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A modo de punto de partida: hay, digámoslo así, la tentativa de plasmar teóricamente lo que Jacques Tati mostró cinematográficamente en su filmografía. Abecedario de urbanismo y capital Antes de su fusión con una praxis revolucionaria generalizada, el urbanismo es forzosamente el pri- mer enemigo de todas las posibilidades de la vida urbana de nuestra época. (InTeRnACIonAL SITuACIonISTA, Crítica del urbanismo) La sociedad desea violentamente algo que obtendrá o no obtendrá. Todo reside en eso, todo depende del esfuerzo que se haga y de la atención que se conceda a estos sín- tomas alarmantes. Arquitectura o revolución. S e puede evitar la revolución. (Le CoRBuSIeR, Hacia una arquitectura) Con la “D”, desigualdad. en el espacio lógico, es motivo de celebración: fru- to de un riguroso ejercicio de discernimiento, se ha descubierto una nota que permite dar por no iguales dos conceptos y distinguirlos, pues de no haber sido encontrada, nos hubiéramos visto en el deber de aceptar una identidad en virtud de su indiscernibili- dad (sonoros aplausos de Leibniz). en el espacio urbano, ella es motivo de segrega- ción, de insalubridad, de aislamiento, de depaupera- ción y de infinitas injusticias más (manos a la cabeza de Leibniz) 1 , y que ello sea así tiene precisamente que ver con un determinado proceso social a través del que un rasgo esencial de la naturaleza del espacio re- al, aquél por el que dos cuerpos no pueden estar loca- lizados en el mismo lugar, ha sido transformado en una institución característica del modo de producción en que dicho proceso se inscribe: «un importante atributo del espacio físico es el de que dos personas o cosas no pueden ocupar exacta- mente el mismo emplazamiento y este principio, cuando está institucionalizado como propiedad pri- vada, tiene consecuencias muy importantes para la teoría del uso del suelo urbano y para el significado del valor usado y del valor cambiado» 2 . en particular, el estudio del uso del suelo urbano, en el sentido amplio de la investigación sobre los proce- sos sociales de determinación de la morfología de la ciudad y de los valores de uso y de cambio dados a sus “morfemas”, puede partir, entre otras, de dos hi- pótesis muy fértiles pero diversas en su manera de concebir esos procesos, a cuyo conjunto se ha dado el nombre de “urbanismo”. Según la hipótesis de David Harvey, el urbanismo es, de iure, «una forma social, un modo de vida basa- do […] en una cierta división del trabajo y en una cier- ta ordenación jerárquica de las actividades coherente […] con el modo de producción dominante» 3 , de tal forma que, sostiene, «al igual que cualquier otra forma social, el urbanis- mo puede mostrar una considerable variedad de 1.- Las manos a la cabeza no tienen tanto que ver con el elenco de injusticias aquí mencionadas, cuanto más bien con la distinción plan- teada entre espacio lógico y espacio real, pues, tal y como señaló Kant, el error leibniziano consistió en identificarlos, esto es, en ob- viar que las diferencias establecidas por la sensibilidad entre las cosas son de otra naturaleza que las establecidas por el entendimien- to entre los conceptos, puesto que la primera puede, por lo pronto, determinar que, como mínimo, dos cosas iguales (lógicamente in- discernibles) ocupan, sin embargos, distintos lugares (espacialmente discernibles). Así, por ejemplo: «el concepto de un espacio de un pie cúbico es en sí mismo idéntico, dondequiera que lo piense y cuantas veces quiera yo pensarlo. Pero dos pies cúbicos se dife- rencian, sin embargo, en el espacio, meramente por sus lugares (numero diversa); éstos son condiciones de la intuición en la cual es da- do el objeto de este concepto; no pertenecen al concepto, pero sí a la entera sensibilidad» (KRV A282 B338). 2.- HARVey , 1979: 164. 3.- HARVey , 1979: 213. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 15 página 113 MISCELÁNEA ABECEDARIO DE URBANISMO Y CAPITAL: LA “F” DE FUNCIONALISMO por Romina Magdalena Colombo Liberman

ABECEDARIO DE URBANISMO Y CAPITAL: EA LA … · HARVey,1979:250. en síntesis, el vínculo entre urbanismo y capitalismo para Harvey, que «el nacimiento del urbanismo y la apropia

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A modo de punto de partida: hay, digámoslo así, latentativa de plasmar teóricamente lo que Jacques Tatimostró cinematográficamente en su filmografía.

Abecedario de urbanismo y capital

Antes de su fusión con una praxis revolucionariageneralizada, el urbanismo es forzosamente el pri-mer enemigo de todas las posibilidades de la vidaurbana de nuestra época.(InTeRnACIonAL SITuACIonISTA, Crítica del urbanismo)

La sociedad desea violentamente algo que obtendráo no obtendrá. Todo reside en eso, todo depende del esfuerzo quese haga y de la atención que se conceda a estos sín-tomas alarmantes. Arquitectura o revolución. Se puede evitar la revolución.(Le CoRBuSIeR, Hacia una arquitectura)

Con la “D”, desigualdad. en el espacio lógico, es motivo de celebración: fru-

to de un riguroso ejercicio de discernimiento, se hadescubierto una nota que permite dar por no igualesdos conceptos y distinguirlos, pues de no haber sidoencontrada, nos hubiéramos visto en el deber deaceptar una identidad en virtud de su indiscernibili-dad (sonoros aplausos de Leibniz).

en el espacio urbano, ella es motivo de segrega-ción, de insalubridad, de aislamiento, de depaupera-ción y de infinitas injusticias más (manos a la cabezade Leibniz)1, y que ello sea así tiene precisamente que

ver con un determinado proceso social a través delque un rasgo esencial de la naturaleza del espacio re-al, aquél por el que dos cuerpos no pueden estar loca-lizados en el mismo lugar, ha sido transformado enuna institución característica del modo de producciónen que dicho proceso se inscribe:

«un importante atributo del espacio físico es el deque dos personas o cosas no pueden ocupar exacta-mente el mismo emplazamiento y este principio,cuando está institucionalizado como propiedad pri-vada, tiene consecuencias muy importantes para lateoría del uso del suelo urbano y para el significadodel valor usado y del valor cambiado»2.

en particular, el estudio del uso del suelo urbano, enel sentido amplio de la investigación sobre los proce-sos sociales de determinación de la morfología de laciudad y de los valores de uso y de cambio dados asus “morfemas”, puede partir, entre otras, de dos hi-pótesis muy fértiles pero diversas en su manera deconcebir esos procesos, a cuyo conjunto se ha dado elnombre de “urbanismo”.

Según la hipótesis de David Harvey, el urbanismoes, de iure, «una forma social, un modo de vida basa-do […] en una cierta división del trabajo y en una cier-ta ordenación jerárquica de las actividades coherente[…] con el modo de producción dominante»3, de talforma que, sostiene,

«al igual que cualquier otra forma social, el urbanis-mo puede mostrar una considerable variedad de

1.- Las manos a la cabeza no tienen tanto que ver con el elenco de injusticias aquí mencionadas, cuanto más bien con la distinción plan-teada entre espacio lógico y espacio real, pues, tal y como señaló Kant, el error leibniziano consistió en identificarlos, esto es, en ob-viar que las diferencias establecidas por la sensibilidad entre las cosas son de otra naturaleza que las establecidas por el entendimien-to entre los conceptos, puesto que la primera puede, por lo pronto, determinar que, como mínimo, dos cosas iguales (lógicamente in-discernibles) ocupan, sin embargos, distintos lugares (espacialmente discernibles). Así, por ejemplo: «el concepto de un espacio deun pie cúbico es en sí mismo idéntico, dondequiera que lo piense y cuantas veces quiera yo pensarlo. Pero dos pies cúbicos se dife-rencian, sin embargo, en el espacio, meramente por sus lugares (numero diversa); éstos son condiciones de la intuición en la cual es da-do el objeto de este concepto; no pertenecen al concepto, pero sí a la entera sensibilidad» (KRV A282 B338).

