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    Entrevista a Teixeira Coelho

    POLÍTIC S DE L CULTUR

    “ ebe hab er una política para la cultura y otra para el arte” 

    En un escenario relativamente nuevo y cambiante como es el de las

    teorías y las prácticas en torno a la cultura, un diccionario puede

    contribuir a ordenar un poco las ideas y las experiencias. El Diccionario crítico de política cultural , de Teixeira Coelho, es un

     valioso documento para pensar el significado de la cultura y del arte

    en las sociedades contemporáneas.

    Por Gustavo Pablos

    La publicación de un diccionario temático suele ser siempre bienvenida, más que nada

    cuando su autor o autores revisten una trayectoria y un prestigio justificados en su área, pero

    también cuando se trata de un trabajo precursor con un tratamiento riguroso y unaperspectiva interesante en la organización del saber -y de las formas de saber- de una

    disciplina. El lector puede usar estos diccionarios de muchas formas: como una introducción,

    o un mapa u hoja de ruta, para guiarse en un paisaje teórico a veces demasiado complejo, en

    otros casos, cuando refiere a desarrollos culturales más incipientes, para encontrar el mayor

    orden y precisión posibles sobre las categorías y conceptos que flotan en el ambiente y que

    muy pocos pueden localizar con la menor vaguedad e imprecisión posibles. Pero también es

    legítimo que reserve estos volúmenes para un uso más modesto, pero no por eso más

    superfluo, como es consultarlos para recordar, actualizar o indagar en el significado de

    conceptos y expresiones que delimitan las experiencias de una disciplina, o de una serie de

    aspectos donde confluye más de una disciplina.

    El Diccionario crítico de política cultural 1, del brasileño Teixeira Coelho, quien introdujo en

    la universidad los estudios de acción cultural en el año 1985 y que tiempo después participó

    en la fundación y en la coordinación del Observatorio de Políticas Culturales, fue publicado

    originalmente en su país en 2004, y en español el año pasado. Se trata de uno de esos objetos

    destinado a circular entre expertos, técnicos y novatos en la materia, ya que con 212 entradas

     y 677 términos (a lo cual hay que añadir que el significado de cada palabra está acompañado

    de un comentario crítico sobre el uso que se hace de ella), es una plataforma estimulante para

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    todos aquellos que circulan por los andariveles de la gestión cultural, las políticas culturales,

    la producción y las acciones destinadas a la promoción de las expresiones artísticas, etc.

    La necesidad de la Cultura, en contraste con el deseo del Arte

     Al tratarse de un volumen exhaustivo es imposible ingresar en la mayoría de los aspectos que

    Teixeira Coelho tiene en cuenta para su formulación de una teoría general sobre la política

    cultural. Del diálogo que mantuvimos con él y de la lectura “salteada” del diccionario

    destacamos algunos aspectos que, por estar sometidos a un recorte caprichoso y arbitrario,

    sólo pueden dar cuenta de unas pocas cuestiones, y de manera aproximativa, que la obra

    desarrolla.

    Una de las distinciones básica está relacionada con la distinción entre Cultura y Arte. “Uno

    de los motivos por el que hice el diccionario es el de brindar conceptos teóricos y técnicosque pudieran demarcar el territorio de la política cultural -señala. Hay una idea de la

    antropología tradicional de que la cultura es todo, pero esa idea no sirve para pensar y para

    definir los principios fundamentales de una política cultural”. Y añade que la cultura es “el

    territorio de las cosas que pueden cambiar”, a pesar de que la mayoría de la gente piensa que

    la cultura es “inalterable”: “lo único que no cambia es la naturaleza, y aún la naturaleza

    puede cambiar”, señala.

