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Intervención Psicosocial, 2000, Vol. 9 N.° 2 - Págs. 199-215 INTERVENCION PSICOSOCIAL 199 La adicción como búsqueda de identidad: una base teórica psicosocial para una intervención eficaz Addiction as a search for identity: a psychosocial approach for an effective intervention Anastasio OVEJERO BERNAL Departamento de Psicología. Universidad de Oviedo RESUMEN Las adicciones, sean del tipo que sean, son, como todo lo humano, fenómenos suma - mente complejos que implican simultáneamente a todas las esferas de quien las sufre (cognitivas, emocionales, sociales, etc.), de tal forma que ninguna teoría puede, por sí sola, dar completa cuenta de ellas. Necesitaríamos un abordaje abiertamente interdisci - plinar. Porque las adicciones son muchas cosas a la vez. Pero quizás más que ninguna otra sean fenómenos esencialmente psicosociales. Pues bien, ésa será justamente la perspectiva, la psicosocial , que se pretende adoptar aquí. Más en concreto, lo que se intentará mostrar es la estrecha relación existente entre las adicciones, de cualquier clase que sean, tanto físicas (por ejemplo, el alcoholismo, el tabaquismo o la dependencia a cualquier otra sustancia química) como psicológicas y sociales (por ejemplo, la sumisión ciega a cualquier modalidad de secta), y un concepto tan central para entender al indivi - duo y su conducta como es la identidad. Se tratará, pues, de explicar el comportamiento adictivo como la búsqueda de una nueva identidad . De ahí que, en el ámbito de las adicciones, las personas y los grupos de riesgo sean precisamente aquellas personas y aquellos grupos con problemas de identidad (adolescentes, marginados sociales, grupos con problemas de integración social, etc.). Finalmente, la anterior propuesta posibilita también una mayor eficacia a la hora de intervenir, intervención y prevención que deberían ser, por tanto, eminentemente psico - sociales y dirigidas a reducir las dificultades que en la esfera de su identidad perso - nal y social poseen las personas y grupos de riesgo, haciendo hincapié sobre todo en tres formas básicas de intervención: mejora de las habilidades sociales, apoyo social e intervención sociocomunitaria. PALABRAS CLAVE Identidad personal, identidad social, adicciones ESPACIO ABIERTO

Adicciones e identidad psicosocial

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Intervención Psicosocial, 2000, Vol. 9 N.° 2 - Págs. 199-215

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La adicción como búsqueda de identidad: una baseteórica psicosocial para una intervención eficaz

Addiction as a search for identity: a psychosocialapproach for an effective intervention

Anastasio OVEJERO BERNALDepartamento de Psicología. Universidad de Oviedo

RESUMEN

Las adicciones, sean del tipo que sean, son, como todo lo humano, fenómenos suma -mente complejos que implican simultáneamente a todas las esferas de quien las sufre(cognitivas, emocionales, sociales, etc.), de tal forma que ninguna teoría puede, por sísola, dar completa cuenta de ellas. Necesitaríamos un abordaje abiertamente i n t e rd i s c i -p l i n a r. Porque las adicciones son muchas cosas a la vez. Pero quizás más que ningunaotra sean fenómenos esencialmente p s i c o s o c i a l e s. Pues bien, ésa será justamente laperspectiva, la p s i c o s o c i a l, que se pretende adoptar aquí. Más en concreto, lo que seintentará mostrar es la estrecha relación existente entre las adicciones, de cualquier claseque sean, tanto físicas (por ejemplo, el alcoholismo, el tabaquismo o la dependencia acualquier otra sustancia química) como psicológicas y sociales (por ejemplo, la sumisiónciega a cualquier modalidad de secta), y un concepto tan central para entender al indivi -duo y su conducta como es la i d e n t i d a d. Se tratará, pues, de explicar el comportamientoadictivo como la búsqueda de una nueva identidad . De ahí que, en el ámbito de lasadicciones, las personas y los grupos de riesgo sean precisamente aquellas personas yaquellos grupos con problemas de identidad (adolescentes, marginados sociales, gruposcon problemas de integración social, etc.).

Finalmente, la anterior propuesta posibilita también una mayor eficacia a la hora dei n t e r v e n i r, intervención y prevención que deberían ser, por tanto, eminentemente p s i c o -s o c i a l e s y dirigidas a reducir las dificultades que en la esfera de su identidad perso -nal y social poseen las personas y grupos de riesgo, haciendo hincapié sobre todo ent res formas básicas de intervención: mejora de las habilidades sociales, apoyo social eintervención sociocomunitaria.

PALABRAS CLAVE

Identidad personal, identidad social, adicciones

ESPACIO ABIERTO

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1. INTRODUCCIÓN

Como escribía hace unos años J.A.C.B rown (1978, p. 230), “la idea de hom-b re que casi todos nosotros, a pesar detodas las pruebas en contra, todavíatenemos, es una reminiscencia tanto delindividualismo y del racionalismo delsiglo XVIII como de las esperanzas delRenacimiento, y creemos que el serhumano civilizado es un individuo aisla-do, único en su ‘yoidad’, que busca a losdemás para el amor o la compañía peroque es esencialmente independiente deellos, que intercambia relaciones -esd e c i r, él hace algo por su vecino y éste selo devuelve haciendo algo a su vez por él,p e ro los dos permanecen básicamenteinalterados en el proceso- y que, porencima de todo, salvo en lapsos lamen-tables pero breves de impulsividad, es

un ser razonable. ‘Yo soy yo’ parece unade las verdades más fundamenales”.P e ro ello no es así. Por el contrario,añade Brown, “”la gente es mucho másvariable de lo que se acostumbra a supo-n e r, los límites de la personalidad estánmucho más vagamente definidos, ypuede incluso suceder que ciertos pro c e-sos patológicos como una enferm e d a do rgánica del cere b ro o la demencia de lae s q u i z o f renia crónica provoquen la casitotal desintegración de la personalidad...La conciencia del yo surge de los mensa-jes recibidos del entorno material, de lassensaciones dentro de nuestros pr o p i o smúsculos que nos informan de cambiosen el espacio, del sonido de nuestra voz,y por encima de todo, de la forma en quereaccionan otras personas frente a noso-t ros mismos; en un sentido real, el yoestá formado por las apreciaciones r e f l e-

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ABSTRACT

Adictions are, as any human behavior, very complex phenomena with simultaneousimplications for the person who suffers the addiction, there f o re no theory alone can give acomplete account of the addictive behavior. Further m o re, an interdisciplinary approach isre q u i e red because addiction means many thing. From our point of view, the explanationof the addictive behavior needs a psychosocial perspective, since the addiction is, inessence, a psychosocial phenomenom. We will try to show the close relationship betweenphysiological (alcoholism, smoking, or any other substance dependence), psychologicaland social addictions (i.e., complete submission in the context of sects) with identity –acentral concept to understand the individuals and their behaviors is the seeking of a newidentity. That is why in the study of addictions, the individual and the risk gro u p susually are those individuals/groups with problems of identity (adolescents, sociallydetached individuals, groups with social integration problems, etc.). This connection bet -ween identity and addictive behavior can be used to achieve higher levels of efficiency inp revention and intervention programs. Ther e f o re, these programs should be based on apsychosocial approach and should be directed to limit social and individual identity pro -blems, paying special attention to three basic intervention strategies: social skills, socialsupport and community intervention.