2.- HARVey, 1979: 164.

3.- HARVey, 1979: 213. ISBN

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formas dentro de un modo de producción domi-nante, mientras que podemos encontrar formas si-milares en diferentes modos de producción».4

es decir, de tal forma que puede haber urbanismo allídonde se den las condiciones que, siempre de iure, és-te exige, y que son, en particular, «la concentración[geográfica] de un excedente (independientementede cómo se fije) en algún tipo de ciudad»5. Así, el vín-culo entre urbanismo y capitalismo para Harvey esnecesario sólo en la medida en que el urbanismo «sur-ge necesariamente de la emergencia de un modo de in-tegración económica basado en el intercambio demercado con lo que esto implica: estratificación socialy diferencias en el acceso a los medios de produc-ción»6, esto es, porque lo implicado en la emergenciade dicho modo de integración (que es, precisamente,característico del modo de producción capitalista) im-plicó a su vez necesariamente la apropiación de plus-producto social y su concentración geográfica en ciu-dades; o lo que es lo mismo, porque históricamente (osea, de facto) sólo se han dado las condiciones materia-les que el urbanismo necesariamente requiere paranacer precisamente como consecuencia del surgi-miento de una integración mediante un mercado fija-dor de precios, pero si otro modo de integración im-plicara asimismo la creación de un excedente socialque pudiera aglutinarse localmente, en él también po-dría darse el fenómeno urbanismo. De ahí queHarvey sostenga que «el urbanismo puede surgir dela transformación de un modo de integración econó-mica basada en la reciprocidad en otro basado en laredistribución»7.

A diferencia de esta primera hipótesis, la de HenriLefebvre subraya que urbanismo y capitalismo estánvinculados de iure, es decir, que no se trata de que ha-ya urbanismo allí donde históricamente el modo deintegración implique las condiciones materiales queel urbanismo necesariamente exige para su nacimien-to, sino de que sólo hay forma urbanística allí donde

hay modo de producción capitalista, i.e. sólo puedehablarse de urbanismo sensu stricto en el marco del ca-pitalismo. en la hipótesis lefebvriana el urbanismo esuna especificidad social del sistema capitalista en vir-tud de la que se invierte la verdadera relación entreindustrialización y urbanización, relación en la cual,según el autor,

«Marx no ha mostrado (en su época no podía hacer-lo) que la urbanización y lo urbano contienen el sen-tido de la industrialización. no ha visto que la pro-ducción industrial implicaba la urbanización de lasociedad y el dominio de las potencialidades de laindustria exigía conocimientos específicos relativosa la urbanización. La producción industrial, des-pués de un cierto crecimiento, produce la urbaniza-ción, permite las condiciones y abre las posibilida-des a ésta».8

exactamente en este mismo sentido parece dirigirsela noción de urbanismo de Guy Debord: «el urbanis-mo es la conquista del entorno natural y humano porparte de un capitalismo que, al desarrollarse según lalógica de la dominación absoluta, puede y debe aho-ra reconstruir la totalidad del espacio como su propiodecorado»9.

4.- HARVey, 1979: 214.

5.- HARVey, 1979: 248.

6.- HARVey, 1979: 250.

7.- HARVey, 1979:250. en síntesis, el vínculo entre urbanismo y capitalismo para Harvey, que «el nacimiento del urbanismo y la apropia-ción de un plusproducto social estuvieron íntimamente relacionados» (HARVey, 1979: 241), es una cuestión de hecho, pues histórica-mente sólo las condiciones materiales que acompañaron a la implantación del sistema capitalista fueron aquellas que necesariamen-te permiten el nacimiento del urbanismo (y esas condiciones fueron perfectamente descritas por Marx en La llamada acumulación ori-ginaria del Capital), es decir, aquellas que propician la existencia de un excedente; pero bien pudiera otro modo de integración (aun-que no, desde luego, la reciprocidad: «pero una economía dominada por la reciprocidad no puede crear formas urbanas» HARVey,1979: 219) generar históricamente las condiciones materiales necesarias para el surgimiento del urbanismo.

8.- LefeBVRe, 1978: 101.

9.- DeBoRD, 2005: 145. ISBN

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Lo urbano en Lefebvre, concebido como «una formamental y social, la de la simultaneidad, de la conjun-ción, de la convergencia, del encuentro (o, mejor aún,de los encuentros)»10, constituye «una hipótesis teóricaque el pensamiento científico puede plantearse, comopunto de partida»11 sobre la virtual culminación deun proceso de urbanización cuya relación con la in-dustrialización no se hubiese invertido; tal hipótesistiene un carácter descriptivo (de la posibilidad de unaciudad con “forma urbana”12) y prescriptivo (del de-ber ser de la ciudad). A lo urbano se opone precisa-mente el urbanismo, que emerge como su correlativapatología capitalista:

«La confusión existente entre lo industrial […] y lourbano conduce a subordinar el segundo al prime-

ro en la jerarquía de las acciones, considerando lourbano como efecto, resultado o medio; tal confu-sión provoca graves consecuencias: conduce a unpseudoconcepto de lo urbano, el urbanismo, a la apli-cación de la racionalidad industrial y a la renunciade la racionalidad urbana».13

Por consiguiente, la ciudad postindustrial, aquellaque hubiera de haber seguido al proceso de industria-lización, aquella que hubiera de haber superado (dia-lécticamente) a la no-ciudad14 en que la ciudad indus-trial consistía, para dar lugar a la ciudad verdadera-mente ciudad, a la ciudad urbana, no es sino una vir-tualidad, una forma en la búsqueda y la reivindica-ción de su materialidad, pues, como subrayaLefebvre,

«la vida urbana, la sociedad urbana, en una palabra,“lo urbano”, no pueden prescindir de una basepráctico-sensible, de una morfología. o la tienen, ocarecen de ella. Si no la tienen, si “lo urbano” y la so-ciedad urbana se conciben sin esta base es porqueson perceptibles como posibilidades, porque las vir-tualidades de la sociedad real persiguen por así de-cir su incorporación y su encarnación […]. Si no lasencuentran, estas posibilidades perecen; están con-denadas a desaparecer»15.

Lo que hay es, entonces, la ciudad urbanística, la ciu-dad que ha superado a la industria en su contenidopero no en su forma, es decir, en la que los contenidosno son industriales pero cuya estructura y racionali-dad están industrialmente definidas: la ciudad adole-

10.- LefeBVRe, 1978: 103. Más adelante veremos que en Lefebvre “simultaneidad” (lo propio de lo urbano) se opone a “separación” (lopropio del urbanismo).

11.- LefeBVRe, 1972: 8. La posición metodológica de lo urbano es exactamente la que sigue: «Lo urbano (abreviación de sociedad urbana)se define, pues, no como realidad consumada, situada en el tiempo con desfase respecto de la ciudad actual, sino, por el contrario,como horizonte y como virtualidad clasificadora. Se trata de lo posible, definido por una dirección, al término del recorrido que llegahasta él. Para alcanzar dicho posible, es decir, para realizarlo, es necesario primeramente evitar o abatir los obstáculos que actualmen-te lo hacen inviable. ¿el conocimiento teórico puede mantener en la abstracción dicho objeto virtual, objetivo de la acción? no. Desdeeste momento puede afirmarse que únicamente es abstracto en cuanto abstracción científica, es decir, legítima» (LefeBVRe, 1972: 23).Como se irá viendo, Lefebvre planteará nuevas oposiciones (además de la señalada en la nota 10): la teoría urbana (es decir, la estra-tegia de conocimiento en virtud de la que es posible la apropiación teórica de lo urbano) se opone a la ideología urbanística, mien-tras la práctica urbana (es decir, el conjunto de proyectos y movimientos propios de la sociedad urbana) se opone al urbanismo ide-ológico. el segundo orden (práctico) se apoya, evidentemente, en el primero (epistemológico), de tal forma que la teoría urbana es ala práctica urbana lo que la ideología urbanística es al urbanismo ideológico.

