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41 D. Loponte y A. Acosta: FCNyM - UNLP; INAPL. [email protected]; [email protected]. J. Musali: FFyL - UBA. [email protected]. Complejidad social: cazadores-recolectores y horticultores en la región pampeana Daniel Loponte, Alejandro Acosta y Javier Musali Introducción Las ideas generadas por la conferencia Man the Hunter contribuyeron a generar una imagen idílica y restringida del complejo mundo cazador-recolector ( cf. Lee y Devore 1968; Sahlins 1968). Si alguna característica podía englobar a esas sociedades era pre- cisamente la simplicidad. No fue sino en la segunda mitad de los 70 y principios de los 80 (entre otros Bean y Lawton 1976; Bettinger 1981; Binford 1980; Woodburn 1980) cuan- do la antropología generó un corpus teórico y empírico que señalaba la variabilidad de las formas organizativas de aquellos que hasta entonces se suponían sólo eran organizacio- nes humanas simples. Esta discusión sobre la variabilidad mundial de los cazadores- recolectores identificó rápidamente la existencia de grupos humanos que, si bien no producían alimentos, se los consideraba inmersos dentro de un proceso evolutivo hacia su producción, o tenían componentes notables en cuanto a su complejidad técnica o social (Price y Brown 1985 y autores del volumen citado). De esta forma, emergió la distinción entre cazadores-recolectores generalizados y complejos, procesadores y viaje- ros o categorías que pueden ser consideradas equivalentes a estas (entre otros Ames 1985; Bender 1978; Bettinger 1999, 2001; Bettinger y Baumhoff 1982; Brown 1985; Cohen 1985; Hayden 1990; Hayden et al. 1985; Johnson 1982; Keeley 1988; Lourandos 1985; McGuire 1983; Price y Brown 1985; Testart 1982; Woodburn 1980). Durante la última década del siglo pasado hasta la actualidad, los estudios sobre complejidad se diversifican notablemente, incluyendo aspectos que contemplan la discusión sobre qué es la complejidad, cuáles son sus propiedades, cómo surgen los sistemas complejos, qué utilidad tiene el concepto para comprender la evolución de las sociedades humanas y cómo debe abordarse su estudio (entre otros Arnold 1996; Binford 2001; Goles y Latapy 1997; Guráieb 2001; Hayden 1990, 1994; Heylighen 1997; Keeley 1991; Kelly 1995; Kosse 1994; Low 1990; Mateos et al. 2002; Rowley-Conwy 2001; Standish 2001; Tainter 1996). En este trabajo abordaremos el estudio de las sociedades prehispánicas que habitaron el humedal del Paraná inferior, las cuales exhiben en términos arqueológicos e históri- cos, algunas características de las sociedades complejas. Emplearemos en la discusión el registro arqueológico comprendido entre 1100 y 600 años AP y algunas referencias his- tóricas correspondientes a la primera mitad del siglo XVI. Cabe destacar que no emplea- remos las fuentes históricas como fuente de contrastación, sino como fuente de hipóte- sis sobre determinados rasgos o conductas llevadas a cabo por los aborígenes del área.

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D. Loponte y A. Acosta: FCNyM - UNLP; INAPL. [email protected]; [email protected].

J. Musali: FFyL - UBA. [email protected].

Complejidad social: cazadores-recolectoresy horticultores en la región pampeana

Daniel Loponte, Alejandro Acosta y Javier Musali

IntroducciónLas ideas generadas por la conferencia Man the Hunter contribuyeron a generar una

imagen idílica y restringida del complejo mundo cazador-recolector (cf. Lee y Devore1968; Sahlins 1968). Si alguna característica podía englobar a esas sociedades era pre-cisamente la simplicidad. No fue sino en la segunda mitad de los 70 y principios de los 80(entre otros Bean y Lawton 1976; Bettinger 1981; Binford 1980; Woodburn 1980) cuan-do la antropología generó un corpus teórico y empírico que señalaba la variabilidad de lasformas organizativas de aquellos que hasta entonces se suponían sólo eran organizacio-nes humanas simples. Esta discusión sobre la variabilidad mundial de los cazadores-recolectores identificó rápidamente la existencia de grupos humanos que, si bien noproducían alimentos, se los consideraba inmersos dentro de un proceso evolutivo haciasu producción, o tenían componentes notables en cuanto a su complejidad técnica osocial (Price y Brown 1985 y autores del volumen citado). De esta forma, emergió ladistinción entre cazadores-recolectores generalizados y complejos, procesadores y viaje-ros o categorías que pueden ser consideradas equivalentes a estas (entre otros Ames1985; Bender 1978; Bettinger 1999, 2001; Bettinger y Baumhoff 1982; Brown 1985;Cohen 1985; Hayden 1990; Hayden et al. 1985; Johnson 1982; Keeley 1988; Lourandos1985; McGuire 1983; Price y Brown 1985; Testart 1982; Woodburn 1980). Durante laúltima década del siglo pasado hasta la actualidad, los estudios sobre complejidad sediversifican notablemente, incluyendo aspectos que contemplan la discusión sobre quées la complejidad, cuáles son sus propiedades, cómo surgen los sistemas complejos, quéutilidad tiene el concepto para comprender la evolución de las sociedades humanas ycómo debe abordarse su estudio (entre otros Arnold 1996; Binford 2001; Goles y Latapy1997; Guráieb 2001; Hayden 1990, 1994; Heylighen 1997; Keeley 1991; Kelly 1995;Kosse 1994; Low 1990; Mateos et al. 2002; Rowley-Conwy 2001; Standish 2001; Tainter1996).

En este trabajo abordaremos el estudio de las sociedades prehispánicas que habitaronel humedal del Paraná inferior, las cuales exhiben en términos arqueológicos e históri-cos, algunas características de las sociedades complejas. Emplearemos en la discusión elregistro arqueológico comprendido entre 1100 y 600 años AP y algunas referencias his-tóricas correspondientes a la primera mitad del siglo XVI. Cabe destacar que no emplea-remos las fuentes históricas como fuente de contrastación, sino como fuente de hipóte-sis sobre determinados rasgos o conductas llevadas a cabo por los aborígenes del área.