KEY WORDS

Personal identity, social identity, addictions

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jadas de los demás y por los roles quetienen que desempeñar en los diversosgrupos sociales. No es que nos limitemosa t e n e r experiencias, sino que s o m o snuestras experiencias”. Y así, cuandotenemos problemas con nuestra identi-dad, buscamos otras experiencias quenos pro p o rcionen una nueva identidad.

Además, es sabido, aunque de ello nose saquen las suficientes implicaciones,que el lenguaje impone formas concre t a sde pensar y de ver la realidad. De ahíque toda psicología sea no sólo psicolo-gía social, sino claramente p s i c o l o g í ac o l e c t i v a, ya que el lenguaje es algoconstruido colectivamente. Y el lenguajecategoriza absolutamente. Como decíaRoland Barthes, el lenguaje es fascista,p o rque nos obliga a utilizar unos tér m i-nos y no otros. Así, lo mismo que distin-gue con brutalidad entre, por ejemplo, lomasculino y lo femenino, igualmentedistingue con tanta o más ro t u n d i d a de n t re individuo y sociedad o entre cuer-po y espíritu (o psique, si se pre f i e re ) ,cuando tales distinciones son construi-das por el propio lenguaje y por su afánpor categorizar. Pero pensamos conn u e s t ro lenguaje y, por tanto, pensamoscategorizando y diferenciando con ro t u n-didad entre individuo y sociedad o entrecuerpo y espíritu, por no poner ahorasino sólo dos ejemplos, justamente losque más me interesa señalar para entraren el tema que aquí nos ha traído: el delas dro g o d e p e n d e n c i a s .

Aplicada al campo de las adiccionesesta forma estereotipada de ver la r e a l i-dad, constatamos que con cierta genera-lidad se tiende a distinguir entre “dr o g a sdel cuerpo” (anfetaminas, heroína, alco-hol, etc.) y “drogas del espíritu” (sectas,lavado de cere b ro, ludopatías, etc.), olvi-dando que la adicción afecta a la “ p e r s o-n a ” en su totalidad y que, a mi modo dev e r, resulta un completo despro p ó s i t odistinguir con tanta rotundidad, comosuele hacerse, entre cuerpo y psique.

¿No habrá algunas variables o algunosp rocesos subyacentes a todo tipo deadicción, que sean comunes a las adicio-nes físicas y también a las psicológicas ysociales? ¿No puede ocurrir que las per-sonas que se convierten en “dependien-tes”, lo hagan por alguna necesidad, deltipo que sea, al menos en algunos casos,independientemente del objeto concr e t ocon el que establezcan dependencia?

Y si el lenguaje nos impone una for m ade ver e interpretar la realidad, incluídala realidad social, la enorme y artificial -aunque tal vez inevitable y hasta, encierto sentido, útil- fragmentación de laciencia y sobre todo de las cienciassociales (psicología, historia, psicologíasocial, sociología, antropología, lingüísti-ca, etc.), también conlleva una serie des e r v i d u m b res y limitaciones que nosimponen, también ella, una forma con-c reta de ver e interpretar nuestros obje-tos de análisis como científicos, en estecaso como psicólogos, de tal forma quecolocamos al individuo, por un lado, y algrupo y la sociedad, por el otro, cuando,a mi juicio sin ninguna duda ni discu-sión, no sólo son dos entes absoluta-mente indisociables sino incluso doscaras de la misma moneda. Porque sinindividuos no hay sociedad, pero sinsociedad no hay individuos, como yahace cien años propusiera Gabriel T a rd e(1890). Sin sociedad, es decir, sin cultu-ra, sin procesos de socialización, sin len-guaje, no seríamos lo que somos, nisiquiera seríamos personas. Es la incar-dinación en una sociedad, como parte deella, lo que hace que el mero or g a n i s m obiológico que éramos al nacer se hayaido convirtiendo en la persona que ahorasomos. De ahí que, como ya apuntaraCharles Blondel (1928) hace casi setentaaños, toda psicología es necesariamentepsicología colectiva. Por consiguiente,¿cómo es posible separar en cualquierconducta humana su origen individual ysu origen social? ¿Cómo podemos aislar,por ejemplo, las motivaciones individua-

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les de una drogodependencia de susmotivaciones sociales? En consecuencia,los actuales problemas de adicción soninseparables del tipo de sociedad quetenemos, sociedad que es abiertamentep o s t m o d e rna con todo lo que ello supone(véase Ovejero, 1999).

En suma, cuando una personacomienza una etapa de fuerte dependen-cia de o adicción a cualquier cosa comopuede ser el tabaco, el alcohol, la her o í-na, las sectas religiosas, etc., re s u l t adifícil, por no decir imposible, y desdeluego, científicamente poco útil, subra-yar una separación profunda y artificiale n t re adicción física y adicción psíquica,o entre causas individuales y causassociales de esa adicción. Y es que elcomportamiento humano no es algo nisólo físico, ni sólo psíquico ni sólo social,sino definitivamente p s i c o s o c i a l. De ahíque sospechemos que pueda haber algopsicosocial en la base de las adicciones,y que la persona que comienza unaetapa adictiva, lo haga, al menos enalgunos casos, porque persigue un o b j e-tivo psicosocial.

Por otra parte, el mundo social y psi-cosocial es algo enormemente complejoque no se deja encasillar fácilmente enninguna teoría. Por eso no pretendo enabsoluto intentar aquí dar la claveexplicativa de las dro g o d e p e n d e n c i a s ,sino sólo proponer una de las posiblesc l a v e s, muy poco tenida en cuenta, porotraparte. Me re f i e ro a la teoría o teoríasde la identidad.

2 . ADICIÓN E IDENTIDAD: DOSCONCEPTOS ESTRECHAMENTER E L A C I O N A D A S

El concepto de i d e n t i d a d, así comoo t ros tan relacionados con él que a vecesson utilizados como sinónimos, como esel caso del “ s e l f ” o del a u t o c o n c e p t o, esun concepto eminentemente psicosocial,

uno de los conceptos más importantesde toda la psicología y, en consecuencia,uno de los más útiles para entender laconducta humana (véase G.H. Mead,1934), incluída, obviamente, la conductad rogodependiente, individual o social, ysea cual sea el objeto del que se depen-de, químico, psicológico o social.

