9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

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  • 8/19/2019 9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

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    2

    DEMOCRACIAS SIN

    DEMOS

    Que

    ,,democracia,

    viene

    de

    demos

    es

    algo

    que

    cualquier

    es-

    tudiante

    de

    filosofía

    o ciencia

    política

    sabe. Demos

    significa

    "puebIo",

    dicho

    de otra

    forma,

    "ciudadantíarr,

    si damos

    por

    supuesto

    que un

    pueblo

    democrático

    es el

    que se

    implica

    en

    los

    asuntos de gobierno.

    es gobierno

    del

    demos,

    autogobierno

    o

    gobierno

    de

    todos.

    Que

    hayamos

    te-

    nido

    que

    evolucionar

    hacia

    una democr

    acia

    representativa

    no desvirtúa,

    en principio,

    el

    sentido original

    del

    concepto.

    Es

    la

    práctica,

    el

    funcionamiento

    real

    de

    la

    democracia

    1o

    que

    pervierte

    su

    sentido.

    La realidad

    pone

    de manifiesto

    que

    la

    democracia

    es cada

    vez rrrás una

    ..democracia

    diri-

    gida»

    a,

    por

    causa

    del poder

    económico descontrolado

    que

    1o invade

    todo,

    por

    la influencia

    exagerada

    de

    los medios

    de

    comunicación,

    y

    por una

    ciudadanía

    apática

    y desinte-

    resada, que deja en manos de los

    políticos

    la

    tarea de go-

    bernar.

    Esa indiferencia

    ciudadana

    es grave, aunque no

    re-

    ciente,

    pues

    ya

    Max

    Weber

    se

    refería

    a

    ella con tristeza.

    No

    es nueva,

    pero

    seguramente

    es cada

    vezrnás

    profunda.

    Y

    es

    grave porque la

    salud de

    una

    democracia

    no

    depende

    solo

    de

    la

    existencia

    de unas

    instituciones

    sino

    de

    la coopera-

    ción

    de

    una

    ciudadanía

    activa.

    Si

    el

    régimen

    democrático

    es

    un

    procedimiento para

    elegir gobernantes

    y

    legislar,

    para

    que el

    procedimiento

    funcione

    es preciso

    que existan,

    25

    a

    SH. S. WoltN,

    Democracia,

    S.A.

    Madrid, Katz

    editore,s,

    200t3.

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    además, de

    unas

    instituciones

    sólidas

    y

    creíbles, unos ciu-

    dadanos

    comprometidos

    con

    el devenir de

    la

    democracia

    misma.

    Nuestras

    democracias

    son

    más herederas de

    la

    demo-

    cracia

    moderna

    que

    de la

    antigua, entre otras

    razones

    ,

    pot-

    que la concepción de la persona ha

    cambiado. El

    individuo

    de

    nuestro tiempo no

    es el

    zóon politikón aristotélico

    sino el

    sujeto ¿s

    «la

    libertad de

    los

    modernos>)z tal como

    la

    en-

    tiende

    Benjamín

    Constant

    s.

    Un

    individuo

    para quien el

    compromiso ciudadano

    solo

    es una dimensión

    más

    de

    su

    vida.

    Dicho

    de

    otra

    forma,

    un

    individuo

    que entiende

    la

    li-

    bertad

    como

    independencia,

    como

    posibilidad

    de disfrutar

    de

    su

    vida privada

    y no

    como algo que debe

    ponerse total-

    mente

    al servicio

    de

    la

    vida

    pública. La

    excelencia clel ser

    humano

    ya

    no

    está en la política

    exciusivamente, sino

    que

    puede

    lograrse

    a través de cualquier

    otra

    forma

    de

    vida.

    Dicha

    concepción

    individualista

    del sujeto

    democrático,

    sin emb argo,

    no

    debería

    eximir

    al

    individuo

    de

    sus

    respon-

    sabilidades como

    ciudadano.

    Es lo

    que Constant

    echa

    de

    menos

    al referirse

    a

    la

    libertad

    moderna,

    que

    no

    deja de

    re-

    presentar

    un

    progreso

    frente

    a

    Ia

    libertad

    antigua.

    El

    afian-

    zamiento

    del

    individuo

    y de su

    independencia

    es bueno,

    sin duda. Ahora bien,

    si

    la

    democracia

    debe

    seguir

    siendo

    entendida como

    gobierno

    del demos,

    si

    el demos

    es el

    sujeto

    de

    la

    democr acia,

    no podemos ignorar de qué forma

    se

    construye

    y

    se

    organizahoy

    esa base en

    la

    que

    la

    democra-

    cia

    se

    asienta,

    y qué papel está teniendo en

    las

    crisis actua-

    les

    de

    la

    democracia.

    La separación moderna

    entre

    una

    sociedad

    política, encargada

    de

    gestionar

    y

    resolver los

    s

    B.

    CoNsrAN "La libertad

    cle

    los

    antiguos

    comparada con

    la

    de

    los

    mo-

    dernos»,

    en Escritos

    políticos. Maclrid,

    Centro de Estudios Constitucionales,

    7989.

    26

    prcblemas

    políticos,

    y

    una

    sociedad civil

    más

    bien

    sumisa

    y

    poco

    participativa

    tiene poco

    que

    ver

    con

    la

    concepción

    cle

    un

    demos

    que asume

    y

    se

    hace responsable

    de la

    función

    política

    que

    tiene

    que desempeñar.

    Las

    críticas

    al

    modelo

    liberal

    de democracia, realizadas

    desde

    el comunitarismo

    o

    desde el

    republicanismo, ponen

    de

    manifiesto,

    entre

    otras

    cosas,

    un

    déficit

    de

    conciencia

    ciudadana,

    una conciencia,

    por otra parte,

    fundamental

    para

    el

    buen funcionamiento

    de

    la

    democracia.

