tener. Para ellos, lo que no se poda comprar con dinero era aquello que nunca podran comprar con el dinero que imaginaban tener un da.Los participantes del seminario oan atentos el relato de Nora. Ella concluy categrica: Creo que, cuando es difcil reconocer algo que no sea comprable con dinero, o sea, cuando la relacin mercantil invade todo completamente, nuestra propia tarea de defensa de la educacin pblica se torna cada vez ms compleja. Creo que las personas y eso se ve por los nios estn diciendo adis a la es cuela pblica, tal vez sin darse cuenta".La experiencia de Nora me impresion profundamente, y creo que es apropiada para comenzar nuestro trabajo. En efecto, trataremos de desarrollar aqu algunas reflexiones temporales dirigidas en dos direcciones. Vamos a sustentar que la ofensiva neoliberal contra la escuela pblica se transporta a travs de un conjunto medianamente regular y estable de medidas polticas de carcter dual y, al mismo tiempo, mediante una serie de estrategias culturales dirigidas a romper con la lgica del sentido sobre la que esta escuela (o este proyecto de escuela) adquiere legibilidad para las mayoras. Nuestra hiptesis es que los regmenes neoliberales atribuyen a esta ltima dimensin ms nfasis de lo que en general se reconoce en los anlisis crticos. Es decir, el neoliberalismo slo puede imponer sus polticas antidemocrticas en la medida en que puede desintegrar culturalmente la posibilidad misma de existencia del derecho a la educacin (como derecho social) y de un

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aparato institucional que tiende a garantizar la concretizacin de tal derecho: la escuela pblica.No estamos ignorando el valor y la importancia que ejercen, en la ofensiva neoliberal, las estrategias polticas que permiten redefinir el escenario o los escenarios sobre los cuales este proyecto efectivamente acta y realiza su funcionalidad histrica. Por el contrario, lo que nos interesa resaltar es que esta reestructuracin del escenario poltico, econmico y social en el capitalismo de fin de siglo es asegurada o tiene mayores posibilidades de serlo- una vez que se produzca una reconversin cualitativa de las formas culturales e ideolgicas a partir de las cuales se definen c interpretan las nociones de democracia y derecho.El neoliberalismo, para triunfar y en muchos casos lo est haciendo, debe romper la lgica del sentido comn mediante la cual se leen estos principios. Debe, en suma, crear un nuevo marco simblico-cultural que excluya o redefina tales principios reducindolos a su mera formulacin discursiva, vaca de cualquier referencia de justicia e igualdad.El DESORDEN NEOLIBERALMucho se ha escrito acerca del neoliberalismo y no es nuestra intencin insistir en reiteraciones innecesarias. De cualquier forma, nos interesa destacar aqu un aspecto de fundamental importancia para comprender la naturaleza y el sentido que este proyecto asume en el contexto ms amplio del sistema mundial: el neoliberalismo expresa una salida poltica, econmica, jurdica y

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cultural especfica para la crisis hegemnica que comienza a atravesar la economa del mundo capitalista como producto del agotamiento del rgimen de acumulacin fordista iniciado a partir del fin de los aos 60 y comienzo de los 70. El (los) neoliberalismo(s) expresa(n) a necesidad de restablecer la hegemona burguesa en el cuadro de esta nueva configuracin del capitalismo en un sentido global.La crisis del fordismo escenario a partir del cual se difunde y consolida esta alternativa puede ser definida y explicada en ciertos niveles especficos que la caracterizan (Hirsch, 1992: 27-35):a. la crisis de la organizacin taylorsta del trabajo;b. la crisis del Estado de bienestar corporativista;c. la crisis del Estado intervensionista;d. la crisis ecolgica;e. la crisis del fordismo global;f. la crisis del individuo fordista.El neoliberalismo surge como reaccin y alternativa histrica a la crisis de estos niveles, cuyo tratamiento ms detallado escapa a los lmites de este trabajo. Este tipo de resolucin o salida del agotamiento del rgimen de acumulacin fordista definir un especial proceso de reestructuracin del capitalismo en un sentido global y la consecuente imposicin de una nueva estructura hegemnica poltico-ideolgica, compatible con el ciclo que se inicia (Hirsch, 1992: 18).Situar al neoliberalismo en este contexto es importante en trminos analticos e implica el reconocimiento de algunas dimensiones terico metodolgicas en relacin con la nocin de crisis y con carcter que ella posee

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en una comprensin crtica del desarrollo capitalista. En efecto, el capitalismo atraviesa, a lo largo de toda su historia, por una serie de procesos de cambios y rupturas cualitativos y cuantitativos. Estos procesos (tambin identificados como dinmicas de crisis) son permanentes y cclicos, e implican todas las esferas de la prctica social (Gentili, 1994a). Toda dinmica de crisis, al mismo tiempo en que expresa necesidad dominante para resolver las contradicciones inherentes a este tipo de sociedades, constituye una nueva instancia generadora de contradicciones en diversos grados que definirn la idiosincrasia del periodo que se inicia despus de cada ruptura. Tal proceso no cuestiona la naturaleza y el carcter del modo de produccin, pero s imprime a este ltimo una renovada morfologa de sentido transitorio y relativamente estable qu se reproducir hasta el surgimiento de una nueva crisis. Los periodos a los que nos referimos se definen por la reformulacin histrica de la dinmica que caracteriza la acumulacin de capital y, consecuentemente, por el establecimiento de un nuevo modo de dominacin indisolublemente articulado a ella:El carcter de las diferentes formaciones que el capitalismo ha generado en el curso de su desarrollo histrico est definido por una determinada estrategia de acumulacin, un modelo de acumulacin y una estructura hegemnica correspondiente. Por decirlo de una manera ms simple, las crisis estructurales del capitalismo histricamente ocurren cuando, dentro del marco de un determinado modelo de acumulacin y una determinada estructura hegemnica, ya no es posible movilizar suficientes tendencias contrarias