En definitiva, la tesis que aquí quierodefender es que, al menos una parte delas drogodependencias, sean éstas deltipo que sean, se debe a un intento, nos i e m p re deliberado ni siquiera siempreconsciente, del individuo de buscar unanueva identidad personal. Soy cons-ciente de que no todas las adicciones seexplican de esta manera, pero sí muchasde ellas. En concreto, lo que aquí pre-tendo es solamente proponer un e n f o-que psicosocial, el de la identidad per-sonal y social, que aunque sé que,obviamente, no puede dar cuenta deabsolutamente todos los casos de adic-ción, sí puede ser altamente inter e s a n t ey útil para entender y prevenir muchosde ellos.

La identidad, que por definirla de unaf o rma a la vez sencilla y clara, no es sinoel percibirse y experimentarse a símismo como poseyendo continuidad yu n i f o rmidad, añade también una conno-tación de autovaloración positiva. Esmás, a mi modo de ver, la necesidad detener una autodefinición positiva es unade las más básicas necesidades huma-nas. Cuando todo esto falla, cuandotenemos problemas con nuestra autode-finición, es cuando sobreviene lo que lla-mamos crisis de identidad ( E r i k s o n ,1 9 6 8 ) .

Además, como escribe Rof Carballo,en la crisis de identidad desaparece laconfianza básica del individuo, elemen-to imprescindible de todo actuar huma-no. Y tratará de buscar esa confianzafuera de sí mismo, a veces en las dr o g a squímicas (alcohol, etc.), a veces en el

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sometimiento, en ocasiones ciego, a gru-pos e ideas. De ahí que cuando se danacontecimientos particularmente estre-santes para el individuo (los cambiospuberales y la adolescencia, la pérd i d ade un ser querido, la pérdida del empleo,etc.) y más aún cuando se dan juntosvarios de estos fenómenos (por ejemplo,p e rder el empleo poco después de und i v o rcio), sobre todo si no se tienen lashabilidades sociales suficientes parahacer frente a estas situaciones, escuando existen muchas posibilidades deque se busque una nueva identidad, yen tal búsqueda no importe demasiado,al menos en esas circunstancias, pasara depender, a veces total o casi total-mente, bien de alguna sustancia quími-ca, o bien de grupos sociales como pue-den ser las sectas o un nuevo grupo dec o m p a ñ e ros, que en cierta medida fun-cionarían como una especie de “secta”para el individuo que busca una nuevaidentidad. Estos últimos grupos, muytípicos de la adolescencia, suelen apor-tarle al chico o chica apoyo social, perotambién unos ritos y unas señas deidentidad, de los que no sólo no puedep re s c i n d i r, es que tampoco lo desea. Ycon frecuencia el consumo de ciertostipos de drogas, a menudo socialmentep rohibidos, es una de las más clarasseñas de identidad de esos grupos.

De ahí también que sea en esos perío-dos (adolescencia, pérdida de sus queri-dos, etc.) cuando diferentes grupos sec-tarios o pseudosectarios, sectas re l i g i o-sas sobre todo, pero también grupos detipo político o parapolítico (r e c u é rd e n s e ,por ejemplo, las Juventudes Hitlerianas),tratarán de captar a sus seguidore s ,o f reciéndoles una nueva identidadsocial positiva así como un fuerteapoyo social, basado todo ello en un pro-fundo dogmatismo y una sola forma dever la vida, que es la que los unos pro p o-nen y los otros desean. Es el caso, porejemplo, de Jarrai en el País Vasco, queo f rece una nueva identidad social abert-

zale a aquellos jóvenes que, en paro, enbarrios marginados, etc., se encuentranen una grave crisis de identidad. Pr o b a-blemente sea también ésta la explica-ción, al menos en parte, del enorm eéxito del fundamentalismo religioso en elactual mundo árabe: les pro p o rciona alos jóvenes árabes tanto una pro f u n d aidentidad social positiva como un fuerteapoyo social; o el del desorbitado éxitodel fútbol en España y en otros muchosp a í s e s .

La identidad positiva que se posee oincluso que se desea está estrechamenterelacionada tanto con los grupos a losque se pertenece (grupos de pertenencia)como con los grupos a los que se deseapertenecer (grupos de referencia). Comoescribe Brown (1978, p. 61), “indepen-dientemente de a cuántos grupos perte-nezcamos, lo cierto es que de una maneravoluntaria o involuntaria tomamos nues-tras normas de uno o más grupos de refe-rencia”. Y, por lo tanto, si el comienzo dela adicción puede depender del grupo depertenencia o de referencia, también laprevención o incluso la curación seránmás fáciles de conseguir a través delgrupo. Así, los ya clásicos estudios deT.M. Newcomb (1943) demostraron clara-mente el enorme poder que posee elgrupo para cambiar las actitudes de susmiembros.

3. IDENTIDAD PERSONAL EIDENTIDAD SOCIAL

Para entender mejor la relación exis-tente entre la identidad personal y laidentidad social, así como muchas desus implicaciones, se hace necesariore c o rdar que la conducta de un indivi-duo depende de su identidad y que suidentidad emana de la posición que élocupa en la sociedad.

Y es que la identidad personal l aextraemos de nuestra identidad social ,

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muy relacionada con el grupo de perte-nencia o con el de re f e rencia. Ahorabien, la identidad que poseemos es r e a l-mente fundamental porque, en buenamedida, determina nuestra forma de vere interpretar el mundo; sobre todo laf o rma de vernos y de interpre t a rnos an o s o t ros mismos y a nuestra propia con-ducta; e incluso determina nuestro sestilos de vida, aunque, ciertamente, hayaquí un camino de ida y vuelta, de talf o rma que también el estilo de vidainfluye en la identidad. En definitiva,una de las variables más fundamentalesde la conducta y de la personalidad delser humano es, como ya hemos dicho, lanecesidad de poseer una a u t o d e f i n i c i ó np o s i t i v a, es decir, una identidad perso-nal positiva.De ahí que, psicosociológica-mente hablando, la adicción a dro g a squímicas, a drogas psicológicas y a dro-gas sociales probablemente se base enp rocesos similares e incluso se par e z c atambién algo a los procesos que danlugar a los prejuicios y a la discrimina-c i ó n .

De hecho, todos los grupos poseen susritos y sus señas de identidad (fumar“porros”, beber alcohol, manifestacionespolíticas, procesiones religiosas, etc.)como medio de activación de la identidadsocial y la solidaridad (Edelman, 1964;Pizzorno, 1986; Mann, 1991). Y es que ungrupo, como decía Tajfel, no es sino unconjunto de individuos que compartenuna identificación social común. De ahíque muchos movimientos sociales, como,por ejemplo, los nacionalistas o los inte-gristas, puedan explicarse como una bús-queda colectiva de una nueva identidad,búsqueda que posee efectos psicológicostan fuertes para los individuos que pue-den perfectamente llegar a someterlosciegamente al grupo, de una forma relati-vamente similar al comportamiento delindividuo en una secta o al comporta-miento de un individuo dependiente deuna sustancia química. De ahí que, desdeel punto vista psicosocial, existen muchos

puntos de convergencia entre el compor-tamiento de los miembros del Templo delPueblo, el de los de ETA y el de los adic-tos a drogas químicas (véase Ovejero,1997).