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ComplejidadLa definición de complejidad ha demostrado ser un concepto esquivo (cf. Standish

2001). Probablemente la definición más sencilla es aquella dada por Hinergardner yEngelberg (1983), quienes definen complejidad como el número constitutivo de partes.Este concepto es coherente con la definición de “complejidad textual” (Tainter 1996),basada en la enumeración de los componentes, sean estos tipos de artefactos o rolessociales (cf. McGuire 1983; Price y Brown 1985; Tainter 1996). Esta definición, si bien esoperativa porque permite efectuar comparaciones con diferentes unidades analíticas delregistro (artefactos, clases de artefactos, estructuras, densidad, etc.), es problemática,porque no incorpora las relaciones internas de sus partes constituyentes. Hemosejemplificado este hecho en otro lado (Loponte et al. 2002). De esta forma, lairreductibilidad es una de las propiedades claves de los sistemas complejos (Nelson 1976).Esto implica que cada parte del sistema no puede ser entendida como una unidad, dadoque las propiedades del sistema no son exhibidas por sus elementos aislados (Mateos etal. 2002), por lo tanto se deben buscar otras unidades de análisis más allá del artefacto.Lamentablemente, la búsqueda de unidades arqueológicas es uno de los mayores proble-mas de la arqueología (cf. Lanata 2002), situación que se hace extensible al estudio de lacomplejidad en sí misma. En los sistemas complejos los nuevos componentes (o conduc-tas) surgidos deben exhibir además, un grado importante de interrelación con otros exis-tentes, substituyendo segmentos del sistema más costosos y menos relacionados. Estereemplazo produce una evolución más rápida del sistema en una forma auto-integrada yauto-generadora (cf. Goles y Latapy 1997). Por lo tanto, la tasa de aparición de nuevoscomponentes y la cantidad de interconexiones activas con el resto del sistema, son me-didas indirectas para estimar el grado de evolución de estos sistemas.

Cada sistema social o sistema operativo no actúa aisladamente de otros conjuntos. Lacantidad y tipo de mecanismos de intercambio son también propiedades importantes delos sistemas complejos. En los ambientes colonizados por sociedades humanas donde lasconductas son densodependientes ( cf. Krebbs 1995), los mecanismos de intercambio tiendena ser significativos, aumentando precisamente la complejidad de los sistemas. Precisa-mente Heylighen (1996) ha sugerido que la complejidad aumenta a medida que la varie-dad y dependencia de las partes constitutivas se incrementa. La conectividad entre laspartes puede además ampliarse espacial y/o temporalmente. Esto implica que los siste-mas interrelacionados que generan componentes para su uso diferido en el tiempo y enel espacio, necesitan un ingreso de energía mayor, debido a que las actividades quebuscan retornos diferidos se basan de energía almacenada o poseen mecanismos deacopio superior a las necesidades diarias. Estos sistemas contemplan además un usoefectivo futuro de los bienes y servicios que se generan con anticipación, por lo queexiste un mayor componente en la planificación de las actividades sociales y de subsis-tencia. Woodburn (1980) precisamente consideró que el consumo diferido es un elemen-to clave de los sistemas sociales complejos. Dado que el almacenamiento es una conduc-ta que virtualmente llevan a cabo todos los cazadores-recolectores (ver Arnold 1996), loque se enfatiza es el grado de dependencia de los bienes almacenados (cf. Keeley 1991)o el grado de desarrollo de los mecanismos de acopio de energía. Por otro lado, la cantidadde energía almacenada por un organismo o un sistema posee una intrínseca relación conla fluctuación y predecibilidad de la oferta (Hinergardner y Engelberg 1983), aspecto queha sido causalmente relacionado con el almacenamiento entre sociedades cazadoras-

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recolectoras (Keeley 1991). Paralelamente se ha observado que a medida que la comple-jidad de un sistema social es mayor, el consumo de energía diferida aumenta y, por lotanto, existe una covariación entre la entropía, el modo de producción y el nivel decomplejidad del sistema (Rowley-Conwy 2001; Tainter 1996).

El surgimiento de la complejidad

Aquí agruparemos las diferentes posturas acerca de la emergencia de los sistemascomplejos en tres modelos básicos. El primero de ellos enfatiza aspectos psicológicos, destatus o prestigio individual, al que también se puede llegar por competencia entre indi-viduos o grupos de individuos definidos por intereses (i. e. Fitzhugh 2002; Hayden 1994).Una segunda línea de pensamiento sostiene que la causa última de la complejidad tieneuna estrecha vinculación con el stress ambiental (Cohen 1985; Keeley 1991; Kelly 1995),mientras que otros autores consideran que si bien el stress ambiental es importante, lacomplejidad es el resultado de conductas que solucionan problemas cada vez más com-plejos e interconectados, para los cuales no existe un disparador único (Tainter 1996).Esta última perspectiva evita además considerar la tradicional unidireccionalidad en elestudio de la complejidad, ya que una vez resueltos los problemas, el sistema podríavolver a niveles anteriores (Brown 1985; Tainter 1996). En prácticamente todos los estu-dios de complejidad, sea cual fuera su orientación teórica, subyace la idea de que enambientes donde existen presiones densodependientes, la evolución selecciona compor-tamientos cada vez más complejos que permiten un ajuste más efectivo entre las con-ductas, los artefactos y el ambiente, especialmente donde este último se muestra compe-titivo o impredecible (en un sentido similar a Hinergardner y Engelberg 1983). Estasconductas dentro de sistemas autogeneradores e integradores, poseen altas tasas demodificación, con una significativa incidencia de los mecanismos de transmisión sesgada,lo que produce una mayor variabilidad de las conductas, dinamizando los mecanismosculturales de transmisión (Boyd y Richerson 1985), situación que genera una significa-tiva variabilidad y un mayor número de rasgos dentro del registro arqueológico. Estehecho hace que la definición de complejidad textual, constituya una base metodológicainicial para el estudio de sociedades complejas, recurso que seguiremos en este trabajo.