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a la cada de la tasa de lucro y cuando la consecuente valoracin del capital requiere una transformacin capitalista. Las crisis seculares son entonces las crisis de formaciones sociales integral, coherente y estructuralmente establecidas, crisis de un bloque histrico en el sentido gramsciano, y su funcin consiste en revolucionar esa estructura de tal modo que el proceso de acumulacin pueda de nuevo continuar sobre una base social (Hirsch, 1992: 19).La crisis, en este sentido, es siempre una crisis global que causa impacto no solamente sobre la vida econmica, sino tambin sobre la poltica, las relaciones jurdicas, la cultura, etctera. Es en el contexto ms amplio de la crisis del fordismo (y de la necesidad estructural de establecer y construir un nuevo modo de dominacin) que las estrategias polticas y culturales del neoliberalismo adquieren sentido. Lejos de resultar la opcin natural a tal proceso de recomposicin, el neoliberalismo constituye su expresin histrica dominante cuya funcionalidad consistir, precisamente en garantizar el reestablecimiento de esta hegemona.Nuestras referencias a las dinmicas de reforma estructural presuponen el reconocimiento de que los periodos poscrisis acaban en numerosos desafos para la clase dominante o para las fracciones de ella que hegemonizan el proceso. Se trata no slo de crear un nuevo orden econmico y poltico (tal como defienden alternativamente las versiones economicistas o policistas), sino tambin de la creacin de un nuevo orden cultural. Sealamos al inicio que los neoliberales atribuyen a esta

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dimensin un papel fundamental. La creacin y recreacin de este nuevo orden cultural se adaptan a tres trazos caractersticos del posfordismo. Al mismo tiempo que dan sentido y coherencia al periodo, ellos ganan materialidad simblica gracias a los parmetros interpretativo-ideolgicos que el neoliberalismo trata de imponer. Continuando tambin con las contribuciones de Hirsch, los factores que definen, en parte, la idiosincrasia del posfordismo son:1. la organizacin postaylorista del trabajo;2. el carcter estructuralmente dual de la sociedad,y3. el nuevo Estado autoritario poskeynesianismo.

Sobr el primer factor no nos detendremos mucho, ya que hicimos algunas referencias a l en otros estudios (Gentili, 1994a; Genlili, 1994b; vase tambin Frigotto, 1993). Simplemente, oigamos que la organizacin postaylorista del trabajo ha implicado un cambio radical en la estructura de apreciaciones de las empresas tanto como en las calificaciones requeridas para el desempeo de las nuevas y anteriores funciones en el mercado de trabajo; una redefinicin de las formas productivo-organizacionalcs vigentes; la modificacin sustancial de los patrones de disciplina de la fuerza de trabajo y de reordenamiento jerrquico en la propia empresa, etctera. En nuestros estudios, indicamos que tales cambios aun cuando no cuestionan los ncleos invariables que caracterizan la organizacin del trabajo manual e intelectual, polarizacin y segmentacin de los trabajadores, etctera) son de fundamental importancia para la

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comprensin de los cambios morfolgicos que el capitalismo atraviesa en materia productiva en el periodo actual (Gentili, 1994b).El posfordismo tambin se caracteriza por la cristalizacin de un modelo social fundado en la dualizacin y en la marginalidad creciente de sectores cada vez ms amplios de la poblacin. En este caso es vlida la misma observacin que en el punto anterior: no es que el posfordismo origine un proceso indito y desconocido en las sociedades capitalistas. Por el contrario, en l se potencializa el carcter estructuralmente dual que ha caracterizado histricamente a este tipo de sociedades. Y lo hace con una peculiaridad nada despreciable en materia cultural: la transparencia. Las sociedades duales sociedades de ganadores y perdedores, de insiders y outsiders, de integrados y excluidos, lejos de presentarse con un desvo patolgico del aparentemente necesario proceso de integracin social que debera caracterizar a las sociedades modernas, constituyen hoy una evidencia inocultable de la normalidad que regula el desarrollo contemporneo de las sociedades competitivas. Aunque sea cieno que en el Tercer Mundo este carcter dual (y dualizante) se expresa con inusitada salvajera, el apartheid social atraviesa implacable la economa-mundo, mucho ms all de las diferencias particulares con que se manifiesta en cada escenario regional. La sociedad posfordista es una sociedad dividida. En la perspectiva conservadora, no es malo que sea as es, incluso, deseable. Para ello cumplen aqu un papel fundamental las ideologas meritocrticas y del individualismo competitivo, segn las cuales lo que justifica y legitima la divisin jerarquizante y dual de las

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sociedades modernas de mercado es el as llamado principio del mrito:[. . .] este principio sustenta que los viejos esquemas institucionales premiaban a los ineficientes, mientras los nuevos, al aumentar la dependencia de cada uno del valor de cambio en el mercado de su capacidad individual, harn que las retribuciones sean de acuerdo con su mayor o menor eficiencia como participante del sistema de trabajo social (Lo Vuolo, 1993 165).Aun cuando ideolgicamente acostumbre ser presentado como norma de igualdad (.ya que, aparentemente, permite la movilidad social en funcin de ciertos atributos que el individuo juega y conquista libremente en el mercado), el principio del mrito es fundamental y bsicamente una norma de desigualdad (Offe, 1976; Lo Vuolo, 1993). Corno tal, consagra la divisin social dual, al mismo tiempo en que la transforma en una meta por ser conquistada. Semejante esquema cuestiona la nocin misma de ciudadana (o mejor, le da un nuevo significado, otorgndole el contenido democrtico). Siendo as, tambin descarta la necesidad de existencia de los derechos sociales y polticos, los cuales, en el programa neoliberal y neoconservador, slo sirvieron para difundir un cierto clima social de acomodo y rechazo por el esfuerzo y por el mrito individual. La sociedad dual, caracterstica del posfordismo, es una sociedad sin ciudadanos o, se vale aqu la irona, con algunos miembros ms ciudadaniza- dos que oros, lo que, definitivamente, niega el sentido mismo que la ciudadana debera poseer en una sociedad

