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SAGRADA BIBLIA VERSIÓN DIRECTA DE LAS LENGUAS ORIGINALES POR ELOÍNO NÁCAR FUSTER (t) CANÓNIGO LECIORAL DE LA S. I. C. DE SALAMANCA Y ALBERTO COLUNGA, O. P. PROFESOR DP, SAGRADA ESCRITURA EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN Y EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA PRÓLOGO DK S. JCMCIA, RVDMA. El* CARDENAL GAETANO CICOGNANI ANTIGUO NUNCIO DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA UNDÉCIMA EDICIÓN BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID . MCMLXI

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SAGRADA BIBLIA V E R S I Ó N D I R E C T A D E LAS LENGUAS ORIGINALES

POR

E L O Í N O NÁCAR FUSTER (t) CANÓNIGO LECIORAL DE LA S. I . C. DE SALAMANCA

Y

A L B E R T O C O L U N G A , O. P. PROFESOR DP, SAGRADA ESCRITURA EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN Y EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

PRÓLOGO DK S. JCMCIA, RVDMA. El* CARDENAL

G A E T A N O C I C O G N A N I ANTIGUO NUNCIO DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA

UNDÉCIMA EDICIÓN

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID . MCMLXI

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NihU obstat: Pr. E. Cuervo, O. P . , Bac. S. Theol. l'r, K. ilt> Tuya, O. P . , S. Theol. Lect.

Imprimí potes!: l'r. A. l'i-rnandez, O. P. Prior Provincialis.

NIMl obstat: Dr. Iv. Turrado, Censor.

Imprimatur: t Fr. Franciscus, ü . P. , Epise. Salmant. Saloianticae, 30 octobris 1960.

Begistro núm. 5.786-1960

Depósito legal M 4.180-1961

Í N D I C E G E N E R A L

Págs.

Prólogo de S. Bmcia. Rvdtna. el Card. Gaetano Cicognani, antiguo Nuncio de S. S. en España i x

Encíclica «Divino afilante Spiritu», de S. S. Pío XI I x x m Prólogo de los traductores :

A la i . a edición x x x i x A la 2.a y 3.a edición x u A la 4.a, 5.a, 6.a, 7.a, 8.a, 9.a, io.» y 11.a edición x u v

Consejos de San Agustín a los lectores de la Sagrada Escritura ... x u v Siglas x u v Introducción general a los libros de la Sagrada Escritura 1 Introducción especial a los libros históricos 12

ANTIGUO TESTAMENTO

Pentateuco 20

Génesis 24 Éxodo 84 I/evítico 131 Números 161 Deuteronomio 201 Josué 238 Jueces 262 Rut 286 Samuel 290

I Samuel 291 II Samuel 322 Reyes 348 I Reyes 349

II Reyes 384 Paralipómenos o Crónicas 414 I Crónicas 415

II Crónicas 439 Esdras y Nehemías 469 Esdras 470 Nehemías 480 Tobías 493 Judit 503

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ÍNDICE GENERAL VI

PÍÍS.

Ester 516

I Macabeos 527 I I Macabeos 556

Libros sapienciales 576 Job 578 Salmos .' 601 Proverbios 67a Eclesiastés 694 Bl Cantar de los Cantares 702 Sabiduría 711 Eclesiástico 727 I/ibros proféticos 767 Isaías 772 Jeremías 819 I/amentaciones 869 Barnc 874 Ezequie1. , 881 Daniel 926 Oseas 946 Joel 952 Amos 956 Aibdías 961 Jonás 962 Miqueas 964 Nahurn _. 969 Habacuc 971 Sofonías 973 Aigeo 975 Zacarías 977 Malaquías 985

NUEVO TESTAMENTO

Introducción general al Nuevo Testamento 989 Introducción general a los Evangelios 999 San Mateo 1000 San Marcos 1041 San i/ucas 1063 San Juan 1103 Hechos de los Apóstoles 1136 Epístolas de San Pablo 1167 A los Romanos 1170 I a los Corintios 1185

I I a los Corintios ¡. 1199

VII ÍNDICE GENERAL

Págs.

A los Gálatas 1207 Epístolas de la cautividad 1213, A los Efesios 1214 A los Filipenses 1219 A los Colosenses 1223 Epístolas a los Tesalonicenses 1227

I a los Tesalonicenses 1228 I I a los Tesalonicenses 1231 Epístolas pastorales 1232 I a Timoteo 1233

II a Timoteo 1237 A Tito 1240 A Filemón 1241 A los Hebreos 1242 Santiago 1253 Epístolas de San Pedro 1257 I de San Pedro 1258

II de San Pedro 1261 Epístolas de San Juan 1264

I de San Juan 1265 II de San Juan 1268

III de San Juan 1269 San Judas 1269 Apocalipsis 1271 índice bíblico doctrinal 1296 Mapas 1333

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INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento, plenitud del Antiguo

i . La Epístola a los Hebreos comienza dándonos en breves y lapidarias palabras la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: «Habiendo Dios hablado a nuestros padres en diversas maneras y muchas veces por medio de los profetas, al fin, en nuestros días, nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por quien hizo el mundo; el cual, siendo el esplendor de su gloria e imagen de su esencia y quien con el poder de su palabra sostiene todas las cosas, realizada la purificación de lospecados, está sentado a la diestra de Dios en las alturas» (Hebr 1,1-3). En el Antiguo Testamento, Dios se sirvió de los profetas para instruir a su pueblo. Abraham, Moisés, David, Elias, Isaías, etc., reciben las comunicaciones divinas, y cada uno en su forma se las va enseñando al pueblo, a fin de que le sirvan de norma en la vida que el Señor le tiene trazada hacia Cristo, objeto supremo de sus esperanzas. Todos éstos son, usando de una palabra de San Pablo, como «ayos» que llevan de la mano a Israel hasta conducirle al Maestro supremo, de quien recibirán la plenitud de la revelación (Gal 3, 24). A El, Unigénito del Padre, esplendor de su gloria e imagen de su esencia, por quien hizo todas las cosas, le estaba reservada la obra de la restauración de las mismas, destruyendo el pecado y la muerte y volviendo las cosas a aquel estado en que al prin­cipio habían sido creadas, hasta entregar después al Padre los poderes recibidos y hacer que sea Dios todo en todas las cosas (1 Cor 15,28).

La preparación del mundo antiguo en los pueblos gentiles

2. Así, el Nuevo Testamento es la plenitud, el cumplimiento del Antiguo, como éste fue la preparación de aquél. Mas la preparación para la realización de misterios tan sublimes debía por necesidad ser larga y trabajosa, ni podía limitarse a un solo pueblo; debía extenderse a todos, que no se trataba sólo de la salud de Israel, sino de la del género humano. Y para esta preparación era ante todo preciso que el hombre caído en el pecado por la soberbia, se convenciese por propia experiencia de su incapa­cidad para levantarse de su postración, para alcanzar la verdad y la vida, para lograr aquella perfección y dicha a que aspiraba cuando deseó ser como Dios (Gen 3,5). San Pablo llama a estos tiempos siglos de ignorancia, en los cuales Dios, Padre pro­vidente, no dejó de acudir a sus hijos para que siquiera a tientas le buscasen y se dis­pusiesen a recibir a aquel por quien tendrían la resurrección y la otra vida (Jn 11,25). De esta preparación corresponde a Israel la parte principal, y por ello fue de Dios escogido como pueblo peculiar suyo, dándole la Ley y las Promesas; pero también tocaba su parte a los demás pueblos de la tierra, llamados asimismo a gozar de la gracia del Mesías, pues que también son ellos criaturas de Dios (Ex 19,5).

Estos pueblos se nos presentan al principio de la Historia aislados, con sus dioses propios y su culto, sus reyes, su territorio bien limitado, viviendo siempre con gran recelo de sus vecinos, y las relaciones de unos con otros son, más que nada, guerreras. Entre estos pueblos hubo quienes se aventajaron en poder y en ambición de dominar. De aquí nacieron los grandes imperios orientales, que poco a poco fueron borrando las fronteras y preparando la unidad del mundo antiguo. Primero el asirlo, al cual sucede el babilónico, y a éste el persa. La Biblia conoce la extensión de este imperio sobre ciento veintisiete provincias, que van desde la India hasta la Etiopia. Otro imperio aparece en Occidente, el macedonio, que, después de absorber las pequeñas repúblicas griegas, se adueña del imperio persa, con la aspiración de juntar en uno el Oriente y el Occidente y formar con ambos una grande unidad política, informada por la cultura helénica. El ideal de Alejandro no fue realizado por él ni por sus sucesores; pero todavía se realizó en buena parte.

Viene, por fin, de las regiones occidentales la fuerza de Roma, que, después de haber sometido a su imperio los pueblos del extremo occidental de Europa y del norte

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de África, se vuelve hacia el Oriente e incorpora a sus dominios una gran parte del imperio de Alejandro. De esta suerte quedó constituida una gran unidad política, que se extendía desde el Eufrates hasta el Océano y desde el Rin y el Danubio hasta la cordillera del Atlas. Todas estas provincias obedecen ahora a una sola autoridad, habiendo desaparecido las fronteras que antes las dividían y permitiendo a los subditos de tan vasto imperio recorrer sin estorbo alguno todas las vastas provincias en que mantenían el orden las legiones romanas.

3. Pero no es sólo la unidad política lo que Roma impone, sino también la unidad cultural. Por encima de la cultura peculiar de cada pueblo y de la que imponía la dominación romana, se extendía la cultura helénica: la lengua, la literatura, el arte, la filosofía creada por los griegos, que Alejandro y sus sucesores extendieron por el Oriente, y que las colonias griegas y luego el mismo imperio romano, vasallo en lo cultural de los griegos, difundieron por las provincias occidentales, viniendo a cons­tituir otro principio de unidad más fuerte que el primero.

Una parte del helenismo era la religión. Cada pueblo tenía sus dioses; pero todos sintieron el atractivo del arte y de la mitología griegos, dejándose influir por ellos, si bien compensándose de este homenaje con la influencia que ellos mismos ejercieron sobre la religión helénica. Con esto, los subditos del imperio romano salieron de la estrechez de las concepciones culturales y religiosas que antes tenían, para adquirir otras más amplias, si no verdaderas, pero sí un tanto depuradas por la filosofía, y que por su universalidad los preparaba a concebir una divinidad trascendente sobre todos los pueblos y provincias.

En el pueblo de Israel

4. Israel había sido llevado cautivo por los asirios a fines del siglo VIII. Judd, que vivió casi todo el siglo VII sometido al imperio de Nínive, pasó luego bajo el dominio de los imperios que vinieron sucediéndose en Oriente hasta la era cristiana. El Señor, que con tan preciosos bienes había enriquecido a Israel, no quiso otorgarle la perpetuidad de la soberanía política. Los caldeos, que a los asirios sucedieron, castigaron duramente con el destierro de Judá los anhelos que éste tenía de indepen­dencia. Luego pasaron a formar parte del imperio persa, más tarde del macedonio, después del sirio o del egipcio, según que la suerte de las armas favorecía a uno u otro de estos reinos, siempre en lucha. Los locos empeños de introducir en fudea el helenismo dieron lugar a la sublevación macabea, que terminó en la independencia de la nación bajo los príncipes de esta heroica familia, que fundaron en Judea la dinastía asmonea. Pero los hijos de aquellos valientes, que siempre unidos habían conquistado la libertad de su patria, no supieron seguir el ejemplo de sus mayores, antes se dejaron llevar del espíritu de discordia, dando lugar a que Roma se creyera autorizada a intervenir en los negocios de Judea para imponer la paz (63 a. de C).

Los principes asmoneos no aprendieron la lección y dieron lugar a que un personaje idumeo de grandes ambiciones, halagando a los caudillos de la guerra civil romana, Marco Antonio y Octavio Augusto, llegara a ceñirse la corona de fudea y establecer en Jerusalén la dinastía herodiana bajo la alta soberanía de Roma (37 a. de C). Herodes, llamado el Grande, que lo fue por sus construcciones y también por sus crímenes, receloso, como suelen serlo todos los tiranos, cometió innumerables crímenes contra los elementos influyentes de la nación, contra sus hermanos, esposas y hasta contra sus hijos. Por otra parte, quiso atraerse los corazones del pueblo embelleciendo Jerusalén con grandes monumentos y, sobre todo, con la restauración del templo, del que hizo una verdadera maravilla, gloria de los creyentes de Israel. A su muerte, acaecida poco después del nacimiento del Salvador, le sucedieron tres de sus hijos con el título de tetrarcas; en Judea y Samaría, Arquelao; en Galilea y Perea, Herodes Antipas, y en la Traconítide, Filipo. El primero, al cabo de ocho años de reinado, fue destituido por Augusto, que puso en su lugar un procurador romano (6 d. de C). Tal era el estado político de Israel al aparecer Jesucristo.

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MUEVO TESTAMENTO 992

5, En el aspecto religioso se destaca la Judea con la ciudad santa de Jerusalén y su templo, centro de la vida religiosa de todo Israel. En toda la región imperaba el culto de Dios, excluidos totalmente los cultos gentílicos. La clase sacerdotal tenía su principal asiento en Jerusalén, donde se hallaban también los doctores más insignes de la Ley y las escuelas más concurridas. Abundan las sinagogas, fundadas muchas de ellas por las colonias de la dispersión, que en ellas tenían como su hogar cuando venían a Jerusalén en peregrinación. Por encima de la Judea está Samaría, perpetuo escándalo para los judíos. A causa de su origen gentílico y de su religión, mezcla de gentilismo y mosaísmo, los samaritanos eran aborrecidos de los judíos, que recibían de aquéllos el mismo pago. Un punto de su contienda tenía por objeto el lugar legítimo del culto, que los judíos ponían en Jerusalén, mientras que los samaritanos sostenían ser el monte Garizim. Los peregrinos del norte de Palestina, cuando iban a Jerusalén, rehuían pasar por Samaría, situada en medio de la provincia, prefiriendo hacer un rodeo por el valle del Jordán o por la región transjordánica hasta Jericó.

La Galilea, que se halla al norte de Samaría, era región montañosa, pero rica. Sus habitantes eran trabajadores, nobles, aunque rudos; religiosos, aunque, por su mayor contacto con los gentiles, menos escrupulosos que los judíos. El centro de la región venía a ser el lago de Genesaret, de 20 kilómetros de largo y 10 de ancho, rico en pescados, y a cuyas orillas se hallan Tiberiades y Cafarnaúm, Magdala, Betsaida, Corazeín. De las regiones situadas al este del Jordán se hallaban la Traconítide al norte y la Perea al sur, regiones ricas también, sobre todo por sus pastos. La pobla­ción estaba mezclada, abundando los gentiles acaso más que los judíos.

Todas estas regiones, sin excluir la Samaría, vivían en la ansiosa expectación del reino de Dios y del Mesías. Y este estado de ánimo daba lugar a que de vez en cuando se levantasen algunos fanáticos, que se apellidaban mesías, y que siempre tenían quie­nes los siguiesen. Pero el Mesías y el reino de Dios no lo concebían todos igualmente. La variedad de imágenes con que los profetas nos describen al Mesías y su reino era la causa de que formasen ideas muy distintas los que se adherían a la letra del texto sagrado. Sobre todo, hacían en ellos impresión los vaticinios que hablan del futuro y glorioso reino de David o de su vastago el Mesías. Avivaba más estas ideas el ver ocupado el país por los romanos, que, como dominadores y gentiles, eran de ordinario aborrecidos del pueblo. Por lo contrario, aquellos vaticinios de carácter más espiri­tual, como eran los del Siervo paciente del Señor y los que hablaban de la renovación moral y de la efusión del espíritu de Dios, eran peor entendidos, como no fuera por algunas almas escogidas, tales como Zacarías y Simeón, en quienes el Espíritu Santo moraba de asiento.

6. Dominaban en Israel dos sectas principales: la de los fariseos y la de los sadu-ceos, que venían a ser los directores espirituales de la nación. La primera era la que tenía más influencia en el pueblo. Se distinguía por su severidad en la interp eta-ción y en la práctica de la Ley, aunque la interpretación fuera excesivamente material y la práctica puramente externa. Con esta práctica externa de la Ley pretendían alcan­zar la justicia; pero una justicia también externa, no según Dios, sino según su propia conciencia y el parecer de los hombres. Cuan arraigada estuviera en ellos esta idea, se echa de ver en la parábola del publicano y del fariseo y en el empeño que pone San Pablo en combatir la justicia de las obras, opuesta a la justicia de la fe, que nos con­fiere el Espíritu Santo. El Apóstol, que había pertenecido a la secta, conocía sus ideas y cuan lejos estaban de aquellos altos principios morales que se hallan en la Ley. Con ésta admitían las tradiciones, en las cuales se apoyaban para interpretarla y com­pletarla. El Salvador reprende en ellos la falta de sentido moral, la avaricia, la osten­tación, la vanagloria, la hipocresía (Mt 23). Hasta dónde llegasen estos vicios, nos lo muestran las recriminaciones que dirigían a Jesús porque milagrosamente curaba en sábado a los enfermos.

Por otra parte, los fariseos esperaban el reino de Dios y el reino del Mesías, que impondría al mundo el imperio de la Ley mosaica y la hegemonía de Israel. Admitían el juicio final y la resurrección de los muertos. Aunque muy celosos de los privilegios

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de Israel, todavía sabían acomodarse a las circunstancias y vivir en paz con los romanos.

Los saduceos formaban la aristocracia y el partido sacerdotal, aunque no faltasen entre los sacerdotes adictos al fariseísmo. Su interpretación, y sobre todo la práctica de la Ley, era más libre. La severidad la reservaban para las sanciones penales. Se mezclaban mucho con los gentiles y se mostraban muy complacientes con los romanos dominadores, con tal de poder disfrutar de los altos cargos de la nación. Esto les qui­taba la popularidad de que gozaban los fariseos. Cuanto a sus doctrinas, admitían la Ley, pero rechazaban las tradiciones; negaban la Providencia, la resurrección y la existencia de los espíritus.

Por los Evangelios conocemos, además de los fariseos y saduceos, a los escribas. La palabra significaba el que escribe o el que sabe escribir. En los tiempos antiguos se aplicaba a ios secretarios y otros funcionarios piibücos. Más tarde se aplicó a los que copiaban y estudiaban la Ley; luego vino a ser sinónimo de doctor de la Ley. Era un oficio importante en Israel, y la mayoría de ellos era adicta al fariseísmo.

7. La Palestina con Jerusalén, y el templo como centro de ella, no era sino el hogar nacional, porque la inmensa mayoría de la nación se hallaba dispersa por todas las provincias del imperio romano y aun fuera de las fronteras de éste. Las deporta­ciones, ejecutadas por los asirlos primero y luego por los caldeos, aventaron a las pro­vincias orientales a muchos hijos de Israel, de los cuales sólo una pequeña porción volvió a la patria al promulgar Ciro el edicto de libertad (539). En los siglos poste­riores, otros más abandonaron Palestina, unas veces forzados, como prisioneros de guerra, otras espontáneamente, buscando mejores condiciones de vida. Los que de éstos perdieron su fe religiosa y nacional quedaron como el agua de un arroyo que en el mar desemboca, diluidos entre la masa de los gentiles; pero la mayoría, que se mantuvo fiel a la fe de sus padres, formaron colonias, con frecuencia ricas por el comercio, que lograron de los poderes públicos el reconocimiento de su nacionalidad y el respeto de su religión. Todas las grandes ciudades del imperio tenían colonias numerosas, y todas las vías de tierra y mar eran recorridas por los judíos, que desde entonces adquirieron el espíritu comercial que hoy tanto los distingue. La fe religiosa y la Ley, que los sepa­raba de los gentiles, los unía entre sí, y era la sinagoga el centro de cada colonia.

8. Otro detalle importante tenemos que consignar: su proselitismo, que Jesús mismo consigna en el Evangelio. Sentían los hijos de Israel gran afán por incorporar a su pueblo multitud de gentiles, aunque no fuera una incorporación plena que igua­lase a los prosélitos con los israelitas; pero aquéllos renunciaban al gentilismo, reco­nocían y adoraban al Dios de Israel, creador del cielo y de la tierra, y guardaban los preceptos fundamentales de la Ley. Sólo por la circuncisión podían adquirir pleno derecho de ciudadanía en Israel (Ex 12,84 s-)'> Pero l°s griegos sentían repugnancia hacia este rito. Cuánta influencia tuvo este proselitismo en la propagación del Evan­gelio, comenzamos a notarlo en la misma historia evangélica. El centurión, cuya fe tanto alaba el Salvador, era, sin duda, un prosélito, rico y generoso además, que había levantado a sus expensas la sinagoga de Cafarnaúm. Otro tanto hemos de decir del centurión Cornelia, a quien San Pedro admitió en la Iglesia. Pues San Pablo, que buscaba siempre las grandes ciudades, se dirigió siempre a la sinagoga, donde estaba seguro de hallar a los de su nación, a quienes se creía obligado a anunciar el reino de Dios, y con ellos a muchos prosélitos. Estos, con más agrado que los judíos, escuchaban la palabra de Dios y venían a formar los primeros sillares con que levantar el edificio de cada iglesia. De esta suerte, Israel venia a completar aquella preparación de los pueblos gentiles de que antes hablamos y cooperaba, sin darse de ello cuenta, a la di­fusión del Evangelio.

Cómo el Evangelio realiza las promesas mesiánicas

9. Por fin aparece en la tierra el Mesías, por quien tan ardientemente suspiraba Israel. Cuál fue el recibimiento que le hicieron, bien sabido es de todos. Sólo algunas almas humildes y llenas del espíritu de Dios recibieron la gracia de reconocer al Cristo

Nácatr-Colunfa W¡¡

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NUEVO TESTAMENTO 994

del Señor; los demás, esperando un rey glorioso, que debía aparecer envuelto en la majestad de Dios, quedaron por entonces privados de aquella gracia. Cuando le llegó la hora de manifestarse al mundo, comienza Jesús insistiendo en el tema de su Pre­cursor: «Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos». El reino de Dios era la síntesis de los vaticinios proféticos y de las esperanzas de Israel.

Pero ¿cómo entendía Jesús ese reino? No hallamos en el Evangelio una definición de lo que El entendía por reino de Dios; pero su modo de presentarse era ya un argu­mento claro de que su concepción no se ajustaba a la que corría entre los doctores de Israel. Por de pronto estaba muy lejos de enseñar que para tener parte en él bastara pertenecer a la raza de Abraham y estar circuncidado. La explicación más clara de Jesús está en las bienaventuranzas. En ellas se promete el reino de los cielos a los po­bres de espíritu, a los mansos, a los que sienten hambre y sed de justicia, a los que lloran las miserias y los pecados del mundo, a los misericordiosos, a los de corazón limpio, a los pacíficos, a los que padecen persecución por la justicia (Mt ;,i ss.). Al contrario, se amenaza a los ricos, a los que ríen, a los que viven de la hartura, a los que son ben­decidos del mundo (Le 6,24 ss.). Todo esto tiene algún parecido con el contenido de algunos salmos, en que se nos presenta a los justos humillados y abatidos por los impíos, pero salvados y bendecidos por Dios. Así declaraba Jesús la naturaleza del reino de Dios, y con esto su dignidad de Rey-Mesías e Hijo de David. Las parábolas vienen a completar estas enseñanzas del sermón de la Montaña.

10. Los doctores oían esta doctrina y, no alcanzando su sentido, se preguntaban cuál sería la actitud de Jesús ante la Ley. Contestando a sus tácitas preguntas, les responde Jesús: «No he venido a abrogar la Ley y los Profetas, sino a cumplirlos». Ya hemos indicado cuan esclavos de la letra eran los doctores de la Ley en la inter­pretación de ésta. Jesús, a través de la letra, busca la intención del legislador divino, como ya antes habían empezado a hacer los profetas, guiados del espíritu de Dios. «Habéis oído lo que fue dicho a vuestros padres: No matarás; el que matare será reo de pena capital. Mas yo os digo que quien se irrita contra su hermano será reo de la misma sentencia, e igualmente el que le insultare llamándole tonto o necio». Todo mal sentir contra el prójimo queda incluido en la prohibición de la Ley y sancionado con el fuego eterno. «Oísteis lo que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino que cum­plirás al Señor tus juramentos. Mas yo os digo que no juréis en modo alguno. Sean vuestras palabras: sí, sí, y no, no. Lo que pasa de ahí, procede del mal. Finalmente, habéis oído: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; orad por los que os persiguen y calumnian, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y malos y manda su lluvia sobre justos e injustos. Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,21 ss.). Tal es la interpretación que Jesús opone a los directores espirituales del pueblo judío. Para El son esos preceptos expre­sión de la voluntad del Padre celestial, de su justicia, de su santidad, de su amor pa­ternal hacia los hombres, y a la luz de tales atributos interpreta los mandamientos de la Ley mosaica. Las normas jurídicas externas, como las juzgaban los doctores de Israel, Jesús las declara normas concretas de aquel amor de Dios sobre todas las cosas y del prójimo como a uno mismo, en que se resumen la Ley y los Profetas. Principio su­blime, inspirador de las más grandes abnegaciones de los santos.

11. En este mismo principio se inspira la interpretación de los demás preceptos religiosos, a los que la Ley daba grande importancia, y que los doctores de Israel habían falseado con sus interpretaciones. Particularmente el precepto sabático y ¡ a

ley de la limpieza habían venido a convertirse en una carga insoportable para todo israelita que tomara a pecho la exacta observancia de la Ley. A ellos convenía la sen­tencia contenida en aquella invitación de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fati­gados y cargados, que yo os aliviaré» (Mt 11,28). El sábado era para los doctores un día por naturaleza santo, contra el cual ningún precepto de caridad prevalecía Las normas que de este principio se derivaban eran a manera de aros de hierro, que sujetaban la conciencia y la vida toda del pueblo. Jesús hubo de sostener fieros com­bates contra las pretensiones de los escribas. Prueba de ello es aquella cuestión que

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una vez les propuso: «¿Es lícito en día de sábado hacer bien, más bien que mal; saltw un alma, más bien que dejarla perecer?» (Le 6,9), Esta sola pregunta basta pQy.^ poner de manifiesto la falta de sentido moral de aquellos que la motivaban. Y todayt se pone esto más de relieve cuando se oye a Jesús echarles en cara que, mientras c o ^ denaban la curación milagrosa de los enfermos en día de sábado, se autorizaban a sj mismos para sacar una bestia que hubiera caído en un pozo. De ahí la conclusión de¡ Salvador: «Luego es licito hacer bien en día de sábado» (12,12). Gran maravilla es que tal conclusión necesite ser demostrada a hombres que se tenían por sabios y ha* cían profesión de santidad. Muy otro era el principio exegético de Jesucristo anuru ciado en aquella sentencia: «No fue creado el hombre por el sábado, sino, al contrario^ el sábado fue establecido por amor del hombre» (Me 2,27 j . Los doctores podían leer bien claro este pensamiento en el Deuteronomio (5,14 s.).

Igual principio sigue en la interpretación de los preceptos tocantes a la pureza legal, en cuya observancia los doctores ponían gran parte de su justicia: no comer ni aun tocar cosa impura; lavarse las manos y el cuerpo, y esto con frecuencia, para alejar de sí cualquier mancha que pudieran haber contraído; purificar los vasos, los platos, los asientos y hasta los lechos de su casa. El juicio de Jesús sobre la conducta de sus contradictores es aquí más severo. Es que encontraba la doctrina de ellos más alejada de la verdad de Dios. Cuando los fariseos reprendían a los discípulos de no guardar las tradiciones de los antiguos, no lavándose las manos antes de comer, les replicaba: «Y vosotros, ¿por qué traspasáis los preceptos de Dios por amor de vuestras tradicio­nes?» Y luego, dirigiéndose a la muchedumbre, les decía: «No es lo que entra por la boca lo que mancha al hombre, sino lo que sale por la boca». Y explicando luego su pensamiento a los discípulos, que no habían acabado de entenderle, les decía: «¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra por la boca va al vientre y es luego des­pedido; mas lo que sale del corazón, eso sí que mancha al hombre? Porque del corazón proceden los pensamientos malos, los homicidios, ¡os adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Esto sí que mancha al hombre, no el comer con las manos menos limpias» (Mt 15,1-20; Me 7,1-23).

12. Qué juicio formaba Jesús de los sacrificios y ofrendas, que son los principales actos de la religión, nos lo dicen los dos textos siguientes: «Si al presentar una ofrenda recordares que tu hermano tiene alguna cosa contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y luego vuelve a hacer la ofrenda» (Mt 5,23 s.). Jesús no reprueba las ofrendas, pero les antepone la caridad y la paz con el prójimo. Y en esto no es más que el continuador de los profetas y del Salmista, que decía: «El sacrificio grato a Dios es el corazón contrito» (Sal 51,19). Tampoco quiere que por los sacrificios se eche en olvido la piedad hacia los padres, y de ello ar­guye duramente a los escribas, llamándolos hipócritas y aplicándoles el texto de Isaías (29,13): «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Mt 15,4 ss.).

Pero, sobre todo, nos revela la mente de Jesús acerca de estos actos del culto el episodio referido por San Lucas (21,1 ss.) : «Miraba el Maestro cómo los peregrinos ricos echaban sus ofrendas en el tesoro del templo. Entre ellos, confundida, se acerca una pobre viuda, que echó unos céntimos. Jesús llama la atención de los discípulos, di-ciéndoles: «Esta viuda ha echado más que todos los otros, porque éstos hacen ofrenda de lo que les sobra, mientras que ésta ha dado lo que le era necesario para vivir». Según esto, no es el don material lo que cuenta ante Dios, sino la devoción con que se ofrece.

De esta suerte interpretaba Jesús la Ley mosaica, dando remate a la obra empe­zada por los profetas. Y en su interpretación llega a veces a declarar opuestas a las intenciones del supremo Legislador ciertas concesiones o indulgencias hechas poste­riormente al pueblo a causa de su indocilidad para seguir el camino recto de la jus­ticia. Tal es el caso del repudio, que Jesús declara contrario a la primera institución divina del matrimonio. Con esto la Ley mosaica adquiere un valor espiritualista y, reducida a estos principios universales, se hace adaptable a todos los pueblos.

13. Es también muy de notar la interpretación de Jesús sobre aquella parte tan notable de preceptos que tocan a la vida política y social del pueblo israelita. Precisa-

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NUEVO TESTAMENTO 996

mente fueron éstos los que contribuyeron más poderosamente a exaltar el nacionalismo del pueblo judío. Jesús se desliga de ellos, considerándolos como un lastre demasiado pesado para elevar las almas a Dios. En su conducta personal se atiene a las leyes establecidas, y nadie pudo nunca acusarle con razón de rebelde a la Ley y perturbador del orden. Cuando le piden su intervención en algún pleito, se excusa declarándose incompetente (Le 12,14). Los doctores, queriendo tenderle un lazo, le proponen aque­lla cuestión torturadora de muchas conciencias israelitas: ¿Es lícito pagar tributo al César o no es lícito? Negarlo sería ponerse enfrente de la autoridad romana. Afir­marlo equivaldría a negar el privilegio del pueblo israelita de ser el pueblo de Dios y los derechos del Señor como Rey soberano de Israel. Jesús se da cuenta de las inten­ciones de los que le preguntan, y les responde con una severidad bien merecida: «¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme una moneda. ¿Cuya es esa imagen y esa ins­cripción?» «Del César», le contestan. «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (32,15 ss.). Con esto viene a desligar los deberes para con Dios de los deberes para con los poderes humanos. Separación relativa, claro está, ya que Jesús no desconoce que también estos poderes vienen de Dios y deben ser ejercidos según la voluntad del Padre celestial. Pero esta distinción basta para eximir la vida religiosa de los poderes humanos y librarla de las pasiones y contiendas en que suele desarro­llarse la vida política de los pueblos.

x 4. Toda esta doctrina moral tiene en el Evangelio un origen muy alto, tan alto como el concepto que Jesús tenía de Dios. Lo primero que notamos en los evangelios es que Dios no pierde en los labios de Jesús ninguno de los atributos que le reconoce el Antiguo Testamento. Es el creador del cielo y de la tierra, es el conservador y pro­veedor de todos los seres, el que «ab aeterno» señala a cada ser su destino, el bueno, el misericordioso, el omnisciente. Pero Jesús nos descubre una condición de Dios que los profetas no habían hecho más que apuntar: Dios es el Padre celestial de cada uno de los fieles, y bajo este nombre quiere que le invoquemos, que le pidamos, que en El pon­gamos toda nuestra confianza. Sobre todo nos descubre su misericordia hacia los pe­cadores, cosa que los doctores de Israel tenían muy olvidada, no obstante lo mucho que la pregonan los profetas y los salmistas. El Padre, en todo perfecto, ha de ser el modelo que hemos de imitar; la voluntad justa, santa y misericordiosa del Padre debe ser la norma perpetua de nuestra conducta. Y Jesús se muestra en toda su vida el per- , fecto ejemplar de cuanto inculcaba a los otros.

15. Pero hablando así de Dios, nuestro Padre, muestra sentirse unido a El con especiales vínculos. En el trato con sus discípulos dice siempre «vuestro Padre»; mas hablando de sí mismo, nunca tiene otro lenguaje sino «mi Padre». Dios es siempre Pa- • dre, pero no lo es de igual modo para Jesús que para nosotros. Las relaciones con el Padre son tan íntimas, que pudo decir en un desahogo de su corazón con el Padre: «Yo te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeñuelos. Bien está, Padre, pues tal' ha sido tu beneplácito». Y luego añade: «Todo me ha sido dado por mi Padre. Y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo» (Le 10,21 s.). Admirables sentencias, que nos ponen en las manos la llave para abrirnos la inteligencia del prólogo de San Juan, de los mis­teriosos discursos de Jesús, que el discípulo amado recogió en su evangelio, y la de las profundas intuiciones sobre el misterio de Jesús y de su misión salvadora, que el mismo San Juan y San Pablo nos han dejado consignadas en sus inspirados escritos.

16. Esta universal paternidad divina abre horizontes universales al estableci­miento de su reino entre los hombres, cual vislumbraban ya los profetas. El reino de Dios que establece Jesús no admite fronteras ni geográficas, ni etnológicas, ni temporales.

Y al lado de la universalidad del reino de Dios aparece en todo el Nuevo Testa­mento su organización interna deforma social, correspondiente a la naturaleza social del hombre. Desde los primeros momentos, Jesús traza las líneas de esta organización y prepara a los que han de constituir su piedra fundamental y ser testigos de la vida y doctrina del Maestro y portadores de la gracia que transforma a los hombres y los

997 NUEVO TESTAMENTO

hace hijos de Dios mediante el bautismo y otros signos externos que llamamos sacra­mentos. Son sus apóstoles, o sea sus enviados, como El es el enviado del Padre. Y Pedro recibe la prelacia sobre los mismos.

Apenas hay un libro en el Nuevo Testamento en que no se hallen claras las líneas esenciales de esta jerarquización, que en los Hechos de los Apóstoles y en las Epístolas aparece transmitiéndose a los obispos, como sucesores de los apóstoles, de los cuales reciben, con la imposición de ¡nanos, la misión de continuar la obra que Jesús les enco­mendara.

17. No sg reduce a esto sólo la revelación de Jesús sobre el misterio del reino de Dios. Hablando con los discípulos, les decía: «Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt $,20). ¿Qué justicia es esta de que habla Jesús? Entendemos que, desde luego, ha de tener por normas las que Jesús señala, bien distintas de las que seguían los doctores y los fariseos. Pero ¿cómo adquirirla? ¿Bastarían los propios esfuerzos? En el Antiguo Testamento se habla con frecuencia del Espíritu de Dios, que, infundido en el hombre, le trae la vida, la inteligencia, la santidad, la gracia de Dios. Por esto rogaba el Salmista: «No me rechaces lejos de tu rostro ni retires de mí tu Espíritu Santo» (Sal 51,13). Pues la efusión de ese espíritu es lo que los profetas señalan como carac­terística de los tiempos mesiánicos. Esta es la alianza nueva que, según Jeremías, el Señor hará con Israel, imprimiendo su Ley en sus corazones para que todos le co­nozcan y amen (Jer 31,31-34). Lo mismo dice Ezequiel, prometiendo que Dios bo­rrará todas las iniquidades de su pueblo y les infundirá un espíritu nuevo, dándoles, en vez de corazón de piedra, un corazón de carne para que guarden sus mandamientos, y ellos serán su pueblo y El será su Dios (Ez 11,18-20). Según se cuenta en el libro de los Números (11,26 ss.), alguien que quiso mostrarse celoso del honor de Moisés, le fue a decir que dos de los designados por jueces del pueblo y auxiliares suyos estaban profetizando. A lo cual respondió el caudillo: «¡Quién me diera que todo el pueblo profetizase y Dios le diese su Espíritu!» Pues esto que Moisés deseaba lo anuncia Joel para los tiempos mesiánicos, en que Dios «derramará su Espíritu sobre toda carne» y todos profetizarán (2,¿8). Esta promesa, según testimonio de San Pedro, se cumplió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípu­los, que constituían la Iglesia, para no apartarse jamás de ella. El mismo apóstol decía a los oyentes que le pedían consejo sobre lo que debían hacer: «Haced penitencia, bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el Espíritu Santo» (Act 2,38). Esta es la gran promesa que Jesús nos hace en el Evan­gelio, el don que al volver al Padre pedirá para nosotros: el que, morando en nuestras almas, las purifica, les infunde los sentimientos de los hijos de Dios, nos hace vivir como tales y después de la muerte nos volverá el cuerpo glorioso, a semejanza del de Jesucristo. Este Espíritu, que procede del Padre, y por eso se llama Espíritu de Dios, se dice también Espíritu de Jesús, que lo da a quien quiere. Y aquí se nos declaran dos misterios: el de nuestra santificación, que es obra del Espíritu Santo, y el de la vida íntima de Dios, resumido en el misterio de la Trinidad.

Tales son, en líneas generales, las enseñanzas del Nuevo Testamento, con que el Antiguo se completa, consumando su revelación y realizando sus promesas. Lo que el Señor nos enseña en los cuatro evangelios nos lo declaran ampliamente los apóstoles en sus cartas, y la historia de los Actos nos lo muestra actualizado en los comienzos de la historia de la Iglesia.

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EL TEMPLO EN LOS DÍAS DE CRISTO NUESTRO SEÑOR

I . Torre Antonia. —2. Foso.—3. Atrio de los gentiles,—4. Cerca. —5. Gazofilacio.— 6. Naos. —7- Atrio de los sacerdotes. — 8. Altar. —Q. Atrio de Israel. —10. Puerta de Nica­nor.—11. Patio de las mujeres.—12. Pórtico corintio.—13. Barrera.—14. Gazofilacio.— 15. Atrio exterior de los gentiles. —ib- Pórtico de Salomón — 17. Puente a la ciudad alta,— 18. Pórtico real, —19. Pórtico doble. — 20. Pórtico triple.— 21 . Escala en codos.—22. Puente,

INTRODUCCIÓN GENERAL A LOS E V A N G E L I O S

Los CUATRO EVANGELIOS.—El profeta Ezequiel, en el comienz* de sus vaticinios, nos describe la gloria de Dios con la imagen de una nube de fuego que se mueve tirada por una cuadriga compuesta de cuatro seres misteriosos y raras. Tiene cada uno cuatro aspectos: de hombre, de león, de toro y de águila. El espíritu de Dios ¡os impulsa y los lleva a donde quiere.

La tradición patrística ha querido ver en estos animales los símbolos de los cuatro evangelios, que difunden el nombre glorioso de Jesucristo por toda la tierra; y Rafael, en un maravilloso cuadro, ha dado forma plástica a esta imagen, representándonos a Jesucristo en medio de una nube arrastrada por los cuatro seres misteriosos: el hom­bre, el león, el toro y el águila. Han sido también los artistas los que han venido a fijar la tradición exegética de los Padres, atribuyendo a San Mateo el hombre, el león a San Marcos, el toro a San Lucas, y el águila a San Juan, aunque no deja de haber en esto alguna diversidad.

Inspirándose asimismo en la Escritura, los artistas cristianos suelen representarnos al Cordero de Dios sobre un montículo, de donde brotan cuatro raudales de agua pura como el cristal, y en los cuales vienen a saciar su sed las mansas ovejas. Imagen viva de los cuatro evangelios, que brotan de los labios del divino Maestro para saciar a las almas que vienen a El en busca de la verdad y la vida. Efectivamente, por ellos la palabra de Jesús resuena en los oídos de todas las generaciones hasta el fin de los siglos, Y estas mismas generaciones repiten de continuo las palabras de San Pedro: «Señor, ¿adonde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna».

Su ORIGEN LITERARIO.—Como palabras de vida las recogieron en sus corazones los primeros discípulos del Salvador, y, alentados por el Espíritu Santo, las repetían a los catecúmenos y neófitos de las primeras cristiandades, procurando conservar no sólo su pensamiento, sino también su expresión y su colorido. No faltaron desde los primeros días quienes intentaron ponerlas por escrito, añadiendo a los discursos y parábolas del Señor el relato de los sucesos, que forman muchas veces el marco de sus palabras, marco necesario para su inteligencia, y juntamente con éstos, el relato de innumerables prodigios obrados por Jesús, ofreciéndolos a los fieles como pruebas perennes de su divinidad.

Los tres primeros evangelistas, que conocían esos escritos y sabían cuan bien se ajustaban a la verdad, los utilizaron para la composición de sus respectivos evange­lios, copiándolos con frecuencia literalmente o modificándolos conforme el plan que cada uno se proponía al escribir su obra. Además de esto, parece también que alguno o algunos de los evangelistas utilizó para componer su obra la de los precedentes. Este es un detalle que nosotros entendemos mal, por nuestro afán de imprimir a nues­tras producciones literarias el sello de nuestra propia personalidad. No solía ser éste el criterio de los antiguos, que consideraban los libros o escritos como propiedad co­mún, que les era lícito aprovechar en la forma que más le agradase, y que en casos como el nuestro solía ser la más respetuosa con los documentos escritos.

PLAN DE LOS TRES PRIMEROS EVANGELIOS Y MODO DE SU COMPOSICIÓN.—Con esta podemos darnos cuenta de un fenómeno fácil de observar a la simple lectura de los evangelios: que en los tres primeros es uno el plan general de la historia evangélica: infancia de Jesús, predicación del Bautista, bautismo de Jesús y su retirada al desierto; predicación en Galilea durante un lapso de tiempo que no puede fijarse, pero que da la impresión de ser corto; ida a Jerusalén, donde entra el día de Ramos, predica los días siguientes, celebra la Pascua el jueves y muere el viernes, para resucitar el do­mingo. Además de este plan uniforme, que se destaca más si lo comparamos con el de San Juan, echamos de ver la agrupación también uniforme de uarios milagros y discursos. Esta agrupación, más que a la tradición oral, parece debe atribuirse al

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SAN HATEO 1000

empleo de documentos escritos. Sobre todo, se nota con sorpresa la uniformidad con que narran dos o tres autores el mismo discurso o suceso, con el mismo orden y con palabras idénticas o muy poco diferentes, cosa, sin duda, difícil de explicar por la sola tradición oral.

Al contrario, habremos de recurrir a ésta para explicar las diferencias muy fre­cuentes que se notan, sea en las modificaciones del plan general, sea en la agrupación de los sucesos o discursos, sea, finalmente, en el modo de componer la narración de cada relato. Mas por encima de todo esto se cierne la inteligencia de los autores sagra­dos, a quienes el Espíritu Santo inspiraba y guiaba en la ejecución de su obra, conforme a las miras especiales de cada uno y guardando su propio temperamento psicológico. De aquí resulta una variedad notable junto a una más notable unidad, de cuya armonía proviene la admirable belleza de los evangelios. Muchos después de ellos se han pro­puesto narrarnos la vida del Hombre-Dios; pero ninguno consiguió su propósito si no es en cuanto se ajustó al texto de los evangelistas. Es que la misión de narrar la historia del Verbo encarnado estaba reservada a aquellos que gozaban de la inspira­ción del Espíritu Santo. Jesús mismo había dicho que el Espíritu Santo daría testimonio de El, y uno de los modos de rendirle este testimonio fue este de inspirar a los evange­listas al contarnos su historia y luego mover a los fieles a leer los santos evangelios, iluminando a la vez su mente para que penetren el sentido de sus palabras. A ésta podemos añadir la acción de la Iglesia, que de muchos modos pone a nuestro alcance este texto divino y nos exhorta a que de continuo lo leamos, lo meditemos y busquemos en él el alimento nutritivo de nuestra vida cristiana.

EVANGELIO DE SAN MATEO

E L AUTOR.—En el orden actual de los evangelios, que remonta al siglo II, ocupa el primer lugar el evangelio de San Mateo. Según San Marcos y San Lucas, se llamaba también Leví y era hijo de Alfeo. Los tres convienen en decirnos que era publicano, es decir, arrendador de las alcabalas en Cafarnaúm, y que se convirtió y se hizo seguidor de Jesús al decirle éste: «Sigúeme» (Mt 9,9-13; Me 2,14; Le 5,27). Y en prueba de que le seguía sin pesar, luego hizo preparar en su casa un gran banquete, al que no invitó sólo al Maestro y a sus discípulos, sino a los publícanos compañeros suyos. Todo esto con gran escándalo de los fariseos, a cuyas murmuraciones hubo de responder Jesús con aquella sentencia: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos» y «No vine a buscar a los justos, sino a los pecadores».

E L EVANGELIO.—Como de otros muchos apóstoles, los evangelistas no nos cuentan de Leví cosa alguna. El buen sentido cristiano nos obliga a pensar que no defraudó las esperanzas y los propósitos del Maestro al llamarle al apostolado; pero ignoramos en qué forma correspondió pellos. También sabemos que fue obra suya la composición del primer evangelio, escrito en la lengua de Palestina, que era un dialecto arameo, pues lo destinaba a sus compatriotas. Más tarde fue traducido a la lengua griega, no sabemos cuándo ni por quién. Una cosa podemos asegurar: que la traducción no se hizo esperar muchos años y que, una vez hecha, el original arameo quedó olvidado y pereció quizá para siempre. La Iglesia ha hecho uso de esta versión griega como si fuera el propio original de San Mateo.

Escribiendo para judíos, convertidos a la nueva fe o a quienes deseaba convertir, el evangelista les presenta su obra como una prueba de que Jesús de Nazaret es el Mesías anunciado por los profetas, cuyos vaticinios se cumplieron en El. A esto ordena la frecuente citación de los textos profético*. Otra nota característica de su composi­ción es la formación de secciones, agrupand<> cosas semejantes sin mirar que hayan sido aichas o hechas en ocasiones diferentes. Así. nos amplifica el sermón de la Montaña (5-7) con elementos que, a juzgar por los otros evangelistas, fueron pronunciados en

1001 SAN MATEO 1

otros tiempos, y en el capítulo 10 añade a las instrucciones que Jesús dirigió a sus discípulos, al enviarlos a predicar por Galilea, las que. sin duda, más tarde les dio al enviarlos a predicar por el mundo, anunciándoles las persecuciones por que habían de pasar. La transición de un suceso a otro se halla indicada frecuentemente con ciertas expresiones vagas v.gr., «en aquellos días», «entonces», «de allí», etc., las cuales, más que indicación del tiempo o del lugar en que los sucesos ocurrieron, han de tomarse como expresiones de transición o enlace de los relatos. San Mateo se cuida más de darnos los discursos del Señor, y en cuanto a los milagros, su narración se distingue por su laconismo, no atendiendo sino a lo substancial del hecho, a lo que basta para expresar su carácter divino.

PLAN DEL PRIMER EVANGELIO.—Puede reducirse a lo siguiente: i. Infancia del Salvador (1-2).—2. Predicación del Bautista y manifestación de Jesús como Mesías e Hijo de Dios (3,1-4,11).—3. Predicación de Jesús en Galilea (4,12-13,58).— 4. Predicación en los confines de Galilea (14,1-20,16).—5. Ministerio de Jesús en Jerusalén (20,17-25,46).—6. Pasión y resurrección (26-28).

S U M A R I O PRIMERA PARTE: La infancia de Jesús (1-2) .—SEGUN­DA PARTE: Predicación de Jesús en Galilea (3-20).—

TERCERA PARTE: Ministerio de Jesús en Jerusalén (21-25).—CUARTA PAR­T E : Pasión y resurrección de Jesucristo (26-28).

1

P R I M E R A P A R T E

LA INFANCIA DE JESÚS (1-2)

Genealogía del Salvador 1 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: * 2 Abra­

ham engendró a Isaac, Tsaac a Jacob, Jacob a J udá y a sus hermanos; 3 Judá engendró a Fares y a Zara en Tamar; Fa-res engendró a Esrom, Esrom a Aram, * 4 Arara a Aminadab, Aminadab a Naa-són, Naasón a Salmón, 5 Salmón a Booz en Rahab: Booz engendró a Obed en Rut; Obed engendró a Jesé, 6 Jesé engendró al rey David, David a Salomón en la mujer de Urías; * 7 Salomón engendró a Ro-boam, Roboam a Abías, Abías a Asa, 8 Asa a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, * 9 Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, 10 Ezequías a Manases, Manases a Amón, Amón a Josías, * H Jo-

sías a Jeconías y a sus hermanos en la épo­ca de la cautividad de Babilonia. ^Des­pués de la cautividad de Babilonia, Jeco­nías engendró a Salatiel, Salatiel a Zoro-babel, n Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliacim, Eliacim a Azor,14 Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, l5Eliud a Eleazar, Eleazar a Matan, Matan a Ja­cob '6 y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

17 Son, pues, catorce las generaciones desde Abraham hasta David, catorce des­de David hasta la cautividad de Babilo­nia y catorce desde la cautividad de Ba­bilonia hasta Cristo. *

El misterio de la concepción de Jesús, revelado a José

18 La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló

1 l «Hijo de David» es un titulo mesiánico, como se ve por Mt 20,30 s. y 21,9. La genealogía ' comienza en Abraham, padre del pueblo escogido y el primero que recibió las promesas me-siánicas (Mt 3,9). El texto original repite el verbo «engendró» después de cada persona de la serie genealógica; por ser fácil de suplir, y en atención a lo que pide el estilo castellano, lo omitimos en muchos casos.

3 Las mujeres no entran de ordinario en la genealogía; pero el evangelista menciona algunas recordadas en tas Escrituras, por ser extranjeras y para mostrar cómo el Mesías no era extraño a los gentiles. 6 Desde aquí la genealogía sigue la línea marcada por la sucesión dinástica de la casa de David, según la promesa que éste había recibido de Dios (2 Sam 7,12 ss.). 8 Según 2 Re 8 ss., entre estos dos reyes hubo otros tres, que el evangelista omite, sin duda por obtener el número catorce. 10 José, «hijo de David» (1,20), como esposo de María, es el que transmite a Jesús el título y los derechos inherentes a la filiación davídica. 17 Como medida mnemotécnica, el evangelista divide la genealogía en tres períodos, que corres­ponden bien a otros tantos de la historia de Israel. De éstos, el primero abarca unos diez siglos; el segundo, cuatro, y el tercero, seis. Si la serie de las personas no está completa en el segundo período,

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SAN MATEO 1-2 1002

haber concebido María del Espíritu San­to. * 1? José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto. 20 Mientras reflexionaba sobre es­to, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de Da­vid, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. 2i Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus peca­dos. 22 Todo esto sucedió para que se cum­pliese lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice:

23 «He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo,

Y le pondrá por nombre «Emmanuel», Que quiere decir «Dios con nosotros».

24 Al despertar José de su sueño hizo como el ángel del Señor le había mandado, re­cibiendo en casa a su esposa. 25 No la co­noció hasta que dio a luz un hijo, y le puso por nombre jesús. *

La adoración de los magos

21 Nacido, pues, Jesús en Belén de Ju-dá en los días del rey Herodes, llega­

ron del Oriente a Jerusalén unos magos, * 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los ju­díos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. * 3 Al oir esto el rey Herodes se

ya se deja entender que en los otros tampoco lo estará. Mas esto importa poco para la verdad y el fin de la genealogía, que es establecer la unión de Jesús con David y Abraham.

18-25 El evangelio de San Mateo está concebido esquemáticamente en plan apologético: pre­tende presentar a Jesús como el Mesías esperado por los judíos. Así, después de haber mostrado en el c. i que Jesús era descendiente de la familia davídica (una de las profecías tradicionales sobre la procedencia del Mesías), ahora quiere probar que fue concebido virginalmente, según había anun­ciado el profeta Isaías en su famoso vaticinio sobre el Emmanuel (Is 7,14 ss.). Por eso el evangelista puntualiza los detalles de la concepción de Jesús de forma que quede claro que José no tuvo parte alguna en ella, aunque estaba legalmente desposado con María. La palabra griega empleada (mnesteu-zeisés), que traducimos por desposada, puede tener el sentido amplio de esponsales o de casada, comprometida ya legalmente en enlace matrimonial y cumplido el rito legal del matrimonio. Los Santos Padres no están concordes en la acepción de la palabra, y así sostienen opiniones dispares. Hoy está generalizada la opinión de que se trata de simples esponsales. Entre los judíos se distinguían bien los esponsales y el matrimonio propiamente tal. Se consideraban desposados dos jóvenes que se comprometían oficialmente a otorgarse mutuamente con vistas ai futuro matrimonio. Y el matrimo­nio tenía lugar cuando el esposo recibía en su casa a la desposada; era el acto ritual llamado «reunión» de ambos, es decir, el principio de la «cohabitación». Así se explica bien el relato evangélico: José y María vivían cada uno en su casa, y «antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo» (v. 18). Estaban, pues, simplemente desposados. Así se explica bien la indicación del ángel a José: «No temas recibir en tu casa a María, tu esposa» (v.20), Y por eso añade el evangelista que José, conforme a la advertencia del ángel, «recibió en su casa a su esposa» (v.24). Lo'? derechos que se seguían de los esponsales eran idénticos a los matrimoniales propiamente tales: la desposada infiel era castigada con la lapidación y el hijo concebido durante los esponsales era considerado como legitimo: por otra parte, la desposada sólo podía ser rechazad., por un libelo de repudio. T o d o esto ilustra la reacción de San José cuando se dio cuenta de que su desposada estaba en estado. El evangelista dice que ella «concibió del Espíritu Santo». Aquí «Espíritu Santo» no se refiere a la ter­cera persona de la Santísima Trinidad, sino a la acción carismática de la virtualidad divina (el texto griego no trae artículo antes de «Espíritu Santo»). La expresión en ese sentido es corriente en el A. T . (Jue 3,10: Ez l i , 5 : Mt 4 , 1 : Le 12,10). El evangelista, con esta expresión, quiere indicar que se trata de una concepción milagrosa, debida a una intervención especialísima de Dios. Así, en el v.22 se dice que todo esto sucedió «para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice: «He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo». El texto es de Isaías 7,14. Aunque en el texto hebreo se hable de una «doncella» f'almah) que se supone virgen, ya los traductores alejan­drinos del siglo n i antes de Cristo le daban el sentido preciso de «virgen» (parzenos) y lo entendían personalmente del Mesías futuro. El evangelista, pues, se hace eco de esta interpretación y ve cum­plida la profecía en la concepción virginal de Jesús-Mesías. Para recalcar esta idea en los lectores, termina: «No la conoció hasta que dio a luz su hijo» (v 25). La intención es resaltar el hecho de que Jesús-Mesías fue concebido sin intervención humana. Su perspectiva intencional se cierra con este hecho; resulta, pues, fuera de contexto el plantear el problema de si después los dos esposos tuvieron relaciones maritales. La frase «no la conoció hasta que dio a luz» no implica que después tuvieran esas relaciones. Es una traducción griega literal de un origina! semítico en el que la preposición (6 ad ki) resulta torpemente reflejada. En Gen 8,7 se dice a propósito del diluvio que el cuervo no volvió al arca «hasta que se secaron las aguas». ¿Es que esto incluye que el cuervo después de secarse las aguas volvió al arca? El contexto insinúa que no (véanse 2 Sam 6,23; 1 Mac 5,54). Por eso, aten­diendo al contexto, algunos autores traducen el exto evangélico: «sin que la hubiera conocido, dio a luz un hijo» (Buzy). Aquí conocer tiene el sentido bíblico de relaciones maritales. En todo el evan­gelio de San Mateo ja«iás se insinúa que María haya tenido otros hijos fuera de Jesús.

2 5 La intención del evangelista está en Jesús y en su concepción virginal, sin decir nada de lo que a su nacimiento siguié. La virginidad de María después del nacimiento de Jesús tiene su funda­mento en los evangelios; pero su demostración clara hay que buscarla en la tradición de la Iglesia,

•O ' Originarios de la Media, donde constituían una clase sacerdotal, los magos habían adquirido "" gran influencia en Babilonia. Se distinguían pj>r su afición al estudio de la astronomía, o mejor, astrologia, que era una ciencia adivinatoria basada en el principio de que 1* vid» de los hombres se desarrolla bajo la influencia de los astros.

2 Por el t rato con los judíos, que habían difundido por todo el Oriente sus esperanzas mestt-

1003 SAN MATEO 2 - 3

turbó, y con él toda Jerusalén, * y reunien­do a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías. 5 Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta:

6 «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel». * 'Entonces Herodes, llamando en se­

creto a los magos, les interrogó cuidado­samente sobre el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, les dijo: Id a informaros sobre ese niño, y cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya también yo a adorarle. 9 Des­pués de oir al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que, llegada encima del lugar en que estaba el niño, se detuvo. io Al ver la es­trella sintieron grandísimo gozo, n y en­trados en la casa, vieron al niño con Ma­ría, su madre, y de hinojos le adoraron, y abriendo sus alforjas, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. I2 Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se torna­ron a su tierra por otro camino.

Huida a Egipto y matanza de los niños inocentes

viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que habí» en Belén y «n sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia kabía inquirido de los magos. * I7 Entonces se tumplió la pala­bra del profeta Jeremías, que dice:

ts «Una voz se oye en Rama, lamentación y gemido grande; es Raquel, que llora a sus hijos [ten». * y rehusa ser consolada, porque no exis-

Vuelta a Nazaret I9 Muerto ya Herodes, el ángel del Se­

ñor se apareció en sueños a José en Egip­to 20 y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque son muertos los que atentaban contra la vida del niño. 21 Levantándose, tomó al niño y a la madre y partió para la tierra de Israel. 2 2Mas habiendo oído que en Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes, temió ir allá, y, ad­vertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, * 23 yendo a habitar en una ciu­dad llamada Nazaret, para que se cum­pliese lo dicho por los profetas, que sería llamado Nazareno.

SEGUNDA P A R T E

PREDICACIÓN DE JESÚS EN GALILEA (3-20)

Predicación de Juan en el desierto (Me i ,2r8; Le 3,3-18)

31 En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto

de Judea, 2 diciendo: Arrepentios, por­que el reino de los cielos está cerca. * 3 Este es aquel de quien habló el profeta Isaías cuando dijo:

«Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas». *

!3 Partido que hubieron, el ángel del Se- | ñor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño pa­ra quitarle la vida». 14 Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y partió para Egipto, 15 permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cum­pliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: «De Egipto lla­mé a mi hijo». * 16 Entonces Herodes,

nicas, tenían conocimiento del esperado Mesías, Rey de los judíos, el cual, como todos los grandes personajes, debía tener una estrella que vaticinase su destino. De este prejuicio se sirvió Dios para conducirlos a la cuna del Salvador. La naturaleza de esta estrella es muy misteriosa; no tanto la estrella interior con que el Espíritu Santo iluminaba el alma de los magos y los guiaba hacia el esta­blo de Belén. Dios quiso servirse de su ciencia supersticiosa para conducirlos a la cuna de Jesús, de donde saldrían transformados y convertidos en pregoneros del recién nacido Mesías.

6 El texto está tomado de Miqueas (5,2). El evangelista, al traducirlo, pone más de relieve la gloria de Belén.

1 5 El texto es de Oseas (11,1), que habla de Israel, y el evangelista lo emplea en sentido típico aplicado al Mesías, Hijo de Dios.

1 6 Como todos los tiranos, Herodes era receloso. Su historia está llena de crímenes contra los miembros de su familia. Nada tiene, pues, de extraño el suceso de Belén.

1 8 Las palabras del profeta (31,15) presentan a Raquel llorando a sus hijos, que parten en cauti­verio; con ellas el evangelista expresa un suceso que debió de causar igual consternación en el pequeño lugar de Belén.

2 2 Había sucedido a su padre, aunque sólo en la provincia de Judea, y con el título de tetrarca, no de rey; pero a los nueve años fue privado de su dignidad por el César, a ruegos de los judíos, que estaban cansados de sus violencias.

O 2 Contra jo que se imaginaban los judíos, el reino de Dios no es un privilegio de clase o de raza; ** está condicionado por nuestras disposiciones morales, de las cuales la fundamental es el espíritu de penitencia.

3 Is 40,3.

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SAN HATEO 3-4 1004

4 Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a la cintura y se alimentaba de langostas y miel sil­vestre. 5 Venían a él de Jerusalén y de toda Judea y de toda la región del Jordán, 6 y eran por él bautizados en el río Jordán y confesaban sus pecados.

7 Como viera a muchos saduceos y fa­riseos venir a su bautismo, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza? 8 Haced frutos dig­nos Je penitencia 9 y no os forjéis ilusio­nes diriéndoos: Tenemos a Abraham por padre. Porque yo os digo que Dios puede hacer de estas pi tdras hijos de Abraham. 10 Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto será cortado y arrojado al fuego.

11 Yo, cierto, os bautizo en agua para penitencia; pero detrás de mí viene otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de llevar tas sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. * 12 Tiene ya el bieldo en su mano, y limpiará su era y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.

B a u t i s m o d e J e s ú s (Me i,9-ii! Le 3,21-2-2; Jn r,31-34)

13 Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. " t Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes tú a mí? <5 Pero Jesús le respondió: Dé­jame hacer ahora, pues conviene que cum­plamos toda justicia. Entonces Juan con­descendió. * ' 6 Bautizado Jesús, salió lue­go del agua. Y he aquí que vio abrírsele los cielos y al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él, 17 mien­tras una voz del cielo decía: «Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis com­placencias». *

L a t e n t a c i ó n d e J e s ú s (Me 1,12-13; Le 4,1-13)

41 Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado

por el diablo. * 2 Y habiendo ayunado cua­renta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres hijo de Dios, di que estas pie­dras se conviertan en pan. * * Pero él res­pondió, diciendo: Escrito está: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda pala­bra que sale de la boca de Dios». * 5 Lle­vóle entonces el diablo a la ciudad santa, y poniéndole sobre el pináculo del tem­plo, 6 le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: «A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie con­tra una piedra». * 7 Díjole Jesús: También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios». * 8 D e nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo: Todo esto te daré si de hinojos me adorares. ' ° Díjole entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto». * n Entonces el diablo le de­jó, y llegaron ángeles y le servían.

J e s ú s e n G a l i l e a 12 Habiendo oído que Juan había sido

preso, se retiró a Galilea. l 3 Dejando a Nazaret, se fue a morar en Cafarnaúm, ciudad situada a orillas del mar, en los términos de Zabulón y Neftalí,* 1 4 p a r a que se cumpliese lo que anunció el pro­feta Isaías, que dice: r t a j j

15 «¡Tierra de Zabulón y tierra de Nef-camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! 16 El pueblo que habita en tinieblas vio una gran luz

1* Este bautismo significaba un cambio de vida en quien lo recibía; pero no producía la gracia del Espíritu Santo, como el bautismo cristiano, administrado en nombre de la Santísima Trinidad (Mt 28,19).

15 Esto es, toda obra de justicia. E! bautismo lo era, porque era señal de un propósito de cam­biar de vida, y Jesús lo recibe para ejemplo de los demás y para que los fariseos no pudieran devol­verle la reprensión que les haría de no haber creído en Juan (Mt 11,16 ss.¡ 21,28 ss.).

17 La voz del Padre viene a confirmar la dignidad que en Jesús había reconocido el Bautista. Por primera vez y en forma sensible aparecen en escena las tres personas de la Santísima Trinidad.

A l La santidad de Jesús no consentía sino la tentación externa, por parte del diablo o de los hom-* bres. Para sernos ejemplo en todo, quiso ser tentado, y para vencer en singular combate al ten­tador perpetuo de los hombres (Heb 2,17 s.).

3 Las tentaciones de Jesús son todas cuales convenían al Mesías. Con ellas el tentador procura apartar a Jesús del camino que el Padre le había trazado para realizar la obra mesiánica. Primero proponiéndole un milagro con el fin de socorrer su necesidad corporal, luego moviéndole a presen­tarse -inte el pueblo de modo aparatoso, y, por último, ofreciéndole el señorío del mundo, que sólo del Padre podía recibir. Estas tentaciones, que el Salvador debió de contar a sus discípulos algún día, no podemos precisar bien en qué forma se realizaron, si en forma sensible y externa o en forma imagiiiaria.

« Dt 8,3. « Sal 90,11 ss. ' Dt 6,16. 10 Dt 6,13. 13 La ciudad de Cafarnaúm era sitio más céntrico y, por tanto, más acomodado para difundir

la luz de !a verdad anunciada por el profeta Isaías (8,23 s.). Asimismo, porque sabía que ningún profeta es bien recibido en su patria y entre los de su parentela (Mt 12,57).

1005 SAN MATEO 4-5

y para los que habitan en la región de una luz se levantó». * [mortales sombra

17 Desde entonces comenzó Jesús a pre­dicar y a decir: Arrepentios, porque se acerca el reino de Dios.

L l a m a m i e n t o d e los p r i m e r o s d i s c ípu los

(Me 1,16-20: Le 5,1-11) 18 Caminando, pues, junto al mar de

Galilea, vio a dos hermanos: Simón, que se llama Pedro, y Andrés, su hermano, los cuales echaban la red en el mar, pues eran pescadores; 1!> y les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hom­bres. * 20 Ellos dejaron al instante las re­des y le siguieron. 2 i Pasando más ade­lante, vio a otros dos hermanos: Santiago el de Zebedeo y Juan, su hermano, que en la barca, con Zebedeo, su padre, com­ponían las redes, y los llamó. -2 Ellos, de­jando luego la barca y a su padre, le si­guieron.

P r e d i c a c i ó n d e J e s ú s e n G a l i l e a (Me 1,39; 3,7-8; Le 4,44; 6,17-19)

2 3 Recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el evange­lio del reino y curando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia. * 2 4 Exten­dióse su fama por toda la Siria, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfer­medades y dolores y a los endemoniados, l u n á t i c o s , p a r a l í t i c o s , y l o s c u r a b a . 25 Grandes muchedumbres le seguían de Galilea y de la Decápolis, y de Jerusa­lén y de Judea, y del otro lado del Jordán.

L a s b i e n a v e n t u r a n z a s (Le 6,20-26)

51 Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo senta­

do, se le acercaron los discípulos; 2 y abriendo El su boca, los enseñaba, di­ciendo ' *

3 Bienaventurados los pobres de espí­ritu, porque suyo es el reino de los cie­los. 4 Bienaventurados los mansos, por­que ellos poseerán la tierra. 5 Bienaven­turados los que lloran, porque ellos se­rán consolados. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. s Bienaventurados los lim­pios de corazón, porque ellos verán a D i o s . 9 Bienaventurados los pacíficos, por­que ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los que padecen per­secución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos. *

11 Bienaventurados seréis cuando os in­sulten y persigan y con mentira digan con­tra vosotros todo género de mal por mí. 12 Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros.

M i s i ó n d e los d i sc ípu los e n la t i e r r a

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sala­rá? Para nada aprovecha ya, sino para ti­rarla y que la pisen los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo. No

Cuaarante romano

puede ocultarse ciudad asentada sobre un monte, 15 ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos

lb ls 9,r ss. 19 Ya conocían a Jesús y hasta se habían adherido a su persona (Jn 1,35 ss.); pero ahora los

llama a su seguimiento, cuando se proponía empezar su misión evangelizadora. 2 3 Como respondiendo al vaticinio de Isaías, nos ofrece aquí el evangelista un cuadro de con­

junto de la predicación de Jesús en Galilea. C 2 Aquí comienza el sermón de la Montaña, que es un resumen y a modo de programa de la " predicación del Salvador. Los Padres notan el contraste entre la promulgación de la Ley antigua en el Sinaí y esta promulgación de la Ley nueva. Las bienaventuranzas señalan las condiciones que han de tener los discípulos del Evangelio para entrar en el reino de Dios, el cual, como dice San Pablo, no consiste en cosas terrenas, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo (Rom 14,17). Para alcanzar la inteligencia de las bienaventuranzas conviene atender a los dos miem­bros de cada una. El primero está inspirado en el Antiguo Testamento, que con frecuencia habla de los pobres, de los mansos, etc.; pero ha de entenderse a la luz de la doctrina evangélica. El segun­do, que contiene el premio, y éste es siempre el mismo, aunque expresado en diversas formas. Se trata siempre del reino del cielo, de la gracia de Jesucristo en la vida presente y de la gloria del cielo en la futura.

10 La persecución de los justos y de la causa de Dios en ellos era una de las cosas que más ator­mentaban a las almas piadosas del Antiguo Testamento. Jesús, Hijo de Dios, que había venido a su­frir, anuncia a los suyos esta misma suerte, pero prometiéndoles para después la recompensa en el reino de los cielos, cosa que el Antiguo Testamento desconocía.

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SAN MATEO 5 1006

ante el altar y aUí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 2 4 deja allí tu ofrenda ant« el altar, ve primero a recon­ciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda. ls Muéstrate conci­liador con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas puesto en prisión. 2 6 Que en verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el úl­timo ochavo.

D e c l a r a c i ó n de l s e x t o p r e c e p t o 2 7 Habéis oído que fue dicho: N o adul­

terarás. 28 Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. 2 9 Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sá­catelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. 30 Y si tu mano derecha te es­candaliza, córtatela y arrójala de ti, por­que mejor te es que uno de tus miembros perezca que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehenna. 31 También se ha dicho: El que repudiare a su mujer déla libelo de repudio. 3Z Pero yo os digo que quien repudia a su mujer—excepto el caso de fornicación—la expone al adulterio y el que se casa con la repudiada comete adulterio. *

hay en la casa. 16 Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vues­tro Padre, que está en los cielos.

M i s i ó n d e J e s ú s c o n r e s p e c t o a la L e y a n t i g u a

17 N o penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla. * lff Porque en verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla. 19 Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores y enseñare así a los hombres, será el menor en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, éste será grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

D e c l a r a c i ó n de l q u i n t o p r e c e p t o 2 1 Habéis oído que se dijo a los anti­

guos: N o matarás ; el que matare será reo de juicio. * 2 2 Pero yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio; el que le dijere «raca» será reo ante el Sanedrín y el que le dijere «loco» será reo de la gehenna del fuego. 2 3 Si vas, pues, a presentar una ofrenda

17 La Ley mosaica, que además de Ley moral era litúrgica, social y penal, tenia un aspecto muy jurídico, agravado aún más por los escribas, que habían hecho de ella la norma férrea, pero externa, de su vida individual y colectiva. Jesús la eleva a su perfección poniendo de relieve el espíritu de caridad, que en ella estaba como en germen. Conforme a esto dirá después San Pablo que toda ley se resume en este precepto: «Amarás al prójimo como a ti mismo» (Gal 5,14).

2 1 Este precepto se halla así formulado en Ex 20,13 y Dt 5,17, y tiene en el Antiguo Testamento un comentario muy severo. Para el homicida señala la Ley la pena de muerte, sin esperanza de in­dulto ni de asilo (Ex 21,14). En las fieras mismas dice Dios que vengará la muerte del nombre, hecho a su imagen y semejanza (Gen 9,4 s.). Pero los judíos no daban importancia a las ofensas de palabra, menos todavía a los sentimientos contra el prójimo. El Señor, declarando el sentido íntimo del pre­cepto divino, que es la caridad, condena todo sentimiento malo y cualquier manifestación de él. La caridad se impone como precepto grave; su infracción lo es también. Consecuencia de la caridad es la concordia que hemos de tener con el prójimo, aunque sea a costa de algún sacrificio, que, en fin de cuentas, nos resultará beneficioso.

3 2 La legislación mosaica permitía el divorcio en estos términos: «Si un hombre toma una mujer y a su marido ésta luego no le agrada porque ha notado algo torpe, le escribirá el libelo de repudio y, poniéndoselo en la mano, la mandará a su casa» (Dt 24,1). La exégesis rabínica no era unánime respecto al sentido de este privilegio. Así, en tiempo de Jesús había dos interpretaciones: una rigo­rista, la de Sammai, que permitía sólo el repudio de la mujer en caso de infidelidad conyugal de ésta, y otra, la de Hillel, benévola, para el marido, pues bastaba cualquier pretexto para repudiar a su mujer, como el haber dejado quemarse un poco la comida. En el siglo 11 después de Cristo, rabí Aquiba dirá que es razón suficiente para repudiarla i el marido encuentra otra mujer más hermosa, pues en el Deuteronomio se dice: «si no agrada a sus ojos». Flavio Josefo se gloría de haber repudiado a su mujer (madre ya de tres hijos) porque no le agradaban sus costumbres. En este contexto histó­rico debemos interpretar las palabras de Cristo. El evangelista presenta la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio en el conjunto ascético-moral del sermón de la Montaña, que es como la carta magna del cristianismo. El Maestro propone aquí un ideal mucho más alto que el de la Ley antigua: «Habéis oído que se dijo a los antiguos..., pero yo os digo». Los rabinos habían ahogado el contenido ético-espiritual de la ley mosaica con interpretaciones formularias, y Jesús, al contrario, quiere «perfeccionar» la Ley, dándole su más alto sentido espiritual. Así, después de corregir las interpre­taciones del quinto precepto y el sexto del Decálogo, aborda el problema del divorcio, elevandoel contrato matrimonial a su primer estado de pureza, en que era indisoluble. El legislador del A. T., condescendiente con la fragilidad humana, había atenuado la fuerza del contrato en algunas circuns­tancias concretas. Cristo mantiene la indisolubilidad a ultranza (v.32). La frase «excepto en caso de fornicación» o adulterio ha sido diversamente interpretada. San Agustín cree que Cristo no quiere dar su opinión sobre el caso de la esposa adúltera. San Jerónimo, siguiendo la interpretación de la Iglesia, cree que Cristo en ese caso permite la separación «quoad torum», pero no la ruptura del

1007 SAN MATEO 5-6

D e c l a r a c i ó n de l s e g u n d o p r e c e p t o 33 También habéis oído que se dijo a

los antiguos: N o perjurarás, antes cum­plirás al Señor tus ju ramentos . 3 4 Pero yo os digo que no juréis de ninguna manera : ni por el cielo, pues es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, pues es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, pues es la ciu­dad del gran Rey. 3 6 Ni por tu cabeza ju­res tampoco, porque no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro . 3 7 Sea vuestra palabra: sí, sí; no, n o ; todo lo que pasa de esto, de mal procede. *

D e c l a r a c i ó n d e la p e n a d e l t a l ión (Le 6,29-30)

3 8 Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. * 3 ' Pero yo os digo: N o resistáis al mal, y si alguno te abofe­tea en la mejilla derecha, dale también la o t r a ; 4 " y al que quiera litigar contigo pa­ra quitarte la túnica, déjale también el manto , 4> y si alguno te requisara para una milla, vete con él dos. 4 2 D a a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado.

E l a m o r a los e n e m i g o s (Le 6,27-28.31-36)

4 3 Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

4 4 Pero yo os digo: Amad a vuestros ene­migos y orad por los que os persiguen,* 4 5 para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. 4* Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publícanos? 4 7 Y si saludáis solamente a vuestros her­manos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los gentiles? 4 S Sed, pues, per­fectos, como perfecto es vuestro Padre ce­lestial.

R e c t i t u d d e i n t e n c i ó n

61 Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres, para

que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre, que está en los cielos.

M é t o d o d e p r a c t i c a r la l i m o s n a 2 Cuando hagas, pues, limosna, no va­

yas tocando la trompeta delante de ti, co­mo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya reci­bieron su recompensa. 3 Cuando des li­mosna, no sepa tu izquierda lo que hace la derecha, 4 para que tu limosna sea ocul-

vínculo, de forma que los «separados» no puedan contraer nuevas nupcias. Pero entre los judíos no existía esta separación imperfecta de cónyuges. Los autores modernos sugieren otras interpreta­ciones: la más radical es suponer que la cláusula «excepto en causa de fornicación» es adición judaica, pues falta en Me 10,11-12, escrito para los cristianos de procedencia gentil. Pero la cláusula está en todos los manuscritos antiguos y versiones. Por eso creemos que debe mantenerse como auténtica. En este supuesto, algunos autores creen que aquí la palabra «fornicación» (porneia en griego) res­ponde a un vocablo arameo (zahut) que tiene en la literatura rabínica el sentido técnico-jurídico de matrimonio ilegal o concubinato. En este supuesto, la excepción de Cristo es normal: no está permi­tido el divorcio excepto en caso de matrimonio ilegal o concubinato. Sin embargo, la verdadera solución quizá hay que buscarla en la imperfecta traducción de la preposición griega, traducida comúnmente por «excepto». En realidad, la preposición griega (parektós) puede tener un sentido exclusivo o inclusivo como su equivalente latina «praeter», que puede significar «excepto» y «además de». Supuesta esta última interpretación, el sentido de las palabras de Cristo es diáfano: todo el que despide a su mujer, además del adulterio que él comete uniéndose a otra, es responsable del adulterio a que queda expuesta la mujer después de la separación. Así, supuesta esta interpretación, la tra­ducción literal sería: «el que despidiere a su mujer, además de la cosa indecorosa (alusión a algo torpe de Dt 24,1) o adulterio (por la que la despide), la hace adulterar, y el que se casa con ella comete adulterio». Véase Mt 19,9, donde más explícitamente Cristo mantiene la indisolubilidad del matri­monio apelando al estado primitivo del paraíso.

3 ' Prohibe el decálogo jurar en falso, o lo que es lo mismo, perjurar. Jurar es invocar el testi­monio divino en favor de algo que se asegura o se promete. Por eso es un acto de religión. Los pro­fetas anuncian para los tiempos mesiánicos que todas las naciones jurarán por Yavé, para indicar que todas le reconocerán por su Dios (ls 10,18; Jn 12,16). Pero los judíos frecuentaban mucho el jura­mento, lo que resultaba una irreverencia del nombre divino. Esto sin contar los perjurios en que, por inadvertencia o ligereza, incurrían. Por esta causa el Señor prohibe el juramento. En las cosas humanas, la palabra del hombre debe bastar. Si no basta, es que no nos fiamos unos de otros, que no hay entre nosotros verdad. Y esto es un grave mal.

3 8 La pena del talión es la expresión material de la justicia, y por material, inexacta, coma no sea en la apreciación de los daños, que no implican culpa. Sin embargo, habida cuenta de la tendencia del hombre, irritado por la injusticia de que es objeto, a no contentarse con devolver lo que recibe, todavía esta ley resultaba una expresión de la justicia, por cuanto tendía a impedir los desahogos de la cólera. San Agustín ve en el precepto legal un medio de preparar los ánimos a la condonación total de la ofensa, que pide el Evangelio.

44 Esta es la suma de toda la Ley y de los Profetas, como luego declara en 22,34 ss. En la Ley, el precepto del amor al prójimo se limitaba sólo a los hebreos (Lev 19,18); pero la misma Ley prohibe el odio y la venganza (ibid., v. 17 s.) y hasta inculca el hacer bien al enemigo, aunque no en la forma universal del Evangelio (cf. Job 31,29; Prov 24,17.29; Eclo 19,6; 28,1-8).

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SAN MATEO 6 1008

ta, y el Padre, que ve lo oculto, te pre­miará.

M é t o d o d e h a c e r o r a c i ó n (Le 11,2-4)

5 Y cuando oréis, no seáis como los hi­pócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 6 Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo es­condido, te recompensará. 7 Y orando, no seáis habladores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho ha­blar. 8 N o os asemejéis, pues, a ellos, por­que vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis. 9 Así, pues, habéis de orar vosotros:

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; * i0 venga a nos el tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra. H El pan nues­tro de cada día dánosle hoy, 12 y perdó­nanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, 13 y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal.

E l p e r d ó n d e las ofensas

14 Porque si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a vos­otros vuestro Padre celestial. 15 Pero si no perdonáis a los hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonará vues­tros pecados. *

M o d o d e a y u n a r 16 Cuando ayunéis no aparezcáis tristes,

como los hipócritas, que demudan su ros­tro para que los hombres vean que ayu­nan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. 17 Tú, cuando ayunes, únge­te la cabeza y lava tu ca r a , 1 8 para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Pa­dre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

D e la so l ic i tud d e las cosas t e m p o r a l e s

19 N o alleguéis tesoros en la tierra, don­de la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. * 2<> Ateso­rad tesoros en el cielo, donde ni la poli­lla ni el orín los corroen y donde los la­drones no horadan ni r oban . 2 1 Donde es­tá tu tesoro, allí estará tu corazón. 2 2 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso; 23 pero si tu ojo estuviere en­fermo, todo tu cuerpo estará en tinieblas, pues si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué tales serán las tinieblas!

D i o s y las r i q u e z a s 2 4 Nadie puede servir a dos señores,

pues, o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, me­nospreciará al otro. N o podéis servir a Dios y a las riquezas. *

A b a n d o n o e n m a n o s d e la P r o v i d e n c i a

25 Por esto os digo: N o os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, sobre qué os vesti­réis. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 2 6 Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vues­tro Padre celestial las alimenta. ¿No va­léis vosotros más que ellas'' 2 7 ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo? 2 8 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. 2 9 Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió co­mo uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada a l fuego, Dios así la viste, ¿no hará mu­cho más con vosotros, hombres de poca fe? 31 N o os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? 3 2 Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad.

£l 9 Reprobada la manera de orar propia de los hipócritas fariseos y de los gentiles, Jesús ofrece la ** forma de oración que deben emplear los fieles, inspirada en los sentimientos de piedad de los bue­nos hijos para con el P^dre celestial (Rom 8,15 s.). La Ley antigua miraba a Dios como Señor, y aun­que a veces Dios se dice Padre de Israel e Israel el primogénito de Dios, no había llegado a sentir la piedad tierna hacia su Dios. La historia del Antiguo Testamento, la elección de Israel con todas las promesas de que es objeto, no eran suficientes para producir en el alma tan delicados sentimientos. Sólo la encarnación del Hijo de Dios, por la que se hizo hermano nuestro, elevándonos a la dignidad de hermanos suyos e hijos del Padre celestial, con la efusión en nuestros corazones del Espíritu Santo, que nos da el espíritu de adopción, puede dar un sentido nuevo a la expresión empleada de ordinario por Jesús, «Vuestro Padre celestial».

15 Este es el gran principio de la moral cristiana y última consecuencia del precepto del amor a Dios y al prójimo.

19 Como viajero hacia la eternidad, debe el cristiano vivir con los ojos en el cielo y no tomar de los bienes terrenos sino cuanto es necesario para» caminar hacia la patria celestial.

2 4 Esta oposición entre Dios y las riquezas, o mejor, entre el amor de Dios y la avaricia, es el motivo de la sentencia tan grave de Jesús que leemos en Mt 19,24 y Me 10,24.

1009 SAÍN MATEO 6-7

33 Buscad, pues, primero el reino y su jus­ticia, y todo eso se os dará por añadidu­ra. * 34 N o os inquietéis, pues, por el ma­ñana ; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán. *

E l j u i c i o s o b r e los o t r o s

(Le 6,37-42)

71 N o juzguéis y no seréis juzgados, * 2 porque con el juicio con que juzga­

reis seréis juzgados y con la medida con que midiereis se os medirá. 3 ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? 4 ¿O cómo osas decir a tu hermano; Deja que te quite la paja del ojo, teniendo tú una viga en el tuyo? 5 Hipócri ta: quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano. 6 N o deis las cosas santas a perros ni arrojéis vuestras perlas a puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y revolviéndose os destrocen.

Ef icac ia d e la o r a c i ó n (Le 11,9-13)

7 Pedid y se os dará ; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. 8 Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre. ' Pues ¿quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una pie­dra, 10 o, si le pide un pez, le da una ser­piente? 11 Si, pues, vosotros, siendo ma­los, sabéis dar cosas buenas a vuestros hi­jos, ¡cuánto más Vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!

L a ley d e la caridad (Le 6,43-46)

12 Por eso, cuanto quisiereis que os ha­gan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas. *

L a s d o s s e n d a s 13 Entrad por la puerta estrecha, por-

da que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. * l 4 ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuan pocos los que dan con ella!

L o s falsos p r o f e t a s 15 Guardaos de los falsos profetas, que

vienen a vosotros con vestiduras de ove­jas, mas por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ven­tura se cogen racimos de los espinos o hi­gos de los abrojos? 17 Todo árbol bueno da buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos. 18 N o puede árbol bueno dar malos frutos, ni árbol malo frutos buenos. 19 El árbol que no da buenos fru­tos es cortado y arrojado al fuego. 2 0 Por los frutos, pues, los conoceréis.

L a v e r d a d e r a s a b i d u r í a

(Le 13,25-27; 6,47-49) 2 J N o todo el que dice: ¡Señor, Señor!,

entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que es­tá en los cielos. * 2 2 Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetiza­mos en tu nombre, y en nombre tuyo arro­jamos los demonios, y en tu nombre hici­mos muchos milagros? 23 Yo entonces les diré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad. 2 4 Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. 2S Cayó la llu­via, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca. 2* Pero el que me escucha estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. 2 7 Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la ca­sa, y cayó con gran fracaso.

C o n c l u s i ó n 2 8 Cuando acabó Jesús estos discursos,

se maravillaban las muchedumbres de su que ancha es la puerta y espaciosa la sen-3 3 El Padre celestial, que promete y da lo más, que es la gracia y la gloria, no nos negará lo menos

que es el sustento corporal. 34 Obrar de otro modo es tomar las riquezas como fin de la vida, haciéndose reo del pecado de

avaricia. Contra los avaros pronunció el Señor palabras tan graves como aquéllas: «Hijos míos, ¡cuan difícil es que entren en el cielo los que confían en las riquezas! Más fácil será a un camello pasar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el reino de los cielos» (Me 10,24).

y l Es decir, no condenéis, pues de juicio condenatorio se trata aquí. Es otra aplicación del pre-* cepto de la caridad hacia el prójimo.

12 No hallamos en la Ley y los Profetas la clara doctrina de la caridad como Jesús la expone, fundada en la paternidad divina y en nuestra fraternidad con Cristo; pero sí hallamos la justicia para con todos los hombres y el amor y la misericordia hacia todos los hermanos y aun hacia algunos pueblos extraños (Lev 19,9-11.13-18.33-36).

13 El camino de la virtud y del cielo es áspero y exige un esfuerzo constante; en cambio, el cami­no del vicio y de la perdición es ancho y cuesta abajo, por el cual no hay más que dejarse ir.

2 ! Varias veces, y en formas impresionantes, nos enseña Jesús que lo único que ante Dios tiene valor es el fiel cumplimiento de la voluntad divina. El mismo Salvador llega a decir que su alimento es hacer la voluntad de su Padre, realizar la misión que le encomendó (Jn 4,34; Me 3,32 s.; Le 11,28).

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SAN MATEO 7-8 1010

doctrina, * 2 9 porque les enseñaba como quien tiene poder, y no como sus doctores.

L a c u r a c i ó n d e u n l e p r o s o

(Me 1,40-45; Le 5,12-16)

81 Como bajó del monte, le siguieron muchedumbres numerosas, 2 y acer­

cándosele un leproso, se postró ante El, diciendo: Señor, si quieres, puedes lim­piarme. 3 El, extendiendo la mano, le tocó y dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. 4 Jesús le ad­virtió: Mira, no lo digas a nadie, sino ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda que Moisés mandó, para que les sirva de testimonio. *

E l s i e rvo d e l c e n t u r i ó n (Le 7,1-10)

5 Entrando en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole * * y diciéndo-le: Señor, mi siervo yace en casa paralí­tico, gravemente a tormentado . 7 El le dijo: Y o iré y le curaré. 8 Y respondiendo el centurión, dijo: Señor, yo no soy digno

Leproso

de que entres bajo mi techo; di sólo una palabra y mi siervo será curado. 9 Porque yo soy un subordinado, pero bajo mí tengo soldados, y digo a éste: Ve, y va ; y al o t ro : Ven, y viene; y a mi esclavo:

Centurión romano

Haz esto, y lo hace. 10 Oyéndole Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe. 11 Os digo, pues, que del Oriente y del Occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, * 12 mien­tras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exte­riores, donde habrá l l a n t o y crujir de dientes. 13 Y dijo Je­sús al centurión: Ve, hágase contigo según has c r e í d o . Y en aquella hora quedo curado el siervo.

14 Entrando Jesús en casa de Pedro, vio a la suegra de éste que yacía en el lecho con fiebre. 15 Le to­m ó la mano, y la fiebre la dejó, y ella, levantándose, se puso a servirles.

C u r a c i ó n d e m u c h o s (Me 1,29-34; Le 4,38-41)

i* Ya atardecido, le presentaron mu­chos endemoniados, y arrojaba con una palabra los espíritus, y a todos los que se sentían mal los curaba, * 17 para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dice: «El tomó nuestras enfermeda­des y cargó con nuestras dolencias». *

C o n d i c i o n e s d e los s e g u i d o r e s d e J e s ú s

(Le 0,57-62) 1 8 Viendo Jesús grandes muchedumbres

en torno suyo, dispuso partir a la otra ribera. 19 Le salió al encuentro un escriba» que le dijo: Maestro, te seguiré adonde­quiera que vayas. 20 Di jóle Jesús: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.2 1 Otro discípulo

2* Comparando este sermón con el de San Lucas, se echa de ver que San Mateo, para hacer rnás

completo su programa, insertó en él cosas que el Salvador había dicho en otras ocasiones.

Q 4 En el Levítico (14,1-32) se describe el largo ritual a que debía someterse el leproso que lo* " graba su curación antes de reintegrarse a la vida social, de que le había separado la enfermedad-

5 Era gentil, pero, sin duda, prosélito del judaismo. San Lucas dice que no vino en persona, sino por sus amigos los judíos, a quienes creía más autorizados para presentar sus ruegos a Jesús.

1 * La salud eterna, simbolizada por el banquete del cielo, no está vinculada a la raza escogid*' será de los «hombres de buena voluntad» (Le 2,14). Gran lección para los fariseos, que, por ser descendientes de Abraham, ya se creían con pleno derecho al reino del cielo (3,9).

1* Los milagros del Salvador tienen un doble sentido. Nos revelan primeramente su bondad y misericordia hacia todos loa desgraciados; también son signos de la misión divina que traía al mund** en beneficio de las almas. Con las curaciones corporales pretendía que le aceitasen como médico de

las almas, cuyos pecados venía a perdonar y a. sanar sus llagas. Este principio, que sobre todo ^ hace patente en el Evangelio de San Juan, se puede aplicar, en armonía c«n los males que el Serio** remedia, a las diversas especies de milagros.

17 19 53.4-

1011 SAN MATEO 8-9

hombres, dijo al paralitico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados. 3 Algunos ««cribas dijeron dentro de sí: Este blas­fema. 4 J»sús, conociendo sus pensamien­tos, les dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5 ¿Qué es más fácil: decir tus pecados te son perdonados o decir levántate y anda? « Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a casa. * 7 El, levantándose, fuese a su casa. 8 Viendo esto, las muche­dumbres quedaron sobrecogidas de temor y glorificaban a Dios de haber dado tal poder a los hombres.

V o c a c i ó n d e M a t e o (Me 2,13-22; Le 5,27-30)

9 Pasando Jesús de allí, vio a un hom­bre sentado al telonio, de nombre Mateo, y le dijo: Sigúeme. Y él, levantándose, le siguió. i° Estando, pues, Jesús sentado a la mesa en la casa de aquél, vinieron muchos publícanos y pecadores a sentar­se con Jesús y sus discípulos. n Viendo esto, los fariseos decían a los discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con pu­blícanos y pecadores? * í2 El, que los oyó, dijo: N o tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id y apren­ded qué significa «Prefiero la misericordia al sacrificio». Porque no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores.

14 Entonces se llegaron a El los discí­pulos de Juan, diciendo: ¿Cómo es que, ayunando nosotros y los fariseos, tus dis­cípulos no ayunan? * 15 Y Jesús les contes­t ó : ¿Por ventura pueden los compañeros del novio llorar mientras está el novio con ellos? Pero vendrán días en que les será arrebatado el esposo, y entonces ayuna­rán. 16 Nadie echa una pieza de paño no abatanado a un vestido viejo, porque el remiendo se llevará algo del vestido y el roto se hará mayor. 17 Ni se echa el vino nuevo en cueros viejos; de otro modo se romperían los cueros, el vino se derrama-

a, no había aún muerto, y así, pide el hijo que se le deje atenderle en sus

le dijo: Señor, permitan» ir p n m . r o a sepultar a mi p a i r e ; * " p e r o J<*ús le respondió: Signara* y deja a loi maertos sepultar a sus muertos. *

L a t e m p e s t a d c a l m a d a

(Me 4,35-4i; Le 8,22-25) 23 Cuando hubo subido a la nave, le

siguieron sus discípulos. 2 4 Se produjo en el mar una agitación grande, tal que las olas cubrían la nave; pero El entre tanto dormía, 2S y acercándose le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. 26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 2 7 Los hombres se maravi­llaban y decían: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

L a c u r a c i ó n d e los e n d e m o n i a d o s (Me 5,1-20; Le 8,26-39)

28 Llegado a la otra orilla, a la región de los gerasenos, le vinieron al encuentro, saliendo de los sepulcros, dos endemo­niados, tan furiosos, que nadie podía pa­sar por aquel camino. 2 9 Y le gritaron, diciendo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a des­tiempo para atormentarnos? 30 Había no lejos de allí una numerosa piara de puer­cos paciendo, * 31 y los demonios le roga­ban, diciendo: Si has de echarnos, échanos a la piara de puercos. 3 2 Les dijo: Id. Ellos salieron y se fueron a los puercos, y toda la piara se lanzó por un precipicio al mar, muriendo en las aguas. 33 Los porqueros huyeron, y yendo a la ciudad, contaron lo que había pasado con los en­demoniados. 3 4 T o d a la ciudad salió al encuentro de Jesús, y viéndole, le rogaron que se retirase de sus términos. *

C u r a c i ó n de l p a r a l í t i c o (Me 2,1-12; Le 5,17-26)

Q 1 Subieron en una barca, hizo la tra-• ' vesia y vino a su ciudad. * 2 Le pre­sentaron un paralitico acostado en su lecho, y viendo Jesús la fe de aquellos |

21 Este padre, sin dud; últimos días.

2 2 Muertos, aquí, son lo. ,__ „ , „ . „„ „ ,„UIiUU emrega en oposición a los que se aplicaban a los cuidados de! alma y a la predicación del Evangelio

declarados ^ £ ^ 1 ^ 0 ^ ° " " ^ ' ^ ' ° S **"" ^ P ° d i a n CTÍ« * " » « * » H

ver lejo^T Jesús808 ""* " ^ ^ ** "* 1<,S h a b ' 3 n P U e S t° e n m temor s"P<**¡cioso •

9 6 f? a ™M d a d e S ,C atf a r n a ur- . -.-- . — consuruiao en centro de su actividad apostólica U rtl

11 Para los fariseos, los publú contaminarse.

; que viven en el mundo entregados a los cuidados de la vida temporal, icaban a los cuidados de! alma v a la r*™«-.; -:-4- J~« *>-•-

1 y preferían

jiléanos eran públicos pecadores, ,._, 14 Estos discípulos, habiendo recibido el bautismo de Juan, llevaban

así, se extrañaban de que Jasús y los suyos no hicieran otro tanto.

con quienes no se podía tratar sin

una vida de penitencia, y

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SAN MATEO 9-10 1012

ría y los cueros se perderían; sino que se echa el vino nuevo en cueros nuevos, y así el uno y los otros se preservan.

C u r a c i ó n d e la h e m o r r o í s a y r e s u r r e c c i ó n d e u n a n i ñ a

18 Mientras les hablaba, llegó un jefe, y acercándosele se postró ante El, dicien­d o : Mi hija acaba de morir ; pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá.* 19 Y le­vantándose Jesús, le siguió con sus dis­cípulos. 2 0 Entonces una mujer que pade­cía flujo de sangre hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, * 2 1 diciendo para sí misma; Con sólo que toque su vestido seré sana. 22 Je­sús se volvió, y viéndola, dijo: Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer en aquel momento . 2 3 Cuan­do llegó Jesús a la casa del jefe, viendo a los flautistas y a la muchedumbre de pla­ñideras, 24 d i j 0 : Retiraos, que la niña no está muerta ; duerme. Y se reían de El. 2 5 Una vez que la muchedumbre fue echa­da fuera, entró, tomó de la mano a la niña y ésta se levantó. 26 L a nueva se di­vulgó por toda aquella tierra.

C u r a c i ó n d e d o s c iegos

27 Partido Jesús de allí, le seguían dos ciegos dando voces y diciendo: Ten pie­dad de nosotros, Hijo de David. 28 En­trando en casa, se le acercaron los ciegos y les dijo Jesús: ¿Creéis que puedo yo hacer esto? Respondiéronle: Sí, Señor. 25 Entonces tocó sus ojos, diciendo: Há­gase en vosotros según vuestra fe. 30 Y se abrieron sus ojos. Con tono severo les advirtió: Mirad que nadie lo sepa; * 31 pe­ro ellos, una vez fuera, divulgaron la cosa por toda aquella tierra.

C u r a c i ó n d e u n m u d o 3 2 Salidos aquéllos, le presentaron un

hombre mudo endemoniado, 33 y arroja­do el demonio, habló el mudo, y se mara­villaron las turbas, diciendo: Jamás se vio tal en Israel. 34 Pero los fariseos replica­ban : Es por virtud del príncipe de los demonios como arroja a los demonios.

A c t i v i d a d m i s i o n a l 35 Jesús recorría ciudades y aldeas en­

señando en sus sinagogas, predicando el

evangelio del reino y curando toda en­fermedad y toda dolencia. 36 Viendo a la muchedumbre, se enterneció de compa­sión por ella, porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor. 37 En­tonces dijo a los discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. 3 8 Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obre­ros a su mies.

C o n f i e r e a los d o c e el p o d e r d e h a c e r m i l a g r o s

(Me 3,16-19; Le 6,14-16)

1 fl ' J e s u s> llamando a sus doce dis-• 1 " cípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. *

2 Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero, Simón, l lamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano: 3 Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo ; 4 Simón, el celador, y Judas Iscariote, el que le traicionó.

I n s t r u c c i ó n a los d o c e 5 A estos doce los envió Jesús, después

de haberles instruido en estos términos: N o vayáis a los gentiles ni entréis en ciu­dad de samari tanos; * 6 id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, 7 y en vuestro camino predicad diciendo: El reino de Dios se acerca. 8 Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, lim­piad a los leprosos, arrojad los demonios; gratis lo recibís, dadlo gratis. 9 N o llevéis oro ni plata ni cobre en vuestro cinto, to ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento. 11 En cualquiera ciudad o aldea en que entréis, informaos de quién hay en ella digno y quedaos allí hasta que partáis, 1 2 y entrando en la casa, saludadla. 13 Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuere, vuestra paz vuelva a vosotros. 14 Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciu­dad, sacudid el polvo de vuestros pies. 15 En verdad os digo que más tolerable suerte tendrá la tierra de Sodoma y Go-morra en el día del juicio que aquella ciudad.

18 Era la sinagoga el centro de la vida religiosa y social del pueblo, y tenía para su gobierno un consejo de personas respetables; eran los arquisinagogos.

20 A causa de la enfermedad, que constituía una impureza legal, no se atrevía a pedir franca­mente el remedio del mal (Lev 15,25 ss.).

30 Estos mandatos de Jesús tienen su razón de ser en el estado de los ánimos, demasiado exci­tados en aquel momento con los milagros y prontos a estallar en manifestaciones que pudieran com­prometer su ministerio (Jn 6,15).

1A 1 Jesús no sólo tiene poder de hacer milagros, sino facultad para conferirlo a otros. Era " ésta una facultad que jamás se había visto en Israel.

5 La misión personal de Jesús se dirigía a los hijos de Israel, por los cuales la salud había de llegar a los gentiles (Rom 11,11).

1013 SAN MATEO 10-11

N u e v a i n s t r u c c i ó n a los após to l e s 16 Os envío como ovejas en medio de

lobos; sed, pues, prudentes como serpien­tes y sencillos como palomas. 17 Guar­daos de los hombres, porque os entrega­rán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán. 18 Seréis llevados a los gober­nadores y reyes por amor de mí, para dar testimonio ante ellos y los gentiles. !9 Cuando os entreguen no os preocupe cómo o qué hablaréis, porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir. 20 N o seréis vosotros los que habléis, sino el Es­píritu de vuestro Padre el que habla en vosotros. 2 1 El hermano entregará al her­mano a la muerte, el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte. 22 Seréis aborrecidos de todos por mi nombre; el que persevere hasta el fin, ése será salvo.

2 3 Cuando os persigan en una ciudad, huid a o t ra ; y si en ésta os persiguen, huid a una tercera. En verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre. 24 N o está el discípulo sobre el maestro, ni el siervo sobre su a m o ; 25 bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervocomo su señor. Si al amo le llamaron Beelcebul, ¡cuánto más a sus domésticos! 26 N o los temáis, pues, porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni secreto que no venga a conocerse. 2 7 Lo que yo os digo en la obscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, predicadlo sobre los terrados. 28 N 0 tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matar la ; temed más bien a aquel que pue­de perder el alma y el cuerpo en la gehen-na. 29 ¿ N 0 s e venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin la volun ad de vuestro Padre. 30 Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. 31 N o temáis, pues; ¿no aventajáis vos­otros a los pajaritos? 32 Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos;3 3 pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en los cielos.

3 4 N o penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada. * 35 Porque he venido a se­parar al hombre de su padre, y a la hija

de su madre, y a la nuera de su suegra, 56 y los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama al padre o a la ma­dre más que a mí, no es digno de mí ; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mi; 3 8 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor de mí, la hallará. 4 0 El que os recibe a vosotros, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. 41 El que recibe al profeta como profeta, tendrá recom­pensa de profeta; y el que recibe al justo como justo, tendrá recompensa de justo; 42 y el que diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fresca en razón de discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

As romano

L a m i s i ó n de l B a u t i s t a (Le 7,18-23)

n 1 Cuando hubo Jesús acabado de instruir a sus doce discípulos, par­

tió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. 2 Habiendo oído Juan en la cár­cel las obras de Cristo, envió por sus dis­cípulos 3 a decirle: ¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro? * 4 Y respon­diendo Jesús, les dijo: Id y referid a Juan lo que habéis oído y visto: 5 los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos re­sucitan y los pobres son evangelizados; 6 y bienaventurado aquel que no se escan­dalizare en mí.

E l o g i o d e J u a n (Le 7,24-30)

7 Cuando éstos se hubieron ido comen­zó Jesús a hablar de Juan a la muchedum­bre: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8 ¿Qué habéis ido a ver? ¿A un hombre vestido muellemente? Mas los que visten con mo-

34 Jesús gusta de semejantes figuras para imprimir mejor las ideas en la mente de sus oyentes. Siendo príncipe de la paz, porque el amor que nos une a El nos aparta del mundo, es decir, de los que no son suyos (Le 2,34).

1 -1 3 El laconismo de los evangelistas no nos permite poner en claro el motivo de esta embajadi. 1 Parece lo más probable que obedeciera al deseo de que sus discípulos oyesen la verdad de

labios del mismo Jesús. Hay quien cree que obedeció a un pasajero obscurecimiento del conoci­miento que Juan tenía de Jesús como Mesías, al ver que Jesús no respondía con su conducta a la pintura de juez que había trazado durante su ministerio (Mt 3,10-12).

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SAN MATEO 11-12 1014

licie están en las moradas da los reyes. 9 Pues ¿a qué haWis ¡do? ¿A ver un pro­feta? Sí, yo os digo qn« mi» q«e a un profeta. 10 Este es de quien «ttá escrito:

«He aquí que yo envío a mi mensajero delante de tu faz,

Q u e p r e p a r a r á t u s caminos de lan te de ti». *

11 En verdad os digo que entre los na­cidos de mujer no ha parecido uno más grande que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el reino de los cielos es ma­yor que él. * 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora es entrado por fuer­za el reino de los cielos, y los violentos lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan. 14 Y si queréis oirlo, él es Elias, que ha de venir. 15 El que tiene oídos, que oiga.

J u i c i o s s o b r e la g e n e r a c i ó n p r e s e n t e

(Le 7,31-35) 1 6 ¿A quién compararé yo esta genera­

ción? Es semejante a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros, * 17 diciendo: «Os tocamos la flauta y no habéis bailado, hemos endechado y no os habéis dolido». 18 Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Está poseído del demonio. 19 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de publica-nos y pecadores. Y la Sabiduría se justifi­ca por sus obras.

A m e n a z a a las c i u d a d e s infieles 2 0 Comenzó entonces a increpar a las

ciudades en que había hecho muchos mi­lagros, porque no habían hecho peniten­cia: 21 ¡Ay de ti, Corazeín; ay de ti, Bet-saida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros hechos en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. 2 2 Así, pues, os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con me­nos rigor que vosotros en el día del jui­cio. 2 3 Y tú, Cafamaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás pre­

cipitada. Porque si en Sodoma se hubie­ran hacho los milagros hechos en ti, has­ta hoy subsistiría. 2 4 Así, pues, os digo que el país de S»4«ma »»rá tratado con manos rigor que tú «1 dia del juicio.

A c c i ó n d e g r ac i a s al P a d r e (Le 10,21-22)

2 5 Por aquel tiempo tomó Jesús la pa­labra y dijo: Yo te alabo. Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. * 2 6 Sí, Padre, porque así te plugo. 2 7 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo. * 2 8 Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré. 2 9 Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descan­so para vuestras almas, 3" pues mi yugo es blando y mi carga ligera.

S o b r e la o b s e r v a n c i a d e l s á b a d o . P r i m e r a c u e s t i ó n (Me 2,23-28; Le 6,1-5)

•i O 1 Por aquel tiempo iba Jesús un • l « día de sábado por los sembrados; sus discípulos tenían hambre y comenza­ron a arrancar espigas y comérselas. * 2 Los fariseos, que lo vieron, dijéronle: Mira que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. 3 Pero El les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y los que le acom­pañaban? 4 ¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la proposi­ción, que no les era lícito comer a él y a los suyos, sino sólo a los sacerdotes? 5 ¿Ni habéis leído en la Ley que el sábado los sacerdotes en el templo violan el sá­bado sin hacerse culpables? 6 Pues yo os digo que lo que aquí hay es más grande que el templo. 7 Si entendierais qué sig­nifica «Prefiero la misericordia al sacrifi­cio», no condenaríais a los inocentes.

10 Mal 3,1. 1 ! Después del elogio que precede, la comparación no puede referirse a la dignidad de las per­

sonas, sino de los estados. Juan vive aún en la antigua alianza, que es la promesa del reino de Dios; los hijos del reino ya gozan de la posesión del mismo reino prometido.

16 Nota característica de la enseñanza popular de Jesús. La parábola va dirigida a las clases di­rectoras de Israel, en quienes fue bien marcada la oposición contra Jesús, hasta acabar poniéndole en la cruz.

2 5 Maravilloso desahogo de Jesús con su Padre acerca de los planes de su providencia. El reino de los cielos es de los pobres y humildes; de los que presumen de sabios, la reprobación (i Cor 1, 18 ss.).

2 7 Estas palabras expresan la íntima comunión de vida entre el Padre y el Hijo, la consubstan-cialidad de ambos.

1O 1 Este episodio nos muestra hasta qué extremo llegaba la superstición de los fariseos en la " interpretación del precepto sabático, pues en la prohibición de la siega y de la trilla veían

condenada la simple acción de frotar unas «spigas y limpiar sus granos para entretener el hambre (Ex 34.21).

1015 SAN MATEO 12

8 Porque el Hijo del hombre es señor d#l sábado.

S e g u n d a c u e s t i ó n s o b r e el s á b a d o (Me 3,1-5; Le 6,6-io)

9 Pasando de allí, vino a su sinagoga, 10 donde había un hombre que tenía seca una mano. Y le preguntaron para poder acusarle: ¿Es lícito curar en sábado? 1] El les dijo: ¿Quién de vosotros, teniendo una oveja, si cae en un pozo en día de sábado, no la coge y la saca? >2 Pues ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Líci­to es, por tanto, hacer bien en sábado. 13 Entonces dijo a aquel hombre: Extien­de tu mano, y la extendió sana como la otra. 14 Los fariseos, saliendo, se reunie­ron en consejo contra El para ver cómo perderle.

L a m a n s e d u m b r e d e l M e s í a s , p r e d i c h a p o r el p r o f e t a

(Me 3,7-12; Le 6,17-19) 15 Jesús, noticioso de esto, se alejó de

allí. Muchos le siguieron, y los curaba a todos, * 16 encargándoles que no le des­cubrieran, 17 para que se cumpliera el anuncio del profeta Isaías, que dice:

18«He aquí a mi siervo, a quien elegí; mi amado, en quien mi alma se complace. Haré descansar mi espíritu sobre él y anunciará el derecho a las gentes. 19 N o disputará ni gritará, nadie oirá su voz en las plazas. 2 0 La caña cascada no la que­brará y no apagará la mecha humeante hasta hacer triunfar el derecho; 2 I y en su nombre pondrán las naciones su es­peranza». *

L a c a l u m n i a d e los far iseos (Me 3,22-27)

2 2 Entonces le trajeron un endemonia­do ciego y mudo, y le curó, de suerte que el mundo hablaba y veía. * 2 3 Se maravillaron todas las muchedumbres y decían: ¿No será éste el Hijo de David? * 2 4 Pero los fariseos, que esto oyeron, di­jeron: Este no echa a los demonios sino por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios. * 25 Penetrando El sus pen­samientos, les dijo: Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o

1 5 Cede ante la violencia de sus enemigos porque no era llegada su hora. 2 1 Is 42,1-4. Es, sin duda, un pasaje mesiánico. 2 2 La posesión diabólica solía llevar consigo alguna enfermedad, la cual desaparecería luego de

echados los espíritus por el Señor. 2 3 Hijo de David equivale a Mesías (Mt 1,1). Estas expresiones populares muestran cuan vivas

estaban en aquellos días las esperanzas mesiánicas. 2 4 Era Belzebub el dios de Acarón, a quien por burla los judíos llamaban Beelzebul, señor del

estiérco . Los espíritus, aun después de perdida la gracia por el pecado, conservan su jerarquía, que tiene por base su perfección natural. Al jefe supremo de esa jerarquía le llamaban Beelzebub. Jesús, según ellos, tendría pacto con éste, y, en su virtud, los espíritus inferiores le estarían sujetos.

31 Es el pecado que directa y conscientemente va contra la Verdad. Como de ella ha de venir la •alud, el que la impugna se cierra a sí mismo la puerta de la salvación, y así resulta su pecado irremi­sible.

casa en sí dividida no subsistirá. 26 Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí; ¿cómo, pues, subsistirá su reino? 2 7 Y si yo arrojo a los demonios con el poder de Beelzebul, ¿con qué po­der los arrojan vuestros hijos? Por eso serán ellos vuestros jueces. 2 8 Mas si yo arrojo a los demonios con el espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vos­otros el reino de Dios. 2 9 ¿Pues cómo podrá entrar uno en la casa de un fuer­te y arrebatarle sus enseres si no logra primero sujetar al fuerte? Ya entonces podrá saquear su casa. 30 El que no está conmigo está contra mí, y el que conmi­go no recoge, desparrama.

L a b l a s f emia c o n t r a el E s p í r i t u S a n t o

(Me 3,28-30; 31 Por eso os digo: Todo pecado y

blasfemia les será perdonado a los hom­bres, pero la blasfemia contra el Espíri­tu no les será perdonada. * 32 Quien ha­blare contra el Hijo del hombre será perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero.

33 Si plantáis un árbol bueno, su fruto será bueno; pero si plantáis un árbol malo, su fruto será malo, porque el árbol por los frutos se conoce. 34 ¡Raza de ví­boras! ¿Cómo podéis vosotros decir co­sas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas; pero el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malas. 3 6 Y yo os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres habrán de dar cuenta el día del juicio. 37 Pues por tas palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado.

A m e n a z a c o n t r a la g e n e r a c i ó n a c t u a l

(Le 11,29-32) 3 8 Entonces le interpelaron algunos es­

cribas y fariseos, y le dijeron: Maestro, quisiéramos ver una señal tuya. 3 9 El, respondiendo, les dijo: La generación mala y adúltera busca una señal, pero

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SAN MATEO 12-13 101"

dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte. * 4 8 El, respon­diendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis herma­nos? 4 9 Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque quienquiera que hi­ciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

L a p a r á b o l a del s e m b r a d o r (Me 4,t-9; Le 8,4-8)

•I O ' Aquel día salió Jesús de casa y A O s e sentó junto al mar. 2 Se le acer­caron numerosas muchedumbres. El, su­biendo a una barca, se sentó, quedando las muchedumbres sobre la playa, 3 y E) les dijo muchas cosas en parábolas: Sa­lió un sembrador a sembrar, * 4 y de la simiente, parte cayó junto al camino, y viniendo las aves, la comieron. 5 Otra cayó en pedregoso, donde no había tie­rra, y luego brotó , porque la tierra era poco profunda; 6 pero levantándose el sol, la agostó, y como no tenía raíz, sel secó. 7 Otra cayó entre cardos, y los car- j dos crecieron y la ahogaron. 8 Otra cayól sobre tierra buena y dio fruto, una cien- ' to, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.

no le será dada más señal que la de Jonás el profeta. * 4 0 Porque como estu­vo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra. 4 1 Los ninivitas se le­vantarán el día del juicio contra esta generación y la condenarán, porque hi­cieron penitencia a la predicación de Jo­nás, y hay aquí algo más que Jonás. 4 2 La reina del Mediodía se levantará en juicio contra esta generación y la condenará, porque vino de los confines de la tierra para oir la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. 43 Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, discurre por lugares áridos, buscando re­poso, y no lo halla. 4 4 Entonces se dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y va y la encuentra vacía, barrida y compuesta. 4 5 Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él y, en­trando, habitan allí, viniendo a ser las postrimerías de aquel hombre peores que sus principios. Así será de esta genera­ción mala.

L o s p a r i e n t e s d e Jesús (Me 3,31-35; Le 8,19-21)

4<> Mientras El hablaba a la muchedum­bre, su madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle. * 4 7 Alguien le

39 La última señal que Jesús dará a los judíos de que es el Mesías será su resurrección. El que la rechace quedará en peor situación que antes, porque su resistencia a la verdad le habrá confirmado más en el mal.

46 Encontramos aquí por primera vez la mención de los hermanos de Jesús, a los que se alude, en Me 6,3; Jn 7,3; Act 1,14: 1 Cor 9,5. No han faltado herejes que, basándose en esta denominación, I hayan querido atacar la virginidad de María, suponiendo que ésta tuvo otros hijos además de Jesús. ] Para entender estos pasajes bíblicos debemos tener en cuenta que hermano en la Biblia tiene el sen- ; tido amplio de pariente, primo, sobrino, además del específico de hermano. La razón de esta ambi- I güedad radica en el hecho de que en hebreo y arameo no hay término equivalente para decir primo, ¡ y así el vocablo hebreo 'aj designa muchas veces al próximo pariente. Tenemos el caso clásico de ' Lot, al que se le llama hermano de Abraham (Gen 14,14), cuando en realidad era sobrino de éste, A Jacob se le llama hermano de Labán, y era también sobrino. Casos similares se leen en 1 Par 23. 21-22; 2 Re 10,13. P°t consiguiente, nada tiene de particular que en la catequesis primitiva aramaica se llamase a los parientes o primos de Jesús hermanos, y los traductores griegos traduzcan el vocablo semítico por hermanos (adelfas), como lo hicieron los LXX para el A. T. Por otra parte, nada en los relatos evangélicos sugiere que María, la madre de Jesús, tuviera otros hijos además de éste. Al contrario, todos los indicios prueban que María no los tuvo. Así, cuando Jesús fue hallado en el templo a los doce años de edad, aparece como Hijo único de María (Le 2,41). Los habitantes de Nazaret hablan del hijo de María (Me 6,3), lo que indica que no conocían otro. Por otra parte, jamás en ios Evangelios aparece la designación de hijos de María aplicado a los supuestos hermanos de Jesús. Además, debemos notar que los hermanos de Jesús aparecen en los Evangelios como ma­yores que Jesús en edad, pues se permiten aconsejarle sobre su misión (Jn 7,3.4) y tratan de orientar el ministerio de Jesús en beneficio propio (Me 3,21). Y, finalmente, otro indicio claro de que María no tenía otros hijos es que, al morir, Jesús confía su madre al cuidado de San Juan (Jn 19,26.27), lo que no es concebible si Jesús tuviera otros hermanos verdaderos. Supuestos estos datos, debemos concluir que los hermanos de Jesús son sus primos. Y pueden ser primos de Jesús por parte de su padre legal, José, o de María. Conocemos los nombres de estos hermanos de Jesús: Santiago, José, Simón y Judas (Mt 13,55; Me 6,3; Gal 1,19). Santiago aparece como hijo de María de Cleofás-Alfeo (Mt 27,56; Me 15,40; Jn 19,25; Mt 10,3). Ahora bien, María de Cleofás pudo ser hermana de la Virgen o de San José, o bien Cleofás pudo ser hermano de San José (es la opinión de Hegesipo, obispo palestino del s.n). En todo caso vemos que eran primos de Jesús.

4 7 Los parientes, que no creían en El (Jn 7,5), antes pensaban que estaba fuera de sí (Me 3,21), vienen para reducirle a casa. Jesús se aprovecha de la ocasión para poner de relieve el orden divino sobre el humano. No hemos de atribuir a la Madre los mismos sentimientos por el hecho de que acompañara a los parientes. Iban en busca de ¿u Jesús y no podía permanecer indiferente. •I O 3_ San Mateo, siguiendo su método, reúne aquí un grupo de parábolas cuyo tema es el miste-1 *-* rio del reino de Dios. No estando el pueblo en condiciones de recibir la verdad desnuda sobre

1017 SAN MATEO 13

R a z ó n d e la parábola (Me 4,10-12: Le 8,9-10)

10 Acercándosele los discípulos, le di­jeron: ¿Por qué les hablas en parábo­las? 11 Y les respondió diciendo: A vos­otros os ha sido dado conocer los mis­terios del reino de los cielos; pero a ésos, no. 12 Porque al que tiene, se le dará más y abundará ; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. 13 Por esto les hablo en parábolas, por­que viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden; 14 y se cumple con ellos la profecía de Isaías, que dice:

«Cierto oiréis y no entenderéis, veréis y no conoceréis. * l s Porque se ha endu­recido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oir con sus oídos, y para no entender en su corazón y convertirse, que yo los curaría». *

16 ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! n Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotro? veis, y no lo vieron, y oir lo que vosotros OÍS, y no lo oyeron.

E x p l i c a c i ó n d e la p a r á b o l a (Me 4,13-20; Le 8,11-15)

18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador. * 19 A quien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malig­no y le arrebata lo que se había sembra­do en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. 2 0 Lo sembrado en te­rreno pedregoso es el que oye la palabra y desde luego la recibe con alegría;2 1 pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble, y en cuanto se levanta una tor­menta o persecución a causa de la pala­bra, al instante se escandaliza. 2 2 Lo sem­brado entre espinas es el que oye la pa­labra; pero los cuidados del siglo y la

seducción de las riquezas ahogan la pa­labra y queda sin dar fruto. 23 Lo sem­brado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta, o t ro treinta.

L a p a r á b o l a d e la c izaña 2 4 Les propuso otra parábola, dicien­

d o : Es semejante el reino de los cielos a uno que sembró en su campo semilla buena. * 25 Pero mientras su gente dor­mía, vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo y se fue. 2 6 Cuando creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña. 2 7 Acercándose los criados al amo, le dijeron: Señor, ¿no has sembra­do semilla buena en tu campo? ¿De dón­de viene, pues, que haya cizaña? 2 8 Y él les contestó: Eso es obra de un enemigo. Dijéronle: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? 2 ' Y les dijo: No , no sea que, al querer arrancar la cizaña, arran­quéis con ella el trigo. 30 Dejad que am­bos crezcan hasta la siega; y al t iempo de la siega diré a los segadores: Coged primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, y al trigo recogedlo para en­cerrarlo en el granero.

E l g r a n o d e m o s t a z a (Me 4,30-33; Le 13,18-19)

31 Otra parábola les propuso, dicien­do : Es semejante el reino de los cielos a un grano de mostaza que toma uno y lo siembra en campo; * 32 y c o n s e r i a m ¿ s pequeña de todas las semillas, cuando ha crecido es la más grande de todas las hortalizas y llega a hacerse un árbol, de suerte que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas.

E l f e r m e n t o 33 Otra parábola les dijo: Es semejante

el reino de los cielos al fermento que una mujer toma y lo pone en tres medidas

este misterio, a causa de sus prejuicios mesiánicos, el Señor le presenta la verdad en forma velada, para que poco a poco la vaya percibiendo. Esto siempre seria mejor que negársela del todo. Les da' el pan de la verdad como lo pueden recibir (Me 4,33).

14 Hasta cinco veces se cita este texto en los Evangelios y en los Actos (28,26). El profeta fue enviado por Dios a predicar al pueblo y, cierto, para que su palabra le reportase la salud; pero a causa de la malicia del pueblo, el ministerio del profeta le iba a ser ocasión de mayor mal. Tal ocurría a los judíos por su oposición a la verdad, que brillaba en la predicación de Jesús y de los apóstoles.

15 ls 6,9 ss. 18 La suma de esta parábola, un tanto alegorizada por el Salvador, es que el fruto de la palabra

del reino depende de las condiciones morales de cada uno. Contrasta esta doctrina con las preten­siones judias de que el reino de los cielos era cosa asegurada para 'os hijos de Abraham según la carne.

24 Contra la concepción, apoyada en la interpretación de algunas descripciones ideales de los profetas, de que el reino de Dios no admitiría más que justos, la parábola nos muestra que durante su etapa terrena habrá en él buenos y malos.

31 Pone esta parábola de relieve la oposición entre la humildad del reino de Dios en sus orígenes y su futura grandeza. Cúmplese esto en el fundador del reino, Jesucristo, en su vida terrestre tan humilde, y su exaltación gloriosa en el cielo; también en los hijos del reino, abatidos en esta vida como su Maestro, y con El glorificados en el cielo; y se cumple también en la Iglesia, pequeña y perseguida en sus orígenes y grande a medida que van pasando los siglos.

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SAN HATEO 13-14 1018

de harina hasta que todo fermenta. 3 4 T o -das estas cosas dijo Jesús en parábolas a las muchedumbres, y no lee hablal»» nada sm parábolas, 3S para que se cumpliera el anuncio del probeta, que dice:

« Abriré en parábolas mi boca, decla­raré las cosas ocultas desde la creación». *

3 6 Entonces, dejando a la muchedum­bre, se vino a casa, y sus discípulos se le acercaron, diciéndole: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 El, respondiendo, dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 3 8 el campo es el mundo ; la buena se­milla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del maligno; 3 ' e l enemigo que la siembra es el diablo; la siega es la consumación del mundo ; los segado­res son los ángeles, 4 0 a la manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será en la consumación del mundo. 41 Enviará el Hijo del hombre a

sus ángeles y reco­gerán de su reino to­dos los escándalos y a todos los obrado­res de iniquidad, 4 2 y los arrojarán en el horno de fuego, don­de habrá llanto y c r u j i r de dientes.

4 3 Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que ten­ga oídos, que oiga.

E l t e s o r o y la p e r l a 4 4 Es semejante el reino de los cielos

a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta y, lle­no de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo. * 4 5 Es también se­mejante el reino de los cielos a un mer­cader que busca preciosas perlas, 4 6 y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra.

L a r e d

"7 Es también semejante el reino de los cielos a una red barredera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte, * 4 8 y llena, la sacan sobre la pla-

Seah hebreo

ya, y sentándose, recogen los peces bue­nos en canastos, y los malos los tiran. 4 9 Asi será a la ceauumación del mundo : salsifí» los ángeles y separarán a los ma­los de los justos, 50 y los arrojarán al horno de fuego; allí habrá llanto y crujir de dientes. 51 ¿Habéis entendido todo es­to? Respondiéronle: Sí. 52 Y les dijo: Asi, todo escriba instruido en la doctrina del reino de los cielos es como el amo de casa, que de su tesoro saca lo nuevo y lo añejo.

J e s ú s e n N a z a r e t (Me 6,1-6; Le 4,16-30)

53 Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó de allí, 54 y viniendo a su tierra, enseñaba en la sinagoga, de manera que, admirados, se decían: ¿De dónde le vienen a éste tal sabiduría y tales prodigios? 53 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? * 5 6 Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? 5 7 Y se escan­dalizaban en El. Jesús les dijo: Sólo en su patria y en su casa es menospreciado el profeta. 5 8 Y no hizo allí muchos mi­lagros por su incredulidad.

J u i c i o d e H e r o d e s s o b r e J e s ú s y m u e r t e de l B a u t i s t a

(Me 6,14-29; Le 9,7-9)

•1 4 ! Por aquel tiempo llegaron a He -A T> rodes el tetrarca noticias acerca de Jesús, * 2 y dijo a sus servidores: Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso obra en él un poder milagroso. * 3 Es de saber que Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cár­cel por causa de Herodias, la mujer de Filipo, su hermano; * 4 pues Juan le de­cía : N o te es lícito tenerla. 5 Quiso ma­tarle, pero tuvo miedo de la muchedum­bre, que le tenía por profeta. 6 Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodias ante todos, 7 y tanto gustó a Herodes, que con juramento le prome-

35 Sal 78,2. 4 4 Estas dos parábolas manifiestan el valor del reino, de la gracia, de la vida eterna, por cuya

adquisición se deben sacrificar todas las cosas temporales. 4 7 Esta parábola, igual que la de la cizaña, es escatológica y tiene el mismo sentido que ella, a

faber: que sólo después del juicio final, en su etapa ultraterrena, se realizarán los vaticinios de los profetas, que excluyen del reino a los pecadores.

55 Jesús pasaba por hijo de José, ya que el misterio de su concepción virginal estaba aún velado por e! secreto. Los hermanos y hermanas de que nos hablan con frecuencia los autores sagrados son parientes cercanos, primos carnales por parte de la Madre o de San José.

1 A l Este Herodes era hijo del matador de los Inocentes y hermano de Arquelao (Mt 2,13 ss. 22). * 2 Vuelto del otro mundo, vendría investido de poderes extraordinarios para hacer milagros.

Tal era el juicio de Herodes Antipas y de otjfbs más (Mt 16,14). 3 Este no había tenido parte en la herencia paterna, y así vivía como privado. Su mujer, ambi­

ciosa de figurar, le dejó para irse con el cuñado, que gozaba título de rey.

1019 SAN MATEO 14-15

tió darle cuanto le pidiera, 8 y ella, in­ducida por su madre: Dame—le dijo—, aquí, en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. ' El rey se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los convidados ordenó dárse la , l 0 y man­dó degollar en la cárcel a Juan el Bautis­ta, " cuya cabeza fue traída en una ban­deja y dada a la joven, que se la llevó a su madre. I 2 Vinieron sus discípulos, tomaron el cadáver y lo sepultaron, yen­do luego a anunciárselo a Jesús.

P r i m e r a m u l t i p l i c a c i ó n d e los p a n e s (Me 6,30-44; Le 9,10-17; Jn 6,1-15)

I3 A esta noticia, Jesús se alejó de allí en una barca a un lugar desierto y apar­tado, y habiéndolo oído las muchedum­bres, le siguieron a pie desde las ciuda­des. 14 Al desembarcar vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ella, y curó a todos sus enfermos. 15 Llegada la tarde, se le acercaron los discípulos, diciéndole: El lugar es desierto y es ya ta rde; despide, pues, a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y se compren alimentos, t* Jesús les dijo: N o nay por qué se vayan; dadles vosotros de comer. 1 7 Pero ellos le respondieron: N o tene­mos aquí sino cinco panes y dos peces. 1 8 El les dijo: Traédmelos acá. 19 Y man­dando a la muchedumbre que s& recos­tara sobre la hierba, tomó los cinco pa­nes y los dos peces y,' alzando los ojos al cielo, bendijo y /pa r t ió los panes y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre. 2 0 Y comieron todos y se saciaron, y recogieron de los fragmentos sobrantes doce cestos llenos, * 21 siendo los que habían comido unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. \

J e s ú s a n d a s o b r e las a g u a s de l l a g o (Me 6,45-52; Jo 6,16-21)

2 2 Mandó luego a los discípulos subir en la barca y precederle a la otra orilla, mientras El despedía a la muchedumbre. 2 3 Una vez que la despidió, subió a un monte apartado para orar, y llegada la noche, estaba allí solo. 2 4 La barca esta­ba ya en medio del mar, agitada por las olas, pues el viento le era contrario. 2 5 En la cuarta vigilia de la noche vino a ellos I

andando sobre el mar. 26 En viéndole ellos andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma. Y de miedo comenzaron a gritar. 2 7 P e r o al instante les habló, diciendo: Tened confianza, soy yo ; no temáis. 28 Tomando Pedro la pa­labra, dijo: Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas. 2 9 El dijo: Ven. Bajando de la barca, anduvo Pedro so­bre las aguas y vino hacia Jesús. 30 Pero, viendo el viento fuerte, temió, y comen­zando a hundirse, gritó: Señor, sálvame. 3i Al instante Jesús le tendió la mano y le cogió, diciéndole: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? 3 2 Y subiendo a la barca, se calmó el viento. 33 Los que en ella estaban se postraron ante El, di­ciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo d s Dios.

C u r a c i o n e s d e J e s ú s e n G e n e s a r e t (Me 6,53-56)

3 4 Terminada la travesía vinieron a la región de Genesaret , 3 5 y reconociéndole los hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le pre­sentaron todos los enfermos, 3 6 suplicán­dole que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido, y todos los que le toca­ban quedaban sanos.

E n s e ñ a n z a s o b r e la p u r e z a e x t e r i o r y la i n t e r i o r

(Me 7,1-23) 1 E ' Entonces se acercaron a Jesús * í * fariseos y escribas venidos de Je-rusalén, diciendo: 2 ¿Por qué tus discí­pulos traspasan la tradición de los ancia­nos, pues no se lavan las manos cuando comen?* 3 El respondió y les dijo! ¿Por qué traspasáis vosotros el precepto de Dios por vuestras tradiciones? 4 Pues Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldijere a su padre o a su madre sea muerto. * 5 Pero vosotros decís: Si alguno dijere a su padre o a su madre : «Cuanto de mí pudiere aprovecharte, sea ofrenda», 6 ése no tiene que honrar a su padre; y habéis anulado la palabra de Dios por vuestra tradición. * 7 ¡Hipócri­tas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuan­do dijo:

8 «Este pueblo me honra con los la­bios, pero su corazón está lejos de mí ;

20 Es la primera multiplicación de los panes realizada por Jesús. Con ella mostró su corazón misericordioso y su poder sobre la naturaleza. En las catacumbas romanas se la reproduce con fre­cuencia como símbolo de la Eucaristía.

I ff 2 Los fariseos daban importancia a la limpieza legal, anteponiéndola en muchos cas^s a la ^ pureza del alma. De esto los reprende Jesús, enseñándoles a buscar más bien la pureza del

corazón que la del cuerpo. 4 Ex 20,12; 21,17. 6 Un mal hijo, para ahorrarse los gastos de socorrer a sus padres, declara ofrecido a Dios lo

que de él pudieran llegar a necesitar. Los escribas dan por válida esa ofrenda, que ni siquiera se cumple en obsequio de Dios. Era la mayor falta de sentido moral que podía darse.

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SAN MATEO 15-16 1020 9 en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos». *

10 Y llamando a sí a la muchedumbre, les dijo: Oid y entended: u N o es lo que entra por la boca lo que hace impuro al hombre ; pero lo que sale de la boca, eso es lo que al hombre le hace impuro. 12 Entonces se le acercaron los discípu­los y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos al oírte se han escandalizado? 13 Respon­dióles y dijo: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial será arran­cada. 14 Dejadlos, son guías ciegos; si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la h o y a . i 5 Tomando Pedro la palabra, le dijo: Explícanos esa parábola. 16 Dijo El : ¿Tampoco vosotros entendéis? 17 ¿No comprendéis que lo que entra por la boca va al vientre y acaba en el seceso? lg Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso hace impuro al hom­bre. " Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. 20 Esto es lo que hace impuro al hom­bre ; pero comer sin lavarse las manos, eso no hace impuro al hombre.

L a m u j e r c a n a n e a (Me 7,24-3°)

2 t Saliendo de allí Jesús, se retiró a los términos de Tiro y de Sidón. 2 2 Una mu­jer cananea de aquellos lugares comenzó a gritar, diciendo: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es mala­mente atormentada del demonio. 23 Pero El no le contestaba palabra. Los discí­pulos se le acercaron y le rogaron, di­ciendo: Despídela, pues viene gritando detrás de noso t ros . 2 4 El respondió y dijo: N o he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. * 2 5 Mas ella, acercándose, se postró ante El, diciendo: ¡Señor, socórreme! 2 6 Contestó El y dijo: N o es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos. 2 7 Mas ella dijo: Cierto, Señor, pero también los pe­rrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. 2 8 Entonces Jesús le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres. Y desde aquella hora quedó curada su hija. *

C u r a c i o n e s j u n t o al m a r d e G a l i l e a

(Me 7,31-37) 2 9 Part iendo de allí, vino Jesús cerca

del mar de Galilea, y subiendo a una

M

montaña se sentó allí. * 30 Se le acercó una gran muchedumbre, en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros, que se echaron a sus pies, y los curó. 51 La muchedumbre se maravillaba viendo que hablaban los mudos, los man­cos sanaban, los cojos andaban y veían los ciegos. Y glorificaban al Dios de Israel.

S e g u n d a m u l t i p l i c a c i ó n d e los p a n e s (Me 8,i-io)

3 2 Jesús llamó a sí a sus discípulos y dijo: Tengo compasión de la muchedum­bre, porque ha ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; no quie­ro despedirlos ayunos, no sea que des­fallezcan en el camino. 33 Los discípulos le contestaron: ¿De dónde vamos a sacar en el desierto tantos panes para saciar a tanta muchedumbre? 3 4Díjoles Jesús: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete y algunos pececillos. 35 Y mandan­do a la muchedumbre que se recostara en tierra, 3 6 tomó los siete panes y los peces, y dando gracias, los partió y se los dio a los discípulos, y éstos a la mu­chedumbre. 37 Y comieron todos y se sa­ciaron, y se recogieron de los pedazos que quedaron siete espuertas l lenas.3 8 Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 3S> Y despidiendo a la muchedumbre, subió a la barca y vino a los confines de Magadán.

L a p e t i c i ó n d e u n a s e ñ a l de l c ie lo

(Me 8,11-13) 1 fi ' Se le acercaron fariseos y sadu-• 1 " ceos para tentarle, y le rogaron que les mostrara una señal del cielo. 2 El, respondiendo, les dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo, si el cielo está arre­bolado. 3 Y a la mañana : Hoy habrá tempestad, si en el cielo hay arreboles obscuros. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis discernir las seña­les de los tiempos. * Esta generación mala y adúltera busca una señal, mas no se le dará sino la señal de Jonás. Y deján­dolos, se fue.

L a l e v a d u r a d e los far iseos (Me 8,14-21)

5 Yendo los discípulos a la otra ribera, se olvidaron de tomar pan. 6 Jesús les dijo: Ved bien de guardaros del fermen­to de los fariseos y saduceos. 7 Ellos pen-

9 Is 29,13. 24 Concuerda con la instrucción de 10,5, y esto muestra que, en su viaje a Tiro y Sidón, Jesús

iba en busca de los judíos que moraban fuera de los límites de ia Palestina, no a evangelizar a los gentiles, misión que reservaba a los apóstoles para después de su pasión (Jn 12,20 ss.).

28 Caso semejante al del centurión, que también mereció de Jesús un elogio parecido (8,10 s.). 2 9 El mar de Galilea, por otro nombre lago de Genesaret, tantas veces mencionado en los evan­

gelios como teatro d: la actividad apostólica del Salvador.

1021 SAN MATEO 16

cipulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?* 14 Ellos contes. t a ron : Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elias; otros, que Jeremías u ot ro de los profetas. " Y El les dijo: Y vos­otros, ¿quién decís que soy? i 6 Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. * 17 y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventura­do tú, Simón Bar Joña, porque no es la carne ni la sangre quien eso te ha re­velado, sino mi Padre, que está en l o s

cielos. * i 8 Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré y 0

mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. * 19 Y o te daré las llaves del reino de los cielos, y cuan­to atares en la tierra será a tado en los cielos y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos. 2 0 Entonces

saban entre si y se decían: Es porque no hemos traído pan. 8 Conociéndolo Je­sús, dijo: ¿Qué pensamientos son los vues­tros, hombres de poca fe? ¿Que no te­néis pan? 9 ¿Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres y cuántas espuer­tas recogisteis? i ' N i de los siete panes para los cuatro mil hombres y cuántos canastos recogisteis? » ¿Cómo no habéis entendido que no hablaba del pan? Guar­daos, os digo, del fermento de los fari­seos y saduceos. i 2 Entonces cayeron en la cuenta de que no les había dicho que se guardasen del fermento del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

L a con fes ión d e P e d r o (Me 8 27-30; Le 9 18-21)

13 Viniendo Jesús a los términos de Cesárea de Filipo, preguntó a sus dis-

•I fi '3 Esta Cesárea se halla al pie del Hermón y próxima a una de4ás fuentes del Jordán. Su • " antiguo nombre era Paneas, hoy Banias, restaurada por el tetrarca Filipo, hermano de H¿ r o

des. La ciudad fue llamada Cesárea de Filipo; lo primero, en honor del César, y lo segundo, de! nombre de su fundador y para distinguirla de otras tantas Cesáreas que existían.

16 Esto es, tú eres el Mesías esperado por Isj-ael; pero, además, el Hijo de Dios vivo. Lo primero no implicaba lo segundo a juicio de los israelitas, los cuales estaban tan lejos de alcanzar este misterio que por confesarlo juzgaron blasfemo a Jesús y lo declararon reo de tnuerte (26,63 ss.). '

1 7 El juicio expresado por Pedro en nombre de los doce no fue dictado por sentimientos huma nos ni prejuicios israelitas, sino por el mismo Padre celestial, que había dado a Pedro el conocimiento de este misterio. Tales palabras nos dan la norma para entender rectamente la respuesta de Pedro

18.20 Este texto es de suma importancia dogmática, puesto que en él se basa la superioridad jerárquica de San Pedro sobre los demás apóstoles y la constitución monárquica de la Iglesia cris-tiana. Para desvirtuar la fuerza probativa de este texto, algunos autores han dudado de su autentica dad crítica; pero se da el caso que no falta en ninguno de los códices más antiguos ni-£Q_las antiguas versiones. Por tanto, su autenticidad crítica está sólidamente fundada. Por otra parte, las palabras de Cristo tienen un marcado sello semítico muy difícil de falsificar. Jesús pregunta a sus discípulo, por la opinión que tienen de él las gentes, y la propia de ellos. En nombre de todos, llevado de su espontaneidad, responde Pedro confesando la divinidad de Cristo, El Maestro quería hacerles ver quién era, y ellos, por sus obras maravillosas y sus palabras de vida eterna, le consideran de una categoría sobrehumana. Cristo dice a Pedro que semejante confesión proviene de Dios, y, pQ r tanto, puede considerarse privilegiado, ya que va a desempeñar una función clave en el nuevo reino que va a fundar: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Sabemos por Jn 1,42 qUe Jesús había cambiado misteriosamente el nombre de Simón en Pedro (Kefas) cuando éste se le pre­sentó por primera vez. El evangelista no da explicación de este sorprendente cambio. Es en Mt 16,18 donde se da razón de ello. Cristo, al verlo por primera vez, le destinaba ya para ser el fundamento de su «Iglesia», y ahora lo declara solemnemente. En la comunidad primitiva cristiana se le llamará «Cefas», palabra aramea (Kefas), que significa «piedra», aludiendo a su misión de piedra angular de la Iglesia. En efecto, Cristo declara que el edificio de su Iglesia (que en el v.19 se identifica con el «reino de los cielos») se asentará sobre la persona de Pedro como sobre «roca» inconmovible, de tal forma que las «puertas del infierno no prevalecerán sobre ella»; es decir, el poder del mal (la expre­sión «puertas» en el lenguaje bíblico es sinónima de la ciudad que la guardan, y también de los pode­res judiciales de la misma, que declaraban sus sentencias a la «puerta» de la ciudad) no podrá echar abajo el edificio de la Iglesia, asentada sobre la «roca» de Pedro. Cristo presenta aquí en lucha a su reino naciente y al «poder de las tinieblas», o «infierno», de donde salen todas las maquinaciones contra su obra Cristo, en toda su predicación, se considera como el debelador del reino del pecado (Jn 8, 41-44), de Satán, al que ve cayendo del cielo como un rayo. Ahora asegura que la Iglesia por El fun­dada no cederá ante los ataques del «infierno». Y con una nueva metáfora, muy semítica, asigna una nueva misión a Pedro, establecido como «roca» del edificio. Será el «llavero» del «reino de los cielos», el encargado oficial de abrir y cerrar las puertas del reino, en tal forma que «cuanto atare en la tierra será atado en el cielo y cuanto desatare en la tierra será desatado en el cielo». Los verbos atar y desatar son dos metáforas clásicas en la doctrina rabínica y equivalen a prohibir y permitir. En el lenguaje técnico actual corresponderán estos dos actos a la determinación de lo lícito o ilícito en materias no determinadas por la ley divina, es decir, la potestad de legislar y de interpretar la misma ley divina, ya que a Pedro se le sitúa como arbitro supremo y definitivo. En 18,18 se confiere también a los demás apóstoles la potestad de «atar» y «desatar»; pero aquí enfáticamente y de un modo especial se confiere a Pedro, lo que indica que le confiere especiales poderes para mantener la fortaleza de la Iglesia de Cristo asentada sobre la «roca» de Pedro. Cristo en su enseñanza lanza los grandes principios, que después se concretan históricamente en formulaciones jurídico-dogmá-ticas más claras. Cristo volverá a aludir a esta situación privilegiada de Pedro en su Iglesia al nom­brarle «Pastor» de sus «corderos» (Jn 21,15-17)- De hecho sabemos que, en los Evangelios, Pedro

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SAN MATEO 16-17 1022 los pres«nt»s que no gustarán la muert" antes de haber visto al Hijo del h o m b í e

venir en su reino. *

L a t r a n s f i g u r a c i ó n (Me 9,1-12; Le 9,28-36)

n i Seis días después tomó Jesús 9

Pedro, a Santiago y a Juan, s» hermano, y los llevó aparte, a un mont<f alto. 2 Y se transfiguró ante ellos; bril l" su rostro como el sol y sus vestidos Se

ordenó a los discípulos que a nadie di­jeran que El era el Mesías.

P r i m e r a n u n c i o d e la p a s i ó n (Me 8,31-39; Le 9,22-27)

2 1 Desde entonces comenzó Jesús a ma­nifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de par­te de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar. 2 2 Pe­dro, tomándole aparte, se puso a amo­nestarle, diciendo: N o quiera Dios, Se­ñor, que esto suceda. * Pero 2> El, volvién­dose, dijo a Pedro; Retírate de mí, Sa­tanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

C o n d i c i o n e s p a r a s e g u i r a J e s ú s 2 4 Entonces dijo Jesús a sus discípu­

los: El que quiera venir en pos de mí, niegúese a sí mismo y tome su cruz y sígame. * 2 5 Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará. 2 6 Y ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pier­de su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? 27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. 2 8 En verdad os digo que hay algunos entre

aparece siempre destacado sobre los demás apóstoles. Así es nombrado siempre el primero en la lista de los apóstoles (Mt 3,16; Mt 10,2; Le 6,14; Act 1,13) Encontramos expresiones como éstas: «Pedro y sus gentes» (Me 1,36; Le 9,32; 8,45). El ángel dice a las mujeres que visitan el sepulcro de Cristo: «Id a decir a sus discípulos y a Pedro que Jesús os precederá en Galilea» (Me 16,7). Pedro responde a Jesús en nombre de los discípulos (Me 8,29). Es el portavoz habitual de éstos en sus relaciones con el Maestro; en la transfiguración es Pedro el que propone levantar tres tiendas (Me 9 5); Pedro pregunta en nombre de todos cuántas veces deben perdonar (Mt 18,21), y en nombre de todos pide a Jesús que explique la parábola (Le 12,41); los encargados de percibir tributos se dirigen a Pedro como la persona más representativa del grupo para que pregunte a Jesús si ellos han de pagar el tributo, y es Pedro el que recoge la moneda del pez para pagarlo (Mt 17,24). Este puesto director de Pedro es mantenido después de la desaparición de Cristo; asi, es el que propone elegir a un nuevo apóstol para sustituir a Judas (Act 1,15-26); en nombre de los Doce toma la palabra el día de Pentecostés (Act 2,38-40), y en nombre de todos se dirige a los judíos (Act 2,38-40); habla en nombre de todos a los magistrados (Act 4,8-12) y recibe al primer gentil (Cornelio) (Act 10); y en el concilio de Jerusalén habla Pedro para dictaminar que la ley mosaica no obliga a los cristianos (Act 15,7-11); y Santiago se levanta para adherirse a la decisión de Pedro (Act 15,13-20). San Pabl0 dice a los gálatas que fué a entrevistarse con Pedro para tratar de su doctrina (Gal 1,18). Reconoce pues, la autoridad suprema de Pedro. Está así claro cómo la Iglesia primitiva interpretó la promesa de Cristo a Pedro como la colación de unos poderes excepcionales que no eran compartidos por lo s otros apóstoles. Pedro es, pues, la «roca» sobre la que se asienta la Iglesia como comunidad social, y lo que da estabilidad y firmeza a una sociedad es la «autoridad»; por eso las palabras de Cris^ aluden a la futura «autoridad» suprema de Pedro, garantía de permanencia de la nueva sociedad espiritual.

2 2 Los discípulos no pueden concebir al Mesías e Hijo de Dios si no es rodeado de gloria; ei misterio de la cruz no lo entenderán hasta después de la resurrección del Maestro.

24 Este misterio de la cruz se convierte en norma general de vida para los discípulos de JesúSi Todos tendrán que abracarse con la cruz y llevarla hasta morir en ella, como el Salvador.

2 8 Este versículo, que se lee también en Me 9,1 y en Le 9,27, no está ligado a lo que precede La venida de que aquí se habla no es la última, a juzgar al mundo, sino otra próxima, a juzgar ^ Israel, la cual tendrá gran influencia en el desarrollo de la Iglesia entre los gentiles. •f "7 2 Fue una verdadera glorificación de su cuerpo, aunque momentánea, para alentar a 10 ' * discípulos a sufrir el tscándalo de la pasión.

3 Moisés y Elias son los representantes de la Ley y de los Profetas, que vienen a dar testimonia de Jesús (Ap 11,3 ss.).

5 Como en el bautismo de Jesús, habla efPadre para confirmar la fe de los discípulos, segtw dice San Pedro (2 Pe 1,18).

Tetradracma ática

volvieron blancos como la luz. * 3 Y se les aparecieron Moisés y Elias hablando con El. * 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres t iendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elias. 5 Aún estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle. * 6 Al oiría,

1023 SAN MATEO 17-18

los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor. 7 Jesús se acercó, y tocándolos dij»: LevaaMcs, • • temáis. 8 Alzando «líos les «jos, «o vie­ron a nadie, sino sólo a Je i i s . ' AI l»«j*r del monte les mandó Jesús, diciendo: N o deis a conocer a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. I 0 Le preguntaron los discípulos: ¿Cómo, jmes, dicen los escribas que Elias tiene que venir prime­r o ? * lí El respondió: Elias, en verdad, está para llegar, y restablecerá todo. 12 Sin embargo, yo os digo: Elias ha venido ya, y no le reconocieron; antes hicieron con él lo que quisieron; de la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. 13 Enton­ces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

C u r a c i ó n de l n i ñ o e n d e m o n i a d o (Me 9,13-28; Le 9,37-43)

1 4 Al llegar ellos a la muchedumbre, se le acercó un hombre, y doblando la ro­dilla, I 5 le dijo: Señor, ten piedad de mi hijo, que está lunático y padece mucho; porque con frecuencia cae en el fuego y muchas veces en el agua; 1* le presenté a tus discípulos, mas no han podido cu­rar le .* ' ' J e s ú s respondió: ¡Oh genera­ción incrédula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? Traédmelo acá. * I S E increpó al demonio, que salió, quedando curado el niflo desde aquella hora.

19 Entonces se acercaron los discípulos a Jesús y aparte le preguntaron: ¿Cómo es que nosotros no hemos podido arro­jarle? 2 0 Díjoles : Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte : Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible. 2l Ésta especie no puede ser lanzada sino por la oración y el ayuno. *

S e g u n d o a n u n c i o d e la p a s i ó n (Me 9,29-31; Le 9,44-45)

2 2 Estando reunidos en Galilea, díjoles Jesús: El Hijo del hombre tiene que ser

entregado en manos de los hombres , 2 3 que le matarán, y al tercer día resucitará. Y S Í piaeieron rany tristes. *

E l t r i b u t o de l t e m p l o 2 4 Entrando en Cafarnaúm, se acerca.

ron a Pedro los perceptores de la didrac-ma y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga la didracma? * 2 5 Y él respondió: Cierto que sí. Cuando iba a entrar en casa, le salió Jesús al paso y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran censos y tributos? ¿De sus hijos o de los extraños? 26 Contestó él: De los extraños. Y le dijo Jesús: Luego los hijos son libres. 2 7 Mas para no escan­dalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrefé la boca, y en ella hallarás un estater/; tó­malo y dalo por mí y por ti. |

£ 1 m á s g r a n d e e n el r e i n o d e los cielos (Me 9,33-36; Le 9,46-48)

•I Q 1 En aquel momento se acercaron •*• O los discípulos a Jesús diciendo* ¿Quién será el más grande en el reino d e x los cielos? 2 El, llamando a sí a un niño, le puso en medio de ellos 3 y dijo: En verdad os digo, si no os volvieras y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Pues el que se hu­millare hasta hacerse como un niño ds éstos, ése será el más grande en el reino de los cielos, 5 y el que por mí recibiere a un niño como éste, a mí me recibe; * y al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le va­liera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar. 7 ¡Ay del mundo por los escán­dalos! Porque no puede menos de haber escándalos; pero ¡ay de aquel por quien viniere el sscándalo!

Sacr i f ic io q u e i m p o n e el d e b e r d e e v i t a r el e s c á n d a l o

(Me 9,46-47) 8 Si tu mano o tu pie te escandaliza,

córtatelo y échalo de ti, que mejor te es entrar en la vida manco o cojo que con manos o pies ser arrojado al fuego eter-

10 La desaparición misteriosa de Elias, narrada en 2 Re 2,1 ss., dio origen a muchas cavilaciones sobre su persona y su destino; entre otras, qu^ vendría a ungir al Mesías y presentarle a Israel. Jesús dice que ese Elias fue el Bautista, de quien los escribas ningún caso hicieron, y esta interpreta­ción debe acabar con todas las demás.

16 Según el relato, se trata de una verdadera posesión diabólica, que llevaba consigo la epilepsia. 17 Parece como si el misterio de la transfiguración hiciera sentir más a Jesús las miserias morales

de la generación con quien vivía y desear más la vuelta al Padre. 2 1 Este versículo se halla omitido en muchos códices y versiones y se supone procedente de

Me 9,29. _ . 2 3 Los discípulos no pueden acomodarse a la idea de la pasión. Esta idea no cabía dentro del

cuadro de su concepción mesiánica. 2 4 Era el tributo que todo israelita cabeza de familia debía pagar para sostenimiento del tem­

plo y de su culto, conforme lo había establecido Nehemías (10,32).

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SAN MATEO 18 1024

no. * 9 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y échalo de ti; que más te vale entrar con un solo ojo en la vida que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna de fuego.

Dignidad de los niños 10 Mirad que no despreciéis a uno de

esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos. * 11 Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo perdido. *

La oveja descarriada (Le 15,4-7)

12 ¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se le extravia una, ¿no dejará en el monte las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada? 13 Y si logra ha­llarla, cierto que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían ext raviado. 1 4 Así os digo: En ver­dad que no es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda ni uno solo de estos pequefluelos.

L a c o r r e c c i ó n f r a t e r n a

15 Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu he rmano . 1 6 Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado

1 0 8 Siendo el escándalo pecado tan grave, es preciso soportar cualquier sacrificio antes que 0 cometerlo. La salud del alma, propia o ajena, está antes que todas las cosas temporales.

1° Cuánta sea la dignidad de estos pequeñuelos, se colegirá de este hecho: que Dios tienee nco-mendada su custodia a los ángeles, sus cortesanos (cf. Sal 91,11).

11 El versículo II falta en muchos códices; acaso procede de Le 19,10. 1 7 P01 segunda vez aparece la Iglesia en labios de Jesús como sociedad organizada, y aquí con

poder para juzgar a sus hijos. 18 En el conjunto de enseñanzas dadas por Cristo sobre la naturaleza e Índole de su «reino», el

evangelista coloca aquí la solemne declaración de que los apóstoles están constituidos jerárquica­mente para decidir la admisión o expulsión de los miembros de su «reino». Así, respecto del contu­maz que no quiere corregirse después de haberle reprendido a solas y de haberlo llamado al orden ante testigos, enseña que debe ser llevado, en última instancia, ante el tribunal de la «Iglesia», o socie­dad de fieles cristianos presidida por un tribunal jurídico para decidir en los casos concretos, exacta­mente como se hacía en la Sinagoga^ la expulsión del pecador (v. 17). Aquí se trata, pues, de una potes­tad coactiva. Y el Maestro señala quiénes han de ser los que constituyan este tribunal superior que de­cida con autoridad jurídica ante casos similares: «cuanto atareis en la tierra, será atado en el cielo, y cuanto desatareis en latierra, será desatado en el cielo» (v.18). Los términos atar y desatar tienen un sentido jurídico en la literatura rabínica de los tiempos de Cristo, y equivalen a prohibir y permitir, res­pectivamente, en el orden moral. Este mismo poder omnímodo es conferido a Pedro (16,18), pero de un modo especial como «roca» de la Iglesia y «Pastor» supremo de las almas (Jn 21,15-17). Vemos cómo Cristo concibe a su Iglesia jerárquicamente organizada: elige a los doce apóstoles (Le 6,12-13) como levadura en el nuevo reino; son la «sal de la tierra» y la «luz del mundo» (Mt 5,13); deben pre­dicar el perdón de los pecados y la penitencia (Le 24,47); y los envía a predicar y bautizar por todo el orbe al desaparecer El de la tierra (Mt 28,19; Le 16,15-16), recibiendo el poder de perdonar los pecados y de continuar su obra evangelizadora: «como me envió mi Padre, os envío yo; recibid el Espíritu Santo; a quien perdonéis los pecados, le serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos» (Jn 20,21). Es el mejor comentario de Cristo a la metáfora de «atar» y «desatar» de este pasaje. Los apóstoles, pues, son considerados como continuadores suyos: «Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra. Id a enseñar a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles todo lo que os mandé que guardarais». Y esta potestad no quedará limitada a los apóstoles, pues el mandato y la delegación perdurará por los siglos: «Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos» (Mt 28,18-20; Me 16,15-16). Conforme a estos mandatos de Cristo, los apóstoles gobiernan la Iglesia con potestad de jurisdicción y coactiva, considerándose investidos de los poderes de Cristo en orden a la organización de su reino. Así, San Pedro propone y decide, presidiendo a los demás apóstoles, nombrar un sustituto a Judas, para completar el número de doce apóstoles (Act 1,16-26); Pedro, en nombre de los apóstoles,

todo el negocio, 17 Si los desoyere, comu­nícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano. * is En verdad os digo, cuanto atareis en la

Molino movido por una caballería

tierra será atado en el cielo y cuanto des­atareis en la tierra será desatado en el cielo. * 19 Aún más: os digo en verdad que si dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otor­gará mi Padre, que está en los cielos. 2 0 Porque donde están dos o tres congre­gados en mi nombre, allí estoy yo en me­dio de ellos.

1025 SAN MATEO 18-19

El perdón de las ofensas 21 Entonces se le acercó Pedro y le pre­

guntó: Señor, ¿cuántas veces he de per­donar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 Dícele Jesús: No digo yo hasta siete veces, sino hasta se­tenta veces siete. * 23 Por esto se asemeja el reino de los cielos a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos. 2* Al comen­zar a tomarlas se le presentó uno que le debía diez mil talentos. * 2S Como no te­nía con qué pagar, mandó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y saldar la deuda. 26 Entonces el siervo, cayendo de hinojos, dijo: Señor, dame espera y te lo pagaré todo. 27 Compadecido el señor del siervo aquel, le despidió, condonándole la deu­da. 2 S En saliendo de allí, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándole le sofocaba diciendo: Paga lo que debes. 29 De hinojos le suplicaba su compañero, diciendo: Dame espera y te pagaré.3" Pero él se negó, y le hizo encerrar en la prisión hasta que pagara la deuda, 3i Viendo esto sus compañeros, les desagradó mucho y fueron a contar a su señor todo lo que pasaba. 3 2 Entonces hízole llamar el se­ñor y le dijo: Mal siervo, te condoné yo toda tu deuda porque me lo suplicaste. 33 ¿No era, pues, de ley que tuvieses tú piedad de tu compañero, como la tuve yo de ti? 3 4 E irritado, le entregó a los tortu­

radores hasta que pagase toda la deuda. 35 Así hará con vosotros mi Padre celes­tial si no perdonare cada uno a su her­mano de todo corazón.

Camino de Judea

1 Q 1 Acabados estos discursos, se ale-* " jó Jesús de Galilea y vino a los términos de Judea, al otro lado del Jor­dán. * 2 Le siguieron numerosas muche­dumbres, y allí los curaba.

El repudio (Me 10,1-12)

3 Se le acercaron unos fariseos con pro­pósito de tentarle, y le preguntaron: ¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa? * 4 El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? 5 Y dijo: «Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola car­ne». * 6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. ^ Ellos le replicaron: Entonces, ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? SDíjoles El: Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés re­pudiar a vuestras mujeres, pero al prin­cipio no fue así. ' Y yo digo que quien repudia a su mujer (salvo caso de adul­terio) y se casa con otra, adultera. *

como cabeza del colegio apostólico, habla el día de Pentecostés (Act 2,12-13); los apóstoles presiden la primitiva comunidad cristiana (Act 2,42-43); dividen entre los pobres los bienes que les traían los cristianos (Act 4,34-35); y Pedro intima a Ananías y Safira, que le quieren engañar (Act 5,1-11), v le castiga para escarmiento general; establecen diáconos como auxiliares suyos (Act 6,1-6); los apóstoles se dispersan para predicar fuera de Judea (Act 8,2-25); Pedro visita como Pastor las co­munidades de Judea, Galilea y Samaria (Act 9,31-32), y decide la admisión de los gentiles a la Iglesia (Act 10,1-48); los apóstoles envían a Bernabé como delegado para gobernar la nueva comunidad cristiana de Antioquia (Act 11,20-26); los apóstoles, reunidos en concilio y presididos por Pedro, deciden sobre las cuestiones disciplinares planteadas por los judeocristianos en sus relaciones con los gentiles (Act 15). Todo esto prueba que los apóstoles se consideran investidos de una autoridad jerárquica por Cristo en orden al gobierno de la Iglesia, y los cristianos la aceptan con toda naturali­dad, porque su proceder estaba conforme a las enseñanzas de Cristo.

2 2 Esto es, indefinidamente. Dada la imperfección humana, no es posible que en el trato de unos con otros falten encuentros, a los cuales es preciso poner remedio con la mutua condescendencia y el perdón. La parábola pone bien de relieve la enseñanza sobre el perdón de las injurias, contenida en la súplica del padrenuestro: Perdónanos nuestras deudas...

2 4 Es una cantidad fabulosa, que indica lo que son nuestras ofensas contra Dios comparadas con las que nosotros recibimos de nuestros prójimos, y ante la cual aparece ridiculamente pequeña la cantidad de cien denarios. •f Q * Hasta aquí San Mateo nos presenta a Jesús misionando en la Galilea y en los países cerca-• ^ nos; ahora le conduce a Jerusalén, pasando por la ribera izquierda del Jordán para repasar

el río por frente a Jericó. 3 Supuesto que la Ley autorizaba el divorcio, Jos escribas sólo discutían los motivos. Jesús res­

ponde que la indulgencia de la Ley es contraria a la primera institución del matrimonio, y, en con­secuencia, la declara abrogada. Sobre el caso de la fornicación, véase la nota 5,32.

5 Gen 2,24. 9 Una pregunta de los fariseos sobre la ley del divorcio da a Jesús ocasión para insistir sobre la

indisolubilidad del matrimonio (cf. 5,32). Los doctores judíos seguían unos la escuela laxista de Hillel, y otros la rigorista de Sammai, que sólo permitía el divorcio en caso de infidelidad de la esposa, y los interlocutores quieren ver la opinión de Cristo sobre el particular. Pero el Maestro se remonta por encima de todas las interpretaciones y aun sobre las concesiones de la legislación mosaica, y proclama que nunca es lícito divorciarse, pues lo que «Dios unió, eí hombre no 10 separe» (v.6), ya que «al principio no fue así», sino que, según el precepto divino, hombre y mujer deben formar «una sola carne» (v.5). La alusión es a Gen 2,2. El contexto, pues, no admite excepciones en la indisolu-

Nácar-Colunga 33

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SAN MATEO 19 1026

2 0 Di jóle el joven: Todo esto lo he guar­dado. ¿Qué me queda aún? 2 1 Díjole Je­sús: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sigúeme. * 2 2 Al oir esto el joven, se fue triste, porque tenía muchos bienes. * 23 Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo: qué difícilmente entra un rico en el reino de los cielos. 2 4 D e nuevo os digo: es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos. 2 5 Oyendo esto, los discípu­los se quedaron estupefactos y dijeron: ¿Quién, pues, podrá salvarse? 2 6 Mirán­dolos, Jesús íes dijo: Para los hombres, imposible, mas para Dios todo es po ­sible.

L a r e n u n c i a d e los apóstoles y s u p r e m i o

(Me 10,28-31: Le 18,28-30) 2 7 Entonces, tomando Pedro la palabra,

le dijo: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué tendre­mos? 2 8 Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre el t rono de su gloria, os sentaréis también vosotros so­bre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 2 ' Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por amor de mi nom­bre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna. * 30 Y muchos primeros serán pos­treros , y los postreros, primeros. *

bilidad del vínculo conyugal. Ante una respuesta tan intransigente, los fariseos alegan que Moisés permitió el repudio (v.7); pero Jesús les atajó al punto: esto fue una concesión temporal debida a «la dureza de sus corazones» (v.8); y, recalcando su idea, declara: «quien repudia a su mujer (salvo caso de adulterio) y se casa con otra, adultera». Sobre la cláusula «salvo caso de adulterio» véase nota a Mt 5,32. A lo dicho allí tenemos que indicar también aquí que la preposición griega (me epi), traducida por «excepto» («nisi» en la Vg), puede tener el sentido de «ni siquiera». Asi, a la pregunta de si es lícito despedir a la mujer por cualquier causa, responde Jesús que «ni siquiera en caso de adulterio es lícito despedir a su mujer...» Si se admite el sentido de excepción (salvo en caso de adulterio), Jesús se colocaría dentro de la escuela de Sammai, y no se explica entonces la reacción de los discípulos ante las palabras de Cristo: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, prefe­rible es no casarse» (v.io). Sin duda que esta reflexión supone una posición intransigente de Cristo respecto de la indisolubilidad del matrimonio.

i o Jesús responde a los discípulos ponderando el valor del celibato guardado por amor del reino de los cielos. San Pablo (i Cor 7,25 ss.) declaró este pensamiento del Salvador y redactó la carta magna del celibato cristiano.

n Con esta respuesta levanta Jesús el espíritu a la bondad del Padre, el único que es substan-cialmente bueno.

2 1 La perfección que Jesús le propone no es otra que la vida apostólica que El vive, despreocu­pado de las cosas temporales para darse todo al Evangelio.

2 2 Porque tenía el corazón apegado a sus muchos bienes. Esto es lo que hace decir a Jesús que es difícil entrar un rico en el reino de los cielos. La avaricia es un obstáculo no sólo a la perfección apos­tólica, sino también a la vida cristiana.

29 Después de prometer a los apóstoles su recompensa, Jesús extiende su vista hacia el futuro y habla de los que imitan su vida y la de los apóstoles, dejando todas las cosas por El y por el Evangelio. A éstos promete el céntuplo en la vida presente, en virtud de la caridad, que todas las cosas hace comunes, y para después la vida eterna.

30 Varias veces repite el evangelista esta sentencia, la cual no siempre está ligada con el contexto. Parece aludir a los escribas y fariseos, que se creían con derecho a ser ios primeros en el reino del cielo. De ellos dice Jesús que serán precedidos por los publícanos y pecadores.

L a guarda d e la cont inenc ia (Me 10,1-12)

lODijéronle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con la mujer, pre­ferible es no casarse. * n El les contestó: N o todos entienden esto, sino aquellos a quienes h a sido dado . 12 Porque hay eu­nucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda.

I m p o s i c i ó n d e las m a n o s a los n iños (Me 10,13-16; Le 18,15-17)

13 Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las manos y orase; y como los reprendieran los dis­cípulos, 14 díjoles Jesús: Dejad a los ni­ños y no les estorbéis de acercarse a mí, porque de los tales es el reino de los cie­los. 15 Y habiéndoles impuesto las manos, se fue de allí.

L a r e s p u e s t a al j o v e n r i c o (Me 10,17-27: Le 18,18-27)

16 Acércesele uno y le dijo: Maestro, ¿qué de bueno haré yo para alcanzar la vida eterna? 17 El le dijo: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno solo es bueno; si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. * 18 Díjole él: ¿Cuáles? Jesús respondió: N o matarás, no adulte­rarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio; 19 honra a tu padre y a tu madre y ama al prójimo como a ti mismo.

1027 SAN MATEO 20

L o s obreros env iados a la v iña

O A 1 Porque el reino de los cielos es « " semejante a un amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña. 2 Convenido con ellos en un denario al día, los envió a su viña. 3 Salió también a la hora de tercia y vio a otros que estaban ociosos en la plaza. 4 Díjoles: Id también vosotros a mi viña y os daré lo justo. 5 Y se fueron. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo, 6 y saliendo cerca de la ho ra undécima, encontró a otros que es­taban allí, y les dijo: ¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día? 7 Diiéron-le ellos: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a mi viña. 8 Llegada la tarde, dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales su salario, desde los últimos hasta los primeros. ' Viniendo los de la hora undécima, recibieron un denario. 10 Cuan­do llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero también ellos reci­bieron un denario. u Al cogerlo murmu­raban contra el amo, 1 2 diciendo: Estos postreros han trabajado sólo una hora y los has igualado con los que hemos lle­vado el peso del día y el calor. '3 Y él respondió a uno de ellos, diciéndole: Ami­go, no te hago agravio; ¿no has convenido conmigo en un denario? 14 Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a t i : 15 ¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo qne yo sea bueno? 1* Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros. Porque son muchos los llamados y pocos los escogidos. *

T e r c e r a n u n c i o d e la p a s i ó n

(Me 10,32-34; Le 18,31-34) 17 Subía Jesús a Jerusalén, y tomando

aparte a los doce discípulos, les dijo por el c a m i n o : 1 8 Mirad, subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escri­bas, que le condenarán a muerte, * 19 y le entregarán a los gentiles para que le es­

carnezcan, le azoten y le crucifiquen, pero al tercer día resucitará

L a m a d r e d e los hi jos d e Z e b e d e o (Me 10,35-45)

2 0 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrán­dose para pedirle algo. 2 1 Díjole El : ¿Qué quieres? Ella le contestó: Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino. 2 2 Res­pondiendo Jesús, les dijo: N o sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo tengo que beber? Dijéronle: Podemos. 23 El les respondió: Beberéis mi cáliz, pero sentarse a mi diestra o a mi siniestra no me toca a mí otorgarlo; es para aquellos para quienes está dispuesto por mi Pa­dre. * 2 4 Oyendo esto, los diez se enojaron contra los dos hermanos. 2 5 Pero Jesús, llamándolos a sí, les dijo: Vosotros sabéis que los príncipes de las naciones las sub­yugan y que los grandes imperan sobre ellas. 2 6 N o ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor, 2 7 y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, 2 8 asi como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos.