    La

    evidencia

    de

    tal hipótesis no

    ha

    sido

    tenida muy

    en

    cuenta

    por

    las

    sociedades

    liberales.

    Menos

    aún

    sociedades

    como

    la

    española, que hasta finales

    del

    siglo

    xx no han

    con-

    seguido tejer

    una

    democracia

    consistente

    y duradera. Pre-

    cisamente

    esa carencia

    tan

    profunda durante

    decenios nos

    permitió

    dar

    por

    supuesto,

    un tanto

    alegremente,

    que bas-

    taba

    que

    cambiara el régimen

    para

    que

    también

    cambiaran

    las

    personas.

    Se trata

    de

    un

    juicio

    equivocado.

    Ciertamente,

    los

    cambios legislativos

    e

    institucionales

    influyen

    en

    las

    conductas

    ciudadanas

    y ayudan a moldearlas.

    Pero

    son

    un

    factor

    entre otros. Fenómenos

    que

    no

    han

    desaparecido,

    como

    el

    de

    las muchas

    y

    variadas

    corrupciones

    o el

    fenó-

    meno

    igualmente notorio

    del incivismo

    en todas

    sus expre-

    siones,

    son ejemplos

    de

    la

    falta

    de

    sintonía entre

    un modelo

    formalmente

    aceptable

    y una

    conciencia

    cívica

    o

    ciudadana

    llena

    de

    deficiencias.

    La

    constatación de

    tal

    realidad

    lleva

    muchas veces

    a pensar

    que

    1o

    que conviene

    es

    legislar más

    o

    mejor.

    Quizá

    también

    haya

    que ir

    por ahí,

    pero no

    es

    l¿r

    única

    medida.

    Conseguir un demos

    cohesionado

    y

    "vir'

    tuoso>>,

    en el sentido aristotélico

    del

    concepto,

    una

    conrurri

    dad

    de personas

    preocupadas

    no

    solo cada

    un¿r

    [-ror

    sr

    misma

    sino también

    por

    1o

    que afecta a

    todos, n()

    ('s,rl11r,

    que

    se

    obtenga

    solo

    a

    golpe

    de ley, de clecr('to

    o

    rlt'olrlt'

    ttattza.

    El

    cultivo de

    la

    ciudadanía

    exige otros

    nlt,tlios.

    '27

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    3/9

    Exige

    otros

    medios

    sobre todo

    porque

    la

    democracia

    libe-

    ral,

    además

    de defender unos

    derechos fundamentales cons-

    titucionalmente

    garantizados,

    convive

    inevitablemente

    con

    un

    modelo

    económico que

    contribuye muy poco a

    reforzar

    tales derechos

    y

    las

    actitudes personales

    a favor

    de

    los mis-

    mos.

    El

    individuo

    que

    se

    socializa en

    una

    economía de con-

    sumo,

    es

    individualista y

    hedonista. Es

    decir,

    pone

    por

    de-

    lante

    de cualquier

    otro

    interés

    el

    suyo y

    tiende

    a

    estructurar

    sus

    planes de

    vida

    con

    vistas a una

    felicidad

    que

    consiste

    en

    obtener

    el

    máximo

    placer

    o

    bienestar

    en

    el

    mínimo tiempo

    posible.

    La

    publicidad y

    los

    medios audiovisuales en

    general

    contribuyen

    a

    difundir esa

    mentalidad,

    que

    no sería

    del todo

    despreciable

    si, a

    sLt vez, se

    viera

    contrarrestada

    por

    el

    reco-

    nocimiento

    de otros

    valores menos materiales.

    Pero

    esa con-

    dición no

    se

    obtiene sin

    proponérselo. Y la

    forma

    de

    propo-

    nérselo

    pasa

    por

    identificar

    los

    atributos

    del

    buen ciudadano.

    Me propongo

    a continuación desarrollar

    tres

    ideas

    que,

    a

    mi modo

    de

    ve4

    pueden

    contribuir a

    entender

    cuáles el

    papel

    que

    el

    ciudadano

    ha de desempeñar en

    una

    democracia

    libe-

    ral.

    Tres

    ideas,

    dicho de

    otra

    forma,

    que tratan de

    encontrar

    un

    modelo

    de ciudadanía

    distinto

    del aristotélico y

    distinto

    también del netamente

    liberal,

    en el sentido

    más

    restrictivo

    del

    concepto.

    Me refiero

    al

    liberalismo

    que se

    atiene

    exclusi-

    vamente

    a

    la

    teoría

    de

    la

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    los

    derechos

    sociales

    más

    satisfactoria

    que

    la

    que tenemos.

    Tal lucha

    es imprescindible

    para

    no

    sucumbir

    al

    minima-

    lismo

    liberal

    (al

    neoliberalismo),

    que

    tiende

    a una reduc-

    ción

    de los

    derechos

    sociales,

    basada

    en

    la

    prioridad

    o ex-

    clusividad

    de

    la

    libertad

    negativa,

    esto

    es, la

    libertad

    concebida como la

    no intervención legislativa

    y

    nada

    más

    que

    eso.

    La

    tesis

    de Marshall,

    por

    el contrario,

    al reconocer

    también

    los

    derechos

    sociales,

    pone

    énfasis

    en el

    principio

    socialista

    de

    que no

    huy

    libertad

    sin

    igualdad,

    que

    la liber-

    tad negativa

    por

    sola

    es

    un

    engaño,

    que

    no

    están

    garanti-

    zados

    los

    derechos

    civiles

    y políticos

    si

    se prescinde

    de

    los

    derechos

    sociales.

    Hay

    que

    ser

    beligerante

    en

    este

    punto,

    a

    fin

    de

    contrarrestar

    las

    tentaciones

    neoliberales.