    En este camino de deslindar qué es la cultura, en la introducción advierte sobre la

    importancia de pensar la idea de la cultura como “necesidad” en contraste con la idea de el

    arte como “deseo”, distinción que implica, por tanto, la exigencia de diseñar “una política

    para la cultura y otra para el arte”. “El arte es cuestión de deseo, mientras que la cultura

    surge como respuesta inevitable a una necesidad: algo inevitable”. Esto le permitirá ir un

    poco más lejos y afirmar: “Puedo querer   hacer una obra de cultura: pero el querer de la

    cultura tiene poco que ver con el deseo del arte: digamos que la voluntad del arte tiene que

    ser mayor y más intensa que la voluntad de cultura para que el arte suceda”.

     A partir de estas consideraciones, recogidas de manera aleatoria, se desprenden algunas

    conclusiones que seguramente despertarán el asombro de más de uno: “…Si la cultura es

    necesidad, no requiere voluntad, menos aun deseo. Puedo querer cultura, pero la cultura

    sobrevivirá de un modo u otro. No el arte”.

     A estos postulados le siguen otros que van separando los espacios de la Cultura y del Arte. En

    esa dirección, asegura que mientras la obra de cultura es colectiva, la obra de arte, por el

    contrario, es individual, ya que surge de un individuo, incluso en aquellos casos (cine, teatro,

    etc) en que la creación pertenezca a un grupo. A esta distinción sobre el creador, le sigue otra

    relativa al destinatario. En una obra de cultura es la comunidad, no un individuo, su

    destinatario, mientras que la obra de arte no busca a alguien en particular, y “si busca a

    alguien es a las personas, a la persona, no a las instituciones”, escribe.

    También distingue a una y otra por los fines. La obra de cultura es útil para algo porque es

    social y responde a una necesidad, pero la obra de arte es gratuita, “trasciende todo y

    cualquier fin que se le pueda proponer, en toda y cualquier situación”. Por lo tanto, una obra

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    de cultura, “útil y comunicativa”, tiene la finalidad social de “reconfortar al colectivo”, y en

    ese sentido la cultura es una cuestión de “asistencia social”, ya que “cuida del otro”, aspira a

    “localizar a cada uno en el interior del colectivo compartido”, y “atribuye un lugar”, etc. Pero

    el arte, por el contrario, “es riesgo”, “es inseguridad”, tanto para quien lo hace como para

    quien lo recibe, y si la obra no fuese “desestabilizante” no reuniría en sí misma las“condiciones mínimas para decirse arte”.

    Identidades imprecisas

    “Hay que cambiar la forma en que se piensa la identidad, sobre todo la identidad nacional y

    cultural. En Francia, el gobierno de Sarkozy creó un Ministerio de la Identidad, en Brasil

    tenemos también una Secretaría de la Identidad Cultural -señala Teixeira Coelho-. Pero Brasil

    es un país donde hay gente que viene de todas partes del mundo, no se puede hablar de unaidentidad nacional y menos aún de protegerla. En un momento en que las identidades

    cambian, en que la gente es libre para elegir lo que quiere ser en la vida, en que la gente

    quiere ser ciudadana del mundo, no se puede pensar que sea posible definir de una vez por

    toda la identidad. Esta es una idea interesante, que la defendemos por todas partes, pero

    cuando se trata de hacer política cultural volvemos a las categorías anteriores.

    ¿Y qué opinión tiene sobre las declaraciones de derechos?

    El derecho a participar de la cultura está previsto en la mayoría de las declaraciones de la

    Unesco, firmada por los países. Pero lo que no se dice es a qué cultura. Entonces, alguien

    puede decir que la gente tiene derecho a participar de su propia vida cultural, pero no es tan

    así. Si yo soy argentino y quiero ver películas iraní, ¿cómo hago?

    En la mayoría de los países, principalmente de América Latina, se suele proclamar

    que los procesos artísticos deben fomentar la inclusión social. ¿Qué opinión tiene de

    esta perspectiva?