C u r a c i ó n d e d o s c i egos (Me 10,46-52; Le 18,35-43)

29 Al salir de Jericó les seguía una mu­chedumbre numerosa. * 30 Dos ciegos que estaban sentados junto al camino oyeron que pasaba Jesús y comenzaron a gritar, diciendo: ¡Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David! * 3 ' La multitud los repren­día para hacerles callar, pero ellos grita­ban con más fuerza, diciendo: ¡Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David! 3 2 Ss paró Jesús, y llamándolos, les dijo: ¿Qué queréis que os haga? M Dijéronle: Señor, que se abran nuestros ojos. 3 4 Compa­decido Jesús, tocó sus ojos, y al instan­te recobraron la vista, y seguían en pos de El.

O A 16 Contra las pretensiones de los fariseos, que se tenían por más santos y se atribuían por * * " esto especiales derechos ante Dios, la parábola nos dice que no hay más derechos que la mi­sericordia divina. En Dios no cabe acepción de personas y quiere que todos sean salvos (1 Tim 2,4). Las palabras «porque muchos son los llamados y pocos los escogidos» faltan en muchos códices, y acaso estén tomadas de 22,14. En todo caso, tienen el mismo sentido de la sentencia anterior. Los muchos llamados son los judíos, sobre todo las clases directoras, que más presumían de sí y más tenazmente se oponían a la obra de Jesús.

18 Es la tercera vez que Jesús anuncia a los discípulos su pasión. 2 3 Salomé, como los demás discípulos, no acababa de entender el misterio de Jesús y pensaba

que iba a inaugurar su reino temporal en Jerusalén. Jesús contesta reduciéndolos a la verdad, que no acabarán de comprender sino después de la resurrección.

29 En Jericó hay que distinguir la ciudad cananea, restaurada en el siglo IX por Hiél, según I Re 16,34, y Ia nueva ciudad, levantada por los últimos reyes para su residencia de invierno, y en la que vino a morir el rey Herodes.

3(> San Mateo nos habla de dos ciegos, mientras que San Marcos y San Lucas de uno solo, Bar* Timeo, más conocido.

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SAN MATEO 21 1028

T E R C E R A P A R T E

M I N I S T E R I O DE JESÚS E N JEROSALÉN

(21-25)

Entrada triunfal e n Jerusalén (Me I I . I - I O ; Le 19,20-40; Jn 12,12-19)

n i 1 Cuando, próximos ya a Jerusalén, « 1 llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos discípu­los, * 2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente, y luego encontraréis una borrica atada, y con ella el pollino; soltadlos y traédmelos, 3 y si algo os dijeren, diréis: El Señor los necesita, y al instante los de­jarán. * Esto sucedió para que se cumplie­ra lo dicho por el profeta:

5 «Decid a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de borri­ca». * 6 Fueron los discípulos e hicieron como les había mandado Jesús; 7 y tra­jeron la borrica y el pollino, y pusieron sobre éste los mantos, y encima de ellos montó Jesús. * 8 La numerosísima mu­chedumbre extendía sus mantos por el camino, mientras otros, cortando ramos de árboles, lo alfombraban. 9 La multi­tud que le precedía y la que le seguía gri­taba, diciendo:

«Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor; ho­sanna en las alturas». *

10 Y cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió y decía: ¿Quién es éste? H Y la muchedumbre respondía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

L a p u r i f i c a c i ó n del t e m p l o (Me 15,15-19; Le 19,39-48)

1 2 Entró Jesús en el templo de Dios y arrojó de allí a cuantos vendían y com­praban en él, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas, * 13 diciéndoles: Escrito está: «Mi casa será llamada casa de oración», pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones. 14 Llegáronse a El cie­gos y cojos en el templo y los sanó.

!5 Viendo los príncipes de los sacerdotes y los escribas las maravillas que hacía y a los niños que gritaban en el templo y de­cían: Hosanna al hijo de David, se in­dignaron !6y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Respondióles Jesús: Sí. ¿Ño habéis leído jamás: «De la boca de los niños y de los que maman has hecho bro­tar la alabanza»? * 17 Y dejándolos, salió de la ciudad a Betania, donde pasó la noche. *

L a m a l d i c i ó n d e la h iguera (Me 11,12.14 20-24)

18 Volviendo a la ciudad muy de ma­ñana, sintió hambre, l9 y viendo una hi­guera cerca del camino, se fue a ella; pero no halló en ella más que hojas, y dijo: Que jamás nazca fruto de ti. Y la

Ai LiL 1 1

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Banquero romano

higuera se secó al instante. 2 0 Viendo esto los discípulos, se maravillaron y dijeron: ¡Cómo de repente se ha secado la higue­ra! 2 1 Respondióles Jesús y les dijo: En verdad os digo que, si tuviereis fe y n o dudareis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que si dijereis a este monte : «Quíta­te y échate en el mar», se haría, * 2 2 y t odo cuanto con fe pidiereis en la oración lo recibiríais.

L o s p o d e r e s d e Jesús (Me 11,27-33; Le 20,1-8)

2 3 Entrando en el templo, se le acerca­ron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo mientras enseñaba,

2 j 1 Betfagé estaba situada en la vertiente oriental del monte Olívete, por donde pasaba el ^ * antiguo camino de Jericó.

5 Zac 9,9. 7 El pollino, aún no hecho al trabajo, estaba con su madre; por eso Jesús manda traer los dos.

Con esta entrada solemne en la ciudad quiso recordar a los escribas el texto del profeta Zacarías y mostrarles cómo entendía El su misión mesiánica.

9 Hosanna es una aclamación que significa salud, salve, viva. 12 Los santuarios muy concurridos suelen ser centros comerciales, y las peregrinaciones, origen

de ferias. Tal ocurría en Jerusalén. El mal estaba en que la tal feria se celebra en el recinto sagrado, convirtiendo el santuario en un verdadero ferial.

!« Sal 8,3. 17 Betania se halla algo más distante de Jerusalén que Betfagé; allí vivía Lázaro con sus her­

manas, y Simón el leproso, sin duda curado por Jesús. 21 Según el rigor de la letra, Jesús hizo este, singular milagro para enseñar a los discípulos el

poder de la fe; mas al leer el texto no puede uno menos de recordar la parábola de la higuera estéril, aplicándola a Israel (Le 13,6 s.).

1029

diciendo: ¿Con qué poder haces tales co­sas? ¿Quién te ha dado tal poder? 24 Res­pondió Jesús y les dijo: Voy a haceros también yo una pregunta, y si me con­testáis, os diré con qué poder hago tales cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía? ¿Del cielo o de los hombres? Ellos comenzaron a pensar entre sí: Si decimos que del cielo, nos dirá: ¿Pues por qué no habéis creído en él? 2 6 Si deci­mos que de los hombres, tememos a la muchedumbre, pues todos tienen a Juan por profeta. 2 7 Y respondieron a Jesús: N o sabemos. Díjoles El a su vez: Pues tampoco os digo yo con qué poder hago estas cosas.

L a p a r á b o l a d e los dos hijos 2 8 ¿Qué os parece? U n hombre tenía dos

hijos, y llegándose al mayor, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. 29 El respon­d ió : Ñ o quiero. Pero después se arrepin­tió y fue. 30 Y llegándose al segundo, le habló del mismo modo, y él respondió: Voy, señor; pero no fué. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Respon­diéronle: El primero. Díceles Jesús: En verdad os digo que los publícanos y las meretrices os preceden en el reino de Dios. 32 Porque vino Juan a vosotros por el camino de la justicia, y no habéis creí­do en él, mientras que los publícanos y las meretrices creyeron en él. Pero vos­otros, aun viendo esto, no os habéis arre­pentido creyendo en él.

Parábo la d e los v i ñ a d o r e s infieles (Me 12,1-12; Le 20,9-19)

33 Oíd otra parábola: U n padre de fa­milia plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre y la arrendó a unos viñadores, par­tiéndose luego a tierras extrañas. 34 Cuan­do se acercaba el t iempo de los frutos, envió a sus criados a los viñadores para percibir su parte. 35 p e r o i o s viñadores, co­giendo a los siervos, a uno le atormenta­ron, a otro le mataron, a otro le apedrea­ron. 36 £ ) e nuevo les envió otros siervos en mayor número que los primeros, e hicieron con ellos lo mismo. 3 7 Finalmen­te les envió a su hijo, diciendo: Respe­tarán a mi hijo. * 38 p e r o los viñadores, cuando vieron al hijo, se dijeron: Es el

SAN MATEO 21-22

heredero; ea, a matarle, y teitdremos_su_ herencia. 39 Y cogiéndole, le sacaron fue­ra de la viña y le mataron. 40 Cuando venga, pues, el amo de la viña, ¿qué hará con estos viñadores? 41 Le respon­dieron: Ha rá perecer de mala muerte a los malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo. 42 Jesús les respondió: ¿No habéis leído alguna vez en las Escritu­ras :

«La piedra que los edificadores ha­bían rechazado, ésa fue hecha cabeza de esquina; del Señor viene esto, y es ad­mirable a nuestros ojos»?*

43 Por eso os digo que os será quitado el reino de Dios y será entregado a un pueblo que rinda sus frutos. * 44 y el que cayere sobre esta piedra se quebrantará, y aquel sobre quien cayere será pulveri­zado. 45 Oyendo los príncipes de los sacer­dotes y los fariseos sus parábolas, enten­dieron que de ellos hablaba, 4* y querien­do apoderarse de El, temieron a la mu­chedumbre, que le tenía por profeta.

P a r á b o l a d e los i n v i t a d o s a la b o d a *y O l Tomó Jesús de nuevo la pala-« « bra y les habló en parábolas, di­ciendo : * 2 El reino de los cielos es seme­jante a un rey que preparó el banquete de 'bodas a su hijo. 3 Envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas, pero éstos no quisieron venir. 4 Tj e nue­vo envió a otros siervos, ordenándoles: Decid a los invitados: Mi comida está preparada; los becerros y cebones, muer­tos ; todo está p ron to ; venid a las bodas. 5 Pero ellos, desdeñosos, se fueron, quién a su campo, quién a su negocio. 6 Otros, cogiendo a los siervos, los ultrajaron y les dieron muerte. 7 El rey, montando en cólera, envió sus ejércitos, hizo matar a aquellos asesinos y dio su ciudad a las llamas. 8 Después dijo a sus siervos: El banquete está dispuesto, pero los invi­tados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y a cuantos en­contréis llamadlos a las bodas. io Salie­ron a los caminos los siervos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas quedó llena de convi­dados, ii Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hom-

3 7 La parábola tiene perfecta aplicación a la misión de Jesús entre los judíos. 4 2 Estas palabras están tomadas del salmo 118,22 (cf. Is 28,16), y significan la fe en Yavé, en

sus promesas y en su alianza, en que se apoya la vida toda de Israel y sus gloriosos destinos. Esta fe, según la revelación evangéíica, se concreta en Jesús, único en quien podemos ser salvos (Act 4,12), el cual, a causa de la humildad con que se presenta, viene a ser la piedra de escándalo de los judíos.

4 3 Estas palabras son la clave para la inteligencia de la parábola, que resume toda la historia de Israel y su fin, sobre el que insiste más en 23,33-39 (cf. 2 Par 36,14 ss.). 2 2 ' Parece evidente que en este relato hay dos parábolas unidas; la primera, que termina con ~ •* la destrucción de los soberbios invitados, y que tiene el mismo sentido que la de los viñado­res (21,34-44), y la segunda, cuyo tema serian las disposiciones necesarias para entrar en el ban­quete del reino mesiánico.

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SAN MATEO 22 1030

bre que no llevaba traje de boda, i* y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? El enmudeció. l} En­tonces el rey dijo a sus ministros: Atad­le de pies y manos y arrojadle a las ti­nieblas exteriores; allí habrá llanto y cru­jir de dientes. 14 Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos. *

L a cuest ión del tr ibuto al César 15 Entonces se retiraron los fariseos y

celebraron consejo sobre cómo le coge­rían en alguna cosa. 16 Enviáronle discí­pulos suyos con herodianos para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero y que con verdad enseñas el camino de Dios, sin darte cuidado de nadie, y que no tienes acepción de personas. 17 Dinos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar tributo al César o no?* 18 Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. 2 0 El les pre­guntó: ¿De quién es esa imagen y esa inscripción? 21 Le contestaron: Del César. Díjoles entonces: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 2 2 Y al oirle se quedaron maravi­llados, y dejándole se fueron.

L a resurrecc ión d e los m u e r t o s 23 Aquel día se acercaron a El sadu-

ceos, que niegan la resurrección, y le interrogaron:* 2 4Maestro, Moisés dice: «Si uno muere sin tener hijos, el hermano tomará su mujer para dar descendencia a su hermano». * 25 Pues había entre nos­otros siete hermanos; y casado el primero, murió sin descendencia y dejó la mujer a su hermano; 2 6 igualmente el segundo y el tercero, hasta los siete. 2 7 Después de todos murió la mujer. 2 8 Pues en la resu­

rrección, ¿de cuál de los siete será la mujer?, porque los siete la tuvieron. * 2 9 Y respondiendo Jesús, les dijo: Estáis en un error y ni conocéis las Escrituras ni el poder de Dios. 30 Porque en la resu­rrección ni se casarán ni se darán en casa­miento, sino que serán como ángeles en el cielo. 31 Y cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que Dios ha d icho: 3 2 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. * 33 Y la muchedumbre, oyéndole, se mara­villaba de su doctrina.

E l p r i m e r m a n d a m i e n t o d e la L e y (Me 12,28-34)

3 4 Los fariseos, oyendo que había he­cho enmudecer a los saduceos, se juntaron en torno de El, 35 y le preguntó uno de ellos, doctor, tentándole:3(S Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?

Denario romano

37 El le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Este es el más grande y el primer mandamiento. 3 9 El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. 4 0 De estos dos preceptos penden toda la Ley y los Profetas.

14 Esta sentencia, varias veces repetida, debía de ser un proverbio, que aquí se aplica a las clases directoras de Israel, pues desecharon el llamamiento que a ellos primeramente se hizo, como más capaces de entenderlo y de quien dependía la adhesión del resto del pueblo (Mt 2,1 ss.). Según Platón, al prenderle de los pies de Baco decía: «Muchos son los que llevan el tirso, pero pocos son los elegidos del dios». (Fedón.)

17 Los fariseos ponían muy alta la dignidad de Israel como nación santa, cuyo soberano legítimo era sólo Dios; mas por otra parte, como varones prudentes, sabían adaptarse a los tiempos. Al hacerle esta pregunta quieren ponerle a mal con el pueblo o con la autoridad romana. Después le acusarán ante Pilato de lo mismo que deseaban que aquí respondiera, que no permitía pagar tributos al César (Le 23,2).

2 3 Vienen por grupos. Enemigos entre sí, se unen para acabar con Jesús. 24 El texto hace referencia al Deuteronomio 25,5. La ley llamada del levirato miraba a perpe­

tuar las familias por medio de esta ficción jurídica. 28 Es un cuento que debía correr en las escuelas, y en el cual encerraban los saduceos una obje­

ción, a su parecer insoluble, contra el dogma de la resurrección, defendido por los fariseos. 32 Las palabras de Dios son una prueba de que los patriarcas viven, y esa vida habrá de alcanzar

su perfección en la resurrección. Jesús pudo probar la resurrección alegando Dan 12,2 s-, o tal vez Is 36,19; pero, respondiendo a los saduceos, acude al Pentateuco y cita las palabras de Dios a Moi­sés, Ex 3,6. En rigor, las palabras pudieran significar: «Yo soy el Dios a quien veneraron los patriar­cas, el que los colmó de bendiciones». Pero el Señor parece recordar que los dones de Dios son sin arrepentimiento, para decir que Dios no cortó las buenas relaciones que había tenido con los patriar­cas ni había olvidado sus promesas. ¿Cuándo las daría cumplimiento? La vida del alma separada del cuerpo era, a juicio de los hebreos, más imperfecta; sólo cuando volviera a unirse al cuerpo podría reanudar las antiguas relaciones con Dios. De aquí la necesidad de la resurrección. Sólo en este supuesto tiene valor el argumento, alegado luegb por San Pablo (1 Cor 15,14) y que ya leemos en 2 Mac 12,44.

1031 SAN HATEO 22-23

L a cues t ión de l or igen del M e s í a s (Me 12,35-37; Le 20,41-44)

4 1 Reunidos los fariseos, les preguntó Jesús: 4 2¿Qué os parece de Cristo? ¿De quién es hijo? Dijéronle ellos: De David. 4 3 Les replicó: Pues ¿cómo David, en es­píritu, le llama Señor, diciendo:*

4 4 «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra mientras pongo a tus ene­migos por escabel de tus pies»?

4 5 Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo? 46 Y nadie podía responderle palabra, ni se atrevió nadie desde entonces a preguntarle más.

L o s escribas y fariseos, pues tos al d e s n u d o

(Me 12,38-40; Le 20,45-47) n O ' Entonces Jesús habló a las mu-*< «* chedumbres y a sus discípulos,2 di­ciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. * 3 Ha­ced, pues, y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen. 4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con un dedo hacen por moverlas. 5 Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos; 6 gustan de los primeros asientos en los banquetes, y de las primeras sillas en las sinagogas, ' y de los saludos en las plazas, y de ser llamados por los hombres rabbi. 8 Pero vosotros no os ha­gáis llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. 9 Ni llaméis padre a nadie so­bre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni os hagáis llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, Cristo. n El más grande de vosotros sea vuestro servidor, l 2 El que se ensalzare será humillado, y el que se humillare será ensalzado.

R e c r i m i n a c i o n e s a los escribas y fariseos

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros

4 3 Es evidente, según este texto, que los judíos miraban el salmo n o como mesiánico. En este supuesto, la pregunta de Jesús: «¿Cómo le llama Señor, siendo hijo suyo ?», lleva a esta consecuencia: que el Mesías es algo más que hijo de David, lo cual debía dar que meditar a los fariseos. O í 2 Cada sábado los escribas leían al pueblo la Ley mosaica. Aunque venida de tales labios, *• ** debe ser escuchada, porque es la palabra de Moisés y de Dios. Otra cosa será cuando se trate de sus propias enseñanzas y de sus ejemplos. En este capítulo resume Jesús el juicio que tantas veces había proferido sobre los escribas y los fariseos, a fin de prevenir al pueblo contra sus engaños hipócritas.

14 El versículo 14: «|Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que devoráis las casas de las viudas y hacéis por aparentar largas oraciones I Por eso seréis más rigurosamente juzgados», parece ser una interpolación proveniente de Me 12,40, y los críticos lo consideran como extraño al evangelio de San Mateo.

15 Los judíos mostraban gran celo por hacer prosélitos; pero con el espíritu que les infundían los fanatizaban, haciéndolos peores que ellos mismos.

ni permitís entrar a los que querían en/ trar. (14) * 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito, y luego de hecho, le hacéis hijo de la ge-henna dos veces más que vosotros! * l s ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Si uno jura por el templo, eso no es nada; pero si jura por el oro del templo, queda obligado! 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué vale más, el oro o el templo, que santifica el oro? 18 Y si alguno jura por el altar, eso no es nada; pero si jura por la ofren­da que está sobre él, ése queda obligado. 19 Ciegos, ¿qué es más, la ofrenda o el altar, que santifica la ofrenda? 2» Pues el que jura por el altar, jura por él y por lo que está encima de él. 21 Y el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita. 22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diez­máis la menta, el anís y el comino y no os cuidáis de lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la lealtad! Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto. 2 4 Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello. 2¡ ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que lim­piáis por defuera la copa y el plato, que por dentro están llenos de rapiñas y co­dicias! 2 6 Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato, y límpialo también luego por defuera. 2 7 ¡Ay de vos­otros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, her­mosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia! 28 Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepul­cros a los profetas y adornáis los monu­mentos de los justos , 3 0 y decís: Si hubié­ramos vivido nosotros en tiempo de nues­tros padres, no hubiéramos sido cómpli­ces suyos en la sangre de los profetas. 3l Ya con esto os dais por hijos de los que mataron a los profetas. 32 Colmad,

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SAN MATEO 2 3 - 2 4 1032

pues, la medida de vuestros padres. * 33 Serpientes, raza de víboras, ¿cómo es­caparéis al juicio de la gehenna?

El juicio divino 34 Por esto os envío yo profetas, sabios

y escribas, y a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vues­tras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, * 35 para que caiga sobre vos­otros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el tem­plo y el altar. 36 En verdad os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. * 37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos a la manera que la gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no quisiste! * 38 Vuestra casa quedará desierta, 39 por­que en verdad os digo que no me veréis más hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor. *

Profecía sobre la destrucción del templo

(Me 13,1-4; Le 21,5-7) n M i Saliendo Jesús del templo, se le *i™ acercaron sus discípulos y le mos­traban las construcciones del templo. 2 El les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra so­bre piedra; todo será destruido. 3 Y sen­tándose en el monte de los Olivos, llegá­ronse a El aparte unos discípulos, dicien­do: Dinos cuándo será todo esto y cuál la señal de tu venida y de la consumación del mundo. *

Tiempos de angustia (Me 13,5-13; L e 21,8-19)

* Jesús les respondió: Cuidad que nadie os engañe, 5 porque vendrán muchos en mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, y

engañarán a muchos. * 6 Oiréis hablar de guerras y rumores de guerras; pero no os turbéis, porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. 7 Se levan­tará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diversos lugares; 8 pero todo esto es el comienzo de los dolores.

La persecución contra el Evangelio 9 Entonces os entregarán a los tormen­

tos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre. * H) Entonces se escandalizarán muchos y unos a otros se harán traición y se abo­rrecerán; 11 y se levantarán muchos falsos profetas que engañarán a muchos, 1 2y por el exceso de la maldad se enfriará la caridad de muchos; 13 mas el que perse­verare hasta el fin, ése será salvo. 14 Será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las na­ciones, y entonces vendrá el fin. *

La desolación de Judea (Me 13,14-20; Le 21,20-24)

15 Cuando viereis, pues, la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel en el lugar santo * 16 (el que leyere entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes; 17 el que esté en el terrado no baje a tomar nada de su casa 18 y el que esté en el campo no vuelva atrás en busca del manto. 19 ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! 20 Orad para que vuestra huida no tenga lugar en invierno ni en sábado.

La tribulación suprema (Me 13,21-25; L e 21,25-26)

21 Porque habrá entonces una tan gran tribulación cual no la hubo desde el prin­cipio del mundo hasta ahora, ni la ha­brá, * 22 y, si no se acortasen aquellos días, nadie se salvaría; mas por amor de

3 2 San Esteban desarrolla el mismo pensamiento en su discurso (Act i), acabando con un apos­trofe que le costó la vida: «Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oidos, siempre resistís al Espíritu Santo. Cuales fueron vuestros padres, tales sois vosotros».

3 4 Estos profetas, sabios y escribas son los apóstoles y discípulos, a quienes los judíos tratarían Como habían tratado sus padres a los antiguos profetas, según había anunciado en 10,15 ss.

3 6 La misma amenaza que en 24,34, que es la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su templo. 3 7 Palabras conmovedoras semejantes a las que refiere San Lucas en 19,41 ss. y 23,28 ss. 3 9 Esta aclamación del pueblo judío a su Mesías indica la futura conversión del mismo anunciada

por San Pablo (Rom 11,11 ss.).

O / I 3 Desde el monte de los Olivos se dominaba la fábrica del templo y la ciudad. El discurso ^ * que sigue parece abarcar dos temas no del todo distintos, sino entremezclados: la ruina de Jerusalén y el fin de las cosas, unidos bajo la razón común de juicio de Dios.

5 La expectación mesiánica en que vivía el pueblo por aquella época daba origen a la aparición de muchos falsos mesías.

9 Jesús insiste en anunciar las persecuciones de los suyos, para que no los cojan de sorpresa. 1 4 Es una prueba de que el fin de las cosas no está cercano, puesto que antes de esto el Evangelio

debe llegar a noticia de todos los pueblos. 1 5 Jesús da aquí una señal, que es la profanación del templo, para que los discípulos huyan de

la ciudad. Efectivamente, según Éusebio de Cesare*, huyeron al otro lado del Jordán, librándose de las calamidades de la guerra judía, que acabó con Jerusalén y con el templo.

2 1 Una nueva advertencia, semejante a la de 4-8, pero que mira a tiempos más lejanos.

1033 SAN MATEO 2 4

los días de Noé, así será la aparición del Hijo del hombre. 3s En los días que pre­cedieron al diluvio, comían, bebían,/ se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca; 39 y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrebató a todos. Asi será

los elegidos se acortarán los días aquellos. 23 Entonces, si alguno dijere: Aquí está el Mesías, no le creáis, 24 porque se le­vantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si posible fuera, aun a los mismos elegidos. 25 Mirad que os lo digo de antemano. 2* Si os dicen, pues: Aquí está, en el desierto, no salgáis; aquí está, en un escondite, no lo creáis,27 por­que como el relámpago que sale del orien­te y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre. 28 Donde está el cadáver, allí se reúnen los buitres.

La venida del Hijo del h o m b r e (Me 13,26-27; Le 21,27)

29 Luego, en seguida, después de la tribulación de aquellos días, se obscure­cerá el sol, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y las columnas del cielo se conmoverán. * 30 Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del hom­bre en el cielo, y se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande. * 3 I Y en­viará sus ángeles con poderosa trompeta y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

La parábola de la higuera (Me 13,28-31; L e 21,28-33)

32 Aprended la parábola de la higuera: Cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estío se acerca; * 33 así vosotros también, cuando veáis todo esto, entended que está próximo, a las puertas. 34 En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo esto suceda. * 35 El cielo y la tierra pasa­rán, pero mis palabras no pasarán.

Incer t idumbre del juicio (Me 13,22)

3 6 De aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre. * 3 7 Porque como en

2 9 Todo esto son figuras para anunciar la grandeza de la majestad con que vendrá el Hijo del hombre a juzgar al mundo.

3 0 Como en Isaías 13,1, el estandarte del Hijo del hombre señala el punto de concentración de todos los hombres para comparecer en juicio.

3 2 Esta parábola alude a las señales indicadas en los w . 15 ss. 3 4 Como tantas otras veces, habla aquí Jesús de la generación presente, que le vio, pero que

no quiso recibir su mensaje y que dentro de pocos días reclamará ante Pilato la sangre del Justo. Se cumplió este vaticinio el año 70, cuando Jerusalén fue arruinada por los romanos.

*6 Él contraste entre estas palabras y los versículos anteriores prueba que no se habla sino de la venida de jesús al fin de los tiempos. Esta venida será repentina, y para ella habrá que estar siempre preparados. Insiste el Señor sobre su incertidumbre porque sabía cuánta era la curiosidad humana por averiguar la venida de este día y las ansiedades que podría causar esta curiosidad. Es un secreto del Padre, el cual ni a los ángeles ni al mismo Hijo lo ha comunicado para que lo anuncien a los hombres. N o es que los ángeles, y menos el Hijo, lo ignoren; pero como mensajeros divinos, encar­gados de dar a conocer la voluntad de Dios, lo desconocen absolutamente. Véase una respuesta semejante en Act 1,7: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y momentos, que el Padre se ha reservado».

Molino de mano movido por dos mujeres beduinas

a la venida del Hijo del hombre. 4" En­tonces estarán dos en el campo, uno será tomado y otro será dejado.4i Dos molerán en la muela, una será tomada y otra será dejada.

Necesidad de velar (Me 13,33; Le 21,34-36)

42 Velad, pues, porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor. 43 Pensad bien que si el padre de familia supiera en qué vigilia vendría el ladrón, velaría y no permitiría horadar su casa. 4 4Por eso vosotros habéis de estar preparados, por­que a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre. 45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien consti­tuyó su amo sobre la servidumbre para darles provisiones a su tiempo? 46 Dichoso el siervo aquel a quien, al venir su amo, hallare que hace así. 47 En verdad os digo que le pondrá sobre toda su hacienda. 48 Pero si el mal siervo dijera para sus adentros: Mi amo tardará,49 y comenzare a golpear a sus compañeros y a comer y beber con borrachos, so vendrá el amo de

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SAN MATEO 24-25 1034 2 2 Llagó el de los dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me has dado ; mira otros dos que he ganado. 23 Díjole su amo : Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco; te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor. 2 4 Se acercó también el que había recibido un solo talento y dijo: Señor, tuve cuenta que eres hombre duro, que quieres cose­char donde no sembraste y recoger donde no esparciste, 2 5 y temiendo, me fui y escondí tu talento en la tierra; aquí lo tienes. 2<> Respondióle su amo : Siervo ma­lo y haragán, ¿conque sabías que yo quiero cosechar donde no sembré y recoger don­de no esparcí? 2 7 Debías, pues, haber en­tregado mi dinero a los banqueros, para que a mi vuelta recibiese lo mío con los intereses. 2 8 Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez, 2 9 porque al que tiene se le dará y abundará ; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará, 30 y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. *

E l j u i c io final 31 Cuando el Hijo del hombre venga

en su gloria y todos los ángeles con El, se sentará sobre su t rono de gloria, * 3 2 y se reunirán en su presencia todas las gentes, y separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabri­tos, 33 y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad po­sesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; peregriné, y me acogisteis; }6 estaba desnudo, y me vestísteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme. 3 7 Y le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos ham­briento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos pe­regrino y te acogimos, desnudo y te ves­timos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 40 Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.

4 1 Y dirá a los de la izquierda: Apar­taos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ánge­les. 4 2 Porque tuve hambre, y no me disteis

4}JS 30 Esta parábola de los talentos, que, ajuicio de muchos, es la misma de San Lucas (19,12-27), ^^ tiene por objeto inculcar la misma idea de la vigilancia y la aplicación al buen empleo de los dones de Dios, así naturales como sobrenaturales, pues es cierto que de todos se nos ha de pedir cuenta.

31 Con este sublime cuadro de su venida a juicio termina Jesús este discurso. El Juez será el mismo Cristo, a quien el Padre confirió el poder de juzgar (Jn 5,27). Es muy de notar la norma su­prema de su juicio, que es la caridad del prójimo por amor de El. La caridad, regla suprema de la vida cristiana, será también norma del juicio divino al fin de ios tiempos.

ese siervo el día que menos lo espera y a hora que no sabe , 5 1 y le hará azotar y le echará con los hipócritas; allí habrá llanto y crujir de dientes.

P a r á b o l a d e las d i e z v í r g e n e s O C 1 Entonces el reino de los cielos « 3 será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron al encuen­tro del esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; 3 las necias, al tomar las lámparas, no tomaron consigo aceite, 4 mientras que las prudentes tomaron acei­te en las alcuzas juntamente con sus lám­paras. 5 Como el esposo tardaba, se ador­milaron y durmieron. 6 A la media noche se oyó un clamoreo: Ahí está el esposo, salid a su encuentro. 7 Se despertaron entonces todas las vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. 8 Las necias dijeron a las prudentes: Dadnos aceite del vuestro, porque se nos apagan las lámparas. 9 Pero las prudentes respon­dieron: No , porque podría ser que no bastase para nosotras y vosotras; id más bien a la tienda y compradlo. 10 Pero mientras fueron a comprarlo llegó el es­poso, y las que estaban prontas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. 11 Llegaron más tarde las otras vírgenes, diciendo: Señor, señor, ábrenos. 1 2 Pero él respondió: En verdad os digo que no os conozco. 13 Velad, pues que no sabéis el día ni la hora.

P a r á b o l a d e los t a l e n t o s (Le 19,12-27)

1* Porque es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hac ienda , l s dando a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad, y se va. 1 6 Luego, el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. 17 Asimismo el de los dos ganó otros dos. 18 Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo. 19 Pasado mucho tiempo vuelve el amo de aquellos siervos y les toma cuentas, 20 y llegando el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, tú me h*s dado cinco talentos; mira, pues, otros cinco que he ganado. 2 1 Y su amo le dice: Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco; te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor.

1035 SAN MATEO 25-26

de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 4 3 fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestísteis; enfer­mo y en la cárcel y no me visitasteis. 4 4 Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? 4 5 El les con­testará diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. 46 E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna.

C U A R T A P A R T E

P A S I Ó N Y RESURRECCIÓN

D E JESUCRISTO

(26-28)

L a c o n s p i r a c i ó n d e los j u d í o s (Me 14,1-2; Le 22,1-2)

O £* 1 Cuando Jesús hubo terminado es-" • " tos discursos, dijo a sus discípulos:

2 Sabéis que dentro de dos días es la Pascua y el Hijo del hombre será entre-

Stclo hebreo

gado para que le crucifiquen. 3 Se reunie­ron por entonces los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del pontífice, l lamado Caifas, * 4 y se consultaron sobre cómo apoderarse con engaño de Jesús para darle muerte. 5 Pero se decían: Que no sea duran­te la fiesta, no vaya a alborotarse el pue­blo.

L a u n c i ó n e n B e t a n i a (Me I4,3*9r'jñ I2,i-8)x

6 Hallándose Jesús en Betaniá, en casa de Simón eKÍeproso, * 7 se llegó a El una mujer corj un frasco de alabastro lleno de costoso ungüento y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba recostado a la mesa. 7 8 Al verlo se enojaron los discí­pulos jy dijeron: ¿A qué este derroche? 9 Podría haberse vendido a gran precio y darlo a los pobres. 10 Dándose Jesús cuenta! de esto, les dijo: ¿Por qué moles­táis a esta mujer? Obra buena es la que conmigoi ha hecho. n Porque pobres, en todo tienjpo los tendréis con vosotros, pero a m i n o siempre me tendréis. 1 2 D e ­rramando este ungüento sobre mi cuerpo, me ha ungido para mi sepultura. 13 En verdad os digo, dondequiera que sea pre­dicado este evangelio en todo el mundo, se hablará también de lo que ha hecho ésta, para memoria suya.

L a t r a i c i ó n d e J u d a s (Me 14,10-11; Le 22,3-6)

14 Entonces se fue uno de los doce, l lamado Judas Iscariote, a los príncipes de los sacerdotes 15 y les dijo: ¿Qué me dais y os le entrego? Se convinieron en treinta piezas de plata, * l S y desde en­tonces buscaba ocasión para entregarle.

L a ú l t i m a c e n a d e J e s ú s (Me 14,12-21; Le 22,7-23; Jn 13,18-30)

1 7 El día primero de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le di­jeron: ¿Dónde quieres que preparemos para comer la Pascua?* 18 El les di jo: Id a la ciudad a casa de Fulano y decid­le: El Maestro dice: Mi t iempo está pró­ximo ; quiero celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les ordenó y prepa­raron la Pascua. 2 0 Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce discípulos, * 2 1 y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará

Ofv 3 Desde Galilea los escribas y fariseos vienen conspirando contra Jesús; ahora son las auto-^ ^ ridades supremas de la nación las que se echan sobre sí esta gravísima responsabilidad.

6 Según 21,17, Jesús contaba allí con un huésped amigo. Este Simón era, sin duda, un curado por Jesús, y la mujer de la unción era la hermana de Lázaro, el resucitado, según nos explica San Juan (12,2 ss.).

7 San Mateo emplea aquí el plural como en 27,44; pero San Juan precisa más esto dando la razón. El murmurador era Judas, inducido por la avaricia (12,4 ss.).

15 Para mejor ejecutar sus planes, el Sanedrín se ve ayudado por el discípulo traidor, que en su modo de presentarse indica claro que va impulsado por la avaricia. En el Éxodo (21,32) se fija en treinta sidos la indemnización por un siervo que hubiera sido muerto por un buey bravo. Tal debió de ser el principio que sirvió para fijar los honorarios de Judas.

1 7 La fiesta de la Pascua se llamaba también de los Ácimos, porque en los ocho días que duraba no se podía comer pan fermentado. El día solía contarse desde un atardecer al otro, pero aquí el día primero es el día natural, que precede al atardecer, porque en él debían recoger de casa todo el pan fermentado (Ex 12,15). Se llamaba también Paraxeve, preparación, porque en él había de prepa­rarse todo lo necesario para la Pascua.

2 0 Se reclinó, se recostó sobra el brazo izquierdo, perqua tal ara el modo de comer enton­ces usado.

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SAN MATEO 26 1036

22 Muy entristecidos, comenzaron a decir­le cada u n o : ¿Soy, acaso, yo, Señor? 2 3 El respondió: El que conmigo mete la mano en el plato, ése me entregará. 2 4 El Hijo del hombre sigue su camino como de El está escrito; pero ¡desdichado de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!; mejor le fuera a ése no haber nacido. 2 5 Tomó la palabra Judas, el que iba a entregarle, y dijo: ¿Soy, acaso, yo, Rabbí? Y El respondió: Tú lo has dicho.

Inst i tución d e la Eucarist ía (Me 14,22-25; Le 22,19-20;

I Cor 11,23-26) 2« Mientras comían, Jesús tomó pan,

lo bendijo, lo part ió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. * 27 y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, 2& que ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para remisión de los pecados. 2 9 Y o os digo que no beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros nuevo en el reino de mi Padre. *

P r e d i c c i ó n sobre la c o n d u c t a d e los disc ípulos

(Me 14,26-31; Le 22,31-39) 30 Y dichos los himnos, salieron camino

del monte de los Olivos. * 31 Entonces les dijo Jesús: Todos vosotros os escan­dalizaréis de mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas de la manada. * 3 2 Pero después de resucitado os precederé a Galilea. * 33 Tomó Pedro la palabra y le dijo: Aun­que todos se escandalicen de ti, yo jamás me escandalizaré. 3 4 Respondióle Jesús: En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 3 5 Díjole Pedro : Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y lo mismo decían todos los discípulos.

L a orac ión d e G e t s e m a n í (Me 14,32-42; Le 22,40-46)

3 6 Entonces vino Jesús con ellos a un lugar l lamado Getsemaní y les dijo: Sen­taos aquí mientras yo voy allá a orar. 3 7 Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y an­gustiarse. * 3 8 Entonces les dijo: Triste

26-30 Es eI momento más solemne de la vida de Jesús. No sé puede determinar la parte concreta de la cena en que tuvo lugar la institución de ]a Eucaristía. El evangelista sólo dice que durante la cena el Maestro «tomó el pan, lo bendijo, lo partió, dándoselo a los discípulos*, y que pronunció las palabras solemnes consecratorias. Sabemos, en cambio, que la fórmula consecratoria del cáliz tuvo lugar «después de la cena» (Le 22,20; 1 Cor 11,25;. Pero no sabemos si hubo interrupción entre la entrega y consagración del «pan» y la del «cáliz». Mt y Me (14,22) dicen que Jesús «bendijo» el pan, mientras que Le (22,19) dice que «dio gracias». Podemos tomarlas como expresiones sinónimas, y parecen indicar que Jesús pronunció antes de la «consagración» unas fórmulas rituales de bendición sobre el pan ácimo. La fórmula de la consagración es sustancialmente la misma en los tres Sinópti­cos: ueste es mi cuerpo» o testo es mi cuerpo» (pues el pronombre griego tonto concierta con soma, que es neutro; en el arameo original no se expresa el verbo es). Le añade «que es dado por vosotros; haced esto en recuerdo mío». Las palabras consecratorias del cáliz son similares: «ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos en remisión de los pecados». También aquí el original griego puede traducirse: «esto es mi sangre» (ya que en griego aima [sangre] es neutro, y por eso precede el pronombre touto). Las palabras «en remisión de los pecados» son propias de Mt, y faltan en los otros Sinópticos. Pero los tres aluden a la efusión de esa sangre «por muchos» (Mt y Me) o «por vosotros» (Le). Sin duda que Jesús alude aquí al rito de la primera alianza del Sinaí: Moisés, después de sacrificar las victimas, la mitad de la sangre la derramó sobre el altar, mientras que !a otra mitad la aspergió sobre el pueblo allí reunido, en señal de vinculación y alianza mutua entre Dios e Israel (Ex 24,5-8). Cristo cancela ahora la «antigua alianza» o Testamento e inaugura el «Nuevo Testamento» (los tres Sinópticos aluden a este «Nuevo Testamento» o Alianza, sellada con la sangre de Jesús). Él Maestro, al pronunciar estas palabras, piensa en la efusión de su sangre, que va a tener lugar al día siguiente en el Calvario. Y el fruto es universal: «por muchos», en el sen­tido de una gran multitud, equivalente en el lenguaje griego de la koiné a todos (cf. Rom 5,18.19; Heb 9,28 y 2,9). Y todo es para «remisión de los pecados». Es la confirmación del anuncio del Bau­tista al presentar al «Cordero que quita los pecados del mundo» (Jn 1,29).

El evangelista, con la mayor sencillez, narra las palabras consecratorias del «pan» y del «vino», que son identificados al «cuerpo» y «sangre» de Jesús. Cristo había anunciado esta conversión miste­riosa cuando hablaba de la necesidad de «comer su carne» y «beber su sangre» (Jn 6,51-58). El mila­gro es tan portentoso, que no han faltado quienes pretendan atenuar las palabras de Cristo en la última cena, suponiendo que se trata de un símbolo, como si dijera: «este pan simboliza mi cuerpo», y «esta sangre simboliza mi sangre». Sin embargo, el sentido realista de sus palabras aparece en la primitiva comunidad cristiana que se reunía para el banquete eucaristía?, interpretado como memo­rial de su última cena. Así, San Pablo en 1 Cor 11,23-29 insiste a sus fieles en que el que reciba in­dignamente el cuerpo y la sangre del Señor se traga su «propia condenación», como «reo del cuerpo y de la sangre» de Cristo. No cabe expresión más realista para esclarecer el sentido que los apóstoles daban a las palabras de Cristo en su última cena.

2 9 Usa aquí Jesús una vez más la imagen del banquete para «presentar el reino del cielo. 30 Las plegarias con que, según el ritual acostumbrado, debía terminarse la cena pascual. 31 Zac 13,7. , 3 2 Para sostener su ánimo durante la pasión los anuncia una vez más el triunfo de la resurrección. " Lo» mismos que habían sido testigos de su transfiguración lo serán de su agonía.

1037 SAN MATEO 26

ba : ¿Como a ladrón habéis salido con es­padas y garrotes a prenderme? Todos los días me sentaba en el templo para ense­ñar, y no me prendisteis. 5 6 Pero todo esto sucedió para que se cumpliesen las Escrituras de los profetas. Entonces to­dos los discípulos le abandonaron y hu­yeron.

J e s ú s a n t e el S a n e d r í n

(Me 14,53-65; Le 22,54-65; Jn 18,12-24) 5 7 Los que prendieron a Jesús le lle­

varon a casa de Caifas, el pontífice, don­de los escribas y los ancianos se habían reunido. * 5 8 Pedro le siguió de lejos has­ta el palacio del pontífice, y entrando den­tro, se sentó con los servidores para ver en qué paraba aquello. 5g Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín bus­caban falsos testimonios contra Jesús pa­ra condenarle a muerte, 6n pero no los ha­llaban, aunque se habían presentado mu­chos falsos testigos. Al fin se presenta­ron dos, 61 que dijeron: Este ha dicho: Yo puedo destruir el templo de Dios y en fres días edificarlo. 6 2 Levantándose el pontífice, le dijo: ¿Nada respondes? ¿Qué dices a lo que éstos testifican contra ti? 63 Pero Jesús callaba, y el pontífice le dijo: Te conjuro por Dios vivo; di si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios. * 6 4 Díjole Jesús: Tú lo has dicho. Y yo os digo que un día veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nu­bes del cielo. * 65 Entonces el pontífice rasgó sus vestiduras, diciendo: Ha blasfe­mado. ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? 66 Ellos respondieron; Reo es de muerte. 67 Entonces comenzaron a es­cupirle en el rostro y a darle puñetazos, y otros le herían en la cara, * 68 diciendo: Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te hirió?

L a n e g a c i ó n d e P e d r o (Me 14,66-72; Le 25,55-62;

Jn 18,15-25) 6 9 Entre tanto, Pedro estaba sentado

fuera en el atr io; se le acercó una sierva

3 8 Esta frase nos revela toda la realidad de la naturaleza humana de Jesús, que repugna la muerte: pero se resigna a ella por cumplir la voluntad del Padre.

*5 Dichas estas palabras en aquel momento, tienen un dejo de ironía y contrastan con las que siguen.

54 Dios había predicho la pasión de su Mesías; los judíos, obedeciendo libremente a las inspira­ciones de su maldad, cumplen los designios de Dios, que miraban a la salud del mundo por la pa­sión de su Hijo.

57 Era entonces el pontífice, y, por tanto, la autoridad suprema y el presidente nato del Sane­drín. Esta sesión, por razón de la hora, era ilegal; mas sirvió, en la intención de sus autores, para preparar el proceso y ganar tiempo.

«3 Esta pregunta, atestiguada por los cuatro evangelistas, prueba que Jesús habla hablado bas­tante claro de su dignidad mesiánica y de su filiación divina.

6* Con estas palabras de Daniel (7,13). Jesús anuncia su futura gloria de juez universal, se­gún 25,3i ss.

67 Esto fue, sin duda, obra de los esbirros encargados de guardarle una vez terminada la sesión (cf. Le 22,63 ss.).

está mi alma hasta la muerte ; quedaos aquí y velad conmigo. * 39 Y adelantán­dose un poco, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posi­ble, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quie­res tú. 4 0 Y viniendo a los discípulos, los encontró dormidos, y dijo a Pedro: ¿De modo que no habéis podido velar conmi­go una hora? 4 1 Velad y orad para no caer en la tentación; el espíritu está pron­to , pero la carne es flaca. 4 2 De nuevo, por segunda vez, fue a orar, diciendo: Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. 4 3 Y vol­viendo otra vez, los encontró dormidos; tenían los ojos cargados. 4 4 Dejándolos, de nuevo se fue a orar por tercera vez, di­ciendo aún las mismas palabras. 4S Lue­go vino a los discípulos y les dijo: Dor­mid ya y descansad, que ya se acerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entre­gado en manos de los pecadores. * 4 6 Le­vantaos, vamos; ya llega el que va a en­tregarme.

L a pris ión d e Jesús (Me 14,43-52; Le 22,47-53; Jn 18,2-12)

4 7 Aún estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, y con él una gran turba, armada de espadas y garrotes, en­viada por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. 4 8 El que iba a entregarle les dio una señal, diciendo: Aquel a quien yo besare, ése es; prended-le. 4 9 Y al instante, acercándose a Jesús, dijo: Salve, Rabbí . Y le besó. 50 Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se adelantaron y echaron las manos sobre Jesús, apoderándose de El. 51 U n o de los que estaban con Jesús extendió la mano, y sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice, cortándole una oreja. S2 Jesús entonces le dijo: Vuelve tu espada a su vaina, pues quien toma la espada, a espa­da morirá. 53 ¿O crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaría luego doce legiones de ángeles? 54 ¿Cómo van a cum­plirse las Escrituras de que así conviene que sea? * 55 Entonces dijo Jesús a la tur-

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SAN MATEO 26-27 1038

diciendo: Tú también estabas con Jesús de Galilea. * 70 El negó ante todos, di­ciendo : N o sé lo que dices. 71 Pero cuando salía hacia la puerta, le vio otra sierva y dijo a los circunstantes: Este estaba con Jesús el Nazareno. 7 2 Y de nuevo negó con juramento: N o conozco a ese hom­bre. 73 Poco después se llegaron a él los que allí estaban y le dijeron: Cierto que tú eres de los suyos, pues tu mismo ha­blar te descubre. 7 4 Entonces comenzó él a maldecir y a jurar : ¡Yo no conozco a ese hombre! Y al instante cantó el gallo. 7 5 Pedro se acordó de lo que Jesús le ha­bía dicho: Antes que cante el gallo me negarás tres veces; y saliendo fuera, lloró amargamente.

Jesús, c o n d u c i d o ante Pi lato (Me 15,1; Le 22,66-71; 23,1; Jn 18,28)

O *1 ! Llegada la mañana, todos los «• ' príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron consejo con­tra Jesús para quitarle la vida; * 2 y ata­do le llevaron al procurador Pilato. *

F i n desastroso d e Judas (Act 1,18-19)

3 Viendo entonces Judas , el que le ha­bía entregado, cómo era condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas

¿A nosotros qué? Viéraslo tú. 5 Y arro­jando las monedas de plata en el templo, se retiró, fue y se ahorcó. 6 Los príncipes de los sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: N o es lícito echarlas al tesoro, pues son precio de sangre. * 7 Y re­solvieron en consejo comprar con ellas el campo del Alfarero para sepultura de pe­regrinos. 8 Por eso aquel campo se llamó Campo de la Sangre has ta el día de hoy. ' Entonces se cumplió lo dicho por el pro­feta Jeremías:

«Y tomaron treinta piezas de plata, el precio en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los hijos de Is rae l , 1 0 y las dieron por el campo del Alfarero, como el Señor me lo había ordenado». *

P r o c e s o d e Jesús ante Pi lato (Me 15,2-15; Le 23,2-25; Jn 18,28-40)

11 Jesús fue presentado ante el procu­rador, que le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Respondió Jesús: Tú lo dices. 12 Pero a las acusaciones hechas por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos nada respondía. 13 Díjole entonces Pila­to : ¿No oyes todo lo que dicen contra ti? 14 Pero El no respondía a nada, de suerte que el procurador se maravilló sobre­manera. 15 Era costumbre que el procu­rador, con ocasión de la fiesta, diese a la muchedumbre la libertad de un preso, el que pidieran. 16 Había entonces un preso famoso llamado Barrabás. 1 7 Es­tando, pues, reunidos, les dijo Pi la to : ¿A quién queréis que os suelte: a Barra­bás o a Jesús, el l lamado Cristo? l s Pues sabia que por envidia se lo habían entre­gado. * 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, envió su mujer a decirle: N o te metas con ese justo, pues he padecido mucho hoy en sueños por causa de él. * 2 0 Pero los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la muche­dumbre que pidieran a Barrabás e hicie-

69 Pedro, que siguió al Maestro, entró en casa del pontífice para ver en qué paraba la prisión. En este tiempo ocurrió la triple negación predicha por Jesús y narrada por los evangelistas, más detalladamente por San Marcos (14,66-72). O 7 ] Celebraron entonces nueva sesión para dar valor legal a lo actuado en la sesión de la noche. *• ' La actuación de los tribunales empezaba de madrugada.

2 Roma había reservado a su representante el derecho de imponer la pena capital. Sin su apro­bación, el fallo del Sanedrín no tenía valor jurídico ninguno (Jn 18,30).

6 Como dinero adquirido mediante un crimen, no podía ser echarlo en el tesoro del templo, y así resuelven emplearlo en beneficio de los peregrinos que morían en Jerusalén. Este episodio nos pinta al vivo la hipocresía de los sacerdotes, que colaban un mosquito y se tragaban un camello (23,24). El texto del profeta citado por el evangelista es de Zac 11,12 s. El Señor, que se había hecho mayoral de pastores del pueblo judio y que el profeta representa bajo la figura de un rebaño, cansado ya de la indocilidad de los pastores y de la del rebaño, rompe su cayado y pide por medio del profeta el salario que le corresponde. Le pesan treinta siclos de plata, y el Señor dice al profeta: «Echa en el tesoro del templo ese magnífico precio en que me han estimado», y el profeta los toma y los echa en el tesoro.

10 Jer 32,6 ss.; Zac 11,12 s. 18 Aunque veía que por envidia se lo habían entregado, no quiso desairar a tan graves señores,

y así recurre a este expediente para poner en libertad a Jesús. 1 9 Este detalle viene a poner más de manifiesto la inocencia de Jesús y la maldad de sus acu­

sadores.

Diacma ática

de plata a los príncipes de los sacerdotes y ancianos, 4 diciendo: He pecado en­tregando sangre inocente. Dijeron ellos:

1039 SAN MATEO 27

ran perecer a Jesús. * 2 1 Tomando la pa­labra el procurador, les dijo: ¿A quién de los dos queréis que os dé por libre? Ellos respondieron: A Barrabás. 2 2 Díjoles Pi­lato : Entonces, ¿qué queréis que haga con Jesús, el llamado Cristo? Todos dijeron: Crucifíquenle. 23 Dijo el procurador: ¿Y qué mal ha hecho? Ellos gritaron más, diciendo: ¡Crucifíquenle! 2 4 Viendo, pues, Pilato que nada conseguía, sino que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la muche­dumbre, diciendo: Y o soy inocente de esta sangre; vosotros veáis.* M Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. * 2* Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azo­tar, se lo entregó para que le crucifica­ran. *

Jesús , e scarnec ido p o r los so ldados (Me 15,15-20; Jn 19,1-3)

2 7 Entonces los soldados del procura­dor, tomando a Jesús, lo condujeron al pretorio ante toda la cohorte, 2S y despo­jándole de sus vestiduras, le echaron enci­ma una clámide de púrpura, 2 9 y, tejien­do una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en la mano una caña; y doblando ante El la rodilla, se burla­ban diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! * 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza. 31 Después de haberse divertido con El, le quitaron la clámide, le pusieron sus vestidos y le lle­varon a crucificar.

L a crucif ixión (Me 15,21-32; Le 23,26-43; Jn 19,16-24)

3 2 Al salir encontraron a un hombre de Cirene, de nombre Simón, al cual requi­

rieron para que llevase la cruz. * 33 Lle­gando al sitio l lamado Gólgota, que quie­re decir el lugar de la calavera, 3 4 diéronle a beber vino mezclado con hiél; mas en cuanto lo gustó, no quiso beberlo. * 35 Así que le crucificaron, se dividieron sus ves­tidos echándolos a suertes, 36 y sentados hacían la guardia allí. 37 Sobre su cabeza pusieron escrita su causa: Este es Jesús, el Rey de los judíos. * 38 Entonces fueron crucificados con El dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban le injuriaban, moviendo la cabeza * 4 0 y diciendo: Tú que destruías el templo y lo reedificabas en tres días, sálvate ahora a ti mismo; si eres hijo de Dios, baja de esa cruz.

41 E igualmente los príncipes de los sacerdotes, con los escribas y ancianos, se burlaban y decían: 4 2 Salvó a otros y a sí mismo no puede salvarse. Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y cree­remos en El. *3 H a puesto su confianza en Dios ; que El le libre ahora, si es que le quiere, puesto que ha dicho: Soy el Hijo de Dios. 4 4 Asimismo los bandidos que con El estaban crucificados le ultrajaban. *

L a m u e r t e d e J e s ú s

(Me 15,33-41; Le 23,44-49; Jn 19,28-30) 4 5 Desde la hora de sexta se extendie­

ron las tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona. * 4 6 Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: Eli, Eli, lema sabachtani! Que quiere de­cir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?* 4 7 Algunos de los que allí estaban, oyéndolo, decían: A Elias llama éste. 4 8 Luego, corriendo, uno de ellos tomó una esponja, la empapó de vinagre, la fijó en una caña y le dio a be-

2« El recado de la esposa de Pilato tuvo lugar entre la propuesta de éste al pueblo y la respuesta del pueblo, que, trabajado por los jefes, pide la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

24 Con esto creyó cumplir sus deberes de juez y alejar de si la responsabilidad que el sueño de su mujer pudiera traer sobre él.

2 5 El cumplimiento de esta maldición que el pueblo echa sobre si era lo que a Jesús conmovía hasta hacerle derramar lágrimas (Le 19,41 ss.).

2 6 San Juan, que es más detallado, nos dice que Pilato había mandado azotar a Jesús por vía de corrección y para darles alguna satisfacción a sus enemigos, después de fracasado el primer expedien­te de libertad (Jn 19,1 ss.).

2 9 El mismo San Juan coloca esta burla luego de la flagelación, y nos dice que Pilato la quiso aprovechar para aplacar el ánimo de los judíos, aunque en vano (Jn 19,4 ss.).

3 2 La costumbre dictaba que el reo mismo llevase el travesano de la cruz (el pie derecho estaba plantado en el sitio); pero Jesús no podía, sin duda a causa de la crudeza de la flagelación.

3 4 Era un anestésico que embotaba los sentidos para que el reo sintiese menos los tormentos; por eso Jesús no lo quiso beber, porque quería apurar hasta las heces el cáliz del dolor.

37 Jesús muere porque se ha declarado Rey de los judíos, esto es, Mesías. 39 Para mayor ejemplaridad, los lugares de suplicio solían estar al lado de los caminos. Por

aquí se ve hasta qué punto habían logrado los jefes de la nación inficionar los ánimos del pueblo contra Jesús.

4 4 Este plural genérico no se aplica sino a un» de los dos, según nos lo declara más explícita­mente San Lucas (23,39 ss.).

4 3 El día se dividía en cuatro partes iguales, horas, a contar desde el amanecer, como la noche en cuatro vigilias. La hora de sexta comenzaba al mediodía.

4 6 Estas palabras están tomadas del salmo 22. Ese desamparo es uno de tantos misterios como ofrece la psicología de Dios.

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SAN MATEO 27-28 1040

ber. * 49 otros decían: Deja; veamos si viene Elias a salvarle. 50 Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.

El duelo por Jesús

51 La cortina del templo se rasgó de arriba abajo en dos partes, * 52 la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrie­ron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucita­ron, * 53 y saliendo de los sepulcros, des­pués de la resurrección de El, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. 54 El centurión y los que con él guarda­ban a Jesús, viendo ei terremoto y cuan­to había sucedido, temieron sobremane­ra y se decían: Verdaderamente, éste era hijo de Dios. * 55 Había allí, mirándole desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para ser­virle;* 56 e n t r e ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos de Zebedeo.

Sepultura de Jesús (Me 15.42-47; Le 23,40-56; Jn 19,38-42)

5 7 Llegada la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, de nombre José, discí­pulo de Jesús. 58 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces ordenó que le fuese entregado. * 59 E K tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo depositó en su propio sepulcro, del todo nuevo, que había sido excavado en la peña, y corriendo una piedra grande a la puerta del sepulcro, se fue. * 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

La guardia del sepulcro por los judíos

62 Al otro día, que era el siguiente a la Parasceve, fueron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos a Pilato w y le dijeron: Señor, recordamos que ese impos­tor, vivo aún, dijo: Después de tres días resucitaré. 64 Manda, pues, guardar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos, le roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos. Y será la última impostura peor que la primera. 65Díjoles Pilato: Ahí tenéis la guardia; id y guardadlo como vosotros sabéis. 66 Ellos fueron y pusie­ron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra.

La mañana de Pascua (Me 16,1-8; Le 24,1-11; Jn 20,1-18)

n o 1 Pasado el sábado, ya para ama-« O necer el día primero de la sema­na, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro. * 2 Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Se­ñor bajó del cielo y acercándose removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. * 3 Era su aspecto como el relámpa­go, y su vestidura blanca como la nieve. 4 De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos. 5 El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No te­máis vosotras, pues sé que buscáis a Je­sús el crucificado. 6 No está aquí; ha re­sucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. 7 Id luego y decid a sus discípulos que ha resucita­do de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí le veréis. Es lo que tenia

48 Era agua mezclada con vinagre, que los soldados encargados de la custodia de los reos tenían a mano para beber.

51 Esta cortina se hallaba a la puerta del Santísimo, cuyo secreto quedaba con esto expuesto a los ojos profanos.

52 Este hecho nos es transmitido sólo por San Mateo; su interpretación es difícil, y por esto, objeto de varias opiniones. En el sentido obvio, esos santos se habrían adelantado al Señor en la resurrección, lo que no puede admitirse. ¿Habrá anticipado el evangelista la resurrección de los santos? ¿Esos que, resucitados, salieron de sus sepulcros, volvieron a morir? Otros tantos misterios. Lo indudable es que esa resurrección, cualquiera y como quiera que sea, es señal de la victoria de Jesús sobre la muerte y de la liberación de los que le esperaban en el seno de Abraham.

54 Los soldados gentiles conñesan la inocencia de Jesús y que, en efecto, decía verdad en aquello de que le acusaban.

55 San Lucas (8,1 ss.) nos indica el oñcio que estas mujeres tenían en compañía de Jesús y de sus discípulos.

5 8 Como cadáver de un reo, estaba en poder del juez, que no lo entregó hasta haberse certificado que estaba ya muerto (Me 15,44 s.).

60 El sepulcro en Palestina no era una hoya, sino una cámara excavada en la peña viva, rodeada en el interior de poyos, sobre los cuales se depositaban los cadáveres bien fajados y envueltos en aromas. La puerta baja se cubría con una losa gruesa, que se hacía rodar a un lado cuando se abría el sepulcro.

OQ l Aquel año coincidía el sábado con el día de la Pascua, y por doble motivo no se podía ** ° trabajar nada. En la cuenta de las Marías no son igualmente completos los evangelistas; una hay que no falta en ninguno, María Magdalena. . - 2 A esto se ordenaba en los planes divinos la colocación del sello y de la guardia por los pruden­tes magistrados judíos, y sucedió, sin duda, antes de la llegada de las mujeres.

1041 SAN MARCOS

que deciros. * 8 Partieron ligeras del mo­numento, llenas de temor y de gran gozo, corriendo a comunicarlo a los discípulos. 9 Jesús les salió al encuentro, diciéndoles: Dios os salve. Ellas, acercándose, le co­gieron los pies y se postraron ante El. 10 Dijoles entonces Jesús: No temáis; id y decid a mis hermanos que vayan a Ga­lilea y que allí me verán. *

El anuncio a los judíos n Mientras iban ellas, algunos de los

guardias vinieron a la ciudad y comuni­caron a los príncipes de los sacerdotes to­do lo sucedido. 12 Reunidos éstos en con­sejo con los ancianos, tomaron bastante dinero y se lo dieron a los soldados,13 di­ciéndoles: Decid que, «viniendo los dis­cípulos de noche, le robaron mientras nosotros dormíamos». 1 4Y si llegase la

7 Así se lo había dicho Jesús (26,32), porque allí, más tranquilamente que en Judea, podía com­pletar su instrucción, una vez que por la resurrección se les habían abierto los ojos.

10 La forma demasiado compendiosa en que San Mateo nos cuenta este suceso tan importante de la mañana de Pascua, nos autoriza para interpretarlo a la luz del más detallado relato de San Juan (20,11 ss.), identificando esta aparición con la concedida a María Magdalena.

16 San Mateo omite las apariciones del Salvador en Judea, las cuales tuvieron por objeto con­vencer a los discípulos incrédulos de la resurrección del Maestro y ponerlos en camino de Galilea.

17 San Juan nos cuenta más en detalle las dudas de Tomás, a quien, sin duda, alude aquí San Mateo (Jn 20,24 s.).

1 8 San Pablo dice que, por las humillaciones de su pasión, Jesús recibió del Padre el título de Señor, con la plenitud del poder soberano en el cielo, en la tierra y hasta en los infiernos (Flp 2,6 ss.). En virtud de esos poderes, Jesús envía a sus discípulos a predicar, con la facultad de perdonar los pecados y divulgar sus enseñanzas, prometiéndoles para ello su asistencia hasta la consumación de los siglos. Esto quiere decir que no habla sólo a los presentes, sino a todos los que hayan de creer en su palabra por el ministerio de ellos y ser ministros de su doctrina (Jn 17,20).

19 Véase nota a Mt 18,18.

cosa a oídos del procurador, nosotros le aplacaremos y estaréis seguros. 15 Ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había dicho. Esta noticia se divulgó en­tre los judíos hasta el día de hoy.

La aparición del Señor en Galilea (Me 16,15-18)

16 Los once discípulos se fueron a Ga­lilea, al monte que Jesús les había indi­cado, * 17 y, viéndole, se postraron; algu­nos vacilaron,* i8y, acercándose Jesús, les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; * 19 id, pues; ense­ñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Es­píritu Santo, * 20 enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo es­taré con vosotros siempre hasta la consu­mación del mundo.

EVANGELIO DE SAN MARCOS

La tradición eclesiástica atribuye a San Marcos la composición del segundo evan­gelio. Marcos es un personaje bastante conocido en los escritos neotestamentarios. El mismo evangelista nos habla de un joven que la noche de la prisión del Señor en Getsemaní le siguió envuelto en una sábana y que, hallándose a punto de ser cogido por la tropa judía, les dejó la sábana y huyó desnudo en medio de la noche. Muchos han querido identificarle con el mismo evangelista que narra el episodio. Cuando, a principios del año 44, Pedro se encontró en medio de la ciudad de Jerusalén liberado de la prisión por el ángel, se dirigió a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde encontró a muchos fieles orando por su libertad (Act 12,12). Alrededor de aquella fecha, Pablo y Bernabé, que habían sido enviados a Jerusalén por la iglesia de Antioquía con una limosna para socorro de los hambrientos fieles de la iglesia madre, al partir llevaron consigo a Marcos (Act 12,25). P°c° más tarde, los dos apóstoles emprenden su primera misión para anunciar el Evangelio y toman por compañero al mismo Marcos, que cobardemente los abandona, volviéndose a Jerusalén (Act 13,13). Cuatro años después, los mismos apóstoles se disponen a realizar su segunda misión, y Bernabé quiere que Juan Marcos los acompañe, a lo que Pablo se opone, recordando su anterior cobardía. Al fin, Pablo se fue con Silas a la vuelta de Cilicia, y Bernabé, con Marcos, se encaminó a Chipre, su patria (Act 15,37 ss-)-

Con los años, Marcos vino a ser un gran ministro del Evangelio y coadjutor de

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SAN MARCOS 1042

los apóstoles. No hay que decir que esto le reconcilió el afecto de Pablo, a quien sólo su cobardía había disgustado. Por esto, unos diez o doce años más tarde le hallamos en Roma a su lado (Col 4,10; Flm 24). Hacia la misma época, Pedro, escribiendo desde Roma a los fieles del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, los saluda de parte de Marcos, su hijo en la fe (1 Pe 5,13). Años más tarde, durante su segunda prisión, Pablo encarga a Timoteo que traiga consigo a Marcos, que le es de mucha ayuda para el ministerio (2 Tim 4,11). Una tradición posterior, recogida por Eusebio en su «Historia eclesiástica» (11,9), afirma que fue el evangelizados de Egipto y fundador de la gloriosa iglesia de Alejandría. San Jerónimo le señala como padre del monacato egipcio.

E L EVANGELIO.—La tradición cristiana que, con Papias, remonta a los últimos años del siglo primero, nos dice que San Marcos escribió su evangelio en Roma, re­cogiendo en él la predicación de San Pedro: «Marcos, intérprete de Pedro, puso por escrito cuantas cosas recordaba de lo que Cristo había hecho y dicho, con exactitud, pero no con orden. No es que él hubiera oído al Señor o le hubiera seguido; pero, como se ha dicho, siguió después a Pedro, el cual hacía sus instrucciones según las necesidades de los oyentes, pero no narraba ordenadamente los discursos del Señor. Por esto Marcos no incurrió en error escribiendo algunas cosas conforme las tenía en la memoria; de una cosa tenía cuidado: de no omitir nada de lo que había oído o de no fingir cosa falsa». Los escritores posteriores confirman en substancia estas afir­maciones de Papias, de las cuales sacamos en consecuencia: 1." Que San Marcos nos ha conservado la suma de la catcquesis de San Pedro. 2.0 Que su evangelio fue des­tinado a los convertidos de la gentilidad. 3.0 Que fue escrito en Roma. 4.0 Sobre la fecha precisa no existe la misma certidumbre, pero lo más razonable es suponer que lo escribió en la fecha en que los apóstoles San Pedro y San Pablo nos muestran a Marcos en Roma, que sería por los años 60 a 62.

El examen del evangelio nos confirma en estos puntos; v.gr.: 8,29 ss., la confesión de Pedro y la reprensión que luego recibió del Señor (cf. Mt 16,17 ss-)¡ ^a negación de Pedro conforme a la predicción (14,30.66 ss.); la explicación de los vocablos hebreos y de las costumbres judías, que naturalmente debían de ser desconocidos de sus lectores; v.gr.: 7,3 s., en que declara las tradiciones judías sobre la pureza; 14,12, en que cuenta el rito del día primero de los Ácimos, y 15,42, donde explica lo que era la Parasceve. Es también San Marcos, de los cuatro evangelistas, el que emplea más vocablos y construcciones latinas.

El estilo de San Marcos es bastante incorrecto, lo que aun en la versión castellana se echará de ver; en cambio, abundan en él los rasgos pintorescos. Para hacerse cargo de esta cualidad bastará comparar la curación del paralítico, 2,1-12, con Mt 9,1-8; la tempestad calmada, 4,35-41, con Mt 8,18-27, y la curación de la hemorroísa, 5,21-34, con Mt 9,18-26. Es también San Marcos el que emplea un lenguaje más fuerte para hablar de la humanidad del Señor; v.gr.: 3,21, la salida de los parientes para recoger a Jesús porque le creían fuera de sí; 6,3, Jesús, calificado de carpintero;. 6,5, por qué no hace milagros en Nazaret; 8,12, su llanto ante la incredulidad de la generación presente; 10,18, su afirmación solemne de la bondad de sólo Dios; 13,32, su actitud ante la revelación del día del juicio. Todo lo cual se echará bien de ver comparando estos pasajes con los paralelos de San Mateo y San Lucas.

PLAN DEL EVANGELIO.—San Marcos no nos dice nada de la infancia de Jesús. El plan de su obra responde bien al que trazaba San Pedro en casa del centurión Cornelio (Act 10,36-43): «Dios ha enviado la palabra a los hijos de Israel, anun­ciándoles la paz por Jesucristo, que es Señor de todos. Vosotros conocéis lo que ha sucedido en toda la Judea, habiendo comenzado en Galilea después del bautismo predicado por Juan, cómo Dios ha ungido con el Espíritu Santo y el poder a Jesús de Nazaret, que iba de lugar en lugar haciendo bien y curando a todos aquellos que estaban bajo el imperio del diablo, porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testi­gos de todo lo que ha hecho en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Ellos le dieron muerte colgándole de un madero, pero Dios le resucitó al tercer día y permitió que

1043 SAN MARCOS 1

se apareciese, no a todo el pueblo, ano a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros, que hemos comido y bebido con El después que hubo resucitado de entre los muertos. El nos ha ordenado predicar al pueblo y atestiguar que ha sido estable­cido por Dios juez de vivos y de muertos. Todos los profetas dan testimonio de El, que quien creyere en El recibe por su nombre el perdón de los pecados». Conforme a este programa, San Marcos trazó el plan de su evangelio, que es el siguiente: i. Título del evangelio, en que afirma la divinidad de Jesús (1,1). 2. Predicación del Bautista, bautismo de Jesús y su retiro en el desierto (1,2-13). 3- Ministerio de Jesús en Galilea (1,14-9,50), 4. Ministerio en Judea y Jerusalén (10-13). 5. Pasión y resurrección (14-16).

€¡TTM A T i T O PRIMERA PARTE: Predicación de Jesús en Galilea (1-10). a\Jlll¿Xl\í\J S E G U N D A P A R T E : Ministerio de Jesús en Jerusalén (11-13).—TERCERA PARTE: Pasión y resurrección del Salvador (14-16).

P R I M E R A P A R T E

PREDICACIÓN DE JESÚS EN GALILEA

( I - I O )

La misión de Juan (Mt 3,1-12; Le 3,1-18)

1 1 Principio del evangelio de Jesucris­to, Hijo de Dios. 2 Como está es­

crito en el profeta Isaías: «He aquí que envío delante de ti mi

ángel, I que preparará tu camino. * | 3 Voz de quien grita en el desierto: | Pre­parad el camino del Señor, enderezad sus senderos».

4 Apareció en el desierto Juan el Bau­tista, predicando el bautismo de peniten­cia para remisión de los pecados. 5 Acu­dían a él de toda la región de Judea, todos los moradores de Jerusalén, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesan­do sus pecados. * 6 Llevaba Juan un ves­tido de pelos de camello, y un cinturón de cuero ceñía sus lomos, y se alimenta­ba de langostas y miel silvestre. 7 En su predicación les decía: Tras de mí viene uno más fuerte que yo, ante quien no soy digno de postrarme para desatar la co­rrea de sus sandalias. 8 Yo os bautizo en agua, pero El os bautizará en el Espíritu Santo.

El bautismo de Jesús (Mt 3,13-17; Le 3,21-22)

9 En aquellos días vino Jesús desde Na­zaret, de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 En el instante en que sa­lía del agua vio los cielos abiertos y el Espíritu, como paloma, que descendía so­bre El, 11 y se dejó oir de los cielos una voz: «Tú eres mi Hijo amado, en quien yo me complazco».

El retiro de Jesús (Mt 4 , 1 - n ; Le 4,1-13)

l2 En seguida el Espíritu le empujó ha­cia el desierto. * 13 Permaneció en él cua­renta días tentado por Satanás, y moraba entre las fieras, pero los ángeles le ser­vían. *

Su predicación (Mt 4,12-17; Le 4,13-15)

1* Después que Juan fue preso vino Je­sús a Galilea predicando el Evangelio de Dios * 15 y diciendo: Cumplido es el tiem­po, y el reino de Dios está cercano; arre­pentios y creed en el Evangelio.

Vocación de los pr imeros discípulos (Mt 4,18-22; L e 5 ,1 -n )

1* Caminando a lo largo del mar de Ga­lilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de

I2 Los dos primeros versos son de Malaquías (3,1); los otros son de Isaías (40,3 s.); pero ambos aluden al mismo objeto.

5 Este versículo nos muestra la conmoción producida por el Bautista al aparecer en el desierto. Era una visión que traía a la memoria la persona de Elias, el gran celador del culto de Dios (2 Re 1,8).

1 2 Como a hombre verdadero y ungido por Dios con el Espíritu Santo (Act 10,38), el mismo Espíritu le conduce al desierto para prepararse a comenzar su misión evangélica (Is 42,1 ; 61,1).

1 3 Satanás es palabra hebrea que significa adversario de Dios, de Cristo, de sus fieles. En el desierto, donde no habitan los hombres, tienen su habitual y libre morada las fieras.

1 4 Si atendemos a la superficie de la letra, habríamos de decir que Jesús no comenzó a predicar hasta después de la prisión de Juan; sin duda que no es éste el pensamiento del evangelista. Recor­demos la falta de orden de que nos habla Papias. Esta ida de Jesús a Galilea es la qu« narra Son Juan (4,1 s.).

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SAN MARCOS 1-2 1044

Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores, 17 Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.18 Al instante, dejando las re­des, le siguieron.I9 Y continuando un po­co más allá, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban tam­bién remendando sus redes en la barca, 20 y los llamó. Ellos luego, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jorna­leros, se fueron en pos de El.

En la sinagoga de Cafarnaúm (Le 4,31-37)

21 Llegaron a Cafarnaúm, y luego, el dia de sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba. 22 Se maravillaban de su doc­trina, pues la enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. * 23 Y luego, hallándose en la sinagoga un hom­bre poseído de un espíritu impuro, co­menzó a gritar,24 diciendo: ¿Qué hay en­tre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco; tú eres el Santo de Dios. * 25 Jesús le mandó: Cá­llate y sal de él. 26 Bl espíritu impuro, agi­tándole violentamente, dio un fuerte gri­to y salió de él. 27 Quedáronse todos estu­pefactos, diciéndose unos a otros: ¿Qué es esto? Una doctrina nueva y revestida de autoridad, que manda a los espíritus impuros y le obedecen. 28 Extendióse lue­go su fama por doquiera en todas las re­giones limítrofes de Galilea.

Curación de la suegra de Pedro (Mt 8,14-15; Le 4,38-39)

2* Luego, saliendo de la sinagoga, vi­nieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30 La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, e inmediata­mente se lo dijeron. 31 El, acercándose, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó, y ella se puso a servirles.

Curaciones en la tarde del sábado (Mt 8,16-17; L e 4,40-41)

32 Llegado el atardecer, puesto ya el sol, le llevaron todos los enfermos y endemo­niados, 33 y toda la ciudad se reunió a la puerta; 34 curó a muchos pacientes de di­versas enfermedades y echó muchos de­monios, y a éstos no les permitía hablar, porque le conocían.

Deja a Cafarnaúm secretamente (Mt 4 ,23; L e 4,42-44)

35 A la mañana, mucho antes de ama­necer, se levantó, salió y se fue a un lu­

gar desierto, y allí oraba. 3<¡ Fue después Simón y los que con él estaban, 3? y ha­llado, le dijeron: Todos andan en busca de t i .3 8 El les contestó: Vamos a otra par­te, a las aldeas próximas, para predicar allí, pues para esto he salido. 39 Y se fue a predicar en las sinagogas de toda Gali­lea, y echaba los demonios.

Curación de un leproso (Mt 8,2-4; Le 5,12-16)

40 Viene a El un leproso, que suplican­do y de rodillas le dice: Si quieres, pue­des limpiarme.41 Enternecido, extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, sé limpio. 42 Y al instante desapareció la lepra y que­dó limpio. 43 Despidióle luego con impe­rio, 44 diciéndole-: Mira, no digas nada a nadie; sino vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés ordenó en testimonio para ellos. 45 Pero él, en partiendo, comenzó a pregonar a voces y a divulgar el suceso, de manera que Jesús ya no podía entrar públicamen­te en una ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares desiertos, y allí venían a El de todas partes.

Curación de un paralítico (Mt 0,1-8; Le 5,17-26)

2 1 Entrando de nuevo, después de al­gunos días, en Cafarnaúm, se supo

que estaba en casa,2 y se juntaron tantos, que ni aun en el patio cabían, y El les ha­blaba. 3 Vinieron trayéndole un paralí­tico, que llevaban entre cuatro. 4 No pu-diendo presentárselo a causa de la muche­dumbre, descubrieron el terrado por don­de El estaba, y hecha una abertura, des­colgaron la camilla en que yacía el para­lítico. 5 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Estaban sentados allí algu­nos escribas, que pensaban entre sí:7 ¿Có­mo habla así éste? Blasfema. ¿Quién pue­de perdonar pecados sino sólo Dios? 8 Y luego, conociéndolo Jesús, con su espíri­tu, que así discurrían en su interior, les dice: ¿Por qué pensáis así en vuestros co­razones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al pa­ralitico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y vete? 1° Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados—se dirige al para­lítico—, u yo te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. 12 El se levan­tó, y tomando luego la camilla, salió a la

2 2 Los escribas no sabían enseñar sino invocando la autoridad de los maestros antiguos; Jesús tiene en sí mismo y en la evidencia de la verdad que enseña la fuerza de imponer sus enseñanzas.

2 4 Dios e s e l Santo, el Puro; sus ángeleséparticipan de su santidad y pureza; al contrario, los demonios son impuros. Este espíritu presiente en Jesús un poder divino, que tiende a destruir el suyo. Es el testimonio que continuamente dan de Jesús los espíritus por boca de los posesos.

1045 SAN MARCOS 2-3

vista de todos, de manera que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios di­ciendo: Jamás hemos visto cosa tal.

Vocación de Leví y respuesta a ciertas críticas

(Mt 9,9-17; L e 5,27-39) 13 Salió de nuevo a la orilla del mar,

y toda la muchedumbre se llegó a El, y íes enseñaba. 14 Al pasar vio a Leví el de Alfeo sentado al telonio, y le dijo: Sigúe­me. El, levantándose, le siguió, * 15 Estan­do sentado a la mesa en casa de éste, mu­chos publícanos y pecadores estaban re­costados con Jesús y con sus discípulos, que eran muchos los que le seguían. 16 Los escribas y fariseos, viendo que co­mía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: ¿Pero es que come con publicanos y pecadores? 17 Y oyéndolo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; ni he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores.

18 Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban. Vienen, pues, y le dicen: ¿Por qué, ayunando los discípulos de Juan y los de los fariseos, tus discípulos no ayu­nan?

19 Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los compañeros del esposo ayunar mientras está con ellos el esposo? Mientras tienen con ellos al esposo no pueden ayunar. 20 Pero días vendrán en que les arrebata­rán el esposo; entonces ayunarán. 21 Na­die cose un pedazo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues el remiendo nuevo se llevaría lo viejo, y la rotura se haría mayor. 22 Ni echa nadie vino nuevo en cueros viejos, pues el vino rompería los cueros, y se perderían vinos y cueros; el vino nuevo se echa en cueros nuevos.

Defensa de los discípulos sobre la observancia del sábado

(Mt 12,1-8; Le 6,1-5) 23 Caminando El a través de las mieses

en día de sábado, sus discípulos, mientras iban, comenzaron a arrancar espigas. 24 Los fariseos le dijeron: Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permiti­do? 25 Y les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los suyos? 26 ¿Cómo

2 3

entró en la casa de Dios, bajo el pontí­fice Abiatar, y comió los panes de la pro­posición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio asimismo a los suyos? 27 Y añadió: El sábado ha sido he­cho para el hombre, y no el hombre para el sábado. 28 Y dueño del sábado es el Hijo del hombre.

Curación en sábado del hombre de la m a n o seca

(Mt 12,9-14; Le 6,6-11)

3 1 Entró de nuevo en la sinagoga, don­de había un hombre con una mano

seca, 2 y le observaban a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. 3 Y dice al hombre de la mano seca: Levántate y sal al medio. 4 Y les dice: ¿Es lícito en sá­bado hacer bien en vez de mal, salvar un alma y no dejarla perecer? Y ellos calla­ban. * 5 y dirigiéndoles una mirada aira­da, entristecido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende tu ma­no. La extendió y fuele restituida la ma­no. * 6 Saliendo los fariseos, luego se con­certaron con los herodianos contra El para prenderle.

Predicación al pueblo y curaciones numerosas

(Mt 4,24-25; 12,15-51; L e 6,17-19) 7 Se retiró Jesús con sus discípulos ha­

cia el mar, y una numerosa muchedumbre de Galilea, de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, de TransJordania y de los alre­dedores de Tiro y de Sidón, una muche­dumbre grande, oyendo lo que hacía, acu­día a El. * Dijo a sus discípulos que le pre­parasen una barca, a causa de la muche­dumbre, para que ésta no le oprimiese, !0 pues curaba a muchos, y cuantos pade­cían algún mal se echaban sobre El para tocarle. * n Los espíritus impuros, al ver­le, se arrojaban ante El y gritaban, dicien­do : Tú eres el Hijo de Dios, i2 El, con im­perio, les mandaba que no le diesen a co­nocer. *

Elección de los doce (Mt 5,i,• 10,1-4; L e 6,12-16)

13 Subió a un monte, y llamando a los que quiso, vinieron a El, 1 4y designó a doce para que le acompañaran y para en­viarlos a predicar, 15 con poder de expul-

1 4 Por aquí conocemos otro nombre de Mateo y además el de su padre. 4 En M t 12,11 el Señor expone el argumento usando de otra semejanza, para venir a la misma conclusión. 5 Aquí tenemos un rasgo de San Marcos en esta nota de la ira y tristeza de Jesús a causa de I*

perversidad de que dan muestra los fariseos. 1 0 Se arrojan sobre El porque su fe les decía que sólo en Eí podían hallar el remedio de sus males, 1 2 N o pudiendo alcanzar los espíritus el misterio divino de Jesús, estas palabras no significarían

otra cosa que Mesías. Sin duda, no tienen certeza de que lo sea; pero lo proclaman para excitar los entusiasmos del pueblo. Por la misma razón, Jesús les impone silencio, como lo impone muchas veces a los curados por El. Marcos es, de todos los evangelistas, el que más insiste sobre este silencio.

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SAN MARCOS 3-4 1046

sar a los demonios. 1 6 Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nom­bre Pedro; 17 a Santiago el de Zebedeo y a Juan, hermano de Santiago, a quienes dio el nombre de Boanergues, esto es, hijos del t rueno; 18 a Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo , a Tomás y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y Simón el Celador, 1 9 y a Judas Iscariote, el que le entregó.

D i v e r s o s ju i c ios s o b r e J e s ú s (Mt 12,24-32)

20 Llegados a casa, se volvió a juntar la muchedumbre, tanto que no podían ni co­mer. 2 1 Oyendo esto sus deudos, salieron para llevárselo, pues decíanse: Está fue­ra de sí. * 2 2 Los escribas, que habían ba­jado de Jerusalén, decían: Está poseído de Beelcebul, y por virtud del príncipe de los demonios echa a los demonios.

Répl i ca d e J e s ú s a los e s c r i b a s (Mt 12,31-37)

23 Llamóles a sí y les dijo en parábo­las: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Sa­tanás? 2 4 S i un reino está dividido con­tra si mismo, no puede durar. 2$ Y si una casa está dividida contra sí misma, n o po­drá subsistir. 2 6 Si, pues, Satanás se levan­ta contra sí mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin. 27 Mas nadie puede entrar en la casa de un fuerte y saquearla si primero no ata al fuerte, y entonces saqueará la casa. 2 8 En verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias que profieran; 2 9 pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es reo de eter­no pecado. 30 Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.

L a v e r d a d e r a f ami l i a d e J e s ú s (Mt 12,46-50; Le 8,19-21)

M Vinieron su madre y sus hermanos, y desde fuera le mandaron a l lamar . 3 2 Es­taba la muchedumbre sentada en torno de El y le dijeron: Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que ta buscan. 33 El les respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 3 4 Y echando una mira­da sobre los que estaban sentados en derredor suyo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 3 5 Quien hiciere la volun­tad de Dios, ése es mi hermano, mi her­mana y mi madre.

L a p a r á b o l a d e l s e m b r a d o r , (Mt 13,1-23; Le 8,4-15)

41 D e nuevo comenzó a enseñar junto al mar. Había en torno de El una nu­

merosísima muchedumbre, de manera que tuvo que subir a una barca en el mar y sentarse; y la muchedumbre estaba a lo largo del mar, en la ribera. 2 Les en­señaba muchas cosas en parábolas y les decía en su enseñanza: 3 Escuchad: Sa­lió a sembrar un sembrador, * 4 y al sem­brar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había casi tierra, y al instante bro tó , por no ser profunda la tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se marchitó, y por no haber echado raíz se secó. 7 Otra par te cayó entre cardos, y en creciendo los car­dos la ahogaron y no dio fruto. 8 Otra cayó en tierra buena y dio fruto, que su­bía y crecía, dando uno treinta, otro se­senta y otro ciento. 9 Y decía: El que ten­ga oídos para oir, que oiga.

10 Cuando se quedó solo le pregunta­ron los que estaban en torno suyo con los doce acerca de las parábolas; u y El les dijo: A vosotros os h a sido dado a co­nocer el misterio del reino de Dios, pero a los otros de fuera todo se les dice en pa­rábolas, para que

12 Mirando, miren y no vean; oyendo, oigan y no entiendan, [dos.* no s«a que se conviertan y sean perdona-

13 Y las dijo: ¿No entendéis esta pará­bola? ¿Púas cómo vais a entender todas las otras? I 4 El sembrador siembra la pa­labra. 15 Unos están junto al camino, y se siembra en ellos la palabra; pero en cuanto la oyen viene Satanás y arrebata la palabra que en ellos se había sembra­do. 16 Asimismo, los que reciben la simien­te en terreno pedregoso son aquellos que, al oir la palabra, la reciben desde luego con alegría, 17 pero no tienen raíces en sí mismos, sino que son inconstantes, y en cuanto sobreviene la adversidad y la per­secución por la palabra, al instante se es­candalizan. l s Otros hay para quienes la siembra cae entre espinas; ésos son los que oyen la palabra, 19 pero sobrevienen los cuidados del siglo, la fascinación de las riquezas y las demás codicias, y la ahogan, quedando sin dar fruto. 2 0 Los que reciben la siembra en tierra buena

2 1 Otra nota característica de San Marcos. Los vecinos de Nazaret, que hasta ahora no le habían tenido sino por un carpintero, hijo de María y de José, al ver que se daba a predicar, le creyeron trastornado. Los parientes, que, según San Juan (7,5), no creían en El, se asocian a la opinión de1

vulgo y van en su busca para reducirle a casa. Véase Mt 12,47.

43 Esta llamada de atención nos muestra la forma familiar de enseñar que tenía Jesús.

1 2 Véase Mt 13,14-

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son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto, quién treinta, quién sesenta, quién ciento.

D e b e r d e c o n o c e r el m i s t e r i o de l r e i n o

(Le 8,16-18) 21 Decíales: ¿Acaso se trae la candela

para ponerla bajo un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el can-delero? 2 2 Porque nada hay oculto sino para ser descubierto y no hay nada escon­dido sino para que venga a la luz. 23 Si alguno tiene oídos, que oiga. 2 4 Decíales: Prestad atención a lo que oís: Con la me­dida con que midiereis se os medirá y se os añadirá. 25 Pues al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

L a p a r á b o l a d e la s emi l l a q u e c r e c e 2& Decía: El reino de Dios es como

un hombre que arroja la semilla en la tierra, 21 y ya duerma, ya vele, de noche y de día, la semilla germina y crece, sin que él sepa cómo. * 2 8 De sí misma da fruto la tierra, primero la hierba, lue­go la espiga, en seguida el trigo que llena la espiga; 29 y cuando el fruto está ma­duro, se mete la hoz , porque la mies está en sazón.

E l g r a n o d e m o s t a z a (Mt 13,31-32)

30 Decía: ¿A qué asemejaremos el rei­no de Dios o de dónde tomaremos pará­bola? 3 l Es semejante al grano de mosta­za, que cuando se siembra en la tierra es la más pequeña de todas las semillas de la tierra; 3 2 p e r o sembrado, crece y se hace más grande que todas las hortali­zas, y echa ramas tan grandes, que a su sombra pueden abrigarse las aves del cielo. 33 Y con muchas parábolas como éstas les proponía la palabra, según po­dían entender, 3 4 y no les hablaba sin parábolas; pero a sus discípulos se las explicaba todas aparte.

L a t e m p e s t a d , c a l m a d a (Mt 8,18.23-27; Le 8,22-25)

35 Bn aquel día les dijo, llegada ya la ta rde : Pasemos al otro lado. 3 6 Y despi­diendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado

de otras. 3 7 Se levantó un fuerte venda­val, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que ésta estaba ya para llenarse. *

3 8 El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te da cuidado de que pere­cemos? * 3 9 Y despertando, mandó al vien­to y dijo al mar : Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa cal­ma. 4 0 Les dijo: ¿Por qué sois tan tími­dos? ¿Aún no tenéis fe? 4 I Y sobrecogi­dos de gran temor, se decían unos a o t ros : ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

C u r a c i ó n d e u n p o s e s o (Mt 8,28-34; Le 8,26-39)

5 1 Llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos, 2 y en

cuanto salió de la barca vino a su en­cuentro, saliendo de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impu­ro, 3 que tenía su morada en los sepul­cros y ni aun con cadenas podía nadie sujetarle, 4 pues muchas veces le habían puesto grillos y cadenas y los había roto. 5 Continuamente noche y día iba entre los monumentos y por los montes gri­tando e hiriéndose con piedras. 6 Viendo desde lejos a Jesús, corrió y se postró ante El; 7 y gritando en alta voz, dice: ¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes. * 8 Pues El le decía: Sal, espíritu impuro, de ese hombre. * 9 Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos. 10 Y le suplicaba insis­tentemente que no le echase fuera de aquella región, n Como hubiera por allí en el monte una gran piara de puercos pac i endo , ' 2 le suplicaban aquéllos dicien­do : Envíanos a los puercos para que en­tremos en ellos. 13 Y se lo permitió, y los espíritus impuros salieron y entraron en los puercos, y la piara, en número de dos mil, se precipitó por un acantilado en el mar, y en él se ahogaron. 14 Los por­queros huyeron y difundieron la noticia por la ciudad y por los campos; y vi­nieron a ver lo que había sucedido. 15 Lle­gándose a Jesús, contemplaban al ende­moniado sentado, vestido y en su sano juicio; el que había tenido toda una le-

2 7 Esta parábola, que es propia de San Marcos, significa que el reino de Dios seguirá su des­arrollo normal, sin la intervención espectacular y fulgurante de Dios, con que los judíos esperaban que había de establecerse el reino mesiánico.

37 Es propio de este pequeño lago sufrir estas repentinas y fuertes tormentas. 38 Compárese esta expresión de San Marcos con la de San Mateo 8,25, y se verá en ella la nota

propia del estilo de San Marcos.

5 7 Es singular esta súplica del espíritu, que habla al modo de los hombres. 8 Jesús parece seguir aquí el estilo de los exorcistas. Manda al espíritu salir; pero éste, aunque

se siente torturado, no acaba de dejar a su víctima. Le pregunta su nombre, como si con esto tratara de obligarle más, y el espíritu se escapa diciendo que son muchos. Pero en todo momento se deja sentir el poder de Jesús, hasta que, al fin, deja el cuerpo del poseso. Véase Mt 8,28.

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gión, y temieron, i* Los testigos les re­ferían el suceso del endemoniado y de los puercos. 17 Pusiéronse a rugarle que se alejase de sus términos. 18 Subido El en la barca, el endemoniado le suplicaba que le permitiese acompañarle. 19 Mas no se lo permitió, antes L dijo: Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales cuanto el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti. 2 0 Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había hecho Jesús, y todos se maravillaban.

R e s u r r e c c i ó n d e la hija d e J a i r o y c u r a c i ó n d e la h e m o r r o í s a

(Mt 9,18-26; Le 8,40-56) 21 Habiendo Jesús ganado en la barca

la otra ribera, se le reunió una gran mu­chedumbre. El estaba junto al m a r . 2 2 Lle­gó uno de los jefes de la sinagoga llama­do Jairo, que en viéndole se arrojó a sus pies, 23 e instantemente le rogaba dicien­d o : M i hijita está nutriéndose; ven e im­ponte las manos para que sane y viva. 2 4 Se fue con él, y le seguía una gran mu­chedumbre, que le apretaba. 25 Una mu­jer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años ; 26 y había sufrido gran­demente de muchos médicos, gastando toda su hacienda sin provecho alguno, antes iba de mal en peor, 2 7 como hubiese oído lo que se decía de Jesús, vino entre la muchedumbre por detrás y tocó su vestido; 2 8 pues se decía: Si tocare si­quiera su vestido, seré sana. 2 9 Al punto se secó la fuente de la sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. 30 Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió a la multitud y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? * 31 Los discípulos le con­testaron: Ves que la muchedumbre se aprieta por todas partes y dices: ¿Quién me ha tocado? * 3 2 El echó una mirada en derredor para ver a la que lo había hecho, 33 y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido, se llegó y, postrada ante El, declaróle toda la verdad. 3 * Y El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y seas curada de tu mal. 35 Aún es­taba El hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga, diciendo:

30 Es de notar esta manera, muy humana, de expresarse, propia de San Marcos, la cual parece­ría indicar que el milagro le había sido arrancado por sorpresa.

31 He aquí otra expresión que revela la viveza de San Marcos. Jesús, que unas veces quiere ocultar sus milagros, otras hace que venga en conocimiento del pueblo, conforme a las diversas circunstancias apreciadas por su prudencia.

6 3 Entre las piadosas mujeres que con la Magdalena asistieron a la muerte de Jesús, menciona San Marcos esta María «madre de Santiago el Menor y de José», sin duda cuñada de la Virgen,

ya que lleva su mismo nombre, y no es probable que fuera hermana suya. Véase nota a Mt 12,46. 7 Véase Mt ro,l. * 8 La suma de esta instrucción es que vayan a la ligera, sin bagajes ni nada que denuncie interés

temporal o falta de confianza en la providencia del Padre celestial, de quien son mensajeros.

Tu hija ha muer to : ¿por qué molestar ya al Maestro? 3 S Pero oyendo Jesús lo que decían, dice al jefe de la sinagoga: N o temas, ten sólo fe. 3 7 N o permitió que nadie le siguiera más que Pedro, San­tiago y Juan, el hermano de Santiago. 3 8 Llegados a la casa del jefe de la sina­goga, ve el gran alboroto de las lloronas y plañideras, 3 9 y entrando les dice: ¿A qué ese alboroto y ese llanto? La niña no ha muerto, duerme. 4 0 Se burlaban de El ; pero El, echando a todos fuera, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con El, y entró donde la niña estaba; 4 1 y tomándola de la mano le dijo: «Talitha, qumi», que quiere decir: Niña, a ti te lo digo, le­vántate. 4 2 Y al instante se levantó la niña y echó a andar, pues tenía doce años, y se llenaron de espanto. 43 Reco­mendóles mucho que nadie supiera aque­llo, y mandó que diesen de comer a la niña.

J e s ú s e n N a z a r e t (Mt 13,53-58; Le 4,16-30)

61 Salió de allí y vino a su patria, si­guiéndole sus discípulos. 2 Llegado

el sábado, se puso a enseñar en la sina­goga; y la muchedumbre que le oía se maravillaba, diciendo: ¿De dónde le vie­nen a éste tales cosas, y qué sabiduría es esta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros? 3 ¿No es acaso el carpintero, hijo de María , y el hermano de Santiago, de José, y de Judas, y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?, y se escan­dalizaban de El. * 4 Jesús les decía: Nin­gún profeta es tenido en poco sino en su patria y entre sus parientes y en su familia. 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfer­mos les impuso las manos y los curó. 6 El se admiraba de su incredulidad.

L a m i s i ó n d e los após to l e s (Mt 10,1-15; Le 9,1-6)

Recorría las aldeas del contorno ense­ñando. 7 Llamando a sí a los doce, co­menzó a enviarlos de dos en dos, dándo­les poder sobre los espíritus impuros, * 8 y les encargó que no tomasen para el cami­no nada más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón, * 9 y

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se calzasen con sandalias y no llevasen dos túnicas. 10 Les decía: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis ele aquel lugar, u y si un lugar no os recibe ni os escucha, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. 12 Parti­dos, predicaron que se arrepintiesen, 13 y echaban muchos demonios, y ungiendo con óleo a muchos enfermos, los cura­ban.

J u i c i o d e H e r o d e s s o b r e J e s ú s (Mt 4,1-12; Le 3,19-20; 9,7-9)

1 4 Llegó esto a oídos del rey Herodes, porque se había divulgado mucho su nombre, y decía: Este es Juan el Bautis­ta, que ha resucitado de entre los muer­tos, y por esto obra en El el poder de hacer milagros; '5 pero otros decían: Es Elias; y otros decian que era un profeta, como uno de tantos profetas. 1 6 Pero He­rodes, oyendo esto, decía: Es Juan, a quien yo degollé, que ha resucitado. 1 7 Porque, en efecto, Herodes se había apoderado de Juan y le había puesto en prisión a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado, i 8 Pues decía Juan a Herodes: N o te es lícito tener la mujer de tu her­mano, i* Y Herodías estaba enojada con­tra él y quería matarle, pero no podía, 2 0 porque Herodes sentía respeto por Juan, conociendo ser hombre justo y san­to, y le amparaba, y, oyéndole, vacila­ba, pero le escuchaba con gusto. 2 Í Lle­gado un día opor tuno, cuando Herodes en su cumpleaños ofrecía un banquete a sus magnates, y a los tribunos, y a los principales de Galilea, 2 2 entró la hija de Herodías y, danzando, gustó a Hero­des y a los comensales. El rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré. 23 Y le ju ró : Cualquier cosa que me pidas te la daré, aunque sea la mitad de mi reino. 2 4 Saliendo ella, dijo a su madre : ¿Qué quieres que pida? Ella le contestó: La cabeza de Juan el Bautis­ta. 2 5 Ent rando luego con presteza, hizo su petición al rey, diciendo: Quiero que al instante me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 2 S El rey, en­tristecido por su juramento y por los convidados, no quiso desairarla. 2 7 Al ins­tante envió el rey un verdugo, ordenán­dole traer la cabeza de Juan. Aquél se fue y le degolló en la cárcel, 2 S trayendo su cabeza en una bandeja, y se la entregó a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 29 Sus discípulos que lo su­pieron, vinieron y tomaron el cadáver y le pusieron en un monumento .

V u e l t a d e los d i sc ípu los y p r i m e r a m u l t i p l i c a c i ó n d e los p a n e s

(Mt 14,13-23; Le 9,10-17; Jn 6,1-15) 3 0 Volvieron los apóstoles a reunirse

con Jesús y le contaron cuanto habían hecho y enseñado. 31 El les dijo: Venid, retirémonos a un lugar desierto que des­canséis un poco, pues eran muchos los que iban y venían y ni espacio les dejaban para comer. 3 2 Fuéronse en la barca a un sitio desierto y apartado. 33 Pero les vie­ron ir, y muchos supieron dónde iban, y a pie, de todas las ciudades concurrie­ron a aquel sitio y se les adelantaron. 3 4 Al desembarcar vio una gran muche­dumbre, y se compadeció de ellos, por­que eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente. 3S Siendo ya hora avanzada, se le acercaron los discípulos y le dijeron: El sitio es de­sierto y avanzada la hora ; 3 6 despídelos para que vayan a las alquerías y aldeas del contorno y se compren algo que co­mer. 3 7 El, respondiendo, les dijo: Dad­les vosotros de comer. Y le dijeron: ¿Va­mos nosotros a comprar doscientos de-narios de pan para darles de comer? 38 El les contestó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Habiéndose informado, le di­jeron: Cinco y dos peces. 3 9 L e s mandó que les hicieran recostarse por grupos sobre la hierba verde. 4o Se recostaron por grupos de ciento y de cincuenta. 41 El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los entregó a los discípulos para que se los sirvieran, y los dos peces los repartió entre todos. 4 2 Comieron todos y se har taron, 4 3 y re­cogieron doce canastos llenos de las so­bras de los panes y de los peces. 4 4 Eran los que comieron de los panes cinco mil hombres.

J e s ú s c a m i n a n d o s o b r e el m a r (Mt 14,24-33; Jn 6,16-21)

4 5 En seguida mandó a sus discípulos subir a la barca y precederle al otro lado, frente a Betsaida, mientras El despedía a la muchedumbre. 4 6 Después de haber­los despedido se fue a un monte a orar. 4 7 Llegado el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y El solo en tierra. 4 8 Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademán de pasar de largo. 4 9 Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos, 50 porque todos le veían y esta­ban espantados. Pero El les habló en seguida y les dijo: Animo, soy yo, no

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SAN MARCOS 6-7 1050

temáis. 51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos, 52 pues no se ha­bían dado cuenta de lo de los panes: su corazón estaba embotado.

J e s ú s e n G e n e s a r e t y sus c e r c a n í a s

(Mt 14,34-36) 53 Hecha la travesía, llegaron a tierra

en Genesaret y atracaron. 54 En cuanto salieron de la barca, le conocieron, 55 y corrieron de toda aquella región, y co­menzaron a traer en camillas a los enfer­mos donde oían que El estaba. 56 Adon­dequiera que llegaba, en las aldeas, o en las ciudades, o en las alquerías, coloca­ban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido; y cuantos le toca­ban quedaban sanos.

L a s t r a d i c i o n e s r a b í n i c a s

(Mt 15,1-9)

7 1 Se reunieron en torno de El fari­seos y algunos escribas venidos de

Jerusalén, 2 los cuales vieron que algu­nos de los discípulos comían pan con las manos impuras, esto es, sin lavárse­las, 3 pues los fariseos y todos los judíos, si no se lavan cuidadosamente, no comen, cumpliendo la tradición de los antiguos; 4 y de vuelta de la plaza, si no se asper­gen, no comen, y otras muchas cosas que han aprendido a guardar por tradi­ción: el lavado de las copas, de las ollas y de las bandejas . 5 Le preguntaron, pues, fariseos y escribas: ¿Por qué tus discí­pulos no siguen la tradición de los anti­guos, sino que comen pan con manos impuras? 6 El les dijo: Muy bien profe­tizó Isaías de vosotros, hipócritas, se­gún está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí, 7 pues me dan un culto vano, en­señando doctrinas que son preceptos hu­manos».

8 Dejando de lado el precepto de Dios, os aferráis a la tradición humana. 9 Y les decía: En verdaá que anuláis el pre­cepto de Dios para establecer vuestra tradición. 10 Porque Moisés ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte. n Pero vosotros decís: Si un hombre dijere a su padre o a su madre : Corbán, esto es, ofrenda, sea todo lo que de mí pudiera serle útil, 12 ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, 13 anulando la palabra de Dios por vuestra tradición que se os ha trans-

"7 2 7 Esto indica que también a los otros, a los ' 3 1 Deo, polis era un distrito de diez ciudade

mitido, y hacéis otras muchas cosas por el estilo.

L a v e r d a d e r a p u r e z a (Mt 15,10-20)

14 Llamando de nuevo a la muchedum­bre, les decía: Oídme todos y entended: 15 Nada hay fuera del hombre que en­trando en él pueda mancharle; lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. 16 El que tenga oídos para oir, que oiga. 17 Cuando se hubo retira­do de la muchedumbre y entrado en casa, le preguntaron los discípulos por la parábola. 18 El les contestó: ¿Tan fal­tos estáis vosotros de sentido? ¿No com­prendéis—añadió, declarando puros to­dos los alimentos—que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede man­charle, 19 porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y va al seceso? 2 0 De­cía, pues: Lo que del hombre sale, eso es lo que mancha al hombre, 2 1 porque de dentro, del corazón del hombre, pro­ceden los pensamientos malos, las forni­caciones, los hurtos, los homicidios , 2 2 los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blas­femia, la altivez, la insensatez. 2 3 Todas estas maldades, del hombre proceden y manchan al hombre.

L a m u j e r c a n a n e a (Mt 15,21-28)

2 4 Partiendo de allí se fue hacia los confines de Tiro. Entró en una casa, no queriendo ser de nadie conocido; pero no le fue posible ocultarse,2 5 porque luego, en oyendo hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu impuro, entró y se postró a sus pies. 2 6 Era gentil, siro-fenicia de nación, y le rogaba que echase al demonio de su hija. 2 7 El le dijo: Deja primero hartarse a los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorrillos. * 2 8 Pero ella le contestó diciendo: Sí, Señor, pero los cachorrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 2 9 El le dijo: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y llegada a casa, halló a la niña acostada en la cama y que el demonio había salido.

V u e l t a h a c i a G a l i l e a

31 Dejando de nuevo los términos de Tiro, se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando los términos de la Decápolis. * 3 2 Le llevaron un sordo y tar tamudo, rogándole que le impusiera

gentiles, les llegaría su hora. s situadas al oriente del lago de Genesaret.

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las manos, 33 y tomándole aparte de la muchedumbre, metióle los dedos en los oídos, escupió en el dedo y le tocó la lengua, 34 y mirando al cielo, suspiró y dijo: «Epheta», que quiere decir ábre te ;* 35 y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua, y hablaba expeditamente.3 6 Les encargó que no lo dijesen a nadie, pero cuanto más se lo encargaba, mucho más lo publicaban, 3? y sobremanera se admi­raban, diciendo: Todo lo ha hecho bien,

- a los sordos hace oir y a los mudos hablar.

S e g u n d a m u l t i p l i c a c i ó n d e los p a n e s (Mt 15,32-38)

8 1 Por aquellos días, hallándose otra vez rodeado de una gran muchedum­

bre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos y les dijo: * 2 Tengo compasión de la muchedumbre, porque hace ya tres días que me siguen y no tienen qué co­mer; 3 si los despido ayunos para sus casas, desfallecerán en el camino, y al­gunos de ellos son de lejos. 4 Sus discí­pulos le respondieron: ¿Y cómo podría saciárselos de pan aquí en el desierto? 5 El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Dijeron: Siete. 6 Mandó a la muchedum­bre recostarse sobre la tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirviesen, y los sirvieron a la muchedum­bre. 7 Tenían unos pocos pececillos, y dando gracias, dijo que los sirviesen tam­bién. 8 Comieron y se saciaron, y reco­gieron de los mendrugos que sobraron siete cestos. 9 Eran unos cuatro mil. Y los despidió.

L o s far iseos p i d e n u n p r o d i g i o de l c ie lo

(Mt 15,39-16,4) 1° Subiendo luego a la barca con sus

discípulos, vino a la región de Dalma-nuta; H y salieron fariseos, que se pu­sieron a disputar con El, pidiéndole, para probarle, señales del cielo, i2 El, exha­lando un profundo suspiro, dijo: ¿Por qué esta generación pide una señal? En verdad os digo que no se le dará nin­guna ; * 13 y dejándolos subió de nuevo a la barca y se dirigió a la otra ribera.

34 El evangelista nos da aquí, como en otros lugares, la misma palabra aramea pronunciada por Jesús. Q l Repitiéndose las necesidades, nada tiene de extraño que Jesús renueve el milagro en circuns-

tancias semejantes. 12 Con estas palabras nos indica San Marcos uno de los rasgos de la naturaleza humana de

Jesús, el sentimiento que en su alma causaba la ceguedad de las clases directoras de Israel, las cua­les acabarían por conducir al pueblo a su ruina total. Cuando Jesús les ofrece tantas y tan evidentes señales, ellos piden una señal del cielo, como queriendo imponer la ley a Dios mismo, único autor de los milagros.

25 San Marcos se complace en poner de relieve la dureza de los discípulos. 29 Esto es, el Mesías esperado por Israel; pero no cual Israel lo concebía, sino como Dios se

lo quiso dar, cumpliendo los vaticinios proféticos, que los judíos interpretaban en su propia honra y glorificación (1,1).

L a l e v a d u r a d e los far iseos (Mt 16,5-12)

14 Se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan. 15 Les recomendaba, diciendo: Mirad de guardaros del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes. i« Ellos iban discurriendo entre sí que era por no tener panes, 17 y, conociéndolo El, les dijo: ¿Qué caviláis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni caéis en la cuenta? ¿Tené i s v u e s t r o c o r a z ó n e m b o t a d o ? 18 ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Ya no os acordáis de cuando partí los cinco panes a los cinco mil hombres y cuántos cestos llenos de so­b r a s r ecog i s t e i s ? M D i j é r o n l e : D o c e . 20 Cuando los siete a los cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos de mendrugos re­cogisteis? Y le dijeron: Siete. 2 l Y les dijo: ¿Pues aún no caéis en la cuenta?*

C u r a c i ó n d e u n c i ego 2 2 Llegaron a Betsaida, y le llevaron

un ciego, rogándole que le tocara. 23 To­mando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea, y, poniendo saliva en sus ojos e imponiéndole las manos, le preguntó: ¿Ves algo? 2 4 Mirando él, dijo: Veo hombres, algo así como árboles que andan. 2 5 De nuevo le puso las manos so­bre los ojos, y al mirar se sintió curado y lo veía todo claramente. 2 6 Y le envió a su casa diciéndole: Cuidado con en­trar en la aldea.

L a confes ión d e C e s á r e a (Mt 16,13-20; Le 9,18-21)

27 Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesárea de Filipo, y en el ca­mino les preguntó: ¿Quién dicen los hom­bres que soy yo? 2 8 Ellos le respondie­ron diciendo: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elias, y otros, que uno de los profetas. 2 9 El les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pe­dro, le dijo: Tú eres el Cristo. * 30 Y les encargó que a nadie dijeran esto de El.

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SAN MAHCOS 8-9 1052

P r i m e r a p r e d i c c i ó n d e la p a s i ó n (Mt 16,21-23; Le 9,22)

31 Comenzó a enseñarles cómo era pre­ciso que el Hijo del hombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdo­tes y los escribas, y que fuese muerto y resucitara después de tres días. Clara­mente les hablaba de esto. 3 2 Pedro, to­mándole aparte, se puso a reprenderle. 33 Pero El, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo: Quítate allá, Satán, porque no sientes según Dios, sino según los hombres. *

C o n d i c i o n e s p a r a el s e g u i m i e n t o d e Jesús

(Mt 16,24-28: Le 9,25-27) 34 Llamando a la muchedumbre y a

los discípulos, les dijo: El que quiera venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35 pUes quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará. 36 ¿ Y qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo y perder su alma? 37 ¿Pues qué dará el hombre a cambio de su alma? 38 Porque si alguien se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y pecado­ra, también el Hijo del hombre se aver­gonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

L a t r a n s f i g u r a c i ó n

(Mt 17,1-13; Le 9,28-36)

9 1 Y les dijo: En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes

que no gustarán la muerte hasta que vean venir en poder el reino de Dios. 2 Pasados seis días, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte alto y apar tado y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron resplandecien­tes, muy blancos, como no los puede blan­quear lavandero sobre la tierra. 4 Y se les aparecieron Elias y Moisés, que ha­blaban con Jesús. 5 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Rabbí , bueno es es­tarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, una para Moisés y una para Elias. * 6 N o sabía lo que decía, porque estaban aterrados. 7 Se formó una nube que los cubrió con su sombra, y se dejó oir desde la nube una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle. 8 Luego, mirando en derredor, no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo. 9 Bajando del monte, les

prohibió contar a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resu­citase de entre los muertos. 10 Guardaron aquella orden, y se preguntaban qué era aquello de «cuando resucitase de entre los muertos». u Le preguntaron dicien­do : ¿Cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elias? 12 El les dijo: Cierto que Elias, viniendo primero, restablecerá todas las cosas; pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que padecerá mucho y será despreciado?1 3 Yo os digo que Elias ha venido ya y que hicieron con él lo que quisieron, como de él está escrito.

C u r a c i ó n d e u n e p i l é p t i c o (Mt 17,14-2°; Le 9,37-43)

14 Viniendo a los discípulos, vio a una gran muchedumbre en t o m o de ellos y a escribas que con ellos disputaban.1 5 Lue­go, toda la muchedumbre, al verle, se quedó sorprendida, y corriendo hacia El le sa ludaban . l 6 Les preguntó: ¿Qué dispu­tabais con el los? 1 7 U n o de la muchedum­bre le dijo: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo, 18 y dondequiera que se apodera de él, le de­rriba y le hace echar espumarajos y rechi­nar los dientes, y se queda rígido; dije a tus discípulos que lo arrojasen, pero no han p o d i d o . 1 9 Les contestó, diciendo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmele. 20 Y se lo llevaron. En cuanto lo vio, le agitó el espíritu, y arrojado en tierra, se revolcaba y echaba espumarajos. 2 1 Preguntó a su padre : ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? El contestó: Desde la infancia. 2 2 Muchas veces le arroja en el fuego y en el agua para hacerle perecer; pero si algo puedes, ayúdanos por compasión hacia nosot ros . 2 3 Díjole Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree. 2 4 Al instante, gri­tando, dijo el padre del n iño : ¡Creo! Ayu­da a mi incredulidad.

2 5 Viendo Jesús que se reunía mucha gente, mandó al espíritu impuro, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando , sal de él y no vuelvas a entrar más en él. 26 Dando un grito y agitándole violenta­mente, salió; y quedó como muerto, de suerte que muchos decían: Está muerto. 2 7 Pero Jesús, tomándole de la mano , le levantó y se mantuvo en pie. 2 8 Entrando en casa a solas, le preguntaban los discí­pulos : ¿Por qué no hemos podido echarle nosotros? 2 9 Les contestó: Esta especie no puede ser expulsada por ningún medio si no es por la oración. *

33 San Marcos, que pasa en silencio la elección de Pedro, referida por San Mateo, no omite, en cambio, la reprensión recibida de Jesús. Véase Mt 16,22.

95 Rabbi, igual que maestro en la lengua ^ramea.

2 9 La oración es el arma poderosa contra el espíritu impuro; los discípulos se hablan olvidado

1053 SAN MARCOS 9-10

S e g u n d a p r e d i c c i ó n d e la m u e r t e d e J e s ú s

(Mt 17,21-31; Le 9,44-45) 3 0 Saliendo de allí, atravesaban de lar­

go la Galilea, queriendo que no se supie­se. * 31 Porque iba enseñando a sus dis­cípulos, y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres y le darán muerte, y muerto, resucitará al cabo de tres d ías . 3 2 Y ellos no entendían esas cosas, pero temían preguntarle.

Q u i é n es el m a y o r (Mt 18,1-5; Le 9,46-48)

33 Vinieron a Cafarnaúm, y estando en casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais en el camino? 3 4 Ellos se callaron, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor . 3 5 Sentándose, l lamó a los doce y así les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el últ imo de todos y el servidor de todos. 36 Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, y abrazán­dole les dijo: 37 Q u ¡en recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me ha enviado.

L a i n v o c a c i ó n de l n o m b r e d e J e s ú s (Le 9,49-50)

3 8 Díjole Juan : Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba los demo­nios y no está con nosotros; se lo hemos prohibido. * 3 9 Jesús les dijo: N o se lo prohibáis, pues ninguno que haga un mi­lagro en mi nombre hablará luego mal de m í . 4 0 El que no está contra nosotros, está con nosotros.

L a c a r i d a d h a c i a los d i s c ípu los (Mt 18,6-9)

4 1 Pues el que os diere un vaso de agua en razón de discípulos de Cristo, os digo en verdad que no perderá su recompen­sa; 4 2 y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen, mejor le se­ría que le echasen al cuello una muela asnal y le arrojasen al mar. 4 3 Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextin­guible, * 4 4 donde ni el gusano muere ni

de ello, empleando el poder que de Jesús habían recibido, sin la conciencia de que era algo que les venía prestado de arriba.

3 0 Quiere hacer esa travesía como de incógnito, para dedicarse más a los discípulos. A la ins­trucción que estos días les daba pertenece la predicción segunda sobre su próxima muerte. San Marcos se complace en decir que los discípulos no entendían.

3 8 Los judíos usaban de exorcismos para expulsar los espíritus de los posesos. Viendo a Jesús dotado de tanto poder contra ellos, invocaban su nombre en esos exorcismos. Véase en Act 19,13 ss. un caso curioso de este mismo género.

4 3 La salud del alma está por encima de todo, y a ella es preciso sacrificar hasta la vida; en esto se halla la fuerza de una conciencia cristiana.

el fuego se a p a g a . « Y si tu pie te escanda­liza, córtatelo; mejor te es entrar en la vida cojo que con ambos pies ser arrojado en la gehenna, 4 6 donde ni el gusano mue­re ni el fuego se apaga. 4 7 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo; mejor te es entrar '.uerto en el reino de Dios que con am­bos ojos ser arrojado en la gehenna, 4 8 donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 4 9 Porque todos han de ser sa­lados al fuego. 50 Buena es la sal; pero si la sal se hace sosa, ¿con qué se la salará? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros.

C a m i n o d e J u d e a p o r la P e r e a

I A ! Partiendo de allí, vinieron a los * " confines de la Judea y de la Perea, y de nuevo se le juntaron en el camino muchedumbres, y los adoctrinaba.

L a c u e s t i ó n d e l d i v o r c i o (Mt 19,1-12)

2 Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. 3 El respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? 4 Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla. 5 Di joles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moi­sés esta ley; 6 pero al principio de la crea­ción los hizo Dios varón y hembra ; 7 por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, 8 y serán los dos una sola carne. De manera que no son dos, sino una sola carne. 9 Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 10 Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos; 11 y les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla, * 12 y si la mujer repudia al mar ido y se casa con otro, comete adulterio.

B e n d i c e J e s ú s a los n i ñ o s (Mt 19,13-15; Le 18,15-17)

13 Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los repren­dían. 14 Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y n o los estorbéis, porque de los tales es el reino de D i o s . 1 5 En verdad os digo: quien no reciba el reino de Dios como un niño,

10 t i . 12 Véase nota a Mt 5,32.

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SAN MARCOS 10 1054

no entrará en él. i* Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.

E l p e l i g r o d e las r i q u e z a s (Mt 19,16-26; Le 18,18-27)

I7 Salido al camino, corrió a El uno, que, arrodillándose, le preguntó: Maes­tro bueno, ¿qué he de hacer para alcan­zar la vida eterna? *8 Jesús le dijo: ¿Por que me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 19 Ya sabes los manda­mientos: N o matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no harás daño a nadie, honra a tu padre y a tu madre. 2 0 El le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 2 1 Jesús, poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sigúeme. * 2 2 Ante estas palabras se anu­bló su semblante y fuese triste, porque tenía mucha hacienda. 2 3 Mirando en tor­no suyo, dijo Jesús a los discípulos: ¡Cuan difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen hacienda! 2 4 Los discípulos se quedaron espantados al oir esta sen­tencia. Tomando entonces Jesús de nuevo la palabra, les dijo: Hijos míos, ¡cuan di­fícil es entrar en el reino de los cielos! * 2 5 Es más fácil a un camello pasar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios. 26 Más aún se espan­taron, y decían entre sí: Entonces, ¿quién puede salvarse? 2 7 Fijando en ellos Jesús su mirada, dijo: A los hombres sí es im­posible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible.

R e c o m p e n s a d e los q u e t o d o l o r e n u n c i a n p o r C r i s t o (Mt 19,27-30; Le 18,28-30)

2 8 Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las co­sas y te hemos seguido. 2 9 Respondió Je­sús : En verdad os digo que no hay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por amor de mí y del Evangelio, 3" no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas,

madres e hijos y campos, con persecucio­nes, y la vida eterna en el siglo venidero, 31 y muchos primeros serán los últimos, y los últimos, los primeros. *

T e r c e r a p r e d i c c i ó n d e su m u e r t e (Mt 20,17-19; Le 18,31-34)

3 2 Iban subiendo hacia Jerusalén; Je­sús caminaba delante, y ellos iban sobre­cogidos y le seguían medrosos. Tomando de nuevo a los doce, comenzó a decla­rarles lo que había de sucederle. 33 Su­bimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacer­dotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, 3 4 y se burlarán de El y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará.

P e t i c i ó n d e los hi jos d e Z e b e d e o (Mt 20,20-28)

3 5 Se le acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos hagas lo que vamos a pedirte. 36 Díjoles El : ¿Qué queréis que os haga? 3 7 Ellos le respondieron: Que nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria. 3 8 Jesús les respondió: ¡No sabéis lo que pedís! ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado? 39 Le contestaron: Sí que podemos. Les dijo Jesús: El cáliz que yo he de beber, lo beberéis, y con el bautismo con que yo he de ser bautizado, seréis bautizados vosotros; 4I> pero senta­ros a mi diestra o a mi siniestra, no me toca a mí dároslo, sino que es para aque­llos para quienes está preparado. 4 1 Los diez, oyendo esto, se enojaron contra Santiago y Juan ; 4 2 pero llamándolos Je­sús a sí, les dijo: Ya sabéis cómo los que en las naciones son príncipes las dominan con imperio, y sus grandes ejercen poder sobre ellas. * 4 3 N o ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno de vosotros quie­re ser grande, sea vuestro servidor; 4 4 y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, 4 5 pues tampoco el

2 1 He aquí una bella observación que nos transmite el evangelista. Jesús, al ver aquel joven, sintió hacia é! viva simpatía; era bueno, pero estaba demasiado apegado a su hacienda. Gran mise­ria la de los ricos no saber corresponder al amor de Dios, que los invita y llama a sí.

2 4 La Vulgata, sostenida por algunos códices griegos, lee: «cuan difícil es a los que confían en las riquezas entrar en el reino de los cielos».

3 1 Es manifiesto el contraste entre el joven, que no quiso dejar sus bienes para seguir a Jesús, y los apóstoles, que, abandonadas todas las cosas, se adhirieron a la persona del Maestro. El amor de Jesús y de su Evangelio ocupa aquí el mismo lugar de Dios. La caridad cristiana, mejor que la amistad de Sócrates, hace todas las cosas comunes, y ella es la que realiza esta maravilla prometida por el Salvador aun para el tiempo presente. En la vida común de la primitiva Iglesia de Jerusalén se cumplía esta promesa de Jesús, como se cumple hoy entre los religiosos que viven vida de co­munidad.

42 El ejercicio de la autoridad será en su reino muy otro de lo que es entre los príncipes de la tierra. En este pasaje se inspiró San Gregorio pira introducir la fórmula protocolaria papal; Siervo de los siervos de Dios.

1055 SAN MARCOS 10-11

Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención de muchos.

C u r a c i ó n de l c i ego B a r t i m e o (Mt 20,29-34; Le 18,35-43)

4 6 Llegaron a Jericó. Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una crecida muchedumbre, el hijo de Timeo, Barti­meo, un mendigo ciego que estaba sen­tado junto al camino, 4 7 oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí! 48 Muchos le increpaban para que callase; pero él gritaba mucho más : ¡Hijo de David, ten piedad de mí! 4SI Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llamaron al ciego, diciéndole: Animo, levántate, que te lla­ma. 50 El arrojó su manto y saltando se allegó a Jesús. 5 1 Tomando Jesús la pa­labra, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Señor, que vea. 5 2 Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.

SEGUNDA P A R T E

MINISTERIO DE JESÚS EN JERUSALÉN

(11-13)

E n t r a d a t r i un fa l e n J e r u s a l é n (Mt 21,1-11.14-17; Le 19,20-40;

Jn 12,12-19)

n l Y cuando se aproximaban a Je­rusalén, a Betfagé y Betania, junto

al monte de los Olivos, envió a dos de los discípulos 2 y les dijo: Id a la aldea que está enfrente, y luego que entréis en ella, encontraréis un pollino atado, sobre el que nadie montó aún; soltadlo y traedlo. 3 Si alguno os dijere: ¿Por qué hacéis esto?, decidle: El Señor tiene necesidad de él; y al instante os lo dejará traer. 4 Se fueron y encontraron el pollino atado a la puerta, fuera, en el camino, y le sol taron. 5 Algunos de los que allí estaban les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 6 Ellos les contestaron como Jesús les había dicho, y los dejaron. 7 Llevaron el pollino a Jesús, y echándole encima sus vestidos, montó en él. 8 Muchos extendían sus mantos sobre el camino, otros corta­ban verde de los campos, 9 y los que le precedían y le seguían gritaban:

¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor. 10 Bendito el reino,

que viene de David, nuestro padre. ¡Ho­sanna en las alturas!

11 Entró en Jerusalén, en el templo, y después de haberlo visto todo, ya de tarde, salió para Betania con los doce.

L a m a l d i c i ó n d e la h i g u e r a (Mt 21,18-19)

12 A la mañana siguiente, saliendo de Betania, sintió hambre ; 13 viendo de lejos una higuera, se fue por si encontraba algo en ella, y llegándose a ella, no encon­tró sino hojas, porque no era tiempo de higos. * 1 4 Tomando la palabra, dijo: Que nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Los discípulos le oyeron.

E x p u l s i ó n d e los v e n d e d o r e s

(Mt 21,12-13; Le 19,45-48 15 Llegaron a Jerusalén y, entrando en

el templo, se puso a expulsar a los que allí vendían y compraban, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de pa lomas ;* 16 no per­mitía que nadie transportase fardo alguno por el templo, 1 7 y los enseñaba y decía: ¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las gentes? Pero vos­otros la habéis convertido en cueva de ladrones. 1S Llegó todo esto a oídos de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y buscaban cómo perderle; pero le temían, pues toda la muchedumbre es­taba maravillada de su doctrina. 19 Cuan­do se hizo tarde, salió de la ciudad.

L a h i g u e r a seca (Mt 21,20-22)

2 0 Pasando de madrugada, vieron que la higuera se había secado de raíz. 2 i Acor­dándose Pedro, le dijo: Rabbí , mira ; la higuera que maldijiste se ha secado. 2 2 Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23 En verdad os digo que si al­guno dijere a este monte : Quítate y arró­jate al mar, y no vacilare en su corazón, sino que creyere que lo dicho se ha de hacer, se le hará. 2 4 Por esto os digo: todo cuanto orando pidiereis, creed que lo recibiréis y se os dará. 2¡ Cuando os pu­siereis en pie para orar, si tenéis alguna cosa contra alguien, perdonadlo primero, para que vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone a vosotros vuestros pe­cados. * 2 6 Porque si vosotros no perdo­náis, tampoco vuestro Padre, que está en los c i e los , os p e r d o n a r á v u e s t r a s ofensas.

1 1 13 San Marcos nota que no era aún el tiempo de los higos, por donde no era maravilla que no • • los tuviese. Esto pone más de relieve el sentido parabólico del hecho.

15 San Mateo pone este suceso el mismo día de Ramos. Lo cual manifiesta el aprecio que los evangelistas hacen déla cronología. Los hechos son para ellos lo substancial; las circunstancias de lugar y tiempo las pasan fácilmente por alto, como cosas indiferentes.

2 5 El perdón de las ofensas, la paz con nuestros hermanos, es la condición para lograr la paz con Dios. Grave ensañanza para los rencorosos.

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SAN MARCOS 11-12 1056

La cuestión sobre los poderes de Jesús

(Mt 21,23-27; Le 20,1-8) 27 Llegaron de nuevo a Jerusalén, y

paseándose El por el templo, se le acer­caron los principes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le dijeron: ¿Con qué poder haces estas cosas o quién te ha dado poder para hacerlas? 29 Jesús les contestó: También voy a haceros yo una pregunta, y, si me respondéis, os diré con qué poder hago estas cosas. 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o era de los hombres? Respondedme.

31 Comenzaron a cavilar entre sí, di­ciendo: Si decimos del cielo, dirá: Pues ¿por qué no habéis creído en él? 32 Pero si decimos que de los hombres, es de temer la muchedumbre, porque todos te­nían a Juan por verdadero profeta. 33 Res­pondiendo, pues, a Jesús, le dijeron: No sabemos. Y Jesús les dijo: Entonces tam­poco yo os digo con qué poder hago estas cosas.

La parábola de los viñadores (Mt 21,33-46; Le 20,9-19)

1 1% 1 Comenzó a hablarles en parábo-* « las: Un hombre plantó una viña y la cercó de muro, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos viñadores, y se partió lejos. * 2 A su tiem­po, envió a los viñadores un siervo para percibir de ellos la parte de los frutos de su viña, 3 y cogiéndole le azotaron y le despidieron con las manos vacías. 4 De nuevo les envió otro, y le hirieron en la cabeza y le ultrajaron. 5 Envió otro, y a éste le dieron muerte; igualmente a mu­chos otros, de los cuales a unos los azota­ron y a otros los mataron. 6 Le quedaba todavía uno, un hijo amado, y se lo envió también el último, diciéndose: A mi hijo le respetarán. 7 Pero aquellos viña­dores se dijeron para sí: Este es el here­dero. ¡Ea! Matémosle y será nuestra la heredad. 8 Y cogiéndole le mataron y le arrojaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y hará perecer a los viñadores y dará la viña a otros. 10 ¿Y no habéis leído esta escritura: «La piedra que desecharon 'os edificadores, ésa vino a ser cabeza de esquina; n del Señor viene esto y es admirable a nues­tros ojos?»

12 Buscaban apoderarse de El, pero te­mían a la muchedumbre, pues conocieron

que de ellos había sido dicha la parábola, y dejándole, se fueron.

El tributo del César (Mt 22,15-22; Le 20,20-26)

13 Le enviaron algunos de los fariseos y herodianos para cogerle en una trampa. 14Llegados, le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respetos humanos, sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Debemos pagar o no debe­mos pagar? * 15 El, conociendo su hipo­cresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario que lo vea. 16 Se lo trajeron, y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Ellos dijeron: Del César. "Jesús replicó: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraron de El.

Cuestión de la resurrección (Mt 22,23-33; Le 20,27-40)

18 Se le llegaron algunos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaban diciendo:19 Maestro, Moi­sés nos ha prescrito que, si el hermano de uno viniere a morir y dejare la mujer sin hijos, tome el hermano esa mujer y dé sucesión a su hermano. 20 Eran siete her­manos. El primero tomó mujer, pero al morir no dejó descendencia. 2i La tomó el segundo, y murió sin dejar sucesión, e igual el tercero,22 y de los siete ninguno dejó sucesión. Después de todos murió la mujer. 23 Cuando en la resurrección resuciten, ¿de quién será la mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer. *

24 Di joles Jesús: ¿No está bien claro que erráis y que desconocéis las Escrituras y el poder de Dios? 25 Porque, cuando resuciten de entre los muertos, ni se casa­rán ni serán dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en los cielos. 26 Por lo que toca a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo habló Dios, diciendo: Yo soy el Dios de Abra-ham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, sino de vivos. Muy errados andáis.

El pr imer precepto (Mt 22,34-40)

28 Se le acercó uno de los escribas que había escuchado la disputa, el cual, viendo

•I O l Esta parábola nos resume la historia de Israel en sus relaciones con Dios. La dureza de • ^ cerviz, que Moisés echa en cara a los hebreos en el desierto, prosigue con la resistencia a los

profetas y se consuma con la muerte del Mesías Hijo de Dios. En castigo le será quitado el reino, o sea el privilegio de pueblo de Dios, para darlo^a otro que le sea más fiel. Véase Mt 23,2.

14 Véase Mt 22,16. 23 Véase Mt 22,25.

1057 SAN MARCOS 12-13

cuan bien había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los manda­mientos? 29 Jesús contestó: El primero es: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, 3 0y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». 31 El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Mayor que éstos no hay mandamiento alguno. 32Díjole el escriba: Muy bien, Maestro; con razón has dicho que El es único y que no hay otro fuera de El, 33 y que amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, es mucho mejor que todos los holocaustos y sacrificios. 34 Viendo Jesús cuan atinadamente había respondido, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió ya más a preguntarle.

Origen del Mesías (Mt 22,41; 23,7; Le 20,41-47)

35 Tomando Jesús la palabra, decía en­señando en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? 3<> David mismo, inspirado por el Espíritu Santo, ha dicho: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37 El mismo David le llama Señor; ¿de dónde, pues, viene que sea hijo suyo? Una gran muchedumbre le escuchaba con agrado. 38 En su enseñanza les decía: Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con rezogantes túnicas, de ser saludados en las plazas 39 y de ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes, 4" mientras devoran las casas de las viudas y simulan largas oraciones. Estos tendrán un juicio muy severo.

El óbolo de la viuda (Le 21,1-4)

41 Estando sentado enfrente del gazo-filacio, observaba cómo la multitud iba echando monedas en el tesoro, y muchos ricos echaban muchas. 42 Llegándose una

viuda pobre, echó dos leptos, que hacen un cuadrante, 43 y llamando a los discí­pulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que

El minutum o maravedí romano

todos cuantos echan en el tesoro, * 44 pues todos echan de lo que les sobra, pero ésta de su miseria ha echado todo cuanto tenía, todo su sustento.

La magnificencia del templo (Mt 14,1-3; Le 21,5-7)

•I O ' A l salir El del templo, díjole uno •1** de los discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué construcciones. * 2 Y Je­sús le dijo: ¿Veis estas grandes construc­ciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea destruida.

La cuestión del fin 3 Habiéndose sentado en d monte de

los Olivos enfrente del templo, le pre­guntaban aparte Pedro y Santiago, Juan y Andrés: 4 Dinos cuándo será esto y cuál será la señal de que todo esto va a cumplirse. *

Tiempos de angustia (Mt 24,4-14; Le 21,8-19)

5 Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os induzca al error. 6 Muchos ven­drán en mi nombre, diciendo: Yo soy; y extraviarán a muchos. * 7 Cuando oyereis hablar de guerras y rumores de guerras, no os turbéis: es preciso que esto suceda; pero eso no es aún el fin. s Porque se levantarán pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá terremotos por diver­sos lugares; habrá hambres: ése es el comienzo de los dolores."

4 3 He aquí otra sentencia que pone de manifiesto la espiritualidad del Evangelio. Dios no atien­de tanto a lo material de las ofrendas cuanto a la devoción de quien las hace. Esta devoción es la que da valor más grande a los dos ochavos de la pobre que a los doblones de los ricos.

1 0 ! En la parte del recinto actual del templo, que remonta a la época de Herodes, y sobre el ^ que descansaron los ojos de Jesús y de sus discípulos, se ven aún hoy bloques que. miden

cinco metros de longitud, y las columnas monolíticas se elevaban hasta ocho y diez mearos de al­tura. Había motivo para admirarse de esto, y más todavía del arte con que estaban trabajadas.

4 La pregunta abarca dos puntos; cuándo será la ruina del templo y cuál será la señal de que eso se va a cumplir. Dan por seguro que la ruina del templo va ligada a una gran catástrofe. Como la respuesta ha de estar en relación con la pregunta, ésta nos debe servir de norma para la interpre­tación de aquélla.

6 Primero vendrán falsos mesías, de quienes se deben guardar; luego, calamidades públicaa. Pero ni aun esto es el fin, sino sólo el comienzo de los dolores.

Nácar-Colunga

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SAN MARCOS 1 3 1058

L a s p e r s e c u c i o n e s c o n t r a e l E v a n g e l i o

• E s t a d a l e r t a : O s e n t r e g a r á n a l o s s a n e ­d r i n e s , y e n l a s s i n a g o g a s se ré i s a z o t a d o s , y c o m p a r e c e r é i s a n t e l o s g o b e r n a d o r e s y l o s r e y e s p o r a m o r d e m í p a r a d a r t e s ­t i m o n i o a n t e s i l o s . * 1 0 A n t e s h a b r á d e se r p r e d i c a d o e l E v a n g e l i o a t o d a s l a s n a c i o n e s , n C u a n d o o s l l even p a r a se r e n t r e g a d o s , n o o s p r e o c u p é i s d e l o q u e h a b é i s d e h a b l a r , p o r q u e e n a q u e l l a h o r a se o s d a r á q u é h a b l é i s , p u e s n o se ré i s v o s o t r o s l o s q u e h a b l é i s , s i n o el E s p í r i t u S a n t o . 1 2 E l h e r m a n o e n t r e g a r á a l a m u e r ­t e a l h e r m a n o , y el p a d r e a l h i j o , y se l e v a n t a r á n l o s h i j o s c o n t r a l o s p a d r e s y les d a r á n m u e r t e , 1 3 y s e ré i s a b o r r e c i d o s d e t o d o s p o r m i n o m b r e . E l q u e p e r s e ­v e r a r e h a s t a el fin, é se s e r á s a l v o .

D e s o l a c i ó n d e l a J u d e a

(Mt 24,15-31; Le 21.20-27) 1 4 C u a n d o v ie re i s l a a b o m i n a c i ó n d e l a

d e s o l a c i ó n i n s t a l a d a d o n d e n o d e b e — e l q u e l ee e n t i e n d a — , e n t o n c e s l o s q u e e s t é n e n J u d e a h u y a n a l o s m o n t e s . * 1 5 E l q u e e s t é e n el t e r r a d o n o b a j e n i e n t r e p a r a t o m a r c o s a a l g u n a d e s u c a s a , 1 6 y e l q u e e s t é e n el c a m p o n o v u e l v a a t r á s p a r a r e c o g e r s u m a n t o . 1 7 ¡Ay d e a q u e l l a s q u e e s t é n e n c i n t a s y d e l a s q u e c r í e n e n a q u e l l o s d í a s ! 1 8 O r a d p a r a q u e n o s u c e d a e s t o e n i n v i e r n o .

L a t r i b u l a c i ó n s u p r e m a

1 9 P u e s s e r á n a q u e l l o s d í a s d e t r i b u l a ­c i ó n t a l c o m o n o l a h u b o d e s d e el p r i n c i ­p i o d e l a c r e a c i ó n q u e D i o s c r e ó h a s t a a h o r a , n i l a h a b r á . * 2 0 Y si el S e ñ o r n o a b r e v i a s e a q u e l l o s d í a s , n a d i e se r í a s a l v o ; p e r o p o r a m o r d e l o s e l e g i d o s , q u e El e l ig ió , a b r e v i a r á e s o s d í a s . 2* E n t o n c e s , si a l g u n o o s d i j e r e : H e a q u í o a l l í a l M e s í a s , n o le c r e á i s . 2 2 P o r q u e se l e v a n ­t a r á n f a l sos m e s í a s y f a l sos p r o f e t a s y h a r á n s e ñ a l e s y p r o d i g i o s p a r a i n d u c i r a

9 Una vez más anuncia las persecuciones de los judíos y de los infieles contra ios suyos. Pero no será esto el fin, porque es preciso que el Evangelio sea predicado a todas las naciones (cf. M t 24,14).

1 4 Esta amonestación va dirigida a los fieles para cuando se acerque la guerra de Terusalén. Y, en efecto, aquéllos se retiraron al otro lado del Jordán, y así se libraron de las calamidades de la guerra (Mt 24,15 ss. y Eus., Hist. Ecl. III 5,3).

1 9 Parece que aquí cambia la escena para trasladarnos a los últimos tiempos, los de la gran calamidad (Mt 24,21-25).

2 4 N o ofrece duda el sentido escatológico de estos versículos. 2 8 La perspectiva se acerca hasta la presente generación, que verá la ruina de1 templo y las

calamidades en que irá envuelta. 3 0 Otra vez volvemos al panorama de 14-18, la ruina de Jerusalén, que vendrá antes que pase

la generación presente. 3 2 Contrasta este versículo con 30 s. Gravísima resulta la afirmación de que ni el Hijo conoce

el día ni la hora. Esto sólo quiere decir que, siendo el Padre el autor del plan de la salud del mundo, cuya ejecución se encomendó a Jesús, así como su revelación a los hombres, este punto no les ha encomendado revelarlo ni a El ni a los santos ángeles, que con frecuencia son los mensajeros di­vinos para dar a conocer a los hombres la voluntad de Dios. En suma, que ni los ángeles ni el Hijo conocen este día como los mensajeros del Padre para comunicarlo a los mortales. Esta esencia prueba el valor que tienen tantas revelaciones o conjeturas como corren a veces sobre el fin del mundo (cf. Jn 1,18; Act 1,6 s.; 1 T im 6,16).

e r r o r , s i f u e r e p o s i b l e , a u n a l o s e l e g i d o s . 2 3 P e r o v o s o t r o s e s t a d s o b r e a v i s o ; d e a n t e m a n o o s h e d i c h o t o d a s l a s c o s a s .

L a v e n i d a d e l H i j o d e l h o m b r e 2 4 P e r o e n a q u e l l o s d i a s , d e s p u é s d e

a q u e l l a t r i b u l a c i ó n , se o b s c u r e c e r á e l s o l , y l a l u n a n o d a r á s u b r i l l o , * 2 5 y l a s e s t r e l l a s se c a e r á n de l c i e l o , y l o s p o d e r e s d e l o s c i e lo s se c o n m o v e r á n . 2 6 E n t o n c e s v e r á n a l H i j o d e l h o m b r e v e n i r s o b r e l a s n u b e s c o n g r a n p o d e r y m a j e s t a d . 2 7 Y e n ­v i a r á a s u s á n g e l e s , y j u n t a r a a s u s e l e g i d o s d e l o s c u a t r o v i e n t o s , de l e x t r e m o d e l a t i e r r a h a s t a el e x t r e m o d e l c i e l o .

P a r á b o l a d e l a h i g u e r a

(Mt 24,32-35; Le 21,28-33) 2 8 A p r e n d e d d e l a h i g u e r a la p a r á b o l a .

C u a n d o s u s r a m a s e s t á n t i e r n a s y e c h a h o j a s , c o n o c é i s q u e el e s t í o e s t á p r ó x i m o . * 2 9 A s í t a m b i é n v o s o t r o s , c u a n d o v e á i s s u ­c e d e r e s t a s c o s a s , e n t e n d e d q u e e s t á p r ó ­x i m o , a la p u e r t a . 3 0 E n v e r d a d o s d i g o q u e n o p a s a r á e s t a g e n e r a c i ó n a n t e s q u e t o d a s e s t a s c o s a s s u c e d a n . * 3 I E l c i e lo y la t i e r r a p a s a r á n , p e r o m i s p a l a b r a s n o p a s a r á n .

I n c e r t i d u m b r e d e l fin

(Mt 24,36-51; Le 21,34-36) 3 2 C u a n t o a e s e d í a o a e s a h o r a , n a d i e

l a c o n o c e , n i l o s á n g e l e s de l c i e lo , n i e l H i j o , s i n o s ó l o el P a d r e . * 3 3 E s t a d a l e r t a , v e l a d , p o r q u e n o s a b é i s c u á n d o s e r á e l t i e m p o . 3 4 C o m o e l h o m b r e q u e p a r t e d e v ia je , a l d e j a r s u c a s a , e n c a r g ó a s u s s i e r v o s a c a d a u n o s u o b r a , y a l p o r t e r o le e n c a r g ó q u e v e l a s e . 3 5 V e l a d , p u e s , v o s ­o t r o s , p o r q u e n o s a b é i s c u á n d o v e n d r á el a m o d e l a c a s a , si p o r l a t a r d e , s i a m e d i a n o c h e , o a l c a n t o de l g a l l o , o a l a m a d r u g a d a , 3 6 n o s ea q u e , v i n i e n d o d e r e p e n t e , o s e n c u e n t r e d o r m i d o s . 3 7 L o q u e a v o s o t r o s d i g o , a t o d o s l o d i g o : V e l a d . *

1059

TERCERA PARTE

P A S I Ó N Y R E S U R R E C C I Ó N D E L S A L V A D O R

(14-16)

L a c o n s p i r a c i ó n d e l o s j u d f o s

(Mt 26,1-5; Le 22,1-2)

1 4 ' ^ a I t a b a n d o s d í a s p a r a la P a s c u a c ine . , I , A c i m o s - Y b u s c a b a n los p r í n -p r t m l ? S s a c e r d ° t e s y los e s c r i b a s C ó m o a p o d e r a r s e d e E l c o n e n g a ñ o y

l a r W m U e r t e ' " P o r q u e d e c í a n : N o e n « n e s t a , n o s e a q u e se a l b o r o t e el p u e b l o . *

L a u n c i ó n d e B e t a n i a

(Mt 26,6-13; Jn 12,1-8)

3 H a l l á n d o s e e n B e t a n i a , e n c a s a d e S i m ó n e l l e p r o s o , c u a n d o e s t a b a r e c o s ­t a d o a la m e s a , v i n o u n a m u j e r t r a y e n d o u n v a s o d e a l a b a s t r o l l e n o d e u n u n g ü e n t o d e n a r d o a u t é n t i c o d e g r a n v a l o r , y r o m ­p i e n d o el v a s o d e a l a ­b a s t r o , se lo d e r r a m ó s o b r e la c a b e z a . 4 H a ­b í a a l g u n o s q u e i n ­d i g n a d o s se d e c í a n u n o s a o t r o s : ¿ P a r a q u é se h a h e c h o es t e d e r r o c h e d e u n g ü e n ­t o ? 5 P o r q u e p u d o v e n d e r s e e n m á s d e t r e s c i e n t o s d e n a r i o s y d a r l o a los p o b r e s . Y m u r m u r a b a n d e e l l a . 6 J e s ú s d i j o : De-

Frasco ae ala­bastro

j a d í a ; ¿ p o r q u é l a m o l e s t á i s ? U n a b u e ­n a o b r a e s l a q u e h a h e c h o c o n m i g o ; 7 p o r q u e p o b r e s s i e m p r e los t e n é i s c o n v o s o t r o s , y c u a n d o q u e r á i s p o d é i s h a c e r l e s b i e n ; p e r o a m í n o s i e m p r e m e t e n é i s . 8 H a h e c h o l o q u e h a p o d i d o , a n t i c i p á n ­d o s e a u n g i r m i c u e r p o p a r a l a s e p u l t u r a . 9 E n v e r d a d o s d i g o : d o n d e q u i e r a q u e se p r e d i q u e el E v a n g e l i o , e n t o d o el m u n d o se h a b l a r á d e l o q u e é s t a h a h e c h o , p a r a m e m o r i a d e e l l a .

SAN MARCOS 1 4

L a t r a i c i ó n d e J u d a s

(Mt 26,14-16; Le 22,3-6) 1 0 J u d a s I s c a r i o t e , u n o d e l o s d o c e , S3

fue a l o s p r í n c i p e s d e los s a c e r d o t e s p a r a e n t r e g á r s e l o . 11 E l l o s , a l o i r l e , s e a l e g r a ­r o n y p r o m e t i e r o n d a r l e d i n e r o , y b u s c a b a o c a s i ó n o p o r t u n a p a r a e n t r e g a r l e .

P r e p a r a c i ó n d e l a ú l t i m a c e n a

(Mt 26,17-20; Le 22,7-18) 1 2 E l p r i m e r d í a d e l o s Á c i m o s , c u a n d o

se s a c r i f i c a b a la P a s c u a , d i j é r o n l e l o s d i s ­c í p u l o s : ¿ D ó n d e q u i e r e s q u e v a y a m o s p a ­r a q u e p r e p a r e m o s l a P a s c u a y l a c o m a s ? 1 3 E n v i ó a d o s d e s u s d i s c í p u l o s y les d i j o : I d a l a c i u d a d , y o s s a l d r á a l e n c u e n ­t r o u n h o m b r e c o n u n c á n t a r o d e a g u a ; s e g u i d l e , 1 4 y d o n d e é l e n t r a r e , d e c i d a l d u e ñ o : E l M a e s t r o d i c e : ¿ D ó n d e e s t á m i d e p a r t a m e n t o , e n q u e p u e d a c o m e r l a P a s c u a c o n m i s d i s c í p u l o s ? 15 E l o s m o s ­t r a r á u n a s a l a a l t a , g r a n d e , a l f o m b r a d a , p r o n t a . A l l í h a r é i s l o s p r e p a r a t i v o s p a r a n o s o t r o s . 1 6 S u s d i s c í p u l o s se f u e r o n , y v i n i e r o n a la c i u d a d , y h a l l a r o n c o m o les h a b í a d i c h o , y p r e p a r a r o n l a P a s c u a .

A n u n c i o d e l a t r a i c i ó n

(Mt 26,21-28; Le 22,21-23; Jn í3,18-20) 1 7 L l e g a d a la t a r d e , v i n o c o n los d o c e ,

1 8 y , r e c o s t a d o s y c o m i e n d o , d i jo J e s ú s : E n v e r d a d o s d i g o q u e u n o d e v o s o t r o s m e e n t r e g a r á ; u n o q u e c o m e c o n m i g o . *

1 9 C o m e n z a r o n a e n t r i s t e c e r s e y a d e ­c i r le u n o e n p o s d e o t r o : ¿ S o y y o ?

20 E l les d i j o : U n o d e l o s d o c e , el q u e m o j a c o n m i g o en el p l a t o , * 2l p u e s el H i j o de l h o m b r e s i g u e su c a m i n o , s e g ú n d e E l e s t á e s c r i t o ; p e r o ¡ay d e a q u e l h o m ­b r e p o r q u i e n el H i j o de l h o m b r e s e r á e n t r e g a d o ! M e j o r le f u e r a a e se h o m b r e n o h a b e r n a c i d o .

I n s t i t u c i ó n d e l a E u c a r i s t í a

(Mt 26,26-29; Le 22,19-20; T Cor 11,23-26) 2 2 M i e n t r a s c o m í a n , t o m ó p a n , y b e n -

d i c i é n d o l o , l o p a r t i ó , s e lo d i o y d i j o : T o m a d , é s t e es m i c u e r p o . * 2-> T o m a n d o el cá l i z , d e s p u é s d e d a r g r a c i a s , se l o e n t r e g ó , y b e b i e r o n d e é l t o d o s . 2 4 Y les d i j o : E s t a es m i s a n g r e d e l a a l i a n z a , q u e

1 i 2 La tarde del 13 de Nisán, según el calendario hebreo, se sacrificaba el cordero pascual, que ' ^ debía comerse por la noche, o sea el 14, que comenzaba a la puesta del sol. El mismo día 13

debía desaparecer todo pan fermentado y prepararse el pan ácimo, único permitido durante los siete días de los Ácimos.

1 8 Según la usanza griega, los judíos comían recostados sobre el lado izquierdo en cojines y alrededor de una mesa baja.

2 0 Uno de los actos que, según las costumbres orientales, establecen más estrechas relaciones en t re los hombres es el acto de comer juntos. Así que la frase de Jesús resulta una ponderación de la deslealtad de Judas.

2 2 En tres versículos narra San Maicos, y sin comentarios, la institución del gran misterio de la Eucaristía, igual que los otros evangelistas San Mateo y San Lucas. San Pablo, escribiendo a los corintios (1 Cor 11,22 ss.), relata ía institución, que declara haber recibido del Señor, haciendo al-

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SAN MARCOS 14 1060

es derramada por muchos. 2S En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

T r i s t e s pred icc iones (Mt 26,30-35; Le 22,31-39)

26 Dichos los himnos, salieron para el monte de los Olivos. 2 7 Díjoles Jesús: Todos os escandalizaréis, porque escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; 2 8 p e r o después de haber resu­citado os precederé a Galilea.

2 9 Mas Pedro le dijo: Aun cuando todos se escandalizaren, no yo. 3<> Jesús le res­pondió: En verdad te digo que tú hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres. 31 Pero él más y más insistía: Aunque fuera pre­ciso morir contigo, jamás te negaré.

L a a g o n í a d e G e t s e m a n í (Mt 26,33-46; Le 22,40-46)

Otro tanto decían todos. 3 2 Llegaron a un lugar cuyo nombre era Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí mien­tras voy a orar. 33 Tomando consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir temor y angustia, 34 y les decía: Triste está mi alma hasta la muerte; per­maneced aquí y velad. 35 Adelantándose un poco, cayó en tierra y oraba que, si era posible, pasase de El aquella hora. 3 6 Decía: Abba, Padre, todo te es posible; aleja de mí este cáliz; mas no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. 37 Vino y los encontró dormidos, y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? 3 8 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está pron­to, mas la carne es flaca. 3!l De nuevo se retiró y oró haciendo la misma súplica. 40 Viniendo otra vez, los encontró dormi­dos, porque estaban sus ojos pesados; y no sabían qué responderle. 4 1 Llegó por tercera vez y les dijo: Dormid ya y des­cansad. Basta. H a llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en mano de los pecadores. * 4 2 Levantaos; vamos. Ya se acerca el que ha de entregarme.

L a p r i s i ó n d e J e s ú s (Mt 26,47-56; Le 22,47-53; Jn 18,2-12)

4 3 En aquel instante, cuando aún estaba El hablando, llegó Judas, uno de los doce,

gunas reflexiones, que nos muestran mejor el sentido de este misterio. Asimismo, San Juan (6,41-59) nos refiere más ampliamente la explicación que Jesús hace a los judíos de este inefable misterio de su cuerpo y de su sangre.

41 Resulta este verso un tanto oscuro por el cambio de ánimo que supone en Jesús. La invitación a dormir después de la reprensión precedente indica un tanto de ironía, la cual desaparece en las palabras siguientes: «Ha llegado la hora».

?3 El evangelista enumera los tres elementos que componían el Sanedrín, senado o tribunal supremo de la nación. 1Í1

01 Hijo del Bendito quiere decir de Yavé. Por no pronunciar el nombre de Yavé, los judíos ufaban de otros como éste.

y con él un tropel con espadas y garrotes, de parte de los escribas y de los ancianos. 4 4 El traidor les había dado esta señal, diciendo: A quien besare yo, ése es; co-gedle y conducidle con seguridad. 45 Al instante llegó y se le acercó, diciendo: Rabbí , y le besó . 4 6 Ellos le echaron mano y se apoderaron de El. 4 7 Pero uno de los presentes, sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice y le quitó una oreja. 4 8 Tomando la palabra Jesús, les dijo: ¿Como contra ladrón habéis salido con espadas y garrotes para prenderme? 4 9 To ­dos los días estaba yo en medio de vos­otros en el templo enseñando y no me prendisteis; mas para que se cumplan las escrituras. 50 Y abandonándole, huyeron todos. 51 U n cierto joven le seguía envuel­to en una sábana sobre el cuerpo desnudo, y trataron de apoderarse de él; 5 2 mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.

J e s ú s a n t e el S a n e d r í n (Mt 26,57-68; Le 22,54-65; Jn 18,14)

53 Condujeron a Jesús al pontífice y se juntaron todos los príncipes de los sacer­dotes, los ancianos y los escribas. * 54 Pe­dro le siguió de lejos, hasta entrar dentro del atrio del pontífice; y sentado con los servidores, se calentaba a la lumbre. 55 Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sa­nedrín buscaban un testimonio contra Jesús para hacerle morir, y no lo hallaban. 5 6 Porque muchos testificaban falsamente contra El, pero no eran acordes sus tes­timonios. 57 Algunos se levantaron a tes­tificar contra El, y decían: 5* Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo, hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas. 59 Ni aun así, sobre esto era concorde su testimonio.

60 Levantándose en medio el pontífice, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué es esto que testifican contra ti? 61 El se callaba y no respondía palabra. D e nuevo el pontífice le preguntó y dijo: ¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito? * 62 Jesús dijo: Y o soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo. 63 El pon­tífice, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? <>4 Aca­báis de oir la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos contestaron ser reo de muerte.

1061

6 5 Comenzaron a escupirle y le cubrían el rostro y le abofeteaban, diciendo: Pro­fetiza. Y los criados le daban bofetadas. *

L a n e g a c i ó n d e P e d r o (Mt 26,69-75; Le 22,55-62; Jn 18,15-27)

6 6 Estando Pedro abajo, en el atrio, llegó una de las siervas del pontífice, 6 7 y viendo a Pedro a la lumbre, fijó en él sus ojos y le dijo: Tú también estabas con el Nazareno, con Jesús. * *8 El negó, diciendo: Ni sé ni entiendo lo que tú dices. Salió fuera al vestíbulo y cantó el gallo. 69 Pero la sierva, viéndole, comenzó de nuevo a decir a los presentes: Este es de ellos. ™ El de nuevo negó, y pasando un poco, otra vez los presentes decían a Pedro: Efectivamente, tú eres de ellos, porque eres galileo. 71 Pero él se puso a maldecir y a jurar : N o conozco a ese hombre que vosotros decís. 7 2 Y al ins­tante, por segunda vez cantó el gallo. Se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres, y rompió a llorar.

Jesús ante Pi lato (Mt 27,1-26; Le 22,66-23,25; Jn 18,28-40)

1 C ' En cuanto amaneció celebraron * *» consejo los príncipes de los sacer­dotes con los ancianos y escribas; y todo el Sanedrín, a tando a Jesús, le llevaron y entregaron a Pilato. 2 Le preguntó Pi­lato : ¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús le respondió, diciendo: Tú lo has dicho. 3 E insistentemente le acusaban los prín­cipes de los sacerdotes.

4 Pilato de nuevo le interrogó, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. 5 Pero Jesús ya no res­pondió nada, de manera que Pilato quedó maravillado. 6 Por la fiesta solía soltárse­les un preso, el que pedían. 7 Había uno llamado Barrabás, encarcelado con sedi­ciosos que en una sedición habían come­tido un homicidio; * 8 y subiendo la mu­chedumbre, comenzó a pedir lo que solía otorgárseles. * 9 Pilato les preguntó di­ciendo: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? 10 Pues conocía que por envi-

SAN MARCOS l4.li>

dia se lo habían entregado los príncir. de los sacerdotes. n Pero los prtnci¡J~s

de los sacerdotes excitaban a la mucf 6 8

dumbre para que les soltase a Barraba6*

Azotes romanos

1 2 Pilato de nuevo preguntó, ¿Qué queréis, pues, que haga

y dijo: de este

que llamáis rey de los judíos? 13 Ellos

6 5 La sesión terminó con la declaración de que era reo de muerte. Estos ultrajes son de los encargados de custodiarle, sin duda los mismos que le habían preso en Getsemaní (Le 22,63 ss.).

6 7 Curioso detalle, que índica un testigo más que de vista y muy interesado en conservar la memoria de lo sucedido. Lo que sigue se ajusta a ía profecía anterior. Pedro niega tres veces antes de que el gallo cante dos.

1 E 7 El evangelista nos habla aquí de un movimiento sedicioso, reciente y conocido, al cual ^ por otra parte, no da mucha importancia. Barrabás habría tomado parte en él, y por esto

estaría condenado. Eran estos movimientos frecuentes en Palestina por esta época, y Pilato se había distinguido por su dureza en reprimir algunos.

8 Como era cosa acostumbrada la libertad de un preso, así debía serlo la hora y el sitio de hacer la petición. En aquel momento, hallándose reunidos los sanedritas ante Pilato para acusar a Jesús aprovechan la ocasión para ganar a la plebe y sugerirle que pidan ía libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

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SAN MARCOS 15-16 1062 otra vez gri taron: ¡Crucifícale! 1 4 P e r o Pi-lato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale! u p i l a t o , queriendo dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que le crucificasen.

D e s p u é s d e la ñ a g e l a c i ó n (Mt 27,36-30; Jn 19,1-3)

1* Los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la cohorte, 17 y le vistieron una púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, l s y comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos. 19 Y le herían en la cabeza con una caña y le escupían, e hincando la rodilla, le]hacian reverencias. 2 0 Después de haberse burlado de El, le quitaron la púrpura y le vistieron sus propios vestidos.

L a c ruc i f ix ión (Mt 27,31-56; Lo 22,26-40; Jn 19,16-30) . Le sacaron para crucificarle, 21 y re­

quisaron a un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, para que llevase la cruz. * 2 2 Le llevaron al lugar del Gól-gota, que quiere decir lugar de la calavera, 2 3 y le dieron vino mirrado, pero no lo tomó. 2 4 L e crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para saber qué llevaría cada uno. 23 Era la hora de tercia cuando le crucificaron. 2 6 El título de su causa estaba escrito: El rey de los judíos. 2 7 Crucificaron con El a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, 2 8 y se cumplió la escritura que dice: Fue contado entre malhechores. 2 9 Los transeúntes le inju­riaban moviendo la cabeza y diciendo: ¡Ah!, tú que destruías el templo de Dios y lo edificabas en tres días, 30 sálvate bajando de la cruz. 31 Igualmente los prín­cipes de los sacerdotes se mofaban entre sí con los escribas, diciendo: A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. 3 2 ¡El Mesías, el rey de Israel! Baje ahora de la cruz para que lio veamos y creamos. Y los que estaban con El crucificados le ultrajaban. *

33 Llegada la hora sexta hubo obscuri­dad sobre la tierra hasta la hora de nona. 3 4 Y a la hora de nona gritó Jesús con voz fuerte: Eloy, Eloy, lama sabachtani?

Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? * 35 Algu­nos de los presentes, oyéndole, decían: Mirad, llama a Elias. 3 6 Corrió uno, em­papó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se lo dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elias a bajarle.

M u e r t e d e J e s ú s 3 7 Jesús, dando una voz fuerte, expiró.

3 8 Y el velo del templo se partió en dos partes de arriba abajo. 3 9 Viendo el cen­turión, que estaba frente a El, de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios. 4 0 Había también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de San­tiago el Menor y de José, y Salomé, 4 1 las cuales, cuando El estaba en Galilea, le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén.

L a s e p u l t u r a d e Jesús (Mt 27,57-61; Le 23,50-56; Jn 19,38-42) 4 2 Llegada ya la tarde, porque era la

Parasceve, es decir, la víspera del sábado, 43 vino José de Arimatea, miembro ilus­tre del Sanedrín, el cual también espera­ba el reino de Dios, que se atrevió a en­trar a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. 4 4 Pi la to se maravilló de que ya hubiera muerto, y haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto ya. * "» Informado del centurión, dio el cadáver a José, 4<s el cual compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un monumento que es­taba cavado en la peña, y volvió la pie­dra sobre la entrada del monumento . 4 7 María Magdalena y María la de José miraban dónde se le ponía.

E l s e p u l c r o vac ío (Mt 28,1-10; Le 24,1-11; Jn 20,1-18)

1 R ' P a s a < i 0 e l sábado, María Mag-•l O dalena, y María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a un­girle. 2 Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento . 3 Se decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del monumento? 4 Y miran­do, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. 5 Entrando en el monu­mento, vieron un joven sentado a la de-

2 1 Esta mención es un indicio claro de que eran dos fieles bien conocidos en la comunidad cristiana de Roma. El Señor pagó, sin duda, largamente a Simón el servicio que le había prestado.

3 2 Señala el evangelista tres grupos de los que insultan al Señor: los transeúntes (pues de ordi­nario, para mayor ejemplaridad, las ejecuciones solían hacerse cerca de los caminos); los sacerdotes, que entre s( comentaban el suceso, y los otros crucificados. Sobre estos últimos cf. Le 23,39 ss.

34 Palabras tomadas del salmo 22,1, un poco «diversamente transcritas de como las cita San Mateo.

4 4 El suplicio de la cruz añadía a sus horrores el ser muy prolongado, de varios días a veces.

1063 SAN LUCAS

recha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. 6 El les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí : mirad el sitio en que le pu­sieron. 7 Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que os precederá a Galilea; allí le veréis, como os ha dicho. * * Salien­do, huían del monumento, porque el temor y el espanto se habían apoderado de ellas, y a nadie dijeron nada ; tal era el miedo que tenían. *

A p a r i c i ó n a M a r í a M a g d a l e n a (Jn 20,11-18)

8 Resucitado Jesús la mañana del pri­mer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de quien había echa­do siete demonios. * 10 Ella fue quien lo anunció a los que habían vivido con El, que estaban sumidos en la tristeza y el l lanto; 11 pero oyendo que vivía y que ha­bía sido visto por ella, no lo creyeron.

A p a r i c i ó n a los d isc ípulos (Le 24,12-31)

12 Después de esto se mostró en otra forma a dos de ellos que iban de camino y se dirigían al campo. ¡i Estos, vueltos,

dieron la noticia a los demás; ni aun a éstos creyeron.

A p a r i c i ó n a los o n c e ' 4 A 1 fin se manifestó a los once, es­

tando recostados a la mesa, y les repren­dió su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado de entre los muer­tos. * lí Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, se sal­vará, mas el que no creyere se condena­rá .* 1 7 A los que creyeren les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas , 1 8 to­marán en las manos las serpientes, y si be­bieren ponzoña, no les dañará ; pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos re­cobrarán la salud.

F i n de l e v a n g e l i o 19 El Señor Jesús, después de haber

hablado con ellos, fue levantado a los cie­los y está sentado a la diestra de Dios. * 2 0 Ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor y confirmando su palabra con las señales consiguientes.

1 C 7 Las dirige a Pedro, como jefe de los discípulos en ausencia del Maestro. Como en San " Mateo, les da cita para Galilea, donde fue la conversación más prolongada de los discípulos

con Jesús después de resucitado éste. 8 Van espantadas por la sorpresa de la visión y por el mensaje que el ángel les había dado.

Esto prueba lo poco que en la resurrección del Maestro creían, a pesar de las predicciones de éste. «A nadie dijeron», se entiende de los extraños que en el camino encontraban.

9 Lo que sigue hasta el fin del capítulo es lo que llaman final de San Marcos, que tiene el ca­rácter de apéndice, en que se apuntan diversas apariciones, que se leen en los evangelistas San Lu­cas y San Juan. Estos primeros versículos 9-11 responden a la aparición narrada en Jn 20,11-18.

14 Es lo que leemos en Le 24,36-43 y Jn 20,19-23, con las instrucciones de Mt 28,16-20. 16 Véase nota a Mt 18,18. 19 Brevemente narra la ascensión del Señor, que San Lucas cuenta en 24,50 y más amplia­

mente en Act 1,3 ss. El Señor cooperaba a la obra de los discípulos mediante los milagros y la acción interior de su Espíritu sobre las almas.

EVANGELIO DE SAN LUCAS

E L A U T O R . — L a tradición hace a nuestro evangelista gentil de nacimiento, origi­nario de Antioquía de Siria, la primera ciudad griega donde los fieles comenzaron a multiplicarse y recibieron el nombre de cristianos. Debió de ser Lucas uno de estos convertidos, y no de los menos fervientes, puesto que el apóstol San Pablo le asoció a su labor misionera, en la que le acompañó hasta el fin. Por los Hechos de los Apóstoles (16,1) sabemos que se hallaba en compañía del Apóstol en Tróade cuando, por reve­lación divina, se disponía a pasar a Macedonia. Con él y con Silas llegó a Filipos, donde, sin duda, participó en los trabajos apostólicos y en las penalidades que hubie­ron de experimentar en aquella primera ciudad de Europa. Sin embargo, el historiador no menciona, cuando habla de la prisión, más que a Pablo y a Silas. Otra vez volve­mos a hallarle en Macedonia, cuando San Pablo, en su tercera misión, volvía de Co­rvato y por la costa de Asia se encaminaba a Jerusalén (año 58). Fue Lucas uno de los que acompañaron al Apóstol hasta la Ciudad Santa y no le abandonó en sus años de prisión en Jerusalén, Cesárea y Roma. Cuando San Pablo escribió las epístolas

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SAN LUCAS 1064

a Fuentón y a los Colosenses (Flm 24; Col 4,14), Lucas figura entre los compañeros y auxiliares del Apóstol en su ministerio: «Os saluda Lucas, médico carísimo». En la segunda epístola a Timoteo, escrita durante la segunda prisión romana de San Pablo, cuando ya éste daba por consumada su carrera, se queja de la poca fidelidad de muchos que le abandonaron; pero Lucas se mantuvo fiel al maestro (4,11). Las noticias de la tradición sobre los años posteriores de San Lucas son menos seguras. Se da como cierto que evangelizó Acaya y Bitinia, donde habría sellado con su sangre la verdad del Evangelio.