    Pero,

    si

    bien

    es necesario

    mantener

    la

    concepción

    de

    Marshall,

    recon ozcarnos

    también

    que dicha

    visión

    es

    insu-

    ficiente,

    al

    faltarle

    una referencia

    que

    hoy

    es absolutamente

    imprescindible,

    a saber,

    la

    referencia

    a

    los

    deberes

    y

    obliga-

    ciones

    de los

    ciudadanos.

    En

    otras palabras,

    le

    falta

    una

    concepción

    de

    la

    identidad

    moral

    o cívica,

    eue

    la

    demo

    cra-

    cia

    sin

    duda

    necesita.

    ¿Por

    qué

    es

    necesaria

    una

    identidad

    moral

    ciudadana?

    Porque

    no

    creo que

    sea cierto lo

    que

    apuntaba

    al

    principio:

    que la

    democracia

    tiene

    unas

    propiedades

    terapéuticas

    que

    por

    sí solas

    regeneran

    a

    los

    ciudadanos.

    Cuando

    observa-

    mos

    que

    en

    las

    democracias

    huy

    fraudes

    de todo

    tipo

    y

    pro-

    cedencia,

    que

    los

    hombres

    siguen

    maltratando

    a las

    muje-

    res/

    que

    aparecen

    actitudes

    racistas

    o

    xenófobas

    ante la

    inmigración,

    cuando

    observamos

    tales

    comportamientos,

    no

    tenemos

    más remedio

    que pensar

    que la

    condición hu-

    mana

    no

    modifica

    sus

    impulsos

    más

    viscerales

    y

    desviados

    por el

    simple hecho

    de

    que

    las

    instituciones

    políticas

    sean

    democráticas.

    El ciudadano

    no

    se

    hace

    virtuoso

    espontá-

    neamente.

    Hace

    falta

    una

    voluntad

    expresa

    de educació.

    y

    30

    c1e

    formación para

    la

    convivencia

    y el

    respeto mutuo. No

    en

    vano

    los

    griegos

    conectaron

    la

    construcción

    del

    ethos

    (qre

    ha

    de

    articular eI demos) con

    Lapaideia.

    Si

    reconocemos

    que

    es

    necesaria

    una identidad

    moral

    ciudadana,

    un

    éthos ciudadano, el siguiente

    paso

    habrá de

    consistir

    en

    indicar

    las características de

    dicho

    éthos.

    Ahí

    es

    donde creo

    gu€,

    hoy

    por

    hoy

    parece

    insuficiente

    pensar

    eI

    éthos ciudadano

    como

    basado exclusivamente

    en

    la

    reivin-

    dicación

    de

    unos derechos.

    La

    ciudadanía

    ha

    aprendido

    esa

    lección

    y

    se

    reconoce

    como sujeto

    de derechos.

    Lo

    de-

    muestra

    la

    práctica

    imposibilidad de cualquier

    candidato

    a

    gobernar

    un

    país, si

    presentara

    un programa

    que

    ProPonga

    recortar

    la

    educación,

    las prestaciones sanitarias

    o

    las

    pen-

    siones.

    Nadie

    que

    pretenda ganar

    unas elecciones puede

    pensar

    en algo

    parecido.

    También encuentra

    resistencia

    la

    reducción

    de

    las

    libertades, aunque

    se

    haga

    en

    nombre de

    otro

    valor

    no menos apreciado,

    como

    Io

    es

    la seguridad.

    Nuestra

    época

    es, como dijo

    Norberto

    Bobbio,

    la

    época

    de

    los

    derechos.

    Hemos vivido una explosión

    de derechos,

    en

    algunos

    casos

    exageradu

    y

    ridícula,

    como

    cuando

    se

    ha

    pretendido

    proclamar el

    derecho

    a

    ser

    feliz,

    por

    poner

    solo

    un ejemplo.

    Sea

    como sea,

    haber

    logrado un cómputo

    de

    derechos

    como los que

    tenemos,

    es

    todo

    un

    logro.

    Pero

    no

    huy

    que obviar

    la

    segunda

    parte.

    Cuando todo se

    plantea

    en términos

    de

    derechos,

    falta

    un

    lenguaje

    público

    de la

    responsabilidad o

    de

    los

    deberes

    recíprocos.

    Dicho

    lt'rt'

    guaje,

    además,

    es especialmente

    importante

    Para

    t'ltlt'

    [-rtrt'

    dan garantizarse

    los

    derechos sociales

    y

    los dert'chos

    ll,r

    mados

    .,de

    la tercera generaciónr.

    VeamOS

    un SOIO ejemplO

    referidO

    a

    lOs

    dt'l't't'll():.:,or

    l,rlt",,

    el de

    Ia

    educación.

    La

    educación

    Com()

    (l('l'('t

    lttt

    tltll\

    r'l'.,t1

    no prosperará si

    los padres

    prefierell

    o1-rl,tt'

    ¡ro¡

    l,r ,",r

    tt¡'l,t

    privada

    para SUS

    hijOs/

    por

    temor

    a

    (lrt('

    s('

    tttt'2, lr'tt

    (

    ¡lt

    1,,',

    rl

  • 8/19/2019 9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

    5/9

    hijos

    tle

    los

    inmigrantes

    o

    de

    los

    más

    desfavorecidos. Son

    reacciones reales,

    que se

    explican

    a

    partir

    de

    diversos

    facto-

    res

    que

    no viene

    al caso

    detallar aquí,

    pero

    que

    todos

    cono-

    cemos. La

    consecuencia

    de tales

    actitudes es

    Ia formación

    de

    guetos

    escolares,

    que

    no

    son

    buenos ni para quienes

    no

    tie-

    nen más

    remedio

    que quedarse

    en

    ellos

    ni

    para la

    conviven-

    cia

    democrática

    en

    su

    conjunto.