En efecto, en la actual sociedad demasas son muchos los individuos quese sienten aislados. Y una forma desalir de ese aislamiento es justamente laparticipación en movimientos sociales.De hecho, “los participantes en ciertosmovimientos han sido vistos como indi-viduos faltos de una serie de afiliacionesinstitucionales y lealtades grupales”(Javaloy, 1993, p. 283). Y ésta sería labase o la raíz del moderno totalitarismo( A rendt, 1951), ya que, como ha demos-trado Kornhauser (1959), en muchosmovimientos totalitarios europeos yamericanos comienzan a militar muchosindividuos con problemas de integra-ción, pues se sienten atraídos por elcompañerismo del grupo o por la ideolo-gía contraria al sistema. Por su parte,Klapp (1959) sostiene que lo que subya-ce a la participación en diversos movi-mientos sociales contemporáneos es labúsqueda, a nivel de grupo, de unaidentidad colectiva. Ello equivale a unfracaso de la sociedad de masas parap ro p o rcionar al individuo un sentido delvalor y dignidad personal, y un anclajeen el yo.

En suma, son muchos (Horn, 1973;Touraine, 1974; Berger y cols., 1975;Lowenthal, 1979, Melucci, 1989; etc.)quienes defienden la existencia de unaclara relación entre variables estructura-les de la actual sociedad y la participa-ción colectiva como búsqueda de identi-dad, como consecuencia de las crecientestensiones sociales asociadas a la indus-trialización, la secularización y la moder-nización. Así, Habermas (1981) hace refe-rencia a la búsqueda de identidad perso-nal y colectiva en los movimientos socia-les como una reacción a la “colonizaciónde la vida privada” (pp. 36-37).

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En cuanto a las adicciones, un ejem-plo evidente lo tenemos en el caso delalcoholismo. En efecto, sabemos queaunque no todas, sí muchas de las per-sonas que beben lo hacen para adquiriruna nueva personalidad y buscar unanueva identidad. Así, Brown (1978) nosre c u e rda un estudio llevado a cabo poruna agencia que trabajaba para unadestilería que intentó conocer por qué lagente bebía whisky, llegando a la con-clusión de que los grandes bebedore sbuscan un cambio de personalidad, cre-yendo que el alcohol puede pro p o rc i o-nársela, haciendo, por ejemplo, que unh o m b re apocado se convierta, al menosmomentáneamente, un un tipo duro .

Por otra parte, las técnicas de “lavadode cere b ro” utilizadas en algunos paísesse basaban justamente en la destrucciónde la identidad de la víctima. Por ejem-plo, Stalin consiguió, en sus tristementefamosas purgas, que hombres altivos yvalientes se convirtieran en cobard e sr a s t re ros al privarles de cualquier posi-bilidad de identificación con el partidocon el que habían compartido tantascosas durante tantos años. Con ello que-daba destruida literalmente su pro p i aidentidad personal, que ellos extraían desu identificación con el partido y de suunión, a través de ello, con las masasr u s a s .

Ahora bien, nuestra identidad perso-nal, nuestro sentido del yo, la mera con-ciencia de la existencia de nuestra per-sonalidad, dependen, también muye s t rechamente, de la continuidad den u e s t ro entorno tanto físico como social.Dependemos tanto de este continuocotejo con el entorno material y socialque la desaparición artificial o accidentalde esos estímulos puede pro d u c i r, enb reve plazo, resultados devastadores. Esmás, incluso un cambio de vestimentap roduce cierto efecto en la personalidad.Son conocidos, por ejemplo, los efectosu n i f o rm i z a d o res y desindividualizador e s

de los uniformes en colegios y en otrasinstituciones: cárceles, órdenes re l i g i o-sas o cuarteles conocen, aunque tal vezno conscientemente, los efectos humi-llantes que tiene para el individuo el quese le despoje de sus ropas personales yse le vista con uniforme. Su propia iden-tidad personal comienza a quebrarse( re c u é rdense los estudios de la Prisiónde Stanford de Zimbardo (Zimbardo ycols., 1986). Todo ello constituye unaparte fundamental de la base en que sesustentan los lavados de cere b ro. Dehecho, los prisioneros norteamericanosque re s i s t i e ron las sesiones de lavado dec e re b ro en Corea demostraban un fuertesentimiento de identidad personal, mien-tras que quienes no re s i s t i e ron y se con-v i r t i e ron mostraban una identidad con-fusa. Y es que todas las técnicas conoci-das de lavado de cere b ro se dirigen bási-camente, en una primera fase, a que lavíctima pierda su sentido de la identidadpersonal. Y la mejor forma, además dedespojarle de su ropa personal, de suspertenencias y hasta de su nombre, esaislándole de sus relaciones sociales ,con lo que deja de ser él mismo, ya quen u e s t ro sentido de la identidad personaldepende principalmente de la comunica-ción con los demás. “Está claro que elindividuo observa un código de moralpersonal incluso cuando está solo y estoderiva tanto de su agudo sentido deidentidad personal como de las r e l a c i o-nes sociales y ambientales, que son lasque preservan esa identidad y en granmedida la crean. Por consiguiente, elprimer objetivo de cualquier técnica parael lavado de cer e b ro es suprimir ambasrelaciones mediante métodos como elaislamiento total y la humillación”( B rown, 1978, p. 280), que, por otraparte, destroza su autoestima.

Todo lo anterior, efectivamente, ten-drá importantes re p e rcusiones sobre laintervención en el campo de las adiccio-nes, tanto a nivel de prevención comoincluso a nivel de curación.

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4. ADICCION Y CRISIS DE IDENTIDAD

Son numerosas las situaciones vitalesque pueden producir en el individuo unafuerte crisis de identidad, particular-mente cuando tal individuo no cuentapara hacerlas frente ni con las habilida-des sociales adecuadas ni con el apoyosocial suficiente cuantitativa y/o cuali-t a t i v a m e n t e .

Este es el caso, típico, de la adoles-cencia, período evolutivo caracterizado,como es bien conocido, por una pr o f u n-da crisis de identidad (Erikson, 1968,1969), crisis de identidad que con todap robabilidad es más preocupante aúnhoy día que en épocas anteriores, ya queaun cuando los adolescentes dejan deser niños a la misma edad que haceunas décadas, e incluso antes, per d i e n-do, en consecuencia, su identidad ante-r i o r, sin embargo la asimilación de lanueva identidad de adulto les tarda enllegar mucho más que nunca hastaahora, a causa principalmente de dosvariables en este campo absolutamentecruciales: por una parte, el cada vez másl a rgo período de e s c o l a r i z a c i ó n y, poro t ro y sobre todo, el creciente d e s e m-p l e o juvenil. Ambas cosas explican queun porcentaje muy alto de jóvenes, queya desde los 14-15 años dejaron de serniños, aún no sean adultos a sus 20, 25o incluso más años. Porque no olvide-mos que en nuestra sociedad es la i n d e-pendencia económica lo que hace queuna persona deje de ser adolescentepara ser adulto y es el ejercicio de unap ro f e s i ó n, donde la independencia eco-nómica es una variable importante perono la única, la dimensión más importan-te para adquirir una identidad personalp ropia, derivada de su identidad social,p rofesional en este caso.