348 democrtica; de ah que en sus discursos, neoconservadores y neoliberales tengan mayor predileccin por las referencias a los consumidores que a los ciudadanos. Simplemente porque consumidor remite, sin tanta retrica, a un universo naturalmente dualizado y segmentado: el mercado. Ms adelante volveremos a esta cuestin.No menos evidente y conocida es la crisis que atraviesa el Estado de Bienestar, como forma de ajuste poltico idiosincrtico del rgimen fordista. Varios autores han destacado este proceso (Offe, 1990; Pic, 1987; Lo Vuolo y Barbeito, 1992; Whitaker, 1992; Pfaller, Gough y Therborn, 1993). Claus Offe, al sealar que este tipo de Estado ha servido como principal frmula pacificadora de las democracias capitalistas avanzadas, identifica los dos componentes estructurales que lo caracterizan:[...] la obligacin explcita que asume el aparato estatal de proveer asistencia y apoyo (en dinero o en mercancas) a los ciudadanos que sufren necesidades y riesgos especficos de la sociedad mercantil, y tambin el reconocimiento del papel formal de los sindicatos tanto en la negociacin colectiva como en la formacin de los proyectos de gobierno (Offe, 1990: 35).El neoliberalismo cuestiona con fuerza a ambos componentes, como solucin poltica a las contradicciones sociales del periodo anterior. Por eso, como afirma nuevamente Offe, el mismo mecanismo del compromiso de clase se ha convertido [por s mismo] en objeto de conflicto de clase (1990: 137). En cierto sentido, se

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torna evidente que el proceso global de crisis y reestructuracin generado como producto del agotamiento de! rgimen de acumulacin fordista causa impacto especficamente en la propia estructura organizacional e institucional del Estado en la funcionalidad histrica atribuida al aparato estatal. Esto es inevitable. Lo que no tiene nada de inevitable es la salida que los neoliberales proponen a tal proceso de reestructuracin poltica del Estado:

Qu forma de sistema poltico podemos esperar que siga el Estado keynesiano, que se basaba en el pleno empleo, en un bienestar material creciente, sindicatos fuertes, un sistema de seguridad social desarrollado, y que contaba con un modo de regulacin poltica centralizado y corporativista mediado, esencialmente, por los partidos social demcratas? El Estado posfordista deber basarse en las estructuras sociales y econmicas, as como en las divisiones y fragmentaciones sociales que estn desenrollndose como una reaccin a la crisis del fordismo, y deber desarrollar formas de regulacin poltica que posibiliten, y hasta promuevan, el establecimiento de un nuevo modelo de acumulacin y de sociedad (Hirsch, 1992: 41).

Es la lgica del mercado contra la del Estado. La subordinacin de la poltica a las reglas mercantiles, como la nica forma de regulacin homeosttica de la sociedad. Josep Pic sintetiza de forma elocuente la reaccin conservadora frente al carcter intervencionista y presumidamente ineficiente del Estado fordista:

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...] el Welfare State aument excesivamente la burocracia, que se convirti en una presin para los gobiernos; los partidos se convirtieron en ofertas electorales para el mercado de votos ms que en gestores pragmticos de la realidad; el Estado se vio obligado a suplir necesidades y provisiones que estn fuera de su alcance, y esta asistencia tan generosa foment la pereza y el abstencionismo. Los grupos de presin, en general el corporativismo, crecieron de tal manera que el Estado se encuentra sobrecargado con demandas imposibles de satisfacer. Se extendi el abanico de los derechos sociales y la poblacin espera que los gobiernos se responsabilicen e intervengan en sectores cada vez ms amplios de la sociedad, pero al mismo tiempo piden la reduccin de los impuestos y la contencin de los precios. Esta situacin se torna ingobernable y la nica salida es un retorno paulatino a las premisas del laissezfaire que contenga el gasto pblico y estimule la inversin privada, renunciando a formas intervencionistas de Estado (Pic, 1987: 10).

El cuestionamiento neoliberal al Estado que, para efectos meramente descriptivos, denominamos intervencionista (ya que el Estado siempre interviene), no debe llevar a la confusin de suponer que estos sectores niegan la necesidad de un Estado que participe fuertemente en un sentido social amplio. Lo que los neoliberales y conservadores combaten es la forma histrica especfica que asume la intervencin estatal en el periodo fondista, proponiendo, justo con eso, un nuevo padrn de intervencin de carcter ms autoritario y antidemocrtico.

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Claro que los discursos hegemnicos ocultan ese proceso, apelando al eufemismo de un gobierno y un Estado mnimo. No obstante, para destruir el modo de regulacin poltica keynesiano y para deshacerse del bienestar que caracterizaba a aquel tipo de Estado, los neoliberales necesitan recrear un tipo de intervencin estatal ms violenta tanto en el plano material como en el simblico, liste ejercicio de fuerza (que reconoce antecedentes en (i Estado de vigilancia y seguridad tambin idiosincrticos del rgimen de acumulacin fondista) asume una nueva fisonoma orientada a garantizar una tambin nueva estabilidad poltica e ideolgica. El Estado neoliberal pos fondista es un Estado fuerte, as como son fuertes sus gobiernos mnimos.Estos tres factores conforman la fisonoma del todava incipiente modo de regulacin posfordista. En ellos se expresa la necesidad de construir un nuevo orden cultural dirigido a la generacin de nuevas formas de consenso que aseguren y posibiliten la reproduccin material y simblica de sociedades profundamente dualizadas. En sentido estricto, el neoliberalismo es la expresin histrica dominante de la lucha para la construccin de este nuevo orden, lo que no implica otra cosa que la construccin de un nuevo desorden.