Cazadores-recolectores complejos

Por definición, las sociedades humanas se componen de individuos que generan eintercambian bienes e información entre sí y con otros grupos, mediante un sistemasemiótico. Por otro lado, es intrínseca a la mente y a la cultura humana su capacidad deincrementar el número y clases de interacciones entre los diferentes componentes decualquier sistema. De esta forma, debemos recortar las propiedades para saber cuándoestamos hablando de un sistema complejo entre los cazadores-recolectores o si se hayaninmersos en un proceso que podría desembocar en la complejidad. Los tópicos más rele-vantes para determinar si una sociedad cazadora-recolectora puede ser rotulada comocompleja son los siguientes: el tamaño de los grupos humanos y la densidad demográficaa nivel micro y macro regional (Brown 1985; Kosse 1994; Price y Brown 1985); unamayor variedad de roles sociales que los habituales entre los cazadores-recolectores(McGuire 1983; Price y Brown 1985; Tainter 1996); extensión y desarrollo de diversosmecanismos de organización social, incluyendo las alianzas, territorialidad, intercambio

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y modos de producción que puede incluir intensificación (Bender 1978; Cohen 1985;Hayden 1986; Kosse 1994; Price y Brown 1985; Rowley-Conwy 2001; Tainter 1996); laexistencia de asimetrías sociales heredables, donde los costos y beneficios están de-sigualmente distribuidos entre los individuos (Arnold 1996; Cohen 1985; Hayden 1986;Price y Brown 1985); la existencia de consumo diferido (Bettinger y Baumhoff 1982;Keeley 1991; Rowley-Conwy 2001; Testart 1982; Woodburn 1980), baja movilidad osedentarismo (Kelly 1995; Price y Brown 1985; Rowley-Conwy 2001; Tainter 1996; Testart1982; Woodburn 1980); la construcción de equipo no transportable y la disponibilidadde equipo muy específico (Bettinger y Baumhoff 1982; Nelson 1996; Price y Brown 1985;Testart 1982); una significativa modificación y señalización del paisaje, que incluye lageneración de cementerios muy visibles (Rowley-Conwy 2001); la producción de exce-dentes para actividades sociales o simbólicas (Lourandos 1985). Algunos autores (quepredominantemente tienen una visión post-procesual de la arqueología) sostienen quela existencia de un solo rasgo (i.e. jerarquías institucionalizadas) son suficientes paracategorizar a un sistema de cazadores-recolectores como complejos. Otros investigadoresen cambio, consideran que es necesaria la presencia de varias de estas propiedades. Enefecto, existe cierto consenso en considerar que la baja movilidad, la defensa activa delterritorio y el almacenamiento son los rasgos más consistentes para determinar la exis-tencia de un sistema cazador-recolector complejo (Rowley-Conwy 2001), probablementepor que todas estas conductas implican un nivel organizativo sustantivo. Salvo la defensaactiva del territorio, el resto son propiedades que tienen una alta visibilidad arqueológi-ca. Otros autores enfatizan aspectos sociales muy relacionados internamente, como laexistencia de estructuras jerárquicas, la intensificación de las relaciones de alianza, elsurgimiento de jefaturas o la competencia social, aunque esta postura tiene diferenciasinternas (Ames 1985; Arnold 1996; Brown 1985; Cohen 1985; Hayden 1994; Hayden et al.1985; Johnson 1982; Lourandos 1985). Sin embargo, existen registros relativamente bienconocidos de sociedades complejas donde no se han detectado la existencia de jerarquíassociales u organizaciones verticales (cf. Kuijt y Goring-Morris 2002; Price 2002).

Varios autores han sugerido que los grupos humanos cuya economía se basa en lapesca o en los recursos fluviales, muestran importantes indicadores de complejidad queusualmente van acompañados de conductas de almacenamiento, baja movilidad y territo-rialidad (Arnold 1996; Bean y Lawton 1976; Kelly 1995). Algunos recursos fluviales puedenser considerados como una cosecha. En efecto, pueden estar agrupados por un corto pe-ríodo de tiempo, son recursos por lo general individualmente pequeños, tienen lugares deobtención relativamente localizados o muy predecibles en el espacio y se pueden obteneren masa, generando así un estímulo para el almacenamiento, la propiedad y la defensaactiva de los lugares de acopio. Tales recursos tienen además propiedades que implican eldesarrollo de una tecnología sofisticada para minimizar el riesgo de pérdida de las presasy maximizar su captura (cf. Nelson 1996; Torrence 1989). Pero no sólo los recursos fluvia-les son significativos para considerar la existencia de propiedad y almacenamiento. Hames(1990: 96-97) sugirió que el consumo de vegetales puede tener una incidencia importanteen el surgimiento y funcionamiento de sistemas complejos. Los alimentos vegetales, aligual que ciertos recursos fluviales, son más predecibles que los recursos animales terres-tres, por lo que son menos susceptibles de ser redistribuidos, generando así un concepto depropiedad privada y conductas de almacenamiento familiares (Bettinger 1999). Ambassituaciones requieren en algún sentido una baja movilidad residencial (cf. Sahlins 1972).Estudios interculturales han demostrado una peculiar importancia del almacenamien-

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to, de mediana a alta, para aquellos grupos que están más de cinco meses en un mismocampamento (Keeley 1991). Por lo tanto, parece existir una estrecha vinculación entrebaja movilidad, conductas de almacenamiento, importancia del componente vegetal en ladieta, tecnología y defensa de los lugares de acopio de los recursos. La complejidad amenudo implica la especialización sobre uno o dos recursos, con un aumento del espectroconsumible de los mismos. Paralelamente se observa que en los sistemas sociales de caza-dores-recolectores complejos, existe una tendencia a la intensificación en la explotacióndel ambiente, posiblemente en respuesta al riesgo asociado que implica depender de unsolo recurso (Arnold 1996; Kelly 1995).

El ambiente natural del humedal del Paraná inferiorEl humedal del Paraná inferior se desarrolla entre los 32º 05' y 34º 29' S y entre los