Todo ello explica que sean cientos demiles los adolescentes (y jóvenes) dee n t re 15 y 25 años que, a causa princi-palmente del enormemente extendido

p a ro juvenil, se encuentren con seriosp roblemas de identidad social. Con ellono quiero decir que todos vayan a r e s o l-ver tales problemas buscando en adic-ciones físicas, psicológicas o sociales,una nueva identidad personal. Pero síme gustaría subrayar que tal situaciónes el caldo de cultivo para que ello ocu-rra (véase Ovejero, 1995), sobre todo enel caso de los jóvenes que no cuentencon las suficientes destrezas sociales y,s o b re todo, con los adecuados apoyossociales. En definitiva, no todos los jóve-nes que se encuentren en esta situaciónacudirán a drogas de uno u otro tipo,p e ro muchos de quienes acuden a lasd rogas lo hacen como forma de buscaresa nueva identidad personal de quehablábamos. Y eso suele darse de tre sf o rmas, que, no obstante, conviene dis-t i n g u i r :

a) La primera es una forma dire c t a :ante los problemas personales r e l a c i o n a-dos con la identidad, el adolescentebusca en la droga (por ejemplo en elalcohol o en la sumisión a un grupo ouna idea) una nueva identidad o almenos intenta con ello resolver sus pro-blemas de crisis de identidad. No sueles e r, en mi opinión, ésta una vía fr e c u e n-t e .

b) La segunda es indirecta: sin dudase trata de un caso más frecuente que ela n t e r i o r. Por esta vía el adolescenteintenta solucionar sus problemas deidentidad y de ansiedad sencillamenteaumentando sus tendencias afiliativas(véase Schachter, 1959), de tal form aque, tan fuertes son estas tendencias,no le importa sacrificarles todas lasdemás, incluso la de su propia indepen-dencia y libertad, con lo que no le impor-tará ser captado por grupos absoluta-mente sectarios que le exijan la autoeli-minación como individuo.

c) Existe una tercera, también indi-recta, que es mucho más frecuente aún

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que las dos anteriores. Aunque puedec o n f u rdirse con la segunda form aexpuesta, sin embargo hay una sutilp e ro fundamental diferencia. El adoles-cente lo único que busca para solucio-nar sus problemas de identidad personales asociarse estre c h a m e n t e a otraspersonas (Schachter, 1959), principal-mente a otros similares en muchosaspectos a sí mismo (Festinger, 1954). Yen este profundo deseo de asociaciónadopta acríticamente todas las señas deidentidad de esos grupos (atuendo, etc.).Mientras que antes no le importabasacrificar algunos de sus intere s e s ,ahora no es consciente siquiera de estarsacrificando nada. Así es como empiezaa beber alcohol en exceso, a fumar, ainyectarse, etc. No olvidemos que eljoven buscará seguridad haciéndoseigual a los demás. Al igual que muchosadultos, también el adolescente, enmomentos de crisis personal y ansiedad,p re f i e re la seguridad que le dé el grupo ala libertad (véase Fromm, 1941). Y unavez que, por unas u otras razones,alguien se ha implicado en conductasadictivas, también juega un papel impor-tante el h á b i t o. Como escribía el psi-quiatra Jesús de Gándara, “el hombre esun animal de costumbres. Las costum-b res son como manías que todos tene-mos. Las manías terminan, al cabo den u m e rosas repeticiones, convirtiéndoseen hábitos, una especie de vicio cotidia-no que, en definitiva, es lo que otros lla-man dependencia”.

P e ro tampoco debemos olvidar lapotente capacidad de algunas sustanciasquímicas para crear dependencia física.Tal vez en busca de una nueva identi-dad, el individuo comienza a consumirciertas sustancias; luego esta conductava convirtiéndose en hábito; y finalmen-te, queda “enganchado” a ella a causa dela enorme capacidad de tal sustanciapara crear dependencia. Pero no olvide-mos que no todas las personas se cr e a ntal hábito, sino sobre todo aquéllas que

necesitan buscar una nueva identidad.Así, por ejemplo, el adolescente quebusca una identidad adulta que aún nose le reconoce, se compra una cajetillade tabaco, enciende un cigarrillo y sesiente adulto. El cigarrillo le ha ayudadoa encontrar esa nueva identidad perso-nal y social que buscaba: sentirse adul-to. Pero, además, como son muchos losadolescentes que se encuentran en unasituación similar, entre ellos muchos desus amigos, tal conducta tabáquica esmás fácil de adquirir porque se apoyanmutuamente. Tanto la dependencia físi-ca como la social explican el re s t o .

Todo ello se entenderá mejor si tene-mos presente el papel crucial que para eladolescente tienen sus iguales (Coleman,1 9 8 5 ) :

a) En primer lugar, el proceso de des-vinculación de los padres y del hogarf a m i l i a r, proceso que es consideradocomo una característica propia de laadolescencia, deja un vacío emocional enla vida de los adolescentes, que intentanllenar con unas más frecuentes e inten-sas relaciones con los compañero s .

b) En segundo lguar está el hecho deque la experiencia compartida crea vín-culos entre las personas. La confianzadel adolescente en sus amigos y compa-ñ e ros es reforzada, pues, por el hecho deque los conflictos, angustias y dificulta-des experimentadas en el hogar, puedenser compartidas con otros y son tambiénresueltas así con frecuencia, debido a lasimpatía y la comprensión mutuas.

c) Finalmente, debemos hacer re f e re n-cia a la vulnerabilidad experimentadapor muchos adolescentes justamente enesta época de su vida. Cuando las perso-nas muestran una falta de confianza ensí mismos, no están seguras de sus pro-pias capacidades y tienen que adaptarsea cambios importantes, es probable queexista una necesidad de apoyo especial-

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mente intensa. Además, ya que es justa-mente en este momento de su vidacuando el adolescente siente menosdeseos de pedir ayuda a sus padres, noes de extrañar que los compañeros ocu-pen una posición de enorme importan-c i a .

Sin embargo, no me gustaría que mispalabras contribuyeran a apoyar yasentar aún más la idea, tan extendidacomo equivocada, de equiparar joven yd roga. Nada de eso. Lo que acabamosde explicar no es en absoluto privativode los jóvenes, sino que ellos son sóloun caso, muy frecuente, eso sí, de unfenómeno más general. En concreto, noes el ser adolescente lo que facilita laadopción de conductas adictivas, sinoel hecho de sufrir serios problemas deidentidad. De tal forma que cuandopersonas adultas se encuentran conp roblemas serios de esa clase tambiénsuelen ser pasto fácil de conductasadictivas (alcohol, sectas, etc.). Es elcaso, por no poner sino sólo algunosejemplos, de los recién divorciados o losque acaban de perder a alguna personap a r t i c u l a rmente querida, o el empleoque creían fijo, etc.