Sus OBRAS.—La tradición cristiana está conteste en atribuir a San Lucas dos obras: el tercer evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Eusebio de Cesárea resume sobre este punto la tradición en las siguientes palabras: «Lucas, procedente de una familia de Antioquía, médico de profesión, fue por largo tiempo compañero de San Pablo y vivió en continuas relaciones con los otros apóstoles. Nos ha dejado una prue­ba de que había aprendido de ellos el arte de curar las almas, pues nos ha dado dos libros inspirados por Dios: el evangelio, que asegura haber compuesto según las in­formaciones de aquellos que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, con quienes afirma haber tratado íntimamente en otro tiempo, y los He­chos de los Apóstoles, que escribió no según lo que había oído contar, sino «según lo que había visto con sus ojos» («Hist. Ecles.», III 4,6). Se dice que San Pablo acostum­braba hablar del evangelio de San Lucas como de obra propia, pues escribe: «Según mi evangelio» (Rom 2,16; 2 Tim 2,8). Estas dos obras se distinguen a primera vista entre los escritos del Nuevo Testamento por sus prólogos, en los cuales se destaca la persona del autor, sus fuentes de información. Finalmente, por la dedicatoria de los libros a Teófilo, para mostrarle la firmeza de la fe que había abrazado. A esta pri­mera prueba de ser uno mismo el autor de las dos obras se añade la redacción, el len­guaje, el estilo, que corresponde a un cristiano gentil de nacimiento y griego de cultura.

E L EVANGELIO.—No sabemos a ciencia cierta cuándo compuso San Lucas su evan­gelio; mas parece lo más probable que fue en Roma, donde hacia el fin de la primera prisión de San Pablo se hallaba al lado del Apóstol, juntamente con San Marcos. Así lo testifica el mismo Apóstol en la epístola a Filemón: «Te saludan... Marcos... Lucas, mis auxiliares». San Lucas concibe su obra como la historia de la Buena Nueva, que baja del cielo, es anunciada en Jerusalén y en Nazaret, aparece en Belén y se derrama por el país de Galilea para venir a consumarse en Jerusalén. El libro de los Hechos nos la presenta difundiéndose por la Judea, Samaría hasta Roma y hasta los confines de la tierra.

Según nos indica el prólogo del evangelio, fue propósito del autor narrar la his­toria con orden, el cual no es siempre el orden cronológico; a veces es el geográfico, el lógico, el psicológico, trabando siempre los hechos y discursos de suerte que resulte la historia una. Resalta esto en los primeros capítulos, que contienen la historia de la infancia del Precursor y la de Jesús.

Para escribir sus obras utiliza San Lucas documentos escritos en arameo o hebreo, que traduce en lengua griega con fidelidad, pero sin el rigorismo literal de los otros evangelistas, templando el literalismo y limando las expresiones que pudieran sonar duras en los oídos griegos. Como gentil y discípulo del Apóstol de los gentiles, trata de poner más de relieve el aspecto universalista del Evangelio, lo que se deja ver en la omisión de ciernas sentencias o expresiones como éstas: «no iréis por el camino de los gentiles», «acaso los gentiles no hacen esto», «no fui enviado sino a las ovejas que pe­recieron en la casa de Israel». En cambio, destaca la misericordia de Dios o de Jesús, que más podía cautivar el ánimo de sus lectores. Es San Lucas el que nos ha conser­vado mayor número de parábolas, las cuales va repartiendo a lo largo de su historia, como perlas preciosas con que enriquecer la obra.

Las fuentes de información las señala él mismo en el prólogo. Son «los que desde el principio fueron testigos de las cosas y yiinistros de la palabra». Puede señalarse en muchos puntos la dependencia de San Marcos, lo que prueba que conoció y utilizó el segundo evangelio. También es de advertir la insistencia con que nota que la Virgen

1065 SAN LUCAS 1

María observaba y meditaba cuanto ocurría en torno del niño Jesús (2,19-33-S1)' 'o cual indica que para esta parte, tan propia de San Lucas, contó el autor con las verU dicas referencias de María.

PLAN DEL EVANGELIO.—En general se ajusta al de los Sinópticos: 1. La auroro, de la salud en la infancia del Salvador (1-2). 2. La investidura de Jesús como SaU vador (3,1-4,13). 3. Su manifestación en Galilea (4,14-9,50). 4. Sigue una sección propia de San Lucas, en que recoge una gran cantidad de material evangélico, en su mayor parte omitido por los otros evangelistas (9,51-18,30). 5- Viaje a Jerusalén y ministerio en la Ciudad Santa (18,31-21,38). 6, Pasión y resurrección (22-24),

S T T M A R T O PRIMERA PARTE: Infancia de Jesús (1-2).—SEGUNDA a u l - ' iAlxv^ PARTE: Predicación de Jesús en Galilea (3,1-9,50).—TER-CERA PARTE: Camino de Jerusalén (9,51-19,28) —CUARTA PARTE: Minis­terio de Jesús en Jerusalén (19,29-21,38).—QUINTA PARTE: Pasión y resurrec.

ción del Salvador (22-24)

1

uso del servicio divino, le tocó entrar en el santuario del Señor para ofrecerle e¡ incienso, * l0 y toda la muchedumbre del pueblo estaba orando fuera durante la hora de la oblación del incienso. * •' Apa-reciósele un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Al verle se turbó Zacarías y el temor se apoderó de él. * 13 Díjole el ángel: «No temas, Zaca­rías, porque tu plegaria ha sido escucha­da, e Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, al que pondrás por nombre Juan, 14 Será para u gozo y regocijo, y todos se alegrarán en su nacimiento. ' 5 porque será grande en la presencia del Señor. No be­berá vino ni licores y desde el seno de su madre será lleno del Espíritu Santo; * ' 6 y a muchos de los hijos de Israel converti­rá al Señor su Dios, 17 y caminará delan­te del Señor en el espíritu y el poder de Elias para reducir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a los sen­timientos de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». *

l8 Dijo Zacarías al ángel: ¿Y qué señal tendré de esto? Porque yo soy ya viejo y mi mujer muy avanzada en edad. '» El ángel le contestó diciendo: «Yo soy Ga­briel, que asisto ante Dios y he sido en­viado para hablarte y comunicarte esta buena nueva. * 20 He aquí que tú estarás

•I 2 Estas expresiones «testigos oculares» y «ministros de la palabra» designan en primer término ' a los apóstoles: pero no sólo a ellos, sino también a otros testigos y propagadores del Evangelio,

con quienes San Lucas vivió en íntima familiaridad. 5 Los sacerdotes estaban divididos en veinticuatro turnos, que se sucedían regularmente en el

servicio del templo cada semana (i Par 24,7.19). 9 Cada semana los sacerdotes se distribuían por suertes los diversos oficios del templo. Esta

vez tocó a Zacarías ofrecer dentro del santuario el incienso (Ex 30,1 ss.). lf> El pueblo se asociaba con espíritu de oración al ofrecimiento del incienso, que el sacerdote hacia en el interior del santuario (Sal 141,2).

12 Es natural que toda visión divina produzca en el ánimo turbación y temor, que luego se con­vierte en paz y alegría íntimas. 15 Será nazareo todo el tiempo de su vida (Núm 6,1 ss.). 17 Elias, el gran celador del honor de Dios y debelado* del culto de Baal, pasó a la Historia como el modelo del verdadero profeta (Mal 3,1). 19 Juan será la aurora que anuncia al Sol, Jesús (Mal 3,1).

P R I M E R A P A R T E

INFANCIA DE JESÚS (1-2)

Prólogo 1 Puesto que ya muchos han intentado escribir la historia de lo sucedido en­

tre nosotros, 2 según que nos ha sido

transmitida por los que, desde el princi­pio, fueron testigos oculares y ministros de la palabra, * 3 me ha parecido también a mí, después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte or­denadamente, óptimo Teófilo, 4 para que conozcas la firmeza de la doctrina que has recibido.

Anunciación del Precursor 5 Hubo en los días de Herodes, rey de

Judea, un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, cuya mujer, de la des­cendencia de Arón, se llamaba Isabel. * 6 Eran ambos justos en la presencia de Dios, e irreprensibles caminaban en los preceptos y observancias del Señor. 7 No tenían hijos, pues Isabel era estéril y los dos ya avanzados en edad.

8 Sucedió, pues, que ejerciendo él sus funciones sacerdotales delante de Dios según el orden de su turno, * conforme al

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SAN LUCAS 1 1066

dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Se­ñor es contigo. * 2 9 Ella se turbó al oir estas palabras y discurría qué podría sig­nificar aquella salutación. * 30 El ángel le dijo: N o temas, María, porque has halla­do gracia delante de Dios, * 31 y concebi­rás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. * 3 2 El será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el t rono de Da­vid, su padre, 33 y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin.

3 4 Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón? * 35 El ángel le contestó y dijo: El Espíritu San­to vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será l lamado Hijo de Dios. * 3 6 E Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era esté­ril, * 3 7 porque nada hay imposible para Dios. 3 8 Dijo Mar ía : H e aquí a la sierva

2* Nazaret, pequeña ciudad de Galilea, que tuvo el alto honor de abrigar en su seno al Verbo encamado, no es conocida ni en el Antiguo Testamento ni en las obras de F. Josefo. Señal clara de su poca importancia.

2 7 María era virgen, pero ligada ya a un varón, pues los esponsales tenían en la ley mosaica la misma fuerza que el matrimonio, el cual sólo exigía ya la conducción de la novia a casa del novio (Dt 22,22 ss.). José era de la casa de David, y en virtud de su matrimonio con María habla de con­ferir al hijo de ésta el título legal de hijo de David.

2 8 «Dios te salve», en griego «alégrate, regocíjate», que era e! saludo corriente entre los hele­nos. «Llena de gracia» es la traducción que dan las antiguas versiones al participio «agraciada, gra­tificada» en sumo grado. El ángel emplea este participio a modo de nombre propio, lo que aumenta la fuerza de su significado. La piedad y la teología cristianas han sacado de aquí todas las grandezas de María. Y con razón, pues esta «llena de gracia» será la Madre de Dios. «El Señor es contigo» vale tanto como el Señor te acompaña, te asiste para que lleves a cabo los planes que sobre ti tiene formados (Ex 3,12; Jos 1,5). La sentencia «bendita entre todas las mujeres», que añade la Vulgata, está tomada de 1,42.

2 9 Esta turbación no le impide reflexionar sobre la significación del saludo que acaba de oir, 30 Declaración de la expresión «llena de gracia». 31 Estos dos versículos nos presentan al niño anunciado como Hijo del Altísimo, destinado

a realizar las promesas mesiánicas, que Dios había hecho a su padre, David (2 Sam 7,14 ss.). 34 La dificultad de la Virgen no se explica sino en el supuesto de que los esposos tuvieran

el propósito de vivir en perfecta continencia. 35 El evangelista dice que María era «virgen» desposada con José (v.27), es decir, prometida en

esponsales (véase com. a Mt 1,18-24). El ángel le anuncia que «concebirá» y «dará a luz un hijo» (v.31), que el fruto de sus entrañas «reinará en la casa de Jacob y su reino no tendrá fin». Este sor­prendente anuncio trae a la memoria de María, sin duda, el advenimiento del Mesías, anunciado por los profetas y esperado ansiosamente por todos los fieles israelitas de su tiempo. Pero para ella hay aquí un misterio: ¿cómo se va a realizar, si no «conoce» varón? (v.34). La frase «no conozco varón» está en presente en griego y demás versiones. En el original arameo, el tiempo empleado puede tener el doble sentido de presente y futuro: «no conozco» o «no conoceré»; pero de ningún modo pasado. Así, pues, el sentido de su intci rogación no es: «cómo podrá ser esto, pues yo no he conocido varón»; sino más bien indica en ella una situación permanente de virginidad: en sus planes no tiene inten­ción de «conocer» (en el sentido semítico de tener relaciones maritales) varón. ¿Cómo puede compa­ginarse esto con el anuncio de que va a ser madre? El ángel le explica el misterio: «El Espíritu Santo (sin artículo en griego) vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra...» (v.35). Es el anuncio de una concepción milagrosa. «Espíritu Santo» significa aquí la fuerza divina carismá-tica que actuará en ella (cf. Jue 3,10; 11,29; 2 Par 20,14); es «la virtud del Altísimo» que la «cubrirá con su sombra». La expresión es bella y sumamente delicada para insinuar la intervención divina. En las teofanías del Antiguo Testamento Dios se manifestaba en forma de «nube» cubriendo el arca de la alianza (Ex 40,35; Núm 0,22). Es una frase poética muy ambientada en la literatura bíblica, que delicadamente ahorra todo antropomorfismo, que pudiera resultar grosero en el momento de la concepción del Redentor. Como consecuencia de esta intervención divina excepcional, el fruto de la concepción será «santo*, llamado «hijo de Dios». La intención, pues, del evangelista en afirmar la concepción virginal de Jesús es manifiesta. w

36 Para informarla plenamente de los planes divinos le comunica la concepción de babel y le qué ella significaba.

mudo y no podrás hablar hasta el día en que esto se cumpla, por cuanto no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo».

21 El pueblo esperaba a Zacarías y se maravillaba de que se retardase en el tem­plo. 2 2 Cuando salió no podía hablar, por donde conocieron que había tenido algu­na visión en el templo. El les hacía señas, pues se había quedado mudo . 2 3 Cumpli­dos los días de su servicio, volvióse a casa. 2 4 Y después de algunos días concibió Isabel, su mujer, que se ocultó durante cinco meses, diciendo: 2 5 He aquí lo que ha hecho conmigo el Señor, acordando quitar mi oprobio entre los hombres.

L a a n u n c i a c i ó n d e J e s ú s

26 En el mes sexto fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, * 2 7 a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la vir­gen era María. * 2 8 Entrando a ella, le

1067 SAN LUCAS 1

del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y se fue de ella el ángel. *

L a v is i tac ión d e I sabe l 3 9 En aquellos días se puso María en

camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá, * 4<> y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. * 41 Así que oyó Isabel el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Es­píritu Santo, 4 2 y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 4 3 ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? * 4 4 Por­que así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno. 45 Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor. 4 6 Dijo Mar ía :

Mi alma magnifica al Señor* 4 7 y exulta de júbilo mi espíritu en Dios,

[mi Salvador, 4 8 porque ha mirado la humildad de su

[sierva; por eso todas las generaciones me llama-

[rán bienaventurada, 4 9 porque ha hecho en mí maravillas el cuyo nombre es santo. [Poderoso, 50 Su misericordia se derrama de genera­

c i ó n en generación sobre los que le temen. 51 Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los

[pensamientos de su corazón. 5 2 Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes. 53 A los hambrientos los llenó de bienes, y a los ricos los despidió vacíos. " Acogió a Israel, su siervo,

3 8 Informada de )a voluntad de Dios, la Virgen presta su asentimiento, y en ese instante se realiza el misterio divino de la encarnación del Verbo en su seno virginal.

39 Se halla esta ciudad, hoy Ain Karim, pocos kilómetros al sur de Jerusalén. Esto nos explica que María pudiera realizar su viaje con alguna de las caravanas de peregrinos que de continuo se dirigían a la Ciudad Santa, bien a las fiestas o en cumplimiento de sus votos.

4 0 Las dos madres, llenas del espíritu de Dios, aunque de diverso grado, mutuamente se feli­citan y juntas alaban al Señor, que las quiso bendecir tan maravillosamente. Pero María lleva en BU seno al Santificador de los hombres, el cual hace sentir sus efectos en Isabel y en el fruto de su vientre por una santificación prematura.

4 3 Estas palabras indican que también Isabel estaba informada, sin duda por revelación divina, del misterio que María llevaba en su seno.

46 Este cántico, que está inspirado en los salmos davídicos y formado de frases tomadas de ellos, expresa los sentimientos de María, su humildad ante la grandeza de la gracia recibida, su reconocimiento hacia Dios y la admirable providencia del Señor, que ensalza a los humildes y hu­milla a los soberbios.

56 Conesto cierra San Lucas este capitulo de la anunciación y visitación, para pasar al segundo de los nacimientos, sin cuidarse de informarnos sobre la asistencia de María al nacimiento del Precursor.

5 8 Son los hijos la bendición del matrimonio, y la esterilidad era en Israel un oprobio y como una señal de maldición divina.

5 9 La circuncisión es un rito religioso. En Israel se practicaba a los ocho días de nacido el niño, que por ella era incorporado al pueblo de Abraham. Sin la circuncisión estaba como excomulgado del pueblo de Dios y de su alianza (Gen 17,1c ss.). Era uso imponer entonces el nombre. Siendo la operación delicada, el ministro de ella tenía que ser un practicante.

6 5 Aunque ignorantes del misterio, las circunstancias que rodeaban la concepción y el naci­miento del niño Juan les hacía presentir en él algo grande.

6 7 El cántico consta de dos partes: una, en que bendice a Dios porque realizó la obra de salud sobre su pueblo (w.68-75); otra, que va dirigida al niño, declarando la misión a que esta desti­nado (w.76-7g).

acordándose de su misericordia. 5 5 Según lo que habia prometido a nues­

t r o s padres, a Abraham y a su descendencia para

[siempre. 5 6 María permaneció con ella como

unos tres meses y se volvió a su casa. *

N a c i m i e n t o d e l B a u t i s t a 5 7 Le llegó a Isabel el t iempo de dar a

luz, y parió un hijo. 58 Oyendo sus veci­nos y parientes que el Señor le había mos­trado la grandeza de su misericordia, se congratulaban con ella. * 5 9 Al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarle con el nombre de su padre, Zaca­rías. * 60 Pero la madre tomó la palabra y dijo: No , se llamará Juan. 61 Le decían: ¡Si no hay ninguno en tu parentela que se llame con ese nombre ! 6 2 Entonces pregun­taron por señas al padre cómo quería que se llamase; " y pidiendo unas tablillas, escribió: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. 6 4 Y abrió al instante su boca y habló bendiciendo a Dios.

6 5 Se apoderó el temor de todos los ve­cinos, y en toda la montaña de Judea se contaban todas estas cosas, * 66 y cuan­tos las oían, pensativos, se decían: ¿Qué vendrá a ser este niño? Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. 6 7 Za­carías, su padre, se llenó del Espíritu San­to y profetizó diciendo: *

e 8 Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo 6 9 y levantó en favor nuestro un cuerno

[de salvación en la casa de David, su siervo,

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SAN LUCAS 1-2 1068

" c o m o había prometido por la boca de sus santos profetas desde antiguo, 71 salvándonos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborre-

¡cen, 7 2 para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su alianza santa, 73 el juramento que juró a Abraham n u es-

[tro padre, darnos, 7 4 para que, sin temor, libres del poder de

[los enemigos, le sirvamos 75 en santidad j justicia, en su presencia, todos nuestros días. 16 Y tú, niño, serás llamado profeta del

[Altísimo,

para enderezar nuestros pies por el camino de la paz.

80 El niño crecía y se fortalecía en espí­ritu, y moraba en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. *

N a c i m i e n t o d e J e s ú s

21 Aconteció, pues, en los días aque­llos que salió un edicto de César Au­

gusto para que se empadronase todo el mundo. * 2 Fue este empadronamiento primero que el del gobernador de Siria Girino. * 3 E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad. * 4 José subió de

Mesón orienlai. (Vigouroux.)

pues tú irás delante del Señor para preparar sus caminos, [pueblo, 77 para dar la ciencia de la salud a su con la remisión de sus pecados, 78 por las entrañas de misericordia de

[nuestro Dios, en las cuales nos visitará naciendo de lo

[alto, 7 9 para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte,

Galilea, de la ciudad de Nazaret , a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, 5 para empadronarse con María , su esposa, que estaba encinta. 6 Estando allí, se cumplieron los días de su par to , 7 y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pe­sebre, por no haber sitio para ellos en el mesón. *

8° Así termina la del Bautist?, en forma análoga a la de Jesús en 2,40.52.

O l Respondía este edicto a las medidas generales de gobierno tomadas por Augusto para orga-~ nizar la vida del Imperio. Estas medidas se extendían también a los reinos socios de Roma, como era el de Herodes.

2 Cuando el hijo de Herodes, Arquelao (Mt 2,22), fue destituido por Augusto y la Judea in­corporada al Imperio romano, Cirino, legado de Siria, hizo un empadronamiento, que fue muy mal recibido por los judíos y dio ocasión a la sublevación de Judas Galüeo, de que nos había Josefo (Ant., XVIII 1), y a que alude Gamaliel en Act 5,^7. San Lucas tomó este suceso como punto de partida para indicar la fecha del nacimiento del Salvador.

Roma, en este punto como en otros más, respetaba las costumbres de las provincias, y los orientales nunca se creen desarraigados de la tribu, región o ciudad donde tienen su origen. Y así, Belén era el solar de todos cuantos se creían hijos de David, aunque de mucho tiempo atrás tuvieran su residencia lejos de ella.

7 «Dio a luz a su hijo primogénito*. El vocablo primogénito no implica que después haya tenido otros hijos. El griego prototókon corresponde al hebreo bekor, que es el primer hijo de una madre, que como tal pertenece a Dios (Ex 2,22; 13,2; 34,19) y1 tiene que ser rescatado. Por eso aquí primogé­nito tiene un sentido técnico legal, y se aplica al primer hijo que naciera. El evangelista, pues, con este adjetivo quiere preparar la narración de la presentación al templo (2,22-24). Por otra parte, en

1069 SAN LOCAS 2

8 Había en la región unos pastores que moraban en el campo y estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño. * 9 Se les presentó un ángel del Sefior, y la gloria del Señor los envolvió con su luz, y quedaron sobrecogidos de temor. 10 Dí-joles el ángel: N o temáis, os anuncio una gran alegría, que es para todo el pueblo: 11 Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. 1 2 Esto tendréis por señal: encontraréis al

1 9 Mar ía guardaba todo esto y lo medi­taba en su corazón. * 2 0 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, se­gún se les había dicho.

C i r c u n c i s i ó n de l N i ñ o 2 1 Cuando se hubieron cumplido los

ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno.

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Templo de Jerusalén reconstruido por De Vogite

Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. 13 Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: 14 «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad».

15 Así que los ángeles se fueron al cielo, se dijeron los pastores unos a otros: Va­mos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado. i6 Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, 1 7y viéndole, con­taron lo que se les había dicho acerca del Niño. 18 Y cuantos los oían se maravilla­ban de lo que les decían los pastores.

L a p r e s e n t a c i ó n e n el t e m p l o 2 2 Así que se cumplieron los días de la

purificación, conforme a la Ley de Moi­sés, le llevaron a Jerusalén para presen­tarle al Señor, * 2 3 según está escrito en la Ley del Señor que «todo varón primo­génito sea consagrado al Señor», 2 4 y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones.

2 5 Había en Jerusalén un hombre lla­mado Simeón, justo y piadoso, que espe­raba la consolación de Israel, y el Espí­ritu Santo estaba en él. 2 6 Le había sido

el griego común o koiné (en que está escrito el Evangelio), la palabra prototókon tiene el sentido am­plio de primer nacido de una mujer aun en el caso de que ésta no tuviera otros hijos. Así se dice en un papiro de una mujer que murió al dar a luz su primer hijo: «expiró en los dolores de parto al dar a luz a su hijo primogénito». San Lucas jamás alude a otros hijos de María. Sobre los «hermanos de Jesús» véase nota Mt 12,46 s.

8 Estos pastores podían ser betlemitas, que en la estación benigna hacen vida en el campo con sus ganados, o nómadas, que viven de continuo bajo tiendas en el desierto. Este se extiende al este y al sudeste de Belén.

19 Por vez primera nota San Lucas cómo María observaba y meditaba cuanto ocurría en torno de Jesús.

2 2 Engloba aquí San Lucas dos cosas: la presentación del Niño en el templo para cumplir los deberes que como primogénito le imponía la Ley (Ex 13,2 ss.) y la purificación de la Madre, pres­crita en el Levítico (12,1 ss.).

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SAN LUCAS 2 1070

la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret. *

E l n i ñ o J e s ú s e n e l t e m p l o 4 0 El Niño crecía y se fortalecía lleno

de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El. 4 1 Sus padres iban cada año a Je-rusalén en la fiesta de la Pascua. * 4 2 Cuan­do era ya de doce años, al subir sus pa­dres, según el rito festivo, 4 3 y volverse ellos, acabados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo echasen de ver. 4 4 Pensando que estaba en la caravana, anduvieron camino de un día. Buscáronle entre parientes y conoci­dos, * 4 5 y al no hallarle, se volvieron a Jerusalén en busca suya. 4 6 Al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. * 4 7 Cuantos le oían que­daban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas.

4 8 Cuando sus padres le vieron, se ma­ravillaron, y le dijo su madre : Hijo, ¿por qué nos has hecho así? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote. 4? Y El les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre? * 50 Ellos no en­tendieron lo que les decía. 51 Bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto, y su madre conservaba todo esto en su corazón. 5 2 Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hom­bres.

28 Es ésta una segunda manifestación del Niño, que nos muestra cómo en Israel había almas que vivían de las esperanzas mesiánicas. El anciano se da por satisfecho con haber visto al Salvador, que será la gloria de Israel y la luz de las naciones.

3 3 San José es llamado padre porque ejerce los oficios de tal. El y María se maravillan al ver cómo el Señor les va descubriendo los destinos de Jesús.

3 4 Aun humanamente, la vida del hijo está más íntimamente unida con la de la madre. Simeón descubre aquí a María un misterio: la mala acogida que su Hijo tendrá en Israel y el dolor que por esto ella habrá de sentir. Aquí se halla encerrada la cruz de Jesús y la de María.

39 San Lucas no refiere la venida de los Magos ni la huida a Egipto, acaecidas entre la presenta­ción del templo y la vuelta a Galilea.

4 1 Ordenaba la Ley (Ex 23,14 ss.) que los israelitas se presentasen tres veces al año ante el Señor, en las tres grandes festividades de Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, para dar gracias a Dios por los beneficios recibidos. Sin que la costumbre, «interpretación óptima de la ley», dispensara a los que vivían lejos de Jerusalén a no ir más que una vez cada año y aun una cada varios años. Los padres, como pobres, harían el viaje a pie. Llegado a edad en que pudiera hacer otro tanto, el niño acompañaba a sus padres.

4 4 Para la vuelta se dan cita los del mismo pueblo o familia; pero la costumbre impone que las mujeres vayan separadas de los hombres. Los niños pueden formar grupo aparte o agregarse a uno cualquiera de los mayores. Así se explica que el Niño pudiera quedarse en la ciudad sin que lo echa­ran de ver sus padres.

46 «Al cabo de tres días» se entiende al tercer día. Jesús aparece en los atrios del templo, donde los doctores ponían cátedra y los oyentes, sentados en el suelo, escuchaban sus lecciones. Jesús está, como uno de tantos, escuchando y preguntando; pero con sus preguntas descubre su mara­villosa sabiduría y ciencia precoz, con que hace meditar a los doctores sobre los sentidos de las divinas Escrituras. Era un modo de enseñar acomodado a la edad que tenía.

4 9 La pérdida de Jesús no fue involuntaria de su parte. Teniendo plena conciencia de quién era y de la misión que traía, quiso empezar a cumplirla. Igual que hará después, ahora busca cum­plir la voluntad de su Padre celestial, sin atender a la de sus padres terrenos. Fue esto para ellos, sobre todo para la Madre, una dolorosa prueba; pero también un rayo de luz, que les va descubriendo el misterio de la vida de Jesús. La respuesta es para nosotros obscura. Acaso no lo fue tanto para los padres. Lo que para todos es claro es la conciencia aue tiene Jesús de su filiación divina. Las palabras «en las cosas de mi Padre», gramaticalmente se podrían también traducir «en la casa de mi Padre». Preferimos la del texto, como más natural.

revelado por el Espíritu Santo que no ve­ría la muerte antes de ver al Cristo del Se­ñor. 27 Movido del Espíritu Santo, vino al templo, y al entrar los padres con el niño Jesús para cumplir lo que prescribe la Ley sobre El, 2 8 Simeón le tomó en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dijo: *

2 9 Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu en paz, según tu palabra; [siervo 3 0 porque han visto mis ojos tu salud, 31 la que has preparado ante la faz de to­

ldos los pueblos; 3 2 luz para iluminación de las gentes y glo-

[ria de tu pueblo, Israel. 3 3 Su padre y su madre estaban mara­

villados de las cosas que se decían de El. * 3 4 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre : Puesto está para caída y levanta­miento de muchos en Israel y para blanco de contradicción; * 35 y una espada atra­vesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.

3 6 Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, muy avanza­da en años ; casada en los días de su ado­lescencia, vivió siete años con su marido, 3 7 y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro. N o se apartaba del templo, sir­viendo con ayunos y oraciones noche y día.

38 Como viniese en aquella misma hora, alabó también a Dios y hablaba de El a cuantos esperaban la redención de Jeru­salén. 3 9 Cumplidas todas las cosas según

1071 SAN LUCAS 3

S E G U N D A P A R T E

P R E D I C A C I Ó N DE JESÚS E N G A L I L E A

(3,1-9.50)

P r e s e n t a c i ó n d e J u a n a I s r ae l (Mt 3,1-6; Me 1,1-6)

31 El año quintodécimo del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de

Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, y Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la Traconítide, y Lisania, tetrarca de Abilene, 2 bajo el pontificado de Anas y Caifas, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, * 3 y vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de peni­tencia en remisión de los pecados, 4 se­gún está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. 5 Todo barranco será rellenado, y todo monte y collado allanado, y los caminos tortuosos rectificados, y los ásperos igualados. 6 Y toda carne verá la salud de Dios. *

P r e d i c a c i ó n de l B a u t i s t a (Mt 3,7-10; Me 1,7-8)

7 Decía, pues, a las muchedumbres que venían para ser bautizadas por él: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que llega? * 8 Haced, pues, dig­nos frutos de penitencia y no andéis di-ciéndoos: Tenemos por padre a Abra-ham. Porque yo os digo que puede Dios sacar de estas piedras hijos a Abraham. 9 Ya el hacha está puesta a la raíz del ár­bo l ; todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. *

10 Las muchedumbres le preguntaban: Pues ¿qué hemos de hacer? " El respon­día: El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos

haga lo mismo. I2 Vinieron también pu­blícanos a bautizarse y le decían: Maestro, ¿qué hemos de hacer? 13 Y les contestaba: No exigir nada fuera de lo que está ta­sado. *

14 Le preguntaban también los solda­dos: Y nosotros, ¿qué hemos de hacer? Y les respondía: N o hagáis extorsión a nadie ni denunciéis falsamente y conten­taos con vuestra soldada. *

15 Hallándose el pueblo en ansiosa ex­pectación y pensando todos entre sí de Juan si sería él el Mesías, 1 6 Juan res­pondió a todos, diciendo: Yo os bautizo en agua, pero llegando está otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de soltarle la correa de las sandalias; El os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para bieldar la era y almacenar el trigo en su granero, mientras la paja la quemará con fuego inextinguible. *

P r i s i ó n d e J u a n (Mt 14,3; Me 1,14; 6,17)

18 Muchas veces, haciendo otras exhor­taciones, evangelizaba al pueblo. l9 Pero el tetrarca Herodes, reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las maldades que cometía, * 20 añadió ésta a todas las otras, encarcelando a Juan.

B a u t i s m o d e J e s ú s (Mt 3,13-17; Me 1,8-11)

2 1 Aconteció, pues, cuando todo el pue­blo se bautizaba, que bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo, 2 2 y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se dejó oir del cielo una voz: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

G e n e a l o g í a d e J e s ú s (Mt 1,1-17)

2 3 Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y era, según se creía, hijo de José,

O 2 Con esta introducción se propone San Lucas colocar su narración en el cuadro general de ^ la Historia. Tiberio sucedió a Augusto, muerto el 19 de agosto del año de Roma 767, el 14 de la era vulgar. Pudiera suceder que, según la cuenta de San Lucas, el primer año sólo alcanzase hasta el i.° de octubre, en que comenzaba a contarse el año en Siria. Esto nos daría el año 780 ó 781 para el principio de la misión de Juan.

6 ls 4,3-5. 7 «Raza de víboras» es una expresión dura, pero bien merecida, de los directores delsraet, tan

pagados de su justicia exterior y tan sañudos en perseguir a los verdaderos justos si no les rendían homenaje.

9 Los profetas anuncian con frecuencia la inauguración del reino de Dios con un juicio sobre Israel, como sobre la higuera estéril (13,6 ss.). Este juicio se halla próximo y será el resultado de la vida pública de Jesús.

13 No condena el Bautista la exacción de los tributos impuestos por la legítima autoridad, sino las extorsiones injustas de los publícanos, a que los soldados cooperaban.

14 Estos soldados son los policías, que acompañaban a los publícanos a fin de apoyarlos en la exacción de los tributos.

17 Es ésta otra imagen del juicio que hará en su pueblo, recogiendo el grano en sus paneras y condenando la paja al fuego que no se extingue (Mt 3,12).

19 Con esto da San Lucas por terminada la misión del Bautista, refiriéndonos su muerte.

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SAN LUCAS 3-4 1072 hijo de Helí, * 2 4 hijo de Matat , hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Janai, hijo de José , 2 5 hijo de Matatías, hijo de Amos, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai, 2 6 hijo de Maat , hijo de Matatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo de Joda, 2 7 hijo de Joanan, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, 28 hijo de Melqui, hijo de Addi, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo de Er. 2 9 hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat , hijo de Leví, 30 hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José,

La tentación en el desierto (Mt 4,1-u; Me 1,12-13)

4 1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por

el Espíritu al desierto 2 y tentado allí por el diablo durante cuarenta días. No co­mió nada en aquellos días, y pasados, tuvo hambre. 3 Díjole el diablo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se con­vierta en pan, 4 Jesús le respondió: «No de sólo pan vive el hombre».

5 Llevándole a una altura, le mostró

Los volúmenes de las Santas Escrituras

hijo de Jonam, hijo de Eliaquim; 3i hijo de Melea, hijo de Menna, hijo de Mat-tata, hijo de Natam, hijo de David , 3 2 hijo de Jesé, hijo de Jobed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naassón , 3 3 hijo de Ami-nadab, hijo de Admín, hijo de Arni, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, 34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, 35 hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, >6 hijo de Cainan, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, 3 7 hijo de Matusalá, hijo de Enoc, hijo de Jaret, hijo de Maleleel, hijo de Cainan, 3& hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios.

desde allí, en un instante, todos los reinos del mundo, 6 y le dijo el diablo: Todo este poder y su gloria te daré, pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy; 7 si, pues, te postras delante de mí, todo será tuyo. s Jesús, respondiendo, le dijo: Escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás y a El solo servirás». 9 Le con­dujo luego a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo ; 1 0 por­que escrito está: «A sus ángeles ha man­dado sobre ti que te guarden n y te tomen en las manos para que no tropiece tu pie contra las piedras». I 2 Respondiendo, dí­jole Jesús: Dicho está: «No tentarás al Señor tu Dios». 13 Acabado todo género

2 3 Como ignoramos lo que duró la misión del Bautista, no podemos precisar por aqui la edad de Jesús, aparte de que la cifra es sólo aproximada, unos treinta años. «Según se creía11, pues el mis­terio de la concepción virginal era desconocido, y Jesús pasaba, fuera de !a casita de Na2aret, por hijo de José. La genealogía es aquí, como en San Mateo, la de San José, pero en orden ascendente y prolongada hasta Adán, para mostrar que Jesús no sólo era hijo de Abraham, sino también de Adán y Salvador de todo el género humano, que es criatura de Dios, no menos que el pueblo de Israel (Rom 3,29). La discordancia de las dos genealogías hasta David es manifiesta. Varias soluciones se han propuesto para resolver la dificultad. La más fundada y más sencilla es la que considera la de San Mateo como la genealogía legal y dinástica^que señala la transmisión de los derechos mesiá-nicos desde David hasta Jesús, y la de San Lucas la genealogía natural, que va de padres a hijos desde San José hasta David.

1073 SAN LUCAS 4

de tentaciones, el diablo se retiró de El hasta el tiempo determinado.

Vuelta de Jesús a Galilea (Mt 4,12-17; Me 1,14-15

1 4 Jesús, impulsado por el Espíritu, se volvió a Galilea. Su fama corrió por toda la región; 15 enseñaba en las sinagogas, siendo celebrado por todos.

Jesús en Nazaret (Mt 13,53-58; Me 6,1-6)

1 6 Vino a Nazaret, donde se habia criado, y, según costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. * 17 Le entregaron un libro del profeta Isaías, y desenrollán­dolo, dio con el pasaje donde está escrito:

20 Y enrollando el libro, se lo devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El. 2 1 Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oir. 2 2 Todos le aprobaban, y maravillados de las pala­bras llenas de gracia que salían de su boca, decían: ¿No es éste el hijo de José? 2 3 El les dijo: Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo; todo cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo aquí en tu patria. * 2 4 El les dijo: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. 25 Pero en verdad os digo también que muchas viudas había en Israel en los días de Elias, cuando se cerró el cielo por

18 «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, l 9 para anunciar un año de gracia del Señor». *

tres años y seis meses y sobrevino una gran hambre en toda la tierra, »y a ninguna de ellas fue enviado Elias sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Elíseo, y ninguno de ellos fue limpiado sino el sirio Naamán.

M 16 El culto de las sinagogas en los sábados constaba, entre otras cosas, de lecturas bíblicas, que ^ los doctores explicaban al auditorio. Cuando se hallaba presente algún personaje conspicuo, se le invitaba a hacer esa explicación (Act 13,14 ss.).

i» Is 61,1 ss. 2 3 Esto parece indicar que Jesús había obrado ya muchos milagros en Cafarnaúm. Los de

Nazaret piden a Jesús los milagros que había obrado en Cafarnaúm, no queriendo ser menos que los otros. San Mateo y San Marcos ponen la venida de Jesús a Nazaret algo más tarde. Acaso San Lucas adelanta los sucesos y junta en una dos visitas, para no volver sobre Nazaret, como antes hizo con el Bautista (Mt 13,53 ss-; Me 6,1 ss.). ;.

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SAN LUCAS 4-5 1074 2 8 Al oír esto se llenaron de cólera

cuantos estaban en la sinagoga, 2 9 y le­vantándose, le arrojaron fuera de la ciu­dad, y le llevaron a la cima del monte sobre el cual está edificada su ciudad, para precipitarle de allí; 3 0 p e r o El, atra­vesando por medio de ellos, se fue.

E n la s i n a g o g a d e C a f a r n a ú m (Me 1,21-28)

31 Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Gali­lea, y les enseñaba los días de sábado, * 3 2 y se maravillaban de su doctrina, por­que su palabra iba acompañada de auto­ridad. 33 Había en la sinagoga un hombre poseído del espíritu de un demonio im­puro que gritaba a grandes voces : 3 4 ¡Ah! ¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Na­zareno? ¿Has venido a perdernos? Bien sé quién eres, el Santo de Dios. 35 Jesús le ordenó diciendo: Cállate y sal de él. El demonio, arrojando al poseso en me­dio, salió de él sin hacerle daño. 3 6 Que­daron todos pasmados, y mutuamente se hablaban diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder impera a los espíritus y salen? 3 7 Por todos los lugares de la comarca se divulgó su fama.

C u r a c i ó n d e l a s u e g r a d e P e d r o (Mt 8,14-15: Me 1,29-31)

38 Saliendo de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con una gran calentura, y le rogaron por ella. 3 ' Acercándosele, mandó a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al instante se levantó y les servía.

N u e v a s c u r a c i o n e s (Mt 8,16-17; Me 1,32-34)

4 0 Puesto el sol, todos cuantos tenían enfermos de cualquier enfermedad los lle­vaban a El, y El, imponiendo a cada uno las manos, los curaba. 4 1 Los demonios salían también de muchos gritando y di­ciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero El los reprendía y no los dejaba hablar, porque conocían que era El el Mesías.

J e s ú s sale d e C a f a r n a ú m (Me 1,35-38; Mt 4,23)

4 2 Llegado el día, salió y se fue a un lugar desierto; las muchedumbres le bus­caban, y viniendo hasta El, le retenían

para que no se partiese de ellos. 4 3 Pero El les dijo: Es preciso que anuncie tam­bién el reino de Dios en otras ciudades, porque para esto he sido enviado. 4 4 E iba predicando por las sinagogas de Judea.

L a p e s c a m i l a g r o s a (Mt 4,18-22; Me 1,16-20)

51 Agolpándose sobre El la muche­dumbre para oir la palabra de Dios,

y hallándose junto al lago de Genesaret, 2 vio dos barcas que estaban al borde del lago; los pescadores, que habían ba­jado de ellas, lavaban las redes. 3 Subió, pues, a una de las barcas, que era la de Simón, y le rogó que se apartase un poco de tierra, y sentándose, desde la barca enseñaba a las muchedumbres. 4 Así que cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca.5 Simón le contestó y dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, mas porque tú lo dices echaré las redes. 6 Haciéndolo, cogieron una gran cantidad de peces, tan­to que las redes se rompían, 7 e hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron las dos barcas, tanto que se hundían. 8 Viendo esto Simón Pedro, se postró a los pies de Jesús, diciendo: Se­ñor, apártate de mí, que soy hombre pecador. * 9 Pues así él como todos sus compañeros habían quedado sobrecogidos de espanto ante la pesca que habían hecho, 10 e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Dijo Jesús a Simón: N o temas; en adelante vas a ser pescador de hombres. * n Y atra­cando a tierra las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.

C u r a c i ó n d e u n l e p r o s o (Mt 8,2-4; Me 1,40-45)

1 2 Estando en una ciudad, un hombre cubierto de lepra, viendo a Jesús, se postró de hinojos ante El y le suplicó, diciendo: Señor , si qu ie res , p u e d e s l i m p i a r m e . * 13 Extendiendo El la mano, le tocó, di­ciendo: Quiero, sé limpio. Y luego des­apareció la lepra. 14 Y le encargó: N o se lo digas a nadie, sino vete y muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que prescribió Moisés, para que les sirva

3 1 Desde este punto, San Lucas sigue su narración paralela a San Marcos (Me 1,21 ss.).

58 Pedro siente en el milagro la grandeza divina de Jesús y teme por su vida, no creyéndose bas­tante puro para estar cerca de El (Jue 13,20 ss.).

10 Las palabras del Salvador dan a la pesca un sentido más alto que el histórico. Jesús hizo aquel prodigio para que sus discípulos le reconociesen como Mesías y le siguiesen, proponiéndose asociarlos a su misión salvadora. Los primeros evangelistas narran el llamamiento sin el milagro (Mt 4,18 ss.; Me 1,16 ss.).

12 Es extraño que este leproso se presente e% poblado, estando excluidos los leprososde toda sociedad por temor del contagio. Tal vez llevado del deseo de su curación se atrevió a infringir la Ley. Esto mismo significaria su actitud suplicante.

1075 SAN LUCAS 5-6

de testimonio. 1 5 C a d a vez se extendía más su fama, y concurrían numerosas muchedumbres para oirle y ser curados de sus enfermedades, 16 pero El se reti­raba a lugares solitarios y se daba a la oración.

C u r a c i ó n d e u n p a r a l í t i c o (Mt g,i-8; Me 2,1-12)

" S u c e d i ó un día que mientras ense­ñaba estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea, y de Jerusalén, y la virtud del Señor estaba en su mano para curar. I 8 Y he aquí que unos hombres que traían en una camilla un paralítico buscaban introducirle y pre­sentárselo, 19 pero no encontrando por dónde meterlo, a causa de la muchedum­bre, subieron al terrado y por el techo le bajaron con la camilla y le pusieron en medio, delante de Jesús. 2« Viendo su fe, dijo: Hombre , tus pecados te son perdonados. 2 1 Comenzaron a murmurar los escribas y fariseos, diciendo: ¿Quién es éste, que así blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? 2 2 Conoc iendo Jesús sus pensamientos , respondió y les dijo: 2 3 ¿Por qué murmu­ráis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdona­dos, o decir: Levántate y anda? 2 4 Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados—dijo al paralítico—: A ti te digo, levántate, toma la camilla y vete a casa. 2 5 Al instante se levantó delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a casa, glorificando a Dios. 2 6 Que­daron todos fuera de sí y glorificaban a Dios, y llenos de temor decían: Hoy hemos visto maravillas.

V o c a c i ó n d e L e v í (Mt 9,0-13; Me 2,13-17)

2 7 Después de esto salió y vio a un publicano por nombre Leví sentado al telonio, y le dijo: Sigúeme. 2 8 El, deján­dolo todo, se levantó y le siguió. 2 9 Leví le ofreció un gran banquete en su casa, con asistencia de gran multitud de publí­canos y otros que estaban recostados con ellos. 30 Los fariseos y los escribas mur­muraban hablando con los discípulos: ¿Por qué coméis y bebéis con publícanos y pecadores? * 31 Respondiendo Jesús, les dijo: N o tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos,3 2 y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los peca­dores a penitencia.

30 En San Lucas se dirige la acusación contri Maestro (Mt 9,11; Me 2,16).

P o r q u é n o a y u n a n los d i s c í p u l o s d e J e s ú s

(Mt 9,14-17; Me 2,18-22) 33 Ellos le dijeron: Los discípulos de

Juan ayunan con frecuencia y hacen ora­ciones, y asimismo los de los fariseos; pero tus discípulos comen y beben. 34 Respon­dióles Jesús: ¿Queréis vosotros hacer ayu­nar a los convidados a la boda mientras con ellos está el esposo? 35 Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; en­tonces, en aquellos días, ayunarán. 3 6 Y les dijo una parábola: Nadie pone un remien­do de paño nuevo en un vestido viejo; de 10 contrario, romperá el nuevo, y el re­miendo tomado del vestido nuevo no ajustará sobre el viejo. 3 7 Ni echa nadie vino nuevo en cueros viejos; de lo con­trario, el vino nuevo romperá los cueros y se derramará, y los cueros se perderán; 3 8 sino que el vino nuevo se echa en cueros nuevos, 3 9 y nadie que tenga vino añejo quiere el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.

S o b r e la o b s e r v a n c i a de l s á b a d o (Mt 12,1-14; Me 2,23-3.6)

6 1 Aconteció que un sábado, atrave­sando El por los sembrados, sus dis­

cípulos arrancaban espigas y frotándolas con las manos, las comían. 2 Algunos fa­riseos dijeron: ¿Cómo hacéis lo que no está permitido en sábado? 3 Jesús les res­pondió : ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y sus acom­pañantes? 4 ¿Cómo entró en la casa de Dios y, tomando los panes de la propo­sición, comió y dio a los que venían con él, siendo así que no es lícito comerlos sino sólo a los sacerdotes? 5 Y les dijo: Dueño es del sábado el Hijo del hombre.

6 Otro sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba; y había allí un hombre que tenía una mano seca. 7 Le observaban los escribas y fariseos para ver si curaría en día de sábado, a fin de tener de qué acu­sarle. 8 El, que conocía los pensamientos suyos, dijo al hombre de la mano seca: Levántate y ponte en medio. El, levan­tándose, se quedó en pie. 9 Díjoles Jesús: Voy a haceros una pregunta: si es lícito hacer bien o hacer mal en sábado, salvar un alma o perderla . 1 0 Y dirigiendo su mi­rada a todos ellos, les dijo: Extiende tu mano. El lo hizo, y su mano quedó sana. 11 Ellos se llenaron de furor y trataban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.

los discípulos; pero ésta iba de rechazo contra su

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SAN LUCAS 6 1076

E l e c c i ó n d e los d o c e (Mt 10,1-4,' M e 3,13-19)

'2 Aconteció por aquellos días que salió El hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios. * 13 Cuando llegó el día llamó a sí a los discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles : 1 4 Simón, a quien puso tam­bién el nombre de Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, Felipe y Bar­tolomé, 15 Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón llamado el Celador, 1 6 Ju­das de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. 17 Bajando con ellos del monte, se detuvo en un rellano, y con El la nu­merosa muchedumbre de sus discípulos y una gran multitud del pueblo de toda la Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y de Sidón, * ls que habían venido para oirle y ser curados de sus enfermedades; y los que eran molestados de los espíritus impuros eran curados. 19 Toda la multi­tud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos.

L a s b i e n a v e n t u r a n z a s (Mt 5,3-12)

20 El, levantando sus ojos sobre los dis­cípulos, decía: Bienaventurados los po­bres, porque vuestro es el reino de Dios. * 2 1 Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos. Bienaven­turados los que ahora lloráis, porque rei­réis. 2 2 Bienaventurados seréis cuando , aborreciéndoos los hombres, os excomul­guen, y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo por amor del Hijo del hombre. 23 Alegraos en aquel día y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el cielo. Así hicieron sus padres con los profetas.

L a s i m p r e c a c i o n e s 24 Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque

habéis recibido vuestro consuelo! * 2 5 ¡ Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! 2 6 ¡Ay cuando todos los hom­bres dijeren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos pro­fetas!

E l a m o r h a c i a los e n e m i g o s (Mt 5,38-48)

2 7 Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, 28 ben­decid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra, y a quien te tome el manto no le estorbes tomar la túnica: 30 da a todo el que te pida y no reclames de quien toma lo tuyo . 3 1 Tra­tad a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser de ellos tratados. 32 Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os lo hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Si prestáis a aque­llos de quienes esperáis recibir, ¿qué gra­cia tendréis? También los pecadores pres­tan a los pecadores para recibir de ellos igual favor. 35 Pero amad a vuestros ene­migos, haced bien y prestad sin esperan­za de remuneración, y será grande vues­tra recompensa, y seréis hijos del Altí­simo, porque El es bondadoso para con los ingratos y los malos. 36 Sed miseri­cordiosos, como vuestro Padre es mi­sericordioso. 3 7 N o juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis con­denados; absolved y seréis absueltos. 38 D a d y se os dará ; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será de­rramada en vuestro seno. La medida que con otros usareis, ésa se usará con vos­otros.

E s p í r i t u d e b e n e v o l e n c i a (Mt 7,1-6.15-23)

3 9 Les dijo también una parábola: ¿Pue­de un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 Ningún dis­cípulo está sobre su maestro; para ser perfecto ha de ser como su maestro. 41 ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu her­mano : Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo, cuando tú no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita,

C 12 Es muy de notar la conducta del Señor contada por San Lucas. Antes de escoger a los doce ^ pasa la noche en oración ante su Padre, como si buscara el acierto en la elección que va a hacer.

17 Baja del monte y encuentra en una llanura a la muchedumbre con los enfermos, que buscan de El la salud. En esta llanura, que bien puede ser una meseta, como escribe San Mateo, pone San Lucas el sermón del Monte (Mt 5-7).

20 San Lucas nos da sólo cuatro bienaventuranzas, y en las tres primeras es de notar la forma más material de su redacción, pues nombra sólo a «los pobres», mientras San Mateo dice «los pobres de espíritu»; «los que padecen hambre», cuando San Mateo dice «hambre de justicia». No hay duda que San Lucas debe ser interpretado por San Mateo. La pobreza acerca más a Dios, mientras que la riqueza cierra el corazón a la gracia de Dios. | Ay de los ricos! Habla de lo material por lo moral: San Mateo habla de lo moral,

fr!i ,2* A las cuatro bienaventuranzas añade San*Lucas las cuatro amenazas, desconocidas de los jp^ros.evangelistas, que deben explicarse según el mismo espíritu de las bienaventuranzas.

1077 SAN LUCAS 6-7

quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja que hay en el de tu hermano, 43 Porque no hay árbol bue­no que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé fruto bueno, 44 pues cada árbol se conoce por su fruto: y no se co­gen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian racimos. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo saca cosas malas de su mal tesoro, pues de la abundancia del co­razón habla la lengua. 4 6 ¿Por qué me lla­máis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?

C o n c l u s i ó n final (Mt 7,24-29)

4 7 Todo el que viene a mí y oye mis pa­labras y las pone por obra, os diré a quién es semejante. 4S Es semejante al hombre que, edificando una casa, cava y profun­diza y cimienta sobre roca; sobreviniendo una inundación, el río va a chocar contra la casa, pero no puede conmoverla, porque está bien edificada. 4 9 El que oye y no hace es semejante al hombre que edifica su casa sobre tierra, sin cimentar, sobre la cual choca el río, y luego se cae y viene a ser grande la ruina de aquella casa.

E l c e n t u r i ó n d e C a f a r n a ú m

(Mt 8,5-13)

71 Cuando hubo acabado de pronun­ciar estos discursos a oídos del pue­

blo, entró en Cafarnaúm. 2 Estaba a pun­to de morir un siervo de cierto centurión que le era muy querido. 3 Este, oyendo hablar de Jesús, envió a El algunos an­cianos de los judíos, rogándole que viniese para salvar de la muerte a su siervo. * 4 Llegados éstos a Jesús, le rogaban con instancia, diciéndole: Merece que le hagas esto, 5 porque ama a nuestro pueblo y él mismo nos ha edificado la sinagoga. 6 Je­sús echó a andar con ellos. Ya no estaba lejos de la casa, cuando el centurión envió algunos amigos, que le dijeron: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que en­tres bajo mi techo. 7 Ni yo me he creído digno de ir a ti. Pero di sólo una palabra y mi siervo sea sano. 8 Porque también yo soy hombre sometido a la autoridad, pero tengo a la vez soldados bajo mi man­do, y digo a éste: Ve, y va, y al o t ro : Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 9 Oyendo esto Jesús, se maravilló de él y, vuelto a la multitud que le seguía, dijo: Yo os digo que tal fe como ésta no

la he hallado en Israel. 10 Vueltos a casa los enviados, encontraron sano al siervo.

L a r e s u r r e c c i ó n d e N a í n 11 Aconteció tiempo después que iba a

una ciudad llamada Naín, e iban con El sus discípulos y una gran muchedumbre. 12 Cuando se acercaban a las puertas de la ciudad vieron que llevaban un muerto, hijo único de su madre, viuda, y una mu­chedumbre bastante numerosa de la ciu­dad la acompañaba. 1} Viéndola el Señor, se compadeció de ella y le dijo: N o llo­res. * 14 Y acercándose, tocó el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y El dijo: Joven, a ti te hablo, levántate.1 5 Sen­tóse el muerto y comenzó a hablar, y El se lo entregó a su madre. i 6 Se apoderó de todos el temor y glorificaban a Dios diciendo: Un gran profeta se ha levan­tado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo. I7 La fama de este suceso co­rrió por toda la Judea y por todas las regiones vecinas.

E l m e n s a j e de l B a u t i s t a (Mt 11,2-6)

, s Los discípulos de Juan dieron a éste noticia de todas esas cosas, y llamando Juan a dos de ellos, 19 los envió al Señor para decirle: ¿Eres tú el que viene o espe­ramos a otro? 20 Llegados a El, le dijeron: Juan el Bautista nos envía a ti para pre­guntarte: ¿Eres tú el que viene o espera­mos a otro? 21 En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades y males y de los espíritus malignos e hizo gracia de la vista a muchos ciegos, 22 y tomando la palabra, les dijo: Id y comu­nicad a Juan lo que habéis visto y oido: los ciegos ven, los cojos andan, los lepro­sos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evan­gelizados ; 2 3 y bienaventurado es quien no se escandaliza de mí.

E l p a n e g í r i c o d e l B a u t i s t a (Mt 11,7-15)

2 4 Cuando se hubieron ido los mensa­jeros de Juan comenzó Jesús a decir a la muchedumbre acerca de él: ¿Qué habéis salido a ver al desierto? ¿Una caña agi­tada por el viento? 25 ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con molicie? Los que visten suntuosamente y viven con regalo están en los palacios de los reyes. 2fl ¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un profeta? Sí, yo os digo, y más que profeta. 27 Este es

73 La comparación de este relato con el que nos da San Mateo (8,5-13) sirve para entender mejor el estilo de uno y otro evangelista. San Mateo nos da la suma del suceso y hace ejecu­

tar al centurión mismo lo que en San Lucas cumplen otros intermediarios. La intervención de éstos pone más de relieve la fe y la humildad del centurión y explica mejor la admiración de Jesús.

13 Este milagro, propio de San Lucas, nos muestra admirablemente la tierna compasión de Jesús para con la pobre y desolada viuda y para con su hijo.

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SAN LUCAS 7-8 1078

aquel de quien está escrito: «He aquí que yo envío delante de tu faz a mi mensaje­ro, que preparará tu camino delante de ti». 2 8 Yo os digo: no hay entre los naci­dos de mujer profeta más grande que Juan ; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayoi que él.

A c t i t u d d e los p u b l í c a n o s y far iseos a n t e la m i s i ó n d e J u a n

(Mt 11,16-19) 2 9 Todo el pueblo que escuchó y los pu­

blícanos conocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan, 30 pero los fariseos y los doctores de la Ley anu­laron el consejo divino respecto de ellos no haciéndose bautizar por é l . 3 1 ¿A quién, pues, compararé yo a los hombres de esta generación y a quién son semejantes? 3 2 Son semejantes a los muchachos que, sentados en la plaza, invitan a los otros, diciendo: Os tocamos la flauta y no dan­zasteis, os cantamos lamentaciones y no llorasteis. 33 Porque vino Juan el Bautis­ta, que no comía pan ni bebía vino, y de­cíais : Tiene demonio. 34 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Es comilón y bebedor de vino, amigo de pu­blícanos y pecadores . 3 5 Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.

L a p e c a d o r a a r r e p e n t i d a 36 Le invitó un fariseo a comer con él,

y entrando en su casa, se puso a la mesa. 3 7 Y he aquí que llegó una mujer pecado­ra que había en la ciudad, la cual, sabien­do que estaba a la mesa en casa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento 3 8 se puso detrás de El, junto a sus pies, l lorando, y comenzó a bañar con lágri­mas sus pies y los enjugaba con los cabe­llos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento. *

3 9 Viendo lo cual, el fariseo que le había invitado dijo para sí: Si éste fuera profe­ta, conocería quién y cuál es la mujer que

le toca, porque es una pecadora. *> To­mando Jesús la palabra, le dijo: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maes­tro, habla. 41 Ufl prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos de-narios; el otro, cincuenta. 4 2 N o teniendo ellos con qué pagar, se lo condonó a am­bos. ¿Quién, pues, le amará más? 4 3 Res­pondiendo Simón, dijo: Supongo que aquel a quien condonó más. Díjole: Bien has respondido. 4 4 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lá­grimas y los ha enjugado con sus cabe­llos. 4 5 N o me diste el ósculo de paz ; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies. 46 N o ungiste mi cabeza con óleo, y ésta ha ungido mis pies con ungüento . 4 7 Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le per­dona, poco ama. * 4 8 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. * 4 9 Comen­zaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados? 50 Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.

L a s p r o v e e d o r a s d e J e s ú s

8 1 Yendo por ciudades y aldeas, pre­dicaba y evangelizaba el reino de

Dios. Le acompañaban los doce 2 y al­gunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena, de la cual ha­bían salido siete demonios; 3 Juana, mu­jer de Cusa, administrador de Heredes, y Susana y otras varias que le servían de sus bienes. *

L a p a r á b o l a d e l s e m b r a d o r (Mt 13,1-19; Me 4,1-9)

4 Reunida una gran muchedumbre de los que venían a El de cada ciudad, dijo en parábola: 5 Salió un sembrador a sem-

38 Esta conducta de la pecadora, que resueltamente entra en la casa y se postra a los pies^de Jesús, contrasta con la actitud de los fariseos, recriminados en el párrafo anterior. El evangelista no nos da el nombre de esta dichosa pecadora, ni siquiera el de su ciudad.

4 7 Expuesto el contraste entre la conducta de Simón y la de la pecadora, declara Jesús que por esas muestras de amor se echa de ver que le fueron perdonados muchos pecados. Noes raro que los grandes pecadores manifiesten el reconocimiento de la gracia, que recibieron de Dios, en una en­trega más completa y generosa al servicio divino. Lección era ésta para los fariseos, que se escan­dalizaban de la conducta de Jesús con los pecadores.

4 8 Más atrás (5,17 ss.) senos cuenta cómo Jesús hizo un milagro para probar que poseía el poder de perdonar los pecados. Q 3 Es San Lucas el único que menciona al lado de los discípulos a las mujeres que seguían la ** compañía de Jesús y atendían a sus necesidades materiales. No era esto extraño a las costum­bres de los rabinos, si hemos de creer a F. Josefo (Ant., XVII 11). De arribos ejemplos se autorizaban los apóstoles, según indica San Pablo (1 Cor 9,5). La piedad y la gratitud por la salud recibida eren la causa que las movía a ejercer esta obra de misericordia. Una de ellas es María Magdalena, o de Magdala, ciudad situada en la ribera occidental del lago de Genesaret. No hay motivos para creer que la posesión diabólica signifique una vida culpable: pero el número siete acaso indique una re­caída en el mismo mal (Mt 12,45). Esta presentación de la Magdalena demuestra también que no tiene nada que ver con la pecadora de 7,37 ss. La condición social de Juana señalada por el evange­lista nos indica la de sus compañeras de servicio.

1079 SAN LUCAS 8

brar su simiente, y al sembrar, una parte cayó junto al camino y fue pisada y las aves del cielo la comieron. 6 Otra cayó sobre la peña y, nacida, se secó por falta de humedad. 7 Otra cayó en medio de es­pinas, y creciendo con ella las espinas, la ahogaron. Otra cayó en tierra buena, y nacida, dio un fruto céntuplo. Dicho esto clamó: El que tenga -oídos para oir, que oiga.

R a z ó n d e las p a r á b o l a s (Mt 13,10-17; Me 4,10-12)

9 Preguntábanle sus discípulos qué sig­nificaba aquella parábola, I 0 y El contes­t ó : A vosotros ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, de manera que viendo no vean y oyendo no entiendan.

E x p l i c a c i ó n d e la p a r á b o l a d e l s e m b r a d o r

(Mt 13,18-23; Me 4,13-20) 11 He aquí la parábola: La semilla es la

palabra de Dios . 1 2 Los que están a lo lar­go del camino son los que oyen; pero en seguida viene el diablo y arrebata de su corazón la palabra para que no crean y se, sa lven . l 3 Los que están sobre perla son los que, cuando oyen, reciben con alegría la palabra; pero no tienen raíces, creen por algún tiempo y al tiempo de la tenta­ción sucumben. 14 Lo que cae entre espi­nas son aquellos que, oyendo, van y se ahogan en los cuidados, la riqueza y los placeres de la vida y no llegan a madurez. 15 Lo caído en buena tierra son aquellos que, oyendo con corazón generoso y bue­no, retienen la palabra y dan fruto por la perseverancia.

E l m i s t e r i o de l r e i n o d e b e s e r c o n o c i d o

(Me 4,21-25) 1 6 Nadie, después de haber encendido

una lámpara, la cubre con una vasija ni la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre el candelero para que los que entren vean. 17 Pues nada hay oculto que no haya de descubrirse ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz. 1 8 Mirad, pues, cómo escucháis, porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que le parece tener se le quitará.

L o s p a r i e n t e s d e J e s ú s (Mt 12,46-50; Me 9,31-35)

l ' Vino su madre con sus hermanos y no lograron acercarse a El a causa de la muchedumbre, 20 y le comunicaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean verte. 2 1 El contestó diciéndoles: Mi madre y mis hermanos son éstos, los

que oyen la palabra de Dios y la ponen por obra.

L a t e m p e s t a d c a l m a d a (Mt 8,23-27; Me 4.35-40)

2 2 Sucedió, pues, un día que subió con sus discípulos a una barca y les dijo: Pa­semos a la otra ribera del lago. Y se dieron a la mar. 23 Mientras navegaban se dur­mió. Vino sobre el lago una borrasca, y el agua que entraba los ponía en peligro. 2 4 Llegándose a El, le despertaron dicien­d o : Maestro, Maestro, que perecemos. Despertó El e increpó al viento y al oleaje del agua, que se aquietaron, haciéndose la calma. 25 Y les dijo: ¿Dónde está vues­tra fe? Llenos de pasmo, se admiraban y se decían unos a o t ros : ¿Pero quién es éste, que manda a los vientos y al agua y le obedecen?

L a c u r a c i ó n de l e n d e m o n i a d o y la m u e r t e d e la p i a r a (Mt 8,28-34; Me 5,1-20)

2 6 Arribaron a la región de los gerase-nos, frente a Galilea, 2 7 y bajando El a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído de los demonios, que en mucho t iempo n o se había vestido ni morado en casa, sino en los sepulcros. 2 8 Cuando vio a Jesús, gritando se postró ante El y en alta voz dijo: ¿Qué hay entre mí y ti, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te pido que no me atormentes. 2 9 Y era que El ordenaba al espíritu impuro que sa­liese del hombre. Muchas veces se apode­raba de él, y le ataban con cadenas y le sujetaban con grillos, pero rompía las li­gaduras y era arrebatado por el demonio a los desiertos. 30 Preguntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre? Contestó él: Legión. Por­que habían entrado en él muchos demo­nios, 31 y le rogaban que no les mandase volver al abismo. 32 Había allí una piara de puercos bastante numerosa paciendo en el monte, y le rogaron que les permi­tiese entrar en ellos. Se lo permitió, 33 y saliendo los demonios del hombre, entra­ron en los puercos, y se lanzó la piara por un precipicio abajo hasta el lago y se ahogó.

34 Viendo los porquerizos lo sucedido, huyeron y lo anunciaron en la ciudad y en los campos. 35 Salieron a ver lo ocu­rrido, y vinieron a Jesús, y encontraron al hombre de quien habían salido los de­monios, sentado, vestido y en su pleno juicio, a los pies de Jesús, de lo que se quedaron espantados. 3 6 Los que habían visto cómo el endemoniado había sido curado lo contaban, 3 7 y toda la gente del territorio de los gerasenos le rogó se re­tirase de allí, porque estaban dominados de un gran temor. El, subiendo a la barca,

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SAN LUCAS 8-9 1080

se volvió. 3 8 El hombre de quien habían salido ios demonios le suplicaba quedarse con El, pero El le despidió, diciendo: 3 9 Vuélvete a tu casa y refiere lo que te ha hecho Dios. Y se fue por toda la ciudad pregonando cuanto le había hecho Jesús.

L a hija d e J a i r o y la h e m o r r o í s a (Mt 9,18-26; Me 5,2í-43>

4 0 Cuando Jesús estuvo de vuelta le re­cibió la muchedumbre, pues todos esta­ban esperándole. 4 1 Llegó un hombre lla­mado ja i ro , que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que entrase en su casa, 4 2 porque tenía una hija única, de unos doce años, que estaba a punto de morir. Mientras iba, las muchedumbres le ahogaban. 4 3 Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce aftos y que en médicos había gastado toda su hacienda, sin lograr ser de ninguno curada , 4 4 se acercó por detrás y tocó la orla de su manto , y al instante cesó el flujo de su sangre.

4 5 Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Como todos negaban, dijo Pedro y los que le acompañaban: Maestro, fas mu­chedumbres te rodean y te oprimen. 4<> Pe­ro Jesús dijo: Alguno me ha tocado, por­que yo he conocido que una virtud ha salido de mí. 4" La mujer, viéndose descu­bierta, se llegó temblando y, postrándose ante El, le dijo ante todo el pueblo por qué le había tocado y cómo al instante había quedado sana. 4íi El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.

4 9 Aún estaba hablando, cuando llegó uno de casa del jefe de la sinagoga dicien­do : Tu liijd ha muerto, no molestes ya al Maestro. 5 0 Pero Jesús que lo oyó le res­pondió: N o temas, cree tan sólo y será sana. 51 Llegado a la casa, no permitió que entrasen con El más que Pedro, Juan y Santiago y el padre y la madre de la niña. 52 Todos lloraban y plañían por ella. Les dijo El : N o lloréis, porque no está muerta; es que duerme. 53 s e burlaban de El, sabiendo que estaba mue r t a . 5 4 El, to­mándola de la mano, le dijo en alta voz: Niña, levántate. 55 Volvió a ella el espíri­tu y al instante se levantó y El mandó que le diesen de comer. 56 Los padres se que­daron fuera de sí; pero El les mandó que no contasen a nadie lo sucedido.

L a m i s i ó n d e los após to l e s (Mt 9,35-38; to,5; Me 6,7-13)

91 Habiendo convocado a los doce, les dio poder sobre todos los demonios

y de curar enfermedades, 2 y les envió a predicar el reino de Dios y a hacer cura-

Q 3 «No toméis nada que pueda en algún moc -* fe en la providencia del Padre celestial sobrt

ciones. 3 Y les dijo: N o toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni llevéis dos túnicas. * 4 En cualquier casa en que entréis, quedaos allí, sin dejarla hasta partir. 5 Cuanto a los que no quieran recibiros, saliendo de aquella ciudad, sacudios el polvo de los pies en testimonio contra ellos. 6 Partie­ron y recorrierpn las aldeas anunciando el Evangelio y curando en todas partes.

L a o p i n i ó n d e H e r o d e s s o b r e J e s ú s (Mt 14,1-12; Me 6,14-16)

7 Tuvo noticias Herodes el tetrarca de todos estos sucesos, y estaba vacilante por cuanto algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muer tos ; 8 otros, que era Elias, que había apareci­do, y otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas. 9 Dijo Herodes: A Juan le degollé yo ; ¿quién puede ser éste, de quien oigo tales cosas? Y deseaba verle.

R e g r e s o d e los d i sc ípu los y m u l t i ­p l i c a c i ó n d e los p a n e s

(Mt 14,13-23; Me 6,30-34; Jn 6,1-15) A su vuelta, los apóstoles le contaron

cuanto habían hecho. 10 El, tomándolos consigo, se retiró a un lugar apartado cerca de una ciudad llamada Betsaida. 11 Pero la muchedumbre se dio cuenta y fue en pos de El. Habiéndolos recibido, les hablaba del reino de Dios y curaba a todos los necesitados. , 2 Empezaba ya a declinar el día, y acercándosele los doce, le dijeron: Despide a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y alquerías de alrededor, donde se alberguen y en­cuentren alimentos, porque aquí estamos en el desierto. 13 El les contestó: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: N o tenemos más que cinco panes y dos pe­ces; a no ser que vayamos a comprar pro visiones para todo este pueblo. . . 14 Por-que eran unos cinco mil hombres. Y dijo a sus discípulos: Hacedlos recostarse por grupos como de cincuenta. 15 Lo hicieron así, diciéndoles que se recostasen todos, 16 y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y se los dio a los discípulos para que los sirviesen a la muchedumbre . 1 7 Comieron, se saciaron todos y se recogieron de las sobras doce cestos de mendrugos.

L a con fes ión d e P e d r o (Mt 16,13-28; Me 8,27-39)

1 8 Aconteció que orando El a solas, es­taban con El los discípulos, a los cuales preguntó: ¿Quién dicen las muchedum-

o ser estorbo de vuestra misión o señal de poca vosotros».

1081 SAN LUCAS 9

bres que soy yo? w Respondiendo ellos, le dijeron: Juan Bautista; otros, Elias; otros, que uno de los antiguos profetas ha resucitado. 2 0 Díjoles El : Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pe­dro, dijo: El Cristo de Dios . 2 1 El les prohi­bió decir esto a nadie, añadiendo: 2 2 Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho y que sea rechazado de los ancia­nos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y sea muerto y resucite al tercer día.

N e c e s i d a d d e s e g u i r a J e s ú s 2 3 Decía a todos: Si alguno quiere ve­

nir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame. 2 4 Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por amor de mí, la salvará. 2 5 Pues ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si él se pierde y se condena? 2 6 Porgue quien se avergonzare de mi y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria y en la del Pa­dre y de los santos ángeles. 2 7 En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte antes que vean el reino de Dios.

L a t r a n s f i g u r a c i ó n (Mt 17,1-13; Me 9,1-12)

2 8 Aconteció como unos ocho días des­pués de estos discursos que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un. monte a orar. 2 9 Mientras oraba, el as­pecto de su rostro se transformó, su ves­tido se volvió blanco y resplandeciente. 3 0 Y he aquí que dos varones hablaban con El, Moisés y Elias, 31 que aparecían glo­riosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén. 3 2 Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos varones que con El estaban. 3 3 Al desaparecer éstos, dijo Pedro a Je­sús: Maestro, qué bueno es estar aquí ; hagamos tres cabanas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elias, sin saber lo que se decía. 3 4 Mientras esto decía, apareció una nube que los cubrió, y queda­ron atemorizados al entrar en la nube. 3 5 Salió de la nube una voz que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle. 3 S Mien­tras sonaba la voz estaba Jesús solo. Ellos callaron, y por aquellos días no contaron nada de cuanto habían visto.

C u r a c i ó n de l e p i l é p t i c o e n d e m o n i a d o (Mt 17,14-20; Me 9,13-28)

3 7 Al día siguiente, al bajar del monte, vino a su encuentro una numerosa mu-

51 En este punto comienza la tercera parte del evangelio, y por esta frase, «se dirigió resuelta­mente a Jerusalén», vemos que San Lucas encamina al Salvador hacia Jerusalén, donde ha de mo-

chedumbre, 3 8 y uno de entre ella gritó, diciendo: Maestro, te ruego que eches una mirada sobre este mi hijo, porque es mi hijo único, 3 9 y el espíritu le coge, le hace gritar, le agita, haciéndole echar espuma­rajos, y a duras penas se retira de él des­pués de haberle molido. 4 0 He suplicado a tus discípulos que lo echasen y no han podido. 4 I Jesús, respondiendo, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo habré de estar con vosotros y soportaros? Traédmelo acá. 4 2 Al acercar­se, el demonio le echó por tierra y le agitó fuertemente. Pero Jesús increpó al espíritu impuro y curó al niño y se lo entregó a su padre. 4 3 Todos se maravi­llaron al ver la grandeza de Dios.

P r o f e c í a d e la p a s i ó n (Mt 17,21-22; Me 9,29-31)

Admirándose todos de cuanto hacía, dijo El a sus discípulos: 4 4 E s t a d atentos a lo que voy a deciros: El Hijo del hom­bre ha de ser entregado en poder de los hombres. 4S Pero ellos no sabían lo que significaban estas palabras, que estaban para ellos veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle so­bre ellas.

Q u i é n se rá el m a y o r (Mt 18,1-5; Me 9,32-36)

4 6 Les vino a ellos este pensamiento: ¿quién Sería entre ellos el mayor? 4 7 Co­nociendo Jesús los pensamientos de su corazón, tomó a un niño, le puso junto a sí 4s y les dijo: El que recibiere a este niño en mi nombre, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió; y el menor de entre todos vos­otros, ése será el más grande.

L a i n v o c a c i ó n de l n o m b r e d e J e s ú s p o r los e x t r a ñ o s

(Me 9.37-40) 4 9 Tomando la palabra Juan, dice:

Maestro, hemos visto a uno echar los demonios en tu nombre y se lo hemos estorbado, porque no era de nuestra compañía. 50 Contestóle Jesús: N o se lo estorbéis, pues el que no está contra vosotros está con vosotros.

TERCERA P A R T E

CAMINO DE JERUSALÉN (9,51-19,28)

L a m a l a a c o g i d a d e los s a m a r i t a n o s

51 Estando para cumplirse los días de su ascensión, se dirigió resueltamente a Jerusalén, * 52 y envió mensajeros delante

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SAN LUCAS 9-10 1082

él vuestra paz; si no , se volverá a vos­otros. 7 Permaneced en esa casa y comed y bebed lo que os sirvieren, porque el obrero es digno de su salario. N o va­yáis de casa efl casa. 8 En cualquiera ciudad donde entrareis y os recibieren, comed lo que os fuere servido ' y curad a los enfermos que en ella hubiere, y de­cidles: El reino de Dios está cerca de vosotros. i° En cualquier ciudad donde entréis y no os recibieren, salid a las plazas y decid: " Hasta el polvo que de vuestra ciudad se nos pegó a los pies os lo sacudimos, pero sabed que el reino de Dios está cerca. " Y o os digo que aquel día Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad.*

C i u d a d e s i n c r é d u l a s

(Mt 11,20-24) 13 |Ay de ti, Corazeín! ¡Ay de ti, Bet-

saida! Que si en Tiro y en Sidón hu­bieran sido hechos los milagros que en vosotras se han hecho, tiempo ha que en saco y sentados en ceniza hubieran hecho penitencia- * 14 Pero Tiro y Sidón serán tratadas con más blandura que vos­otras en el juicio. 15 Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás bas ta el cielo? Has ta el infierno serás abatida. * 16 El que a vos­otros oye, a mí me oye, y el que a vos­otros desecha, ft mí me desecha, y el que me desecha a mí, desecha al que me envió. *

V u e l t a d e los s e t e n t a y d o s

17 Volvieron los setenta y dos llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los de­monios se nos sometían en tu nombre. * 18 Y El les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. * l» Yo os he dado poder para andar sobre serpientes y escorpiones y sobre toda potencia ene-

rir. Esto nos suministra una indicación general del lugar y tiempo a que pertenece todo el conjunto de sucesos, que no suelen llevar indicación alguna geográfica ni cronológica.

52 Un grupo de discípulos caminaba delante del grueso de la comitiva para buscar hospedaje en los lugares por donde debían pasar.

53 Las relaciones de los samaritanos y de los judíos no eran nada amistosas, y más cuando inter­venía un motivo religioso (Jn 4,9).

6 2 Debe de ser éste un proverbio común, y aquí indica que quien se da al reino de Dios no debe mirar a otra cosa. 1 A * Se parece esta misión de los setenta y dos discípulos, referida sólo por San Lucas, a la mi-* ^ sión de los doce, que nos cuenta San Mateo en 10,1 ss.

12 En Gen 18-19 se refieren los pecados de Sodoma y la justicia que Dios hizo en ella, quedando como ejemplar de la cólera divina (Dt 29,23).

13 San Mateo parece colocar este discurso del Salvador a la vista de las ciudades situadas a orillas del Lago. San Lucas enlaza este pasaje con los versículos anteriores, en que habla de la ciudad hi­póte) icamente incrédula. Tiro y Sidón son ciudades fenicias situadas en la costa, al norte de Galilea, y que más de una vez fueron objeto de las amenazas de los profetas. Con esta comparación, el Sal­vador no intenta otra cosa que ponderar la dureza de las ciudades galileas.

15 La prosperidad material era causa de su orgullo, que tendrá por castigo el abatimiento. 16 Hermosa sentencia, que muestra el valor de la misión que los discípulos reciben. 17 Como niños, los discípulos vuelven alegres de las obras realizadas; Jesús levanta sus pensa­

mientos a considerar un motivo más alto de alegría. 18 La expulsión de los demonios significa una victoria sobre el príncipe de las tinieblas y un

retroceso de su imperio ante el reino de Dios (11,20).

de sí, que en su camino entraron en una aldea de samaritanos para prepararle al­bergue. * 53 N o fueron recibidos, porque iban a Jerusalén. * 54 Viéndolos los dis­cípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que los consuma? 5S Volviéndose Je­sús, los reprendió, ^ y se fueron a otra aldea.

V a r i a s v o c a c i o n e s (Mt 8,18-22)

5 7 Siguiendo el camino, vino uno que le dijo: Te seguiré adondequiera que va­yas. 58 Jesús le respondió: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. 59 A otro le dijo: Sigúeme, y respondió: Señor, déjame ir primero a sepultar a mi padre. 6 0 El le contestó: Deja a los muertos sepultar a sus muertos, y tú vete y anuncia el reino de Dios. 61 Otro le dijo: Te seguiré, Se­ñor ; pero déjame antes despedirme de los de mi casa. 6Z Jesús le dijo: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás es apto para el reino de Dios. *

M i s i ó n d e los s e t e n t a y d o s

•• n 1 Después de esto, designó Jesús * " a otros setenta y dos y los envió de dos en dos, delante de sí, a roda ciu­dad y lugar adonde El había de venir, * 2 y les dijo: La mies es mucha y los obre­ros pocos; rogad, pues, al amo mande obreros a su mies. •' Id, yo os envío como corderos en medio de lobos. 4 N o lle­véis bolsa, ni alforja, ni sandalias, y a nadie saludéis por el camino. 5 En cual­quiera casa que entréis, decid pr imero: La paz sea con esta casa. 6 Si hubiere allí un hijo de la paz, descansará sobre

1083 SAN LUCAS 10-11

miga, y nada os dañará. M Mas n o os alegréis de que los espíritus os estén so­metidos; alegraos más bien de que vues­tros nombres están escritos en los cielos.

R e v e l a c i ó n de l P a d r e a los p e q u e ñ o s (Mt 11,25-30)

21 En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la t ierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito. * 2 2 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo. 23 Vuelto a los discípulos, aparte les dijo: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis, 2 4 porque yo os digo que muchos profe­tas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oir lo que oís, y n o lo oyeron.

E l m a y o r p r e c e p t o (Mt 22,34-40; M e 12,28-34)

2 5 Levantóse un doctor de la Ley para tentarle, y le dijo: Maestro, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna? * 2 6 El le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? 2 7 Le contestó diciendo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo. 2 8 Y le dijo: Bien has res­pondido. Haz esto y v ivi rás . 2 ' El, querien­do justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prój imo?*

P a r á b o l a de l s a m a r i t a n o

3" Tomando Jesús la palabra, dijo: Ba­jaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnu­daron, le cargaron de azotes y se fueron,

dejándole medio muerto. 31 Por casuali­dad bajó un sacerdote por el mismo ca­mino, y, viéndole, pasó de largo. 3 2 Asi­mismo un levita, pasando por aquel si­tio, le vio también y pasó delante. 33 Pero un samaritano que iba de camino llegó a él, y, viéndole, se movió a compasión; 34 acercóse, le vendó las heridas, derra­mando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él. 35 A la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo: Cuida de él, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagaré. 3 6 ¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó en poder de ladrones?* 37 El contestó: El que hizo con él misericordia. Contestóle Jesús: Vete y haz tú lo mismo.

M a r t a y M a r í a 3 8 Yendo de camino, entró en una al­

dea, y una mujer, Mar ta de nombre, le recibió en su casa. 3 9 Tenía ésta una her­mana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. * 4 0 Mar ta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da enfado que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Dile , pues, que me ayude. 4 I Respondió el Se­ñor y le dijo: Marta , Mar ta , tú te in­quietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una sola. 4 2 María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada. *

L a o r a c i ó n d o m i n i c a l (Mt 6,9-13;

n 1 Acaeció que, hallándose El oran­do en cierto lugar, así que acabó,

le dijo uno de los discípulos: Señor, ensé­ñanos a orar, como también Juan ense­ñaba a sus discípulos. * 2 El les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado

2 1 En San Lucas parece más clara la ocasión de este desahogo de Jesús. A la vuelta de los setenta y dos discípulos, el divino Maestro los declara dichosos porque participan del reino de los cielos, cosa que tantos personajes conspicuos de Israel no alcanzaban.

2 5 San Mateo (22,34 s30 y San Marcos (12,28 ss.) proponen la misma cuestión en forma un poco diferente; mas para venir a la misma conclusión, que el amor es la suma de toda Ley. Este principio constituye la diferencia radical entre el Evangelio y la Ley, tal como los doctores la enten­dían, a modo de norma jurídica que regula los actos externos de la vida.

2 9 Esta instancia es propia de San Lucas, que con ella introduce la hermosa parábola del sa­maritano.

36 Tal pregunta, a la que luego responde el «vete y haz tú lo mismo», no responde directamente a la cuestión arriba propuesta por el escriba, «quién es mi prójimo*. Pero, aunque indirecta, esta respuesta es bien clara, para que todos puedan entenderla.

39 Con este episodio nos traslada el evangelio a Betania, cerca de Jerusalén. Aparece claro que esta María que aquí se nos presenta por primera vez no tiene nada que ver ni con la Magdalena ni con la pecadora. San Lucas nos hace su presentación como de persona totalmente desconocida.

4 2 Esta «mejor parte» no era otra cosa que el reino de Dios, que ella veía en la palabra de Jesús. En la historia de la espiritualidad cristiana, estas dos hermanas representan la vida activa y la vida contemplativa.

•f 1 * San Mateo inserta la oración dominical en la sección del sermón del Monte que dedica • ' a la oración (6,5-15); mas parece que la ocasión de su enseñanza debe de ser ésta. La antigua

tradición coloca este suceso en el monte de los Olivos, en la Eleona.

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SAN LUCAS 11 1084

sea tu nombre; venga a nos tu reino; 3 danos cada día el pan cotidiano; 4 per­dónanos nuestras deudas, porque también nosotros perdonamos a todos nuestros deudores, y no nos pongas en tentación. *

P a r á b o l a d e l a m i g o i m p o r t u n o 5 Y les dijo: Si alguno de vosotros

tuviere un amigo y viniere a él a media­noche y le dijera: Amigo, préstame tres panes, * 6 pues un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo qué darle. 7 Y él, respondiendo de dentro, le dijese: N o me molestes; la puerta está ya cerrada y mis niflos están ya conmigo en la cama; no puedo levantarme para dártelos. 8 Y o os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, a lo menos por la importu­nidad, se levantará y le dará cuanto nece­site. 9 Os digo, pues: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; !" porque quien pide recibe, y quien busca halla, y al que llama se le abre. n ¿Qué padre entre vosotios, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará, en vez del pez, una ser­piente? 12 ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión? ll Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? *

O r i g e n de l p o d e r s o b r e los d e m o n i o s (Mt 12,43-45)

14 Estaba expulsando a un demonio mu­do, y así que salió el demonio, habló el mudo. Las muchedumbres se admiraron, 15 pero algunos de ellos dijeron: Por el poder de Beelzebul, príncipe de los demo­nios, expulsa éste los demonios; 16 otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo. 17 Pero El, conociendo sus pensa­mientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo será devastado, y caerá casa sobre casa. l s Si, pues, Satanás se halla dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Puesto que decís que por virtud de Beelzebul expulso yo a los demonios. 19 Si yo expulso a los de­monios por Beelzebul, vuestros hijos, ¿por quién los expulsan? Por esto ellos mismos

serán vuestros jueces. 2 0 Pero si expulso a los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros. 2 Í Cuando un fuerte bien ar­mado guarda su palacio, seguros están sus bienes; * 2 2 pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos. 23 El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, derrama. 2 4 Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, recorre los lugares áridos buscando reposo, y no hallándolo, se dice: Volveré a la casa de donde salí; * 25 y viniendo, la encuentra barrida y ade­rezada. 2 6 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y, entrando, habi­tan allí, y vienen a ser las postrimerías de aquel hombre peores que los princi­pios.

E l o g i o d e la M a d r e d e J e s ú s 2 7 Mientras decía estas cosas, levantó

la voz una mujer de entre la muche­dumbre y dijo: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que mamaste. * 2 8 Pero El dijo: Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan.

J u i c i o s e v e r o s o b r e la p r e s e n t e g e n e r a c i ó n (Mt I2.J8-42)

29 Creciendo la muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una genera­ción mala; pide una señal, y no le será dada otra señal que la de J o n á s . 3 0 Porque como fue Jonás señal para los ninivitas, así también lo será el Hijo del hombre para esta generación. 3l La reina del Me­diodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los conde­nará, porque vino de los confines de la tierra para oir la sabiduría de Salomón, y hay aquí algo más que Salomón. * 3 2 Los ninivitas se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de Jonás, y hay aquí más que Jonás.

L a l uz d e Cr i s to , - luz de l a l m a 33 Nadie enciende la lámpara y la pone

en un rincón, ni bajo el celemín, sino

4 Como las bienaventuranzas, así el padrenuestro está más abreviado que en San Mateo. La Igle­sia prefirió desde ej principio la forma más completa de San Mateo para la oración litúrgica.

5 Esta parábola se liga a lo que precede, y con ella trata de enseñar la confianza y la perseveran­cia en la oración.

13 Es el Espíritu Santo el don mesiánico, en el cual se resumen todas las gracias divinas (Act 2, 28; 19,2 ss.).

21 Significa la parábola que Jesús, que expulsa lo? demonios, es más fuerte que ésios. 24 El espíritu es impuro porque es opuesto a la santidad y pureza de Dios, como el reino de

las tinieblas se opone al reino de la luz; pero se llama mudo, porque produce la mudez. La parábola enseña el mal de la recaída en el pecado, pintada de un modo muy gráfico.

27 Curiosa exclamación la de esta mujer, madre sin duda, que se entusiasma oyendo a Jesús enseñar. La respuesta del Salvador concuerda con la de Mt 12,50: Me 3,35.

31 Es la reina de Saba, en la Arabia meridional, de que se habla en 1 Re 10,1 ss.

1085 SAN LUCAS 11-12

sobre un candelero, para que los que entren tengan luz. * 3 4 La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará i luminado; pero si fuese malo, también tu cuerpo estará en tinie­blas. * 35 Cuida, pues, que tu luz no tenga parte de tinieblas, 3 6 porque si todo tu cuerpo es luminoso, sin parte alguna tene­brosa, todo él resplandecerá como cuando la lámpara te ilumina con vivo resplandor.

R e p r e n s i ó n d e los far iseos y d o c t o r e s 3 7 Mientras hablaba, le invitó un fariseo

a comer con él; y fue y se puso a la mesa. 3 8 El fariseo se maravilló de ver que no se había lavado antes de comer. 3!l El Señor le dijo: Mira , vosotros los fariseos limpiáis la copa y el plato por defuera, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad. * 4 0 ¡Insensatos! ¿Acaso el que ha hecho lo de fuera no ha hecho tam­bién lo de dentro? 4 ! Sin embargo, dad limosna según vuestras facultades, y todo será puro para vosotros. 4 2 ¡Ay de vos­otros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, y de la ruda, y de todas las legumbres, y descuidáis la justicia y el amor de Dios! Hay que hacer esto sin omitir aquello. 4 3 ¡Ay de vosotros, fari­seos, que amáis los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas! 4 4 ¡Ay de vosotros, que sois como sepul­turas que no se ven, y que los hombres pisan sin saberlo!

4 5 Tomando la palabra un doctor de la Ley, le dijo: Maestro, hablando así nos ultrajas también a nosotros. 4 S Pero El le dijo: ¡Ay también de vosotros, doc­tores de la Ley, que echáis pesadas cargas sobre los hombres, y vosotros ni con uno de vuestros dedos las tocáis! 4 7 ¡Ay de vosotros, que edificáis monumentos a los profetas, a quienes vuestros padres dieron muerte! 4 8 Vosotros mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros pa­dres; ellos los mataron, pero vosotros edificáis. 4 9 Por esto dice la sabiduría de Dios : Yo les envío profetas y apóstoles, y ellos los matan y persiguen, 50 para que sea pedida cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas derra­mada desde el principio del m u n d o , 5 1 des-

33 Esa lámpara es el mismo Jesús, o mejor, la verdad, que El enseña y que lleva a Dios. La pará­bola nos enseña que no debemos esconder entre los pliegues del corazón la verdad evangélica, la cual debe ser la luz que guie nuestros pasos hacia la consecución de la salud eterna.

34 Esta lámpara es la misma verdad evangélica, que, depositada en el alma, debe servir de gula para caminar hacia la consecución de la salud.

39 Verdaderamente que resulta dura esta reprensión de Jesús en una casa donde había sido invi­tado a comer. San Mateo refiere algo semejante en el capitulo 23; pero es en Jerusalén, hablando a la muchedumbre y al fin de su misión, cuando estaba más clara la malignidad de los recriminados. Es posible que San Lucas haya añadido aquí algunas cosas dichas por Jesús en ocasión posterior u omitido alguna circunstancia que aclarase el sentido.

1O 3 El misterio del reino de Dios, que a ellos se comunica aparte, a las claras deberán publi-^ cario y a la luz del día, aunque sea con peligro de su vida, por la cual no deberán temer,

pues Dios tiene cuenta de ella y la guardará para la eternidad.

de la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario; sí, os digo que le será pedida cuenta a esta generación. 5 2 ¡Ay de vos­otros, doctores de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia; y ni entráis vosotros ni dejáis entrar! 53 Cuan­do salió de allí comenzaron los escribas y fariseos a acosarle terriblemente y a proponerle muchas cuestiones, 54 armán­dole t rampas para cogerle por alguna palabra de su boca.

A d v e r t e n c i a a los d i s c ípu los

•I O 1 Entre tanto se fue juntando la * ^ muchedumbre por millares, hasta el punto de pisarse unos a otros, y co­menzó El a decir a sus discípulos: Ante todo guardaos del fermento de los fari­seos, que es la hipocresía, 2 pues nada hay oculto que no haya de descubrirse, y nada escondido que no llegue a saber­se. 3 Por esto, todo lo que decís en las tinieblas será oído en la luz, y lo que habláis al oído en vuestros aposentos será pregonado desde los terrados. * 4 A vos­otros, mis amigos, os digo: N o temáis a los que matan el cuerpo y después de esto no tienen ya más que hacer. 5 Yo os mostraré a quién habéis de temer; temed al que, después de haber dado la muerte, tiene poder para echar en la gehenna. Sí, yo os digo que temáis a ése. 6 ¿No se venden cinco pájaros por dos ases? Y, sin embargo, ni uno de ellos está en olvido ante Dios. 7 Aun hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados todos. N o temáis; vosotros valéis más que muchos pájaros. 8 Yo os digo: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. 9 El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios. I 0 A quien dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. 11 Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o qué habéis de res-

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SAN LUCAS 12 1086

ponder o decir ,1 2 porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que habéis de decir.

C u i d a d o c o n la ava r i c i a 1 3 D i j ó l e u n o de la m u c h e d u m b r e :

Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. 14 El le respondió: Pero, hombre, ¿quién me ha constituido juez o part idor entre vosotros? 1 5 Les dijo: Mirad de guardaros de toda avaricia, porque, aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda. 1 6 Y les dijo una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras le dieron gran cosecha.1 7 Comenzó él a pensar dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo dónde encerrar mi cosecha? 18 Y dijo: Ya sé lo que voy a hacer; demoleré mis graneros y los haré más grandes, y almacenaré en ellos todo mi grano y mis bienes, " y diré a mi a lma: Alma, tienes muchos bienes alma­cenados para muchos años ; descansa, co­me, bebe, regálate. 20 Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma, y todo lo que has acumulado, ¿para quién será? 21 Así será el que ate­sora para sí y no es rico ante Dios.

C o n f i a n z a e n l a P r o v i d e n c i a 2 2 Dijo a sus discípulos: Por esto os

digo: N o os preocupéis de vuestra vida, por lo que comeréis; ni de vuestro cuerpo, por lo que vestiréis, 23 porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. 2 4 Mirad a los cuervos, que ni hacen sementera ni cosecha, que no tienen ni despensa ni granero, y Dios los alimenta; ¿cuánto más valéis vosotros que un ave? 2 5 ¿Quién de vosotros, a fuerza de cavilar, puede añadir un codo a su estatura? 2 6 Si, pues, no podéis ni lo menos, ¿por qué preocuparos de lo más? 2 7 Mirad los lirios cómo crecen; ni trabajan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. 2 8 Si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, así la viste Dios, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 2 9 N o an­déis buscando qué comeréis y qué bebe­réis, y no andéis ansiosos,3" porque todas estas cosas las buscan las gentes del mun­do, pero vuestro Padre sabe que tenéis de ellas necesidad. 31 Vosotros buscad su rei­no , y todo eso se os dará por añadidura. 3 2 N o temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el rei­no. 33 Vended vuestros bienes y dadlos en limosna; haceos bolsas que no se gas-

4 9 Es el fuego purificador y santificador del que se propague.

50 Singular expresión, que muestra cómo Jesü tismo de sangre, que era su muerte.

tan, un tesoro inagotable en los cielos, adonde ni el ladrón llega ni la polilla roe; 3 4 porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.

N e c e s i d a d d e la v ig i lanc ia 35 Tened ceñidos vuestros lomos y en­

cendidas las lámparas, 3* y sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas, para que, al llegar él y lla­mar, al instante le abran. 3 ' Dichosos los siervos aquellos a quienes el amo halla­re en vela; en verdad os digo que se ce­ñirá, y los sentará a la mesa, y se pres­tará a servirlos. 3 8 Ya llegue a la segunda vigilia, ya a la tercera, si los encontrare así, dichosos ellos. 3 9 Vosotros sabéis bien que, si el amo de casa conociera a qué hora habría de venir el ladrón, velaría y no dejaría horadar su casa . 4 0 Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos pen­séis vendrá el Hijo del hombre. 4 1 Dijo Pedro: Señor, ¿es a nosotros a quienes dices esta parábola o a todos? 4 2 El Señor contestó: ¿Quién es, pues, el administra­dor fiel, prudente, a quien pondrá el amo sobre su servidumbre para distribuirle la ración de trigo a su tiempo? 43 Dichoso ese siervo a quien el amo , al llegar, le ha­llare haciendo así. 4 4 En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. 45 Pero si ese siervo dijere en su corazón: Mi amo tarda en venir, y comenzase a golpear a siervos y siervas, a comer, y be­ber, y embriagarse, 4 6 llegará el amo de ese siervo el día que menos lo espere y a la hora que no sabe, y le mandará azotar y le pondrá entre los infieles. 4? Ese sier­vo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes. 4 8 El que no co­nociéndola hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá.

P o r J e s ú s o c o n t r a J e s ú s

w Y o he venido a echar fuego en la tierra, ¿y qué he de querer sino que se encienda? * 5(> Tengo que recibir un bau­tismo, ¡y cómo me siento constreñido hasta que se cumpla! * 51 ¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra? Os digo que no , sino la disensión. 52 Porque en adelante estarán en una rasa cinco divi­didos, tres contra dos y dos contra tres; 33 se dividirán el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre, y la madre contra la

Espíritu, que da vida eterna. Por eso desea Jesús

is vivía con ansia de consumar su obra con el bau-

1087 SAN LUCAS 12-13

hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.

L a s seña les de l t i e m p o 5 4 A la muchedumbre le decía también:

Cuando veis levantarse una nube por el poniente, al instante decís: Va a llover. Y así es. 55 Cuando sentís soplar el viento sur, decís: Va a hacer calor. Y así sucede. 5 6 Hipócri tas; sabéis juzgar del aspecto de la tierra y del cielo; ¿pues cómo no juz­gáis del t iempo presente? 57 ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? 5 8 Cuando vayas, pues, con tu ad­versario al magistrado, procura en el ca­mino desembarazarte de él, no sea que te entregue al juez, y el juez te ponga en manos del alguacil, y el alguacil te arroje en la cárcel. 5 ' Te digo que no saldrás hasta que hayas pagado el último ochavo.

I n v i t a c i ó n a la p e n i t e n c i a •I O 1 Por aquel tiempo se presentaron ^ ** algunos, que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pi-lato con la de los sacrificios que ofre­cían, 2 y respondiéndoles, dijo: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los otros por haber padecido todo esto? 3 Yo os digo que no. y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente pe­receréis. 4 Aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿creéis que eran más culpables que todos los hombres que moraban en Jerusalén? 5 Os digo que no, y que, si no hicierais peni­tencia, todos igualmente pereceréis. 6 Y dijo esta parábola: Tenía uno plantada una higuera en su viña y vino en busca del fruto y no lo halló. 7 Dijo entonces al viñador: Van ya tres años que vengo en busca del fruto de esta higuera y no lo hal lo; córtala; ¿por qué ha de ocupar la tierra en balde? 8 Le respondió y dijo: Señor, déjala aún por este año que la cave y la abone, 9 a ver si da fruto para el año que viene. . . ; si no , la cortarás.

U n a c u r a c i ó n e n s á b a d o 10 Enseñaba en una sinagoga un sába­

do, n Había allí una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podia en modo alguno enderezarse. 12 Viéndola Je­sús, la l lamó y le dijo: Mujer, estás curada

de tu enfermedad. 13 Le impuso las ma­nos y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. 14 Interviniendo el jefe de la sina­goga, lleno de ira porque Jesús había cu­rado en sábado, decía a la muchedumbre: Hay seis días en los cuales se puede tra­bajar; en ésos venid y curaos, y no en día de sábado. 15 Respondióle el Señor y dijo: Hipócritas, ¿cualquiera de vosotros no suelta del pesebre su buey o su asno en sábado y lo lleva a beber? 1* ¿Pues esta hija de Abraham, a quien Satanás tenía ligada dieciocho años ha, no debía ser soltada de su atadura en día de sába­do? 17 Y diciendo esto, quedaban confun­didos todos sus adversarios, y toda la muchedumbre se alegraba de las obras prodigiosas que hacía.

E l g r a n o d e m o s t a z a

(Mt 13,31-34; Me 4,30-34) 18 Decía, pues: ¿A qué es semejante «1

reino de Dios y a qué lo compararé? 19 Es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto, y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cie­lo anidan en sus ramas. * 2 0 De nuevo di­j o : ¿A qué compararé el reino de Dios? 2 ' Es semejante al fermento que una mu­jer toma y echa en tres medidas de hari­na hasta que fermenta toda. *

L a s a l u d d e los gen t i l e s y la r e p r o b a ­c i ó n d e los i s rae l i tas

2 2 Recorría ciudades y aldeas, enseñan­do y siguiendo su camino hacia Jerusalén. 23 Le dijo u n o : Señor, ¿son pocos los que se salvan? El le dijo: 2 4 Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen en­trar y no podrán; * 25 una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. El os responde­rá : N o sé de dónde sois. 2 6 Entonces co­menzaréis a decir: Hemos comido y be­bido contigo y has enseñado en nuestras plazas. 2 7 El dirá: Os repito que no sé de dónde sois. Apartaos de mí todos, obra­dores de iniquidad. 2 8 Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando viereis a Abra­ham, a Isaac, y a Jacob y a todos los pro­fetas en el reino de Dios, mientras vos­otros sois arrojados fuera. 2 9 Vendrán de oriente y de occidente, del septentrión y

1 0 19 Esta parábola declara la desproporción entre los orígenes humanos del reino de Dios, " o sea la vida humilde de Jesús, su pasión, los comienzos de la Iglesia, etc., y su maravilloso

desarrollo ulterior en la tierra y en el cielo. Lo cual tiene una aplicación perfecta a la vida de loa santos, que se apoyan sólo en Dios (Mt 13,31: Me 4,31).

2 1 Así va el Evangelio y su gracia transformando ai individuo y la sociedad, caltada, pero efi­cazmente (Mt 13,33).

2 4 Jesús rehuye responder a la pregunta de los discípulos; pero enseña lo que debemos harer tratándose de negocio tan grave como el de nuestra salvación. Esta exige esfuerzos, y para asegu­raría hay que violentarse, porque, una vez excluidos del reino de los cielos, ya no hay remedio.

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SAN LUCAS 13-14 1088

del mediodía, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios, * so y \os últimos serán los primeros, y los primeros serán los úl­timos.

L a astucia d e H e r o d e s 31 En aquella hora se le acercaron al­

gunos fariseos, diciéndole: Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte. * 3 2 El les dijo: Id y decid a esa raposa: Y o expulso demonios y hago curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero consu­maré mi obra. 33 Pues he de andar hoy, y mañana, y el día siguiente, porque no puede ser que un profeta perezca fuera de Jerusalén.

A m e n a z a contra Jerusalén 3 4 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los

profetas y apedreas a los que te son envia­dos! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hi­jos como el ave a su nidada debajo de las alas y no quisiste! 35 Se os deja vuestra casa. Os digo que no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!*

E l h i d r ó p i c o c u r a d o e n s á b a d o

U1 Habiendo entrado en casa de uno de los principales fariseos para co­

mer en día de sábado, le estaban obser­vando. 2 Había delante de El un hidró­pico. 3 Y tomando Jesús la palabra, habló a los doctores de la Ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado o no? 4 Ellos guardaron silencio. Y asiéndole, le curó y le despidió, 5 y les dijo: ¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cayere en un pozo, n o le saca al instante en día de sábado? 6 Y no podían replicar a esto.

Invi tac ión a la m o d e s t i a

' 'Decía a los invitados una parábola, observando cómo escogían para sí los primeros puestos: 8 Cuando seas invita­do a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que venga otro más hon­rado que tú invitado por el mismo, 9 y lle­gando el que a uno y al otro os invitó, te diga: Cede a éste tu puesto, y entonces, con vergüenza, vayas a ocupar el últi­

mo lugar. 10 Cuando seas invitado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que cuando venga el que te invitó te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces ten­drás gran honor en presencia de todos los comensales, n porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.

S o b r e la e l ecc ión d e los invi tados 12 Dijo también al que le había invita­

do : Cuando hagas una comida o una ce­na, no llames a tus amigos, ni a tus her­manos, ni a los parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos a su vez te in­viten y tengas ya tu recompensa. 13 Cuan­do hagas una comida, llama a los pobres, a los tullidos, a los cojos y a los ciegos, 14 y tendrás la dicha de que no puedan pagarte, porque recibirás la recompensa en la resurrección de los justos.

L a parábola d e los invitados descorteses (Mt 22,2-14)

15 Oyendo esto, uno de los invitados dijo: Dichoso el que coma pan en el reino de Dios . * 16 El le contestó: U n hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos. 17 A la hora del banquete envió a su sier­vo a decir a los invitados: Venid, que ya está preparado todo. 18 Pero todos unáni­memente comenzaron a excusarse. El pri­mero dijo: He comprado un campo y ten­go que salir a verlo; te ruego que me des por excusado. 19 Otro dijo: H e compra­do cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas; ruégote que me des por excusado. 20 Otro dijo: He tomado mujer y no puedo ir. 21 Vuelto el siervo, comu­nicó a su amo estas cosas. Entonces el amo de la casa, irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciu­dad, y a los pobres, tullidos, ciegos y co­jos tráelos aqu í . 2 2 El siervo le dijo: Señor, está hecho lo que mandaste y aún queda lugar, 2 3 y dijo el amo al siervo: Sal a los caminos y a los cercados, y obliga a en­trar, para que se llene mi casa, 2" porque os digo que ninguno de aquellos que ha­bían sido invitados gustará mi cena.

29 Anuncio de la vocación de los gentiles, análogo a Mt 8,11. 31 Se trata de Herodes Antipas, el verdugo de Juan. Tal vez Jesús se hallaba próximo a su cas­

tillo de Maqueronte, situado al este del mar Muerto, donde fue degollado el Bautista, y los comu­nicantes sospechan algún ardid de Herodes contra jesús. Pero Jesús no hace caso, poraue sabe que no puede morir sino en Jerusalén.

3 5 El templo, la casa de Dios, será del Señor abandonada, y vendrá a ser la casa de su pueblo nada más. Pero las últimas palabras nos anuncian que al fin los judíos reconocerán como Mesías a Jesús •t A *5 La imagen del banquete para representar el reino mesiánico era familiar a los judíos. De

. . • ^ aquí la exclamación del comensal, de la cual Jesús toma pie para proponer otra parábola, con ffj la que muestra la poca estima que se hacía del banquete mesiánico, a juzgar por el desprecio de p¡ los invitados.

1089 SAN LUCAS 14-15

N e c e s i d a d d e la a b n e g a c i ó n para t o m a r la c r u z

2 5 Se le juntaron numerosas muche­dumbres, y, vuelto a ellas, les decía: 2 6 Si alguno viene a mí y no aborrece a su pa­dre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípu­lo. 2 7 Él que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 2 8 ¿Quién de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcu­la los gastos, a ver si tiene para termi­narla? 2 ' N o sea que, echados los cimien­tos y no pudiendo acabarla, todos cuantos lo vean comiencen a burlarse de él, di­ciendo : 30 E s te hombre comenzó a edifi­car y no pudo acabar. 31 ¿ o qué rey, sa­liendo a campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? 32 Si no , hallándose aún lejos aquél, le envía una embajada haciéndole proposiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. 34 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se sazonará? * 35 N i para la tierra es útil, ni aun para el estercolero; la tiran fuera. El que tenga oídos para oir, que oiga.

L a censura d e los far iseos •f C ' S e acercaban a El todos los pu-* «* blicanos y pecadores para oirle,

2 y los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. *

L a oveja perd ida (Mt 18,12-14; Jn 19,1-8)

3 Propúsoles esta parábola, diciendo: 4 ¿Quién habrá entre vosotros que, te­niendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya en busca de la per­dida hasta que la halle? 5 Y una vez halla­da, la pone alegre sobre sus hombros, 6 y vuelto a casa convoca a los amigos y ve­cinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, por­que he hallado mi oveja perdida. ^ Yo os digo que en el cielo será mayor la ale­gría por un pecador que haga penitencia

que por noventa y nueve justos que no necesitan de penitencia.

L a d r a c m a perd ida 8 ¿O qué mujer que tenga diez drac-

mas, si pierde una, no enciende la luz, barre la casa y busca cuidadosamente hasta hallarla? 9 Y una vez hallada, con­voca a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido. 10 Tal os digo que será la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia.

El hijo p r ó d i g o 11 Y añadió: U n hombre tenía dos hi­

jos, * 12 y dijo el más joven de ellos al pa­dre : Padre, dame la parte de hacienda que me corresponde. Les dividió la hacienda, 13 y pasados pocos días, el más joven, re-uniéndolo todo, part ió a una tierra leja­na, y allí disipó toda su hacienda viviendo disolutamente.1 4 Después de haberlo gas­tado todo sobrevino una fuerte hambre en aquella tierra, y comenzó a sentir ne­cesidad. I 5 Fue y se puso a servir a un ciu­dadano de aquella tierra, que le mandó a sus campos a apacentar puercos . 1 6 Desea­ba llenar su estómago de las algarrobas que comían los puercos, y no le era dado. 57 Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornale­ros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me muero de hambre! 18 Me le­vantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. ' 9 Ya no soy digno de ser l lamado hijo tuyo; t rátame como a uno de tus jornaleros. 2" Y levantándose, se vino a su padre. Cuando aún estaba lejos, viole el padre, y, compadecido, corrió a él y se arrojó a su cuello y le cubrió de besos. 21 Díjole el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra t i ; ya no soy digno de ser llama­do hijo tuyo. 2 2 Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, traed la túnica más rica y vestídsela, poned un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies, 23 y traed un becerro bien cebado y matadle, y coma­mos y alegrémonos, 2 4 porque este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vi­da ; se había perdido y ha sido hallado. Y se pusieron a celebrar la fiesta.

2 5 El hijo mayor se hallaba en el campo, y cuando, de vuelta, se acercaba a la casa,

34 Esta sal son los discípulos para la tierra (Mt 5,13); si perdiesen su virtud, para nada apro­vecharían. 1 í 2 Esta es la clave para entender la razón de las parábolas siguientes, por las cuales Jesús 1 " muestra a estos celadores de la virtud cuánta es la misericordia de Dios y cómo se alegran

los santos ángeles, buenos conocedores de esta misericordia, de la conversión de los pecadores. 1 1 El Antiguo Testamento pregona de continuo la misericordia de Dios, que los escribas y fari­

seos tenían olvidada. Jesús nos presenta en esta parábola el amor misericordioso del Padre celestial, que a tales extremos llega en favor de los pecadores. La meditación de esta parábola habrá conver­tido más almas pecadoras que todas las amenazas de los profetas antiguos. El Maestro sabía cuánta más influencia tiene sobre el hombre el amor que el temor.

N' ácar-Colunga SO

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SAN LUCAS 15-16 1090

oyó la música y los coros; 2 6 y l lamando a uno de los criados, te preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: H a vuelto tu herma­no, y tu padre ha mandado matar un be­cerro cebado, porque le ha recobrado sano. 28 El se enojó y no quería entrar; pero su padre salió y le llamó. 29 El res­pondió y dijo a su padre : Hace ya tantos años que te sirvo sin jamás haber traspa­sado tus mandatos, y nunca me diste un cabrito para hacer fiesta con mis amigos; 3 0 y al venir este hijo tuyo, que ha consu­mido su fortuna con meretrices, le matas un becerro cebado. 31 El le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bie­nes tuyos son; 32 m a s e r a preciso hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.

E l a d m i n i s t r a d o r infiel

1 fi ' - ^ e c ' a a l ° s discípulos: Había un *•" hombre rico que tenía un mayor­domo, el cual fue acusado de disiparle la

tate al instante y escribe cincuenta. * ' Luego dijo a o t ro : Y tú, ¿cuánto debes? El dijo: Cien coros de trigo. Díjole: Toma tu caución y escribe ochenta. * 8 El amo alabó al mayordomo infiel de haber obra­do industriosamente, pues los hijos de este siglo son más avisados en el trato con los suyos que los hijos de la luz. 9 Y yo os digo: Con las riquezas injustas haceos amigos, para que, cuando éstas falten, os reciban en los eternos tabernáculos. 10 El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho; y el que en lo poco es infiel, también es infiel en lo mucho. n Si vos­otros, pues, no sois fieles en las riquezas injustas, ¿quién os confiará las riquezas verdaderas? 12 Y si en lo ajeno no sois fieles, ¿quién os dará lo vuestro? 13 Nin­gún criado puede servir a dos señores, porque, o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al u n o y menosprecia­rá al otro. N o podéis servir a Dios y a las riquezas.

Banquete etrusco

hacienda. * 2 Llamóle y le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti? Da cuenta de tu admi­nistración, porque ya no podrás seguir de mayordomo. 3 Y se dijo para si el mayor­domo : ¿Qué haré, pues mi amo me quita la mayordomía? Cavar no puedo, men­digar me da vergüenza. 4 Ya sé lo que he de hacer para que cuando me destituya de la mayordomía me reciban en sus ca­sas. 5 Llamando a cada uno de los deudo­res de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? 6 El dijo: Cien batos de aceite. Y le dijo: Toma tu caución, sién-

R e p r e n s i ó n d e los far iseos 14 Oían estas cosas los fariseos, que son

avaros, y se mofaban de El. 15 y les dijo; Vosotros pretendéis pasar por justos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es para los hom­bres estimable, es abominable ante Dios. 16 La Ley y los Profetas llegan hasta Juan: desde entonces se anuncia el reino de Dios y cada cual ha de esforzarse por entrar en él. * n Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra que el faltar un solo ápice de

I f: t Es ésta una nueva lección sobre el uso de las riquezas, las cuales, si no por el modo de " adquirirlas, por el apego que a ellas tienen los hombres, se pueden bien llamar «riquezas de

iniquidad» (12,33 ss.). 6 El bato es una medida hebrea equivalente a 38 litros. 7 Otra medida también hebrea, equivalente a 380 litros.

16 Distingue aquí Jesús la época del Antiguo Testamento, que llega hasta Juan, y la época del reino, que empieza después del Bautista. La misión que representaban los escribas ha caducado y, asimismo, las promesas terrenas que la Ley hacía a sus guardadores (Lev 26 y Dt 28) son subs­tituidas por las eternas, las cuales no dejarán de cumplirse.

1091 SAN LOCAS 16-17

la Ley. 1* Todo el que repudia a su mu­jer y se casa con otra, adultera, y el que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio.

E l r i c o e p u l ó n y el p o b r e L á z a r o 1 9 Había un hombre rico que vestía de

púrpura y lino y celebraba cada día es­p l é n d i d o s b a n q u e t e s . 20 u n p o b r e , de nombre Lázaro, estaba echado en su por­tal, cubierto de úlceras, 21 y deseaba har­tarse de lo que caía de la mesa del rico; hasta los perros venían a lamerle las úlceras. 22 Sucedió, pues, que murió el po­bre, y fue llevado por los ángeles al seno de Ahraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23 En el infierno, en medio de los tormentos, levantó sus ojos y vio a Abraham desde lejos y a Lázaro en su seno. 24 Y, gritando, dijo: Padre Abra­ham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que, con la punta del dedo mojada en agua, refresque mi lengua, porque es­toy atormentado en estas llamas. 25 Dijo Abraham: Hijo, acuérdate de que recibis­te ya tus bienes en vida y Lázaro recibió males, y ahora él es aquí consolado y tú eres atormentado. 26 Además, entre nos­otros y vosotros hay un gran abismo, de manera que los que quieran atravesar de aquí a vosotros no pueden, ni tampoco pasar de ahí a nosotros.

27 Y dijo: Te ruego, padre, que siquiera le envíes a casa de mi padre, * 28 porque tengo cinco hermanos, para que les ad­vierta, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento. 2 ' Y dijo Abraham: Tienen a Moisés y a los Pro­fetas; que los escuchen. 3° El dijo: No , padre Abraham; pero si alguno de los muertos fuese a ellos, harían penitencia. 31 Y le dijo: Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se dejarán persuadir si un muer to resucita.

E l e s c á n d a l o

1 Dijo a sus discípulos: Es inevita­ble que haya escándalos; sin em-¡ay de aquel por quien vengan! *

17 bargo. 2 Mejor le fuera que le atasen al cuello

una rueda de molino y le arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pe­queños. 3 Mirad por vosotros.

E l p e r d ó n de l p r ó j i m o

Si peca tu hermano contra ti, corrígele, y si se arrepiente, perdónale. * Si siete ve­ces al día peca contra ti y siete veces se vuelve a ti diciéndote: Me arrepiento, le perdonarás.

E l p o d e r d e la fe (Mt 21,22: M e 11,23)

5 Dijeron los apóstoles al Señor: Acre­cienta nuestra fe. * <J Dijo el Señor: Si tu­vierais fe tanto como un grano de mosta­za, diríais a este s icómoro: Desarraígate y trasplántate en el mar, y él os o b e d e o ría.

S i e rvos inú t i l e s a n t e el S e ñ o r 7 ¿Quién de vosotros, teniendo un sier­

vo arando o apacentando el ganado, al volver él del campo le dice: Pasa en se­guida y siéntate a la mesa, * y no le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete para servirme hasta que yo coma y beba, y lue­go comerás y beberás tú? 9 ¿Deberá gra­titud al siervo, porque hizo lo que se le había ordenado? 10 Así también vosotros, cuando hiciereis estas cosas que os están mandadas, decid: Somos siervos inútiles; lo que teníamos que hacer, eso hicimos. *

L o s d iez l e p r o s o s 11 Yendo hacia Jerusalén atravesaba por

entre la Samaría y la Ga l i l ea , I 2 y entran­do en una aldea, le vinieron al encuentro diez leprosos, que a lo lejos se pararon, 13 y l e v a n t a n d o la voz, d e c í a n : Jesús Maestro, ten piedad de nosotros. * 14 Viéfr dolos, les dijo: Id y mostraos a los sacer­do tes . En el c a m i n o q u e d a r o n l imp ios 15 U n o de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios a grandes voces; 1* y cayendo a sus pies, rostro a tierra, le daba las gracias. Era un samaritano. * " To­mando Jesús la palabra, dijo: ¿No han sido diez los curados? Y los nueve, ¿dón­de están? 18 ¿No ha habido quien volvie-

2 7 No se ha de tomar como suena este lenguaje del condenado. El Señor se vale de expresiones parabólicas para poner de relieve la enseñanza de la parábola, que es la dicha anteriormente.

•I 7 1 Dada la condición humana, no puede faltar el escándalo entre los hombres; pero esto no • * quita la grave responsabilidad del que con su conducta induce a otros al pecado.

5 La fe de que aquí se trata no es la fe teologal, por la que nos unimos a Dios, primera Verdad, y alcanzamos la justicia. Es la confianza en el Todopoderoso para obrar prodigios. Esta fe es un don carismático, como el poder taumatúrgico de los milagros.

1 ° El texto de la parábola inducirá a pensar que el intento de Jesús es declararnos los sentimien­tos de Dios; pero más bien quiere mostrar los que deben tener los discípulos en el servicio del Señor.

13 Obedientes a la Ley, que les prohibe el trato con los no contagiados, gritan de lejos. Jesús responde como en 5,14, con la diferencia de que allí curó en seguida al leproso y aquí los cura en su ida a cumplir lo que se les había mandado.

16 La común miseria había unido a este samaritano a los otros, que serían judíos. Los samari-tanos acataban también la Ley de Moisés; pero éste creyó más sagrado volver a dar gracias a Jesús que acudir luego al cumplimiento del precepto legal.

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SAN LUCAS 17-18 1092

ra a dar gloria a Dios sino este extranje­ro? i g Y le dijo: Levántale y vete, tu fe te ha salvado.

L a v e n i d a d e l r e i n o d e D i o s

20 Preguntado por los fariseos acerca de cuándo llegaría el reino de Dios, respon­dióles y dijo: N o viene el reino de Dios ostensiblemente. 21 Ni podrá decirse: He­lo aquí o allí, porque el reino de Dios está dentro de vosotros. * 2 2 Dijo a los discí­pulos: Llegará tiempo en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. * 23 Os dirán: Helo allí o helo aquí . N o vayáis ni le sigáis, 2 4 porque así como el rayo relampaguea y fulgura des­de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. 25 Pero an­tes ha de padecer mucho y ser reprobado por esta generación. 26 Como sucedió en los días de Noé, así será en los días del Hijo del hombre. 2 7 Comían y bebían, to­maban mujer los hombres, y las mujeres marido, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los hizo perecer a todos. 2 * L o mismo en los días de Lot : comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban; 29 pero en cuanto Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fue­go y azufre, que los hizo perecer a todos. 30 Así será el día en que el Hijo del hom­bre se revele. 3 I Aquel día, el que esté en el terrado y tenga en casa sus enseres, no baje a cogerlos; e igualmente el que esté en el campo no vuelva atrás. 3 2 Acor­daos de la mujer de L o t . 3 3 El que busque guardar su vida, la perderá, y el que la perdiere, la conservará. 3 4 Dígoos que en aquella noche estarán dos en una misma cama: uno será tomado y otro dejado. 35 Estarán dos moliendo juntas: una será tomada y otra será dejada. 36 Y tomando la palabra, le dijeron: ¿Dónde será, Se­ñor? * 37 y les dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres.

P a r á b o l a de l j u e z i n i c u o

1 Q ' Les dijo una parábola para mos-* O trar que es preciso orar en todo

tiempo y no desfallecer, * 2 diciendo: Ha­

bía en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3 Había asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él, diciendo: Hazme justicia contra mi adversario. 4 Por mucho tiempo no le hizo caso; pero luego se dijo para sí: Aun­que, a la verdad, yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres, s mas, por­que esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que no acabe por molerme. 6 Dijo el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo. 7 ¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche, aun cuando los haga esperar? 8 Os digo que hará justicia prontamente. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? *

E l far iseo y el p u b l i c a n o

9 Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, te­niéndose por justos, y despreciaban a los demás: 1 0 D o s hombres subieron al tem­plo a orar, el uno fariseo, el otro publica-no. ii El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera : ¡Oh Dios!, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, ra­paces, injustos, adúlteros, ni como este publicano. i2 Ayuno dos veces en la se­mana, pago el diezmo de todo cuanto po­seo. 13 El publicano se quedó allá lejos y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho, diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador! 14 Os digo que bajó éste justificado a su casa y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.

L o s n i ñ o s v i e n e n a J e s ú s (Mt 19,13-15: Me 10,13-16)

15 También le presentaban niños para que los tocase; viendo lo cual, los discí­pulos los reprendían, l* Jesús los llamó a sí, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios. 17 En verdad os digo: quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

21 El reino de Dios viene callado a las almas, que escuchan con docilidad la voz del Señor. 2 2 Jesús, dirigiéndose a los discípulos, les habla de su segunda venida a juzgar al mundo. Des­

pués de padecer y ser reprobado, el Señor desaparecerá de la vista de los suyos, a quienes dejó el consuelo de su segunda venida. Mas parece que ésta se alarga, y por esto suspiran por ella, o a lo menos por ver un día la gloria que esperan, con que se consuelen de las persecuciones. Pero no ten­drán lo que piden. Hasta el fin hay que vivir apoyados en la fe y en la esperanza de las gloriosas promesas de Jesús.

36 Este versículo, según los códices más autorizados, está tomado de San Mateo, 24,28.

•i Q 1 Este relato muestra a las claras la diferencia entre la parábola y la alegoría. Sería absurdo • ° decir que el juez inicuo era Dios. La forma de la aplicación de la parábola está en el v.7.

Si un hombre malvado obra así, ¿cuánto más Dios, que es la misma justicia? 8 No tiene conexión con lo que precede. El mismo pensamiento en Mt 24,12: Me 13,32 y 2 Tes

2,3 ss. Se habla del estado del mundo al fin de los tiempos.

1093 SAN LUCAS I8-I9

L a a b n e g a c i ó n y r e n u n c i a d e t o d o (Mt 19,16-26; Me 10,17-27)

18 Cierto personaje le preguntó, dicien­do : Maestro bueno, ¿qué haré para alcan­zar la vida eterna? * 19 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bue­no sino sólo Dios. 2 0 Ya sabes los precep­tos : N o adulterarás, no matarás, no ro­barás, no levantarás falso testimonio, hon­ra a tu padre y a tu m a d r e . 2 i Díjole él: To­dos esos preceptos los he guardado desde la juventud. 2 2 Oyendo esto Jesús, le dijo: Aún te queda una cosa: Vende cuanto tie­nes y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y luego sigúeme. * 2 3 El, oyendo esto, se entristeció, porque era muy rico. 2 4 Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas! 2 5 Porque más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios. 2 6 Dijeron los que le oían: En­tonces, ¿quién puede salvarse? 2 7 El res­pondió : Lo que es imposible a los hom­bres, es posible para Dios.

E l p r e m i o d e los após to l e s (Mt 19,27-30; Me 10,28-31)

28 Díjole Pedro : Pues nosotros, dejan­do todo lo que teníamos, te hemos segui­do. * 29 El les dijo: En verdad os digo que ninguno que haya dejado casa, mu­jer, hermanos, padres o hijos por amor al reino de Dios 30 dejará de recibir mucho más en este siglo y la vida eterna en el ve­nidero.

N u e v o va t ic in io d e la p a s i ó n (Mt 20,17-19; Me 10,32-34)

31 Tomando aparte a los doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se cumpli­rán todas las cosas escritas por los profe­tas del Hijo del hombre, que 3 2 será en­tregado a los gentiles, y escarnecido, e in­sultado, y escupido, 33 y después de ha­berle azotado, le quitarán la vida, y al tercer día resucitará. 34 Pero ellos no en­tendían nada de esto, eran cosas ininte­ligibles para ellos, no entendían lo que les decía. *

19

E l c i e g o d e J e r i c ó (Mt 20,29-34; Me 10,46-52)

3 5 Acercándose a Jericó, estaba un cie­go sentado junto al camino pidiendo l j . mosna. * 3& Oyendo a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello. 3 7 Le contestaron que era Jesús Nazareno que pasaba. 3« El se puso a gritar, dícien-d o : Jesús, hijo de David, ten piedad de mí. 3 9 Los que iban en cabeza le repren­dían para que callase, pero él gritaba cada vez más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí. 4 0 Deteniéndose Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acer­cado, le preguntó: 41 ¿Qué quieres que te haga? Dijo él: Señor, que vea. 4 2 Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha hecho salvo, 43 y al instante recobró la vista y le seguía glori­ficando a Dios. Todo el pueblo que esto vio daba gloria a Dios .

Z a q u e o

1 Entrando, atravesó Jericó. 2 Ha ­bía allí un hombre llamado Za­

queo, jefe de publícanos y rico. 3 Hacía por ver a Jesús, pero a causa de la muche­dumbre no podía, porque era de poca es­tatura. 4 Corriendo adelante, se subió a un sicómoro para verle, pues había de pa­sar por alli. 5 Cuando llegó a aquel sitio, levantó los ojos Jesús y le dijo: Zaqueo, baja pronto , porque hoy me hospedaré en tu casa. 6 Eí bajó a toda prisa y le re­cibió con alegría. 7 Viéndolo, todos mur­muraban de que hubiera entrado a alo­jarse en casa de un hombre pecador. 8 Za­queo, en pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuel­vo el cuadruplo. * 9 Díjole Jesús: Hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham; 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y sal­var lo que estaba perdido.

P a r á b o l a d e las m i n a s (Mt 25,14-30)

11 Oyendo ellos esto, añadió Jesús una parábola, por cuanto estaba próximo a Jerusalén y les parecía que el reino de

18 El preguntante nota la bondad de Jesús; pero El levanta su espíritu a la bondad soberana de Dios.

2 2 El Salvador nos presenta dos caminos: uno el de los preceptos, otro el de renunciar a todas las cosas para seguir a Jesús consagrando su vida a la predicación del Evangelio como los apóstoles. A ambos es un obstáculo la avaricia.

2 8 Le siguieron no sólo con la práctica de la ley divina, sino con el abandono de todas las cosas, para unirse a su compañía. A éstos les promete la mayor abundancia en la tierra por la comunicación en los bienes ajenos, que lleva consigo la caridad, y por la mayor satisfacción que causa el goce de los bienes espirituales, y luego la vida eterna en el cielo.

34 Los evangelistas notan esa falta de inteligencia en los discípulos siempre que Jesús íes habla de la pasión.

3 5 San Mateo menciona dos ciegos; San Marcos y San Lucas, uno solo, sin duda aquel que por su vida posterior vino a ser más conocido en la comunidad cristiana.

1 " 8 Devolver el cuadruplo o el quíntuplo era la pena que la Ley imponía a los ladrones (Ex 22,1).

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SAN LUCAS 19 1094

Dios iba a manifestarse luego. * 1 2 Dijo, pues: U n hombre noble partió para una región lejana a recibir la dignidad real y volverse; 13 y l lamando a diez siervos su­yos, les entregó diez minas y les dijo: Ne­gociad mientras vuelvo. I 4 Sus conciuda­danos le aborrecían, y enviaron detrás de él una legación, diciendo: N o queremos que éste reine sobre nosotros. 15 Sucedió que al volver él, después de haber recibi­do el reino, hizo llamar a aquellos sier-

dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 2 7 Cuanto a esos mis enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y delante de mí degolladlos, 2& y diciendo esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén.

C U A R T A P A R T E

M I N I S T E R I O DE JESÚS E N JERUSALÉN

(19,29-21,38)

E n t r a d a t r i un fa l e n J e r u s a l é n (Mt 21,1-9: M e U , I - I O ; In 12,12-19)

2 9 Al acercarse a Betfagé y Betania, en el monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 3 0 diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, y en entrando en ella, hallaréis un pollino atado, que toda­vía no ha sido montado por nadie; des­atadlo y traedlo. 31 Y si alguno os dijere: ¿Por qué le soltáis?, diréis así: El Sefior tiene de él necesidad. 32 Fueron los envia­dos y lo hallaron así como les habia dicho. 33 Desatando ellos el pollino, les dijeron sus amos: ¿Por qué desatáis el pollino? 3 4 Les respondieron: El Señor tiene necesidad de él. 35 Lo llevaron a Jesús, y echando sus mantos sobre el pollino, montaron a Jesús.

3 6 Según El iba, extendían sus vestidos en el camino. 37 Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, comenzó la muchedumbre de los discí­pulos a alabar alegres a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, 38 diciendo: «Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas». 39 Algunos fariseos de entre la muchedumbre le di­jeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 4 0 El contestó y dijo: Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras. *

/ E l l l an to s o b r e J e r u s a l é n 4 1 Así que estuvo cerca, al ver la ciudad,

lloró sobre ella, diciendo: 4 2 ¡Si al me­nos en este día conocieras lo que hace a la paz tuya! Pero ahora está oculto a tus ojos. 4 3 Porque días vendrán sobre ti, y te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán, y te estrecharán por todas partes, 4 4 y te abatirán al suelo a ti y a los hijos que tienes dentro, y no dejarán en ti piedra sobre piedra por no haber conocido el t iempo de tu visitación. ,

11 Dos temas encierra esta parábola: el primero es la cuenta que debemos dar de los bienes a nosotros encomendados por el Señor, y concuerda con la de los talentos (Mt 25,14 ss.); ei otro es el juicio de los que no quisieron recibir a Jesús como Rey y Mesías, y que se lee en los w.41-44.

4 0 La petición de los fariseos implica una acusación de imprudencia cuando menos contra Je­sús. Su respuesta añrma la razón con que claman los reprendidos.

Mina de plata de Antioco Epifanes

vos a quienes había entregado el dinero para saber cómo habían negociado. I 6 Se presentó el primero, diciendo: Señor, tu mina ha producido diez minas. 1 7 Díjole : Muy bien, siervo bueno; puesto que has sido fiel en lo poco, recibirás el gobierno de diez ciudades. 18 Vino el segundo, que dijo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. 19 Díjole también a éste: Y tú re­cibe el gobierno de cinco ciudades. 2 0 Lle­ga el otro, diciendo: Señor, ahí tienes tu mina, que tuve guardada en un pañuelo, 2 1 pues tenía miedo de ti, que eres hombre severo, que quieres recoger lo que no pu­siste y segar donde no sembraste. 2 2 Díjo­le: Por tu boca misma te condeno, mal siervo. Sabías que yo soy hombre severo, que cojo donde no deposité y siego don­de no sembré; 23 ¿por qué, pues, no diste mi dinero al banquero, y yo, al volver, lo hubiera recibido con los intereses? 2 4 Y dijo a los presentes: Cogedle a éste la mi­na y dádsela al que tiene diez. 2 5 Le dije­ron : Señor, tiene ya diez minas.2 6 Díjoles: Os digo que a todo el que tiene se le

1095

E x p u l s i ó n d e los v e n d e d o r e s 45 p ( M t 2 , ' " - i 3 ; M c i i , I 5 . , 9 )

echar f i n » 0 e n «!, t e m P ' ° ' comenzó a Escrito = « ? vendedores, 4<¡ diciéndoles: oración- « s e r á m i c a s a c a s a de « d o en ,? v o s o t r o s la habéis conver-cada día „ V? d e l a d r ° n e s . « E n s e ñ a b a de l o s s L B A t e m P ! o ; P ^ o los príncipes los p r i m T , e r d ? ? s y l o s c r i b a s , así como le 48" n S átl p u e b l ° ' buscaban perder-püebln ¡Z, s a b l a n que hacer, porque el

S£btado¿° 6Staba PeDdÍeme ^e E1 eS" O r i g e n d e los p o d e r e s d e J.

(Mt 21,23-27; M e 11,27-33)

9 Q 'Acon tec ió uno de aquellos días , 1ue> enseñando El al pueblo en

f templo y evangelizándolo, se presen­taron los príncipes de los sacerdotes y los escribas con los ancianos, 2 y le dirigieron la palabra, diciendo: Dinos con qué po­ner haces estas cosas o quién te ha dado ese poder. 3 Tomando la palabra, les dijo: Jambién quiero yo haceros una pregunta; decidme, pues : 4¿E1 bautismo de Juan procedía del cíelo o de los hombres?

Ellos comenzaron a cavilar entre sí, di­ciéndose: Si decimos: Del cielo, dirá: ¿Por qué no habéis creído en él? 6 Si decimos: D e los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque está persuadido de que Juan era un profeta. 7 Así, respon­dieron que no sabían de dónde procedía. 8 Jesús les dijo: Pues tampoco os digo yo con qué poder hago estas cosas.

P a r á b o l a d e los v i ñ a d o r e s (Mt 2,33-46; M e 12,1-12)

9 Y comenzó a decir al pueblo esta parábola : U n hombre plantó una viña y la arrendó a unos viñadores y se partió de viaje para largo tiempo. 10 Al tiempo opor tuno envió un siervo a los viñadores para que le diesen de los frutos de la viña; pero los viñadores le azotaron y le despidieron con las manos vacías. n Vol­vió a enviarles otro siervo, y a éste tam­bién le azotaron, le ultrajaron y le des­pacharon de vacío. 12 Aún les envió un tercero. Y también a éste le echaron fuera después de haberle herido. » Dijo enton­ces el amo de la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado ; a lo menos a éste le respetarán. i 4 P e r o en viéndole los viña­dores, se hablaron unos a otros, diciendo: Este es el heredero; matémosle y será nuestra la heredad: " Y arrojándole fuera de la viña, le mataron. ¿Que hará, pues, con ellos el amo de la viña? i6 Vendrá y hará perecer a esos viñadores y dará la viña a otros. Oyendo lo cual, dijeron: N o lo quiera Dios. " El, fijando en ellos

SAN LUCAS 19-20

su mirada, les dijo: ¿Pues qué significa aquello que está escrito: La piedra que reprobaron los edificadores, ésa ha ve­nido a ser cabecera de esquina? ls Todo el que cayere contra esa piedra se que­brantará y aquel sobre quien ella cayere quedará aplastado.

E l t r i b u t o al C é s a r (Mt 22,15-32; M e 12,13-17)

19 Los escribas y los príncipes de los sace rdo tes q u i s i e r o n echa r l e mano en aquella hora, po rque conocieron que a ellos iba dirigida aquella parábola; pero temieron al pueblo. 2 " Quedándose al ace­cho, enviaron espías, que se presentaron como varones justos, pa ra cogerle en algo, de manera que pudieran entregarle a la autoridad y poder de l gobernador. 21 Le preguntaron, d ic iendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y no tienes miramientos, s ino que enseñas se­gún la verdad los caminos de Dios. 22 ¿Nos es lícito a nosotros p a g a r tributo al César o no? 2 3 Viendo El su falsía, les dijo: 2 4 Mostradme un denar io . ¿De quién es la efigie y la inscripción que tiene? Di­jeron: Del César. 2 5 Y El les respondió: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de D i o s . 2 6 No pudiendo cogerle por nada de lan te del pueblo y maravillados de su respuesta, callaron.

L a r e s u r r e c c i ó n d e los m u e r t o s (Mt 22,23-33; ív íc 12,18-27)

2 7 Se acercaron a lgunos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron, 2 8 diciendo: Maestro, Moisés nos ha pres­crito que, si el h e r m a n o de uno viniere a morir con mujer, p e r o sin hijos, su her­mano tome la mujer p a r a dar descenden­cia a su hermano. 2 9 Pues había siete hermanos, y el p r i m e r o tomó mujer y murió sin dejar h i jo s . 30 También el se­gundo 31 y el tercero t o m a r o n la mujer, e igualmente los siete, y no dejaron hijos y murieron. 32 p o r fin mur ió también la mujer. 33 En la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? J o r q u e los siete la tuvieron por mujer. 34 Díjoles Jesús: Los hijos de este siglo t o m a n mujeres y ma­ridos. 35 Pero los j u z g a d o s dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección de los muertos, ni t o m a r á n mujeres ni maridos, 36 porque y a no pueden morir y son semejantes a l o s ángeles e hijos de D i o s , s i endo hi jos d e la resurrección. 37 Pues que han de r e s u c i t a r los muertos, el mismo Moisés lo d a a entender en el pasaje de la zarza, cua n d o dice: El Señor, Dios de Abraham, D i o s de Isaac y Dios de Jacob. 38 Dios no e*s Dios de muertos, sino de vivos, porque jr>ara El todos viven. 3S> Tomaron entonces l a palabra algunos

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1097 SAN LUCAS 20-21

el fin. i° Entonces les decía: Se levantará nación contra nación y reino contra reino, 11 habrá grandes terremotos, y en diversos lugares, hambres, pestes, espantos y gran­des señales del cielo.

Persecución de los discípulos (Mt 10,17-22)

12 Pero antes de todas estas cosas pon­drán sobre vosotros las manos y os per­seguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión, conduciéndoos an­te los reyes y gobernadores por amor de mi nombre.13 Será para vosotros ocasión de dar testimonio. 14 Haced propósito de no preocuparos de vuestra defensa,15 por-

escribas y dijeron: Maestro, muy bien has dicho. 40 Porque ya no se atrevían a proponerle ninguna cuestión.

Origen del Mesías (Mt 22,41-46; M e 12,35-40)

41 Entonces les dijo El: ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David? 42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:

«Dijo el Sefior a mi Señor: Siéntate a mi diestra 43 hasta que ponga a tus ene­migos por escabel de tus pies».

44 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo? 45 Oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos: 4S Guardaos de los escribas, que gustan ir vestidos de largas túnicas, y buscan los saludos en las plazas, y los primeros asientos en las sinagogas, y los primeros puestos en los convites, 47 mientras devoran las casas de las viudas y hacen ostentación de largas oraciones. Estos tendrán un juicio más severo.

El óbolo de la viuda (Me 12,41-44)

O í 1 Levantando la vista, vio ricos que ™ A echaban sus ofrendas en el gazo-filacio, 2 y vio también a una viuda pobre que echaba dos ochavos, 3 y dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos los otros, 4 por­que los demás echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobraba, mientras que ésta echó de su indigencia todo lo que tenía para el sustento.

La hermosura del templo (Mt 24,1-3; M e 13,1-4)

5 Hablándole algunos del templo, que estaba edificado con hermosas piedras y adornado de exvotos, dijo: 6 De todo esto que veis, vendrán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruido. ^ Le preguntaron diciendo: Maestro, ¿y cuándo sucederá y cuál es la señal de que estas cosas comiencen a suceder? *

T iempos de angustia (Mt 24,4-14; M e 13,5-13)

8 El les dijo: Mirad que no os dejéis engañar, porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: «Soy yo» y «El tiempo está cerca». No los sigáis. ' Cuando oye­reis hablar de guerras y revueltas, no os aterréis; porque es preciso que sucedan estas cosas primero, pero no vendrá luego

O "I 7 Dos puntos abarca esta pregunta; cuándo sucederá y cuáles serán las señales de su comien-"• ' zo, igual que M e 13,4.

2 0 Con esto concuerdan las palabras de 19,41 ss. 2 4 La Ciudad Santa será hollada por los gentiles, y su pueblo, muerto al filo de la espada o llevado

cautivo. Jerusalén quedará abandonada de Dios como durante el cautiverio (Ez 10,19 s.), y el pueblo desechado. Esto durará hasta que se cumpla la edad de las naciones. Para aclarar este misterio de la

Moneda conmemorativa de la sujeción de la Judea por Tito

que yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. 16 Seréis en­tregados aun por los padres, por los her­manos, por los parientes y por los amigos, y harán morir a muchos de vosotros,17 y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre. ¡8 Pero no se perderá un solo cabello de vuestra cabeza. I 9 Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.

La ruina de Jerusalén (Mt 24,15-22; M e 13,14-20)

20 Cuando viereis a Jerusalén cercada por los ejércitos, entended que se aproxi­ma su desolación. * 21 Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, retírense; quienes en los campos, no entren en ella, 22 porque días de venganza serán ésos para que se cumpla todo lo que está escrito. 23 ¡Ay entonces de las encintas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre la tierra y gran cólera contra este pueblo. 24 Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos entre todas las naciones, y Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. *

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SAN LOCAS 21-22 1098

L a v e n i d a d e l H i j o de l h o m b r e (Mt 24,23-31; Me 13,21-27)

2 5 Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra pertur­bación de las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitación de las olas, 26 exhalando los hombres sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues las columnas de los cielos se conmoverán, 2 7 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes.

S e ñ a l e s d e p r o x i m i d a d de l r e i n o d e D i o s

(Mt 24,36-44; Me 13,32-33) 2 8 Cuando estas cosas comenzaren a

suceder, cobrad ánimo y levantad vues­tras cabezas, porque se acerca vuestra redención. 2 9 Y les dijo una parábola: Ved la higuera y todos los árboles ; 3 0 cuan­do echan ya brotes, viéndolos, conocéis por ellos que se acerca el verano. 31 Así también vosotros, cuando veáis estas co­sas, conoced que está cerca el reino de Dios. 3 2 En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo suceda. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

L a v ig i lanc ia

(Mt 24,36-44; Me 13,23-33) 3 4 Estad atentos, no sea que se emboten

vuestros corazones por la crápula, la em­briaguez y las preocupaciones de lu vida, y de repente venga sobro vosotros aquel día -13 como un lazo; porque vendrá sobre todos los moradores de la t ie r ra . 3 6 Velad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir y comparecer ante el Hijo del hombre. *

3 7 Enseñaba durante el día en el tem­plo, y por la noche salía para pasarla en el monte llamado de los Olivos. * 3S To­do el pueblo madrugaba para escucharle en el templo.

QUINTA PARTE

P A S I Ó N Y RESURRECCIÓN D E L SALVADOR

(22-24)

L a c o n s p i r a c i ó n c o n t r a J e s ú s (Mt 26,1-5.14-16; Me 14,1-2.10-11)

O O 1 Estaba cerca la fiesta de los Aci-4 £* mos, que se llama la Pascua. 2 Los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo quitarle de en medio, porque temían al pueblo. 3 Entró Satanás en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los doce, 4 y fue a tratar con los príncipes de los sacerdotes y los oficia­les sobre la manera de entregárselo. 5 Ellos se alegraron y convinieron con él en darle dinero. 6 Puestos de acuerdo, buscaba oca­sión para entregárselo sin ruido.

L a p r e p a r a c i ó n d e la ú l t i m a c e n a

(Mt 26,17-19; Me 14,12-16) 7 Llegó, pues, el día de los Ácimos, en

que habían de sacrificar la Pascua, 8 y envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id y preparadnos la Pascua para que la co­mamos. 9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? 10 Di joles E l : En en­trando en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua; se­guidle hasta la casa en que entre n y decid al amo de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está la sala en que he de comer la Pascua con mis discípulos? 12 El os mostrará una sala grande, aderezada; preparadla allí, p E idos, encontraron al q u e les h a b í a d i c h o , y p r e p a r a r o n la Pascua.

I n s t i t u c i ó n d e la E u c a r i s t í a (Mt 26,20-25; Me 14,17-21; Jn 13,18-30; I Cor 11,23-26)

14 Cuando llegó la hora se puso a la mesa; y los apóstoles con El. 15 Y díjo-les: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer,* 16 porque os digo que no la comeré más hasta que sea cumplida en el reino de Dios. 17 Tomando el cáliz, dio gracias y dijo: Tomadlo y distribuidlo entre vos­otros; i 8 porque os digo que desde ahora no beberé del fruto de la vid has ta que llegue el reino de Dios .

1 9 Tomando el pan, dio gracias, lo par­tió y se lo dio, diciendo: Este es mi cuer-

suerte de Israel servirán las palabras de San Pablo sobre la ceguera de Israel y su fin (Rom 11,25 ss.). La misma idea expresa San Mateo en 24,14.

36 Estos versículos contienen, en resumen, el tema más ampliamente desarrollado por San Mateo en 24,37 ss.

3 7 San Lucas nos da aquí una noticia sobre la actividad de Jesús en estos últimos días de su vida.

O O 15 I-os versículos 15-18, que son propios de San Lucas, pertenecen a la Pascua judía, cele-" ' " brada por Jesús antes de anularla con la institución de la Pascua cristiana, la Eucaristía. Las imágenes empleadas son las ordinarias del banquete, que ya en otros lugares hemos visto.

1099 SAN LUCAS 22

po, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. * 2 0 Asimismo el cáliz, después de haber cenado, dicien­d o : Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. 2 1 Mirad, la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. 2 2 Porque el Hijo del hombre va su camino, según está decretado, pero ¡ay de aquel por quien será entregado! 23 Ellos comenza­ron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos sería el que había de ha­cer esto.

C u e s t i ó n d e la p r i m a c í a (Mt 18,1-4; Me 10,42-45)

2 4 Se suscitó entre ellos una contienda sobre quién de ellos había de ser tenido por mayor. * 2 5 El les dijo: Los reyes de las naciones imperan sobre ellas y los que ejercen la autoridad sobre las mis­mas son llamados bienhechores; 26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros será como el menor, y el que manda como el que sirve.2 7 Porque ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está sen­tado? Pues yo estoy en medio de vos­otros como quien sirve. 2S Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, 2 9 y yo dispongo del reino en favor vuestro, como mi Padre ha dis­puesto de él en favor mío, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos como jueces de las doce tribus de Israel.

L a p r u e b a d e P e d r o y el va t i c in io d e la n e g a c i ó n

(Mt 26,31-33; Me 14,27-31; Jn 13,36-38) 31 Simón, Simón, Satanás os busca para

ahecharos como trigo; * 32 pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. 33 Díjole él: Señor, pre­parado estoy para ir contigo no sólo a la prisión, sino a la muerte. 34 El dijo: Y o te aseguro, Pedro, que no cantará

hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.

L a g r a n p r u e b a q u e se a c e r c a 35 Y les dijo: Cuando os envié sin bol­

sa, sin alforjas, sin sandalias, ¿os faltó alguna cosa? Dijeron ellos: Nada . 3 6 Y les añadió: Pues ahora el que tenga bolsa, tómela, e igualmente la alforja, y el que no la tenga, venda su manto y compre una espada. * 3 7 Porque os digo que ha de cumplirse en mí esta escritura: «Fue contado entre los malhechores»; porque también lo que a mí toca llega a su tér­mino. 3 8 Dijéronle ellos: Aquí hay dos espadas. Respondióles: Es bastante.

L a o r a c i ó n d e G e t s e m a n í (Mt 26,36-46; Me 14,32-42)

3 9 Saliendo, se fue, según costumbre, al monte de los Olivos, y le siguieron también sus discípulos. 4 0 Llegado allí, díjoles: Orad para que no entréis en ten­tación. 4 1 Se aparto de ellos como un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, ora­ba, 4 2 diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 4 3 Se le apareció un ángel del cielo, que le confortaba. 4 4 Lleno de angustia, oraba con más ins­tancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra. * 45 Levantándose de la oración, vino a los discípulos, y encontrándolos adormilados por la tristeza, 4 6 les dijo: ¿Por qué dor­mís? Levantaos y orad para que no en­tréis en tentación.

L a p r i s i ó n (Mt 26,47-56; Me 14,43-49; Jn 18,2-11)

4 7 Aún estaba El hablando, y he aquí que llegó una turba, y el l lamado Judas, uno de los doce, los precedía, el cual, acercándose a Jesús, le besó. 4 8 Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? 4 9 Viendo los que esta­ban en torno de El lo que iba a suceder,

19 En este relato se echa de ver la semejanza de San Lucas con su maestro San Pablo (1 Cor 11, 23 ss.).

2 4 Los primeros evangelistas colocan este incidente en otra ocasión (Mt 18,1; Me 10,42). 31 San Lucas omite, después de la confesión de San Pedro (9,20 ss.), el privilegio que el Señor

le confiere del primado; en cambio, nos ofrece aquí este pasaje, en que anuncia a los discípulos la gran prueba a que serán sometidos, la caída de Pedro, su conversión y el encargo de confirmar a los otros en la fe, que es, en otra forma, la idea de la primacía sobre los demás discípulos.

36 Cuando los envió antes contaban con la benevolencia del pueblo para atender a sus necesida­des; ahora las cosas han mudado tanto, que los apóstoles no podrán contar sino con la oposición del pueblo israelita. El lenguaje metafórico no fue entendido por los discípulos.

4 4 Ninguno de los evangelistas nos pinta con tan vivos colores la agonía de Jesús. Ante la re­presentación de su próxima pasión, con todos sus detalles y con todas las consecuencias desastrosas para Israel, Jesús se aflige y suda gotas de sangre en tanta abundancia, que corren por el suelo. EÍ Padre, a quien ora que, si es posible, le haga la gracia de tanto dolor, le envía un ángel, no para servirle, como en el desierto (Me 1,13), sino para confortarle y animarle a cargar con la cruz. La tradición se sintió a veces tan impresionada de este fenómeno, que suprimió los w.43-44 de los códices sagrados.

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SAN LUCAS 22-23 1100

le dijeron: Señor, ¿herimos con la es­pada? 50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le llevó la oreja derecha. 51 Tomando Jesús la palabra, le dijo: Basta ya. Dejad; y tocando la oreja, le curó. 5 2 Dijo Jesús a los prín­cipes de los sacerdotes, oficiales del tem­plo y ancianos que habían venido con­tra El : ¿Como contra un ladrón habéis venido con espadas y garrotes? 53 Estando yo cada día en el templo con vosotros, no extendisteis las manos en mí; pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas. *

L a n e g a c i ó n d e P e d r o (Mt 26,57-73; M e 14,53-72; J " 18,15-27)

5 4 Apoderándose de El, le llevaron e introdujeron en casa del sumo sacerdote; Pedro le seguía de lejos. 55 Habiendo en­cendido fuego en medio del atrio y sen-tádose, Pedro se sentó también entre ellos. 5 6 Viéndole una sierva sentado a la lumbre y fijándose en él, dijo: Este esta­ba también con El. 5 7 El lo negó, dicien­d o : N o le conozco, mujer. 5 8 Después de poco, le vio otro, y dijo: Tú eres tam­bién de ellos. Pedro dijo: Hombre , no soy. S9 Transcurrida cosa de una hora, o t ro insistió, diciendo: En verdad que éste estaba con El, porque es galileo. 6 0 Dijo Pedro : Hombre , no sé lo que dices. Al instante, hablando aún él, cantó el gallo. 6 1 Vuelto el Señor, miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor, cuando le dijo: Antes que el gallo cante hoy me negarás tres veces; 6 2 y sa­liendo fuera, lloró amargamente.

J e s ú s e s c a r n e c i d o (Mt 26,67-68; Me 14,65)

6 3 Los que le guardaban se burlaban de El y le maltrataban, 6 4 y vendándole, le preguntaban, diciendo: Profetízanos, ¿quién es el que te hirió? 6S Y otras mu­chas injurias proferían contra El.

E l conse jo y la c o n d e n a c i ó n (Mt 27,1; M e 15,1)

66 Cuando fue de día se reunió el con­sejo de los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escri­bas, y le condujeron ante su tribunal, * 61 diciendo: Si eres el Mesías, dínoslo. El les contestó: Si os lo dijere, no me

creeréis; 6 8 y si os preguntare, no res­ponderéis ; 69 pero el Hijo del hombre estará sentado desde ahora a la diestra del poder de Dios. 70 Todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Díjoles: Vosotros lo decís, yo soy. 7l Dijeron ellos: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

A c u s a c i ó n a n t e P i l a t o (Mt 27,2-14; M e 15,1-5; Jn 18,28-38)

t% o 1 Levantándose todos, le llevaron ^ ** a Pilato, y 2 comenzaron a acu­sarle, diciendo: Hemos encontrado a éste pervirtiendo a nuestro pueblo; prohibe pagar tributo al César y dice ser El el Mesías rey. 3 Pilato le preguntó, dicien­do : ¿Eres tú el rey de los judíos? El res­pondió y dijo: Tú lo dices. 4 Pilato dijo a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre: Ningún delito hallo en este hombre. 5 p e r o ellos insistían, di­ciendo : Subleva al pueblo enseñando por toda la Judea, desde Galilea hasta aquí.

P r e s e n t a c i ó n a H e r o d e s 6 Oyendo esto Pilato, preguntó si aquel

hombre era galileo, 7 y enterado de que era de la jurisdicción de Herodes, le en­vió a éste, que estaba también en Jerusa-lén por aquellos días. * 8 Viendo Hero­des a Jesús, se alegró mucho, pues desde hacía bastante tiempo deseaba verle, por­que había oído hablar de El y esperaba ver de El alguna señal. 9 Le hizo bastan­tes preguntas, pero El no le contestó nada. 10 Estaban .presentes los príncipes de los sacerdotes y los escribas, que in­sistentemente le acusaban. H Herodes con su escolta le despreció, y por burla le vistió una vestidura blanca y se lo de­volvió a Pilato. 12 En aquel día se hi­cieron amigos uno del otro, Herodes y Pilato, pues antes eran enemigos. *

J e s ú s y B a r r a b á s (Mt 27,15-26; M e 15,6-15; Jn 18,39-40)

13 Pilato, convocando a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: 14 Me habéis traído a este hombre como alborotador del pue­blo, y habiéndole interrogado yo ante vosotros, no hallé en él delito alguno de los que alegáis contra El. u Y ni aun

5 3 Antes lo habían intentado muchas veces, y nada habían podido, porque no era llegada su hora; al presente es ya llegada, y ía del infierno, que ios mueve.

66 San Lucas omite la sesión preparatoria de la noche, de la cual nos hablan los otros dos evan­gelistas, y traslada todo el proceso a la sesión de la mañana, que San Mateo y San Marcos no hacen sino mencionar.

O í 7 Este episodio es propio de San Lucas y muestra hasta qué punto la causa resultaba enojosa « • " para Pilato.

1 2 No es improbable que la causa de esta enemistad fuera alguna cuestión de competencia. Algunos piensan en los galileos muertos por Pilato en el templo (13,4).

1101 SAN LUCAS 23

Herodes, pues nos lo ha vuelto a enviar. Nada , pues, ha hecho digno de muerte. 16 Le corregiré y le soltaré. I 7 Tenía que soltarles uno por la fiesta. * 18 Pero todos a una comenzaron a gritar, diciendo: Quítale y suéltanos a Barrabás, 19 el cual había sido encarcelado por un motín ocu­rrido en la ciudad y por homicidio. 20 De nuevo Pilato se dirigió a ellos, queriendo librar a Jesús. 21 Pero ellos gritaban di­ciendo : Crucifícale, crucifícale. 2 2 Por ter­cera vez les dijo: ¿Qué mal ha hecho? Y o no encuentro en El nada digno de muerte ; le corregiré y le soltaré. 23 Pero ellos a grandes voces instaban pidiendo que fuese crucificado, y sus voces preva­lecieron. 2 4 Decidió, pues, Pilato acceder a su petición. 2 5 Soltó al que por motín y homicidio había sido puesto en la cár­cel, según le pedían, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

C a m i n o de l G ó l g o t a (Mt 27,31-32; M e 15,29-31; Jn 19,16-17)

2 6 Cuando le llevaban echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevase en pos de Jesús. 2 7 Le seguía una gran muchedumbre del pue­blo y de mujeres, que se herían y lamen­taban por El. 2 8 Vuelto a ellas Jesús, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, 2 9 porque días ven­drán en que se dirá: Dichosas las esté­riles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron. * 3 0 Entonces dirán a los montes : Caed so­bre nosotros, y a los collados: Ocultad-nos, 31 porque ;'i esto se hace en el leño verde, en el seco, ¿qué será? 3 2 Con El llevaban otros dos malhechores para ser ejecutados.

L a c ruc i f ix ión (Mt 27,33-34; M e 15,22-32; Jn 10,16-24)

33 Cuando llegaron al lugar l lamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 3 4 Jesús decía: Padre, per­dónalos, porque no saben lo que hacen. Dividiendo sus vestidos, echaron suerte sobre ellos. 35 El pueblo estaba allí mi­rando, y los príncipes mismos se burla-

17 El v.17, excesivamente lacónico para introducir la petición de Barrabás, falta en muchos códices, y graves expositores lo consideran como tomado de ios otros evangelios.

2* Este pasaje, propio de San Lucas, se corresponde con el de 19,41 ss. Ambos muestran el extremo dolor de Jesús por la rebeldía de Israel y sus tristes consecuencias para el pueblo.

4 0 San Lucas precisa más la conducta de los ladrones, y según él se han de entender los otros evangelistas. No dos, sino uno solo es el que insulta a Jesús, mientras que el otro reprende a su compañero y pide misericordia.

4 7 El centurión gentil reconoce la inocencia de Jesús ante los fenómenos naturales; el pueblo confiesa su culpa y vuelve a la simpatía que mostraba por el Salvador. Pero sus directores vuelven también a la carga y acaban por extraviarle definitivamente y atraer sobre su cabeza el castigo anun­ciado y llorado por el Señor.

ban, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Ele­gido. 3 6 Y le escarnecían también los sol­dados, que se acercaban a El ofreciéndo­le vinagre 3 7 y diciendo: Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 3 8 Ha­bía también una inscripción sobre E l : «Este es el rey de los judíos».

L o s d o s l a d r o n e s (Mt 27,45-56; M e 15,33-41; Jn 19,28-30)

3 9 Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate, pues, a ti mismo y a nosotros. 40 Pero el otro, tomando la pa­labra, le reprendía, diciendo: ¿Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios? * 41 En nosotros se cumple la jus­ticia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras ; pero éste nada malo ha hecho. 4 2 Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. 4 3 El le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso. 4 4 Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, 4 5 obscure­cióse el sol y el velo del templo se ras­gó por medio. 4 6 Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto expiró.

L a h o r a d e la v e r d a d 4 7 Viéndolo el centurión, glorifico a

D i o s , d i c i e n d o : V e r d a d e r a m e n t e este hombre era justo. * 4 8 Toda la muche­dumbre que había asistido a aquel es­pectáculo, viendo lo sucedido, se volvía hiriéndose el pecho. 4 9 Todos sus conoci­dos y las mujeres que la habían seguido de Galilea estaban a distancia y contem­plaban todo esto.

L a s e p u l t u r a (Mt 27,57-6l; M e 15,42-47; Jn 19,38-42)

50 U n varón de nombre José, que era miembro del consejo, hombre bueno y justo, 51 que no había dado su asenti­miento a la resolución y a los actos de aquéllos, originario de Arimatea, ciudad de Judea, que esperaba el reino de Dios, 52 se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús; 53 y bajándole, le envolvió en una sábana y le depositó en un monu­mento cavado en la roca, donde ningu-

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SAN LUCAS 23-24 1102

no había sido aún sepultado. 5 4 Era día de la Parasceve y estaba para comenzar el sábado. 55 Las mujeres que habían ve­nido con El de Galilea le siguieron y vieron el monumento y cómo fue deposi­tado su cuerpo. 56 A la vuelta prepara­ron aromas y mirra. Durante el sábado se estuvieron quietas por causa del pre­cepto.

E l s e p u l c r o vac ío (Mt 28,1-8; Me 16,1-8; Jn 20,1-10)

O 4 ' Pero el primer día de la semana, ™ " muy de mañana, vinieron al mo­numento, trayendo los aromas que ha­bían p reparado , 2 y encontraron removida del monumento la piedra, 3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Estando ellas perplejas sobre esto, se les presentaron dos hombres vestidos de vestiduras deslumbrantes. s Mientras ellas se quedaron aterrorizadas y bajaron la cabeza hacia el suelo, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, ha resucitado. Acordaos cómo os habló estando aún en Galilea, ^ diciendo que el Hijo del hombre había de ser entregado en poder de pecadores, y ser crucificado, y resu­citar al tercer día. 8 Ellas se acordaron de sus palabras, 9 y volviendo del monu­mento, comunicaron todo esto a los once y a todos los demás. 10 Eran María la Mag­dalena, Juana y María de Santiago y las demás que estaban con ellas. Dijeron esto a los apóstoles, * u pero a ellos les parecieron desatinos tales relatos y no los creyeron. '2 Pero Pedro se levantó y corrió al monumento, e inclinándose vio sólo los lienzos, y se volvió a casa admi­rado de lo ocurrido.

E n el c a m i n o d e E m a ú s (Me 16,12-13)

13 El mismo día, dos de ellos iban a una aldea, que dista de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús, * 14 y hablaban entre sí de todos estos acontecimientos. 15 Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les acercó e iba con ellos, 16 pero sus ojos no podían recono­cerle. 17 Y les dijo: ¿Qué discursos son estos que vais haciendo entre vosotros mientras camináis? Ellos se detuvieron entr istecidos,1 8 y tomando la palabra uno

de ellos por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocu­rridos estos días? w El les dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: Lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obras y pa­labras ante Dios y ante todo el pueblo; 2 0 cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y cruci­ficado. 2 1 Nosotros esperábamos que se­ría El quien rescataría a Israel; mas, con todo, van ya tres días desde que esto ha sucedido. 2 2 N o s asustaron ciertas mu­jeres de las nuestras que, yendo de ma­drugada al monumento, 2 3 n o encontra­ron su cuerpo, y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía. 2 4 Algunos de los nuestros fueron al monumento y halla­ron las cosas como las mujeres decían, pero a El no le vieron.

25 Y El les dijo: ¡Oh hombres sin in­teligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! 2 6 ¿No era preciso que el Mesías pade­ciese esto y entrase en su gloria? 2 7 Y co­menzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a El se refería en todas las Escrituras. 2 8 Se acercaron a la aldea adonde iban, y El fingió seguir adelante. 2 9 Obligáronle di-ciendole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos.

30 Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 3 1 Se les abrieron los ojos y le recono­cieron, y desapareció de su presencia. 32Se dijeron unos a o t ros ; ¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras? 3 3 En el mis­mo instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a sus compañeros, 3 4 que les dije­ron: El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón. 35 y ellos con­taron lo que les había pasado en el ca­mino y cómo le reconocieron en la frac­ción del pan.

O A l 0 No concuerdan los evangelistas en la enumeración de las mujeres que acudieron al sepul-^ ** ero la mañana de Pascua. San Lucas menciona por segunda vez a Juana, que, sin duda, debió de ser una de sus fuentes de información. Sobre la comunicación de la noticia, San Lucas es algo más explícito que los dos primeros evangelistas, aunque todavía no nos da la luz que hallamos en San Juan.

13 La identificación de Emaús es muy discutida. Una tradición que remonta al siglo III coloca en Amoas el lugar del suceso; pero esto exigiría una corrección del texto, que señala 60 estadios de Jerusalén.

1103 SAN JUAN

crito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos de mí. * 45 Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, 4 6 y les dijo: Que así estaba escrito, que el Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos, 4 7 y que se predicase en su nombre la peni­tencia para la remisión de los pecados a todas las naciones, comenzando por Je­rusalén. 48 Vosotros daréis testimonio de esto. 4 9 Pues yo os envío la promesa de mi Padre ; pero habéis de permanecer en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto.

A s c e n s i ó n (Me 16,19-20; Act 1,9-12)

5 0 Los llevó hasta cerca de Betania, y levantando sus manos, les bendijo, * 51 y mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo. 5 2 Ellos se pos­traron ante El y se volvieron a Jerusalén con grande gozo . 5 3 Y estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios.

36 Esta aparición debe de ser la de Jn 20,19 ss., no obstante que aquí se habla de ios once como expresando el grupo de los apóstoles, igual que antes se decía los doce, sin atender a que el grupo estuviera completo.

4 4 En estos versículos resume San Lucas las instrucciones dadas por Jesús a los discípulos du­rante los cuarenta días que permaneció con ellos. Entonces ya estaban en mejores condiciones de entenderle, aunque el Espíritu Santo debía aún completar esta obra.

5 0 Si no tuviéramos los Hechos dé los Apóstoles, diríamos que la ascensión ocurrió el mismo día de esta aparición. San Lucas, que, sin duda, tenia ya idea del segundo libro, dejó para él estos últimos sucesos.

A p a r i c i ó n a los o n c e (Me 16,14; Jn 20,19-23)

36 Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. * 3 7 Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 3 8 El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué su­ben a vuestro corazón esos pensamien­tos? 39 Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. 4<> Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 4 l N o creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admira­ción, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que co­mer? 4 2 Le dieron un trozo de pez asado, 4 3 y tomándolo, comió delante de ellos.

U l t i m a s i n s t r u c c i o n e s (Act 1,4-8)

4 4 Les dijo: Esto es lo que yo os decía estando aún con vosotros, que era preci­so que se cumpliera todo lo que está es-

EVANGELIO DE SAN JUAN

E L AUTOR.—Fue Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, natural de Galilea y de las cercanías del Lago. El padre era pescador, y como él, sus hijos. El evangelio indica que Zebedeo era patrón de la barca y dueño de los aparejos de pesca con que traba­jaba, ayudado de algunos jornaleros (Me 1,20). Esto prueba que Zebedeo tenía una posición distinguida entre sus compañeros de profesión. Juan debe ser contado, junto con Andrés, hermano de Pedro, entre los discípulos del Bautista y los primeros que se unieron a Jesús (1,35 ss.). Con el Salvador volvió a las riberas del Jordán, donde Juan bautizaba, a Galilea y fue testigo del primer milagro en Cana. Algo más tarde, después de la pesca milagrosa, fue llamado con su hermano Santiago y con los otros dos hermanos, Simón y Andrés, al seguimiento de Jesús, para no separarse ya de El. Formaba parte del grupo de los tres que solían ser distinguidos por el Maestro, y he­mos de creer que, correspondiendo a esta distinción, también él se destacaba por su adhesión al Salvador. Tal vez hemos de tomar como una señal de esto la proposición que los dos hermanos hicieron a Jesús cuando le vieron rechazado en una aldea de samaritanos: « ¿Quieres que pidamos que baje fuego del cielo que los destruya ?» A lo que Jesús les replicó: «No sabéis de qué espíritu sois hijos» (Le 9,54 s.). Acaso por esto los llamó Boanerges, que quiere decir «hijos del trueno» (Me 3,17). Esa misma adhe­sión los llevó, juntamente con su madre, a hacer al Señor un atrevido ruego, que re­servase para ellos los primeros puestos del reino de Jesús, que creían pronto a inaugu­rarse en Jerusalén. A esto Jesús les respondió: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?» A lo que ellos respondieron: «Sí que podemos». «Mi cáliz

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1105 SAN JUAN

—les dijo Jesús—lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí darlo, sino al Padre, que está en ¡os cieios». Y no desmintió Juan la palabra que dio al Maestro, porque, si huyó como sus compañeros en Getsemaní la noche de la prisión, luego se presentó en casa del pontífice Caifas y, valiéndose de los conocimientos que allí tenía, obtuuo de la portera la entrada para Pedro. A la tarde se halló pre­sente, en compañía de María, a la muerte de su Maestro, el cual, agradeciendo su lealtad, le encomendó el cuidado de su Madre. La mañana de la resurrección, al oir de los labios de la Magdalena que el sepulcro estaba vacío, corre con Pedro a com­probarlo, y viendo el sepulcro vacío, creyó en la resurrección (20,8).