12.- Como forma que es, «es y no es. Sólo tiene realidad en los contenidos y sin embargo se desprende de ellos. Tiene una existencia men-tal y una existencia social» (LefeBVRe, 1978: 108), es, por tanto, causa formal de lo urbano: «es la misma forma la que se debe explo-rar, en tanto que generadora de un objeto virtual, lo urbano, punto de encuentro y de reunión de todos los objetos y sujetos existen-tes y posibles», (LefeBVRe, 1972: 128).

13.- LefeBVRe, 1972: 49.

14.- «La ciudad comercial precede en muy poco a la aparición del capital industrial y, en consecuencia, a la ciudad industrial. Tal con-cepto merece un comentario. ¿es que la industria está ligada a la ciudad? Su conexión se establecería más bien con la no-ciudad, au-sencia o ruptura de realidad urbana […] la no-ciudad y la anti-ciudad emprenden la conquista de la ciudad, para penetrar en ella yhacerla estallar» (LefeBVRe, 1972: 19-20).

15.- LefeBVRe, 1978: 67-68. ISBN

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ciendo de la enfermedad capitalista, ciudad en quepor lo tanto, y eso será lo propio de su forma (no ur-bana, sino urbanística), todo lo que aparece lo hacebajo la forma de la mercancía. Que todo morfema ytodo semantema que quieran serlo de la morfología ysemántica de la ciudad16 deban poder instituirse co-mo mercancía significa, en primer término, que ade-más de ser valor de uso (es decir, de ser algo «quemerced a sus propiedades satisface necesidades hu-manas del tipo que fueran»17), y además valor de usopara otros, deben ser valor de cambio (deben estardestinados al intercambio, luego deben poder ser in-tercambiables con toda otra mercancía).

esto, en la sociedad capitalista, implica a su vezdos cosas: llamaremos a la primera “la posibilidad dedescualificación”, es decir, al estar destinados al inter-cambio, deben poder ser tratados, haciendo abstrac-ción del valor de uso, como mera cantidad; y a la se-gunda “la hegemonía del valor de cambio”, esto es,inscritos en un mercado en el que se debe hacer abs-tracción del valor de uso (que, salvo contadas excep-ciones, puede ser instituido o ser desterrado como talpor el propio mercado), éste debe ser enteramente su-peditado al valor de cambio; o, en palabras deDebord: «el valor de cambio sólo pudo formarse pordelegación del valor de uso, pero, al haber derrotadoa éste último con sus propias armas, ha creado lascondiciones para una dominación autónoma»18.

Dado que lo dicho hasta ahora lo ha sido por rela-ción a la ciudad, en particular a la forma urbanísticade la ciudad, y que por tanto de lo que se está tratan-do es de la producción capitalista del espacio (preten-didamente) urbano bajo la forma del urbanismo, esnecesario introducir una tercera implicación, específi-ca de la sociedad capitalista actual (ergo de la ciudadactual), que podemos designar, de la mano deLefebvre, como “la producción global y total del espa-cio social”, es decir,

«la producción del espacio no es nueva en sí. Losgrupos dominantes siempre han creado uno u otroespacio particular […]. La novedad es la producciónglobal y total del espacio social. esta enorme exten-sión de la actividad productora se realiza en funciónde los intereses de aquellos que la inventan, la admi-nistran y la aprovechan (ampliamente). el capitalis-mo parece agotarse. Ha encontrado una nueva ins-piración en la conquista del espacio»19.

no ha de perderse de vista que en dicha produccióndel espacio, como se ha venido señalado, están entra-ñadas tanto la anatomía de la ciudad como las prác-ticas que en ella se inscriben (la fisiología de la socie-dad urbanística) y en que ella misma consiste (de ahíque se haya hablado siempre de morfemas y seman-temas):

«La ciudad […] y lo urbano no se reconstituyen apartir de signos de la ciudad, de los semantemas delo urbano, y eso que la ciudad es un conjunto signi-ficativo. La ciudad no es únicamente un lenguaje [esdecir, una morfología, una sintaxis, una semántica],sino una práctica»20.

esta producción capitalista global y total del espacio(la producción de la ciudad y de la sociedad urbanís-tica) es, precisamente, lo que Debord ha venido en lla-mar “la sociedad del espectáculo”:

«el espectáculo es el momento en el cual la mercan-cía alcanza la ocupación total de la vida social. no esúnicamente que se haga patente la relación con lamercancía, sino que ya no hay otra cosa más que esarelación: el mundo visible es su mundo. La produc-ción económica moderna amplía su dictadura tantoen extensión como en intensidad»21.

en efecto, lo que en Lefebvre es la inversión de la rela-ción entre urbanización e industrialización es, en laInternacional Situacionista, el espectáculo: la indus-

16.- La analogía lingüística no es casual, la ciudad significa a la sociedad que alberga, tal y como señaló engels en La situación de la claseobrera en Inglaterra: «el orden y el desorden urbanos (de la ciudad y de la habitación) engels los descubre y los llama significativos.Revelan a la sociedad entera» LefeBVRe, 1973: 22.

17.- MARx, 1984: 43.

18.- DeBoRD, 2005: 57.

19.- LefeBVRe, 1972: 160.

20.- LefeBVRe, 1978: 118. y la práctica es, ante todo, una subjetividad y su correlativa manera de vivir: «en efecto, el interés del “tejido ur-bano” no se limita a su morfología. es el armazón de una “manera de vivir” más o menos intensa o desagradada […]. Sobre la baseeconómica del “tejido urbano” aparecen fenómenos de otro orden, de otro nivel, el de la vida social y “cultural” […]. Semejante ma-nera de vivir implica sistemas de fines y sistemas de valores» (LefeBVRe, 1978: 26). De ahí que Harvey afirme «then the question ofwhat kind of city we want cannot be divorced from the question of what kind of people we want to be, what kinds of social relationswe seek, what relations to nature we cherish, what style of daily life we desire, what kinds of technologies we deem appropriate,what aesthetic values we hold» (HARVey, “The right to the city”, http://davidharvey.org/media/righttothecity.pdf,, 1).

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trialización, en lugar de permitir al hombre disponerde un tiempo libre mayor en duración y ajeno a la ra-cionalidad industrial (mercantilista) de su tiempo detrabajo, esto es, en lugar de liberar a la fuerza de traba-jo y permitir la afloración de una sociedad con tiempoverdaderamente libre (pues libre implica también libredel tiempo de la producción capitalista), en lugar depermitir (en términos lefebvrianos) la urbanización dela sociedad, la llegada de la sociedad urbana, ha exten-dido sus dominios global y totalmente, apropiándosetambién del tiempo de ocio que ella misma habilitómediante los avances tecnológicos. Así,

«esta inactividad no está en ningún sentido liberadade la actividad productiva: depende de ella, constitu-ye una sumisión atenta y estupefacta a las necesida-des y resultados de la producción; es, en cuanto tal,un producto de su racionalidad […]. De modo que laactual “liberación del trabajo”, el aumento del tiem-po de ocio, no es en modo alguno una liberación enel trabajo, ni una liberación del mundo conformadopor ese trabajo. La actividad enajenada en el trabajonunca puede recuperarse mediante la sumisión a losresultados de ese mismo trabajo alienado»22.

Mutatis mutandis, lo que en Lefebvre es la devoluciónde su sentido a la urbanización por parte de la indus-trialización, es en el situacionismo la devolución deltiempo de la vida al espacio social, de la historia a laciudad por parte del mercado:

«La historia, que amenaza a este mundo crepuscu-lar, es asimismo la fuerza que puede someter al es-pacio al tiempo de la vida. La revolución proletariaes la crítica de la geografía humana a través de la cuallos individuos y las comunidades han de construirlos emplazamientos y acontecimientos correspon-dientes a la apropiación, no ya únicamente de su tra-bajo, sino de su historia toda»23.