    La educación

    nos

    ofrece,

    así,

    una

    muestra

    muy

    clara de

    la impotencia

    de

    la legislación

    para

    cambiar

    las actitudes

    y para cambiar el conjunto de

    condiciones sociales que

    siguen

    propiciando

    discriminacio-

    nes,

    aun

    cuando las declaraciones

    de

    derechos

    se

    empeñen

    en

    repetir

    que

    todos

    somos

    iguales.

    Otro

    eiemplo

    de

    1o

    mismo

    1o tenemos en los derechos

    llamados

    de

    la

    última

    ge-

    neración, como los

    derechos ecológicos.

    Por

    muchas

    y

    bue-

    nas

    que

    sean

    las

    medidas

    que

    se

    tomen

    para

    ralentizal por

    ejemplo, el calentamiento

    del

    planeta

    o

    evitar

    el

    deterioro

    medioambiental,

    será difícil que

    algo

    cambie

    si

    las

    actitudes

    de las personas

    se

    muestran indiferentes hacia la

    cuestión,

    pensando

    que

    no va

    con

    ellas,

    que

    es una

    obligación exclu-

    siva

    del

    estado conseguir

    un

    mundo

    más

    ecológico.

    En definitiva,

    pues,

    y para

    resumir este

    primer

    punto, a

    diferencia del

    derecho a

    la libertad,

    que protege

    al

    indivi-

    duo

    de los

    poderes

    y

    dominaciones políticas

    o sociales, los

    derechos

    sociales

    y

    los

    de

    la

    última generación

    precisan

    de

    una

    voluntad

    colectiva

    de vivir

    de

    acuerdo con ellos.

    La

    ga-

    rantía

    de

    las instituciones

    es

    insuficiente,

    si

    no

    existe

    la so-

    lidaridad

    ciudadana.

    De

    algún modo

    et

    lenguaje

    de los

    derechos es

    frío,

    se

    refiere a

    una

    igualdad

    de todos los

    indi-

    viduos

    ante la

    ley,

    que

    no invita

    por

    sí solo a

    la

    reciprocidad

    entre

    las

    personas. Como

    ha

    dicho Habermas

    -y

    no ha

    sido

    el

    único-,

    efl

    una

    sociedad como

    la nuestra,

    tan

    colonizada

    por

    la economía,la

    administración pública y

    los

    medios

    de

    comunicación,

    hacen

    falta

    otros cliscursos

    normativos, dis-

    32

    tintos

    de

    las

    leyes,

    que

    establezcanlazos

    comunes

    entre

    las

    persona,

    y

    lus

    dirijan,

    a

    ciertos

    propósitos'

    en

    un

    sentido

    único,

    el

    de

    la

    defensa

    del

    bien

    común'

    Todo

    apunta,

    en

    consecuencia,

    ala

    necesidad

    de

    ir

    más

    allá

    del

    modelo

    liberal

    de

    ciudadania,

    según

    el

    cual

    los

    in-

    dividuos

    Son seres

    soberanos

    y

    autónomos

    en

    eI

    terreno

    moral

    y

    solo

    tienen

    la

    obligación

    de

    tolerar

    -ni

    siquiera

    res-

    petar*"las

    diferencias

    de

    otros

    ciudadanos.

    Es

    un

    modelo

    demasiado

    individualista

    y

    formal.

    Un

    modelo

    que

    olvida

    1o que

    ya

    enseñó

    Platón

    en

    elProtágorast

    poniendo

    en_boca

    de

    dicho

    sofista

    el

    relato

    del

    mito

    de

    Prometeo,

    con

    la

    in-

    tención

    de

    convencer

    al

    incrédulo

    Sócrates

    de

    que

    es

    posi-

    ble

    y

    necesario

    enseñ

    ar

    ética.

    Cuenta

    Protágoras/

    en

    su

    vef-

    sión

    del

    mito

    en

    cuestión,

    9ü€,

    una

    vez

    que

    el

    ser

    humano

    hubo

    recibido

    el fuego

    de

    los

    dioses de manos de Prome-

    teo,

    el

    fuego

    que

    iba

    a

    permitirle

    sobrevivir

    en

    la

    tierra

    y

    defenderr"

    d"

    cualquier

    adversidad,

    zeus

    advirtió

    que

    a

    los

    humanos

    les

    faltaba

    algo

    absolutamente

    imprescindi-

    ble,

    les

    faltaba

    aquello

    que

    debía

    enseñar}es

    a

    convivir

    con

    sus

    semejantes

    y

    a

    no dLstruirse

    unos

    a

    otros.

    Entonces,

    si-

    gue

    diciendo

    Protágo

    ras,

    Zeus

    envió

    a

    Hermes

    para

    que

    dotara

    a

    los

    hombres

    con

    dos

    atributos:

    el

    aidos

    o

    espíritu

    cívico y

    la dikéo

    iusticia.

    Y

    añadió:

    esos

    dos

    atributos

    deben

    tenerlos

    todos

    sin

    excepción,

    Pues

    quien

    no

    los

    posea

    no

    es

    digno

    de

    vivir

    en

    la

    ciudad'

    2.

    La

    ciudadanía

    consiste

    en

    eiercer

    la

    libertad

    resPonsablemente

    Escribió

    Mme.

    de

    Stael

    que

    ..la libertad

    no es

    otra

    cosa

    que

    la

    moral

    en la

    políticar.

    Efectivamente,

    sobre

    todo

    en

    nues-

    tro

    tiempo,

    el

    .irduduno

    no

    tiene

    que

    limitarse

    a

    reivindi-

    33

  • 8/19/2019 9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

    6/9

    car

    la libertad:

    tiene que

    aprender

    a ejercerla y ejercerla

    en

    el

    espacio

    público, en su

    relación

    con

    los

    otros.