La violencia del mercadoEn el capitalismo histrico, el mercado (y no slo el Estado) supone siempre diversos grados de violencia y coaccin. No existe mercado sin la concomitante existencia de mecanismos histricamente variables de

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violencia, tanto de carcter material como simblico. El desarrollo y ampliacin creciente de estos mecanismos e5 uno de los atributos que trazan la direccin asumida por las polticas neoliberales en este fin de siglo.Sealamos anteriormente que, adems de los reduccionismos interpretativos de presuncin conspirativa, el neoliberalismo expresa la necesidad de reestablecer la hegemona burguesa, presentndose como salida histrica a la crisis de la acumulacin originada a partir del comienzo de los aos setenta. La dinmica abierta en este periodo fue caracterizada por algunos autores como un proceso de despolitizacin del capitalismo (Barros de Castro, 1991), cuyo eje fundamental es la reimposicin de las reglas mercantiles sobre las de la poltica. Lo que neoconservadores y neoliberales cuestionan es, no slo la aparente ineficiencia del Estado para actuar en el terreno estrictamente econmico (proponiendo de esta forma las conocidas frmulas privatizadoras y sin reglamento), sino tambin la pertinencia misma de la poltica como campo y esfera de regulacin del conflicto social.Nada de esto es posible, claro, sin violencia. La Nueva Derecha, para reestablecer el ritmo de la acumulacin del capital (cuya cada evidente, tal como argumentamos, se produce con la crisis del fordismo), debe, priorizar la coaccin en detrimento de los mecanismos de legitimacin que definan la idiosincrasia misma del Welfare State.La redistribucin en el sentido keynesiano y del Estado de Bienestar no slo se haca para las- clases menos favorecidas (al menos en teora) como un estmulo para la demanda, sino tambin

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era sobre lodo un mecanismo poltico, llevado a la prctica por el Estado y por el proceso poltico. La economa de la oferta neoconservadora invirti la lgica de la redistribucin, e intent inclusive eliminarla de su programa poltico, al vender la nueva redistribucin dirigida a favor de los que estn encima como un proceso econmico natural, exigido por las demandas de eficiencia productiva del mercado |...|. Para realizar este programa de redistribucin dirigida a favor de las clases ms favorecidas es necesario dejar el mbito del mercado libre de la poltica |...]. El mercado agresivo, libre de la interferencia del Estado (que es simplemente la expresin, no podemos olvidarnos de un ideal por el cual los neoconservadores luchan, pero que nunca alcanzaron) es un espacio en el cual los ricos pueden aumentar sus fortunas mientras los trabajadores estn saje os a la coaccin de la necesidad sin la mediacin de instituciones de proteccin no mercantiles, o de organismos pblicos que cuiden, aunque sea de manera imperfecta, de sus necesidades (Whitaker, 1992: 36-37,42).Las observaciones formuladas en la seccin anterior nos previenen de ciertas confusiones analticas en relacin con el carcter que asume la violencia del mercado en el capitalismo histrico. En efecto, el ejercicio de esta violencia (y su ampliacin bajo el influjo de los programas de ajuste neoliberal) do se producen contra el Estado, en un sentido abstracto. Este ltimo acta como factor decisivo para garantizar la acumulacin de capital bajo una modalidad de regulacin poltica ya dominantemente

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mercantil. Es decir, el Estado acta como un factor ms en el proceso de despolitizacin. De ah que el ncoliberalismo necesite de cualquier otra cosa, menos de un Estado dbil. Necesita un Estado que acte contra las funciones de legitimacin, proyectando y operando nuevas formas de intervencin. Nada ms falso, entonces, que el discurso anti-intervencionista que fascina a neoconservadores y neoliberales de todas las partes del mundo. El Estado ejerce !a violencia para garantizar la violencia del mercado.Pero el Estado di Bienestar se basaba (repetimos: al menos en teora y entre otros factores) en un principio subyacente de carcter democratizante en trminos potenciales: la igualdad y la necesidad de realizar acciones de carcter asistencial destinadas a mitigar desigualdades. Este ltimo constituye uno de los factores centrales que definen la reaccin neoliberal y conservadora contra el Welfarc State. Aqu la Nueva Derecha-apela sin sutileza alguna al mercado. En la perspectiva de estos sectores, la intervencin poltica dirigida a garantizar mejores niveles de igualdad (en donde sea) potencializa, ms que modera, los efectos no igualitarios que puedan existir en cualquier sistema social. Para la Nueva Derecha, solamente la libertad del mercado puede anular estos efectos. La pretensin de bsqueda de equidad del Estado de bienestar social tena su correlato, ya vimos, en una cierta concepcin de los derechos sociales y de la ciudadana que, para conservadores y liberales, es apenas una simple ilusin de efectos perversos. A partir de esta interpretacin,

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[...] las polticas de bienestar social tienen como objetivo lidiar con problemas que eran tratados por estructuras tradicionales como la familia, la Iglesia o la comunidad local. Cuando tales estructuras se desmoronan, el Estado interviene para asumir sus funciones. En este proceso, el Estado debilita an ms lo que resta de las estructuras tradicionales. Surge de ah una necesidad mayor de asistencia pblica de lo que haba sido prevista, y la situacin empeora, en vez de mejorar (Hirschman, 1992.: 35).La observacin anterior unifica dos tradiciones filosficas que, independientemente de sus coincidencias, poseen especificidad propia: el conservadurismo y el liberalismo no democrtico. Esto posee no pocos efectos concretos en las polticas realizadas por la Nueva Derecha. En efecto, mientras que, en la concepcin feudal- corporativa del conservadurismo, cualquier forma de intervencin poltica sobre las estructuras de autoridad tradicional supone el cuestionamiento del carcter mismo del orden social vigente (Nisbert, .1987), para los liberales de viejo y nuevo cuo, estas entidades son la expresin ms pura de los intereses individuales que deben ser libremente ejercidos en el mercado, sin el consabido peligro de una intromisin (poltica) externa que desvirte la naturaleza de las instituciones y la funcin que stas desempean en el nivel social. Refirindose a la dogmtica conservadora, Nisbet argumenta:Si alguna cosa [ella] destac [desde sus orgenes] es la necesidad imperiosa de que el listado poltico evite, tanto como sea posible, entrometerse