Podríamos preguntarnos, en el presente horizonte,cómo se materializan “la posibilidad de descualifica-ción”, “la hegemonía del valor de cambio” y “la pro-ducción global y total del espacio social” en relacióncon la ciudad; podríamos, más precisamente, cuestio-narnos si es posible rastrear en la historia del propiourbanismo algún movimiento arquitectónico queejemplifique paradigmáticamente dicha materializa-ción. La respuesta a este interrogante inicial la halla-mos en la determinación de la esencia de del urbanis-mo, del (ateniéndonos a la noción de esencia que hatenido a bien proporcionarnos la entera historia de lafilosofía) en qué consiste el urbanismo entendido, taly como hasta ahora hemos dilucidado, como la formade la producción capitalista del espacio social de laciudad. Los propios integrantes del Congreso Inter -nacional de Arquitectura Moderna (C.I.A.M.), con LeCorbusier a la cabeza, nos lo descubrían en 1933 en laCarta de Atenas: «el urbanismo ya no puede estar so-metido exclusivamente a las reglas de un esteticismogratuito. es, por su esencia misma, de orden funcio-nal»24. el funcionalismo, que hubo de «hacer com-prender a la sociedad que la función era generadorade forma»25, se nos plantea entonces como modelo deurbanismo capitalista por antonomasia, portador delurbanismo en su esencia y de la esencia del urbanis-mo. Hallada así la respuesta, ¿en qué sentido el fun-cionalismo materializa eminentemente los tres aspec-tos de la producción capitalista del espacio social ini-cialmente identificados?

en relación a “la posibilidad de descualificación”,ella nace a partir de una abstracción por la que el hom-bre se define no en virtud de cualidades, sino a travésde funciones y sus correlativas necesidades (es decir,se define por actividades de conformidad con ciertosfines supervivenciales): «todos los hombres tienen elmismo organismo, las mismas funciones. Todos loshombres tienen las mismas necesidades»26, en parti-

22.- DeBoRD, 2005: 47-48.

23.- DeBoRD, 2005: 150. e insiste: «La ciudad es el elemento de la historia por ser, al mismo tiempo, una concentración de poder socialque posibilita la empresa histórica, y una conciencia del pasado. La actual tendencia hacia la liquidación de la ciudad expresa, pues,a su manera, la falta de subordinación de la economía a la conciencia histórica y la falta de una unificación de la sociedad mediantela cual ésta recupere los poderes de los que ha sido separada» (DeBoRD, 2005: 148-49)

24.- Le CoRBuSIeR, 1973: 146. La crítica al urbanismo anterior (en su esteticismo inútil) y la reivindicación del urbanismo moderno (en sufuncionalismo útil) tienen claras resonancias cartesianas, recuérdese, por ejemplo, a Descartes reivindicando una filosofía encamina-da a la “práctica” (científica, es decir, guiada por un método) para el dominio de la naturaleza, frente a la filosofía especulativa: «puesesas nociones me han enseñado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida, y que, en lugar de filosofía especula-tiva, enseñada en las escuelas, es posible encontrar una práctica, por medio de la cual […] hacernos como dueños y poseedores de lanaturaleza», (DeSCARTeS, 2005: 118-119). en este sentido señala ortega que «el nuevo “modo de pensar” cartesiano no consiste sóloen ser un nuevo método para conocer, sino que parte ya de una idea de lo que es el conocer mismo completamente distinta de la tra-dicional. Teoría no es ya contemplación del ser, sino contemplación de lo útil en el Ser» (oRTeGA y GASSeT, 1994: 244.

25.- SeRRAIno, 2005:10. La frase «form follows function» se le atribuye al arquitecto Louis Sullivan.

26.- Le CoRBuSIeR, 1977: 108. Sin embargo, como reclama Lefebvre, «si bien es verdad que existen necesidades “funcionalizables”, exis-te también el deseo, o los deseos, al margen y más allá de las necesidades inscritas en las cosas y en el lenguaje […] Al margen de las IS

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cular, «teniendo en cuenta las funciones claves – habi-tar, trabajar y recrearse – […]. La circulación, esa cuar-ta función, debe tener un único objetivo: poner a lasotras tres en comunicación útil»27. A partir de esta “te-oría del hombre”, se asume el siguiente precepto:

«La operación de dar dimensiones a todas las cosas en eldispositivo urbano únicamente puede regirse por la esca-la del hombre. La medida natural del hombre debeservir de base a todas las escalas, que se hallarán enrelación con la vida del ser y con sus diversas fun-ciones»28.

La ciudad queda definida como “unidad funcional”,y «cobrará el carácter de una empresa estudiada deantemano y sometida al rigor del plan general»29. elplan, la “planificación” característica del urbanismo

funcionalista, implica, por un lado, la consideracióndel espacio de forma meramente cuantitativa, pues«la arquitectura es sólo ordenamiento […]. La arqui-tectura que no se ocupa de ninguna figuración, deningún elemento relativo al rostro del hombre […],que preside las cantidades»30; y permite, por otro, lahomogenización y ordenación absolutas del espaciosocial: «la arquitectura tiene un nacimiento fatal. La obli-gación del orden. El trazado regulador es un seguro contrala arbitrariedad. Procura la satisfacción del espíritu»31.

esta primera materialización (la descualificacióndel espacio y de las prácticas sociales) habilita a la se-gunda y a la tercera, es decir, establece las bases teóri-cas y urbanísticas para la producción de un espaciosocial al que pueda extenderse la actividad económi-ca del capital (“la hegemonía del valor de cambio”) ysu ideología (“la producción global y total del espaciosocial”), de ahí que Debord afirme:

«La pérdida de lo cualitativo de los objetos que alo-ja y en las conductas que regula – tan evidente en to-dos los niveles del lenguaje espectacular –no hacemás que traducir los caracteres fundamentales deuna producción que se aísla de la realidad: la formamercancía es enteramente igual a sí misma, es decir,a la categoría de lo cuantitativo. Lo que ella desarro-lla es lo cuantitativo, y sólo en lo cuantitativo puededesarrollarse. este desarrollo que excluye lo cualita-tivo está él mismo condenado, en cuanto desarrollo,a una transición a lo cualitativo: el espectáculo ponede manifiesto que este desarrollo ha franqueado elumbral de su propia abundancia»32.

necesidades se sitúa, global y confusamente, “una cosa”, que no es una cosa: impulsión, impulso, voluntad, deseo, energía vital, pul-sión, como se quiera llamar» (LefeBVRe, 1972: 76-77).

27.- Le CoRBuSIeR, 1973: 124.

28.- Le CoRBuSIeR, 1973: 118. nuevos ecos cartesianos: la medida de todo objeto es el sujeto, o, dicho por Heidegger: «si el hombre se con-vierte en el primer y auténtico subjectum, esto significa que se convierte en aquel ente sobre el que se fundamenta todo ente en lo to-cante a su modo de ser y su verdad. el hombre se convierte en centro de referencia de lo ente como tal» (HeIDeGGeR, 2003: 73). Porotro lado, que la medida de ese sujeto nada tiene que ver con algo cualitativo, o indefinido, o caótico, sino más bien con algo cuanti-tativo, definido y ordenado, con una mathesis extensible a todo saber (en este caso, en particular, a la arquitectura), es decir, que la me-dida del sujeto cartesiano es la del corbuseriano, es patente allí donde Le Corbusier defiende el trazado regulador señalando que «aldecidir la forma del recinto, la forma de la choza, la situación del altar y de sus accesorios, ha seguido instintivamente los ángulosrectos, los ejes, el cuadrado, el círculo. Porque de otro modo no podía crear algo que le diese la impresión de que creaba. Porque losejes, los círculos, los ángulos rectos, son las verdades de la geometría, son los efectos que nuestros ojos miden y reconocen, de modoque otra cosa sería azar, anomalía, arbitrariedad. La geometría es el lenguaje del hombre», (Le CoRBuSIeR, 1977: 54).

29.- Le CoRBuSIeR, 1973: 128. y replican los situacionistas: «Planificación es la gran palabra. La palabrota según algunos. Los especialis-tas hablan de planificación económica y de urbanismo planificado. Después guiñan el ojo con aire de entendidos, y si lo han hechocon gracia todo el mundo aplaude. el apogeo del espectáculo es la planificación de la felicidad» (AnDReoTTI y CoSTA, 1996: 119-120).