58° 30' y 60° 40' O. Se encuentra en la porción terminal de la Cuenca del Plata, iniciándosea la altura de la ciudad de Diamante y finalizando en el Río de la Plata. Posee unalongitud de 320 km y unos 60 km de ancho máximo, cubriendo un área aproximada deentre 14,000 y 17,500 km2 (Bonetto y Hurtado 1999; Bonfils 1962). Aproximadamente el20% de esta área corresponde a albardones no inundables mientras que el resto sonespacios anegables (Bonetto y Hurtado 1999). Este ambiente también conocido como“Delta Paranaense” o “Bajo Delta” (Bonetto y Hurtado 1999; Bonfils 1962) puede serrepresentado como un sistema río-planicie aluvial (RPA), ecológicamente regulado porlos pulsos de inundación del río Paraná (Bó y Malvárez 1999; Junk et al. 1989). Tanto elhumedal como el bosque xeromórfico asociado al límite occidental del mismo, poseen uncierto número de especies vegetales comestibles, como la palmera de pindó (Syagrusromanzzofiana), el chañar (Geoffroea decorticans) y el algarrobo (Prosopis sp.) (Cabrera1968). Desde el punto de vista faunístico, además de una gran cantidad de roedores dehábitos acuáticos (coipo y carpincho), es notoria la concentración de peces de hábitosmigratorios, que generan por un lado, valores indicativos de 4,2 peces/1000 m3 en invier-no y una alta concentración del orden de 86,3 peces/1000 m3 en verano, (Tablado et al.1988), variabilidad que genera un excelente estímulo para el almacenamiento. Entre losungulados se encuentra el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), que no seagrupa en manadas, sino que es básicamente un mamífero de hábitos solitarios, aunquesu disponibilidad es anual. En el área de estepas halófilas y praderas ribereñas, como asítambién en el bosque xeromórfico, se encontraban probablemente pequeñas manadas devenado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), con una disponibilidad anual.

Existen múltiples factores que afectan a los pulsos de inundación/desecación delParaná inferior. La variabilidad de los mismos ha generado que el humedal asociado seaconsiderado uno de los que exhibe mayor irregularidad hidrobiológica de Sudamérica.Los pulsos de inundación condicionan no sólo la distribución de la fauna, sino tambiénlas actividades humanas de subsistencia (Bó y Malvárez 1999; Boivín et al. 1997; Neiff1999). La irregularidad del Delta del Paraná es aún más grave si se toman en cuenta losefectos producidos por el fenómeno climático denominado “El Niño”. Las inundacionesasociadas al mismo, tienen características inusuales y no son previsibles en escalas detiempo cortas, sino que suceden con una frecuencia cercana a los diez años. Estas inun-daciones tienen consecuencias catastróficas para el ambiente físico y biológico, perdien-do el ambiente toda sustentabilidad para las poblaciones humanas, con episodios de

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extinción local para mamíferos terrestres y algunas aves (Bó y Malvárez 1999; Junk et al.1989; White y Picket 1985). Por el contrario, durante las fases de desecación se incrementala predicibilidad de la fauna y la concentración de los taxa terrestres y acuáticos endeterminados puntos del ambiente (Neiff 1999; Tablado et al. 1988).

El registro arqueológico e histórico del humedal delParaná inferior

Subsistencia y almacenamiento

Los análisis faunísticos efectuados en los sitios arqueológicos listados en la tabla 1,señalan que los peces (básicamente siluriformes) contribuyeron con alrededor del 50% al60% de la biomasa animal consumida (Loponte y Acosta 2002a). Los ungulados -cuyapresencia ronda una media del 5% del MNI total- aportaron una biomasa relativa cercanaal 25%, compartiendo un segundo o tercer lugar junto con los roedores (Acosta et al.2002; Loponte y Acosta 2002a, 2000b). La importancia de los peces en la subsistenciasugiere una especialización en su captura. La recuperación de complejos arpones de puntaseparable de diseño modular, efectuados básicamente sobre astas de cérvidos (Acosta2000; Loponte y Sacur Silvestre 2002), señala una importante inversión de energía en lamanufactura de equipo específico, destinado a minimizar la pérdida de un recurso crítico(cf. Bleed 1997; Bousman 1993; Nelson 1996; Torrence 1989). Las crónicas mencionantambién la existencia de redes de pesca y la importancia de los peces en la economía detodos los grupos del humedal (Fernández de Oviedo 1944; Schmidl 1948).

La producción de subproductos derivados de los peces es mencionada en algunosdocumentos históricos. En efecto, varios cronistas sostienen que los aborígenes produ-cían “harina de pescado”, “manteca de pescado” y/o “grasa de pescado” (Fernández deOviedo 1944; Schmidl 1948), probablemente gracias al secado y molido de peces y alhervido de los mismos en el caso de la citada “manteca” y “grasa”. Análisis efectuadossobre tiestos procedentes de algunos sitios del humedal, han detectado la presencia delos mismos ácidos grasos que los presentes en los peces siluriformes del Paraná, aun-que estos resultados aún son preliminares (Pérez y Cañardo 2002). Los MAU % de lospeces recuperados de estos depósitos podrían sugerir conductas de secado (Acosta yMusali 2002; Acosta et al. 2002). Asimismo, las crónicas históricas señalan para ungrupo indeterminado, localizado en la desembocadura del río Paraná, el secado al solde los peces para ser consumidos en épocas de escasez, lo que sin duda implica algunaforma de almacenamiento (Santa Cruz 1908). Una sola referencia hace mención que

Sitios Latitud Longitud Estrato ambiental Cronología(1) δδ13C Años Cal. AD* Fuente Muestra

Las Vizcacheras 34° 16' 81" 58° 48' 65" Continente 1090 ± 40 -18,9 ‰ 880 - 1020 Beta 148237 L. guanicoe

Continente 1070 ± 60 -25 ± 2 ‰ 880 - 1150 LP- 1401 S. romanzoffiana

Garín 34°22' 38" 58°42' 30" Continente 1060 ± 60** LP-240 B. dichotomus

Anahí 34° 16' 95" 58°48' 47" Continente 1020 ± 70 -19,0 ‰ 890 - 1180 Beta 147108 M. coypus

Ao. Guazunambí 34°23' 33'' 58° 38' 34'' Continente 940 ± 60 -19,0 ‰ 990 - 1230 Beta 147109 Mammalia

La Bellaca sitio 1 34° 23' 07'' 58° 40' 14" Continente 1110 ± 70 -20 ± 2 ‰ 779 - 1033 LP-1288 M. coypus

La Bellaca sitio 2 34° 22' 79" 58° 39' 53" Continente 680 ± 80 -20 ± 2 ‰ 1221 - 1422 LP-1263 Mammalia

(1) Años antes del presente - * Edades calibradas con 2 sigmas. - ** Sin corrección isotópica

Tabla 1: Sitios arqueológicos discutidos

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Cazadores-recolectores y horticultores en la región pampeana

los subproductos “harina” y “manteca de pescado”, estaban producidos en alguna esca-la para fines del verano. En efecto, esto sucede cuando las tropas españolas ocupanuna aldea “querandí” luego del combate de Corpus Christi (Schmidl 1948). Es decir,cuando finaliza la concentración estival de recursos ícticos.