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en los asuntos econmicos, sociales y morales; y, al contrario, hacer todo lo que sea posible para extender las funciones de la familia, residentes y asociaciones cooperativas voluntarias (Nisbet, 1987: 71).Pero volvamos a nuestro argumento original: el neoliberalismo, para imponer su lgica implacable, necesita de un nuevo orden cultural. La violencia del mercado, adquiere, en este contexto, una extraordinaria materialidad.Desde una perspectiva radicalmente democrtica, el mercado es el espacio del no-derecho. Consumir, cambiar, comprar, vender son acciones que, aunque sea amparadas en ciertos derechos, identifican o apelan a los individuos en su exclusiva condicin de consumidores. En la retrica conservadora, ser consumidor presupone un derecho (en sentido estricto) y una posibilidad de accin de amplitud variable. En el primer caso, nos referimos al derecho de propiedad; en el segundo, a la posibilidad de comprar y vender.Aunque, como seala C. B. Macpherson, el concepto de propiedad (y, consecuentemente, su derecho) haya cambiado a lo largo del tiempo (particularmente dentro de las coordinadas histricas del capitalismo), en las sociedades modernas de mercado tal concepto remite al estricto criterio de un derecho individual exclusivo para usar y disponer d: cosas materiales (Macpherson, 1991: 102). Semejante reduccionismo dio como resultado cuatro formas de estrechamiento que definen el sentido que este concepto posee en el capitalismo contemporneo:

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g. la propiedad reducida a la idea de propiedad material;h. la propiedad como derecho a excluir a otros del usufructo de algo;i. la propiedad como derecho exclusivo de usar y disponer de algo, el derecho de venderlo o alienarlo;j. la propiedad como derecho a cosas (incluso aquellas que generan algn ingreso).Segn la interpretacin de Macpherson, se torna evidente que tales formas de estrechamiento llevan, en la sociedad de mercado, a la produccin y a la expansin de las desigualdades de riqueza y poder, siendo incoherente y antagnica con los principios que deben regular a una sociedad democrtica.Esta es la inevitable consecuencia de convertir rodo en propiedad exclusiva y de jugar todo en el mercado, listo es claramente incoherente con uno de los principios de una sociedad democrtica, que, a mi parecer, es el de la manutencin de la igualdad de oportunidades para usar, desarrollar y disfrutar de las capacidades que cada persona posee. Los que deben pagar el acceso a los medios para usar sus capacidades y ejercer sus energas y pagan transfiriendo a otros tanto el control de sus capacidades como parte del producto esas personas, digo, ven rechazada la igualdad en el uso, desarrollo y disfrute de sus propias capacidades. Y, en una sociedad moderna de mercado, la mayora pertenece a esa categora. [Considerado] en su

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sentido estrictamente moderno, el derecho de propiedad contradice a los derechos humanos democrticos (Macpherson, 1991: 102-104).Ahora bien, la posibilidad de comprar y vender libremente en el mercado supone el ejercicio del derecho de propiedad en el sentido anteriormente expuesto. Aun cuando parezca muy obvio, esto significa, en sntesis, que toda posibilidad de compra y venta parte de un supuesto subyacente basado en la desigualdad. En la retrica neoliberal y neoconservadora, esto no tiene ninguna connotacin negativa. Por el contrario, es tal la desigualdad que lleva supuestamente a los individuos a mejorar, a esforzarse y a competir; en suma: es la precondicin para el ejercicio del principio del mrito a la que nos referimos en la seccin anterior.Si el concepto de igualdad (y, consecuentemente, las polticas dirigidas a ese fin) irrita a neoliberales y conservadores, no menos lo hacen el propio concepto de justicia y las polticas de justicia social. En la perspectiva y en la pragmtica de la Nueva Derecha, el Estado slo sirve para conservar y defender la propiedad y su derecho. En materia educacional (y no slo en sta), esto tiene un efecto interesante. La desigualdad y la discriminacin educacional, as como la ausencia de polticas democrticas dirigidas a garantizar lo que aqu llamaramos justicia distributiva del bien educacin", forman parte de una esfera de accin que la sociedad (es decir, el mercado) debe resolver sin interferencia externa de ningn tipo: la esfera de la caridad. Para eso existen la Iglesia, las organizaciones comunitarias, las sociedades de residentes y todo un conjunto de instituciones descentralizadas

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(algunas de ellas de carcter especficamente educativo) que deben funcionar sin la injerencia perniciosa de los gobiernos. La caridad, cuando es realizada por el Estado, se denomina asistencia social. Y, en la perspectiva neo- conservadora y neoliberal, este tipo de accin genera mayor desigualdad.Existen grupos, comenzando por la familia e incluyendo a los vecinos y a la Iglesia, que estn debidamente constituidos para otorgar asistencia en forma de ayuda mutua, y no como caridad de alto nivel proveniente de una burocracia. Tales grupos son cuerpos mediadores por naturaleza: estn ms cerca del individuos y, en su propia fuerza comn, son aliados naturales del individuo.El objetivo del gobierno es mirar primero las condiciones de fuerza de estos grupos, en la medida en que, por la fuerza de siglos de desarrollo histrico, ellos son ms aptos para .tratar con la mayora de los problemas de los individuos. No obstante, pasar por arriba de estos grupos por medio del auxilio social dirigido directamente a una determinada especie de individuos es argumenta el conservadurismo una invitacin inmediata a la discriminacin y a la ineficiencia, una manera implacable de destruir el significado de esos grupos (Nisbet, 1987: 105-106).Por otro lado, los que poseen educacin (o tienen posibilidades de poseerla), tampoco deben sentir la presin del Estado sobre sus espaldas, ya que esto cuestiona el sentido mismo que la propiedad adquiere en las sociedades de mercado. En ellas, la educacin se transforma apenas para las minoras en un tipo especfico de propiedad,