En los Hechos de los Apóstoles, Juan aparece varias veces al lado de Pedro; en el templo, acudiendo a la oración y a dar testimonio ante el Sanedrín, que los manda azotar (3-4); en Samaría, confirmando a los convertidos por el diácono Felipe (8,14) Años más tarde continuaba en Jerusalén, donde le vio y trató el Apóstol de los gentiles, San Pablo, que le cuenta entre ¡as columnas de la Iglesia (Gal 2.9J. La tradición nos refiere que moró en Efeso, de donde, en tiempo de Domiciano, habría sido llevado a Roma, y allí echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso. Vuelto a Oriente, fue después relegado a la desierta isla de Patmos, enfrente del Asia, donde escribió el Apocalipsis. Libre del destierro en tiempo de Nerva, volvió a Efeso, y allí murió, reinando Trajano. Siglos después se mostraba en aquella ciudad su sepulcro, como se muestran hoy los restos de la casa en que habría vivido con la Virgen María. En la misma ciudad de Efeso escribió el evangelio, en una fecha que no puede preci­sarse, pero que fue ya al fin de su larga vida.

E L EVANGELIO.—Que sea Juan el autor del cuarto evangelio, nos lo dice él mismo con su empeño en ocultarse. Efectivamente, es este evangelio el que con más frecuencia introduce a los apóstoles hablando o haciendo alguna cosa, y el autor siempre los llama por sus nombres. Hay uno, sin embargo, que siempre queda incógnito. Cuando a orillas del Jordán se presentan a Jesús dos discípulos del Bautista, el autor nos dice que uno de ellos es Andrés, hermano de Simón Pedro; el otro parece no tener nombre (1,40). Durante la última cena, cuando Jesús anuncia que uno de los doce le hará traición, Pedro hace señas al que se recostaba sobre el pecho de Jesús, y que era de El especial­mente amado, y el Maestro accede a su ruego, revelándole en secreto el nombre de Judas (13,23); pero tampoco se dice su nombre. Aquella misma noche, preso el Señor y conducido a casa de Caifas, Simón Pedro le sigue, aunque de lejos, con el otyo dis­cípulo, que, por ser conocido en el palacio, pudo entrar y obtener de la portera que Pedro fuese también admitido (18,15 ss.), s ' n <lue tampoco se diga su nombre. A la tarde de aquel mismo día, el discípulo amado de Jesús se le presenta en el Cólgota en compañía de su Madre. Conmovido el Maestro de aquella lealtad, encomienda a su fiel discípulo lo que más amaba en el mundo, que era su Madre (19,26 ss.), igualmente sin nombrarle. La mañana de Pascua, cuando María Magdalena lleva a los discí­pulos la noticia de que el cuerpo de Jesús había desaparecido del sepulcro, el único que corre con Pedro a comprobar el hecho es el discípulo amado de Jesús (20,2 ss.), siempre sin nombre. En la misma forma se habla de él en la última aparición del Sal­vador a los apóstoles, que nos es referida en el cuarto evangelio (21,7 ss.). Por exclu­sión podemos sacar en consecuencia que este personaje, que ocupa un lugar distinguido entre los doce y que nunca tiene nombre, no puede ser otro que Juan, el hermano de Santiago e hijo de Zebedeo, y esta deducción la vemos confirmada por la tradición cristiana desde los comienzos del segundo siglo.

Ya se deja entender que en el lugar y en la fecha en que San Juan escribió no podía destinar su evangelio sino a las iglesias de la gentilidad que había en Asia, fundadas por el apóstol San Pablo. El fin que el autor se propuso al redactar su obra se halla indicado en 20,31: «Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesucristo es el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis la vida por su nombre». Esta intención ge­nera/ no quita otras particulares, como la de completar y aclarar el relato de los Si­nópticos y la de refutar la herejía cerintiana.

PLAN DEL EVANGELIO.—Lo primero que advertimos en el cuarto evangelio es su diferencia de los Sinópticos cuanto a su contenido. Sólo tiene de común con ellos la

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SAN JUAN 1 1106

expulsión de los vendedores del templo (2,13 ss.), la primera multiplicación de los panes (6,16 ss.), la unción de Betania (12,1 ss.), la entrada triunfal en Jerusalén (12,12 ss.) y, finalmente, la pasión y la resurrección. Pero aun en estos puntos no existe entre San Juan y los Sinópticos ninguna dependencia literaria. Convienen en el fondo de los sucesos, mas no en la redacción.

El teatro de la historia, que en los Sinópticos es Galilea, en San Juan es princi­palmente la Judea. Jesús va y viene de Galilea a Jerusalén y de Jerusalén a Gali'ea, y sus conversaciones y disputas no son con el pueblo, sino con los doctores. Por eso los temas son más altos, y, en vez de las parábolas más o menos alegorizadas de los Si­nópticos, encontramos en San Juan verdaderas alegorías, como la de la viña ("15,1 ss.) y la del pastor y el redil f i o . i ss.). Por esto los Padres llaman a este evangelio e. evangelio espiri tual . El número de los milagros referidos se reduce a siete, sin ninguno de aquellos cuadros generales sobre la actividad taumatúrgica del Salvador que abun­dan en los Sinópticos, fuera de las palabras que se leen en 20,30 s., sobre la infinidad de las señales obradas por El y las alusiones a sus obras, señales y milagros que a cada paso leemos en sus disputas con los judíos. La mayor parte del evangelio la forman discursos, que a veces se apoyan en los milagros mismos, de los cuales vienen a ser como una explicación; v. gr., a la multiplicación del pan sigue el discurso sobre el pan de vida (6); la curación del ciego de nacimiento sirve de base a la declaración de ser El la luz del mundo (9); a la resurrección de Lázaro va unida la afirmación de ser El la resurrección y la vida (11).

D I V I S I Ó N DEL E V A N G E L I O . — 1 . En vez del evangelio dr la infancia que San Ma­teo y San Lucas nos dan, San Juan nos ofrece, en el prólogo de su evangelio, los orí­genes eternos del Verbo (1,1-18). 2. La misión de Jesús en Judea y Galilea ("1,19-12, So). La pasión y resurrección (13-21). Lot viajes ente las dos regiones, que son el teatro de la actividad del Salvador, se hallan señalados en los siguí en es pasajes: 1,20; 1,43; 2,12 j . ; 4,3; 4,43; S,i,• 6 , 1 ; 6,i6ss.¡ 7,1-14; 10,40; n.iys.; 11,54; 12,1; 12,12.

m T M A R T O PRÓLOGO (1,1-18).— P R I M E R A P A R T E : Predicación de J\JUL±\I\L\J Jesucristo en Galilea y en Judea (1,10-12,50).—SEGUNDA P A R T E : Pasión y resurrección de Jesucristo (13-20).—APÉNDICE (21).

P r ó l o g o

1 1 Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios,

y el Verbo era Dios. * 2 El estaba al principio en Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por El,

y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido 4 En El estaba la vida, [hecho. * y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la abrazaron. 6 Hubo un hombre

< I Comienza San Juan su evangelio con este prólogo, en que nos eleva a los orígenes eternos del • Verbo, para descender luego a su existencia histórica. Expone primero sus relaciones con Dios

en quien está (1-2); con el mundo, que fue hecho por El (3), y con los hombres, de quien es luz y vida (4-5). Para mejor declarar este último pensamiento, nos habla de Juan, que no era la luz, pero que tenia la misión de dar testimonio de ella (6-8). Vuelve otra vez a la luz verdadera, que viene a este mundo para iluminar a los hombres todos, los cuales no le dieron la acogida que debían, sobre todo los israelitas, que, ¿orno pueblo suyo, estaban más obligados (9-11). Pero este juicio peyorativo no es universal, porque muchos le recibieron, y a éstos les otorga la dignidad de hijos de Dios (12-13). Termina enunciando de nuevo el misterio de la encarnación, del que Juan da testimonio, y que en vez de la ley de Moisés, nos comunica la gracia y la verdad (14-17). El v.18 viene a ser como la síntesis de todo el prólogo. El Verbo, que es Dios Unigénito y que por esto mora en el seno del Padre, ha venido a darnos a conocer a éste y otorgarnos la filiación divina.

Al principio, cuando Dios creó el cielo y la tierra, existía ya el Verbo. Manera de expresar la eternidad del mismo, igual, aunque menos expresiva, que la empleada por Jesús en 17,5,24, El Logos, la Sabiduría eterna de Dios, de que empiezan a hablarnos los Proverbios (8,22 ss.), y la Sabiduría (7,1 ss.) es la segunda persona de la Trinidad. La frase «el Verbo estaba en Dios» expresa la íntima unión del Verbo con Dios, de la Sabiduría de Dios con Dios mismo, del Hijo con el Padre «Y el Verbo era Dios» significa que era tan estrecha esta unión, que ambos comunicaban en la natu­raleza divina, eran consubstanciales el Verbo de Dios y el Padre, sin otra distinción que la personal

3 Porque Dios todo lo creó por su Sabiduría (Prov 8,30), que es su Verbo, por eso San Juan dice que todo fue hecho por el Verbo (Col 1,16; Heb i,a).

1107 SAN JUAN 1

enviado de Dios, de nombre Juan. 7 Vino éste a dar testimonio de la luz, para testificar de ella y que todos creyeran por él. * 8 N o era él la luz, sino que vino a dar testimonio de la luz. 9 Era la luz verdadera que, viniendo a este mundo , ilumina a todo hombre. 10 Estaba en el mundo y por El fue hecho el mundo, pero el mundo no le conoció. * 11 Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron. * 12 Mas a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su n o m b r e ; * 13 que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios son nacidos. 1 4 Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan da testimonio de El c lamando: Este es de quien os dije: El que viene detrás de mi ha pasado delante de mí, porque era primero que yo. * í 6 Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia. 11 Porque la Ley fue dada por Moisés, la gracia y la verdad vino por Jesucristo. * 18 A Dios nadie le vio jamás; Dios Unigénito, que está en el seno del Pa -ése nos le ha dado a conocer. * [dre,

PRIMERA PARTE

PREDICACIÓN DE JESUCRISTO EN GALILEA Y EN JUDEA (1,10-12,50)

P r i m e r t e s t i m o n i o d e Juan 19 Este es el testimonio de Juan cuan­

do los judíos, desde Jerusalén, le enviaron sacerdotes y levitas para preguntarle: Tú, ¿quién eres? 2 0 El confesó y no negó; confesó: N o soy yo el Mesías. 2 1 Le pre­guntaron: Entonces, ¿qué? ¿Eres Elias? El dijo: N o soy. ¿Eres el Profeta? Y con­testó : N o . 2 2 Dijéronle, pues: ¿Quién eres?, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo? 2 3 Dijo: Y o soy la voz del que clama en el desierto: «Enderezad el cami­no del Señor», según dijo el profeta Isaías. 2 4 Los enviados eran fariseos, 2 5 y le pre­guntaron, diciendo: Pues ¿por qué bauti­zas, si no eres el Mesías, ni Elias, ni el Profeta? 2A Juan les contestó, diciendo: Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, 2 ' que viene en pos de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia. 2 8 Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bau­tizaba.

S e g u n d o t e s t i m o n i o de J u a n 2 9 Al día siguiente vio venir a Jesús y

dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. * 3 0 Este es aquel de quien yo dije: Detrás de mí vie­ne uno que es antes de mí, porque era primero que y o . 3 1 Yo no le conocía; mas para que El fuese manifestado a Israel he venido yo, y bautizo en agua. 3 2 Y Juan dio testimonio, diciendo: Yo he visto al Espíritu descender del cielo como paloma y posarse sobre El. 33 Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua

' Tal fue el oficio de Juan respecto del Verbo encarnado (Le 1,16.76). 1 0 Parece natural entender este versículo como continuación del precedente y, por tanto, de

la presencia del Verbo encamado en el mundo. 11 «Los suyos» son los israelitas, que eran el pueblo de Dios y su heredad predilecta (Eclo 24,

21 ss.). Pero su pueblo no le recibió. 12 Esto es, a cuantos creyeron en El les confió el nombre y el ser de hijos de Dios (1 Jn 3,1). 15 Juan, como precursor, vino primero; pero Jesús, como Hijo de Dios, pasó delante de éi,

por ser quien es y por la misión más excelente que traía (Heb 1.1 s.). 17 L a Ley e r a la preparación, la promesa, la figura de la gracia y de la verdad, que nos trajo

Jesucristo (Heb 10,1 ss.). 18 A Dios ni aun los profetas le vieron; pero el Unigénito del Padre, que mora en el seno del

Padre, le conoce y ha bajado a darnos noticia de El. La Vulgata lee, en lugar de la singular expresión «Dios Unigénito», la más llana «Hijo Unigénito».

2 9 Este nuevo testimonio tuvo lugar después del bautismo de Jesús, el Cordero de Dios por la pureza de su vida y porque, no teniendo pecado, puede quitar los pecados del mundo entero. En Jos Sinópticos (Mt 3,1 ss.; Me 1,3 ss.; Le 3,3 ss.). el Bautista confiesa a Jesús superior a sí, que bautizará en el Espíritu y el fuego, que limpiará su era, recogiendo el grano y echando en el fuego que no se extingue la naja. A la luz de estos textos, las palabras del cuarto evangelio parecen signi­ficar que Jesús hará desaparecer el pecado, objeto del juicio divino, tan anunciado por los profetas. Pero es natural que quienes viven del lado acá del Calvario lo interpreten en sentido pleno del sacri* ficio de la cruz, ofrecido en expiación por los pecados del mundo.

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SAN JUAN 1-2 1108

me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre El, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo. 34 Y yo vi, y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

P r i m e r o s d i s c ípu los d e J e s ú s 35 Al día siguiente, otra vez hallándose

Juan con dos de sus discípulos, * 3 6 fijó la vista en Jesús, que pasaba, y dijo: He aquí el Cordero de Dios. 37 Los dos dis­cípulos, que le oyeron, siguieron a Jesús. 38 Volvióse Jesús a ellos, viendo que le seguían, y les dijo: ¿Qué buscáis? Dijé-ronle ellos: Rabbí , que quiere decir Maes­t ro , ¿dónde moras? 39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, pues, y vieron dónde mora­ba, y permanecieron con El aquel día. Era como la hora décima. 4 0 Era Andrés, el hermano de Simón Pedro, uno de los dos que oyeron a Juan y le siguieron. 4 1 Encontró él luego a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo. 4 2 Le condujo a Je­sús, que, fijando en él la vista, dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan ; tú serás lla­mado Cefas, que quiere decir Pedro.

43 Al otro día, queriendo El salir hacia Galilea, encontró a Felipe, y le dijo Je­sús : Sigúeme. 4 4 Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. 4 5 En­contró Felipe a Natanael y le dijo: He­mos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y los Profetas, a Jesús, hijo de José de Nazaret. 4 6 Dijole Nata­nael: ¿De Nazaret puede salir algo bue­no? Dijole Felipe: Ven y verás.* 4 7 Vio Jesús a Natanael , que venía hacia El, y dijo de él : He aquí un verdadero israelita, en quien no hay dolo. 4 8 Dijole Natanael : ¿De dónde me conoces? Contestó Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. 4 9 Natanael le contestó: Rabbí , tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. * 50 Contestó Jesús y le dijo: ¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera

crees? Cosas mayores has de ver. * 51 y añadió: En verdad, en verdad os digo que veréis abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.

P r i m e r m i l a g r o d e J e s ú s

2 1 Al tercer día hubo una boda en Cana de Galilea, y estaba allí la ma­

dre de Jesús. 2 Fue invitado también Je­sús con sus discípulos a la boda. 3 N o te­nían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: N o tienen vino. 4 Dijole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? N o es aún llegada mi hora. * 5 Dijo la madre a los servidores: Haced lo que El os diga.*

6 Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres me-tretas, * 7 Díjoles Jesús: Llenad las tina­jas de agua. Las llenaron hasta el borde, 8 y El les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Se lo llevaron, 9 y luego que el maestresala probó el agua convertida en vino—él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sa­cado el agua—, l lamó al n o v i o 1 0 y le di jo: Todos sirven primero el vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino me­jor. u Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Cana de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en El sus discípulos.

R e s i d e n c i a e n C a f a r n a ú m 12 Después de esto bajó a Cafarnaúm

El con su madre, sus hermanos y sus dis­c ípulos , y pe rmanec ie ron allí a lgunos días .*

E x p u l s i ó n d e los v e n d e d o r e s d e l t e m p l o

13 Estaba próxima la Pascua de los ju­díos, y subió Jesús a Jerusalén. I4 Encon­tró en el templo a los vendedores de bue-

35 Estos discípulos eran Andrés y Juan. Para entender este suceso es preciso hacerse cargo del ambiente mesiánico que reinaba en torno del Bautista, creado por la predicación del mismo.

46 Natanael era de Cana, ciudad próxima a Nazaret, y no es extraño que entre ambas existieran celos.

4 9 La expresión «Hijo de Dios» puede tener diversos sentidos: el Justo, el Mesías, el Hijo de Dios. Aquí parece que debe entenderse por Mesías.

50 Sólo habían oído los testimonios de Juan y la profecía de Jesús; pronto verán cosas que les muestren mejor quién es El.

24 La trata como en la cruz, lo que no expresa falta alguna de respeto. La negativa, sin duda, iría suavizada por el tono de la voz con que Jesús la pronunció y por la razón alegada de no ser

llegada la hora de obrar milagros. 5 A pesar de la negativa, la Madre confía que Jesús hallará modo de remediar la necesidad.

Más tarde accederá a los ruegos de la cananea, no obstante decir que no había venido sino a las ovejas de Israel (Mt 15,24).

6 En estas tinajas tenían depositada el agua, necesaria para las frecuentes abluciones prescritas por la costumbre judía (Me 7,3-8). La medida o metreta equivalía a unos 40 litros.

1 2 Aún no se trata de la bajada definitiva de que nos hablan Mt 4,13 ss.; Le 4,31.

1109 SAN JUAN 2-3

yes, de ovejas y de palomas, y a los cam­bistas sentados; * 15 y haciendo de cuerdas un azote, los arrojó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; derramó el dinero de los cambistas y derribó las me­sas; 16 y a los que vendían palomas les dijo: Quitad de aquí todo eso y no ha­gáis de la casa de mi Padre casa de contra­tación. 17 Se acordaron sus discípulos que está escrito: «El celo de tu casa me con­sume». 18 Los judíos tomaron la palabra y le dijeron: ¿Qué señal das para obrar así?

19 Respondió Jesús y dijo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. 2 0 Repl icaron los judíos: Cuarenta y seis años se han empleado en edificar este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? * 21 Pero El hablaba del templo de su cuerpo. 2 2 Cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho.

P r i m e r o s f ru tos de l m i n i s t e r i o d e J e s ú s

2 3 Al tiempo en que estuvo en Jerusa­lén por la fiesta de la Pascua creyeron muchos en su nombre viendo los milagros que hacía, 2 4 pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos, 2 5 y no tenía necesidad de que nadie diese testi­monio del hombre, pues El conocía lo que en el hombre había.

Visi ta d e N i c o d e m o

3 1 Había un fariseo de nombre Nico­demo, principal entre los judíos , 2 que

vino de noche a Jesús y le dijo: Rabbí , sabemos que has venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer esos milagros que tú haces si Dios no está con él. 3 Respondió Jesús y le dijo: En verdad te digo que quien no naciere

de arriba no podrá entrar en el reino de Dios. 4 Dijole Nicodemo: ¿Cómo pue­de el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? 5 Respondió Je­sús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos. * 6 Lo que nace de la carne, carne es ; pero 10 que nace del Espíritu, es espíritu. * 7 N o te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adonde va; así es todo nacido del Espíritu.

9 Respondió Nicodemo y dijo: ¿Cómo puede ser eso? 1° Jesús respondió y dijo: ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto? 11 En verdad, en verdad te digo que nos­otros hablamos de lo que sabemos y de lo que hemos visto damos testimonio; pero vosotros no recibís nuestro testimo­nio. 12 Si hablándoos de cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeríais si os hablase de cosas celestiales? * 13 Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. 14 A la ma­nera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, * 15 para que todo el que creyere en El tenga la vida eterna.

16 Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su nnigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna; * 17 pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. * I 8 El que cree en El no es juzgado; el que no cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nom­bre del unigénito Hijo de Dios, i ' Y el juicio consiste en que vino la luz al mun­do, y los hombres amaron más las tinie­blas que la luz, porque sus obras eran malas. * 2 0 Porque todo el que obra mal,

14 Discútese si es el mismo episodio de que hablan los Sinópticos, los cuales, por no llevar a Jesús sino una vez a Jerusalén, se vieron precisados a ponerlo al fin de su carrera apostólica.

2 0 La obra del templo, que tanta admiración causaba a los apóstoles (Me 13,1), habla sido co­menzada por Herodes el año 18 ó ig antes de Cristo, y acaso no estuviese totalmente acabada (F. Jo-SEFO, Antigüedades, XV 14). O 5 Tal nacimiento tiene su principio espiritual en la fe: su causa ritual es el bautismo del agua y " del Espíritu Santo, según lo que Juan había ya declarado.

6 La vida religiosa de Israel, inspirada en la interpretación material de la Ley y de las promesas mesiánicas, no pasaba de una vida material; pero la que Jesús proponía tenia principios más altos y divinos.

12 La oposición de que habla Jesús, entre las cosas celestiales y las terrenas, debe entenderse, de una parte, del nacimiento espiritual, que de alguna manera es objeto de nuestro conocimiento experimental, y de otra, de su causa misma, que es el Espíritu Santo.

14 Mirando a la serpiente de bronce levantada en el desierto, sanaban los israelitas picados de las serpientes venenosas (Núm 21,8 s.); mirando con fe a Jesucristo levantado en la cruz, se alcánzala salud eterna. Es un segundo aspecto del tema propuesto.

16 Estos versículos son reflexiones del evangelista sobre lo dicho por Jesús acerca de la fe en su persona.

17 Juzgar aquí equivale a condenar, y se opone a salvar. Este es el juicio tan repetidas veces pre-dicho de los profetas y por el Bautista.

19 He aquí explicado el misterio de la incredulidad de tantos hombres. Como sus obras son malas y su alma impura, temen que la luz descubra lo que son.

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SAN JUAN 3-4 1110

aborrece la luz, y no viene a la luz, por que sus obras no sean reprendidas. 21 Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues están he­chas en Dios.

T e r c e r t e s t i m o n i o d e Juan 2 2 Después de esto vino Jesús con sus

discípulos a la tierra de Judea, y perma­neció allí con ellos y bautizaba. * 23 Juan bautizaba también en Ainón, cerca de Salim, donde había mucha agua, y venían a bautizarse, 2 4 pues Juan aún no había sido metido en la cárcel. 2S Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y cierto judío acerca de la purificación, 2 6 y vinieron a Juan y le dijeron: Rabbí , aquel que estaba contigo al otro lado del Jor­dán, de quien tú diste testimonio, está ahora bautizando, y todos se van a El. 2 7 Juan les respondió, diciendo: N o debe el hombre tomarse nada si no le fuere dado del cielo. 2 8 Vosotros mismos sois testigos de que dije: Y o no soy el Mesías, sino que he sido enviado ante El. 2 9 El que tiene esposa es el esposo; el amigo del esposo, que le acompaña y le oye, se alegra grandemente de oir la voz del espo­so. Pues así este mi gozo es cumplido. 30 Preciso es que El crezca y yo mengüe. 31 El que viene de arriba está sobre todos. El que procede de la tierra es terreno y habla de la tierra; el que viene del cielo, * 3 2 da testimonio de lo que ha visto y oído, pero su testimonio nadie lo recibe.3 3 Quien recibe su testimonio pone su sello atesti­guando que Dios es veraz. * 34 Porque aquel a quien Dios ha enviado habla pala­bras de Dios, pues Dios no le dio el espíri­tu con medida. 35 El Padre ama al Hijo y ha puesto en su mano todas las cosas. 56 El que cree en el Hijo tiene la vida eterna; el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la có­lera de Dios.

Part ida d e J e s ú s para Gal i lea (Mt4,i2; Me 1,14; Le 4,14)

41 Así, pues, que supo el Señor que habían oído los fariseos cómo Jesús

hacía más discípulos y bautizaba más que J u a n , 2 aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos, 3 abandonó la Judea y partió de nuevo para Galilea. *

E n c u e n t r o c o n la s a m a r i t a n a 4 Tenía que pasar por Samaría. 5 Llega,

pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, próxima a la heredad que dio Jacob a José, su hijo, * 6 donde estaba la fuente de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la fuente; era como la hora de sexta. * 7 Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: D a m e de beber, 8 pues los discípulos ha­bían ido a la ciudad a comprar provi­siones.

9 Dícele la mujer samari tana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mi, mujer samaritana? Porque no se t ratan judíos y samaritanos. * 10 Respondió Je­sús y dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a El, y El te daría a ti agua viva. * n Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es h o n d o ; ¿de dónde, pues, te viene esa agua viva? 12 ¿Acaso eres tú más grande que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebió él mismo, sus hijos y sus rebaños? 11 Respondió Jesús y le dijo: Quien bebe de esta agua volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le diere no tendrá jamás sed, que el agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte has­ta la vida eterna.

15 Díjole la mujer: Señor, dame de esa agua para que no sienta más sed ni tenga que venir aquí a sacarla. 16 El le dijo: Vete, llama a tu marido y ven acá . 1 7 Res­pondió la mujer y le dijo: N o tengo ma-

2 2 De Jerusalén no se dirigió directamente a Galilea, sino a la región del Jordán, donde Juan continuaba ejerciendo su misión.

31 Jesús está sobre todos. Son reflexiones del evangelista acerca de la declaración de Juan. 33 El que por la fe recibe el testimonio de Jesús, recibirá el Espíritu Santo, y con él testificará

que Dios ha cumplido sus promesas, las cuales se resumen en la donación del Espíritu Santo (Jer 31, 33 s.; J12.28; Ez 36,25 ss.).

4 3 Ya comienza la preocupación de los fariseos por la actividad de Jesús. Los discípulos practi­caban el bautismo de agua, como habían aprendido de Juan; pero no era éste el bautismo del

Espíritu, pues aún no había sido glorificado Jesús (7,39; Act 1.5). Esta partida de la región del Jordán coincide con la narrada por los Sinópticos después de la prisión de Juan (Mt 4,12: Me 1,14).

5 La provincia de Samaría ocupa el centro de la Palestina. Sicar se halla situada a la entrada del valíe, en que están Siquem y Naplusa, en medio de los dos montes Ebal y Garizim. Sobre este último se hallaba el templo, opuesto al de Jerusalén y centro de la vida religiosa de los samaritanos.

6 Esta fuente es un pozo manantial de unos 30 metros de profundidad, que aún subsiste en medio de una iglesia cristiana de origen bizantino.

9 La enemistad entre judíos y samaritanos, de que nos da testimonio San Lucas (9,53), se remon­ta a la vuelta de la cautividad, como se narra en los libros de Esdras y Nehemías.

10 Esta agua viva es la gracia del Espíritu Santo, representada con frecuencia por el agua que brota de un manantial (7,38 s.).

1111 SAN JUAN 4-5

rido. Díjole Jesús: Bien dices: N o tengo mar ido; 18 porque cinco tuviste, y el que ahora tienes no es tu mar ido; en esto has dicho verdad. 19 Díjole la mujer: Señor, veo que eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que es Jerusalén el sitio donde hay que adorar. * 2 i Jesús le dijo: Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 2 2 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, por­que la salud viene de los judíos; 2 3 pe ­ro ya llega la hora, y es ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca. 2 4 Dios es espíritu, y los que le adoran han de adorarle en espíritu y en verdad. 2 5 Díjo­le la mujer: Yo sé que el Mesías, el que se llama Cristo, está para venir, y que cuando venga nos hará saber todas las cosas. 2* Díjole Jesús: Soy yo, el que contigo habla.

2 7 En esto llegaron los discípulos y se maravillaban de que hablase con una mu­jer; nadie, sin embargo, le dijo: ¿Qué de­seas? O ¿qué hablas con ella? 2 8 Dejó, pues, su cántaro la mujer, se fue a la ciu­dad y dijo a los hombres: 2 9 Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuan­to he hecho. ¿No será el Mesías? 30 Salie­ron los de la ciudad y vinieron a El. 3 1 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabbí , come. 32 Díjoles El : Yo tengo una comida que vosotros no sabéis. 33 Los discípulos se decían unos a otros: ¿Acaso alguien le ha traído de comer? 3 4 Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra. 35 ¿No decís vosotros: Aún cuatro meses y llegará la mies? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, que ya están amarillos para la siega. * 3 6 El que siega "ecibe su salario y recoge el fruto para la vida eterna, para que se alegren juntamente el sembrador y el segador . 3 7 Porque en esto es verdade­ro el proverbio, que uno es el que siembra y otro el que s iega. 3 8 Yo os envío a segar lo que no trabajasteis; otros lo trabajaron

y vosotros os aprovecháis de su trabajo. 3 9 Muchos samaritanos de aquella ciu­

dad creyeron en El por la palabra de la mujer, que atestiguaba: Me ha dicho todo cuanto he hecho. 4 0 Pero así que vinieron a El, le rogaron que se quedase con ellos; y permaneció allí dos d ías 4 1 y muchos más creyeron al oírle. 4 2 Decían a la mujer: Ya no creemos por tu palabra, pues nos­otros mismos hemos oído y conocido que éste es verdaderamente el Salvador del mundo . 43 Pasados dos días, se partió de allí para Galilea. 4 4 El mismo Jesús de­claró que ningún profeta es honrado en su propia patria. * 45 Cuando llegó a Ga­lilea le acogieron los galileos, que habían visto cuántas maravillas había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

R e g r e s o a G a l i l e a y c u r a c i ó n de l h i jo d e u n c o r t e s a n o

4 6 Llegó, pues, otra vez a Cana de Ga­lilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. * 4 7 Oyen­do que llegaba Jesús de Judea a Galilea, salió a su encuentro y le rogó que bajase y curase a su hijo, que estaba para morir. 4 8 Jesús le dijo: Si no viereis señales y pro­digios, no creéis. * 4 9 Díjole el cortesano: Señor, baja antes que mi hijo muera . 5 0 Je­sús le dijo: Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue . 5 1 Ya bajaba él, cuando le salieron al encuentro sus siervos, diciéndole: Tu hijo vive. 52 Preguntóles entonces la hora en que se había puesto mejor, y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, le dejó la fiebre. 53 Conoció, pues, el padre que aquella misma era la hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive, y creyó él y toda su casa. 54 Este fue el segundo milagro que hizo Jesús viniendo de Judea a Galilea. *

C u r a c i ó n de l e n f e r m o d e la p i sc ina

5 1 Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos y subió Jesús a

Jerusalén. * 2 Hay en Jerusalén, junto a la puerta Probática, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórti-

2" Era éste uno de los puntos fundamentales de la división entre judíos y samaritanos, el lugar del culto legítimo.

3 5 Es un proverbio vulgar (4,37). La madurez de la mies es el estado de las almas, manifestado en aquella mujer del cántaro, que acaba de traer a Dios.

4 4 La citación de esta sentencia viene tal vez de la contraposición entre la benévola acogida que le hicieron los samaritanos y la frialdad de sus compatriotas los de Nazaret (Le 4,24).

4|S Se trata de algún dignatario de la corte del tetrarca Herodes Antipas, que tenía su residencia habitual en Tiberíades.

4 8 Entiende aquí prodigios estupendos, de relumbrón, como los judíos esperaban de su Mesías (Le 17,20 s.).

54 F u e ei p,imero el de Cana (2,11). Y los nota, por cuanto Jesús no había comenzado aún su misión en Galilea, que es el objeto principa! de la historia sinóptica.

C 1 Era una de las tres señaladas por la Ley (Le 2,41); pero no la Pascua, que sería la del año ** segundo. Esta la suele denominar San Juan por su propio nombre (2,23; 6,4).

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SAN JOAN 5 1112

eos. * 3 En éstos yacia una multitud de enfermos, ciegos, cojos, mancos, que es­peraban el movimiento del agua, 4 por­que el ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua, y el primero que bajaba después de la agitación del agua quedaba sano de cual­quiera enfermedad que padeciese. * 5 Ha­bía allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo; 6 Jesús le vio acos­tado, y conociendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? 7 Res­pondió el enfermo: Señor, no tengo a na­die que al moverse el agua me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mí. * 8 Díjole Jesús: Levántate, toma la camilla y anda. ' Al instante que­dó el hombre sano, y tomó su camilla y se fue.

D i s c u s i ó n s o b r e el s á b a d o Era el día de sábado, io y los judíos

decían al curado: Es sábado. N o te es lícito llevar la camilla. n Respondióles: El que me ha curado me ha dicho: Coge tu camilla y vete. 12 Le preguntaron: ¿Y quién es ese hombre que te ha dicho: Coge y vete? 13 El curado no sabía quién era, porque Jesús se había retirado de la muchedumbre que allí había. 14 Después de esto le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira que has sido curado; no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor. * 15 Fuese el hombre y dijo a los judíos que era Jesús el que le había curado. 1 6 Los judíos perseguían a Jesús por haber hecho esto en sábado; 17 pero Él les res­pondió : Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también. * 18 Por esto los judíos buscaban con más ahinco ma­tarle, pues no sólo quebrantaba el sába­

do, sino que decía a Dios su Padre, hacién­dose igual a Dios.

E l H i j o o b r a e n u n i ó n c o n e l P a d r e

i* Respondió, pues, Jesús, diciéndoles: En verdad, en verdad os digo que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre ; porque lo que éste hace, lo hace igualmente el Hijo. 2 0 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que El hace, y le mos­trará aún mayores obras que éstas, de suerte que vosotros quedéis maravillados. 21 Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere les da la vida. 2 2 Aunque el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar. * 23 Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió. 2 4 En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no es juzgado, porque pasó de la muerte a la vida. 2 5 En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen vivirán. * 2 6 Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí mismo, * 2 7 y le dio poder de juzgar, por cuanto El es el Hijo del hombre. * 2 8 N o os maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuan­tos están en los sepulcros oirán su voz, 2 9 y saldrán los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección del juicio. 30 Yo no puedo hacer por mí mismo nada ; según le oigo, juzgo, y mi

2 La puerta de las ovejas, probdtica, se hallaba en el ángulo noroeste del templo y no lejos de esta puerta; pero fuera del recinto sagrado estaba la piscina, de forma rectangular, rodeada de cuatro pórticos y dividida en dos partes por otro pórtico, que hacia el quinto. Se alimentaba por un manan­tial de aguas intermitentes y termales.

4 Todo este versículo falta en los mejores códices griegos y es ignorado de los Padres antiguos que comentaron a San Juan: San Agustín, San Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría. Algunos co­mentaristas modernos lo dan por una glosa añadida por un copista al evangelio.

7 El manantial de aguas termales, si no curaba todos los males, aliviaría muchos de ellos. Según el texto, el manantial era intermitente. Sabido es que esta clase de aguas es más eficaz al brotar del manantial que después, a causa de su mayor radiactividad. En el supuesto de la autenticidad del v.4, habría que admitir en esas curaciones una intervención sobrenatural.

14 La enfermedad es muchas veces consecuencia de los vicios, y tal era, sin duda, el caso de nuestro enfermo.

17 Para entender esta argumentación de Jesús debe tenerse en cuenta que los milagros, como obras sobrenaturales que son, sólo por Dios pueden ser hechos como causa principal, y como obras ad extra deben ser atribuidas a la Trinidad en común; sin embargo, siendo el Padre el principio de la Trinidad, la primera de las personas divinas, a El se le apropia la iniciativa en estas obras de la omnipotencia de Dios.

2 2 Cuando se habla del Hijo se puede considerar como Dios y como hombre, y en cuanto hom­bre ha recibido el ministerio de juzgar al mundo, en premio de su pasión (Flp 2,8 ss.).

25 Los que ahora están espiritualmente muertos escucharán la palabra de Jesús, que es palabra de vida, y resucitarán a la vida de ia gracia, que es germen de la vida eterna.

26 Como Hijo encarnado, tiene la plenitud de la gracia y de la vida, de la cual recibimos to­dos (1,16).

2 7 El poder de juzgar viene a ser una consecuencia de su poder de comunicar la vida, ya que, en suma, el juicio versará sobre el modo como los hombres recibieron y aprovecharon esa gracia.

1113 SAN JUAN 5-6

juicio es justo, porque no busco mi vo­luntad, sino la voluntad del que me envió.

E l t e s t i m o n i o de l P a d r e a f avor de l H i j o

si Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verídico; 3 2 es otro el que de mí da testimonio, y yo sé que es verídico el testimonio que de mí da. * 33 Vosotros habéis mandado a preguntar a Juan, y él dio testimonio de la verdad, 3 4 pero yo no recibo testimonio de hom­bre ; mas os digo esto para que seáis sal­vos. 35 Aquél era la lámpara, que arde y a lumbra; y vosotros habéis querido gozar un instante de su luz. 36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, porque las obras que mi Padre me dio hacer, esas obras que yo hago, dan en favor mío testimonio de que el Padre me ha enviado, 3 7 y el Padre que me ha enviado, ése da testimonio de mí. Vos­otros no habéis oído jamás su voz, ni habéis visto su semblante, 38 ni tenéis su palabra en vosotros, porque no habéis creído en aquel que El ha enviado. 3() Es­cudriñad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de mí, * 4 0 y no queréis venir a mí para tener la vida. 4 1 Yo no recibo gloria de los hombres, 4 2 p e r o os co­nozco y sé que no tenéis en vosotros el amor de Dios. 43 Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me recibís; si otro viniera usurpando mi nombre, le recibiríais.4 4 ¿Cómo vais a creer vosotros, que recibís la gloria unos de otros y no buscáis la gloria que procede del Único? 4 5 N o penséis que vaya yo a acusaros ante mi Padre ; hay otro que os acusará, Moi­sés, en quien vosotros tenéis puesta la esperanza; 46 porque si creyerais en Moi­sés, creeríais en mí, pues de mí escribió él; 4 7 pero si no creéis en sus Escrituras, ¿cómo vais a creer en mis palabras?

M u l t i p l i c a c i ó n d e los p a n e s y d e los p e c e s

(Mt 14,13-23; M e 6,30-46; Le 9,10-17)

6 1 Después de esto partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, de Tibería-

des, 2 y le seguía una gran muchedumbre,

3 2 Quien da ese testimonio es el Padre con los milagros que ejecuta a favor del Hijo y para mostrar la misión que le ha dado. La misión de Juan era señalar a Jesús y dirigir hacia El la atención del pueblo.

3 9 Eran estas Escrituras las normas de vida para Israel; pero todas ellas se ordenan al Mesías, a preparar sus caminos y dar testimonio de El. £ 11 Esta multiplicación de los panes es la primera que leemos en los Sinópticos, aunque con " algunas variantes.

14 Más de una vez aparece este personaje en labios judíos. No es fácil saber quién sea. Puede ser un nombre del Mesías o algún profeta que se creería anunciado en el Deuteronomio (18,15) y que, a modo de Elias, vendría a preparar el advenimiento del Mesías, En todo caso, este episodio nos explica por qué Jesús rehuye ciertas manifestaciones populares.

porque veían los milagros que hacía con los enfermos. 3 Subió Jesús a un monte y se sentó con sus discípulos. 4 Estaba cer­cana la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Levantando, pues, los ojos Jesús y con­templando la gran muchedumbre que ve­nía a El, dijo a Felipe: ¿Dónde compra­remos pan para dar de comer a éstos? 6 Esto lo decía para probarle, porque El bien sabía lo que había de hacer. 7 Con­testó Felipe: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un pedacito. 8 Díjole uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro : 9 Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero esto, ¿qué es para tantos? I 0 Díjole Jesús: Man­dad que se acomoden. Había en aquel sitio mucha hierba verde. Se acomodaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. • ' Tomó entonces Jesús los panes, y, dando gracias, dio a los que estaban recostados, e igualmente de los peces, cuanto quisieron. * l2 Así que se saciaron, dijo a los discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado para que no se pierdan. 13 Los recogieron, y llena­ron doce cestos de fragmentos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían c o m i d o . I 4 Los hombres, vien­do el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente éste es el Profeta que ha de venir al mundo. * 15 Y Jesús, cono­ciendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró otra vez al monte El solo.

V u e l t a h a c i a C a f a r n a ú m (Mt 14,24-33; M e 6,47-52)

16 Llegada la tarde, bajaron sus discí­pulos al mar, 17 y subiendo en la barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Cafarnaúm. Ya había obscurecido y aún no había vuelto a ellos Jesús, í 8 y el mar se había alborotado por el viento fuerte que soplaba. 19 Habiendo, pues, navegado como unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús, que caminaba sobre el mar y se acercaba ya a la barca, y temieron. 20 Pero El les dijo: Soy yo, no temáis. 2 I Querían ellos tomarle en la barca ; pero al instante se halló la barca en la ribera, adonde se dirigían.

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SAN JUAN 6 1U4 C o n c u r s o d e los o y e n t e s e n b u s c a

d e J e s ú s 2 2 Al otro día, la muchedumbre que

estaba al otro lado del mar echó de ver que 00 había sino una barquilla y que Jesús no había entrado con sus discípulos en la barca, sino que los discípulos habían partido solos. 23 Pero llegaron de Tibería-des barcas cerca del sitio donde habían comido el pan, después de haber dado gracias el Señor, 2 4 y cuando la muche­dumbre vio que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos tampoco, subieron en las barcas y vinieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. *

J e s ú s , p a n d e v i d a p a r a los q u e c r e e n e n E l

25 Habiéndole hallado al otro lado del mar, le dijeron: Rabbí, ¿cuándo has ve­nido aquí? 26 Les contestó Jesús y dijo: En verdad, en verdad os digo: Vosotros me buscáis no porque ha béis visto los mi­lagros, sino porque habéis comido los pa­nes y os habéis saciado; * 2 7 procuraros no el alimento perecedero, sino el ali­mento que permanece hasta la vida eter­na, el que el Hijo del hombre os da, porque Dios Padre le ha sellado con su sello. * 2 8 Dijéronle, pues: ¿Qué haremos para hacer obras de Dios? 2 9 Respondió Jesús y les dijo: La obra de Dios es que creáis en aquel que El ha enviado.

3° Ellos le dijeron: Pues tú, ¿qué se­ñales haces para que veamos y creamos? ¿Qué haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo. * 3 2 Díjoles, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: Moisés no os dio pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; Í3 porque el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo.

34 Di jéronle , pues , e l los : Señor , danos siempre ese pan.

35 Les contestó Jesús: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, ya no tendrá más hambre, y el que cree en mí, jamás tendrá sed. * 36 Pero yo os digo que vos­otros me habéis visto y no me creéis* 3 7 todo lo que el Padre me da viene a mí,' y al que viene a mí yo no le echaré fuera, * 38 porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 3 9 Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el último día. 4 0 Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en El tenga la vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. 41 Mur­muraban de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo, 4 2 y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros cono­cemos? ¿Pues cómo dice ahora : Yo he bajado del cielo?

4 3 Respondió Jesús y les dijo: N o mur­muréis entre vosotros. 4 4 Nadie puede ve­nir a mí si el Padre, que me ha enviado, no le trae, y yo le resucitaré en el último día. 4 5 En los Profetas está escrito: «Y se­rán todos enseñados de Dios». Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza viene a mí ; * 4 6 no que alguno haya visto al Padre, sino sólo el que está en Dios, ése ha visto al Padre. * 4 7 En verdad, en verdad os digo: El que cree tiene la vida eterna.

E l p a n e u c a r í s t i c o 48 Yo soy el pan de vida; 4 9 vuestros

padres comieron el maná en el desierto y murieron. 50 Este es el pan que baja del cielo, para que el que come no muera. 51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo. *

2 4 Fue en esta ciudad, y en su sinagoga, donde tuvo lugar el discurso que sigue (V.59X pa r a cuya inteligencia hemos de observar que no todos los oyentes ni todos los interlocutores participan de los mismos sentimientos respecto de Jesús, aunque sean designados con el mismo nombre por el evangelista.

26 Los milagros pueden considerarse, o como señales de la misión divina de Jesús, que con ellos invita a la fe, o como objetos extraordinarios, propios para satisfacer la curiosidad, o como fuente de provechos materiales.

2 7 Este sello del Padre son los milagros, con que autoriza el ministerio de su Hijo. 3 - Recordando el maná del desierto, con que Dios alimentó a Israel por tanto tiempo, les pa­

recía poca cosa la multiplicación de los panes y de los peces. Tal vez los que esto dicen no habían visto el milagro ni participado de él.

35 Jesús, Salvador, objeto de nuestra fe y amor, es el pan bajado del cielo, el verdadero maná de las almas.

37 La fe es don de Dios y es el Padre quien por ella conduce las almas a su Hijo, para que les dé vida y las resucite en el último día (Rom 8,30 ss.).

4 5 El texto es de Isaías (54,13). Esa doctrina del cielo consiste en hacernos conocer en Jesucristo al enviado del Padre. Jesús nos instruirá en los misterios de Dios y nos resucitará en el último día.

4 6 Es dicho repetido en la Escritura: «Nadie vio a Dios»; pero San Juan ha dicho ya que el Uni­génito del Padre, ése le ha visto y nos ha descubierto sus misterios (1,18).

51 Después de la multiplicación de los panes, Jesús anuncia que deben buscar otro alimento superior: el «pan de vida», «bajado del cielo» (v.35). En una primera fase de la argumentación, el

1115 5 2 Disputaban entre si los judíos, di­

ciendo : ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. 55 Porque mi carne es verdadera co­mida y mi sangre es verdadera bebida. * 56 El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él. 57 Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí. 5 8 Este es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre. 5 9 Esto lo dijo enseñando en una sinagoga de Cafarnaúm.

SAN JOAN 6-7

tes? la carne no ap:

e s el q u e da vida, -.•ha r te hablado son espi-os he •"",__. „. „„„ ,-_

63 El espír- t u f> ~ a n a d a . Las irovecha P»

E f e c t o de l s e r m ó n e n los d i sc ípu los

6 0 Luego de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede oirías? <>' Cono­ciendo Jesús que murmuraban de esto sus discípulos, les dijo: ¿Esto os escanda­liza? 6 2¿Pues qué sería si vierais al Hijo del hombre subir allí adonde estaba an-

palabras que y°°% e r o hay algunos de ritu y son vida; " po rque sabía Jesús vosotros que fl<? ? r e e " : ¡énes eran los que desde el pr incip 1 0 1 " e í q u e había de no creían y quien ® p o r esto os dije entregarle. 65 Y !?ít a mí si no le es que nadie puede v e n _ e s ( j e e n t onces mu­dado de mi Padre- s e f e t j r aron y ya chos de sus discipui -_esus a ¡ o s doce: no le seguían, * 6 7 v d « ° t a r n b i é n ? »* Res-¿Queréis iros vosot r s eñor , ¿a quién pondióle S imón P e a ,a^ras de vida eter-iríamos? Tú tienes pa CTeí¿0 y sabemos na, 69 y nosot ros h e m ^ e p j o s . ™ Respon-que tú eres el S a n t o .¿0 y 0 a los doce? dióle Jesús: ¿ N o « e e I ^ d i a b l o . ™ Habla-Y uno de vosot ros es f q U e éste, uno ba de Judas I scar io te J u g a r l e , de los doce, h a b í a de en t r »

. m n s e n G a l i l e a E s t a d o d e l o s aff l f f l» 8

y J e r u s a l e n

.„ a n d a b a Jesús por 7 1 Después d e es to a j f & ^ ^

I Galilea, p u e s " ° ¿ c 3 b a n para darle porque los j u d í o s le v fiesta d e 1<jg

I muerte. 2 E s t a b a " " " ^ ce rca

. e n i sed. El alimento «pan de vida» equivale a la «fe» en Jesús: el que crea en El no tendrá Va fíllje esa comida milagro-que ahora propone es muy superior al «maná» de los padres en el desierto- ya Q ^ a ¿escendido perso-sa no los libró de la muerte. En el v.48, el pensamiento avanza: no sól° J e s

escandalizaban de tal nalmente del cielo, haciendo frente a las murmuraciones de los judíos, Qu e . /v .5o), y. concretando afirmación, sino que El mismo es el «pan de vida». El que coma de El no m o r i r

0 p j a «carne» por la vida más, anuncia solemnemente que ese «pan de vida» o «viviente» (v.51) es s u , ^ Xsí se identifica el pan del mundo, primera alusión al sacrificio de su cuerpo para dar vida al r n u n ¿e la Eucaristía y la de vida con la «carne de Cristo» (véase 1 Cor 11,26), y se anuncia la Pr?me'criñcío memorial de la pasión, quedando así asociada la Eucaristía como sacramento a la idea de sa cc¿onan escandaliza-pasión de Cristo. La frase de Jesús es tan fuerte y categórica, que los judíos ,-eíli en el modo de la dos: «¿Cómo éste puede darnos a comer su carne?* (v.52). Comprendi e r o r I

a e la presenta como afirmación de Cristo, que no se trata de un mero símbolo o metáfora, sino « J a fe_

como podría una realidad: el «pan de vida» es su «carne». Ya no se trata de una vincul a c l | ^ escanda]osa para loa inducirse del v.35. Jesús no sólo no retira su afirmación anterior, que resu j ^ ¡ j 0 del hombre y no judíos, sino que recalca la idea en sentido literalista: «si no coméis la ca.fne,^e más desconcertante bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (v.53). La nueva afirma^1

c 0 m i ^ a P° r l° s hom-e inaceptable para los judíos: la «sangre»—vehículo de la vida—no puede se uCjitorio, Jesús prosi-bres (Gen 9,4; Dt 12,16). Pero, a pesar de esta repugnancia instintiva p a r a e. carrte y bebe mi sangre, gue en su exposición: «el que come (en griego, trago: comer masticando) m\ ' gimfoólica ° metafó-posee la vida eterna» (v.54). Cristo, pues, quiere descartar toda interpretad Y el fruto de esta rica de sus palabras: se trata de comer físicamente su carne y beber s u s a n ? , 0 insiste sobre la rea-manducación es la «vida eterna» y la «resurrección en el último día». V ^ e j n " j e

r a bebida» (v.ss). Esta lidad de sus palabras: «mi carne es verdadera comida, y mi sangre es

v e r d a d e s a ] a b r a ¡ , d e | M a e s t r o

, T T s p a l a b r a s í repetición excluye toda interpretación simbolista de las palabras de Jesús, JU ..eíXi sino que muchos

dios, sus enemigos, no l a s a ^ n l i a s i á d o «duras» (v.61). . __ntraban aquellas «palabras>> ^ antropofágico literal,

No pueden concebir esa manducación anunciada por Jesús sino en un s e r ^ . < i r r lbarg 0 - Jesús no co-

son tan insólitas y tajantes, que no sólo los judú de sus discípulos le abandonaron porque encontraban aquellas «palabras>> . , antropofágico literal, No pueden concebir esa manducación anunciada por Jesús sino en un ser£-n enibai*go, Jesús no co-y le abandonan, considerando sus palabras como delirios de un demente. ¡>* nuevO- Lo que prueba rrige ni atenúa el sentido realista de sus palabras anteriores para atraerlo3 f la tos ^ e *os Sinópticos que les da un sentido literalista. El mejor comentario a su promesa son l ° s

2 3 - 2 6 ) . sobre la insti-(Mt 26,26-28; Me 14,22-24; Le 22,10-20) y dei apóstol San Pablo (1 C ° r p a l ab ra s de Cristo es la tución de la Eucaristía, cuya interpretación sobre el sentido realista d e l a S " mejor garantía del sentido que les daba la primitiva comunidad cristiana- U Iner1* a r e^ escándalo

5 5 Esta grave afirmación es consecuencia de lo dicho, pero contribuya a

de sus oyentes. . | a espiritual de loa 63 La solución está no en la inteligencia grosera de sus oyentes, s11*0

discípulos fieles, que se entregan totalmente a Jesús. , c C ¿ón c* Juicio divino, 66 Así se va haciendo la selección entre los oyentes de Jesús, y con I a s e

anunciado por los profetas y por el Bautista.

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SAN JDAN 7 1116

judíos, la de los Tabernáculos. * 3 Dijé-ronle sus hermanos: Sal de aquí y vete a Judea para que tus discípulos vean las obras que haces; * 4 nadie hace esas cosas en secreto si pretende manifestarse. Puesto que eso haces, muéstrate al mundo. 5 Pues ni sus hermanos creían en El. 6 Jesús les dijo: Mi tiempo no ha llegado aún, pero vuestro tiempo siempre está pronto. 7 El mundo no puede aborreceros a vosotros, pero a mí me aborrece, porque doy testi­monio contra él de que sus obras son malas. 8 Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esta fiesta, porque aún no se ha cumplido mi tiempo. 9 Dicho esto, se quedó en Galilea.

10 U n a vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió El también, no manifiestamente, sino en secreto, n Los judíos le buscaban en la fiesta y decían: ¿Dónde está ése? 12 Y había entre las muchedumbres gran cuchicheo acerca de El. Los unos decían: Es bueno ; pero otros decían: No , seduce a las turbas. •3 Sin embargo, nadie hablaba libremente de El por temor de los judíos. *

L a de fensa d e J e s ú s a c e r c a de l q u e b r a n t a m i e n t o d e l s á b a d o

l* Mediada ya la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba. 15 Admirábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo es que éste, no habiendo estudiado, sabe letras? 16 Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. 1 7 Quien quisiere hacer la voluntad de El conocerá si mi doctrina es de Dios o si es mía. 18 El que de sí mismo habla busca su propia gloria; pero el que busca la glo­ria del que le ha enviado, ése es veraz y no hay en él injusticia, 19 ¿No os dio Moi­sés la Ley? Y ninguno de vosotros cum­ple la Ley. ¿Por qué buscáis darme muer­te? * 20 La muchedumbre respondió: Tú estás poseído del demonio; ¿quién busca darte muerte? * 2 i Respondió Jesús y les dijo: U n a obra he hecho, y todos os ma­

ravilláis. 22 Moisés os dio la circuncisión —no que proceda de Moisés, sino de los padres—, y vosotros circuncidáis a un hombre en sábado. 2 3 Si un hombre re­cibe la circuncisión en sábado para que no quede incumplida la ley de Moisés, ¿por qué os irritáis contra mi porque he curado del todo a un hombre en sába­do? 24 N o juzguéis según las aparien­cias; juzgad según justicia.

O r i g e n d i v i n o de l M e s í a s 25 Decían, pues, algunos de los de Jeru-

salén: ¿No es éste a quien buscan ma­tar? 2 6 Y habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que de verdad habrán reco­nocido las autoridades que es el Mesías? 27 Pero de éste sabemos de dónde viene; mas del Mesías, cuando venga, nadie sa­brá de dónde viene. * 28 Jesús, enseñando en el templo, gritó y dijo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy; y yo no he venido de mí mismo, pero el que me h a enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis. 29 Yo le conozco, porque proce­do de El y El me ha enviado. * 30 Busca­ban, pues, prenderle, pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora.

D e s a p a r i c i ó n m i s t e r i o s a d e J e s ú s

31 De la multitud muchos creyeron en El, y decían: El Mesías, cuando venga, ¿hará más milagros de los que éste hace? 32 Oyeron los fariseos a la muchedumbre que cuchicheaba acerca de El, y enviaron los príncipes de los sacerdotes y los fa­riseos alguaciles para que le prendiesen. * 33 Dijo entonces Jesús: Aún estaré con vosotros un poco de tiempo, y me iré al que me ha enviado. 34 Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo voy, vosotros no podéis venir. * 35 Dijéronse entonces los judíos: ¿Adonde va a ir éste que nosotros no hayamos de hallarle? ¿Acaso quiere irse a la dispersión de los gentiles a ense­ñarlos a ellos? 3 6 ¿ Q u é es esto que dice:

y 2 Era la fiesta de los Tabernáculos la tercera de las fiestas prescritas por la Ley; se celebraba * a fines del verano con gran solemnidad, para dar gracias por los últimos frutos de la tierra y pedir la lluvia para la próxima sementera. Era la que más concurso de peregrinos atraía, porque la bonanza del tiempo estival facilitaba la navegación de los j'udíos de la Diáspora.

3 Son estos hermanos sus parientes, que podían serlo en diverso grado, los cuales padecían del mismo mal de la incredulidad que los nazarenos. Véase nota a Mt 12,46.

13 «Judíos» equivale aquí a los que conspiraban contra Jesús. Es ordinario en San Juan el sen­tido peyorativo de la palabra.

19 La Ley es la expresión de la voluntad de Dios, y vosotros no la guardáis; por eso no enten­déis mi doctrina.

20 Es el demonio quien le sugiere esa manía persecutoria, que le lleva a pensar tales despropó­sitos. Así pensaba la muchedumbre, ignorante de lo que pasaba entre bastidores.

2 7 El Mesías será hijo de David, pero aparecerá en el mundo por caminos misteriosos, con lo que autorizará más su persona. Así no podrán decirle: «¿No es éste el hijo de José?»

2 9 Jesús contrapone su origen humano a su misión divina. 3 2 Viendo que la muchedumbre se volvía favorable a Jesús, resuelven poner en ejecución sus

propósitos. Esos alguaciles eran la policía interior del templo. 3 4 En los días de angustia que seguirán a la muerte de Jesús, los judíos buscarán a su Mesías

para que los salve; pero éste no responderá a sus clamores.

1117 SAN JUAN 7-8

Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo voy, vosotros no podéis venir?

L a p r o m e s a del agua viva 3 7 El último día, el dia grande de la

fiesta, se detuvo Jesús y gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. * 38 El que cree en mí, según dice la Escri­tura, ríos de agua viva correrán de su seno. 39 Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en El, pues aún no había sido dado el Espíritu, por­que Jesús no había sido glorificado.

D i v e r s o s p a r e c e r e s s o b r e Jesús 4 0 D e la muchedumbre, algunos que

escuchaban estas palabras decían: Verda­deramente que éste es el Profeta. 4 i Otros decían: Este es el Mesías; pero otros re­plicaban: ¿Acaso el Mesías puede venir de Galilea? 4 2 ¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Be­lén, de donde era David, ha de venir el Mesías? * *3 Y se originó un desacuerdo en la multitud por su causa. 4 4 Algunos de ellos querían apoderarse de El, pero nadie le puso las manos. 4 5 Volvieron, pues, los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? 4 6 Respon­dieron los alguaciles: Jamás hombre al­guno habló como éste. 4 7 Pero los fari­seos les replicaron: ¿Es que también vos­otros os habéis dejado engañar? 48 ¿Aca­so algún magistrado o fariseo ha creído en El? 4 9 Pero esta gente, que ignora la Ley, son unos malditos. 50 Les dijo Ni-codemo, el que había ido antes a El, que era uno de ellos: 51 ¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre antes de oirle y sin averiguar lo que hizo? 52 Le respondieron y dijeron: ¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no ha

salido profeta alguno. 53 Y se fueron cada uno a su casa.

L a m u j e r adúltera

8 1 Se fue Jesús al monte de los Oli­vos, 2 pero de mañana, otra vez vol­

vió al templo, y todo el pueblo venía a El, y sentado, los enseñaba. * 3 Los escri­bas y fariseos trajeron a una mujer cogi­da en adulterio y, poniéndola en medio, 4 le dijeron: Maestro, esta mujer h a sido sorprendida en flagrante delito de adul­terio. * 5 En la Ley nos ordena Moisés apedrear a éstas; tú, ¿qué dices? 6 Esto lo decían tentándole, para tener de qué acusarle. Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en tierra. 7 Como ellos insis­tieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el primero. 8 E inclinán­dose de nuevo, escribía en tierra. * 9 Ellos que le oyeron, fueron saliéndose uno a uno, comenzando por los más ancianos, y quedó El solo y la mujer en medio . 1 0 In­corporándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dón­de están? ¿Nadie te ha condenado? n Dijo ella: Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te condeno tampoco; vete y no peques más. *

J e s ú s , luz del m u n d o , ates t iguado por el p a d r e

12 Otra vez les habló Jesús, diciendo: Yo soy la luz del m u n d o ; el que me si­gue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida. * 13 Dijéronle, pues, los fari­seos : Tú das testimonio de ti mismo, y tu testimonio no es verdadero. 14 Respondió Jesús y dijo: Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vengo y adonde voy, mientras que vosotros no sabéis de dón­de vengo o adonde voy. 15 Vosotros juz-

3 7 Esta exclamación de Jesús parece coincidir con cierto rito que practicaban el día séptimo de la fiesta arrojando agua de un lugar alto, como para imitar la lluvia que pedían a Dios. El evange­lista nos explica su sentido en armonía con las palabras de 4,13.

4 2 Así lo dice el profeta Miqueas (5,1; Mt 2,5 s.).

82 Concuerda este comienzo con Le 21,38, y el relato que sigue se parece a uno de los varios lazos que los directores de Israel tendían a Jesús con el intento de perderle.

4 El lazo consistía en esto: la Ley sancionaba con la muerte el crimen de adulterio (Lev 20,10; Dt 22,22 ss.); pero las costumbres habían cambiado mucho desde la época de Moisés y la pena se había mitigado en ía práctica. Los que preguntan pretenden poner a Jesús enfrente de la Ley, sí se inclina por la mitigación, o echar sobre El la nota cruel, si opta por la letra de la Ley, En uno y otro caso, el crédito de Jesús quedaría comprometido ante el pueblo.

8 Como hombre absorto en sus pensamientos, escribe en tierra, aparentando mo darse cuenta de lo que hace, o más bien escribe algo que, leído por sus interlocutores, los ahuyenta. Por desgra­cia, los acusadores no estaban en moralidad por encima de la acusada, y así se fueron escabullendo, temiendo una rociada mayor.

1 1 Sentencia fue ésta muy conforme con la conducta de Jesús, que había venido a salvar a los pecadores, no a juzgarlos. Este episodio se halla omitido en bastantes códices y versiones antiguas, y los Padres que comentaron a San Juan parecen ignorarlo. De los códices hay algunos que lo traen a continuación de Le 21,38 o de Jn 7,36. Esto no significa que no sea auténtico e inspirado, sino que lo omitieron los copistas por temor de que diera ocasión para abusar de la indulgencia del Salvador en favor de los adúlteros.

12 Esta sentencia acaso fue sugerida a Jesús por la iluminación que en algunos días de esta fiesta se hacía en e] templo (1,9).

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SAN JOAN 8 1118

Íiáis según la carne; yo no juzgo a nadie; 6 y si juzgo, mi juicio es verdadero, por­

que no estoy solo, sino yo y el Padre , que me ha enviado. * n En vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos es verdadero . 1 8 Yo soy el que da testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha envia­do , da testimonio de mí. I 9 Pero ellos le decían: ¿Dónde está tu padre? Respondió Jesús: N i a mí me conocéis ni a mi Padre ; si me conocierais a mí, conoceríais tam­bién a mi Padre. 20 Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el templo, y nadie puso en El las manos, porque aún no había llegado su hora.

P e l i g r o d e los j u d í o s e n d e s c o n o c e r a J e s ú s

2i Todavía les dijo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; ajdonde yo voy no podéis venir vosotros. * 2 í Los judíos se decían: ¿Acaso va a darse muerte, que dice: A donde yo voy no podéis venir vosotros? 23 El ]es decía: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24 Os dije que moriríais en vuestro pecado, porque si no creyereis, moriréis en vuestros pecados. 25 Ellos de­cían: ¿Tú quién eres? Jesús les dijo: Es precisamente lo que os estoy diciendo. * 26 Mucho tengo que hablar y juzgar de vosotros, pues el que me ha enviado es veraz, y yo hablo al mundo lo que le oigo a El. 27 N o comprendieron que les ha­blaba del Padre. 2 8 Dijo, pues, Jesús: Cuando levantéis en alto al Hijo del hom­bre, entonces conoceréis que yo soy, y no hago nada de mí mismo sino que, según me enseñó el Padre, así hablo. * 29 El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que es de su agrado. 30 Hablando El esas cosas, muchos creyeron en El.

L o s j u d í o s n o s o n hijos d e A b r a h a m n i d e D i o s , s ino hi jos de l d i a b l o

31 Jesús decía a los judíos que habían creído en El : Si permanecéis en mi pala­bra, seréis en verdad discípulos míos 3 2 y conoceréis la verdad, y la verdad os libra­rá. 33 Respondiéronle ellos: Somos linaje

16 Porque no he venido a juzgar, sino a salvar (3,17). Jesús se presenta aquí como Hijo de Dios y unido con el Padre en cuantas cosas hace éste (5,17).

21 Alusión a su muerte y a la incredulidad de los judíos (7,33 s.). 25 La expresión es obscura y da lugar a diversas explicaciones. San Grisóstomo la glosa así:

«Absolutamente no sois dignos de oir mis palabras ni de aprender quién soy yo». Sin embargo, cum­ple la voluntad del Padre, que le envió a enseñar.

2* La resurrección fue el mayor argumento dado a los judíos sobre la misión divina de Jesús y el que mejor mostraba que Dios estaba con El (Act 2,23 s.).

33 No es fácil que sean los creyentes a quienes Jesús dirige estas palabras, sino otros de los pre­sentes, que muestran, en la prontitud de su réplica, el espíritu que los anima.

4 8 Era este de samaritano el nombre más aborrecible para un judío; poco menos que el de demonio. _ . .

51 Esta muerte es la muerte eterna (5,24), cosa que los judíos, llevados de sus prejuicios, entien­den de la muerte temporal.

de Abraham, y de nadie hemos sido ja­más siervos; ¿cómo dices tú : Seréis li­bres?* 34 Jesús les contestó: E n verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es siervo del pecado. 35 E I siervo no permanece en la casa para siempre. 3 6 Si, pues, el Hijo os librare, seréis ver­daderamente libres. 37 s e q u e s o ¡ s ] i n a j e de Abraham; pero buscáis matarme, por­que mi palabra no ha sido acogida por vosotros. 38 Yo hablo lo que he visto en el Padre ; y vosotros también hacéis ío que habéis oído de vuestro padre. 3 9 Respon­dieron y dijéronle: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. 4" Pero ahora buscáis quitarme la vida, a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, que oyó de Dios ; eso Abraham no lo hizo, i i Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.

Dijéronle ellos: Nosotros no somos nacidos de fornicación; tenemos por pa­dre a Dios. 42x?íjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí ; porque yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, antes es El quien me ha enviado. 4 3 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no po­déis oir mi palabra. 4 4 Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira. 4S Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis. 4 6 ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 4 7 El que es de Dios oye las palabras de D ios ; por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios. 4S Respondieron los ju­díos y le dijeron: ¿No decimos bien nos­otros que tú eres samaritano y tienes de­monio? * 4 9 Respondió Jesús: Y o no ten­go demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí. 50 Yo no busco mi gloria; hay quien la busque y juzgue. 5I En verdad, en verdad os digo: Si alguno guardare mi palabra, jamás verá la muerte. *

1119 SAN JUAN 8-9

5 2 Dijéronle los judíos: Ahora nos con­vencemos de que estás endemoniado. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: Quien guardare mi palabra no gustará la muerte nunca. M ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abraham, que murió? Y los profetas murieron. ¿Quién pretendes ser? 54 Respondió Je­sús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada ; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís que es vuestro Dios. * 55 Y no le conocéis, pero yo le conozco; y si dijere que no le co­nozco, sería semejante a vosotros, embus­tero ; mas yo le conozco y guardo su pala­bra. 56 Abraham, vuestro padre, se rego­cijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró. 57 p e r o i o s judíos le dijeron: ¿No tienes aún cincuenta años y has visto a Abraham? '8 Respondió Jesús: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham naciese, era yo. * 5!> Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo.

L a c u r a c i ó n d e l c i ego d e n a c i m i e n t o

Q l Pasando, vio a un hombre ciego de ** nacimiento, 2 y sus discípulos le pre­guntaron, diciendo: Rabbí , ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera cie­go?* 3 Contestó Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 Es preciso que yo haga las obras del que me envió mien­tras es de día; venida la noche, ya nadie puede trabajar. * 5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo. 6 Diciendo esto, escupió en el suelo, hizo con saliva un poco de lodo y untó con lodo los ojos, 7 y le dijo: Vete y lávate en la pisci­na de Siloé—que quiere decir enviado—. Fue, pues, se lavó y volvió con vista. 8 Los vecinos y los que antes le conocían, pues era mendigo, decían: ¿No es éste el que estaba sentado pidiendo limosna? 9 Unos decían que era él ; otros decían: No, pero se le parece. El decía: Soy yo. 1° Entonces le decían: ¿Pues cómo se te han abierto los ojos? n Respondió él: Ese hombre llamado Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Vete a Siloé y lávate; fui, me lavé y recobré la vista.

12 Y le dijeron: ¿Dónde está ése? Contes­t ó : N o lo sé.

D i s c u s i ó n s o b r e el v a l o r de l m i l a g r o

13 Llevan a presencia de los fariseos al antes ciego, 14 pues era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. 15 De nuevo le preguntaron los fariseos cómo había recobrado la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo. i6 Dijeron entonces algunos de los fariseos: N o puede venir de Dios este hombre, pues no guarda el sábado. Otros decían: ¿Y cómo puede un hombre peca­dor hacer tales milagros? Y había des­acuerdo entre ellos. 17 Otra vez dijeron al ciego: ¿Qué dices tú de ese que te abrió los ojos? El contestó: Que es profeta.

l8 N o querían creer los judíos que aquél era ciego y que había recobrado la vista hasta que llamaron a sus p a d r e s , I 9 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, de quien vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo ahora ve? 20 Respondie­ron los padres y dijeron: Lo que sabemos es que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21 cómo ve ahera, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, nosotros no lo sa­bemos; preguntádselo a él, edad tiene; que él hable por sí.

22 Esto dijeron sus padres, porque te­mían a los judíos, pues ya éstos habían convertido en que, si alguno le confesaba Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. * 23 Por esto sus padres dijeron: Edad tie­ne ; preguntadle a él. 24 Llamaron, pues, por segunda vez al ciego y le dijeron: D a gloria a Dios ; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. * 25 \ esto respondió él: Si es pecador, no lo sé; lo que sé es que, siendo ciego, ahora veo. 26 Dijéronle también: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Z7 El les respondió: Os lo he di­cho ya y no habéis escuchado. ¿Para qué queréis oirlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos? 28 Ellos, insul­tándole, dijeron: Sé tú discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés; cuanto a éste, no sabemos de dónde viene. 3" Respondió el hombre y les dijo: Eso es de maravillar: que vos­otros no sepáis de dónde viene, habién-

54 La alabanza en boca propia envilece; pero Jesús, enviado al mundo por su Padre, recibe de El la gloria por las obras maravillosas que le concede ejecutar.

58 La eternidad se expresa ordinariamente por la anterioridad al mundo (Le u,5o; Jn 17,24); aquí la declara por la anterioridad al patriarca, cosa que los judíos toman por una blasfemia.

Q 2 Las palabras de Jesús al paralítico (5,14) debieron confirmar a los discípulos en la idea co-J rriente de que todo mal proviene de algún pecado, lo que en este ciego de nacimiento ofrecía una dificultad.

4 Este lenguaje metafórico se inspira, sin duda, en la condición del ciego privado de luz. 2 2 Expulsar de la sinagoga valía tanto como excomulgar. 2 4 Declarar la verdad era dar gloria a Dios (Jos 7,10).

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SAN JUAN 9-10 1120

Hará pasto. "> El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante. 11 Yo soy el buen pastor ; el buen pastor da su vida por las ovejas ; 1 2 el asalariado, el que no es pastor, dueño de las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas, y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas, 13 porque es asalariado y no le da cuidado de las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí, * 15 como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las ovejas. 1 6 Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor. *

L a m u e r t e d e J e s ú s 17 Por esto el Padre me ama, porque

yo doy mi vida para tomarla de nuevo. * 18 Nadie me la quita, soy yo quien la doy de mí mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. Tal es el mandato que del Padre he recibido.

P a r e c e r e s c o n t r a r i o s 19 Otra vez se suscitó desacuerdo entre

los judíos a propósito de estos razona­mientos. 20 Pues muchos de ellos decían: Está endemoniado, ha perdido el juicio; ¿por qué le escucháis? 21 Otros decían: Estas palabras no son de un endemonia­do, ni el demonio puede abrir los ojos a los ciegos.

J e s ú s , u n o c o n su P a d r e 22 Se celebraba entonces en Jerusalén la

Dedicación; era invierno,* 2 3 y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 24 L e rodearon, pues, los ju­díos y le decían: ¿Hasta cuándo vas a te­nernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo claramente. 25 Respondióles Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimo­nio de mí ; 26 pero vosotros no creéis, por­que no sois de mis ovejas. 2 7 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, 28 y yo les doy la vida eterna, y no

30 Este lenguaje muestra la íntima convicción del ciego. Por él habla el buen sentido, que va a estrellarse contra la malevolencia de los judíos.

34 Era todo él pecado en virtud del principio indicado antes por los apóstoles (9,2). 39 Este juicio lo realizaba con su enseñanza y sus obras, dando asi ocasión para que se descu­

briesen los ocultos sentimientos de muchos, según lo había anunciado a María el anciano Simeón (Le 2,35).

1 n 2 Pastores son, en el lenguaje de la Escritura, los príncipes, sacerdotes y profetas de Israel; " pastor era el Mesías, y pastor de su pueblo el mismo Dios (Zac 10,2 s._; Ez 34,2 s.). Los oyen­

tes de Jesús podían entender sus palabras; lo que no entendían era el propósito a que las decía. 14 No sólo es Jesús la puerta del redil; es también el pastor supremo de las almas (1 Pe 5,4). 16 Son estas ovejas las naciones de la gentilidad, que en Le 13,29 nos hace entrever sentadas

a la mesa, en el reino de los cielos, en compañía de los patriarcas. 1 7 Jesús, dueño de su destino, se entrega a la muerte y recobra la vida, según la voluntad del

Padre. 22 En memoria de la restauración del culto por Judas Macabeo en 165 a. de C , después de la

profanación de Antíoco IV, se instituyó esta fiesta (1 Mac 4,58).

dome abierto a mí los ojos. * 31 Sabido es que Dios no oye a los pecadores; pero sí uno es piadoso y hace su voluntad, a ése le escucha. 3 2 Jamás se oyó decir que nadie haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si éste no fuera de Dios, no podía hacer nada. 34 Respondieron y dijéronle: Eres todo pecado desde que naciste, ¿y pretendes enseñarnos? Y le echaron fuera. *

L a fe y la c e g u e r a 3 5 Oyó Jesús que le habían echado fue­

ra, y encontrándole, le dijo: ¿Crees en el Hijo del hombre? 3 6 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en El? 3 7 Díjole Jesús: Le estás viendo; es el que habla contigo. 3 8Dijo él : Creo, Señor, y se postró ante El. 39 Jesús dijo: Y o he venido al mundo para un juicio, para que los que no ven vean y los que ven se vuel­van ciegos. * 4 0 Oyeron esto algunos fa­riseos que estaban con El y le dijeron: ¿Conque nosotros somos también cie­gos? 4l Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora decís: Ve­mos, y vuestro pecado permanece.

E l p a s t o r y e l r e b a ñ o

•j n 1 En verdad, en verdad os digo J L " que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador; 2 pero el que entra por la puerta, ése es pastor de las ovejas. * 3 A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca fue­ra ; 4 y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; 5 pero no segui­rán al extraño; antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 6 Les dijo esta semejanza; pero no entendieron qué era lo que les hablaba. 7 De nuevo les dijo Jesús: En verdad, en verdad os digo: Y o soy la puerta de las ovejas; 8 to ­dos cuantos han venido eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no los oye­ron. ' Yo soy la puerta; el que por mí en­trare se salvará, y entrará y saldrá y ha-

1121 SAN JOAN 10-11

perecerán para siempre, y nadie las arre­batará de mi mano. 29 L 0 que mi Padre me dio es mejor que todo, y nadie podrá arrebatar nada de la mano de mi Padre. 30 Y o y el Padre somos una sola cosa.

31 D e nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle. 3 2 Jesús les respondió: Muchas obras os he mostrado de parte de mi Pad re ; ¿por cuál de ellas me ape­dreáis? 33 Respondiéronle los judíos: Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hom­bre, te haces Dios. 3 4 Jesús les replicó: ¿No está escrito en vuestra Ley: «Yo di­g o : Dioses sois»?* 35¿Si llama dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, 3 6 de Aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo decís vosotros: Blasfe­mas, porque dije: Soy Hijo de Dios? 3 7 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 3 8 pero si las hago, ya que no me creáis a mí, creed a las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. 39 D e nuevo busca­b a n cogerle, pero El se deslizó de entre sus manos .

H u i d a d e J e s ú s h a c i a el J o r d á n 4 0 Part ió de nuevo al o t ro lado del Jor­

dán, al sitio en que Juan había bautizado la primera vez, y permaneció allí. * 4 i Mu­chos venían a El y decían: Juan no hizo milagro alguno, pero todas cuantas co­sas dijo Juan de éste eran verdaderas. 4 2 Y muchos allí creyeron en El.

V u e l t a a B e t a n i a

U l Había un enfermo, Lázaro, de Betania, de la aldea de María y

Mar ta , su hermana. * 2 Era esta María la que ungió al Señor con ungüento y le en­jugó los pies con sus cabellos, cuyo her­mano Lázaro estaba enfermo. 3 Enviaron, pues, las hermanas a decirle: Señor, el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, di­jo : Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de

3 4 No trae esas palabras para atenuar el sentido de su declaración anterior, sino para decir a los Judíos que no deben escandalizarse de la declaración, antes examinar y ver, según los testimo­nios que le rodean, el sentido que puede tener.

4 0 Aunque dueño de su vida, según declaró en el v.17, se retira del peligro, porque no es vo­luntad del Padre que haga milagros para defenderse, mientras llega la hora. Él sitio señalado es el mismo de 1,28.

Las hermanas nos son ya conocidas por Le 10,39 ss.; pero no la persona de Lázaro. Esta muerte es para manifestación de la gloria de Dios mediante el milagro de la resurrección.

9 El día, corno la noche, se dividía en doce horas, que eran mayores o menores sagún la esta­ción del año. «Si alguno camina»: declara que no hay peligro ninguno mientras no sea llegada la hora decretada por el Padre.

1 8 Tiene el estadio 185 metros, de donde resulta unos tres kilómetros de distancia de Betania a Jerusalén.

2 4 Hay entre estas palabras y las del v.21 cierta oposición. Marta tiene gran fe en el poder de la oración de Jesús; pero no se atreve a pensar en la resurrección de su hermano, enterrado hacía ya cuatro días.

2 5 De lo primero habla San Juan (1,3); lo último lo repite Jesús (6,33.40). 26 Se entiende de muerte la eterna, que es lo opuesto de la vida eterna.

Nácar-Caluma M

Dios sea glorificado por ella. * 5 Jesús amaba a Mar ta y a su hermana y a Lá­zaro. 6 Aunque oyó que estaba enfermo, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más ; 7 pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea.

8 Los discípulos le dijeron: Rabbí , los judíos te buscan para apedrearte, ¿y de nuevo vas allá? 9 Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Si alguno ca­mina durante el día, no tropieza, porque ve la luz de este m u n d o ; * 10 pero si cami­na de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11 Esto dijo, y después añadió: Lá­zaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle. 12 Dijéronle enton­ces los discípulos: Señor, si duerme, sa­nará. 13 Hablaba Jesús de su muerte, y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces les dijo Jesús cla­ramente : Lázaro ha muerto , 15 y me ale­gro por vosotros de no haber estado allí para que creáis; pero vamos a l l á . 1 6 Dijo, pues, Tomás, l lamado Dídimo, a los com­pañeros : Vamos también nosotros a mo­rir con El.

C o n v e r s a c i o n e s c o n M a r t a 17 Fue , pues, Jesús y se encontró con

que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Estaba Betania cerca de Jerusalén co­mo unos quince estadios,* I9y muchos judíos habían venido a Mar ta y a María para consolarlas por su hermano. 2 0 Mar­ta, pues, en cuanto oyó que Jesús llega­ba, le salió al encuentro; pero María se quedó sentada en casa. 21 Dijo, pues, Mar­ta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi he rmano; 22 poro sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará. 23Djj0 le Jesús: Resucitará tu hermano. 2 4 Mar ta le dijo: Sé que resu­citará en la resurrección, en el último día. * 25 Díjole Jesús: Y o soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá;* 26 y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú es­to? * 2 7 Díjole ella: Sí, Señor; yo creo que

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SAN JUAN 11-12 1122

tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo.

2 8 Diciendo esto, se fue y llamó a Ma­ría, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está ahí y te llama. 29 Cuando oyó esto, se levantó al instante y se fue a El, 3" pues aún no había entrado Jesús en la aldea, sino que se hallaba aún en el sitio donde le había encontrado Mar­ta. 31 Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, viendo que María se levantaba con prisa y salía, la siguieron pensando que iba al monumento para llo­rar allí. 32 Así que María llegó donde Je­sús estaba, viéndole, se echó a sus pies, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano. *

L a r e s u r r e c c i ó n d e L á z a r o

33 Viéndola Jesús llorar, y que lloraban también los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y se turbó, 34 y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Seflor, ven y ve. 35 Lloró Jesús, 36 y los judíos decían: ¡Cómo le amaba! 37 Algu­nos de ellos dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los ojos del ciego, hacer que no mu­riese? 38 Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era una cueva tapada con una piedra. 39 Dijo Je­sús: Quitad la piedra. Díjole Marta , la hermana del muer to : Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. 4 0 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios? * 41 Quitaron, pues, la pie­dra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 4 2 yo sé que siempre me escu­chas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviado. 43 Diciendo esto, gritó con fuerte voz: Lázaro, sal fuera. 4 4 Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltadle y dejarle ir.

R e s o l u c i ó n d e l conse jo 4 5 Muchos de los judíos que habían ve­

nido a María y vieron lo que había he­cho, creyeron en El, 4 6 pero algunos se

fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. 4 7 Convocaron enton­ces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿Qué ha­cemos, que este hombre hace muchos mi­lagros? 4 8 Si le dejamos así, todos creerán en El, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 4 9 Uno de ellos, Caifas, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada ; 50 ¿no comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo y no que perezca todo el pue­blo? * 51 N o dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, pro­fetizó que Jesús había de morir por el pueblo, 5 2 y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios, que están dispersos. 53 Desde aquel día tomaron la resolución de matarle.

54 Jesús, pues, ya no andaba en públi­co entre los judíos; antes se fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efrem, y allí moraba con los dis­cípulos. * 55 Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subían del campo a Jerusalén antes de la Pascua para puri­ficarse. * 5 6 Buscaban, pues, a Jesús, y unos a otros se decían en el templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? 57 Pues los príncipes de los sacerdotes y los fari­seos habían dado órdenes para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de echarle mano.

L a u n c i ó n e n B e t a n i a (Mt 26,6-13: Me 14,3-0)

1 Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lá­

zaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. * 2 Le dispusieron allí una cena; y Mar ta servía, y Lázaro era de los que estaban a la mesa con El. 3 María, tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus ca­bellos, y la casa se llenó del olor del un­güento. 4 Judas Iscariote, uno de sus dis­cípulos, el que había de entregarle, dijo: * 5 ¿Por qué este ungüento no se vendió en

12

32 El echarse María a los pies de Jesús indica el distinto temperamento de las dos hermanas, lo mismo que en Le 10,38 ss.

40 Esta gloria es el milagro estupendo de la resurrección de un muerto de cuatro días. 50 No comprenden que este hombre los compromete ante los romanos, y, quitado de delante,

se salva la situación. Pero en estas palabras ve el evangelista un sentido más alto, en que Caifas no pensaba. Dios realizó mediante la muerte de Jesús la salud del mundo.

54 Si antes había venido a Judea, aun a trueque de chocar contra los judíos, ahora, terminada su obra, se retira de nuevo al desierto. Efrem, o Efrom en el Antiguo Testamento, se halla al nor­deste de Jerusalén, en el limite del desierto.

55 La celebración de la Pascua, como la participación en otros actos del culto, exigía el estado de pureza legal, que muchos, sobre todo los que moraban entre gentiles, no tendrían. De esa pureza hablan Ex 12,43 ss.; Núm 9,13 ss.; 2 Par 30,3 ss.; Jn 18,28. •f O * Fue esto el sábado víspera de la entrada en Jerusalén. • "• 4 San Juan limita a Judas lo que San Mateo atribuye a «los discípulos». Igual ocurre con la con­

ducta de los ladrones entre Mt 27,44 y Le 23,39. San Mateo gusta del plural genérico en vez del singular.

1123 SAN JUAN 12

trescientos denarios y se dio a los po­bres? * 6 Esto decía, no por amor a los pobres, sino porque era ladrón, y, llevan­do él la bolsa, hurtaba de lo que en ella echaban. 7 Pero Jesús dijo: Déjala, lo te­nía guardado para el día de mi sepultu­ra. * con siempre.

8 Porque pobres siempre los tenéis vosotros, pero a mí no me tenéis

C o n c u r s o d e curiosos e n Betania

9 Una muchedumbre de judíos supo que estaba allí, y vinieron, no sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro, a quien ha­bía resucitado de entre los muertos. 10 Los príncipes de los sacerdotes habían resuel­to matar a Lázaro, n pues por él muchos judíos se iban y creían en Jesús.

Entrada triunfal e n Jerusalén (Mt 21,1-9; Me 11,1-ro; Le 19,29-40)

12 Al día siguiente, la numerosa muche­dumbre que había venido a la fiesta, ha­biendo oído que Jesús llegaba a Jerusa­lén, !3 tomaron ramos de palmera y sa­lieron a su encuentro gri tando: ¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Señor y el Rey de Israel.

14 Habiendo Jesús encontrado un po­llino, montó sobre él, según está escrito: 15 «No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu rey montado sobre un pollino de asna». 16 Esto no lo entendieron, des­de luego, los discípulos; pero cuando fue glorificado Jesús, entonces recordaron que de El estaban escritas estas cosas que ellos le habían hecho. * 17 Le rendía testimo­nio la muchedumbre que estaba con El cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. ' 8 También por esto le salió al encuentro la multitud, porque habían oído que había hecho este milagro. 19 Entre tanto, los fariseos se de­cían: Ya veis que no adelantamos nada. Ya veis que todo el mundo se va en pos de El.

G r i e g o s deseosos d e v e r a J e s ú s 2 0 Había algunos griegos entre los que

habían subido a adorar en la fiesta. 21 Es­tos, pues, se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron, dicien­do : Señor, queremos ver a Jesús. 2 2 Fe­lipe fue y se lo dijo a Andrés; Andrés y Felipe vinieron y se lo dijeron a Jesús.

E l t r i u n f o d e J e s ú s e n su m u e r t e 2 3 Jesús les contestó diciendo: Es lle­

gada la hora en que el Hijo del hombre será glorificado. * 2 4 En verdad, en verdad os digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho fruto. 25 El que ama su alma, la pierde; pero el que aborrece su alma en este mundo, la guardará para la vida eterna. 26 Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará tam­bién mi servidor; si alguno me sirve, mi Padre le honrará. 2 7 Ahora mi alma se siente turbada. ¿Y qué diré? ¿Padre, lí­brame de esta hora? ¡Mas para esto he venido yo a esta hora! * 28 Padre, glori­fica tu nombre. Llegó entonces una voz del cielo: «Le glorifiqué y de nuevo le glo­rificaré». * 29 La muchedumbre que allí es­taba y oyó, decía que había t ronado; otros decían: Le habló un ángel.

30 Jesús respondió y dijo: N o por mí se ha dejado oír esta voz, sino por vos­otros. 31 Ahora es el juicio de este mun­d o ; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera, * 3 2 y yo, si fuere levan­tado de la tierra, atraeré todos a mí. 33 Es­to lo decía indicando de qué muerte ha­bía de morir.

D e s c o n c i e r t o e n la m u c h e d u m b r e 34 La multitud le contestó: Nosotros sa­

bemos por la Ley que el Mesías permane­ce para siempre: ¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre ha de ser levan­tado? ¿Quién es ese Hijo del hombre? 35 Díjoles Jesús: Por poco tiempo aún es­tá la luz en medio de vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que no os sor-

5 San Marcos nota que el nardo era legítimo (14,3) y, por consiguiente, de gran precio. Y lo era en verdad, pues valía 300 denarios, El denario era el jornal de un obrero (Mt 20,2).

7 La frase de Juan es un tanto obscura: pero, explicada a la luz de Mt 26,12, significa que Vía-ría, como si presintiera la muerte de su Maestro, anticipa la unción, que no podrá ejecutar sobre su cadáver, y satisface a su amor y a su gratitud por la resurrección de Lázaro, su hermano.

16 Quiere decir San Juan que los discípulos cumplieron el vaticinio profético movidos por ins­tinto divino, pero sin darse cuenta de ello.

23 Será glorificado por la resurrección que seguirá a la muerte. Entonces será llegada Ja hora de anunciar su nombre a los gentiles, y el grano de la palabra evangélica se multiplicará.

2 7 Como en Getsemaní, Jesús siente el horror de la muerte, que se le acerca, y, movido de él, hace esta petición al Padre. Pero luego vuelve sobre sí para pedir la glorificación del Padre y el cum­plimiento de su voluntad.

3 ' El juicio se realizará por la victoria definitiva sobre el diablo, príncipe de este mundo. Esta victoria, iniciada en el desierto, continuada con la expulsión de los espíritus, se consumará con la muerte y la resurrección.

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SAN JUAN 12-13 1124

prendan las tinieblas, pues el que camina en tinieblas no sabe por dónde va. * 36 Mientras tenéis luz, creed en la luz, para ser hijos de la luz. Esto dijo Jesús, y partiendo se ocultó de ellos.

L a i n c r e d u l i d a d j u d í a , p r e v i s t a p o r J e s ú s

37 Aunque había hecho tan grandes mi­lagros en medio de ellos, no creían en El, * 3 8 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dice: «Señor, ¿quién prestó fe a nuestro mensaje?, y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido revelado?» 39 Por esto no pudieron creer, porque también había dicho Isaías: 4"«E1 ha ce­gado sus ojos y ha endurecido su cora­zón, no sea que con sus ojos vean, con su corazón entiendan y se conviertan y los sane». 4 1 Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló de El. 4 2 Sin embargo, aun muchos de los jefes creyeron en El, pero por causa de los fariseos no le confesa­ban, temiendo ser excluidos de la sina­goga, 43 porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

N e c e s i d a d d e c r e e r e n J e s ú s 4 4 Jesús, clamando, dijo: El que cree en

mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado, 4 5 y el que me ve, ve al que me ha enviado. 4f> Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. 4 7 Y si algu­no escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juz­gar al mundo, sino a salvar al mundo. * 4 8 El que me rechaza y no recibe mis pa­labras, tiene ya quien le juzgue; la pala­bra que yo he hablado, ésa le juzgará en el último día, * 49 porque yo no he ha­blado de mí mismo; el Padre mismo que me ha enviado es quien me mandó lo que he de decir y hablar, 50 y y 0 sé que su pre­cepto es la vida eterna. Así, pues, las co­sas que yo hablo, las hablo según el Pa­dre me ha dicho.

SEGUNDA PARTE

PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO (13-20)

L a v a t o r i o d e los p i e s

• J O ' Antes de la fiesta de la Pascua, * « ' viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habien­do amado a los suyos que estaban en el mundo, al fin extremadamente los amó. * 2 Y comenzada la cena, como el diablo hu­biese ya puesto en el corazón de Judas Is­cariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle; 3 con saber que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a El se volvía, 4 se levantó de la mesa, se quitó los vesti­dos y, tomando una toalla, se la c iñó; 5 luego echó agua en la jofaina, y comen­zó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que tenía ce­ñida. *

6 Llegó, pues, a Simón Pedro, que le dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies? 7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora ; lo sabrás des­pués. * 8 Díjole Pedro : Jamás me lava­rás tú los pies. Le contestó Jesús: Si no te los lavare, no tendrás par te conmigo. 9 Simón Pedro le dijo: Señor, entonces, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza . 1 0 Jesús les dijo: El que se ha bañado no necesita lavarse, está todo lim­pio ; y vosotros estáis limpios, pero no todos. n Porque sabía quién había de en­tregarle, y por eso dijo: N o todos estáis limpios. 1 2 Cuando les hubo lavado los pies, y tomado sus vestidos, y puéstose de nuevo a la mesa, les dijo: ¿Entendéis 10 que he hecho con vosotros? 1 3 Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque de verdad lo soy. 1 4 Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Se­ñor y Maestro, también habéis de lava­ros vosotros los pies unos a o t r o s . 1 5 Por-

* » * • ,

3 3 Esa luz es el mismo Jesús, que con su palabra busca iluminar las almas. Caminar en la luz es recibir su palabra y vivir según ella.

37 San Juan en este lugar, como los Sinópticos al narrar las parábolas del reino, se maravilla de la incredulidad de Israel, y buscando la razón la hallan en el vaticinio de Isaías. Pero ya se ve que el vaticinio sólo anuncia la incredulidad, no la causa. Esta nace de la libertad humana, que resiste a la gracia divina. Por esto los judíos son responsables.

4 7 Este versículo se enlaza con el 41 y siguientes, y se refiere a los que, sintiendo simpatía por la doctrina de Jesús, no se resolvían a aceptarla por respetos humanos. Los tales, a sí mismos se juzgaban.

4 8 La palabra misma le juzgará. Así en otra ocasión decía que Moisés, esto es, su Ley, daba testimonio de El v acusaría a los judíos (5, ^5). •• O l San Juan pone la última cena un día antes de aquel en que los judíos celebraron la Pascua ' ^ en Jerusalén. La razón de este cambio es incierta; pero no lo es que Jesús celebró la Pascua

legal antes de instituir la nueva Pascua. 5 No obstante la alteza de su dignidad y que tenía recibido del Padre el poder sobre todas las

cosas, etc., ejecutó aquel acto de humildad y amor hacia sus discípulos. Era un obsequio que se prestaba a los huéspedes al llegar a casa fatigados de caminar a pie y con calzado que protegía poco del polvo del camino (Gen 24,32; 43,24; Le 7,44; 1 Tim 5,10).

7 Lo sabrán tanto Pedro como los demás cuando El les explique la razón de lo que hace (13,12 ss.)

1125 SAN JUAN 13

que yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho. 16 En verdad, en verdad os digo: N o es el siervo mayor que su señor, ni el enviado mayor que quien le envía . 1 7 Si esto aprendéis, seréis dichosos si lo prac­ticáis. 18 N o lo digo de todos vosotros; yo sé a quiénes escogí; mas lo digo para que se cumpla la Escritura: «El que come mi pan, levantó contra mí su calcañar». 1 9 Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que

Señor, ¿quién es? 2<> Jesús le contestó: Aquel a quien yo mojare y diere un bocado. Y mojando un bocado, lo tomó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscario­te. * 2 7 Después del bocado, en el mismo instante, entró en él Satanás. Jesús le dijo: Lo que has de hacer, hazlo pronto. * 2 8 Ninguno de los que estaban a la mesa conoció a qué propósito decía aquello. 2 9 Algunos pensaron que, como Judas te­nia la bolsa, le decía Jesús: Compra lo que necesitamos para la fiesta, o que

*La cena del Señor», en San Apolinar de Rávena

yo soy. 2u En verdad, en verdad os digo que quien recibe al que yo enviare, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe a quien me ha enviado.

A n u n c i o d e la t r a i c i ó n (Mt 26,21-25; M e 14,18-21; Le 22,21-23)

2 1 Dicho esto, se turbó Jesús en su espí­ritu, y demostrándolo, dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me en­tregará. 2 2 Se miraban los discípulos unos a otros, sin saber de quién hab laba . 2 3 Uno de ellos, el amado de Jesús, estaba recos­tado ante el pecho de Jesús. * 2 4 Simón Pedro le hizo señal, diciéndole: Pregún­tale de quién habla. 2S El que estaba re­costado ante el pecho de Jesús, le dijo:

diese algo a los pobres. so El, tomando el bocado, se salió luego: era de noche. *

C o m i e n z a la d e s p e d i d a

31 Así que salió, dijo Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en El. * 32 Si Dios ha sido glorificado en El, Dios tam­bién le glorificará a El, y le glorificará en seguida. 33 Hijitos míos, un poco aún estaré todavía con vosotros; me busca­réis, y como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis venir, también os lo digo a vosotros ahora. 3 4 U n pre­cepto nuevo os doy: que os améis los unos a los ot ros; como yo os he amado, así también amaos mutuamente. * 35 En

2 3 Estaba recostado delante de Jesús, pudiendo hablarle en secreto con sólo volver la cabeza, y Jesús a él al oído con sólo inclinarse hacia adelante.

26 Jesús contestó, sin duda, en voz baja y sin que los demás se dieran cuenta. Dar el bocado era una muestra de afecto que Jesús daba a Judas, al tiempo que servía de señal a Juan.

2 7 Las palabras de Jesús a Judas eran ambiguas; el traidor resolvió aprovecharlas para salir a ejecutar sus planes.

3 0 En efecto, el banquete pascual se celebraba después de puesto el sol. El evangelista nota la hora de la noche como algo extraño para cumplir ningún mandato.

3 ' Con la salida del traidor sintió Jesús un desahogo en su espíritu; ya podía expansionarse con los qu e permanecían fieles. Habla de su muerte como de una glorificación para no asustar a los dis­cípulos. El Hijo glorifica al Padre con su obediencia, y el Padre al Hijo con ios prodigios de su pasión y con la resurrección.

3 4 La caridad es la suma de la ley evangélica. Este precepto ya se lee en el Levítico, pero no con el hondo sentido que le da Jesús, sobre todo en su pasión.

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SAN JUAN 18-14 1126

esto conocerán todos que sois mis discí­pulos: si tañéis caridad unos para con otros.

L a n e g a c i ó n d e P e d r o (Mt 26,31-35; Me 14,27-31; Le 22,31-38) 3 6 Díjole Simón Pedro: Señor, ¿adonde

vas? Respondió Jesús: A donde yo voy, no puedes tú seguirme ahora ; me seguirás más tarde. 37 Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré por ti mi vida. 3 8 Respondió Jesús: ¿Da­rás por mí tu vida? En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo antes que tres veces me niegues.

V o l v e r á n a e n c o n t r a r s e c e r c a d e l P a d r e

I A 1 N o se t u r b e v u e s t r o c o r a z ó n ; *• ™ creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas ; si no fuera así, os lo diría, porque voy a prepararos el lugar. 3 Cuan­do yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros. 4 Pues para donde yo voy, vosotros conocéis el camino.

5 Díjole Tomás : N o sabemos adonde vas ; ¿cómo, pues, podemos saber el ca­mino? 6 Jesús le dijo: Y o soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. * 7 Si me habéis conocido, conoceréis también a mi Padre. Desde ahora le conocéis y le habéis visto. * 8 Fe­lipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. 9 Jesús le dijo: Felipe, ¿tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre ; ¿cómo dices tú : Muéstranos al Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo no las hablo de mí mismo; el Padre, que mora en mí, hace sus obras, n Creedme, que yo estoy en el Padre y el Padre en mí ; a lo menos, creedlo por las obras.

P r o m e s a s h e c h a s a los d i s c ípu los p a r a la a u s e n c i a

12 En verdad, en verdad os digo que el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores

que éstas, porque yo voy al Padre ; 13 y lo que pidiereis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo; 14 si me pidiereis alguna cosa en mi nombre, yo la haré. 15 Si me amáis, guardaréis mis mandamien tos ; 1 6 y yo re­garé al Padre, y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre, 17 el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le co­noce; vosotros le conocéis, porque per­manece con vosotros y esta en vosotros. 18 N o os dejaré huérfanos; vendré a vos­otros. 19 Todavía un poco y el mundo ya no me verá; pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. 2<> En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. 21 El que recibe mis preceptos y los guar­da, ése es el que me ama; el que me ama a mí será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él.

2 2 Díjole Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué ha sucedido para que hayas de ma­nifestarte a nosotros y no al mundo? 2 3 Respondió Jesús y les ái jo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada. 2 4 El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre, que me ha enviado. 2 5 Os he dicho estas cosas mientras per­manezco entre vosotros; 2 6 pero el Abo-» gado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho.

D e s p e d i d a y p a l a b r a s d e a l i e n t o 2 7 La paz os dejo, mi paz os doy; no

como el mundo la da os la doy yo. N o se turbe vuestro corazón ni se inti­mide. * 2 8 Habéis oído lo que os dije: Me voy y vengo a vosotros. Si me amarais, os alegraríais, pues voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 2 9 Os lo he dicho ahora, antes que suceda, para que cuando suceda creáis. 30 Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo, que en mí no tiene n a d a ; * 31 pero conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre,

1 J ' El término et el Padre. Para llegar a El es Jesús el camino por su vida y doctrina; es la ^ verdad, por cuanto cumple las promesas divinas contenidas en la Ley y los Profetas; es la vida,

porque ésta se halla en El y El la «omunica a los demás (1,4; 6,33.40). 7 Siendo tan estrecha la unión de Jesús con el Padre, según ha dicho (10,30), conociéndole a El

conocerían también al Padre. 2 7 La paz es el saludo oriental y el que empleaba Jesús después de resucitado. Sólo se conoce

el valor de esta palabra cuando se ha vivido mucho tiempo en guerra. Pero sobre todo tiene valor la paz de Dios, la ánici que llena el alma.

30 En Jesús no tiene el diablo derecho alguno, por cuanto en El no hay pecado. Sin embargo, por un momento le será dado poder sobre Jesús, a fin de realizar la obra de Dios (Le 22,53).

1127 SAN JUAN 14-16

Pad" 6 ' s e g u n e l mandato que me dio el I cuanto pidiereis al Padre en mi nombre aoní** a S Í h a g o ' L e v a n t a ° s > vamonos de os lo dé. 17 Esto o» m a n d o : qee os améis

' " unos a otros.

L a a l ego r í a d e la v id

1 5 1 ^ ° s ° y ' a v ' ^ verdadera y mi * ** Padre es el viñador. * 2 Todo sar­miento que en mí no lleve fruto, lo cor­tará ; y todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he ha­blado ; 4 permaneced en mí y yo en vos­otros. Como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo si no permaneciere en la vid, tampoco vosotros si no per­maneciereis en mí. s Yo soy la vid. Vos­otros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mi no podéis hacer nada. <> El que no permanece en mí es echado fuera, como el sarmiento, y se seca, y los amon­tonan y los arrojan al fuego para que ardan. ~i Si permanecéis en mí y mis pala­bras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis, y se os dará. 8 En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seréis discípulos míos.

L o s d i sc ípu los , e l e v a d o s a la c a t e g o r í a d e a m i g o s

9 Como el Padre me amó, yo también os he a m a d o ; permaneced en mi amor. *

J " Si guardareis mis preceptos, permane­ceréis en mi amor, como yo guardé los preceptos de mi Padre y permanezco en su amor, n Esto os lo digo para que yo me goce en vosotros y vuestro gozo sea cumplido. ' 2 Este es mi precepto: que os améis unos a otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos. i 4 Vos­otros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. 1* N o me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, I y vuestro fruto permanezca, para que I

O d i o de l m u n d o c o n t r a J e s ú s y los t u y o s

1 8 Si el mundo o j aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vos­otros. * i ' Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece. 2 0 Acor­daos de la palabra que yo os dije: N o es el siervo mayor que su señor. Si me per­siguieron a mí, también a vosotros os persegu i rán ; si gua rda ren mi pa l ab ra , también guardarán la vuestra. 21 Pero to­das estas cosas haránlas con vosotros por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 2 2 Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. 23 El que me aborrece a mí, aborrece también a mi Padre. 2 4 Si no hubiera hecho entre ellos obras que nin­guno otro hizo, no tendrían pecado; pero ahora no sólo han visto, sino que me aborrecieron a mí y a mi Padre. 2S Pero es para que se cumpla la palabra que en la Ley de ellos está escrita: «Me aborre­cieron sin motivo».

2 6 Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí, * 2 7 y vosotros daréis también testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

A n u n c i o d e la p e r s e c u c i ó n j u d í a

1 fi ' Esto o s n e dicho para que no os A " escandalicéis. 2 Os echarán de la sinagoga; pues llega la hora en que todo el que os quite la vida pensará prestar un servicio a Dios. * 3 Y esto lo harán porque no conocieron al Padre ni a mí. 4 Pero yo os he dicho estas cosas para que, cuando llegue la hora, os acordéis de ellas y de que yo os las he dicho; esto no os lo dije desde el principio porque estaba con vosotros.

3 1 Estas palabras implican una dificultad, por cuanto el discurso parece continuar sin cambio alguno. Se proponen diversas soluciones, de las cuales la más sencilla sería trasladar esas frases después de 16,31, si esto tuviera algún apoyo en los códices antiguos. Luego seguiría la oración sacerdotal, que puede bien suponerse haber dicho Jesús en pie y en actitud de partir.

T E l Contrapone esta vid a la condenada en Isaías (5,1 ss.; Sal 80,9 ss.), que es el pueblo de ** Israel. El es la vid verdadera, como en 6,32 se declara el pan verdadero. El sentido de la

alegoría es claro para quien entienda cómo Jesús es fuente de vida para todos. *> Es el amor la liga que une a Jesús con el Padre, a los discípulos entre sí y a éstos con Jesús y

con el Padre. Este amor borra las distancias y establece la igualdad, que es condición de la amistad. 18 Como en otros pasajes de los Sinópticos, Jesús anuncia a los discípulos que serán objeto de

odio de parte del mundo, como El lo es, y por el mismo motivo, porque representan la causa de Dios, a quien el mundo no conoce. La Historia confirma de continuo estas palabras de Jesús.

26 Darán testimonio de Jesús con las obras maravillosas que hará por medio de los apóstoles.

1 £ 2 Esta excomunión ya había comenzado (9,22). Más de una vez nos refieren los Sinópticos O el anuncio de estas persecuciones (Mt 10,16 ss.; Me 13,9 ss.¡ Le 12,11).

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SAN JUAN 16-17 1128

l

L a p r o m e s a del Espír i tu Santo 5 Mas ahora voy al que me ha enviado

y nadie de vosotros me pregunta: ¿Adonde vas? 6 Antes, porque os hablé estas co­sas, vuestro corazón se llenó de tristeza. 7 Pero os digo la verdad: os conviene que yo me vaya. Porque, si no me fuere, el Abogado no vendrá a vosotros; pero si me fuere, os le enviaré. 8 Y en viniendo éste, argüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, porque no creyeron en mí; * 10 de justicia, porque voy al Padre y no me veréis más; * u de juicio, porque el príncipe de este mundo está ya juzgado. * 12 Muchas cosas tengo aún que deciros, mas no podéis llevarlas ahora;* 13 pero cuando viniere Aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa, porque no hablará de sí mismo, sino que hablará lo que oyere

os comunicará las cosas venideras. 4 El me glorificará, porque tomará de lo

mío y os lo dará a conocer. Todo cuanto tiene el Padre es mío; l s por esto os he dicho que tomará de lo mío y os lo hará conocer.

E l g o z o tras la tristeza

i* Todavía un poco, y ya no me veréis, y todavía otro poco, y me veréis. 17 Di-jéronse entonces algunos de los discípu­los: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis y todavía otro poco y me veréis? Y: Porque voy al Padre. 18 Decían, pues: ¿Qué es esto que dice un poco? N o sabemos lo que dice.

19 Conoció Jesús que querían pregun­tarle, y les dijo: ¿De esto inquirís entre vosotros porque os he dicho: Todavía un poco, y no me veréis, y todavía otro po­co, y me veréis? 20 En verdad, en ver­dad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros os en­tristeceréis, pero vuestra tristeza se volve­rá en gozo. 2 I La mujer, cuando pare, siente tristeza, porque llega su hora; pero cuando ha dado a luz un hijo, ya no se acuerda de la tribulación, por el gozo que tiene de haber venido al mundo un hombre. 2 2 Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se

alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. 2 3 En aquel día no me preguntaréis nada; en verdad, en verdad os digo: Cuanto pi­diereis al Padre os lo dará en mi nombre. 2 4 Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que sea cumplido vuestro gozo. *

P r o m e s a s d e u n a reve lac ión m á s clara

2 5 Esto os lo he dicho en parábolas; llega la hora en que ya no os hablaré más en parábolas. Antes os hablaré claramente del Padre. 2 6 Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 2 7 pues el mismo Pa­dre os ama, porque vosotros me habéis amado y creído que yo he salido de Dios. 2 8 Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre. 2 9 Dijéronle los discípulos: Ahora hablas claramente y no dices parábola alguna. 3 0 Ahora sabemos que conoces todas las cosas y que no necesitas que nadie te pregunte; en esto creemos que has salido de Dios. 31 Respondióles Jesús: ¿Ahora creéis? 3 2 He aquí que llega la hora, y ya es llegada, en que os dispersaréis cada uno por su lado y a mí me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. * 33 Esto os lo he dicho para que tengáis paz en mí; en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo.

Jesús ora al P a d r e p o r si m i s m o

n 1 Esto dijo Jesús, y levantando sus ojos al cielo, añadió: Padre, llegó

la hora; glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique, * 2 según el poder que le diste sobre toda carne, para que a todos los que tú le diste les dé El la vida eterna. 3 Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. * 4 Yo te he glorificado sobre la tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 5 Ahora tú, Padre, glorifícame cerca de ti mismo con la gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo existiese. *

9 El gran pecado de Israel fue rechazar al Mesías y ponerle en la cruz. 1 0 Esta jusücia es la de Jesús, que se mostrará en su resurrección y en su vuelta al Padre. 1 ! El juicio es el que los judíos habían formado acerca de Jesús, del cual había sido inspirador

«>1 príncipe del mundo, Satanás. 12 Su capacidad es muy reducida mientras no venga el Espíritu Santo a ensancharla. 24 Cuando vean a Jesús sentado a la diestra del Padre, pedirán en su nombre, esto es, alegaran

su nombre para ser escuchados, cosa que hasta ahora no habían hecho (Act 4,27 ss.). 3 2 La próxima prueba dirá cuáles son los quilates de esa fe vuestra.

•t T T Llegó la hora de la pasión, de la que tantas veces había dicho que no era aún llegada. El * ' Padre glorificará al Hijo por los milagros de la muerte y el de la resurrección, para que, a su

vez, el Hijo glorificado glorifique al Padre, dándole a conocer. 3 La vida eterna inicial consiste en el conocimiento de Dios Padre y de Jesucristo; pero ese co­

nocimiento que engendra amor es la fe que obra por la caridad (Gal. 5,6). 5 La gloria que como a Hijo de Dios le corresponde no la perdió ni la podía perder jamás.

1129 SAN JUAN 17-18

R u e g a p o r los disc ípulos * He manifestado tu nombre a los hom­

bres que de este mundo me has dado. Tuyos eran, y tú me los diste, y han guardado tu palabra. 7 Ahora saben que todo cuanto me diste viene de ti; 8 porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos ahora las recibieron, y conocieron verdaderamente que yo salí de ti, y creyeron que tú me has enviado. 9 Y o ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que tú me diste; porque son tuyos, * 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y yo he sido glori­ficado en ellos. n Y o ya no estoy en el mundo; pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti. Padre santo, guarda en tu nombre a estos que me has dado, para que sean uno c o m o noso tros . * 12 Mientras yo estaba con ellos, yo con­servaba en tu nombre a estos que me has dado, y los guardé, y ninguno de ellos pereció, si no es el hijo de la perdición, para que la Escritura se cumpliese. 13 Pero ahora yo vengo a ti, y hablo estas cosas en el mundo para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. I 4 Yo les he dado tu palabra, y el mundo los aborreció porque no eran del mundo, como yo no soy del mundo. l s N o pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal. 1* Ellos no son del mundo, como no soy del mundo yo . 1 7 Santifícalos en la verdad, pues tu palabra es verdad. * 1 8 Como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo, 1 9 y yo por ellos me santi­fico, para que ellos sean santificados de verdad. *

R u e g a p o r todos los creyente s 2 0 Pero no ruego sólo por éstos, sino

por cuantos crean en mí por su palabra, 2 1 para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros y el mun-

siendo inherente a la naturaleza divina; lo que pide es la gloria de su humanidad, la efusión en esto de la gloria de la divinidad.

9 Ruega por los que creyeron que Jesús había venido del Padre y como de tal habían recibido sus palabras. Esos que el Padre condujo al Hijo y se los dio para que El les diese la vida (6,44) son también del Padre, porque todo cuanto tiene el Padre es también del Hijo, y viceversa.

1 1 Por la fe y el amor sean uno, a semejanza del Padre y del Hijo; y en esa vida de fe y de amor será Jesús glorificado. Este es el principio de la admirable unidad de la Iglesia católica.

17 La santificación que otorga la Ley era sólo ritual, no llegaba al alma, como la que Cristo nos confiere.

19 JesJS se santifica ofreciéndose como hostia en obsequio del Padre y en expiación de los peca­dos del mundo, para que los discípulos sean santificados, y así preservados del contagio del mundo.

2 2 Esta gloria es la de los milagros y demás dones divinos ordenados a fomentar en los fieles la unión de la fe y el amor del nombre de Dios.

2 4 Sentado Jesús a la diestra del Padre, allí estarán ellos participando de la misma gloria. 2 5 Esta justicia del Padre mira a discernir el mundo, que no le conoció, de los discípulos, que

reconocieron ser Jesús el enviado del Padre.

1 Q 3 Es San Juan el único que menciona la tropa romana, pedida sin duda por los judíos a ® Pilato para asegurar el golpe contra la posible resistencia de los partidarios de Jesús. La

palabra «cohorte» lo mismo puede significar la cohorte entera que una sección de ella. 6 Otro detalle propio de San Juan: Jesús parece haber querido darles una última prueba d«

que sólo por su voluntad se les entregaba.

do crea que tú me has enviado. 2 2 Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos uno. * 2 3 Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad y conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a éstos como me amaste a mí. 2 4 Padre, lo que tú me has dado, quiero que donde esté yo estén ellos también conmigo, para que vean mi gloria, que tú me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo. * 25 Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te conocí, y éstos conocieron que tú me has enviado, * 26 y yo les di a conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

Pr is ión d e Jesús (Mt 26,36-56; Me 14,32-52; Le 22,39-53)

1 Q ' En diciendo esto, salió Jesús con •l O sus discípulos al otro lado del to­rrente Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. 2 Judas, el que había de traicionarle, conocía el sitio, porque muchas veces concurría allí Jesús con sus discípulos. 3 Judas, pues, tomando la cohorte y los alguaciles de los pontífices y fariseos, vino allí con linternas, y hachas, y armas. * 4 Cono­ciendo Jesús todo lo que iba a sucederle, salió y les dijo: ¿A quién buscáis? 5 Res­pondiéronle: A Jesús Nazareno. El les dijo: Y o soy. Judas, el traidor, estaba con ellos. 6 Así que les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron en tierra. *

7 Otra vez les preguntó: ¿A quién bus­cáis? Ellos dijeron: A Jesús Nazareno. 8 Respondió Jesús: Ya os dije que yo soy; si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos. 9 Para que se cumpliese la palabra que había dicho: D e los que me diste no se perdió ninguno. 10 Simón Pe­dro, que tenía una espada, la sacó e

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SAN JUAN 18 1130

hirió a un siervo del pontífice, cortándole la oreja derecha. Este siervo se llamaba Maleo. * 11 Pero Jesús dijo a Pedro: Mete la espada en la vaina; el cáliz que me dio mi Padre, ¿no he de beberlo?

C o n d u c c i ó n a casa d e A n a s l 2 La cohorte, pues, y el tr ibuno y

los alguaciles de los judíos se apoderaron de Jesús y le ataron, n y le condujeron primero a Anas, porque era suegro de Caifas, pontífice aquel año. * lA Era Caifas el que había aconsejado a los judíos: «Conviene que un hombre muera por el pueblo».

P r i m e r a n e g a c i ó n d e P e d r o (Mt 26,58-70; Me 14,54-68; Le 22,55-57) 15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro

discípulo. Este discípulo era conocido del pontífice, y entró al t iempo que Jesús en el atrio del pontífice, * 16 mientras que Pedro se quedó fuera, a la puerta. Salió, pues, el otro discípulo conocido del pon­tífice y habló a la portera e introdujo a Pedro. n La portera dijo a Pedro: ¿Eres tú acaso de los discípulos de este hombre? El dijo: N o soy. i 8 Los siervos del pontí­fice y los alguaciles habían preparado un brasero, porque hacía frío, y se calenta­ban, y Pedro ««taba también con ellos (alentándose.

J e s ú s a n t e Cai fas

1» El pontífice preguntó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. 20 Res­pondióle Jesús: Yo públicamente he ha­blado al m u n d o ; siempre enseñé en las sinagogas y en el templo, adonde con­curren todos los judíos; nada hablé en secreto. 2 l ¿Qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído qué es lo que yo les he hablado; ellos deben saber lo que les he dicho. 22 Habiendo dicho esto Je­sús, uno de los alguaciles, que estaba a su lado, le dio una bofetada, diciendo

¿Asi respondes al pontífice? » J e s ú s le contestó: Si hablé mal, muéstrame en qué, y si bien, ¿por qué me pegas? 2 4 Anas le envió a tado a Caifas, el pon­tífice. *

S e g u n d a n e g a c i ó n d e P e d r o (Mt 26,71-75; Me 14,69-72; Le 22,58-62) 2 5 Entre tanto, Simón Pedro estaba de

pie, calentándose, y le dijeron: ¿No eres tú también de sus discípulos? Negó él y dijo: N o soy. 26 Díjole uno de los sier­vos del pontífice, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja: ¿No te he visto yo en el huerto con El? 27 Pedro negó de nuevo, y al instante cantó el gallo.

J e s ú s a n t e P i l a t o (Mt 27,11; Me 15,2; Le 23,3)

28 Llevaron a Jesús de casa de Caifas al pretorio. Era muy de mañana. Ellos no entraron en el pretorio por no con­taminarse, para poder comer la Pascua. 29 Salió, pues, Pilato fuera y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30 Ellos respondieron, diciéndole: Si no fuera malhechor, no te lo traeríamos. * 3i Díjoles Pi la to: Tomadle vosotros y juz­ga dle según vuestra ley. Le dijeron enton­ces los judíos: Es que a nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie. * 3 2 Para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, significando de qué muerte había de morir. *

33 Entró Pilato de nuevo en el pretorio, y, l lamando a Jesús, le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos? 34 R e SpO I U i j6 Jesús: ¿Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros de mí? 3S Pilato contestó: ¿Soy yo judío por ventura? T u nación y los pon­tífices te han entregado a mí ; ¿qué has hecho? 36 Jesús respondió: Mi reino no es de este m u n d o ; si de este mundo fue­ra mi reino, mis ministros habrían lu-

1 ° Este Maleo debía de ser conocido del evangelista, que nos a conocer su nombre. 13 José Caifas, pontífice y yerno de Anas, por deferencia hacia su suegro, que había sido pon­

tífice años antes y gozaba por esto de grande autoridad (Le 3,2), y tal vez buscando su consejo y su apoyo en caso tan grave, hizo conducir al reo ante el anciano, el cual no parece haber querido tomar parte en el asunto, y así lo mandó llevar en seguida a casa de Caifas, donde tuvo lugar el interrogatorio de que nos hablan los otros evangelistas.

15 La intervención de este misterioso discípulo es asimismo propia de San Juan, para quien no debía de ser desconocido.

2 4 Todo el relato precedente y los paralelos de los Sinópticos prueban que el interrogatorio fue ante Caifas y en su casa, lo que exige la transposición, propuesta ya por San Cirilo de Alejandría, del versículo 24 a continuación del 13. Anas, satisfecho con la deferencia de su yerno, remitió a éste el preso. Los Sinópticos omitirían este detalle por no haber tomado Anas más parte en el pro­ceso de Jesús.

2 8 Los jueces romanos eran muy madrugadores. Los sanedritas no entran en la casa del go­bernador, que tenían por contaminada; el solo contacto con un pagano impedía comer la pascua. Aquí tenemos una prueba de que Jesús no la celebró el día oficial en Jerusalén.

30 Aquellos graves varones se enojan de la pregunta, muy natural en el juez, e m o si éste es­tuviera obligado a firmar en blanco la sentencia que ellos habían pronunciado.

3 1 Roma se había reservado, en el estatuto de autonomía dado a los judíos, el derecho de le espada, y los judíos no pedían para Jesús pena más suave que la de muerte.

3 2 Los judíos no usaban el suplicio de la cruz, que Jesús habla predicho para sL

1131 SAN JUAN 18-19

chado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. 37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dice» que soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. 38 p ¡ -lato le dijo: ¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún cri­men .*

E x p e d i e n t e p a r a l i b r a r l e (Mt 27,15-30; Me 15,6-17; Le 23,17-25)

3 ' Hay entre vosotros costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? * 4 0 Entonces de nuevo gritaron, diciendo: ¡No a éste, sino a Barrabás! Era Barra­bás un bandolero.

1 Q 1 Tomó entonces Pilato a Jesús y * *» mandó azotarle. 2 Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pu­sieron en la cabeza, le vistieron un manto de púrpura 3 y, acercándose a El, le de­cían: Salve, rey de los judíos; y le daban de bofetadas. 4 Otra vez salió fuera Pila­to y les dijo: Aquí os le traigo para que veáis que no hallo en El ningún crimen. 5 Salió, pues, Jesús fuera con la corona de espinas y el manto de púrpura, y Pilato les dijo: Ahi tenéis al hombre. 6 Cuando le vieron los príncipes de los sacerdotes y sus satélites, gritaron, diciendo: ¡Cru­cifícale, crucifícale! Díjoles Pi lato: To­madle vosotros y crucificadle, pues yo no hallo crimen en El. 7 Respondieron los judíos: Nosotros tenemos una ley, y, según la ley, debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios.

T e r c e r i n t e r r o g a t o r i o 8 Cuando Pilato oyó estas palabras te­

mió más, ' y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Jesús no le dio respuesta ninguna. 1° Díjole entonces Pilato: ¿A mí no me respondes? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? 11 Respondióle Jesús: N o tendrías nin­gún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo a l to ; por esto los que me han entregado a ti tienen mayor pecado. 12 Desde entonces Pilato buscaba librar­le; pero los judíos gritaron, diciéndole: Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey va contra el César.

L a c o n d e n a c i ó n

13 Cuando oyó Pilato estas palabras sacó a Jesús faera y se sentó en el tri­bunal, en el sitio l lamado litóstrotos, en hebreo gabkata. i*Era el día de la Pa­rasceve, preparación de la Pascua, al­rededor de la hora sexta. Dijo a los ju­díos : Ahí tenéis a vuestro rey. 15 Pero ellos gr i taran: iQuita, q»ita! ¡Crucifico-

Columna de la flagelación, venerada en Roma

le! Díjoles Pi lato: ¿A vuestro rey voy a crucificar? Contestaron los príncipes de los sacerdotes: Nosotros no tenemos más rey que al César. l6 Entonces se lo entre­gó para que le crucificasen.

C a m i n o d e l C a l v a r i o (Mt 27,24-50; Me 15,15-37; Le 23,25-46)

Tomaron, pues, a Jesús, 17 que, llevan­do su cruz, salió al sitio l lamado Calva­rio, que en hebreo se dice Gólgota, n don­de le crucificaron, y con El a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. 19 Es­cribió Pilato un título y lo puso sobre la cruz; estaba escrito: Jesús Nazareno,

I Rey de los judíos. * 20 Muchos de los ju-3 8 Esta respuesta debió de hacer pensar a Pilato que Jesús era un ideélege, rey de la ciencia,

y sus vasallos los discípulos que le seguían. Reyes como éste no hacían competencia a Roma. 3 9 Ya conocemos este expediente de Pilato y cómo fracasó.

1Q 19 El título de Juan es el más extenso y sin duda la reproducción del texto original, que ** los Sinépticos abrevian, dándonos sóle la causa de la condnacié*: «Rey de les judíos».

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SAN JUAN 1 9 1132

dios leyeron este titulo, porque estaba cerca de la ciudad el sitio donde fue cru­cificado Jesús, y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.

2 1 Dijeron, pues, a Pilato los principes de los sacerdotes de los judíos: N o es­cribas rey de los judíos, sino que El ha d icho: Soy rey de los judíos. 2 2 Respon­dió Pi la to: Lo escrito, escrito está. 23 Los

2 5 Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre , Ma­ría la de Cleofás y María Magdalena. 2 6 Jesús, viendo a su Madre y al discí­pulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre : Mujer, he ahí a tu hijo. 2 7 Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre . Y desde aquella hora el discí­pulo la recibió en su casa. *

Sepulcro ¡udío próximo al Gólgota. (Vincent.)

28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed. * 29 Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en un venablo una esponja em­papada en vinagre y se la acercaron a la boca. 3° Cuando hubo gustado el vina­gre, dijo Jesús: Todo está acabado, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

soldados, una vez que hubieron crucifica­do a Jesús, tomaron sus vestidos, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida toda desde arriba. * 24 Dijéron-se, pues, unos a otros: «No la ras­guemos, sino echemos suertes sobre ella para ver a quién le toca», a fin de que se cumpliese la Escritura: «Dividiéronse mis vestidos y sobre mi túnica echaron suer­tes». Es lo que hicieron los soldados.

2 3 En pago de sus servicios, la justicia dejaba a ¡a escuadra encargada de la ejecución los des­pojos del reo. Tales túnicas solían llevarlas las personas de distinción. La de Jesús, hijo único, era tal vez una muestra del cariño de su Madre, si no lo era de la gratitud de alguna persona beneficiada con sus milagros.

2 7 Desde la muerte de San José era Jesús el cabeza de familia, y tenia a su cargo la Madre. Al morir no la olvida, y la encomienda al cuidado de su fiel discípulo. Tal es el sentido histórico. Mas la piedad cristiana ve aquí algo más. Por el misterio de la Encarnación somos todos elevados en Cristo a la dignidad de hijos de Dios, siendo Jesús el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,2g). La Madre de Jesús ve por aquí extendidos sus deberes maternales a todos estos hermanos de su Primogénito, hijos también del Padre celestial por adopción en Jesús.

2 8 Era la perdida de sangre la causa de esta sed. U n soldado le socorre con la bebida que allí tenía para su propio uso, la posea, agua mezclada con vinagre. Los evangelistas no ven en este acto una muestra de crueldad, sino de misericordia hacia el moribundo.

1138 SAN JUAN 19 -20

La lanzada 3 ' Los judíos, como era el día de la

Parasceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el dia de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas y los quitasen. * 32 Vinieron, pues, los sol­dados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con El; 33 pero llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, «s ino que uno de los soldados le atra­vesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. * 3S El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdade­ro; él sabe que dice verdad para que vosotros creáis;* 3*porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: «No romperéis ni uno de sus huesos». 3 7 Y otra Escritura dice también: «Mirarán al que traspasaron».

La sepultura (Mt 27,57-6o; M e 15,42-46; L e 23,45-50)

38 Después de esto rogó a Pilato José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque secreto por temor de los judíos, que le permitiese tomar el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y tomó su cuerpo. 39 Llegó Nicodemo, el mismo que había venido a El de noche al principio, y trajo una mezcla de mirra y áloe, como unas cien libras. 40 Toma­ron, pues, el cuerpo de Jesús y lo faja­ron con bandas y aromas, según es cos­tumbre sepultar entre los judíos. 41 Ha­bía cerca del sitio donde fue crucificado un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual nadie aún había sido depositado. 42Allí, a causa de la Paras­ceve de los judíos, por estar cerca el mo­numento, pusieron a Jesús. *

La Magdalena encuentra removida la piedra

(Mt 28,1-8; M e 16,1-8; Le 24,1-11) O A 1 El día primero de la semana, **" María Magdalena vino muy de madrugada, cuando aún era de noche, al monumento, y vio quitada la piedra del monumento. * 2 Corrió y vino a Si­món Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: Han tomado al Señor del monumento y no sabemos dón­de le han puesto. *

Comprobación por Pedro y Juan (Le 24,12)

3 Salió, pues, Pedro y el otro discípu­lo y fueron al monumento. 4 Ambos co­rrían; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al mo­numento, 5 e inclinándose, vio las ban­das ; pero no entró. 6 Llegó Simón Pedro después de él, y entró en el monumento y vio las fajas allí colocadas, 7 y el su­dario que había estado sobre su cabeza, no puesto con las fajas, sino envuelto aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo que vino primero al monumen­to, y vio y creyó; 9 porque aún no se habían dado cuenta de la Escritura, según la cual era preciso que El resucitase de entre los muertos. 10 Los discípulos se fueron de nuevo a casa.

Aparición a María Magdalena (Le 24,10)

11 María se quedó junto al monumen­to, fuera, llorando. Mientras lloraba se inclinó hacia el monumento, * l2 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cuerpo de Jesús. * 13 Le dijeron: ¿Por qué lloras, mujer? Ella les dijo: Porque han tomado a mi

3 1 La Ley declara maldito el cadáver del reo, que contamina la tierra; por lo cual se le debe quitar del palo al ponerse el sol (Dt 21,23). Esto debía hacerse con mayor razón en la víspera del gran día de la Pascua, día sobre todos santo (Ex 12,16). La fractura de las piernas era un nuevo su­plicio, para acelerar su muerte con la mayor pérdida de sangre.

3 4 Como estaba ya muerto, se ahorraron el trabajo de romperle las piernas; pero la crueldad de un soldado le abrió el costado para asegurarse mejor de su muerte .

3 5 El evangelista, presente, atestigua esta salida de agua y sangre, y los Padres no han creído que esto careciese de misterio, aunque no todos lo expliquen de igual modo.

4 2 La sepultura fue practicada a toda prisa, porque se acercaba el fin del día, y con él el co­mienzo de la Pascua. Sin embargo, la devoción de los discípulos le tr ibutó aquella muestra de afecto, cubriendo el cadáver de aromas, según la costumbre de los judíos.

O A 1 Los Sinópticos mencionan algunas compañeras de la Magdalena. San Juan, al omitir sus "*" nombres, no quiere decir que la Magdalena estuviera sola.

2 San Lucas (24,12) menciona sólo a Pedro, el cual, seguramente, como antes la Magdalena, no debía de ir solo. El relato que sigue está hecho¡por quien fue testigo del suceso y habla conserva­do la memoria de todos los detalles de aquella histórica mañana.

1 1 Las compañeras de la Magdalena se habían quedado ya en casa; sólo ella volvió al sepulcro con los apóstoles, e idos éstos, ella se queda, como quien más había sentido la pérdida de su Maestro .

1 2 Estos ángeles se presentan en figura de jóvenes y son los primeros en dar noticia de la resu­rrección de Jesús (Le 24,4).

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SAN JUAN 20-21 1134

Señor y no sé dónde le han p u e s t o . I 4 En diciendo esto, se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí, pero no conoció que fuese Jesús.* 1 5Díjole Jesús: Mu­jer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si le has llevado tú, dime dónde le has puesto, y yo le tomaré. 16 Díjole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: ¡Rabboni!, que quie­re decir Maestro. 17 Jesús le dijo: Deja ya de tocarme, porque aún no he su­bido al Padre ; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. * 18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor» y las co­sas que le había dicho.

P r i m e r a a p a r i c i ó n a los d i s c ípu los (Me 16,14; Le 24,36-45)

1 9 La tarde del primer día de la sema­na, estando cerradas las puertas del lu­gar donde se hallaban los discípulos por temor de los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. * 20 y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los dis­cípulos se alegraron viendo al Señor. 21 Díjoles otra vez: La paz sea con vos­otros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. * 2 2 Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; 23 a quien perdonareis los pecados, les serán perdo­nados ; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos. 2 4 Tomás, uno de los doce, l lamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Dijéronle, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Se­ñor. 25 El les dijo: Si no veo en sus ma­nos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no creeré. *

S e g u n d a aparic ión 26 Pasados ocho días, otra vez estaban

dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, pues­to en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. 27L uego dijo a Tomás : Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costa­do, y no seas incrédulo, sino fiel. 2S Res­pondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío! 2 9 Jesús le dijo: Porque me has visto, has creído; dichosos los que sin ver cre­yeron.

30 Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este l ibro; 31 y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que cre­yendo tengáis vida en su nombre. *

APÉNDICE

P o s t r e r a a p a r i c i ó n a los d i s c ípu los n •« 1 Después de esto se apareció Je-^ *• sus a los discípulos junto al mar de Tiberíades, y se apareció así: * 2 Esta­ban juntos Simón Pedro y Tomás, lla­mado Díd imo; Natanael , el de Cana de Galilea, y los de Zebedeo, y otros dos discípulos. 3 Díjoles Simón Pedro : Voy a pescar. Los otros le dijeron: Vamos también nosotros contigo. Salieron y en­traron en la barca, y en aquella noche no cogieron nada. 4 Llegada la mañana, se hallaba Jesús en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús.

5 Díjoles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis en la mano nada que comer? Le respon­dieron : N o . * 6 El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrar

14 Jesús resucitado no estaba sometido a las leyes físicas; por eso María no le conoce hasta que Jesús quiso dársele a conocer con aquella palabra: María.

17 María, en cuanto conoció al Maestro, se echó a sus pies y los abrazó (Mt 28,9 s.); Jesús le dice: «Deja ya de tocarme». La dificultad está en lo que sigue, que San Crisóstomo glosa: «No te me acerques como antes; pues no me hallo en el mismo ser, no he de tratar con vosotros en la misma forma que antes». La expresión «Subo a mi Padre», etc., quiere decir que Dios no es Padre ni Dios de igual modo para nosotros que para El.

19 El cuerpo glorificado de Jesús, y por la gloria espiritualizado (1 Cor 15,44), no está sometido a las leyes que los demás cuerpos.

2 1 Jesús saluda a sus discípulos con el saludo corriente. La misión la había hecho ya en 17,18. Asimismo, el don del Espíritu Santo lo había prometido en 14,16 y 15,26. Es nuevo este poder de perdonar los pecados, que Jesús había ejercido antes, pero que no había conferido a los apóstoles. Ahora se lo confiere, como don perpetuo que debe permanecer en la Iglesia. Véase nota a Mt 18,18.

2 5 La actitud de Tomás muestra cuáles eran las disposiciones de los discípulos en orden a la resurrección.

31 San Juan escribe para dar a conocer a Jesucristo. Este fin general puede abarcar muchos fines particulares.

Los versículos 30-31 tienen todas las apariencias de un epílogo; pero como sigue luego el ca­pítulo 21, que no puede tomarse como apéndice, parece deducirse la consecuencia, patrocinada por muchos expositores, aun católicos, que tales versículos deberían estar después de 21,23. O í 1 Jesús, después de convencidos los discípulos de su resurrección, los encaminó a Galilea, ^ * y allí, libres del temor de los judíos (20,19), se les aparece y los instruye sobre los misteríoi del reino de Dios (Act 1,3).

5 Espera Jesús la respuesta negativa, con la intención de poder remediar su necesidad.

1135 SAN JUAN 21

la red por la muchedumbre de los peces. 7 Dijo entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: ¡Es el Señor! Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la zamarra—pues estaba desnu­do—y se arrojó al mar. * 8 Los otros dis­cípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino como unos doscientos codos, t irando de la red con los peces. 9 Así que bajaron a tierra, vie­ron unas brasas encendidas y un pez puesto sobre ellas y pan. * 10 Díjoles Je­sús: Traed de los peces que habéis cogi­do ahora. u Subió Simón Pedro y arras­t ró la red a tierra, llena de ciento cin­cuenta y tres peces grandes; y con ser tantos, no se rompió la red. * 12 Jesús les di jo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor. 13 Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio, e igualmente el pez. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitado de en­tre los muertos. *

L a t r i p l e con fes ión d e P e d r o 15 Cuando hubieron comido, dijo Jesús

a Simón Pedro : Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Díjole: Apa­cienta mis corderos. * 1 6 Por segunda vez

le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. 17 Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entris­teció de que por tercera vez le pregun­tase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Díjole Jesús: Apacienta mis ovejas. * *8 En ver­dad, en verdad te digo: Cuando eras joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; cuando envejezcas, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras. * 19 Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después añadió : Sigúeme.

E l d i s c í p u l o a m a d o 2 0 Se volvió Pedro y vio que seguía

detrás el discípulo a quien amaba Jesús, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?* 2 1 Viéndole, pues, Pedro, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? 2 2 Jesús le dijo: Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sigúeme. * 2 3 Se divulgó entre los hermanos la voz de que aquel discípulo no morir ía; mas no dijo Jesús que no moriría, s ino: Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que venga, ¿a ti qué?

7 El discípulo anónimo, al ver la pesca milagrosa, recuerda, sin duda, la de otro tiempo, y esto le lleva a reconocer al Señor. Pedro, que se hallaba desnudo, es decir, en traje de faena, con sólo la túnica interior, se echó encima una zamarra o piel de carnero, la sujetó con el cinturón y con ella se lanzó al agua.

9 Era éste el desayuno que Jesús les tenía preparado después de las fatigas de la noche. 11 Este milagro tiene, sin duda, el sentido simbólico que según Le 5,10 tuvo la primera pesca

milagrosa. 14 Es la tercera aparición de las narradas por el evangelista, siendo la primera la aparición a

los diez, y la segunda, a los mismos con Tomás. 1 5 - 1 7 La triple confesión de Pedro corresponde a la triple negación de éste en la noche del pren­

dimiento de Jesús. El Maestro le había conferido la primacía jerárquica solemnemente después de la confesión en Cesárea de Filipos (Mt 16,18-19), pero el «primado» de la Iglesia sucumbió estrepi­tosamente por cobardía cuando vio prendido a Jesús. Ahora el Maestro quiere rehabilitarle ante los discípulos, confirmándole en su categoría suprema de «Pastor» de sus corderos. La escena es emo­cionante y bellísima: después de comer con los discípulos junto al lago, Jesús quiere de nuevo re­calcar que Pedro es, en sus designios salvadores—a pesar de las debilidades humanas del rudo apóstol—, la piedra angular de su nuevo reino. Como en Cesárea de Filipos Jesús preparó su solemne declaración con una pregunta para dar ocasión a que Pedro diera su opinión sobre su divina persona, así ahora le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstosh Como está investido de una autoridad superior, Jesús exige que le ame más que los otros, pues la preeminencia suya debe ser paralela a un mayor amor como Pastor universal de la grey de Cristo. El apóstol, avergonzado, responde afirmativamente, y entonces tuvo lugar la declaración solemne del Maestro: «Apacienta mis corderos». Tres veces se repite la interrogación y tres veces la misma declaración. En la tercera interrogación, Pedro rompe a llorar, porque ve en equalla triple interrogación una triple alusión a su pecado de cobardía. Cristo delega en el apóstol el oficio de «Buen Pastor» que durante su vida te­rrestre había ejercido (Jn 10,1-16). Se trata, pues, de la colación de una primacía delegada sobre todos los fieles de su Iglesia.

17 En castigo de su presunción había incurrido en la triple negación de su Maestro; éste le exige ahora una triple confesión de su lealtad antes de confirmarle en el oficio de jefe y cabeza de los apóstoles y pastor de su rebaño.

18 Pedro había presumido de ir hasta la muerte con Jesús y había ido a la negación: ahora es Jesús quien le anuncia que dará su vida por El. En efecto, Pedro morirá en la cruz.

2 0 Muchas veces vemos a Pedro íntimamente unido con Juan. En este momento Jesús parece alejarse. Pedro le sigue, y asimismo Juan. Entonces Pedro se interesa por el amigo y pregunta cuál será su fin.

2 2 Jesús no es afirmativo, sino hipotético. Si yo dispusiera esto, como podría hacerlo, ¿a ti qué te iba en ello? Como si le dijera: Tú atiende a lo tuyo y deja lo demás. Y en este sentido lo ínter-

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1136

24 Este es el discípulo que da testimo- 25 Muchas otras cosas hizo Jesús, que, nio de esto, que lo escribió, y sabemos si se escribiesen ana por una, creo que que su testimonio es verdadero. * este mundo no podría contener los libros.

preta el autor en el versículo 23. Juan vivió hasta fines del siglo, pero murió y fue testigo de la ve­nida de Jesús a ejercer su oficio sobre el pueblo judío, a que hacen alusión Mt 16,28; Me 8,39! Le 9*27.

2 4 Termina el evangelio con una solemne declaración de la verdad del testimonio que en él se da a favor de Jesús.

Es claro que este versículo habla como de tercera persona del discípulo autor del evangelio, en que se contiene su testimonio sobre Jesús. Diversos intérpretes, aun católicos, se inclinan a atri­buirlo a un discípulo de Juan, lo mismo que el versículo siguiente, que en forma hiperbólica declara la impresión extraordinaria causada en el ánimo de los discípulos por el testimonio oral y escrito del apóstol. La inspiración de tales versículos estaría fuera de duda, puesto que siempre han sido considerados como parte del evangelio.

HECHOS DE LOS APOSTÓLES

1. Los Hechos o Actos de los Apóstoles son obra de San Lucas, según dejamos consignado en la introducción al tercer evangelio, y han debido ser escritos en Roma poco después del evangelio y cuando estaba para ser fallada favorablemente la causa de San Pablo (60-62). No seria inexacto decir que una y otra obra fueran fruto de los ocios relativos a que, por la prisión del maestro, estaba forzado el discípulo.

El objeto de esta segunda obra no es la actividad misional de los apóstoles todos, como el título pudiera inducimos a creer, sino la predicación del nombre de Jesucristo en Jerusalén y en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra, según el progra­ma trazado por Jesús a sus discípulos al despedirse de ellos el día de su ascensión. En la ejecución de este programa, sin duda que tomaron parte todos los apóstoles, a quienes ayudaron otros muchos discípulos; pero San Lucas, tal vez por carecer de informes acerca de otros, sólo nos habla de la actividad de San Pedro en Jerusalén y Palestina, y luego de la de San Pablo, que llegó preso a Roma. Allí otros le habían precedido en sembrar la fe en la capital del Imperio y enfundar aquella iglesia, de la que él mismo hace tan gran elogio en la epístola que a los fieles de la misma dirigió.

2. En el desarrollo de este tema, San Lucas nos demuestra cómo, según la pro­mesa de Jesús, el Espíritu Santo, que descendió sobre los apóstoles y los fieles el día de Pentecostés, es el principio de vida y de actividad de los discípulos, mudándolos en otros hombres e impulsándolos a propagar por todas partes el nombre adorable de Jesús. Por esto, no sin razón, San Crisóstomo llama a los Hechos el evangelio del Espíritu Santo. Movidos por El, los discípulos empiezan desde el día de Pentecostés a predicar el cumplimiento de las promesas mesiánicas en Jesús de Nazaret, quien, después de crucificado por los príncipes del pueblo, había resucitado y subido al cielo, enviando a los suyos el Espíritu Santo que les había prometido, asegurándoles que sólo por Jesús podían todos alcanzar la penitencia y recibir el Espíritu Santo. Su palabra, confirmada con muchos prodigios y con sobrehumanas virtudes, conmueve a Jerusalén, Judea y Samaría, incorporando a la Iglesia «a cuantos estaban de ante­mano ordenados a la vida eterna» (13,48). Las persecuciones suscitadas por losjudío3, dispersando a los apóstoles y a los fieles de la ciudad, sirvieron para propagar la se­milla evangélica por las naciones gentiles. En todo esto, San Lucas sólo hace mención del apóstol Pedro, de Juan, su compañero, y de los discípulos Esteban y Felipe, diáconos.

3. Uno de los frutos del martirio de San Esteban fue la conversión del gran perseguidor Saulo, transformado por la gracia de Jesús en el gran predicador de su nombre. San Lucas, olvidados los doce, se dedicó a narrar la maravillosa actividad de este apóstol, que recibió de Jesucristo la misión de evangelizar a los gentiles, y con haber llegado después de los otros, había, con la gracia de Dios, trabajado más que todos. Partiendo de Antioquia, del Orontes, Saulo, llamado Pablo, emprende tres grandes misiones hacia las regiones del Occidente, llegando en la segunda a Europa, para terminar luego preso en Jerusalén por las malas artes de los judíos. De Jerusalén

1137 HECHOS 1

fue llevado a Cesárea, donde permaneció dos años, partiendo luego para Roma, en que aguardó otros dos a que se diera sentencia en su causa. San Lucas no nos dice expre­samente que su maestro haya sido absuelto y puesto en libertad; pero el modo de acabar su libro indica esto, y lo confirman las epístolas de la cautividad.

4. La narración de San Lucas nos pone en contacto con la vida del pueblo judio en Jerusalén y en las ciudades de la dispersión y con la vida de las muchas naciones y ciudades recorridas por el Apóstol, y no es el menor argumento de la fidelidad del escritor la que tiene en narrarnos con exactitud las diversas características de cada región. De este libro deducimos algunos datos cronológicos que. si bien no del todo precisos, todavía sirven para suplir la casi completa falta de cronología del libro. Así sabemos que la huida de San Pablo de Damasco acaeció entre la muerte de Tiberio (37) y Ia de Aretas IV, rey de los nabateos (40); que la muerte de nuestro apóstol Santiago ocurrió poco antes de la muerte de Herodes Agripa (44); que la fundación de la iglesia de Corinto por San Pablo tuvo lugar en el proconsulado de Junio Gallón hermano de Séneca (51-53).

5. Como guía de nuestra historia señalaremos las principales fechas, aunque no sean del todo ciertas ni siempre precisas:

Pasión de Jesucristo 30 de la era cristiana Conversión de San Pablo 34-36 » » » Muerte de Santiago el Mayor 43~44 » » * Primera misión de San Pablo 45-48 » » » Concilio de Jerusalén 49 » » » Segunda misión de San Pablo 49-52 » » » Estancia en Corinto 51-52 » » » Tercera misión de San Pablo 52-57 » » » Estancia en Efeso 53-56 » » » Prisión dd Apóstol 57 » » » Partida para Roma 59 i> » » Libertad 62 » » »

CTTTVT A R T O PRÓLOGO (1,1-3).—PRIMERA PARTE: La Iglesia en fe-U , J l rusalén (1,4-8,3).—SEGUNDA PARTE: Expansión de la Iglesia fuera de Jerusalén (8,4-12,25).—TERCERA PARTE. Difusión de la Iglesia entre los gentiles (13,28): Primer viaje de San Pablo (13,29-15,33). Segundo viaje del Apóstol (15,34-18,22). Tercer viaje (18,23-21,26). Viaje de San Pablo

a Roma (21,27-28,31).

Prólogo

1 1 En el primer libro, ¡oh caro Teó­filo!, traté de todo lo que Jesús hizo

y enseñó * 2 hasta el día en que fue le­vantado al cielo, una vez que, movido por el Espíritu Santo, tomó sus disposi­ciones acerca de los apóstoles que se había elegido;* 3 a los cuales, después de su pasión, se dio a ver en muchas oca­siones, apareciéndoseles durante cuarenta días y habiéndoles del reino de Dios.

P R I M E R A P A R T E

LA IGLESIA EN JERUSALÉN (1,4-8,3)

* Y comiendo con ellos, les mandó no apartarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre, que de mí habéis escuchado; * 5 porque Juan bautizó en agua, pero vosotros, pasados no muchos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo. 6 Los reunidos le preguntaban:

I 1 Estas palabras hacen manifiesta referencia al tercer evangelio, también dedicado a Teófilo. 2 Para entender esta exnresión He San T jiras enti» a\ Fo«írit.. &.*,**. n«..;0«Q ~a~~-A~~ i~

dice

darles el último argumento de la realidad de su resurrección (cf. Le 24,25 se.; Jn 21,6 ss.; Act 10,41). Los discípulos viven aún con la ilusión del reino temporal; sólo la luz del Espíritu Santo acabará de corregir sus prejuicios judaicos y les dará a conocer la verdad de Dios sobre el Evaiigelio.

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HECHOS 1-2 1138

Señor, ¿es ahora cuando vas a restable­cer el reino de Israel? 7 El les dijo: N o os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano; 8 pero recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra. *

L a a s c e n s i ó n 9 Diciendo esto y viéndole ellos, se ele­

vó, y una nube le ocultó a sus ojos. 10 Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en El, que se iba, dos varones con hábitos blancos se les pusieron de­lante • ' y les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido llevado de entre vosotros al cielo vendrá así como le habéis visto ir al c ielo.1 2 Entonces se volvieron del mon­te llamado Olívete a Jerusalén, que dista de allí el camino de un sábado. 13 Cuan­do hubieron llegado, subieron al piso alto, en donde permanecían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bar­tolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago. 14 Todos éstos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con Ma­ría, la Madre de Jesús, y con los herma­nos de éste.

E l e c c i ó n d e S a n M a t í a s 15 En aquellos días se levantó Pedro

en medio de los hermanos, que eran en conjunto unos ciento veinte, y d i j o : ' 6 Her­manos, era preciso que se cumpliese la Escritura, que por boca de David había predicho el Espíritu Santo acerca de Ju­das, que fue guia de los que prendieron a Jesús, I 7 y era contado entre nosotros, habiendo tenido parte en este ministerio. 18 Este, pues, adquirió un campo con el precio de su iniquidad; pero, precipitán­dose, reventó y todas sus entrañas se derramaron; 19 y fue público a todos los habitantes de Jerusalén, tanto que el campo se llamó en su lengua Hacélda-ma, que quiere decir Campo de Sangre. 20 p u e s e s t 4 escrito en el libro de los Salmos:

«Quede desierta su morada y no haya quien habit» en ella, y otro se alce con su cargo».*

21 Ahora, pues, conviene que de todos los varones que nos han acompañado todo el tiempo en que vivió entre nosotros el Señor Jesús, 2 2 a partir del bautismo de Juan hasta e! día en que fue tomado de entre nosotros, uno de ellos sea testi­go con nosotros de su resurrección. 23 Fueron presentados dos : José, por so­brenombre Barsaba, llamado Justo, y Matías. 24 Orando dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cuál de estos dos escoges 25 para ocu­par el lugar de este ministerio y el apos­tolado de que prevaricó Judas para irse a su lugar. 2 6 Echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte sobre Matías, que quedó agregado a los once apóstoles.

P e n t e c o s t é s

2 1 Cuando llegó el día de Pentecos­tés, estando todos juntos en un lu­

gar, * 2 se produjo de repente un ruido como el de un viento impetuoso, que in­vadió toda la casa en que residían. 3 Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, 4 quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espí­ritu les daba. 3 Residían en Jerusalén judíos, varones piadosos, de cuantas na- • ciones hay bajo el cielo, 6 y habiéndose corrido la voz, se juntó una muchedum­bre que se quedó confusa al oírlos ha­blar cada uno en su propia lengua. 7 Es­tupefactos de admiración, decían: Todos estos que hablan, ¿no son galileos? 8 Pues ¿cómo nosotros los oímos cada uno en nuestra propia lengua, en la que hemos nacido? 9 Partos, medos, elamitas, los que habitan Mesopotamia, Judea, Capa-docia, el Ponto y Asia, 10 Frigia y Pan-filia, Egipto y las partes de Libia que están contra Cirene, y los forasteros ro­manos, ' l judíos y prosélitos, cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios. 12 Todos, atónitos y fuera de sí, se decían unos a o t ros : ¿Qué es esto? I 3 Otros, burlándose, decían: Están cargados de mosto. *

14 Entonces se levantó Pedro con los once y, alzando la voz, les habló : Judíos y todos los habitantes de Jerusalén, oíd

8 Esta será la misión de los apósto'es: ser testigos de Jesús, y como tales se presentarán siempre, primero en Jerusalén, luego en toda la Palestina, y, finalmente, en medio de la gentilidad (l,2I s.; 2,33: 10,39).

2 0 Sal 69,26 y 109,8.

O í Pentecostés era una de las tres fiestas nacionales impuestas por la Ley (Ex 23,16). Se cele-^ braba siete semanal después de ia Pascua y marcaba el fin de la recolección, por lo que en ella se hacia a Dios la ofrenda de los primares panas. A este primar sentido la tradición judía añadió la conmemoración de la promulgación de la Ley en el Sinai, y a ésta corresponde la promulgación de la Ley nueva, que consiste principalmente en la gracia del Espíritu Santo.

13 Véase nota a Mt 18,18.

1139 HECHOS 2

y prestad atención a mis palabras. * 1 5 N o están éstos borrachos, como vosotros su­ponéis, pues no es aún la hora de tercia; 16 esto es lo dicho por el profeta Joel:

17 «Y sucederá en los últimos días, dice Dios, I que derramaré mi Espíritu sobre toda carne, ! y profetizarán vuestros hi­jos y vuestras hijas, | y vuestros jóvenes verán visiones, | y vuestros ancianos so­ñarán sueños;

18 Y sobre mis siervos y sobre mis sier-vas I derramaré mi Espíritu en aquellos días I y profetizarán.

19 Y haré prodigios arriba en el cie­lo I y señales abajo en la tierra, | sangre y fuego y nubes de humo.

20 El sol se tornará tinieblas | y la luna sangre | antes que llegue el día del Señor, grande y manifiesto.

2 1 Y todo el que invocare el nombre del Señor se salvará». *

2 2 Varones israelitas, escuchad estas pa­labras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por El en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis, 23 a éste, entregado se­gún los designios de la presciencia de Dios, lo alzasteis en la cruz y le disteis muerte por mano de los infieles. 24 Pero Dios, rotas las ataduras de la muerte, le resucitó, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella, 2 5 pues Da­vid dice de El :

«Traía yo al Señor siempre delante de mí, I porque El está a su derecha para que no vacile.

2 6 Por esto se regocijó mi corazón y exultó mi lengua, | y hasta mi carne re­posará en la esperanza.

2 7 Porque no abandonarás en el ades mi alma, | ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción.

2 8 Me has dado a conocer los caminos de la vida I y me llenarás de alegría con tu presencia». *

29 Hermanos, séame permitido deciros con franqueza del patriarca David, que murió y fue sepultado, y que su sepulcro se conserva entre nosotros hasta hoy. 30 Pero, siendo profeta y sabiendo que le había Dios jurado solemnemente que

un fruto de sus entrañas se sentaría en su trono, 31 le vio de antemano y habló de la resurrección de Cristo, que no sería abandonado en el ades ni vería su carne la corrupción. 32 A este Jesús lo resuci­tó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. * 33 Exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Es­píritu Santo, le derramó según vosotros veis y oís. }4 Porque no subió David a los cielos, antes dice:

«Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra.

35 Hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies». *

36 Tenga, pues, por cierto toda la casa de Israel que Dios le ha hecho Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros ha­béis crucificado.

3 7 En oyéndole, se sintieron compungi­dos de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de ha­cer, hermanos? 38 Pedro les contestó: Arrepentios y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo. * 39 Porque para vosotros es esta promesa y para vuestros hijos y para todos los de lejos cuantos llamare a sí el Señor, Dios nuestro. 4 0 Con otras mu­chas palabras atestiguaba y los exhortaba diciendo; Salvaos de esta generación per­versa. 4 I Ellos recibieron su palabra y se bautizaron, y se convirtieron aquel día unas tres mil almas. 4 2 Perseveraban en oir la enseñanza de los apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración.

43 Se apoderó de todos el temor, a la vista de los muchos prodigios y señales que hacían los apóstoles: 4 4 y todos los que creian vivían unidos, teniendo todos sus bienes en c o m ú n ; * 45pues vendían sus posesiones y haciendas y las distri­buían entre todos según la necesidad de cada uno. 4 6 Todos acordes acudían con asiduidad al templo, partían el pan en las casas y tomaban su alimento con alegría ' y sencillez de corazón, 4 7 a labando a Dios en medio del general favor del pueblo. Cada día el Señor iba incorporando a los que habían de ser salvos.

•4 Véase nota a Mt 12,46. 21 Jl 2,28-32. 28 Sal 16,8-11. 3 2 La resurrección de Jesús lleva consigo su exaltación a la soberanía que de El estaba profeti­

zada y en la cual recibe el título de Señor (Flp 2,9). 35 Sal 110,1. 3!) El Señor declaró en forma categórica que el bautismo debe administrarse en el nombre del

Padre, del Híio y del Espíritu Santo (Mt 28,19). La frase, que encontramos en los Hechos, del bau­tismo en el nombre de Jesús, no puede tener otro sentido que el bautismo de Jesús, instituido por El, que de El tiene la virtud de santificar, por contraposición al bautismo de Juan. Otras veces se dice bautismo en Jesús para incorporarse a El.

44 Esta vida común de los fieles de Jerusalén no obedecía a ningún precepto del Señor, sino al espíritu de caridad, y tal vez a lá persuasión en que muchos vivían, traída del judaismo, de que la segunda venida del Salvador estaba muy cerca (2 Tes 2,1 ss.).

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HECHOS 3-4 1140

S e r m ó n d e San P e d r o e n e l t e m p l o

3 1 Pedro y Juan subían a la hora de la oración, que era la de nona. *

2 Había un hombre tullido desde el seno de su madre, que traían y ponían cada día a la puerta del templo llamada la Hermosa para pedir limosna a los que entraban en el templo. 3 Este, viendo a Pedro y a Juan que se disponían a entrar en el templo, extendió la mano pidiendo limosna. 4 Pedro y Juan, fijando en él los ojos, le dijeron: Míranos. 5 El los miró esperando recibir de ellos alguna cosa. 6 Pero Pedro le dijo: N o tengo oro ni plata; lo que tengo, eso te doy: En nom­bre de Jesucristo Nazareno, anda. 7 Y to­mándole de la diestra, le levantó, y al punto sus pies y sus talones se consolida­ron ; 8 y de un brinco se puso en pie. y comenzando a andar, entró con ellos en el templo saltando y brincando y alaban­do a Dios. 9 Todo el pueblo que lo vio andar y alabar a Dios, 'o reconoció ser el mismo que se sentaba a pedir limosna en la puerta Hermosa del templo, y que­daron llenos de admiración y espanto por lo sucedido. n El cogía a Pedro y a Juan, y todo el pueblo, espantado, concurrió a ellos en el pórtico llamado de Salomón. i^Visto lo cual por Pedro, habló así al pueblo:

Varones israelitas, ¿qué os admiráis de esto o qué nos miráis a nosotros, como si por nuestro propio poder o por nuestra piedad hubiéramos hecho andar a éste? * !3 El Dios de Abraham, de Isaac y de Ja­cob, el Dios de nuestros padres, ha glori­ficado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato cuando éste juzgaba que debía sol­tarle. 14 Vosotros negasteis al Santo y al Justo y pedisteis que se os hiciera gracia de un homicida.1 5 Pedisteis la muerte para el autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Por la fe en su nombre, éste, a quien veis y conocéis, ha sido por su nombre consolidado, y la fe que de El nos viene dio a éste la plena salud en presencia de todos vosotros. , 7 Ahora bien, hermanos, ya sé que por ignorancia ha­béis hecho esto, como también vuestros príncipes, l8 Dios ha dado así cumplimien­to a lo que había anunciado por boca de

todos los profetas, la pasión de su Cristo. 19 Arrepentios, pues, y convertios, para que sean borrados vuestros pecados, 2 0 a fin de que lleguen los tiempos del refri­gerio de parte del Sefior y envíe a Jesús, el Cristo, que os ha sido destinado, 2 1 a quien el cielo debía recibir hasta llegar los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que Dios habló desde anti­guo por boca de sus santos profetas. * 2 2 Dice, en efecto, Moisés: «Un profeta hará surgir el Sefior Dios de entre vues­tros hermanos, como y o ; vosotros le es­cucharéis todo lo que os hablare; 23 toda persona que no escuchare a este profeta será exterminada de su pueblo». * 2 4 Y to­dos los profetas, desde Samuel y los si­guientes, cuantos hablaron, anunciaron también estos días. 2 5 Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres cuan­do dijo a Abraham: «En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra». * 2 e Dios, resucitando a su Siervo, os lo envía a vosotros primero para que os bendiga al convertirse cada uno de sus maldades,

L o s d o s após to l e s a n t e el S a n e d r í n

4 1 Mientras ellos hablaban al pueblo, sobrevinieron los sacerdotes, el ofi­

cial del templo y los saduceos. 2 Indigna­dos de que enseñasen al pueblo y anun­ciasen cumplida en Jesús la resurrección de los muertos, ' les echaron mano y los metieron en prisión hasta la mañana, porque era ya tarde. 4 Pero muchos de los que habían oído la palabra creyeron, has­ta el número de unos cinco mil.

5 A la mañana se juntaron todos los príncipes, los ancianos y los escribas en Jerusalén, * y Anas, el sumo sacerdote, y Caifas, y Juan, y Alejandro, y cuantos eran del linaje pontifical; ^ y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué po­der o en nombre de quién habéis hecho esto vosotros? 8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Príncipes del pueblo y ancianos: 9 Ya que somos hoy interrogados sobre la curación de este inválido, por quién haya sido curado, 10 sea manifiesto a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en nombre de Je­sucristo Nazareno, a quien vosotros ha-

O ' Los discípulos no han roto desde luego con la sinagoga: siguen asistiendo al templo, aun-** que lo principal de su vida religiosa está en la fracción del pan y en la doctrina de los após­toles (2,42). En esto seguían el ejemplo de su Maestro, hasta que los sucesos y la voz del Espíritu Santo les fueron indicando otra cosa.

12 El plan de los discursos apostólicos, cuando hablan a los judíos, es siempre el mismo: mos­trar en Jesús el cumplimiento de los vaticinios y promesas del Antiguo Testamento, de lo cual son ellos testigos, ordenados por Dios para dar testimonio ante el pueblo (4,11).

21 San Pedro alude aquí a la segunda venida del Señor, que los ángeles prometieron el día de la ascensión.

25 Dt 18,15-19. 2 ' Gen 22,18.

1141 HECHOS 4-5

béis crucificado, a quien Dios resucitó de entre los muertos, por El, éste se halla sano ante vosotros.

11 El es la piedra rechazada por vos­otros los constructores, que ha venido a ser piedra angular. 12 En ningún otro hay salud, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hom­bres, por el cual podamos ser salvos». *

13 Viendo la libertad de Pedro y Juan, y considerando que eran hombres sin le­tras y plebeyos, se maravillaban, pues los habían conocido de que estaban con Je­sús; l 4 y viendo presente al lado de ellos al hombre curado, no sabían qué replicar, 15 y mandándoles salir fuera del consejo, conferían entre s í , í 6 diciendo: ¿Qué hare­mos con estos hombres? Porque el milagro hecho por ellos es manifiesto, notorio a todos los habitantes de Jerusalén, y no podemos negarlo. 17 Pero para que no se difunda más el suceso en el pueblo, con­minémosles que no hablen a nadie en este nombre. l s Y llamándolos, les intimaron no hablar absolutamente ni enseñar en el nombre de Jesús. 19 Pero Pedro y Juan respondieron y dijéronles: «Juzgad por vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a El ; 2" porque nosotros no podemos de­jar de decir lo que hemos visto y oído». 21 Pero ellos les despidieron con amenazas, no hallando motivo para castigarlos, y por causa del pueblo, porque todos glo­rificaban a Dios por el suceso. 2 2 El hom­bre en quien se había realizado el mila­gro de la curación pasaba de los cuarenta años. 2 3 Los apóstoles, despedidos, se fue­ron a los suyos y les comunicaron cuanto les habían dicho los pontífices y los an­cianos. 2 4 Ellos, en oyéndolos, a una le­vantaron la voz a Dios y dijeron: «Señor, tú que hiciste el cielo y la tierra, y el mar y cuanto en ellos hay; 2 5 que por boca de nuestro padre David, tu siervo, di­jiste :

«¿Por qué braman las gentes y los pue­blos meditan cosas vanas?

26 Los reyes de la tierra han conspirado y los príncipes se han federado contra el Señor y contra su Cristo». *

2 7 En efecto, juntáronse en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, a quien un­giste, Herodes y Poncio Pilato, con los

gentiles y el pueblo de Israel, 2 8 para eje­cutar cuanto tu mano y tu consejo habían decretado de antemano que sucediese. 2 9 Ahora, Señor, mira sus amenazas, y da a tus siervos hablar con toda libertad tu palabra, 30 extendiendo tu mano para rea­lizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu san*o Siervo Jesús». 31 Después de haber orado, tembló el lu­gar en que estaban reunidos, y todos fue­ron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con libertad.

L a v i d a c o m ú n e n t r e los fíeles 3 2 La muchedumbre de los que habían

creído tenía un corazón y un alma sola, y ninguno tenía por propia cosa alguna, an­tes todo lo tenían en común. 33 Los após­toles atestiguaban con gran poder la resu­rrección del Señor Jesús, y todos los fieles gozaban de gran estima. 3 4 N o había entre ellos indigentes, pues cuantos eran due­ños de haciendas o casas las vendían y llevaban el precio de lo vendido, * 35 y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y a cada uno se le repartía según su nece­sidad. 3 6 José, el l lamado por los apósto­les Bernabé, que significa hijo de la con­solación, levita, chipriota de naturaleza, 37 que poseía un campo, lo vendió y llevó el precio, y lo depositó a los pies de los apóstoles.

5 1 Pero cierto hombre llamado Ana-nías, con Safira, su mujer, vendió una

posesión 2 y retuvo una parte del precio, siendo sabedora de ello también la mujer, y llevó el resto a depositarlo a los pies de los apóstoles. 3 Dijole Pedro : Ananías, ¿por qué se ha apoderado Satanás de tu corazón, moviéndote a engañar al Espí­ritu Santo, reteniendo una parte del pre­cio del campo? 4 ¿Acaso sin venderlo no lo tenías para ti, y vendido no quedaba a tu disposición el precio? ¿Por qué has hecho tal cosa? N o has mentido a los hombres, sino a Dios. s Al oir Ananías estas palabras, cayó y expiró. Se apoderó de cuantos lo supieron un temor grande. 6 Luego se levantaron los jóvenes y envol­viéndole le llevaron y le dieron sepultura. 7 Pasadas como tres horas , entró la mujer, ignorante de lo sucedido, 8 y Pedro le dirigió la palabra: Dime si habéis vendido

412 Aquí anuncia San Pedro el principio fundamental que servirá para resolver la grave cues­tión del valor de la Ley. La salud sólo nos puede venir por la fe en Jesucristo: ia Ley ha per­

dido su valor para dar la salud eterna (Sal 117,22). " Sal 2,1 s. 34 Acaso no debemos tomar en sentido absoluto estas palabras de San Lucas sobre la vida

común de los fieles en Jerusalén. En el versículo 36 se hace mención con elogio de lo hecho por Bernabé, algo al parecer poco común, ya que no extraordinario. Por de pronto es claro que no era obligatorio, como consta por las palabras de San Pedro a Ananías (5,4). Poco más tarde la iglesia de Jerusalén tuvo que recurrir a las iglesias de la gentilidad para remediar sus necesidades (Gal 2,10; 2 Cor 8-Q). ¿No sería una consecuencia de este comunismo y de las ideas que luego veremos en Tesaíóníca?