30.- Le CoRBuSIeR, 1973: 130. una arquitectura que “preside cantidades” sólo puede habérselas con un espacio descualificado, es decir,con una pura extensión, una res extensa donde «prescindimos de todo, excepto de que tiene la propiedad de poseer figura […] la mul-titud infinita de figuras [geométricas, recuérdese que a esta afirmación le acompaña el dibujo de las mismas] basta para expresar to-das las diferencias de las cosas sensibles» (DeSCARTeS, 2003: 130-131).

31.- Le CoRBuSIeR, 1977: 51.

32.- DeBoRD, 2005: 52.ISBN

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esto significa, en primer lugar, que el urbanismo cum-ple un rol fundamental en el circuito de producción ycirculación del plusvalor, de tal forma que consideran-do el plusvalor como una de las posibles expresionesdel plustrabajo en la sociedad capitalista «entonces ve-mos que el urbanismo en las sociedades capitalistaspuede ser analizado en función de la creación, la apro-piación y la circulación de plusvalor»33; en particular«la ciudad (lo que de ella queda o en lo que se convier-te) es más que nunca un instrumento útil para la for-mación de capital, es decir, para la formación, la reali-zación y la repartición de la plusvalía»34.

el urbanismo funcionalista aporta ilustres ejem-plos de los diversos mecanismos que señalan este rol:primeramente, el fomento de la demanda a través dela creación de necesidades35 a través del urbanismotiene a su paradigma en «la dictadura del automó-vil»36, a la que la zonificación basada en el “postula-do de la separación de las funciones”37 del C.I.A.M.proporcionó la coartada perfecta para ser instaurada.en segundo lugar, el fomento del consumo y su per-manente aumento descubren en las casas corbuseria-nas el ejemplo claro de la “obsolescencia programa-da”38 de las viviendas (sobre la obsesión del arquitec-

to funcionalista con el abaratamiento de los costes deproducción de la casa, véase el apartado siguiente), asu vez ligada a que «la dinámica del cambio de usodel suelo permanece constante bajo el modo de pro-ducción capitalista»39. Tercero, la mercantilización deespacios previamente públicos es magníficamente en-carnada por la transformación funcionalista de lasplazas (antaño lugares de encuentro vecinal y de ge-neración de tejido social a través de distintas prácti-cas) en superficies de cemento sistemáticamente al-quiladas por los ayuntamientos para la publicidad(véanse en Madrid las plazas de Sol, Callao, SantaAna, Puerta del Ángel, Jacinto Benavente, Tirso deMolina, Luna); la transformación de superficies públi-cas en soportes publicitarios (frente a la estación demetro Vodafone Sol en Madrid, que es una entidadpública, recuérdese a Robert Colle proponiendo quelas paredes de estaciones y andenes pudiesen ser uti-lizadas por artistas callejeros); o la transformación, enbase al postulado de la separación de funciones antesmencionado, de calles comerciales en lugares de re-creo a través de su “peatonalización”40 (siempre enMadrid la calle Arenal o la calle fuencarral). Así,

33.- HARVey, 1979: 242.

34.- LefeBVRe, 1972: 42.

35.- Debord lo explica de forma muy hermosa: «cuando la necesidad es soñada socialmente, el sueño se hace necesario. el espectáculoes el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. el espectácu-lo vela ese sueño» (DeBoRD, 2005: 44). y añade, para que quede meridianamente claro: «la victoria de la economía autónoma conlle-va al mismo tiempo su derrota. Las fuerzas mecanizadas por ella suprimen la necesidad económica que fue la base sobre la cual sesustentaron las sociedades antiguas. Al sustituirla por la necesidad de un desarrollo económico infinito, tiene que suplantar la satis-facción de las necesidades humanas primarias, sumariamente reconocidas, por una producción ininterrumpida de seudonecesida-des que remiten a la gran seudonecesidad: el mantenimiento de su imperio» (DeBoRD, 2005: 59-60). Hasta tal punto esto es así, que elurbanismo ha llegado a poner en riesgo la salud pública con tal de atender las exigencias de esa necesidad que viene a fomentar: bas-te pensar en la localización de las antenas para móviles o en la construcción de autovías, aeropuertos y otras infraestructuras (llevan-do consigo niveles elevadísimos de contaminación acústica, ambiental y de otras índoles) a distancias mínimas respecto de zonas re-sidenciales, y viceversa.

36.- DeBoRD, 2005: 174. Sobre la responsabilidad del urbanismo en ello, y en particular del funcionalismo del C.I.A.M., a Lefebvre no lecabe la menor duda: «el Auto es el objeto-Rey, la Cosa- Piloto… La Circulación se inscribe entre las funciones sociales y se clasificaen primera fila. Lo que implica la prioridad de los de los aparcamientos, de los accesos, de la red de comunicación adecuada […]Algunos especialistas terminan por designar con una palabra general, que tiene resonancias filosóficas y racionales – el urbanismo –,las consecuencias de la circulación generalizada del automóvil. el espacio se concibe según las coacciones del automóvil. Circular sus-tituye a habitar, según las coacciones del automóvil» (LefeBVRe, 1980: 127-128).

37.- «La zonificación es la operación que se realiza sobre un plano urbano con el fin de asignar a cada función y a cada individuo su lu-gar adecuado. Tiene como base la necesaria discriminación de las diversas actividades humanas, que exigen su espacio particular»(Le CoRBuSIeR, 1973: 46). Las funciones según el C.I.A.M. son habitar, circular, recrearse y trabajar.

38.- «en la ciudad capitalista contemporánea es la vida económica la que importa […]. Los buenos edificios van siendo derruidos paradejar paso a nuevos edificios que tendrán un promedio de vida económica cada vez más corto. y no es una mera pasión cultural porla novedad lo que conduce al derribo y a la construcción en las economías metropolitanas […]. Se trata de una necesidad económi-ca. el acortar la vida física y económica de los productos es una estratagema típica para acelerar la circulación del plusvalor en todoslos sectores de la economía» (HARVey, 1979: 282). Marx en su momento también puso en evidencia, en los Manuscritos económico-filo-sóficos, el proceso de obsolescencia programadade la vivienda, y cómo ello generaba un conflicto de intereses entre el propietario dela edificación y el del terreno cuyas graves repercusiones sufrían básicamente los inquilinos.

39.- HARVey, 1979: 180.

40.- «¿Qué es, pues, la calle? un escaparate, un camino entre tiendas. La mercancía, convertida en espectáculo (provocante, incitante) ha-ce de las gentes un espectáculo, unos de otros. Aquí, más que en cualquier sitio, el cambio y el valor de cambio dominan al uso has-ta reducirlo a algo residual» (LefeBVRe, 1972: 26).

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«el urbanismo oculta esta operación. Bajo una apa-riencia positiva, humanista y tecnológica esconde laestrategia capitalista: el dominio del espacio […].esta estrategia oprime “al usuario”, “al participan-te” o al simple “habitante”. Se le reduce no sólo a lafunción de habitar (a la habitación como función),sino también a la función de comprador de espacioque realiza plus-valía. el espacio se vuelve lugar defunciones, de las cuales la más importante y másoculta es la siguiente: formar, realizar, repartir deforma nueva el excedente de toda la sociedad (es de-cir, en el modo de producción capitalista, la plus-va-lía global)»41.

el segundo rol fundamental que puede ser adscrito alurbanismo en relación con el modo capitalista de pro-ducción es aquél que juega en el ámbito las condicio-nes de reproducción del mismo (que, como señalaMarx, son relevantes cuanto la producción misma),rol en virtud del que Lefebvre define al urbanismo co-mo «superestructura de la sociedad neocapitalista, esdecir, […] de la sociedad burocrática de consumo dirigi-do»42. en este sentido, el funcionalismo aporta una se-rie de magníficos ejemplos de cómo hay un urbanis-mo ideológico (en el orden práctico del quehacer laciudad y los ciudadanos) y una ideología urbanística(en el orden epistemológico de la teorización sobreese quehacer).