5 . I N T E RVENCIÓN PSICOSOCIAL ENEL CAMPO DE LAS ADICIONES

Decía hace unos años Peter Laurie(1979, p. 8) que “de entre todos los pro-blemas sociales, el abuso de las dr o g a ses el de tratamiento más difícil y el másinexplicable; nadie en el mundo posee larespuesta adecuada”. Y yo tampoco pre-tendo en absoluto tener la re s p u e s t a .Sólo pretendo, y si lo consigo no espoco, hacer una propuesta, a mi modode ver más útil para la prevención quepara la curación, aunque puede servirpara ambas cosas, basada en el modeloteórico que acabo de exponer: la adic-ción como búsqueda de una identidadp o s i t i v a .

Como es bien conocido, a lo largo delos últimos años se han producido unaserie de cambios importantes re s p e c t ode la consideración social de las perso-nas drogodependientes, de tal forma queéstas son consideradas menos comoviciosas y delincuentes y más comoe n f e rmas, lo que por fuerza conllevatambién un cambio importante en cuan-to a la forma de i n t e r v e n c i ó n: ya no sep ropugnan medidas re p resivas sino asis-tenciales, terapéuticas. El siguiente pasodebería ser considerar al adicto a dro g a squímicas, pero también al adicto a dro-gas de otros tipos, como un enfermo p s i-c o s o c i a l, de tal forma que la i n t e r v e n-ción psicosocial debería ser no la únicap e ro sí tal vez la principal forma asisten-cial, sobre todo en el caso de la pr e v e n-c i ó n .

No tengo ninguna duda sobre la nece-sidad de utilizar, principalmente en elcaso de las adicciones a sustancias quí-micas, algunas técnicas tradicionales dep revención (cambio de actitudes a travésde los medios de comunicación, campa-ñas informativas en los centros educati-vos, etc.), sobre las que existe ya sufi-ciente información. Aquí sólo quiero des-tacar algunas líneas de intervención típi-camente psicosociales que en buenamedida derivan del modelo antes pro-p u e s t o .

Por eso estoy totalmente de acuerd ocon Baltasar Garzón cuando escribía(1995, p. 100), siendo entonces Secr e t a-rio de Estado para el Plan Nacionals o b re Drogas, que “la prevención, en símisma, es una intervención compleja.No puede confundirse prevención única-mente con propaganda, éste es sólo unamanifestación más de aquélla. Hay unalabor más callada pero también más efi-caz y con garantías a medio y larg oplazo. Me re f i e ro a la prevención comu-nitaria y a la prevención a través de laeducación”. Y es que, como decía el pro-pio Baltasar Garzón (1995, p. 101), “un

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d rogodependiente es una persona conp roblemas psico-sociales”.

Todo ello le abre al psicólogo y al psi-cólogo social todo un abanico de posibili-dades principalmente en el campo de lap revención primaria , aunque tambiéntendrá su cometido en el ámbito de lap revención secundaria y en la ter c i a-ria. De hecho, son muchos los datos queapuntan en esta dirección, mostrando lae s t recha relación entre drogadicción eidentidad, aunque, obviamente, no es elúnico factor interviniente. Así, Neddle ycols. (1990) encontraron que el divor c i ode los padres durante la adolescencia esun predictor significativo del consumode drogas en los chicos más que cuandoel divorcio se produce en la infancia,mientras que en las chicas el divorcio delos padres no tiene efecto en el consumode drogas. Sin embargo, cuando el padreque tiene la custodia vuelve a casarse,ello es un predictor del incremento con-siderable en el consumo de drogas en elcaso de las chicas, no así en el de losc h i c o s .

Por otra parte, otros muchos estudiosm o s t r a ron una clara relación entre fra-caso escolar, fundamentalmente el aban-dono de la escuela, y la dr o g o d e p e n d e n-cia. De ahí la enorme importancia que,para prevenir todo tipo de adicciones,tiene el conseguir una adecuada integra-ción escolar de los alumnos y alumnas,de tal forma que en la escuela, entre susiguales, se sientan a gusto y seguro s ,posean un clima positivo y unas r e l a c i o-nes sociales satisfactorias dentro deunas redes de apoyo social suficiente-mente reforzantes (véase Ovejero, 1993).Pues bien, en cuanto a la pre v e n c i ó nprimaria dentro del ámbito escolar des-tacan dos técnicas particularmente efi-caces, sobre todo en el caso de quesumen sus efectos: el aprendizaje coope-rativo y el entrenamiento de las habili-dades sociales (véase Ovejero, 1990,1994, 1998), todo ello sin olvidar una

atención especial a los niños-riesgo, par-t i c u l a rmente en la adolescencia (alum-nos/as aislados incluso rechazados en elgrupo-clase, los que tienen especialesp roblemas escolares, los que pertenecena ciertas minorías sociales y/o étnicas siello les crea problemas a la hora deconstruirse en la escuela una adecuadaidentidad, etc.).

Y subrayo el caso de la adolescencia 1

p o rque, como ya hemos dicho, es unaetapa de transición particularmente pro-blemática en cuanto a la posesión deunas identidades personales y socialesc l a r a s .

En consecuencia, si queremos pr e v e-nir todo este estado de cosas, si quere-mos ayudar a nuestros jóvenes, y nosólo a ellos, a no caer en las garras deestas adicciones, existen básicamentedos medidas, que en absoluto están ais-ladas entre sí, sino que son perf e c t a-mente complementarias y hasta casi,diría, las dos caras de la misma moneda:por una parte, fortalecer las habilidadessociales, particularmente algunas deellas, y mejor aún si lo hacemos a travésde sesiones grupales, y ayudarles a obte-ner el apoyo social suficiente para que see n c u e n t ren satisfactoriamente en sumedio ambiente, lo que producirá unaadecuada identidad tanto personal comosocial. Y ambas cosas deberían serfomentadas tanto a nivel e s c o l a r ( a p re n-dizaje cooperativo y entrenamiento dehabilidades sociales, sobre todo conmétodos grupales), como f a m i l i a r ( p s i c o-logía comunitaria y terapia familiar) ys o c i a l (psicología comunitaria y asocia-cionismo de diferentes clases).

En cuanto al enfoque comunitarioen particular, éste parte del supuesto deque las conductas adictivas, como cual-quier otra conducta, viene favore c i d atanto por los procesos de interacción delindividuo con otras personas como porlas características del medio ambiente

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físico y, sobre todo, social. Y, por consi-guiente, desde esta perspectiva, la inter-vención se centrará en la actuacións o b re el ambiente, especialmente elsocial, de las personas con adicciones oen riesgo.