    La

    tradición de la

    libertad

    negativa

    nos

    ha acostum-

    brado a pensar que

    la

    libertad

    es solo

    la

    ausencia

    de

    interfe-

    rencias

    heterónomas en

    las vidas privadas de las personas.

    Pero

    la

    concepción

    moral

    de

    la libertad

    -la

    autonomía-

    es

    algo más que

    esa

    libertad negativa.

    Es

    ausencia

    de

    interfe-

    rencias

    para

    elegir

    la

    forma

    de

    vida

    que

    cada

    cual

    prefiera,

    en

    efecto,

    pero

    también implica

    el

    objetivo de

    vivir

    en

    co-

    mún,

    de hacer compatible

    la

    propia

    vicla con

    las vidas

    de

    los demás.

    Lo

    que

    hace

    posible

    y

    amable

    la vida

    en común

    es el

    «espíritu

    cívico,,,

    si

    se

    admite tal expresión.

    Dicho de

    otra

    forma,

    el ejercicio

    responsable

    de

    la

    libertad

    requiere

    la

    adquisición

    de

    una

    serie

    de

    virtudes:

    las

    virtudes

    cívicas.

    Puesto que

    hoy

    el

    concepto

    de

    virtud

    resulta

    un

    tanto

    anacrónico, me

    referiré

    para aclarar

    1o

    que quiero

    decir a

    la

    explicación

    de Alasdair Maclntyre

    en

    su conocido

    libro

    kas

    la

    airtud

    7.

    Dice

    que

    las

    virtudes se

    ejercen

    en

    el curso

    de

    lo

    que é1

    llama

    «prácticasr.

    Por

    «prácticas,

    entiende

    cualquier

    forma

    compleja y coherente

    de actividad

    hu-

    mana cooperativa socialmente

    establecida,

    a través de

    la

    cual

    se

    realizan

    los bienes

    internos

    a

    dicha

    forma

    de

    activi-

    dad

    en el

    curso

    de

    tratar de

    alcanzar

    aquellos

    standards

    de

    excelencia

    que

    son

    apropiados

    y

    parcialmente

    definidores

    de

    dicha

    actividad.

    Cualquier

    práctica tiene como

    objetivo

    conseguir

    dos

    ti-

    pos de

    bienes:

    los

    bienes externos y

    los

    bienes

    internos. Los

    ,.bienes

    externos))

    son

    los

    bienes

    externa y

    contingente-

    mente

    unidos

    a una

    actividad

    cualquiera, como

    la

    de

    jugar

    a

    golf o

    ser

    maestra

    de

    escuela.

    Al

    iugar

    al golf

    o ser

    maes-

    tra,

    es

    posible

    a\canzar

    ciertos

    bienes

    externos,

    como

    di-

    nero,

    prestigio,

    estatus.

    Por el

    contrario,

    Ios

    "bienes

    inter-

    nos>>

    son

    los

    que

    pertenecen

    interna

    y

    necesariamente

    a

    una

    activid.ad,

    solo

    pueden

    ser

    identificados

    Por

    la

    expe-

    riencia

    de

    participar

    en

    la actividad

    en cuestión.

    Al

    perse-

    guir

    los

    bienes

    internos

    buscamos

    la excelencia

    o,

    si

    se

    quiere,

    las gratificaciones

    implícitas

    en

    un cierto

    tipo

    de

    vida.

    Al

    mismo

    tiempo,

    estamos

    aceptando

    ciertos

    criterios

    de

    excelencia

    unidos

    a dicha

    práctica

    y a

    partir

    de

    los cua-

    les se

    nos

    juzgará.

    La diferencia

    entre

    ambos

    bienes

    es grande.

    Los

    bienes

    externos,

    al ser

    alcartzados,

    constituyen

    siempre

    una pIo-

    piedad

    o

    posesión

    individual.

    Son

    obieto

    de

    competición,

    porque

    en

    la

    carrera

    Por

    conseguirlos siempre hay

    unos

    que ganan

    y otros

    que

    Pierden.

    Los

    bienes

    internos

    son

    asimismo

    el

    resultado

    de

    una

    cierta

    competición

    hacia

    la

    excelencia,

    pero

    es caracterís-

    tico

    de ellos

    que

    su

    consecución

    es

    un bien

    Para

    toda

    la co-

    munidad

    que

    participa

    en

    la práctica.

    La

    distinción

    entre

    los dos

    tipos

    de

    bienes

    le

    sirve

    a

    Mac-

    Intyre para

    establecer

    el lugar

    de

    la

    virtud

    en la

    vida

    hu-

    mana/

    ya

    que

    una

    virttrd

    es

    una

    cualidad

    humana

    adquirida

    cuya

    Pose-

    sión y

    ejercicio

    nos

    permitir

    á alcanzar

    aquellos

    bienes

    que

    son

    internos

    a las

    prácticas

    y cuya

    ausencia

    nos impide

    efectivamente

    alcanzar

    dichos

    bienes

    8.

    34

    7

    A. MecINTyRE, Tras la

    z,¡irtud.

    Barcelona

    ,

    Crítica,2001.

    I

    Ibid.,

    especialmente

    caP.

    14.

    35

  • 8/19/2019 9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

    7/9

    Pongamos

    un

    ejemplo.

    Un bien

    interno

    a

    Ia

    práctica

    de

    la

    medicina

    sería

    Ia

    contribución por parte

    del médico

    a

    que

    sea

    respetada

    la

    autonomía del

    paciente, de

    forma

    que

    este

    puede

    conocer

    y

    decidir

    sobre

    las terapias

    convenien-

    tes para su

    patología y

    los riesgos

    y

    ventajas

    de todas

    elIas.