en lo relativo al nivel de las prácticas urbanísticas, elafán funcionalista de planificación y ordenación cons-tituye un ejemplo paradigmático de la perpetuaciónde la división social del trabajo y de la permanenciade las relaciones sociales de producción capitalista.en efecto, la zonificación, es decir, la separación43 deáreas urbanas en virtud de las funciones a que esténdestinadas, constituye, por un lado, un movimientode segregación y aislamiento de los trabajadores a tra-vés de la expulsión de la vivienda obrera del centrode la ciudad (dando continuidad a la monadología deque ya se hiciera cargo engels en La situación de la cla-se obrera en Inglaterra), por lo que la centralidad de laciudad viene a definirse de forma capitalista (los cen-tros económicos y comerciales se la apropian); y, porotro lado, un movimiento de reintegración controladade los mismos en las zonas de habitación y recreo, zo-nas a cuyo orden Le Corbusier incluso atribuía pro-piedades disciplinantes: «un pueblo bien loteado yconstruido en serie, daría una impresión de calma, deorden, de limpieza, impondría fatalmente la discipli-na a los habitantes»44. Mención aparte merece, en laestela de las capacidades represoras del urbanismofuncionalista, la supresión corbuseriana de la calle(como venimos señalando, la circulación pasa por ví-as aisladas que simplemente comunican las zonasrestantes) y el lugar de encuentros que ella represen-ta, pues, como bien diagnostica Lefebvre,

«la calle cumple una serie de funciones que LeCorbusier desdeña: función informativa, funciónsimbólica y función de esparcimiento. Se juega y seaprende. en la calle hay desorden, es cierto, pero to-dos los elementos de la vida humana inmovilizadosen otros lugares por una organización fija y redun-dante, se liberan y confluyen en las calles, y alcan-zan el centro a través de ellos […]. es un desordenvivo, que informa y sorprende»45.

Por su parte, en lo relativo al orden de las teorías ur-banísticas, el funcionalismo es buena muestra de lanaturaleza ideológica del urbanismo, al presentarse así mismo como «arte y ciencia a la vez, técnica y cono-

41.- LefeBVRe, 1972: 161.

42.- LefeBVRe, 1972: 168-69.

43.- «Aunque todas las fuerzas técnicas de la economía capitalista deben interpretarse como fuerzas de separación, en el caso del urba-nismo encontramos el material básico general: el ordenamiento del suelo que conviene a su despliegue, es decir, la técnica misma dela separación» (DeBoRD, 2005: 145).

44.- Le CoRBuSIeR, 1977: 203. De las propiedades disciplinarias del urbanismo se ocupará magistralmente foucault en sus tesis sobre laespacialización del poder, así, por ejemplo, en Sociedad, Territorio, Población.

45.- LefeBVRe, 1972: 25. Baste pensar en la calle como el lugar privilegiado de todas las manifestaciones.ISBN

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cimiento»46, ocultando una producción del espacioque perpetúa la sociedad capitalista y las relacionesde explotación que ésta entraña.

Bien es cierto que no era esta la finalidad declara-da por Le Corbusier, y de ahí que David Harvey con-sidere la utopía urbanística funcionalista como unmovimiento en que, sin quererlo, «el arquitecto pare-ce entonces un piñón en la rueda de la urbanizacióncapitalista, tanto construido por eso proceso comoconstructor del mismo»47. no podemos sin embargoobviar la fulminante conclusión lefebvriana sobre lasutopías arquitectónicas del urbanismo capitalista, delas que el funcionalismo es exponente universal: «lapeor utopía es la que no revela su nombre. La ilusiónurbanística es propia del estado. es la utopía estatal:una nube que corta el camino de la montaña. es la an-ti-teoría y la anti-práctica a la vez»48. Ahora bien, exis-te el rasgo diferenciador de la verdadera utopía urba-na, a saber, «una afluencia de deseos cuya realizaciónno está por encima de la capacidad de acción actualdel hombre sobre el mundo material, pero sí de la ca-

pacidad de la organización social»49, por lo que po-dríamos sin duda sospechar que habrá de tener quever con cierto punto de partida, llamémoslo anti-de-miúrgico, por el que «no es función del arquitecto“definir una nueva concepción de la vida”[…]. es, porel contrario, una nueva concepción de la vida la quedebe permitir al arquitecto realizar su obra»50.

La casa y la caja.

A los que todavía duden de la existencia como clasede la clase obrera, bastará con designar sobre el te-rreno la segregación y la miseria de su «habitar».(HenRI LefeBVRe, El derecho a la ciudad)

La razón de que el espectador no se encuentre en ca-sa en ninguna parte es que el espectáculo está en to-das partes.(Guy DeBoRD, La sociedad del espectáculo)

La casa ha pasado.(THeoDoR ADoRno, Minima Moralia)

entrevías (1956). fuencarral (1958). Canillas (1957).Manoteras (1958). orcasitas (1957). Caño Roto (1957).Almendrales (1959). estos nombres recogen las laboresde proyección y construcción de los poblados de absor-ción y los poblados dirigidos que tuvieron lugar en ladécada de los 50, y pertenecen por ello a un peculiarepisodio de la historia de la vivienda social en Madrid,en virtud del que puede hablarse de la incorporacióndel funcionalismo a la arquitectura en españa:

«el esfuerzo que se realiza por encontrar nuevas po-sibilidades de buena arquitectura para los aloja-mientos económicos que plantean los poblados diri-gidos provoca la incorporación del MovimientoModerno al racionalismo madrileño en la agrupa-ción de viviendas»51.

46.- LefeBVRe, 1972: 156.

47.- HARVey, 2003: 272.

48.- LefeBVRe, 1972: 168.

49.- LefeBVRe, 1972: 105.

50.- LefeBVRe, 1972: 105.

51.- eSTeBAn MALuenDA, 78. Independientemente de lo que supusiera desde un punto de vista arquitectónico, el proyecto constituyó,desde el punto de vista político, la precarísima solución urbanística del franquismo al así llamado “problema del suburbio”, es decir,a la formación de poblados chabolistas en los alrededores de Madrid a raíz de la inmigración de población campesina, expulsada delcampo no sólo por el proceso de industrialización, sino también por la absoluta ineficacia del programa de rehabilitación de las zo-nas rurales devastadas durante la Guerra Civil. Que fuera precarísima no se debió únicamente a la falta de medios y de tiempo, si-no fundamentalmente a que el problema lo era por relación al crecimiento de la ciudad, y no a la calidad de vida de las gentes (esdecir, el proyecto era de naturaleza social secundariamente, pues primeramente venía a permitir dar continuidad a la construcciónde vías de circunvalación y a la terminación de los accesos a la ciudad). La diferencia entre los poblados de absorción y los dirigidosfue que éstos últimos fueron construidos por los futuros habitantes durante sus fines de semana (de ahí viene el término “domingue-ros”, actualmente utilizado para designar precisamente a su contrario, a los que disfrutan de su domingo en el campo), al poder sus-tituir el pago de la cuota de entrada (a la que le seguiría una cuota de amortización muy baja) por la prestación personal en la obra. IS

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en efecto, se dice de francisco Javier Sáenz de oíza ydel resto de arquitectos encargados del proyecto, queen él «no consideran la forma a priori, sino que ésta re-sulta de un estricto análisis funcional de las necesida-des de la vivienda»52, lo cual es tanto como decir deellos que siguieron a rajatabla la prescripción de LeCorbusier: «hay que presentarse claramente el proble-ma, determinar las necesidades-tipo de una vivienda,resolver la cuestión como se han resuelto los vagones,las herramientas, etc.»53. Que en ella se haga mencióna máquinas (vagones) y herramientas no es en absolu-to casual, pues las unas y las otras pertenecen a sendasdefiniciones corbuserianas de la casa: «la casa es unamáquina de habitar»54 y «la cuestión desde un puntode vista crítico y objetivo, se llegará a la casa-herra-mienta, a la casa en serie, sana (moralmente también)y bella con la estética de las herramientas de trabajoque acompañan nuestra existencia»55.