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lo que supone: derecho de poseerla materialmente; derecho a usarla y disfrutarla; derecho a excluir a otros de su usufructo; derecho de venderla o alienarla en el mercado, )- derecho de poseerla como factor generador de renta.En ltima instancia, la opcin por el mercado formulada por la Nueva Derecha esconde, adems de eso, un brutal desprecio por la democracia y por las conquistas democrticas de las mayoras. Para algunos autores, lo anterior se refleja en nuevas formas de articulacin poltica orientadas por un proceso de des-democratizacin de la democracia o, en otras palabras, de constitucin de democracias delegativas que involucran en s mismas, la negacin de cualquier principio democrtico participativo de carcter equitativo (ODonnell, 1991; Wefort, 1992). Esta ofensiva antidemocrtica revela el alto grado de despotismo poltico y de autoritarismo que caracteriza a los regmenes neoconservadores y neoliberales.Libertad para la iniciativa privada; opresin para el manejo de la cuestin pblica. El supuesto antiestatismo de los modernos hombres del neoliberalismo es, en realidad, un ataque frontal a la democracia que las clases y camadas populares supieron construir a pesar de la oposicin y del sabotaje de los intereses capitalistas. Lo que en verdad les preocupa del moderno estado capitalista no es su excesivo tamao, ni el dficit fiscal, sino la intolerable presencia de las masas, saturando todos sus intersticios [...] La restauracin del darwinismo social y la declarada intencin por desmantelar el estado keynesiano estimulando el sufrimiento de las vctimas del mercado y produciendo, adems.

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el agotamiento prctico de sus instituciones democrticas expresan de manera alarmante la vocacin autoritaria que se esconde en sus aparentemente inocuas ideas econmicas (Bo- ron, 1991: 139-140).El desorden neoliberal hace de la violencia del mercado una de las armas ms cerreras contra el bienestar de las mayoras. Lo anterior impone las reglas de un implacable proceso de seleccin natural que, en su macrovisin reaccionaria, expresa el grado ms perfecto de desarrollo de la especie humana.El destino de la educacin de las mayorasEn el campo especficamente educacional, los regmenes neoliberales y neoconservadores defienden un conjunto de estrategias y recetas polticas que, adems de los matices idiosincrticos que las caracterizan, poseen pocas diferencias interregionales. El anlisis de estas propuestas ya fue abordada en numerosos trabajos (Apple, 1993; Dale, 1994; Paviglianiti, 1991 y 1994; Frigotto, 1993; Torres, 1994; Gcntili, 1994a; Gentili y Da Silva, 1994). Independientemente del sentido particular que asume lo acordado en tales polticas, nuestro inters es observar aqu que ellas van siempre acompaadas de un consecuente cambio cultural. O sea, el neoliberalismo ataca a la escuela pblica a partir de una serie de estrategias privatizantes, mediante la aplicacin de una poltica de descentralizacin autoritaria y, al mismo tiempo, mediante una poltica de reforma cultural que pretende borrar del

362 horizonte ideolgico de nuestras sociedades la posibilidad misma de una educacin democrtica, pblica y de calidad para las mayoras. Una poltica de reforma cultural que, en suma, pretende negar y disolver la existencia misma del derecho a la educacin. Podramos incluso ir ms all, revelando la hiptesis de que esta ruptura del sentido atribuido al derecho a la educacin constituye una precondicin que garantiza (o, al menos posibilita) el xito de las polticas de cuo claramente antidemocrtico y dualizante. En la medida en que el neoliberalismo realiza con xito su misin cultural, puede tambin realizar con xito la implementacin de sus propuestas polticas. En otras palabras, el neoliberalismo necesita en primer lugar, aunque no nicamente despolitizar la educacin, dndole un nuevo significado como mercanca para garantizar, as, el triunfo de sus estrategias mercantilizantes y el necesario consenso en tome a ellas.Tomaz Tadcu da Silva explcita este problema de forma sugerente:La presente ofensiva neoliberal necesita ser vista no slo como ana lucha en tomo de la distribucin de recursos materiales y econmicos (que es), ni como una lucha entre visiones alternativas de sociedades (que tambin es), sino sobre todo como una lucha para crear las propias categoras, nociones y trminos a travs de los cuales se puede definir a la sociedad y al mundo. En esta perspectiva, no se trata solamente de denunciar las distorsiones y falsedades del pensamiento neoliberal, tarea de: una crtica tradicional de la ideologa (aunque vlida y necesaria), sino de identificar y tornar visible el proceso por el cual

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el discurso neoliberal produce y crea una realidad que acaba por tornar imposible la posibilidad de pensar oir (Silva, 1994: 9).Pero, cmo se realiza este proceso de recreacin de un consenso basado en la aceptacin explcita y cnicamente transparente del inevitable carcter mercantil de la educacin? Cmo el neoliberalismo garantiza la desintegracin de! carcter de derecho que la educacin posea (repetimos: al menos en teora), imponiendo un nuevo matiz interpretativo que la reduce a la mera condicin de mercanca? En suma, cmo triunfan culturalmente, en el campo educacional, los regmenes neoliberales?Sin que pretendamos aqu agolar las varias respuestas posibles a tales preguntas, digamos que el uso y el abuso de dos estrategias discursivas han permitido a estos sectores avanzar y extender considerablemente la modernizacin conservadora en la esfera educacional: (a) el discurso de la calidad y el contenido especfico atribuido a ella cuando la remitimos al anlisis de las polticas educativas y de los procesos pedaggicos; (b) el exacerbado discurso dominante de articulacin del universo educacional y del universo del trabajo que, defendido en el plano terico por los que postulan una nueva teora del capital humano, se han expandido como la nica modalidad a partir de la cual se puede (y se debe) evaluar los efectos prcticos de la educacin en el mundo contemporneo.El procedimiento por extenso de estas dos dimensiones merece un espacio del cual no disponemos. Sin embargo, haremos aqu algunas breves referencias (de carcter estrictamente enumerativo) de ambas estrategias discursivas y de las consecuencias polticas generadas por ellas.