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HECHOS 5-6 1142

en tanto el campo. Dijo ella: Sí, en t an to ; 9 y Pedro a ella: ¿Por qué os habéis con­certado en tentar al Espíritu Santo? Mira, los pies de los que han sepultado a tu ma­rido están ya a la puerta, y ésos te llevarán a t i . l 0 Cayó al instante a sus pies y expiró. Ent rando los jóvenes, la hallaron muerta y la sacaron, dándole sepultura con su marido. n Gran temor se apoderó de toda la iglesia y de cuantos oían tales cosas. *

E l S a n e d r í n , c o n t r a los após to l e s 1 2 Eran muchos los milagros y prodi­

gios que se realizaban en el pueblo por mano de los apóstoles. Estando todos reunidos en el pórtico de Sa lomón, 1 3 na­die de los otros se atrevía a unirse a ellos, pero el pueblo los tenía en gran estima. 14 Crecían más y más los creyentes, en gran muchedumbre de hombres y muje­res, 15 hasta el punto de sacar a las calles los enfermos y ponerlos en los lechos y camillas, para que, llegando Pedro, si­quiera su sombra los cubriese;1 6 y la mu­chedumbre concurría de las ciudades ve­cinas a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados por los espíritus impuros, y todos eran curados.

17 Con esto, levantándose el sumo sacer­dote y todos los suyos, de la secta de los saduceos, llenos de envidia, 18 echaron mano a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. I 9 Pero el ángel del Se­ñor les abrió de noche las puertas de la prisión, y sacándolos les dijo: 2 «Id , pre­sentaos en el templo y predicad al pueblo todas estas palabras de vida. 21 Ellos obe­decieron, y entrando al amanecer en el templo, enseñaban. Entre tanto, llegado el sumo sacerdote con los suyos, convocó el consejo, es decir, todo el senado de los hijos de Israel, y enviaron a la prisión para que se los llevasen. 2 2 Llegados los alguaciles, no los hallaron en la prisión. Volvieron y se lo hicieron saber, 2 3 dicien­d o : La prisión estaba cerrada y bien asegurada y los guardias en sus puertas; pero abriendo, no encontramos dentro a nadie. 2 4 Cuando el oficial del templo y los pontífices oyeron tales palabras, se quedaron sorprendidos, pensando qué ha­bría sido de ellos.

2 5 En esto llegó uno que les comunicó: Los hombres esos que habéis metido en la prisión están en el templo ensenando al pueblo. 2 6 Entonces fue el oficial con sus alguaciles y los condujo, pero sin hacer­les fuerza, porque temían que el pueblo los apedrease . 2 7 Conducidos, los presentó

en medio del consejo. Dirigiéndoles la pa­labra el sumo sacerdote, les dijo: 2S Sola­mente os hemos ordenado que no ense­ñéis sobre este nombre, y habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina y queréis traer sobre nosotros la sangre de ese hombre.

19 Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: «Es preciso obedecer a Dios an­tes que a los hombres. 30 El Dios de nues­tros padres resucitó a Jesús, a quien vos­otros habéis dado muerte suspendiéndole de un madero. 31 Pues a ése le ha levanta­do Dios a su diestra por Príncipe y Sal­vador, para dar a Israel penitencia y la remisión de los pecados. 3 2 Nosotros so­mos testigos de esto, y lo es también el Espíritu Santo, que Dios otorgó a los que le obedecen». 33 Oyendo esto, rabiaban de ira y t ra taban de quitarlos de delante. 3 4 Pero levantándose en el consejo un fa­riseo de nombre Gamaliel, doctor de la Ley, muy estimado de todo el pueblo, mandó sacar a los apóstoles por un mo­mento y dijo:

35 «Varones israelitas, mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres. 3 6 Días pasados se levantó Teudas, diciendo que él era alguien, y se le allegaron como unos cuatrocientos hombres. Fue muerto, y to­dos cuantos le seguían se disolvieron, quedando reducidos a nada. 3 7 Después se levantó Judas el Galileo, en los días del empadronamiento, y arrastró al pue­blo en pos de sí; mas pereciendo él tam­bién, cuantos le seguían se dispersaron. 38 Ahora os digo: Dejad a estos hombres, dejadlos; porque si esto es consejo u obra de hombres, se disolverá; 3 9 pero si viene de Dios, no podréis disolverlo, y quizá algún día os halléis con que habéis hecho la guerra a Dios».

Se dejaron persuadir ; 4 0 e introduciendo luego a los apóstoles, después de azotados, les conminaron que no hablasen en el nombre de Jesús y los despidieron.4 1 Ellos se fueron contentos de la presencia del consejo, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús; 4 2 y en el templo y en las casas no cesaban todo el día de enseñar y anunciar a Cristo Jesús.

L a e l ecc ión d e los d i á c o n o s

61 Por aquellos días, habiendo crecido el número de los discípulos, se produ­

jo una murmuración de los helenistas contra los hebreos, porque las viudas de aquéllos eran mal atendidas en el servicio

C í 1 Este relato es, sin duda, impresionante, y no es maravilla que lo fuera el hecho para 1 os " fieles que de él fueron testigos. Las palabras de Pedro dicen claro que los dos esposos no es­taban obligados a vender su campo ni a entregar el precio a la comunidad: pero ellos quisieron pasar por generosos y a la vez quedarse con una parte del dinero. Esta fue su culpa, y por ella fueron de Dios castigados.

1143 HECHOS 6-7

cotidiano. 2 Los doce, convocando a la muchedumbre de los discípulos, dijeron: N o es razonable que nosotros abandone­mos el ministerio de la palabra de Dios para servir a las mesas. 3 Elegid, herma­nos, de entre vosotros a siete varones, estimados de todos, llenos de espíritu y de sabiduría, a los que constituyamos so­bre este ministerio, * 4 pues nosotros debe­mos atender a la oración y al ministerio de la palabra. 5 Fue bien recibida la pro­puesta por toda la muchedumbre, y eli­gieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y Nicolás, prosélito ant ioqueno; 6 los cuales fueron presentados a los apóstoles, quienes, oran­do, les impusieron las m a n o s . 7 La palabra de Dios fructificaba, y se multiplicaba grandemente el número de los discípulos en Jerusalén, y numerosa muchedumbre de sacerdotes se sometía a la fe.

S a n E s t e b a n 8 Esteban, lleno de gracia y de virtud,

hacía prodigios y señales grandes en el pueblo. »Se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los libertos, cirenen-ses y alejandrinos y de los de Cilicia y Asia a disputar con Esteban, , 0 sin poder resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. * u Entonces sobornaron a algunos que dijesen: Nosotros hemos oído a éste proferir palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. t 2 Y conmovieron al pueblo, a los ancianos y escribas, y llegando le arrebataron y le llevaron ante el Sanedrín. 13 Presentaron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de pro­ferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley; 14 y nosotros le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret des­truirá este lugar y mudará las costumbres que nos dio Moisés. 15 Fijando los ojos en él todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel.

71 Di jóle el sumo sacerdote: ¿Es como éstos dicen? 2 El contestó: «Herma­

nos y padres, escuchad: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abra-ham cuando moraba en Mesopotamia, antes que habitase en Jarán, 3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y ve a

la tierra que yo te mostraré. 4 Entonces salió del país de los caldeos y habitó en Jarán. De allí, después de la muerte de su padre, se trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora ; 5 no le dio en ella heredad, ni aun un pie de tierra, mas le prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, cuando no tenía hijos. 6 Pues le habló Dios : «Ha­bitará tu descendencia en tierra extran­jera y la esclavizarán y maltratarán por espacio de cuatrocientos años; 7 pero al pueblo a quien han de servir le juzgaré yo, dice Dios, y después de esto saldrán y me adorarán en este lugar». 8 Luego le otorgó el pacto de la circuncisión; y así engendró a Isaac, a quien circuncidó el día octavo; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 9 Pero los patriarcas, por envidia de José, vendieron a éste para Egipto; i» mas Dios estaba con él y le sacó de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante del Faraón , rey de Egipto, que le constituyó gober­nador de Egipto y de toda su casa, n En­tonces vino el hambre sobre toda la tierra de Egipto y de Canán, y una gran tribu­lación, de modo que nuestros padres no encontraban provisiones; i 2 m a s oyendo Jacob que había trigo en Egipto, envió primero a nuestros padres, 13 y a la se­gunda vez José fue reconocido por sus hermanos, y su linaje dado a conocer al Faraón. 14 Envió José a buscar a su padre con toda su familia, en número de setenta y cinco personas; 15y descendió Jacob a Egipto, donde murieron él y nuestros padres. 1 6 Fueron trasladados a Siquem y depositados en el sepulcro que Abraham había comprado a precio de plata, de los hijos de Emmor en Siquem..

17 Cuando se iba acercando el t iempo de la promesa hecha por Dios a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, 18 hasta que surgió sobre Egipto otro rey que no había conocido a José. 19 Usando de malas artes contra nuestro linaje, afligió a nuestros padres hasta hacerlos exponer a sus hijos para que no viviesen. 2 0 En aquel tiempo nació Moisés, hermoso a los ojos de Dios, que fue criado por tres me­ses en casa de su pad re ; 2 1 y que, expuesto, fue recogido por la hija del Faraón, que le hizo criar como hijo suyo. 2 2 Y fue Moisés instruido en toda la sabiduría de

63 Conformándose con aquel espíritu de caridad, que los llevaba a la vida común, la Iglesia había ya nombrado ministros para atender a las viudas y demás personas necesitadas. Estos

ministros debían de ser judíos palestinos; los helenistas, o judíos de la dispersión, se quejan, y los apóstoles proveen nombrando estos siete diáconos o ministros para remediar aquella necesidad. A juzgar por los nombres, seis son judíos helenistas y uno prosélito. Es decir, que todos son de la porción que había presentado las quejas. La otra de los judíos palestinenses debía tener ya sus diáconos.

1 ° Lo que aquí se dice de San Esteban prueba que los diáconos no eran sólo administradores de las cosas temporales, sino también ministros de la palabra divina. Durante siglos continuaron los diáconos ejerciendo este doble ministerio, que aún conservan en la Iglesia griega.

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HECHOS 7-8 1144

los egipcios y era poderoso en palabras y obras. 23 Así que cumplió los cuarenta años sintió deseos de visitar a sus herma­nos, los hijos de Israel; 24 y viendo a uno maltratado, le defendió y le vengó, ma­tando al egipcio que le maltrataba.25 Creía él que entenderían sus hermanos que Dios les daba por su mano la salud, pero ellos no lo entendieron. 26 Al día siguiente vio a otros dos que estaban riñendo, y procuró reconciliarlos, diciendo: ¿Por qué, siendo hermanos, os maltratáis uno a otro? 27 Pe­ro el que maltrataba a su prójimo le re­chazó diciendo: ¿Y quién te ha constituido príncipe y juez sobre nosotros? 28 ¿Acaso pretendes matarme, como mataste ayer al egipcio? 29 Al oír esto huyó Moisés, y moró extranjero en la tierra de Madián, en la que engendró dos hijos.

30 Pasados cuarenta años, se le apareció un ángel en el desierto del Sinaí, en la llama de una zarza que ardía. si Se mara­villó Moisés al advertir la visión, y acer­cándose para examinarla, le fue dirigida la voz del Seflor: 32 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Estremecióse Moisés y no se atrevía a mirar. 33 El Señor le dijo: «Desata el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. 34 He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído sus gemidos. Por eso he des­cendido para librarlos; ven, pues, que te envíe a Egipto». 35 Pues a este Moisés, a quien ellos negaron diciendo: ¿Quién te ha constituido príncipe y juez?, a éste le envió Dios por príncipe y libertador por mano del ángel que se le apareció en la 7!>r?a •"> El los sacó, haciendo prodigios y mi ¡agros en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por espacio de cuarenta años.

37 Ese es el Moisés que dijo a los hi­jos de Israel: Dios os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo. 38 Ese es el que estuvo en medio de la asamblea en el desierto con el ángel, que en el monte Sinaí le hablaba a él, y con nuestros padres; ése es el que reci­bió la palabra de vida para entregá­rosla a vosotros, 3* y a quien no quisie­ron obedecer nuestros padres, antes le rechazaron y con sus corazones se vol­vieron a Egipto, 40 diciendo a Arón: Haznos dioses que vayan delante de nos­otros, porque ese Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué ha sido de él. 41 Entonces se hicieron un be­cerro y ofrecieron sacrificios al ídolo, y se regocijaron con las obras de sus ma­nos. 42Dios se apartó de ellos y los en­tregó al culto del ejército celeste, según que está escrito en el libro de los pro­fetas.

«¿Acaso me habéis ofrecido victimas y sacrificios I durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel? I 43 Antes os tra­jisteis la tienda de Moloc, | y el astro del dios Refam, ] las imágenes que os hi­cisteis para adorarlas. | Por eso yo os transportaré al otro lado de Babilonia».

44 Nuestros padres tuvieron en el desier­to la tienda del testimonio, según la ha­bía dispuesto el que ordenó a Moisés que la hiciesen conforme al modelo que ha­bía visto. 45 Esta tienda la recibieron nues­tros padres, y la introdujeron cuando con Josué ocuparon la tierra de las gen­tes, que Dios arrojó delante de nuestros padres; y así hasta los días de David, 46 que halló gracia en la presencia de Dios y pidió hallar habitación para el Dios de Jacob. 47 Pero fue Salomón quien le edi­ficó una casa. 48 Sin embargo, no habita el Altísimo en casas hechas por mano de hombre, según dice el profeta:

49 «Mi trono es el cielo, | y la tierra el escabel de mis pies; | ¿qué casa me edifi­caréis a mí, dice el Señor, | o cuál será el lugar de mi descanso?

50 ¿No es mi mano la que ha hecho to­das las cosas?»

51 Duros de cerviz e incircuncisos de co­razón y de oídos, vosotros siempre ha­béis resistido al Espíritu Santo. Como vuestros padres, así también vosotros. 52 ¿A qué profeta no persiguieron vues­tros padres? Dieron muerte a los que anunciaban la venida del Justo, a quien vosotros habéis ahora traicionado y cru­cificado ; vosotros, 53 que recibisteis por ministerio de los ángeles la Ley y no la guardasteis».

54 Al oir estas cosas se llenaron de rabia sus corazones y rechinaban los dientes contra él. 55 El, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús en pie a la diestra de Dios,5* y dijo: Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios. 57 Ellos, gritando a grandes voces, tapá­ronse los oídos y se arrojaron a una sobre él. 58 Sacándole fuera de la ciudad, le ape­dreaban. Los testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo; 59 y mientras le apedreaban, Es­teban oraba, diciendo: Señor Jesús, reci­be mi espíritu. 6° Puesto de rodillas, gri­tó con fuerte voz: Señor, no les imputes este pecado. Y diciendo esto, se durmió. Saulo aprobaba su muerte.

El Evangelio en Samaría

81 Aquel día comenzó una gran per­secución contra la iglesia de Jerusa-

lén, y todos, fuera de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. 2 A Esteban le recogieron algu-

1145 HECHOS 8

nos varones piadosos e hicieron sobre él gran luto. 3 Por el contrario, Saulo devas­taba la Iglesia, y entrando en las casas, arrastraba a hombres y mujeres y los ha­cía encarcelar.

SEGUNDA PARTE

EXPANSIÓN DE LA IGLESIA FUERA DE JERUSALÉN

(8,4-12,25) 4 Los que se habían dispersado iban

por todas partes predicando la palabra. 5 Felipe bajó a la ciudad de Samaría y predicaba a Cristo. 6 La muchedumbre, a una, oía atentamente lo que Felipe le decía y admiraba los milagros que ha­cía; 7pues muchos espíritus impuros sa­lían gritando a grandes voces, y muchos paralíticos y cojos eran curaóos, 8 lo cual fue causa de gran alegría en aquella ciu­dad. 9 Pero había allí un hombre llamado Simón, que de tiempo atrás venía prac­ticando la magia en la ciudad y maravi­llando al pueblo de Samaría, diciendo ser él algo grande. * 10 Todos, del mayor al menor, le seguían y decían: Este es el poder de Dios llamado grande; u y se adherían a él, porque durante bastante tiempo los había embaucado con sus magias. I2 Mas cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba el reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hom­bres y mujeres. 13 El mismo Simón cre­yó y, bautizado, se adhirió a Felipe, y viendo las señales y milagros grandes que hacía, estaba fuera de sí.

14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron cómo había recibido Sa­maría la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan, 15 los cuales, bajando, oraron sobre ellos para que recibiesen el Espíritu Santo, !6 pues aún no había ve­nido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces les impusieron las ma­nos y recibieron el Espíritu Santo. ig Vien­do Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se comunicaba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 di­ciendo: Dadme también a mí ese poder de imponer las manos, de modo que se re­ciba el Espíritu Santo. 2» Díjole Pedro:

Sea ese tu dinero para perdición tuya, pues has creído que con dinero podía comprarse el don de Dios. 21 No tienes en esto parte ni heredad, porque tu cora­zón no es recto delante de Dios. 22 Arre­piéntete, pues, de esta tu maldad y ruega al Señor que te perdone este mal pensa­miento de tu corazón, M porque veo que estás lleno de maldad y envuelto en la­zos de iniquidad. 24 Simón respondió di­ciendo: Rogad vosotros por mí al Señor para que no me sobrevenga nada de eso que habéis dicho. 25 Ellos, después de haber atestiguado y predicado la pala­bra del Señor, volvieron a Jerusalén, evan­gelizando muchas aldeas de los samarita-nos.

La conversión del eunuco etíope 26 El ángel del Señor habló a Felipe,

diciendo: Levántate y ve hacía el medio­día, por el camino que por el desierto baja de Jerusalén a Gaza. 27 Púsose luego en camino y se encontró con un varón etíope, eunuco, ministro de Candaces, rei­na de los etíopes, intendente de todos sus tesoros. Había venido a adorar a Jeru­salén, * 28 y se volvía sentado en su co­che leyendo al profeta Isaías. 29 Dijo el Espíritu a Felipe: Acércate y llégate a ese coche. 3° Aceleró el paso Felipe; y oyendo que leía al profeta Isaías, le dijo: ¿En­tiendes por ventura lo que lees? 31 El le contestó: ¿Cómo voy a entenderlo si al­guno no me guía? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase a su lado. 32 El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste:

«Como una oveja llevada al matadero y como un cordero ante el que lo trasqui­la, enmudeció y no abrió su boca. 33 En su humillación ha sido consumado su jui­cio; su generación, ¿quién la contará?, porque su vida ha sido arrebatada de la tierra». *

34Preguntó el eunuco a Felipe: Dime, ¿de quién dice eso el profeta? ¿De sí mis­mo o de otro? 35 Y abriendo Felipe sus labios y comenzando por esta Escritu­ra, le anunció a Jesús. 36 Siguiendo su camino, llegaron a donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué im­pide que sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo

8 9 Felipe era otro de los diáconos. Simón, que aquí nos es presentado como seductor de los sama-ritanos y dado a las artes mágicas, es bien conocido en la historia de las herejías primeras que

nacieron en la Iglesia. San Ireneo apellida a Simón padre de los gnósticos, y esta denominación acaso deba tenerse pre­

sente para resolver la dificultad que ofrecen las epístolas de la cautividad. 2 7 Este eunuco, prosélito del judaismo, era ministro de Hacienda de la reina de Etiopía, cuya

capital era Napata, al sur de Egipto. El nombre de Candaces era el nombre común, como los de Tolomeo o Faraón.

33 El texto aquí citado se halla en el vaticinio de Isaías en que el profeta nos anuncia la pasión del Mesías (52,13-53,12).

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HECHOS 8-9 1146

es el Hijo de Dios. * 3 8 M a n d ó parar el coche y bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 39 En cuanto su­bieron del agua, el Espíritu del Señor arre­ba tó a Felipe, y ya no le vio más el eunuco, que continuó alegre su camino. 4 0 Cuanto a Felipe, se encontró en Azoto, y de paso evangelizaba todas las ciudades hasta lle­gar a Cesárea.

L a convers ión d e Saulo

9 1 S a u l o , r e s p i r a n d o a m e n a z a s de muerte contra los discípulos del Se­

ñor, se llegó al sumo sacerdote, * 2 pi­diéndole cartas de recomendación para

Carro etiópico

las sinagogas de Damasco, a fin de que, si allí hallaba quienes siguiesen este ca­mino, hombres o mujeres, los llevase ata­dos a Jerusalén. 3 Estando ya cerca de Damasco, de repente se vio rodeado de una luz del cielo; * y cayendo n tierra, oyó una voz que decln : Sanio, Saulo, ¿por qué me per-ligues? > El contestó: ¿Quién eres, Señor? Y E l : Yo soy Jesús, a quien tú persigues. * 6 Levántate y entra en la ciu­dad, y se te dirá lo que has de hacer. ^ Los hombres que le acompañaban quedaron atónitos oyendo la voz, pero sin ver a na­die. 8 Saulo se levantó de tierra, y con los ojos abiertos nada veía. Lleváronle de la mano y le introdujeron en Damasco, ' donde estuvo tres días sin ver y sin co­mer ni beber.

10 Había en Damasco un discípulo, de

nombre Ananias, a quien dijo el Señor en visión: |Ananias! El contestó: Heme aquí, Señor, ti Y el Señor a él : Levántate y vete a la calle llamada Recta y busca en casa de Judas a Saulo de Tarso, que está orando. I 2 Vio Saulo en visión a un hom­bre llamado Ananias, que entraba y le imponía las manos para que recobrase la vista. 13 Y contestó Ananias : Señor, he oído a muchos de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén 14 y que viene aquí con poder de los prín­cipes de los sacerdotes para prender a cuantos invocan tu nombre. 15 Pero el Señor le dijo: Ve, porque es éste para mí vaso de elección, para que lleve mi nom­bre ante las naciones y los reyes y los hi­jos de Israel. i « Y o le mostraré cuánto habrá de padecer por mi nombre. *

17 Fue Ananias y entró en la casa, e im­poniéndole las manos, le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. ls Al punto se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista, y levantándose, fue bautizado, 19 tomó alimento y se repuso. Pasó algu­nos días con los discípulos de Damasco, 2 0 y luego se dio a predicar en las sinago­gas que Jesús es el Hijo de D i o s ; 2 1 y cuan­tos le oían quedaban fuera de sí, diciendo: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía a cuantos invocaban este nombre, y que a esto venía aquí, para llevarlos atados a los sumos sacerdotes? 2 2 Pero Saulo cobraba cada día más fuerzas y confundía a los judíos de Damasco, demostrando que éste es el Mesías. 23 Pasados bastantes días, resolvieron los judíos matar le ; 2 4 p e r o su resolución fue conocida de Saulo. Día y noche guardaban las puertas para darle muerte; 2 5 pero los discípulos, tomándo­le de noche, le bajaron por la muralla des­colgándole en una espuerta. 2 6 Llegado que hubo a Jerusalén, quiso unirse a los discípulos, pero todos le temían, no cre­yendo que fuese discípulo. *

2 7 Tomóle entonces Bernabé y le condu-

37 Este versículo, que contiene una clara confesión de la divinidad de Jesucristo, se lee de muy varios modos en los Padres y en los códices antiguos que lo tienen, pues los más autorizados lo omiten del todo.

Q 1 Los Hechos nos ofrecen tres relatos de la conversión de Saulo. Este, contado por San Lucas ** como historiador; el de 22,4-16, narrado por Pablo al pueblo, y el de 26,9-18, contado por él mismo en Cesárea ante el rey Agripa. Aquf habla Jesucristo en persona, que se aparece al que tiene destinado para ser testigo de su resurrección, como se habfa aparecido antes a los doce con eí mismo fin.

5 Estas palabras, interpretadas a la luz de 1 Cor 15,8, dicen que es el mismo Jesús quien se le aparece glorioso, para que Sauío pueda ser testigo de la resurrección.

16 Anuncian estas palabras todo lo que será la vida de Saulo, el cual tenía por las más auténticas señales de su apostolado los sufrimientos por Jesucristo. Véase 2 Cor 12,12, en que nos ofrece el cuadro de sus trabajos y penalidades.

26 Saulo se ve en esta situación: de una parte, los judíos le consideran como traidor a la Ley y a la nación, y de otra, los fieles no se fían de él, conociéndole como fiero perseguidor: por eso el Señor le manda ir a donde no conozcan su historia. Y se fue a su patria, Cilicia (Gal 1,21).

1147 HECHOS 9-10

jo a los apóstoles, a quienes contó cómo en el camino había visto al Señor, que le había hablado, y cómo en Damasco ha­bía predicado valientemente el nombre de Jesús. 2S Estaba con ellos y yendo y viniendo dentro de Jerusalén, predicando con valor el nombre del Señor, 2 9 y ha­blando y disputando con los helenistas, que intentaron quitarle la vida; 3<> pero sa­biendo esto los hermanos, le llevaron a Cesárea y de allí le enviaron a Tarso.

M i l a g r o s d e P e d r o e n L i d a 31 Por toda Judea, Galilea y Samaría,

la Iglesia gozaba de paz y se fortalecía y andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos del Espíritu Santo. -12 Acae­ció que, yendo Pedro por todas partes, vino también a los santos que moraban en L ida . 3 3 Allí encontró a un hombre lla­mado Eneas, que estaba paralítico desde hacía ocho años, echado en una camilla. 34 Díjole Pedro : Eneas, Jesucristo te sana; levántate y coge la camilla. Y al punto se levantó. 35 Visto lo cual, todos los habi­tantes de Lida y de Sarona se convirtie­ron al Señor.

36 Había en Joppe una discípula llama­da Tabita, que quiere decir Gacela. Era rica en buenas obras y en l imosnas . 3 1 Su­cedió, pues, en aquellos días que enfer­mando murió, y, lavada, la colocaron en el piso alto de la casa. 38 Está Joppe pró­ximo a Lida; y sabiendo los discípulos que se hallaba allí Pedro, le enviaron dos hom­bres con este ruego: N o tardes en venir a noso t ros . 3 9 Se levantó Pedro, se fue con ellos y luego le condujeron a la sala don­de estaba, y le rodearon todas las viudas, que lloraban, mostrando las túnicas y mantos que en vida les hacía Tabi ta . 4 0 Pe­dro los hizo salir fuera a todos, y puesto de rodillas, o ró ; luego, vuelto al cadáver, dijo: Tabita, levántate. Abrió los ojos, y viendo a Pedro, se sentó. 4 l En seguida le dio éste la mano y la levantó, y l lamando a los santos y viudas, se la presentó viva. 4 2 Se hizo esto público por todo Joppe y mucho creyeron en el Señor. 43 Pedro per­maneció bastantes días en Joppe en casa de Simón el curtidor.

L a c o n v e r s i ó n de l c e n t u r i ó n C o r n e l i o •i A 1 Había en Cesárea un hombre 11a-*•" mado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica; * 2 piadoso, temeroso de Dios con toda su casa, que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios continuamente. 3 Este, como a la hora de nona, vio claramente en visión a un ángel de Dios, que, acercándose a él, le de­

cía : Cornelio. 4 El le miró y, sobrecogido de temor, dijo: ¿Qué quieres, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y limosnas han sido recordadas ante Dios. 5 Envía, pues, unos hombres a Joppe y haz que venga un cier­to Simón, l lamado Pedro, * que se hospe­da en casa de Simón el curtidor, cuya casa está junto al mar.

7 En cuanto desapareció el ángel que le hablaba, llamó a dos de sus domésti­cos y a un soldado, también piadoso, de sus asistentes, 8 y contándoles todo el su­ceso, los envió a Joppe. ' Al día siguiente, mientras ellos caminaban y se acercaban a la ciudad, subió Pedro a la terraza para orar hacia la hora de sexta. 10 Sintió ham­bre y deseó comer; y mientras preparaba la comida le sobrevino un éxtasis, n Vio el cielo abierto y que bajaba algo como un mantel grande, sostenido por las cuatro puntas, y que descendía sobre la tierra. 12 En él había todo género de cuadrúpe­dos, reptiles de la tierra y aves del cielo. 13 Oyó una voz que le decía: Levántate, Pedro, mata y come. i 4 Di jo Pedro: De ninguna manera, Señor, que jamás he co­mido cosa alguna manchada e impura. 15 De nuevo dijo la voz: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro, i6 Su­cedió esto por tres veces, y luego el lien­zo fue recogido al cielo.

17 Estaba Pedro dudoso y pensativo so­bre lo que sería aquella visión que había tenido, cuando los hombres enviados por Cornelio llegaron a la puerta, preguntan­do por la casa de Simón; l 8 y l lamando, preguntaron si se hospedaba allí cierto Si­món llamado Pedro. 19 Medi tando Pedro sobre la visión, le dijo el Espíritu: 20 Ahí están unos hombres que te buscan. Le­vántate, pues, baja y vete con ellos sin vacilar, porque los he enviado yo. 2 ' Bajó Pedro y dijo a los hombres : Yo soy el que buscáis. ¿Qué es lo que os trae? 2 2 Ellos dijeron: El centurión Cornelio, varón justo y temeroso de Dios, que en todo el pueblo de los judíos es muy esti­mado, ha recibido de un santo ángel el mandato de hacerte llevar a su casa y escuchar tu palabra. 23 Pedro los invito a entrar y los hospedó. Al día siguiente partió con ellos, acompañado de algunos hermanos de Joppe; 2 4 y al otro día entró en Cesárea, donde los esperaba Cornelio, que había invitado a todos sus parientes y amigos íntimos. 25 Así que entró Pedro, Cornelio le salió al encuentro, y postrán­dose a sus pies, le adoró . 2 * Pedro le levan­tó, diciendo: Levántate, que yo también soy hombre. 2 7 Conversando con él, en­tró y encontró allí a muchos reunidos,

•1 A t San Lucas, gentil de nacimiento, se complace en presentar a personajes como Cornelio, pro-• " sélito del judaismo, piadoso, y de cuya conversión tomó el Señor ocasión para declarar a Pe­

dro ser llegada la hora de admitir a los gentiles en la Iglesia (2 Cor 11,32).

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HECHOS 10-11 1148

28 a quienes dijo: Bien sabéis cuan ilícito es a un hombre judío llegarse a un extran­jero o entrar en su casa, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debía llamar manchado o impuro,29 por lo cual sin vacilar he venido, obedeciendo el man­dato. Decidme, pues, para qué me habéis llamado.

30Cornelio contestó: Hace cuatro días, a esta hora de nona, orando yo en mi casa, vi a un varón vestido de refulgentes vestiduras, 31 que me dijo: Cornelio, ha sido escuchada tu oración, y tus limosnas recordadas delante de Dios. 32 Envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, lla­mado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar. 33 Al instante envié por ti, y tú te has dignado venir. Ahora, pues, todos nosotros esta­mos en presencia de Dios, prontos a es­cuchar de ti lo ordenado por el Señor. 34 Tomando entonces Pedro la palabra, dijo:

Ahora reconozco que no hay en Dios acepción de personas, 35 sino que en to­da nación el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto. 36 El ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anuncián­doles la paz por Jesucristo, que es el Se­ñor de todos. 37 Vosotros sabéis lo acon­tecido en toda Judea, comenzando por la Galilea, después del bautismo predica­do por Juan; 38 esto es, cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu San­to y con poder, y cómo pasó haciendo bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El. 39 Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jeru-salén y de cómo le dieron muerte suspen­diéndole de un madero, '•ODÍOS le resu­citó al tercer día y le dio manifestarse, 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nos­otros, que comimos y bebimos con El después de resucitado de entre los muer­tos. 42 Y nos ordenó predicar al pueblo y atestiguar que por Dios ha sido instituido juez de vivos y muertos. 43 De El dan tes­timonio todos los profetas, que dicen que por su nombre cuantos creen en El reci­birán el perdón de los pecados.

44 Aún estaba Pedro diciendo estas pa­labras, cuando descendió el Espíritu San­to sobre todos los que oían la palabra; 45 quedando fuera de sí los fieles de la cir­cuncisión que habían venido con Pedro de que el don del Espíritu Santo se derra­mase sobre los gentiles,46 porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios. Entonces tomó Pedro la palabra: +7 ¿Podrá, acaso, alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Es­píritu Santo igual que nosotros? 48 Y

mandó bautizarlos en el nombre de Jesu­cristo. Entonces le rogaron que se que­dase allí algunos días.

La noticia del suceso en Jerusalén

U1 Oyeron los apóstoles y los her­manos de Judea que también los

gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2 Pero cuando subió Pedro a Jeru­salén disputaban con él los que eran de la circuncisión, 3 diciendo: Tú has entra­do a los incircuncisos y has comido con ellos. 4 Comenzó Pedro a contarles por menudo, diciendo: 5 Estaba yo en la ciu­dad de Joppe orando y vi en éxtasis una visión: algo así como un mantel grande suspendido por las cuatro puntas, que ba­jaba del cielo y llegaba hasta mí; 6 y vol­viendo a él los ojos, vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y aves del cielo, i Oí también una voz que me decía: Leván­tate, Pedro, mata y come. 8 Pero yo dije: De ninguna manera, Señor, que jamás cosa manchada o impura entró en mi bo­ca. ' Por segunda vez me habló la voz del cielo: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro.10 Esto sucedió por tres veces, y luego todo volvió al cielo, u En aquel instante se presentaron tres hom­bres en la casa en que estábamos, envia­dos a mí desde Cesárea. 12 Al mismo tiempo el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin vacilar. Conmigo vinieron tam­bién estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel varón, 13 que nos contó cómo había visto en su casa al ángel, que, presentándosele, dijo: Envía a Joppe y haz venir a Simón, llamado Pedro, l4el cual te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa. 15 Comen­zando yo a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, igual que sobre nos­otros al principio, i* Yo me acordé de la palabra del Señor cuando dijo: «Juan bau­tizó en agua, pero vosotros seréis bau­tizados en el Espíritu Santo». 17 Si Dios, pues, les había otorgado igual don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesu­cristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios? '8 Al oir estas cosas callaron y glo­rificaron a Dios, diciendo: Luego Dios ha concedido también a los gentiles la peni­tencia para la vida.

La predicación fuera de Palestina 19 Los que con motivo de la persecu­

ción suscitada por lo de Esteban se ha­bían dispersado, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no predicando la pa­labra más que a los judíos. 20 Pero había entre éstos algunos hombres de Chipre y de Cirene que, llegando a Antioquía, pre­dicaron también a los griegos, anuncian­do al Señor Jesús. 21 La mano del Señor

1149 HECHOS 11-12

estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor. 22 Llegó la noticia de esto a los oídos de la iglesia de Jerusa­lén, y enviaron a Antioquía a Bernabé, 23 el cual, así que llegó y vio la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a perseverar fieles al Señor; 24 porque era nombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, y se allegó al Señor numerosa muchedumbre. 2¡ Bernabé partió a Tarso en busca de Saulo, y hallándole, le con­dujo a Antioquía, 26 donde por espacio de un año estuvieron juntos en la iglesia e instruyeron a una muchedumbre nume­rosa, tanto que en Antioquía comenza­ron los discípulos a llamarse «cristia­nos».

27 Por aquellos días bajaron de Jerusa­lén a Antioquía profetas, 28 y levantán­dose uno de ellos por nombre Agabo, vaticinaba por el Espíritu una grande hambre que había de venir sobre toda la tierra, y que vino bajo Claudio. * 29 Los discípulos resolvieron enviar socorros a los hermanos que habitaban en Judea, 30 cada uno según sus facultades, y lo hi­cieron, enviándoselo a los ancianos por medio de Bernabé y Saulo.

La persecución de Herodes Agripa l O i Por aquel tiempo, el rey Herodes * ** se apoderó de algunos de la iglesia para atormentarlos. * 2 Dio muerte a San­tiago, hermano de Juan, por la espada. * 3 Viendo que esto era grato a los judíos, llegó a prender también a Pedro. 4 E r a por los días de los Ácimos, y cogiéndole, le metió en la cárcel, encargando su guar­da a cuatro escuadras de soldados con el propósito de exhibirle al pueblo des­pués de la Pascua. 5 En efecto, Pedro era custodiado en la cárcel; pero la Iglesia oraba instantemente a Dios por él. « La noche anterior al día en que Herodes se proponía exhibirle al pueblo, hallándose Pedro dormido entre los soldados, sujeto con dos cadenas y guardada la puerta de la prisión por centinelas, 7 un ángel del Señor se presentó en el calabozo, que quedó iluminado; y golpeando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Le­vántate pronto; y se cayeron las cadenas en sus manos. 8 El ángel añadió: Cíñete y cálzate tus sandalias. Hízolo así. Y agregó: Envuélvete en tu manto y sigúe­

me. 9 Y salió en pos de él. No sabía Pe­dro si era realidad lo que el ángel hacía; más bien le parecía que fuese una visión.

io Atravesando la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad. La puerta se les abrió por sí misma, y salieron y avanza­ron por una calle, desapareciendo luego el ángel. H Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora me doy cuenta de que real­mente el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío. 12 Reflexionando, se fue a la casa de Ma­ría, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos reunidos y orando. 13 Golpeó la puerta del vestí­bulo y salió una sierva llamada Rodé, 14 que, luego que conoció la voz de Pedro, fuera de sí de alegría, sin abrir la puerta, corrió a anunciar que Pedro estaba en el vestíbulo. 15 Ellos le dijeron: Estás loca. Insistía ella en que era así; y entonces di­jeron: Será su ángel. 1* Pedro seguía gol­peando, y cuando le abrieron y le cono­cieron, quedaron estupefactos. 17 Hacién­doles señal con la mano de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel, y añadió: Contad esto a San­tiago y a los hermanos. Y salió, yéndose a otro lugar.

i8 Cuando se hizo de día se produjo en­tre los soldados no pequeño alboroto por lo que habría sido de Pedro. 19 Herodes le hizo buscar, y no hallándole, interrogó a los guardias y los mandó conducir al suplicio. Luego, bajando de la Judea, re­sidió en Cesárea. 20 Estaba irritado con­tra los tirios y sidonios, que de común acuerdo se presentaron a él, y habiéndose ganado a Blasto, camarero del rey, le pidieron la reconciliación, por cuanto su región se abastecía del territorio del rey. 2l El día señalado, Herodes, vestido de las vestiduras reales, se sentó en su estrado y les dirigió la palabra. 22 Y el pueblo co­menzó a gritar: Palabra de Dios y no de hombre. 23 Al instante le hirió el ángel del Señor, por cuanto no había glorifica­do a Dios, y comido de gusanos expiró. *

24 La palabra del Señor más y más se extendía y se difundía. 25 Bernabé y Sau­lo, cumplido su ministerio, volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan, lla­mado Marcos.

•| 1 2 8 Durante el gobierno de Claudio (41-53), el Imperio fue afligido con muchas hambre». ' * A Judea le tocó bajo el gobernador Alejandro (45-48). Los convertidos de la gentilidad pro­

curan en Judea socorrer a sus hermanos en la fe. Luego veremos cómo San Pablo fomentaba esta práctica y se valía de ella para borrar los prejuicios de los judíos contra los gentiles. •| O ' Este Herodes, hijo de Aristóbulo y nieto de Herodes el Grande, recibió el reino del empe-* ~* rador Cayo Caligula el año 40 y murió por la Pascua del 44.

2 Este Santiago, hermano de Juan, es Santiago e! Mayor, el protomártir del Colegio Apostólico, el cual cumplió así la promesa dada al Señor de beber su cáliz (Mt 20,22 s.).

2 3 Josefo señala los síntomas de su mal, «graves e intensos dolores intestinales», que acabaron en la muerte, ocurrida poco después de la Pascua del 44. Tal vez murió de un ataque de apenaicitis.

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HECHOS 1 3 1150

TERCERA P A R T

D I F U S I Ó N DE LA IGLESIA ENTRE LOS

GENTILES

(13-28)

Primer viaje de San Pablo

(13.1-1s.33)

P a b l o y B e r n a b é , e n C h i p r e

•I O ' Había en la iglesia de Antioquía ' • * ' profetas y doctores: Bernabé y Simeón, llamado Niger; Lucio de Cire-ne, Manahem, hermano de leche del te-trarca Herodes, y Saulo; 2 mientras ce­lebraban la liturgia en honor del Señor y guardaban los ayunos, dijo el Espíritu Santo: Segregadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los llamo. 3 Entonces, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron.

* Mandados, pues, por el Espíritu San­to , bajaron a Seleucia, y de allí navega­ron a Chipre. 5 En Salamina predicaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, teniendo a Juan por auxiliar. 6 Luego atravesaron toda la isla hasta Pafos, y allí encontraron a un mago, fal­so profeta, judío, de nombre Bariesus. 1 Hallábase éste al servicio del procónsul Sergio Paulo, varón prudente, que hizo llamar a Bernabé y a Saulo, deseando oir la palabra de Dios. 8 Pero Elimas—el ma­go, que eso significa este nombre—se le oponía y procuraba apartar de la fe al procónsul. ' Mas Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Sanio, clavando en él los ojos, "> le dijo: ¡Oh lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No ce­sarás de torcer los rectos caminos del Se­ñor? u Ahora mismo la mano del Señor caerá sobre ti y quedarás ciego, sin ver la luz del sol por cierto tiempo. Al punto se apoderaron de él ¡as tinieblas y la obs­curidad, y daba vueltas buscando quien le diera la mano. 12 Al verlo, creyó el pro­cónsul, maravillado de la doctrina del Señor.

P a s a n los m i s i o n e r o s al As ia M e n o r 13 D e Pafos navegaron Pablo y los su­

yos, llegando a Perge de Panfilia, pero Juan se apartó de ellos y se volvió a Je-rusalén. 14 Ellos, partiendo de Perge, lle­garon a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga en día de sábado, se sen­taron. 15 Hecha la lectura de la Ley y de los profetas, les invitaron los jefes de la sinagoga, diciendo: Hermanos, si tenéis

alguna palabra de exhortación al pueblo, decidla.

16 Entonces se levantó Pablo, y hacien­do señal con la mano, dijo: «Varones is­raelitas y vosotros los que teméis a Dios, escuchad: " El Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres y acrecentó al pueblo durante su estancia en la tierra de Egipto y con brazo fuerte los sacó de ella. 18 Durante unos cuarenta años los soportó en el desierto; 19 y destruyendo a siete naciones de la tierra de Canán, se la dio en heredad 2o al cabo de unos cua­trocientos cincuenta años. Después les dio jueces, hasta el profeta Samuel. 21 Luego pidieron rey, y les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años . 2 2 Rechazado éste, alzó por rey a David, de quien dio testimonio, di­ciendo : «He hallado a David, hijo de Jesé, varón según mi corazón, que hará en todo mi voluntad». 23 Del linaje de éste, según su promesa, suscitó Dios para Israel un salvador, Jesús , 2 4 precedido por Juan, que predicó antes de la llegada de aquél el bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. 2$ Cuando Juan estaba para acabar su carrera, dijo: «No soy yo el que vosotros pensáis; otro viene después de mí, a quien no soy digno de desatar el calzado».2 6 Hermanos, hijos de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios, a nosotros se nos envía este mensaje de salud.

2 7 En efecto, los moradores de Jerusa-lén y sus príncipes le rechazaron y con­denaron, ilaudo así cumplimiento a las palabras de los profetas que se leen cada sábado, 2 S y sin haber hallado ninguna causa de muerte, pidieron a Pilato que le quitase la vida. 29 Cumplido todo lo que de El estaba escrito, le bajaron del leño y le depositaron en un sepulcro, 30 pero Dios le resucitó de entre los muertos, 3 i y durante muchos días se apareció a los que con El habían subido de Galilea a Jerusa-lén, que son ahora sus testigos ante el pueblo. 3 2 Nosotros os anunciamos el cum­plimiento de la promesa hecha a nuestros padres, 33 que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy». * 34 Pues le re­sucitó de entre los muertos, para no vol­ver a la corrupción. También dijo: «Yo os cumpliré las promesas santas y firmes hechas a David». * 35 Por lo cual, en otra parte, dice: «No permitirás que tu Santo vea la corrupción». * 36 Pues bien, David, habiendo hecho durante su vida la volun­tad de Dios, se durmió y fue a reunirse

1 O 3 3 Sal 2,7. , 1 0 3 4 Is 55,3-

35 Sal 16,10.

1151 HECHOS 13-14

con sus padres y experimentó la corrup­ción ; 37 pero aquel a quien Dios ha resu­citado, ése no vio la corrupción.

38 Sabed, pues, hermanos, que por éste se os anuncia la remisión de los pecados y de todo cuanto por la Ley de Moisés no podíais ser justificados. 3 9 Todo el que en El creyere será justificado. 40 Mirad, pues, que no se cumpla en vosotros lo dicho por los profetas:

41 «Mirad, menospreciadores, admiraos y anonadaos, porque voy a ejecutar en vuestros días una obra tal que no la cree­ríais si os la contaran». *

4 2 A la salida les rogaron que al sábado siguiente volviesen a hablarles de esto. * 4 3 Disuelta la reunión, muchos de los ju­díos y prosélitos adoradores de Dios si­guieron a Pablo y a Bernabé, que les hablaban para persuadirles que permane­ciesen en la gracia de Dios. 4 4 Al sábado siguiente casi toda la ciudad se juntó para escuchar la palabra de Dios : 45 pero vien­do los judíos a la muchedumbre, se llena­ron de envidia e insultaban y contradecían a Pablo. 4& Mas Pablo y Bernabé respon­dían valientemente, diciendo: A vosotros os habíamos de hablar primero la palabra de Dios, mas puesto que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos vol­veremos a los gentiles. 4 7 Porque así nos lo ordenó el Señor:

«Te he hecho luz de las gentes para ser su salud hasta los confines de la tierra». *

4 8 Oyendo esto los gentiles, se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, cre­yendo cuantos estaban ordenados a la vida eterna. 4I> La palabra del Señor se difundía por toda la región; 50 pero los judíos concitaron a mujeres adoradoras de Dios y principales y a los primates de la ciudad y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los arrojaron de sus términos. 51 Ellos, sacudiendo el polvo de sus pies contra aquéllos, se diri­gieron a Iconio, 52 mientras los discípulos quedaban Henos de alegría y del Espíritu Santo.

P r o s i g u e la m i s i ó n e n A s i a h a s t a la vue l t a d e A n t i o q u í a

i A ' Igualmente en Iconio entraron en * " la sinagoga de los judíos, donde hablaron de modo que creyó una nume­rosa multitud de judíos y griegos. 2 Pero los judíos incrédulos excitaron y exacer­

baron los ánimos de los gentiles contra los hermanos. 3 Con todo, moraron allí bastante tiempo, predicando con gran li­bertad al Señor, que confirmaba la pala­bra de su gracia realizando por su mano señales y prodigios. 4 Al fin se dividió la muchedumbre de la ciudad, y unos esta­ban por los judíos y otros por los apósto­les. 5 Y como se produjese un tumulto de gentiles y judíos con sus jefes, pretendien­do ultrajar y apedrear a los apóstoles, 6 dándose éstos cuenta de ello, huyeron a las ciudades de Licaonia, Listra y Der-be y a las regiones vecinas, 1 donde pre­dicaron el Evangelio.

8 En Listra vieron a un hombre inváli­do de los pies, paralitico desde el seno de su madre y que nunca había podido andar. 9 Escuchaba éste a Pablo, que, fijando en él los ojos y viendo que tenia

^^S l í lS iF

IHSffia Sacrificio pagano

fe para ser salvo, 10 le dijo en alta voz: Levántate, ponte en pie. El, dando un salto, echó a andar. u La muchedumbre, al ver lo que había hecho Pablo, levantó la voz diciendo en licaónico: Dioses en forma humana han descendido a nos­otros, 12 y llamaban a Bernabé Zeus, y a Pablo Hermes, porque éste era el que llevaba la palabra. 13 El sacerdote del templo de Zeus, que estaba ante la puerta de la ciudad, trajo toros enguirnalda­dos y, acompañado de la muchedumbre, quería ofrecerles un sacrificio.

14 Cuando esto oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidu-

"1 Hab 1,5. 4 2 Los judíos estaban dispersos por el Imperio y en todas partes tenían su sinagoga. San Pablo

solía dirigirse a ella, donde encontraba un campo preparado para su siembra en los judíos mismos y en los muchos prosélitos que éstos lograban agregar a la sinagoga. El resultado solía ser que algu­nos israelitas se rindieran a la palabra del Apóstol, mientras la masa general de ellos se revolvía contra el predicador al ver sus éxitos entre los prosélitos y gentiles y oir la doctrina que Pablo pre­dicaba de la igualdad de todos en Jesucristo, con la consiguiente supresión de la Ley y de los privi­legios de la nación escogida.

« Is 49.6.

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HECHOS 14-15 1152

ras y, arrojándose entre la muchedumbre, gritaban, l s diciendo: «Hombres, ¿qué es lo que hacéis? Nosotros somos hombres iguales a vosotros y os predicamos para convertiros de estas vanidades al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto hay en ellos; I* que en las pasadas generaciones permitió que todas las naciones siguiaran su camino, 1 7 aunque no las dejó sin testimonio de sí, haciendo el bien y dispensando desde el cielo las lluvias y las estaciones fruc­tíferas, llenando de alimentos y de ale­gría vuestros corazones».

18 Con todo esto, a duras penas desis­tió la muchedumbre de sacrificarles. w Pe­ro judíos venidos de Antioquía e Iconio sedujeron a las turbas, que apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciu­dad, dejándole por muerto. 2 0 Rodeado de los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. Y al día siguiente salió con Bernabé camino de Derbe. 2 1 Evangeliza­da aquella ciudad, donde hicieron muchos discípulos, se volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, 2 2 confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a perma­necer en la fe, diciéndoles que por mu­chas tribulaciones nos es preciso entrar en el reino de Dios. 2 3 Les constituyeron presbíteros en cada iglesia por la impo­sición de las manos, orando y ayunando, y los encomendaron al Seflor, en quien habían creído. 2 4 Y atravesando la Pisi-dia, llegaron a Panfilia, 2 5 y habiendo predicado la palabra en Perge, bajaron a Atalia, 2IS y de allí navegaron hacia An­tioquía, de donde habían salido, enco­mendados a la gracia de Dios, para la obra que habían realizado. 2 7 Llegados, reunieron la iglesia y contaron cuanto había hecho Dios con ellos y cómo ha­bían abierto a los gentiles la puerta de la fe. 2 8 Y moraron con los discípulos bastante tiempo.

E l p r o b l e m a d e la o b l i g a c i ó n d e la L e y

1 C ' Algunos que habían bajado de * « * Jerusalén enseñaban a los herma­nos : «Si no os circuncidáis conforme a la Ley de Moisés, no podéis ser salvos». 2 Con esto se produjo una agitación y disputa no pequeña, levantándose Pablo y Bernabé contra ellos. Al cabo deter­

minaron que subieran Pablo y Bernabé a Jerusalén, acompañados de algunos otros de aquéllos, a los apóstoles y pres­bíteros de Jerusalén, para consultarlos sobre esto. * 3 Ellos, despedidos por la iglesia, atravesaron la Fenicia y Samaría, contando la conversión de los gentiles y causando grande gozo a todos los her­manos.

4 A su llegada a Jerusalén fueron aco­gidos por la iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y les contaron cuanto ha­bía hecho Dios con ellos. 5 Pero se levan­taron algunos de la secta de los fari­seos que habían creído, los cuales de­cían: «Es preciso que se circunciden y mandarles guardar la Ley de Moisés».

6 Se reunieron los apóstoles y los pres­bíteros para examinar este asunto. 7 Des­pués de una larga deliberación, se le­vantó Pedro y les dijo: «Hermanos, vos­otros sabéis cómo de mucho t iempo h a determinó Dios aquí entre vosotros que por mi boca oyesen los gentiles la pala­bra del Evangelio y creyesen. 8 Dios, que conoce los corazones, ha testificado en su favor, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros 9 y no haciendo dife­rencia alguna entre nosotros y ellos, pu­rificando con la fe sus corazones . 1 0 Aho­ra, pues, ¿por qué tentáis a Dios que­riendo imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros pa­dres ni nosotros fuimos capaces de so­portar? ti Pero por la gracia del Señor Jesucristo creemos ser salvos nosotros, lo mismo que ellos», i 2 Toda la muchedum­bre calló y escuchaba a Bernabé y a Pablo, que referían cuantas señales y pro­digios había hecho Dios entre los genti­les por medio de ellos.

13 Luego que éstos callaron, t omó San­tiago la palabra y dijo: 14«Hermanos, o ídme: Simón nos ha dicho de qué modo Dios por primera vez visitó a los gentiles para consagrarse de ellos un pueblo a su nombre. 15 Con esto concuerdan las palabras de los profetas, según está es­crito :

i« «Después de eso volveré | y edifica­ré la tienda de David, que estaba caída, I y reedificaré sus ruinas | y la levantaré, | 17 a fin de que busquen los demás hom­bres al Señor, | y todas las naciones so­bre las cuales fue invocado mi nombre, |

1 E 2 Este capítulo es de sumo interés para la historia de la Iglesia. Conforme a los vaticinios • ** proféticos, los gentiles han sido admitidos a la fe. Pero ¿cuáles eran sus relaciones con la

Ley mosaica? Los judíos, aun después de bautizados, continuaban viviendo según ella, ya que el Señor no la había derogado y estaban habituados a ver en ella la norma de la piedad hacia Dios. Los elementos venidos del fariseísmo a la fe eran los más celosos por la conservación de la Ley, que creían necesaria para la salud junto con la fe en Jesucristo. Pablo y Bernabé protestan contra tal exi­gencia, y Pedro les da la razón al declarar, con la aprobación de la asamblea, que sólo por Jesucristo podemos alcanzar la vida eterna. Pero considerando la condición de los judíos convertidos, y por fo­mentar la unión de los fieles todos y de las iglesias, se acepta la propuesta de Santiago.

1153 HECHOS 15-16

dice el Señor, que ejecuta estas cosas, 18 conocidas desde antiguo». * 19 Por lo cual es mi parecer que no se inquiete a los que de los gentiles se conviertan a Dios, 2 0 sino escribirles que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de la fornicación, de lo ahogado y de san­gre. 2 l Pues Moisés desde antiguo tiene en cada ciudad quienes lo expliquen, le­yéndolo en las sinagogas todos los sá­bados.

2 2 Pareció entonces bien a los apósto­les y a los ancianos, con toda la iglesia, escoger de entre ellos, para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé, a Ju­das, l lamado Barsabas, y a Silas, varo­nes principales entre los hermanos, 2 3 y escribirles por mano de éstos:

« Los apóstoles y ancianos hermanos, a sus hermanos de la gentilidad que mo­ran en Antioquía, Siria y Cilicia, salud: * 2 4 Habiendo llegado a nuestros oídos qu3 algunos salidos de entre nosotros, sin que nosotros les hubiéramos mandado, os han turbado con palabras y han agi­tado vuestras almas, 25 de común acuer­do nos ha parecido enviaros varones es­cogidos en compañía de nuestros amados Bernabé y Pablo, lf> hombres que han expuesto la vida por el nombre de Nues­tro Señor Jesucristo. 2 7 Enviamos, pues, a Judas y a Silas para que os refieran de palabra estas cosas. 2 8 Porque ha pa­recido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna otra carga más que estas necesarias: 2!* que os abstengáis de las carnes inmoladas a los ídolos, de sangre y de lo ahogado y de la fornica­ción, de lo cual haréis bien en guarda­ros. Pasadlo bien».

30 Los enviados bajaron a Antioquía y, reuniendo a la muchedumbre, les entrega­ron la epístola, 3l que, leída, los llenó de consuelo. 3 2 Judas y Silas, que también eran profetas, con muchos discursos ex­hortaron a los hermanos y los confirma­ron. 33 Pasado allí algún t iempo, fueron despedidos en paz por los hermanos a aquellos que los habían enviado.

Segundo viaje del Apóstol

(15,34-18,22)

34 Pero Silas decidió permanecer allí, y partió solamente Judas. -15 Pablo y Ber-

1 8 Am Q,il s. 2 3 El decreto abarca tres puntos: la fornicación, que, no obstante ser prohibida por la ley na­

tural, no era tenida por los gentiles como falta grave; las carnes inmoladas a los ídolos, que se ven­dían al público, y que San Pablo declarará luego permitidas (1 Cor 8,1 ss.), y las carnes no sangradas, que la Ley prohibía al vedar comer la sangre. Estos dos preceptos, que eran un obsequio a la Ley mosaica, quedaron anulados una vez que la Iglesia de la gentilidad se desprendió de la sinagoga.

1 £ 11 San Pablo pone en este momento los pies en Europa, y, pasando por el puerto de Neá-" polis, se dirige a Filipos, colonia romana y organizada, por tanto, a imagen de Roma. Aquí

funda una iglesia, que fue de él la más amada, según la epístola que más tarde le dirigió. Desde este versículo, el autor se asocia a San Pablo y habla en primera persona hasta el versículo

nabé se quedaron en Antioquía, enseñan­do y evangelizando, con otros muchos, la palabra del Señor. 3 6 Pasados algunos días, dijo Pablo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos por t o t a s las ciu­dades en que hemos evangelizado la pa­labra del Señor y veamos cómo están. 3 7 Bernabé quería llevar consigo también a Juan, l lamado Marcos ; 3 8 pero Pablo juzgaba que no debían llevarle, por cuan­to los había dejado desde Panfilia y no había ido con ellos a la obra. 3 9 Se produ­jo cierto disentimiento, de suerte que se separaron uno de otro, y Bernabé, toman­do consigo a Marcos, se embarcó para Chipre, 4 0 mientras que Pablo, llevando consigo a Silas, part ió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. 4 1 Atravesó la Siria y la Cilicia, confir­mando las iglesias.

1 C l Llegaron a Derbe y a Listra. * ™ Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía cre­yente y de padre griego, 2 muy recomen­dado por los hermanos de Listra e Ico­nio. 3 Quiso Pablo que se fuera con ét, y, tomándole, le circuncidó a causa de los judíos que había en aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era grie­go. 4 Atravesando las ciudades, les comu­nicaba los decretos dados por los após­toles y ancianos de Jerusalén, encargán­doles que los guardasen. 5 Las iglesias, pues, se afianzaban en la fe y crecían en número de día en día.

* Atravesada la Frigia y el país de Ga-lacia, el Espíritu Santo les prohibió pre­dicar en Asia. 7 Llegaron a Misía e in­tentaron dirigirse a Bitinia, mas tampoco se lo permitió el Espíritu de Jesús; 8 y pasando de largo por Misia, bajaron a Tróade. ' Por la noche tuvo Pablo una visión. Un varón macedonio se le puso delante, y, rogándole, decía: Pasa a Ma-cedonia y ayúdanos. 10 Luego que vio la visión, al instante buscaron cómo pa­sar n Macedonia, seguros de que Dios los llamaba para evangelizarlos.

P a b l o , e n E u r o p a

u Zarpando de Tróade, navegamos de­recho a Samotracia; el día siguiente lle­gamos a Neápolis, * i2 de allí a Filipos, que es la primera ciudad de esta parte

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HECHOS 16-17 1154

de Macedonia, colonia romana, donde pasamos algunos días. 13 El sábado sali­mos fuera de la puerta, junto al río, donde pensamos que estaba el lugar de la oración, y sentados, hablábamos con algunas mujeres que se hallaban reuni­das. í 4 Cierta mujer llamada Lidia, teme­rosa de Dios, purpuraría, de la ciudad de Tiatira, escuchaba atenta. El Señor había abierto su corazón para atender a las cosas que Pablo decía. l s Una vez que se bautizó con toda su casa, rogó diciendo: Puesto que me habéis juzgado fiel al Señor, entrad en mi casa y que­daos en ella; y nos obligó.

16 Aconteció que, yendo nosotros a la oración, nos salió al encuentro una sierva que tenía espíritu pitónico, la cual, adi­vinando, procuraba a sus amos grandes ganancias. 17 Ella nos seguia a Pablo y a nosotros, y gritando decía: «Estos hom­bres son siervos del Dios Altísimo y os anuncian el camino de la salvación». 18 Hizo esto muchos días. Molestado Pa­blo, se volvió y dijo al espíritu: En nom­bre de Jesucristo te mando salir de ésta, y en el mismo instante salió.

i* Viendo sus amos que había desapa­recido la esperanza de sus ganancias, co­gieron a Pablo y a Silas y los llevaron al foro, ante los magistrados; 2 0 y, pre­sentándoselos a los pretores, dijeron: «Es­tos hombres perturban nuestra ciudad, porque, siendo judíos,2 1 predican costum­bres que a nosotros no nos es lícito acep­tar ni practicar, siendo como somos ro­manos». 2 2 T o d a la muchedumbre se le­vantó contra ellos, y los pretores man­daron que, desnudos, fueran azotados con varas, 23 y después de hacerles muchas llagas, los metieron en la cárcel, intiman­do al carcelero que los guardase con cuidado. 24 Este, recibido tal mandato, los metió en el calabozo y les sujetó bien los pies en el cepo.

2 5 Hacia medianoche, Pablo y Silas, puestos en oración, alababan a Dios, y los presos los oían. 2 6 De repente se pro­dujo un gran terremoto, hasta conmover­se los cimientos de la cárcel, y al instante se abrieron las puertas y se soltaron los grillos. 2 7 Despertó el carcelero, y vien­do abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada con intención de darse muerte, creyendo que se hubiesen escapado los presos. 2 8 Pero Pablo gritó en alta voz, diciendo: «No te hagas ningún mal, que todos estamos aquí»; 2 9 y pidiendo una luz, se precipitó dentro, arrojándose tem­bloroso a los pies de Pablo y de Silas. 30 Luego los sacó fuera y les dijo: Seño­res, ¿qué debo yo hacer para ser salvo?

31 Ellos le dijeron: Cree en el Señor Je­sús y serás salvo tú y tu casa. 3 2 Le ex­pusieron la palabra de Dios a él y a todos los de su casa; 33 y en aquella hora de la noche los tomó, los lavó las heri­das, y en seguida se bautizó él con todos los suyos. 3 4 Subióles a su casa y les puso la mesa, y se regocijó con toda la familia de haber creído en Dios.

35 Llegado el día, enviaron los preto­res a los lictores con esta orden: Pon en libertad a esos hombres. 3 6 El carcele­ro comunicó a Pablo estas órdenes: Los pretores han enviado a decir que seáis soltados; ahora, pues, salid e id en paz. 3 7 Pero Pablo les dijo: Después que a nosotros, ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente sin juzgarnos y nos han metido en la cárcel, ¿ahora en se­creto nos quieren echar fuera? N o será así. Que vengan ellos y nos saquen. 3 8 Comunicaron los lictores estas pala-

I bras a los pretores, que temieron al oir que eran romanos. 3 9 Vinieron y les pre­sentaron sus excusas, y, sacándolos, les rogaron que se fueran de la ciudad. 4 0 Ellos, al salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y viendo a los hermanos, los exhortaron y se fueron.

n i Pasando por Anfípolis y Apolo-nia, llegaron a Tesalónica, donde

había una sinagoga de judíos. 2 Según su costumbre, Pablo entró en ella y por tres sábados discutió con ellos sobre las Escrituras, 3 explicándoselas y probando cómo era preciso que el Mesías padecie­se y resucitase de entre los muertos, y que este Mesías es Jesús, a quien yo os anuncio. 4 Algunos de ellos que se deja­ron convencer se incorporaron a Pablo y a Silas, y asimismo una gran muchedum­bre de prosélitos griegos y no pocas mu­jeres principales. 5 Pero los judíos, mo­vidos de envidia, reunieron algunos hom­bres malos de la canalla, promovieron un alboroto en la ciudad y se presenta­ron ante la casa de Jasón buscando a los apóstoles para llevarlos ante el pue­blo. 6 Pero no hallándolos, arrastraron a Jasón y a algunos de los hermanos y los llevaron ante los politarcas, gr i tando: Estos son los que alborotan la tierra. Al llegar aquí han sido hospedados por Jasón, 7 y todos obran contra los decre­tos de! César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Con esto alborotaron a la plebe y a los politarcas que tales cosas oían; 9 pero habiendo recibido fianza de Ja­són y de los demás, los dejaron ir libres. 10 Aquella misma noche los hermanos encaminaron a Pablo y a Silas para Be-

17. Lo mismo se echa de ver en 20,5-18; 27,1-37; 28,1-16. Todos estos trozos están tomados de las memorias de viaje de este compañero de San Pablo, que no puede ser otro que San Lucas.

1155 HECHOS 17

rea. Así que llegaron, se fueron a la si­nagoga de los judíos.

11 Eran éstos más nobles que los de Tesalónica y recibieron con toda avidez la palabra, consultando diariamente las Escrituras para ver si era así. L2 Muchos de ellos creyeron, y además mujeres grie­gas de distinción y no pocos hombres. 13 Pero en cuanto supieron los judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada por Pablo la palabra de Dios, vinieron allí y agitaron y alborotaron a la plebe. 14 Al instante los hermanos des­pidieron a Pablo camino del mar, que­dando allí Silas y Timoteo. 15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Ate­nas, recibiendo de él encargo para Silas y Timoteo de que se le reuniesen cuan­to antes.

P a b l o , e n A t e n a s

16 Mientras Pablo los esperaba en Ate­nas, se consumía su espíritu viendo la ciudad llena de ídolos. 17 Disputaba en la sinagoga con los judíos y los proséli-

Altar erigido en Roma a un dios o diosa desconocido*

que propala este charlatán? Otros con­testaban: Parece ser predicador de divi­nidades extranjeras; porque anunciaba a Jesús y la resurrección. 19 Y tomándole, le llevaron al Areópago, diciendo: ¿Po­demos saber qué nueva doctrina es esta que enseñas? 2" Pues eso es muy extraño a nuestros oídos; queremos saber qué quieres decir con esas cosas. 2 l Todos los atenienses y los forasteros allí domi­ciliados no se ocupan en otra cosa que en decir y oir novedades.

2 2 Puesto en pie Pablo en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos;2 3 porque al pasar y contemplar los objetos de vuestro culto he hallado un altar en el cual está escrito: «Al dios desconocido». Pues ése que sin conocerle veneráis es el que yo os anun­cio. * i* El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano del hom­bre, 2s ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo El mismo quien da a todos la vida, el alien­to y todas las cosas. 2 6 El hizo de uno todo el linaje humano para poblar toda la haz de la tierra. El fijó las estaciones y los confines de los pueblos 2 7 para que busquen a Dios y siquiera a tientas le hallen, que no está lejos de nosotros, 2 8 porque en El vivimos y nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas han dicho:

«porque somos linaje suyo». 2 9 Siendo, pues, linaje de Dios, no de­

bemos pensar que la divinidad es seme­jante al oro o a la plata o a la piedra, obra del arte y del pensamiento humano. 30 Dios, disimulando los tiempos de la ignorancia, intima ahora en todas par­tes a los hombres que todos se arrepien­tan, 31 por cuanto tiene fijado el día en que juzgará la tierra con justicia por medio de un Hombre , a quien ha cons­tituido juez, acreditándole ante todos por su resurrección de entre los muertos».

3 2 Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reir, otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez. 33 Así salió Pablo de en medio de ellos. 34 Algunos se adhirieron a él y ere-

tos, y cada día en el agora con los que le salían al paso. * l8 Ciertos filósofos, tanto epicúreos como estoicos, conferen­ciaban con él, y unos decían: ¿Qué es lo

1 *r 17 Atenas, la ciudad de las artes helénicas, más que ninguna otra estaba inundada de monu-* mentos religiosos que afligían el corazón del Apóstol. Allí se encontró también con los repre­

sentantes de la filosofía griega, muy caída entonces, los estoicos y los epicúreos, con los cuales disputaba.

23 Efectivamente, los atenienses se distinguían por su religiosidad. Para que ningún dios que­dase sin ser honrado en Atenas y, enojado por esta preterición, los castigase, se había erigido este altar. San Pablo, considerando que entre tantos dioses el único desconocido y sin culto era el Dios verdadero, el que creó el cielo y la tierra, toma ocasión de aquí para anunciarlo a los atenienses. Su discurso se diferencia de los predicados a los judíos. Aquí empieza p-edicando al Dios creador del cielo y de la tierra, conservador y proveedor de todo, para venir a hablar del juicio por Jesucristo, resucitado de entre los muertos.

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HECHOS 17-19 1156

yeron, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita y una mujer de nombre Da-maris y otros más.

E l E v a n g e l i o e n C o r i n t o •| Q i Después de esto, Pablo se retiró * O de Atenas y vino a Corinto. 2 Allí encontró a un judío l lamado Aquila, ori­ginario de Ponto , recientemente llegado de Italia con Priscila, su mujer, a causa del decreto de Claudio que ordenaba salir de R o m a a todos los judíos. Pablo se unió a ellos, 3 y como era del mismo oficio que ellos, se quedó en su casa y trabajaban juntos, pues eran ambos fa­bricantes de lonas. * * Los sábados dispu­taban en la sinagoga, persuadiendo a los judíos y a los griegos. 5 Mas luego que llegaron de Macedonia Silas y Timoteo, se dio del todo a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Mesías. 6 Como éstos le resistían y blasfemaban, sacudiendo sus vestiduras, les dijo: Caiga vuestra sangre sobre vues­tras cabezas; limpio soy yo de ella. Des­de ahora me dirigiré a los gentiles. 7 Y salió, yéndose a la casa de un prosélito de nombre Ticio Justo, que vivía junto a la sinagoga.

8 Crispo, jefe de la sinagoga, con toda su casa, creyó en el Señor; y muchos corintios, oyendo la palabra, creían y se bautizaban. 9 Por la noche dijo el Señor a Pablo en una visión: N o temas, sino habla y no calles; 1 0 y o estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte mal, porque tengo yo en esta ciudad un pueblo nu­meroso. * n Moró allí un año y seis me­ses, enseñando entre ellos la palabra de Dios.

12 Siendo Galión procónsul de Acaya, se levantaron a una los judíos contra Pablo y le condujeron ante el tribunal, 13 diciendo: Este persuade a los hombres a dar culto a Dios de un modo contrario a la Ley. " D i s p o n í a s e Pablo a hablar, cuando Galión dijo a los judíos: Si se tratase de una injusticia o de algún gra­ve crimen, ¡oh judíos!, razón sería que os escuchase; * 15 pero tratándose de cues­tiones de doctrina, de nombres y de vues­tra Ley, allá vosotros lo veáis; yo no quiero ser juez en tales cosas. 1 6 Y los

echó del tribunal. ll Entonces se echa­ron todos sobre Sostenes, el jefe de la sinagoga, y le golpearon delante del tri­bunal, sin que Galión se cuidase de ello.

18 Pablo, después de haber permaneci­do aun bastantes días, se despidió de los hermanos y navegó hacia Siria, yen­do con él Priscila y Aquila, después de haberse rapado la cabeza en Cencres, por­que había hecho voto. 1 9 Llegados a Efe-so, los dejó y él entró en la sinagoga, donde conferenció con los judíos. 2 0 R o ­gábanle éstos que se quedase más tiem­po, pero no consintió, 2 1 y despidiéndose de ellos, dijo: Si Dios quiere, volveré a vosotros. Part ió de Efeso 2 2 y, desembar­cando en Cesárea, subió a Jerusalén y saludó a la iglesia, bajando luego a An-tioquía.

Tercer viaje (18,23-21,16)

2 3 Pasado algún tiempo, partió, y atra­vesando sucesivamente el país de Galacia y la Frigia, confirmaba a todos los dis­cípulos.

2 4 Cierto judío de nombre Apolo, de origen alejandrino, vaión elocuente, lle­gó a Efeso. Era muy perito en el cono­cimiento de las Escrituras. * 2 5 Estaba bien informado del camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con exactitud lo que toca a Jesús; pero sólo conocía el bautismo de Juan . 2 6 Este, pues, comenzó a hablar con valentía en la si­nagoga; pero Priscila y Aquila, que le oyeron, le tomaron aparte y le expusie­ron más completamente el camino de Dios. 2 7 Queriendo pasar a Acaya, le animaron a ello los hermanos y escribie­ron a los discípulos para que le recibie­sen. Llegado allí, aprovechó mucho por su gracia a los que habían creído, 2 8 por­que vigorosamente argüía a los judíos en público, demostrándoles por las Es­crituras que Jesús era el Mesías.

San P a b l o , e n E fe so 1 En el t iempo en que Apolo se hallaba en Corinto, Pablo, atrave­

sando las regiones altas, llegó a Efeso, donde halló algunos discípulos, * 2 y les

19

1 0 i El año noveno de su imperio, el 49 ó 50, Claudio habla expulsado de Roma a los judíos, " muy alborotados con ocasión de la predicación evangélica. Pablo, que gustaba de no ser gra­

voso a nadie y vivir del trabajo de sus manos, se agregó a este matrimonio cristiano, hasta que Dios le mandó dedicarse del todo a la predicación.

10 Era Corinto una gran ciudad comercial y centro del culto sensual de Venus. Aquf quería el Señor fundar una de las iglesias más insignes de la edad apostólica.

14 Junio Galión, hermano de Séneca, fue procónsul de Acaya por los años 51-53. 2 4 Este Apolo, alejandrino docto, aunque mal informado del Evangelio, es un argumento de

cómo la fe se iba difundiendo y con qué celo se daban a predicarla aun aquellos que no tenían del Señor ni de la Iglesia la misión de predicar.

1Q ' Efeso, gran ciudad comercial y sede del culto de cierta divinidad asiática asimilada a Ar-" temisa o Diana, era un gran centro para que de ella la fe se difundiese por toda el Asia Me­

nor. Aquí perseveró el Apóstol cerca de tres años, predicando a Jesucristo con gran éxito.

1157 HECHOS 19

dijo: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe? Ellos le contestaron: Ni hemos oído nada del Espíritu Santo. 3 Díjoles él: ¿Pues qué bautismo habéis recibido? Ellos le respondieron: El bau­tismo de Juan. 4 Dijo Pablo : Juan bauti­zó un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyese en el que venía detrás de él, esto es, en Jesús. 5 Al oir esto, se bautizaron en nombre del Señor Jesús. 6 E imponiéndoles Pablo las ma­nos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y hablaban lenguas y profetiza­ban. 7 Eran unos doce hombres.

8 Entrando en la sinagoga, habló con libertad por tres meses, conferenciando y discutiendo acerca del reino de Dios. 9 Pero así que algunos endurecidos e in­crédulos comenzaron a maldecir del ca­mino del Señor delante de la muchedum­bre, se retiró de ellos, separando a los discípulos, y predicaba todos los días en la escuela de Tirano. 10 Esto hizo durante dos años, de manera que todos los habi­tantes de Asia oyeron la palabra del Se­ñor, tanto los judíos como los griegos.

11 Obraba Dios por mano de Pablo milagros extraordinarios, l2 de suerte que hasta los pañuelos y delantales que ha­bían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer de ellos las enfermedades y salir a los espíritus ma­lignos. 13 Hasta algunos exorcistas ju­díos ambulantes llegaron a invocar so­bre los que tenían espíritus malignos el nombre del Señor Jesús, diciendo: Os conjuro por Jesús, a quien Pablo predica. * ' 4 Eran los que esto hacían siete hijos de Esceva, judío de familia pontifical; 15 pe­ro respondiendo el espíritu maligno, les dijo: Conozco a Jesús y sé quién es Pa­blo; pero vosotros, ¿quiénes sois? 16Y arrojándose sobre ellos aquel en quien estaba el espíritu maligno, se apoderó de los dos y los sujetó, de modo que desnudos y heridos tuvieron que huir de aquella casa.

1 7 Fue esto conocido de todos los ju­díos y griegos que moraban en Efeso, apoderándose de todos un gran temor, siendo glorificado el nombre del Señor Jesús. 18 Muchos de los que habían creí­do , venían, confesaban y manifestaban sus prácticas supersticiosas; 1 9 y bastan­tes de los que habían profesado las ar­tes mágicas traían sus libros y los que­maban en público, llegando a calcularse el precio de los quemados en cincuenta mil monedas de plata; 2 0 tan poderosa­mente crecía y se robustecía la palabra del Señor.

2 1 Después de esto resolvió Pablo ir a

Jerusalén, atravesando la Macedonia y la Acaya, porque se decía: Desde allí iré a Roma. 2 2 Enviando a Macedonia dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, él se de­tuvo algún tiempo en Asia.

E l m o t í n d e E f e s o 2 3 Pero hubo por aquellos días un albo­

roto no pequeño a propósito del camino del Señor, 24 ocasionado por un platero l lamado Demetrio, que hacía en plata templos de Artemisa, que proporciona­b a n a los artífices no poca ganancia; 25 y convocándolos, así como a todos los obre­ros de este ramo, les dijo: Bien sabéis que nuestro negocio depende de este oficio. 2 6 Asimismo estáis viendo y oyendo que no sólo en Efeso, sino en casi toda el Asia, este Pablo ha persuadido y llevado tras sí a una gran muchedumbre, diciendo que no son dioses los hechos por manos de hombres. 2 7 Esto no solamente es un pe­ligro para nuestra industria, sino que es en descrédito del templo de la gran diosa Artemisa, que será reputada en nada y vendrá a quedar despojada de su majes­tad aquella a quien todo el Asia y el orbe veneran.

2 8 Al oir esto, se llenaron de ira y co­menzaron a gritar, diciendo: Grande es la Artemisa de los efesios. 2 9 Toda la ciu­dad se llenó de confusión y a una se pre­cipitaron en el teatro, arrastrando consi­go a Gayo y Aristarco, macedonios, com­pañeros de Pablo. 30 Quería Pablo entrar allá, pero no se lo permitieron los discí­pulos. 31 Algunos de los asiarcas, que eran sus amigos, le mandaron recado rogándo­le q u e n o se p r e s e n t a s e en el t e a t r o . 32 Unos gritaban una cosa y otros otra. Estaba la asamblea llena de confusión y muchos no sabían ni por qué se habían reunido. 33 En esto, empujado por los judíos, se destacó de entre la multitud Alejandro, que con la mano hacía señas de que quería hablar al pueblo; 3 4 p e r o en cuanto supieron que era judío, todos a una levantaron la voz, y por espacio de dos horas estuvieron gr i tando: ¡Grande es la Artemisa de los efesios!

35 Habiendo logrado el secretario cal­mar a la muchedumbre, dijo: Efesios, ¿quién no sabe que la ciudad de Efeso es la guardiana de la gran Artemisa y de su estatua bajada del cielo? 3 6 Siendo esto incontestable, conviene que os aquietéis y no os precipitéis.37 Porque habéis traído a estos hombres que ni son sacrilegos ni blasfemos contra vuestra diosa. 3 8 Si De­metrio y los de su profesión tienen alguna queja contra algo, públicas asambleas se celebran y procónsules hay; que recu-

13 Ya por jesús sabemos que los judíos practicaban los exorcismos (Mt 12.27). La conducta de estos exorcistas era la misma de] aludido por los apóstoles en Me 9,38 s.

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HECHOS 19-20 1158

17 Desde Mileto mandó a Efeso a llamar a los presbíteros de la iglesia. 18 Cuando llegaron a él, les dijo: «Vosotros sabéis bien cómo me conduje con vosotros todo el tiempo desde que llegué a Asia, W sir­viendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en tentaciones que me venían de las asechanzas de los judíos; 2 0 c ó m o no omití nada de cuanto os fuera de provecho, predicándoos y enseñándoos en

nt\ i Luego que cesó el alboroto, hizo público y en pr ivado , 2 1 dando testimonio **" Pablo llamar a los discípulos, v a judíos y a griegos sobre la conversión

a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 22 Ahora, encadenado por el Espíritu, voy hacia Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá,2 3 sino que en todas las ciudades el Espíritu Santo me advierte, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones. 2 4 Pero yo no hago ninguna estima de mi vida con tal de acabar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de anunciar el evangelio de la gracia de Dios. 25 Sé que no veréis más mi rostro, vos­otros todos por quienes he pasado predi-

I cando el reino de Dios ; 26 por lo cual en este día os testifico que estoy limpio de la sangre de todos, 27 pues os he anunciado plenamente el consejo de Dios. 2 8 Mirad por vosotros y por todo el rebaño, sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que El adquirió con su sangre. 2 9 Yo sé que después de mi partida vendrán a vosotros lobos rapaces, que no perdo­narán al rebaño, 3 0 y que de entre vos­otros mismos se levantarán hombres que enseñen doctrinas perversas para arras­trar a los discípulos en su seguimiento. 31 Velad, pues, acordándoos de que por tres años, noche y día, no cesé de exhor­taros a cada uno con lágrimas. 32 Y o os encomiendo al Señor y a la palabra de su gracia; al que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santi­ficados. 33 N o he codiciado plata, oro o vestidos de nadie. 3 4 Vosotros sabéis que a mis necesidades y a las de los que me acompañan han suministrado estas ma­nos. 35 En todo os he dado ejemplo, mos­trándoos cómo, trabajando así, socorráis a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús que El mismo dijo: «Mejor es dar que recibir».

3 6 En diciendo esto, se puso de rodillas con otros y o ró ; 3? y se levantó un gran llanto de todos, que, echándose al cuello de Pablo, le besaban, 3 8 afligidos sobre todo por lo que les había dicho de que no volverían a ver su rostro. Y le acom-

I pañaron hasta la nave.

O f» ' Pasado el tumulto, San Pablo se dirigió por Macedonia a Corinto, y luego por el mismo ¿•V camino se volvió a Tróade, en Asia. Desde este punto, el autor nos hace seguir día por día el itinerario del Apóstol has* a Jerusalén.

' El primer dia de la semana es el domingo. Es un indicio de que ya por aquella fecha los fieles habían olvidado el sábado por el día del Señor.

rran a la justicia para defender cada uno su derecho. 3S> Si algo más pretendéis, debe tratarse eso en una asamblea legal, 4 0 porque hay peligro de que seamos acu­sados de sedición por lo de este día, pues no hay motivo alguno para justificar esta reunión tumultuosa. Dicho esto, disolvió la asamblea.

Viaje h a c i a J e r u s a l é n i Luego que cesó el alboroto, hizo Pablo llamar a los discípulos, y

exhortándolos, se despidió de ellos y partió camino de Macedonia; * 2 y atravesando aquellas regiones, los exhortaba con largos discursos, y así llegó a Grecia, 3 donde estuvo por tres meses; y en vista de las asechanzas de los judíos contra él cuando supieron que se proponía embarcarse para Siria, resolvió volver por Macedonia. 4 Le acompañaban Sópatros de Pirro, origina­rio de Berea; los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gaye de Derbe, Timoteo y los asíanos Tiquico y Trófimo. 5 Estos se adelantaron y nos esperaron en Tróade. 6 Nosotros partimos de Filipos algunos días después de los Ácimos, y a los cinco días nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos detuvimos siete días.

7 El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan, pla­ticando con ellos Pablo, que debía partir al día siguiente, prolongó su discurso hasta la medianoche. * 8 Había muchas lámparas en la sala donde estábamos re­unidos. 9 U n joven llamado Eutico, que estaba seniado en una ventana, abrumado por el sueño, porque la plática de Pablo se alargaba mucho, se cayó del tercer piso abajo, de donde le levantaron muerto. 1° Bajó Pablo, se echó sobre él y, abrazán­dole, le dijo: N o os turbéis, porque está vivo. 11 Luego subió, partió el pan, lo comió y prosiguió la plática hasta el amanecer, y luego partió. 12 Le trajeron vivo al muchacho, con gran consuelo de todos.

13 Nosotros, adelantándonos en la nave, llegamos hasta Asón, donde habíamos de recoger a Pablo, porque él había dispuesto hacer hasta allí el viaje por tierra. 14 Cuan­do se nos unió en Asón, le tomamos en la nave y llegamos hasta Mitilene.1 5 De aquí navegamos al día siguiente pasando en­frente de Quío; al tercer día navegamos hasta Samos, y al otro día llegamos a Mileto. 16 Había Pablo resuelto pasar de largo por Efeso, a fin de no retardarse en Asia, pues quería, a ser posible, estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

1159 HECHOS 21

n 4 1 Así que, separándonos de ellos, nos ít 1 e m b a r c a m o s , fuimos derechos a Cos, y al siguiente día a Rodas, y de allí a Pátara, 2 donde, habiendo hallado una nave que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y nos dimos a la mar. 3 Lue­go dimos vista a Chipre, que dejamos a la izquierda; navegamos hasta Siria y des­embarcamos en Tiro, porque allí había de dejar su carga la nave. 4 En Tiro encontramos discípulos, con los cuales per­manecimos siete días. Ellos, movidos del Espíritu Santo, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. 5 Pasados aquellos días, salimos, e iban acompañándonos to­dos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad. Allí, puestos de rodillas en la playa, oramos, <> nos despedimos y subimos a la nave, volviéndose ellos a sus casas. 7 Nosotros, yendo de Tiro a Tole-maida, acabamos nuestra navegación, y saludados los hermanos, nos quedamos un día con ellos. * 8 Al día siguiente sali­mos ; llegamos a Cesárea, y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. 9 Tenía éste cuatro hijas vírgenes que pro­fetizaban.

10 H a b i é n d o n o s q u e d a d o allí var ios días, bajó de Judea un profeta llamado Agabo, 11 el cual, llegándose a nosotros, tomó el cinto de Pablo, y atándose los Pies y las manos con él, dijo: «Esto dice el Espíritu Santo : Así atarán los judíos en Jerusalén al varón cuyo es este cinto, y le entregarán en poder de los gentiles». *

Cuando oímos esto, tanto nosotros co­m o los del lugar le instamos a que no subiese a Jerusalén. 13 Pablo entonces res­pond ió : ¿Qué hacéis con llorar y quebran­tar mi corazón? Pues pronto estoy, no solo a ser a tado, sino a morir en Jerusalén

tiago, reuniéndose allí todos los presbí­teros, i ' Después de saludarlos contó una por una las cosas que Dios había obrado entre los gentiles por su mano.

20 Ellos, oyéndole, glorificaban a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de creyentes hay entre los judíos y que todos son celadores de la Ley. * 2i Pero han oído de ti que enseñas a los judíos de la dispersión que hay que re­nunciar a Moisés y les dices que no cir­cunciden a sus hijos ni sigan las costum­bres mosaicas.2 2 ¿Qué hacer, pues? Seguro que sabrán que has llegado. 23 Haz lo que vamos a decirte: Tenemos cuatro varones que han hecho v o t o ; 2 4 tómalos, purifícate con ellos y págales los gastos para que se rasuren la cabeza, y así todos conocerán que no hay nada de cuanto oyeron sobre ti, sino que sigues en la observancia de la Ley. 25 Cuanto a los gentiles que han creído, ya les hemos escrito nuestra sen­tencia de que se abstengan de las carnes sacrificadas a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación.

2 6 Entonces Pablo, tomando consigo a los varones, purificado con ellos al dia siguiente, entró en el templo, anunciando el cumplimiento de los días de la consa­gración para saber el día en que pudiese presentar la ofrenda por cada uno de ellos.

Viaje de San Pablo a Roma (21,27-28,31)

Por el nombre del Señor Jesús. 14 N o pu-™ í disuadirle, guardamos silencio, di-wenao : Hágase la voluntad del Señor.

L l e g a d a a J e r u s a l é n cesaSf S p U u- d e e s t 0 ' Provistos de lo ne-S S U Í ™ ° S a J e r u s a l é " - u Iban con nosotros algunos discípulos de Cesárea,

c W n i — d u j e r o n a c a s a d e Mnasón, cual n n í ? " 0 ^ d l S c í p u l ° a n t i í ? u ° . e " ¿ salen ? - ° S p e d a m o s - " Legados a Jeru-ftÍT^ P - "os hermanos a c o r n é - 1" .> A 1 d í a siguiente. acompañado de nosotros

^ *' Agabo"™! 0 / 8 d £ d u d o 5 a- a u t e n t 'c¡dad; falta en los mejores códices griegos. d e l Antiguo Téstame? T 6 5 ™fnclonfdo como profeta, emplea aquí el estilo frecuente en otros y Agabo se lo confirma (v 27) V SUV°S y¡> p r e s e n t í a n a l S ú n S r a v e P l a n e e en Jerusalén, de.' iudalsmo^lín oS , ,?^S t r a" C u á n a f e r r a d o s a Ia Ley vivían en la Ciudad Santa los convertidos **"* y la salud por ?rtV,?OCfa Í l m P a t f a meaban la predicación paulina de la libertad de la Ley mo-°? se niega a condet™ni Jesucristo, tanto para los gentiles como para los judíos. El Apóstol c°stianos. '"escenoer con esta flaqueza y se ofrece a hacer de padrino de aquellos nazareos

Pablo, visitó a San-

P r i s i ó n d e P a b l o 2 7 Cuando estaban para acabarse los

siete días, judíos de Asia, que le vieron en el templo, alborotaron a la muchedumbre y pusieron las manos sobre é l , 2 8 gr i tando: «Israelitas, ayudadnos; éste es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra el pueblo, contra la Ley y contra este lugar, y como si fuera poco, ha introducido a los gentiles en el templo y ha profanado este lugar santo».

29 Era que habían visto con él en la ciudad a Trófimo, efesio, y creyeron que Pablo le había introducido en el templo. 30 Toda la ciudad se conmovió y se agolpó en el templo, y cogiendo a Pablo, le arras­traron fuera de él, cerrando en seguida las puertas. 3 I Mientras t rataban de ma­tarle, llegó la noticia al tr ibuno de la

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HECHOS 21-22 1160

cohorte de que toda Jerusalén estaba amo­tinada ; 3 2 y tomando al instante los solda­dos y los centuriones, corrió hacia ellos. En cuanto vieron al tr ibuno y a los solda­dos, cesaron de golpear a Pablo. 33 Acer­cóse entonces el tr ibuno, y cogiéndole, or­denó que le echasen dos cadenas y le preguntó quién era y qué habla hecho. 3 4 Los de la turba decían cada uno una

cosa, y no pudiendo sacar nada en claro a causa del alboroto, ordenó llevarle al cuartel.

35 Al llegar a las escaleras, en vista de la violencia de la multitud, Pablo fue llevado por los soldados, 3 6 pues la mu­c h e d u m b r e seguía g r i t a n d o : ¡Quí ta lo! 3 7 A la entrada del cuartel dijo Pablo al t r ibuno: ¿Me permites decirte una cosa? El le contestó: ¿Hablas griego? 58 ¿No eres tú acaso el egipcio que hace algunos días promovió una sedición y llevó al desierto cuatro mil sicarios? 3 9 Respondió Pablo : Yo soy judío, originario de Tarso, ciudad ilustre de la Cilicia; te suplico que me permitas hablar al pueblo. 4 0 Per­mitiéndoselo él, Pablo, puesto de pie en lo alto de las escaleras, hizo señal al pueblo con la mano. Luego se hizo un

gran silencio, y Pablo les dirigió la pala­bra en hebreo, diciendo:

D i s c u r s o al p u e b l o O O i Hermanos y padres, escuchadme M& la defensa que ahora os dirijo. 2 Oyendo que les hablaba en lengua he­brea, guardaron mayor silencio, y prosi­guió. 3 Y o soy judío, nacido en Tarso de

Cilicia, educado en esta ciudad e instruido a los pies de Gamaliel, según el rigor de la Ley patria, celador de Dios, como todos vosotros lo sois hoy. * Perseguí de muerte esta doctrina, encadenando y en­carcelando a hombres y mujeres, 5 como podrá testificar el sumo sacerdote y el colegio de los ancianos, de quienes recibí cartas para los hermanos de Damasco, adonde fui para traer encadenados a Je­rusalén a los que allí había, a fin de castigarlos. 6 Pero acaeció que, yendo mi camino, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, de repente, me envolvió una gran luz del cielo. 7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 8 Y o respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues.

Escuela oriental moderna (Fillion)

1161 HECHOS 22-23

9 Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. 10 Yo dije: ¿Qué he de hacer, Señor? El Señor me dijo: Levántate y entra en Da­masco y allí se te dirá lo que has de hacer.

11 Como yo no veía a causa de la clari­dad de aquella luz, conducido por los que me acompañaban, entré en Damasco. 12 U n cierto Ananías, varón piadoso se­gún la Ley, acreditado por todos los judíos que allí habitaban, 13 vino a mí, y acer­cándoseme me dijo: Saulo, hermano, mi­ra. Y en el mismo instante le miré. 14 Pro­siguió: El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad y vieras al Justo y oyeras la voz de su boca; 15 porque tú le serás testigo ante todos los hombres de que le has visto y oído. 16 Ahora, ¿qué te detiene? Levánta­te, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre .

17 Cuando volví a Jerusalén, orando en el templo tuve un éxtasis , 1 8 y vi al Señor, que me decía: Date prisa y sal pronto de Jerusalén, porque no recibirán tu testi­monio acerca de mí. 19 Y o contesté: Se­ñor, ellos saben que yo era el que encar­celaba y azotaba en las sinagogas a los que creían en ti, 2 0 y cuando fue derra­mada la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente, y me gozaba y guar­daba los vestidos de los que le mataban. 21 Pero El me dijo: Vete, porque yo quiero enviarte a naciones lejanas.

2 2 Hasta aquí le prestaron atención; pero luego, levantando su voz, dijeron: Quita a ése de la tierra, que no merece vivir. 23 Y gritando, t iraban sus mantos y lanzaban polvo al aire. 2 4 E n vista de esto, ordenó el tribuno que lo introduje­ran en el cuartel, que le azotasen y le diesen tormento, a fin de conocer por qué causa gritaban así contra él. 2 5 Así que le sujetaron para azotarle, dijo Pablo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado? * 26 Al oir esto el centurión, se fue al tr ibuno y se lo comunicó, diciendo: ¿Qué ibas a hacer? Porque este hombre es romano. 2 7 El tribuno se le acercó y dijo: ¿Eres tú romano? El contestó: Sí. 28 Añadió el t r ibuno: Y o adquirí esta ciudadanía por una gran suma. Pablo replicó: Pues yo la tengo por nacimiento. 2 9 Al instante se apartaron de él los que iban a darle tormento, y el mismo tribuno

O O 2 5 La ley romana concedía a los ciudadanos romanos el privilegio de que no pudiesen ser "*"' azotados. Julio César había concedido a los ciudadanos de Tarso el derecho de ciudadanía romana por la ayuda que le prestaron en la guerra civil. De este privilegio participaba la familia de Pablo, domiciliada en aquella ciudad. O O 6 San Pablo muestra gran talento de abogado. Era de familia de fariseos y habla sido él celoso ^ " fariseo. Punto principal de esta secta era la doctrina de la resurrección de los muertos. Pablo, para quien la resurrección de Jesucristo era punto principal de su fe, como lo era de su esperanza en la resurrección universal, se declara aquí fariseo, esto es, predicador de la resurrección de los muer­tos, cumplida en Jesús.

I temió al saber que, siendo romano, había encadenado.

P a b l o , a n t e el S a n e d r í n 30 Al día siguiente, deseando saber con

seguridad de qué era acusado por los judíos, le soltó y ordenó que se reuniesen los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín, y llevando a Pablo, se 10 pre­sentó.

O O ' Pablo, puestos los ojos en el Sa-**** nedrín, dijo: Hermanos, siempre hasta hoy me he conducido delante de Dios con toda rectitud de conciencia. 2 El pontífice Ananías mandó a los que estaban junto a él que le hiriesen en la boca. 3 En­tonces Pablo le dijo: Dios te herirá a ti, pared blanqueada. Tú, en virtud de la Ley, te sientas aquí como juez, ¿y contra la Ley mandas herirme? 4 Los que esta­ban a su lado dijeron: ¿Así injurias al pontífice de Dios? s Contestó Pablo: N o sabía, hermanos, que fuese el pontífice. Es­crito está: «No injuriarás al príncipe de tu pueblo». 6 Conociendo Pablo que unos eran saduceos y otros fariseos, gritó en el Sanedrín: Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Por la esperanza en la resurrección de los muertos soy ahora juzgado.*

' En cuanto dijo esto, se produjo un alboroto entre fariseos y saduceos y se dividió la asamblea. 8 Porque los saduceos niegan la resurrección y la existencia de ángeles y espíritus, mientras que los fari­seos profesan lo uno y lo otro. 9 En medio de un gran griterío, se levantaron algunos doctores de la secta de los fari­seos, que disputaban violentamente, di­ciendo: N o hallamos culpa en este hom­bre. ¿Y qué, si le habló un espíritu o un ángel? 1 0 El tumulto se agravó, y temiendo el tr ibuno que Pablo fuese por ellos des­pedazado, ordenó a los soldados que baja­sen, le arrancasen de en medio de ellos y le condujesen al cuartel. n Al día siguiente por la noche se le apareció el Señor y le dijo: Ten ánimo, porque como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así también has de darlo en Roma.

P a b l o , e n C e s á r e a 1 2 Cuando fue de día t ramaron una

conspiración los judíos, jurando no co­mer ni beber hasta matar a P a b l o . 1 3 Eran

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HECHOS 23-24 1162

más de cuarenta los conjurados, 14 y se llegaron a los pontífices y a los ancianos, d ic iéndoles : Bajo a n a t e m a nos h e m o s comprometido a no gustar cosa alguna mientras no matemos a Pablo; '5 vosotros, pues, y el Sanedrín rogad al tr ibuno que le conduzca ante vosotros, alegando que necesitáis averiguar con más exactitud algo acerca de él; nosotros estaremos prontos para matarle antes que se acerque.

16 Habiendo tenido noticia de esta ase­chanza el hijo de la hermana de Pablo, vino, y entrando en el cuartel, se lo comu­nicó a Pablo. 17 Llamó éste a un centurión y le dijo: Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que comunicarle. '8 El centurión le llevó al tr ibuno, y dijo a éste: El preso Pablo me ha llamado y ro­gado que te trajera a este joven, que tiene algo que decirte. 19 Tomándole el tr ibuno de la mano, se retiró aparte y le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que de­cirme? 2 0 El contestó: Que los judíos han concertado pedirte que mañana lleves a Pablo ante el Sanedrín, alegando que tienen que averiguar con más exactitud algo acerca de él. 2 1 N o les des crédito, porque se han conjurado contra él más de cuarenta hombres de entre ellos y se han obligado bajo anatema a no comer ni beber hasta matarle, y ya están pre­parados, en espera que les concedas lo que van a pedirte.

2 2 El tr ibuno despidió al joven, encar­gándole no dijese a nadie que le hubiera dado a saber aquello; 2 3 y l lamando a dos centuriones, les dijo: Preparad doscientos infantes para que vayan hasta Cesárea, setenta jinetes y doscientos lanceros, para la tercera vigilia de la noche. 2 4 Asimismo preparad cabalgaduras a Pablo, para que sea llevado en seguridad al procurador Félix. 2S Y escribió una carta del tenor siguiente: 2 S «Claudio Lisias al muy ex­celente procurador Félix, salud: 27 Estan­do el hombre que te envío a punto de ser muerto por los judíos, llegué con la tropa y le arranqué de sus manos. Supe entonces que era ciudadano romano, 2 8 y para co­nocer el crimen de que le acusaban le conduje ante su Sanedrín, 2 9 y hallé que era acusado de cuestiones de su Ley, pero que no había cometido delito digno de muerte o prisión; 30 y habiéndome sido revelado que se habían conjurado para matarle, al instante resolví enviártelo a ti, comunicando también a los acusadores que expongan ante tu tribunal lo que tengan contra él».

31 Los soldados, según la orden que % se les había dado, tomaron a Pablo y *•" de noche le llevaron hasta Antípatris;

32 y a i día siguiente, dejando con él a los jinetes, se volvieron al cuartel. 33 Así que

llegaron a Cesárea, entregaron la epístola al procurador y le presentaron a Pablo. 3 4 El procurador, leída la epístola, pre­guntó a Pablo de qué provincia era, y al saber que era de Cilicia: 3 5 T e oiré, dijo, cuando lleguen tus acusadores; y dio or­den de que fuese guardado en el pretorio de Herodes.

E l p r o c e s o d e S a n P a b l o a n t e el p r o c u r a d o r F é l i x

4 i 1 Cinco días después bajó el sumo ™ ™ sacerdote Ananías con algunos an­cianos y cierto orador l lamado Tértulo, los cuales presentaron al procurador la acusación contra Pablo. 2 Citado éste, co­menzó Tértulo su alegato, d ic iendo: 3 Gra­cias a ti, óptimo Félix, gozamos de mucha paz y por tu providencia se han hecho en esta nación convenientes reformas, que en todo y por todo hemos recibido de ti con suma gratitud. 4 N o te molestaré más ; sólo te ruego que me oigas breve­m e n t e , con t u a c o s t u m b r a d a b o n d a d . 5 Pues bien: hemos hallado a este hombre, una peste que excita a sedición a todos los judíos del orbe y es el jefe de la secta de los nazarenos. 6 Le prendimos cuando intentaba profanar el templo, y quisimos juzgarle según nuestra Ley; i pero llegó Lisias, el tr ibuno, con mucha fuerza y le arrebató de nuestras manos, mandando a los acusadores que se presentasen a ti. 8 Puedes, si quieres, interrogarle tú mismo, y sabrás así por él de qué le acusamos nosotros. ' Los judíos, por su parte, con­firmaron lo dicho, declarando ser así.

10 Pablo, una vez que el procurador le hizo la señal de hablar, contestó: Sa­biendo que desde muchos años ha eres juez de este pueblo, hablaré confiada­mente en defensa mía. u Puedes averi­guar que sólo hace doce días que subía a Jerusalén para adorar , 1 2 y que ni en el templo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad, me encontraron disputando con nadie o promoviendo tumultos en la tur­ba, 13 ni pueden presentarte pruebas de las cosas de que ahora me acusan.

1 4 Te confieso que sirvo al Dios de mis padres con plena fe en todas las cosas escritas en la Ley y en los Profetas, según el camino que ellos llaman sec ta , 1 5 y con la esperanza que ellos mismos tienen de la resurrección de los justos y de los malos. 16 Según esto, he procurado en todo tiem­po tener una conciencia irreprensible para con Dios y para con los hombres. " Des­pués de muchos arlos he venido para traer limosnas a los de mi nación y a presentar mis oblaciones. 1 8 En esos días me encontraron purificado en el templo, no con turbas ni produciendo alborotos, i ' Son algunos judíos de Asia los que

1163 HECHOS 24-25

deberían hallarse aquí presentes para acu­sarme, si algo tienen contra mí. 2<> Y si no, que estos mismos digan si cuando comparecí ante el Sanedrín hallaron delito alguno contra mí, 2 1 como no fuera esta mi declaración, que yo pronuncié en me­dio de ellos: Por la resurrección de los muertos soy juzgado hoy ante vosotros.

2 2 Félix, que sabía bien lo que se refiere a este camino, difirió la causa, diciendo: Cuando venga el tr ibuno Lisias exami­naré vuestra causa . 2 3 M a n d ó al centurión que le guardase, dejándole cierta libertad y permitiendo que los suyos le asistiesen.

2 4 Pasados algunos días, vino Félix con su mujer Drusila, que era judía, y mandó que viniese Pablo y le escuchó acerca de la fe en Cristo.

2 5 Disertando él sobre Ja justicia, la continencia y el juicio venidero, se llenó Félix de terror. Al fin le dijo: Por ahora retírate; cuando tenga tiempo volveré a llamarte. 2* Entre tanto, esperando que Pablo le diese dinero, le hizo llamar mu­chas veces y conversaba con él. * 2 7 Trans­curridos dos años, Félix tuvo por sucesor a Porcio Festo; pero queriendo congra­ciarse con los judíos, dejó a Pablo en la prisión.

A p e l a c i ó n al C é s a r n C l Llegó Festo a la provincia, y a « « * los tres días subió de Cesárea a Jerusalén, 2 y los príncipes de los sacer­dotes y los principales de los judíos le presentaron sus acusaciones contra Pablo. 3 Pidieron la gracia de que le hiciese con­ducir a Jerusalén. Hacían esto con ánimo de prepararle una asechanza para ma­tarle en el camino. 4 Festo les respondió que Pablo estaba preso en Cesárea y que él mismo había de partir en breve para allá: 5 Así, pues, que los principales de vosotros bajen conmigo para acusar allí a ese hombre, si tienen de qué.

6 Habiendo pasado entre ellos sólo unos ocho o diez días, bajó a Cesárea, y al día siguiente se sentó en su tribunal, orde­nando presentar a Pablo. 7 Presentado éste, los judíos que habían bajado de Jerusalén le rodearon, haciéndole muchos

y graves cargos, que no podían probar, 8 replicando Pablo que ni contra la Ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra el César había cometido delito alguno. 9 Pero Festo, queriendo congra­ciarse con los judíos, se dirigió a Pablo y le dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén y allí ser juzgado ante mí de todas estas acusaciones?* 1 0 P a b l o contestó: Estoy ante el tribunal del César; en él debo ser juzgado. Ninguna injuria he hecho a los judíos, como tú bien sabes, n Si he come­tido alguna injusticia o crimen digno de muerte, no rehuso morir. Pero si no hay nada de todo eso de que me acusan, nadie puede entregarme a ellos. Apelo al César. 12 Festo entonces, después de ha­blar con ios de su consejo, respondió: Has apelado al César; al César irás.

P a b l o e x p o n e su c a u s a ante el r e y A g r i p a

13 Transcurridos algunos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesárea para saludar a Festo. * 14 Habiendo pasado allí varios días, dio cuenta Festo al rey del asunto de Pablo, diciendo: Hay aquí un hombre que fue dejado preso por Félix, 15 al cual, cuando yo estuve en Jerusalén, acusaron los principes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo su condena. 1* Yo les contesté que no es costumbre de los romanos entregar a un hombre cualquiera sin que al acusado, en presencia de los acusadores, se le dé lugar para defenderse de la acusación. *

17 Habiendo, pues, venido ellos aquí a mí luego, al día siguiente, sentado en el t r i b u n a l , o rdené t r ae r al h o m b r e ese. 1 8 Presentes los acusadores, ningún crimen adujeron de los que yo sospechaba; 19 sólo cuestiones sobre su propia superstición y de cierto Jesús muerto, de quien Pablo asegura que vive. 2 0 Vacilando yo en la investigación, le dije que si quería ir a Jerusalén y ser allí juzgado. 2> Pero Pablo interpuso apelación para que su causa fuese reservada al conocimiento de Augus­to , y así ordené que se le guardase hasta que pueda remitirle al César.

26 Félix era hermano de Palante, favorito de Nerón, y, según Tácito, gobernó la provincia tiránicamente, hasta que, caído su hermano en desgracia, fue destituido. Pablo fue una de

las víctimas de la arbitrariedad de Félix.

O C 9 El sucesor de Félix, Porcio Festo, se muestra muy otro de aquél. Pero, como recién llegado "*** e ignorante de los negocios, quiere, por una parte, hacer justicia a Pablo, mas por otra quiere condescender con los deseos de los judíos. Pablo, cansado ya de tan larga dilación, apela al César, haciendo uso de su derecho de ciudadanía romana. Así preparaba el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho: que daría testimonio de El en Roma (23,11).

1 3 Este Agripa era hijo de Herodes Agripa, el que dio muerte a Santiago, y a quien Claudio otorgó la tetrarquía de Calcis con la superintendencia del templo. Nerón amplió luego sus dominios. Tomó parte en la guerra del 70 al lado de los romanos. La Berenice que le acompaña era hermana suya, viuda de su tío Herodes de Calcis, a quien Agripa sucedió después del año 48.

16 «Entregara aquí equivale a «condenar», pues la entrega era a los encargados de ejecutar la

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H E C H O S 25-26 1164

2 2 Dijo Agripa a Fes to : Tendría gusto en oir a ese hombre. Mañana , dijo, le oirás. 23 Al otro dia llegaron Agripa y Be-renice con gran pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y personajes conspicuos de la ciudad, ordenó Festo que Pablo futra conducido. 2 4 Y dijo Fes to :

Rey Agripa y todos los que estáis pre­sentes: He aquí a este hombre, contra quien toda la muchedumbre de los ju­díos en Jerusalén y aquí me instaban gri­tando que no es digno de la vida. 2 5 Pero yo no he hallado en él nada que le haga reo de muerte, y habiendo él apelado al César, he resuelto enviarle a él. 2<> Del cual nada cierto tengo que escribir al se­ñor. Por esto le he mandado conducir ante vosotros, y especialmente ante ti, rey Agripa, a fin de que con esta inquisición tenga yo qué poder escribir; 2 7 porque me parece fuera de razón enviar un pre­so y no informar acerca de las acusacio­nes que sobre él pesan.

*} SL l Dijo Agripa a Pablo : Se te per-" * * mite hablar en tu defensa. Enton­ces Pablo, tendiendo la mano, comenzó así su defensa: *

2 Por dichoso me tengo, rey Agripa, de poder defenderme hoy ante ti de todas las acusaciones de los judíos; 3 sobre to­do porque tú conoces todas las costum­bres de los judíos y sus controversias. Te pido, pues, que me escuches con pacien­cia. 4 Todos los judíos conocen cómo he vi­vido yo desde el principio de mi juventud en Jerusalén, en medio de mi pueb lo ; 5 y si quisieran dar testimonio, saben que de mu­cho tiempo atrás viví como fariseo, según la secta más estrecha de nuestra religión. 6 Ai presente estoy sometido a juicio por la esperanza en las promesas hechas por Dios a nuestros padres, 7 cuyo cumpli­miento nuestras doce tribus, sirviendo con­tinuamente a Dios día y noche, esperan alcanzar. Pues por esta esperanza, ¡oh rey!, soy yo acusado por los judíos.

8 ¿Tenéis por increíble que Dios resuci­te a los muertos? 9 Y o me creí en el deber de hacer mucho contra el nombre de Je­sús Nazareno, 10 y lo hice en Jerusalén, donde encarcelé a muchos santos, con poder que para ello tenía de los príncipes de los sacerdotes, y cuando eran muertos, yo daba mi voto. n Muchas veces, por todas las sinagogas, los obligaba a blas­femar a fuerza de castigos, y, loco de fu­ror contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extrañas.

" 12 Para esto mismo iba yo a Damasco » con poder y autorización de los príncipes

O C 1 Las variantes que se notan en los discu ~" " radas en los propósitos de defender su pror.

de los sacerdotes; 13 y al mediodía, ¡oh rey!, vi en el camino una luz del cielo, más brillante que el sol, que me envolvía a mí y a los que me acompañaban . 1 4 Caí­dos todos a tierra, oí una voz que me de­cía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? D u r o te es dar coces contra el aguijón. 15 Yo contesté: ¿Quién eres, Señor? El Señor me dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Pero leván­tate y ponte en pie, pues para esto me he dejado ver de ti, para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que te mostraré aún, 17 librándote del pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío 18 para que les abras los ojos, se convier­tan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban la remisión de los pecados y la herencia entre los debida­mente santificados por la fe en mí.

19 N o fui, ¡oh rey Agripa!, desobediente a la visión celestial, 2 0 sino que primero a los de Damasco, luego a los de Jerusalén y por toda la región de ' udea y a los gen­tiles, anuncié la penitencia y la conver­sión a Dios por obras dignas de peniten­cia. 2 1 Sólo por esto los judíos, al cogerme en el templo, intentaron quitarme la vida; 2 2 pero gracias al socorro de Dios perse­vero firme hasta hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes y no enseñando otra cosa sino lo que los profetas y Moi­sés han dicho que debía suceder: 2 3 que el Mesías había de padecer, que siendo el primero en la resurrección de los muertos, había de anunciar la luz al pueblo y a los gentiles.

2 4 Defendiéndose él de este modo, dijo Festo en alta voz: ¡Tú deliras, Pablo! Las muchas letras te han sorbido el juicio. 2 5 Pablo le contestó: N o deliro, nobilísimo Festo; lo que digo son palabras de verdad y sensatez. 2 6 Bien sabe el rey estas cosas, y a él hablo confiadamente, porque estoy persuadido de que nada de esto ignora, pues no son cosas que se hayan hecho en un rincón. 2 7 ¿Crees, rey Agripa, en los profetas? Yo sé que crees.

2 8 Agripa dijo a Pablo : Poco más, y me persuades a que me haga cristiano. 2 9 Y Pablo : Por poco más o por mucho más, pluguiese a Dios que no sólo tú, sino to­dos los que me oyen, se hicieran hoy ta­les como lo soy yo, aunque sin estas ca­denas.

30 Se levantaron el rey y el procurador, Berenice y cuantos con ellos estaban sen­tados; 31 y al retirarse se decían unos a ot ros; Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la prisión. 3 2 Agripa dijo a Fes to : Podría ponérsele en libertad si no hubiera apelado al César.

sos de San Pablo sobre su conversión están inspi-a causa amoldándose a la condición de los oyentes.

1165 HECHOS 2 7

D e viaje para R o m a *%*] 1 Cuando estuvo resuelto que em-^ • prendiésemos la navegación a Ita­lia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos en manos de un centurión llamado Julio, de la cohorte Augusta. * 2 Em­barcados en una nave de Adramicia que estaba para hacerse a la vela para los puer­tos de Asia, levamos anclas, llevando en nuestra compañía a Aristarco, macedonio de Tesalónica. 3 Al otro día llegamos a Sidón, y Julio, usando con Pablo de gran humanidad, le permitió ir a visitar a sus amigos y proveer a sus necesidades. 4 De allí levamos anclas, y a causa de los vien­tos contrarios navegamos a lo largo de Chipre, 5 y atravesando los mares de Ci-

fue de parecer que partiésemos de allí, a ver si podríamos alcanzar Fenice e inver­nar allí, por ser un puerto de Creta que mira contra el nordeste y sudeste. 13 Co­menzó a soplar el solano, y creyendo que se lograría su propósito, levaron anclas y fueron costeando más de cerca la isla de Creta; 1 4 m a s de pronto se desencadenó sobre ella un viento impetuoso l lamado euroaquilón ( N E ) , 15 que arrastraba la nave, sin que pudiera resistir, y nos deja­mos ir a merced del viento. 16 Pasando por debajo de una islita l lamada Cauda, a duras penas pudimos coger el esquife. 17 Una vez que lograron izarlo, ciñeron por debajo la nave con cables, y luego, temiendo no fuesen a dar en la Sirte, ple-

Nave romana

licia y Panfilia, llegamos a Mira de Licia; * y como el centurión encontrase allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, hizo que nos trasladásemos a ella. 7 Na­vegando durante varios días lentamente y con dificultad, llegamos frente a Gn ido ; luego, por sernos contrario el viento, ba­jamos a Creta junto a Salmona; 8 y cos­teando penosamente la isla, llegamos a cierto lugar llamado Puerto Bueno, cerca del cual está la ciudad de Lasea.

9 Transcurrido bastante tiempo y siendo peligrosa la navegación por ser ya pasado el ayuno, les advirtió Pablo, * 1° diciendo: Veo, amigos, que la navegación va a ser con peligro y mucho daño, no sólo para la carga y la nave, sino también para nues­tras personas, n Pero el centurión dio más crédito al piloto y al patrón del barco que a P a b l o ; 1 2 y por ser el puerto poco a pro­pósito para invernar en él, la mayor parte

garon las velas y se dejaron ir. 18 Al día siguiente, fuertemente combatidos por la tempestad, aligeraron, 19 y al tercer día arrojaron por sus propias manos los apa­rejos. 2" En varios días no aparecieron el sol ni las estrellas, y continuando con fuerza la tempestad, perdimos al fin toda esperanza de salvación.

2 1 Habíamos pasado largo tiempo sin comer, cuando Pablo se levantó y dijo: Mejor os hubiera sido, amigos, atender a mis consejos; no hubiéramos partido de Creta, y nos hubiéramos ahorrado estos peligros y daños. 2 2 Pero cobrad ánimo, porque sólo la nave, ninguno de nosotros perecerá.2 3 Esta noche se me ha aparecido un ángel de Dios, cuyo soy y a quien sir­vo, 2 4 que me dijo: N o temas, Pab lo ; comparecerás ante el César, y Dios te hará gracia de todos los que navegan contigo. 25 Por lo cual, cobrad ánimo, amigos, que

27 1 Este relato del viaje por mar desde Cesárea hasta Pozzuoli, cerca de Ñapóles, es el docu­mento más interesante que nos ha dejado la antigüedad sobre semejante tema, y está hecho

con toda la precisión técnica que el asunto requería. 9 El día de ayuno judío era ei 10 del mes séptimo, que correspondía a septiembre u octubre.

Por este tiempo se suspendía la navegación, pues comenzaba a ser peligrosa.

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HECHOS ?7-28 1166

yo confío en Dios que así sucederá como se me ha dicho. 2 6 Sin duda, daremos con una isla.

2 7 Llegada la decimocuarta noche en que así éramos llevados de una a otra parte por el mar Adriático, hacia la mi­tad de la noche, sospecharon los marine­ros que se hallaban cerca de tierra, 2 8 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y luego de adelantar un poco, de nuevo echaron la sonda y hallaron quince bra­zas. 29 Ante el temor de dar en algún ba­jío, echaron a popa cuatro áncoras y es­peraron a que se hiciese de día. 30 Los marineros, buscando huir de la nave, tra­taban de echar al agua el esquife con el pretexto de echar las áncoras de proa.

31 Pablo advirtió al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, vosotros no podréis salvaros. 3 2 En­tonces cortaron los soldados los cables del esquife y lo dejaron caer. 33 Mientras lle­gaba el día, Pablo exhortó a todos a to­mar alimento, diciendo:

Catorce días hace hoy que estamos ayu­nos y sin haber tomado cosa alguna. * 3 4 Os exhorto a tomar alimento, que nos es necesario para nuestra salud, pues es­tad seguros de que ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. 35 Diciendo esto, dio gracias a Dios delante de todos, y partiendo el pan, comenzó a comer. 3 6 Ani­mados ya todos, tomaron también ali­mento. 3 7 Eramos los que en la nave es­tábamos doscientos setenta y seis .3 8 Cuan­do estuvieron satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.

3 9 Llegado el día, no conocieron la tie­rra, pero vieron una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron encallar la nave, si podían. 4 0 Soltando las anclas, las abandonaron al mar, y desatadas las ama­rras de los timones e izado el artimón, empujados por la brisa, se dirigieron a la playa. 4 1 Llegados a un sitio que daba a dos mares, encalló la nave, e hincada la proa en la arena, quedó inmóvil, mien­tras que la popa era quebrantada por la violencia de las olas. 4 2 Propusieron los soldados matar a los presos para que nin­guno escapase a n a d o ; 4 3 pero el centu­rión, queriendo salvar a Pablo, se opuso a tal propósito y ordenó que quienes su­pieran nadar se arrojasen los primeros y saliesen a tierra, 4 4 y los demás saliesen,

bien sobre tablas, bien sobre los despojos de la nave. Y así todos llegaron a tierra.

En la isla de Malta

OQ ' Una vez que estuvimos en salvo, * ** supimos que la isla se llamaba Mal­ta. 2 Los bárbaros nos mostraron singular humanidad; encendieron fuego y nos in­vitaron a todos a acercarnos a él, pues llovía y hacía f r ío . 3 Juntó Pablo un mon­tón de ramaje, y al echarlo al fuego, una víbora que huía del calor le mordió en la mano. 4 Cuando vieron los bárbaros el reptil colgado de su mano, dijéronse unos a o t ros : Sin duda que éste es un homicida, pues, escapado del mar, la justicia le per­sigue. 5 Pero él sacudió el reptil sobre el fuego y no le vino mal alguno, 6 cuando ellos esperaban que pronto se hincharía y caería en seguida muerto. Luego de es­perar bastante tiempo, viendo que nada extraño se le notaba, mudaron de parecer y empezaron a decir que era un dios.

7 Había en aquellos alrededores un pre­dio que pertenecía al principal de la isla, de nombre Publio, el cual nos acogió y por tres días amistosamente nos hospedó. 8 El padre de Publio estaba postrado en el lecho, afligido por la fiebre y la disen­tería. Pablo se llegó a él, y orando, le im­puso las manos y le sanó. * A la vista de este suceso, todos los demás que en la isla padecían enfermedades venían y eran curados. 1° Ellos a su vez nos honraron mucho, y al partir nos proveyeron de lo necesario.

H Pasados tres meses, embarcamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y llevaba por insignia los Diós-coros. i2 Arribados a Siracusa, permane­cimos allí tres días; 13 de allí, costeando, llegamos a Regio, y un día después co­menzó a soplar el sur, con ayuda del cual llegamos al segundo día a Pozzuoli, l 4 don­de encontramos hermanos, que nos roga­ron permanecer con ellos siete días, y así llegamos a Roma. , 5 De allí los hermanos que supieron de nosotros nos vinieron al encuentro hasta el Foro de Apio y Tres Tabernas. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimo. * 16 Cuando entra­mos en Roma permitieron a Pablo morar en casa propia, con un soldado que tenía el encargo de guardarle.

i 'Al cabo de tres días convocó Pablo

33 No es posible tomar las palabras como suenan: que los hombres de la nave hubieran pasado catorce días sin comer, y, además, luchando contra el temporal. Parece debe entenderse en sentido hiperbólico de que en todo aquel tiempo no habrían hecho ninguna comida formal y en reposo, como entonces la podían hacer.

O Q í5 La noticia de que el Apóstol se acercaba a la capital le precedió a Roma, y, sin duda, " • ° algunos de los muchos amigos que, según la epístola a los Romanos, tenía en la capital del Imperio, le salieron al encuentro. Llegado a la ciudad, fue puesto en prisión doméstica. Pablo vivía en una casa alquilada, ligado con una cadena a un pretoriano encargado de su custodia. En la casa vivía con sus amigos y podía recibir visitas.

1167 SAN PABLO

a los primates de los judíos, y cuando estuvieron reunidos, les dijo: Yo, her­manos, no he hecho nada contra el pue­blo ni contra las costumbres patrias. * 18 Preso en Jerusalén, fui entregado a los romanos, los cuales, después de haberme interrogado, quisieron ponerme en liber­tad por no haber en mí causa ninguna de muerte ; 19 mas oponiéndose a ello los judíos, me vi obligado a apelar al César, no para acusar de nada a mí pueblo. 20 Por esto he querido veros y hablaros. Sólo por la esperanza de Israel llevo estas cadenas.

2 1 Ellos le contestaron: Nosotros ningu­na carta hemos recibido de Judea acerca de ti ni ha llegado ningún hermano que nos comunicase cosa alguna contra ti. 2 2 Querríamos oír de ti lo que sientes, porque de esta secta sabemos que en to­das partes se la contradice.2 3 Le señalaron día y vinieron a su casa muchos, a los cuales expuso la doctrina del reino de Dios, y desde la mañana hasta la noche los persuadía de la verdad de Jesús por

la Ley de Moisés y por los Profetas. 2 4 Unos creyeron lo que les decía, otros rehusaron creer. 25 N o habiendo acuerdo entre ellos, se separaron, y Pablo les dijo estas palabras: Bien habló el Espíritu San­to por el profeta Isaías a nuestros padres, 2 6 diciendo :

«Vete a ese pueblo y diles: I Con los oídos oiréis, pero no entenderéis; I mi­rando miraréis, pero no veréis;

2 7 porque se ha embotado el corazón de este pueblo | y sus oídos se han vuelto torpes para oir, | y sus ojos se han cerra­do, I para que no vean con los ojos | ni oigan con los oídos, ! ni con el corazón entiendan, y se conviertan y los sane».

2 8 Sabed, pues, que esta salud de Dios ha sido ya comunicada a los gentiles y éstos oirán. 2 9 Dicho esto, los judíos salie­ron, teniendo entre sí gran contienda.

30 Dos años enteros permaneció en una casa alquilada, donde recibía a todos los que venían a él, 31 predicando el reino de Dios y enseñando con toda libertad y sin obstáculo lo tocante al Señor Jesucristo. *

1 7 Sus primeras palabras son sobre su causa, a fin de que los judíos no la entorpeciesen con sus influencias. Luego pasa a persudirles la verdad del Evangelio, con el resultado de siempre: algunos creen, otros se muestran rebeldes, y San Pablo les repite a todos el texto de Isaías, que por quinta vez aparece en el Nuevo Testamento, siempre al mismo propósito.

3 1 Este versículo no dice expresamente que el Apóstol hubiera sido absuelto; pero, en verdad, fuera de la expresión formal, es difícil hallar una manera de decirlo que deje menos lugar a dudas. El pretor que en nombre de Nerón había de fallar su causa era Afranio Burro hombre íntegro, amigo de Séneca y, como él, maestro de Nerón.

EPÍSTOLAS DE SAN PABLO

I . Saulo era natural de Tarso, capital de la Cilicia, gran centro comercial y cultural a la vez. Los padres del Apóstol eran judíos, fariseos. En esta ciudad vivió los primeros años de su vida, y en la casa de sus padres y en la sinagoga, que no podía faltar en Tarso, aprendió las primeras letras y los elementos de la ciencia ¿agrada. Para perfeccionarse en ella fue enviado a Jerusalén, y en la escuela de Gamaliel, maestro no menos ilustre por su ciencia que por la gravedad de sus costumbres, hizo sus estudios hasta alcanzar la perfección de aquella ciencia, que era el más rico tesoro de Israel, manteniéndose fiel a la secta que había aprendido a amar en casa de su padre. No conoció personalmente a Jesús, pero cuando San Esteban comenzó a predicar entre los judíos helenistas la abrogación de la Ley, del templo y de toda la economía judía, Saulo sintió su corazón de sincero fariseo conmoverse ante aquella doctrina y se sublevó contra ella. En el martirio del Protomártir tomó parte, guardando los vestidos de quienes, por haber sido testigos, tenían el deber de arrojar las primeras piedras. Luego se dio a perseguir a los fieles, entrando en las casas y sacando de ellas a hombres y mujeres para que fuesen castigados. Este celo por la causa de su nación le ganó la confianza de las autoridades judías, que le dieron cartas para las sinagogas de Da­masco, para promover allí la persecución y traer presos a los fieles de aquella ciudad.

2. El relato de su conversión nos lo hace San Lucas con la objetividad de un historiador, y luego el mismo Apóstol, en los discursos de abogado, en los que pone de relieve este o el otro punto, según veía convenir para su defensa. El programa que

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SAN PABLO 1168

el Señor le comunicó por medio de Ananlas fue éste: que había de llevar el nombre de Jesús a las naciones y a los hijos de Israel y padecer mucho por ese mismo nombre. Luego comenzó a predicar en las sinagogas de Damasco, con gran admiración de los judíos. Pasó tres años en las regiones próximas a Damasco, ignoramos si predicando, o más bien meditando y rehaciendo su espíritu a la luz de su nueva fe y de las revelaciones que el Señor le comunicaba. Pasados aquellos años, vuelve a Damasco, de donde tuvo que salir descolgado en una espuerta por el muro para escapar a las manos de los judíos y de las gentes de Aretas IV, rey de los nabateos, que entonces reinaba en Damasco. Llegado a Jerusalén, se encontró con el vacío, porque nadie se fiaba de él. Bernabé se hizo su introductor cerca de los apóstoles; pero pronto, por revelación del Señor, partió para su tierra.

3. Nada sabemos de sus ocupaciones en Cilicia, de donde vino a sacarle Bernabé para llevarle a campo más apropiado para él, Antioquía, donde la fe era acogida con mucha alegría por los gentiles. Por el año 4$, en virtud de una orden del Espíritu Santo, Saulo, en compañía de Bernabé y de Juan Marcos, sobrino de éste, emprende su primera misión desde Antioquía, por Chipre, hacia Panfilia, Pisidia y Lkaonia, volviendo otra vez a Antioquía después de tres años de grandes éxitos y de no menores penalidades (45-48). En seguida hubieron de partir los dos amigos para Jerusalén a defender la causa de los gentiles contra las exigencias de los fariseos convertidos. Vueltos a Antioquía, triunfantes, Saulo, en compañía de Silas, se dirige por la Cilicia a visitar las iglesias del Asia Menor, y continuando su viaje llegó a Tróade, donde una visión divina le obligó a pasar a Europa. Recorre las provincias de Macedonia y Acaya, deteniéndose en las ciudades en que había sinagogas judías, Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto. En esta ciudad se detuvo año y medio, y luego, por mar, haciendo escala en Efeso, vuelve a Antioquía. Nuevamente se pone en viaje y, atrave­sando el Asia Menor, llega a Efeso, donde predica el Evangelio con gran éxito por espacio de tres años. Los devotos del gran santuario de Artemisa promueven una sub­levación, y Pablo sale de la ciudad, dirigiéndose por Macedonia a Corinto. De aquí vuelve por el mismo camino hasta Tróade, y costeando el Asia, llega al fin a Cesárea de Palestina y sube a Jerusalén, donde a los pocos días es preso. Dos años de prisión en Cesárea, más de medio su viaje a Roma y otros dos preso en la capital del Imperio pusieron a prueba el ánimo dinámico de Pablo. Cuando en su segunda estancia en Corinto escribió la epístola a los Romanos, tenía propósito firme de encaminarse a España. ¿Conservaría esos propósitos en los años de su prisión y la realizaría cuando fué puesto en libertad? Muchos dicen que sí, creyéndose apoyados por testimonios de algunos Padres. Según las epístolas de la cautividad y las pastorales, Pablo se volvió a Oriente, estuvo en Efeso, en Creta, en Acaya, y luego volvió a Roma, donde murió, decapitado, durante el imperio de Nerón.

4. No parece que Saulo asistiese a las clases de gramática, retórica o filosofía griegas que abundaban en la ciudad de Tarso. De la lengua y de la cultura griega sólo poseía aquellos conocimientos que un hombre inteligente puede adquirir en el hogar familiar, en el trato con sus conciudadanos, con la vista de los monumentos y de todus las manifestaciones de la vida social. En cambio, estudió y aprendió la ciencia de Israel, encerrada en la Sagrada Escritura y en las exposiciones de los doctores. Estos se dividían en varias escuelas, y Saulo perteneció a la más rigurosa de todas, que era la de los fariseos. Conforme a los principios hermenéuticos de los rabinos, aprendió a interpretar la Escritura. Estos principios eran muy otros que los de nuestra hermenéutica científica, mas para ellos tenían valor. Entre los principios doctrinales había algunos fundamentales. Eran éstos el concepto de la justicia y del modo de adquirirla por la estricta observancia de la Ley, los privilegios de Israel en razón de ser el pueblo de Dios, el concepto del reino mesiánico y del rey Mesías.

Cuando Saulo fue derribado en el camino de Damasco, también lo fue del anda­miaje de estos principios, con ayuda del cual pensaba elevarse a la cumbre de la per­fección y alcanzar la vida eterna. Entonces le fue preciso retraer su espíritu, reorga­nizando toda su ciencia escrituraria y sus experiencias religiosas sobre la base de los nuevos principios que la fe en Jesucristo había traído a su alma. Entonces vio la

1169 SAN FABLO

economía divina de la revelación y la historia de Israel ordenadas al misterio de la encarnación, y todas las grandezas humanas que había soñado para Israel las reputó por nada comparadas con las que veía encerradas en la cruz de Cristo y en su re­surrección.

5. La actividad apostólica de San Pablo se ejerció de viva voz, con aquella palabra suya ardiente y comunicativa que subyugaba las inteligencias y cautivaba los corazones (Act 20,17 ss.; 24,24 ss.). Pero no pocas veces le fue necesario hacer uso de la escritura, escribiendo él mismo o dictando a otros cartas con que atender a las consultas de las iglesias y a las demás necesidades de su vida apostólica. No son estas epístolas suyas cartas familiares ni tampoco tratados doctrinales en los que pretenda el Apóstol exponer algunos puntos de doctrina agotando la materia. Tienen de lo uno y de lo otro. Su alma, tan afectuosa y comunicativa, escribiendo a iglesias o personas que le estaban tan íntimamente unidas, no podía prescindir de aquellos tonos y modos de decir que son propios de amigos. Por otra parte, tampoco podía olvidar que, como padre, doctor y apóstol de Jesucristo, escribía a aquellos a quienes, ante todo, debía la verdad evangélica, y estando su espíritu tan lleno de ella, la de­rrama a torrentes, aun sin proponérselo, en las más insignificantes ocasiones.

6. El número de las epístolas que se han conservado es de catorce, divididas en los siguientes grupos, por su orden cronológico: i.° Epístolas a los Tesalonicenses, escritas desde Corinto en 51-52. 2.° Epístolas mayores, escritas en Efeso y en el viaje de Efeso a Corinto en 55-57. y son las dos a los Corintios, la de los Gálatas y la de los Romanos. 3.0 Las cuatro de la cautividad, enviadas desde su prisión romana, el año 62, a los Filipenses, Efesios, Colosenses y Filemón. 4° Las pastorales, escritas en los postreros años de su vida, dos desde Grecia y una desde Roma, y son la 1 de Timoteo, la de Tito y la 2 de Timoteo; y 5.0 La epístola a los Hebreos. Las de los dos primeros grupos son probablemente los más antiguos escritos del Nuevo Testamento, anteriores a los mismos evangelios sinópticos; las del tercero y quinto grupo son de la época de los evangelios de San Marcos y San Lucas y de los Hechos, escritos muy probablemente en Roma; las otras del grupo 4.0 son poco posteriores a los dichos evangelios y muy anteriores a tos escritos de San Juan.

Todas las epístolas tienen un plan general uniforme: después de un encabezamiento de saludo, en que se asocia a sí a sus compañeros, seguido de una introducción más o menos larga, en forma de alabanza o acción de gracias, sigue una exposición de la doctrina evangélica o una defensa de la misma, luego una exhortación a la práctica de la doctrina y vida cristianas, para acabar con saludos y recomendaciones a particu­lares.

7. La tradición ha mirado como de San Pablo la epístola a los Hebreos, aunque tan diferente en la redacción de las paulinas y no obstante admitir que el escritor de ella sea otro que San Pablo. Estas observaciones, bien obvias, pudieran venir muy a propósito para dar razón de ciertas diferencias en el estilo de las epístolas, diferencias en que a veces se apoyan los críticos heterodoxos para negar al Apóstol, en todo o en parte, algunas epístolas. Claro que esto no iría en nada contra la inspiración total de los escritos que la Iglesia recibe como obra de San Pablo. Admitiendo la inspiración de tantos escritos cuyos autores se ignoran, no habría razón para negarla a los secretarios de los apóstoles.

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EPÍSTOLA A LOS ROMANOS

I . Nos son desconocidos los orígenes de la iglesia romana. En los días de Jesús los judíos eran numerosos en la capital del Imperio, y por su origen se les daba el nombre de libertinos o libertos, pues en su mayor parte procedían de los prisioneros de guerra llevados por Pompeyo (63). Tenían en Jerusalén una sinagoga, y el día de Pentecostés se hallaban presentes muchos de estos ¡iberios en Jerusalén, adonde habían acudido para la fiesta. Parece natural suponer que entre los muchos convertidos por los após­toles los primeros días habría algunos judíos romanos, los cuales, al volver a su casa, llevaron consigo la fe y el espíritu de proselitismo, que antes desplegaban a favor del mosaísmo. Es además admitido por muchos que cuando Pedro, el año 44, se vio libre de la prisión, se encaminó a Roma. El 48, Claudio publicó un decreto desterrando de Roma a los judíos (Act 18,2). La causa habría sido, según Tácito, un cierto Cresto, que promovía alborotos en la ciudad. Es muy de creer que el tal Cresto no es otro que Cristo, que sería el motivo de discusión entre los judíos que se adherían a la fe y los que a ella resistían.

En todo caso, lo que sí nos consta es que San Pablo, al escribir su carta a esta iglesia, por el año 57, tenía en Roma muchos conocidos, que de las ciudades de Oriente habían ido a instalarse en Roma. Estos eran portadores de la fe, que luego propagaban entre sus connacionales y entre los gentiles. En fin, que por la fecha indicada, Roma poseía una cristiandad numerosa, compuesta de judíos y gentiles, que San Pablo creyó digna de la más importante de sus epístolas.

2. Discuten los expositores sobre el motivo de esta carta. San Pablo nos dice que, creyéndose obligado por la misión que del Señor recibiera de predicar a todos, judíos o gentiles, no quiso que una iglesia como la de Roma, llamada a ejercer tanta influencia en la Iglesia universal, quedara privada de su doctrina. Además, tenía el propósito de predicar la fe en el Occidente, en España, y para ello el camino era Roma, donde podría recoger informaciones sobre la nueva tierra que se proponía evangelizar. Según la tradición más segura, escribió esta epístola en Corinto, cuando desde Efeso se dirigió a aquella ciudad, hacia el año 57, y fue llevada de Generes por Febe, que iba a Roma a negocios personales (16,1 ss.).

3. Como escrita a una iglesia con la que no tenía «¡aciones, la epístola a los Romanos había de ser, por necesidad, menos familiar y más doctrinal que las otras suyas. Es ésta, en efecto, la más larga y la más densa en doctrina. Supuesta la cate-queds ordinaria, quiere San Pabío exponer una parte de aquella sabiduría de que habla en la 1 Cor. El argumento de la epístola parece hallarse indicado en 1,16: «No me avergüenzo del Evangelio, que es el poder de Dios para salud de todo creyente, del judío primero, luego del gentil, porque en él se revela la justicia de Dios, pasando de la fe a la fe, según está escrito: «El justo vive de la fe». En la exposición de este argumento nos da San Pablo todo su conocimiento del misterio de Jesucristo, con sus experiencias religiosas y las luchas que en todas partes tenía que sostener contra judíos y judaizantes.

4. La epístola se divide claramente en dos partes, fuera de la introducción (1,1-17). La primera, que podemos llamar dogmática (1,18-11,36); la segunda, moral (12,1-15,13), y termina con un ¡argo epiiogo. La primera parte puede divi­dirse en la siguiente forma:

1) Los gentiles están fuera del camino de la justicia (1,18-32). 2) Igualmente los judíos (2,1-3,19). 3) La justicia sólo nos viene por la fe (3,20-4,25). 4) La recon­ciliación con Dios (5). 5) La libertad del pecado (6). 6) La libertad de la servidum­bre de la Ley (7). 7) La filiación divina (8). 8) El problema de la incredulidad judía (9-11).

La parte moral abarca los siguientes puntos: 1) Deberes para con Dios (12,1-8),

1171 ROMANOS 1

2) Deberes para con el prójimo (12,9-13,10). 3) Deberes para consigo mismo (13, 11-14). 4) Del buen uso de la libertad cristiana (14,1-15,13).

El epílogo abarca: 1) Excusas por haberles escrito en la forma en que lo hace (15, 14-33). 2) Recomendaciones y saludos (16,1-24). 3) Doxoiogía (16,25-27).

mriVTATíTO Introducción (1,1-17). Parte dogmática (1,18-11,36). Parte ouumiuu mom¡ (l2¡I_1StI3)t Epíiogo (i5l¡4-i6,27)-

INTRODUCCIÓN (1,1-17)

Saludo a los fieles de Roma

I1 Pablo, siervo de Cristo Jesús, lla­mado al apostolado, elegido para pre­

dicar el Evangelio de Dios, 2 que por sus profetas había prometido en las Santas Es­crituras, 3 acerca de su Hijo, nacido de la descendencia de David según la carne, 4 constituido Hijo de Dios, poderoso se­gún el Espíritu de Santidad a partir de la resurrección de entre los muertos, Jesu­cristo nuestro Señor, 5 por el cual hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe, para glo­ria de su nombre en todas las naciones, 6 entre las cuales os contáis también vos­otros, los llamados de Jesucristo; 7 a to­dos los amados de Dios, llamados santos, que estáis en Roma, la gracia y la paz con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Pablo deseó mucho venir a Roma 8 Ante todo doy gracias a mi Dios por

Jesucristo, por todos vosotros, de que vuestra fe es conocida en todo el mundo. 9 Testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu mediante la predicación del Evan­gelio de su Hijo, que sin cesar hago me­moria de vosotros,10 suplicándole siempre en mis oraciones que por fin algún día, por voluntad de Dios, se me allane el ca­mino para ir a veros.u Porque, a la ver­dad, deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, para confirmaros,12 o me­jor, para consolarme con vosotros por la mutua comunicación de nuestra común fe. li No quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me he propuesto ir —pero he sido impedido hasta el presen­te—, para recoger algún fruto también

•I J 3 Después de decir que desea ir a Roma, para darles parte de los tesoros de gracia y verdad de • que es depositario en beneficio de judíos y gentiles, se corrige, limitando sus deseos a consolarse

con los romanos en la fe común de todos. Sin embargo, movido por la conciencia que tiene de su apostolado, vuelve a su primer pensamiento.

16 El Evangelio se fundaba en la cruz de Cristo. Era, hablando humanamente, para avergon­zarse ante la grandeza de Roma, ante los templos monuas gales del paganismo, ante la ciencia de Grecia. Sólo la fe divina podría sobreponerse a todas estas grandezas humanas.

19 La Sabiduría (13,1 ss.) declara insensatos a los filósofos gentiles, que del estudio de las criatu­ras no supieron elevarse al Hacedor de ellas. San Pablo, en Atenas, expone este mismo argumento (Act 17,22 ss.); pero aquí declara mejor esta doctrina, definida de fe por el concilio Vaticano. La creación del mundo es la primera revelación de Dios.

entre vosotros, como en las demás gen­tes. * I4 Me debo tanto a los griegos como a los bárbaros, tanto a los sabios como a los ignorantes. 15 Así que, en cuanto en mí está, pronto estoy a evangelizaros tam­bién a vosotros los de Roma.

Argumento de la epístola 16 Pues no me avergüenzo del Evange­

lio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree, del judío primero, pero también del griego, * 1? porque en él se revela la justicia de Dios, pasando de una fe a otra fe, según está escrito: «El justo vive de la fe».

P A R T E D O G M Á T I C A (1,18-11,36)

La gentilidad desconoció a Dios 18 Pues la ira de Dios se manifiesta des­

de el cielo sobre toda impiedad e injusti­cia de los hombres, de los que en su in­justicia aprisionan la verdad con la injus­ticia. w En efecto, lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó:* 20porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son conocidos me­diante las criaturas. De manera que son inexcusables, 21 por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecie­ron en sus razonamientos, viniendo a obs­curecerse su insensato corazón; 2 2 y alar­deando de sabios, se hicieron necios, 23 y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de aves, cuadrúpedos, y reptiles.

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ROMANOS 1-2 1172

E l castigo d e la gent i l idad 24 Por esto los entregó Dios a los deseos

de su corazón, a la impureza, con que deshonran sus propios cuerpos, 2S pues trocaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Criador, que es bendito por los siglos, amén. M p o r lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas, pues las mujeres mudaron el uso natural en uso contra naturaleza; 2 7 e igualmente los va­rones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en la concupiscencia de unos por otros, los varones de los varones, co­metiendo torpezas y recibiendo en sí mis­mos el pago debido a su extravío. 2 8 Y co­m o no procuraron conocer a Dios, Dios los entregó a su reprobo sentir, que los lleva a cometer torpezas, 29 y a llenarse de toda injusticia, malicia, avaricia, mal­dad ; llenos de envidia, dados al homicidio, a contiendas, a engaños, a malignidad; chismosos 30 o calumniadores, aborreci­dos de Dios, ultrajadores, orgullosos, fan­farrones, inventores de maldades, rebeldes a los padres, 31 insensatos, desleales, des­amorados, despiadados; 3 2 los cuales, co­nociendo la sentencia de Dios, que quienes tales cosas hacen son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que aplauden a quienes las hacen.

T a m p o c o los j u d í o s e s t á n e n c a m i n o d e s a lvac ión

2 1 Por lo cual eres inexcusable, ¡oh hombre!, quienquiera que seas-, tú

que juzgas; pues en lo mismo en que juz­gas a otro, a ti mismo te condenas, ya que haces eso mismo que condenas. * 2 Pues sabemos que el juicio de Dios es, conforme a verdad, contra todos los que cometen tales cosas. 3 ¡Oh hombre! ¿Y piensas tú, que condenas a los que eso hacen, y con todo lo haces tú, que escapa­rás al juicio de Dios? * ¿O es que despre­cias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te trae a penitencia? 5 Pues conforme a tu dureza y a la im­penitencia de tu corazón, vas atesorándote ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 que dará a cada uno según sus o b r a s ; 7 a los que con perse­verancia en el bien obrar buscan la gloria, el honor y la incorrupción, la vida eterna; 8 pero a los contumaces, rebeldes a la ver-

O ' Se imagina a los judíos que aplauden la precedente filípica contra los gentiles y, encarándose *• con ellos, les viene a decir que no son mejores que los gentiles, pues conociendo por la Ley la voluntad de Dios, estaban lejos de guardarla.

16 La conciencia, que nos remuerde cuando obramos el mal o nos tranquiliza cuando cumpli­mos el bien, testifica que llevamos impresa en el alma la ley de Dios, según la cual seremos juzgados por El como los judíos lo serán al tenor de su Ley.

2» Los judíos, gracias a la Ley, ocupaban un lugar eminente aun sobre los filósofos griegos, y por ello se creían, y no sin razón, los verdaderos maestros de la humanidad en el orden religioso y moral.

dad, que obedecen a la injusticia, ira e indignación. 9 Tribulación y angustia so­bre todo el que hace el mal, primero sobre el judío, luego sobre el genti l ;1 0 pero glo­ria, honor y paz para todo el que hace el bien, primero para el judío, luego para el gentil, H pues en Dios no hay acepción de personas.

L a l ey d e los genti les 12 Cuantos hubiesen pecado sin Ley, sin

Ley también perecerán; y los que pecaron en la Ley, por la Ley serán juzgados; 13 porque no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, ésos serán declarados justos. l 4 En verdad, cuando los gentiles, guiados pol­la razón natural , sin Ley, cumplen los pre­ceptos de la Ley, ellos mismos, sin te­nerla, son para sí mismos Ley. 15 Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su conciencia y las sentencias con que entre sí unos y otros se acusan o se excusan. 16 Así se verá el día en que Dios por Jesucristo, según mi evangelio, juz­gará las acciones secretas de los hom­bres. *

E l jud ío v io lador d e la L e y es m á s c u l p a b l e

17 Pero si tú, ¡oh judío!, que confías en la Ley y te glorías en Dios, 18 conoces su voluntad e instruido por la Ley, sabes esti­mar lo mejor, 19 y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que viven en tinie­blas, 2 0 preceptor de rudos, maestro de niños, y tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad; * 2 i tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se debe robar, robas? 2 2 ¿Tú, que dices que no se debe adulterar, adulteras? ¿Tú, que abominas de los ídolos, te apropias los despojos d e los templos? 2 3 ¿Tú, que te glorías en la Ley, ofendes a Dios traspa­sando la Ley? 2 4 Pues escrito está: «Por causa vuestra es blasfemado entre los gen­tiles el nombre de Dios».

L a verdadera c i r c u n c i s i ó n 2 5 Cierto que la circuncisión es prove­

chosa si guardas la Ley; pero si la tras­pasas, tu circuncisión se hace prepucio. 2 6 Mientras que, si el incircunciso guarda los preceptos de la Ley, ¿no será tenido por

1173 ROMANOS 2-3

circuncidado?27 Por tanto, el incircunci­so natural que cumple la Ley te juzgará a ti, que, a pesar de tener la letra y la cir­cuncisión, traspasas la Ley. 2 S Porque no es judío el que lo es en lo exterior, ni es circuncisión la circuncisión exterior de la carne; 2 9 sino que es judío el que lo es en lo interior, y es circuncisión la del cora­zón, según el espíritu, no según la letra. La alabanza de éste no es de los hombres, sino de Dios.

L o s judíos , reos ante el tr ibunal d e D i o s

O 1 ¿En qué, pues, aventaja el judio o *» de qué aprovecha la circuncisión? Mucho en todos los aspectos, 2 porque primeramente les ha sido confiada la pa­labra de Dios. 3 ¡Pues qué! Si algunos han sido incrédulos, ¿acaso va a anular su incredulidad la fidelidad de Dios? * N o ciertamente. Antes hay que confesar que Dios es veraz, y todo hombre falaz, según está escrito:

«Para que seas reconocido justo en tus [palabras

y triunfes cuando fueres juzgado». 5 Pero si nuestra injusticia hace resal­

tar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿No es Dios injusto en desfogar su ira? (ha­blando a lo humano) . ' D e ninguna ma­nera. Si así fuese, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? ^ Pero si la veracidad de Dios resalta más por mi mendacidad, para gloria suya, ¿por qué voy a ser yo juzgado pecador? ¡¡ ¿Y por qué no decir lo que algunos calumniosamente nos atri­buyen, asegurando que decimos: Haga-

O 1 9 Con este rimero de textos tomados de los salmos 14,1-3; 53,2-4, que hablan todos de los ^ judíos, concluye que, en lo que toca a poseer la justicia, están iguales judíos y gentiles. La Ley sólo da el conocimiento del pecado, pero no la justicia.

20_A este mal de que adolecen así judíos como gentiles remedió Dios dándonos gratuitamente U justicia y la gloria por la fe en Jesucristo, a todos sin distinción, a judíos y a gentiles.

2l_24 L^ palabra justicia en San Pablo tiene un sentido muy amplio; así, unas veces designa el atributo divino, y otras el nuevo orden de cosas inaugurado con la redención. La Antigua Ley era una preparación para la «justificación» del hombre, es decir, la incorporación del hombre pecador al orden de la gracia y de la vida en Cristo. Así, en Rom 1,17 se dice que la «justicia de Dios se mani­fiesta en él (Evangelio) por la fe y en la fe». Por eso muchas veces «justificación» es equivalente a «salvación», que se obtiene por la unión con Cristo en la fe, que supone entrega confiada a la persona de Cristo y a su mensaje salvador con todos sus preceptos e invitaciones a la perfección. Los cris­tianos son así llamados «santos» en sus erizólas porque han sido «justificados» e incorporados a la herencia de Cristo. El hombre debe corresponder con la «fe» al ofrecimiento misericordioso de su justicia, y por la «fe» logra el hombre su incorporación a la obra salvlfica de Dios, a la «justicia» de Dios, manifestada en el mensaje de Cristo. En este sentido, el «justo vive de la fe». Y el Apóstol insiste en que esta «justificación» procede únicamente de Cristo y no de la Ley mosaica (3,20), porque ésta no obra la «salvación» en el sujeto sometido a ella. Por eso los judíos, en este sentido, no están en situación de privilegio frente a los gentiles. En realidad, la «justicia de Dios» (plan salvifico redentor de la humanidad por Cristo^ está al alcance de todos sin discriminación racial, pues todos pueden unirse por la «fe» al único principio de esa «justificación» o «salvación» en el sentido de iniciación a la vida sobrenatural. La obra de «justificación» ha sido cumplida sustancialmente por Cristo; se trata del restablecimiento de la armonía entre Dios y el hombre, rota por el pecado original. Para ello se requiere la entrega del hombre a Dios por la fe o adhesión cordial a la obra de salvación reali­zada por el único Redentor, Cristo. Pero su «justificación» (el tránsito del estado de condenación y pecado al de gracia) se debe exclusivamente a Cristo (v.24), pues nadie podía merecerla. Y la misma «fe» es un don de Dios, pues supone el llamamiento divino, que depende de la voluntad divina. Pero esta fe que «justifica» en virtud de la redención de Cristo está contrapuesta a las «obras» de la ley mosaica, que no «justificaba», es decir, no creaba un nuevo ser en el que la aceptaba. No debemos

mos el mal para que venga el bien? La condenación de ésos es justa. 9 ¿Qué, pues, diremos? ¿Los aventajamos? N o en todo. Pues ya hemos probado que judíos y gen­tiles nos hallamos todos bajo el pecado, 1° según que está escrito:

«No hay justo, ni siquiera uno ; 11 no hay uno sabio, no hay quien busque

[a Dios. 1 2 Todos se han extraviado, todos están

[corrompidos; no hay quien haga el bien, no hay ni si-

[quiera uno». 13 «Sepulcro abierto es su garganta, con sus lenguas urden engaños, veneno de áspides hay bajo sus labios, 14 su boca rebosa maldición y amargura, 15 veloces son sus pies para derramar

[sangre, 1 6 calamidad y miseria abundan en sus

[caminos, 1 7 y la senda de la paz no la conocieron, 18 no hay temor de Dios ante sus ojos»,

19 Ahora bien, sabemos que cuanto dice la Ley lo dice a los que viven bajo la Ley, para tapar toda boca y que todo el mundo se confiese reo ante Dios. * 2 0 De aquí que por las obras de la Ley nadie será reconocido justo ante El, pues de la Ley sólo nos viene el conocimiento del pecado. *

D i o s ha o t o r g a d o a la h u m a n i d a d la salud p o r C r i s t o

21 Mas ahora, sin la Ley, se ha mani­festado la justicia de Dios , atestiguada por la Ley y los Profetas; * 2 2 la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos

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ROMANOS 3-4 1174

los que creen, sin distinción;23 pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, 2 4 y ahora son justifica­dos gratuitamente por su gracia, por la redención de Cristo Jesús, 2 5 a quien ha puesto Dios como sacrificio de propicia­ción, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, por la tole­rancia de los pecados pasados, 2 S en la paciencia de Dios para manifestar su justicia en el tiempo presente y para probar que es justo y que justifica a todo el que cree en Jesús.

T o d a gloria h u m a n a q u e d a exc lu ida 27 ¿Dónde está, pues, tu jactancia? Ha

quedado excluida. ¿Por qué ley? ¿Por la ley de las obras? N o , sino por la ley de la fe, 28 pues sostenemos que el hom­bre es justificado por la fe sin obras de la Ley. » ¿Acaso Dios es sólo Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gen­tiles? Sí, también lo es de los gentiles, 30 puesto que no hay más que un solo Dios, que justifica a la circuncisión por la fe y al prepucio por la fe. 31 ¿Anula­mos, pues, la Ley con la fe? N o cierta­mente, antes la confirmamos. *

L a justif icación d e A b r a h a m

41 ¿Qué diremos, pues, haber obtenido Abraham, nuestro padre según la car­

ne? 2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tendrá motivos de gloriar­se, aunque no ante Dios. 3 Pero ¿qué dice la Escritura? «Abraham creyó en Dios y le fue computado a justicia». * 4 Ahora bien, al que trabaja no se le

computa el salario como gracia, sino co­mo deuda. 5 Mas el que no trabaja, sino que cree en el que justifica al impío, la fe le es computada por justicia. 6 Así es como David proclama bienaventurado al hombre a quien Dios imputa la justi­cia sin las obras:

7 «Bienaventurados aquellos cuyas ini­quidades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido velados.

8 Venturoso el varón a quien no tomó cuenta el Señor de su pecado». *

9 Ahora bien, esta bienaventuranza, ¿es sólo de los circuncidados o también de los incircuncisos? Porque decimos que a Abraham le fue computada la fe por justicia. I 0 Pero ¿cuándo le fue computa­da? ¿Cuando ya se había circuncidado o antes? N o después de la circuncisión, sino antes. n Y recibió la circuncisión por señal, por sello de la justicia de la fe, que obtuvo en la incircuncisión, para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, para que también a ellos la fe les sea computada por justi­cia; * 12 y padre de los circuncidados, pero no de los que son solamente de la circuncisión, sino de los que siguen tam­bién los pasos de la fe de nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.

L a p r o m e s a d e A b r a h a m u Pues a Abraham y a su posteridad

no le vino por la Ley la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 1 4Pues si los hijos de la Ley son los herederos, quedó anulada la fe y abrogada la promesa; 15 porque

perder de vista este enfoque del Apóstol para valorar sus afirmaciones dentro del contexto. No se trata del problema de la «fe» fiducial sin las «obras» o actos de las virtudes cristianas. Ese problema no se lo plantea ahora San Pablo. No hay, pues, contraposición con la doctrina del apóstol Santiago cuando dice: «Ved, pues, cómo por las obras, y no por la fe solamente, se justifica el hombre» (Sant 3, 24). El Apóstol habla aquí de una fe muerta (v.17), sin obras, es decir, que no va acompañada de actos de virtud en conformidad con los postulados de la fe, y por eso irónicamente dice de los que así pretenden justificarse se asemejan a los demonios, que también «creen y tiemblan» (19). La fe, pues, debe manifestarse en obras (v.18). De lo contrario, se convierte en un mero acto intelectual. San Pablo se sitúa en su argumentación en otra perspectiva: las obras de que habla son las que prece­den a la fe y a la justicia, principalmente las obras de la ley mosaica. En cambio, Santiago habla de las obras que siguen a la fe intelectual, como adhesión a la doctrina cristiana. San Pablo habla de la «justicia» primordial, es decir, del tránsito del estado de pecado al de santidad...; la justicia de San­tiago es la «justicia» segunda, que se debe al desarrollo de la vida cristiana. Así, San Pablo en su argu­mentación «se coloca antes de la justificación del hombre; Santiago, después; el primero habla de la fe viva; el segundo, de la fe que puede ser muerta; el uno le enseña al infiel que sin la fe no puede alcanzar la justificación; el otro enseña al cristiano que debe poner su conducta de acuerdo con su fe, porque la fe sola no basta» (Prat). En otros muchos lugares, San Pablo habla de la fe vivificada por las obras, en cuanto que sin buenas obras no se puede ser fiel a la vocación cristiana. Así reco­mienda el ejercicio de las virtudes para agradar a Dios, y de este modo su doctrina concuerda total­mente con la del apóstol Santiago.

31 Con el Evangelio no se anula la Ley, antes se confirma, interpretándola no en el sentido jurí­dico de los judíos, sino en el sentido moral, a la luz del precepto de la caridad, que trajo Jesucristo y que era el sentido divino de la Ley. Gomo preparación del Evangelio, la Ley recibe de éste la per­fección que no tenía.

4 3 Gen 15,6. 8 Sal 32,1 s.

i1 La economía divina de la justificación por la fe no es nueva. A Abraham le fue imputado a justicia un simple acto de fe interna con que dio gloria a Dios. Y a esta fe están ligadas las promesas que el patriarca recibió de Dios mucho antes de que la Ley se diera. Esto que en Abraham acaeció fue ejemplo de lo que había de acaecer en todos los imitadores de su fe.

1175 ROMANOS 4-5

la Ley trae consigo la ira, ya que donde no hay ley no hay transgresión. 16 Por consiguiente, la promesa viene de la fe, para que en virtud de la gracia sea firme la promesa hecha a toda la descenden­cia, no sólo a los hijos de la Ley, sino a los hijos de la fe de Abraham, padre de todos nosotros, 17 según está escrito: «Te he puesto por padre de muchas nacio­nes», ante aquel en quien creyó, Dios, que da vida a los muertos y llama a lo que es lo mismo que a lo que no es.

18 Abraham, contra toda esperanza, cre­yó que había de ser padre de muchas na­ciones, según el dicho: «Así será tu des­cendencia», 19 y no fíaqueó en la fe al considerar su cuerpo sin vigor, pues era casi centenario y estaba ya amortigua­do el seno de Sara; 2 0 sino que ante la promesa de Dios no vaciló, dejándose llevar de la incredulidad, antes, fortale­cido por la fe, dio gloria a Dios, 2 i con­vencido de que Dios era poderoso para cumplir lo que había prometido; 2 2 y por esto le fue computado a justicia. 23 Y no sólo por él está escrito que le fue compu­tado, 2 4 s ino también por nosotros, a quienes debe computarse; a los que cree­mos en el que resucitó de entre los muer­tos, nuestro Señor Jesús, 2 5 que fue en­tregado por nuestros pecados y resucita­do para nuestra justificación.

L a justif icación, p r e n d a d e la salud e terna

5 1 Justificados, pues, por la fe, tene­mos paz con Dios por mediación

de nuestro Señor Jesucristo, 2 por quien en virtud de la fe hemos obtenido tam­bién el acceso a esta gracia en que nos mantenemos y nos gloriamos, en la es­peranza y la gloria de Dios. 3 Y no sólo esto, sino que nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia; 4 la pa­ciencia, una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. 5 Y la esperanza no quedará confundida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros co­razones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado. 6 Porque cuando todavía éramos débiles, Cristo, a su tiempo, murió por los impíos. 7 En ver­dad, apenas habrá quien muera por un justo; sin embargo, pudiera ser que mu­riera alguno por uno bueno; * 8 pero Dios probó su amor hacia nosotros en que,

ff 7 Los dos miembros de este versículo están unidos por la adversativa «sin embargo», que viene ^ a ser una corrección del miembro primero; pues, en efecto, aunque raro, podría darse el caso de que uno se sacrificara por un hombre de bien, como se sacrifican los vasallos por su rey.

12 Esta idea de la reconciliación lleva a San Pablo a tratar del origen de la enemistad del hombre con Dios, del pecado original, para mostrar que si Adán trajo sobre el género humano una inmensa calamidad, Jesucristo la remedió sobreabundantemente. El v.12 queda suspenso. Orígenes lo completa así: «De la misma suerte, por un hombre entró la justicia en el mundo, y por la justicia la vida, y asi pasó la vida a los hombres por cuanto fueron todos vivificados».

siendo pecadores, murió Cristo por nos­otros. 9 Con mayor razón, pues, justi­ficados ahora por su sangre, seremos por El salvos de la ira; 1 0 porque si, siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, seremos salvos en su vida, u Y no sólo reconciliados, sino que nos gloriamos en Dios por nuestro Se­ñor Jesucristo, por quien recibimos ahora la reconciliación.

L a obra d e A d á n y la d e Jesucristo 1 2 Así, pues, como por un hombre en­

tró el pecado en el mundo, y por el peca­do la muerte, y así la muerte pasó a to­dos los hombres, por cuanto todos ha­bían pecado. . .* 13 Porque hasta la Ley había pecado en el mundo; pero como no existía la Ley, el pecado, no existiendo la Ley, no era imputado. I4 Pero la muer­te reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no habían pecado, como pecó Adán, que es tipo del que había de venir. ls Mas no es et don como fue la transgresión. Pues si por la trans­gresión de uno solo mueren muchos, mu­cho más la gracia de Dios y el don gra­tuito consistente en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se difundirá co­piosamente sobre muchos. 1S Y no fue el don lo que fue la obra de un solo pecador, pues por el pecado de uno solo vino el juicio para condenación, mas el don, después de muchas transgresiones, acabó en la justificación.

17 Si, pues, por la transgresión de uno solo, esto es, por obra de uno solo, rei­nó la muerte, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en la vida por obra de uno solo, Jesucristo.18 Por consiguien­te, como por la transgresión de uno solo llegó la condenación a todos, así tam­bién por la justicia de uno solo llega a todos la justificación de la vida. I 9 Pues como por la desobediencia de uno mu­chos fueron los pecadores, así también por la obediencia de uno muchos serán hechos justos. 2 0 Se introdujo la Ley para que abundase el pecado; pero donde abundó el pecado sobreabundó la gra­cia, 21 para que, como reinó el pecado por la muerte, así también reine la gracia por la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor.

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ROMANOS 6-7 1176

porque, siendo esclavos del pecado, obe­decisteis de corazón a la norma de doc­trina a que os disteis, l s y, libres ya del pecado, habéis venido a ser siervos de la justicia.

19 Os hablo a la llana en atención a la flaqueza de vuestra carne. Pues bien, como pusisteis vuestros miembros al ser­vicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora entregad vuestros miembros al servicio de la jus­ticia para la santidad. 20 p u e s cuando erais esclavos del pecado, estabais libres respecto de la justicia. 21 ¿ y qué frutos obtuvisteis entonces? Aquellos de que ahora os avergonzáis, porque su fin es la muerte. 2 2 Pero ahora, libres del pe­cado y siervos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna. 23 Pues la soldada del pecado es la muerte ; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.

L o s c r i s t i anos , l ibres d e la L e y

71 ¿O ignoráis, hermanos—hablo a los que saben de leyes—, que la Ley do­

mina al hombre todo el t iempo que éste vive? 2 Por tanto, 1¡» mujer casada está ligada a l mar ido mietttras éste vive; p e t o , muerto el marido, queda desligada de la Ley del marido. 3 Por consiguiente, vi­viendo el marido, será tenida por adúltera si se uniere a otro mar ido; pero si el marido muere, queda libre de la Ley, y no será adúltera si se une a otro marido. 4 Así que, hermanos míos, vosotros ha­béis muerto también a la Ley por el cuerpo de Cristo, para ser de otro que resucitó de entre los muertos, a fin de que deis frutos para Dios. * 5 p u e s cuan­do estábamos en la carne, las pasiones de los pecados, vigorizadas por la Ley, obraban en nuestros miembros y daban frutos de muerte; 6 mas ahora, desliga­dos de la Ley, estamos muertos a lo que nos sujetaba, de manera que sirvamos en espíritu nuevo, no en la letra vieja.

L a L e y y el p e c a d o 7 ¿Qué diremos entonces? ¿Que la Ley

es pecado? ¡No, por Dios! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley. Pues yo no conocería la codicia si la Ley no di-

c 4 Esta parte que trata del bautismo nos explica el sacramento de la iniciación cristiana como w una incorporación a Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justifica­ción. Así ya no debemos vivir sino la vida de Cristo en Dios alejados del pecado. La imagen está tomada del rito de inmersión, que era el corriente.

7 4 No sólo nos libra Cristo del pecado, sino también de la obligación de las observancias mo-1 saicas. El argumento con que aquí declara su pensamiento es muy singular. La mujer casada,

mientras vive el marido, está ligada a él; pero, muerto éste, queda libre para casarse con otro. Cristo murió, y con la muerte quedó libre de la Ley; nosotros, incorporados a la muerte de Cristo, queda­mos asimismo exentos de la Ley, y debemos vivir según el espíritu nuevo y no según la Ley vieja. Esto conviene primero a los judíos, a quienes la Ley fue dada; pero también a los gentiles, en razón de ser preparación para la gracia de Cristo.

E l cristiano u n i d o a Cristo por el b a u t i s m o

6 1 ¿Qué diremos, pues? ¿Permanecere­mos en el pecado para que abunde

la gracia? 2 Lejos de eso. Los que he­mos muerto al pecado, ¿cómo vivir to­davía en él? 3 ¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte? 4 Con El hemos sido sepulta­dos por el bautismo para participar en su muerte, para que como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. * 5 Porque, si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección. 6 Pues sabemos que nues­tro hombre viejo ha sido crucificado para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado. ^ En efecto, el que muere queda absuelto de su peca­do. 8 Si hemos muerto con Cristo, tam­bién viviremos con El ; ' pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muer­tos, ya no muere, la muerte no tiene ya dominio sobre El. 10 Porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios. H Así, pues, haced cuenta de que estáis muer­tos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

El servicio del p e c a d o y el d e D i o s 1 2 Que no reine, pues, el pecado en

vuestro cuerpo mortal, obedeciendo a sus concupiscencias;1 3 ni deis vuestros miem­bros como armas de iniquidad al peca­do, sino ofreceos más bien a Dios co­mo quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. 15 ¡Pues qué! ¿Pe­caremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? D e ningún modo. 1 6 ¿No sabéis que, ofreciéndoos a uno para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien os sujetáis, sea del pecado para la muerte, sea de la obediencia para la jus­ticia? 17 Pero gracias sean dadas a Dios,

1177 ROMANOS 7-8

jera: «No codiciarás». * s Mas , con oca­sión del precepto, obró en mí el pecado toda concupiscencia, porque sin la Ley el pecado está muerto. 9 Y yo viví al­gún tiempo sin ley, pero sobreviniendo el precepto, revivió el pecado 10 y yo quedé muerto, y hallé que el precepto, que era para vida, fue para muerte. 11 Pues el pecado, con ocasión del precepto, me sedujo y por él me mató . 12 En suma, que la Ley es santa, y el precepto santo, y justo, y bueno.

L a potenc ia m a l i g n a de l p e c a d o 13 ¿Luego lo bueno me ha sido muer­

te? N a d a de eso ; pero el pecado, para mostrar toda su malicia, por lo bueno me dio la muerte, haciéndose por el pre­cepto sobremanera pecaminoso. 14 Por­que sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido por esclavo al pecado. * 15 Porque no sé lo que hago; pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago, i* Si, pues, hago lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena. 17 Pero entonces ya no soy yo quien obra esto, sino el pecado, que mora en mí. i ' Pues yo sé que n o hay e n mi , esto es , es\ m i caiiae, cosa buena. Porque el querer el bien está en mí, pero el hacerlo no. 1» En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 2<> Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí. 21 Po r consiguiente, tengo en mí esta ley: que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega; 22 porque me de­leito en la Ley de Dios según el hombre interior, 2 3 pero siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros. 2 4 ¡Desdicha­do de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor. . . Así, pues, yo

mismo, que con la mente sirvo a la Ley de Dios, sirvo con la carne a la ley del pecado.