Y la explicación del enfoque comunita-rio debe hacerse tanto a nivel de preven-ción como a nivel de intervención propia-mente dicha, o a nivel de reinserciónsocial, nivel este último particularmentecrucial desde la perspectiva de la identi-dad que en este trabajo estamos defen-diendo. Como dicen Berjano y Musitu(1988, p. 363), “la reinserción socialdemanda el uso de todos los recursoscomunitarios que puedan actuar a fin deposibilitar de nuevo la integración deladicto en su medio social de referencia”,con la finalidad, en definitiva, de quemantenga una nueva y satisfactoria iden-tidad personal y social. Pero en la base deeste enfoque comunitario está el grupocomo entidad básica de intervención,pues es el grupo la base en que se apoyanlas redes de apoyo social.

Por otra parte, si muchas personas semeten en el peligroso mundo de la dr o g ao de las sectas con la intención de entraren una red de apoyo social, es decir,buscando un apoyo social que no teníany necesitaban y que les ayudará a cons-truir una identidad positiva, entonces siq u e remos ayudarles a salir de tal mundode la droga o de las sectas, debemosp ro p o rcionarle nuevas redes de apoyosocial que le permitan adquirir unanueva identidad social que le aleja deese mundo. Y es que, como hace ya vein-te años escribiera Salvador Cervera, ade-más de los procedimientos médicos deintervención, se necesitan pro c e d i m i e n-tos de intervención psicosocial dirigidosfundamentalmente a pro p o rcionarle altoxicómano el apoyo social adecuado ysuficiente para poder “desengancharse”y seguir “desenganchado”, lo que conlle-varía no sólo pero sí principalmente la

utilización de técnicas de dinámica degrupos, que deberían llevarle “a modifi-c a r, de forma casi insensible pero cons-tante, su personal modo de ver lascosas” (Cervera, 1975, p. 152).

En definitiva, la mejor forma de pre-venir las adicciones de cualquier tipo,s o b re todo las dos que, a mi juicio, sonlas más peligrosas: las sectas y las dro-gas, pasa por estas cuatro medidas, encuya consecución juega un papel funda-mental la familia:

1) Autonomía personal e integra-ción social: ambas cosas están estre-chamente relacionadas, hasta el puntode que la autonomía personal se fortale-ce mediante una integración satisfactoraen unas redes de apoyo social adecua-das. De hecho, es a individuos que seencuentran aislados a los que las dro-gas, las sectas y las organizaciones tota-litarias captan con mayor facilidad. Y esque, como ya hemos dicho en varias oca-siones, el individuo extrae su identidadpersonal de su identidad social, y suautonomía y su fortaleza personales desu integración en grupos sociales. Sons i e m p re unas relaciones sociales satis-factorias, dentro de la familia, con losamigos, etc., la mejor garantía de que seresistirá exitosamente las pre s i o n e sc o e rcitivas hacia la adicción.

2) Autoestima y fortalecimiento dely o: ya hemos dicho repetidamente quelas personas más proclives a caer en lasredes de las sectas son las que poseenun yo débil, unos fuertes complejos deinferioridad, una baja autoestima, etc.De ahí que cualquier técnica que mejorela autoestima y fortalezca el yo, ayudaráal individuo a resistir las persuasionesc o e rcitivas, cosa que se consigue mássatisfactoriamente en situaciones socia-les. Así, toda familia que pretenda pr o t e-ger a sus hijos de las drogas y del peli-g ro sectario debería ayudarles a for m a r-se una autoestima alta y un autoconcep-

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to positivo, dándoles re s p o n s a b i l i d a d ,elogiándoles por las cosas bien hechas,enseñándoles a hacer atribuciones cau-sales adecuadas, etc. (véase Ovejero ,1 9 8 8 ) .

3) Desarrollo de un pensamientocrítico e independiente: este aspecto,que complementa perfectamente al ante-r i o r, nos dice que tanto en la familiacomo en la escuela es necesario enseñara los niños y adolescentes a ser críticos,s o b re todo hacia las propias figuras deautoridad. Reprimir toda crítica del niñohacia la figura parental es una de lasvías para la formación de una personaautoritaria y para que, llegado el caso,caiga con facilidad en manos de dr o g a s ,sectas y grupos autoritarios, que secaracterizan justamente por el culto a lapersonalidad y por la ausencia de todacrítica. De hecho, es el desarrollo delpensamiento crítico el que permite elmantenimiento de la autonomía y laindependencia, y, como dice Zipf (1960),las personas con mayor necesidad deindependencia poseen también unamayor resistencia a las influencias coer-c i t i v a s .

4) Prestar atención al primer esla-b ó n: la eficacia demostrada tanto de lassectas como de las drogas depende,e n t re otras razones, de que utilizan lallamada técnica de aproximaciones suce-sivas. De ahí que haya que tener muchocuidado con no caer en el primer esla-bón, porque pasar al segundo será yaalgo más fácil, y pasar de éste al terc e ro ,más fácil aún.

Finalmente, quisiera mostrar algunasd i rectrices concretas y útiles, de cómo sepodrían implementar en la práctica estasmedidas tanto en la familia como en laescuela. Así, la sobre p rotección de losniños no fortalece precisamente su auto-estima. Por tanto, por el contrario,habría que acostumbrarlos a enfre n t a r s ea problemas en parte similares a los que

les dará la vida. Igualmente, habría queacostumbrarles a ser críticos, por ejem-plo, con la información pro p o rc i o n a d apor la televisión, de tal forma que, porejemplo, sería interesante que tras verjuntos una película o una serie televisi-va, padres e hijos pequeños discutieranlas normas sociales que sutilmente sequiso fomentar, como por ejemplo lanecesaria posesión del coche o la utiliza-ción del móvil, etc.

6. CONCLUSIÓN

En resumidas cuentas, el elementomás central en la formación de la perso-nalidad y en la conciencia de una identi-dad personal son los demás, las r e l a c i o-nes interpersonales. Es la i n t e r a c c i ó ns o c i a l la que nos ha llevado a convertir-nos en lo que somos. Y cualquier cambioen nuestra personalidad y en nuestraidentidad personal pasa por un cambioimportante en esas relaciones y comuni-cación interpersonales, en la interacciónsocial, en definitiva. Y esos cambios pue-den ir básicamente, al menos para losp ropósitos que aquí nos interesan, endos dire c c i o n e s :

a) Por un lado, puede haber unadesaparición de la comunicación y lasrelaciones interpersonales, sin ser susti-tuidas por otras nuevas, lo que siemprees negativo y dejan al individuo, tal vezmás aún si es adolescente, a merced decualquier nuevo “adoctrinamiento” quele puede llegar. De ahí que sean justa-mente las personas aisladas (en laescuela, por ejemplo, los que tienenmenos amigos, los más aislados o inclu-so rechazados, sociométricamentehablando) las más vulnerables a laacción de cualquier “lavado de cer e b ro ”del tipo que sea (drogas, sectas, etc.).

b) Por otro lado, puede haber, por dife-rentes razones (cambio de profesión, tras-lado de la familia por razones laborales,

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cambio de centro escolar por comenzaruna nueva etapa educativa2, cambio dedomicilio como consecuencia de un divor-cio, etc.), un cambio de relaciones socia-les (cambio de amigos, cambio de perso-nas conocidas, etc.) que, a su vez, provo-ca un cambio en la identidad personal delos afectados. Por consiguiente, habríaque prestar atención a estas situaciones yproporcionar la posibilidad de unas rela-ciones sociales adecuadas a quien seencuentra en tales circunstancias, a tra-vés fundamentalmente, creo, de diferen-tes tipos de asociacionismo (cultural, debarrio, deportivo, de ocio, etc.).