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k. La calidad como propiedad. En un trabajo anterior, desarrollamos el argumento de que el renovado discurso de la Nueva Derecha sobre la calidad educativa surgi como reaccin y respuesta al ya desvalorizado discurso de la democratizacin, generalizado en Amrica Latina despus de los periodos de dictaduras. Tambin enfatizamos que tal discurso se ha caracterizado por adoptar el contenido definido por los debates sobre calidad en el universo productivo. Identificamos a ste como un doble proceso de transposicin, mostrando cmo su aplicacin, en algunos casos concretos (por ejemplo, Chile, Brasil y Argentina), conduce a profundizar las diferencias sociales instituidas en la sociedad de clases, al mismo tiempo que intensifica el privilegio y las acciones polticas dualizantes (Gentili, 1994a).Continuando con el anlisis desarrollado en este estudio, podemos aadir que, en los discursos dominantes, la calidad de la educacin posee, tambin, el estatus de una propiedad con atributos especficos. En efecto, para neoconservadores y neoliberales, la calidad no es algo que inalienablemente debe calificar el. derecho a la educacin, sino un atributo potencialmente adquirible en el mercado de los bienes educacionales. La calidad como propiedad supone, en consecuencia, diferenciacin interna en el universo de los consumidores de educacin (que en nuestros pases ya no son todos), tanto como la legitimidad de excluir a otros (las mayoras) de su usufructo. La calidad, como la propiedad en general, no es algo universalizable. En la perspectiva conservadora, es bueno que as sea, ya que criterios diferenciales de concesin (y formas tambin diferenciables de aprovechamiento del bien educacin) estimulan la competencia,

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principio fundamental en la regulacin de cualquier mercado. Llevado a extremos (y algunos tecncratas neoliberales lo hacen), este argumento reconoce que el Estado poco o nada puede hacer para mejorar la calidad educacional sin producir el efecto perverso contrario: nivelar por lo bajo. Realmente, as como la intervencin poltico-estatal sobre el derecho de propiedad cuestiona el sentido que ste posee en el ideario de la Nueva Derecha, toda intervencin externa que pretenda, en un sentido igualitario, democratizar la calidad, atentar inevitablemente contra un atributo que define la propiedad (.educacional) de los individuos. Que estos individuos sean pocos o, ms precisamente, que sean slo los integrados al mercado es ya lo sabemos apenas un detalle.

La falta de calidad (como la no-disponibilidad de cualquier propiedad) no es un asunto del Estado y s de los mecanismos de correccin que funcionan naturalmente en todo mercado; simplemente porque el mercado es, por s mismo, un mecanismo autocorrectivo (Ashford y Davies, 1992). La calidad de la educacin como propiedad est sujeta a tales reglas y slo ella, como propiedad puede constituirse en algo deseable y conquistable por los individuos emprendedores. sta se conquista en el mercado y se define por su condicin de no-derecho.La educacin para el (des)empleo. La obsesin de la Nueva Derecha por la integracin del universo del trabajo y del universo educacional se deriva de algunos principios asociados a la interpretacin anterior. En la moderna sociedad de mercado, el empleo (como la educacin de calidad) no es un derecho, ni debe serlo. Esta reduccin de la relacin educacin-trabajo a la frmula educacin

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para el empleo se deriva casi lgicamente tanto de una serie de formulaciones apologticas acerca del funcionamiento autocorrectivo de los mercados (en trminos generales), como de una particular interpretacin acerca de la dinmica que caracteriza las nuevas formas de competencia e intercambio comercial en las sociedades pos-fordistas. El tema, claro, es mucho ms complejo y merece un tratamiento detallado que en este espacio no podemos desarrollar. Sin embargo, sealamos dos cuestiones fundamentales1. La educacin como derecho social nos remite, de manera inevitable, a un tipo de accin asociada a un conjunto de derechos polticos y econmicos sin los cuales la categora de ciudadana se reduce a una mera formulacin retrica sin contenido alguno. Partiendo de una perspectiva democrtica, la educacin es un derecho apenas cuando existe un conjunto de instituciones pblicas que garanticen la concrecin y la materializacin de tal derecho. Defender derechos olvidndose de defender y ampliar las condiciones materiales que los aseguran es poco menos que un ejercicio de cinismo. Cuando un derecho es apenas un atributo del cual goza una minora (tal es el caso, en nuestros pases latinoamericanos, de la educacin, la salud, la seguridad, la vida, etctera), la palabra ms correcta para designarlo es privilegio.Sin embargo, la educacin de calidad como prioridad de (algunos) consumidores nos remite, por el contrario, al ejercicio de un derecho especfico (el derecho de propiedad) que slo puede hacerse efectivo en un escenario caracterizado por la existencia de mecanismos libres de regulacin mercantil. La propiedad educacional

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se adquiere (se compra y se vende) en el mercado de los bienes educacionales y "sirve, como propiedad "poseda" para competir en el mercado de los puestos de trabajo (que definen los ingresos de las personas tambin como derecho de propiedad). Si eso no fuese lgicamente as, neoconservadores y neoliberales se veran obligados a aceptar que la educacin es algo ms que una propiedad y, consecuentemente, que podran o deberan ser aceptados mecanismos de intervencin externos al propio mercado para garantizar el acceso a la educacin.Aunque esta posicin sea dominante, existen algunos matices. Por ejemplo, ciertas producciones acadmicas recientes reconocen el valor de la educacin como propiedad para competir en los mercados flexibles de trabajo, pero, al mismo tiempo, defienden enfticamente que sta tambin sirve para competir en los mercados polticos. Estas posiciones difieren de las anteriores por la restriccin del derecho a la educacin como un simple derecho de propiedad, pero lo extienden al ejercicio del juego poltico caracterizado por las normas reguladoras del funcionamiento de las democracias representativas. Se trata aqu de la necesidad de poseer educacin para ejercer una ciudadana responsable que contribuya a la modernizacin de la economa y oriente con eficiencia la compra de las mejores ofertas electorales que, en el mercado poltico, prometan realizar tal modernizacin (ejemplo de esta posicin se encuentra en CEPAL, 1992, y en Namo De Mello, 1993). Incluso cuando, probablemente, la segunda sea preferible a la primera, ambas posiciones tienden a intensificar y legitimar los privilegios y los mecanismos de diferenciacin