    Respetar

    la autonomía del

    paciente

    es

    uno

    de los criterios

    de

    excelencia

    médica

    establecidos por

    los

    principios

    de

    la

    bioética. Un

    bien

    externo a

    la

    práctica

    médica,

    en cambio,

    es el prestigio

    que el

    profesional

    pueda

    adquirir con

    una

    innovación determinada

    o

    la

    cátedra

    que

    pueda

    obtener

    como

    reconocimiento

    a

    su

    trabajo.

    En

    suma, sea

    cual

    sea

    la

    profesión

    en que

    pensemos,

    puede

    ser considerada

    desde

    dos perspectivas distintas:

    la de

    su

    contribución

    al

    bien co-

    mún

    de

    la

    sociedad

    o

    la

    de los intereses

    individuales

    o cor-

    porativos

    de

    la

    persona

    que

    actú.a.

    Es

    1o

    que

    distingue

    el

    ejercicio

    responsable

    de

    la

    libertad

    del

    mero

    ejercicio

    egoísta de

    la

    misma.

    Los

    bienes

    internos

    se

    alimentan

    de las

    tradiciones y

    de

    las

    costumbres que

    acompañan

    a las

    prácticas

    y

    ocupacio-

    nes

    humanas. Desde

    ellas sabemos

    y

    decidimos

    qué

    es ser

    un

    buen

    universitario,

    un

    buen médico, uh buen periodista

    o

    una

    buena madre de

    familia.

    Pero

    hoy

    las

    tradiciones

    se

    tambalean

    y

    se

    rechazan.,

    para

    bien

    y

    para

    mal.

    Pues

    mu-

    chas tradiciones

    estaban

    preñadas de discriminaciones

    y

    corregirlas

    o

    cambiarlas ha

    significado avar.zaÍ

    hacia

    la

    igualdad.

    Pero

    precisamente

    porque las

    tradiciones

    se

    cuestionan,

    cada

    vez

    es

    más

    difícil darle

    salida a

    la

    discu-

    sión

    sobre en

    qué

    consiste ser

    un

    buen profesional.

    Aristó-

    teles

    tenía

    claro

    algo más complejo aún:

    en

    qué

    consiste

    ser

    una

    buena personar

    eüe

    é1

    identificaba

    sin problemas con

    el

    buen

    ciudadano.

    Nuestra

    ética

    no es

    perfeccionista,

    la

    ética laica

    declina

    desde hace

    siglos

    el

    esfuerzo de

    definir

    en

    qué

    consiste

    ser

    una buena

    persona. No

    puede hacerlo.

    36

    ['ero

    puede

    acercarse

    a

    1as distintas

    actividades

    y ocuPa-

    ciones profesionales

    y

    determinar,

    por

    lo menos,

    en

    qué

    de-

    fectos

    no

    debe

    ríanincurrir.

    No

    es

    fácilhacerlo,

    Pero

    inhibirse

    de

    la

    dificultad

    lleva

    inevitablemente

    a

    la

    iudi

    cialización

    de

    cualquier

    problema.

    Las

    responsabilidades

    individuales

    -políticas

    o

    profesionales-

    desaparecen

    a

    cuenta de la

    única

    Iesponsabilidad

    que

    se

    está

    dispuesto

    a admitir:

    la que

    de-

    terminen

    los

    jueces, la

    responsabilidad

    iurídica.

    Es

    un

    re-

    duccionismo

    y, sobre

    todo,

    un

    empobrecimiento

    de

    la res-

    ponsabilidad.

    Tenemos

    la

    sensación

    de

    que

    la falta

    de

    sensibilidad

    ha-

    cia

    las tradiciones

    nos

    ha privado

    del

    sentido

    moral.

    Por

    eIlo

    cad

    a

    vez

    es

    más

    difícil

    referir

    las

    prácticas

    humanas

    a

    algo

    más

    que

    a eso que

    Maclntyre

    llama

    «bienes

    externos>>.

    Pero

    es

    así

    no

    solo

    porque

    se

    tambaleen las

    tradiciones

    y

    los

    puntos

    de

    referencia

    en otro

    tiempo estables,

    sino

    por-

    que

    hay

    valores

    que se

    marginan

    o

    se

    ignoran,

    como

    el

    de

    Ia fraternidad

    o

    la

    solidaridad.

    La

    libertad

    y

    la igualdad

    han

    sido

    constitucionalizadas.

    Pero

    la

    solidaridad

    es

    una

    virtud más

    personal.

    Lo que

    no

    hace

    que

    no sea absoluta-

    mente

    imprescindible,

    puesto

    que es

    la raíz

    de

    las

    virtudes

    públicas

    de

    Ia

    participación

    y

    la democracia

    deliberativa,

    tan

    bien teorizada Por

    Hanna

    Arendt.

    Resumiré

    lo

    dicho

    hasta

    aquí

    con

    dos

    citas

    tomadas

    de

    filósofos

    cercanos

    al

    republicanismo,

    esa

    nueva

    corriente

    crítica

    del

    liberalismo

    en

    un sentido

    muy

    similar

    al que

    es-

    toy

    exponiendo

    aquí.

    Nos

    dicen

    los

    nuevos

    rePublicanos

    que

    la

    política

    es cosa

    de

    todos

    y no

    solo

    de

    una

    clase

    cie

    ciudadanos

    dedicados

    profesionalmente

    a

    ella,

    y

    que,

    si

    queremos

    maximizar

    nuestra

    libertad

    Personal,

    no pode-

    mos

    confiar

    solo

    en

    los

    políticos

    sino

    ocuParnos

    de

    la

    polí-

    tica nosotros mismos.

    Si

    las

    Personas

    no

    se

    involucr¿ltl

    tlt'

    un

    modo

    u otro en

    el

    debate

    político,

    acabarán

    percibientltr

    37

  • 8/19/2019 9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

    8/9

    las leyes

    como

    imposiciones

    extrañas,

    no

    como un

    acuerdo

    razonable

    del

    que

    se

    ha formado

    parte.