L a vida de l espíritu

81 N o hay, pues, ya condenación al­guna para los que son de Cristo Je­

sús, 2 porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte. 3 pUes lo que a la Ley era imposible, por ser débil a causa de la carne, Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado, y por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4 para que la justi­cia de la Ley se cumpliese en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu. 5 Los que son según la carne sienten las cosas carnales, los que son según el espíritu sienten las co­sas espirituales. 6 Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del es­píritu es vida y paz. 7 Por lo cual el ape­tito de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios. *

L o s q u e c a m i n a n s e g ú n la carne

8 Los que viven según la carne no pue­den agradar a Dios ; 9 pero vosotros no vivís según la carne, sino según el espí­ritu, si es que de verdad el espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de Cristo. 10 Mas si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justi­cia. I1 Y si el Espíritu de aquel que resu­citó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Je­sús de entre los muer tos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por vir­tud de su Espíritu, que habita en vos­otros. * 1 2 Así, pues, hermanos, no so­mos deudores a la carne de vivir según

7 El modo como hasta aquí se habló de la Ley parecería dar a entender que es mala, que es pe­cado. ¿Será así? No, contesta San Pablo. Pero la Ley nos da mayor conocimiento de nuestros de­beres sin darnos gracia para cumplirlos, y así, dándonos mayor conciencia del pecado, nos hace más pecadores.

Muy oportunamente cita San Pablo el único precepto del decálogo que condena los actos inter­nos malos, pues los demás mandamientos miran a los actos externos, que caen bajo la acción de la justicia humana (Ex 20,17; Dt 5,21).

1 4 Esto no es culpa de la Ley, que es de suyo buena, sino del pecado que habita en nosotros, esto es, de este desorden e inclinación al mal que domina en nosotros como consecuencia del pecado origina!. Con este motivo, San Pablo hace aquí un sutil y vivo análisis de la conciencia humana, que de una parte conoce elbien y lo ama y de otra se deja llevar del mal. Sólo la gracia de Jesucristo nos puede librar de esta miseria.

Q 7 El Apóstol expone en este párrafo la vida del cristiano justificado por la acción del Espíritu 0 Santo, el cual tiende siempre a destruir la vida de la concupiscencia, que nos lleva al pecado. Habla aquí considerando esta vida en sí misma, no con la imperfección con que suele hallarse en nosotros.

1 ' La gracia es el germen de la gloria, y el Espíritu Santo, que nos comunica la vida de la gracia, es también quien nos comunicará la gloria del alma y la resurrección del cuerpo. Como quien posee este principio de vida sobrenatural y eterna, debemos de vivir según ese mismo principio.

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ROMANOS 8 1178

la carne, 13 que si vivís según la carne, moriréis; mas si con el espíritu morti­ficáis las obras de la carne, viviréis.

E l c r i s t i ano , h i jo d e D i o s

14 Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. * 15 Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido el espíritu de adopción, por el que clamamos: ¡Abba, Padre! 1 6 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, 17 y si hijos, también herederos; herederos de Dios, coherederos de Cris­to , supuesto que padezcamos con El para ser con El glorificados. *

L o s s u f r i m i e n t o s p r e s e n t e s c o m p a r a ­d o s c o n la g lo r ia f u t u r a

18 Tengo por cierto que los padecimien­tos del t iempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros; 19 porque el continuo anhelar de las criaturas ansia la manifestación de los hijos de Dios, * 2 0 pues las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por razón de quien las sujeta, con la esperanza 21 de que también ellas serán libertadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de par to , 23 y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo. 24 porque en esperanza estamos salvos; que la esperanza que se ve, ya no es esperanza. Porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo?; 2 5 pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia espe­ramos.

E l E s p í r i t u o r a e n n o s o t r o s 2 6 Y el mismo Espíritu viene en ayuda

de nuestra flaqueza, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos inefables, 27 y el que escu­driña los corazones conoce cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios.

E l p l a n d e D i o s s o b r e los e l eg idos 28 Ahora bien: sabemos que Dios hace

concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados. * 2 9 Porque a los que de antes conoció, a ésos los predes­tinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogéni­to entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó, y a los que llamó, a ésos los justificó; y a los que justificó, a ésos también los glo­rificó. 31 ¿Qué diremos, pues, a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? 3 2 El que no perdonó a su pro­pio Hijo, antes le entregó por todos nos­otros, ¿cómo no nos ha de dar con El todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien jus­tifica, ¿quién condenará? 3 4 Cristo Jesús, el que murió, aún más , el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros . 3 5 ¿Quién nos arre­batará al amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre , la desnudez, el peligro, la espada? 3 S Se­gún está escrito:

«Por tu causa somos entregados a la [muerte todo el día,

somos mirados como ovejas destinadas [al matadero». *

3 7 Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. 3 8 Porque per­suadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo venidero, ni las vir-

14 Son hijos de Dios los que viven como tales, marcados y guiados por el Espíritu de Dios. Este mismo Espíritu es quien nos hace sentirnos hijos de Dios y conducirnos como tales con nues­tro Padre y nuestros hermanos.

17 Este verso sintetiza todas las esperanzas cristianas. Siendo por Cristo hijos de Dios, ten­dremos, como hijos, derecho a la herencia de Dios con Jesucristo, que es el hermano mayor.

19 Hermoso pensamiento este del Apóstol. Dios creó al hombre como remate y fin del uni­verso, que viene a sintetizarse todo en el hombre. De aquí la simpatía de todas las cosas con el hom­bre y su asociación a las dichas y esperanzas del hombre. Son, dice San Crisóstomo, como la nodriza o como la servidumbre, que se goza con los éxitos de su hijo o de su señor y participa de sus espe­ranzas.

28 He aquí el principio del optimismo cristiano. La Providencia divina, que io gobierna todo, todo lo endereza a la salud de los elegidos. Y señala los pasos que abarca esta Providencia. Empieza por un conocimiento acompañado de amor, que es el principio de la predestinación eterna; sigue la puesta en práctica de los medios, la vocación y la justificación en el tiempo, para terminar con la glorificación, que es el término de la predestinación. Dentro de esto entran todos los accidentes que pueden afectar a la vida de cada hombre, los cuales van dirigidos por Dios a la ejecución de sus planes, inspirados en el amor.

3 6 Palabras d'*l salmo 44,23, con que expone el justo que por la causa de Dios sufre los males que padece.

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tudes, 3 ' ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá arrancar­nos al amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor. *

S e n t i m i e n t o s de l A p ó s t o l p o r los j u d í o s

91 Os digo la verdad en Cristo, no miento, y conmigo da testimonio mi

conciencia en el Espíritu Santo, 2 qUe siento una gran tristeza y un dolor con­tinuo en mi corazón, 3 porque desearía ser yo mismo anatema de Cristo por mis hermanos, mis deudos según la car­ne, 4 los israelitas, cuya es la adopción y la gloria, y las alianzas, y la legisla­ción, y el culto, y las promesas; 5 cuyos son los patriarcas y de quienes según la carne procede Cristo, que está por enci­ma de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, amén. 6 Y no es que la palabra de Dios haya quedado sin efecto. Es que no todos los nacidos de Israel son Is­rael, 7 ni todos los descendientes de Abra-h a m son hijos de Abraham, sino que «por Isaac será tu descendencia». 8 Esto es, no los hijos de la carne son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son tenidos por descendencia. 9 Los términos de la promesa son éstos: «Por este tiem­po volveré y Sara tendrá un hijo». 10 Ni es sólo esto: también Rebeca concibió de un solo varón, nuestro padre Isaac. Pues bien, 11 cuando aún no había na­cido ni habían hecho aún bien ni mal, para que el propósito de Dios, conforme a la elección, no por las obras, sino por el que llama, permaneciese, 12 le fue a ella dicho: «El mayor servirá al menor», 13 según lo que está escrito: «Amé a Ja­cob más que a Esaú».

L a jus t i c ia d e D i o s p a r a c o n los gen t i l e s y los j u d í o s

14 ¿Qué diremos, pues? ¿Que hay injus­ticia en Dios? No, 15 pues a Moisés le dijo: «Tendré misericordia de quien ten­ga misericordia y tendré compasión de quien tenga compasión». 1 6 Por consi­guiente, no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericor­dia. 17 Porque dice la Escritura al Fa raón : «Precisamente para esto te he levantado,

para mostrar en ti mi poder y para dar a conocer mi nombre en toda la tierra». 18 Así que tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere le endurece. 19 pe-ro me dirás: Entonces, ¿por qué reprende? Porque ¿quién puede resistir a su volun­tad?

20 ¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pe­dir cuentas a Dios? Acaso dice el vaso al alfarero: ¿Por qué me has hecho así? 2 1 ¿O es que no puede el alfarero hacer del mis­mo barro un vaso de honor y un vaso indecoroso? 2 2 Pues si para mostrar Dios su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha longanimidad a los vasos de ira, maduros para la perdición, 7-3 y al contrario, quiso hacer ostentación de la riqueza de su gloria sobre los vasos de su misericordia, que El preparó para la glo­ria, 2 4 es decir, sobre nosotros, los que El llamó no sólo de los judíos, sino también de los gentiles...

2 5 Como dice en Oseas: «Al que no es mi pueblo llamaré mi pueblo, y a la que no es mi amada, mi amada». 26 Y donde les fue dicho: «No sois mi pueblo», allí serán llamados hijos de Dios vivo. *

2 7 E Isaías clama de Israel: «Aunque fuera el número de los hijos de Israel co­mo la arena del mar, sólo un resto será salvo, 28 porque el Señor ejecutará sobre la tierra un juicio consumado y deci­sivo». *

2 9 Y según predijo Isaías: «Si el Señor de los ejércitos no nos dejara un renuevo, como Sodoma hubiéramos venido a ser y a Gomorra nos asemejaríamos». *

P o r q u é los j u d í o s n o a d m i t i e r o n la fe

30 Pues ¿qué diremos? Que los gentiles, que no perseguían la justicia, alcanzaron la justicia, es decir, la justicia por la fe, 31 mientras que Israel, siguiendo la ley de la justicia, no alcanzó la Ley. 3 2 ¿Y por qué? Porque no fue por el camino de la fe, sino por el de las obras. Tropezaron con la piedra de escándalo, 33 según está escrito: «He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo, una piedra de escán­dalo, y el que creyere en El no será con­fundido». *

39 Esta caridad de Cristo es la que El nos tiene, no la que nosotros le ten?taos. El Padre nos predestina a Cristo porque nos ama en Cristo, a quien nos contempla unidos mo miembros a su cabeza, como hermanos menores al primogénito. Así que el amor eterno del Padre y el amor de Cristo es el fundamento de nuestra esperanza

92f* Os 2,21 y 25, donde habla el profeta de la conducta de Dios para con Israel, primero rebelde, luego arrepentido.

2 8 Is 10,22 s. 29 Is 1,9- En todos estos textos de los profetas se pone de relieve la misericordia de Dios, que

es la que salva al resto del pueblo, porque los demás perecen a causa de sus rebeldías. 33 Is 28,16. Esta piedra de tropiezo no es otra que la cruz de Cristo, en que vino a chocar el

orgullo del pueblo judio.

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dio su voz, y hasta los confines del orbe su pregón». * 19 Pero ¿acaso Israel no co­noció? Es Moisés el primero que dice: «Yo os provocaré a celos de uno que no es pueblo, os provocaré a cólera por un pueblo insensato». * 2 0 E Isaías se atreve a decir: «Fui hallado de los que no me buscaban, me dejé ver de los que no pre­guntaban por mí». 2i Pero a Israel le dice: «Todo el día extendí mis manos hacia el pueblo incrédulo y rebelde». *

L a r e p r o b a c i ó n d e los j u d í o s n o es to ta l

1 Según esto, pregunto yo : ¿Pero es que Dios ha rechazado a su pue­

blo? No , cierto. Que yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benja­mín. 2 N o ha rechazado Dios a su pue­blo, a quien de antemano conoció. ¿O es que no sabéis lo que en Elias dice la Es­critura, cómo ante Dios acusa a Israel? 3 «Señor, han dado muerte a tus profetas, han arrasado tus altares, he quedado yo solo, y aun atentan contra mi v ida». 4 Pero ¿qué le contesta el oráculo divino? «Me he reservado siete mil varones que no han doblado la rodilla ante Baal». * 5 Pues así también en el presente tiempo ha quedado un resto, en virtud de una elección gra­ciosa. 6 Pero si por gracia, ya no es por las obras, que entonces la gracia ya no se­ría gracia.

7 ¿Qué, pues? Que Israel no logró lo que buscaba, pero los elegidos lo lograron. Cuanto a los demás, se han encallecido, 8 según está escrito: «Dioles Dios un es­píritu de aturdimiento, ojos para no ver y oídos para no oir, basta el día de hoy». * 9 Y David dice: «Vuélvase su mesa un lazo, y una trampa, y un tropiezo, en su justa paga; 10 obscurézcanse sus ojos para que no vean y doblegue siempre su cer­viz». *

L a r e p r o b a c i ó n d e I s r ae l u P e r o pregunto: ¿Han tropezado de

suerte que del todo cayesen? N o cier­tamente. Pues gracias a su transgresión obtuvieron la salud de los gentiles para excitarlos a emulación. 12 y s ¡ s u c o í da es la riqueza del mundo, y su menoscabo la

1A 4 Véase nota a Rom 3,21-24. ^ 6 Por una prosopopeya introduce aquí el Apóstol a la justicia que viene por la fe en Cristo

muerto y resucitado, repitiendo y glosando las palabras de Moisés en 30,12 s. 15 Is 52,7. 16 Is 53,1, hablando de la pasión del Mesías. i ' El salmo 19,5 dice esto de los cielos, y el Apóstol lo aplica a los heraldos del Evangelio. 1 9 Del gran cántico de Moisés (Dt 32,21). 21 Is6s,l .

•I I > Se refiere a i Re 19,18. Elias, en el desaliente que la persecución de Jezabel le causara, se " ' creía solo y que nadie, fuera de él, quedaba fiel a Dios. El Señor le declaró que no era así Igual

acontece en el caso presente. El lenguaje, al parecer, universal de la Escritura, no lo es en realidad. Si la masa se muestra rebelde a la fe, no faltan muchos millares de israelitas en quienes se realiza la antigua promesa y se revela la gracia de Dios. Estos son los elegidos de que habla el v.7.

8 Dt 29,4 e Is 29.ro. 10 Sai 69,23 s.

•l n 1 Hermanos, a ellos va el afecto de *" mi corazón y por ellos se dirigen a Dios mis súplicas, para que sean salvos. 2 Yo declaro en favor suyo que tienen celo por Dios, pero no según la ciencia; 3 por­que ignorando la justicia de Dios y bus­cando afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios, 4 porque el fin de la Ley es Cristo, para la justificación de todo el que cree. *

L a s d o s jus t ic ias

' Pues Moisés escribe que el hombre que cumpliere la justicia de la Ley vivirá en ella. 6 Pero la justicia que viene de la fe dice así: «No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? Esto es, para bajar a Cr is to ;* 7 o ¿quién bajará al abismo? Esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos».

8 Pero ¿qué dice? «Cerca de ti está la pa­labra, en tu boca, en tu corazón», esto es, la palabra de la fe, que predicamos. 9 Por­que si confesares con tu boca al Señor Je­sús y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para la justicia, y con la boca se confiesa para la salud. n Pues la Escritura dice: «Todo el que creyere en El no será confundido». 12 N o hay distinción entre judío y gentil. Uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan, I 3 pues todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.

E l E v a n g e l i o , p r e d i c a d o a los j u d í o s y d e s e c h a d o p o r ellos

14 pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo creerán sin haber oído de El? Y ¿cómo oirán si nadie les predica? 15 Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Según está escrito: «¡Cuan hermosos los pies de los que anun­cian el bien!»* is Pero no todos obede­cen al Evangelio. Porque Isaías dice: «Se­ñor, ¿quién creyó nuestro anuncio?»" n Por consiguiente, la fe es por la predi cación, y la predicación, por la palabra de Cristo.

18 Pero digo yo : ¿Es que no h a n oído? Cierto que sí. «Por toda la tierra se difun-

1181 ROMANOS 11-12

riqueza de los gentiles, ¡cuánto más lo será su plenitud! 13 Y a vosotros los gentiles os digo que mientras sea apóstol de los gentiles haré honor a mi ministerio, 1+ por ver si despierto la emulación de los de mi linaje y salvo a alguno de ellos. 15 Porque si su reprobación es reconciliación del mundo , ¿qué será su reintegración sino una resurrección de entre los muertos? 1* Que si las primicias son santas, también la masa ; si la raíz es santa, también las ramas. 17 Y si algunas de las ramas fue­ron desgajadas, y tú, siendo acebuche, fuiste injertado en ella y hecho partícipe de la raíz, es decir, de la pinguosidad del olivo, no te engrías contra las r a m a s . 1 8 Y si te engríes, ten en cuenta que no susten­tas tú a la raíz, sino la raiz a t i . 1 9 Pero di­r á s : Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 2 0 Bien, por su incredulidad fueron desgajadas, y tú por la fe estás en pie. N o te engrías, antes te­me. 21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdo­nará .

2 2 Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios ; la severidad para con los caídos, para contigo la bondad, si per­maneces en la bondad, que de otro modo también tú serás desgajado. 2 3 Mas ellos, de no perseverar en la incredulidad, se­rán injertados, que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. 24 Porque si tú fuiste cortado de un olivo silvestre y contra na­turaleza injertado en un olivo legítimo, ¡cuánto más éstos, los naturales, podrán ser injertados en el propio olivo! 2 5 Por­que no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no presumáis de vosotros mismos: que el endurecimiento vino a una parte a Israel hasta que en­trase la plenitud de las naciones; 26 y en­tonces todo Israel será salvo, según está escrito: «Vendrá de Sión el Libertador para alejar de Jacob las impiedades. 2 7 Y ésta será mi alianza con ellos cuando bo­rre sus pecados». *

2 8 Por lo que toca al Evangelio, son enemigos por vuestro bien; mas según la elección, son amados a causa de los pa­dres, 2 9 que los dones y la vocación de Dios son irrevocables. 30 Pues así como vosotros algún tiempo fuisteis desobe­

dientes a Dios, pero ahora habéis alcan­zado misericordia por su desobediencia, 3i así también ellos, que ahora se niegan a obedecer para dar lugar a la miseri­cordia a vosotros concedida, a lcanzarán a su vez misericordia. 3 2 Pues Dios nos encerró a todos en la desobediencia para tener de todos misericordia. * 33 ¡Oh pro­fundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuan insondable, son sus juicios e inescrutables sus cami­nos! 3 4 Porque «¿quién conoció el pensa­miento del Señor? O ¿quién fue su conse­jero? * 35 O ¿quién primero le dio, para tener derecho a retribución?» 3 6 Porque de El, y por El, y para El son todas las cosas. A El la gloria por los siglos. Amén.

P A R T E M O R A L (12,1-15,13)

L a v i d a n u e v a

•i o ' O s ruego, pues, hermanos, por la * M misericordia de Dios, que ofrez­cáis vuestros cuerpos como hostia vivas santa, grata a Dios ; éste es vuestro culto racional. * 2 Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la re­novación de la mente, para que procuréis conocer cuál es la voluntad de Dios, bue­na, grata y perfecta.

S e n t i m i e n t o d e m o d e s t i a 3 Por la gracia que me ha sido dada,

os encargo a cada uno de vosotros no sentir por encima de lo que conviene sen­tir, sino sentir modestamente, cada uno según Dios le repartió la medida de la fe . 4 Pues a la manera que en un solo cuer­po tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma fun­ción, * 5 así nosotros, siendo muchos, so­mos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. 6 Así todos tenemos dones di­ferentes, según la gracia que nos fue dada ; ya sea la profecía, según la medida de la fe; 7 ya sea ministerio para servir; el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, presida con solicitud; quien

2 ' Is 59,20 y Jer 31,33 s. 5 2 Para que más resaltase la misericordia en la liberación del hombre, el Apóstol nos muestra

a los hombres todos encerrados en la cárcel de la infidelidad y del pecado; a los gentiles, en la cár­cel de su infidelidad, y a los judíos, en la de su rebeldía. Juicios insondables de la sabiduría de Dios, cuyas razones nadie es capaz de alcanzar.

3 4 Is 40,13 y Job 15,8.

10 t En ia Ley mosaica se ofrecían a Dios sacrificios de animales; en la Ley evangélica esos ^ sacrificios son de los mismos fieles, que con su vida santa ofrecen a Dios el sacrificio que

más le agrada. 4 Esta imagen del cuerpo místico, que es la Iglesia, la desarrolla también en r Cor 12,27 con

el ánimo de exhortar a la colaboración de todos en procurar el bien de la Iglesia con la gracia que cada uno haya recibido (Ef 4,7 ss.).

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ROMANOS 12-14 1182

practica la misericordia, hágalo con ale­gría.

9 Vuestra caridad sea sincera, aborre­ciendo el mal, adhiriéndoos al bien,* 10 amándoos los unos a los otros con amor fraternal, honrándoos a porfía unos a otros, li Sed diligentes sin flojedad, fer­vorosos de espíritu, como quienes sirven al Señor. n Vivid alegres con la esperan­za, pacientes en la tribulación, perseve­rantes en la o rac ión ; 1 3 subvenid a las ne­cesidades de los santos, sed solícitos en la hospi tal idad.14 Bendecid a los que os per­siguen, bendecid y no maldigáis. 1¡ Ale­graos con los que se alegran, llorad con los que lloran. 16 Vivid unánimes entre vosotros, no seáis altivos, mas allanaos a los humildes. N o seáis prudentes a vues­tros propios ojos. 17 N o volváis mal por mal ; procurad el bien a los ojos de todos los hombres, l8 A ser posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos, i ' N o os toméis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar a la ira (de Dios) ; pues escrito está: «A mí la venganza, yo haré justicia, dice el Se­ñor». * 2 0 Por lo contrario, «si tu enemi­go tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que haciendo así amon­tonáis carbones encendidos sobre su ca­beza». * 2i N o te dejes vencer del mal , an­tes vence al mal con el bien.

O b e d i e n c i a a los p o d e r e s p ú b l i c o s •í O 1 Todos habéis de estar sometidos * «* a las autoridades superiores, que no hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas, * 2 de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condena­ción. 3 Porque los magistrados no son de temer para los que obran bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin te-

9 En los w.o-21 nos traza el Apóstol un cuadro de lo que debe ser la vida del cristiano, inspi­rada en la caridad, en la paz y en la concordia, en la paciencia y en la esperanza firme en Dios; final­mente, en el esfuerzo por ahogar el mal con la abundancia del bien.

19 Dejemos a la justicia de Dios la defensa de nuestros derechos, con lo que viviremos más en paz. 2 0 Dos sentencias de los Proverbios. La primera, de 3,4, pero según el texto griego; la segun­

da, de 25,21. La obediencia a las autoridades civiles es para el cristiano un deber de conciencia, pues la

autoridad que ejercen emana de Dios, que, como es autor del hombre social, es, por lo mis­mo, autor de la sociedad y de la autoridad, que es la forma de la sociedad misma. Cuando San Pablo escribió esto, desempeñaba Nerón la dignidad imperial. En la obediencia va incluida la paga fiel de los tributos necesarios para el sostén de las cargas públicas.

8 Insiste el Apóstol en la caridad hacia el prójimo, formulando esta sentencia: «El amor es la perfección de la Ley». Concuerda esta máxima con la del Salvador cuando dice que en los preceptos del amor de Dios y del prójimo se resumen la Ley y los Profetas. San Juan va todavía más allá al afirmar que quien no ama al prójimo tampoco ama a Dios. El amor del prójimo es la mejor prueba de la sinceridad del amor de Dios (1 Jn 4,20).

11 Este trozo (n-14) no tiene precisamente sentido escatológico, no mira al fin, sino al presen­te. Siempre es hora de vivir una vida más perfecta en la imitación de Jesucristo, despojándose cada vez más de l¿s obras de la carne para vivir del espíritu del Evangelio. Las tinieblas de la noche eran favorables a la vida libre, y los banquetes iban acompañados y seguidos de todos los excesos que manchaban la vida pagana.

1 Este párrafo nos indica que en la iglesia romana abundaban los judíos, que serían los que sentían esos escrúpulos de las comidas. Precisamente en atención a ellos y para no impedir

mor a la autoridad? Haz el bien y ten­drás su aprobación, 4 porque es ministro de Dios para el bien. Pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra mal. 5 Es preciso someterse no sólo por temor del castigo, sino por conciencia. 6 Pagadles, pues, los tr ibutos, que son ministros de Dios constantemen­te ocupados en eso. 7 Pagad a todos lo que debáis; a quien tributo, t r ibuto; a quien aduana, aduana ; a quien temor, te­mor ; a quien honor, honor .

L a p e r f e c c i ó n d e la c a r i d a d

8 N o estéis en deuda con nadie, sino amaos los unos a los otros, porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. * 9 Pues «no adulterarás, no matarás , no robarás, no codiciarás» y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: «Amarás al prójimo como a ti mismo». i ° E l amor no obra el mal del prójimo, pues el amor es el cumplimiento de la Ley.

E l d í a d e la s a l u d es tá p r ó x i m o 11 Y ya conocéis el t iempo y que ya

es hora de levantaros del sueño, pues nuestra salud está ahora más cercana que cuando creímos. * 12 La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojé­monos, pues, de las obras de las tinie­blas y vistamos las armas de la luz. 13 An­demos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y libertinaje, no en querellas y envidias, 14 antes vestios del Señor Jesucristo, y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias.

L o s fue r t e s y los déb i l e s e n la fe

H i Acoged al flaco en la fe, sin en­trar en disputas sobre opiniones. *

2 Hay quien cree poder comer de t o d o ;

13

14

1183

otro fl

j W s . 3 E*,' " e n e que contentarse con ver-* ° c ° m e y ÍJ"1 C o m e n o desprecie al que ? e c ° m e „ „ r

q u e °.° c o m e no juzgue al Í 6 S W para n ? U e D Í ? s l e a c ° g i ó - 4 ¿ Q u i é i H > » e s a i 8 a r a l c r i a d o a J ' e n o ? p a r a 5 r a ^ pie n ? , n p , e ° c a e> Pero se manten-^ s t e n e r V ? w P o d e r o s o es el Señor para T o t r o día , 1?y q u i e n distingue un día

0 s !os d í a J I q u i e n í u z 8 a i g u a I e s to-n„ p i o sentir 6 p , " ° ° P r o c e d a según su Por el Señor 1 } • q u e distingue los días, P o r el Seflis „ distingue; y el que come. X e I * e » * ' dandograc ias a Dios d a n d o Brí • e ' P ° r

d e nosoTro?^ & D Í O S - ? P o r q u e "¡nguno

Prop

" q U e ' r a o ¿ 0 m e k p o r : e T s " ñ o 7 no come, —out ro , „ a D l O S - ? P o r q u e ninguno

" ° Para sf J ' - a r a S1 m ™ ° v ' v e y ningu-m ° s , p a r a l / ? S m o m u e r e ; 8 P u e s si vivi-m o ^ o s n l a

e " ? rí , V Í V t a o s ; y s i morimos,

ovarnos t i e l S e n o r - E n fin. sea que m ° s . » ( i , q u e m u r a m o s , del Señor so-sucitó nar 5 ° r e S t o m u r i ó Cristo y re-vos. 10 y 7 a d o m m a r sobre muertos y vi-0 ¿Por n J l ; ¿ c o m ° juzgas a tu hermano? todos hl™ d e s P r e c i a s a tu hermano? Pues °unal de ? Í? S d,1 = o m Parecer ante el tri-v o vo rtí™ > o P o r q u e escrito está: «Vi­tada rnri í f S e n o r ' q u e a m í s e doblará naie • ñ - ? t o d a lengua rendirá home-

« 2 ? ¿ r t T n * 1 2 P ° r c o n s i g " i e n t e , cada 13 N cuenta de sí.

unos »°ií?OS - i u z S u e m o s , pues, ya más los no n - • ° t r o s y m i r a d s o b r e t o d o que man íf a¿S t r ° P i e z ° s o escándalo al her-o u 7 A S é y c o n f í o e n e l S e f l o r J e s ú s el n. • y d e s u y o i m P u r o ; mas para , q u e J"f;§a que algo es impuro para ése

. S l P ° r tu comida tu hermano se entristece, ya no andas en caridad. Mira que por tu comida no seas ocasión de que H ] S I e r d a a q u e l

por quien Cristo murió. N o sea, pues, vuestra buena obra ma­

teria de maledicencia, " p o r q u e el reino de Dios no es comida ni bebida, sino jus­ticia, y paz, y gozo en el Espíritu San­to. 18 p u e s e i q u e e n e s t o s ¡ r v e a C r ¡ s t o

es grato a Dios y aplaudido de los hom-

ROMANOS 14-15

bres. 1* Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.

2 0 N o destruyas por amor de la comi­da la obra de Dios. Todas las cosas son puras, pero es malo para el hombre co­mer escandalizando.2 1 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece, o se escandali­ce, o flaquee. 2 2 La convicción que tú tie­nes, guárdala para ti y para Dios. Dicho­so el que a sí mismo no tenga que repro­charse lo que siente. * 23 El que discierne, si come, se condena, porque ya no pro­cedió según conciencia, y todo lo que no es según conciencia es pecado.

15 1 Los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin

complacernos a nosotros mismos. 2 Cada uno cuide de complacer al prójimo para su bien, para su edificación, 3 que Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: «Sobre mí cayeron los ultra­jes de quienes me ultrajaban». * 4 Pues todo cuanto está escrito, para nuestra en­señanza fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Es­crituras estemos firmes en la esperanza. 5 Que el Dios de la penitencia y de la con­solación os dé un unánime sentir en Cris­to Jesús, 6 para que unánimes, a una sola voz, glorifiquemos a Dios, Padre de nues­tro Señor Jesucristo. 7 Por lo cual acogeos mutuamente, según que Cristo nos aco­gió a nosotros para gloria de Dios.

8 Os digo que Cristo fue ministro de la circuncisión por la veracidad de Dios, para cumplir las promesas a los padres, * 9 mientras que los gentiles glorifican a Dios por su misericordia, según está es­cri to: «Por esto te alabaré entre las gen­tes y salmodiaré a tu nombre». * 10 Y otra vez dice: «Regocijaos, gentes, con su pue­blo». * u En otra par te : «Alabad al Señor todas las gentes y ensalzadle los pueblos todos». * 12 Y otra vez dice Isaías: «Apa­recerá la raíz de Jesé y el que se levanta

su buena convivencia con los gentiles se impuso a éstos el decreto de Jerusalén, que nos refiere San Lucas (Act 15,23 ss.). La caridad y mutua tolerancia es la regla que aquí da el Apóstol.

11 Is 45,23. 1 7 El reino de Dios no es comida ni bebida. La Ley hablaba mucho de los alimentos puros

e impuros; pero la Ley evangélica no nos dice nada sobre ellos, fuera de que éstos no manchan al hombre (Mt 15,11 ss.).

2 2 Establece el mismo principio que en r Cor 8, la indiferencia de los alimentos, pero la obliga­ción de no dar escándalo ni ofender la conciencia débil de quienes piensan de otro modo; en fin, la caridad, y siempre la caridad.

• t e 3 Sal 69,10. 1 \J 8 Hablando a la Cananea, dice Jesús que ha sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de

Israel (Mt 15,24). Y cuando mandó a los discípulos a predicar, les ordenó que no se dirigieran a los gentiles ni a los samarítanos (Mt 10,5). San Pablo nos declara aquí la razón de esta conducta del Salvador. Había que cumplir las promesas hechas a los padres. Pero de los judíos saldría la salud de los gentiles, a quienes también la habían prometido los profetas (Jn 4,22). A su tiempo, Jesús enviará a sus predicadores a todas las gentes (Mt 28,18 ss.).

P Sal 18,50. 10 Dt 32,43-1» Sal 117. I.

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ROMANOS 15-16 1184

para mandar a las naciones; en El espe­rarán las naciones». * 13 Que el Dios de la esperanza os llene de cumplida alegría y paz en la fe para que abundéis en espe­ranza por la virtud del Espíritu Santo.

EPILOGO (15,14-16,27)

14 Bien persuadido estoy yo mismo, her­manos míos, de que vosotros estáis llenos de bondad, llenos de toda ciencia, para poder amonestaros unos a o t ros ; 15 S m embargo, os he escrito a veces más libre­mente, como despertando de nuevo vues­tra memoria, en virtud de la gracia, que por Dios me fue dada, * ¡6 de ser minis­t ro de Jesucristo entre los gentiles, encar­gado de un ministerio sagrado en el Evan­gelio de Dios, para procurar que la obla­ción de los gentiles sea aceptada, santifica­da por el Espíritu Santo. I7 Tengo, pues, esta gloria en Cristo Jesús, por lo que mi­ra al servicio de Dios ; 18 porque no me atreveré a hablar de cosa que Cristo no haya obrado por mí para la conversión de los gentiles, de obra o de palabra, me­diante el poder de milagros y prodigios y el poder del Espíritu S a n t o . I 9 D e suerte que desde Jerusalén hasta la Iliria y en todas direcciones he predicado cumplida­mente el Evangelio de Cristo. * 2 0 Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo no era cono­cido, para no edificar sobre fundamentos ajenos, 2 1 sino según lo que está escrito: «Le verán aquellos a quienes no fue anun­ciado, y los que no han oído, entende­rán». * 2 2 Por lo cual me he visto impedi­do muchas veces de llegar hasta vosotros; 23 pero ahora, no teniendo ya campo en estas regiones y deseando ir a veros des­de hace bastantes años, 2* espero veros al pasar, cuando vaya a España, y ser allá encaminado por vosotros después de ha­ber gozado un poco de vuestra conver­sación.

25 Mas ahora parto para Jerusalén en servicio de los santos, 26 porque Macedo-nia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta a beneficio de los pobres de entre los santos de Jerusalén. 2 7 Y lo han que-

12 Is 11,1,10. 15 Al terminar, vuelve San Pablo a excusar su audacia de escribir a los romanos, no para ense­

ñarles, sino para traerles a la memoria cosas que ya debían conocer. 1» Le parece que en Oriente ha terminado su labor, habiendo dado a conocer a Jesucristo desde

Jerusalén hasta la Iliria, donde nadie había predicado. 2 1 Is 52,15.

I zr * Fue la portadora de la carta esta Febe que iba a Roma a sus negocios. " 3 Este matrimonio es una prueba de la facilidad con que se trasladaban los judíos, que,

desterrados de Roma el año 48, pararon un tiempo en Corinto (Act 18,2), luego en Efeso (Act 18,1». 26), donde continuaban cuando San Pablo escribía la 1 Cor 16,19, y donde estaban de nuevo al escribir San Pablo su testamento: la 2 Tim 4,19. ,

5 De los nombres que siguen, griegos o latinos, son muchos propios de judíos y esclavos, que de­bían de abundar en la iglesia romana.

rido así considerándose deudores suyos, ya que si los gentiles comunican en los bienes espirituales de ellos, deben ellos servirles con los bienes materiales. 2 8 U n a vez cumplido este oficio, cuando les en­tregue este fruto, pasando por vosotros, me encaminaré a España, 2« y sé que yendo a vosotros iré con la plenitud de la bendición de Cristo.

30 Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Es­píritu, a que me ayudéis en esta lucha, mediante vuestras oraciones a Dios por mí, 31 para que me libre de los incrédu­los en Judea y que el servicio que me lle­va a Jerusalén sea grato a los santos. 3 2 Con esto iré alegre a veros, por la vo­luntad de Dios, y me recrearé con vos­otros. 33 El Dios de la paz sea con vosotros. Amén.

R e c o m e n d a c i o n e s

1 fi 1 ®s r e c o m ' e n d o a nuestra herma-•l ™ na Febe, diaconisa de la iglesia de Cencres, * 2 para que la recibáis en el Se­ñor de manera digna de los santos y la asistáis en todo lo que le fuere necesario, pues ella ha favorecido a muchos y a mí mismo. 3 Saludad a Prisca y a Aquila, mis cooperadores en Cristo Jesús, * 4 los cua­les, por salvar mi vida, expusieron su ca­beza ; a quienes no sólo estoy agradecido yo, sino todas las iglesias de la gentilidad. 5 Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a mi amado Epéneto, las primi­cias de Cristo en Asia. *

6 Saludad a María, que soportó mu­chas penas por nosotros. 7 Saludad a An-drónico y a Junia, mis parientes y com­pañeros de cautiverio, que son muy esti­mados entre los apóstoles y fueron en Cristo antes que yo. 8 Saludad a Amplia-to, a quien amo en el Señor. 9 Saludad a Urbano , nuestro cooperador en Cristo, y a Estaquis, mi amado. 10 Saludad a Ape­les, probado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. n Saludad a He-rodiano, mi pariente. Saludad a los de Narciso, los que son del Señor. 12 Salu­dad a Trifena y a Trifosa, que han pasa­do muchas penas en el Señor. Saludad a Pérsida, muy, amada, que sufrió muchas

1185 1 CORINTIOS

penas en el Señor. 13 Saludad a Rufo, el elegido del Señor, y a su madre, que lo es también mía. 14 Saludad a Asíncrito y Flegón, Hermes, Patroba, Hermas y a los hermanos que viven con ellos. '-5 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su her­mana , y a Olimpia y a todos los herma­nos que viven con ellos. l« Saludaos unos a otros con el ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.

17 Os recomiendo, hermanos, que ten­gáis los ojos sobre los que producen divi­siones y escándalos en contra de la doc­trina que habéis aprendido y que 03 apar­téis de ellos, * n porque ésos no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su vientre, y con discursos suaves y engañosos sedu­cen los corazones de los incautos.

l* Vuestra conversión ha llegado a no­ticia de todos ; me alegro, pues, en vos­otros , y quiero que seáis prudentes para el bien, sencillos para el mal , 2 0 y el Dios

1 7 El Apóstol, con la experiencia que tiene de los ardides judíos, teme que lleguen hasta Roma y pone a los fieles en guardia contra ellos.

2 0 Estos perturbadores de las iglesias, ministros de Satanás, acabarán por ser aplastados, y con ellos Satanás, que los inspira.

2 2 Aquí tenemos la simpática figura del secretario de San Pablo en esta ocasión. Lleva un nom­bre bien romano, igual que el Cayo y el Cuarto que siguen.

2 5 Esta doxología, que en muchos manuscritos se lee después de 14,23, glorifica a Dios Padre, que en los gentiles realiza su plan de la justificación por la fe en Jesucristo.

EPÍSTOLA I A LOS CORINTIOS

I . Corinto es una ciudad importante, de gran comercio, a causa de su posición en el istmo de su nombre y de sus dos puertos, el de Cencres, en el mar Egeo, y el de Lequeo, en el golfo de Lepanto, que algo más tarde Nerón trató de unir por un canal-La ciudad había sido levantada de sus ruinas por Julio César en el año 44 y repoblada por gentes venidas de todas partes. Era su vida muy licenciosa, como que su culto religioso era el de Venus, en su suntuoso santuario situado en el Acrocorinto. Los judíos habían también acudido allí y tenían una sinagoga, muy frecuentada por los gentiles que más o menos simpatizaban con el judaismo. En tiempo de San Pablo, Corinto era capital de la provincia de Acaya y residencia del procónsul romano.

2. San Pablo fundó esta cristiandad en su segundo viaje (51-53), comenzando a predicar en la sinagoga, hasta que, expulsado de ella, se retiró con algunos israelitas convertidos y muchos más gentiles (Act 18,6 ss.).La carta fue escrita en Efeso, cuando en su tercera misión predicó en aquella ciudad por espacio de tres años. Las comunica­ciones comerciales entre Corinto y Efeso eran fáciles y frecuentes, por tratarse de dos ciudades comerciales importantes. Por algunos fieles de Corinto, que iban a Efeso para sus negocios, se enteró el Apóstol de la situación poco satisfactoria de la cristiandad. Además, los fieles mismos le dirigieron un largo capítulo de consultas. Con este mo­tivo les escribió esta larga epístola, por el 56.

3 . El plan de la epístola, después del saludo y acción de gracias, es el siguiente: z. a parte, corrección de abusos: a) Espíritu de partido (1,9-4,21). b) El caso del incestuoso (5). c) Los pleitos entre los fieles (6,1-11). d) La impureza (6,12-20)

de la paz aplastará pronto a sa tanás Dajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. * 2 1 Os sa­luda Timoteo, mi colaborador, y Lucio, y Jasón, y Sosípatro, mis parientes. 2 2 Os saludo yo, Tercio, que escribo esta epís­tola, en el Señor. * 23 Os saluda Cayo, huésped mío y de toda la Iglesia. 24 Os sa­luda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuar to .

U o x o l o g t a 2 5 Al que puede confirmaros según mi

evangelio y la predicación de Jesucristo —según la revelación del misterio, tenido secreto en los tiempos eternos, * 2 é pero manifestado ahora mediante los escritos proféticos, conforme a la disposición de Dios eterno, que se dio a conocer a todas las gentes para que se rindan a la fe—, 2 7 al Dios solo sabio, sea por Jesucristo la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Nácar^Colunga <8

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1 CORINTIOS 1 1186

2 . a parte, respuesta a las consultas: a) El estado de matrimonio y la virginidad (7). b) Las carnes de los sacrificios (8,1-11,1 ) • c) Disciplina de las reuniones (11,2-34). d) Los dones espirituales (12,1-14,40). e) La resurrección de los muertos (¡5). f) Conclusión de la epístola f i ó j .

SUMARIO S A L U D O Y ACCIÓN DE GRACIAS (1,1-1 o) . — P R I M E R A P A R ­T E : Reprensiones a los corintios (1,20-6,20).—SEGUNDA

P A R T E : Respuesta a las cuestiones de los corintios (7-15).—EPILOGO (id).

de vosotros, si no es a Crispo y a G a y o , 15 para que nadie pueda decir que ha­béis sido bautizados en mi nombre. J 6 También bauticé a la casa de Esté-fana; mas fuera de éstos no sé de nin­gún otro.

L a sabiduría de l m u n d o y la d e D i o s

17 Que no me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar, y no con artificiosas palabras, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo; 18 porque la doctrina de la cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salvan. 1' Según que está escrito:

«Perderé la sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los prudentes».

PRIMERA PARTE

R E P R E N S I O N E S A LOS CORINTIOS

(i,20-6,20)

2 0 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el le­trado? ¿Dónde el disputador de las cosas de este mundo? ¿No ha hecho Dios ne­c e d a d la s a b i d u r í a de e s t e m u n d o ? 21 Pues por cuanto no conoció en la sa­biduría de Dios el mundo a Dios por la humana sabiduría, plugo a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predica­ción. 2 2 Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, * 23 mientras que nosotros predicamos a Cristo cru­cificado, escándalo para los judíos, locu­ra para los gentiles, 2 4 mas poder y sabi­duría de Dios para los llamados, ya ju­díos, ya griegos. 25 Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la flaqueza de Dios, más poderosa que los hombres.

2 6 Y si no, mirad, hermanos, vuestra vocación; pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos

I2 Los fieles son para San Pablo «santos», porque, habiendo sido purificados de sus pecados por el bautismo, se habían incorporado a Cristo y consagrádose al servicio de Dios mediante una

vida santa. 12 Había entre aquellos griegos, siempre ligeros y dados a divisiones y partidos, preferencias

por unos u otros predicadores del Evangelio, lo que el Apóstol reprueba enérgicamente. 2 2 Son admirables estas expresiones del Apóstol, que caracterizan tres posiciones: la de los

judíos, que pretende apoyarse en los milagros; la de los griegos, que busca apoyarse en la ciencia, y, finalmente, la de Dios, que tiene por apoyo la fe humilde en Cristo crucificado.

Salutación

I1 Pablo, por la voluntad de Dios lla­mado a ser apóstol de Cristo Jesús,

y Sostenes, hermano, 2 a la iglesia de Dios en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que invocan el nombre de nues­tro Señor Jesucristo en todo lugar, suyo y nuestro: * 3 la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Je­sucristo.

A c c i ó n d e gracias por los d o n e s c o n c e d i d o s a los corintios

* Doy continuamente gracias a Dios por la gracia que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, 5 porque en El habéis sido enriquecidos en todo : en toda pa­labra y en todo conocimiento, 6 e n la medida en que el testimonio de Cristo ha sido confirmado entre vosotros, 7 así que no escaseéis en don alguno mien­tras llega para vosotros la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 8 que a su vez os confirmará plenamente, para que seáis hallados irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a participar con Jesucristo, su Hijo y Se­ñor nuestro.

E x h o r t a c i ó n a la car idad i" Os ruego, hermanos, por el nombre

de nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis igualmente y no haya entre vos­otros cisma, antes seáis concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir. 11 Esto, hermanos, os lo digo porque he sabido por los de Cloe que hay entre vosotros discordias 12 y cada uno de vos­otros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo. * 13 ¿Está di­vidido Cristo? ¿O ha sido Pablo cruci­ficado por vosotros o habéis sido bauti­zados en su nombre? 14 Doy gracias a Dios de no haber bautizado a ninguno

seros, , justicia, san-

1187

el tóó r °n° S ' T* m u c h o s n o b l e s • ' " A n t e s «onftL^V , ? n e C e d a d d e l m u n d o Pa r a

flaqueza M ' ° S fbÍOS * d i S i o D i o s I a

f u e r t , 2«el T n d o P a r a i n f u n d i r a los fflundo' l l y ' ° P l e b e y ° - e l d e s e c h o d e I

cara ri¿ ? u f n o e s n a d a > l o e l i g ¡ ° D¡os P u e l l i U ' r ' ° 1 u e es> 2 9 P a r a i ™ « adie pueda glormrse ante Dios. 30 P o r E 1 s o i s M Cristo.Jesús, que ha venido de parte de Dios, sabiduría tmcacion y redención, 31 p a r a q u e s e g ú n

Si&taT'<<el que se slorle' ^gloríe en

El m o d o y el fin d e la e v a n g e l i z a r o n de P a b l o

2 ' Y°> hermanos, llegué a anunciaros m i H ^ t e s t I m ° m o de Dios no con subli­midad de elocuencia o de sabiduría,

que nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado. 3 Y me presenté a vos­otros en debilidad, temor y mucho tem-oior, i m , palabra y mi predicación no l u e e n persuasivos discursos de humana sabiduría, sino en la manifestación del espíritu de fortaleza fe . 5 para que vuestra

- no se apoye en la sabiduría de los hom­bres, sino en el poder de Dios. * Habla­mos, sin embargo, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que quedan

^ v a n e a d o s ; 7 s i n ° q u e enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria; 8 q u e n o conoció nin­guno de los príncipes de este siglo; pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. * « Pero según escrito está:

«Ni el ojo vio, y ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman». *

10 Pues Dios nos lo ha revelado por su Espíritu, que el Espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios. 11 Pues ¿qué hombre conoce lo que en el hombre

1 CORINTIOS 1-3

él está? Así también las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espí­ritu del mundo, sino el Espíritu de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido. 13 j } e éstos os hemos hablado, y no con estudiadas palabras de h u m a n a sab idur ía , s ino c o n p a l a b r a s aprendidas del Espíritu, adaptando a los espirituales las enseñanzas espirituales, 14 pues el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios ; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente. * 15 Al contrario, el espiritual juzga de todo, pero a él nadie puede juzgarle. l ó Porque ¿quién conoció la mente del Señor para poder enseñarle? Mas nosotros tenemos el pen­samiento de Cristo.

D i v i s i o n e s e n la iglesia d e Cor into O 1 Y yo, hermanos, no pude hablaros

como a espirituales, sino como a car­nales, como a niños en Cristo. 2 Os di a beber leche, no os di comida, porque aún no la admitíais. Y ni aun ahora la admi­tís, 3 porque sois todavía carnales. Si, pues, hay entre vosotros envidia y discordias, ¿no prueba esto que sois carnales y vivís a lo humano? 4 Cuando uno dice: Yo soy de Pablo, y o t ro : Yo de Apolo, ¿no pro­cedéis a lo humano? 5 Pues ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor, por cuyo mi­nisterio habéis creído.

6 Yo planté, Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios. 7 Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 8 El que planta y el que riega son iguales; cada uno reci­birá su recompensa conforme a su tra­bajo. ' Porque nosotros sólo somos coope­radores de Dios, y vosotros sois arada de Dios, edificación de Dios.

1° Según la gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio arquitecto, puse los cimientos, otro edifica encima. Cada uno

hay sino el espíritu del hombre, que en I mire cómo edifica, * n que cuanto al fun>

Jesucristo proclamaba bienaventurados a los pobres de espfritu, porque de ellos, más que de los ricos y doctos orgullosos, era el reino de los cielos; eso mismo acaecía en Corinto, donde los convertidos eran principalmente los que ante el mundo no tenían nada de que enorgullecerse. Esto significa en qué aprecio tiene el Señor todos esos bienes humanos y qué aprovechan para conseguir la vida eterna.

O 8 «Los príncipes de este mundo» son todos los que intervinieron en la muerte de Jesús. Los *• pontífices, escribas y fariseos; Pilato, Herodes y las potestades de las tinieblas (Le 22,53). «El Se­ñor de la gioria» es un título que en el Antiguo Testamento se da sólo a Yavé (Sal 24,8.10). Dado a Jesucristo, resulta una confesión de su divinidad. Tal modo de proclamarla es frecuente en los após­toles.

9 Según Orígenes, estas palabras provienen del Apocalipsis de Elias, hoy perdido (cf. Is 64,3 s.). 14 «El hombre animal», hecho a estimar las cosas según criterios humanos, no es capaz de juz­

garlas según Dios ni regirse por principios más altos. Pero los que se inspiran en principios divinos pueden juzgar de todo en orden a Dios y ellos no pueden ser juzgados por quienes desconocen ta­les principios de obrar. Q 10 El cimiento puesto por el Apóstol en la iglesia de Corinto es la fe en Cristo, muerto y resu-** citado, única esperanza nuestra de salvación. Toda construcción que descanse sobre este cimiento

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I CORINTIOS 3-5 1188

lo hubieras recibido? 8 ¿Ya estáis llenos? ¿Ya estáis ricos? ¿Sin nosotros habéis lo­grado el reino? Ojalá que lo hubierais lo­grado, para que también nosotros con vosotros reináramos. 9 Porque, a lo que pienso, Dios a nosotros, los apóstoles, nos ha asignado el último lugar, como a condenados a muerte, pues hemos venido a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. 10 Hemos ve­nido a ser necios por amor de Cristo; vosotros, sabios en Cristo; nosotros, dé­biles; vosotros, fuertes; vosotros, ilustres; nosotros, viles. u Hasta el presente pa­samos hambre, sed y desnudez; somos abofeteados y andamos vagabundos, 1 2 y penamos trabajando con nuestras manos ; afrentados, bendecimos, y perseguidos, lo sopor tamos ; 13 d i famados, conso lamos ; hemos venido a ser hasta ahora como desecho del mundo , como estropajo de todos.

i"t N o escribo esto para confundiros, sino para amonestaros, como a hijos míos carísimos. 15 Porque aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, que quien os engendró en Cristo por el Evangelio fui yo. 16 Os exhorto, pues, a ser imitadores míos. 17 Por esto os envié a Timoteo, que es mi hijo muy amado y fiel en el Señor, que os traerá a la memoria mis caminos en Cristo Jesús y cuál es mi enseñanza por doquier en todas las iglesias.1 8 Como si yo no hubie­se ya de ir a vosotros, así se han hinchado algunos. 19 Pues iré, y muy pronto, si el Señor quisiere, y entonces conoceré no las palabras de los que se hinchan, sino su eficacia, * 20 que no está en palabras el reino de Dios, sino en realidades. 21 ¿Qué preferís? ¿Que vaya a vosotros con la vara o que vaya con amor y espíritu de man­sedumbre?

E s t a d o m o r a l d e la iglesia d e C o r i n t o

51 Es ya público que entre vosotros reina la fornicación, y tal fornicación

cual ni entre los gentiles, pues se da el caso de tener uno la mujer de su padre. 2 Y vosotros, tan hinchados, ¿no habéis hecho luto para que desapareciera de en­tre vosotros quien tal hizo? 3 Pues yo, ausente en cuerpo, pero presente en esp¡ . ritu, he condenado ya, cual si estuviera presente, al que eso ha hecho. 4 Congre-

será sólida, es decir, toda construcción hecha de materiales que procedan de esa fe será sólida, pero si consta de materiales humanos: la elocuencia, la ciencia humana u otros tales, el fuego la destruirá^ aunque los cimientos queden a salvo.

16 Ese templo es la iglesia, que quedará profanada con las divisiones de los fieles (cf. Ex 29,45; Lev 26,11; Ez 37,27). M 19 La idea de Timoteo, a quien sin duda no tomaron los corintios por lo que era, debió de ser ^ motivo de que algunos cabecillas pensasen que el Apóstol no vendría a imponer su autoridad, Es*e pensamiento le hace tomar aquí un tono más severo.

damento, nadie puede poner otro sino el que está puesto, que es Jesucristo. 12 Si sobre este fundamento uno edifica oro, plata, piedras preciosas o maderas, heno, paja, 13 su obra quedará de manifiesto, pues en su día el fuego lo revelará y pro­bará cuál fue la obra de cada uno. 1+ Aquel cuya obra subsista recibirá el p remio , 1 5 y aquel cuya obra sea consumida sufrirá el daño ; él, sin embargo, se salvará, pero como quien pasa por el fuego.

16 ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vos­otros? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruirá. * n Porque el tem­plo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros. 1S Nadie se engañe; si alguno entre vosotros cree que es sabio según este siglo, hágase necio para llegar a ser s ab io . 1 9 Porque la sabiduría de este mun­do es necedad ante Dios. Pues escrito está: El caza a los sabios en su astucia. 2" Y en otra par te : El Señor conoce cuan vanos son los planes de los sabios. 21 Nadie, pues, se gloríe en los hombres, que todo es vuestro; 2 2 y a Pablo, ya Apolo, ya Cefas; ya el mundo, ya la vida, ya la muer­te ; ya lo presente, ya lo venidero, todo es vuestro; 23 y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

4 1 Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y dis­

pensadores de los misterios de Dios. 2 Por lo demás, lo que en los dispensado­res se busca es que sean fieles. 3 Cuanto a mí, muy poco se me da ser juzgado por vosotros o de cualquier tribunal humano, que ni aun a mí mismo me juzgo. 4 Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso me creo justificado; quien me juzga es el Señor. 5 Tampoco, pues, juz­guéis vosotros antes de t iempo, mientras no venga el Señor, que iluminará los es­condrijos de las tinieblas y hará mani­fiestos los propósitos de los corazones, y entonces cada uno tendrá la alabanza de Dios.

6 Esto, hermanos, dicho por vía de ejem­plo de mí y de Apolo, os lo aplico a vos­otros, para que en nosotros aprendáis lo que de «no ir más allá de lo que está escrito» y que nadie por amor de alguno se infle en perjuicio de otro. 7 Porque ¿quién es el que a ti te hace preferible? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías, como si no

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gados en nombre de nuestro Señor Jesús vosotros y mi espíritu con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, * 5 entrego a ese tal a Satanás, para ruina de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.

6 N o está bien vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura hace fer­mentar toda la masa? 7 Alejad la vieja le­vadura para ser masa nueva, como sois ácimos, porque nuestra Pascua, Cristo, ya ha sido inmolada. 8 Así, pues, festejémos­la, no con la vieja levadura, no con la levadura de la malicia y la maldad, sino con los ácimos de la pureza y la verdad.

9 Os escribí en carta que no os mez­clarais con los fornicarios. * 10 N o , cierto, con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras, porque para eso tendríais que saliros de este mundo. 11 Lo que ahora os escribo es que no os mezcléis con ningu­no que, llevando el nombre de hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, maldicien­te, borracho o ladrón; con éstos, ni comer; 12 ¿pues qué a mi juzgar a los de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes os toca

hermanos. 9 ¿ N o sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? N o os en­gañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, 1 0 n i los ladrones, ni los ava­ros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. 11 Y algunos esto erais, pero habéis sido lavados; habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.

1 2 «Todo me es lícito», pero no todo conviene. «Todo me es lícito», pero yo no me dejaré dominar de nada. * 13 «Los manjares para el vientre, y el vientre para los manjares»; pero Dios destruirá eJ uno y los otros. El cuerpo no es para la for­nicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo; 14 y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nos­otros por su poder . 1 5 ¿No sabéis que vues­tros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar yo los miembros de Cris­to para hacerlos miembros de una mere­triz? ¡No lo quiera Dios! 16 ¿No sabéis que quien se allega a una meretriz se hace un cuerpo con ella? Porque serán dos, dice, en una c a r n e . I 7 Pero el que se allega al Señor se hace un espíritu con El. i 8 Huid la fornicación. Cualquier pecado que cometa un hombre, fuera de su cuerpo queda; pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu San­to, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertene­céis? 2 0 Habéis sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.

juzgar? 13 Dios juzgará a los de fuera; vosotros extirpad el mal de entre vos­otros mismos.

6 1 ¿Y osa alguno de vosotros que tie­ne un litigio con otro acudir en juicio

ante los injustos y no ante los santos? 2 ¿Acaso no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si habéis de juzgar al mundo, ¿seréis incapaces de juzgar esas otras causas más pequeñas? 3 ¿No sabéis que hemos de juzgar aún a los ángeles? Pues mucho más las naderías de esta vida. 4 Cuando tengáis diferencias sobre estas nonadas de la vida, poned por jueces a los más despreciables de la Iglesia. 5 Para vuestra confusión os hablo de este modo. ¿No hay entre vosotros ningún prudente capaz de ser juez entre hermanos? 6 En vez de esto, ¿pleitea el hermano con el hermano, y esto ante los infieles? 7 Ya es una mengua que tengáis pleitos unos con otros. ¿Por qué no preferís sufrir la injus­ticia? ¿Por qué no el ser despojados? 8 Y en vez de esto sois vosotros los que hacéis injusticias y cometéis fraudes, y esto con

K 4 Considerando el valor de los censos, los últimos de la comunidad deberán bastar para juzgar­los. Es una ironía del Apóstol, como se ve por el v.S.

9 Con toda claridad nos dicen estas palabras que San Pablo había escrito otra carta antes que ésta. El v.io nos da una idea del estado moral de la sociedad pagana, en que los fieles vivían envuel­tos, sin poderse de ella apartar del todo. Esa déjenla al juicio de Dios. La de los fieles es la que les toca a ellos juzgarla. £ 1 2 En los w.12-13 parece emplear San Pablo el lenguaje de ciertos desaprensivos de Corinto,

que, remedando tal vez las palabras del Apóstol sobre las prescripciones legales, decían: «Todo me es lícito». Pero el Apóstol añade el debido correctivo a esta sentencia, inspirándose, como siempre, en los principios de la caridad cristiana, que aspira a reproducir en los fieles la vida santa de Cristo. 7 ' Todos los moralistas enumeran entre los bienes del matrimonio el de ser remedio de la con­

cupiscencia. San Pablo trata de evitar los males que podrían resultar del dejarse llevar los fielef

SEGUNDA PARTE

RESPUESTA A LAS CUESTIONES

DE LOS CORINTIOS

(7-15)

R e s p u e s t a a la pregunta de los cor in­tios acerca del m a t r i m o n i o

7 1 Comenzando a tratar de lo que me habéis escrito, bueno es al hombre no

tocar mujer ;* 2 mas por evitar la forni-

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cación, tenga cada uno su mujer y cada una tenga su marido. 3 El marido pague a la mujer, e igualmente la mujer al ma­rido. 4 La mujer no es dueña de su propio cuerpo: es el marido; e igualmente el ma­rido no es dueño de su propio cuerpo: es la mujer. 5 N o os defraudéis uno al otro, a no ser de común acuerdo por algún tiempo, para daros a la oración, y de nue­vo volved al mismo orden de vida, a fin de que no os tiente Satanás de inconti­nencia. * Esto os lo digo condescendien­do, no mandando.

7 Quisiera yo que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene di-Dios su propia gracia: éste, una; aquél, otra. 8 Sin embargo, a los no casados y a las viudas les digo que les es mejor per­manecer como yo. ' Pero si no pueden guardar continencia, cásense, que mejor es casarse que abrasarse. 10 Cuanto a los casados, precepto es no mió, sino del Se­ñor, que la mujer no se separe del mari­do, * ii y de separarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie con el marido y que el marido no repudie a su mujer.

12 A los demás les digo yo, no el Señor, que si algún hermano tiene mujer infiel y ésta consiente en cohabitar con él, no la despida. * 13 Y si una mujer tiene ma­rido infiel y éste consiente en cohabitar con ella, no lo abandone. 14 Pues se san­tifica el marido infiel por la mujer y se santifica la mujer infiel por el hermano. D e otro modo, vuestros hijos serían im­puros y ahora son santos. * 15 Pero si la parte infiel se retira, que se retire. En ta­les casos no está esclavizado el hermano o la hermana, que Dios nos ha llamado a la paz. 16 ¿Qué sabes tú, mujer, si salva­rás a tu marido; y tú, marido, si salvarás a tu mujer?

17 Pero cada uno ande según el Señor

le dio y según le llamó. Y esto lo mando en todas las iglesias. * 18 ¿Ha sido uno llamado en la circuncisión? N o falsee el prepucio. ¿Ha sido llamado en el prepu­cio? N o se circuncide. 19 Nada es la cir­cuncisión, nada el prepucio, sino la guar­da de los preceptos de Dios. 2 0 Cada uno permanezca en el estado en que fue lla­mado. 21 ¿Fuiste llamado en la servidum­bre? N o te dé cuidado y, aun pudiendo hacerte libre, aprovéchate más bien de tu servidumbre. 2 2 Pues el que siervo fue llamado por el Señor, es liberto del Se­ñor, e igualmente el que libre fue llamado, es siervo de Cristo. 2 3 Habéis sido com­prados a precio; no os hagáis siervos de los hombres. 2 4 Hermano.: persevere cada uno ante Dios en la condición en que por El fue llamado.

25 Acerca de las vírgenes no tengo pre­cepto del Señor; pero puedo dar conse­jo, como quien ha obtenido del Señor la misericordia de ser digno de fe. * 2 6 Creo. pues, que por la instante necesidad es bueno que el hombre quede así: 27 ¿Es­tás ligado a mujer? N o busques la se­paración. ¿Estás libre de mujer? No bus­ques mujer. 28 Si te casares, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero tendréis así que estar sometidos a la tri­bulación de la carne, que quisiera yo ahorraros. *

29 Dígoos, pues, hermanos, que el tiem­po es corto. Sólo queda que los que tie­nen mujer vivan como si no la tuvieran; 30 los que lloran, como si no llorasen; los que se alegran, como si no se alegra­sen; los que compran, como si no pose­yesen, 3' y los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen, porque pasa la apariencia de este mundo. * 3 2 Yo os que­rría libres de cuidados. El célibe se cuida de las cosas del Señor, de cómo agradar

de imprudentes aspiraciones a más altos ideales de continencia, muy deseables, por otra parte, para él.

10 Aquí tenemos enunciada como precepto del Señor la indisolubilidad del matrimonio cristiano, sin limitación ninguna, igual que en Me 10,2-12 y en Le 16,18. Sobre el texto de San Mateo, al parecer contrario, véase la nota a este evangelista 5,32.

12 En estos versículos se halla contenido el privilegio canónico que llaman paulino. Si un cris­tiano o cristiana está casado con un infiel que consiente en vivir con la parte fiel respetando su con­ciencia, el matrimonio se mantiene firme; pero, en caso contrario, el matrimonio puede disolverse en beneficio de la parte fiel.

1 * Los hijos no son «impuros*, sino fsantos», que aquí quiere decir legítimos, como nacidos de legítimo matrimonio. El Deuteronomio excluye de la congregación de Yavé a los hijos nacidos de uniones ilícitas (23,2), y en este lugar debe inspirarse el Apóstol.

17 Muestra en este párrafo el Apóstol que todo es indiferente fuera de la gracia de Dios y que de todo se puede uno aprovechar para el desarrollo de esa misma gracia. No hay, por tanto, de qué preocuparse por el estado que uno tenga.

2 5 La necesidad de inculcar la observancia de la ley conyugal no impide al Apóstol poner de relieve como más perfecto el consejo de la virginidad o de la viudez consagradas al servicio de Dios, según la recomendación hecha por Jesucristo en su propia persona y en la de su Madre, y además en su enseñanza (Mt 19.1g.22) L.os bienes sociales del matrimonio se sacrifican a la perfección cris­tiana personal y a los bienes que esto reportase a la sociedad cristiana.

2 8 La tribulación de la carne son los cuidados que lleva consigo la vida conyugal, que son obs­táculo al cuidado de lo único necesario: el reino de Dios.

31 Es la «forma de este mundo» cuanto nos rodea y puede darnos alguna felicidad transitoria, como las cosas mismas.

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al Señor. 33 El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, 14 y así está dividido. La mu­jer no casada y la doncella sólo tienen que preocuparse de las cosas del Señor, de ser santas en cuerpo y en espíritu. Pero la casada ha de preocuparse de las cosas del mundo, de agradar al marido. >¡ Esto os lo digo para vuestra conveniencia, no para tenderos un lazo, sino mirando a lo que es mejor y os permite uniros más al Señor, libres de impedimentos.

36 Si alguno estima indecoroso para su hija doncella dejar pasar la flor de la edad y que debe casarla, haga lo que quiera; no peca; que la case. * 37 Pero el que, firme en su corazón, no necesitado, sino libre y de voluntad, determina guar­dar virgen a su hija, hace mejor. 3S Quien, pues, casa a su hija doncella hace bien, y quien no la casa hace mejor. 39 La mu­jer está ligada por todo el tiempo de vida de su marido; mas una vez que se duerme el marido, queda libre para ca­sarse con quien quiera, pero en el Se­ñor. * 4<> Más feliz será sí permanece así, conforme a mi consejo, pues también creo tener yo el espíritu de Dios.

R e s p u e s t a a la pregunta d e los corin­tios acerca d e las carnes sacrificadas

a los ídolos

8 l Cuanto a lo de las carnes sacri­ficadas a los ídolos, sabemos que

todos tenemos ciencia. Pero la ciencia hincha; sólo la caridad edifica.* 2 Si al­guno cree saber algo, aún no sabe lo que conviene saber; 3 pero el que ama a Dios, ése es conocido por El. 4 Pues bien: acerca de cerner las carnes sacri­ficadas a los ídolos, sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y que no hay más Dios que uno solo. 5 Porque aun­que algunos sean llamados dioses, ya en el cielo, ya en la tierra, de manera que haya muchos dioses y muchos señores, 6 para nosotros no hay más que un Dios

quien somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las co­sas y nosotros también.

7 Pero no todos saben esto; habitua­dos de antiguo a los ídolos, comen esas carnes como realmente sacrificadas al ídolo, y su conciencia se mancha por su flaqueza. 8 Pero no es la comida la que nos hace aceptos a Dios, y ni por abste­nernos escasearemos ni por comer abun­daremos. ' Mas cuidad de que esa vues­tra facultad no sea tropiezo para los débiles. 10 Porque si alguno te viere a ti, que tienes ciencia, sentado a la mesa en un santuario de ídolos, en la flaqueza de su conciencia, ¿no se creerá inducido a comer las carnes sacrificadas a los ído­los? u Entonces perecerá por tu cien­cia el hermano flaco por quien Cristo murió. 1 2 Y así, pecando contra los her­manos e hiriendo su conciencia flaca, pe­cáis contra Cristo. , 3 Por lo cual, si mi comida ha de escandalizar a mi herma­no, no comeré carne jamás por no es­candalizar a mi hermano.

P a b l o se p r o p o n e c o m o e j e m p l o a los corintios

91 ¿No soy libre yo? ¿No soy após­tol? ¿No he visto a Jesús nuestro

Señor? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? * 2 Si para otros no soy apóstol, a lo menos para vosotros lo soy, pues sois el sello de mi apostolado en el Señor. 3 Y he aquí mi defensa contra todos cuan­do me discuten: 4 ¿Acaso no tenemos de­recho a comer y beber? 5 ¿No tenemos de­recho a llevar en nuestras peregrinaciones una hermana, igual que los demás após­toles y los hermanos del Señor y Ce-fas? * 6 ¿O acaso solamente yo y Bernabé estamos obligados a vivir de nuestro tra­bajo? 7 ¿Quién jamás milita a sus pro­pias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no come de su leche?

8 Y esto no sólo según el común sen-Padre, de quien todo procede y para' tir de los hombres; la misma Ley dice

36 Lo que antes ha dicho es un conseio de cosa mejor, no un pncepto; el que lo encuentre duro puede seguir la ley común. Habla aquí ei Apóstol a los padres de las doncellas, acomodándose a la mentalidad griega, que ponía la voluntad de las hijas en la de sus ptdres.

3 ' Es claro que San Pablo no condena las segundas nupcias; sólo pone una condición: que sean «en el Señor». La expresión, por lo concisa, resulta oscura. La sentencia común es que sea con un cristiano. Q ' El decreto de la asamblea jerosolimitana prohibía comer las carnes sacrificadas a los ídolos,

que se vendían públicamente en el mercado. Los fieles proponen este caso de conciencia a su maestro. El cual les responde que, puesto que los Ídolos no son nada, las carnes de las víctimas a ellos ofrecidas no quedan por esto manchadas. Sin embargo, es preciso atender a la conciencia flaca de los que sienten de otra manera, para no escandalizarlos. A evitar este escándalo miraba el decreto de Jerusalén (Act 15,29). Q ' Pudiera alguno invocar su libertad contra las cortapisas que el Apóstol pone arriba. El sale J al encuentro de esa dificultad insistiendo en su anterior doctrina sobre la caridad y alegando su propia conducta en la manera de predicar el Evangelio a sus propias expensas, sin usar los dere­chos que el Evangelio mismo le concede, y esto por amor del Evangelio, es decir, por amor de las almas.

5 Véase nota a Mt 12,46.

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1 CORINTIOS 9-10 1192

también esto. 9 Porque en la Ley de Moi­sés está escrito: «Ño pongáis bozal al buey que trilla». ¿Es que Dios se ocupa de los bueyes? 10 ¿No es más bien por nosotros por quienes lo dice? Por nos­otros, sin duda, se escribió. Que esperan­do los frutos ara el que ara y trilla el que trilla. u Si sembramos en vosotros bienes espirituales, ¿qué mucho que re­cojamos bienes materiales? 12 Si otros tie­nen derecho a participar en vuestros bie­nes, ¿no lo tendremos más nosotros? Pero no hemos hecho uso de este nuestro de­recho; antes hemos soportado todo gé­nero de privaciones para no poner obs­táculo alguno al Evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que ejercen las fun­ciones sagradas viven del santuario, y los que sirven al altar, del altar partici-

ganar a los judíos. Con los que viven bajo la Ley me hago como si yo estuviera sometido a ella, no estándolo, para ga­nar a los que bajo ella están. 2 1 Con los que están fuera de la Ley me hago como si estuviera fuera de la Ley, para ga­narlos a ellos, no estando yo fuera de la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo. 2 2 Me hago con los flacos flaco para ga­nar a los flacos; me hago todo para to­dos para salvarlos a todos. 2 3 Todo lo hago por el Evangelio, para partici­par en él.

2 4 ¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. 2s Y quien se prepara para la lucha, de todo se abstie­ne, y eso para alcanzar una corona co-

Corredores griegos en el estadio

pan? 14 Pues así ha ordenado el Señor a los que anuncian el Evangelio: que vi­van del Evangelio.

15 Pero yo no hago uso de este dere­cho. Ni escribo esto ahora para hacerlo valer. Prefiero morir antes que privarme de esta mi gloria. 16 Porque evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara! 1 7 Si de mi voluntad lo hiciera, tendría recom­pensa; pero si lo hago por fuerza, es como si ejerciera una administración que me ha sido confiada. 18 ¿En qué está, pues, mi mérito? En que al evangelizar lo hago gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización. 19 En que, siendo del todo libre, me hago sier­vo de todos para ganarlos a todos, * 2 0 y me hago judío con los judíos para

rruptible; mas nosotros para alcanzar una incorruptible. 2 6 Y yo corro no como a la ventura; así lucho, no como quien azota al aire, 2 7 sino que castigo mi cuer­po y lo esclavizo, no sea que, habiendo sido heraldo para los otros, resulte yo descalificado.

L a historia d e Israel, e n s e ñ a n z a d e los ñe les

1 A 1 N o quiero, hermanos, que igno-1 " réis que nuestros padres estuvie­ron todos bajo la nube, que todos atra­vesaron el mar 2 y todos siguieron a Moisés bajo la nube y por el mar ; 3 que todos comieron el mismo pan espiritual y todos bebieron la misma bebida espi­ritual, 4 pues bebían de la roca espiri-

| tual que los seguía, y la roca era Cristo;

1 9 Intenta persuadir el sacriñcio de la libertad, en obsequio de la caridad fraterna, con su propio ejemplo, pues teniendo derecho a vivir del ministerio apostólico, consiente en vivir de su trabajo para dar ejemplo a los fieles.

1193 1 CORINTIOS 10-11

5 pero Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, pues fueron postrados en el desierto. <> Esto fue en figura nuestra, para que no codiciemos lo malo, como lo codiciaron ellos; 7 ni idolatréis, como algunos de ellos, según está escrito: «Se sentó el pueblo a comer y beber y se le­vantaron para danzar». 8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, cayen­do veintitrés mil en un día. 9 Ni tente­mos al Señor, como algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. 10 Ni murmuréis, como algunos de ellos

Púg?7 antiguo

murmuraron, acabando a manos del 6x-termínador.

11 Todas estas cosas les sucedieron a ellos en figura y fueron escritas para amonestarnos a nosotros, para quienes ha llegado la plenitud de los tiempos. 12 Así, pues, el que cree estar en pie, mire no caiga; 13 no os ha sobrevenido tenta­ción que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados so­bre vuestras fuerzas; antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis re­sistirla.

14 Por lo cual, amados míos, huid la idolatría. 1S Os hablo como a discretos. Sed vosotros jueces de lo que os digo: 1* El cáliz de bendición que bendecimos,

I ¿no es la comunión de la sangre de Cris-I to? Y el pan que part imos, ¿no es la co­

munión del cuerpo de Cristo? l 7 Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan. ís Mirad al Israel carnal. ¿No participan dei altar los que comen de las víctimas? 19 ¿Qué digo, pues? ¿Que las carnes sacrificadas í. los ídolos son algo o que los ídolos son algo? 2 0 Antes bien, digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y no a Dios lo sacrifican. Y no quiero yo que vosotros tengáis par­te con los demonios. 2 I N o podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demo­nios. N o podéis tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios. 2 2 ¿O queremos provocar la ira del Se­ñor? ¿Somos acaso más fuertes que El?

23 «Todo es lícito», pero no todo con­viene; «todo es lícito», pero no todo edifica.24 Nadie busque su provecho, sino el de los otros. 2 5 Todo cuanto se vende en el mercado, comedio sin inquirir su origen y motivo de conciencia, 2<> por­que del Señor es la tierra y cuanto la llena. 2 7 Si alguno de los infieles os in­vita > vais, comed de todo lo que os sirvan sin preguntar nada por motivo de conciencia. 2 8 Pero si alguno os dijere: Esto es inmolado, no comáis, por el que lo indicó y por la conciencia. 2 9 N o digo por la tuya, sino por la del otro. Pero ¿por qué ha de coartarse mi libertad por la conciencia ajena? 30 Si yo con agrade­cimiento participo, ¿por qué he de ser reprendido por aquello mismo de que doy gracias? 31 Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis alguna cosa, hacedlo todo para gloria de Dios, 3 2 y no seái•: objeto de escándalo ni para judíos, ni para grie­gos, ni para la Iglesia de Dios, 33 como procuro yo agradar a todos en todo, no buscando mi conveniencia, sino la de todos para que se salven.

L a m u j e r e n la iglesia

11 1 Sed imitadores míos, como yo lo * soy de Cristo. * 2 Os alabo de que

en todo os acordéis de mí y retengáis las tradiciones que yo os he transmitido. 3 Pues bien: quiero que sepáis que la cabeza de todo varón es Cristo, y la ca­beza de la mujer, el varón, y la cabeza de Cristo, Dios. 4 Todo varón que ora o

•f I 1 La condición de la mujer entre los griegos no era muy envidiable. Retirada en el gineceo, * • apenas tenía parte en el gobierno de ía familia y de la casa; menos aún en la vida social.

Había una excepción para las heterias o mujeres de vida libre. Mas parece que las cristianas tendían a mudar de conducta, tal vez excitadas por los carismas de que venían adornadas, igual que los hom­bres. San Pablo sale al encuentro de esto, que considera un abuso. A la cabeza toca gobernar. Por tanto, la mujer está bajo la autoridad del varón; éste, bajo la de Jesucristo; Jesucristo, bajo la de Dios Padre. Esta subordinación debe reflejarse en la vida litúrgica y en la de la Iglesia. La mujer, en señal de sujeción al marido, debe ir velada, y velada, orar en ía iglesia. El varón, en atención a su autoridad doméstica, debe orar descubierto. Las costumbres orientales son muy severas en esto de ir veladas las mujeres.

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1 CORINTIOS 11 1194

profetiza velada la cabeza, deshonra su cabeza. 5 Y toda mujer que ora o profe­tiza descubierta la cabeza, deshonra su cabeza; es como si se rapara. 6 Si una mujer no se cubre, que se rape. Y si es indecoroso para una mujer cortarse el pelo o raparse, que se vele. 7 El varón no debe cubrir la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios ; mas la mujer es gloria del varón, 8 pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón; 9 ni fue creado el varón para la mujer, sino la mujer para el varón.

l° Debe, pues, llevar la mujer la señal de la sujeción por respeto a los ángeles. 11 Pero ni la mujer sin el varón ni el varón sin la mujer en el Señor. 12 Porque asi como la mujer procede del varón, asi también e! varón viene a la existencia por la mujer, y todo viene de Dios. 13 Sed vosotros jueces: ¿Es decoroso que ore a Dios descubierta la mujer? 14 ¿Y no os enseña la misma naturaleza que el varón se afrenta si deja crecer su cabellera, * 15 mientras que la mujer se honra deján­dola crecer? Es que el cabello le ha sido dado por velo. 16 Si, a pesar de esto, al­guno gusta de disputar, nosotros no tene­mos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios.

S o b r e el m o d o d e c e l e b r a r los á g a p e s 17 Y al recomendaros esto, no puedo

alabar que vuestras reuniones sean no para bien, sino para daño vuestro. * ' 8 Pues primeramente oigo que al reuniros hay entre vosotros cismas, y en parte lo creo, 19 pues es preciso que entre vosotros haya disensiones, a fin de que se destaquen los de probada virtud entre vosotros. 20 Y cuando os reunís, no es para comer la cena

14 Ya se ve que esto de llevar el pelo largo o corto depende de las costumbres, que cambian con los lugares y los tiempos. Las de Grecia, en la época de San Pablo, eran tas que el Apóstol indica. Sería mal visto no seguirlas. Parece que San Pablo siente la flaqueza de su argumentación cuando al terminar, en el /.i6, invoca las costumbres de las iglesias Je Dios.

n-M Este texto es sumamente interesante para probar la práctica de la cena eucarística entre los primitivos cristianos. San Pablo escribe estas palabras unos veinticinco años después de la última cena de Jesús, y refleja una tradición inmediata. La redacción tiene muchas afinidades con el texto de Le 22,19-20. Véase nota a Mt 26,26-28. Las palabras consecratorias son sustancialmente las misme.s de los Sinópticos. San Pablo toma las palabras consecratorias de Cristo en sentido realista, y así dice: «cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que El venga» (v.26). El Apóstol relaciona la institución eucarística con el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz. El rito eucarístico es, pues, como una actualización de la muerte en el Calvario. En consecuencia, el recibir el «pan* y el «vino» eucarísticos indignamente es un sacrilegio. Quien ecto h?ga «es reo del cuerpo y de la sangre del Señor» (v.27). Esta afirmación tan grave supone la creencia en la presencia real eucarística, y así añade: «el que sin discernir fsin distinguir entre el pan y vino ordinario del «pan» y «vino» eucarísticos) come y bebe el cuerpo del Señor se come y bebe su propia condenación» (v.20). La afirmación no puede ser más categórica y tajante respecto de la creencia en la presencia real de Cristo en el banquete eucarístico. Las palabras, pues, del Apóstol son un documento inestimable como reflejo de la primitiva comunidad cristiana.

2 1 El sentido histórico de estos versículos es muy discutido. Sin duda se trata de las cenas de caridad, que, a juicio del Apóstol, ya no lo eran en Corinto, por la manera de celebrarlas. De aquí toma ocasión para referir la cena del Señor, en términos muy parecidos a los empleados por San Lucas en su evangelio.

2 9 Conviene notar la insistencia del Apóstol sobre la realidad del misterio eucarístico. Quien toma indignamente el pan y el cáliz del Señcr es reo del cuerpo y de la sangre del mismo; quien sin discernimiento de su propia conciencia «come y bebe el cuerpo del Señor, come y bebe su pro­pia condenación».

del Señor, 2* porque cada uno se adelanta a tomar su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro está ebrio. *. 2 2 Pero ¿es que no tenéis casas para comer y beber? ¿O en tan poco tenéis la iglesia de Dios, y así avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Os alabaré? En esto no puedo alabaros.

23 Porque yo he recibido del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que fue entregado, tomó el pan 2 4 y, después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía. 25 Y asimismo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre; cuantas veces lo bebáis, haced esto en memoria mía. 26 p u e s cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que E! venga. 2 7 Así, pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. 28 Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; 2<> pues el que sin discernir come y bebe el cuerpo del Señor, se come y bebe su propia condenación. *

30 Por esto hay entre vosotros muchos flacos y débiles y muchos dormidos. 3 ' Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos condenados. i2 Mas juzgados por el Señor, somos corregidos para no ser condenados con el mundo. 33 En resu­men, hermanos mios, que cuando os jun­téis paia comer os esperéis unos a otros. 34 Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, que no os reunáis para vuestra c o n d e n a c i ó n . L o d e m á s lo d i s p o n d r é cuando vaya.

1195 I CORINTIOS 12-13

S o b r e los d o n e s espirituales •f O 1 N o quiero, hermanos, que de lo *• £* que toca a los dones espirituales estéis en la ignorancia. * 2 Sabéis que cuan­do erais gentiles, ciegamente os dejabais arrastrar hacia los ídolos mudos ; 3 por lo cual os hago saber que nadie, hablando en el espíritu de Dios, puede decir «ana­tema sea Jesús», y nadie puede decir «Jesús es el Señor», sino en el Espíritu Santo.

4 Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. 5 Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. 6 Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos. 7 Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad, s A uno le es dada por el Espíritu la palabra de Sabiduría; a otro, la palabra de ciencia, según el mismo Esp í r i t u ; ' a otro, fe en el mismo Espíritu; a otro, don de curaciones en el mismo Espíritu; i ° a otro, operaciones de mila­gros: a otro, profecía; a otro, discreción de espíritus; a otro, género de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. n Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere.

l 2 Porque asi como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cris­to. I 3 Porque también todos nosotros he­mos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu. ¡4 Por­que el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. I S Si dijere el pie: Porque no soy mano no soy del cuerpo, no por esto deja de ser del cuerpo. "> Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo no soy del cuerpo, no por esto deja de ser del cuerpo. 1 7 Si todo el cuerpo fuera ojos, ¿dónde estaría el oído? Y si todo él fuera oídos, ¿dónde estaría el olfato? , 8 Pero Dios ha dispuesto los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos como ha querido. 1!> Si todos

1O 1 El Espíritu Santo se mostraba en la Iglesia primitiva por la abundancia de sus carismas o ^ dones, que derramaba en los fieles. Era el cumplimiento de la promesa del Señor en Jn 15,

22 s. Parece que los fieles de Corinto se pagaban mucho de ellos, y San Pablo les explica cómo todos ellos han de contribuir al bien común de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. En virtud de la gracia se constituyen 1 .>s fieles miembros del Cuerpo místico de la Iglesia, a cuya mayor perfección deben todos concurrir.

I O 1 El Apóstol, que no se cansa de recomendar la caridad, le dedica este capítulo, que es un ** verdadero himno en su honor. Divídese en tres partes. La primera (1-3) compara la caridad

con los demás carismas, declarando que éstos, aun los más heroicos, nada valen sin aquélla. La ca­ridad, que da valor a estos carismas, resume en sr todas las virtudes cristianas, las cuales se pueden considera! como modalidades diversas de la caridad C4-7V Finalmente, la caridad, de la que dice San Juan: «Dios es caridad» (1 Jn 4,8), viene a participar de la eternidad de Dios. Todas las otras virtudes miran al gobierno de la vida presente, con que nos preparamos para la eterna. Hasta las virtudes teologales, la fe y la esperanza, desaparecerán en la vida eterna ante la visión y posesión de Dios. Sólo la caridad perdurará perfeccionada en el abrazo estrecho con que el alma se unirá a Dios. Per este concluye que la más excelente de todas las virtudes es ¡a caridad.

fueran un miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 2 0 Los miembros son muchos, pero uno solo el cuerpo. 21 Y no puede el ojo decir a la m a n o : N o tengo necesidad de ti. Ni tampoco la cabeza a los pies: No necesito de vosotros.

2 2 Aún hay más : los miembros del cuer­po que parecen más débiles son los más necesarios; 2 3 y a los que parecen más viles los rodeamos de mayor honor, y a los que tenemos por indecentes los tra­tamos con mayor decencia, 2 4 mientras que los que de suyo son decentes no nece­sitan de más. Ahora bien: Dios dispuso el cuerpo dando mayor decencia al que ca­recía de ella, 25 a fln d e que no hubiera escisiones en el cuerpo, antes todos los miembros se preocupen por igual unos de otros. 2 6 D e esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los otros a una se gozan. 2 7 Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno en parte, 2> según la disposición de Dios en la Iglesia, primero apóstoles, lue­go profetas, luego doctores, luego el poder de los milagros, las virtudes; después, las gracias de curación, de asistencia, de go­bierno, los géneros de lenguas. 2 9 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos doctores? ¿Tienen todos el poder de hacer milagros? 3 0 ¿Tienen todos la gracia de curaciones? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Todos interpretan? 31 Aspi­rad a Jos mejores dones. Pero quiera mostraros un camino mejor.

L a car idad 1 Si hablando lenguas de hombres y de ángeles no tengo caridad, soy

como bronce que suena o címbalo que retiñe. * 2 Y si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada. 3 Y si repartiere toda mi hacienda y entre­gare mi cuerpo al fuego, no teniendo ca­ridad, nada me aprovecha.

4 La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se

13

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1 CORINTIOS 13-14 1196

h incha ; 5 no es descortés, no es interesada, no se irrita, no piensa mal ; 6 no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.

8 La caridad no pasa jamás; las pro fecías tienen su fin, las lenguas cesarán, la ciencia se desvanecerá. 9 Al presente, nuestro conocimiento es imperfecto, y lo mismo la profecia; 10 cuando llegue el fin desaparecerá eso que es imperfecto. 11 Cuando yo era niño hablaba como niño, pensaba como nifio, razonaba como ni­ñ o ; 1 2 cuando llegué a ser hombre dejé como inútiles las cosas de niño. Ahora vemos por un espejo y obscuramente, entonces veremos cara a cara. Al presente conozco sólo en parte, entonces conoceré como soy conocido. I3 Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad.

E l d o n d e l e n g u a s y el d e p r o f e c í a

U1 Esforzaos por alcanzar la caridad, aspirad a los dones espirituales,

sobre todo al de profecía; * 2 porque el que habla en lenguas habla a Dios, no a los hombres, pues nadie le entiende, di­ciendo su espíritu cosas mister iosas; 3 mas el que profetiza habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación. 4 El que habla en lenguas se edifica a si mismo; el que profetiza edifica a la Igle­sia. 5 Yo veo muy bien que todos vos­otros habléis en lenguas, pero mejor que profeticéis; pues mejor es el que profe­tiza que el que habla en lenguas, a menos que también interprete para que la Iglesia reciba edificación.

6 Ahora bien, hermanos, si yo fuera a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovecharía si no os hablase con revela­ción, o con ciencia, o con profecía, o con doc t r ina? 7 Las cosas inan imadas , por ejemplo, la flauta o la cítara, que produ­cen también sonidos, si no los producen con distinción, ¿cómo se conocerá lo que con la flauta o la cítara se toca? 8 Como también, si la corneta diera un toque indefinido, ¿quién se prepararía para la lucha? 9 Así también vosotros, si con el don de lenguas no proferís un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que decís? Seríais como quien habla al a i re . 1 0 Tantas hablas cómo hay en el mundo y no hay quien no tenga la suya, u Pero si no

•i A ' Este capítulo está consagrado a los dones de profecía y de lenguas y al ejercicio de los mis-Af* mos en las asambleas cristianas. San Pablo estima en mucho el don de la profecía, porque es útil para edificar, exhortar y consolar a los fieles. Los favorecidos con este don, ejercítenlo por turno, con orden, en provecho de todos. Cuanto al don de lenguas, es una oración del espíritu, no de la mente. El agraciado con ese don habla misterios, pero no los entiende, ni tampoco los que le oyen, a menos de tener el don de interpretación. Por esto el Apóstol manda que se callen si no son capaces de ser de provecho a los demás. En la asamblea litúrgica, lo que no sea de común edificación se debe omitir.

conozco la significación de las voces, seré para el que me habla un bárbaro, y el que me habla será para mí un bárbaro.

12 Ya, pues, que sois amantes de los carismas, procurad abundar en ellos para edificación de la Iglesia. 13 Por eso, el que habla en lenguas, ore para poder interpretar. 14 Porque si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. 1 5 ¿Qué hacer, pues? Oraré con el espíritu y oraré también con la mente; salmodiaré con el espíritu, pero salmodia­ré también con la mente. I 6 P u e s si tú das gracias a Dios en espíritu, ¿cómo po­drá decir amén a tu acción de gracias el simple asistente? Porque no sabe lo que dices. 17 Tú muy bien darás gracias, pero el otro no se edifica. l s Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos vosotros; " pero en la iglesia pre­fiero hablar diez palabras con sentido para instruir a otros, a decir diez mil palabras en lenguas.2 0 Hermanos, no seáis niños en el juicio, sed párvulos sólo en la malicia, pero adultos en el juicio. 21 Está escrito en la Ley: «En lenguas extrañas y con labios de extranjeros hablaré a este pueblo, y ni así me entenderán», dice el Señor. 2 2 De suerte que las lenguas son señal no para los creyentes, sino para los incrédulos, mientras que la profecía no es para los infieles, sino para los creyentes.

2 3 Supongamos, pues, que la Iglesia to­da se halla reunida en un lugar y que todos hablan en lenguas; si entraren no iniciados o infieles, ¿no dirían que estáis locos? 2 4 Pero si profetizando todos en­trare algún infiel o no iniciado, se sentirá argüido de todos, juzgado por todos , 2 5 los secretos de su corazón quedarán de ma­nifiesto, y cayendo de hinojos, adorará a Dios, confesando que realmente está Dios en medio de vosotros.

2 6 ¿Qué, pues, decir, hermanos? Que cuando os juntéis, tenga cada uno su salmo, tenga su instrucción, tenga su re­velación, tenga su discurso en lenguas, tenga su interpretación, pero que todo sea para edificación. 2 7 Si algunos han de hablar en lenguas, sean dos o a lo más tres, por turno, y uno interprete. 2 S Si no hubiere intérprete, cállese y hable para sí mismo y para Dios. 2 9 Cuanto a los profetas, que hablen dos o tres y los otros juzguen. 30 Y si hablando uno, otro que está sentado tuviere una revelación, cá­llese el primero, 31 porque uno a uno

1197 1 CORINTIOS 14-15

podéis profetizar todos, a fin de que todos aprendan y todos sean exhortados. 3 2 El espíritu de los profetas está sometido a los profetas, 33 porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz.

Como en todas las iglesias de los san­tos, 3 4 las mujeres cállense en las asam­bleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la Ley. 35 Si quieren aprender algo, que en casa pre­gunten a sus maridos, porque no es de­coroso para la mujer hablar en la iglesia. 3 6 ¿Acaso creéis que la palabra del Señor ha tenido origen en vosotros o que sólo a vosotros ha sido comunicada? 3 7 Si alguno cree ser profeta o estar dotado de algún carisma, reconocerá que esto que os escri­bo es precepto del Señor. 3 8 Si alguno se desconoce, será él desconocido.3 9 Así que, hermanos míos, aspirad al don de profecía y no estorbéis hablar en lenguas; 4 0 p e r o hágase todo con decoro y orden.

L a r e s u r r e c c i ó n •j C ' O s traigo a la memoria, herma-* «* nos, el Evangelio que os he predi­cado, que habéis recibido, en el que os mantenéis firmes, 2 y por el cual sois salvos si lo retenéis tal como yo os lo anuncié, a no ser que hayáis creído en vano. 3 Pues a la verdad os he transmi­tido, en primer lugar, lo que yo mismo he recibido, que Cristo murió por nues­tros pecados, según las Escrituras; 4 que fue sepultado, que resucitó al tercer día, según las Escrituras, 5 y que se apareció a Cefas, luego a los doce. 6 Después se apareció una vez a más de quinientos hermanos, de los cuales muchos viven todavía, y algunos murieron; 7 luego se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles; 8 y después de todos, como a un aborto, se me apareció también a mí. " Porque yo soy el menor de los apóstoles, que no soy digno de ser l lamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios. 10 Mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que me confirió no ha sido estéril, antes he trabajado más que todos ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios con­

migo, ii Pues tanto yo como ellos, esto predicamos y esto habéis creído.

' 2 Pues si de Cristo se predica que ha resucitado de los muertos , ¿cómo entre vosotros dicen algunos que no hay resu­rrección de los muertos? * 13 Si la re­surrección de los muer tos no se da, tam­poco Cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación. Va­na nuestra fe. 1S Seremos falsos testigos de Dios, porque contra Dios testificamos que ha resucitado a Cristo, a quien no resucitó, puesto que los muertos no resu­citan. 16 Porque si los muertos no resuci­tan, ni Cristo resucitó; l 7 y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe, aún estáis en vuestros pecados. 18 Y hasta los que murieron en Cristo perecieron. 19 Si sólo mirando a esta vida tenemos la esperanza puesta en Cristo, somos los más misera­bles de todos los hombres.

2 0 Pero n o ; Cristo ha resucitado de en­tre los muertos como primicia de los que mueren. * 21 Porque como por un hom­bre vino la muerte, también por un hombre vino la resurrección de los muer­tos. 2 2 Y como en Adán hemos muerto todos, así también en Cristo somos todos vivificados. 23 Pero cada uno a su t iempo: el primero. Cristo; luego, los de Cris­to, cuando El venga; 2 4 después será el fin, cuando entregue a Dios Padre el rei­no , cuando haya reducido a la nada todo principado, toda potestad y todo poder. * 25 Pues preciso es que El reine hasta po­ner a todos sus enemigos bajo sus pies. 2 6 El últ imo enemigo reducido a la nada será la muer te , 2 7 pues ha puesto todas las cosas bajo sus pies. Cuando dice que todas las cosas están sometidas, eviden­temente no incluyó a aquel que todas se las sometió; 2 8 antes cuando le queden sometidas todas las cosas, entonces el mi smo Hijo se sujetará a quien a El todo se lo sometió, para que sea Dios todo en todas las cosas.

29 P o r otro lado, ¿qué sacarán los que se baut izaron por los muertos? Si en n inguna manera resucitan los muertos, ¿por qué se bautizan también por ellos? *

4 E 12 Este capítulo nos revela algo singular. Había en Corinto quien participaba de los senti-• ^ mientos de los saduceos o de los de aquellos filósofos atenienses que se reían al oir hablar

de la resurrección de los muertos. San Pablo empieza sentando un hecho: la resurrección de Jesu­cristo, comprobada por múltiples apariciones, de las cuales la postrera fue la que él disfrutó.

20 Esta resurrección de Jesucristo prueba que la resurrección es posible; negarla sería negar las esperanzas cristianas, hacer de los cristianos los más miserables de los hombres. Pero Cristo resucitó y, en virtud de nuestra unión con El, nosotros también resucitaremos, participando de su gloria y de su reino. En la epístola a los Romanos (5,12-21) el Apóstol pondera las relaciones entre Adán y Cristo. Aquí vuelve sobre el mismo principio, para sacar en consecuencia nuestra resurrección a la vida eterna, por el mismo Cristo, así como de ella habíamos sido privados por Adán.

2 4 En los salmos 2,9 y 1 lo, 1 se habla de la sujeción de los enemigos de Cristo bajo sus pies. Son éstos los reyes y las naciones rebeldes. Para San Pablo, como para San Juan en el Apocalipsis, los enemigos son, sobre todo, los espíritus infernales, el pecado y la muerte, que por el pecado entró en el mundo. Por la resurrección vendrá el triunfo completo sobre todos estos enemigos.

2 9 Texto obscuro y diversamente interpretado. Los corintios se bautizaban por los muertos que no lo habían sido, esperando, al parecer, hacerlos participantes de las esperanzas cristianas, resu-

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1 CORINTIOS 15-16 1198

30 Y nosotros mismos, ¿por qué estamos siempre en peligro? 31 Os lo aseguro, her­manos, por la gloria que en vosotros tengo en Jesucristo nuestro Señor, que cada día muero. 32 Si por solos motivos humanos luché con las fieras en Efeso, ¿qué me aprovechó, si ¡os muertos no resucitan?; comamos y bebamos, que ma­ñana moriremos. 33 N o os engañéis. Las conversaciones malas estragan las buenas costumbres. 34 Volved, como es justo, a la cordura y no pequéis, porque algunos viven en la ignorancia de Dios. Para vuestra confusión os lo digo.

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la v ida?* 36 ¡Necio! Lo que tú siembras no nace si no muere . 3 7 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de nacer, sino un simple grano, por ejemplo, de trigo, o algún otro tal. 3Í* Y Dios le da el cuerpo según ha querido, a cada una de las semillas el propio cuerpo. 39 N o es toda carne la misma carne, sino que una es la de los hombres, otra la de los ganados, otra la de las aves y otra la de los peces. 4 0 Y hay cuerpos celestes y cuerpos terres­tres, y uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los terrestres. 4l Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y una estrella se diferencia de la otra en el resplandor.

4 2 Pues así en la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción y re­sucita en incorrupción. 43 Se siembra en ignominia y se levanta en gloria. Se siem­bra en flaqueza y se levanta en poder. 4 4 Se siembra cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuer­po an imal , t ambién lo hay espi r i tua l . 45 Que por eso está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante. 46 Pe­ro no es primero lo espiritual, sino lo animal, después lo espiritual. 4 7 Él primer hombre fue de la tierra, terreno; el segun­do hombre fue del cielo. 48 Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial, tales son los celestiales.49 Y co­

mo llevamos la imagen del terreno, lleva­remos también la imagen del celestial.

50 Pero yo os digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción. * 5i Voy a declararos un misterio: N o todos dormiremos, pero to­dos seremos inmutados . 5 2 En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta—pues tocará la trompeta—, los muertos resucitarán inco­rruptos, y nosotros seremos inmutados. 53 Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad. 54 Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se re­vista de inmortalidad, entonces se cum­plirá lo que está escrito:

ss La muerte ha sido sorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?

56 El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado la Ley. 57 Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. 58 Así, pues, hermanos míos muy amados, manteneos firmes, inconmovibles, abun­dando siempre en la obra del Señor, teniendo presente que vuestro trabajo no es vano en el Señor.

EPILOGO

L a co lec ta e n f avor d e los fieles d e J e r u s a l é n

1 fi ' Cuanto a la colecta en favor de •1 ™ los santos, haréis según lo que dis­puse en las iglesias de Galacia. 2 El día primero de la semana, cada uno ponga aparte en su casa lo que bien le pareciere, de modo que no se hagan las colectas cuando yo vaya. 3 Y cuando llegue yo, aquellos que tengáis a bien los enviaré yo con cartas para llevar vuestro obse­quio a Jerusalén. 4 Y si pareciese bien que también vaya yo, irán conmigo. 5 Yo iré después de atravesar la Macedonia,

midas en la resurrección gloriosa. Esta sentencia parece ser la más razonable. Como en 2 Mac 12, 43 ss. se dice que Judas Macabeo mandó ofrecer sacrificios por los que habían caído en la batalla para que fuesen purificados de sus pecados y alcanzasen a tener parte en la resurrección de los muer­tos, así los catecúmenos de Corinto, al recibir el bautismo, miraban a ofrecer también con él un sufragio en favor de los muertos, para que, purificados de sus pecados, pudieran alcanzar la resurrec­ción gloriosa.

50 El reino del cielo no podemos gozarlo sin despojarnos antes de la corrupción del cuerpo. Supuesto lo que precede, va a declararnos un misterio. ¿Cuál será? Según nos indica la Vulgata, que todos resucitaremos, pero que no todos experimentaremos la inmutación que nos capacite para po­seer el reino de Dios, porque ios reprobos están excluidos de él. El texto griego dice más bien que todos moriremos, aunque todos seremos inmutados para entrar en la gloria. San Pablo habla sólo edil los fieles y respecto de los fieles: lo contrario supone el texto de la Vulgata. Esto es un misterio ya anunciado en la i Tes 4,14 y en la 2 Cor 5,2 s. A pesar de la universalidad de la sentencia pro­nunciada en el paraíso, algunos, tal vez muchos, los justos que en los últimos tiempos sean, en pre­mio de los sufrimientos tolerados durante las postreras luchas del anticristo, obtendrán un indulto, para que, sin morir, pasen del estado actual corruptible al de la incorruptibilidad exigida para la posesión del reino de los cielos.

1199 2 CORINTIOS

pues tengo el propósito de pasar por Ma­cedonia, 6 y podría ser que me detuviese entre vosotros y aun que pasara ahí el in­vierno, para que luego me acompañéis a donde fuere. 7 No quiero ahora veros de paso; espero más bien permanecer algún tiempo entre vosotros, si el Señor lo permitiere. 8 Me quedaré en Efeso has­ta Pentecostés, 9 porque se me ha abierto una puerta grande y prometedora, aunque hay muchos adversarios.

E n c a r g o s , e x h o r t a c i o n e s y s a l u d o s 10 Si llega Timoteo ahí, mirad que no

se sienta acobardado entre vosotros, por­que trabaja en la obra del Señor igual que yo. n Que nadie, pues, le tenga en poco, y encaminadle en paz para que ven­ga a mi, pues le espero con los hermanos. 12 Cuanto al hermano Apolo , mucho le encarecí que se llegara a vosotros con los hermanos; pero no quiso en modo algu­no ir ahora ; irá cuando tenga oportuni­dad.

13 Velad y estad firmes en la fe, obran­

do varonilmente y mostrándoos fuertes. 14 Que todas vuestras obras sean hechas en caridad. 15 U n ruego voy a haceros, hermanos: Vosotros conocéis la casa de Estéfana, que es la primicia de Acaya y se ha consagrado al servicio de los san­tos. l ó Mostraos deferentes con ellos y con todos cuantos como ellos trabajan y se afanan. 17 Me alegré de la llegada de Estéfana, de la de Fortunato y de la de Acaico, porque han suplido vuestra ausen­cia. 18 Han traído la tranquilidad a mi espíritu y al vuestro. Ouedadles, pues, reconocidos.

19 Os saludan las iglesias de Asia. Tam­bién os mandan muchos saludos en el Señor Aquila y Prisca, con su iglesia do­méstica. 20 Os saludan todos los herma­nos. Saludaos mutuamente con el ósculo santo. 2i El saludo es de mi mano, Pa­blo. 2 2 Si alguno no ama al Señor, sea anatema. Maran atha. * 23 La gracia del Señor Jesús sea con todos vosotros. 2 4 Mi amor está con todos vosotros en Cristo Jesús.

•I C 22 Maran atha o Maraña tha, el Señor viene, o Señor nuestro, ven. De las dos maneras se • ** puede leer el texto, que tiene un sentido escatológlco.

EPÍSTOLA II A LOS CORINTIOS

La cristiandad de Corinto preocupó mucho a San Pablo el tiempo que pasó ausente de esta ciudad. Esto le movió a escribir la primera carta. Parece que ésta produjo buen efecto, pero que pronto se volvieron a sentir nuevos males, que le obli­garon a mandar como delegados suyos primero a Timoteo y luego a Tito, quizá con cartas que no han llegado a nuestras manos. Hasta parece que puede pensarse en un rápido viaje del Apóstol a Corinto. Terminada su misión en Efeso, se encaminó a Ma­cedonia, donde encontró a Tito, que tranquilizó su ánimo sobre el estado de la iglesia, y a quien despidió de nuevo para Corinto, portador de esta carta segunda y anuncia­dor de la pronta llegada del Apóstol (57). Esta epístola revela en su composición que el autor no la escribió o dictó de una sentada y con el ánimo sereno. Se notan en ella interrupciones, cambios de pensamiento, páginas que indican muy diverso estado de ánimo; tanto, que han dado motivo a que algunos autores pensaran si podría estar compuesta de varias cartas del Apóstol. Su plan y contenido es el siguiente: Después del saludo y acción de gracias (1,1-11) : Primera parte, apología del Apóstol: a) r e -laciones entre San Pablo y los corintios desde la primera epístola (1,12-2,17); b) el apostolado en el Nuevo Testamento (3,1-4,6); c) la potencia de Dios en la flaqueza humana (4,7-5,10); d) conducta de San Pablo en su apostolado (5,11-6,10); e) exhortaciones y desahogos del Apóstol (6,11-7,16). Segunda parte, la colecta en favor de los fieles de Jerusalén (8,1-9,15). Tercera parte, polémica con sus adversa­rios de Corinto: a) réplica a las acusaciones (10,1-18); b) elogio de San Pablo hecho por sí mismo (11,1-12,10); c) excusas del Apóstol (12,11-21); d) conclusión (13).

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2 CORINTIOS 1-2 1200

CTTM A R Í O SALUDO Y ACCIÓN DE GRACIAS (I,I-II).—PRIMERA PAR-OUltlAAVJLV^ T E . Apolog{a de¡ Apóstol (IlI2.7lI6).—SEGUNDA PAR­T E : La colecta para los fieles de Jerusalén (8,1-9,15)-—TERCERA PARTE:

Defensa del oficio apostólico (10,1-13,10).—CONCLUSIÓN (13,11-13).

Salutación

I1 Pablo, por la voluntad de Dios apóstol de Jesucristo, y el hermano

Timoteo, a la iglesia de Dios en Corinto, con todos los santos de toda la Acaya: 2 sea con vosotros la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Consuelos de Dios 3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro

Señor Jesucristo, Padre de las misericor­dias y Dios de todo consuelo, 4 que nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos consolar nosotros a todos los atribulados con el consuelo con que nosotros mismos somos consola­dos por Dios. 5 Porque así como abun­dan en nosotros los padecimientos de Cristo, así por Cristo abunda nuestra consolación. 6 Pues si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salud; si somos consolados, es por vuestro consuelo, que se muestra eficaz en la tolerancia de los mismos trabajos que nosotros padecemos; ' y es firme nuestra esperanza en vosotros, sabiendo que así como participasteis en nuestros padecimientos, así también par­ticipáis en los consuelos.

8 No queremos, hermanos, que igno­réis la tribulación que nos sobrevino en Asia, pues fue muy sobre nuestras fuerzas, tanto que desesperábamos ya de salir con vida. 9 Aún más, temimos como cierta la sentencia de muerte, para que no con­fiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos, 10 que nos sacó de tan mortal peligro y nos sa­cará. En El tenemos puesta la esperanza de que seguirá sacándonos, n cooperando vosotros con la oración a favor nuestro, a fin de que la gracia que por las plegarias de muchos se nos concedió sea de mu­chos agradecida por nuestra causa.

P R I M E R A P A R T E

APOLOGÍA DEL APÓSTOL (1,12-7,16)

La sinceridad de San Pablo 12 Pues ésta es nuestra gloria, el testi­

monio de nuestra conciencia de que no en sabiduría carnal, sino en la santidad y sinceridad de Dios, en la gracia de Dios, hemos vivido en el mundo, y más espe­cialmente entre vosotros. 13 No os es­

cribimos sino lo que ya habéis leído y os es conocido, y espero que hasta el fin lo conoceréis, I 4 así como nos habéis tam­bién en parte conocido que somos vuestra gloria, como sois vosotros la nuestra, en el día de nuestro Señor Jesucristo.

El plan de su viaje 15 En esta confianza quise ir primero

a veros, para que tuvieseis una segunda gracia, 16 y pasando por vosotros, ir a Macedonia, y de nuevo desde Macedonia volver por ahí y ser por vosotros enca­minado hacia Judea. " A l proponerme esto, ¿obré a la ligera? O lo que yo me he propuesto, ¿me lo propuse llevado de sen­timientos humanos, de manera que haya en mí Sí, sí y No, no? 18 Dios me es fiel testigo de que nuestra palabra con vos­otros no es Sí y No. 19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, que os hemos predi­cado yo, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No, antes ha sido Sí. 20 Cuantas pro­mesas hay de Dios son en El Sí; y por El decimos amén, para gloria de Dios en nosotros. 21 Es Dios quien a nosotros y a vosotros nos confirma en Cristo, nos ha ungido, 22 nos ha sellado y ha depositado la arras del Espíritu en nuestros corazones.

Por qué no fue a Corinto 23 Pongo a Dios por testigo sobre mi

alma de que por amor vuestro no he ido todavía a Corinto. 2 4 No porque pre­tendamos dominar sobre vuestra fe, sino porque queremos contribuir a vuestro go­zo por vuestra firmeza en la fe.

21 He hecho propósito de no ir otra vez a vosotros en tristeza. 2 Porque

si yo os contristo, ¿quién va a ser el que a mí me alegre sino aquel que se contrista por mi causa? 3 Y esto mismo os lo escribo para que cuando vaya no tenga que en­tristecerme de lo que debiera alegrarme, confiando en todos vosotros, pues mi gozo es también el vuestro. 4 Os escribo en medio de una gran tribulación y ansie­dad de corazón con muchas lágrimas, no para que os entristezcáis, sino para que conozcáis el gran amor que os tengo.

Perdón al rebelde 5 Si alguno me contristó, no me con­

tristó a mí, sino en cierto modo, para no exagerar, a todos vosotros. 6 Bástele a ése la corrección de tantos, 7 pues casi ha­bríamos de perdonarle y consolarle, para

1201 2 CORINTIOS 2-4

que no se vea consumido por excesiva tristeza. 8 Por eso os ruego que pública­mente le ratifiquéis vuestra caridad, 9 pues para esto os escribo, a fin de conocer vuestra virtud y vuestra obediencia. 10 Y al que vosotros algo perdonéis, también le perdono yo, pues lo que yo perdono, si algo perdono, por amor vuestro lo per­dono en la presencia de Cristo, 11 para no ser víctimas de los ardides de Satanás, ya que no ignoramos sus propósitos.

Sucesos gratos para San Pablo 12 Habiendo ido a Tróade para anun­

ciar el evangelio de Cristo, no obstante hallar una puerta abierta en el Señor, * 13 no tuve reposo por no haber encontra­do allí a Tito, mi hermano; y despidién­dome de ellos, partí para Macedonia. 14 Con todo, doy gracias a Dios, que nos hace triunfar en Cristo, y por nosotros manifiesta en todo lugar el aroma de su conocimiento;15 porque somos para Dios penetrante olor de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden; M en és­tos, olor de muerte para muerte; en aqué­llos, olor de vida para vida. Y para esto, ¿quién es suficiente? 17 Porque no somos como muchos, que trafican con la palabra de Dios, sino que sinceramente, como de Dios, hablamos delante de Dios en Cristo.

Las cartas comendaticias

3 1 ¿Voy a comenzar de nuevo a reco­mendarme a mí mismo? ¿O necesito,

como algunos, de letras que nos reco­mienden a vosotros o en que vosotros me recomendéis? 2 Mis letras sois vosotros mismos, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas de todos los hombres, 3 pues notorio es que sois carta de Cristo, expedida por nosotros mismos, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne que son vuestros cora­zones.

Pablo, ministro de la nueva alianza 4 Tal es la confianza que por Cristo te­

nemos en Dios. 5 No que de nosotros sea­mos capaces de pensar algo como de nos­otros mismos, que nuestra suficiencia vie­ne de Dios. 6 El nos capacitó como minis­tros de la nueva alianza, no de la letra, sino del espíritu, que la letra mata, pero el espíritu da vida. 7 Pues si el ministerio de muerte escrito con letras sobre piedras fue glorioso, hasta el punto de que no pudieran los hijos de Israel mirar el rostro de Moisés a causa de su resplandor, con ser transitorio, 8 ¡cuánto más no será glo­rioso el ministerio del espíritu! 9 Si el mi­nisterio de condenación es glorioso, mu­cho más glorioso será el ministerio de la

justicia. 10 Y en verdad, en este aspecto aquella gloria deja de serlo, comparada con esta otra eminente gloria mía.1] Por­que si lo transitorio fue glorioso, ¿cuán­to más lo será lo que permanece?

La libertad cristiana 12 Teniendo, pues, tal esperanza, proce­

demos con plena libertad, I3 y no como Moisés, que ponía un velo sobre su ros­tro para que los hijos de Israel no pusie­sen los ojos en una gloria destinada a perecer. l4Pero sus entendimientos esta­ban velados, y lo están hoy por el mismo velo que continúa sobre la lección de la antigua alianza, sin percibir que sólo por Cristo ha sido removido. ¡5 Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, el velo persiste tendido sobre sus corazones; 16 mas cuando se vuelvan al Señor, será corrido el velo. 17 El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor está la libertad. 18 Todos nosotros, a cara descu­bierta, contemplamos la gloria del Señor como en un espejo y nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria, a medida que obra en nosotros el Espí­ritu del Señor.

Pablo, heraldo de la verdad

41 Por esto, investidos de este minis­terio de la misericordia, no desfalle­

cemos, 2 sino que, desechando todo in­digno tapujo y toda astucia, en vez de adulterar la palabra de Dios, manifesta­mos la verdad y nos recomendamos nos­otros mismos a toda humana conciencia ante Dios. 3 Si nuestro evangelio queda encubierto, es para los infieles, que van a la perdición, 4 cuya inteligencia cegó el Dios de este mundo para que no brille en ellos la luz del Evangelio, de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. 5 Pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor; y cuanto a nosotros, nos predicamos siervos vuestros por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas, es el que ha hecho brillar la luz en nuestros cora­zones para que demos a conocer la ciencia de la gloria de Dios en el rostro de Cristo.

Debilidad y fortaleza de los ministros del Evangelio

7 Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no parezca nuestra. 8 En mil maneras somos atribulados, pero no nos abatimos; en perplejidades no nos des­concertamos; 9 perseguidos, pero no aban­donados; abatidos, no nos anonadamos, 10 llevando siempre en el cuerpo la mor­tificación de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

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2 CORINTIOS 4-6 1202

n Mientras vivimos estamos siempre en­tregados a la muerte por amor de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal. 12 De manera que en nosotros obfa la muerte; en vosotros, la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé; también nos­otros creemos, y por esto hab lamos ; 1 4 sa­biendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros; 15 porque todas las cosas suceden por vosotros, para que la gracia difundida en muchos acreciente la acción de gracias para gloria de Dios. l« Por lo cual no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se co­rrompe, nuestro hombre interior se re­nueva de día en día. " Pues por la momen­tánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria incalculable, 18 y no ponemos nuestros ojos en las cosas visi­bles, sino en las invisibles; pues las visi­bles son temporales; las invisibles, eternas.

L a s e s p e r a n z a s d e los m i n i s t r o s e v a n g é l i c o s

51 Pues sabemos que, si la tienda de nuestra mansión terrena se deshace,

tenemos de Dios una sólida casa, no he­cha por mano de hombre, eterna, en los cielos. * 2 Gemimos en esta nuestra tienda, anhelando sobrevestirnos de aquella nues­tra habitación celestial,3 supuesto que sea­mos hallados vestidos, no desnudos. 4 Pues realmente, mientras moramos en esta tien­da, gemimos oprimidos, por cuanto no queremos ser desnudados, sino sobreves­tidos, para que nuestra mortalidad sea absorbida por la vida. 5 Y es Dios quien así nos ha hecho, dándonos las arras de su Espíritu. 6 Así estamos siempre confia­dos, persuadidos de que, mientras mora­mos en este cuerpo, estamos ausentes del Señor, "I porque caminamos en fe y no en visión, 8 pero confiamos y quisiéramos más partir del cuerpo y estar presentes al Señor. 9 Por esto, presentes o ausentes, nos esforzamos por serle gratos, 10 puesto que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho por el cuerpo, bueno o malo.

L a c o n d u c t a d e S a n P a b l o 11 Sabedores, pues, del temor del Se­

ñor, hacemos por sincerarnos ante los hombres, que a Dios bien de manifiesto

le estamos; espero que también a vuestra conciencia. 12 N o es que otra vez pre­tendamos recomendarnos, sino daros oca­sión para gloriarnos en nosotros, a fin de que tengáis motivo de gloria ante aque­llos que ponen la gloria en lo exterior y no en lo interior. 13 Porque si hacemos el loco, es por Dios; si nos mostramos jui­ciosos, es por vosotros. I 4 La caridad de Cristo nos constriñe, persuadidos como estamos de que si uno murió por todos, luego todos ^on muertos; 1 5 y murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que por ellos mu­rió y resucitó. 16 De manera que desde ahora a nadie conocemos según la carne; y aun a Cristo sí le conocimos según la carne, pero ahora ya no es así. 17 De suer­te que el que es de Cristo se ha hecho cria­tura nueva, y lo viejo pasó, se ha hecho nuevo, i* Mas todo esto viene de Dios, que por Cristo nos ha reconciliado con­sigo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación 19 Porque, a la verdad, Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo y no imputándole sus delitos, y puso en nuestras manos la palabra de re­conciliación. 2 0 Somos, pues, embajado­res de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros. Por Cristo os ro­gamos: Reconciliaos con Dios. 21 A quien no conoció el pecado, le hizo pecado por nosotros para que en El fuéramos justi­cia de Dios.

D e s c r i p c i ó n d e la c o n d u c t a d e S a n P a b l o

6 1 Cooperando, pues, con El, os ex­hortamos a que no recibáis en vano

la gracia de Dios, 2 porque dice: «En el tiempo propicio te escuché y en el día de la salud te ayudé». Este es el tiempo pro­picio, éste el día de la sa lud . 3 En nada de­mos motivo alguno de escándalo, para que no sea vituperado nuestro ministerio, 4 si­no que en todo mostrémonos como mi­nistros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones en necesidades, en angus­tias, 5 en azotes, en prisiones, en tumul­tos, en fatigas, en desvelos, en ayunos, 6 en santidad, en ciencia, en longanimi­dad, en bondad, en el Espíritu Santo, en caridad sincera, 7 en palabras de veraci­dad, en el poder de Dios, en armas de jus­ticia ofensivas y defensivas, 8 en honra y deshonra, en mala o buena fama: cual se­ductores, siendo veraces; 9 cual descono­cidos, siendo bien conocidos; cual mori-

C 1 El vaso se convierte aquí en una casa terrena, destinada a ser destruida para dejar lugar a otra, ^ que será el cuerpo glorioso, objeto de nuestra etperanza. Aunque, a la verdad, nuestro natural deseo no es ver destruida esta casa o este vestido, sino revestirnos de otro vestido de gloria que ab­sorba !o terreno del primero. En esto San Pablo vuelve con más fuerza sobre la idea, enunciada en I Tes 4,13-18 y repetida en 1 Cor 15.50-54, sobre la exención de la muerte, y del juicio del Señor, ante cuyo tribunal todos han de cofnparecer para recibir el premio o el castigo merecido.

1203 2 CORINTIOS 6-8

bundos, bien que vivamos; cual castiga­dos, mas no muertos; 1° como mendigos, pero enriqueciendo A muchos; como quie­nes nada tienen, poseyéndolo todo.

D e s a h o g o s de l c o r a z ó n d e S a n P a b l o •• Os abrimos, ¡oh corintios!, nuestra

boca , ensanchamos nues t ro c o r a z ó n ; * i2 no estáis al estrecho en nosotros, lo es­táis en vuestras entrañas; 13 pues para co­rresponder de igual modo, como a hijos os hablo ; ensanchaos también vosotros.

H u i d a d e la s o c i e d a d p a g a n a 1 4 N o os unáis en yunta desigual con

los infieles. ¿Qué consorcio hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué comunidad entre la luz y las tinieblas? 15 ¿Qué con­cordia entre Cristo y Belial? ¿Qué parte del creyente con el infiel? 16 ¿Qué con­cierto entre el templo de Dios y los ído­los? Pues vosotros sois templo de Dios vivo, según Dios dijo: «Yo habitaré y an­daré en medio de ellos, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 17 Por lo cual sa­lid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor; y no toquéis cosa inmunda, y yo os acogeré * ' 8 y seré vuestro padre, y vos­otros seréis mis hijos y mis hijas, dice el Seflor todopoderoso».

7 1 Pues que tenemos estas promesas, carísimos, purifiquémonos de toda

mancha de nuestra carne y nuestro espí­ritu, acabando la obra de la santificación en el temor de Dios.

G o z o d e S a n P a b l o 2 Acogednos en vuestros corazones; a

nadie hemos agraviado, a nadie hemos perjudicado, a nadie hemos explotado. 3 N o lo digo para condenaros, que ya antes os he dicho cuan dentro de nuestro corazón estáis para vida y para muerte. 4 Tengo mucha confianza con vosotros; tengo en vosotros grande motivo de glo­ria, estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones.

E l o g i o s d e los c o r i n t i o s 5 Pues aun llegados a Macedonia, no

tuvo nuestra carne ningún reposo, sino que en todo fuimos atribulados, luchas por fuera, por dentro temores. 6 Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito, 7 y no sólo con su llegada, sino con el consuelo que de vosotros nos trajo al anunciarnos vuestra ansia, vuestro llanto y vuestro celo por mí, con lo que creció más mi

gozo. 8 Porque si con la epístola os en­tristecí, no me pesa. Y si estaba pesaroso viendo que aquella carta, aunque por un momento, os había contristado, 9 ahora me alegro, no porque os ei-tristecisteís, si­no porque os entristecisteis para peniten­cia. Os contristasteis según Dios, para que no recibieseis daño alguno de nuestra par­te. 1» Pues la tristeza según Dios es causa de penitencia saludable, de que jamás hay por qué arrepentirse; mientras que la tris­teza según el mundo lleva a la muerte. 11 Ved cuánta solicitud os ha causado esa misma tristeza según Dios, y qué excu­sas, qué enojos, qué temores, qué deseos, qué celo y qué vindicaciones. Totalmente limpios os habéis mostrado en este asun­to. i2 Pues si yo os escribí, no fue por el que cometió el agravio ni por el que lo recibió, sino para que se manifestase vues­tra solicitud por nosotros delante de Dios. 13 Con esto nos hemos consolado. Y a este consuelo nuestro vino a unirse el ex­tremado gozo de lo de Tito, cuyo espíritu habéis todos confortado. 14 Que si en algo me glorié con él de vosotros, no he queda­do confundido, sino que así como en to do, habíamos hablado verdad, así era tam­bién verdadero nuestro gloriarnos con Ti­to. 15 Y su cariño por vosotros se ha acre­centado viendo vuestra obediencia y el te­mor y temblor con que le recibisteis. 16 Me alegro de poder en todo confiar en vosotros.

SEGUNDA P A R T E

LA COLECTA PARA LOS FIELES DE JERUSALÉN

(8,1-9.15)

G e n e r o s i d a d d e los r r i a c e d o n i o s

8 1 También quiero, hermanos, haceros conocer la gracia que Dios ha hecho a

las iglesias de Macedonia, 2 que la gran tribulación con que han sido probados abundó en gozo, y su extremada pobreza se convirtió en riqueza de su liberalidad. 3 Doy testimonio de que según sus facul­tades y aun por encima de sus facultades, de iniciativa propia, 4 instantemente nos rogaban que les hiciésemos la gracia de participar en el socorro a favor de los san­tos : 5 y no como esperábamos, sino que a sí mismos se entregaron, primeramente al Señor y luego a nosotros, por la vo­luntad de Dios. 6 Así que encargué a Tito que, según había comenzado, así también hiciese entre vosotros esta obra de caridad.

£ n Es ésta una corazonada del Apóstol, un «hacer el loco» (5,13) por amor de los corintios. ^ 17 Este pasaje, que parece contradecir a 1 Cor 5,9 ss-, es copia de Is 52,11, y el sentido que el Apóstol le da es que huyan de las costumbres de la sociedad en que viven.

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2 CORINTIOS 8-10 1204

Invi tac ión a los corintios

i Y así como abundáis en todo, en fe, en palabra, en ciencia, en toda obra de celo y en amor hacia nosotros, así abun­déis también en esta obra de caridad. 8 N o os lo digo como imponiéndoos un precep­to, sino en vista de la solicitud de otros y para que probéis lo sincero de vuestra ca­ridad. 9 Pues conocéis la gracia de nues­tro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por amor nuestro, para que vosotros fueseis ricos por su pobreza ; 1 0 y os aconsejo esto por conveniros así, ya que no sólo comenzasteis el ano pasado a proponéroslo, sino a realizarlo. n Aca­bad, pues, ahora vuestra obra, a fin de que, según la pronti tud de la voluntad, así sea la ejecución de aquélla, conforme a vuestras facultades.1 2 Cuando está pron­ta la voluntad, se acepta en la medida de lo que se tiene, no de ló que no se tiene, 13 porque no se trata de que para otros haya desahogo y para vosotros estrechez, sino de que ahora, con equidad , 1 4 vuestra abundancia alivie la escasez de aquéllos, para que asimismo su abundancia alivie vuestra penuria, de manera que haya equi­dad, 15 según está escrito: «Ni el que re­cogió mucho abundaba ni el que recogió poco estaba escaso.»

E n v í o a T i t o

16 Y gracias sean dadas a Dios, que puso en el corazón de Tito esta solicitud por vosotros, t 7 pues no sólo acogió nuestro ruego, sino que, solícito, por pro­pia iniciativa partió a vosotros. 18 Y con él enviamos a otro hermano, cuyo elogio en la predicación del Evangelio está di­fundido por todas las iglesias; 19 y no sólo esto, sino que también fue elegido por las iglesias para compañero nuestro de viaje en esta obra de caridad que hacemos para gloria del mismo Señor y para cumpli­miento de nuestra pronta voluntad , 2 0 mi­rando a que nadie nos vitupere en esta colecta que promovemos. 21 Pues procu­ramos hacer el bien, no sólo ante Dios, sino también ante los hombres. 2 2 Envia­mos con ellos a nuestro hermano, cuya solicitud tenemos bien probada con fre­cuencia en muchos negocios, y ahora se ha mostrado muy solícito por la gran con­fianza que tiene en vosotros. 23 Por lo que hace a Tito, es mi compañero y cooperador entre vosotros; cuanto a nuestros herma­nos, enviados son de las iglesias, gloria de Cr is to . 2 4 Mostrad, pues, para con ellos vuestra caridad a la faz de las iglesias y nuestra gloria en vosotros.

M o t i v o s d e la co lecta Q l Cuanto al socorro en favor de los «* santos, no es necesario que yo os escri­ba ; 2 conozco vuestra pronta voluntad, que es para mí motivo de gloriarme de vosotros ante los macedonios, pues Aca-ya está apercibida desde el año pasado y vuestro celo ha estimulado a muchos. 3 A pesar de esto, envío a los hermanos para que nuestra gloria en vosotros no resulte vana en este asunto y que, según he dicho, estéis dispuestos, 4 no sea que al llegar los macedonios conmigo os en­cuentren desprevenidos, y quedemos con­fundidos nosotros, por no decir vosotros, en este negocio. 5 Por eso he creído nece­sario rogar a los hermanos que anticipa­ran el viaje y preparasen de antemano vuestra prometida bendición, y con esta preparación resulte obra de liberalidad y no de mezquindad. 6 Pues os digo: Él que escaso siembra, escaso cosecha; el que siembra con largueza, con largueza cosechará. 7 Cada uno haga según se ha propuesto en su corazón, no de mala ga­na ni obligado, que Dios ama al que da con alegría. 8 Y poderoso es Dios para acrecentar en vosotros todo género de gracias, para que, teniendo siempre y en todo lo bastante, abundéis en toda buena obra, 9 según que está escrito:

«Con largueza repartió, dio a los po­bres; su justicia permanecerá para siem­pre».

10 El que da la simiente al que siembra, también le dará el pan para su alimento, y multiplicará vuestra sementera, y acre­centará los frutos de vuestra justicia, H Y en todo seréis enriquecidos en toda libe­ralidad, que por nuestra mediación pro­duzca acción de gracias a D i o s . 1 2 Pues el ministerio de este servicio no sólo reme­dia la escasez de los santos, sino que hace rebosar en ellos copiosa acción de gracias a Dios , 1 3 por cuanto, experimentando esta suministración y por la comunicación de vuestra largueza a ellos y a todos, glori­fican a Dios por vuestra obediencia al Evangelio de C r i s t o , 1 4 y asimismo por su oración por vosotros, a quienes aman a causa de las gracias eminentes de Dios en vosotros. 15 Gracias sean dadas a Dios por su inefable don.

T E R C E R A P A R T E

D E F E N S A DEL OFICIO APOSTÓLICO

(10,1-13,10)

P a b l o se d e f i e n d e

1 ñ ' Y o ' Pues> e l m i s m o Pablo, que *•" presente soy humilde entre vos­otros, pero ausente soy resuelto con

ÜL

1205 2 CORINTIOS 10-11

vosotros, * 2 os ruego por la mansedum­bre y la bondad de Cristo que cuando esté presente no tenga que atreverme con la energía con que pienso resueltamente obrar con algunos que nos tienen como si procediésemos según la carne. 3 Pues aunque vivimos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino po­derosas por Dios para derribar fortale­zas, destruyendo consejos, 5 y toda alta­nería que se levante contra la ciencia de Dios y doblegando todo pensamiento a la obediencia de Cristo, 6 prontos a cas­tigar toda desobediencia y a reduciros a perfecta obediencia.

H a r á valer su autoridad 7 Mirad sólo lo que a la vista tenéis.

Si alguno confía en que es de Cristo, pien­se también que como él lo es, así lo so­mos nosotros. * 8 Porque aunque con ex­ceso me gloríe yo de la autoridad que me dio el Señor para edificación y no para destrucción vuestra, no por eso me aver­gonzaré. 9 Y que nadie crea que pretendo amedrentaros con las cartas. 10 Porque hay quien dice que las cartas son duras y fuertes, pero la presencia corporal es poca c o s a , y la p a l a b r a , m e n o s p r e c i a b l e . H Piense ese tal que cuales somos ausen­tes por las cartas, tales somos presentes de obra.

M o t i v o s d e g lo r ia d e S a n P a b l o 1 2 Porque no osamos igualarnos o com­

pararnos con los que a sí mismos se re­comiendan; mas midiéndose a sí mismos y tomándose a sí mismos por medida, no tienen juicio. ] 3 Nosotros no nos gloria­mos desmedidamente, sino según la regla que Dios nos ha dado por medida para llegar aun hasta vosotros. 14 Porque no nos salimos fuera de los límites prescritos, como si no llegásemos hasta vosotros, pues hasta vosotros llegamos los prime­ros en el Evangelio de Cristo. 15 N o glo-riándonos desmedidamente de trabajos a jenos , s ino e s p e r a n d o que , c rec iendo

vuestra fe, crezcamos más y más entre vosotros, conforme a nuestra medida, i* evangelizando a los que están más allá de vosotros, no para gloriarnos en ajena regla de lo ya laborado. 1' El que se glo­ría, que se gloríe en el Señor. I 8 Pues no es el que a sí mismo se recomienda quien está probado, sino aquel a quien reco­mienda el Señor.

P a b l o y los p r e d i c a d o r e s , sus é m u l o s

H1 Ojalá soportéis un poco de mi demencia. Pero soportadla, 2 por­

que os celo con celo de Dios, pues os he desposado a un solo marido para presen­taros a Cristo como casta virgen. 3 Pero temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también corrompa vuestros pensamientos, apartándolos de la sinceridad y de la santidad debidas a Cristo. 4 Porque si viniese alguno predi­cando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o dándoos otro Espíritu que el que os ha sido dado, u otro evangelio que el que habéis recibido, lo soporta­ríais. 5 Pero yo creo que en nada soy in­ferior a esos preclaros apóstoles, 6 y aunque imperito de palabra, no de cien­cia, pues en todo y siempre la hemos ma­nifestado entre vosotros. 7 ¿O es que he cometido un pecado humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis ensal­zados , p r e d i c á n d o o s g r a t u i t a m e n t e el Evangelio de Dios? 8 Despojé a otras igle­sias, recibiendo de ellas estipendios para serviros a vosotros; ' y estando entre vos­otros y hallándome necesitado, a nadie fui gravoso, pues a mis necesidades sub­vinieron los hermanos venidos de Ma-cedonia; y en todo momento me guardé y me guardaré de seros gravoso. 10 Y por la verdad de Cristo que está en mí, que esta gloria no sufrirá mengua en las re­giones de Acaya. 11 ¿Por qué? ¿Porque no os amo? Eso Dios lo sabe. 12 Lo que yo ahora hago, también lo haré en lo futuro para cortar toda ocasión a los que bus­can de hallar en qué gloriarse igual que nosotros. 13 Pues esos falsos apóstoles,

1 n i No obstante ío dicho, de que se habían disipado las nubes levantadas entre el Apóstol ^ y los corintios, vemos que comienza ahora una tercera sección, en que San Pablo defiende

su autoridad, que siente atacada por quienes se creen más que él, y que debían hallar buena acogida entre algunos de la iglesia de Corinto. Sin duda eran éstos los que el Apóstol considera como cabeza de partido en i Cor 3. El Apóstol, sintiéndose fuerte con la adhesión de la iglesia, la emprende con quienes trataban de suplantarle en Corinto.

7 Estos intrusos alegaban para ello ciertos títulos, que el Apóstol no declara bien, pero que eran sus especiales relaciones con Jesucristo, de que ellos presumían. A éstos opone San Pablo la misión que tiene recibida del Señor para predicar su nombre a los gentiles.^ En virtud de esta misión llegó a Corinto y, ayudado de la gracia, fundó con su trabajo aquella iglesia, que ahora los adversarios del Apóstol tratan de corromper, sin duda para sembrar en ella las mismas doctrinas que hablan difun­dido en las iglesias de Galacia.

1 -j 1 Estos falsos predicadores traían, según se deduce del v.4, otro Cristo y otro Espíritu. Esto * se ha de entender de que predicaban una concepción nueva del Evangelio, en la que Cristo

quedaba rebajado, por cuanto se subordinaba su obra salvadora a la fe en Moisés, a la Ley y a la incorporación de los fieles al pueblo judío.

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2 CORINTIOS 1 1 - 1 2 1206

Obreros engañosos, se disfrazan de após­toles de Cristo; , 4 y no es maravilla, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. 15 No es, pues, mucho que sus minis­tros se disfracen de ministros de la justi­cia; su fin será el que corresponde a sus obras.

San Pablo, superior a sus émulos 16 Una vez más os digo que nadie me

tenga por insensato, y en todo caso, tole­radme como insensato, permitiéndome que un poco me gloríe. 17 Lo que voy a decir no lo digo según el Señor, sino coma en locura que me da pie para glo­riarme. l s Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré. 19 Pues con gusto soportáis a los insen­satos, siendo vosotros sensatos. 20 Sopor­táis que os esclavicen, que os devoren, que os engañen, que se engrían, que os abofeteen.

21 Con sonrojo mío lo digo, como si nos hubiéramos mostrado débiles. En aquello en que cualquiera ose gloriarse, en locura lo digo, también osaré yo. 22 ¿Son hebreos? También yo. ¿Son is­raelitas? También yo. ¿Son descendencia de Abraham? También yo. ^¿Son minis­tros de Cristo? Hablando en locura, más yo: en muchos trabajos, en muchas pri­siones, en muchos azotes, en frecuentes peligros de muerte. 24 Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. 25 Tres veces fui azotado con varas, una vez fui apedreado, tres veces padecí nau­fragio, un día y una noche pasé en los abismos del mar; 26 muchas veces en via­je me vi en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi linaje, pe­ligros de los gentiles, peligros en la ciu­dad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre los falsos hermanos, 27 trabajos y miserias, en prolongadas vi­gilias, en hambre y sed, en ayunos fre­cuentes, en frío y en desnudez; 2" esto sin hablar de otras cosas, de mis cuidados de cada día, de la preocupación por todas las iglesias.

29 ¿Quién desfallece que no desfallez­ca yo? ¿Quién se escandaliza que yo no me abrase?30 Si es menester gloriarse, me gloriaré en lo que es mi flaqueza. 'i Dios y Padre del Señor Jesucristo, que es ben­dito por los siglos, sabe que no miento. 32 En Damasco el etnarca del rey Aretas puso guardia en la ciudad de los damas-cenos para prenderme, 33 y p0r una ven­tana, en una espuerta, fui descolgado por el muro, y escapé a sus manos.

1 4 ' Si es menester gloriarse, aunque * ** no conviene, vendré a las visiones y revelaciones del Señor. 2 Sé de ur |

hombre en Cristo que hace catorce años —si en el cuerpo, no io sé; si fuera del cuerpo, tampoco lo sé, Dios lo sabe—fue arrebatado hasta el tercer cielo; 3 y sé que este hombre—si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe—4 fue arrebatado al paraíso y oyó palabras ine­fables que el hombre no puede decir. 5 De tales cosas me gloriaré, pero de mí mismo no he de gloriarme, si no es de mis flaque­zas. 6Si quisiera gloriarme, no haría el loco, pues diría verdad. Me abstengo, no obstante, para que nadie juzgue de mí por encima de lo que en mí ve y oye de mí, 7 a causa de la alteza de mis revelaciones. Por lo cual, para que yo no me engría, fueme dado el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que me abofetea para que no me engría. 8 Por esto rogué tres veces al Señor que se retirase de mí, 9 y El me dijo: Te basta mi gracia, que en la flaqueza llega al colmo el poder Muy gustosamente, pues, continuaré gloriándome en mis debilida­des para que habite en mí la fuerza de Cristo, i» Por lo cual me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias, por Cristo; pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte.

San Pablo defiende su conducta en Corinto

11 He hecho el loco; vosotros me habéis obligado. Porque necesitaba ser estimado de vosotros, pues en nada fui inferior a los más eximios apóstoles, aunque nada soy. l2 Las señales de Apóstol se realiza­ron entre vosotros en mucha paciencia, en señales y prodigios y milagros. » Pues ¿en qué habéis sido inferiores a las otras iglesias sino en que no os fui gravoso? Perdonadme este agravio. 14 He aquí que por tercera vez estoy para ix a vos­otros, y no os seré gravoso; porque no busco vuestros bienes, sino a vosotros; pues no son los hijos los que deben ate­sorar para los padres, sino los padres para los hijos. 15 Yo de muy buena gana me gastaré y me desgastaré hasta agotar­me por vuestra alma, aunque, amándoos con mayor amor, sea menos amado 16 Bien, en nada os fui gravoso, pero en mi astucia os cacé con engaño. 17 ¿Os he explotado acaso por medio de alguno de los que os envié? •& Yo animé a Tito a ir y envié con él al hermano; ¿acaso Tito os explotó? ¿No procedimos ambos se­gún el mismo espíritu? ¿No seguimos los mismos pasos?

1207 CALATAS

Temores de San Pablo

19 Hace tiempo creéis que nos justi­ficamos ante vosotros. No; ante Dios, en Cristo, hablamos: todo, carísimos, es para vuestra edificación,20 pues temo que cuan­do vaya no os halle cual querría y no me halléis vosotros cual querríais; temo que haya contiendas, envidias, iras, ambi­ciones, detracciones, murmuraciones, hin­chazones, sediciones; 21 que al llegar de nuevo a vosotros sea de Dios humillado a causa vuestra y tenga que llorar por muchos de los que antes pecaron y no hicieron penitencia de su impureza, de su fornicación y de su lascivia.

H a r á valer su autoridad

•f O ! Por tercera vez voy a vosotros: * «* Por el testimonio de dos o de tres es firme toda sentencia. 2 Os lo he dicho ya, y ahora de antemano lo repito ausente, como cuando por segunda vez estuve presente, y declaro a los que han pecado y a todos los demás que cuando otra vez vuelva no perdonaré; 3 puesto que bus­cáis experimentar que en mí habla Cristo, que no es débil para con vosotros, sino fuerte en vosotros. 4 Porque aunque fue crucificado en su debilidad, vive por el poder de Dios. Y así somos nosotros débiles en El; pero vivimos con El para

vosotros por el poder de Dios. 5 Exami­naos a vosotros mismos sí estáis en la fe, probaos a vosotros mismos. ¿No re­conocéis que Jesucristo está en vosoiros? A no ser que estéis reprobados.

6 Pero confío que conoceréis que nos­otros no estamos reprobados, 7 y rogamos a Dios que no hagáis ningún mal, no para que nosotros aparezcamos probos, sino para que vosotros practiquéis el bien y nosotros seamos como reprobos, s pues nada podemos contra la verdad sino por la verdad. 9 Nos gozamos siendo nos­otros débiles y vosotros fuertes. Lo que pedimos es vuestra perfección. ,0 Por eso os escribo esto ausente, para que, pre­sente, no necesite usar de la autoridad que el Señor me confirió para edificar, no para destruir.

CONCLUSIÓN (13,11-13)

11 Por lo demás, hermanos, alegraos, perfeccionaos, exhortaos, tened un mismo sentir, vivid en paz, y el Dios de la cari­dad y de la paz será con vosotros. 12 Sa­ludaos mutuamente en el ósculo santo. Todos los santos os saludan.

13 La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros.

EPÍSTOLA A LOS GALATAS

I . Galacia estaba situada en el centro del Asia Menor. Recibió su nombre de los galos, que en el siglo III a. C. atravesaron el mediodía de Europa y el Helesponto e invadieron el Asia, y después de muchos años de guerrear y saquear ciudades y pro­vincias, al fin, en 230, fueron venados por Átalo I, rey de Pérgamo, y obligados a cesar en sus correrías y tomar asiento. Poco a poco vinieron a adoptar la cultura griega, que dominaba en la región, pero conservando su organización política. Fueron sus ciudades principales Pesinunte, Ancha (hoy Angora) y Tdvium. Cuando, a principios del siglo II, entraron los romanos en Asia, se les hicieron amigos y aliados, gracias a lo cual ensancharon sus territorios, hasta que el año 25 a. C , muerto el último rey gdlata, Augusto convirtió la Galacia en provincia romana. Comprendía ésta no sólo las provincias primitivamente ocupadas por los galos, sino las que más tarde conquistaron, o sea la Galacia del Norte, que es la primera, y la del Sur, que es la segunda, y abarcaba parte de Frigia, Panfdia, Pisidia y Licaonia.

2. San Pablo, en compañía de Bernabé, había evangelizado esta ti/tima región en su primera misión apostólica, detalladamente narrada en los Hechos (11-14). En la segunda misión, acompañado de Silas, volvió a recorrer en rápida visita las mismas cristiandades. El autor de los Hechos nos dice que luego atravesaron la Frigia y la región de Galacia y que fueron impedidos de predicar en la provincia de Asia por el Espíritu Santo, que los empujaba hacia Europa. Algo semejante nos dice en el tercer viaje de San Pablo, que vino a terminar primeramente en Efeso, capital de la provincia de Asia. Resulta de todo esto que, si sabemos cómo y cuándo predicó San

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CALATAS 1 1208

Pablo en la Galacia meridional, no tenemos noticia cierta de su predicación en la Galacia septentrional, es decir, en la Galacia propiamente dicha.

3. Dio ocasión a esta epístola el cambio acaecido en aquellas iglesias por la predicación de ciertos predicadores judaizantes. Eran éstos del grupo de aquellos fariseos medio convertidos que predicaban la necesidad de la circuncisión para salvarse, y a quienes San Pablo y Bernabé habían tenido que resistir en la asamblea dejerusalén. Pretendían que los gentiles se incorporasen a Cristo mediante su incorporación al antiguo pueblo de Dios. Como San Pablo prescindía de esta incorporación, le miraban como enemigo de su nación, y de ahí el seguirle a todas partes, como la sombra al cuerpo, para deshacer su obra evangelizadora de Jesucristo, como único Salvador. Era, en substancia, el motivo por el cual los judíos incrédulos le perseguían con tal ensañamiento. De buena fe los gálatas se dejaron persuadir por aquellos predicadores, pensando, sin duda, que sólo les traían un complemento al evangelio recibido de San Pablo, y aunque debía repugnarles bastante, aceptaron hasta la circuncisión.

Cuando San Pablo lo supo, lo sintió en lo más vivo del alma, y luego se puso a dictar esta epístola, que fue escrita de una sentada, bajo el impulso del dolor que le produjo ver a sus amados gálatas alejados de la pureza del evangelio que él les había predicado. No se sabe a ciencia cierta el lugar y la fecha en que fue escrita. Hay quienes dicen que fue escrita en Antioquía, aun antes de la asamblea de Jerusalén, de cuyo decreto no se hace mención. Otros creen que en Corinto, después de las epístolas a los Tesalonicenses. Pero lo más probable es que la epístola a los Gálatas, que es como un esbozo de la epístola a los Romanos, ha debido de ser escrita o en Macedonia, durante el viaje en que dirigió la segunda a los Corintios, o en Corinto, donde escri­bió la de los Romanos por los años 56-57.

El tema de la carta es la suficiencia de la sola fe en Jesucristo y la inutilidad de la Ley y de la circuncisión para alcanzar la salud. Consta de tres partes: después de la acostumbrada introducción (1,1-10), una parte apologética de su ministerio (1,11-2,21); sigue una segunda, dogmática, sobre el tema de la epístola (3,1-5,12); luego una exhortación (5,13-6,10), y termina con un epílogo (6,11-18).

Q T T M A R T O SALUDO (1,1-5)-—PRIMERA PARTE: Apología del apos-OUlVLfirVM-» tola(¡0 de San pMo (Ii6.ai3I).SEGUNDA PARTE: La

justificación por la fe (3-4).—TERCERA PARTE: Exhortaciones (5-6).

Salutación

1 1 Pablo, apóstol no de hombres ni por hombres, sino por Jesucristo y

por Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos, 2 y todos los hermanos que conmigo están, a las iglesias de Galacia: 3 La gracia y la paz sean con vosotros de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo, 4 que se entregó por nuestros pecados para librarnos de este siglo malo, según la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

P R I M E R A P A R T E

APOLOGÍA DEL APOSTOLADO DE SAN PABLO

(I,6-2,21)

Sólo hay un Evangelio 6 Me maravillo de que tan pronto, aban­

donando al que os llamó a la gracia de

Cristo, os hayáis pasado a otro evangelio. 7 No es que haya otro; lo que hay es que algunos os turban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo. 8 Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anun­ciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Os lo he dicho antes y ahora de nuevo os lo digo: Si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea ana­tema. 1° ¿Busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿Acaso busco agradar a los hombres? Si aún buscase agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.

El evangelio de San Pablo

i ' Porque os hago saber, hermanos, que el evangelio por mí predicado no es de hombres,12 pues yo no lo recibí o apren­dí de los hombres, sino por revelación de Jesucristo, w En efecto, habéis oído mi conducta de otro tiempo en el judaís-

1209 CALATAS 1-2

mo, cómo con gran furia perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, 14 aven­tajando en el celo por el judaismo a muchos de los coetáneos de mi nación y mostrándome extremadamente celador de las tradiciones paternas. 15 Pero cuando plugo al que me segregó desde el seno de mi madre, y me llamó por su gracia, 16 para revelar en mí a su Hijo, anun­ciándole a los gentiles al instante, sin pedir consejo a la carne ni a la sangre, 17 no subí a Jerusalén a los apóstoles que eran antes de mí, sino que partí para la Arabia y de nuevo volví a Damasco. 18 Luego, pasados tres años, subí a Jeru­salén para conocer a Cefas, a cuyo lado permanecí quince días. 19 A ningún otro de los apóstoles vi, si no fue a Santiago, el hermano del Señor. 20 En esto que os escribo, bien sabe Dios que no miento. 21 En seguida vine a las regiones de Siria y de Cilicia, 22 y era, por tanto, personal­mente desconocido para las iglesias de Cristo en Judea. 23 Sólo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que antes pretendía des­truir». 24 Y glorificaban a Dios en mí.

Su viaje a Jerusalén

2 1 Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén acompa­

ñado de Bernabé y llevando conmigo a Tito. 2 Subí, pues, en virtud de una revelación, y les comuniqué el evangelio que predico entre los gentiles, particu­larmente a los que eran algo, para saber si corría o había corrido en vano. 3 Pero ni Tito, que iba conmigo, con ser gentil, fue obligado a circuncidarse, 4 a pesar de los falsos hermanos que secretamente se entrometían para coartar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, y querían reducirnos a servidumbre. 5 A los cuales ni por un momento cedimos, para que la verdad del Evangelio se mantuviese íntegra entre vosotros. 6 De los que pare­cían ser algo—lo que hayan sido en otro tiempo no me interesa, que Dios no es aceptador de personas—, de ésos nada recibí; 7 antes al contrario, cuando vieron que yo había recibido el evangelio de la incircuncisión, como Pedro el de la cir­cuncisión—8 pues el que obró en Pedro para el apostolado de la circuncisión, obró también en mí para el de los gen­tiles—, 9 Santiago, Cefas y Juan, que pa­san por ser las columnas, reconocieron la gracia a mí dada, y nos dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comu­nión, para que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos.

10 Solamente nos pidieron que nos acor­dásemos de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con mucha solicitud.

El incidente de Antioquía

u Pero cuando Cefas fue a Antioquía, en su misma cara le resistí, porque se había hecho reprensible. 12 Pues antes de venir algunos de los de Santiago, co­mía con los gentiles; pero en cuanto aquéllos llegaron, se retraía y aparta­ba, por miedo a los de la circuncisión. 13 Y consintieron con él en la misma simu­lación los otros judíos; tanto, que hasta Bernabé se dejó arrastrar a su simulación. 14 Pero, cuando yo vi que no caminaban rectamente según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?

Los judíos convertidos, exentos de la Ley

15 Nosotros somos judíos de nacimien­to, no pecadores procedentes de la gen­tilidad ; i6 y sabiendo que no se justifica el hombre por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído también en Cristo Jesús, esperando ser justificados por la fe de Cristo y no por

Los apóstoles Pedro y Pablo (Mus. Vaticano L.)

las obras de la Ley, pues por éstas nadie se justifica. 17 Mas si, buscando ser justi­ficados por Cristo, somos aún tenidos por pecadores, ¿será que Cristo es ministro de pecado? De ninguna manera, i8 Si vuelvo a edificar lo que había destruido, a mí mismo me doy por transgresor. 19 Mas yo por la misma Ley he muerto a la Ley, por vivir para Dios; estoy cru­cificado con Cristo, 20 y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se

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CALATAS 2 4 1210

entregó por mf. J 1 N o desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley se obtiene la justicia, en vano murió Cristo.

SEGUNDA P A R T E

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE

(3-4)

P o r la fe y n o p o r la L e y r e c i b i e r o n los j u d í o s el E s p í r i t u S a n t o

3 1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos

fue presentado Jesucristo como muerto en la cruz? 2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Habéis recibido el Espíritu por virtud de las obras de la Ley o por virtud de la predicación de la fe? ¿Tan insensatos sois? 3 Habiendo comenzado en Espíri­tu, ¿ahora acabáis en carne? * ¿Tantos dones habréis recibido en vano? Sí que sería en vano. 5 El que os da el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la Ley o por la predica­ción de la fe?

A b r a h a m , jus t i f i cado p o r la fe * Como escrito está, Abraham creyó,

y le fue imputado a justicia. * 7 Entended, pues, que los nacidos de la fe, ésos son los hijos de Abraham, 8 pues previendo la Escritura que por la fe justificaría Dios a los gentiles, pronunció de Abraham: «En ti serán bendecidas todas las gentes». 9 Así que los que nacen de la fe son benditos con el fiel Abraham. 10 Pero cuantos confían en las obras de la Ley se hallan bajo la maldición, porque es­crito está: «Maldito todo el que no se mantiene en cuanto está escrito en el libro de la Ley, cumpliéndolo». H Y que por la Ley nadie se justifica ante Dios es manifiesto, porque «el justo vive de la fe», i2 Y la Ley no se funda en la fe, sino que «el que la cumple, en ella vi­virá». *

L a o b r a d e C r i s t o 1 3 Cristo nos redimió de la maldición

de la Ley haciéndose por nosotros mal­dición, pues escrito está: «Maldito todo el que es colgado del madero», * 14 para que la bendición de Abraham se exten­diese sobre las gentes en Jesucristo y por la fe recibamos la promesa del Es­píritu. |

E l t e s t a m e n t o

15 Voy a hablaros, hermanos, a lo hu­mano. El testamento, con ser de hom­bre, nadie lo anula, nadie le añade nada. 16 Pues a Abraham y a su dascendencia fueron hechas las promesas. N o dice a sus descendencias, como de muchas, sino de una sola: «Y a tu descendencia», que es Cristo. 17 Y digo yo : El testamento otorgado por Dios no puede ser anulado, de modo que la promesa sea invalidada por una Ley que vino cuatrocientos treinta años después. I 8 Pues si la herencia es por la Ley, ya no es por la promesa. Y, sin embargo, a Abraham le otorgó Dios la donación por la promesa. 19 ¿Por qué, pues, la Ley? Fue dada por causa de las transgresiones, promulgada por ángeles, por mano de un mediador, hasta que viniese «la descendencia», a quien la pro­mesa había s ido-hecha. 20 Ahora bien: el mediador no es de una persona sola, y Dios es uno solo. 21 ¿Luego la Ley está contra las promesas de Dios? Nada de eso. Si hubiera sido dada una Ley capaz de vivificar realmente, la justicia vendría de la Ley; 22 pero la Escritura lo encerró todo bajo el pecado para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo. 23 Y así, antes de venir la fe, estábamos encarcelados bajo la Ley, en espera de la fe que había de revelarse. 2 4 De suerte que la Ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe. 25 p e r o , llegada la fe, ya no estamos bajo el ayo.

L a v e r d a d e r a p o s t e r i d a d d e A b r a h a m

26 Todos, pues, sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 Porque cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os ha­béis vestido de Cristo. 28 N o hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesús. 29 y si todos sois de Cristo, luego sois descendencia de Abra­ham, herederos según la promesa.

S i t u a c i ó n d e los h o m b r e s h a s t a J e s u c r i s t o

41 Digo yo ahora : Mientras el here­dero es menor, siendo el dueño de

todo, no difiere del siervo, 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta la fecha señalada por el padre. 3 D e igual

6 Para probar que la justicia no era debida a las obras materiales prescritas por la Ley, sino al espíritu interior de la fe, el Apóstol recurre a Abraham, de quien los judíos se decían hijos. Según Gen 15,6, cuando Dios prometió al patriarca un hijo, no obstante su ancianidad y la esterilidad de Sara, dio fe a la palabra del Señor, y esta fe !e fue imputada como acto de justicia. De este hecho taca el Apóstol la ley general de la justici a por la sola fe sin la circuncisión ni la Ley, que aún no existían.

1 2 Cf. Lev i8,s; Dt 27,26; nota a Rom 3,21-24. 1 3 Son palabras que se dicen del ajusticiado en Dt 21,23.

1211 GÁLATAS 4-5

modo nosot ros : mientras fuimos niños, vivíamos en servidumbre, bajo los ele­mentos del m u n d o ; 4 mas al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, * 5 para redimir a los que estaban bajo la Ley, para que recibiésemos !a adopción. 6 Y por ser hijos envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: jAbba, P a d r e ! 1 De manera que ya no es siervo, sino hijo, y si hijo, here­dero por la gracia de Dios.

S o m e t e r s e a la L e y ser ía v o i v e r a la s e r v i d u m b r e

8 En otro tiempo no conocíais a Dios, y servísteis a los que no son realmente dioses. 9 Ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, habéis sido de Dios cono­cidos, ¿cómo de nuevo os volvéis a los ñacos y pobres elementos, a los cuales de nuevo queréis servir? ' " Observáis los días, los meses, las estaciones y los años. 11 Temo que hagáis vanos tantos afanes como entre vosotros pasé.

R e c u e r d o s y a n s i e d a d e s d e S a n P a b l o

1 2 Hermanos, os suplico que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros. En nada me habéis herido. u Bien sabéis que estaba enfermo de enfermedad corpo­ral cuando por primera vez os anuncié el Evangelio, 1 4 y puestos a prueba por mi enfermedad, no me desdeñasteis ni me despreciasteis, antes me recibisteis co­mo a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. 15 ¿Dónde está ahora aquel vuestro afecto? Pues yo mismo testifico que, de haberos sido posible, los ojos mismos os hubierais arrancado para dármelos. l * ¿Me he hecho, pues, enemigo vuestro por deciros la verdad? l'' Os cortejan, y no para bien; lo que pretenden es aparta­ros de mí para que luego vosotros los cortejéis a ellos. I 8 Sin embargo, bien será que con buen celo me queráis si mpre, y no só lo c u a n d o es toy e n t r e v o s o t r o s . 19 ¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo for­mado en vosotros! 20 Querría hallarme a

esta hora entre vosotros y hablaros en varios modos, porque no sé cómo voy a hacer con vosotros.

E l E v a n g e l i o r e e m p l a z a a la L e y 21 Decidme: los que queréis someteros

a la Ley, ¿no habéis oído la Ley? 2 2 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre. 23 Pero el de la sk-rva nació según la carne; el de la libre, en virtud de la promesa. 2 4 Lo cual tiene un sentido alegórico. Esas dos mujeres son dos testamentos: el uno, que procede del monte Sinaí, engendra para la servidumbre. Esta es Agar. * 25 g] monte Sinaí se halla en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, que es, en efecto, esclava con sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre, ésa es nuestra madre ; 27 pues está escrito:

«Alégrate, estéril, que no pares; prorrumpe en gritos, tú que no conoces

[los dolores del parto, porque más serán los hijos de la aban­

d o n a d a que los hijos de la que tiene marido». *

28 Y vosotros, hermanos, sois hijos de la promesa, a la manera de Isaac. 29 Mas así como entonces el nacido según la carne perseguía al nacido según el Espí­ritu, así también ahora. 30 Pero ¿qué dice la Escritura?: «Echa a la sierva y a su hijo, que no será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre». * 31 En fin, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

T E R C E R A P A R T E

EXHORTACIONES

(5-6)

C o n c l u s i ó n : o j u d í o s o c r i s t i anos

5 1 Para que gocemos de libertad, Cris­to nos ha hecho libres; manteneos,

pues, firmes y no os dejéis sujetar al yugo de la servidumbre. 2 Ved que es Pablo quien os lo dice: Si os circuncidáis, Cristo no os aprovechará de nada. 3 De nuevo

44 Cristo nos libró de esa servidumbre de la Ley y nos dio por la fe la justicia interior. Con ella nos comunica la dignidad de hijos y el espíritu de tales hijos, que nos hace sentirnos hijos

de Dios y llamarle Padre. San Pablo, que habí? sentido el peso de la Ley, siente mejor el beneficio que implica la libertad alcanzada por Jesucristo.

2 4 El Apóstol hace aquí uso de la exéresis alegórica, para declarar más su pensamiento. Abraham recibió las promesas mesiánicas para él y para su descendencia. Pero el mismo texto ss-pundo dice que el heredero de estas promesas será Isaac, el hijo del ama; no Ismael, el hijo de la sierva. Los que creen en Jesucristo, la descendencia de Abraham, en quien, según las promesas, serían bendecidas todas las naciones, son los hijos de Isaac, los herederos de las promesas, y están exentos de la servidumbre de los infinitos preceptos de la Ley; los judíos incrédulos, aferrados a la esclavitud de la Ley, resultan los hijos de la esclava, y, por tanto, excluidos de las promesas, que forman la herencia transmitida por Abraham a sus hijos, según la promesa.

2 7 Is 54,1. 3« Gen 21,10.

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CALATAS 5-6 1212

declaro a cuantos se circuncidaron que están obligados a cumplir toda la Ley. 4 Os desligáis de Cristo los que buscáis la justicia en la Ley; habéis perdido la gracia. 5 Mientras que nosotros con se­guridad esperamos de la fe, por el Espíri­tu, el premio de la justicia. 6 Pues en Cristo Jesús ni vale la circuncisión ni vale el prepucio, sino la fe actuada por la caridad. 7 Corríais bien; ¿quién os ha impedido obedecer a la verdad? 8 Esa sugestión no procede de quien os llamó. 9 Un poco de levadura hace fermentar toda la masa. 1 0Yo confío de vosotros en el Señor que no sentiréis de otro modo. El que os perturba llevará su cas­tigo, quienquiera que sea. H Pero yo, her­manos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué soy aún perseguido? Luego ¿se acabó el escándalo de la cruz? 12 ¡Ojalá se cas­traran del todo los que os perturban! *

La caridad suple a la Ley 13 Vosotros, hermanos, habéis sido lla­

mados a la libertad; pero cuidado con tomar la libertad por pretexto para servir a la carne, antes servios unos a otros por la caridad.14 Porque toda la Ley se resume en este solo precepto: «Amarás a tu pró­jimo como a ti mismo». * 15 Pero si mu­tuamente os mordéis y os devoráis, mirad que acabaréis por consumiros unos a otros.

Las obras de caridad 16 Os digo, pues: Andad en espíritu y

no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. 17 Porque la carne tiene ten­dencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne, pues uno y otro se oponen de manera que no hagáis lo que queréis. 18 Pero si os guiáis por el espíritu, no estáis bajo la Ley. 19 Ahora bien: las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, 20 idola­tría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, 21 envidias, homicidios, embriagueces, or­gías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes

tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios. 22 Los frutos del espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabi­lidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, tem­planza. Contra éstos no hay Ley. 24 Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscen­cias. 25 Si vivimos del espíritu, andemos también según el espíritu. 26 No seamos codiciosos de la gloria vana provocán­donos y envidiándonos unos a otros.

Consejos varios

61 Hermanos, si alguno fuere hallado en falta, vosotros, los espirituales,

corregidle con espíritu de mansedumbre, cuidando de ti mismo, no seas también tentado. 2 Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y asi cumpliréis la ley de Cristo. 3 Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. 4 Que cada uno examine sus obras, y entonces tendrá de qué gloriarse en sí y no en otro. 5 Pues cada uno tiene que llevar su propia carga. 6 El catecú­meno comunique todos sus bienes con el que le catequiza. 7 No os engañéis; de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare, eso cosechará. 8 Quien sembra­re en su carne, de la carne cosechará la corrupción; pero quien siembre en el es­píritu, del espíritu cosechará la vida eter­na. ' No nos cansemos de hacer el bien, que a su tiempo cosecharemos, si no desfallecemos. 10 Por consiguiente, mien­tras hay tiempo, hagamos bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe.

Conclusión n Ved con qué grandes letras os escribo

de mi propia mano. 12 Los que quieren gloriarse en la carne, ésos os fuerzan a circuncidaros sólo para no ser perseguidos por la cruz de Cristo. 13 Ni los mismos circuncidados guardan la Ley, pero quie­ren que vosotros os circuncidéis para glo­riarse en vuestra carne. 14 Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo; * ls que ni la circun-

e 12 La circuncisión había sido dada a Abraham como señal de la alianza por Dios otorgada ** al patriarca. Por esta señal hecha en la carne quedaba uno incorporado al pueblo de Abraham y a las promesas divinas. Los profetas comienzan a explicarlo al hablar de la circuncisión del corazón y de los oídos, que es la obediencia a la Ley de Dios. Este era tipo del bautismo, por el cual somos incorporados a Jesucristo y a su Iglesia. Los judíos hacían extremado aprecio de este rito, que im­plicaba la obligación de todos los preceptos de la Ley. San Pablo, cansado ya de tanto oír hablar de circuncisión y recordando las costumbres de los sacerdotes de Cibeles, que se mutilaban, pro­nuncia estas palabras de desahogo: j Que se castren!

14 A todos los preceptos de la Ley, el Evangelio substituye este único precepto: el amor, que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones por la fe en Jesucristo. La cita es de Lev 19,18. Pero en el texto el prójimo es el miembro del pueblo de Dios, el ciudadano de Israel, mientras que en San Pablo son todos los rescatados por Jesucristo. C 14 Los judaizantes pretendían imponer la circuncisión y la Ley, primero para incorporar a su ** nación a los nuevos convertidos y gloriarse así en ellos; luego, para no aparecer ante los judíos

1213 EPÍSTOLAS DE LA CAUTIVIDAD

cisión es nada ni el prepucio, sino la nueva criatura.16 La paz y la misericordia caerán sobre cuantos se ajusten a esta regla y sobre el Israel de Dios.

17 Por lo demás, que nadie me moleste,

que llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús.

i 8 La gracia de nuestro Señor Jesu­cristo sea, hermanos, con vuestro espíri­tu. Amén.

incrédulos como traidores a su nación y desertores de ella. Mas a Pablo nada le importa el título de hijo de Israel; su gloria está toda en la cruz de Cristo. Los devotos de Cibeles solían marcarse en las carnes como siervos de la diosa; igual hacían los esclavos, que llevaban la marca de su señor, y los soldados, la del ejército. San Pablo no tiene otra marca que la de Cristo, de quien se declara siervo.

EPÍSTOLAS DE LA CAUTIVIDAD

I . Es sentencia común, por pocos contradicha, que San Pablo estuvo preso dos veces: la primera, la que nos cuenta San Lucas (Act 21,17-28,31), y la segunda, aquella en que escribió la segunda epístola a Timoteo, y que acabó con su martirio. A la primera se atribuyen cuatro epístolas, dirigidas una a los efesios, otra a los filipenses, otra a los colosenses y la otra a Filemón. Nos atenemos al orden de la Vul-gata. En estas cartas se habla de su cautiverio y de cómo el Señor lo hizo redundar en beneficio del Evangelio, y manifiesta las buenas esperanzas que tenía de su libertad. Entre los que contradicen la opinión común, de que hayan sido escritas en Roma, algunos quieren que lo hayan sido en Cesárea, en los dos años que allí estuvo detenido por Félix; pero no se ve cómo en aquella situación pudiera tener el Apóstol tan buenas esperanzas de libertad, hasta decir a Filemón que le preparase hospedaje (Flm 22,), sobre todo si a esto se añade la revelación del Señor de que daría testimonio de El en Roma (Act 23,11). Otros quieren que haya sido Efeso la ciudad en que San Pablo estuvo preso y escribió estas epístolas. En 2 Cor 1,8 habla de la gran tribulación sufrida en Asia; en 1 Cor 15,32 asegura haber luchado con fieras (humanas) en Efeso. Sin negar que San Pablo haya podido sufrir alguna breve prisión como la de Filipos (Act 16,11 ss.), no es razonable admitir una prisión larga, que hubiera inte­rrumpido su ministerio, tan fructuoso, sin que hubiera sido mencionada por San Lucas.

2. En el patético discurso de despedida que San Pablo dirigió a los presbíteros de Efeso (Act 20,18 ss.) asegura el Apóstol que de entre ellos se levantarán lobos rapaces que formarán sectas perversas. En estas cartas, escritas unos cuatro o cinco años más tarde, habla ya San Pablo de esas sectas, que comienzan a aparecer. Son las del gnosticismo, que en el siglo II alcanzarán todo su desarrollo. Al presente sólo las conocemos por los escasos datos de San Pablo. Parece que reducían a Jesucristo al orden de las jerarquías angélicas y además intentaban imponer las observancias de la Ley mosaica en lo que toca a los alimentos y a las fiestas. Hasta es posible que hubiera aquí algunos elementos dualistas de origen persa, que entran luego en la com­posición de los varios sistemas gnósticos. Estas doctrinas dieron ocasión al Apóstol para descubrirnos nuevos aspectos de la persona de Jesús en sus relaciones con la Divi­nidad y con la Iglesia. La inteligencia de San Pablo estaba tan llena de la idea de Jesús, que no necesitaba más que una ligera excitación para derramar nuevos rayos de luz sobre El.