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social que reproducen un modelo que slo beneficia a los incluidos poniendo al. margen a los excluidos.2 Si el empleo se regula por las leyes del mercado, es lgicamente aceptable que exista una esfera de no-empleo. Por otro lado, si el derecho de propiedad acta (en sus diferentes formulaciones) como uno de los factores fundamentales que regulan tal mercado, una conclusin, tambin lgica, se deriva de esta hiptesis: los propietarios de la educacin de calidad tendrn mayores opciones de empleo en el mercado de trabajo para tener acceso a la propiedad de un salario; los no-propietarios, menos. Pero tambin cabe la posibilidad (no tanto por la eficacia lgica del argumento, sino por la cruda realidad que debemos vivir en este valle de lgrimas) de que exista quien posea educacin de calidad y no tenga acceso al empleo, dada la escasa disponibilidad de este ltimo. Neoconservadores, neoliberales y tecncratas reconvertidos no se alarman frente a este hecho. Para ellos, solamente el mercado puede corregir esas deficiencias debidas, primero, a una expansin desmedida del mercado de bienes educacionales de lo que a una limitacin estructural de las nuevas formas de competencia en el mercado mundial dirigidas a producir y ampliar el desempleo.La distancia entre quien tiene y quien no tiene acceso a mejores cargos en el mercado de trabajo tiende a ampliarse y a profundizarse (Therborn, 1989; Therborn, 1993). La educacin para el empleo predicada por los profetas neoliberales, cuando se aplica al conjunto de las mayoras excluidas, no es otra cosa que la educacin para el desempleo y la marginalidad. Reducir y confinar cnicamente la educacin a una propiedad que slo

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potencializa el acceso al trabajo es resignarnos a sufrir una nueva forma de violencia en nuestras sociedades no democrticas.La restauracin conservadora sentencia a la educacin de las mayoras al ms perverso destino: transformarse en la caricatura de un pasado que nunca lleg a realizar sus promesas democratizadoras, dentro de un modelo social ya irreversiblemente marcado por la desigualdad y por la dualizacin.Nuestra lucha es, como lo enfatizamos en varias ocasiones, cada vez ms compleja. Las observaciones aqu realizadas Halaron de informar, no de las polticas concretas que realiza la ofensiva reaccionaria de la Nueva Derecha, sino de su estrategia cultural que tiende a transformar e! sentido comn sobre el cual se fundamenta la potencial democratizacin de la educacin pblica y la existencia de un modelo institucional dirigido a garantizar la realizacin de tal derecho: la escuela pblica de las mayoras. Nuestro desafo debe (no slo, aunque fundamentalmente) situarse tambin en el terreno de la disputa cultural. Debemos proyectar y tratar de poner en prctica propuestas polticas coherentes que defiendan y amplen el derecho a una educacin pblica de calidad. Pero tambin debemos crear nuevas condiciones culturales sobre las que tales propuestas adquieran materialidad y sentido para los excluidos que, en nuestras sociedades son casi todos. Ambos elementos son factores indisolubles en nuestra lucha por la reconstruccin de una sociedad fundada en los derechos democrticos, en la igualdad y en la justicia.370 Al momento de comenzar el proyecto de este artculo, me reun con Daniel Surez, amigo y crtico implacable. Coment con l que pensaba iniciar mi exposicin aludiendo a la experiencia en el curso de la Facultad de Filosofa y Letras. Mientras le relataba la historia de Nora, su hijo Manuel, de cinco aos, dibujaba a nuestro lado fantsticos y heroicos jugadores de ftbol. Al concluir mi relato, Daniel se mantuvo algunos segundos en silencio. Despus se dirigi a su hijo y le pregunt: Manu: existe alguna cosa que no se pueda comprar con dinero? Manuel dej su pluma, mir hacia l y, sin dudar siquiera un instante, respondi: las personas, pap.Creo que su respuesta es una buena forma de concluir estas reflexiones provisorias.371 REFERENCIAS BIBLIOGRFICASAPPLEE-, M. Oficial Knowledge. Democratic education in a conservative age, Nueva York, Roudedge, 1993.Ashford, N. y S. Davies (Eds.), Diccionario del pensamiento conservadory liberaI, Buenos Aires, Nueva Vision, 1992.Barros DE Castro, A. Politica versus Economia: oniem e hoje, en WEffort WoiFe, De Oliveira et al, A democracia como proposta, Rio de Janeiro, IBASE, 1991.Roron, A. Estado, Capitalismo y Democracia cn America Latina, Buenos Aires, Imago Mundi, 1991.CEPAL. Educacin y Conocimiento: eje de la transformacin productiva con equidad, Santiago de Chile, Naciones Unidas, 1992.Dale, R. A promoco do mercado educacional e a polarizacao da educaco. Captulo 5 de este libro.Frigotto, G. Trabalho e educago face a crse do capitalismo: ajuste neoconservador e alternativa democrtica, Niteroi, Universidade Federal Fluminense, 1993.Gentili, P Proyecto neoconservador y crisis educativa, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1994(a). , Poder econmico, ideologa y educacin, BuenosAires, FLACSO/Mio y Dvila Editores, 1994(b)., y Silva T. T. da (Orgs.), Neoliberalismo, Qualidade Total e Educacao: vises crticas, Ro de Janeiro, Vozes, 1994.Hirch, J. Fordismo y Posfordismo, la crisis actual y sus consecuencias, en Hirscii, Ciarkh, Holloway et al. Los estudios sobre e1 estado y la reestructuracin capitalista. Buenos Aires. Fichas Temticas de Cuadernos del Sur/Editorial Tierra del Fuego, 1992.

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374 Este ensayo fue producto de las enriquecedoras discusiones mantenidas durante el seminario Neoconservadurismo c Educe cao na Amrica Latina que coordinamos junto con el profesor Tomaz Tadeu da Silva en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (Porto Alegre) en mayo de 19?4. Agradezco a los participantes de aquel encuentro, as como a Tomaz, cuyas reflexiones son un estmulo permanente a la crtica terica.Pablo Gentili es becario-investigador del Deutscher Askademischer Austrauschdienst (DAAD) con sede en la Universidad Federal Fluminense (Ro de Janeiro).

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