    Si la economía y la educación no pueden arreglarse con eso de la inclusión social, ¿por qué

    habría que pedirle a la cultura que lo haga? Hay un discurso que dice que todas las

    actividades de la sociedad tienen que pensar la inclusión social. Puede que deba ser así, pero

    creo que algunos campos lo tienen que hacer de manera específica. La tarea de la economía

    es hacer la inclusión social, al igual que la de la educación. Pero la tarea del arte no es esa, ya

    que muchas veces el arte tiene como función hacer la separación y no la inclusión social. Una

    obra hace cuestionamientos, se enfrenta a los valores y a las convenciones de una sociedad, a

    los valores autoritarios, a los valores de la religión, de la política, es decir, no hace inclusión

    social, sino que separa. Son cosas que tenemos que tener muy en claro, aunque sea difícil

    poner en práctica.

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     Valores económicos/valores culturales

    De cualquier modo, es cierto que hay una enorme tensión entre los países centrales,

    que imponen sus producciones y generan ciertas formas de hegemonía, y los países

    del tercer mundo.De alguna manera, éste es un caso de confusión de valores económicos con valores

    culturales. De todas maneras, es posible pensar en planes mínimos que se podrían seguir.

    Francia, como decía antes, tiene una mínima idea de qué es una película francesa. No se trata

    de una película hecha en Francia, con dinero francés, tampoco con actores nacionales, tiene

    que ser una película que se hable en francés. Para los franceses la identidad está en el idioma,

    no está en otras cosas. Esto es lo básico que se puede proponer y que es muy legítimo. Por

    ejemplo, si en Brasil alguien quiere hacer una donación de una obra de artistas que están

    afuera se enfrenta a problemas. Lo importante sería no tener que pagar la cantidad

    importante de impuestos que se piden. Esto a veces torna imposible la donación, porque elestado brasilero considera que una obra de cultura debe considerarse una obra económica.

    Pero esta es una idea falsa, ya que una vez que una obra pertenece a un museo no se la

    puede vender, ni hacer nada, solo protegerla y mostrarla a la gente. Entonces, por ejemplo,

    en la gestión cultural, la idea de valor económico es más importante que la idea de valor

    simbólico o cultural. Se habla mucho de estas cosas, pero no se hace nada para cambiar la

    situación. El problema es que en política cultural se quiere pensar un montón de principios y

    de manera restrictiva, y habría que hacer al revés. Pensar pocos principios y de manera

    amplia para ir avanzando y posibilitando algunas mejoras.

    ¿Qué opina de las leyes de mecenazgo?

    En el caso de Brasil fue muy importante. El escenario cultural creció muchísimo, y hubo una

    inversión en algunos sectores muy significativa, como la televisión. Se crearon espacios de

    exposición, centros de lectura, y además se generó en el sector empresarial el valor de apoyar

    a las expresiones artísticas. No estamos todavía en un punto satisfactorios. También hay una

    serie de problemas serio. Por ejemplo, cuando apareció esta legislación se permitía que las

    grandes empresas y los grandes bancos crearan sus propios institutos culturales, y esto tuvo

    como consecuencia que dejaran de apoyar a grandes museos y a grandes empresas, como lo

    hacían ante. Entonces pasaron a invertir en su propia idea, en su propio nombre, y no

    invirtieron en lo que ya existía. Esto es lo que suele pasar a menudo, se deja lo que está

    consolidado para hacer algo nuevo. Ahora estamos viendo qué se puede hacer para derogar

    esas leyes.

    NOTAS

    1 Diccionario crítico de política cultura. Cultura e imaginario. Teixeira Coelho. Editorial Gedisa.Traducción de Ángelez Godínez. Barcelona. 2010. 

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    RESEÑA BIO–BIBLIOGRÁFICA

    Teixeira Coelho  fue Director y fundador de la Editorial Documentos y catedrático de la

    Universidad de San Pablo, donde introdujo los estudios de la acción cultural, y fundó y coordinó

    el Observatorio de Políticas Culturales. Fue director del Museo de Arte Contemporáneo de San

    Pablo–MAC USP entre 1998 y 2002, del que hoy es el curador general. Es autor de distintos

    libros sobre arte y cultura. Como novelista, ganó el premio Portugal Telecom 2007 de Literatura

    en Lengua Portuguesa.