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EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

I . Era Efeso una gran ciudad, muy rica por su comercio, y capital de la provincia romana de Asia. En ella se veneraba una antigua divinidad asiática, asimilada a Artemisa y a la Diana latina. Su templo, considerado como la séptima maravilla del mundo, se llamaba Artemisión y era centro de peregrinación de toda el Asia.

_ San Pablo predicó en esta ciudad durante su tercera misión y permaneció en ella casi tres años, predicando el Evangelio con gran éxito, pues de Efeso se derramó la fe por todas las provincias de Asia (Act 18,23-20,1).

2. La epístola ha sido escrita durante su prisión por Jesucristo (3,1). Pero acerca de los destinatarios de ella se han suscitado diversas dudas y propuesto dis­tintas sentencias. Ante todo es de extrañar que una epístola escrita a una iglesia recientemente fundada por el Apóstol, de la cual tan patéticamente se despidió al dejarlos (Act 20,17 ss.), sea tan impersonal, sin ninguno de aquellos desahogos afec­tuosos, que tanto abundan en las epístolas de San Pablo, y sin aquella serie de saludos y recomendaciones personales, que dan a estas epístolas el carácter de cartas familiares. Añádase a esto que la única expresión que en esta epístola nos recuerda a Efeso, «a todos los santos que están en Efeso», falta en algunos códices antiguos o está añadida de segunda mano. En tercer lugar, Marción da esta epístola como escrita a los laodi-censes. Finalmente, San Pablo mismo, en la epístola a los Colosenses (4,16), habla de una epístola escrita a los de Laodicea.

3 . Por esto se ha supuesto, para resolver estas dificultades, que se trata de una encíclica llevada por Tíquico, portador de todas estas epístolas, el cual debía dejar una copia en cada iglesia por donde pasaba. Esto explicaría el carácter más abstracto de la epístola y también que entre los varios destinatarios hubiera prevalecido Efeso por la importancia de la sede, aunque no sin dejar vestigios en contrario.

4. La carta, después del saludo (1,1-2), empieza con una bendición a Dios, en que expone el misterio de la redención por Jesucristo (1,3-14); sigue luego expli­cándonos el misterio de la Iglesia, creación del mismo Jesucristo Redentor (1,15-3,21). A esta primera parte dogmática sigue la moral o parenética, en que exhorta a conservar la unidad (4,1-16), la santidad de la vida en todos los estados de la Iglesia (4,17-6,9), y termina con un epílogo, en que los anima a volver sobre sí mismos, armados con las armas de las virtudes cristianas (6,10-20). A Tíquico, portador de la carta, le encomienda informarnos acerca del estado de su causa.

CT JIM A R TO SALUDO (1,1-2; .—PRIMERA PARTE: Del cuerpo de Cris-UUIUÍUUV t ( j ) qug e¡ ¡a ¡glesia c I )3.3>2I /).__SEGUNDA PARTE: Pre­

ceptos morales (4-6).

Saludo

1 1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y

fieles de Jesucristo en Efeso: 2 sean con vosotros la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesu­cristo.

PRIMERA PARTE

D E L CUERPO DE C R I S T O , QUE ES LA

IGLESIA

(1,3-3,21)

El plan divino de la salud 3 Bendito sea Dios y Padre de nues­

tro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; * 4 por cuanto que en El nos

•• 3 En forma de bendición a Dios Padre, el Apóstol nos traza aquí el plan de la redención en Jesu-• cristo, hasta el fin de ella, que es la consecución de la gloria. Muy de notar es en este proceso

el plan divino, en que se desenvuelve la bendición espiritual con que el Padre nos bendijo en los cielos. Nos eligió antes de la constitución del mundo, o sea ab aeterno, para ser santos e inmacula-

1215 EFESIOS 1-2

eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e inmacula­dos ante El, 5 y nos predestinó en cari­dad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia. Por esto nos hizo gratos en su amado, 7 en quien tenemos la reden­ción por la virtud de su sangre, la remi­sión de los pecados, según las riquezas de su gracia, 8 que superabundantemente derramó sobre nosotros en perfecta sa­biduría y prudencia. g Por éstas nos dio a conocer el misterio de su voluntad, conforme a su beneplácito, que se pro­puso realizar en Cristo 10 en la pleni­tud de los tiempos, reuniendo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, 11 en El, en quien hemos sido heredados por la predestinación, según el propósito de aquel que hace todas las cosas confor­me al consejo de su voluntad, 12 a fin de que cuantos esperamos en Cristo sea­mos para alabanza de su gloria. 13 En El también vosotros, que escucháis la palabra de la verdad, el Evangelio de nuestra salud, en el que habéis creído, fuisteis sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, * l 4 prenda de nuestra herencia, rescatando la posesión que El se adquirió para alabanza de su gloria.

Acción de gracias 15 Por lo cual yo también, conocedor

de vuestra fe en el Señor Jesús y de vues­tra caridad para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros y de hacer de vosotros memoria en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo y Padre de la gloria os conceda espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de El, !8 iluminando los ojos de vuestro cora­zón. Con esto entenderéis cuál es la es­peranza a que os ha llamado, cuáles las riquezas y la gloria de la herencia otorga­da a los santos 19 y cuál la excelsa gran­deza de su poder para con nosotros los creyentes, según la fuerza de su podero­sa virtud, 20 que El ejerció en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sen­tándole a su diestra en los cielos, 21 por encima de todo principado, potestad, vir­tud y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino tam­bién en el venidero. 2 2 A El sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por ca­beza de todas las cosas en la Iglesia,

2 3 que es su cuerpo la plenitud del que lo acaba todo en todos.

El poder de Dios en los cristianos

2 ' Y vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados, 2 en los

que en otro tiempo habéis vivido, siguien­do el espíritu de este mundo, bajo el príncipe de las potestades aéreas, bajo el espíritu que actúa en los hijos rebel­des ; -' entre los cuales todos nosotros fui­mos también contados en otro tiempo y seguimos los deseos de nuestra carne, cumpliendo la voluntad de ella y sus de­pravados deseos, siendo por nuestra con­ducta hijos de ira, como los demás; 4 pero Dios, que es rico en misericordia por el gran amor con que nos amó, 5 y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida por Cristo—de gra­cia habéis sido salvados—, 6 y nos resu­citó y nos sentó en los cielos por Cristo Jesús, 7 a fin de mostrar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. 8 Pues de gracia habéis sido sal­vados por la fe, v esto no os viene de vosotros, es don de Dios ; 9 no viene de las obras, para que nadie se gloría; 1° que hechura suya somos, creados en Cristo Jesús, para hacer buenas obras, que Dios de antemano preparó, para que en ellas anduviésemos.

Reconciliación de judíos y gentiles por Cristo

11 Por lo cual, acordaos de que un tiempo vosotro?, gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la llamada cir­cuncisión, que se hace en la carne, 12 es­tuvisteis entonces sin Cristo, alejados de la sociedad de Israel, extraños a la alianza de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el m u n d o ; 13 mientras que ahora, por Cristo Jesús, los que un tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo; 1 4 pues El es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derribando el muro de separación, la enemistad, 15 anulando en su carne la Ley de los mandamientos formulada en decretos, para hacer en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, y estableciendo la paz, 1 6 y reconciliándolos a ambos en un solo cuerpo con Dios, por la cruz, dando muerte en sí mismo a la enemis­tad. 17 Y viniendo nos anunció la paz a los de lejos y la paz a los de cerca,

dos ante El; en caridad nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad y para alabanza de la gloria de su gracia; con esto nos hizo gratos a sí mismo en su Hijo amado. Con esto tenemos en Jesucristo la redención por la virtud de su sangre y tenemos la remisión de los pecados en virtud de las riquezas de su gracia, que abundantemente derramó sobre nosotros, acompañada de perfecta sabiduría y prudencia.

13 El Espíritu Santo es sello que nos marca como hijos de Dios y es prenda de la vida eterna.

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BÍJSSIOS ü-9 1216

1 8 pues por El tenemos los unos y los otros el poder de acercarnos al Padre en un mismo Espíritu. 19 Por tanto , ya no sois extranjeros y huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familiares de D i o s , 2 0 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús, 2 1 en quien bien t rabada se alza toda la edificación para templo santo en el Se­ñor, * en quien vosotros también sois edificados para morada de Dios en el Espíritu.

L a m i s i ó n d e P a b l o

3 i Por esto yo, Pablo, estoy prisio­nero de Cristo Jesús por amor de

vosotros los gentiles, 2 puesto que ha­béis oído la dispensación de la gracia de Dios a mí conferida en beneficio vues­tro, 3 cuando por una revelación me fue dado a conocer el misterio que bre­vemente arriba os dejo expuesto. 4 Por su lectura podéis conocer mi inteligen­cia del misterio de Cristo, que 3 no fue dado a conocer a las generaciones pasa­das, a los hijos de los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos após­toles y profetas por el Espíritu: * 6 Que son los gentiles coherederos y miembros todos de un mismo cuerpo, copartícipes de las promesas por Cristo Jesús mediante el Evangelio, * 7 cuyo ministro fui hecho yo por don de la gracia de Dios a mí otorgada por la acción de su poder. 8 A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada esta gracia de anunciar a los gentiles la incalculable riqueza de Cristo 9 y darle luz acerca de la dispen­sación del misterio oculto desde los siglos en Dios, creador de todas las cosas , 1 0 pa­ra que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por la Iglesia a los principados y potestades en los cielos, u conforme al plan eterno que El ha realizado en Cristo Jesús, nuestro Se­ñor, 1 2 en quien tenemos la franca segu­ridad de acercarnos a El confiadamente por la fe. 13 Por lo cual os pido que no

desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, pues ellas son vuestra gloria.

P a b l o ora por sus correspondientes 1 4 Por esto yo doblo mis rodillas ante

el Padre, w de quien procede toda fami­lia en los cielos y en la tierra, * i« para que, según los ricos tesoros de su gloria, os conceda ser poderosamente fortale- • cidos en el hombre interior por su Espí­ritu, 17 que habite Cristo por la fe en vuestros corazones y, arraigados y fun­dados en la caridad, i 8 podáis compren­der, en unión con todos los santos, cuál es la anchura, la longura, la altura y la profundidad 19 y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

D o x o l o g í a 2 0 Al que es poderoso para hacer que

copiosamente abundemos más de lo que pedimos o pensamos, en virtud del po­der que actúa en nosotros, 2 1 a El sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

SEGUNDA P A R T E

PRECEPTOS MOEALES (4-6)

E x h o r t a c i ó n a la u n i d a d

4 1 Así, pues, os exhorto yo, preso en el Señor, a andar de una manera

digna de la vocación con que fuisteis llamados, 2 con toda humildad, manse­dumbre y longanimidad, soportándoos los unos a los otros con caridad, 3 solícitos de conservar la unidad del espíritu me­diante el vínculo de la paz. 4 S ó l o hay un cuerpo y un espíritu, como también una sola esperanza, la de vuestra voca­ción. * 5 Sólo un Señor, una fe, un bautis­mo, 6 un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.

22 * El templo era la morada de Dios, y eso es ahora la Iglesia y lo es cada alma fiel: como morada santificada por el Espíritu Santo y hecha digna de Dios. Esta idea, tan repetida en el Antiguo

Testamento, la ve el Apóstol realizada más perfectamente por el misterio de la encarnación y por la santificación nuestra.

O 5 El lenguaje de los profetas cuando hablan de Cristo, sobre todo de su pasión, es muy obscu-** ro; ahora es cuando se nos revela plenamente.

6 El Apóstol llama misterio, y gran misterio, el de reunir a todos los pueblos para hacerlos uno solo en Cristo, borrando privilegios de Israel, de los que antes se gloriaba.

15 Familia es aquí el conjunto de las jerarquías celestes y humanas, todas creadas por Dios para constituir su familia en los cielos, siendo El el Padre de todos.

A 4 La unidad de la Iglesia, que es el cuerpo místico de Cristo, implica la unidad del Espíritu, ^ que la alienta y da vida; la unidad de nuestra esperanza, que es nuestra resurrección gloriosa; la unidad del Señor Jesucristo; la unidad de la fe y del bautismo, por los que nos incorporamos a El; finalmente, la unidad de Dios, Padre de todos, fuente primordial de cuanto tiene ser, el cual está «obre todos y sobre todo, por todos difundido mediante la gracia y en todos habitando por ella.

1217 EFESIOS 4-5

D i v e r s i d a d d e d o n e s

7 A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo. 8 Por lo cual dice: Subiendo a las alturas, llevó cautiva la cautividad, repartió do­nes a los hombres. * 9 Eso de «subir», ¿qué significa sino que primero bajó a estas partes bajas de la tierra? 1° El .mis­mo que bajó es el que subió sobre todos los cielos para llenarlo todo ; ll y El constituyó a los unos apóstoles, a los otros profetas, a éstos evangelistas, a aquéllos pastores y doctores, J 2 p a r a la perfección consumada de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del co­nocimiento del Hijo de Dios, cual varo­nes perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo, 1 4 para que ya no seamos ni­ños, que fluctúan y se dejan llevar de todo viento de doctrina por el engaño de los hombres, que para engañar em­plean astutamente los artificios del error, 1 5 sino que, al contrario, abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a aquel que es nuestra ca­beza, Cristo, 1 6 de quien todo el cuerpo, t rabado y unido por todos los ligamen­tos que lo unen y nutren para la opera­ción propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad. *

E l h o m b r e viejo 17 Os digo, pues, y os exhorto en el

Señor a que no viváis ya como viven los gentiles, en la vanidad de sus pensa­mientos, l8 obscurecida su razón, ajenos a la vida de Dios por su ignorancia y la ceguera de su corazón. 19 Embrutecidos, se entregaron a la lascivia, derramándose ávidamente con todo género de impure­

za. 2<> N o es esto lo que vosotros habéis aprendido de Cristo, 2 1 si es que le ha­béis oído y habéis sido instruidos en la verdad de Jesús. 2 2 Dejando, pues, vues­tra antigua conducta, despojaos del hom­bre viejo, viciado por la corrupción del error; 23 renovaos en vuestro espíritu 2 4 y vestios del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdaderas. *

C o n s e j o s va r io s 2 3 Por lo cual, despojándoos de la men­

tira, hable cada uno verdad con su pró­jimo, pues que todos somos miembros unos de otros. 2¿ Si os enojáis, no pe­quéis ni se ponga el sol sobre vuestra iracundia. * 2 7 N o deis entrada al diablo. 2 8 El que robaba, ya no robe ; antes bien, afánese trabajando con sus manos en algo de provecho de que poder dar al que tiene necesidad. 2 ' N o salga de vues­tra boca palabra áspera, sino palabras buenas y oportunas para edificación, a fin de ser gratos a los oyentes. 3 0 Guar­daos de entristecer al Espíritu Santo de Dios, en el cual habéis sido sellados para el día de la redención. 31 Alejad de vos­otros toda amargura, arrebato, cólera, indignación, blasfemia y toda maligni­dad. 3 2 Sed más bien unos para otros bondadosos, compasivos, y perdonaos los unos a los otros, como Dios os ha per­donado en Cristo.

5 l Sed, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados, 2 y vivid en ca­

ridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave. 3 Cuanto a la forni­cación y cualquier género de impureza o avaricia, que ni siquiera pueda decirse que lo hay entre vosotros, como convie­ne a san tos ;* 4 ni palabras torpes, ni

8 Estas palabras son del salmo 68,19. Se dicen de Dios entrando triunfante con su pueblo en Sión, donde recibe los homenajes y ofrendas de los hombres. San Pablo las acomoda a Jesucristo entrando triunfante en la gloria, no para recibir dones, sino para repartir los dones de su gracia a los redimidos; dones diversos a cada uno para constituir la hermosura del cuerpo místico de Cristo, pero conspirando todos a su perfección.

16 Este pasaje contiene la idea del cuerpo místico de Cristo expresada con mayor claridad que en cualquier otro lugar. Como en el cuerpo hay muchos miembros, todos trabados por ligamentos, unidos por el sistema nervioso y el vascular, por los que se les transmite el alimento y se les imprime el movimiento para obrar, así en la Iglesia. Estos miembros son los varios oficios jerárquicos, que reciben todos su fuerza y virtud de la cabeza, que es Cristo.

2 4 El hombre viejo es Adán, pecador, y los hijos nacidos de él en pecado. El nuevo es Cristo y los hijos nacidos de El por la gracia.

26 En rigor, puede uno irritarse contra el mal sin excederse los términos de la razón y, por tanto, sin pecar, aunque esto sea raro.

Estas palabras, que traducimos en la forma mejor adaptada al contexto, están tomadas del salmo 4,5 según la versión de los LXX. El texto hebreo suena de un modo algo diferente. El salmista, dirigiéndose a los enemigos que le molestan, les dice: «Temblad» ante la cólera de Dios y «no pe­quéis», no sea que descargue sobre vosotros su ira.

C 3 San Pablo, que conocía bien la corrupción de las costumbres de la sociedad pagana (Rom 1, ** 24 ss.), insiste mucho en la guarda de la castidad. Su argumento es éste: el cristiano es templo de Dios, templo santo y que debe conservarse siempre en perfecta santidad. Es también miembro de Cristo, a quien repugna toda impureza. Quien este principio de moral cristiana entienda com­prenderá que toda pureza es poca para lo que pide del cristiano su dignidad de templo de Dios y

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EFESIOS 5-6 1218

groserías, ni truhanerías, que desdicen de vosotros, sino más bien acción de gra­cias. 5 Pues habéis de saber que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es como adorador de ídolos, tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios. 6 Que nadie os engañe con pala­bras de mentira, pues por esto viene la cólera de Dios sobre los hijos de la re­beldía. * 7 N o tengáis parte con ellos.

Hijos d e la luz 8 Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero

ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz. * 9 El fruto de la luz es todo bondad, justicia y verdad. 10 Buscad lo que es grato al Señor, ' ' sin comunicar en las obras vanas de las ti­n i e b l a s , a n t e s bien e s t i g m a t i z a d a s , l2 pues lo que éstos hacen en secreto re­pugna decirlo; 13 y todas estas torpezas, una vez manifestadas por la luz, quedan al descubierto, y todo lo descubierto, luz es, 1 4 p o r lo cual dice: «Despierta tú que duermes y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo». *

15 Mirad, pues, que viváis circunspec­tamente, no como necios, sino como sa­bios, ' 6 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. " Por esto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor, i** Y no os em­briaguéis de vino, en el cual está la livian­dad. Llenaos, al contrario, del Espíritu, 19 siempre en salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones, 2 0 dando siempre gracias por todas las cosas a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, 2 1 sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo.

D e b e r e s d e los c ó n y u g e s 2 2 Las casadas estén sujetas a sus ma­

ridos como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es ca­beza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. 24 Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo. 25 Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella * 2 6 para santificarla, purificándola, mediante el lavado del agua, con la palabra, 2 7 a fin de presentársela así gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. 2 8 Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mu­jer, a sí mismo se ama, 2 9 y nadie aborre­ce jamás su propia carne, sino que la ali­menta y la abriga como Cristo a la Iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo. 31 «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne». * 32 Gran misterio éste, pero entendido de Cristo y de la Iglesia. * 33 Por lo demás, ame cada uno a su mu­jer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido.

D e b e r e s de los hijos y los padres

61 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque es justo. 2 «Hon­

ra a tu padre y a tu madre». Tal es el pri­mer mandamiento, seguido de promesa, 3 «para que seáis felices y tengáis larga vida sobre la tierra». " Y vosotros, pa­dres, no exasperéis a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y en la enseñanza del Señor.

Siervos y a m o s 5 Siervos, obedeced a vuestros amos se­

gún la carne, como a Cristo, con temor y temblor, en la sencillez de vuestro cora-

miembro del cuerpo místico de Cristo. Con este principio el Apóstol puede prescindir de los pre­ceptos de la Ley, que prohiben adulterar, desear la mujer del prójimo, etc.

6 Los hijos de rebeldía son los judíos, que trabajan por apartar de la fe a los creyentes, o son los judaizantes, que buscan pervertirlos.

s Los hijos de la luz son los que viven a la luz del día, porque no hay en ellos nada de que tengan que avergonzarse; al contrario de los que buscan esconderse en las tinieblas porque sus obras son vergonzosas. Era común que los paganos celebrasen por la noche sus banquetes, verda­deras orgías.

14 Estas palabras no se hallan en la Escritura. Deben de estar tomadas de algún himno cris­tiano litúrgico.

2 5 En el Antiguo Testamento es frecuentísima la imagen del matrimonio para expresar las relaciones de Dios con Israel; esta misma emplea el Apóstol para expresar las de Jesucristo con la Iglesia, y de ella, como de principio, infiere las normas de conducta entre los casados.

31 Son palabras del Gen 2,24, que contienen la institución del matrimonio (Mt 19,5). 3 2 Este misterio del matrimonio no es grande en las uniones humanas, que obedecen a la ley

dada por Dios al principio e impresa en el ser humano como en todos los vivientes; pero sí lo es en Cristo y en la Iglesia, cuya unión viene a ser expresada por el matrimonio cristiano. En el Antiguo Testamento, el matrimonio humano era el medio para declarar el matrimonio divino de Dios con su pueblo; en el Nuevo Testamento, el matrimonio de Cristo con la Iglesia es el misterio declarado en el matrimonio cristiano, que por esto queda santificado y elevado a la dignidad de sacramento.

63 Así en Ex 20,12 y Dt 5,16. Efectivamente, este mandamiento lleva aneja la promesa de la bendición que acompaña a toda familia en que reina la piedad de los hijos hacia los padres,

de donde nace la paz y la concordia, y de aquí el interés de todos por el bienestar de la familia.

1219 FILIPENSES

zón; 6 no sirviendo al ojo, como buscando agradar al hombre, sino como siervos de Cristo, que cumplen de corazón la volun­tad de Dios ; 7 sirviendo con buena vo­luntad, como quien sirve al Señor y no a hombre ; 8 considerando que a cada uno le retribuirá el Señor lo bueno que hiciere, tanto si es siervo como si es libre. 9 Y vos­otros, amos, haced lo mismo con ellos, dejándoos de amenazas, considerando que en los cielos está su Señor y el vuestro y que no hay en El acepción de personas. *

L a mil ic ia cristiana 10 Por lo demás, confortaos en- el Señor

y en la fuerza de su poder; ls vestios de toda la armadura de Dios para que po­dáis resistir a las insidias del d i a b l o , , 2 que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, con­tra las potestades, contra los dominado­res de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires. 13 Tomad, pues, la armadura de Dios, para que po­dáis resistir en el día malo, y, vencido todo, os mantengáis firmes. ' 4 Estad, pues, alerta, ceñidos vuestros lomos con la ver­

dad, revestida la coraza de la justicia l 5 y calzados los pies, prontos para anuncia1"

; el evangelio de la paz. i<> Embrazad e n

i todo momento el escudo de la fe, con q u e

! podáis hacer inútiles los encendidos dar­dos del maligno. 17 Tomad el yelmo de la salud y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, I 8 con toda suerte d e

oraciones y plegarias, orando en todo tiempo con fervor y siempre en continuas súplicas por todos los santos " y por mí, a fin de que cuando hable me sean dadas palabras con que dar a conocer con li­bertad el misterio del Evangelio,2 0 del q u 6

soy embajador encadenado para anunciar­lo con toda libertad y hablar de él corno conviene.

21 Y para que sepáis lo que a mi se re­fiere y qué hago, os lo dará a saber Tí-quico, hermano amado y fiel ministro eo c\ Señor, 2 2 que os envío para que sepáis de nosotros y consuele vuestros corazones. -3 Paz a los hermanos y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucris­t o . 2 4 La gracia sea con todos los q ue aman a nuestro Señor Jesucristo en la incorrup­ción.

9 El Apóstol, no pudiendo abolir la esclavitud, procura suavizarla con estas altas reflexiones, que brotan del Evangelio, diciendo la verdad a los siervos y a los amos.

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES

1. Filipos, ciudad de Macedonia, colonia romana desde Augusto, fue la primera ciudad que el Apóstol evangelizó en Europa al entrar en ella en su segundo viaje (Act 16,11-40). La iglesia de Filipos fue siempre muy adicta a San Pablo, hasta el punto de que éste, contra toda su costumbre, aceptase de los filipenses socorros en dinero (4,15) • Cuando supieron que el Apóstol se hallaba preso en Roma, se creyeron más obligados a atender a las necesidades del que había sido su padre en la fe. Enviá­ronle, pues, a un cierto Epafrodito, de quien hace el más cumplido elogio (2,25-30), con el oportuno socorro y para que se pusiese al servicio de San Pablo. Pero habiendo enfermado gravemente en Roma, los filipenses, al saberlo, se afligieron mucho de ello, por lo cual Pablo resolvió remitírselo a Filipos con la carta correspondiente.

2. Empieza, como de ordinario, dando gracias al Señor por la fe y la caridad de los filipenses (1,1-n); habla de su causa y de cuánto contribuyó a propagar el Evangelio (1,12-26). Exhortando a los filipenses a llevar una vida digna, del cre­yente, se levanta a hablar del misterio de Cristo de la manera más alta (1,27-3,18). Habla luego del envío de Timoteo y de Epafrodito (3,19-30) y los exhorta a huir de los judaizantes (3,31-4,1); les inculca la paz (4,2-7) y acaba dándoles las más expresivas gracias por su caridad hacia él (4,8-23).

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FILIPENSES 1 1220

S I T J Y T A I Í T O Saludo y acción de gracias (1,1-u). Desahogos del Apóstol con sus hijos filipenses (1,12-4,20). Despedida (4,21-23).

Saludo

I1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesu­cristo, a iodos los santos en Cristo

Jesús que están en Filipos con los obispos y diáconos: * 2 la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesu­cristo sea con vosotros.

Acción de gracias 3 Siempre que me acuerdo de vosotros

doy gracias a mi Dios; * 4 siempre, en to­das mis oraciones, pidiendo con gozo por vosotros, 5 a causa de vuestra comunión en el Evangelio desde el primer día hasta ahora. 6 Cierto de que el que comenzó en vosotros la buena obra la llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús. 7 Así es justo que sienta de todos vosotros, pues os llevo en el corazón; y en mis prisiones, en mi defensa y en la confirmación del Evange­lio, sois todos vosotros participantes de mi gracia. 8 Testigo me es Dios de cuánto os amo a todos en las entrañas de Cristo Jesús. 9 Y por esto ruego que vuestra caridad crezca más y más en conocimien­to y en toda discreción,10 para que sepáis discernir lo mejor y seáis puros e irrepren­sibles para el día de Cristo, n llenos de frutos de justicia por Jesucristo, para glo­ria y alabanza de Dios.

Sus cadenas contribuyen a la difusión del Evangelio

12 Quiero que sepáis, hermanos, que mi situación ha contribuido al progreso del Evangelio,13 de manera que en el pretorio y fuera de él es notorio cómo llevo mis cadenas por Cristo, * 14 y la mayor parte de los hermanos en Cristo, alentados por mis cadenas, sienten más ánimos para ha­blar sin temor la palabra de Dios.

15 Hay quienes predican a Cristo por espíritu de envidia y competencia; otros

lo hacen con buena intención; * 16 unos por caridad, sabiendo que estoy puesto para la defensa del Evangelio; 17 otros, por competencia, predican a Cristo no con santa intención, pensando añadir tri­bulación a mis cadenas. 18 Pero ¿qué im­porta? De cualquier manera, sea hipócri­ta, sea sinceramente que Cristo sea anun­ciado, yo me alegro de ello y me alegraré. 19 Porque sé que esto redundará en venta­ja mía por vuestras oraciones y por la do­nación del Espíritu de Jesucristo. 20 Con­forme a mi constante esperanza, de nada me avergonzaré; antes con entera libertad, como siempre, también ahora Cristo será glorificado en mi cuerpo, o por vida, o por muerte. * 2i Que para mí la vida es Cristo, y la muerte, ganancia.22 Y aunque el vivir en la carne es para mí fruto de apostolado, todavía no sé qué elegir. 23 Por ambas partes me siento apretado, pues de un lado deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor; 2 4por otro, quisiera permanecer en la carne, que es más necesario para vosotros. 2S Por el momento estoy firmemente persuadido de que quedaré y permaneceré con vosotros para vuestro provecho y gozo en la fe, 26 a fin de que vuestra gloria en Cristo crezca por mí con mi segunda ida a vos­otros.

Exhortación a vivir dignamente 27 Sólo os ruego que viváis de manera

digna del Evangelio de Cristo, para que, sea que yo vaya y os vea, sea que me que­de ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, luchando a una por la fe del Evangelio,28 sin aterraros por nada ante vuestros enemigos, lo que es para ellos una señal de perdición, mas para vosotros señal de salud, y esto de parte de Dios. 29 Porque os ha sido otor-

1 1 Los «santos» son los fieles purificados de sus pecados por el bautismo y llamados a llevar una vida santa, según lo que exige la fe que han recibido.

3 Considerando el Apóstol la floreciente vida cristiana de esta iglesia como un don de Dios, no puede menos de dar gracias al Señor, pidiéndole, además, que cada día perfeccione esa obra.

1 3 El pretorio era la residencia del pretor o gobernador romano. En Roma se conserva aún el Castro Pretorio, que era el cuartel de la guardia imperial o pretoriana. San Pablo vivía fuera, en una casa alquilada, pero tenía siempre consigo un pretoriano encargado de su custodia, que era relevado cada día o varias veces al día.

1 5 En todo este párrafo alude el Apóstol a los judaizantes, que, confesando la necesidad de la gracia para salvarse, persistían en la necesidad de la Ley mosaica. Por esto perseguían al Apóstol, tratando de deshacer su obra, que se apoyaba sobre la gracia de Jesucristo. Son interesantes a este propósito las palabras que Santiago dirigió a San Pablo en Act 21,21. En ellas expresa las quejas de los convertidos del judaismo contra el Apóstol «porque enseñaba a los judíos de la dispersión a renunciar a Moisés, a la circuncisión y a las costumbres mosaicas». En este momento, mirando que todos dan a conocer a Cristo, San Pablo prescinde de lo demás y se muestra satisfecho.

2 0 El Apóstol está sometido a un proceso del que tiene esperanza de salir bien para continuar su labor en beneficio de la Iglesia; pero si así no fuera y hubiera de morir, no se apena por ello. La muerte para él será la unión con Cristo. Por esto, entre la vida y la muerte no sabe qué elegir.

1221 FILIPENSES 1-3

gado no sólo creer en Cristo, sino también padecer por El, * 30 sosteniendo el mismo combate que habéis visto en mí y ahora oís de mí.

Exhortación al olvido de sí mismo

2 1 Si hay, pues, en vosotros algún po­der de consolar en Cristo, algún re­

frigerio de amor, alguna comunicación del Espíritu y entrañas de misericordia, 2 haced cumplido mi gozo, teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir. 3 No ha­gáis nada por espíritu de competencia, nada por vanagloria; antes, llevados de la humildad, teneos unos a otros por supe­riores, 4 no atendiendo cada uno a su propio interés, sino al de los otros. 5 Te­ned los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, 6 quien, existiendo en la for­ma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, 7 antes se anona­dó, tomando la forma de siervo y ha­ciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre 8 se humilló, he­cho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, 9 por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un nombre sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tie­rra y en los abismos, n y toda lengua con­fíese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre.

12 Así, pues, amados míos, como siem­pre habéis obedecido, no sólo cuando es­taba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente, con temor y temblor tra­bajad por vuestra salud. 13 Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito. 14Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, 15 a fin de que seáis irreprensibles y sen­cillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo, 1<s llevando en alto la palabra de vida, que en el día de Cristo será para gloria mía no haber corrido en vano ni haberme en vano afanado. 17 Y aunque tuviera que libarme sobre el sacrificio y el

graos, pues, también vosotros de esto mismo y congratulaos conmigo.

Timoteo, enviado de Pablo 19 Espero en el Señor Jesús poder en­

viaros pronto a Timoteo, a fin de que yo también cobre ánimo conociendo vuestra situación. 20 Porque a ningún otro tengo tan unido a mí que sinceramente se pre­ocupe de vuestras cosas,2I pues todos bus­can sus intereses, no los de Jesucristo. 22 Vosotros conocéis su probada fidelidad y que, como un hijo a su padre, me sirvió en el Evangelio. 23 A éste espero enviaros en seguida que sepa el resultado de mi causa,24 y confío en el Señor que yo mis­mo podré ir pronto.

Epafrodito 25 He creído necesario enviaros a Epa­

frodito, nuestro hermano, cooperador y camarada mío, vuestro enviado y minis­tro en mis necesidades, 26 puesto que está suspirando por todos vosotros y está an­gustiado, porque sabe que ha llegado a noticia vuestra que estuvo enfermo. 27 Ciertamente que estuvo a punto de mo­rir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza. 28 Así, pues, le envío más prestamente, para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo. 29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría y hon­rad a los que son como él, 30 que por el servicio de Cristo estuvo a la muerte, ha­biendo puesto en peligro su vida para suplir en mi servicio vuestra ausencia.

Deben guardarse de los judaizantes

3 1 Por lo demás, hermanos míos, ale­graos en el Señor. Escribiros siempre

lo mismo no es molesto para mí y es para vosotros saludable. 2 Ojo a los perros, guardaos de los malos obreros, cuidado con la mutilación; * 3 porque la circunci­sión somos nosotros, los que servimos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra con­fianza en la carne. * 4 Aunque yo podría

servicio de vuestra fe, me alegraría y me confiar en la carne, y si hay algún otro congratularía con todos vosotros. * 18 Ale-1 que crea poder gloriarse en ella, yo más

2 9 El Señor ha dicho: «Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia». Y más claramente: «Bienaventurados cuando os insulten y persigan por mí, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,10-12). Por esto considera el Apóstol una gloria de los filipenses sufrir por su fe en Jesucristo.

O 17 Ai sacrificio se solía añadir la libación. San Pablo, que había ofrecido ya el sacrificio de si ~* mismo por la salud de los filipenses, está dispuesto a ofrecerse también en libación por ellos mismos.

O 2 Esta frase debe ser el «cave canem» que se leía a la entrada de las casas romanas. Los judíos ** y judaizantes perseguían al Apóstol por doquier, con un ensañamiento que no sabemos tuvie­ran con los otros apóstoles. No podían perdonarle su «traición» a la antigua fe y su completo olvido de los privilegios nacionales de Israel.

3 En la carne, es decir, en la circuncisión camal y en la descendencia de Abraham.

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FILIPENSES 3-4 1222

todavía. 5 Circuncidado al octavo día, de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos, y según la Ley, fariseo, 6 y por el celo de ella perseguidor de la Iglesia; según la justicia de la Ley, irreprensible. ^ Pero cuanto tuve por ven­taja lo reputo daño por amor de Cristo, 8 y aun todo lo tengo por daño, a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacri­fiqué y lo tengo por estiércol, con tal de gozar a Cristo 9 y ser hallado en El no en posesión de mi justicia, la de la Ley, sino de la justicia que procede de Dios, que se funda en la fe y nos viene por la fe de Cristo; 1° para conocerle a El y el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, conformándome a El en la muerte n por si logro alcanzar la resurrección de los muertos.

L a p r o f e s i ó n d e P a b l o 12 N o es que la haya alcanzado ya, es

decir, que haya logrado la perfección, sino que la sigo por si le doy alcance, por cuan­to yo mismo fui alcanzado por Cristo Je­sús. 13 Hermanos, yo no creo haberla aún alcanzado; pero dando al olvido lo que ya queda atrás, me lanzo en persecución de lo que tengo delante, 14 corro hacia la meta, hacia el galardón de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. I 5 Y cuantos somos perfectos, esto mismo sin­tamos ; y si en algo sentís de otra manera, Dios os hará ver eso que os digo. ,ft De cualquier modo, perseveremos firmes en eso que hubiéremos alcanzado.

L a i m i t a c i ó n d e P a b l o 17 Sed, hermanos, imitadores míos y

atended a los que andan según el modelo que en nosotros tenéis, 18 porque son mu­chos los que andan, de quienes frecuente­mente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, que son enemigos de la cruz de Cristo. 19 El término de ésos será la per­dición, su Dios es el vientre, y !a confu­sión será la gloria de los que tienen el co razón pues to en las cosas te r renas . 20 Porque somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos al Salvador y Señor Je­sucristo, 21 que reformará el cuerpo de nuestra vileza conforme a su cuerpo glo­rioso en virtud del poder que tiene para someter a sí todas las cosas. *

41 Así que, hermanos míos amadísi­mos y muy deseados, mi alegría y mi

corona, perseverad firmes en el Señor, ca­rísimos. 2 Ruego a Evodia y a Síntique tener los mismos sentimientos en el Se­

ñor. 3 Y a ti también, generoso colabora­dor, te ruego que ayudes a ésas, que han luchado mucho por el Evangelio conmigo y con Clemente y con los demás colabo­radores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

L a a legr ía y la p a z

4 Alegraos siempre en el Señor; de nue­vo os digo: alegraos. 5 Vuestra modestia sea notoria a todos los hombres. El Señor está próximo. 6 Por nada os inquietéis, sino que en todo tiempo, en la oración y en la plegaria, sean presentadas a Dios vuestras peticiones acompañadas de ac­ción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepuja t odo en tend imien to , guarde vuestros corazones y vuestros pensamien­tos en Cristo Jesús. 8 Por lo demás, her­manos, atended a cuanto hay de verdade­ro, de honorable, de justo, de puro, de amable, de laudable, de virtuoso y de dig­no de alabanza; a eso estad atentos, 9 y practicad lo que habéis aprendido y re­cibido y habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz será con vosotros.

G e n e r o s i d a d d e los filipenses p a r a c o n S a n P a b l o

10 Grande fue mi gozo en el Señor des­de que vi que habéis reavivado vuestro afecto por mí. " En verdad sentíais afec­to, pero no teníais oportunidad de mani­festarlo. Y no es por mi necesidad por lo que os digo esto, pues sé muy bien contentarme con lo que t engo . 1 2 Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundancia; a todo y por todo estoy bien enseñado: a la hartura y al hambre, a abundar y a care­cer. i3 Todo lo puedo en aquel que me conforta. 14 Sin embargo, habéis hecho bien tomando parte en mis tribulaciones. 15 Bien sabéis vosotros, filipenses, que al comienzo del Evangelio, cuando partí de Macedonia, con ninguna iglesia tuve cuen­ta de dado y recibido; sólo con vosotros. 16 Porque, estando en Tesalónica, más de una vez me enviasteis con qué atender a mi necesidad. 17 N o es que yo busque dá­divas, sino que busco fruto que produzca interés en vuestra cuenta. 18 Tengo ya de todo, vivo en abundancia y estoy al colmo después que recibi de Epafrodito lo que de vosotros me trajo: olor de suavidad, hostia acepta a Dios. 19 Mi Dios os dará todo lo que os falta, según sus riquezas en gloria, en Cristo Jesús. 2" A Dios y Padre nuestro, gloria por los siglos de los siglos. Amén.

21 Jesús dice varias veces en San Juan que a los suyos los resucitará en el último día. El ejem­plar de esta resurrección será la suya propia (Jn 6,39.40.44.55).

1223 COLOSENSES 1

C o n c l u s i ó n 21 Saludad a todos los santos en Cristo

Jesús. Os saludan los hermanos que es­tán conmigo. 2 2 Os saludan todos los san­

tos, y principalmente los de la casa del César. * 23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.

2 2 Entre la servidumbre del palacio imperial abundaban los cristianos, como también los pro­sélitos judíos.

EPÍSTOLA A LOS COLOSENSES

I . Dándonos San Lucas a conocer el éxito de la predicación de San Pablo en Efeso, dice que por dos años predicó en la escuela de Tirano, de suerte que todos los moradores de Asia, judíos y gentiles, oyeron la palabra (Act ig,io). Uno de los que la oyeron con más fruto fue un cierto Epafras, natural de Colosas, ciudad próxima a Laodicea y a Hierápolis, y que Plinio señala entre las más célebres ciudades de Frigia. Epafras, vuelto a su patria con el tesoro de la fe de Cristo, que habla hallado en Efeso, se dio a comunicárselo a sus compatriotas, llegando a fundar una iglesia que se mostró muy devota del Apóstol. No mucho después vino a encontrarse con San Pablo en Roma, informándole del estado de las iglesias de Frigia y de los peligros que corría la fe a causa de los nuevos doctores que iban apareciendo. San Pablo tomó aquí ocasión para escribir esta carta a los colosenses y otra a los laodicenses, de que habla en la primera (4,16).

2. Al saludo acostumbrado sigue una acción de gracias por la fe y la virtud de los colosenses (1,1-14). Luego habla de Jesucristo y de su excelentísima dignidad (1,15-24). El Apóstol está encargado de pregonar el misterio de Cristo, y ello le lleva a preocuparse de los colosenses y laodicenses (1,25-2,3) y a impugnar a los falsos doctores, que de una parte rebajan la dignidad de Cristo y de otra quieren imponer la circuncisión y otras prácticas judaicas (2,4-23). A esto siguen las amo­nestaciones a la práctica de las virtudes cristianas (3,1-4,6), y concluye diciéndoles que Tíquico, portador de las cartas, les informará del estado de sus cosas (4,7-9) y les envía saludos de cuantos estaban en su compañía, Aristarco, Marcos, Epafras y Lucas (4,10-18).

SUMARIO SALUDO (I, 1-2).—PRIMERA P A R T E : De la excelencia de Cristo (1,3-2,23).—SEGUNDA P A R T E : Doctrina moral

(3,1-4,6). Saludos finales (4,7-18).

Saludo

I1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano

Timoteo, 2 a los santos y fieles, hermanos en Cristo que moran en Colosas: la gra­cia y la paz con vosotros de parte de Dios nuestro Padre.

P R I M E R A P A R T E

D E LA EXCELENCIA DE C R I S T O

(1,3-2.23)

A c c i ó n d e g r ac i a s

3 Incesantemente damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en

nuestras oraciones por vosotros, * 4 pues hemos sabido de vuestra fe en Cristo Je­sús y de la caridad que tenéis hacia todos los santos 5 por vuestra esperanza, depo­sitada en los cielos. En ella habéis sido instruidos por la palabra verdadera del Evangelio 6 que os llegó, y como en todo el mundo, también entre vosotros fruc­tifica y crece desde el día en que oisteis y conocisteis la gracia de Dios en pureza, 7 según que la aprendisteis de Epafras, nuestro amado consiervo, que es por nos­otros fiel ministro de Cristo, 8 el cual nos ha dado a conocer vuestra caridad en el Espíritu.

1 3 Gomo en las anteriores, Pablo da gracias a Dios por los frutos de vida cristiana que oye abun­dan en Colosas.

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COLOSENSES 1-2 1224

Oración por los colosenses 9 Por esto, también desde el día en que

tuvimos esta noticia no cesamos de orar y pedir por vosotros; para que seáis lle­nos del conocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e inteligencia es­piritual, i° y andéis de una manera digna del Señor, procurando serle gratos en to­do, dando frutos de toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios, 11 corroborados en toda virtud por el po­der de la gloria, para el ejercicio alegre de la paciencia y de la longanimidad en todas las cosas, 12 dando gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de par­ticipar de la herencia de los santos en el reino de la luz.

Jesucristo 13 El Padre nos libró del poder de las ti­

nieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, * 14 en quien tenemos la re­dención y la remisión de los pecados; 15 que es la imagen de Dios invisible, pri­mogénito de toda criatura; * I 6 porque en El fueron creadas todas las cosas del cie­lo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principa­dos, las potestades; todo fue creado por El y para El. 17 El es antes que todo y todo subsiste en El. 18 El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; El es el principio, el primogénito de los muertos, para que ten­ga la primacía sobre todas las cosas. * 19 Y plugo al Padre que en El habitase toda la plenitud * 20 y por El reconciliar consigo, pacificando por la sangre de su cruz todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo.

Los colosenses 21 Y a vosotros, otro tiempo extraños y

enemigos de corazón por las malas obras, 22 pero ahora reconciliados en el cuerpo de su carne por su muerte, para presenta­ros santos e inmaculados e irreprensibles delante de El 23 si perseveráis firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartáis de la esperanza del Evangelio bajo los cielos, y cuyo ministro he sido constituido yo, Pablo.

Pablo y el misterio de la cruz 24 Ahora me alegro de mis padecimien­

tos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia. * 25 Ministro suyo soy yo en virtud de la dispensación divina a mí confiada en beneficio vuestro, para llevar a cabo la predicación de la pa­labra de Dios, 26 el misterio escondido desde los siglos y desde las generaciones y ahora manifestado a sus santos, 27 a quienes de entre los gentiles quiso Dios dar a conocer cuál es la riqueza de la glo­ria de este misterio. Este, que es el mismo Cristo en medio de vosotros, es la espe­ranza de la gloria, * 28 a quien anuncia­mos, amonestando a todos los hombres e instruyéndolos en toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cris­to, 29 por lo cual me fatigo luchando con la energía de su fuerza, que obra podero­samente en mí.

21 Pues quiero que sepáis qué lucha sostengo por vosotros y por los de

Laodicea y por cuantos no han visto mi rostro en carne, 2 para que se consuelen

1 1 El reino de las tinieblas es el reino del error y del pecado; el reino de Jesucristo es el reino de la luz y de la verdad.

15 Este párrafo (13-20) contiene la más alta exposición de lo que es Jesucristo, el Hijo amado del Padre, en quien tenemos la redención y remisión de los pecados. Jesucristo es, ante todo, la ima­gen no sólo de las cosas visibles, sino del Dios invisible, como Verbo suyo, y como tal, invisible tam­bién (2 Cor 4,4). La segunda expresión, «Primogénito de toda criatura», no es tan clara. Del rey de Judá o del Mesías, hijo de David, se dice que es primogénito entre todos los reyes de la tierra (Sal 89, 28); de Jesucristo, que es el primogénito entre los muertos, porque es el primer resucitado y el que resucitará a los demás para la gloria (Jn 6,44; Rom 8,29 y Gol 1,18). Aquí se le llama primogénito de la creación, como imagen del Dios invisible, pues por El fueron hechas todas las cosas del cielo y de la tierra. Esta primogenitura significa la prioridad de su existencia con relación a la creación entera, no que El sea parte de esa creación. Es lo que en otros términos dice el v.17: «El es antes que todo y todo subsiste en Eli.

1 s Después de hablar de la divinidad de Jesucristo y de sus relaciones con el universo creado, pasa a hablar del mismo como Redentor y de sus relaciones con la Iglesia, de quien es cabeza, y por esto el primero en la resurrección.

19 Esta «plenitud» es, sin duda, la plenitud de la gracia, que en Cristo reside y de la cual todos necesitamos, como expresamente dice San Juan (l,t6).

2 4 La actualización de la gracia de Cristo en las almas exige muchos trabajos y penalidades de parte del Apóstol y de los demás ministros del Evangelio. Aquí tenemos indicado el gran misterio de nuestra asociación con el Salvador a su obra redentora. Unidos por la fe y la caridad con el Salva­dor, colaboramos con El en la actualización de su gracia capital, o sea en la aplicación de la gracia a las almas, mediante el ministerio apostólico, la oración y el sacrificio.

27 Este gran misterio encomendado a San Pablo para que lo diese a conocer al mundo es la incor­poración de los gentiles a Cristo, o sea Cristo morando en medio de los gentiles para incorporarlos a sí.

29 Estas fatigas del Apóstol, necesarias para llevar a las almas la gracia de Jesucristo, son una especie de complemento de los sufrimientos de Cristo, aunque de Cristo es de quien recibe el Após­tol la energía con que los realiza.

1225 COLOSENSES 2-3

vuestros corazones, a fin de que, unidos en la caridad, alcancéis todas las rique­zas de la plena inteligencia y conozcáis el misterio de Dios, esto es, a Cristo, 3 en quien se hallan escondidos todos los te­soros de la sabiduría y de la ciencia. *

Deben guardarse de los errores 4 Esto os digo para que nadie os enga­

ñe con argumentos capciosos; 5 pues aun­que estoy ausente en la carne, en el espíri­tu estoy en medio de vosotros, alegrándo­me de vuestro buen concierto y de la fir­meza de vuestra fe en Cristo 6 Pues como habéis recibido al Señor Cristo Jesús, an­dad en El, 7 arraigados y fundados en El, corroborados por la fe, según la doctrina que habéis recibido, abundando en acción de gracias, 8 Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, en los elemen­tos del mundo y no en Cristo. * 9 Pues en Cristo habita toda la plenitud de la divi­nidad corporalmente, * 10 y estáis llenos de El, que es la cabeza de todo principado y potestad, n en quien fuisteis circuncida­dos con una circuncisión no de manos de hombre, no por la amputación de la car­ne, sino con la circuncisión de Cristo. 12 Con El fuisteis sepultados en el bautis­mo y en El asimismo fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que le resu­citó de entre los muertos. 13 y a vosotros, que estabais muertos por vuestros delitos y por el prepucio de vuestra carne, os vi­vificó con El, perdonándoos todos vues­tros delitos, 14 borrando el acta de los de­cretos que nos era contraria, que era con­tra nosotros, quitándola de en medio y clavándola en la cruz;* 1 5y despojando a los principados y a las potestades, los sacó valientemente a la vergüenza, triun­fando de ellos en la cruz.

La ascesis frigia 16 Que ninguno, pues, os juzgue por la

comida o la bebida, por las fiestas, los novilunios o los sábados, 17 sombra de lo futuro, cuya realidad es Cristo. 18 Que nadie con afectada humildad o con el culto de los ángeles os prive del premio, haciendo alarde de lo que ha visto, hin­chándose sin fundamento de su inteligen­cia carnal, * 19 y no teniendo la cabeza, por la cual el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos, crece por crecimiento divino. 20Pues si con Cristo estáis muertos a los elementos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os dejáis subyugar? 21 «No co­jas, no gustes, no toques». * 22 Todos és­tos, ¿no son preceptos y enseñanzas hu­manas de cosas que con el uso se consu­men? 23 Son preceptos que implican cier­ta especie de sabiduría, de afectada piedad, humildad y severidad con el cuerpo, pero sin valor alguno si no es para satisfacción de la carne.

SEGUNDA P A R T E (3,1-4,6)

DOCTRINA MORAL

31 Si fuisteis, pues, resucitados con Cris­to, buscad las cosas de arriba, donde

está Cristo sentado a la diestra de Dios; 2 pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también os manifestareis gloriosos con El.

Huida de los vicios antiguos 5 Mortificad vuestros miembros terre­

nos, la fornicación, la impureza, la livian-

O 3 La Ley era la sabiduría de los judíos, según se declara en Dt 4,6. Los nuevosdoctores prego-^ naban su gnosis, ciencia; pero la verdadera sabiduría divina se halla en sólo Cristo.^

8 Esta página alude a las nuevas doctrinas, a la falsa filosofía que comenzaba a difundirse en Asia. Contra ellas afirma lo que antes había dicho de Jesucristo, Dios y Redentor, en quien los c010-senses fueron circuncidados con la circuncisión espiritual, que perdona los pecados y da la vida la justicia. Este detalle indica que los nuevos doctores imponían la circuncisión, como lo que stg indica que querían imponer las fiestas judías, que eran sombra de ios misterios cristianos. ,

9 Este adverbio «corporalmente» puede interpretarse en dos sentidos. El uno, que la p - lm o

de la divinidad habita en Cristo real y verdaderamente, pues se hace patente en el cuerpo m 1^. que El tomó. El otro, que encarnó, tomando un cuerpo y revelándose a través de él, según lo que San Juan: «Vimos su gloria, como la que el Unigénito del Padre tiene de El» (Jn 1,14)- * e n ?t parte (Jn 1,1 s.) dice: «Lo que desde el principio hemos oído, lo que con nuestros ojos hemos vi ^ lo que palpamos con nuestras manos del Verbo de la vida, se manifestó por la vida, y nosotro. vimos y damos de ello testimonio». , , J e 1 4 Esta acta es la Ley mosaica, con sus preceptos y sanciones, que pesaba sobre el pueblo ^ Dios, y de la cual nos libró Jesucristo, admitiéndonos a formar parte de su pueblo por la sol y sin las obligaciones de la Ley. _ 1¡,

1 8 La expresión «culto de los ángeles» es prueba de que los falsos doctores predicábanla ^ gión en que entraban los ángeles como intermediarios entre Dios y los hombres, en perjuicio único mediador, Jesucristo. „ ^

2 1 Tales palabras, remedos del lenguaje de los falsos doctores, señalan otro punto de la nm 0 .

religión, que distinguía en tas cosas unas puras y otras impuras. Esta distinción existía en la L e v

saica: pero también en algunas religiones orientales, de donde pasó luego a las sectas gnósticas. O 1 Se trata de la resurrección espiritual, del alma, a la vida de la justicia, que alcanasar00 P° ** fe en Cristo y por su gracia.

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COLOSENSES 3-4 1226

dad, la concupiscencia y la avaricia, que es una especie de idolatría, 6 por las cua­les viene la cólera de Dios, ' y en las que también vosotros anduvisteis un tiempo, cuando vivíais en ellas. 8 Pero ahora de­poned también todas estas cosas: ira, in­dignación, maldad, maledicencia y torpe lenguaje. 9 No os engañéis unos a otros; despojaos del hombre viejo con todas sus obras 10 y vestios del nuevo, que sin cesar se renueva para lograr el perfecto conoci­miento según la imagen de su Creador, 11 en quien no hay griego ni judío, circun­cisión ni incircuncisión, bárbaro o escita, siervo o libre, porque Cristo lo es todo en todos. *

Las virtudes cristianas 12 Vosotros, pues, como elegidos de

Dios, santos y amados, revestios de en­trañas de misericordia, bondad, humil­dad, mansedumbre, longanimidad, 13 so­portándoos y perdonándoos mutuamen­te siempre que alguno diere a otro moti­vo de queja. Como el Seflor os perdonó, así también perdonaos Vosotros. 14Pero por encima de todo esto, vestios de la caridad, que es vínculo de perfección. * 15 Y la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llama­dos en un solo cuerpo. Sed agradecidos. * 16 La palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente, enseñándoos y exhor­tándoos unos a otros con toda sabidu­ría, con salmos, himnos y cánticos espiri­tuales, cantando y dando gracias a Dios en vuestros corazones. " Y todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gra­cias a Dios Padre por El.

Los deberes familiares 18 Las mujeres estén sometidas a los

maridos, como conviene, en el Señor, i ' Y vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis duros con ellas. 20 Hi­jos, obedeced a vuestros padres en todo, que esto es grato al Señor. 2Í Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, por que no se hagan pusilánimes. 22 Siervos, obe­deced en todo a vuestros amos según la carne, no sirviendo al ojo, como quien busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón, por temor del Señor. 23 Todo lo que hagáis, hacedlo de cora­

zón, como obedeciendo al Señor y no a los hombres, 24 teniendo en cuenta que del Señor recibiréis por recompensa la heren­cia. Servid, pues, al Señor Cristo. 25 El que hace injuria recibirá la injuria que hi­ciere, que no hay en El acepción de per­sonas.

Oración y prudencia

41 Amaos, proveed a vuestros sier­vos de lo que es justo y equitativo,

mirando a que también vosotros tenéis Amo en los cielos.2 Aplicaos a la oración, velad en ella con nacimiento de gracias, 3 orando a una también por nosotros, para que Dios nos abra puerta para la pa­labra, para anunciar el misterio de Cristo, por amor del cual estoy preso, 4 a fin de que lo pregone según conviene que yo ha­ble. 5 Conversad discretamente con los de fuera, aprovechando las ocasiones. * 6 Sea vuestro discurso agradable, salpica­do de sal, de manera que sepáis cómo os convenga responder en cada uno.

SALUDOS FINALES

(4,7-18) Tíquico

7 De mis cosas os informará Tíquico, el hermano amado, fiel ministro y consiervo en el Señor, 8 a quien os envío con este fin, para que tengáis noticias nuestras y lleve el consuelo a vuestros corazones; ' junto con Onésimo, el hermano fiel y querido, que es de los vuestros. Ellos os informarán de lo que aquí pasa.

Despedida 1° Os saluda Aristarco, mi compañero

de cautiverio, y Marcos, primo hermano de Bernabé, acerca del cual habéis recibi­do algunos avisos; si llega a vosotros, acogedle; n y Jesús, llamado Jusío, que son de la circuncisión y mis únicos cola­boradores en el reino de Dios, habiéndo­me sido de gran consuelo. 12 Os saluda Epafras, que es de los vuestros, siervo de Cristo Jesús, que en todo momento com­bate por vosotros en sus oraciones a fin de que perseveréis perfectos y cumplidores en todo lo que Dios quiere de vosotros. 13 Yo le rindo testimonio de que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodi-cea y Hierápolis. 1 4 0 s saluda Lucas, el

11 En este versículo queda resumido todo el evangelio del Apóstol. Borrada la Ley mosaica y suprimidos los privilegios del antiguo pueblo de Dios, el nuevo reúnese sólo en Cristo por sola la fe en El y por la participación de su vida, que es la vida de la gracia. 1 * La caridad es la atadura que sujeta todas las virtudes y gracias que integran la vida cristiana, para darles la debida perfección, ya que sin la caridad nada valdrían en orden a la vida eterna, según expresamente lo enseña en 1 Cor 13. La teología expresa esta sentencia del Apóstol, diciendo que la caridad es la forma de todas las virtudes (SANTO TOMÁS, Sum. Theol., 2-2 q.23 a.8).

15 Este cuerpo es el de la Iglesia, en el que ha de reinar la candad, fuente de la paz. M s «Los de fuera» son los gentiles, con los cuales recomienda no un trato adusto, sino discreto, * aprovechando las ocasiones para insinuarse en su ánimo y atraerlos a la fe.

1227 TESALONICENSES

médico amado, y Demás.15 Saludad a los hermanos de Laodicea y a Ninfa y a la iglesia de su casa. 16 Y cuando hayáis leído esta epístola, haced que sea también leída en la iglesia de Laodicea, y la que a Lao­dicea he escrito, leedla también vosotros.

17 Decid a Arquipo: Atiende al ministerio que en el Señor has recibido, para ver de cumplirlo bien.

i8 El saludo es de mi mano, Pablo. Acordaos de mis cadenas. La gracia sea con vosotros.

EPÍSTOLAS A LOS TESALONICENSES

1. Tesalónica, hoy Salónica, situada en el fondo del golfo Térmico, se llamó primero Terma. Casandro la agrandó, convirtiéndola en ciudad importante y dándole el nombre de su mujer, hermana de Alejandro Magno, Tesalónica (315)- Los romanos, al convertir la Macedonia en provincia de su Imperio (i6y), designaron a Tesalónica como capital de la cuarta demarcación en que la provincia quedaba dividida. En la época de San Pablo era una ciudad importante y puerto de gran tráfico. Tenía una nu­merosa colonia judía con su sinagoga, y en torno de ella muchos prosélitos del judaismo, entre los cuales no pocas mujeres principales.

2. Llegó San Pablo a Tesalónica en su segunda misión cuando, obligado a dejar Filipos, se dirigía por la vía Egnacia hacia el Occidente, buscando campos apropiados para sembrar la palabra evangélica. Según su costumbre, se fue a la sinagoga y por tres sábados expuso a los asistentes a ella el mensaje que traía. El resultado fue el de siem­pre: muchos prosélitos abrazaron la fe, y con ellos algunos judíos; pero la mayoría de éstos se volvió contra el predicador, suscitando un motín que le obligó a partir hacia Berea. Aquí encontró mejor acogida en la sinagoga; mas, sobreviniendo los judíos de Tesalónica, se vio forzado a salir camino de Atenas. Allí, a las tristezas que le causaba ver aquella ilustre ciudad, tan dada a la idolatría, y el escaso éxito de su predicación a judíos y gentiles, vinieron a añadirse las ansiedades por la suerte de sus queridos tesalonicenses, que había dejado en medio de la tormenta sin una perfecta formación cristiana y sin la debida organización. Desde Atenas envió a Timoteo para informarse del estado de aquella cristiandad y acabar de organizaría. Volvió Timoteo a San Pablo, que ya había pasado a Corinto, con las mejores noticias que el Apóstol podía desear sobre la firmeza en la fe de aquellos fieles y su adhesión a la persona de su maestro y padre espiritual. También le trajo la noticia de que algunos, llevados de la idea de la próxima venida del Señor, llevaban una vida haragana, sin trabajar y comiendo a costa de los otros.

3. San Pablo, al oir tales noticias, escribe la primera carta, desahogando su corazón en acción de gracias al Señor (1); recuerda cómo había predicado el Evan­gelio en Tesalónica (2), las calamidades que pasó después de su partida (3), y amo­nesta a sus hijos a la castidad, al trabajo y ala práctica de la vida cristiana (4,1-12), advirtiéndoles que no se inquieten por la inminencia de la parusía, o segunda venida del Señor (4,13-18), y velen en el cumplimiento de la voluntad de Dios ($).

4. El portador de esta primera epístola volvió al Apóstol con buenas noticias sobre la acogida que había tenido en su carta; pero Pablo creyó necesario insistir aún en los puntos tratados en la primera, sobre todo en el de la parusía, porque los ilusos no se reducían a la vida laboriosa, ocasionando no pequeños trastornos en aquella naciente cristiandad. Comienza también la segunda epístola por la acción de gracias a Dios (1); insiste luego en el punto de la inminencia de la parusía (2) y termina con una apremiante exhortación al trabajo y a la vida cristiana (3). El tema saliente de estas epístolas es el escatológico. Ambas fueron escritas en Corinto, con pocos meses de intermedio, a los comienzos de la predicación del Apóstol en esta ciudad (¡1-52).

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1 TESALONICENSES 1-2 1228

Conviene advertir que estas epístolas son las primeras del Apóstol y también los escritos más antiguos del Nuevo Testamento. Dato este importante para conocer el progresivo desarrollo de la idea evangélica en la Iglesia, a que tanto acuden los críticos independientes.

1 A LOS TESALONICENSES

S T T M X TtJCí SALUDO (i, 1-2).—PRIMERA P A R T E : Algo de historia (1, ü u n m i u u 3-3,13).—SEGUNDA P A R T E : Exhortación moral (4-5).

S a l u t a c i ó n

I1 Pablo y Silvano y Timoteo, a la iglesia de Tesalónica, en Dios Padre

y en el Señor Jesucristo. 2 gracia a vos­otros y paz.

P R I M E R A P A R T E

A L G O DE HISTORIA

(1.3-3,13)

F i d e l i d a d d e l a iglesia d e T e s a l ó n i c a al E v a n g e l i o

Damos siempre gracias a Dios por to­dos vosotros y recordándoos en nuestras oraciones, 3 haciendo sin cesar ante nues­tro Dios y Padre memoria de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestra caridad y de la perseverante esperanza en nuestro Señor Jesucristo, 4 sabedores de vuestra elección, amados de Dios. 5 Pues nuestro evangelio entre vosotros no fue sólo en pa­labras, sino en poder y en el Espíritu San­to y en plenísima confianza. Bien sabéis cuáles fuimos con vosotros por amor vuestro. 6 Os hicisteis imitadores nues­tros y del Señor, recibiendo la palabra con gozo en el Espíritu Santo aun en medio de grandes tribulaciones, 7 hasta venir a ser ejemplo para todos los fieles de Macedo-nia y de Acaya. 8 Y así de vosotros no sólo se ha difundido la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya, sino que en todo lugar vuestra fe en Dios se ha divulgado sin que tengamos necesidad de decir pa­labra, 9 pues ellos mismos refieren la acogida que nos hicisteis y cómo os con­vertisteis de los ídolos a Dios, para ser­vir al Dios vivo y verdadero, 10 y esperar del cielo a Jesús, su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, quien nos libró de la ira venidera.

C ó m o e je rc ió P a b l o su m i n i s t e r i o e n T e s a l ó n i c a

21 Bien sabéis, hermanos, que nuestra llegada a vosotros no fue vana, 2 sino

que después de sufrir mucho y soportar muchas afrentas en Filipos como sabéis, confiados en nuestro Dios, os predicamos el Evangelio de Dios en medio de mucha contrariedad.* 3 Y sabéis también que nuestras exhortaciones no procedían de error, ni de concupiscencia, ni de engaño; 4 sino de que, probados por Dios, se nos había encomendado la misión de evange­lizar; y así hablamos, no como quien bus­ca agradar a los hombres, sino sólo a Dios, que prueba nuestros corazones. 5 Porque nunca, como bien sabéis, hemos usado de lisonjas ni hemos procedido con propósitos de lucro. Dios es testigo; 6 ni hemos buscado la alabanza de los hom­bres, ni la vuestra, ni la de nadie; i y aun pudiendo hacer pesar sobre vosotros nues­tra autoridad como apóstoles de Cristo, nos hicimos como pequeñuelos y como nodriza que cría a sus niños; 8 así, lleva­dos de nuestro amor por vosotros, que­ríamos no sólo daros el Evangelio de Dios, sino aun nuestras propias a lmas: tan ama­dos vinisteis a sernos.

9 Ya os acordaréis, hermanos, de nues­tras penas y fatigas y de cómo día y no­che trabajábamos para no ser gravosos a nadie, y así os predicamos el Evangelio de Dios. 10 Vosotros y Dios sois testigos de nuestra conducta sana, justa, irrepro­chable para con los que creíais. 1 ] Sabéis que como un padre a sus hijos, así a cada uno , 2 os exhortábamos y alentábamos y os conjurábamos a andar de modo dig­no de Dios, que os llamó a su reino y glo­ria. 13 Por esto, incesantemente damos gra­cias a Dios de que, al oir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino como pa-

O 2 Para deshacer las muchas calumnias que los judíos, sus enemigos, propalaban sobre los senti-^ mientos del Apóstol hacia los tesalonicenses, recuerda la forma en que se llevó a cabo la evange-lización de Tesalónica, cómo se condujo él y cómo íe recibieron ellos.

1229 1 TESALONICENSES 2-4

labra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros, que creéis.

14 Hermanos, os habéis hecho imitado­res de las iglesias de Dios en Cristo Jesús, de Judea, pues habéis padecido de vues­tros conciudadanos, lo mismo que ellos de los judíos, ls de aquellos que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos persiguen, y que no agra­dan a Dios y están contra todos los hom­bres; 1* que impiden que se hable a los gentiles y se procure su salvación. Con esto colman la medida de sus pecados. Mas la ira viene sobre ellos y está para descargar hasta el colmo. *

D e s e o d e l A p ó s t o l d e v o l v e r a los t e s a l o n i c e n s e s y su a l e g r í a p o r las

b u e n a s no t i c i a s a c e r c a d e ellos r e c i b i d a s

1 7 Hermanos, privados por el momen­to de vuestra vista, no de vuestro afecto, quisimos ardientemente volver a veros cuanto antes, i 8 y pretendimos ir, al me­nos yo, Pablo, una y otra vez; pero Sata­nás nos lo e s to rbó . 1 9 ¿Pues cuál ha de ser nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de gloria ante nuestro Señor Je­sucristo a su venida? ¿No sois vosotros? 2 0 Cierto, vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo.

3 1 Por eso, no pudiendo sufrir más, de­terminamos quedarnos solos en Ate­

nas, 2 y enviamos a Timoteo, nuestro her­mano y ministro de Dios en el Evangelio de Cristo, para confirmaros y exhortaros en vuestra fe, 3 a fin de que nadie se in­quiete por estas tribulaciones. Bien sa­béis que para eso estamos, 4 pues ya es­tando entre vosotros os lo previnimos que habíamos de ser atribulados, como suce­dió, bien lo sabéis.5 Por esto, no pudiendo sufrir ya más, he mandado a saber de vuestro estado en la fe, no fuera que el tentador os hubiera tentado y se hiciese vana nuestra labor. 6 Ahora , con la lle­gada de Timoteo a nosotros y con las bue­nas noticias que nos ha t raído de vuestra fe y caridad y de la buena memoria que siempre tenéis de nosotros, deseando ver­nos lo mismo que yo a vosotros, ' hemos recibido gran consuelo por vuestra fe en medio de todas nuestras necesidades y tri­bulaciones. 8 Ahora ya vivimos, sabiendo que estáis firmes en el Señor. ' ¿Pues qué gracias daremos a Dios en retorno de to­do este gozo que por vosotros disfruta­mos ante nuestro Dios, I 0 orando noche y día con la mayor instancia por ver vues­tro rostro y completar lo que falte a vues-

16 No ignoraba San Pablo los vaticinios del hemos de interpretar estas palabras tan graves.

t ra fe? u Que el mismo Dios y Padre nues­tro y nuestro Señor Jesucristo dirija ha­cia vosotros nuestros pasos, 12 y os acre­ciente y haga abundar en caridad de unos con otros y con todos, lo mismo que la sentimos nosotros por vosotros, 13 a fin de fortalecer vuestros corazones y hace­ros irreprensibles en la santidad ante Dios, Padre nuestro, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

S E G U N D A P A R T E

E X H O R T A C I Ó N MORAL

(4-5)

E x h o r t a c i ó n a la s a n t i d a d , a la c a r i d a d y al t r a b a j o

41 Por lo demás, hermanos, os roga­mos y amonestamos en el Señor Je­

sús que andéis según lo que de nosotros habéis recibido acerca del modo en que habéis de andar y agradar a Dios, como andáis ya, para adelantar cada vez más. 2 Bien sabéis los preceptos que os hemos dado en nombre del Señor Jesús. 3 Por­que la voluntad de Dios es vuestra santi­ficación; que os abstengáis de la fornica­ción; 4 q u e cada uno sepa tener a su mujer en santidad y honor , 5 no con afec­to libidinoso, como los gentiles, que no conocen a Dios ; 6 que nadie se atreva a ofender en esta materia a su hermano, porque vengador en todo esto es el Se­ñor, como antes os lo dijimos y atestigua­mos ; 7 que no nos llamó Dios a la im­pureza, sino a la santidad.

8 Por tanto , quien estos preceptos des­precia, no desprecia al hombre, sino a Dios, que os dio su Espíritu Santo. 9 To ­cante a la caridad no necesitamos escri­biros, porque de Dios habéis sido ense­ñados cómo habéis de amaros unos a otros i° y practicáis esta caridad con to­dos los hermanos que hay en toda la Ma­cedonia. Todavía os exhortamos, herma­nos, a progresar más u y a que os esfor­céis por llevar una vida quieta, laboriosa en vuestros negocios, y trabajando con vuestras manos como os lo hemos reco­mendado, i 2 a fin de que viváis honrada­mente a los ojos de los extraños y n o padezcáis necesidad.

L a r e s u r r e c c i ó n d e los m u e r t o s y la p a r u s í a

w N o queremos, hermanos, que igno­

réis lo tocante a la suerte de los muertos,

para que no os aflijáis como los demás

que carecen de esperanza. 1 4 Pues si cree-

Señor sobre Jerusalén, y a la luz de los mismos

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1 TESALONICENSES 4-5 1230

la ira, sino a la salvación por nuestro Se­ñor Jesucristo, 10 que murió por nosotros para que en vida y en muerte vivamos uni­dos a El. u Así, pues, consolaos mutua­mente y edifícaos unos a otros, como ya lo hacéis.

A m o n e s t a c i o n e s y s a l u d o s 12 Os rogamos, hermanos, que acatéis

a los que laboran con vosotros presidién­doos en el Señor y amonestándoos, 13 y que tengáis con ellos la mayor caridad por su labor, y que entre vosotros viváis en paz. I 4 También os rogamos, herma­nos, que amonestéis a los revoltosos, alen­téis a los pusilánimes, acojáis a los ñacos y seáis sufridos con todos. I 5 Mirad que ninguno vuelva a nadie mal por mal, sino que en todo tiempo os hagáis el bien unos a otros y a todos. 16 Estad siempre gozo­sos ' 7 y orad sin cesa r . I 8 D a d en todo gra­cias a Dios, porque tal es su voluntad en Cristo Jesús.

19 N o apaguéis al Espíritu. * 2 0 N o des­preciéis las profecías. 21 Probadlo todo y quedaos con lo bueno. 2 2 Absteneos hasta de la apariencia de mal. 23 El Dios de la paz os santifique cumplidamente, y que se conserve entero vuestro espíritu, vues­tra alma y vuestro cuerpo sin mancha para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 2 4 Fiel es el que os llama, y que también lo cumplirá. 25 Hermanos, orad por nos­otros. 2Í> Saludad a todos los hermanos con el ósculo santo. 2 7 Os conjuro por Je­sucristo que esta epístola sea leída a todos los hermanos. 2 8 La gracia de nuestro Se­ñor Jesucristo sea con vosotros.

A ' f En este versículo, San Pablo se expresa en una forma que pudiera dar motivo a creer que tam-•* bien pensaba como los tesalonicenses. Pero sin duda que su pensamiento es muy otro, puesto que

los corrige, tratando de reducirlos al sendero de la verdad, de la discreción. Los que se hallen vivos al tiempo de la venida del Señor no se anticiparán a los muertos; antes, a la voz del arcángel y al sonido de la trompeta que transmite los mandatos divinos, resucitarán los muertos, luego se incor­porarán a ellos los vivos, y todos juntos saldrán al encuentro del Señor, que viene en las nubes. Para entender bien el pensamiento del Apóstol sobre si él estará en vida al tiempo de la parusía, conviene tener en cuenta su intención de persuadir a los tesalonicenses la igualdad entre los vivos y los muer­tos el día de la parusía. C 1 Aquí insiste en la doctrina, que el Salvador tanto inculcara en el Evangelio, sobre la ignoran-" cia de su segunda venida y la necesidad de vivir, entre tanto, llevando una vida santa (Mt 24, 14; Le 21,24). Tampoco debía ignorar San Pablo lo que el Señor dice de la época de los gentiles, cuando recurre a ella al hablar de la final conversión de los judíos (Rom o-n).

19 Se entiende la acción del Espíritu en ellos por la acción de los dones.

mos que Jesús murió y resucitó, así tam­bién Dios por Jesús tomará consigo a los que se durmieron en El. 15 Esto os deci­mos como palabra del Señor: que nos­otros, los vivos, los que quedamos para la venida del Señor, no nos anticiparemos a los que se durmieron; * 16 pues el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descen­derá del cielo, y los muertos en Cristo re­sucitarán primero; 17después nosotros, los vivos, los que quedamos, junto con ellos, seremos arrebatados en las nubes al encuentro del Señor en los aires, 18 y así estaremos siempre con el Señor. Conso­laos, pues, mutuamente con estas pala­bras.

C ' Cuanto al t iempo y a las circuns-*» tancias, no hay, hermanos, por qué escribir. * 2 Sabéis bien que el dia del Se­ñor llegará como el ladrón en la noche. 3 Cuando se dicen: «Paz y seguridad», en­tonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores del par to a la preñada, y no escaparán. 4 Cuanto a vos­otros, hermanos, no viváis en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como ladrón: 5 porque todos sois hijos de la luz e hijos del d ía ; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. 6 Por consiguiente, no os durmáis como los otros, antes bien ve­lad y vivid sobriamente. 7 Los que duer­men, de noche duermen, y los que se em­briagan, de noche se embriagan. 8 Pero nosotros, hijos del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y de la ca­ridad y del yelmo de la esperanza en la salvación. 9 Que no nos destina Dios a

/ / A LOS TESALONICENSES

SUMARIO SALUDO f i , i - 2 j . — P R I M E R A P A R T E : De la parusía (i, 3-2,17).— S E G U N D A P A R T E : Exhortaciones (3).

ción, y con toda eficacia cumpla todo su bondadoso beneplácito y la obra de vues­tra fe , 1 2 y el nombre de nuestro Señor Je­sús sea glorificado en vosotros y vosotros en El, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.

S o b r e la p a r u s í a

2 1 Por lo que hace a la venida de nues­tro Señor Jesucristo y a nuestra re­

unión con El, os rogamos, hermanos, 2 que no os turbéis de ligero, perdiendo el buen sentido, y no os alarméis ni por es­píritu, ni por discurso, ni por epístola, como si fuera nuestra, que digan que el día del Señor es inminente. 3 Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifes­tarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, * 4 que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es ado­rado, hasta sentarse en el templo de Dios v proclamarse dios a si mismo.

5 ¿No os recordáis que, estando entre vosotros, ya os decía esto? 6 Y ahora sa­béis qué es lo que le contiene hasta que llegue el tiempo de manifestarse. 7 Porque el misterio de iniquidad está ya en acción; sólo falta que el que le retiene sea apar­tado. 8 Entonces se manifestará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el alien­to de su boca, destruyéndole con la ma­nifestación de su venida. 9 La venida del inicuo irá acompañada del poder de Sa­tanás de todo género de milagros, seña­les y prodigios engañosos, * 10 y de seduc­ciones de iniquidad para los destinados a la perdición por no haber recibido el amor de la verdad que los salvaría. " Por eso Dios les envía un poder engañoso, 12 para que crean en la mentira y sean con­denados cuantos, no creyendo en la ver­dad, se complacen en la iniquidad.

2 3 Dos cosas precederán a ese día: primero, la apostasía (Mt 24,12 y Le 18,8); luego, la aparición del anticristo, el hombre del pecado, que se levanta contra toda manifestación religiosa y acaba

rx>r declararse a sí mismo Dios y reclamar su culto. De estas cosas ya había hablado el Apóstol a sus discípulos. Qué es lo que impide la aparición de ese hombre de pecado, ya lo conocían por las ense­ñanzas de San Pablo a los tesalonicenses; pero nosotros lo ignoramos y no tenemos sobre esto más que conjeturas, entre las cuales la más fundada parece ser la tomada de Daniel c ío . Los ángeles de Persia y Grecia luchan entre sí para defender la causa de los pueblos que tienen encomendados. Miguel, uno de los más altos príncipes y defensor del pueblo de Dios, toma parte en esta contienda en favor del pueblo santo. Según esto, el obstáculo que se opone a la aparición del anticrlsto s¿ría este arcángel, príncipe de los ejércitos celestiales, que velan sobre la Iglesia y la defienden, A .pesar de todo, el anticristo trabaja, y el misterio de iniquidad, o sea las fuerzas del mal, van obrando hasta que les llegue la hora del triunfo momentáneo, que Dios le tiene señalado en su providencia, para luego intervenir y aniquilarlas (1 Cor 15,24-28).

9 La fuerza del anticristo procederá de Satán para que con ella haga prodigios engañosos, pero capaces de reducir a los que no acogieron la caridad y la verdad. La descripción del anticristo que nos hace aquí el Apóstol está inspirada en Daniel, 11,36 ss., que habla de Antíoco IV Epifanes.

S a l u t a c i ó n

1 1 Pablo, Silvano y Timoteo, a la igle­sia de Tesalónica en Dios, nuestro Pa­

dre, y en el Señor Jesucristo,2 gracia y paz sean con vosotros de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.

P R I M E R A P A R T E

D E LA PARUSÍA

(1,3-2,17)

P r o g r e s o s d e los t e s a l o n i c e n s e s e n la fe y la c a r i d a d

3 Hemos de dar a Dios gracias incesan­tes por vosotros, hermanos, y es esto muy justo, porque se acrecienta en gran mane­ra vuestra fe y va en progreso vuestra mutua caridad, 4 y nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios por vuestra paciencia y vuestra fe en todas vuestras persecuciones y en las tribulaciones que soportáis. 5 Todo esto es prueba del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual padecéis.

6 Pues es justo a los ojos de Dios re­tribuir con tribulación a los que os atri­bulan, 7 y a vosotros, atribulados, con descanso en compañía nuestra en la ma­nifestación del Señor Jesús desde el cielo con sus milicias angélicas, * tomando ven­ganza en llamas de fuego sobre los que desconocen a Dios y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. g Esos serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su po­der, l° cuando venga para ser glorificado en sus santos y admirado aquel dia en todos los que habéis creído por haber re* cibido nuestro testimonio. u Para eso sin cesar rogamos por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de su voca-

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EPÍSTOLAS PASTORALES 1232

t3 Pero nosotros debemos dar incesan­tes gracias a Dios por vosotros, herma­nos amados del Señor, a quienes Dios ha elegido desde el principio para haceros salvos por la santificación del Espíritu y la fe verdadera, 14 A ésta precisamente os llamó por medio de nuestra evangeliza-ción, para que alcanzaseis la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15 Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las en­señanzas que recibisteis, ya de palabra, ya por nuestra carta. 16 El mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que de gracia os amó y os otorgó una consolación eterna, una buena esperan­za, '7 consuele vuestros corazones y los confirme en toda obra y palabra buena.

S E G U N D A (3)

EXHORTACIONES

P A R T E

31 Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Se­

ñor sea difundida y sea El glorificado co­mo lo es entre vosotros, 2 y para que nos libre de los hombres perversos y malva­dos, que no de todos es la fe. 3 Pero fiel es el Señor, que os confirmará y guardará del maligno. 4 Confiamos en el Señor que cumplís y cumpliréis lo que os hemos en­comendado. 5 El Señor guíe vuestros co­razones en la caridad de Dios y en la paciencia de Cristo, ó En nombre de nues­

tro Señor Jesucristo, os mandamos apar­taros de todo hermano que vive desorde­nadamente y no sigue las enseñanzas que / de nosotros habéis recibido. 7 Sabéis bien' cómo debéis imitarnos, pues no hemos vivido entre vosotros en ociosidad 8 ni de balde comimos el pan de nadie, sino que con afán y con fatiga trabajamos día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. ' Y no porque no tuviéramos derecho, sino porque queríamos daros un ejemplo que imitar. 10 Y mientras estuvi­mos entre vosotros, os advertíamos que el que no quiere trabajar no coma.1] Por­que hemos oído que algunos viven entre vosotros en la ociosidad, sin hacer nada, sólo ocupados en curiosearlo todo.12 A es­tos tales les ordenamos y rogamos por amor del Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente, coman su pan. 13 Cuanto a vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien. 14 Y si alguno no obedece este mandato nuestro que por la epístola os damos, a ése señaladle y no os juntéis con él, para que se avergüence.15 Mas no por eso le miréis como enemigo, antes co­rregidle como a hermano.16 El mismo Se­ñor de la paz os conceda vivir en paz siem­pre y dondequiera. El Señor sea con todos vosotros. 17E1 saludo es de mi mano, Pablo. Esta es la señal en todas mis epís­tolas; así escribo. 18 La gracia de nues­tro Señor Jesucristo sea con todos vos­otros.

EPÍSTOLAS PASTORALES

Llevan este nombre las epístolas a Timoteo y a Tito porque no van dirigidas a las cristiandades, sino a los colaboradores de San Pablo en el oficio pastoral. Son los postreros documentos que nos quedan del gran Apóstol, escritos entre su primera cautividad y la segunda, en que acabó su vida. En ellas habla particularmente de cómo sus correspondientes han de conducirse en el gobierno de las iglesias, cómo han de enseñar la doctrina de la verdad y confutar a los propaladores del error; cómo han de escoger los ministros de las iglesias; cómo han de instruir y tratar a cada cate­goría de fieles. Por ellas vemos que los errores que las epístolas de la cautividad nos daban a conocer continúan desarrollándose, errores que acabarán en las múltiples formas de gnosticismo del siglo siguiente. En cuanto a la constitución de las iglesias, nos hacen ver cómo va progresando. En los principios la autoridad parecía estar concentrada casi toda en los apóstoles y en sus delegados; ahora que los apóstoles faltan o éstos sienten que van a faltar, se completa cada cristiandad con todos aquellos elementos que son necesarios para su desarrollo futuro.

EPÍSTOLA I A TIMOTEO

1. Era Timoteo natural de Listra, en Licaonia, hijo de padre gentil y madre judía. Cuando San Pablo pasó por Listra en su primera misión, Timoteo, jouen aun y que parece había perdido a su padre, vivía con su madre, Eunice, y con su abuela materna, Loida, en una fervorosa piedad judía. Toda la familia abrazó la fe que San Pablo predicaba. En la segunda misión, el Apóstol, oyendo los buenos informes que la iglrsia de Listra le daba, resolvió tomarle consigo, después de hacerle circun­cidar, por respeto a los judíos de aquellas regiones, que sabían era hijo de padre gentil y no estaba circuncidado (Act 16,3 ss.). Incorporado a la compañía del Apóstol, fue su fiel servidor en sus peregrinaciones, y de ello dan testimonio todas las epístolas de San Pablo. Cuando éste, libre de su primer proceso, se dirigió a Oriente, encargó a Timoteo el gobierno de la iglesia de Efeso. Para su instrucción le dirigió desde Mace-donia esta primera epístola.

2. Después del acostumbrado saludo, le enseña cómo ha de conducirse en la con­futación de las novedades que cundían en Asia (1,3-20); trata luego de la oración común de los fieles por todos los hombres, por los príncipes y gobernantes (2,1-15); de las condiciones que han de tener los presbíteros y diáconos de la iglesia (3,1-13); vuelve a insistir en el tema de los falsos predicadores (3,14-4,16); le instruye cómo ha de tratar a las diversas clases de personas de la iglesia ($,1-6,2); cómo ha de gobernarse en lo que toca a sí mismo (6,3-ig), y termina con esta recomenda­ción: «¡Oh Timoteo!, guarda el depósito y evita las vanas disputas y las oposiciones de la pretendida ciencia, que perdió a los que a ella se adhirieron, extrañándolos de la fe» (6,20 ss.).

STT1VTARTO Las falsas doctrinas (1,1-11). Acción de gracias (1,12-20). La oración común (2). Dotes de los cooperadores (3). Las

nuevas herejías (4). Conducta con cada clase de fieles (5-6).

Saludo

I1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por el mandato de Dios nuestro Salva­

dor y de Cristo Jesús, nuestra esperanza, 2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: la gracia, la misericordia, la paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.

Timoteo, en Efeso 3 Te rogué, al partir para Macedonia,

que te quedaras en Efeso para que re­quirieses a algunos que no enseñasen doc­trinas extrañas * ni se ocupasen en fábu­las y genealogías inacabables, más a pro­pósito para engendrar disputas que para la edificación de Dios en la fe. * 5 El fin del Evangelio es la caridad de un cora­zón puro, de una conciencia buena y de una fe sincera, 6 de las cuales algunos se desvían, viniendo a dar en vacieda­des, 7 alardeando de doctores de la Ley sin entender lo que dicen ni lo que afirman.

La Ley sPues sabemos que la Ley es buena

para quien use de ella convenientemente, 9 teniendo en cuenta que la Ley no es para los justos, sino para los inicuos, para los rebeldes, para los impíos y pe­cadores, para los que carecen de reli­gión y piedad, para los parricidas y ma­tricidas, para los homicidas, * 10 para los prostitutos y sodomitas, ladrones de es­clavos, embusteros, perjuros y si algún otro hay que se oponga a la sana doctrina u conforme al Evangelio glorioso del bien­aventurado Dios que me ha sido enco­mendado.

La misión de San Pablo 12 Gracias doy a nuestro Señor Cristo

Jesús, que me fortaleció, de haberme juz­gado fiel al confiarme el ministerio n a mí, que primero fui blasfemo y perse­guidor violento, mas fui recibido a mi­sericordia, porque lo hacía por ignoran-

I4 Estas fábulas y genealogías pueden ser los comienzos de las genealogías de eones, que tanto abundaron luego en los sistemas gnósticos.

9 La Ley puede considerarse de dos modos: como norma directiva, y ésta es para justos y peca­dores, y como norma coactiva, que lleva consigo la sanción, y ésta sólo es para quienes no se some­ten a ella de propia voluntad, por amor.

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1 TIMOTEO 1-3 1234

cia en mi incredulidad; I 4 y sobreabun­dó la gracia de nuestro Señor con la fe y la caridad en Cristo Jesús. 15 Cierto es, y digno de ser por todos recibido, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 1 6 Mas por esto conseguí la mi­sericordia, para que en mí primeramente mostrase Jesucristo toda su longanimi­dad y sirviera de ejemplo a los que ha­bían de creer en El para la vida eterna. 17 Al Rey de los siglos, inmortal, invisi­ble, único Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

A d v e r t e n c i a a T i m o t e o 18 Te recomiendo, hijo mío Timoteo,

que conforme a los augurios de ti hechos anteriormente, puestos en ellos los ojos, sostengas el buen combate • ' con fe y buena conciencia. Algunos que la perdie-

V

Orante pagana

ron naufragaron en la fe; 2n entre ellos Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blas­femar. *

O r a c i ó n por todos los h o m b r e s

2 i Ante todo te ruego que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y ac­

ciones de gracias por todos los hombres, 2 por los emperadores y por todos los constituidos en dignidad, a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad. 3 Esto es bue­no y grato ante Dios nuestro Salvador,

4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 5 Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, 6 que se entregó a sí mismo para redención de todos; testimonio dado a su tiempo, i pa­ra cuya promulgación he sido yo hecho heraldo y apóstol—digo verdad en Cris­to, no miento—, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.

M o d o d e orar 8 Así, pues, quiero que los hombres

oren en todo lugar, levantando las ma­nos puras, sin ira ni discusiones. ' Asi­mismo que las mujeres, en hábito hones­to, con recato y modestia, sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vesti­dos costosos, 10 sino con obras buenas, cual conviene a mujeres que hacen pro­fesión de piedad. n La mujer aprenda en silencio, con plena sumisión. 12 N o consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en si­lencio, 13 pues el primero fue formado Adán, después Eva. 14 Y no fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida, in­currió en la transgresión. 15 Se salvará por la crianza de los hijos si permane­ciere en la fe, en la caridad y en la casti­dad, acompañada de la modestia.

Cual idades d e los ob i spos

3 1 Palabra de verdad: Si alguno desea el episcopado, buena obra desea; *

2 pero es preciso que el obispo sea irre­prensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, morigerado, hospita­lario, capaz de enseñar; 3 no dado al vino ni pendenciero, sino ecuánime, pa­cífico, no codicioso; 4 que sepa gobernar bien su propia casa, que tenga los hijos en sujeción, con toda honestidad; ? pues quien no sabe gobernar su casa, ¿cómo gobernará la Iglesia de Dios? 6 N o neó­fito, no sea que, hinchado, venga a incu­rrir en el juicio del diablo. 7 Conviene asimismo que tenga buena fama ante los de fuera, por que no caiga en infamia y en las redes del diablo.

2 0 Los arrojó, por la excomunión, de la Iglesia, donde reina Cristo, yendo a parar al mundo, sometido al imperio de Satanás (1 Gor 5,4).

O ! Es doctrina católica que el episcopado es de origen divino. Pero no es tan claro cómo se pasó ^ en la Iglesia del régimen primitivo, en que los apóstoles ejercían la suprema autoridad en las iglesias, al régimen episcopal, que dicen monárquico, el cual vemos implantado en los comienzos del siglo II sin que se echen de ver vestigios de lucha. En estas epístolas, obispos y presbíteros son una misma cosa y parece 6er que colegialmente gobernaban las iglesias, poseyendo todos la plenitud del sacerdocio (Act 20,17). Al fin, el presidente del presbiterio queda como jefe de la iglesia y los demás como auxiliares.

Es posible que al escribir esta página mirase el Apóstol a algunos aspirantes al oficio episcopal. A éstos les dice: En efecto, el episcopado, la presidencia de la iglesia y, sobre todo, el oficio de go­bernarla y trabajar por su perfección, es obra buena y santa; pero tal oficio es de grave responsabi­lidad, pues para desempeñarle bien es preciso que el aspirante reúna las condiciones siguientes. ¿Y quién presumirá de poseerlas?

1235 1 TIMOTEO 3-5

L o s d iáconos

mi< ¡m^ I lV Í e n e q u e l o s diáconos sean asi­d a ^ n o n o r a b l e s , exentos de doblez, no ! „ * a l y m o ni a torpes ganancias; cn„M g u a r d e n e I misterio de la fe en una mP™ '? p u r a - 1 0 S e a n probados pri-f ™ , ° v. l u e 8 ° ejerzan su ministerio si W » ? V ? e p r e n s i b l e s - " También las mu­í a . . i ? . s e r honorables, no chismo­sas, sobrias y en todo fieles. 12 Los diá­conos sean maridos de una sola mujer, que sepan gobernar a sus hijos y a su P ™ P ' a c a s a - u Pues los que desempeña­ren Bien su ministerio alcanzarán honra L g í ? n a u t o « d a d en la fe que tenemos e n Cristo Jesús.

L a Iglesia Esto te escribo con la esperanza de

ir a verte pronto, 15 p a r a que, si tardo, veas por aquí cómo te conviene condu­cirte en l a c asa de Dios, que es la Iglesia ae Uios vivo, columna y fundamento de la verdad, le Y sin duda que es grande el misterio de la piedad: «Que se ha ma­nifestado en la carne, ha sido justificado por el Espíritu, ha sido mostrado a los angeles, predicado a las naciones, creído en el mundo, ensalzado en la gloria». *

L o s n u e v o s doctores , vat ic inados por el Espíri tu

A l Pero el Espíritu claramente dice • que en los últimos tiempos aposta­

tarán algunos de la fe, dando oídos al espíritu del error y a las enseñanzas de los demonios, 2 embaucadores, hipócri­tas, de cauterizada conciencia, 3 que pro­hiben las bodas y se abstienen de ali­mentos creados por Dios para que los fieles, conocedores de la verdad, los to­men con hacimiento de gracias. * 4 Por­que toda criatura de Dios es buena y nada hay reprobable tomado con haci­miento de gracias, 5 pues con la palabra de Dios y la oración queda santificado.

R e p r o b a c i ó n d e tales doctrinas 6 Si enseñas esto a los hermanos, serás

buen ministro de Cristo Jesús, nutrido en las palabras de la fe y de la buena doctrina que has alcanzado. 7 Cuanto a

las fábulas impías y a los cuentos de viejas, deséchalos. Ejercítate en la pie­dad, 8 porque la gimnasia corporal es de poco provecho; pero la piedad es útil para todo y tiene promesas para la vida presente y para la futura. 9 Verdadera doctrina es ésta y digna de ser plena­mente recibida; l °pues por esto pena­mos y combatimos, porque esperamos en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los fieles. *

11 Esto has de predicar y enseñar. 12 Que nadie tenga en poco tu juventud; antes sirvas de ejemplo a los fieles en la palabra, en la conversación, en la ca­ridad, en la fe, en la castidad. u Mien­tras llego, aplícate a la lección, a la ex­hortación y a la enseñanza. 14 N o des­cuides la gracia que posees, que te fue conferida en medio de buenos augurios, con la imposición de manos de los pres­bíteros. * 15 Esta sea tu ocupación, éste tu estudio, de manera que tu aprove­chamiento sea a todos manifiesto, i 6 Vela sobre ti, atiende a la enseñanza, insiste en ella. Haciendo así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.

C o n d u c t a q u e ha d e tener c o n los ancianos

5 1 Al anciano no le reprendas con du­reza, más bien exhórtale como a pa­

dre; a los jóvenes, como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda cas­tidad. ^ Honra a las viudas que lo son de verdad. 4 Si la viuda tiene hijos o nietos, enséñalos ante todo a reverenciar a los suyos y a corresponder con sus padres, que esto es muy grato en la pre­sencia de Dios. 5 L a q u e de verdad es viuda y desamparada, ponga en Dios su confianza e inste en la plegaria y en la oración noche y día. 6 La que lleva vida libre, viviendo, está muerta. 7 Incúlcales esto para que sean irreprensibles.

8 Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su casa, ha negado la fe y es peor que un infiel. 9 No sea ele­gida ninguna viuda de menos de sesenta años, mujer de un solo marido, * 1° re­comendada por sus buenas obras en la

16 Esta estrofa debe de ser de un himno cristiano. No es de la Escritura. A 3_ Nuevas notas de las sectas condenadas; reprobación del matrimonio, no para vivir en castidad, •" sino en disolución; diferencias en los alimentos establecidos en la Ley, pero con otro espíritu.

Dios había declarado bueno cuanto había creado; pero estos nuevos doctores lo declaraban malo, viciado en su origen mismo.

1 ° La expresión «sobre todo, de los fieles» debe entenderse en consonancia con lo que arriba dice: «penamos y combatimos». Dios, que tiene universal providencia, es salvador de todos, pero mira con especial predilección a los fieles que luchan por la verdad, como el Apóstol.

14 El colegio presbiteral de la Iglesia tomaba parte en la ordenación o consagración episcopal. La Iglesia ha conservado aún este rito en la ordenación de los presbíteros. E 9 Estas viudas son las que, a modo de diaconisas, ejercían en la Iglesia el ministerio de caridad v o de catequesis.

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1 TIMOTEO 5-6 1236

crianza de los hijos, en la hospitalidad con los peregrinos, en lavar los pies a los santos, en socorrer a los atribulados y en la práctica de toda obra buena. 11 Pero desecha las viudas jóvenes, por­que, una vez que han sido infieles a Cristo, buscan marido, 12 incurriendo en repro­che por haber faltado a la primera fe. 13 Y, además, se hacen ociosas y andan de casa en casa; y no sólo ociosas, sino también parleras y curiosas, hablando lo que no deben 14 Quiero, pues, que las jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa y no den al enemigo ningún pre­texto de maledicencia, 15 porque algunas ya se han extraviado en pos de Satanás. 16 Si alguna fiel tiene viudas en su casa, asístalas y no sea gravada la Iglesia, para que ésta pueda asistir a las que son viu­das de verdad. *

Del trato con los presbíteros 17 Los presbíteros que presiden bien

sean tenidos en doble honor, sobre todo los que se ocupan en la predicación y la enseñanza. 18 Pues dice la Escritu­ra: «No pondrás bozal al buey que tri­lla» y «Digno es el obrero de su sala­rio». * 19 Contra un presbítero no recibas acusación alguna si no fuere apoyada por dos o tres testigos. 20 A los que falten, corrígelos delante de todos para infundir temor a los demás. 21 Delante de Dios, de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos te conjuro que hagas esto sin prejuicios, guardándote de todo espíritu de parciali­dad. 22 No seas precipitado en imponer las manos a nadie, no vengas a partici­par de los pecados ajenos. Guárdate puro. * M No bebas agua sola, sino mez­cla un poco de vino por el mal de estó­mago y tus frecuentes enfermedades. * 24 Los pecados de algunos hombres, unos son manifiestos aun antes de ser juzgados, otros sólo después de juzgados. 25 Así las obras buenas, unas son manifiestas; las que no lo son no podrán permanecer ocultas.

Sobre los siervos

6 1 Los siervos que están bajo el yugo de la servidumbre tengan a sus amos

por acreedores a todo honor, para que

no sea deshonrado el nombre de Dios ni su doctrina. 2 Los que tengan amos fieles no los desprecien por ser herma­nos; antes sírvanles mejor, porque son fieles y amados los que reciben el bene­ficio. Esto es lo que debes enseñar e inculcar.

Los falsos doctores 3 Si alguno enseña de otra manera y

no presta atención a las saludables pala­bras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, 4 es un orgulloso que nada sabe, que desva­ría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, 5 porfías de hombres de in­teligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro. 6 Pero es gran riqueza la piedad acompañada de la frugalidad.

7 Nada trajimos al mundo y nada po­demos llevarnos de él. 8 En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. 9 Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres i en la perdición y en la ruina, 10 porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se ator­mentan con muchos dolores.

Exhortación a la perseverancia 11 Pero tú, hombre de Dios, huye de

estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la manse­dumbre. 12 Combate los buenos comba­tes de la fe, asegúrate la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la cual hiciste solemne profesión delante de mu­chos testigos. 13 Te mando ante Dios, que da vida a todas las cosas, y ante Cristo Jesús, que hizo la buena confesión en presencia de Poncio Pilato, i4que te conserves sin tacha ni culpa en el man­dato hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 15 a quien hará apare­cer a su tiempo el bienaventurado y solo Monarca, Rey de reyes y Señor de los señores, * l ó el único inmortal, que ha­bita una luz inaccesible, a quien ningún

16 La asistencia de la Iglesia a las viudas aparece ya en los Actos de los Apóstoles, 6,1. 18 Dt 25,4; Le 10,7. 2 2 Se trata de la imposición de las manos para la ordenación. El ordenante se hace cooperador

de la obra del ordenado en cuanto le pone en el candelero de la Iglesia. Con esto se hará acreedor a la recompensa por el bien que el ordenado haga; pero también llevará la responsabilidad de los daños que, por la inconsideración del ordenante, cause el ordenado.

2 3 Timoteo, que de joven se había asociado al Apóstol, tenía que ser ya hombre maduro en esta fecha. Sin embargo, San Pablo continúa mirándole como a joven, y como si fuera su propia madre, así mira por cuanto toca a su persona. C 15 Al Padre se atribuye la creación, la predestinación, el gobierno del mundo; así también la " aparición de Jesucristo al fin, «a su tiempo». Los w.15-16 parecen tomados de algún himno litúrgico.

1237 2 TIMOTEO 1

hombre vio ni puede ver, al cual el ho­nor y el imperio eterno. Amén.

Consejos a los ricos 17 A los ricos de este mundo encárga­

les que no sean altivos ni pongan su con­fianza en la incertidumbre de las rique­zas, sino en Dios, que abundantemente nos provee de todo para que lo disfru­temos, 18 practicando el bien, enrique­ciéndonos de buenas obras, siendo libe­

rales y dadivosos i ' y atesorando para lo futuro, con que alcanzar la verdade­ra vida.

Conclusión 70 ¡Oh Timoteo!, guarda el depósito a

ti confiado, evitando las vanidades im­pías y las contradicciones de la falsa ciencia 21 que algunos profesan, extra­viándose de la fe. La gracia sea con vosotros.

EPÍSTOLA 11 A TIMOTEO

1. Esta segunda epístola a Timoteo, que es la postrera del Apóstol, fue escrita en la prisión (1,8). La situación no se parecía a la anterior, cuando se mostraba tan satisfecho de que el Señor hubiese convertido su cárcel en provecho del Evangelio. Ahora se siente solo, porque los de Asia le han abandonado todos (1,15). Sólo están con él Lucas y la familia de Onesíforo, que no se avergonzó de sus cadenas y le consoló en su prisión. En tal estado el Apóstol se acuerda de sus fieles discípulos ausentes y manda que vengan a él Timoteo y Marcos (4,9 ss.), troyéndole algunas cosas que había dejado en Tróade (4,11).

2. Después del acostumbrado saludo y acción de gracias, insiste el Apóstol en exhortar a su discípulo a que conserve la sana doctrina que recibió y con ella combata a los propaladores de errores; y como despidiéndose ya de la vida, dice: «Mi libación está derramada y el tiempo de mi partida se acerca» (4,6). En medio de sus penas le consuela la esperanza de la corona que le dará el justo Juez, como a cuantos desean su venida (4,8) para juzgar al mundo.

¡TTIVr A R T O Diligencia en el ministerio (1,1-2,11). Conducta con los no-O U l U i l l l l U yodares (2,14-4,8). Epílogo (4,9-20).

Saludo

1 ' Pablo, por la voluntad de Dios após­tol de Cristo Jesús, según la prome­

sa de vida en Cristo Jesús, 2 a Timoteo, mi amado hijo: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Señor.

Acción de gracias 3 Doy gracias a Dios, a quien sirvo,

a ejemplo de mis mayores, con pura con­ciencia, y sin cesar hago memoria de ti en mis oraciones noche y día, 4 deseoso de verte, acordándome de tus lágrimas, para llenarme de gozo 5 con la memoria de tu sincera fe, que fue también la de tu abuela Loida y la de tu madre, Eu-nice, y que no dudo es la tuya.

I No debe avergonzarse del Evangelio 6 Por esto te amonesto que hagas re­

vivir la gracia de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos. * 7 Que no nos ha dado Dios espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de templanza. 8 No te avergüences jamás del testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero; antes soporta con fortaleza los trabajos por la causa del Evangelio, en el poder de Dios, 9 que nos salvó y nos llamó con vocación santa, no en virtud de nues­tras obras, sino en virtud de su propó­sito y de la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eter­nos, 10 y manifestada al presente por la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que aniquiló la muerte y sacó a

6 Timoteo había recibido del Apóstol la consagración episcopal, que le encarga aquí comunicar a quienes sean dignos de desempeñar tal ministerio.

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2 TIMOTEO 1-3 1238

luz la vida y la incorrupción por medio del Evangelio, H del cual yo he sido hecho heraldo, apóstol y doc to r . 1 2 Por esta cau­sa sufro, pero no rae avergüenzo, porque sé a quién me he confiado, y estoy seguro de que puede guardar mi depósito para aquel día. 13 Retén la forma de los sanos discursos que de mí oíste, inspirados en la fe y en la caridad de Cristo Jesús. 14 Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros.

C o n d u c t a de los discípulos hacia el A p ó s t o l

15 Ya sabes cómo me han vuelto la espalda todos los de Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes. 16 Haga el Señor misericordia a la familia de Onesíforo, porque muchas veces me ha aliviado y no se avergonzó de mis cadenas, '7 antes estando en Roma me buscó solícito hasta hallarme. 18 El Señor le dé hallar miseri­cordia en aquel día cerca del Señor. Cuántos servicios me prestó en Efeso, tú bien lo sabes.

E n t r e g ú e s e por entero al minis ter io

21 Tú, pues, hijo mío, ten buen cui­dado, confiado en la gracia de Cristo

Jesús; 2 y lo que de mí oíste ante mu­chos testigos, encomiéndalo a hombres fieles capaces de enseñar a otros. 3 So­porta las fatigas, como buen soldado de Cristo Jesús. 4 El que milita, para com­placer al que le alistó como soldado, no se embaraza con los negocios de la vida. 5 Y quienquiera que compite en el estadio no es coronado si no compite legítima­mente. 6 El labrador ha de fatigarse an­tes de percibir los frutos. 7 Entiende bien lo que quiero decir, porque el Señor te dará la inteligencia de todo.

A c u é r d e s e d e Jesucristo 8 Acuérdate de que Jesucristo, del lina­

je de David, resucitó de entre los muer­tos, según mi evangelio, 9 por el cual sufro estas sus cadenas como un malhe­chor ; pero la palabra de Dios no está encadenada. 1 0 Todo lo soporto por amor de los elegidos, para que éstos alcancen la salud en Cristo Jesús y la gloria eter­na, ii Verdadera es la palabra: «Que si padecemos con El, también con El vivi­remos. 12 Si sufrimos con El, con El reinaremos. Si le negamos, también El nos negará. 13 Si le fuéremos infieles, El permanecerá fiel, que no puede ne­garse a sí mismo».

C o n d u c t a q u e T i m o t e o d e b e obser­var c o n los n u e v o s d o c t o r e s

14 Esto has de enseñar, protestando ante Dios no ocuparte en disputas va­nas, que para nada sirven, si no es para perdición de los oyentes. 15 Mira bien cómo presentarte ante Dios, probado como obrero que no tiene de qué aver­gonzarse, que distribuye sabiamente la palabra de la verdad, i6 Evita las profa­nas y vanas parlerías, que fácilmente llevan a la impiedad, i7 y su palabra cunde como gangrena. De ellos son Himeneo y Fileto, i8 que, extraviándose de la ver­dad, dicen que la resurrección se ha rea­lizado ya, pervirtiendo con esto la fe de algunos. * 19 Pero el sólido fundamento de Dios se mantiene firme con este sello: «El Señor conoce a los que son suyos» y «Apártese de la iniquidad quien tome en sus labios el nombre del Señor». *

20 En una casa grande no hay sólo vasos de oro y plata, sino también de madera y de ba r ro ; y los unos para usos de honra, los otros para usos viles. 2i Quien se mantenga puro de estos erro­res será vaso de honor, santificado, idó­neo para uso del Señor, dispuesto para toda obra buena. 2 2 H u y e las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, la ca­ridad, la paz con todos Jos que invocan al Señor con puro corazón. 23 Evita tam­bién las cuestiones necias y tontas, pues siempre engendran a l tercados, 2 4 y al sier­vo del Señor no le conviene altercar, sino mostrarse manso con todos, pronto para enseñar, sufrido, 25 y con mansedum­bre corregir a los adversarios, por si Dios les concede el arrepentimiento y re­conocer la verdad 26 y librarse del lazo del diablo, a cuya voluntad están sujetos.

H u i d a d e los n u e v o s d o c t o r e s

3 i Has de saber que en los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles,

2 porque habrá hombres egoístas, avaros, altivos, orgullosos, maldicientes, rebel­des a los padres, ingratos, impíos, 3 des­naturalizados, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, 4 traidores, protervos, hincha­dos, amadores de los placeres más que de Dios, 5 que con una apariencia de piedad están en realidad lejos de ella. Guárdate de ésos, 6 pues hay entre ellos quienes se introducen en las casas y se captan el ánimo de mujerzuelas cargadas de pecados, que se dejan arrastrar de

O ! 8 La reducían a la resurrección espiritual, de la muerte del pecado a la vida de la gracia. La ~ resurrección de la carne encontraba muchas dificultades entre los griegos, como aparece por Act 17,32; 1 Cor 15,12.

>» Núm 16,5.26.

1239 2 TIMOTEO 3-4

diversas concupiscencias, 7 que siempre están aprendiendo, sin lograr jamás lle­gar al conocimiento de la verdad. s Y a la manera que Jannes y Mambres se opusieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad como hombres de entendimiento corrompido, reprobados en la fe. * 9 Mas no saldrán con sus intentos, porque su insensatez es a todos manifiesta, como lo fue la de aquéllos.

T i m o t e o d e b e perseverar e n la v e r d a d

10 Pero tú has seguido de cerca mis enseñanzas, mi conducta, mis planes, mi fe, mi longanimidad, mi paciencia, H mis persecuciones y aflicciones; las que hube de soportar en Antioquía, Iconio y Lis-tra, donde tantas persecuciones sufrí, de las cuales, sin embargo, me libró el Se­ñor. 12 Y todos los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán per­secuciones. 13 Los hombres malos y se­ductores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados; l 4 p e r o tú permane­ce en lo que has aprendido y te ha sido confiado, considerando de quiénes lo aprendiste, 15 y porque desde la infan­cia conoces las Escrituras Sagradas, que pueden instruirte en orden a la salud por la fe en Jesucristo. 16 Pues toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, i? a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y consu­mado en toda obra buena.

Al ien to a T i m o t e o

4 1 Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a

vivos y muertos, por su aparición y por su reino: 2 Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doc­trina, 3 pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina; antes, de­seosos de novedades, se amontonarán maestros conforme a sus pasiones * y apar tarán los oídos de la verdad para

volverlos a las fábulas. 5 Pero tú vela en todo, soporta los trabajos, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.

A c t i t u d d e San P a b l o 6 Cuanto a mí, a punto estoy de de­

rramarme en libación, siendo ya inmi­nente el t iempo de mi partida. * i He combatido el buen combate, he termina­do mi carrera, he guardado la fe. 8 Ya me está preparada la corona de la justi­cia, que me otorgará aquel día el Señor, justo Juez, y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida.

Notic ias 9 Date prisa a venir a mí, 10 porque

Demás me ha abandonado por amor de este siglo y se marchó a Tesalónica. Cres-cente a Galacia, y Tito a Dalmacia. H Sólo Lucas está conmigo. A Marcos tómale y tráele contigo, que me es muy útil para el ministerio. 12 p^ Tíquico le mandé a Efeso. 13 El capote que dejé en Tróade, en casa de Carpió, tráelo al venir, y asi­mismo los libros, sobre todo los perga­minos. 14 Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho mal. El Señor le dará la paga según sus obras. ,5 Tú guárdate de él, porque ha mostrado gran resistencia a nuestras palabras, i6 En mi primera de­fensa nadie me asistió; antes me desam­pararon todos. N o le sea tomado en cuenta. * 17 El Señor me asistió y me dio fuerzas para que por mí fuese cumplida la predicación y todas las naciones la oigan. Así fui l ibrado de la boca del león, i* El Señor me librará de todo mal y me guardará para su reino celestial. A El sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

19 Saluda a Prisca y a Aquila y a la casa de Onesíforo. 20 Erasto quedó en Corinto. A Trófimo le dejé enfermo en Mileto. 21 Da te prisa a venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudio y todos los hermanos.

22 El Señor sea con tu espíritu. La gracia sea con vosotros.

O * La tradición judia designaba con estos dos nombres a los magos que trataron de oponerse a " Moisés (Ex 7,22). A 6 El gran Apóstol se despide de la vida y no mira sino a la corona que espera. Como una liba-*" ción que poco a poco se derrama en el altar, así se consumió su vida en la predicación del Evan­

gelio. Su fin está próximo; espera la corona de los largos combates sostenidos por Jesucristo. Después del sacrificio de toda su vida, ahora la consumará derramándola como libación en honor

del Señor por el martirio. 16 Por aquí se entiende que el Apóstol había comparecido ya una vez ante el tribunal. Este

sería el del pretor, que, en nombre del César, conocía en las causas de los ciudadanos romanos; o del mismo César, que con frecuencia se sentaba en el tribunal, asistido de su consejo de letrados. San Pablo, aunque sin la asistencia de los suyos, está contento de haber dado testimonio de Cristo ante aquel público pagano. Por causas que no se declaran, no se dio fallo en la causa. Esto quiere decir la frase «fui librado de la boca del león».

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E P Í S T O L A A T I T O

I . De los orígenes de Tito no sabemos nada sino que era gentil. Por primera vez aparece en la historia durante la asamblea de Jerusalén, en compañía de Pablo. Allí el Apóstol hubo de luchar contra los partidarios de la Ley, que intentaban obli­garle a que se circuncidara (Gal 2,21). Acompañó a San Pablo durante su estancia en Efeso, y por dos veces fue enviado por él a Corinto, dando buena cuenta de la delicada misión que llevaba (2 Cor 2,12; 7,6 s.; 8,16 s.). Libre el Apóstol de su prisión, pasó por Creta, donde, al partir, dejó a Tito encargado de aquellas iglesias. Desde Nicópolis, en Epiro, le escribió esta carta, rogándole en ella que viniera a él, una vez que le enviara como suplente a Artemas o a Tíquico. Por la segunda a Ti­moteo sabemos que luego le mandó a Dalmacia.

2. La carta es breve. Después del saludo acostumbrado (1,1-4), instruye a Tito sobre las condiciones que han de tener los presbíteros (5-9); habla de los cretenses (10-16); le da normas para tratar a los ancianos, a los jóvenes, a los siervos (2,1-10); le manda que inculque en todos la sujeción a las autoridades (3,1-7), y sólo dos líneas dedica a los falsos doctores, que tanto parecían abundar en Asia (8-10).

STTlVTATtTO Dotes de los cooperadores (1). Conducta con cada clase de personas (3). Deberes para con los extraños (4).

Saludo

1 1 Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo conforme a la fe de los

escogidos de Dios y al conocimiento de la verdad, que se ajusta a la piedad, 2 en la esperanza de la vida eterna desde los tiempos antiguos, prometida por Dios, que no miente, 3 que a su debido tiempo manifestó su palabra por la predicación a mí confiada, según el mandamiento de nuestro Salvador, Dios: 4 a Tito, hijo mío verdadero, según la fe común, la gracia y la paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.

Condiciones de los obispos 5 Te dejé en Creta para que acabases

de ordenar lo que faltaba y constituyeses por las ciudades presbíteros en la forma que te ordené. 6 Q u e sean irreprocha­bles, maridos de una sola mujer, cuyos hijos sean fieles, que no estén tachados de liviandad o desobediencia. * 7 Porque es preciso que el obispo sea inculpable, como administrador de Dios; no sober­bio, ni iracundo, ni dado al vino, ni pendenciero, ni codicioso de torpes ga­nancias, 8 sino hospitalario, amador de

los buenos, modesto, justo, santo, con­tinente, 9 guardador de la palabra fiel; que se ajuste a la doctrina de suerte que pueda exhortar con doctrina sana y ar­güir a los contradictores.

Los cretenses 10 Porque hay muchos, indisciplinados,

charlatanes, embaucadores, sobre todo los de la circuncisión, n a los cuales es pre­ciso tapar la boca, que revuelven del todo las casas, enseñando lo que no deben, lle­vados del deseo de torpe ganancia.12 Bien dijo uno de ellos, su propio profeta: «Los cretenses, siempre embusteros, bestias ma­las y glotones». * n Verdadero es tal testi­monio. Por tanto, repréndelos con suavi­dad, para que se mantengan sanos en la fe, 14 que no den oídos a las fábulas ju­daicas y a los preceptos de los hombres que reniegan de la verdad.15 Todo es lim­pio para los limpios, mas para los impuros y para los infieles nada hay puro, porque su mente y su conciencia están contami­nadas. 16 Alardean de conocer a Dios, pero con las obras le niegan, abominables, rebeldes e incapaces de toda obra buena.

1 6 El Apóstol no condena las segundas nupcias, pero excluye del sacerdocio a los que se hayan casado por segunda vez. La Iglesia ha retenido esta disciplina. El celibato era para San Pablo el

estado ideal del cristiano, y más del ministro del Evangelio (1 Cor 7), pero esto nadie lo exige. M ás tarde la Iglesia juzgó que era tiempo de exigirlo de los que se sintieran con vocación para ejercer el ministerio sagrado.

1 2 Esta sentencia, tan poco lisonjera para tos cretenses, es de Epiménides, de Cnosos, poeta del siglo VI, que debía de conocerlos.

1241 FILEMON

Consejos a las diversas categorías

21 Cuanto a ti, habla de modo conve­niente y ajustado a la sana doctrina.

2 Que los ancianos sean sobrios, graves, discretos, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia. 3 De igual modo, que las an­cianas observen un porte santo, no sean calumniadoras ni esclavas del vino, sino buenas maestras, * para que enserien a las jóvenes a amar a sus maridos y a cuidar a sus hijos, 5 a ser prudentes y honestas, ha­cendosas, bondadosas, dóciles a sus mari­dos, a fin de que no sea infamada la pala­bra de Dios. 6 Asimismo, a los jóvenes exhórtalos a ser prudentes.7 Y tú muéstra­te en todo ejemplo de buenas obras, de in­tegridad en la doctrina, de gravedad, 8 de palabra sana e irreprensible, para que los adversarios se confundan, no teniendo nada malo que decir de nosotros. ' Que los siervos estén sujetos a sus amos, com­placiéndoles en todo y no contradicién-doles 10 ni defraudándolos en nada, sino mostrándose fieles en todo para hacer honor a la doctrina de Dios, nuestro Sal­vador.

Manifestación de la gracia de Dios 11 Porque se ha manifestado la gracia

salutífera de Dios a todos los hombres, i2 enseñándonos a negar la impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos so­bria, justa y piadosamente en este siglo, 13 con la bienaventurada esperanza en la venida gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Cristo Jesús, 1* que se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniqui­dad y adquirirse un pueblo propio, cela­dor de obras buenas. 15 He aquí lo que has de decir, exhortando y reprimiendo con todo imperio; que nadie te desprecie.

Consejos generales

31 Amonéstales que vivan sumisos a los príncipes y a las autoridades; que

las obedezcan, que estén prontos para toda obra buena; 2 que a nadie infamen,

que no sean pendencieros; que sean afa­bles y muestren para con todos los hom­bres una perfecta mansedumbre. 3 pUes nosotros fuimos también alguna vez ne­cios, desobedientes, extraviados, esclavos de toda suerte de concupiscencias y pla­ceres, viviendo en la maldad y en la en­vidia, dignos de odio y aborreciéndonos unos a otros; * mas cuando apareció la bondad y el amor hacia los hombres de Dios, nuestro Salvador, 5 no por las obras justas que nosotros hubiéramos he­cho, sino por su misericordia, nos salvó mediante el lavatorio de la regeneración y renovación del Espíritu Santo, * <> que abundantemente derramó sobre nosotros por Jesucristo, nuestro Salvador, ? a fin de que, justificados por su gracia, seamos herederos, según nuestra esperanza, de la vida eterna. 8 Esta es la enseñanza digna de fe, y quiero que con tesón la afirmes, para que aprendan a ejercitarse en bue­nas obras los que han creído en Dios. Esto es lo bueno y útil para los hombres.

Consejo para Tito 9 Evita las cuestiones necias, las genea­

logías y las contiendas y debates sobre la Ley, porque son inútiles y vanas. i° Al sectario, después de una y otra amones­tación, evítale, n considerando que está pervertido; peca, y por su pecado se con­dena.

12 Cuando mande a ti a Artemas o a Tíquico, date prisa a venir a verme a Ni­cópolis, porque tengo el propósito de pa­sar allí el invierno. 13 A Zenas, el juris­consulto, y a Apolo mira de proveerlos solícitamente y de que nada les falte, 14 y que los nuestros aprendan a ejercitarse en buenas obras para atender a las apre­miantes necesidades y que no sean hom­bres infructuosos. 15 Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a todos los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros.

5 Este «baño de regeneración», etc., es el bautismo, por el cual somos reengendrados para nacer hijos de Dios y recibir su Espíritu, el don mesiánico (Jn 3,5-7; Mt 2,38; Rom 6,3-4).

EPÍSTOLA A FILEMON

1. Un cristiano de Colosas, en otro tiempo convertido a la fe por San Pablo, probablemente en Efeso, tenía un siervo de nombre Onésimo, que escapó de la casa de su amo llevando acaso dinero o cosa que lo valía. Huyendo de la justicia, que no dejaría de perseguirle, llegó a Roma y a la morada del Apóstol, que le convirtió a Jesucristo y le decidió a volver a su señor. Se fue, en efecto, en compañía de Tíquico,

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HEBREOS 1242

con una carta de recomendación, que es la más breve, pero también la más delicada de cuantas salieron de la pluma de San Pablo.

2. Tiene esta epístola especial interés por referirse al grave problema de la esclavitud. La vida económica y social antigua se apoyaba en la servidumbre. Jesu­cristo nada dijo de ella. San Pablo exhorta a los siervos a servir y obedecer a sus amos, y a éstos a tratar con caridad a sus siervos (Ejes 6,5-9). No se cree llamado a cambiar el estado de aquellos infelices si no es predicando a todos que son libres en Cristo y siervos del Señor, iguales ante el Padre celestial y hermanos en nuestro Salvador, Jesucristo (1 Cor 7,21-23).

S U M A R I O Acción de gracias (1,17). Recomendación de Onésimo (1, 8-21). Saludo final (1,22-23).

Saludo 1 Pablo, preso de Cristo Jesús, y el her­

mano Timoteo, a Filemón, nuestro ama­do y colaborador, 2 a la hermana Apia, a Arquipo, nuestro camarada, y a la igle­sia de su casa:3 Con vosotros sea la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Seflor Jesucristo.

Acción de gracias 4 Haciendo sin cesar memoria de vos­

otros en mis oraciones, doy gracias a mi Dios, 5 porque sé la fe y la caridad que tenéis hacia el Señor Jesús y hacia todos los santos. 6 Que la comunicación de tu fe venga a ser eficaz en orden a Cristo, en el conocimiento perfecto de todo el bien que hay en vosotros. ^ He recibido gran alegría y consuelo de tu caridad, her­mano, porque sé que confortas a los santos.

Petición por Onésimo 8 Por lo cual, aunque tendría plena li­

bertad en Cristo para ordenarte lo que es justo, ' mas prefiero apelar a tu cari­dad. Siendo el que soy Pablo, embaja­dor y ahora prisionero de Cristo Jesús, 10 te suplico por mi hijo, a quien entre cadenas engendré, por Onésimo, n un tiempo inútil para ti, mas ahora para ti

11 San Pablo juega aquí con el nombre de Onésimo, que precisamente significa «útil». 16 Aquí se contiene toda la novedad que el Evangelio aporta al grave problema social de la

esclavitud.

y para mí muy útil, * I2 que te remito, mejor, no a él, sino mis entrañas. 13 Que­rría retenerlo junto a mí para que en tu lugar me sirviera en mi prisión por el Evangelio; 14pero sin tu consentimiento nada he querido hacer, a fin de que ese favor no me lo hicieras por necesidad, sino por voluntad. 15 Tal vez se te apar­tó por un momento, para que por siempre le tuvieras, 16 no ya como siervo, antes, más que siervo, hermano amado, muy amado para mí, pero mucho más para ti, según la ley humana y según el Señor. * '7 Si me tienes, pues, por compañero, acó­gele como a mí mismo. 18 si en algo te ofendió o algo te debe, ponió a mi cuen­ta. 19 Yo, Pablo, de mi puño lo escribo; yo te lo pagaré, por no decirte que tú mismo te me debes. 20 Sí, hermano; que obtenga yo de ti esta satisfacción en el Señor. Consuela en Cristo mis entrañas.

21 Te escribo confiado en tu obediencia y cierto de que harás más de lo que yo te digo. 22 Y vete preparándome el hospe­daje, porque espero por vuestras oracio­nes seros restituido. 23 Te saluda Epafras, compañero de mi cautiverio en Cristo Je­sús ; 24 Marcos, Aristarco, Demás, Lucas, mis colaboradores.

25 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

I . El lector de esta epístola advierte desde el primer momento su diferencia de las otras epístolas paulinas. El comienzo no es el de una carta, sino el de un tratado. No aparece por ninguna parte el nombre del autor, que San Pablo no omite en las deikás epístolas, acompañándolo del de sus compañeros. Lo mismo se diga de la con­clusión del escrito. Ni un saludo para nadie, ni una amonestación personal, nada.

1243 HEBREOS

en fin, de cuanto caracteriza a las epístolas paulinas. Esto ha debido de impresionar a los primeros lectores de ésta, y de ahí provinieron, sin duda, las dificultades sobre su canonicidad, por las cuales fue contada entre las deuterocanónicas.

2. La tradición de la iglesia alejandrina fue constante en reconocerla como canónica; no tanto en la atribución al Apóstol, pues Orígenes, considerando su forma literaria, concluye que la doctrina es de San Pablo, mas la redacción es de otro. Quién sea éste, Dios lo sabe. Las otras iglesias de Oriente, Siria, Capadocia, etc., mantienen a la vez la canonicidad y la autenticidad paulina de la epístola. En Occidente vemos a ésta citada por San Clemente a fines del siglo I. Asimismo la citan como paulina algunos otros escritores de los siguientes siglos; pero, en general, podemos decir que en Occidente hubo bastantes dudas acerca de su canonicidad, como lo atestigua San Jerónimo, hasta que por la mayor comunicación entre las iglesias, a fines del siglo IV y principios del V, vino a uniformarse la tradición sobre esta epístola, como sobre otras de canonicidad dudosa.

La paternidad de la epístola queda aún incierta. Los antiguos la atribuyeron a San Clemente Romano, a Timoteo, a Apolo, a Erasto, y después de tantas disputas queda en pie la sentencia de Orígenes, que el autor sólo es conocido de Dios.

3. La Pontificia Comisión Bíblica ha venido a sancionar esta sentencia. Después de resumir en dos preguntas las razones que abogan por la autenticidad paulina y las objeciones en contra de esta autenticidad, armoniza las dos sentencias en una ter­cera cuestión, formulada así: «Si el apóstol San Pablo ha de ser tenido por autor de esta epístola, de suerte que necesariamente deba afirmarse, no sólo que él la con­cibió y planeó bajo la inspiración del Espíritu Santo, sino que él mismo le dio la forma que tiene». La respuesta es negativa. Quedamos, pues, en que la epístola tiene por autor a Pablo, pero a otro, que no sabemos quién sea, por redactor. Para darnos cuenta cabal de este hecho, recordemos, de una parte, el celo del Apóstol por la salva­ción de sus hermanos, los israelitas, y de otra, la oposición que le hacían, no sólo los rebeldes a la fe, sino aun muchos de los convertidos, que perseveraban apegados a la Ley y a los privilegios nacionales de Israel.

4. Para entender el argumento y el fin de la epístola, convendrá recordar cuanto los Hechos de los Apóstoles y las epístolas paulinas nos dicen del apego que los fieles de Jerusalén tenían a la Ley mosaica. Ya no es aquella asistencia de los apóstoles y de los fieles al templo a las horas de la oración, sino el empeño en imponer la circuncisión a los gentiles y, con la circuncisión, otras observancias legales. Preci­samente la contraria actitud de San Pablo fue la que le atrajo la enemiga de los ele­mentos más dominados por este prejuicio fariseo, que seguían al Apóstol como la sombra al cuerpo, pretendiendo deshacer su obra, basada en el principio de la justicia por la sola fe en Jesucristo.

5. Nuestra epístola supone que los fieles de Judea se sentían atraídos por la suntuosidad del templo y la solemnidad de su culto, en cuya comparación les parecía nada la pobreza del culto cristiano, reducido a la cena del Señor, la lectura de las Escrituras y la instrucción de los apóstoles. Considerando esto, el redactor de la epístola, que era un fiel discípulo de San Pablo y escribía bajo la inspiración del mismo, redactó esta carta mostrando a los fieles la superioridad de la Ley evangélica y de su culto sobre la Ley y el culto mosaicos.

6. Desarrolla este argumento en la forma siguiente: Considera primero a los dos fundadores, Jesucristo y Moisés, y pone de relieve la superioridad del primero sobre el segundo (1-4); luego trata del sacerdocio de Cristo y del de Arón, corrobo­rando con su conclusión la precedente (5-7); habla en tercer lugar del principal mi­nisterio del sacerdocio, que es la expiación de los pecados, concluyendo que sólo el sacerdocio de Cristo realiza esa expiación de un modo eficaz (8-10). En cada uno de estos puntos la exposición doctrinal va seguida de una exhortación. Los dos postreros capítulos están consagrados a la fe, por la cual agradaron a Dios todos los patriarcas del Antiguo Testamento, cuya historia recorre, imitando al Eclesiástico en la se­gunda parte de su libro. Las citas frecuentes del Antiguo Testamento están tomadas

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HEBREOS 1-2 1244

de los LXX literalmente; pero la exégesis es varia, a veces literal, a veces alegórica, y tampoco faltan textos empleados en sentido acomodado.

Semejantes razonamientos sólo pudieron ser escritos cuando el templo de Jerusalén y su culto subsistían; por consiguiente, antes del 70, o por mejor decir, del 67, en que la guerra estaba ya encendida. La carta pudo haber sido escrita en I t aüa , a juzgar por las palabras de 13,24. El autor promete visitar pronto a los fieles, en compañía de Timoteo.

SUMARIO P R I M E R A P A R T E : Cristo, superior a los mediadores de la Ley (1-4). — S E G U N D A P A R T E : El sacerdocio de Cris­

to, superior al sacerdocio levítico (5-8). La expiación de Cristo, más eficaz que la expiación del sacerdocio levítico (9-13).

P R I M E R A P A R T E

C R I S T O , SUPERIOR A LOS MEDIADORES D E

LA L E Y

(1-4)

E l H i j o d e D i o s , postrer A p ó s t o l del P a d r e

I1 Muchas veces y en muchas mane­ras habló Dios en ot ro t iempo a nues­

tros padres por ministerio de los profe­tas ; 2 últimamente, en estos días, nos ha­bló por su Hijo, a quien constituyó here­dero de todo, por quien también hizo el mundo ; 3 y que, siendo el esplendor de su gloria y la imagen de su substancia y el que con su poderosa palabra sustenta todas las cosas, después de hacer la puri­ficación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las a l turas ,* 4 hecho tanto mayor que los ángeles cuanto heredó un nombre más excelente que ellos.

Cristo, super ior a los ánge les 5 ¿Pues a cuál de los ángeles dijo alguna

vez: «Tú eres mi Hijo, yo te he engendra­d o hoy»; y luego: «Yo seré para El Pa­dre, y El será Hijo para mí»? 6 Y cuando de nuevo introduce a su Primogénito en el mundo, dice: «Adórenle todos los án­geles de Dios». 7 D e los ángeles dice: «El

que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llamas de fuego». 8 Pero al H i ­j o : «Tu t rono, ¡oh Dios!, subsistirá por los siglos de los siglos, cetro de equidad es el cetro de tu reino. * 9 Amaste la jus­ticia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió Dios, tu Dios, con óleo de exal­tación sobre tus compañeros». 10 Y : «Tú, Señor, al principio, fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. 11 Ellos perecerán, pero tú permaneces, y todos, como un vestido, envejecerán,1 2 y como un manto los envolverás y como un vestido se mudarán ; pero tú permaneces el mismo, y tus años no se acabarán». 13 ¿Y a cuál de los ángeles dijo alguna vez: «Siéntate a mi diestra mientras pon­go a tus enemigos por escabel de tus pies»? 14 ¿No son todos ellos espíritus adminis­tradores, enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salud?

Perseveranc ia e n la fe

2 1 Por tanto, es menester que con la mayor diligencia atendamos a lo que

hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2 Pues si la palabra proferida por los ángeles fue firme, hasta el punto de que toda transgresión y desobediencia recibió la merecida sanción, 3 ¿cómo lograremos nosotros rehuirla, si tenemos en poco tan gran salud, que, habiendo comenzado a

1 3 Este verso y el siguiente nos declaran todo el misterio de Jesucristo como Verbo de Dios y como Redentor. Primero es el esplendor, la irradiación de la gloria de Dios. En el Antiguo Tes­

tamento se habla muchas veces de esta gloria de Dios. La imagen está tomada de las nubes arrebola­das, que a veces se dejan ver al ponerse el sol. El resplandor o la irradiación de esa gloria, imagen de ía esencia divina, es Jesucristo, Hijo de Dios (Sab 7,26). La expresión «imagen de la substancia de Dios» está inspirada también en el mismo pasaje del libro de la Sabiduría. Esta imagen es la im­presión perfecta de la divina substancia producida por ella misma, algo as( como la producida por el sello en la cera blanca. La irradiación expresa el origen divino de Jesucristo; esta imagen, su plena semejanza con el Padre. Antes habla dicho que el mundo fue hecho por Jesucristo; ahora añade que su poderosa palabra sustenta todas las cosas y las conserva unidas y trabadas en el ser ordenado que al principio recibieron. Todo esto toca a Jesucristo en cuanto Dios; como a Re­dentor le corresponde la expiación de los pecados, mediante su pasión, y su exaltación a la diestra del Padre, de quien recibe la mas alta dignidad, aquella soberanía a que rinden homenaje los cielos, la tierra y los infiernos (Flp 2,0 ss.), o sea los ángeles, los hombres y los demonios. Tal es el ministro de la nueva revelación, bien superior a los ministros de la revelación antigua.

» Sal 45,7 s.

1245 HEBREOS 2-3

ser promulgada por el Señor, fue entre nosotros confirmada por los que le oye­ron, 4 atestiguándola Dios con señales, prodigios y diversos milagros y dones del Espíritu Santo, conforme a su vo­luntad?

E l m u n d o , sujeto a Jesús 5 Que no fue a los ángeles a quienes

sometió el mundo venidero de que habla­mos. 6 Ya lo testificó en cierto lugar al decir: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que tú le visites? * 7 Hicístele poco menor que a los ángeles, coronástele de gloria y de honor, * 8 todo lo pusiste debajo de sus pies».

Pues al decir que «se lo sometió todo», es que no dejó nada que no le sometiera. Al presente no vemos aún que todo le esté sometido, 9 p e r o s í vemos al que Dios hizo poco menos que a los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y honor, por haber padecido la muerte, para que por gracia de Dios gustase la muerte por todos.

R a z ó n d e la m u e r t e d e J e s ú s 10 Pues convenía que aquel para quien

y por quien son todas las cosas, que se proponía llevar muchos hijos a la gloria, per fecc ionase p o r las t r i bu l ac iones al Autor de la salud de ellos. * n Porque todos, así el que santifica como los san­tificados, de uno solo vienen, y, por tanto , no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré». * 13 Y luego: «Yo pondré en El mi confianza». Y aún : «Heme aquí a mí y a los hijos que me dio el Señor». *

* 4 Pues como los hijos participan en la sangre y en la carne, de igual manera El participó de las mismas para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidum­bre. ,6 Pues, como es sabido, no socorrió a los ángeles, sino a la descendencia de Abraham. 17 Por esto hubo de asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de hacerse Pontífice misericordioso y fiel, en las cosas que tocan a Dios, para expiar los pecados del p u e b l o . l s Porque en cuanto El mismo padeció siendo tentado, es capaz de ayu­dar a los tentados.

26 Sal 98,7. ' Sal 104,4.

10 Sal 102,26-28. 1 2 Sal 22,23. 1 3 Sal 110,1; ls 8,17 a.

Cristo, super ior a M o i s é s

3 1 Vosotros, pues, hermanos santos, que participáis de la vocación celeste,

considerad al Apóstol y Pontífice de nues­tra confesión, J e s ú s ; 2 fiel al que le hizo, como lo fue Moisés en toda su casa . 3 Y es tenido por digno de tanta mayor gloria que Moisés, cuanto mayor que la gloria de la casa es la del que la fabricó. 4 Pues toda casa es fabricada por alguno, pero el Hacedor de todas las cosas es Dios. 5 Y Moisés fue fiel en toda su casa, como ministro que había de dar testimonio de todo lo que se había de decir; 6 p e r o Cristo está como Hijo sobre su casa, que somos nosotros, si retenemos firmemente hasta el fin la confianza y la gloria de la esperanza.

L a incredul idad y la cólera d e D i o s 7 Por lo cual, según dice el Espíritu

Santo : «Si oyereis su voz hoy, 8 no endu­rezcáis vuestros corazones como en la rebelión, como el día de la tentación en el desierto, 9 donde vuestros padres me tentaron y me pusieron a prueba, y vieron mis obras 1 0 duran te cuarenta años ; por lo cual me irrité contra esta generación, y dije: Andan siempre extraviados en su corazón y no conocen mis caminos, n y así juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso».

12 Mirad, hermanos, que no haya entre vosotros un corazón malo e incrédulo, que se aparte del Dios vivo; ,¡ antes ex­hortaos mutuamente cada día, mientras perdura el «hoy», a fin de que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño del pecado . 1 4 Porque hemos sido hechos par­ticipantes de Cristo en el supuesto de que hasta el fin conservemos la firme con­fianza del principio; 15 mientras se dice: «Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión».

1 6 ¿Quiénes, en efecto, se rebelaron des­pués de haber oído? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto bajo la conducta de Moisés? 17 ¿Y contra quiénes se irritó por espacio de cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes sino a los desobedientes juró que no entrarían en el descanso? 19 En efecto, vemos que no pudieron entrar por su incredulidad.

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HEBREOS 4-6 1246

H a y q u e entrar e n el descanso d e D i o s

41 Temamos, pues, no sea que, perdu­rando aún la promesa de entrar en

su descanso, alguno de vosotros no acuda a ella. 2 Porque igual que a ellos se dirige también a nosotros este mensaje; y no les aprovechó a aquéllos haber oído la palabra, por cuanto la oyeron sin fe los que la escucharon.

3 Entremos, pues, en el descanso los que hemos creído, según que dijo: «Como juró en su cólera: N o entrarán en mi descanso», aunque acabadas las obras des­de la creación del mundo . 4 Pues en cierto pasaje habla así del día séptimo: «Y des­cansó Dios en el día séptimo de todas sus obras». * 5 Y en éste dice de nuevo: «No entrarán en mi descanso». 6 Queda, pues, que algunos han de entrar en el descanso, y no habiendo entrado primeramente in­vitados a causa de su incredulidad, ? de nuevo señala un día, «hoy», declarando por David después de tanto tiempo lo que arriba queda dicho: «Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazo­nes». 8 Pues si Josué los hubiera intro­ducido en el descanso, no hablaría (Da­vid) de otro día después de lo dicho. 9 Por tanto, queda otro descanso para el pueblo de Dios. 1° Y el que ha entrado en su descanso, también descansa de sus obras, como Dios descansó de las suyas.

11 Démonos prisa, pues, a entrar en este descanso, a fin de que nadie caiga en este mismo ejemplo de desobediencia . 12 Que la palabra de Dios es viva, eficaz y tajante más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su pre­sencia, antes son todas desnudas y mani­fiestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.

J e s u c r i s t o , g r a n s a c e r d o t e 14 Teniendo, pues, un gran Pontífice

que penetró en los cielos, Jesús, el hijo de Dios, mantengámonos adheridos a la confesión. 1S N o es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecerse de nuestras f l a q u e z a s , a n t e s fue t en t ado en t o d o a semejanza nuestra, fuera del pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al t rono de la gracia, a fin de recibir mi­sericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio.

^ 4 Gen 2,2.

SEGUNDA PARTE

E L SACERDOCIO DE C R I S T O , SUPERIOR AL

SACERDOCIO LEVÍTICO

(5-8)

51 Pues todo Pontífice tomado de entre los hombres, en favor de los hombres

es instituido para las cosas que miran a Dios, para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, 2 para que pueda com­padecerse de los ignorantes y extraviados, por cuanto él está también rodeado de flaqueza, 3 y a causa de ella debe por sí mismo ofrecer sacrificios por los pecados, igual que por el pueblo. 4 Y ninguno se toma por sí este honor sino el que es llamado por Dios, como Arón.

5 Y así Cristo no se exaltó a sí mismo, haciéndose Pontífice, sino el que le dijo: «Hijo mío eres tú, hoy te engendré». * 6 Y conforme a esto dice en otra parte: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec». *

7 Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con po­derosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escuchado por su reverencial temor. 8 Y aunque era Hijo, aprendió por sus pade­cimientos la obediencia, 9 y por ser con­sumado, vino a ser para todos los que le obedecen causa de salud eterna, o declarado por Dios Pontífice según el orden de Melquisedec.

E s t a d o i m p e r f e c t o d e los d e s t i n a t a r i o s

10 Sobre lo cual tenemos mucho que decir, de difícil inteligencia porque os habéis vuelto torpes de oído. n Pues los que después de tanto tiempo debíais ser maestros, necesitáis que alguien de nuevo os enseñe los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y os habéis vuelto tales, que tenéis necesidad de leche en vez de manjar sólido. 12 Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la doctrina de la justicia, porque es aún n iño ; 13 mas el manjar sólido es para los perfectos, los que en virtud de la cos­tumbre tienen los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo.

P r o p ó s i t o s de l autor

61 Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo,

tendamos a lo más perfecto no , echando de nuevo los fundamentos de la peni-

5 ' Sal 2,7. « Sal I IO, 4 .

1247 HEBREOS 6-7

tencia, de las obras muertas y de la fe en Dios, 2 la doctrina sobre los bautis­mos, la imposición de las manos, la resu­rrección de los muertos y el juicio eterno.

3 Lo que toca a la perfección, eso es lo que me propongo exponer con la ayuda de Dios. 4 Porque quienes una vez ilumi­nados gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gus­taron de la dulzura de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero 6 y cayeron en la apostasía; es imposible que sean renovados otra vez a penitencia y de nuevo crucifiquen para sí mismos al Hijo de Dios y le expongan a la afrenta. * 7 Porque la tierra, que a menudo absorbe la lluvia caída sobre ella y produce frutos de bendición para el que la cultiva, reci­birá las bendiciones de Dios ; 8 pero la que produce espinas y abrojos es repro­bada y está próxima a ser maldita, y su fin será el fuego.

P a l a b r a s d e e s p e r a n z a y d e al iento 9 Aunque hablamos de este modo, sin

embargo, confiamos y esperamos de vos­otros, carísimos, algo mejor y más con­ducente a la salvación. I0 Que no es Dios injusto para que se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y perseverado en servirles. u De­seamos que cada uno de vosotros muestre hasta el fin la misma diligencia por el logro de nuestra esperanza, 12 no empere­zándoos, sino haciéndoos imitadores de los que por la fe y la paciencia han alcan­zado la herencia de las promesas.

13 Cuando Dios hizo a Abraham la promesa, como no tenía ninguno mayor por quien jurar, juró por sí mismo, di­ciendo : 1 4 «Te bendeciré abundantemente, te multiplicaré grandemente». * ; 3 Y así, perseverando en esperar, alcanzó la pro­mesa. 16 Porque los hombres suelen jurar por alguno mayor, y el juramento pone entre ellos fin a toda controversia y les

C 6 Es imposible para quienes, una vez iniciados por la fe y el bautismo en la vida cristiana, se ^ vuelven atrás, ser de nuevo renovados a penitencia por el bautismo. Pudiera objetarse a estas pala­bras que queda el sacramento de la penitencia; pero el autor, atento a mantener firmes a sus fieles en la fe recibida en el bautismo, no mira a este segundo sacramento, sino a la imposibilidad de re­novar el bautismo del agua. Y como el bautismo es la incorporación a la muerte de Cristo, un se­gundo bautismo exigiría una segunda muerte del Salvador en provecho de aquellos que por el pecado hubieran anulado su primer bautismo y el valor de la primera muerte de Cristo. De un modo semejante habla en 10,26 ss. Hemos de tener presente que la intención primera del autor no es declarar los varios medios que tenemos de adquirir la justicia, sino de ponderar el valor de la adquirida por el bautismo y la necesidad de conservarla a toda costa.

14 Gen 22,16 s. y 2 De Melquisedec se habla en Gen 14,18 ss., y de él se dice que era rey y sacerdote a la vez. ' Nada se dice de su ascendencia, y de esto toma pie el autor de la epístola para añadir ese rasgo a su significación típica.

6 La superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Leví la prueba nuestro autor con este argumento: Abraham pagó diezmos a Melquisedec; Leví estaba en Abraham, su abuelo, luego fue el mismo Leví quien le pagó, y confesó con esto ser Melquisedec superior a él. Otra forma del mismo argumento es ésta: Melquisedec bendijo a Abraham; pero el que da la bendición es superior al que la recibe: luego Melquisedec es superior a Abraham y a Leví, su hijo.

sirve de garant ía . 1 7 Por lo cual, queriendo Dios mostrar solemnemente a los herede­ros de las promesas la inmutabilidad de su consejo, interpuso el juramento, I s a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos firme consuelo los que corre­mos hasta dar alcance a la propuesta esperanza. 19 La cual tenemos como se­gura y firme áncora de nuestra alma, y que penetra hasta detrás del ve lo , 2 0 adon­de entró por nosotros como precursor Jesús, instituido Pontífice para siempre según el orden de Melquisedec.

E l s a c e r d o c i o d e M e l q u i s e d e c , s u p e r i o r al d e L e v í

7 1 Pues éste, Melquisedec, rey de Sa­lem, sacerdote del Dios altísimo, que

salió al encuentro de Abraham cuando volvía de derrotar a los reyes y le bendijo, 2 a quien dio las décimas de todo, se interpreta primero rey de justicia, y luego también rey de Salem, es decir, rey de paz. * 3 Sin padre, sin madre, sin genea­logía, sin principio de sus días ni fin de su vida, se asemeja en eso al Hijo de Dios, que es sacerdote para siempre.

4 Y ved cuan grande es éste, a quien dio el patriarca Abraham el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los hijos de Leví que reciben el sacerdocio tienen a su favor un precepto de la Ley, en virtud del cual pueden recibir el diezmo del pueblo, esto es, de sus hermanos, no obstante ser también ellos de la estirpe de Abraham. 6 Al contrario, aquél, que no venía de Abraham, recibió los diezmos de Abra­ham y bendijo a aquel a quien fueron hechas las promesas. * 7 No cabe duda que el menor es bendecido por el mayor. 8 Y aquí son ciertamente los hombres mortales los que reciben los diezmos, pero allí uno de quien se da testimonio que vive. 9 Y, por decirlo asi, en Abraham, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los pagó. 10 Porque aún se hallaba en la

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HEBREOS 7-8 1248

entraña de su padre cuando le salió al encuentro Melquisedec.

Imperfección del sacerdocio levítico 11 Pues si la perfección viniera por el

sacerdocio levítico (pues bajo él recibió el pueblo la Ley), ¿qué necesidad había de suscitar otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y no denominarlo según el orden de Arón? * 12 Mudado el sacer­docio, de necesidad ha de mudarse tam­bién la Ley. 13 Pues bien: aquel de quien esto se dice pertenece a otra tribu, de la cual ninguno se consagró al altar. 14 Pues notorio es que nuestro Señor nació de Judá, a cuya tribu nada dijo Moisés to­cante al sacerdocio. 15 Y este cambio de Ley es aún evidente en el supuesto de que, a semejanza de Melquisedec, se le­vanta otro Sacerdote, i* instituido no en virtud del precepto de una ley carnal, sino de un poder de vida indestructible; !7 pues de El se da este testimonio: «Tu eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec». l s Con esto se anuncia la abrogación del precedente mandato a causa de su ineficacia e inutilidad,i9 pues la Ley no llevó nada a la perfección, sino que fue sólo introducción a una espe­ranza mejor, mediante la cual nos acer­camos a Dios.

El sacerdocio de Cristo, confirmado con juramento

20 Y por cuanto no fue hecho sin jura­mento—pues aquéllos fueron constituidos sacerdotes sin juramento, 2i mas éste lo fue con juramento por el que le dijo: «Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre»—, 22 de tan­to mejor testamento fue hecho fiador Je­sús. 23 Y de aquéllos fueron muchos los hechos sacerdotes, por cuanto la muerte les impidió permanecer; 24pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. 2$ Y es, por tanto, perfecto su poder de salvar a los que por El se acercan a Dios y siempre vive para interceder por ellos.

26 Y tal convenía que fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y más alto que los cielos; 27que no necesita, como los pontífices, ofrecer cada día víctimas, primero por sus propios pecados, luego por los del pueblo, pues esto lo hizo una sola vez ofreciéndose a sí mismo. 28 En

suma, la Ley hizo pontífices a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que sucedió a la Ley, instituyó al Hijo para siempre perfecto.

Cristo Pontífice entra en el santuario del cielo

8 1 El punto principal de todo lo dicho es que tenemos un Pontífice que está

sentado a la diestra del trono de la Majes­tad de los cielos; 2 ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, hecho por el Señor, no por el hombre. 3 Pues todo pontífice es instituido para ofrecer obla­ciones y sacrificios, por lo cual es preciso que tenga algo que ofrecer. 4 Si El morara en la tierra, no podría ser sacerdote, ha­biendo ya quienes al tenor de la Ley ofrecen oblaciones. 5 Estos sacerdotes sir­ven en un santuario que es imagen y som­bra del celestial, según que fue revelado a Moisés cuando se disponía a ejecutar el tabernáculo: «Mira—se le dijo—y hazlo todo según el modelo que te ha sido mostrado en el monte». * 6 Pero nuestro Pontífice ha recibido en suerte un minis­terio tanto mejor, cuanto El es mediador de una más excelente alianza, concertada sobre mejores promesas. ' Pues si aquella primera estuviera exenta de defecto, no habría lugar a una segunda.

8 Sin embargo, vituperándolos, dice: «He aquí que vendrán días, dice el Señor, en que concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá un pacto nuevo, 9 no conforme al pacto hecho con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, puesto que ellos no permanecieron fieles a mi pacto, y yo los menosprecié, dice el Señor. 1° Este será el pacto que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Imprimiré mis leyes en su mente, y en sus corazones las escribiré. Y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. H Y nadie enseñará a su prójimo ni a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; por­que todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor, 12 porque tendré miseri­cordia de sus iniquidades, y de sus pecados jamás me acordaré». *

13 Al decir «un pacto nuevo», declara envejecido el primero. Ahora bien, lo que envejece y se hace anticuado está a punto de desaparecer.

11 Si el sacerdocio levítico hubiera realizado la santificación definitiva, ¿para qué hablar David en el salmo n o de este nuevo sacerdocio de Melquisedec? El sacerdocio tiene su ley, norma de su ministerio; luego a un nuevo sacerdocio sigúese una nueva ley; luego el sacerdocio de Cristo debe poseer su ley, la Ley evangélica. O 5 Ex 25,40. ° , 2 Jer 31.31 ss.

1249 HEBREOS 9

LA EXPIACIÓN DE CRISTO, MÁS EFICAZ QUE LA EXPIACIÓN DEL SACERDOCIO

LEVÍTICO

(9-13)

El santuario de la antigua alianza

9 1 Y el primer pacto tenía su ceremo­nial y su santuario material. 2 Fue

construido un tabernáculo, y en él una primera estancia, en que estaban el can­delabro, y la mesa, y los panes de la pro­posición. Esta estancia se llamaba el San­to. 3 Después del segundo velo, otra es­tancia del tabernáculo, que se llamaba el Santo de los Santos, 4 en el que estaba el altar de oro de los perfumes y el arca de la alianza, cubierta toda ella de oro, y en ella un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Arón, que había rever­decido, y las tablas de la alianza. * 5 En­cima del arca estaban los querubines de la gloria, que cubrían el propiciatorio, de los cuales nada hay que decir en par­ticular.

6 Dispuestas así las cosas, en la primera estancia del tabernáculo entraban cada día los sacerdotes, que desempeñaban sus ministerios; 7 pero en la segunda, una sola vez en el año entraba el pontífice solo, no sin haber ofrecido la sangre en expiación de sus ignorancias y las del pueblo. 8 Que­ría mostrar con esto el Espíritu Santo que aún no estaba expedito el camino del santuario mientras el primer tabernáculo subsistiese. 9 Era esto figura que miraba a los tiempos presentes, pues en aquél se ofrecían oblaciones y sacrificios, que no eran eficaces para hacer perfecto en la conciencia al que ministraba. 10 Sus pre­ceptos eran carnales, sobre alimentos, be­bidas, diferentes lavatorios y preceptos de una justicia carnal establecidos hasta el tiempo de la substitución.

La purificación de los pecados por Cristo

11 Pero Cristo, constituido Pontífice de los bienes futuros, entró una vez para siempre en un tabernáculo mejor y más perfecto, no hecho por manos de hombres, esto es, no de esta creación; i2 ni por la sangre de los machos cabríos y de los becerros, sino por su propia sangre entró una vez en el santuario, realizada la re­dención eterna. 13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros y la

a los inmundos y les da la limpieza de la carne, 14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno a sí mismo se ofreció inmaculado a Dios, limpiará nues­tra conciencia de las obras muertas para servir al Dios vivo! 15 Por esto es el me­diador de una nueva alianza, a fin de que, por su muerte, para redención de las transgresiones cometidas bajo la primera alianza, reciban los que han sido llamados las promesas de la herencia eterna.

Necesidad de la muer te de Cristo l* Porque donde hay testamento es pre­

ciso que intervenga la muerte del testador. " E l testamento es valedero por la muer­te, pues nunca el testamento es firme mientras vive el testador, i8 Y ni el pri­mero fue otorgado sin sangre; 19 porque, habiendo sido leídos al pueblo todos los preceptos de la Ley de Moisés, tomando éste la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua y lana teñida de grana, e hisopo, aspergió el libro y a todo el pueblo, 20diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que Dios ha con­traído con vosotros». * 21 Y el mismo tabernáculo y los vasos del culto los as­pergió del mismo modo con sangre, 22 y según la Ley, casi todas las cosas han de ser purificadas con sangre, y no hay re­misión sin efusión de sangre.

Necesidad del sacrificio de Cristo

aspersión de la ceniza de la vaca santifica ' para recibir la salud.

23 Era, pues, necesario que las figuras del santuario celestial fuesen purificadas, pero el santuario mismo del cielo había de serlo con más excelentes sacrificios; 24 que no entró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, figura del verdadero, sino en el mismo cielo, para comparecer ahora en la presencia de Dios a favor nuestro. 25 Ni para ofrecerse mu­chas veces, a la manera que el pontífice entra cada año en el santuario en sangre ajena; 26 de otra manera sería preciso que padeciera muchas veces desde la crea­ción del mundo. Pero ahora una sola vez en la plenitud de los siglos se manifes­tó para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. 27 Y por cuanto a los hom­bres les está establecido morir una vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo, que se ofreció una vez para sopor­tar los pecados de todos, por segunda vez aparecerá, sin pecado, a los que le esperan

Q 4 Según la descripción del Éxodo, 30,1 ss., el altar de oro de los perfumes estaba en laprime-** ra estancia, con la mesa de los panes y el candelabro. Con esto concuerda el relato de San Lu­cas al contar la visión de Zacarías (1,8 ss.). Esto es claro y no podía ignorarlo el autor. ¿Qué quiso, pues, significar al poner el altar en el Santísimo? Tal vez el incensario con que el sumo sacerdote ofrecía el incienso cuando entraba en el Santísimo el día de la expiación (Lev 16,12 ss.).

2» Ex 24,8 ss.

Nácar-Colunira 40

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HEBREOS 10-11 1250

I m p o t e n c i a de la L e y para santificar •i n 1 Pues como la Ley sólo es la som-1 " bra de los bienes futuros, no la verdadera realidad de las cosas, en nin­guna manera puede con los sacrificios que cada aflo sin cesar le ofrecen, siempre los mismos, perfeccionar a quienes los ofre­cen. 2 De otro modo cesarían de ofre­cerlos, por no tener conciencia ninguna de pecado los adoradores una vez ya purificados, 3 Pero en esos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados, 4 por ser imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos borre los pecados. 5 Por lo cual, entrando en este mundo, dice: «No quisiste sacrificios ni oblaciones, pero me has preparado un cuerpo. 6 Los holocaustos y sacrificios por el pecado no los recibiste. 7 Entonces yo dije: Heme aquí que vengo—en el volu­men del Libro está escrito de mí—para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad». *

8 Habiendo dicho arr iba: «Los sacri­ficios, las ofrendas y los holocaustos por el pecado no los quieres, no los aceptas», siendo todos ofrecidos según la Ley. 9 dijo entonces: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad». Abroga lo primero para establecer lo segundo. l 0 En virtud de esta voluntad somos nosotros santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez.

L o s a n t i g u o s sac r i f i cadores y C r i s t o 11 Y mientras que todo sacerdote asiste

cada día para ejercer su ministerio y ofre­cer muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados, 12 éste, habiendo ofrecido un sacrificio por los pecados, para siempre se sentó a la diestra de Dios, 13 esperando lo que resta «hasta que sean puestos sus enemigos por escabel de sus pies». 14 De manera que con una sola oblación perfeccionó para siempre a los santificados. 15 Y nos lo certifica el Espíritu Santo, porque des­pués de haber d i cho : 1 6 «Esta es la alianza que contraeré con vosotros, dice el Señor: Después de aquellos días depositaré mis leyes en sus corazones, y en su mente las escribiré», >7 y de sus pecados e iniquidades no me acordaré más. ' 8 Pues donde hay remisión, ya no hay oblación por el pe­cado.

E x h o r t a c i ó n y r e s u m e n 19 Teniendo, pues, hermanos, en virtud

de la sangre de Cristo, firme confianza de entrar en el santuario 2 0 que El nos abrió, como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo

1 n X Sal 40,8 ss. " "> Dt 32,35; Sal 135,14.

3 8 Hab 2,3 s.

un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con sincero corazón, con fe perfecta, purificados los corazones de toda conciencia mala y lavado el cuerpo con el agua pura. 23 Retengamos firmes la confesión de la esperanza, porque es fiel el que la ha prometido.

2 4 Miremos los unos por los otros para excitarnos a la caridad y a las buenas obras ; 25 n o abandonando nuestra asam­blea, como es costumbre de algunos, sino exhortándonos, y tanto más cuanto que vemos que se acerca el día. 26 Porque si voluntariamente pecamos después de re­cibir el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por los pecados, 27 sino un temeroso juicio, y la cólera terrible que devora a los enemigos. 2 S Si el que menos­precia la Ley de Moisés, sin misericordia es condenado a muerte sobre la palabra de dos o tres testigos, 2 9 ¿de cuánto mayor castigo pensáis que será digno el que pi­sotea al Hijo de Dios y reputa por inmun­da la sangre de su testamento, en el cual El fue santificado, e insulta al Espíritu de la gracia? 30 Porque conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo retribuiré». Y luego: «El Señor juzgará a su pueblo». * 31 Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo.

E x h o r t a c i ó n a la p e r s e v e r a n c i a e n suf r i r p o r el E v a n g e l i o

3 2 Recordad los días pasados, en los cuales, después de iluminados, soportas­teis una grave lucha de padecimientos; 33 de una parte fuisteis dados en espectácu­lo a las públicas afrentas y persecuciones; de o ü a os habéis hecho partícipes de los que así están. 34 Pues habéis tenido com­pasión de los presos y recibisteis con ale­gría el despojo de vuestros bienes, cono­ciendo que teníais una hacienda mejor y perdurable. 35 N o perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa, 3 6 Porque tenéis necesidad de paciencia para que, cumpliendo la voluntad de Dios, alcancéis la promesa. 37 «Porque aún un poco de tiempo, y el que llega vendrá y no tardará. 38 Mi justo vivirá de la fe, pero no se complacerá ya mi alma en el que co­barde se oculta». * 39 Pero nosotros no so­mos de los que se ocultan para perdición, sino de los que perseveran fieles para ganar el alma.

L a fe y su v a l o r e n la h i s to r i a d e los p a t r i a r c a s

11 1 Ahora bien: es la fe la firme se-^ guridad de lo que esperamos, la

convicción de lo que no vemos; 2 pues

1251 HEBREOS 11

por ella adquirieron gran nombre los an­tiguos. 3 Por la fe conocemos que los mun­dos han sido dispuestos por la palabra de Dios, de suerte que de lo invisible ha te­nido origen lo visible. * 4 Por la fe, Abel ofreció a Dios sacrificios más excelentes que Caín, y por ellos fue declarado justo, dando Dios testimonio a sus ofrendas; y por ella habló aún después de muerto. * 5 Por la fe fue trasladado Henoc sin pasar por la muerte, y no fue hallado, porque Dios le trasladó. Pero antes de ser tras­ladado recibió el testimonio de haber agradado a Dios, * 6 cosa que sin la fe es imposible. Que es preciso que quien se acerque a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan.

7 Por la fe, Noé, avisado por divina re­velación de lo que aún no se veía, movido de temor, fabricó el arca para salvación de su casa; y por aquella misma fe condenó al mundo, haciéndose heredero de la jus­ticia según la fe. * 8 Por la fe, Abraham, al ser llamado, obedeció y salió hacia la tie­rra que había de recibir en herencia, pero sin saber adonde iba. 9 Por la fe moró en la tierra de sus promesas como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de la mis­m a promesa . 1 0 Porque esperaba él ciudad asentada sobre firmes cimientos, cuyo ar­quitecto y constructor sería Dios. * n Por la fe, la misma Sara recibió el vigor, princi­pio de una descendencia, y esto fuera ya de la edad propicia, por cuanto creyó que era fiel el que se lo había prometido. * 12 Y por eso de uno, y éste ya sin vigor para en­gendrar, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como las arenas incontables que hay en las riberas del mar. *

13 En la fe murieron todos sin recibir las promesas; pero viéndolas de lejos y sa­ludándolas y confesándose peregrinos y huéspedes sobre la tierra, 14 pues los que tales cosas dicen dan bien a entender que buscan la patria.<5 Que si se acordaran de aquella de donde habían salido, tiempo tuvieron para volverse a ella. >6 Pero de­seaban otra mejor, esto es, la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse Dios suyo, porque les tenía preparada una ciudad.

17 Por la fe ofreció Abraham a Isaac cuando fue puesto a prueba, y ofreció a su unigénito, el que había recibido las I

1 1 3 Gen 1. 1 * Gen 4,4-

5 Gen 5,24. 7 Gen 6,8 s.

10 Gen 12,1 ss. 11 Gen 17,19. ' 2 Gen 15,5. 1» Gen 22.

promesas, l8 y de quien se había dicho: « P o r I s a a c t e n d r á s tu descendenc ia» , 19 pensando que hasta de entre los muer­tos podría Dios resucitarle, y así le recupe­ró en el instante del peligro. * 20 p o r ] a fe

dio Isaac las bendiciones de los bienes fu­turos a Jacob y Esaú. * 21 Por la fe, Jacob, moribundo, bendijo a cada uno de los hi­jos de José, apoyándose en la extremidad de su báculo. * 22 p o r l a fe, José, estando para acabar, se acordó de la salida de los hijos de Israel y dio órdenes acerca de sus huesos. * 23 Por la fe, Moisés, recién naci­do, fue ocultado durante tres meses por sus padres, que, viendo al niño tan her­moso, no se dejaron amedrentar por el de­creto del rey. * 2 4 Por la fe, Moisés, llegado ya a la madurez, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, 25 prefiriendo ser afligido con el pueblo de Dios a disfrutar de las ventajas pasajeras del pecado, 26 te­niendo por mayor riqueza que los tesoros de Egipto los vituperios de Cristo, porque ponía los ojos en la remuneración.

2 7 Por la fe abandonó el Egipto sin mie­do a las iras del rey, pues, como si viera al Invisible, perseveró firme en su propósito. 2 8 Por la fe celebró la Pascua y la asper­sión de la sangre, para que el extermina-dor no tocase a los primogénitos de Is­rael. * 29 Por la fe atravesaron el mar Ro­jo como por tierra seca, mas probando a pasar los egipcios, fueron sumergidos. * 30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después de haber sido rodeados siete días. * 31 Por la fe, Rahab , la meretriz, no pereció con los incrédulos, por haber aco­gido benévolamente a los espías. *

32 ¿Y qué más diré? Porque me faltaría el tiempo para hablar de Gedeón, de Ba-rac, de Sansón, de Jefté, de David, de Sa­muel y de los profetas, 33 los cuales, por la fe, subyugaron reinos, ejercieron la jus­ticia, alcanzaron las promesas, obstruye­ron la boca de los leones, 34 extinguieron la violencia del fuego, escaparon al filo de la espada, convalecieron de la enfer­medad, se hicieron fuertes en la guerra, desbarataron los campamentos de los ex­tranjeros. 35 Las mujeres recibieron sus muertos resucitados; otros fueron some­tidos a tormento, rehusando la liberación p o r a lcanzar una resurrección mejor ; 36 otros soportaron irrisiones y azotes, aún más, cadenas y cárceles; 37 fueron apedreados, tentados, aserrados, murie-

2 0 Gen 27,27 ss. 21 Gen 48,15 s. 2 2 Gen 50,24. 2 3 Ex 2,2. 2 8 Ex 12,12 S. 2 9 Ex 14,22 ss. 30 Jos 6,20. 3 1 Jos 2,11 s.

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HEBREOS 11-12 1252

ron al filo de la espada, anduvieron erran­tes, cubiertos de pieles de oveja y de ca­bra, necesitados, atribulados, maltrata­dos ; 38 aquellos de quienes no era digno el mundo, perdidos por los desiertos y por los montes, por las cavernas y por las grietas de la tierra. 39 Y todos éstos, con ser recomendables por su fe, no alcan­zaron la promesa, 4 0 porque Dios tenía previsto algo mejor sobre nosotros, para que sin nosotros no llegasen ellos a la perfección.

E x h o r t a c i ó n •I O i Teniendo, pues, nosotros tal nu-*& be de testigos que nos envuelve, arrojemos todo el peso del pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos al combate que se nos ofrece, 2 puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, Je­sús; el cual, en vez del gozo que se le ofre­cía, soporto la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del t rono de Dios. 3 Traed, pues, a vuestra consideración al que soportó tal contradic­ción de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis de ánimo rendidos por la fatiga.

L a correcc ión divina 4 Aún no habéis resistido hasta la san­

gre en vuestra lucha contra el pecado, 5 y os habéis ya olvidado de la exhortación que a vosotros como a hijos se dirige: «Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes reprendido por El ; 6 porque el Señor, a quien ama, le re­prende, y azota a todo el que recibe por hijo». *

7 Soportad la corrección. Como con hi­jos se porta Dios con vosotros. ¿Pues qué hijo hay a quien su padre no corrija? 8 Pe­ro si no os alcanzase la corrección de la cual todos han participado, argumento sería de que erais bastardos y no legítimos. 9 Por otra parte, hemos tenido a nuestros pa­dres carnales, que nos corregían, y nosotros los respetábamos; ¿no hemos de some­ternos mucho más al Padre de los espí­ritus para alcanzar la vida? io En efecto, aquéllos, según bien les parecía, nos co­rregían para proporcionarnos una felici­dad de pocos días; pero éste, mirando a nuestro provecho, nos corrige para hacer­nos participantes de su santidad. n Nin­

guna corrección parece por el momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofre­ce frutos apacibles de justicia a los ejer­citados por ella.*

H a y q u e t e n e r a l i en tos 1 2 Por lo cual, enderezad las manos caí­

das y las rodillas debilitadas, 13 y endere­zad vuestros pasos, para que los cojos no se salgan del camino, antes bien sean cu­rados. 14 Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios ; 15 mirando bien que ninguno sea privado de la gracia de Dios, que ninguna raíz amarga, brotando, la impida y corrompa la fe e inficione a muchos.