esto implica (y lo sabemos desde que Aristótelesnos explicitara la naturaleza de la definición) que loque haya entrañado en la noción de “máquina” y enla noción de “herramienta” pertenece al qué es unacasa para Le Corbusier, y lo hace esencialmente. Laobra Hacia una Arquitectura es, entre otras cosas, unintento de determinación de eso que contienen losconceptos de “máquina” y “herramienta” (de ahíque los capítulos que integran su cuarto apartado es-tén dedicados a los paquebotes, los aviones y los au-tomóviles) y que ha de poder ser trasladado al ámbi-to de la vivienda para caracterizarla. Por otro lado,partiendo de que la máquina es, ella misma, una he-rramienta que se distingue de toda otra por ser pre-cisamente, según Le Corbusier, la herramienta porantonomasia del hombre moderno (es decir, delhombre que ha de habitar tras «el advenimiento de laera del maquinismo»56), la determinación de los ras-gos esenciales de máquinas y herramientas se resuel-ve en la de los de éstas últimas. Así, cumplen unafunción y logran la consecución de múltiples fines, esdecir, son útiles, se trata de «un objeto de funciónsencilla […] y de fines complejos»57; son construidas

conforme a una norma, ordenada y científicamente,pues, sostiene el arquitecto,

«la norma es una necesidad de orden llevada al tra-bajo humano. La norma se establece sobre basesciertas, no arbitrariamente, sino con la seguridad delas cosas motivadas, y con una lógica presidida porel análisis y la experimentación […]. establecer unanorma significa agotar todas las posibilidades prác-ticas y razonables, deducir un tipo reconocido con-forme a las funciones, al rendimiento máximo, almínimo empleo de medios, mano de obra y mate-ria, palabras, formas, colores, sonidos»58.

Además, son producidas industrialmente y son es-tandarizables, esto es, susceptibles de ser fabricadasen serie, son permanentemente mejorables y, por tan-to, reemplazables, ya que «las creaciones de la técnicamaquinista son organismos que tienden a la pureza ysufren las mismas reglas evolutivas que los objetosnaturales que suscitan nuestra admiración»59, y sue-len ser de materiales artificiales.

De todo ello se sigue que afirmar que el problemade la vivienda en Le Corbusier es el de la máquina dehabitar, es tanto como afirmar que es el problema dela vivienda moderna, de la arquitectura residencialpropia del “espíritu de la época”60, de tal forma que«el problema de la casa es un problema de la época.

52.- eSTeBAn MALuenDA, 79

53.- Le CoRBuSIeR, 1977: 198.

54.- Le CoRBuSIeR, 1977: 83.

55.- Le CoRBuSIeR, 1977: 187.

56.- Le CoRBuSIeR, 1973: 33.

57.- Le CoRBuSIeR, 1977: 108.

58.- Le CoRBuSIeR, 1977: 108.

59.- Le CoRBuSIeR, 1977: 80.

60.- el concepto hegeliano de Zeitgeist late en el propio Le Corbusier: «Acaba de empezar una gran época. existe un espíritu nuevo» (Le

CoRBuSIeR, 1977: 187). en este sentido permanece fiel a la firme convicción de que «el primer factor de longevidad de un pueblo es elsiguiente: que tenga exactamente la edad de su época» (Le CoRBuSIeR, 1973: 14).IS

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el equilibrio de las sociedades depende actualmentede él. el primer deber de la arquitectura, en una épo-ca de renovación, consiste en revisar los valores y loselementos constitutivos de la casa»61.

en última instancia, de la premisa de conferir a lacasa el carácter esencial (puesto que está contenido ensu definición) de herramienta (y a ello según LeCorbusier lo legitima la historia misma de la humani-dad62), y de la premisa de que es deber de la arquitec-tura corresponder al espíritu de su época, se sigue (alser la máquina, según él, la herramienta de la moderni-dad) que la casa debe ser concebida y construida comouna máquina. esto se traduce en que la casa corbuse-riana tendrá como función ser habitada (de lo que sededuce que habitar es, en Le Corbusier, algo suscepti-ble de ser tratado como función); será geométricamen-te simple («los cubos, los conos, las esferas, los cilindroso las pirámides son las grandes formas primarias quela luz revela bien […]. Por esta razón son formas bellas,

las más bellas»63) e ilimitadamente reproducible como“célula de habitación”64 que lotear regularmente en“unidades de habitación” («el núcleo inicial del urbanis-mo es una célula de habitación (una vivienda) y su inserciónen un grupo que forme una unidad de habitación de tamañoeficaz»65). Será de dimensiones limitadas y construidacon módulos prefabricados de materiales artificiales (locual disminuiría el peso de los primeros y aceleraría laconstrucción con los segundos, abaratando los costesde transporte y obra, problema que preocupaba “obse-sivamente”66 a Le Corbusier), y fabricada en serie in-dustrialmente («los loteos urbanos y suburbanos […]permitirán el empleo del elemento de serie y la indus-trialización de la obra»67).

A este último propósito es importante destacarque no se trata únicamente de lograr que la fabrica-ción de la vivienda devenga serial, sino también degenerar una subjetividad dispuesta a habitar en unaserie: «Hay que crear el estado de espíritu de la serie.el estado de espíritu de construir casas en serie. el es-tado de espíritu de habitar casas en serie»68.

A todo lo anterior hay que sumar la convicción deque lo meramente ornamental es siempre sobrante,de tal forma que sólo aquello que cumpla cierta fun-ción en relación con la proporción plástica y la estruc-tura construida tendrá derecho a estar presente en elplano del arquitecto y el subsiguiente cuerpo arqui-tectónico de la vivienda:

«¿La belleza? existe siempre cuando hay intención ymedios proporcionados a ella; la proporción nocuesta nada al propietario, sólo al arquitecto. el co-razón sólo se conmueve cuando se satisface la ra-zón, y esto sucede cuando las cosas se calculan»69.

61.- Le CoRBuSIeR, 1977: 187.

62.- «La arquitectura es una de las necesidades más urgentes del hombre, ya que la casa ha sido siempre la indispensable y primera he-rramienta que se ha forjado» (Le CoRBuSIeR, 1977: 5).

63.- Le CoRBuSIeR, 1977: 16.

64.- y foucault señalaría: «Incluso si los compartimentos que asigna llegan a ser puramente ideales, el espacio de las disciplinas es siem-pre, en el fondo, celular», (fouCAuLT, 2009: 147).

65.- Le CoRBuSIeR, 1977: 132.

66.- «Como el precio de la construcción se ha cuadruplicado, hay que reducir a la mitad las antiguas pretensiones arquitectónicas y dela mitad para abajo la masa de las casas» (Le CoRBuSIeR, 1977: 201). La obsesión por el abaratamiento del precio de producción de lascasas de Le Corbusier apenas aparece en las críticas que le fueron hechas (y que abordaremos más adelante), la subida del precio delsuelo urbanizable (motivo principal de la subida de los precios de construcción) apenas fue tematizada por él (como tampoco la cues-tión misma de su propiedad), si bien cabe señalar que en la Carta de Atenas apela por el control público del mismo.

67.- Le CoRBuSIeR, 1977: 193.

68.- Le CoRBuSIeR, 1977: 187. De inmediato veremos una puesta en cuestión de tal posible subjetividad. Por otra parte, Le Corbusier con-sidera insostenible e intolerable dar continuidad a la construcción de casas en virtud de los gustos de cada cual, esto es, a que de sub-jetividades distintas se sigan modos de habitar diferentes: «cuando me haga la casa […] pondré mi estatua en el vestíbulo y mi pe-rrito Ketty tendrá su salón. Cuando tenga mi techo, etc. Son temas para la psiquiatría. Cuando suena la hora de construir esta casa,no es la hora del albañil ni del técnico, es la hora en la cual todo hombre hace de su vida un poema» (Le CoRBuSIeR, 1977: 195).