Independientemente del énfasis en la captura y consumo de peces, los registrosarqueofaunísticos señalan la explotación en cantidades importantes de otros recursos,como el coipo y posiblemente el cuis (Loponte y Acosta 2002a, 2002b; Pafundi 2002).Del mismo modo, existe una pequeña explotación de Diplodon sp. y Ampullaria=Pomacea,pero las cantidades recuperadas en los sitios son relativamente reducidas en relacióna la fracción consumible de estos moluscos (Bernal 2002). La explotación de ungulados(B. dichotomus y O. bezoarticus) también es sumamente significativa no sólo por elaporte calórico, sino también como fuente de materia prima para la confección dearpones óseos. La presencia de estos taxa en cantidades significativas sugiere unasustantiva amplitud del nicho, que a nivel artefactual coincide con la multiplicidad delequipo de captura disponible. En efecto, no sólo se han reconocido arpones de puntaseparable, sino también puntas de proyectil líticas apedunculadas medianas y peque-ñas, susceptibles de ser empleadas con arco (también se han recuperado ganchos depropulsor), puntas de proyectil de hueso pedunculadas, bolas de boleadora y posible-mente las redes de pesca ya mencionadas (Loponte y Sacur Silvestre 2002). En estaenumeración también deben ser consideradas las denominadas “bipuntas” confeccio-nados sobre hueso, cuyo posible uso en la obtención de presas no puede descartarse(Scheinsohn comunicación personal 2003). Asimismo en todos los depósitos se recu-peran pequeñas cantidades de otros taxones que pueden representar caza oportunista,intercambio, contaminación o usos simbólicos de los mismos (Acosta y Loponte Ms;Loponte y Acosta 2002c).

La importancia de la dieta vegetal ha quedado demostrada gracias a los análisisisotópicos efectuados sobre algunos individuos recuperados en sitios arqueológicos delárea. Los valores de δ15N y el espaciamiento δ13C(co.-ap.) sugiere un componente vegetalde aproximadamente un 30% de la dieta total (Acosta y Loponte 2002). Las principalespresas de los grupos humanos están dentro de un patrón fotosintético C3, al igual que loscazadores-recolectores. Sin embargo, el único individuo recuperado en el sitio Garín,presenta un valor de δ13C que sugiere un importante componente de vegetales C4 en sudieta, que podría estar indicando consumo de maíz (Acosta y Loponte 2002). Dada la bajacantidad de individuos analizados, estos datos no son representativos a nivel poblacional,pero marcan una tendencia uniforme en cuanto a la incidencia del componente vegetalen la dieta, sea silvestre o con algún tipo de manipulación. Si estos valores isotópicos semantienen al ampliar la muestra, podríamos considerar que alrededor del 30% de ladieta era de origen vegetal, el 35% estaría compuesta por peces y el 35% restante habríasido suplido por el resto de las presas (ungulados, roedores, reptiles y moluscos). Estaestructura dietaria, como hemos visto anteriormente, señala precisamente una estrecharelación con sociedades de cazadores-recolectores complejos.

Aún no se ha logrado determinar cuáles fueron los vegetales consumidos. Los análisisen la composición fitolítica del tártaro dental humano podrían ser un camino posible.Hasta el momento se han determinado fitolitos de afinidad graminoide y arecoide, ade-más de tejidos de conducción conservados en los cálculos dentales, que permitirán efec-tuar una más precisa determinación botánica (Zucol 2002). Es interesante destacar lapresencia de fitolitos afines a las palmeras (arecoides), ya que es notable la cantidad de

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fragmentos carbonizados del endocarpo del fruto de la palmera de pindó o palmera datilera(Syagrus romanzoffiana) que se recuperan en todos los sitios ubicados en el humedal(Caggiano 1984). En el sitio Las Vizcacheras, un fechado efectuado sobre fragmentoscarbonizados del endocarpo de S. romanzoffiana, arrojó la misma antigüedad que otrofechado efectuado sobre una falange de guanaco (Lama guanicoe) (AMS) procedentedel mismo sitio y nivel arqueológico (ver Tabla 1).

Desde el punto de vista histórico hay una clara coincidencia entre diferentes docu-mentos, que señalan que el cultivo de maíz era más importante entre los timbúes quepara el resto de los grupos. Los timbúes además almacenaban peces y tenían un nivelorganizacional más complejo, con jerarquías más acentuadas (Fernández de Oviedo1944: 155; Rodríguez, en Leite 1948: 174). Los “carcaraes”, un grupo adyacente a lostimbúes, son mencionados también como básicamente “pescadores”, quienes ademásextraían grasa de los peces capturados. Respecto de los “chaná-timbú” y “beguá”, laimportancia de los peces también es remarcada, aunque se menciona el cultivo de maízen pequeña escala (Fernández de Oviedo 1944: 154). Sin embargo, algunos cronistasseñalan a estos últimos dos grupos sólo como cazadores-recolectores. Dado que lasobservaciones efectuadas por los viajeros fueron efectuadas en diferentes estacionesdel año, esto puede estar implicando la ausencia real de cultivo en algunos grupos,cultivos ocasionales y/o de pequeña escala en otros, o cultivos más desarrollados comoen el caso de los timbú.

Movilidad

Los estudios de campo han permitido observar básicamente un patrón desagregado,con la presencia de una gran cantidad de sitios pequeños muy próximos entres sí, queoscilan entre los 400 y 3.000 m2 (Loponte y Acosta 2002b). La composición faunísticade los mismos sugiere que el rango de acción (sensu Foley 1981) estaba fuertementelimitado al humedal, ya que prácticamente no existen presas típicas del ambiente dellanura de la Pampa Ondulada. Los escasos restos de taxa típicos de llanura tienen unarepresentación muy fragmentaria, que sugiere trayectorias muy distintas al resto de lafauna (Loponte y Acosta 2002a, 2002c; Loponte et al. 2002). Los MAU % muestran quelas presas típicas del humedal menores a los 20 kg ingresaron completas, mientras quelos ungulados sufrieron secuencias de trozamiento previas (Acosta et al. 2002; Lopontey Acosta 2002a; Loponte et al. 1998). Sin embargo, la gran cantidad de pequeñas asti-llas indeterminadas pueden estar enmascarando un ingreso más completo.