    Dicho

    brevemente,

    que el ciudadano

    tenga

    su

    parte

    efectiva en

    las decisiones

    políticas

    es

    un requisito

    democrático que

    no

    hry

    que

    poner

    en duda.

    3.

    La

    responsabilidad

    como

    momento

    afectivo de

    la

    voluntad

    moral

    Uno de los escasos

    filósofos

    que

    han

    tratado directamente

    la responsabilidad moral,

    Hans

    Jonas,

    la

    define

    como

    ,.e1

    momento

    afectivo en

    la

    formación

    de

    la voluntad

    moralr

    e.

    Para

    Jonas,

    el

    modelo

    de

    responsabilidad

    que debería

    ha-

    cerse extensivo a todas

    las

    actividades

    humanas

    es

    el

    de los

    padres con

    respecto

    a

    sus

    hijos.

    Una

    responsabilidad

    cons-

    truida

    sobre

    la base

    del afecto, el sentimiento común y

    el

    amor.

    Ese

    ..momento

    afectivo)>

    es

    1o que, de un

    modo

    u

    otro,

    han

    buscado

    los

    comunitaristas

    y

    republicanos

    para

    supe-

    rar la ideología liberal.

    No voy

    a

    referirme

    aquí

    a

    las

    carac-

    terísticas y

    diferencias

    de ambas

    corrientes,

    conocidas

    sufi-

    cientemente

    por

    todo

    el que

    se

    haya

    acercado a

    la

    filosofía

    política

    contemporánea.

    Diré

    simplemente que

    mis

    simpa-

    tías se

    vuelven

    hacia

    el

    republicanismo

    en

    detrimento

    del

    comunitarismo.

    Por

    una

    razón

    simple: el comunitarismo

    vendría

    a

    reducir

    las virtudes cívicasr

    [ue

    deben estrechar

    lazos

    entre

    los

    ciudadanos

    y

    unirles

    .,afectivamen¡s»,

    a

    las

    virtudes

    patrióticas

    o

    de grupo,

    rasgo

    poco

    compatible

    con

    una

    ciudadanía entendida

    como sujeto

    de derechos univer-

    sales. El

    republicanismo,

    en cambio, se

    fija

    en

    dos

    aspectos

    que

    el

    liberalismo

    no

    ha

    sabido

    o

    no

    ha

    querido

    desarrollar.

    El

    primero

    es considerar

    una

    libertad

    no

    dominadora,

    efl-

    tendiendo

    por

    ..dominaciones"

    aquellas

    que

    no

    proceden

    de

    la

    represión

    legislativa,

    sino

    que son

    más sutiles

    y,

    en

    definitiva,

    como

    dice

    Philip

    Pettit,

    ,.arbitrarias>,,

    no

    legiti-

    madas como

    sí 1o

    está,

    en

    cambio,

    la

    ley

    en

    un

    estado de de-

    recho

    10.

    EI otro

    aspecto

    en

    el

    que

    incide el

    republicanismo

    es

    la

    necesidad

    de

    fomentar

    las virtudes

    cívicas

    ,

    pafa

    con-

    seguir

    la cohesión

    social

    que

    el

    cultivo

    de

    la

    libertad

    por sí

    solo

    no

    consigue.

    Desde

    otra

    perspectiva

    ajena

    a ambas

    corrientes,

    Pero

    confluyente

    con

    la

    idea

    de

    modificar

    las

    actitudes

    ciuda-

    dans,

    Richard

    Rorty

    se

    ha

    Pronunciado

    a

    favor

    de

    un

    ciu-

    dadano

    activo

    y

    no

    «espectadorr,

    tomando

    la

    palabra

    en

    su

    sentido

    etimológico:

    spectare,la

    traducción

    latina

    de

    theo-

    rein. En

    el

    libro

    Forjar

    nuestro

    país,

    Rorty arremete

    contra

    la

    izquierda

    estadounidense,

    que

    ha

    dejado

    de

    ser

    participa-

    tiva

    para

    ser

    contemplativa

    y

    limitarse

    a

    teorizar

    descle

    sus

    académicas

    torres de

    marfil.

    Dice

    Rorty que

    el ciudadano

    de

    izquierdas

    o

    se

    refugia en

    Ia

    contemplación

    Pura

    o

    se

    abandona

    al escepticismo.

    Horrorizado

    por

    un

    pasado

    que

    es,

    desde

    luego,

    indigno

    de

    la

    humanidad,

    el

    intelectual

    se

    siente

    incapaz

    de

    pensar con

    esperanza

    eflel futuro.

    De ahí

    la

    crítica

    puramente

    negativa

    y

    destructiva,

    con

    la

    que

    los

    intelectuales

    se

    refieren

    no

    solo

    a

    los

    horrores

    de

    que

    la

    his-

    toria

    ha sido

    testigo,

    sino

    a

    todas

    las imperfecciones

    que

    los

    han

    tolerado

    y

    los han

    hecho

    posibles,

    incluidas

    las

    imper-

    fecciones

    de

    la democracia.

    Sería

    el

    intelectual

    9u€,

    ante

    los

    horrores

    del

    11

    de septiembte,

    se

    siente

    más

    cómodo

    cul-

    pando

    a la democracia

    americana

    que

    al

    fundamentalismo

    islámico.

    38

    e

    H.

    JoNas,

    El principio de responsabilidad. Barcelona, Herder, 7995.

    10

    PH.

    PEttIt,

    Republicanismo.Barcelona,

    Paidós, 1999.