69.- Le CoRBuSIeR, 1977: 201. y añade: «no hay que avergonzarse de habitar una casa sin tejado puntiagudo, de tener paredes lisas como ISBN

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el paradigma resultante será, por un lado, la casa en se-rie “Citrohan”70, y, por otro, las “Ciudades-Torres”71,cuya verticalidad vendría a resolver el problema de ladensidad de la población, el más acuciante de la urbepara Le Corbusier: «las torres se alinean en avenidasimportantes: en realidad es la arquitectura digna de es-ta época»72.

Puestas así las cosas (y las casas), no es necesarioser Bachelard (o, en su defecto, bachelardiano) parasospechar que viviendas así concebidas, y construi-das, llevando hasta sus últimas consecuencias los pos-tulados corbuserianos, responderían sin duda al ape-lativo de «moradas oníricamente incompletas»73, estoes, que carecerán de las virtudes «donde se revela unaadhesión, en cierto modo innata, a la función primerade habitar»74. en ese mismo sentido parece pronun-ciarse Adorno:

«ya no es posible lo que se llama propiamente habi-tar. Las viviendas tradicionales en las que hemos

crecido se han vuelto insoportables […]. Las nuevas,que han hecho tabula rasa, son estuches diseñadospor peritos para pequeños burgueses o alojamientosobreros extraviados en la esfera del consumo, am-bos sin ninguna relación con el que los habita. […].Las destrucciones de las ciudades europeas, igualque los campos de concentración y de trabajo, con-tinúan como meros ejecutores lo que hace tiempodecidió hacer con las casas el desarrollo inmanentede la técnica»75.

Si bien la investigación sobre cuáles podrían ser esasvirtudes excede los propósitos de este trabajo, hayciertas rasgos de la casa funcionalista que podemosproponer como candidatos idóneos para explicar sufalta de “completitud onírica”, candidatos eminente-mente representados por los poblados que daban co-mienzo al presente apartado. en primer lugar, su ta-maño (de la casa, de las ventanas, de las habitaciones,de las puertas, véase por ejemplo la casa unifamiliarde orcasitas: habitáculo con ventanuco), calculado apartir de las exigencias de abaratamiento de los costesde producción de la casa obrera y de rentabilizacióndel suelo urbano (a menor tamaño mayor número decasas por superficie), y sin embargo justificado en vir-tud de la adaptación del ser humano a espacios pe-queños76, de tal forma que nos encontramos con vi-viendas donde la crujía alcanza los 3,50 metros paraalbergar dos espacios.

en segundo lugar, su homogeneidad absoluta,contra la que los futuros moradores lucharon y cuyabatalla (por la heterogeneidad, por la diferencia) fueconsiderada por los propios arquitectos como unenorme defecto: «todas las casas eran iguales, pero enel momento en que acabamos, empezaron a hacerbarbaridades»77.

hojas de palastro, de las ventanas semejantes a los bastidores de las fábricas. Hay que enorgullecerse de tener una casa práctica co-mo una máquina de escribir» (Le CoRBuSIeR, 1977: 201).

70.- «Casa en serie “Citrohan” (para no decir Citröen). expresado de otro modo, una casa como un auto, concebida y provista como unómnibus o una cabina de barco» (Le CoRBuSIeR, 1977: 200).

71.- «Partiendo del acontecimiento constructivo capital que es el rascacielos norteamericano, bastaría reunir en algunos puntos determi-nados esta gran densidad de la población y elevar allí, en 60 pisos, construcciones inmensas […]. A partir del piso catorce, reina lacalma absoluta, el aire puro» (Le CoRBuSIeR, 1977: 43).

72.- Le CoRBuSIeR, 1977: 44.

73.- BACHeLARD, 2006: 57.

74.- BACHeLARD, 2006: 34.

75.- ADoRno, 2006: 43-44.

76.- «Hay que rectificar las dimensiones de las ventanas y las puertas; los vagones y las limousines nos han probado que el hombre pue-de pasar por lugares más restringidos y que se puede calcular la distancia por centímetros cuadrados» (Le CoRBuSIeR, 1977: 200). Sibien Le Corbusier prevé casas de 50 m2, la vivienda social ha derivado en habitáculos de hasta 30 m2 para familias, hay un caso ac-tual en Iquique (Chile), donde el estudio de arquitectos ha optado por construir viviendas sociales familiares de 36 m2 ampliableshasta 72 m2 (para lo cual dejan espacios entre las casas) conforme la familia pueda ir pagando la ampliación a plazos.

77.- el arquitecto Luis Cubillo de Arteaga sobre los moradores de los poblados, citado en eSTeBAn MALuenDA, 57.

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en tercer lugar, la división celular ultraespaciada, esdecir, la distribución de las viviendas en grandes blo-ques horizontales entre los que hay espacios gigantes-cos, de tal forma que se imposibilita la creación de unespacio casero comunitario, o más precisamente, sereafirma la tendencia a la “monadización” de la po-blación, haciendo de lo casero algo privado y de lo co-munitario algo público, por tanto instituyéndolos co-mo espacios que han de estar separados. Así, porejemplo, en Caño Roto, único poblado en el que estono ocurre, se achaca su éxito a que propicia enorme-mente las relaciones vecinales a través de su configu-ración no espaciada:

«Tal vez, el éxito de la agrupación resida en el airevernáculo con que se tratan las viviendas unifami-liares, formando calles estrechas sin acceso de vehí-culos, y en la mayoría de los casos en pendiente, ale-ja este conjunto de la abstracción de orcasitas oentrevías y lo acerca al carácter de los vecinos queviven en ellas»78.

en cuarto lugar, el aislamiento respecto del centro dela ciudad, en virtud de la división de funciones (LeCorbusier considera que a los proyectos residencialesde Garnier sólo se les puede hacer un reproche: «el deque haya colocado estos barrios de tan poca densidaden el corazón de la ciudad»79). esto conlleva asimis-mo una centralización de la oferta de ocio y consumo,que actualmente adopta la forma de un centro comer-cial (piénsese que todos los nuevos barrios periféricosde Madrid son construidos alrededor de un centro co-mercial: Sanchinarro alrededor de un Corte Inglés, el

ensanche de Vallecas alrededor de La Gavia, etc.), im-pidiendo por un lado la integración de los residentesen la vida urbana y la existencia de zonas de sociali-zación alternativa (vecinal) no mediadas por el consu-mo. en este sentido los poblados, así como el modelofuncionalista en que se inspiran, dan continuidad ycumplimiento a la segregación residencial en las me-trópolis contemporáneas, determinada por la (estruc-turalmente en el marco capitalista) dispar distribu-ción del ingreso, una estructura residencial urbana so-bre la que Harvey no duda que «podemos considerar[…] expresión geográfica tangible de una condiciónestructural de la economía capitalista»80.

en suma, nos parece revelador que las zonas resi-denciales funcionalistas respondan con exactitud auna noción de “habitación”, es decir, del habitar con-cebido exclusivamente como función, que, lejos deinstituirse como un vivir urbano rehabilitador de re-laciones vecinales y posibilitador de una socializaciónno atravesada por el aparato productivo y reproduc-tivo capitalista, viene a erigirse, como señala brillante-mente Debord, en un “pseudocampo”:

«Las condiciones del hábitat y del control espectacu-lar de la actual ordenación del territorio han produci-do un nuevo campesinado: la dispersión espacial y lamentalidad limitada, que desde siempre impidieronal campesinado emprender acciones independientesy afirmarse como un poder histórico creador, vuelvena ser la característica de los productores […]. Perocuando el campesinado […] reaparece como produc-to de las condiciones de crecimiento de la burocratiza-ción estatal moderna, su apatía es ahora apatía históri-camente fabricada y mantenida […]. Las “nuevas ciuda-des” del seudocampesinado tecnológico se inscribenclaramente en el terreno de la ruptura con el tiempohistórico, que es el terreno en el que se construyen; sudivisa podría ser: “nada ha pasado aquí nunca, ynunca pasará nada”».81

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78.- eSTeBAn MALuenDA, 74.

79.- Le CoRBuSIeR, 1977: 40.

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