En los depósitos arqueológicos del área, existe una alta densidad de alfarería, que enocasiones supera los 1500 tiestos/m3. La cerámica es en cada depósito en particular,técnica y estilísticamente homogénea. Este hecho sumado a los remontajes efectuadosen cada depósito, sugieren episodios centrales de descarte, sin perjuicio de considerar laexistencia de ocupaciones menores (Pérez y Cañardo 2002). Cabe consignar que la alfa-rería recuperada en los sitios del área no muestra señales de rodamiento o fracciona-miento dimensional que sugieran transporte fluvial. Por el contrario, los tiestos mues-tran fracturas frescas y agudas, con una excelente integridad de las superficies, pinturasy engobes.

La gran cantidad de enterratorios humanos (que llegan a varias decenas de indivi-duos en algunos sitios) y la estructuración de espacios formales de entierro (Lothrop1932; Pau 2002; Petrocelli 1975), sugieren una baja movilidad y resolución de proble-

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mas estructurales de los espacios habitables (cf. Rowley-Conwy 2001). Las evidenciasde ajuares en los enterratorios del área son ambiguas. Sobre más de cien enterratoriosregistrados en la bibliografía del área, no se observan diferencias en sus contenidosque sugieran la existencia de individuos con un status social jerarquizado (Lothrop1932; Pau 2002; Petrocelli 1975; Torres 1911; Zeballos y Pico 1878). Si bien aún senecesitan estudios detallados sobre los estilos de vida de los individuos recuperados.

Los documentos históricos reconocen implícitamente poblaciones anualmente esta-bles en el humedal del Paraná inferior, cuyos límites de explotación estaban enmarcadosprecisamente por sus límites (Loponte et al. 2002). Sólo los “querandíes” son menciona-dos explotando alternativamente las sierras, la llanura de la Pampa Ondulada y el hume-dal (Fernández de Oviedo 1944; Lopes de Sousa 1932; Ramírez en Madero 1939; Schmidl1948). Las menciones a los querandíes en las costas del Río de la Plata y en el Delta delParaná, antes de que modificaran sus conductas por la colonización europea, correspon-den básicamente al verano. Aunque Schmidl (1948) menciona explícitamente el retiro deeste grupo hacia el interior precisamente durante el verano, es muy probable que esteautor se refiera al verano boreal. Otros aspectos señalados como rasgos de baja movilidadson la casi total ausencia de artefactos líticos en algunos sitios y la baja densidad demateria prima lítica que se observa en todos los conjuntos líticos recuperados en lamargen derecha del río Paraná de las Palmas (Loponte y Sacur Silvestre 2002).

Intercambio, identidad, competencia y propiedad

Las crónicas históricas sugieren que los querandíes contactaban a los grupos produc-tores de alimentos de las Sierras Centrales y tal vez del Chaco santiagueño en el extremonoroccidental de su amplio territorio (Ramírez, en Madero 1939). Asimismo, algunoscronistas señalan el intercambio de “pellejos” (¿cueros?) de “ovejas” (¿guanacos u otroscamélidos?) y recipientes vegetales entre este grupo y otros asentados en el humedal (verFernández de Oviedo 1944, Loponte y Acosta 2002c). Esta práctica fue considerada comouna posible explicación (además de la caza logística) para interpretar el peculiar registroanatómico del guanaco en los registros de los sitios del humedal, concentrado sólo enfalanges y extremos distales de los metapodios de este mamífero, ya que estos son loselementos óseos que pueden quedar incorporados a los cueros (Loponte y Acosta 2002c;Loponte et al. 1998). También dentro del ámbito histórico, es usual la mención respectodel uso de paños de algodón (si bien no hay sugerencias históricas de su cultivo en elárea), o del empleo de pequeños fragmentos de metal por parte de los grupos cazadores-recolectores del Delta del Paraná. Sin embargo, no existen aún evidencias convincentesde la presencia de artefactos de metal en los sitios del humedal del Paraná inferior(aunque entre otros, ver Lothrop 1932). Por otro lado, se debe considerar el potencialintercambio entre los cazadores-recolectores y los grupos horticultores amazónicos, quie-nes parecen haber hecho uso de metales de una forma más extendida (Ramírez, enMadero 1939). Existen asimismo evidencias que sugieren el empleo de cuarcitas de laFm. Sierras Bayas (Tandilia) en el humedal del Paraná inferior (Sacur Silvestre 2002) y node la Fm. Salto Chico o Ituzaingó (Entre Ríos), de menor calidad pero de mayor cercanía.Nuevamente esto sugiere un abastecimiento por intercambio o accesibilidad a las mis-mas (Loponte y Sacur Silvestre 2002).

Los grupos identificados como chaná-beguá, chaná-timbú, beguá, chaná, timbúes ycarcaraes, tenían (según las crónicas) una peculiaridad: hombres y mujeres se perfora-

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ban e incrustaban en las aletas de la nariz pequeñas piedras, mientras que los hombresademás se perforaban el labio inferior y se colocaban otro ornamento (“tembetá”) (Fernándezde Oviedo 1944; Schmidl 1948). Esto puede estar implicando ya no sólo situaciones decontinuidad espacial y modos de vida similares, sino códigos semióticos compartidos.Arqueológicamente se han detectado artefactos en valva con forma de T, dientes decánidos horadados y líticos de malaquita perforados en prácticamente todos depósitoslistados en la Tabla 1. Los cronistas señalan además que si bien estos grupos teníanlenguas diferentes, se podían entender (Fernández de Oviedo 1944). Ignoramos si estasdiferencias eran pequeñas o si empleaban alguna lengua franca o se daban situacionesde multilingüismo. Algunos autores además han sugerido una vinculación lingüísticaentre estos grupos y otros del Paraná medio, con los cuales existirían contactos frecuen-tes (Conlazo 1990). Desde el punto de vista arqueológico, se observa un diseño básico enla decoración de la cerámica, que comparten gran cantidad de sitios localizados en elhumedal del Paraná inferior (Caggiano 1984). La gran unidad temática que se observa enla decoración, no impide sin embargo observar una alta variabilidad, que puede estarindicando precisamente la importancia de la trasmisión sesgada de rasgos.