    3()

  • 8/19/2019 9. Camps 2010 - Democracia Sin Demos

    9/9

    Rorty,

    en

    la línea

    del pragmatismo

    que

    intenta resucitaq,

    se

    inspira

    en Dewey

    y en Walt

    Whitmann

    para

    afirmar

    que

    la insatisfacción

    por

    el

    pasado

    no

    debe

    ser

    incompatible

    con

    la

    esperanza

    er:r

    un

    futuro

    más

    digno. Como dijo

    De-

    wey,

    la democracia debe

    ser entendida como

    un

    experi-

    mento,

    ya

    que

    no partimos

    de

    un

    fin

    preestablecido

    ni

    de

    una verdad

    sobre

    la

    natur

    aleza

    humana

    güe, como

    tal,

    es

    inexistente.

    La

    democracia debe

    verse

    y contrastarse

    consigo

    misma,

    si quiere

    ser

    una

    democracia creativa.

    Su

    contra-

    seña

    no puede ser

    otra

    que

    la

    que

    pronunció Whitman:

    .,No

    aceptaré nada

    que los

    otros

    no

    puedan

    aceptar

    en

    igualdad

    de

    condiciones,

    1i.

    Es

    cierto

    que

    la

    confianza

    et-r

    el

    futuro

    de

    la

    democracia

    depende de una confianza previa

    que

    hoy

    hemos

    perdido:

    la

    confianza

    en

    las instituciones

    supuestamente

    democráti-

    cas.

    Ninguno de los

    tres poderes

    clásicos,

    eue

    nos

    remon-

    tan

    a Locke

    y

    a Montesquieu,

    sabe

    ganarse

    hoy la

    con-

    fianza

    del

    ciudadano.

    Por

    eso,

    el

    ciudadano

    no

    se

    siente

    motivado para

    participar

    ni

    para

    respons abilizarse

    de 1o

    público.

    Si

    lo

    hace,

    es para

    oponerse a

    las

    instituciones

    y

    a

    su

    forma

    de proceder

    y de actuaq,

    como

    ocurrió en

    las

    re-

    cientes

    concentraciones

    multitudinarias

    contra

    la

    guerra

    de

    Irak.

    A

    la

    falta

    cle

    credibilidad

    institucional,

    hoy

    que

    añadir

    hoy

    la

    concentración

    descontrolada

    del

    pocler económico y

    mediático

    y

    su

    actuación

    en

    connivencia con

    la

    política.

    Sin

    la

    complicidad del

    poder

    económico,

    la

    política

    es

    impo-

    tente.

    En

    cuanto al poder mediático

    es

    la

    única

    fuente

    de

    información

    que

    tenemos.

    Y

    en

    nuestro

    mundo,

    sin infor-

    mación

    no

    hay

    libertad.

    Pero la información

    que

    recibimos

    't

    Cf.

    R.

    Ronrv, Forjnr nuestro país.

    El pensaniento de izquierdns

    en

    los

    Esta-

    dos

    Unidos

    del

    siglo xx.

    Barcelona,

    Paidós,

    7999.

    40

    está

    sclmetida,

    Por

    las

    propias

    características

    de

    los

    medios

    de

    comunicación,

    en

    especial

    los

    audiovisuales,

    a

    una

    se-

    rie cle

    tiranías.

    La

    tiranía

    del espectáculo,

    del

    pensamiento

    único,

    de

    la

    velocidad,

    que

    hacen

    que

    la

    información

    que

    transmiten

    sea

    la

    mayoría

    de

    las

    veces

    un

    mero

    simulacro'

    Así,

    la

    confi

    af:Iza

    perdida

    hry

    que recuperarla

    luchando

    contra

    las inercias

    no

    solo

    de

    las

    instituciones

    democráticas

    tradicionales

    sino

    de

    los

    nuevos

    poderes

    económicos

    y

    me-

    diáticos.

    La

    pregunta

    es

    cómo

    recuPerar

    esa

    confianza

    enla

    democracia

    y

    en

    su

    futuro.

    Quizálas

    últimas

    manifestaciones

    Populares

    contra

    la

    guerra

    nos

    dan

    una

    clave

    de

    por

    dónde

    podría

    ir

    el

    cultivo

    de

    ese

    ((momento

    afectivo»

    que,

    según

    ]onas,

    es

    la

    base

    de

    la

    responsabilidad.

    Partieron

    de

    Ia

    iniciativa

    ciudadana

    de

    tomar

    partido

    a

    favor

    de las

    víctimas.

    Si

    ya no

    es

    posible

    recuperuitu

    esperan

    za o

    ser

    optimistas

    con

    resPecto

    a

    la

    ca-

    paciáad

    humana

    para

    el

    bien,

    tal

    vez

    es

    posible

    reaccio-

    nar

    ante

    el

    pánico

    que

    produce

    la

    capacidad

    humana

    Para

    el

    mal.

    Michael

    Ignatieff

    1o dice

    así'

    "Tomar

    partido

    por

    las

    víctimas

    es

    la

    forma

    de la

    ética

    antipolítica

    y

    antiideológica

    de

    nuestro

    tiemPor

    ".

    Gracias

    a

    los

    medios

    de

    comunica-

    ción,

    es

    posible

    la contemplación

    en

    tiempo

    real

    de

    todas

    las

    barbaridades

    que

    puede

    hacer

    el

    hombre'

    Dicha

    con-

    templación puede

    precipitarnos

    en

    la

    misantropía radical

    y

    en

    la

    desesperanza.

    Pero

    también

    puede

    activar

    el

    mito

    de

    la

    fraternidad.

    Sin

    una ética

    de

    la

    fraternidad,

    de

    las

    r''irtu-

    des

    del

    respeto

    y

    Ia deliberación,

    difícilmente

    podrá

    sal-

    varse

    1a democracia.

    12

    M.

    Ic;NATrrrr,

    Human

    Rights

    as

    Politics

    nnd

    ldolatry. Princeton

    University

    Press.2001.

    41