Ahora bien, la desintegración de la per-sonalidad y la pérdida de identidad perso-nal, producidas por las vías vistas pre c e d es i e m p re a la búsqueda de una nuevaidentidad personal positiva. Y con fre-cuencia se la buscará, o bien en algo querápidamente pueda pro p o rcionarle al indi-viduo una nueva identidad (una secta,una droga química, etc.) o bien, más fre-cuentemente, la buscará en unas nuevasrelaciones sociales, con la entrada, habi-tualmente, en un nuevo grupo, grupocuyas normas y actitudes adoptará rápi-damente, a menudo de una forma casiautomática y poco crítica, pues lo únicoque le interesa, a través casi exclusiva-mente de procesos de comparación social,es ser aceptado en ese grupo, aceptaciónque le pro p o rcionará el apoyo social, laautoestima y, en definitiva, la identidadpersonal que tanto ansía. De ahí la impor-tancia crucial que van a tener las norm a sy actitudes imperantes en esos grupos.

Por consiguiente, el grupo es necesa-rio, pero no necesariamente preventivo deadicción. Puede ser preventivo y puedeser también creador de adicciones.

En suma, lo que en este trabajo he que-rido señalar es cómo el concepto de i d e n t i-dad personal está en el centro de los fenó-menos adictivos. En concreto, las personaspertenecientes a grupos sin una clara iden-

tidad (por ejemplo, las minorías socialmen-te marginadas) o las que teniendo esa iden-tidad la han perdido o está muy deteriora-da, como consecuencia de una serie defrustraciones y de acontecimientos vitalesp a r t i c u l a rmente estresantes (adolescencia,fracaso escolar y abandono de la escuela,muerte de una persona particularm e n t equerida, divorcio, pérdida de un empleoque creía vitalicio, etc.) intentarán ard i e n-temente buscar una nueva identidad per-sonal positiva. Pero como la identidad per-sonal la extraemos de nuestra identidadgrupal y social, las personas en esa situa-ción buscarán esa identidad que necesitanen grupos que les den apoyo social, con loque corren el riesgo de caer en manos desectas religiosas, políticas o de otro tipo, oen grupos que, dándoles apoyo social, tam-bién les exigen una serie de conductas peli-g rosas (consumo de alcohol o tabaco3, dro-gas ilegales, etc.).

Por consiguiente, si el origen de lasadicciones es esencialmente psicosocial,también deberá ser psicosocial la inter-vención. Superada la época en que aúnse veía el problema de las adiccionescomo algo exclusivamente i n d i v i d u a l,hoy día, aunque aún se la ve como elnivel principal, ya no el exclusivo, aña-diéndose con cierta frecuencia al nivelindividual, otros dos niveles: el nivelm i c rosocial o grupal y el m a c ro s o c i a l(véase Orte, 1993). Pues bien, a mi modode ver, el error de tal planteamiento estáen el mero hecho de separar los tre sniveles, cuando realmente, como aquíhemos defendido, están inextricablemen-te unidos: el concepto de identidad losrelaciona con carácter de necesidad.

En todo caso, como apuntan March yOrte (1993, p. 347), podemos constatar “laimportancia del triángulo familia-escuela-comunidad, como espacios sobre los cua-les construir, de forma coordinada, losp rogramas de prevención de las dro g o d e-pendencias”, incluyendo, obviamente,también las drogodependencias psicológi-

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cas y las sociales. Son muchos los datosexistentes que lo confirman, entre los quesólo destacaremos algunos. Así, Brook ycols. (1989) encontraron que la vincula-ción o intimidad mutua dentro de la fami-lia funciona como disuasor en el uso ded rogas. Igualmente, existen trabajos quemuestran que los jóvenes que consumend rogas tienen amigos que también lasconsumen (Leenthal y Clerary, 1980),teniendo lugar casi siempre en grupo elinicio de tal experiencia (Biglan y cols.,1985). Existe, además, una fuerte re l a c i ó ne n t re el abandono escolar y el consumo delas drogas (Barro y Kolstad, 1987).

Otro claro ejemplo de la unidad fami-lia-escuela-comunidad de que hablába-

mos está en la estrecha relación que exis-te entre marginación y drogodependencia,sobre todo cuando la marginación lleva,cosa muy frecuente pero no necesaria, auna falta de integración escolar y a seriosproblemas de identidad. En concreto, confrecuencia la marginación conlleva seriosproblemas y hasta ruptura en la identi-dad de las personas marginadas lo que, asu vez, les empuja a buscar una nuevaidentidad, y a menudo la creen encontrara través de una fuerte dependencia haciasustancias químicas, hacia personas,hacia grupos o hacia ideas. Por tanto, ycon ello concluyo, probablemente seareduciendo los problemas de marginacióncomo mejor trabajaremos para prevenir elproblema de las adicciones.

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1 Véase un programa de intervención comunitaria para la prevención del consumo de drogas en adolescen-tes en Pinazo, Lila y Berjano (1993), así como, en estos mismos autores (Lila, Pinazo y Berjano, 1993), laimportancia del asociacionismo juvenil como forma de cambiar las actitudes hacia el consumo de drogas enlos adolescentes.2 Por ejemplo, suele ser particularmente amenazante para la identidad personal de los estudiantes el hechode pasar, como suele ser tan frecuente, de un centro de Enseñanza Media, generalmente privado-religioso,altamente disciplinado, con un horario rígido de clase y de estudio y con un fuerte control exterior sobre laconducta de los estudiantes, a un centro universitario público, donde no existe ni tal disciplina ni tal controlexterno y donde la libertad es la norma y el control debe ser auto-control.3 Como hace poco escribía Alonso Balosa (1995), del Comisionado para la Droga de la Junta de Andalucía, lagente no suele tener conciencia de que las drogas legales sean realmente drogas. Así, escribe Balosa (p. 268):“en la última encuesta de población sobre el consumo de drogas en Andalucía, sólo un 2,9% de los andalucesmenciona el alcohol como droga; el 1,9% el tabaco; el 2%, las anfetaminas; el 0,3%, los hipnosedantes, quedan-do totalmente excluídos los analgésicos de esta consideración, pese a ser la tercera sustancia de mayor consu-mo, sólo precedida del alcohol y tabaco”.

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Anastasio Ovejero Bernal

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