Dentro del complejo de grupos aborígenes del humedal, existen algunas mencioneshistóricas referidas a conflictos sociales y al control efectivo de algunos espacios territo-riales. En efecto, es notable la mención de combates por algunos espacios privilegiados depesca, aunque sin nombrar claramente a los grupos involucrados (Fernández de Oviedo1944). Paralelamente, se señala que los timbúes tenían conductas de adueñación de cier-tos lugares de pesca, un marcado desarrollo de las jefaturas y una mejor estructuración desus viviendas (Fernández de Oviedo 1944: 155; Rodríguez, en Leite 1948: 174). Los carcaraes,un grupo adyacente a los timbúes, confeccionaban armaduras para su defensa. Por otrolado, prácticamente todos los cronistas mencionan el estado de belicosidad existente en-tre los guaraníes y el resto de los grupos, especialmente con los timbúes. Arqueológicamenteno se han detectado aún evidencias de este estado de belicosidad. Sin embargo, en lossitios de horticultores de filiación amazónica presentes en el área, no han sido detectadoselementos cerámicos propios de otros estilos del mismo bloque espacio-temporal,“tembetás”, cuentas de malaquita o dientes perforados similares a los que se recuperan elos sitios de los cazadores-recolectores del área. Las fuentes de materia prima lítica tienenasimismo un origen predominantemente oriental (Loponte y Acosta 2003). Esta falta deintercambio podría deberse tanto a una situación de aislamiento de estos gruposhorticultores debido al estado de belicosidad con el resto de las sociedades aborígenes,como a un período relativamente inicial de exploración del extremo sur de la Cuenca delPlata. De la misma forma, los análisis isotópicos confirman para los individuos de filiaciónamazónica una dieta con un marcado patrón fotosintético C4, pero con un componenteanimal más importante que entre los cazadores-recolectores del área, lo cual puede estarseñalando la inaccesibilidad de estos grupos insulares al bosque xeromórfico continental(Loponte y Acosta 2003).

Las menciones de cooperación interétnica o intergrupal son bastante escasas en las cró-nicas. En oportunidad del combate de Corpus Christi, Schmidl (1948) menciona que losquerandíes “habían convocado a sus amigos”. Aunque el cronista habla de 4000 aborígenescoaligados, es probable que esa cantidad esté destinada a impresionar a los lectores. Elpanorama más probable es que los casi 350 soldados europeos del escuadrón combatieroncontra una pequeña coalición de varias bandas querandíes o una unidad multiétnica, talvez ya previamente reunidas por mecanismos de agregación social o con un fluido con-

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tacto, cercanas en el espacio. En el ataque a la recién fundada Buenos Aires, tambiénseñalado por Schmidl (1948), se menciona una coalición entre diferentes grupos étnicos,incluyendo a los “charrúas” y “guaraníes”. Sin embargo, es sumamente llamativo que estecombate, de gran magnitud, pasó desapercibida para todos los demás cronistas, situaciónque abre dudas sobre su utilidad para emplearla como hipótesis acerca de la existenciade dicha alianza.

A pesar de existir una potencialmente significativa población anualmente estable enel humedal, las bandas móviles del interior como los querandíes, tenían el acceso apa-rentemente garantizado al mismo. En diciembre de 1531 el portugués Pedro Lopes deSouza se encontró a la altura de la actual ciudad de Baradero con una pequeña partida(¿de caza?) de aborígenes que se identificaron como “chaná-beguá”. Estos le informaronque esas tierras eran de los querandíes. Esto implica un reconocimiento por parte deestos individuos, que no eran querandíes, de que esas tierras pertenecían a estos últi-mos. Aunque Lopes de Sousa no se topó con ellos, esto no significa que no estuvieran enlas cercanías. Este hecho sugiere además que los límites podrían haber sido permeablespara otros grupos de cazadores-recolectores. Otro aspecto importante del caso querandí,es que el registro etnográfico los muestra como pequeñas bandas muy móviles cuando seencuentran en el interior de la llanura pampeana, siguiendo la caza principal disponibleen la estepa, compuesta principalmente por guanaco y secundariamente por venado delas pampas (Fernández de Oviedo 1944; Ramírez, en Madero 1939). Las incursiones es-pañolas por el territorio querandí del interior de la llanura pampeana, encontraron queésta estaba casi desierta, con “casas muy aisladas, desviadas unas de otras” (Fernándezde Oviedo 1944: 139). Por el contrario, los querandíes en el humedal parecen exhibirbaja movilidad, producción de excedente, almacenamiento, mayor demografía con algúnorden jerárquico en caso de guerra, tal vez conductas de agregación y/o alianzasinterétnicas, aumento del espectro consumible de los recursos que implica la producciónde farináceos y uso de alfarería, artefactos especializados para la pesca y localización delasentamiento inmediato a un sector de concentración de los recursos acuáticos (ver porejemplo la descripción en Schmidl 1948: 37-38).

Los horticultores amazónicos

La presencia de grupos “guaraníes” en el Delta del Paraná, es un hecho etnográfico yarqueológico bien establecido (Cigliano 1968; Lothrop 1932; ver discusión respecto dela equivalencia entre este grupo etnográfico y el registro arqueológico del área en Lopontey Acosta 2003). Es probable que en el humedal del Paraná cultivaran principalmentemaíz y así lo han dejado sentado los cronistas, quienes mencionan que otras plantascultivadas por este grupo etnográfico en los trópicos no se daban en las tierras más fríasmeridionales (Ramírez, en Madero 1939). La estructura jerárquica de esta sociedad esta-ba constituida por linajes patrilineales, que habitaban grandes unidades habitacionales.Las aldeas estaban conformadas por algunos cientos de individuos bajo la jefatura de uncacique con poder efectivo sobre la sociedad. Se practicaba la antropofagia ritual y existíala esclavitud para los enemigos vencidos. Su localización, preferentemente sobre lasislas, indica que no tuvieron un fácil acceso a la margen continental derecha del Paranáy/o que su arribo era muy reciente en el siglo XVI y/o que jerarquizaron las islas comoespacio productivo. En este sentido, las crónicas muchas veces los nombran como“guaraníes de las islas” para distinguirlos de los guaraníes “continentales” del Paraguay

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y del Brasil. La necesidad de tierras para la horticultura los llevó a establecer el controlsobre algunas islas, que los cronistas mencionan incluso con nombres de caciques guaraníes.Este hecho sin duda debió haber incorporado tensiones por derechos sobre un territorioantes ocupado por sociedades de menor escala. Los otros grupos aborígenes del humedal,al menos en una forma limitada, estaban usando, según las crónicas, nombres propios deorigen guaraní, lo que implica tal vez algún concepto de prestigio en el uso de los mis-mos. Es probable que el bilingüismo (guaraní-lengua madre) haya estado en pleno proce-so de expansión en el siglo XVI. Esta situación en particular se adecua al “agriculturalexpansion model” (Mcconvell 2001), asociada a la expansión de la población guaranísobre los ríos Uruguay, Río de la Plata y Paraná inferior. Casi no hay mención a la tecno-logía guaraní en el Delta del Paraná o Río de la Plata. Solo Ramírez menciona que losguaraníes “... traen mucho metal...y hachas con las que cortan la montaña para sembrar”(Ramírez, en Madero 1939: 384). El estado de guerra constante con los otros grupos delhumedal es mencionado por casi todos los cronistas. Antonio Rodríguez menciona, porejemplo, que “estos guaraníes tienen guerra con todos los cercanos y coménlos...”(Rodríguez, en Leite 1948: 174). Un reciente fechado (AMS) efectuado sobre un esquele-to procedente de un enterratorio en urna, depositado en el Museo de Ciencias Naturalesde la Universidad Nacional de La Plata, recuperado por Pablo Gaggero a principios delsiglo XX (código MLP 6865/L11) en el sitio Arroyo Fredes, estableció la ocupación delmismo, atribuible a estos grupos amazónicos, en 690 ± 134 años AP (UGA 10789) (Lopontey Acosta 2003). Si bien este dato permite considerar la presencia guaraní unos dos siglosantes del arribo de los españoles, aún ignoramos cuánto antes estos grupos comenzarona colonizar el tramo final del Paraná inferior y Río de la Plata.

ConclusionesLos datos arqueológicos e históricos sugieren la existencia de una gran cantidad de

comportamientos usualmente asociados a los cazadores-recolectores complejos, operan-do en el humedal del Paraná inferior en la última parte del Holoceno hasta el siglo XVI. Losrasgos detectados arqueológicamente o sugeridos por las crónicas comprenden la existen-cia de conductas de almacenamiento, aumento del espectro consumible de las presas,explotación intensiva de ambiente, redes de intercambio e interacción social complejas yextendidas, adueñación de los recursos críticos (peces), alta densidad demográfica, espa-cios específicos destinados a las inhumaciones, producción de artefactos no transportablesen cantidades muy significativas, baja movilidad y generación de un equipo de capturasofisticado y variable que denotan precisamente una importante amplitud del nicho. Estaexplotación sin embargo, no llegó a incorporar recursos costosos o de bajo nivel trófico enforma significativa como los moluscos o las aves. Por el contrario, se observa una fuerteincorporación de los vegetales en la dieta, tal vez cierta manipulación en la generación delos palmares e históricamente se señala una pequeña y esporádica producción de alimen-tos (básicamente maíz). El individuo de Garín (1060 ± 60 años AP) que muestra un proba-ble consumo de maíz, sería más antiguo que el individuo recuperado en el depósito de LaBellaca sitio 2, el cual exhibe un patrón fotosintético básicamente C3 (680 ± 80 añosAP)2. Del mismo modo, el resto de los individuos considerados cazadores-recolectoresno muestran evidencias sustanciales de consumo de maíz (Acosta y Loponte 2002). Porlo tanto, el proceso de producción de alimentos no tiene (por ahora) característicasunidireccionales en el tiempo y no parece haberse dado de una manera clara y contun-dente en el área. Esta situación es la que probablemente encuentran los primeros

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exploradores europeos. Un poco más al norte, entre los timbúes, es posible consideraruna mayor importancia de los cultígenos, una mejor estructuración de los asentamientosresidenciales y un mayor desarrollo de las estructuras jerárquicas.

Es evidente que las poblaciones humanas del humedal del Paraná inferior se encon-traban, al momento del contacto con los europeos, en una situación de significativacomplejidad económica y social, dentro de un ambiente inestable y competitivo, dondesin embargo, los mecanismos de cooperación y alianza parecen haber sido oportunamen-te desarrollados. La notable agregación y resistencia de las sociedades aborígenes frenteal avance español (i.e. los combates de Sancti Spiritus, Corpus Christi y otras accionesbélicas menores posteriores) sugieren la existencia de alianzas, generados tal vez a tra-vés de lazos cooperativos a nivel de parentesco y amistad intra e intergrupal (cf. Richersony Boyd 1999). Si bien no hay evidencias de jerarquías hereditarias, en momentos deamenaza externa es posible considerar el surgimiento de liderazgos muy definidos (loscuales son necesarios para asumir la defensa).

La notable variabilidad inferida en el patrón de movilidad-subsistencia de los querandíestiene una evidente correlación positiva con los dos estratos ambientales y sociales clara-mente diferenciados que estos grupos explotaban sucesivamente. La modificación de lasconductas económicas de estas bandas pudieron haber estado acompañadas por cambiosen lo social y lo simbólico (cf. Mauss 1971). Los estudios arqueológicos en la PampaOndulada podrán precisar en que grado se verifica esta variabilidad. La situación inferidapara este grupo puede ser un claro ejemplo de que la complejidad debe ser entendidacomo un conglomerado de estrategias de resolución de problemas sociales y ambientalesmuy diversos e interconectados. La evaluación del proceso del surgimiento de la comple-jidad, que implicará el reconocimiento de la variabilidad existente y la selección de con-ductas en el tiempo, requerirá una secuencia temporal que lamentablemente aún nodisponemos, pero que es parte de nuestra agenda de trabajo.

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Notas1 El sitio Arroyo Fredes se encuentra en el Partido bonaerense de San Fernando. Las excavaciones

llevadas a cabo en este sitio durante los años 2002 y 2003 han permitido determinar laexistencia de un área de enterratorios primarios, uno de los cuales se haya en proceso defechado en el LATyR.

2 Cabe aclarar que los fechados no se han efectuado sobre los restos humanos sino que se hanfechado los sitios en base a elementos faunísticos. Esto puede implicar que los enterratoriostengan edades diferentes a las de los depósitos arqueológicos.

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Cazadores-recolectores y horticultores en la región pampeana