16 Mirad que ninguno incurra en for­nicación, impureza o impiedad, como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida. 17 Bien sabéis cómo, querien­do después heredar la bendición, fue des­echado y no halló lugar de penitencia, aun­que con lágrimas lo buscó. *

E x c e l e n c i a d e la n u e v a alianza 18 Que no os habéis allegado al monte

tangible, al fuego encendido, al torbellino, a la oscuridad, a la tormenta, 19 al sonido de la trompeta y a la voz de las palabras, que quienes las oyeron rogaron que no se les hablase m á s ; 2 0 porque no podían oírla sin temor. Si un animal tocaba al monte, había de ser a p e d r e a d o . ' 2 1 Y tan terri­ble era la aparición, que Moisés dijo: «Es­toy aterrado y tembloroso». 2 2 Pero vos­otros os habéis allegado al monte de Sión, a la ciudad de Dios vivo, a la Jerusalén celestial y a las miríadas de ángeles, a la asamblea, 2 3 a la congregación de los pri­mogénitos, que están escritos en los cie­los, y a Dios, Juez de todos, y a los espí­ritus de los justos perfectos,2 4 y al Media­dor de la nueva alianza, Jesús, y a la as­persión de la sangre, que habla mejor que la de Abel.

2 5 Mirad que no recuséis al que habla, porque si aquéllos, recusando al que en la tierra les hablaba, no escaparon al casti­go, mucho menos nosotros, si desecha­mos al que desde el cielo nos habla, 26 c u _ ya voz entonces estremecía la tierra y aho­ra hace esta promesa: «Todavía una vez, yo conmoveré no sólo la tierra, sino tam­bién el cielo». * 2 7 Este «todavía una vez» muestra el cambio de las cosas movibles,

10 6 Prov 3 , I I s. " n El Eclesiástico nos ofrece un hermoso comentario de estas ideas en 2,1-13.

17 Conviene conocer la historia de Esaú para no sacar de aquí una conclusión que no está en el ánimo del autor. Esaú vendió sus derechos de primogénito por un plato de lentejas, y cuando hubo acabado de venderlos se fue tranquilo, sin darle nada por lo hecho (Gen 25,34). Después que se vio privado de la bendición del padre, que transmitía esos derechos, lo sintió mucho y lloró (27,34). Dios se había valido de las artes de Jacob y de su madre para poner de manifiesto que la gracia me-siánica no está ligada a ninguna ley humana, sino a sola la voluntad de Dios (Rom g,6 ss.).

2 0 Recuerdo de la promulgación de la Ley en el Sinaí (Ex 19,6). 26 En el Sinaí, Dios hizo temblar la tierra para hacer sentir a los hombres la grandeza de su

1253 SANTIAGO

por razón de haberse ya cumplido, a fin de que permaneciesen las no conmovibles. 28 Por lo cual, ya que recibimos el reino inconmovible, guardemos la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con temor y reverencia, 2" porque mostró Dios ser un fuego devorador.

D i v e r s o s p r e c e p t o s m o r a l e s •í O 1 Permanezca entre vosotros la fra-* «* te rn idad, 2 no os olvidéis de la hos­pitalidad, pues por ella, algunos, sin sa­berlo, hospedaron a ángeles. * 3 Acordaos de los presos como si vosotros estuvierais presos con ellos, y de los que sufren malos tratos, como si estuvierais en su cuerpo. 4 El matrimonio sea tenido por todos en honor ; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros. 5 Sea vuestra vida exen­ta de avaricia, contentándoos con lo que tengáis, porque el mismo Dios ha dicho: «No te dejaré ni te desampararé». * 6 De manera que animosos podemos decir: «El Seflor es mi ayuda, no temeré; ¿qué podrá hacerme el hombre?»*

7 Acordaos de vuestros pastores, que os predicaron la palabra de Dios, y con­siderando el fin de su vida, imitad su fe. 8 Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. 9 N o os dejéis llevar de doctri­nas varias y extrañas; porque es mejor fortalecer el corazón con la gracia que con viandas, de las que ningún provecho sa­caron los que a ellas se apegaron. i° Nos­otros tenemos un altar, del que no tienen facultad de comer los que sirven en el ta­bernáculo. ' 1 Los cuerpos de aquellos ani­males cuya sangre, ofrecida por los peca­dos, es introducida en el santuario por el pontífice, son quemados fuera del campa­

mento. i2 Por lo cual también Jesús, a fin de santificar con su propia sangre al pue­blo, padeció fuera de la puerta.

13 Salgamos, pues, a El fuera del cam­pamento, cargados con su o p r o b i o , I 4 que no tenemos aquí ciudad permanente, an­tes buscamos la futura. ' 5 Por El ofrezca­mos de continuo a Dios sacrificio de ala­banza, esto es, el fruto de los labios que bendicen su nombre . 1 6 De la beneficencia y de la mutua asistencia no os olvidéis, que en tales sacrificios se complace Dios. 17 Obedeced a vuestros pastores y estad-les sujetos, que ellos velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y sin gemidos, que esto sería para vosotros poco venturoso. 18 Orad por nosotros. Confiamos en que tenemos buena con­ciencia y que queremos vivir bien en todo. 19 Sobre todo os ruego que hagáis oración para que yo os sea pronto restituido. 2* El Dios de la paz, que sacó de entre los muer­tos, por la sangre de la alianza eterna, al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, 21 os haga perfectos en todo bien, para hacer su voluntad, cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

C o n c l u s i ó n 2 2 Os ruego, hermanos, que llevéis con

paciencia este discurso de exhortación, porque en verdad os he escrito brevemen­te. 2} Sabed que ha sido puesto en libertad vuestro hermano Timoteo, en cuya com­pañía, si viniere pronto, os he de v e r . M Sa­ludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Os saludan los de Italia. 25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.

majestad e infundirles el temor de la misma. Ahora, según la palabra de Ageo (2,6), conmueve la tierra y los cielos para revelarse a los pueblos todos sobre el monte de Sión. 1 O 2 Gen 18,3. 1 ° 5 JOS 1,5.

* Sal 118,6.

EPÍSTOLA DE SANTIAGO

I . El nombre de Santiago, Jacobo, era muy común entre los judíos. Tres son los personajes de este nombre que los Evangelios nos dan a conocer. El primero es Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, apóstol, que selló con su muerte la fe de Cristo el año 44 (Act r a , 2 J . Otro es Santiago el Menor, hijo de Alfeo, también apóstol (Me 3,18). El tercero es Santiago, hijo de Marta (Me 16,1), hermana de la Virgen y llamada en otro lugar María de Cleofds, por su marido (Jn 19,25). Este es, sin duda, el que en los Actos y en San Pablo recibe el título del hermano del Señor (Cal 1,19). Parece que su padre era hermano de San José; su madre, cuñada, en sentido lato, hermana

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SANTIAGO 1 1254

de la Virgen, y, por tanto, primo del Señor (Le 9,54). Se disputa si este tercero se identifica con el segundo. La tradición de la Iglesia oriental los distingue, mientras la de la Iglesia occidental, con mayor probabilidad, los considera como una misma y única persona, y que su padre, Cleofás o Cleopatro, es el mismo que Alfeo.

2. Este Santiago, hermano del Señor, gobernó hasta su muerte la iglesia de Jerusalén. Tanto la Escritura como la tradición histórica nos lo presentan como muy adicto a la Ley y a las prácticas de la devoción judía, sin perjuicio, claro es, de la fe en Jesucristo; tanto, que aquellos judaizantes que por todas partes perseguían a San Pablo pretendían escudarse con el nombre de Santiago. A pesar de esa su piedad, por la que era venerado de los mismos judíos, el pontífice Anano le hizo prender y condenar a muerte el año 62, aprovechando la partida del gobernador romano Porcio Festo.

3. A juzgar por lo que vemos en Jerusalén (Act 21,20 ss.), hemos de suponer que muchos judíos de la dispersión, convertidos a la fe, conservaban su amor al templo y su devoción por aquellas formas de piedad en que se habían criado. De aquí debía originarse entre ellos mayor devoción por la iglesia madre de Jerusalén. Este fue, sin duda, el motivo de la carta escrita por Santiago «a las doce tribus de la dispersión».

La carta contiene una serie de normas morales inspiradas en los libros sapienciales, pero desarrolladas en el ambiente de espiritualidad propia del sermón de la Montaña.

STT1YT A R T O ^a P a c ' e n c ' a y ' a sinceridad de la fe (1). La caridad hacia el prójimo (2). La lengua (3). Los malos pensamientos (4,1-$,

12). La unción de los enfermos ($,13-20).

Saludo

I1 Santiago, siervo de Dios y del Se­ñor Jesucristo, a las doce tribus de

la dispersión, salud.

D e la perseverancia en las pruebas 2 Tened, hermanos míos, por sumo go­

zo veros rodeados de diversas tentaciones, 3 considerando que la prueba de vuestra fe engendra la paciencia. 4 Mas tenga obra perfecta la paciencia, para que seáis per­fectos y cumplidos, sin faltar en cosa al­guna. 5 Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios, que a todos da largamente y sin reproche, y le será otorgada. 6 Pero pida con fe, sin vacilar en nada, que quien vacila es semejante a las olas del mar, movidas por el viento y llevadas de una a otra parte. 7 Hombre semejante no piense que recibirá nada de Dios. 8 Es varón indeciso e inconstante en todos sus caminos.

9 Gloríese el hermano pobre en su exal­tación, i" el rico en su humillación, por­que como la flor de heno pasará. n Se le­vantó el sol con sus ardores, secóse el heno, se marchitó la flor y desapareció su belleza. Así también el rico se marchitará en sus empresas. 12 Bienaventurado el va­rón que soporta la tentación, porque, pro­bado, recibirá la corona de la vida que Dios prometió a los que le aman.

13 Nadie en la tentación diga: «Soy ten­tado por Dios». Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie. 14Cada

uno es tentado por sus propias concupis­cencias, que le atraen y seducen. 15 Luego la concupiscencia, cuando ha concebido, pare el pecado, y el pecado, una vez con­sumado, engendra la muerte.1<s No os en­gañéis, hermanos míos carísimos. 17 To­do buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las lu­ces, en el cual no se da mudanza ni som­bra de alteración. 18 De su propia volun­tad nos engendró por la palabra de la ver­dad, para que seamos como primicias de sus criaturas.

Deberes hacia la verdad 19 Sabéis, hermanos míos carísimos, que

todo hombre debe ser pronto para escu­char, tardo para hablar, tardo para airar­se, 20 porque la cólera del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por esto, deponien­do toda sordidez y todo resto de maldad, recibid con mansedumbre la palabra in­jerta en vosotros, capaz de salvar vuestras almas. 22 Ponedla en práctica y no os con­tentéis sólo con oiría, que os engañaría; 23 pues quien se contente con sólo oir la palabra sin practicarla, será semejante al varón que contempla en un espejo su ros­tro, 24 y apenas se contempla, se va y al instante se olvida de cómo era; 25 mien­tras que quisn atentamente considera la ley perfecta, la de la libertad, ajustándo­se a ella, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor, éste será bienaventura­do por sus obras.

1255 SANTIAGO 1-3

26 Si alguno cree ser religioso y no re­frena su lengua, se engaña, porque su re­ligión es vana. 27 La religión pura e in­maculada ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulacio­nes y conservarse sin mancha en este mundo.

La caridad

2 1 Hermanos míos, no juntéis la acep­ción de personas con la fe de nuestro

glorioso Señor Jesucristo. 2 Porque si en­trando en vuestra asamblea un hombre con anillos de oro en los dedos, en traje magnífico, y entrando asimismo un po­bre con traje raído, 3 fijáis la atención en el que lleva el traje magnífico y le decís: Tú siéntate aquí honrosamente; y al po­bre le decís: Tú quédate ahí en pie o sién­tate bajo mi escabel, 4 ¿no juzgáis por vosotros mismos y venís a ser jueces per­versos? 5 Escuchad, hermanos míos carí­simos : ¿No escogió Dios a los pobres se­gún el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le aman? * Y vos­otros afrentáis al pobre. ¿No son los ri­cos los que os oprimen y os arrastran ante los tribunales? 7 ¿No son ellos los que blas­feman el buen nombre invocado sobre nosotros? 8 Si en verdad cumplís la ley re­gia de la Escritura: «Amarás al prójimo como a ti mismo», bien hacéis; 9 pero si obráis con acepción de personas, come­téis pecado, y la Ley os argüirá de trans-gresores. 10 Porque quien observe toda la Ley, pero quebrante un solo precepto, vie­ne a ser reo de todos; n pues el mismo que dijo: «No adulterarás», dijo también: «No matarás». Y si no adulteras, pero ma­tas, te has hecho transgresor de la Ley. 12 Hablad y juzgad como quienes han de ser juzgados por la ley de la libertad. 13 Porque sin misericordia será juzgado el que no hace misericordia. La misericor­dia aventaja al juicio.

La fe y las obras 14 ¿Qué le aprovecha, hermanos míos,

a uno decir: «Yo tengo fe», si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? * 15 Si el her­mano o la hermana están desnudos y ca­recen de alimento cotidiano, i* y alguno de vosotros les dijere: «Id en paz, que po­dáis calentaros y hartaros», pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta. 18 Mas dirá alguno: «Tú tienes fe y yo tengo obras». Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras

I te mostraré la fe. i* ¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien. Mas también los de­monios creen y tiemblan. 20 ¿Quieres sa­ber, hombre vano, que es estéril la fe sin las obras? l l Abraham, nuestro padre, ¿no fue justificado por las obras cuando ofre­ció sobre el altar a Isaac, su hijo? 22 ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y que por las obras se hizo perfecta la fe? 23 y cumplióse la Escritura, que dice: «Pero Abraham creyó a Dios, y le fue imputado a justicia, y fue llamado amigo de Dios». 24 Ved, pues, cómo por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre. 25 Y, asimismo, Rahab, la meretriz, ¿no se justificó por las obras, recibiendo a los mensajeros y despidiéndolos por otro ca­mino? 26 Pues como el cuerpo sin el espí­ritu es muerto, así también es muerta la fe sin las obras.

Pecados de la lengua

3 ' Hermanos míos, no seáis muchos en pretender haceros maestros, sa­

biendo que seremos juzgados más seve­ramente, 2 porque todos ofendemos en mucho. Si alguno no peca de palabra, es varón perfecto, capaz de gobernar con el freno todo su cuerpo. 3 A los caballos les ponemos freno en la boca para que nos obedezcan, y así gobernamos todo su cuerpo. 4 Ved también las naves, que, con ser tan grandes y ser empujadas por vien­tos impetuosos, se gobiernan por un pe­queño timón a voluntad del piloto. 5 Así también la lengua, con ser un miembro pequeño, se atreve a grandes cosas. Ved que un poco de fuego basta para quemar todo un gran bosque. 6 También la len­gua es un fuego, un mundo de iniquidad. Colocada entre nuestros miembros, la len­gua contamina todo el cuerpo, e inflama­da por el infierno, inflama a su vez toda nuestra vida.

7 Todo género de fieras, de aves, de rep­tiles y animales marinos es domable y ha sido domado por el hombre; 8 pero a la lengua nadie es capaz de domarla; es un azote irrefrenable y está llena de mortí­fero veneno. 9 Con ella bendecimos al Se­ñor y Padre nuestro y con ella maldeci­mos a los hombres, que han sido hechos a imagen de Dios. 1(l De la misma boca proceden la bendición y la maldición. Y esto, hermanos míos, no debe ser así. I I ¿Acaso la fuente echa por el mismo ca­ño agua dulce y amarga? I2 ¿Puede acaso, hermanos míos, la higuera producir acei­tunas, o higos la vid? Y tampoco un ma­nantial puede dar agua salada y agua dulce.

¿ 14-16 Véase nota a Rom 3,21-24.

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SANTIAGO 3-5 1256

La sabiduría 13 ¿Quién de entre vosotros es sabio e

inteligente? Pues muestre con sus obras y conducta su mansedumbre y su sabidu­ría. • * Pero si tenéis en vuestros pechos un corazón lleno de amarga envidia y renci­lloso, no os gloriéis ni mintáis contra la verdad; 15 que no será sabiduría de arri­ba la vuestra, sino sabiduría terrena, ani­mal, demoniaca. 16 Porque donde hay en­vidias y rencillas, allí hay desenfreno y to­do género de males. t 7 Mas la sabiduría de arriba es primeramente pura; luego, pa­cífica, modesta, indulgente, llena de mi­sericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía, 18 y el fruto de la justicia se siembra en la paz para aquellos que obran la paz.

Los enemigos de la concordia

4 1 ¿Y de dónde entre vosotros tantas guerras y contiendas? ¿No es de las

pasiones, que luchan en vuestros miem­bros? 2 Codiciáis, y no tenéis; matáis, ar­déis en envidia, y no alcanzáis nada; os combatís y os nacéis la guerra; y no te­néis porque no pedís;* 3 pedís y no re­cibís, porque pedís mal, para dar satis­facción a vuestras pasiones. 4 Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemiga de Dios? Quien pretende ser ami­go del mundo, se hace enemigo de Dios. 5 ¿O pensáis que sin causa dice la Escri­tura: «El Espíritu que mora en vosotros se deja llevar de la envidia»? 6 Al contra­rio, El da mayor gracia. Por lo cual dice: «Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da la gracia». *

7 Someteos, pues, a Dios y resistid al diablo, y huirá de vosotros. ' Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores, y purificad vues­tros corazones, almas dobles. 9 Sentid vuestras miserias, llorad y lamentaos; con­viértase en llanto vuestra risa, y vuestra alegría en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor y El os ensalzará. n No mur­muréis unos de otros, hermanos; el que murmura de su hermano o juzga a su her­mano, murmura de la Ley, juzga la Ley. Y si juzgas la Ley, no eres ya cumplidor de ella, sino juez. 12 Uno solo es el legis­lador y el juez, que puede salvar y perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar a tu pró­jimo?

A los comerciantes y a los ricos 13 Y vosotros los que decís: «Hoy o ma­

ñana iremos a tal ciudad, y pasaremos allí el año, y negociaremos, lograremos bue-

A 2 El pensamiento general de este versículo r. ^ tical de su expresión no es tan clara. En el t< 6 Prov 3.34, según los LXX.

ñas ganancias», w no sabéis cuál será vues­tra vida de mañana, pues sois humo, que aparece un momento y al punto se disipa. 15 En vez de esto debíais decir: Si el Se­ñor quiere y vivimos, haremos esto o aque­llo. i<> Pero del otro modo os jactáis fan-farronamente, y esa jactancia es mala. 17 Pues al que sabe hacer el bien y no lo hace, se le imputa a pecado.

Contra los ricos

5 1 Y vosotros los ricos, llorad a gri­tos sobre las miserias que os amena­

zan. 2 Vuestra riqueza está podrida; vues­tros vestidos, consumidos por la polilla; 3 vuestro oro y vuestra plata, comidos del orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes como fuego. * Ha­béis atesorado para los últimos días. El jornal de los obreros que han segado vues­tros campos, defraudado por vosotros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejér­citos. 5 Habéis vivido en delicias sobre la tierra, entregados a los placeres, y habéis engordado para el día de la matanza. 6 Habéis condenado al justo, le habéis dado muerte sin que él os resistiera.

D e la paciencia 7 Tened, pues, paciencia, hermanos,

hasta la venida del Señor. Ved cómo el labrador, con la esperanza de los precio­sos frutos de la tierra, aguarda con pacien­cia las lluvias tempranas y las tardías. 8 Aguardad también vosotros con pacien­cia, fortaleced vuestros corazones, por­que la venida del Señor está cercana. ' No os quejéis, hermanos, murmurando unos de otros, para que no incurráis en juicio: mirad que el Juez está a las puertas. 1° To­mad, hermanos, por modelo de toleran­cia y de paciencia a los profetas, que ha­blaron en nombre del Señor, n Ved cómo ahora aclamamos bienaventurados a los que padecieron. Sabéis la paciencia de Job, el fin que el Señor le otorgó, porque el Señor es compasivo y misericordioso.

Ju ramento 12 Pero ante todo, hermanos, no juréis,

ni por el cielo, ni por la tierra, ni con otra especie de juramentos; que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para no incurrir en juicio.

Oración 13 ¿Está afligido alguno entre vosotros?

Ore. ¿Está de buen ánimo? Salmodie. 14 ¿Alguno entre vosotros enferma? Haga

o parece ofrecer dificultad, pero la forma grama-xto damos la que nos parece más probable.

1257 SAN PEDRO

llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor, ís y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le alivia­rá, y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados.i« Confesaos, pues, mu­tuamente vuestras faltas y orad unos por otros para que os salvéis. Mucho puede la oración fervorosa del justo. * X7 Elias

para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses; i8 y de nuevo oró, y envió el cielo la lluvia, y produjo la tierra sus frutos.

19 Hermanos míos, si alguno de vos­otros se extravía de la verdad y otro logra reducirle, 20 sepa qUe quien convierte a un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muche-

hombre era, semejante a nosotros, y oró | dumbre de sus pecados.

C *6 Es propio de los humildes confesar las faltas y pedir perdón de ellas, como es propio del or-^ gulloso excusar sus faltas y aun negarlas. Con lo primero se obtiene el perdón de los hombres y el de Dios; con lo segundo las faltas se agravan ante los hombres y ante Dios, a Quien agrada la humil­dad y desagrada la soberbia.

EPÍSTOLAS DE SAN PEDRO

1. Simón, hermano de Andrés, fue natural de Betsaida, al norte del mar de Genesaret. Fue puesto en comunicación con el Señor por su hermano al día siguiente de hacerse él y Juan encontradizos con Jesús y de pasar con El la noche (Jn 1,41 s.). Cuando la pesca milagrosa, recibió con su hermano y sus compañeros, los hijos de Zebedeo, la invitación de Jesús y se adhirió a El para seguirle a todas partes (Mt 4, 18-22). Fue uno de los tres íntimos del Salvador, que le mudó el nombre en Cefas . o Pedro, para significar el puesto eminente que le daba en la Iglesia (Mt 16-18). Subido a los cielos el Maestro, es Pedro el jefe de los discípulos, y el día de Pentecos­tés se presenta al pueblo con plena conciencia de la misión que había recibido (Mt 1, i¡ ss.; 2,14 ss.).

2. San Lucas, en los Hechos, nos le muestra, ya en compañía de Juan, ya de otros fieles anónimos, predicando y haciendo prodigios en Jerusalén y en Judea. Es el que recibe del Señor la orden de admitir a los gentiles a la fe acudiendo a la invita­ción del centurión Cornelio (Act 10,1-11,18). El rey Agripa quiso darle muerte para complacer a los judíos, pero el Señor le libró milagrosamente (Act 12,3 ss.). Libre, salió de la ciudad para «ir a otra parte». Una antigua tradición, conservada por muchos Padres, dice que fue a Roma en los primeros años del emperador Claudio (41-54), tal vez al ser librado de las garras de Agripa (44). Por el año 49 le vemos ejercer su autoridad en la asamblea de Jerusalén y fallar el pleito sobre las condiciones con que debían ser recibidos los gentiles en la Iglesia (Act 15,7 ss.). San Pablo nos dice en su epístola a los Gdlatas que estuvo después en Antioquía de Siria (2,11). Desde este momento, las noticias que tenemos de San Pedro se reducen a sus cartas escritas en Roma y ala firme tradición de la Iglesia de que, reinando hieran (54-68), murió en Roma, crucificado cabeza abajo, siendo sepultado su cuerpo en el monte Vaticano. La cronología oficial de la Iglesia señala como fecha de su muerte el año 6y.

3. Durante los años en que le perdemos de vista, San Pedro debió de ejercer su ministerio entre los judíos de las provincias de Asia Menor, y éste seria el motivo de escribirles las dos cartas que de él poseemos. La primera va dirigida «a los elegidos de la dispersión del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia*. La escribió en «Ba­bilonia» (Roma), y Silvano o Silas fue el encargado de llevarla a su destino. Con el apóstol se hallaba entonces «Marcos, su hijo».

4. Después de un saludo a sus destinatarios (1,1-2) da gracias al Señor por la salud concedida a los fieles (1,3-12), y pone ante los ojos de éstos la dignidad del cristiano (1,13-2,10). Luego entra a tratar en detalle de la conducta que han de guardar con los extraños y con las autoridades (2,11-iy); expone los deberes de los siervos, de los cónyuges (3,1-7), y de todos con los hermanos en la fe, a ejemplo de

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1 SAN PEDRO 1 1258

Jesucristo (3,8-4,6); exhorta a los fieles a velar en la práctica de la beneficencia, a sufrir alegremente las persecuciones y a guardar la debida disciplina, los presbíteros en el gobierno de los fieles, y éstos en obediencia (4,7-5,11). Termina recomendándoles a Silvano y mandándoles saludos de la iglesia de Babilonia y de Marcos (5,12-14).

5. La segunda epístola no señala los destinatarios, como tampoco tiene ninguno de aquellos rasgos particulares que son propios del género epistolar, y que no faltan en la primera epístola. En ésta nos habla de los herejes que comenzaban a pulular en las regiones de Asia, y que no serían otros que los condenados por San Pablo en sus epís­tolas de la cautividad. No son los gnósticos del siglo II, sino los primeros gérmenes del gnosticismo, que en el siglo siguiente llegan a su madurez y plena expansión.

La segunda ofrece en la composición ciertas dificultades, que desaparecen si supo­nemos haberse dado en el texto una traslocación, y leemos: 3,1-16, inmediatamente después de 2,3a, de modo que el orden del texto primitivo fuera i-2,3a; 3,1-16; 2,3b-22 ; 3,17-18.

D E S A N P E D R O

CTTlV/r A T Í J O Acción de gracias (1,1-12). La dignidad del cristiano (1, 13-2,17). Deberes de los diversos estados (2,18-3,17). El

ejemplo de Cristo (3,18-4,6). La caridad cristiana (4,7-ig). Consejos diversos (5).

Saludo

I1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos extranjeros de la dispersión

del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en la santificación del Espí­ritu para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo: la gracia y la paz os sean multiplicadas.

A c c i ó n d e g r a c i a s 3 Bendito sea Dios y Padre de nuestro

Señor Jesucristo, que por su gran mise­ricordia nos reengendro a una viva espe­ranza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, * 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesi­ble, que os está reservada en los cielos, 5 a los que por el poder de Dios habéis si­do guardados mediante la fe para la sa­lud que está dispuesta a manifestarse en el t iempo último. 6 Por lo cual exultáis, aunque ahora tengáis que entristeceros un poco, en las diversas tentaciones, 7 pa­ra que vuestra fe, probada, más preciosa que el oro , que se corrompe aunque acri­solado por el fuego, aparezca digna de ala­banza, gloria y honor en la revelación de

Jesucristo, 8 a qui«n amáis sin haberlo vis­to, en quien ahora creéis sin verle, y os regocijáis con un gozo inefable y glorioso, 9 recibiendo el fruto de vuestra fe, la sa­lud de las almas. 10 Acerca de la cual in­quirieron e investigaron los profetas que vaticinaron la gracia a vosotros destina­da, 11 escudriñando qué y cuál tiempo in­dicaba el Espíritu de Cristo, que en ellos moraba y de antemano testificaba los pa­decimientos de Cristo y las glorias que habían de seguirlos. 1 2 A ellos fue reve­lado que no a sí mismo, sino a vosotros, servían con esto, que os ha sido anunciado ahora por los que os evangelizaron, mo­vidos del Espíritu Santo, enviado del cielo y que los mismos ángeles desean contem­plar.

D i g n i d a d de l c r i s t i ano

13 Por lo cual, ceñidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vues­tra esperanza completamente puesta en la gracia que os ha traído la revelación de Jesucristo. * 14 Como hijos de obediencia, no os conforméis a las concupiscencias que primero teníais en vuestra ignoran­cia, 15 antes, conforme a la santidad del

1 3 Como San Pablo en Efesios 1,3 ss., en forma de alabanza a Dios Padre, explica e! misterio de la generación espiritual de los fieles y sus alegres esperanzas, que los profetas anunciaron, aunque

ellos no las habían de gozar, sino aquellos a quienes fueron anunciadas al fin de los tiempos. 13 Ceñirse es propio de quien se prepara para hacer algo; ceñirse los lomos de la mente será

preparar el ánimo de veras para la obra y acometerla de hecho.

1259 1 SAN PEDRO 1-2

que os llamó, sed santos en todo, i« por­que escrito está: «Sed santos, porque san­to soy yo». » 17 y si llamáis Padre al que sm acepción de personas juzga a cada cual según sus obras, vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, " c o n s i d e r a n d o que habéis sido rescata­dos de vuestro vano vivir según la tradi­ción de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles, 1» sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordeio sin de­fecto ni mancha, 20 v a conocido antes de la creación del mundo y manifestado al fin de los tiempos por amor vuestro; 21 los que por El creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio la gloria, de manera que en Dios tengamos nuestra fe y nuestra esperanza.

2 2 Pues que por la obediencia a la ver­dad habéis purificado vuestras almas para una sincera caridad, amaos entrañable­mente unos a otros, 2 3 como quienes han sido engendrados no de semilla corrupti­ble, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios, * 2 4 porque «toda carne es como heno, y toda su gloria, co­mo flor de heno. Secóse el heno y se cayó la flor, 25 mas la palabra del Señor perma­nece para siempre». Y esta palabra es la que os ha sido anunciada. *

2 1 Despojaos, pues, de toda maldad y de todo engaño, de hipocresías, envi­

dias y maledicencias,2 y como niños recién nacidos apeteced la leche espiritual, para con ella crecer en orden a la salvación,3 si es que habéis gustado cuan bueno es el Sefior. * 4 A El habéis de allegaros, como a piedra viva rechazada por los hombres, pero por Dios escogida, preciosa. 5 Vos­otros como piedras vivas sois edificados en casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo. 6 Por lo cual en la Escritura se lee: «He aquí que yo pongo en Sión una piedra angular, escogida, pre­ciosa, y el que creyere en ella no será con­fundido». *

7 Para vosotros, pues, los creyentes, es honor , mas para los incrédulos esa piedra, desechada por los constructores y conver­tida en cabeza de esquina, 8 es «piedra de tropiezo y roca de escándalo». Rehusan­do creer, vienen a tropezar en la palabra, pues también a eso fueron destinados. 9 P e r o v o s o t r o s so is «l inaje e scog ido ,

J6 Lev 19,2. 23 La imagen de !a generación para expresar el misterio de la justificación es frecuente y se

realiza por la «semilla» de la palabra evangélica que recibimos y luego el agua del bautismo. 25 Is 40,8.

2 3 El Señor aqui es Jesucristo, objeto de la fe. * Is 28,16. Jesucristo es esa piedra angular, principio de salud para los que creen, pero tropie­

zo para los incrédulos, que se escandalizan de la cruz. 14 Era Nerón cuando esta carta fue escrita. Pero era el que ejercía la autoridad, y, como repre­

sentante del Señor, había de ser obedecido.

sacerdocio real, nación santa, pueblo ad­quirido para pregonar el poder del que os llamó de las tinieblas a su luz admira­ble», i" Vosotros, que un tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; no ha­bíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis conseguido misericordia.

Conducta con los extraños 11 Os ruego, carísimos, que, como pe­

regrinos advenedizos, os abtengáis de los apetitos carnales que combaten contra el alma ' 2 y observéis entre los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que, en lo mismo por que os afrentan como malhe­chores , c o n s i d e r a n d o vues t ra s b u e n a s obras, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.

O b e d i e n c i a a las a u t o r i d a d e s

13 Por amor del Señor, estad sujetos a toda autoridad h u m a n a : 1 4 y a al empera­dor, como soberano; ya a los gobernado­res, como delegados suyos para castigo de los malhechores y elogio de los bue­nos. * l s Tal es la voluntad de Dios, que, obrando el bien, amordacemos la igno­rancia de los hombres insensatos;1 6 como libres y no como quien tiene la libertad cual cobertura de la maldad, sino como siervos de D i o s . 1 7 Honrad a todos, amad la fraternidad, temed a Dios y honrad al emperador.

L o s s i e rvos 18 Los siervos estén con todo temor

sujetos a sus amos, no sólo a los bonda­dosos y humanos, sino también a los rigurosos. 19 Agrada a Dios que por amor suyo soporte uno las ofensas injus­tamente inferidas.2 0 Pues ¿qué mérito ten­dríais si, delinquiendo y castigados por ello, lo soportáis? Pero si por haber hecho el bien padecéis y lo lleváis con paciencia, esto es lo grato a Dios. 2 1 Pues para esto fuisteis llamados, ya que también Cristo padeció por vosotros y os dejó ejemplo para que sigáis sus pasos. 2 2 El, en quien no hubo pecado y en cuya boca no se halló engaño, 23 ultrajado, no re­plicaba con injurias, y atormentado, no amenazaba, sino que lo remitía al que juzga con justicia. 2 4 Llevó nuestros peca­dos en su cuerpo sobre el madero, para que, muertos al pecado, viviéramos para

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1 SAN PEDRO 2-4 1260

la justicia, y por sus heridas hemos sido curados . 2 5 Porque «erais como ovejas des­carriadas»; mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.

L o s c ó n y u g e s

31 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que

si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado sin palabras por la conducta de su mujer, 2 considerando vuestro res­petuoso y honesto comportamiento. 3 Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos, 4 sino el oculto en el corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios. 5 Así es como en otro tiempo se adorna­ban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos. 6 Como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llama­ba seflor, obrando el bien sin intimida­ción alguna.

7 Igualmente vosotros, maridos, tratad­las con discreción, como a vaso más frágil, honrándolas como a coherederas de la gracia de vida, para que nada im­pida vuestras oraciones.

D e b e r e s p a r a c o n los rieles 8 Finalmente, todos tengan un mismo

sentir, sean compasivos, fraternales, mi­sericordiosos, humildes, * no devolviendo mal por mal ni ultraje por ultraje: al contrario, bendiciendo, que para esto he­mos sido llamados, para ser herederos de la bendición: i" «Pues quien quisiere amar la vida y ver días dichosos, cohiba su lengua del mal y sus labios de haber engañado. * " Apártese del mal y obre el bien, busque la paz y sígala, 12 que los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos a sus oraciones, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal».

'•1 ¿Y quién os hará mal si fuereis ce­losos promovedores del bien? 14 Y si con todo padeciereis por la justicia, bienaven­turados vosotros. N o los temáis ni os turbéis. l 5 antes glorificad en vuestros co­razones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra espe­ranza a todo el que os la pidiere; l* pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confun­

didos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; 17 que mejor es pade­cer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

E j e m p l o d e C r i s t o 18 Porque también Cristo murió una

vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Mur ió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíri tu* l 9 y en El fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión, 2 0 in­crédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho personas, se salvaron por el agua. 21 Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo, no quitando la suciedad de la carne, sino demandando a Dios una buena conciencia por la resurrección de Jesu­cristo, 2 2 que. una vez sometidos a El los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios.

41 Puesto que Cristo padeció en la car­ne, armaos también del mismo pensa­

miento, de que quien padeció en la carne ha roto con el pecado, 2 para vivir el resto del tiempo no en codicias humanas, sino en la voluntad de Dios. 3 Basta ya de ha­cer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo, en desenfreno en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías. * Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan; 5 pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y muertos. 6 Que por esto fue anunciado el Evange­lio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.

A y u d a m u t u a d e los fieles 7 El fin de todo está cercano. Sed, pues,

discretos y velad en la oración. 8 Ante todo tened los unos para los otros fer­viente caridad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. 9 Sed hospitalarios unos con otros sin murmu­ración. I 0 El don que cada uno haya re­cibido, póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la mul­tiforme gracia de Dios, n Si alguno habla, sean sentencias de Dios ; si alguno ejerce un ministerio, sea como con poder que Dios otorga, a fin de que en todo sea Dios

O »° Sal 34,13 ss. ** l B Cristo murió en su carne mortal, pero resucitó glorioso cuando su alma glorificada se unió a su cuerpo, a! que comunicó la gloria de que ella estaba inundada. Esa misma alma gloriosa descen­dió a los infiernos, llevando a todos, a los creyentes y a loa incrédulos, la noticia de su resurrección, a unos para su gloria, y a otros para su confusión.

1261 2 SAN PEDRO 1

glorificado por Jesucristo, cuya es la glo­ria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

D e la a l e g r í a e n las p e r s e c u c i o n e s 1 2 Carísimos, no os sorprendáis como

de un suceso extraordinario del incendio que se ha producido entre vosotros, que es para vuestra p rueba ; 1 3 antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo. * t* Bienaventurados vosotros si por el nombre de Cristo sois ultrajados, por­que el Espíritu de la gloria, que es el Es­píritu de Dios, reposa sobre vosotros.

15 Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por en­trometido ; 1 6 mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre. 17 Porque ha llegado el t iempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Pues si empieza por nos­otros, ¿cuál será el fin de los que rehusan obedecer al Evangelio de Dios? * i 8 Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y el pecador? * 19 Así, pues, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden al Creador fiel sus almas por fa práctica del bien. *

A los p r e s b í t e r o s

5 ' A los presbíteros que hay entre vos­otros los exhorto yo, copresbítero,

testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que ha de reve­la rse :* 2 Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, no por fuerza,

S a l u d o

1 1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado

la misma preciosa fe por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: 2 Que la gracia y la paz se os multipliquen me-

sino con blandura, según Dios ; ni por sórdido lucro, sino con prontitud de áni­mo ; 3 no como dominadores sobre la he­redad, sino sirviendo de ejemplo al reba­ño . 4 Así, al aparecer el Pastor soberano, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria.

5 Igualmente vosotros, los jóvenes, vi­vid sumisos a los presbíteros, y todos ce­ñidos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da su gracia. s Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce. 7 Echad sobre El todos vuestros cuidados, puesto que tiene providencia de vosotros. 8 Es­tad alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda ron­dando y busca a quién devorar, 9 al cual resistiréis firmes en la fe, considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mun­do. 10 Y el Dios de toda gracia que os llamó en Cristo a su gloria eterna, des­pués de un breve padecer os perfecciona­rá y afirmará, os fortalecerá y consolidará. 11 A El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

1 2 Por Silvano, a quien tengo por her­mano fiel para con vosotros, os escribo brevemente, amonestándoos y testificán­doos ser la verdadera gracia de Dios esa en que vosotros os mantenéis firmes.13 Os saluda la iglesia de Babilonia, partícipe de vuestra elección, y Marcos, mi hijo. 14 Saludaos mutuamente en el ósculo de caridad. La paz a todos vosotros los que estáis en Cristo.

diante el conocimiento de Dios y de nues­tro Señor Jesucristo.

F i d e l i d a d a la v o c a c i ó n c r i s t i ana 3 Pues que por el divino poder nos han

sido otorgadas todas las cosas que tocan

A 13 La revelación de la gloria de Cristo tendrá lugar el día del juicio, cuando vendrá a dar a cada ^ uno según sus obras.

1 7 Este juicio son las pruebas a que Dios somete a los suyos. No se salvan sino superando las pruebas por que el Señor los hace pasar.

18 El Señor había ya dicho que la senda de la salud es estrecha, y es preciso hacer esfuerzos para entrar por ella y mantenerse en ella, mientras que la senda de la perdición es ancha, llana y cuesta abajo, por donde no hay más que dejarse ir (Mt 7,l3~s.; 19,12).

19 Este verso está tomado de los Prov 11,31,

O ' Sobre los presbíteros, véase Mt 20,17 ss.

/ / DE SAN P E D R O

STT1VT A R T O ^a C00Perac^n o- \°- gracia (1). Los falsos doctores (2). La •- • • • segunda venida del Señor (3).

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2 SAN PEDRO 1-2 1262

a la vida y a la piedad, mediante el cono­cimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, 4 y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacernos así partícipes de la divina naturaleza, hu­yendo de la corrupción que por la concu­piscencia existe en el m u n d o ; * 5 habéis de poner todo empeño por mostrar en vuestra fe virtud, en la virtud ciencia, 6 en la ciencia templanza, en la templanza pa­ciencia, en la paciencia piedad, 7 en la pie­dad fraternidad, y en la fraternidad ca­ridad. 8 Si éstas tenéis y en ellas abundáis, no os dejarán ellas ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesu­cristo. 9 Mas el que de ellas carece es de muy corta vista, es un ciego que ha dado al olvido la purificación de sus antiguos pecados. K> Por lo cual, hermanos, tanto más procurad asegurar vuestra vocación y elección cuanto que haciendo así jamás tropezaréis, n y tendréis ancha entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

P o s t r e r a s exhortac iones l2 Por eso no cesaré de traeros a la me­

moria estas cosas, por más que las sepáis y estéis afianzados en la verdad que al presente poseéis , 1 3 pues tengo por deber, mientras habito en esta tienda, estimula­ros con mis amonestaciones, * 14 conside­rando que pronto veré abatida mi tienda, según nos lo ha manifestado nuestro Se­ñor Jesucristo. 15 Quiero, pues, que, des­pués de mi partida, en todo tiempo recor­déis esto.

D ó n d e se d e b e b u s c a r la verdadera fe 16 Porque no fue siguiendo artificiosas

fábulas como os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino como quienes han sido testigos ocu­lares de su majestad. * 17 El recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando de la magnífica gloria se hizo oir aquella voz que decía: «Este es mi Hijo muy ama­do, en quien tengo mis complacencias». * 18 Y esta voz bajada del cielo la oímos los que con El estábamos en el monte santo. I 9 Y tenemos aún algo más firme, a saber, la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lám­para que luce en lugar tenebroso, hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones. 20 Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la

•1 4 Estas breves palabras: «partícipes de la divina naturaleza», contienen todo el misterio de la • gracia de Dios, por la cual somos, no sólo de nombre, sino en realidad, hijos de Dios, según

lo inculca San Juan (i Jn 3,1). 13 La tienda es el cuerpo mortal. Así habla también San Pablo (2 Cor 5,1). 16 Alude a la transfiguración del Señor, en que los apóstoles presentes vieron la gloría, que des­

pués había de aparecer en su cuerpo resucitado, y oyeron, además, la voz del Padre, que le recono­cía por Hijo suyo amado.

1' Mt 17,5-

Escritura es de privada interpretación, porque la profecía no ha sido en los tiem­pos pasados proferida por humana volun­tad, antes bien, movidos del Espíritu San­to, hablaron los hombres de Dios.

L o s falsos doc tores

21 Como hubo en el pueblo profetas falsos, asi habrá falsos doctores, que

introducirán sectas perniciosas, llegando hasta a negar al Señor que los rescató y atraerán sobre sí una repentina ruina. 2 Muchos los seguirán en sus liviandades, y por causa de ellos será blasfemado el camino de la verdad. 3 Llevados de la ava­ricia, harán de vosotros mercadería con palabras mentirosas, pero su condenación, ya antigua, no tardará, su ruina no se re­trasará. 4 Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipita­dos en el tár taro, los entregó a las pri­siones tenebrosas, reservándolos para el juicio;5 ni perdonó tampoco al viejo mun­do, sino que sólo guardó al octavo, a Noé , para pregonero de la justicia, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6 y a las ciudades de Sodoma y de Gomo-rra las condenó a la destrucción, redu­ciéndolas a cenizas para escarmiento de los impíos venideros, 7 mientras que libró al justo Lot, acosado por la conducta de los desenfrenados en su lascivia, 8 al justo que habitaba entre ellos diariamente y sentía su alma atormentada viendo y oyen­do sus obras inicuas..,

9 Pues sabe el Señor librar de la tenta­ción a los piadosos y reservar a los malva­dos para castigarlos en el día del juicio, 10 sobre todo a los que van en pos de la carne, llevados de los deseos impuros, y desprecian la autoridad del Señor. Auda­ces, pagados de sí mismos, no temen blas­femar de las potestades superiores, '• cuan­do los ángeles, aun siendo superiores en fuerza y poder, no profieren ante el Señor un juicio injurioso contra ellas. 12 Pero éstos, blasfemando de lo que no conocen, como brutos irracionales, naturalmente destinados a ser presa de la corrupción, perecerán en su corrupción, 13 recibiendo con esto la justa paga de su iniquidad; pues hacen sus delicias de los placeres de cada día; hombres sucios, corrompidos, se gozan en sus extravíos, mientras ban­quetean con vosotros. 14 Sus ojos están llenos de adulterio, son insaciables de pe­cado, seducen a las almas inconstantes,

1263 2 SAN PEDftO 2-3

tienen el corazón ejercitado en la avari­cia; son hijos de maldición.

15 Dejando la senda recta, se extravia­ron y siguieron el camino de Balam, hijo de Beor, que, buscando el salario de la in iquidad, 1 6 halló la reprensión de su pro­pia demencia cuando una muda bestia de carga, hablando con voz humana, re­primió la insensatez del profeta. * 17 Son éstos fuentes sin agua, nubes empujadas por el huracán, a quienes está reservado el orco tenebroso, n Profiriendo palabras hinchadas de vanidad, atraen a los deseos carnales a aquellos que apenas se habían apar tado de los que viven en el error, 19 prometiéndoles libertad, cuando ellos son esclavos de la corrupción, puesto que cada cual es esclavo de quien triunfó de él. 2» Si, pues, una vez retirados de las corruptelas del mundo por el conocimien­to de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, sus postrimerías se hacen peores que los principios.

2 1 Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos precep­tos que les fueron dados. 2 2 En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: «Vol­vióse el perro a su vómito, y la cerda, la­vada, vuelve a revolcarse en el cieno».

L a ven ida de l S e ñ o r

31 Esta es, carísimos, la segunda epís­tola que os escribo, y en ella he pro­

curado excitar con mis avisos vuestra sana inteligencia, * 2 a fin de que traigáis a la memoria las palabras predichas por los santos profetas y el precepto del Señor y Salvador, predicado por vuestros após­toles. 3 Y ante todo debéis saber cómo en los postreros días vendrán, con sus burlas, escarnecedores, que viven según sus propias concupiscencias, 4 y dicen: «¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que murieron los padres, todo permanece igual desde el principio de la creación». *

5 Es que voluntariamente quieren ig­norar que en otro tiempo hubo cielos y hubo tierra, salida del agua y en el agua asentada por la palabra de Dios ; 6 por el cual el mundo de entonces pereció anegado en el agua, 7 mientras que los

cielos y la tierra actuales están reserva­dos por la misma palabra para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los impíos. * 8 Carísimos, no se os caiga de la memoria que delante de Dios un solo día es como mil años, y mil años como un solo día. 9 N o retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no querien­do que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia. 10 Pero vendrá el día del Señor como ladrón, y en él pa­sarán con estrépito los cielos, y los ele­mentos, abrasados, se disolverán, y asi­mismo la tierra con las obras que en ella hay.

H a y q u e vivir p r e v e n i d o s 11 Pues si todo de este modo ha de

disolverse, ¿cuáles debéis ser vosotros en vuestra santa conversación y en vuestra piedad, 12 en la expectación de la llega­da del día de Dios, cuando los cielos, abrasados, se disolverán, y los elemen­tos, en llamas, se derretirán? 13 Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su mora­da la justicia, según la promesa del Se­ñor. 14 Por esto, carísimos, viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irrepro­chables delante de El, 15 y creed que la paciencia del Señor es para nuestra sa­lud, según que nuestro amado hermano Pablo os escribió conforme a la sabiduría que a él le fue concedida. 16 Es lo mismo que hablando de esto enseña en todas sus epístolas, en las cuales hay algunos puntos de difícil inteligencia, que hom­bres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición.

C o n c l u s i ó n 1 7 Vosotros, pues, amados, que de an­

temano sois avisados, estad alerta, no sea que, dejándoos llevar del error de los libertinos, vengáis a decaer en vues­tra firmeza. 18 Creced más bien en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El la gloria así ahora como en el día de la eternidad.

"• 16 Núm. 22,28.

O t Estas primeras palabras indican que los destinatarios son los mismos de la primera. ^ 4 Estos burlones arguyen pasando de la constancia del universo a su indestructibilidad.

7 Señala una nueva destrucción del mundo, no por agua, sino por el fuego, purificador de toda impiedad. El mundo antiguo fue purificado por el agua del diluvio; el presente será a su tiempo pu­rificado por el fuego. Malaquías dice que Dios purificará a los hijos de Leví por el fuego, que es el más enérgico purificador que existe, como los cirujanos lo saben muy bien (3,3). En la Ley se manda pasar por el fuego los objetos que lo soporten (Núm 31,23). Lo mismo leemos en Is 1,35 s.; Ez 22,20. Asi creará Dios aquellos cielos nuevos y tierra nueva de que hablara ls 65,17; 66,22 y Apoc 21,1.

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EPÍSTOLAS DE SAN JUAN

i. San Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, fue uno de los dos discípulos de Juan Bautista que, en oyendo las palabras de éste: «He ahí el cordero de Dios» (Jn 1,35 ss.), se fueron tras Jesús, pasando con El hasta el día siguiente. Sin duda que la memoria de aquellas conversaciones quedó grabada en el corazón joven de Juan para toda la vida. Llamado luego por su hermano, cuando estaban con su padre y los jornaleros remendando las redes, siguió al Maestro para no separarse ya de El (Mt 4,18-22). Fue uno de los más íntimos de Jesús, y sin duda el más amado, como se echa de ver por el hecho de haberle dejado encomendada la Madre (Jn 19,26 s.). El haber sido pescador con Pedro en el lago de Genesaret debió de ser causa de mayor amistad con él. Así, en la mañana de Pascua los dos recibieron el mensaje de la Mag­dalena y corrieron a ver el sepulcro (Jn 20,3 ss.). Después de Pentecostés, los dos amigos suben a orar al templo y curan al paralítico, por lo cual fueron llevados ante el Sanedrín y castigados y conminados para que no predicasen el nombre de Jesús (Act 3,1 ss.). Cuando Felipe el diácono predicó la fe en Samaría, fueron también los dos apóstoles a imponerles las manos y conferirles el Espíritu Santo (Act 8,14 s.). Pero en tocios estos lances de la vida de Juan no le olmos pronunciar una soía palabra.

2. La tradición primitiva, transmitida por los más antiguos escritores de la Iglesia, nos dice que en la última época de su vida, cuando tal vez habían desapare­cido ya todos los otros apóstoles, Juan moró en la provincia de Asia, y especialmente en Efeso; que bajo Domiciano fue traído a Roma y allí condenado a morir en una caldera de aceite hirviendo, de donde salió más joven. Luego fue desterrado a Patmos, una islita de la costa del Asia Menor, donde escribió el Apocalipsis. En esta misma región escribió el último evangelio y las tres cartas que llevan su nombre, muriendo a una avanzada edad y siendo sepultado en Efeso, en los postreros años del siglo, y, según algunos testimonios, ya en el reinado de Trajano (98-117).

3. La epístola primera tiene gran parecido con el cuarto evangelio y, según la probable sentencia de algunos, parece haber sido escrita como prefacio o presentación del evangelio mismo. No tiene nombre de autor ni de destinatarios. Es como un sermón en que se advierten las sentencias y el estilo del evangelio. El discípulo amado de Jesús se revela aquí el predicador de la caridad. Esta carta fue desde el principio recibida en el canon como de San Juan. No aparece en esta epístola un orden lógico. Puede considerarse como exordio lo que de sí mismo testifica, a saber, que es testigo del Verbo de la vida (1,1-4); í"ego habla de cómo Dios es la luz (1,5-2,2,); de la caridad fraterna (2,3-11); de la huida del mundo (2,12-17); de los anticristos (2,18-27); de los hijos de Dios (2,28-3,12); otra vez de la caridad fraterna (3, 13-24); del doble espíritu: del error y de la verdad (4,1-6); del amor de Dios y del prójimo (4,7-21); de los tres testigos ($,1-12); del poder de la oración y de la con­fianza en el Señor (5,13-21).

4. Las otras dos, más cortas y como billetes, están dirigidas, la primera, a una dama llamada Electa, que acaso es un nombre simbólico, y a sus hijos, para alabar su fe y prevenirlos contra los falsos doctores. La segunda está dirigida a un cierto Gayo, na quien mucho ama en la verdad» y cuya hospitalidad hacia los hermanos alaba, a la vez que censura la conducta contraria de cierto Diotrefes, que se mostraba, además, poco respetuoso hacia la persona del apóstol.

1 D E S A N J U A N

SUMARIO El Verbo de vida (1,1-4). La ' t l 2 divina (1,5-2,17). El anticristo (2,18-27). Los hijos de Dios (2,28-4,6). La ca­

ridad (4,7-5,12). La confianza (5,13-21).

El Verbo de vida

I1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oido, lo que hemos visto

con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida—2 porque la vida se ha ma­nifestado y nosotros hemos visto y tes­tificamos y os anunciamos la vida eter­na, que estaba en el Padre y se nos mani­festó—, * 3 lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nos­otros. Y esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Os escribimos esto para que sea completo vuestro gozo.

La luz y el pecado 5 Este es el mensaje que de El hemos

oído, y os anunciamos que Dios es luz y que en El no hay tiniebla alguna. * 6 Si dijéremos que vivimos en comunión con El y andamos en tinieblas, menti­ríamos y no obraríamos según verdad. 7 Pero si andamos en la luz, como El está en la luz, entonces estamos en co­munión unos con otros y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pe­cado. s Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nos­otros. 9 Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonarnos y lim­piarnos de toda iniquidad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le desmentimos, y su palabra no está en nosotros.

1 Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abo­

gado tenemos ante el Padre, a Jesucris­to, justo. 2 El es la propiciación por nues­tros pecados. Y no sólo por los nues­tros, sino por los de todo el mundo.

D e la guarda de los mandamientos 3 Sabemos que le hemos conocido si

guardamos sus mandamientos. * 4 El que

dice que le conoce y no guarda sus man­damientos, miente y la verdad no está en él. 5 Pero el que guarda su palabra, en ése la caridad de Dios es verdadera­mente perfecta. En esto conocemos que estamos en El. 6 Quien dice que perma­nece en El debe andar como El anduvo.

7 Carísimos, no os escribo un mandato nuevo, sino un mandato antiguo que te­néis desde el principio. Y ese mandato antiguo es la palabra que habéis oído. 8 Mas de otra parte os escribo un man­damiento nuevo, que es verdadero en El y en vosotros, a saber, que las tinieblas pasan y aparece ya la luz verdadera. 9 El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano, ése está aún en las tinie­blas. 10 El que ama a su hermano está en la luz y en él no hay escándalo. 11 El que aborrece a su hermano está en tinieblas, y en tinieblas anda sin saber adonde va, porque las tinieblas han ce­gado sus ojos.

Hu ida del mundo 12 Os escribo, hijitos, porque por su

nombre os han sido perdonados los pe­cados, u Os escribo, padres, porque ha­béis conocido al que es desde el prin­cipio. Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. I4 Os escribo, niños, porque habéis conocido al Padre. Os es­cribo, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo, jóve­nes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis ven­cido al maligno.15 No améis al mundo ni 10 que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Pa­dre. 16 Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, con­cupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que pro­cede del mundo. 17 Y el mundo pasa, y también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

I2 Estas palabras son un comentario de lo que en el prólogo del evangelio dice San Juan del Verbo, «en quien estaba la vida, vida que es la luz de los hombres» (v.4). Esta vida es la vida

misma de Dios, Que se manifestó en la encarnación, para comunicarse a los hombres por la gracia, y luego por la gloria, la vida eterna.

5 Dios es la luz de la verdad, y comunicándola a los hombres es la luz de los hombres (Jn 1,5). O 3 En la Sagrada Escritura, el conocimiento de Dios implica su amor y, por tanto, la guarda ^ de sus mandamientos, según la sentencia del Señor: «Si alguno me ama, guardará mis manda­mientos» (Jn 14,23).

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1 SAN JUAN 2-3 1266

L o s an t i c r i s tos

!8 Hijitos, ésta es la hora postrera, y como habéis oído que está para llegar el anticristo, os digo ahora que muchos se han hecho anticristos, por lo cual co­nocemos que ésta es la hora postrera. * 1 9 D e nosotros han salido, pero no eran de los nuestros. Si de los nuestros fueran, hubieran permanecido con nosotros, pero así se ha hecho manifiesto que no todos son de los nuestros. * 20 Cuanto a vos­otros, tenéis la unción del Santo y co­nocéis todas las cosas. N o os escribo porque no conozcáis la verdad, 2 1 sino porque la conocéis y sabéis que la mentira no procede de la verdad. 2 2 ¿Quién es el embustero sino el que niega que Jesús es Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 2 3 Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre. 2 4 Lo que desde el principio habéis oído, procurad que permanezca en vosotros. Si en vosotros permanece lo que habéis oído desde el principio, tam­bién vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. 25 Y ésta es la promesa que El nos hizo, la vida eterna.

26 Os escribo esto a propósito de los que pretenden extraviaros. * 2 7 La un­ción que de El habéis recibido perdura en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe, porque, como la unción os lo enseña todo y es verídica y no menti­rosa, permanecéis en El, según que os enseñó.

L o s hi jos d e D i o s 2 8 Ahora, pues, hijitos, permaneced en

El para que, cuando apareciere, tenga­mos confianza y no seamos confundidos por El en su venida. 2 9 Si sabéis que El es justo, sabed también que todo el que practica la justicia es nacido de El.

31 Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos

de Dios y lo seamos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a El. * 2 Carísimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuan­do aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es. 3 Y todo

el que tiene en El esta esperanza se san­tifica, como Santo es El. 4 El que comete pecado traspasa la Ley, porque el peca­do es transgresión de la Ley. 5 Sabéis que apareció para destruir el pecado y que en El no hay pecado. 6 Todo el que per­manece en El no peca, y todo el que peca no le ha visto ni le ha conocido.

7 Hijitos, que nadie os extravíe; el que practica la justicia es justo, según que El es jus to ; 8 el que comete pecado, ése es del diablo, porque el diablo desde el principio peca. Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo. 9 Quien ha nacido de Dios no peca, porque la simiente de Dios está en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 10 En esto se conocen los hijos de Dios y los hijos del diablo. El que no practica la justicia no es de Dios, y tam­poco el que no ama a su hermano. u Porque éste es el mensaje que desde el principio habéis oído: que nos amemos los unos a los otros. 12 N o como Caín, que, inspirado del maligno, mató a su hermano. ¿Y por qué le mató? Porque sus obras eran malas y las de su herma­no justas.

L a c a r i d a d f r a t e r n a 13 N o os maravilléis, hermanos, si el

mundo os aborrece. 14 Sabemos que he­mos sido trasladados de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. 15 Quien aborrece a su hermano es ho­micida, y ya sabéis que todo homicida no tiene en sí la vida eterna. '<> En esto hemos conocido la caridad, en que El dio su vida por nosotros, y nosotros de­bemos dar nuestra vida por nuestros hermanos. 17 El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo mora en él la caridad de Dios? 18 Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y de verdad. " En eso co­noceremos que somos de la verdad, y nuestros corazones descansarán tranqui­los en El, 20 porque si nuestro corazón nos arguye, mejor que nuestro corazón es Dios, que todo lo conoce.

21 Carísimos, si el corazón no nos ar­guye, podemos acudir confiados a Dios,

18 Por anticristos entiéndense los que viven dominados por el espíritu del anticristo, que luego actuará plenamente en éste, pero que ahora está en algunos de los precursores. La hora postrera es la hora de los combates supremos para ios fieles a quienes escribe.

19 No quiere decir que quien cae en el error o en el pecado no haya estado antes en la verdad o en la justicia, sino que frecuentemente los que caen en el error es que antes no se han adherido sin­ceramente a la verdad de la fe.

26 La unción del Espíritu Santo, que nos ilumina y nos da a c««cer la verdad divina.

O ! Nuestra filiación divina se llama adoptiva para distinguirla de la natural de Jesucristo, pero " está por encima de la adopción jurídica, puesto que se nos da el Espíritu del Hijo, y por él nos sentimos hijos del Padre mediante el don de piedad.

1267 1 SAN JUAN 3-5

unos a otros. 1 2 A Dios nunca le vio nadie; si nosotros nos amamos mutua­mente, Dios permanece en nosotros y su amor es en nosotros perfecto. 13 Cono­cemos que permanecemos en El y El en nosotros en que nos dio su Espíritu. 1* Y hemos visto, y damos de ello testi­monio, que el Padre envió a su Hijo por Salvador del mundo . , 5 Quien con­fiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. W Y nos­otros hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene. Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios y Dios en él.

17 La perfección del amor en nosotros se muestra en que tengamos confianza en el día del juicio, porque como es El, así somos nosotros en este mundo. 18 En la caridad no hay temor, pues la caridad perfecta echa fuera el temor; porque el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto sn la caridad. 19 Cuanto a nosotros, amemos a Dios, porque El nos amó primero. 2 0 Si alguno dijere: Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, mien­te. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve. 2¡ Y nosotros tenemos de El este precepto: que quien ama a Dios ame también a su hermano.

L o s t r e s tes t igos

51 Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ése es nacido de Dios, y todo

el que ama al que le engendró, ama al engendrado de El. 2 Conocemos que ama­mos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3 Pues ésta es la caridad de Dios, que guar­demos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados, 4 porque todo el engendra­do de Dios vence al m u n d o ; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nues­tra fe. 5 ¿Y quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 El es el que vino por el agua y por la sangre, Jesucristo; no en agua sólo, 'sino en el agua y en la sangre. Y es el Espíritu el que lo certifica, por­que el Espíritu es la verdad, i Porque tres son los que testifican: * 8 el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres se reducen

ñ 3 San Juan nos anuncia en el Apocalipsis la venida del Señor para pronto. Es un modo de ex-* hortar a la vigilancia, puesto que no sabemos cuándo vendrá el Señor. Pero recordemos la sen­

tencia de San Pedro: «Que para Dios, mil años son como el día de ayer» (2 Pe 3,8). 10 La gran manifest ación del amor de Dios por Jesucristo lleva a San Juan a formular esta de­

finición de Dios, de que s obre todo es caridad. En el Antiguo Testamento se pondera sobre todo la divina misericordia (Ex 34,6 s.; Sal 136). e ' Este versículo, que en la Vulgata dice: «Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, " el Hijo y el Espíritu Santo, y los tres son uno», falta en los códices antiguos, así griegos como lati­nos, etc., y es desconocido de los Padres. Parece tener origen español y haber ido poco a poco saliendo por vía de exégesis del versículo precedente. Sólo en el siglo XIII adquirió la forma que hoy tiene en la Vulgata. No hay duda de que la supresión del versículo no dice nada contra el misterio de la Trinidad beatísima, que en tantas formas se halla atestiguado en la Escritura.

2 2 y si pedimos, recibiremos de El, por­que guardamos sus preceptos y hacemos lo que es grato en su pr«s«ncia. 23 Y su precepto es que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos mu­tuamente conforme al mandamiento que nos dio. 2 4 El que guarda sus manda­mientos permanece en Dios y Dios en él; y nosotros conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.

E l e s p í r i t u de l e r r o r y el e s p í r i t u d e la v e r d a d

4 ' Carísimos, no creáis a cualquier es-™ píritu, sino examinad los espíritus si son de Dios, porque muchos seudopro-fetas se han levantado en el mundo. 2 Po­déis conocer el espíritu de Dios por esto: todo espíritu que confiese que Jesucristo ha venido en carne es de Dios ; 3 pero todo espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios, es del anticristo, de quien habéis oído que está para llegar y que al presente se halla ya en el mundo. * 4 Vos­otros, hijitos, sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es quien está en vosotros que quien está en el mundo. 5 Ellos son del m u n d o ; por eso hablan del mundo y el mundo los oye. 6 Nos­otros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; el que no es de Dios no nos escucha. Por aquí conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

L a c a r i d a d d e D i o s es la c a r i d a d f r a t e r n a

7 Carísimos, amentónos unos a otros, porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad. 9 La caridad de Dios hacia nosotros se ma­nifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros viva­mos por El. I 0 En eso está la caridad, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y envió a su Hijo, víctima expiatoria de nuestros pe­cados. *

11 Carísimos, si de esta manera nos amó Dios, también nosotros debemos amarnos

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2 SAN JOAN 1268

a uno solo. * 9 Si aceptamos el testimo­nio de los hombres, mayor es el testimo­nio de Dios, que ha testificado de su Hijo. 10 El que cree en el Hijo de Dios tiene este testimonio en sí mismo. El que no cree en Dios le hace embustero, por­que no cree en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo. n Y el testimonio es que Dios nos ha dado la vida eterna, y esta vida está en su H i j o . 1 2 El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, tampoco tiene la vida.

O r a c i ó n y c o n f i a n z a

13 Esto os escribo a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que conozcáis que tenéis la vida eterna. 14 Y la confianza que tenemos en El es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, El nos oye. * ís Y si sabemos

8 La sangre de Cristo, derramada en la cruz; e\ agua del bautismo, por que somos incorporados a la muerte del Salvador; el Espíritu Santo, que por ja fe en la sangre y en el agua del bautismo nos santifica; y estas tres cosas resumen en una sola cosa: la gracia de Dios.

14 He aquí la norma de la oración: pedir según la voluntad de Dios, que es la norma de nuestra vida.

16 Este pasaje nos enseña que hay pecados mortales y no mortales, como en la Ley había pecados que llevaban aneja la pena capital y otros que eran castigados con penas menos severas. No es claro es qué consisten esos pecados mortales; tal vez los de apostasía, como'en Hebr 6,3 ss. Los no mor­tales \o son porque no ofrecen un obstáculo tan grave a la recuperación de la vida. Manda orar por los que caen en tales pecados para que alcancen la vida.

que nos oye en cuanto le pedimos, sa­bemos que obtenemos las peticiones que le hemos hecho. 16 Si alguno ve a su her­mano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore y alcanzará vida para los que no pecan de muerte. Hay un pecado de muerte, y no es éste por el que digo yo que se ruegue. * 17 Toda in­justicia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte. 18 Sabemos que todo el nacido de Dios no peca, sino que el nacido de Dios le guarda, y el maligno no le toca. 19 Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno, 20 y sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero, y nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. El es el verdadero Dios y la vida eterna. 2 1 Hijitos, guardaos de los ídolos.

/ / D E S A N J U A N

SUMARIO Saludo (u-3). La caridad (4-6). Los seductores (7-13).

Saludo 1 El presbítero, a la señora Electa y a

sus hijos, a los cuales amo en la ver­dad ; y no sólo yo, sino también cuantos conocen la verdad, 2 por amor de la verdad, que mora en nosotros y con nos­otros está para siempre. 3 Con vosotros sea la gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en la verdad y en la caridad.

L o s falsos d o c t o r e s 4 Mucho me he alegrado al saber que

tus hijos caminan en la verdad, conforme al mandato que hemos recibido del Pa­dre. 5 Ahora te ruego, señora, no como quien escribe un precepto nuevo, sino

el que desde el principio tenemos, que os améis unos a ot ros; 6y ésta es la cari­dad, que caminemos según sus precep­tos. Y el precepto es que andemos en caridad, según habéis oído desde el prin­cipio.

7 Ahora se han levantado en el mun­do muchos seductores, que n o confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el anticristo. * 8 Guardaos , no vayáis a perder lo que habéis trabaja­do, sino haced por recibir un galardón cumplido. 9 Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios ; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. l °S i alguno viene a vosotros y no lleva

7 Estos seductores negaban la realidad de la encamación y enseñaban que ésta había sido sólo aparente. Aquí vemos aparecer el docetismo, error común a las sectas gnósticas, que juzgaban impura la materia.

1269 SAN JUDAS

esa doctrina, n o le recibáis en casa ni t inta porque espero ir a vosotros y ha­le saludéis, " pues el que le saluda co- blaros cara a cara, para que sea cumpli­rá única en sus malas obras. * do nuestro gozo. 13 Te saludan los hijos

„ . . , de tu hermana Electa. * C o n c l u s i ó n

12 Mucho más tendría que escribiros, pero no he querido hacerlo con papel y

1 1 En la primitiva Iglesia, siendo escaso el número de los fieles en comparación del de tos gen­tiles, vivían aquéllos en más Íntima unión, ligados por el vínculo de la fe. Cuando éste faltaba porque uno se corrompía, era natural la ruptura con él por el peligro de contagio.

13 Este nombre, igual al del v. 1, parece indicar que ambos son simbólicos. Sería raro que dos hermanas llevasen ambas el mismo nombre.

/ / / DE SAN J U A N

SUMARIO La hospitalidad (1-15).

E l p r e s b í t e r o , a G a y o 1 El presbítero, al amado Gayo, a quien

amo en la verdad.

L a h o s p i t a l i d a d 2 Carísimo, deseo que en todo prospe­

res y goces de buena salud, así como prospera tu alma. 3 Mucho me alegré con la venida de los hermanos y con el testi­monio de tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad. 4 N o hay para mí mayor alegría que oír de mis hijos que andan en la verdad. 5 Carísimo, bien ha­ces en todo lo que practicas con los her­manos y aun con los peregrinos; 6 ellos hicieron el elogio de tu caridad en pre­sencia de la iglesia. Muy bien harás en proveerlos para su viaje de manera digna de Dios ; 7 pues por el nombre partieron sin recibir nada de los gentiles. 8 p o r

tanto, debemos nosotros acogerlos, para ser cooperadores de la verdad.

9 He escrito a la iglesia; pero Diotre-fes, q u e a m b i c i o n a la p r i m a c í a e n t r e ellos, no nos recibe. 1° Por esto, si voy allá le recordaré las malas obras que hace, diciendo desvergonzadamente con­tra nosotros cosas falsas. N o contento con esto, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe y los echa de la iglesia.

11 Carísimo, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra bien es de Dios ; el que obra mal no ha visto a Dios. l 2 D e Demetrio todos dan testimonio y lo da la misma verdad, y nosotros mismos da­mos testimonio, y tú sabes que nuestro testimonio es verdadero.

13 Muchas cosas tendría que escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y cála­mo ; i 4 espero verte pronto y hablaremos cara a cara. l s La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los amigos en particular.

EPÍSTOLA DE SAN JUDAS

1. Judas Tadeo era uno de los apóstoles y hermano de Santiago el Menor. Tanto en los evangelios como en los otros escritos del Nuevo Testamento pasa enteramente sin ser notado, sólo conocido por las listas de los apóstoles. Sin embargo, hemos de creer que respondió a los designios del Señor al elegirle y agregarle al Colegio Apostó­lico. Hegesipo, escritor judío convertido, del siglo II, nos cuenta que algunos nietos de Judas fueron denunciados al emperador Domiciano como peligrosos, a título de parientes del Señor, pero que, al verlos pobres y con las manos encallecidas del trabajo, los dejó ir libres ( E U S E B I O , His t . Ecles., 7/1 xg).

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SAN JUDAS 1270

2. La breve carta de San Judas, que a si mismo se dice hermano de Santiago, debió de ser escrita para aquellos fieles entre quienes su hermano era conocido; por consiguiente, para los judíos convertidos. El tema principal de la carta son los falsos doctores de que en otras epístolas se habla. La descripción que de ellos se hace tiene gran perecido con la que nos ofrece la segunda de San Pedro, sin otra diferencia que el tener en San Pedro ampliado lo que en San Judas está más resumido. La sentencia más probable es que fue el primero quien se inspiró en el segundo, amplificando lo que en él encontró. Otro detalle singular de esta epístola son las citas de libros apócrifos, la «Asunción de Moisés» y el de Henoc. Como San Pablo cita dos veces los poetas griegos, así San Judas cita obras tenidas en su tiempo en más estima de la que nosotros hacemos de ellas hoy, y las cita no para declararlas canónicas, sino para ilustrar o explicar su pensamiento con las palabras de libros estimados entre aquellos a quienes escribía. Ni de los destinatarios de la carta sabemos cosa cierta, ni del lugar y año en que fue escrita la carta.

S I J M A R T O Los falsos doctores (z.ig). Exhortación a la perseverancia (20-25).

Saludo 1 Judas, siervo de Jesucristo y hermano

de Santiago, a los amados en Dios Pa­dre, llamados y conservados en Jesucris­to: 2 la misericordia, la paz y la caridad abunden más y más en vosotros.

Los falsos doctores 3 Carísimos, deseando vivamente es­

cribiros acerca de nuestra común salud, he sentido la necesidad de hacerlo ex­hortándoos a combatir por la fe, que una vez para siempre ha sido dada a los santos. 4 Porque disimuladamente se han introducido algunos impíos, ya desde an­tiguo señalados para esta condenación, que convierten en lascivia la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro, Jesucristo.

5 Quiero recordaros a vosotros, que ya habéis conocido todas las cosas, cómo el Señor, después de salvar de Egipto a su pueblo, hizo luego perecer a los in­crédulos; 6 y cómo a los ángeles que no guardaron su dignidad y abandonaron su propio domicilio los tiene reservados, en perpetua prisión, en el orco, para el juicio del gran día. 7 Cómo Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que, de igual modo que ellas, habían fornicado yéndose tras los vicios contra naturaleza, fueron puestas para escarmiento, sufrien­do la pena del fuego perdurable.

8 También éstos, dejándose llevar de sus delirios, manchan su carne, menos­precian la autoridad y blasfeman de las dignidades. * 9 El arcángel Miguel, cuan­

do altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir un juicio de blasfemia, sino que dijo: «Que el Señor te reprenda». * 10 Pero éstos blasfeman de cuanto igno­ran; y aun en lo que naturalmente, como brutos irracionales, conocen, en eso mis­mo se corrompen, l1 ¡Ay de ellos, que han seguido la senda de Caín y se deja­ron seducir del error de Balam por la recompensa y perecieron en la rebelión de Coré!

12 Estos son deshonra de vuestros ága­pes; banquetean con vosotros sin ver­güenza, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua arrastradas por los vien­tos; árboles tardíos sin fruto, dos veces muertos, desarraigados;13 olas bravas del mar, que arrojan la espuma de sus im­purezas; astros errantes, a los cuales está reservado el orco tenebroso para siem­pre. 1 4De ellos también profetizó el séptimo desde Adán, Henoc, cuando dijo: «He aquí que viene el Señor con sus santas miríadas l s para ejercer un juicio contra todos y convencer a todos los impíos de todas las impiedades que co­metieron y de todas las crudezas que contra El hablaron los pecadores impíos» * 16 Estos son murmuradores, querellosos, que viven según sus pasiones, cuya boca habla con soberbia, que por interés fin­gen admirar a las personas.

17 Pero vosotros, carísimos, acordaos de lo predicho por los apóstoles de nues­tro Señor Jesucristo. l s Ellos os decían que a lo último del tiempo habría mofado-

8 Estas dignidades son las jerarquías angélicas. 9 Estas palabras, según el testimonio de los antiguos, están tomadas del libro llamado Asunción de Moisés, que hoy sólo se conserva incompleto.

" Esta cita es del libro de Henoc 1,9, otro apócrifo bien conocido hoy y muy divulgado en loa primeros siglos.

1271 APOCALIPSIS

res que se irían tras sus impíos deseos. 19 Estos son los que fomentan las discor­dias; hombres animales, sin espíritu. 2° Pero vosotros, carísimos, edificándoos por vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, 2I conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna. 22 Cuanto a aquéllos, a unos re-prendedlos, pues que todavía vacilan;23 a otros salvadlos, arrancándolos del fue-

23 No todos estaban igualmente manchados del error. De los maestros hay que compadecerse y execrar su compañía; con los otros, los seducidos, hay que obrar de otro modo; reducirlos al camino de la verdad.

go; de los otros compadeceos con te­mor, execrando hasta la túnica contami­nada por su carne. *

24 A aquel que puede guardaros sin pecado y haceros ante su gloria irrepren­sibles con alegría, 25 el solo Dios, salva­dor nuestro por Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, la magnificencia, el imperio y la potestad desde antes de los siglos, ahora y por todos los siglos. Amén.

O

1. Apocalipsis significa revelación, y viénele la significación de este mismo libro (I,i). El objeto de esta revelación son los juicios de Dios sobre el mundo y la Iglesia. Con ello no miró el profeta a satisfacer la curiosidad, más o menos legítima, que tampoco Jesucristo quiso llenar cuando a la pregunta de los discípulos sobre si restaura­ría entonces el reino de Israel, les replicó: «No os toca a vosotros averiguar los tiempos y momentos que el Padre se ha reservado; pero recibiréis el Espíritu Santo y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y en Samaría y hasta los confines de la tierra» (Act 1,7 ss.). Juan mira en su profecía a dar testimonio de Jesús y fortalecer el ánimo de los fieles para mantener ese mismo testimonio. El divino Maestro, al despedirse de sus discípulos, les había dicho: «En el mundo sufriréis grandes aprietos; pero tened fe, porque yo he vencido al mundo», y por mí vosotros también venceréis (Jn 16, 33). El Apocalipsis aspira a ser una explanación de estas palabras, que forman parte del testamento de Jesús. San Juan desempeña aquí los oficios que a los profetas del Nuevo Testamento atribuye San Pablo: «edificar, exhortar y consolar» (1 Cor 14,3).

2. El título griego de este libro, Apocalipsis, ha servido para designar un género literario especial, que no es exclusivo de la obra de San Juan, y cuyo conocimiento es indispensable para la recta inteligencia del mismo. El género apocalíptico es un género profético, pero un tanto diferente del género común de los videntes del Antiguo Testamento. Eran estos ministros de la palabra divina encargados de explicar e in­culcar al pueblo el contenido de la Ley y alentarle en la observancia de la misma con las promesas que tantas veces había hecho Dios a Israel (Sum. Teol., 2-2 q.174 a.4). Su espíritu, lleno de celo de Dios, mira los pecados presentes del pueblo y los reprende, esforzándose por hacerle ajustar su vida a la norma que de Dios ha recibido. Las calamidades presentes y futuras les sirven de tema para mostrar la justicia de Dios e infundirle aquel temor que el mismo Yavé se proponía infundirle con las teofa-nías del Sinaí (Ex 20,20). Las profecías mesiánicas entran en este plan para conso­lar a los fieles, afligidos con las miserias del presente, y para alentarlos a esperar en la fidelidad de Dios. El profeta es, pues, el hombre de su tiempo y que habla a sus coetáneos. Su lenguaje está calcado en la misma realidad, vista por él con aquella su mirada viva y penetrante, a la que el Espíritu de Dios daba tintes sublimes.

3. El género apocalíptico, en cambio, quiere desligarse del presente para trasla­darse a las edades futuras, al fin de las cosas. Esto, sin embargo, tiene algo de artificio­so, ya que en realidad el vidente no puede desligarse de la edad presente, para la cual escribe y en la cual quiere ejercer su influencia. El estilo es alegórico y en él abundan las visiones imaginarias, las escenas teatrales, en las que todos los elementos de la Naturaleza entran en acción, siendo los ángeles los directores del movimiento escénico.

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APOCALIPSIS 1272

Con apariencias de precisión cronológica emplean cifras aritméticas, que en ellos no suelen tener más que un valor simbólico. Las comparaciones son simples aproxima­ciones, como si quisieran con esto decir que las realidades de que habla superan toda comparación. A pesar de las apariencias, los apocalipticos son hombres de libro. Sus imágenes, visiones, etc., están tomadas de ios ¡ibros del Antiguo Testamento. En el mismo San Juan hay pocos elementos de expresión que no sean copia o imitación de la Historia sagrada, de los Profetas, de los Salmos.

4. San Pablo nos muestra, sobre todo en las epístolas a los tesalonicenses, cuan grande era la expectación de la parusía, o sea de la segunda venida de Jesús, que los ángeles habían anunciado el día de la Ascensión. Por otra parte, el Salvador, en el curso de su instrucción a los apóstoles, había declarado cuál sería la suerte que le es­taba reservada, la pasión, y cuál la que aguardaba también a los que quisieran ser sus discípulos, que no podía ser el discípulo de mejor condición que el Maestro. La realidad vino a confirmar estas predicciones y a mostrar cuan grande era la virtud que el Es­píritu Santo daba a los fieles y la fuerza consiguiente de su testimonio ante los jueces y los tiranos. Pero las persecuciones se prolongaban y la victoria parecía más lejana cada día. Sobre todo cuando, después de los judíos, Roma se declaró enemiga del nombre cristiano, y al culto del Señor Jesús opuso el culto de los señores del mundo, Roma y sus cesares. Se necesitaba una fe a toda prueba para no des/aíiecer a la vista de lucha tan desigual. ¿Qué podían los cristianos, escasos en número, pobres de cul­tura, faltos de recursos y con la opinión pública en contra suya, para luchar con el Imperio, poderosamente organizado, penetrado de paganismo y que contaba con el apoyo de las religiones todas y de la sabiduría humana?

5. Pues a fortificar esa fe, a acrecentar el valor de los soldados de Cristo, se ordena esta arenga del último apóstol, del postrer general de los ejércitos del Cordero, que aún continúa con vida en lo rudo de la batalla. Y para esto levantó su espíritu a considerar la lucha entablada y tan repetidas veces anunciada por Jesucristo. En ella combatían Dios y su Cordero, de una parte, y de la otra, el dragón y sus satélites, la bestia, el falso profeta y los reyes de la tierra aliados de la bestia. El número y el poder de los enemigos son grandes, y mayor aún la rabia infernal que los anima; pero en contra está el poder de Dios, que arma a sus criaturas para luchar contra los im­píos (Sab 5,18), y el poder del Cordero, que es Rey de reyes y Señor de señores. La lucha será fiera, pero la victoria no puede ser dudosa. Y a la victoria seguirá' el juicio de Dio: que dará a cada uno según sus obras. Tal es el tema del Apocalipsis.

6. En el Apocalipsis hay que considerar dos cosas: la doctrina y la forma lite­raria. La doctrina no es otra que la revelación de Jesucristo. Como San Crisóstomo llama a los Hechos «el evangelio del Espíritu Santo», así podríamos llamar al Apoca­lipsis el evangelio de la resurrección, y, por consiguiente, el evangelio de los triunfos y de las esperanzas cristianos. Conviene que el lector no olvide esto y no se deje llevar de la ilusión de tantos visionarios, que buscan aquí lo que Jesucristo nos negó por inne­cesario a nuestra salud.

7. La forma literaria la bebió el profeta en el Antiguo Testamento. A éste, y más aún a sus partes apocalípticas, debe acudir el estudioso lector para entender el sentido material de tantas imágenes y figuras y penetrar luego el sentido íntimo que el profeta les atribuye. No hay que decir que este origen literario de los elementos que integran las visiones no prejuzga en nada la realidad de las visiones mismas. Sólo muestra la suavidad con que Dios obra en la mente de los profetas, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, ordenando los múltiples elementos sensibles que atesora la memoria de cada profeta y combinándolos del modo más conveniente para la ex­presión de nuevos conceptos (Sum. Teol., 2-2 q.173 a.2 c). Bajo el manto de los antiguos profetas hemos, pues, de entender al apóstol de Jesucristo. Que algunas de estas imágenes puedan tener un origen más antiguo y acaso pagano, es cosa que no cambia en nada su sentido. Pero esto debe tenerse en cuenta para explicar la adapta­ción, no siempre natural y aun a veces algo violenta, que tienen las imágenes entre sí o con la idea que han de expresar. No han sido creadas de primera intención para ella.

8. Para darse bien cuenta del Apocalipsis de San Juan, no estará de más com-

1273 APOCALIPSIS

pararlo con algunos de los canónicos anteriores, con los que, a nuestro juicio, tiene mayor semejanza. Y sea primero con la úitima visión de Daniel (10-12). Comienza el profeta presentándonos una extraña lucha entre el ángel de Grecia y el de Persia. Miguel, jefe del pueblo santo, interviene a favor del primero. Representa esta lucha la caída del imperio persa, que será sustituido por el de Alejandro. A éste sucederán los diadocos y una larga lucha entre los Tolomeos de Egipto y los Seléucidas de Siria., cuyos incidentes nos cuenta el profeta con la precisión de un historiador, hasta venir a parar en Antíoco y en las profanaciones de Jerusalén, que son el término de todos los vaticinios de Daniel. Después de estos males, y como una proyección de ellos en el lejano futuro, ve el profeta otro tiempo de angustia y otro Antíoco, que levantará contra el pueblo santo nueva y más fiera persecución, la cual también tendrá su fin. «Entonces se alzará Miguel, el príncipe grande, que defiende a los hijos de Israel, y será tiempo de angustia, como no la hubo desde que hay gentes hasta aquel tiempo. Pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro. Y la muchedumbre de los que duermen en el polvo de la tierra despertará, unos para la vida eterna y otros para el eterno oprobio y confusión. Y los sabios res­plandecerán como la luz del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como estrellas para siempre jamás» (12,1-2). Aquí podemos distinguir tres tiempos: la preparación, que üega harta Antíoco; luego, las persecuciones de éste. Y el fin, que es una reproducción agrai.dada de las persecuciones anteriores.

9. En los Sinópticos tenemos también un largo discurso apocalíptico del Sal­vador. No cabe duda que Jesús conocía todo el futuro desenvolvimiento de la Iglesia en la tierra; sin embargo, se atiene también a las normas de los profetas y usa un len­guaje apocalíptico poco acomodado al que emplea en su predicación al pueblo. Insiste el Salvador en los peligros que amenazan a sus discípulos y en la próxima ruina de Jerusalén, que sucederá antes que la presente generación pase. Era éste un suceso que había de tener gran influencia en los destinos de la Iglesia, y que a los apóstoles im­portaba mucho conocer. Pero después de este suceso pasa de vuelo la serie de los siglos, que sólo del Padre son conocidos (Me 13,32), para hablarnos de los postreros días del mundo, del juicio, de la resurrección y de las otras postrimerías. Sobre la historia de la Iglesia entre las naciones y sobre el tiempo de su segunda venida, Jesús no nos da ningtín detalle.

10. En el plan del Apocalipsis podemos distinguir tres partes: introducción (1,1-8), cuerpo de la obra (1,9-22,5), conclusión (22,6-21). En el cuerpo de la obra se destaca bien el principio de ella, que contiene la visión de Jesucristo y las epís­tolas a las siete iglesias (1,9-3,22). El resto de la obra es lo que forma propiamente el Apocalipsis, cuyo plan es como sigue:

a) Descripción del Juez soberano y de su corte (4-5). b) Apertura de los siete sellos por el Cordero y despliegue en el cielo de las fuer­

zas con que Dios ejerceré su justicia sobre la tierra (6-8,1). c) Las siete trompetas, o sea la acción de esas fuerzas de Dios sobre el mundo

antiguo y sobre Israel (8,2-11,18). d) La encarnación del Hijo de Dios y las encamaciones del dragón (11,19-14,$). e) Los primeros anuncios del juicio de. Dios sobre Roma (14,6-20). f) Las siete copas de la cólera de Dios sobre Roma (15-16). g) Ultimo anuncio del juicio de Dios sobre Roma (17,1-19,10). h) La derrota de Roma y sus consecuencias (19,11-21). i) El milenio y la batalla contra Gog y sus consecuencias (20). j) La nueva Jerusalén (21,1-22,5). 11. En este cuadro podemos distinguir cuatro tiempos: el pasado, que abarca

la historia antigua, así del mundo pagano como de Israel, y sirve de argumento para probar el principal intento del autor; el presente, o sea la aparición del Mesías, con sus consecuencias hasta el futuro próximo, en que el profeta ve la conclusión de la lucha actual; el milenio, o sea la paz después de. las luchas que amenazan; el fin lejano, que viene después del milenio, con la victoria definitiva de Cristo sobre el dra­gón y la restauración de todas las cosas en Dios.

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APOCALIPSIS 1 1274

12. Origen del libro.—Era por los años 96-98 del siglo primero. El discípulo amado del Señor, último representante del colegio de los doce, y por esto más estimado de las iglesias, había sido desterrado por Domiciano a la isla de Patmos, cerca de la cesta occidental del Asia Menor, enfrente de Mileto. Allí recibió la inspiración divina de escribir su Apocalipsis y de dirigirlo a las siete iglesias de la provincia proconsular de Asia. Tal es el testimonio de la tradición cristiana, representada por San heneo, Clemente de Alejandría, Orígenes y San Jerónimo.

13. La historia de la interpretación del libro sería larga de narrar. De una parte, el deseo de novedades, y de otra, la ignorancia acerca del carácter literario del Apoca­lipsis, han sido causa de no pocas cavilaciones. Felizmente, la recta aplicación del mé­todo histórico, que nos traslada a la época de San Juan y nos da idea de las necesida­des de sus destinatarios, facilita la inteligencia general del libro, por más que no pocos detalles secundarios queden aún, y quedarán tal vez para siempre, en la obscuridad.

QTT1U A R T O INTRODUCCIÓN (I,I-8).—PRIMERA P A R T E : Epístolas a 3U1UA1UU ¡as siete ig¡esias ¿e A ú a (II9.3I32),-SEGUNDA P A R T E :

El tribunal de Dios y el despliegue de las fuerzas para luchar contra el mundo (4,1-8,1). T E R C E R A P A R T E : La lucha contra el antiguo mundo pagano y contra Israel (8, 2-11,rSJ . — C U A R T A P A R T E : La encarnación del Hijo de Dios y las encarnaciones del dragón (11,19-14,5).—QUINTA P A R T E : Instantes amenazas contra Roma, hasta la ruina de la ciudad (14,6-19,21).—SEXTA P A R T E : El milenio, se­guido de la postrera lucha (20). La nueva Jerusalén (21,1-22,5).—EPILOGO:

(22,6-2l).

I n t r o d u c c i ó n

I1 Apocalipsis de Jesucristo, que para instruir a sus siervos sobre las co­

sas que han de suceder pronto ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan, * 2 el cual da testimonio de la pala­bra de Dios y el testimonio de Jesucristo sobre todo lo que él ha visto. * 3 Bien­aventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo. *

* Juan, a las siete iglesias que hay en Asia: Con vosotros sean la gracia y la paz de parte del que es, del que era y del que viene, y de los siete espíritus,

que están delante de su t rono, * 5 y de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito de los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y nos ha absuelto de nuestros pecados por la vir­tud de su sangre, * 6 y nos ha hecho reyes y sacerdotes de Dios, su Padre, a El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos, amén. *

7 Ved que viene en las nubes del cie­lo, y todo ojo le verá, y cuantos le tras­pasaron; y se lamentarán todas las tri­bus de la tierra. Sí, amén. * 8 Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios; el que es, el que era, el que viene, el Todo­poderoso. *

I1 Jesucristo es el ministro principal de la revelación, según Jn 1,18. La idea del inminente juicio de Dios domina en el Apocalipsis y le es común con los profetas, los cuales suelen contemplar en

los límites de su horizonte el cumplimiento de sus vaticinios. A veces esta representación es verda­dera en sentido humano, otras sólo en sentido divino. Los ángeles son los intermediarios de la di­vina revelación en los vaticinios apocalípticos, como en Dan 9 y 10.

2 Según Jn 3,32, es el mensaje que Jesucristo nos trae de su Padre, y aquí nos es comunicado por el profeta, como en Jn 21,24.

3 Menciona al que hace la lectura del mensaje en la asamblea de los fieles, y luego a éstos, que escuchan.

4 El que es, etc., es una declaración del nombre de Yavé (Ex 3,14), que los Targum explicaban por íl que fue, es y será, y significa la eternidad e inmutabilidad de Yavé, que domina las mudanzas de la historia humana. El último miembro, «el que viene», da a esta declaración un sentido histórico muy en armonía con el Apocalipsis, que anuncia la venida de Dios a juzgar ai mundo. Los siete espíritus significan la plenitud de los siete dones del Espíritu de Dios, y en último término el mismo Espí­ritu divino, de quien proceden.

5 Los tres atributos que aquí se dan a Jesús son muy propios del Apocalipsis. — «Al que nos ama»: el amor de Dios hacia los hombres es causa de nuestra salud; éste viene a ser principio de la teología del apóstol (Jn 13,t; 1 Jn 3,16).

6 Esto es, miembro de un reino y sacerdotes. La expresión está tomada del Ex 19,6, que la em­plea del pueblo de Israel, y luego se aplica al pueblo cristiano en 1 Pe 2,9.

7 Imagen primera tomada de Dan 7,13, que Jesús se aplica a sí ante el tribunal de Caifas (Mt 24, 30); ía segunda, del profeta Zacarías 12,10.

8 Esto es, el principio y el fin.

1275 APOCALIPSIS 1-2

P R I M E R A P A R T E

EPÍSTOLAS A LAS SIETE IGLESIAS DE A S I A

(1,9-3,22)

Vis ión i n t r o d u c t o r i a 9 Y o , Juan, vuestro hermano y compa­

ñero en la tribulación, en el reino y en la paciencia en Jesús, hallándome en la isla llamada Patmos, por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesús, * 10 fui arre­batado en espíritu el día del Señor y oí tras de mí una voz fuerte, como de trom­peta, que decía: l l Lo que vieres, escrí­belo en un libro y envíalo a las siete igle­sias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodi-cea. i2 Me volví para ver al que hablaba conmigo; 13 y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros a uno semejante a un hijo de hombre, vestido de una túnica talar y ceñidos los pechos con un cinturón de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos, como lla­mas de fuego; 15 sus pies, semejantes al azófar incandescente en el horno, y su voz, como la voz de muchas aguas. i6 Te­nia en su diestra siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda, de dos filos, y su aspecto era como el sol cuando res­plandece en toda su fuerza. 17 Así que le vi, caí a sus pies como muer to ; pero él puso su diestra sobre mí, diciendo: l s N o temas, yo soy el primero y el último, el viviente, que fui muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno. * 1 9 Escribe, pues, lo que vieres, tanto lo presente como lo que ha de ser después de esto. 20 Cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra y los siete candeleros de oro, las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros, las siete iglesias. *

Carta a ta iglesia d e E f e s o

21 Al ángel de la iglesia de Efeso es­cribe: Esto dice el que tiene en su

diestra las siete estrellas, el que se pasea en medio de los siete candeleros de o r o : 2 Conozco tus obras, tus trabajos, tu pa­ciencia, y que no puedes tolerar a los ma­los, y que has probado a los que se dicen apóstoles, pero no lo son, y los hallaste mentirosos, > y tienes paciencia, y sufriste por mi nombre sin desfallecer. •* Pero ten­go contra ti que dejaste tu primera cari­dad. * 5 Considera, pues, de dónde has caído, y arrepiéntete, y practica las obras primeras; si no , vendré a ti y removeré tu candelero de su lugar, si no te arre­pientes. 6 Mas tienes esto a tu favor: que aborreces las obras de los nicolaítas como las aborrezco yo. 7 El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de mi Dios. *

C a r t a a la iglesia d e E s m i r n a 8 Al ángel de la iglesia de Esmirna es­

cribe: Esto dice el primero y el último, que estuvo muerto y ha vuelto a la vida: * ' Conozco t u tribulación y pobreza, aun­que estás rico, y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son, antes son la sinagoga de Satán. * 10 Nada temas por lo que tienes que padecer. Mira que el diablo os va a arrojar a algunos en la cárcel para que seáis probados, y ten­dréis una tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. 11 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte.

C a r t a a la iglesia d e P é r g a m o 1 2 Al ángel de la iglesia de Pérgamo

escribe: Esto dice el que tiene la espada, la espada de dos filos, la aguda: * 13 Co-

9 Después de la introducción general del libro siguen las epístolas a las siete iglesias, precedidas de una visión en que Jesús se aparece a! profeta y le va dictando estas epístolas. La imagen de Jesu­cristo parece inspirada en Dan 10,5 ss.

18 El viviente es Jesucristo, que murió y resucitó para vivir eternamente a la diestra del Padre, y adquirió por aquí el señorío sobre la muerte y sobre la mansión de los muertos, que es el infierno.

20 No es del todo claro el sentido de los siete ángeles simbolizados por las siete estrellas. La sen­tencia más probable es que significan el espíritu que informaba a las iglesias, que bien podía estar personificado en sus pastores y ser el de la generalidad de ios fieles.

O 4 Es la segunda parte de la epístola, que aquí contiene una grave reprensión, con la grave ame-~* naza de remover el candelero, es decir, de suprimir temporal y perpetuamente la misma iglesia, ya que sin caridad no hay vida, y el que no vive no existe (1 Jn 3,14).

7 El Espíritu que habla por el Señor no es otro que el Espíritu Santo, el Espíritu profético. 8 Ciudad situada al norte de Efeso, y que gracias a su puerto ha vuelto a florecer en los tiempos

modernos. Se mostró siempre muy afecta a Roma, y antes que ninguna otra levantó templos en su honor y en el del César. La iglesia es alabada de] Señor.

9 En los martirios de San Policarpo y San Pionío, mártires de Esmirna, aparecen los judíos como instigadores de la persecución contra los fieles.

1 2 Antigua capital del reino de los atálidas, residencia del procónsul romano y centro del culto imperial.

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APOCALIPSIS 2-3 1276

nozco dónde moras, dónde está el t rono de Satán, y que mantienes mi nombre, y no negaste mi fe aun en los días de Anti­pas, mi testigo, mi fiel, que fue muerto entre vosotros donde Satán habita. *14i Pe­ro tengo algo contra t i : que toleras ahí a quienes siguen la doctrina de Balam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezos delante de los hijos de Israel, a comer de los sacrificios de los ídolos y a fornicar. * 15 Así también tolerai tú a quienes siguen de igual modo la doctrina de los nicolaí-tas. 16 Arrepiéntete, pues; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la es­pada en mi boca. r / El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las igle­sias. Al que venciere le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe. *

Carta a la iglesia d e Tiatira 18 Al ángel de la iglesia de Tiatira es­

cribe: Esto dice el Hijo de Dios, cuyos ojos son como llamas de fuego y cuyos pies son semejantes a azófar: * ¡9 Conoz­co tus obras, tu caridad, tu fe, tu minis­terio, tu paciencia y tus obras últimas, mayores que las primeras. 2 0 P e r o tengo contra ti que permites a Jezabel, esa que a sí misma se dice profetisa, enseñar y extraviar a mis siervos hasta hacerlos for­nicar y comer de los sacrificios de los ídolos. * 2 1 Y o le he dado tiempo para que se arrepintiese; pero no quiere arrepen­tirse de su fornicación, * 2 2 y voy a arro­jarla en cama, y a los que con ella adul­teran, en tribulación grande, por si se arrepienten de sus obras. B Y a sus hijos los haré morir con muerte arrebatada, y conocerán todas las iglesias que yo soy

13 Es, sin duda, el santuario donde, en nombre de la provincia, daba culto a Roma y al César el sacerdocio provincial. Antipas es, sin duda, un mártir de esta ciudad, muerto en alguna explosión de furor anticristiano.

14 La figura de Balam, tomada de Núm. 31,16 ss., significa el culto de los Ídolos, o mejor, el tomar parte en los banquetes sagrados, que era considerado como un acto de idolatría (1 Cor 10,14 ss.).

17 Imagen tomada del Ex 16,15, que tal vez significa la Eucaristía, el pan de vida (Jn 6,50 ss.), opuesto a los banquetes sacrilegos. La guija blanca era como el billete para que los vencedores de los juegos fuesen admitidos en los banquetes públicos.

18 Pequeña ciudad industrial en el valle del Lico, en que abundaban las asociaciones profesio­nales ligadas al culto de Apolo Tirimneo y al culto imperial.

2 0 La figura de Jezabel está tomada de 1 Re 16,31 3., y representa, sin duda, alguna persona importante que engañaba a los fieles sobre la licitud de asistir a los banquetes que con frecuencia celebraban las dichas sociedades.

21 Está tomada la palabra en sentido metafórico, como en los profetas, por el culto de los Ídolos. 24 Son, sin duda, los principios, acaso gnó°ticos, en que apoyaban esa conducta práctica que

aquí reprende el profeta. 2 8 Es decir, le haré brillar en el cielo como la estrella matutina, según el uso de esa imagen en

Dan 12,3 y 1 Cor 15,40.

31 Antigua capital de Lidia, muy importante por su comercio y famosa por su molicie y sen­sualidad (Herodoto, 1,155). No puede ser más triste la imagen que nos traza de la iglesia de Sar­

des, muerta a la vida de la gracia acaso por la influencia de la molicie remante. 4 No se han contaminado con la corrupción pagana, y por eso se vestirán de blanco, que es ves­

tidura de fiesta y de triunfo. 5 Esta imagen, derivada de Ex 32,32 y Sal 68,29, representa el libro en que están escritos los jus­

tos, los que tienen vida delante de Dios y están destinados a la vida eterna.

el que escudriña las entrañas y.los cora­zones y que os daré a cada uno según vuestras obras. M Y s vosotros, los demás de Tiatira, los que no seguís semejante doctrina y no conocéis las que dicen pro­fundidades de Satán, no arrojaré sobre vosotros otra carga. * 2 5 Solamente la que tenéis, tenedla fuertemente hasta que yo vaya. 2f> Y al que venciere y al que con­servare hasta el fin mis obras, yo le daré poder sobre las naciones, 2 7 y las apacen­tará con vara de hierro, y serán quebran­tados como vasos de barro, 2 8 como yo lo recibí de mi Padre, y le daré la estrella de la mañana. * 2 9 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Carta a la iglesia d e Sardes

31 Al ángel de la iglesia de Sardes es­cribe: Esto dice el que tiene los siete

espíritus de Dios y las siete estrellas: Co­nozco tus obras y que tienes nombre de vivo, pero estás muerto. * 2 Estáte alerta y consolida lo demás, que está para mo­rir, pues no he hallado perfectas tus obra.» en la presencia de mi Dios. } Por tanto, acuérdate de lo que has recibido y has, escuchado, y guárdalo y arrepiéntete. Porque si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás la hora en que vendré a ti. 4 Pero tienes en Sardes algunas personas que no han manchado sus vestidos y ca­minarán conmigo vestidos de blanco, por­que son dignos. * 5 El que venciere, ése se vestirá de vestiduras blancas, jamás bo ­rraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Pa­dre y delante de sus ángeles. * s El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

1277 APOCALIPSIS 3-4

Carta a la iglesia d e Fi ladelña 7 Al ángel de la iglesia de Filadelfia es­

cribe: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre : * 8 Conozco tus obras ; mira que he puesto ante ti una puerta abierta, que nadie pue­de cerrar, porque, teniendo poco poder, guardaste, sin embargo, mi palabra y no negaste mi nombre. * 9 He aquí que yo te entregaré algunos de la sinagoga de Satán, de esos que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; yo los obli­garé a venir y postrarse a tus pies y a reconocer que te amo. * 10 Porque has conservado la palabra, mi paciencia, yo también te guardaré en la hora de la ten­tación, que está para venir sobre la tierra, para probar a los moradores de ella. Ven­go pronto. H Guarda bien lo que tienes, no sea que otro se lleve tu corona. 1 2 Al vencedor yo le haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él, y sobre él escribiré el nombre de Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, la que des­ciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. * 13 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

C a r t a a la iglesia d e L a o d i c e a 14 Al ángel de la iglesia de Laodicea

escribe: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de D i o s : * l s Conozco tus obras y que no eres ni frío ni caliente. 1S Ojalá fueras frío o caliente; mas porque eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca. * I 7 Porque dices: Y o soy rico, me he enriquecido, y de nada tengo ne­cesidad, y no sabes que eres un desdicha­do, un miserable, un indigente, un ciego y un desnudo; 18 te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por el fuego, para que te enriquezcas, y vestiduras blancas,

para que te vistas y no aparezca la ver­güenza de tu desnudez, y colirio para un­gir tus ojos, a fin de que veas . 1 9 Y o repren­do y corrijo a cuantos a m o ; ten, pues, celo y arrepiéntete. 2 0 Mira que estoy a la puerta y l lamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo. 2 I Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi t rono, así como yo también vencí y me senté con mi Padre en su t rono. 2 2 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

S E G U N D A P A R T E

E L TRIBUNAL DE D I O S Y EL DESPLIEGUE

DE LAS FUERZAS PARA LUCHAR CONTRA

EL MUNDO (4,1-8,0

E l j u e z s u p r e m o y su corte

41 Después de estas cosas tuve una vi­sión, y vi una puerta abierta en el

cielo, y la voz, aquella primera que había oído como de trompeta, me hablaba, y decía: Sube acá y te mostraré las cosas que han de acaecer después de éstas. * 2 Al instante fui arrebatado en espíritu, y vi un t rono colocado en medio del cielo, y sobre el trono, uno sentado. * 3 El que estaba sentado parecía semejante a la pie­dra de jaspe y a la sardónice, y el arco iris que rodeaba el trono parecía semejante a una esmeralda. 4 Alrededor del t rono vi otros veinticuatro tronos, y sobre los tro­nos estaban sentados veinticuatro ancia­nos, vestidos de vestiduras blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. * 5 Sa­lían del trono relámpagos, y voces, y true­nos, y siete lámparas de fuego ardían de­lante del trono, que eran los siete espíritus de Dios. * 6 Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, y

7 Ciudad al sudeste de Sardes, gran centro de comunicaciones, situada en una región fértil, pero muy expuesta a los terremotos.

8 Acaso una alusión a la facilidad de sus comunicaciones, y significa un campo abierto a la evan­gelizaron para crecer y desarrollarse.

9 No lo son por la fe sincera en las promesas divinas, que distinguen al pueblo de Israel: a éstos los traerá Dios a sincera conversión y a postrarse ante la pequeña comunidad de Filadelfia.

12 Le daré un puesto de honor en el templo de Dios, puesto que conservará para siempre y llevará el nombre de Dios como cosa que le pertenece y le está consagrada.

14 Ciudad de la Frigia, en el valle del Lico, famosa por sus manufacturas de lana, por su escuela de medicina, su templo de Esculapio y sus específicos para curar la vista. Era rica; como que al ser destruida el año 61 por un terremoto rehusó el socorro imperial para su restauración.

16 Imagen natural tomada del agua tibia, que excita el vómito.

M í Los dos capítulos 4 y 5 se hallan inspirados, sobre todo, en ls 6, Ex 1-3 y Dan 7, y nos des-* criben la corte celestial, en que mora el Soberano del universo y el Cordero divino, que com­parte su trono.

2 Es el trono de Dios, que no es designado sino bajo la fórmula vaga que sigue para indicar que supera toda descripción.

4 Estos ancianos forman como el senado de Dios, igual en ls 24,23 y 1 Re 22,19 ss. 5 Las siete lámparas, derivadas de Zac 4,2 ss., que significan al Espíritu Santo por la plenitud

de sus siete dones, como en 1,4.

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APOCALIPSIS 4-5 1278

en medio del trono y en rededor de él cua­tro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. * 7 El primer viviente era semejante a un león, el segundo viviente semejante a un toro, el tercero tenía sem­blante como de hombre, y el cuarto era semejante a un águila voladora.

8 Los cuatro vivientes tenían cada uno de ellos seis alas, y todos en torno y den­tro estaban llenos de ojos, y no se daban reposo día y noche, diciendo: Santo, San­to, Santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que viene. 9 Siem­pre que los vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los si­glos, 10 los veinticuatro ancianos caían delante del que está sentado en el trono, y se postraban ante el que vive por los siglos de los siglos, y arrojaban sus coro­nas delante del trono, diciendo: u Digno eres, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas.

E l C o r d e r o

5 1 Vi a la derecha del que estaba sen­tado en el trono un libro escrito por

dentro y por fuera, sellado con siete se­llos. * 2 Vi un ángel poderoso, que prego­naba a grandes voces: ¿Quién será digno de abrir el libro y soltar sus sellos?* 3 Y nadie podía, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro ni verlo. 4 Yo lloraba mucho, porque nin­guno era hallado digno de abrirlo y verlo.

5 Pero uno de los ancianos me dijo: N o llores, mira que ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos. * 6 Vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero, que estaba en pie como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tie­rra. * 7 Vino y tomó el libro de la diestra del que estaba sentado en el trono. * 8 Y cuando lo hubo tomado, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos ca­yeron delante del Cordero, teniendo cada uno su cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. * 9 Cantaron un cántico nuevo, que decía: Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, * 10 y los hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinan sobre la tie­rra, u Vi y oí la voz de muchos ángeles en rededor del trono, y de los vivientes, y de los ancianos; y era su número de miríadas de miríadas y de millares de millares, * ¡2 que decían a grandes voces: Digno es el Cordero, que ha sido dego­llado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición. 13 Y todas las criaturas que existen en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todo cuanto hay en ellos oí que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. * 14 Y los cua-

6 Esa vasta extensión de los cielos concebida como un océano inmenso. Estos cuatro vivientes mis­teriosos, que no se pueden decir animales, porque uno tiene el aspecto de hombre, derivan de Ez i, 5 ss. y ro, 12 s., donde sostienen y mueven el trono de Dios. Su número guarda relación con las cua­tro partes del universo, y sus ojos indican la parte que tienen en el gobierno del mismo o de la Iglesia esparcida por todo él. Son los cuatro reyes del reino animal: el rey de las selvas y de las fieras, el rey de los ganados, el rey de los aires y el rey de la creación. Como el trono está asentado sobre los vivientes, resulta que éstos están debajo del trono y alrededor de él.

C * Este libro, derivado, sin duda, de Ex 2,9, es el libro de los juicios de Dios sobre el mundo, ^ los cuales habrán de ser revelados por el Cordero y consignados luego en el Apocalipsis.

2 Manera dramática de hacer saber que sólo el Cordero de Dios es digno de revelar los juicios del Altísimo.

5 La victoria de que aquí se trata no es otra que la pasión de Jesucristo, por la cual mereció reci­bir del Padre la soberanía sobre la tierra, el cielo y el infierno (Flp 2,8 ss.; Jn 5,22.27; Ac 10,42; Dan 7,13 s.).

6 Por el sacrificio mereció el Cordero este poder de abrir los sellos.—Siete cuernos. El número siete significa plenitud, perfección; el cuerno es símbolo de la fuerza y del poder (Dan 7,7; 8,3 s.; Zac 1,18 ss.), cuya plenitud el Cordero posee. Los siete ojos significan el Espíritu Santo, que da tes­timonio de Jesucristo (Jn 15,26 s.) y cuya comunicación, según el mismo San Juan, es el fruto de la pasión y glorificación de Jesucristo (Jn 7,39).

7 El libro es un rollo que de ordinario se escribía por dentro; pero éste tiene de singular que está escrito también por fuera, o mejor, por detrás.

8 Con esta imagen, tomada del salmo 141,2, no sólo por sí le rinden homenaje, sino que lo hacen en nombre de la Iglesia, que aún lucha en la tierra (cf. Tob 12,2).

9 El cántico nuevo es la confesión de la obra mesiánica, la redención del mundo por la sangre del Cordero (1 Cor 6,20: Gal 3,13; 2 Pe 2,1).

1 ! Ala voz de aquellos que ocupan el primer lugar en la corte de Dios siguen luego todos los demás coros celestiales, aclamando al Cordero y pregonándole digno del poder recibido (Dt 33,2; Dan 7,10).

13 No sólo la corte celestial, sino todas las demás criaturas se asocian a esta glorificación de

1279 APOCALIPSIS 5-6

tro vivientes respondieron: Amén. Y los ancianos cayeron de hinojos y adoraron.

L a apertura de los l ie te sellos descu­bre los mister ios d e la justicia divina 6 1 Así que el Cordero abrió el primero

de los siete sellos, vi y oí a uno de los cuatro vivientes, que decía con voz como de trueno: 2 Ven. Miré y vi un ca­ballo blanco, y el que montaba sobre él

«AÍT44 *»«/fe t e s

que decía: Dos libras de trigo por un de-nario, y seis libras de cebada por un dena-rio; pero el aceite y el vino, ni tocarlos. * 7 Cuando abrió el sello cuarto, oí la voz del cuarto viviente, que decía: Ven . 8 Miré y vi un caballo bayo, y el que cabalgaba sobre él tenía por nombre Mortandad, y el infierno le acompañaba. Fueles dado poder sobre la cuarta parte de la tierra para matar por la espada, y con el ham-

Baíanza griega

tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, y para vencer aún. * 3 Cuando abrió el segundo sello, oí al se­gundo viviente, que decía: Ven. 4 Salió otro caballo, bermejo, y al que cabalgaba sobre él le fue concedido desterrar la paz de la tierra y que se degollasen unos a otros, y le fue dada una gran espada. *

5 Cuando abrió el sello tercero, oí al tercer viviente, que decía: Ven. Miré y vi un caballo negro, y el que le montaba tenía una balanza en la mano. 6 Y oí come una voz en medio de los cuatro vivientes

bre, y con la peste, y con las fieras de la tierra.*

9 Cuando abrió el quinto sello, vi de­bajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y p o r el t e s t imonio que guardaban. * 10 Clamaban a grandes voces, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, Santo, Verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en los que moran sobre la tierra? * 11 Y a cada uno le fue dada una túnica blanca, y les fue dicho que estuvieran callados un poco de tiempo aún, hasta que se com-

Dios y del Cordero. En el hombre rescatado, toda la naturaleza se siente redimida y suspira por la redención plena de los hijos de Dios, según dice San Pablo (Rom 8,19). La asociación del Cordero a esta glorificación de Dios creador es la expresión de la consubstancialidad de tas divinas personas, como el «tribus honor unus», que tanto se repite en la liturgia.

£ 2 Los cuatro caballos proceden, sin duda, de la visión de Zac 6,1-7. Van apareciendo en la ** escena, para que el profeta se dé cuenta de ellos, a la voz de los cuatro vivientes, que tienen la superintendencia del mundo, como ministros de la divina Providencia. El color del caballo blanco indica victoria y salud (rg,n) y representa a Tesucrísto, o más bien a sus apóstoles y ministros, que llevan el Evangelio por el mundo, que han logrado ya grandes triunfos, pero que aún alcanzarán otros mayores.

4 Este caballo de color de sangre simboliza la guerra, como instrumento de la justicia de Dios. 6 Representa el hambre negra, en la cual un litro de trigo valdría un denario, esto es, el jornal

de un obrero (Mt 20,2); el aceite y el vino debían ser mirados como artículos de lujo, inasequibles de todo punto.

8 El nombre indica que simboliza la peste, el tercer azote con que Dios castiga a la humanidad, y que suele andar en compañía de los dos anteriores.

9 Como en el templo, contempla el profeta delante de Dios un altar, el de los holocaustos, bajo el cual están las almas de los mártires que fueron sacrificados por la palabra de Dios y por dar testi­monio de ella.

10 Esta súplica de los mártires, el primero de los cuales es San Esteban, que murió pidiendo perdón para sus verdugos, está concebida en la forma de las imprecaciones de los salmos. Lo que piden al Señor es el cumplimiento de su justicia (Le 18,7).

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APOCALIPSIS 6-7 1280

pletaran el número de sus consiervos y hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. *

12 Cuando abrió el sexto sello, oí y hubo un gran terremoto, y el sol se volvió negro como un saco de pelo de cabra, y la luna se tornó toda como sangre, * 13 y las es­trellas del cielo cayeron sobre la tierra como la higuera deja caer sus higos sacu­dida por un viento fuerte, M y el cielo se enrolló como un libro que se enrolla, y todos los montes e islas se movieron en sus lugares . 1 5 Los reyes de la tierra, y los magnates, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todo siervo, y todo libre se ocultaron en las cuevas y en las peñas de los montes. 1 6 Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y ocul-tadnos de la cara del que está sentado en el t rono y de la cólera del Cordero , 1 7 por­que ha llegado el día grande de su ira, y ¿quién podrá tenerse en pie?

L a m u c h e d u m b r e d e los m a r c a d o s

71 Después de esto vi cuatro ángeles que estaban en pie sobre los cuatro

ángulos de la tierra, y retenían los cuatro vientos de ella para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. * 2 Vi otro ángel que subía del naciente del sol, y tenía el sello de Dios vivo, y gritó con voz fuerte a los cuatro ángeles, a quienes habia sido en­comendado dañar a la tierra y al mar, diciendo: 3 N o hagáis daño a la t ierr i , ni al mar, ni a los árboles, hasta que haya­mos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes. * 4 Oí que el número de los sellados era de ciento cuarenta y cua­

tro mil, sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. * 5 D e la tribu de Judá, doce mil sellados; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; 6 de la tribu de Aser, doce mil; de la tri­bu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manases, doce mil; 7 de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil ; de la tribu de Isacar, doce mil; 8 de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil; de la tribu de Benjamín, doce mil.

9 Después de esto miré y vi una muche­dumbre grande, que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, que estaban delante del t rono y del Cor­dero, vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos. * 10 Clamaban con grande voz, diciendo: Salud a nuestro Dios, al que está sentado en el t rono, y al Cordero. ' • Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del t rono y de los ancia­nos y de los cuatro vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del t rono y ado­raron a Dios, diciendo: Amén. 1 2 Bendi ­ción, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén. * 1} To ­mó la palabra uno de los ancianos y me dijo: Éstos vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde vinieron? i* Le respondí: Señor mío, eso tú lo sabes. Y me replicó: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Corde­ro. * 15 Por eso están delante del t rono de Dios, y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el t rono extiende sobre ellos su tabernáculo. * 1 6 Ya no ten-

1 1 La túnica blanca es la vestidura de los triunfadores. Los mártires desde ahora participan de la gloria y del triunfo, y con esto tienen mayor motivo para esperar el pleno cumplimiento de las promesas divinas.

12 Toda esta larga descripción de la naturaleza, que parece desquiciarse, es un elemento princi­pal del estilo apocalíptico, como puede verse en Is 24,19 ss.; Jer 4,20 ss.; TI 2,10 ss.: Mt 24,29 ss,, y significa la grandeza del poder y majestad de Dios, y asimismo la grandeza del juicio divino, que toda la naturaleza presiente.

•T ! Estos ángeles son los que gobiernan los cuatro vientos principales, portadores de males * y, como tales, instrumentos de la justicia divina (Jer 49,36; Zac 6,5).

3 Esta imagen recuerda la señal puesta en las casas de los hebreos según Ex 12,22 ss., y mejor Is 44,5, y Ez 9,4, que había de sellar cada individuo. El sello mira a preservarlos de los males con que el mundo es amenazado.

4 Todos estos ciento cuarenta y cuatro mil son los fieles convertidos del judaismo. Para conser­var el número sagrado de doce se omite en la enumeración de las tribus la de Dan. Claro es que los números no tienen más que valor simbólico. Tal vez este cuadro provenga de Ez 48,1 ss.

9 Después del Israel de Dios (Gal 6,16), el profeta, no menos enamorado de la idea de la salud de Israel que San Pablo, pasa a describimos la muchedumbre de los convertidos de la gentilidad, que son sin número. El profeta los ve a todos anticipadamente en el cielo aclamando a Dios y al Cordero, autor de su salud. Con esto mira el autor a avivar más en sus lectores la esperanza del triun­fo, que es la idea fundamenta! del libro.

12 Es la respuesta que dan los ejércitos angélicos a la aclamación de la Iglesia, a la cual ellos añaden una nueva aclamación, un nuevo hosanna.

14 Según Mt 24,21, es la última tribulación la mayor que hubo ni habrá jamás; pero, sin duda, aquí no tiene significación tan concreta, pues mira a todos los fieles, a los cuales no han de faltar pruebas y persecuciones, según la promesa del Señor y la historia déla Iglesia (Jn 16,33; 2 Tim 3,12). Las túnicas blancas representan la blancura de sus almas, adquirida por los méritos del Cordero (Heb 9,14; 1 Jn 1,7; Ap 22,14).

15 Como sacerdotes de Dios, según la sentencia de 5,10.

1281 APOCALIPSIS 7-9

drán hambre, ni tendrán ya sed, ni caerá sobre «líos el sol ni ardor a lguno , 1 7 por­que el Cordero, que está en medio del t rono, los apacentará y los guiará a las fuentes de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.

8 1 Cuando abrió el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo por espacio

como de media hora. *

TERCERA PARTE

L A LUCHA CONTRA EL ANTIGUO MUNDO

PAGANO Y CONTRA ISRAEL

(8,2-11,10)

L o s cuatro p r i m e r o s d e los s iete t r o m p e t a s

2 Vi siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas. * ¡ Llegó otro ángel y pú­sose en pie junto al altar con un incen­sario de oro, y fuéronle dados muchos per­fumes para unirlos a las oraciones de todos ios santos sobre el altar de oro, que está delante del t rono. 4 £1 humo de los per­fumes subió, con las oraciones de los san­tos, de la mano del ángel a la presencia de Dios. 5 Tomó el ángel el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó sobre la tierra; y hubo truenos, voces, re­lámpagos y temblores. * 6 Los siete ánge­les que tenían las siete trompetas se dis­pusieron a tocarlas.

7 Tocó el primero la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclado con sangre, que fue arrojado sobre la tierra; y quedó abra­sada la tercera parte de la tierra, y quedó abrasada la tercera parte de los árboles, y toda hierba verde quedó abrasada. 8 El segundo ángel tocó la trompeta, y fue arrojada en el mar como una gran mon­taña ardiendo en llamas, y convirtióse en sangre la tercera parte del mar, 9 y murió

Q l Es un entreacto, durante el cual se preparan los actores, que comenzarán a actuar en el ver-™ sículo siguiente. En esta sección, la escena pasa del cielo a la tierra y marca ia ejecución de los juicios contra e! mundo.

2 Los siete trompetas son como los ordenanzas divinos, que traerán sobre el mundo las calami­dades con que Dios ejerce sus juicios.

5 El fuego santo, al caer sobre e^mundo, manchado de pecados, excita más la cólera divina y acelera el castigo. Esto indican los truenos y relámpagos que siguen a la caída del fuego sagrado.

11 La amargura del ajenjo se menciona en Jer 9,15; 23,15; Lam 3,15 para expresar las interiores amarguras y pesares que Dios derramará sobre los corazones de los malos.

1 2 Es un eclipse, expresado en términos ponderativos, con más la lluvia de estrellas, presagio de grandes calamidades para los antiguos (Is 13,10 s.; Jl 4,15; Am 8,9 s.); al contrario, Is 30,26; 60,19 s.

13 El águila, como mensajera de calamidades, es usada por Jer 48,40; 49,22. La introducción del águila sirve al profeta para dividir las trompetas en dos grupos de cuatro y tres y prolongar el efecto de la visión, que es pintarnos la grandeza de la justicia divina y la magnitud de sus castigos sobre la tierra.

91 La estrella de Satán, según Is 14,12 ss. y Le 10,18. La nube de langostas es una imagen tomada de Jl 1,4 ss., y simboliza a los espíritus infernales, encargados de dañar a los hombres

que no tienen el sello de Dios en su frente. 5 Esta cifra de cinco meses está tomada del tiempo que dura la plaga de la langosta en Asia.

la tercera parte de las criaturas que hay en el mar de las que tienen vida, y la ter­cera parte de las naves fue destruida. 10 Tocó la trompeta el tercer áng el,y cayó del cielo un astro grande, ardiendo como una tea, y cayó en la tercera parte de los ríos y en las fuentes de las aguas. l l El nombre de ese astro es Ajenjo. Convir­tióse en ajenjo la tercera parte de las aguas, y muchos de los hombres murieron por las aguas, que se habían vuelto amargas. * 12 Tocó el cuarto ángel la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de suerte que se obscureció la tercera parte de las mismas, y el día perdió una tercera parte de su brillo, y asimismo la noche. * 1} Vi y oí un águila que volaba por medio del cielo diciendo con poderosa voz: ¡Ay. ay, ay de los moradores de la tierra por ¡os restantes toques de trom­peta de los tres ángeles que todavía han de tocarla! *

L o s t r e s ú l t i m o s t r o m p e t a s

91 El quinto ángel sonó la trompeta. y vi una estrella que caía de! cielo

sobre la tierra y le fue dada la llave de! pozo del ab i smo;* 2 y abrió el pozo de! abismo, y subió del pozo humo, como el humo de un gran horno, y se obscureció el sol y ei aire a causa del humo de! pozo. -' Del humo salieron langostas so­bre la tierra, y les fue ciado poder, como el poder que tienen los escorpiones de la tierra. 4 Les fue dicho que no dañasen la hierba de la tierra, ni ninguna verdura, ni ningún árbol, sino sólo a los hombres que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes. 5 Se dio orden de que no los matasen, sino que fuesen atormentados durante cinco meses; y su tormento era como el tormento del escorpión cuando hiere al hombre. * 6 Los hombres busca­rán en aquellos días la muerte, y no la hallarán, y desearán morir, y la muerte

Nácw^Colunga

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APOCALIPSIS 9

huirá de ellos. 7 Las langostas eran seme­jantes a caballos preparados para la gue­rra, y tenían sobre sus cabezas como co­ronas semejantes al oro, y sus rostros eran como rostros de h o m b r e ; * 8 y te­nían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; 9 y te­nían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como el ruido de muchos caballo»; que i'orren a la

1282

tro ángeles, que estaban preparados para la hora, y para el día, y para el mes, y para el año, a fin de que diesen muerte a la tercera parte de los hombres. 1 6 El número de los del ejército de la caba­llería era de dos miríadas de miríadas; yo oí su número. 17 Asimismo vi en la visión los caballos y los que cabalgaban sobre ellos, que tenían corazas color de fuego, y de jacinto, y de azufre; y las

La mesa de los panes, las trompetas sagradas y el candelabro, en el arco triunfal de Tito

guerra. i° Tenían colas semejantes a los escorpiones, y aguijones, y en sus colas residía su poder de dañar a los hombres por cinco meses. n Por rey tienen sobre sí al ángel del abismo, cuyo nombre es en hebreo Abaddón y en griego tiene por nombre Apolyon. * 12 El primer ¡ay! pasó; he aquí que vienen aún otros dos ¡ayes! después de esto. *

13 El sexto ángel sonó la trompeta, y oí una voz que salía de los cuatro ángulos del altar de oro, que está en la presencia de Dios ,* 1 4 q u e decía al sexto ángel, que tenía la t rompeta: Suelta los cuatro ángeles que están ligados sobre el gran río Eufrates. * i 5 Fueron sueltos los cua-

cabezas de los caballos eran como cabe­zas de leones, y de su boca salía fuego, y humo, y azufre.* 18Con las tres plagas perecieron la tercera parte de los hom­bres, es a saber, por el fuego, y por el hu­mo, y por el azufre que salía de su boca. 19 El poder de los caballos estaba en su boca y en sus colas, pues las colas eran semejantes a serpientes, tenían cabezas y con ellas dañaban.

2 0 El resto de los hombres que no mu­rió de estas plagas no se arrepintieron de las obras de sus manos, dejando de adorar a los demonios, a los ídolos de oro y de plata, de bronce y de piedra y de madera, los cuales ni pueden ver,

7 La descripción de los espíritus está inspirada en Joel, pero agravada con nuevos elementos para hacerlas más terribles y para que mejor respondan a la nueva realidad que el profeta por ellas quiere significar. En los monumentos asirios suelen representarse los uttukkiu o espíritus malos en formas horribles y espantosas.

1 i Abaddón vale tanto como ruina, destrucción, y en hebreo suele tomarse por sinónimo de seol, infierno, personificado aquí para atribuirle el principado sobre todos los espíritus infernales.

12 Pasó la descripción del primer [ay! en la plaga anterior; pero su realización continuará hasta el fin, como la de las otras.

13 Este altar es el de los perfumes, donde se ofrecen a Dios las oraciones de la Iglesia, que son las que traen sobre los hombres estas plagas de su justicia, aunque ordenadas más bien a la con­versión de los hombres, según la conclusión del v.20 s.

14 Era el Eufrates el límite oriental del Imperio y el baluarte contra los partos, la gran pesadilla de Roma, y más aún de las provincias orientales. De aquí toma el profeta la imagen de este nuevo azote.

17 Estos rasgos indican que la caballería descrita con caracteres tan espeluznantes es la caba­llería infernal, cuyas armas son el fuego, el humo y el azufre, elementos del abismo.

1283 APOCALIPSIS 9- l í

ni oir, ni a n d a r ; * 21 ni se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos.

E l librito profét ico 1 Q ' V i otro ángel poderoso que des-* w candía del cielo envuelto en una

nube; tenía sobre su cabeza el arco iris, y su rostro era como el sol, y sus pies, como columnas de fuego, * 2 y en su mano tenía un librito abierto. Y ponien­do su pie derecho sobre el mar y el iz­quierdo sobre la tierra, i gritó con po­derosa voz como león que ruge. Cuando gritó, hablaron los siete truenos con sus propias voces. " Cuando hubieron habla­do los siete truenos iba yo a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que han hablado los sie­te truenos y no las escribas. * 5 El ángel que yo había visto estar sobre el mar y sobre la tierra levantó al cielo su mano derecha 6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto en ella hay, y el mar y cuanto existe en el, que no habrá más tiempo, ^ sino que en los días de la voz del séptimo án gel, cuando él suene la trompeta, se cumplirá el misterio de Dios, como El lo anunció a sus siervos los profetas. * 8 La voz que yo había oído del cielo, de nuevo me habló y me dijo: Ve, toma el librito abierto de mano del ángel que está sobre el mar y sobre la tierra. 9 Fui-me hacia el ángel diciendo que me diese el librito. El me respondió: Toma y có­melo, y amargará tu vientre, mas en tu

boca será dulce como la miel. * lo Tomé el librito de mano del ángel y me puse a comerlo, y era en mi boca como miel dulce; pero cuando lo hube comido sentí amargadas mis entrañas. " Me dijeron: Es preciso que de nuevo profetices a los pueblos, a las naciones, a las lenguas y a los reyes numerosos. *

11 L o s dos t e s t igos

i Fueme dada una caña semejante a una vara, diciendo: Levántate y

mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él. * 2 El atrio exterior del templo déjalo fuera y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, que hollarán la ciudad santa durante cua­renta y dos meses. 3 Mandaré a mis dos testigos para que profeticen, durante mil doscientos sesenta días, vestidos de saco. * 4 Estos son los dos olivos y los dos cande­leras que están delante del Señor de la tierra. 5 Si alguno quisiere hacerles daño, saldrá fuego de su boca, que devorará a sus enemigos. Todo el que quiera dañarlos morirá. 6 Ellos tienen poder de cerrar el cielo para que la lluvia no caiga los días de su ministerio profético y tienen poder sobre las aguas para tornarlas en sangre y para herir la tierra con todo género de plagas cuantas veces quisieren. 7 Cuando hubieren acabado su testimonio, la bes­tia, que sube del abismo, les hará la guerra, y los vencerá y les quitará la vida. * s Su cuerpo yacerá en la plaza de la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, donde su Señor

Las plagas hasta aquí mencionadas, por su naturaleza espiritual, sólo dañan a los paganos, no a los fieles, y como los egipcios del tiempo del éxodo, lejos de arrepentirse, se endurecen más y más en sus pecados, que son la idolatría y los otros que el profeta, como el Apóstol, considera como frutos de ésta (Rom 1,24 ss.). 1 0 •' T°da la descripción de este ángel, la claridad del rostro, el arco iris que rodea su cabeza,

indica que viene en son de paz, que anuncia un juicio de benevolencia y amor. El librito que trae en la mano está abierto, porque las cosas que contiene ya están patentes al profeta.

4 Esta singular orden de sellar el sentido de los siete truenos debe de significar que se la guarde y no lo comunique a los otros.

7 No habrá más tiempo, esto es, más dilación de las promesas divinas sobre la salud mesiánica, las cuales están a punto de cumplirse. Este pasaje nos indica claramente que nos hallamos en el punto decisivo de la acción de Dios en el mundo, la plenitud de los tiempos, el cumplimiento de las promesas tantas veces repetidas por los profetas.

La imagen está tomada de Ez 3,1 s., y significa el apropiarse el contenido del libro. Su gusto dulce y amargo significa la naturaleza de su contenido, que es a la vez de amor y de justicia.^

1 1 Esta nueva profecía mira a las naciones y a Israel mismo, que deben sufrir un juicio divino antes de cumplirse el misterio de Dios, o sea el misterio del Mesías. Y aunque es verdad que el riijo del hombre no vino a juzgar (Jn 12,47), sino a salvar y dar su vida en redención por muchos (Mt 20,28), pero también lo es que quien no cree en El, a sí mismo se juzga y se condena (Jn 3,18).

1 1 / ^ a * m a g e n e s t a tomada de Ez 40,3; Zac 2,1, y tiene por objeto hacer en el templo, que es la representación de la religión de Israel, un deslinde entre la parte que será entregada a la

profanación de los idólatras y la parte que quedará libre de esta profanación, y en que se desarrollará la vida religiosa de los fieles al Señor.

,3 ,La descripción que luego hace de los dos testigos por los caracteres tomados de la historia de Moisés y Elias es evidente que mira a estos dos personajes en cuanto representan la Ley y el pro-tetismo. Los mismos y con la misma representación aparecen en la transfiguración de Jesucristo, según los relatos evangélicos.

7 Estos dos versículos nos dicen el fin de los que en la historia de Israel llevaron la representación de la verdad de Dios. Son infinitos los pasajes de la Escritura en que se da este claro testimo-

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APOCALIPSIS 11-12 1284

fue crucificado. * 9 Los pueblos, las tribus, las lenguas y las naciones verán sus cuer­pos durante tres días y medio y no per­mitirán que sus cuerpos sean puestos en el sepulcro. * 10 Los moradores de la tierra se alegrarán a causa de ellos y se regoci­jarán, y mutuamente se mandarán regalos, porque estos dos profetas eran el tormento de los moradores de la tierra. n Después de tres días y medio, un espíritu de vida que procede de Dios entró en ellos y los hizo levantarse sobre sus pies, y un temor grande se apoderó de quienes los contem­plaban. l2 Oí una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Subieron al cielo en una nube, y viéronlos subir sus ene­migos. i3 En aquella hora se produjo un gran terremoto, y vino al suelo la décima parte de la ciudad, y perecieron en el terremoto hasta siete mil seres humanos, y los restantes quedaron llenos de espanto y dieron gloria a Dios y al cielo. * 14 El segundo ¡ay! ha pasado; he aquí que llega el tercer ¡ay!

Llega el reino de Dios 15 El séptimo ángel tocó la trompeta,

y oyéronse en el cielo grandes voces, que decían: Ya llegó el reino de nuestro Dios y de su Cristo sobre el mundo, y reinará por los siglos de los siglos. * *s Los veinticuatro ancianos, que estaban senta­dos delante del trono de Dios, cayeron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: * 17 Dárnoste gracias, Señor,

Dios todopoderoso, el que es, el que era, porque has cobrado tu gran poder y entrado en posesión de tu reino. * 18 Las naciones se habían enfurecido, pero llegó tu ira, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y destruir a los que destruían la tierra.

C U A R T A P A R T E

LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS Y LAS ENCARNACIONES DEL DRAGÓN

(II,19-14,5) 19 Se abrió el templo de Dios, que

está en el cielo, y dejóse ver el arca del Testamento en su templo, y hubo relám­pagos, y voces, y rayos, y un temblor, y granizo fuerte. *

12 El Mesías y el dragón

1 Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el

sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, * 2 y estando encinta, gritaba con los dolo­res de parto y las ansias de parir. 3 Apa­reció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. * 4 Con su cola arrastró la

nio. Cf. 2 Par 36,14 ss., que resume la historia antigua, y L e 13,34 s>. en que Jesucristo hace el mismo resumen en términos más patéticos.

8 Era la mayor calamidad que podía acaecer ser privado de sepultura; pero aquí sirve para poner más de manifiesto su triunfo.

9 Los profetas reprendían la idolatría y los vicios de las naciones y anunciaban su castigo; por eso figuran aquí alegrándose por la muerte de los profetas con la Jerusalén infiel.

1 3 Es la ciudad de Jerusalén la que sufre el terremoto y son sus habitantes los que mueren en castigo de su infidelidad. N o se ve que corresponda a ningún suceso particular; es una imagen de la justicia vengadora de Dios sobre la ciudad rebelde.

1 5 Con esto llegamos al momento decisivo de la venida del reino de Dios. Las voces que suenan lo dicen bien claro y concuerdan con el anuncio del ángel en 10,5 ss,

1 6 Dan gracias a Dios por esta suprema manifestación de su amor y de su gloria y al mismo tiempo de su justicia. El profeta toma los colores de los profetas del Antiguo Testamento, que ven el reino de Dios inaugurado con un acto de justicia sobre Israel y sobre el mundo.

1 7 Lo da como sucedido, según el estilo de los profetas; pero su cumplimiento viene luego en el v.19. Por eso omite en los calificativos del nombre divino «el que 'lega*, porque ya le da por pre­sente. Contiene este capítulo una síntesis de la historia sagrada del Antiguo Testamento y el juicio que tantas veces anuncian los profetas como previo al establecimiento del reino de Dios en la tierra. De este juicio sólo el resto escogido se salvaría, quedando los demás condenados por su infidelidad. La destrucción de Jerusalén por Ti to , que anunció el Salvador, no es todo este juicio, pero es el episodio más importante de él, sobre todo por la destrucción del templo, que implica la ruptura de la antigua alianza de Dios con Israel (Jer 26,1 ss.; Ez 11,22 ss.).

1 9 Este versículo señala el comienzo de la segunda parte, la revelación del gran misterio de Dios. La imagen es clara, ya que el templo era la morada de Dios, y el arca su símbolo. Uno y otra estaban ocultos a los ojos de los mortales, a causa de su misma santidad. El abrirse indica la revelación de Dios por el misterio de la encarnación, por la cual «el Verbo habitó entre nosotros» y «nos dejó ver la gloria del Padre» (Jn 1,14.18). Los relámpagos y los truenos son las salvas con que la naturaleza saluda la aparición de Dios en la tierra.

-I <y 1 Esta mujer es la Iglesia del Antiguo Testamento, que da a luz al Mesías en medio de las • ^ grandes pruebas y ansias con que suspiraba tantos siglos por su venida (Is 66,7; Os 13,13; 1 Tes 5,3).

3 El dragón es el enemigo de Dios y de su Verbo. Como la mujer, aparece en el cielo meteoro­lógico, donde puede ser visto de todos. Su color es rollizo, de sangre, porque es homicida desde el principio (Jn 8,44). Las siete cabezas y los diez cuerpos, derivados de la bestia de Dan 7,7, in-

1285 APOCALIPSIS 12

tercera parte do los astros del cielo y los arrojó a la tiorrn. Se paró el dragón delante de la mujer que estaba a punto de parir, para tragarso a su hijo en cuanto le pariese.* sparíó un varón, que ha de apacentar a todas liis naciones con vara de hierro, pero el Hijo fue arrebatado a Dios y a sü trono. * « La mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar pre­parado por Dios, para que allí la ali­mentasen durante mil doscientos sesenta días. *

La batalla en el cielo 7 Hubo una batalla en el cielo: Miguel

y sus ángeles peleaban con el dragón,* 8 y peleó el dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. 9 Fue arrojado el dragón gran­de, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra, y fue precipitado en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados. i° Oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acu­sador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche. l l Pero ellos le han vencido por

la sangre del Cordero y por la palabn de su testimonio y menospreciaron *u

vida hasta morir. 12 Por eso, regocija* cielos y todos los que moráis en ello5-¡Ay de la tierra y de la mar!, porque des­cendió el diablo a vosotras animado ¿e

gran furor, por cuanto sabe que le que^a

poco tiempo. *

El dragón persigue a la mujer 13 Cuando el dragón se vio precipitad0

en la tierra, se dio a perseguir a la mujsr

que había parido al Hijo varón. * 14 Pe'0

fuéronle dadas a la mujer dos alas de águila grande para que volase al desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo, y dos tiempos, y medio tiemp0

lejos de la vista de la serpiente. 1S La

serpiente arrojó de su boca detrás de Ia

mujer como un río de agua, para nací"" que el río la arrastrase. 16 Pero la tief3

vino en ayuda de la mujer, y abrió Ia

tierra su boca, y se tragó el río que e' dragón había arrojado de su boca. * 17 S3

enfureció el dragón contra la mujer, y fuese a hacer la guerra contra el rest° de su descendencia, contra los que guar­dan los preceptos de Dios y tienen " testimonio de Jesús. * 18 Se apostó sobre

la playa del mar.

dican su poder y su resistencia. Con la cola arr astra en pos de sí una buena parte de los espíritus celestiales.

4 Indica esto cuáles son sus propósitos: destruir en su cuna misma y en su cabeza el reino de

Dios. Realización de ellos son ías tentaciones de Jesucristo, la oposición a su ministerio (Le lo,l8¡ 22,31) y la condenación a muer te por ministerio de los judíos (Jn 13,2.27; Le 22,53).

3 Este versículo sintetiza la historia terrestre de Jesucristo, y las palabras del salmo 2,9 n° dejan lugar a duda sobre la naturaleza del personaje que viene al mundo para ser luego levantad0

al mismo trono de Dios. 6 La mujer, madre del Mesías, es ia misma Iglesia, el Israel <ie Dios, sin distinción del antigu0

o nuevo, el cual queda en la tierra. Y en el desierto del mundo, bajo la protección de Dios, vive mil doscientos sesenta días, es decir, media semana, tanto como había durado el ministerio profé-tico de los dos testigos. Aquella media semana pertenece al Antiguo Testamento; esta otra, al Tes­tamento Nuevo; ambas juntas forman una semana entera, símbolo del t iempo que han de dur3 r

ías luchas de la Iglesia en el mundo. La imagen cronológica está tomada fembién de Daniel, que & varias formas la repite. En el desierto, la Iglesia será alimentada, como Israel, con el pan de la Ver­dad y el maná de la Eucaristía.

7 La región propia del diablo es el cielo atmosférico, donde, además, la batalla puede ser con­templada desde la tierra por el profeta. Miguel es en D a n 10,13.21; 12,1, el arcángel, el jefe de lo3

ejércitos celestes y el protector del pueblo de Dios; por eso figura aquí como generalísimo en esta batalla contra Satanás.

1 2 El diablo, furioso por su derrota y augurando para dentro de poco otra más definitiva, se vuelve contra los moradores de la tierra para ganarlos a su causa y hacer la guerra a Dios (Ef 2,2)-Jesucristo dice que le había visto caer del cielo como un rayo (Le 10,18; 11,20).

1 3 N o persigue a los hijos de la infidelidad, que le están sometidos, sino a ios de Dios, repre' sentados por la mujer, que es la Iglesia, y los persigue lleno de rabia, como quien sabe que en ellc-s persigue a Cristo. —Pero fuéronle dados, etc. Esta huida de la mujer está tomada de la huida de Israüj al desierto para escapar del Faraón. En el desierto, o en el alejamiento del mundo, en que reina el diablo, es alimentada por Dios, como lo fue Israel con el maná. El tiempo de esta estancia es el se­ñalado anteriormente en el v.6. Derivada de D a n 7,25; 12,7, significa la media semana de la dura­ción que, según la cronología del profeta, han de durar las luchas de la Iglesia. Es posible tambiéf que esta huida de la mujer al desierto alucia a la retirada de los fieles a Pella, al otro lado del Jordán* al acercarse la guerra judía, según la palabra del Señor (Mt 24,16). Pero esto no cambia el simbo­lismo.

1 6 Las aguas, como imagen de las persecuciones, son frecuentes en los salmos; el río significa las persecuciones suscitadas contra la Iglesia con el fin de aniquilarla, y aquí especialmente las per­secuciones de los judíos contra la Iglesia naciente.

1 7 Desesperado de poder vencer a la mujer, es decir, a la Iglesia naciente, se vuelve el dragón contra los restantes hijos de la misma, que son los de la gentilidad, para lo cual busca los auxiliares, que el capítulo siguiente nos presenta.

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APOCALIPSIS 13-14 1286

L a bestia j

•I O ' V i cómo salía del mar una bestia, •l «* que tenía diez cuernos y siete cabe­zas, y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas nombres de blasfemia. * 2 Era la bestia que yo vi semejante a una pantera, y sus pies eran como de oso, y su boca como la boca de un león. Diole el dragón su poder, su t rono y una auto­ridad muy grande. * 3 Vi a la primera de las cabezas como herida de muerte, pero su llaga mortal fue curada. Toda la tierra seguía admirada a la bestia. * 4 Adoraron al dragón, porque había dado el poder a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia? ¿Quién podrá guerrear con ella? 5 Diósele asimismo una boca, que profiere palabras llenas de arro­gancia y de blasfemia, y fuele concedida autoridad para hacerlo durante cuarenta y dos meses. * 6 Abrió su boca en blasfemias contra Dios, blasfemando de su nombre y de su tabernáculo, de los que moran en el cielo. 7 Fuele otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue concedida autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación. 8 La adora­ron todos los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado.

L a bestia s e g u n d a 9 Si alguno tiene oídos, que oiga. 10 Si

alguno está destinado a la cautividad, a la cautividad irá; si alguno mata por la espada, por la espada morirá. En esto

está la paciencia y la fe de los santos. 11 Vi otra bestia que subía de la tierra y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. * 12 Ejerció toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella e hizo que la tierra y todos los moradores de ella ado­rasen a la primera bestia, cuya llaga mor­tal había sido curada. 13 Hizo grandes señales, hasta hacer bajar fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. 14 Ex­travió a los moradores de la tierra con las señales que le fue dado ejecutar de­lante de la bestia, diciendo a los mora­dores de la tierra que hiciesen una imagen en honor de la bestia, que tiene una herida de espada y que ha revivido. 15 Fuele dado infundir espíritu en la imagen de la bestia para que hablase la imagen e hiciese morir a cuantos no se postrasen ante la imagen de la bestia, 16 e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y po­bres, libres y siervos, se les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente, * 17 y que nadie pudiese comprar o vender sino el que tuviera la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre. *

18 Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bes­tia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis.

E l C o r d e r o y su séqui to

1 4 i Vi, y he aquí el Cordero, que • l " estaba sobre el monte de Sión, y con El ciento cuarenta y cuatro mil ,

I O i El mar designa aquf el Occidente, porque la bestia no es otra que Roma. La descripción ^ de la misma está derivada de Dan 7,4 ss., donde nos describe los varios imperios del mundo,

y sobre todo el de Antíoco. 2 La bestia es una verdadera encarnación del dragón, que en ella obra, lucha y aspira a ser ado­

rado como Dios. Es una copia de Antíoco, según Dan 7,8; 11,36. 3 La bestia es un remedo del Cordero, y como aquél llevaba la cicatriz de su herida mortal, así

la bestia tiene herida una de sus cabezas, que es uno de los emperadores (17,10), cuya vida puso en peligro la vida misma del Imperio. Que fuera César, Augusto o Nerón, no es cosa segura.

La tierra admira el poder de Roma, poder que en cuanto perseguidor no viene de Dios (Rom 13, r ss.), sino del dragón; éste aspira a ser adorado en su imagen y en el culto que se daba a la diosa Roma y a sus cesares.

5 Tomado de la descripción de Antíoco; sus blasfemias son la declaración de su divinidad y la exigencia del culto religioso durante los tres años y medio que durará la vida de lucha de la Iglesia, según vimos atrás (11,3). Como San Pedro en sus discursos ante los judíos (Act 2,23), así San Juan advierte que la persecución de la bestia contra los fieles y su momentánea victoria no es debida a que su poder supere el de Dios, sino a sola permisión divina.

11 Esta segunda bestia, que es un auxiliar de la anterior y cuya actividad se ordena a fomentar el culto de la primera y, por tanto, del dragón en ella, es la filosofía religiosa, la magia, etc., que se avenían muy bien con el culto pagano y con el culto imperial, y que por esto se declararon adversa­rias del cristianismo. Sus apariencias exteriores son como de cordero, pero las anima el mismo es­píritu del dragón que a la primera bestia.

16 La imagen se deriva del uso de marcar a los esclavos con el nombre de su señor. Los adora­dores de la bestia son marcados para que sean reconocidos y sólo ellos puedan participar en la vida ciudadana. En las persecuciones de Decio y Diocleciano se vino a cumplir esto casi al pie de la letra contra los fieles. . 17 El nombre de la bestia está escrito en cifras cuyo valor es 666, o, según algunos mss., 616.

Estas cifras están representadas por letras, que no sabemos si estarán tomadas del alfabeto griego o del hebreo, puesto que el autor quiere aquí envolver en el misterio el nombre de la bestia. Por esto son muchos los nombres que se han propuesto, y todos convienen en designar a Roma, al César o a un emperador en particular, v.gr.. Nerón-

1287 APOCALIPSIS 14

que llevan su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes, * 2 y oí una voz del cielo, como voz de grandes aguas, como voz de gran t rueno; y la voz que oí era de citaristas que tocaban sus cítaras 3 y cantaban un cántico nuevo delante del t rono y de los cuatro vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino los ciento cuarenta y cua­tro mil, los que fueron rescatados de la tierra. 4 Estos son los que no se mancha­ron con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adonde­quiera que va. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero, 5 y en su boca no se halló mentira, son inmacu­lados.

Q U I N T A P A R T E

INSTANTES AMENAZAS CONTRA R O M A

HASTA LA RUINA DE LA CIUDAD

(14,6-19,21)

L o s pre ludios del juic io contra R o m a 6 Vi otro ángel que volaba por medio

del cielo y tenía un evangelio eterno para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, * 7 diciendo a grandes voces: Temed a Dios y dadle gloria, porque llegó la hora de su juicio, y adorad al que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. * 8 U n segundo ángel siguió, diciendo: Cayó, cayó Babilonia la grande, que a todas las naciones dio a beber del vino del furor de su fornicación. * 9 U n tercer ángel los siguió, diciendo con voz fuerte: Si alguno adora la bestia y su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano , * 10 éste beberá del vino del

furor de Dios, que ha sido derramado sin mezcla en la copa de su ira, y ssrá ator­mentado con el fuego y el azufre delante de los santos ángeles y delante del Cor­dero, n y el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos, y no tendrán reposo día y noche aquellos que adoren a la bestia y a su imagen y los que reciban la marca de su nombre.

1 2 Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús. * 13 Oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaven­turados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los siguen. *

14 Miré y vi una nube blanca, y sentado sobre la nube a uno semejante a un hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz en su mano. * l 5 Salió del templo otro ángel, y gritó con fuerte voz al que estaba sentado sobre la nube : Arroja la hoz y siega, porque es llegada la hora de la siega, porque está seca la mies de la t ie r ra . 1 6 El que estaba sentado sobre la nube arrojó su hoz sobre la tierra, y la tierra quedó segada. 17 Otro ángel salió del templo que está en el cielo, y tenía también en su mano una hoz afila­da. * 18 Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego y clamó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Arroja la hoz afilada y vendi­mia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras . I9 El ángel arrojó su hoz sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en la gran cuba del furor de Dios, 2 0 y fue pisada la uva fuera de la ciudad, y salió la sangre de la cuba hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios. *

"t A l En oposición al dragón y a sus auxiliares, nos presenta aquí el profeta al Cordero en el ' ^ monte Sión, símbolo del templo y de la Ciudad Santa, rodeado de otros ciento cuarenta y

cuatro mil escogidos, que no son los de antes, sino la porción escogida de la Iglesia, los fieles que han consagrado a Dios su pureza. En razón de esta especial consagración aparecen más unidos al Cordero, que había dicho: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios».

6 Este evangelio eterno se halla contenido en las palabras siguientes del ángel, que es temer y adorar a Dios, huyendo de la idolatría. Esta será la norma de su juicio sobre las naciones todas, a quienes se dio a conocer por sus obras, pero no le quisieron reconocer por su Criador y Señor, ado­rando, en cambio, a las criaturas (Rom 1,18 ss.).

7 No se trata del juicio universal, sino del particular sobre la Roma pagana y perseguidora de los santos, y en ellos de Jesucristo.

8 En toda esta sección, el autor insiste en anunciar la inminente ruina de Roma para levantar el ánimo y las esperanzas de los fieles y alentarlos a sufrir la persecución con la esperanza del triunfo.

9 Era el gran peligro de los tiempos del profeta, el culto imperial, encubierto con el manto de la lealtad a Roma; de aquí la insistencia del profeta en este punto.

12 La sabiduría de los santos está en entender el fin de los unos y de los otros, y su paciencia en ser fieles a los dictados de esta sabiduría.

13 El Espíritu Santo, que mora en la Iglesia, que anima al profeta. Ese es el que dice estas ven­turosas palabras, con que enseña a los fieles a despreciar la muerte. Lo que importa es morir en el Señor, unidos con El por la fe y por la fiel observancia de sus preceptos.

14 El personaje de la nube recuerda al de Dan 7,13. Es Jesucristo, que viene a recoger la mies y guardarla en los graneros de Dios (Mt 13,39; Me 4,29; Jn 4,35 ss.).

17 Muy distinto del anterior, este ángel viene a ejecutar la justicia de Dios contra los impíos, arrojándolos en la cuba de la cólera divina, para ser en ella pisados (Is 63,3 s.).

2 0 Fuera de Jerusalén, junto a la cual ponen los profetas el juicio de Dios (jl 3,13; Zac 14,4).

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APOCALIPSIS 15-16 1288

L a s c o p a s d e la cólera divina contra la r a m e r a

f e 1 Vi en el cielo otra señal grande * O y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las postreras, porque con ellas se consuma la ira de Dios. * 2 Vi como un mar de vidrio mezclado de fuego, y a los vencedores de la bestia, y de su imagen y del número de su nom­bre, que estaban en pie sobre el mar de vidrio y tenían las cítaras de Dios, * 3 y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y estupendas son tus obras, Se­ñor, Dios todopoderoso; justos y verda­deros tus caminos, Rey de las naciones. 4 ¿Quién no te temerá, Señor, y no glori­ficará tu nombre? Porque tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti, pues tus fallos se han hecho manifiestos. *

5 Después de esto vi cómo se abrió el templo de la tienda del testimonio en el cielo, * y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas, vesti­dos de lino puro, brillante, y ceñidos los pechos con cinturones de oro. * 7 U n o de los cuatro vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la cólera de Dios, que vive por los siglos de los si­glos. 8 Se llenó el templo de humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen consumado las siete plagas de los siete ángeles. *

L a s copas

I R ' *^e' tempi° OÍ u n a sian voz c i u e

* " decía a los siete ángeles: Td y de­r ramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra. 2 Fue el primero y derramó

su copa sobre la tierra, y sobrevino una úlcera maligna y perniciosa sobre los hom­bres que tenían la marca de la bestia y que se postraban ante su imagen. * 3 El segundo derramó su copa sobre el mar y se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente en el mar. * 4 El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. 5 Y oí al ángel de las aguas que decía: Justo eres tú, el que es, el que era, el Santo, porque así has juzgado. 6 Pues que derramaban la sangre de los santos y de los profetas, tú les has dado a beber sangre; bien se lo me­recen. 7 Y oí al altar que decía: Sí, Señor, Dios todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios.

8 El cuarto derramó su copa sobre el sol, y fuele dado abrasar a los hombres con el fuego. * 9 Eran abrasados los hom­bres con grandes ardores, y blasfemaban el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron para darle gloria .1 0 El quinto derramó su copa sobre el t rono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas, y de dolor se mordían las lenguas, * n y blasfemaban del Dios del cielo a causa de sus penas y de sus úlceras, pero de sus obras no se arre­pentían. i 2 El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y secóse su agua, de suerte que quedó expedito el camino a los reyes del naciente del sol. * ' J Y vi que de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos, como ra­nas, * 14 que son los espíritus de los demo­nios, que hacen señales, que se dirigen hacia los reyes de la tierra para juntarlos a la batalla del día grande del Dios todo-

El estadio vale 185 metros. La imagen de esta matanza, inspirada en Dt 32,42, se encuentra en e! libro apócrifo de Henoc: «Y su sangre (la de los pecadores) corra como un río; el caballo hollará la sangre hasta el pecho y el carro se sumergirá en ella» (100.1).

J E 1 Esta sección tiene su parecido con las siete trompetas de atrás, y de ella se sirve el profeta * ^ para mostrar la cólera divina contra la ciudad perseguidora de los mártires, con el fin de

sostener el valor de éstos. 2 Representa San Juan a los vencedores celebrando las alabanzas de su Dios. Es una anticipa­

ción del triunfo para alentar a los soldados de Cristo a la lucha. 4 Los profetas nos presentan con frecuencia a las naciones atraídas a Dios por la vista de los

prodigios que hace en favor de su pueblo. Así también aquí, y es en substancia la fuer2a indestruc­tible de la Iglesia, sostenida por Dios, que es un argumento de su divinidad.

6 Como si dijera que salieron de parte de Dios, cuyos mensajeros son, y los ejecutores de su justicia, que es una especie de sacerdocio para los ángeles.

8 Como en la inauguración del templo salomónico, donde la gloria de Dios, que lo llenaba, impedía a los sacerdotes ejercer sus funciones (Ex 40,34 s.; T Re 8,lo s.).

•f £ 2 Eslasextaplaga de Egipto; conellaamenazaDios a los infractores de suley en Dt 28,27.35. " ^ 3 En sangre podrida ya. Es la primera plaga de Egipto, que figura ya en la segunda trompeta

(8,8 s.). 8 Los ardores del sol los abrasan, pero sin inducirlos a penitencia, no obstante conocer la causa

del azote, antes con las blasfemias vienen a merecer mayores castigos. 10 Es la novena plaga de Egipto (Ex 10,22), que viene sobre el reino de la bestia como antes

sobre el del Faraón. 12 El Eufrates, mencionado ya en la sexta trompeta (9,13 ss.). 13 La descripción que nos hace de estos espíritus inmundos indica que se trata de sacamueías

1289 APOCALIPSIS 16-17

£ d Í 5 E * £ H e a 1 u í 4 u e v engo como da ™* ' b l e ? ? v e n t u r a d o e i q u e v d a y g u a r . a a sus vestidos para no andar desnudo y i í«ff V e ? n s u s v e r g ü e n z a s . * i<¡ Y los w » ™ . e n f\ m i o 1 u e e n hebreo se llama Harmagedon. 17 El séptimo derramó su copa en el aire, y salió del templo una gran voz, que procedía del t rono de Dios, diciendo: Hecho está, is Y hubo relám­pagos, y voces, y truenos, y un gran t e r r e m o t 0 > cual no lo hubo desde que existen los hombres sobre la haz de la tierra. 19 L a g r a n c i u d a d s e h l z o t r e s

partes, y hundiéronse las ciudades de las 2 a ?°" . e ! 5 ' y , a g™11 Babilonia fue recor­dada delante de Dios, para darle el cáliz ciel vino del furor de su cólera. 20 Huyeron todas las islas, y las montañas desapare­cieron. 21 u n a granizada grande, como ae un talento, cayó del cielo sobre los hombres, y blasfemaron los hombres con­tra Dios por la plaga del granizo, porque era grande en extremo su plaga.

Ú l t i m o s a n u n c i o s de l cast igo d e la gran Babi lon ia

1 *7 1 Vino uno de los siete ángeles que * * tenían las siete copas, y habló con­migo y me dijo: Ven, te mostraré el juicio de la gran ramera que está sentada sobre las grandes aguas ,* 2 c o n quien han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se embriaga­ron con el vino de su fornicación. 3 Lle­vóme en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual I

tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 La mujer estaba vestida de púrpura y grana, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación. 5 Sobre su frente llevaba escrito un nombre : Miste­r io : Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. * 6 Vi a la mujer embriagada con la sangre de los mártires de Jesús, y viéndola me maravillé sobremanera. 7 Dí-jome el ángel: ¿De qué te maravillas? Yo te declararé el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, que tiene siete cabezas y diez cuernos. 8 La bestia que has visto era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdi­ción; y se maravillarán los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, viendo la bestia, porque era y no es, y reaparecerá. * 9 Aquí está el sentido que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer, 10 y son siete reyes, de los cuales cinco cayeron, el uno existe y el o t ro no ha llegado toda­vía, pero cuando venga permanecerá poco tiempo. * 11 La bestia que era y ya no es, es también un octavo, que es de los siete, y camina a la perdición.

12 Los diez cuernos que ves son diez reyes, los cuales no han recibido aún la realeza, pero con la bestia recibirán la autoridad de reyes por una hora. * 13 Estos tienen el solo pensamiento de prestar a la

y prestidigitadores, que con sus charlas y embustes embaucan a os reyes y al os pueblos y los indu­cen a hacer la guerra a los santos. Esta guerra es la descrita en 19,11 ss.

15 La moraleja de estas profecías es la misma que la del discurso apocalíptico; la exhortación a la vigilancia, porque el Señor viene cuando menos se piensa (Mt 24,43; Le 12,39). Los vestidos son las obras buenas.

1 8 Los fenómenos meteorológicos y sísmicos son siempre, en el estilo apocalíptico, los pródro­mos que anuncian la justicia divina sobre el mundo impío. Como el Faraón, que, cuantos más azo­tes recibía, más se endurecía, así éstos se endurecen en sus pecados y no se arrepienten de ellos, para justificar así la cólera de Dios.

1 7 * La nueva imagen representa lo mismo que la anterior, como aparece claro por los carac-* teres de la bestia sobre que cabalga la ramera idolátrica vestida de púrpura, que simbo­

liza la sangre de los mártires. Con ésta fornican todos los reyes de la tierra, que reconocen su divi­nidad y le rinden culto, al igual que sus subditos. Entre la bestia y la ramera hay una unión estrecha, de suerte que ambas vengan a representar una misma idea.

5 El profeta no puede declarar este nombre de otro modo que llamándole misterio; pero lo que sigue es bien claro para quienes conocen el simbolismo de los apocalípticos; se trata de Roma, la perseguidora de los fieles de Jesús.

8 Por lo que precede, es indudable que aquí se trata de Roma, del Imperio pagano, que exige la adoración de sí mismo; pero este Imperio se halla representado por el emperador, que asimismo era adorado como representación de la majestad romana. Esto es preciso tenerlo en cuenta para deshacer este jeroglífico del ángel exegeta.

1 o Estos reyes son una misma cosa con la bestia, por cuanto son la representación del poder del Imperio. El primero de estos reyes debe de ser el primer perseguidor, que fue Nerón; el sexto sería Domiciano, en cuyo tiempo escribió el profeta; el séptimo reinará poco, porque el tiempo de la paz será breve. Luego vendrá un octavo, que traerá la más furiosa persecución: será un nuevo Nerón o un nuevo Domiciano, en el cual se encarnará el poder de la bestia y del dragón; será como Antíoco en ios capítulos ir y 12 de Daniel. Se dice que camina a su ruina porque desde el principio la mano de la divina justicia pesa sobre él y acabará por aplastarle.

12 Estos diez reyes representan a los príncipes bárbaros y aliados, que prestan a Roma su fuerza para perseguir a los fieles y hacer la guerra al Cordero. En el asedio de Jerusalén tomaron parte, ¡unto con ías legiones romanas, las naciones aliadas de Roma con sus reyes.

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APOCALIPSIS 17-18 1290

bestia su poder y autoridad. 14 Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de los señores y Rey de reyes, y también los que están con El, llamados, y escogidos, y fieles. * 15 Me dijo: Las aguas que ves, sobre las cuales está sentada la ramera, son los pueblos, las muchedumbres, las naciones y las len­guas. 16 Los diez cuernos que ves, igual que la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán al fuego. * 1 7 Por­que Dios puso en su corazón ejecutar su designio, un solo designio, y dar a la bestia la soberanía sobre ella hasta que se cumplan las palabras de Dios. l s La mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra.

L a m e n t a c i ó n s o b r e Babi lon ia « O 1 Después de estas cosas vi otro *• O ángel que bajaba del cielo con gran poder, a cuya claridad quedó la tierra iluminada. 2 Gritó con poderosa voz, diciendo: Cayó, cayó la gran Babi­lonia, y quedó convertida en morada de demonios, y guarida de todo espíritu in­mundo, y albergue de toda ave inmunda y abominable; * 3 porque del vino de la cólera de su fornicación bebieron todas las naciones, y con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los comerciantes de toda la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron.

4 Oí otra voz de! cielo que decía: Sal de ella, pueblo mío, para que no os con­taminéis con sus pecados y para que no os alcance parte de sus plagas; * 5 porque sus pecados se amontonaron hasta llegar al cielo, y Dios se acordó de sus iniqui­dades. 6 Dadle según lo que ella dio, y dadle el doble de sus obras ; en la copa en que ella mezcló, mezcladle al doble ;* 7 cuanto se envaneció y entregó al lujo,

14 Después nos describe la batalla de la bestia y de todos sus aliados contra el Cordero, que los vencerá con sólo presentarse en el campo de batalla. Con el Cordero y por El vencerán asimismo sus fieles, que luchan a su lado. Asi el profeta alienta a los fieles a la lucha que se acerca.

16 Esta imagen, igual que 'a batalla siguiente, está tomada de la invasión de Gog en Ez 38 s., en donde los invasores se vuelven unos contra otros y acaban por destruirse mutuamente. Tal ocurrirá aquí: todos se volverán contra la ramera y la aniquilarán.

1 Q 2 Como cosa ya hecha anuncia la caída de Babilonia con las palabras con que los antiguos ^ profetas anunciaban la ruina de la capital de los caldeos (cf. Is 13,21 s.; 21,9 s.; 34,13 ss.;

Jer so,39; 5i,37 ss.). 4 Esta orden de abandonar la ciudad es una expresión de la certeza y prontitud de su castigo.

Las palabras se leen casi a la letra en Is 48,20; Jer 50,8; 51,6.45; Zac 2,11. 6 La justicia divina agrava la pena en razón del orgullo de la ciudad. El profeta recoge aquí to­

dos los pasajes de los antiguos profetas para lanzarlos sobre la nueva Babilonia (cf. Jer 16,18; 17,18; 51,13 ss.).

9 Los reyes de la tierra son los vasallos de Roma, que se lamentan de la ruina de la ciudad, por quien sentían una veneración grande y hasta supersticiosa. Ez 26,15 ss.; 27,35 s., trae una lamenta­ción semejante sobre Tiro. Aquí aparecen llenos de veneración por Roma y dolidos de su ruina; atrás son ellos los que se levantan contra ella y la aniquilan (17,21 s.; 16 s.). Ambas cosas responden a la historia. Los que primero la sirvieron, luego se alzaron contra ella.

1 1 Esta larga lamentación está inspirada en la análoga de Ez 27,5 ss. sobre Tiro. Todo concu­rre a pintar la grandeza del juicio de Dios sobre la gran ciudad.

dadle otro tanto de tormento y duelo. Ya que dijo en su corazón: Como reina estoy sentada, yo no soy viuda ni veré duelo jamás; 8 por eso vendrán un día sus plagas, la mortandad, el duelo y el hambre, y será consumida por el fuego, pues poderoso es el Señor Dios, que la ha juzgado.

9 Llorarán, y por ella se herirán los re­yes de la tierra que con ella fornicaban y se entregaban al lujo cuando vean el humo de su incendio, * 10 y se detendrán a lo lejos por el temor de su tormento, di­ciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una hora ha venido su juicio! n Llorarán y se lamentarán los mercaderes de la tierra por ella, porque no hay quien compre sus mercaderías; * 12 las mercaderías de oro, de plata, de piedras preciosas, de per­las, de lino, de púrpura, de seda, de grana; toda madera olorosa, todo objeto de marfil, y todo objeto de madera pre­ciosa, de bronce, de hierro, de már­mol, 13 cinamomo y aromas, mirra e in­cienso, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y co­ches, esclavos y almas de hombres . 1 4 Los frutos sabrosos a tu apetito te han faltado y todas las cosas más exquisitas y delica­das perecieron para ti y ya no serán halla­das jamás. 15 Los mercaderes de estas co­sas, que se enriquecían con ella, se detie­nen a lo lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose, diciendo: 1 6 ¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de lino, púrpura y grana y se adornaba de oro, piedras preciosas y perlas, porque en una hora quedó devastada tanta rique­za! 17 Todo piloto y navegante, los mari­neros y cuantos bregan en el mar, se de­tuvieron a lo lejos, 18 y clamaron al con­templar el humo de su incendio y dije­ron: ¿Quién había semejante a la ciudad grande? 19 Y arrojaron ceniza sobre sus

1291 APOCALIPSIS 18-19

cabezas y gritaron llorando y lamentán­dose, y diciendo: ¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual se enriquecieron todos cuantos tenían navios en el mar, a causa de su suntuosidad, porque en una hora quedó devastada!

R e g o c i j o d e los santos 2 0 Regocíjate por ello, ¡oh cielo!, y los

santos y los apóstoles y los profetas, por­que Dios ha juzgado nuestra causa con­tra ella.*

2 1 U n ángel poderoso levantó una pie­dra como una rueda grande de molino y la arrojó al mar, diciendo: Con tal ímpe­tu será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y no será hallada. * 2 2 Nunca más se oirá en ella la voz de las citaristas, de los mú­sicos, de los flautistas y de los trompete­ros, ni artesano de ningún arte será halla­do jamás en ti, y la voz de la muela no se oirá ya más en ti, 2 3 la luz de la lámpara no lucirá más en ti, ni se oirá más la voz del esposo y de la esposa, porque tus co­merciantes eran magnates de la tierra, porque con tus maleficios se han extra­viado todas las naciones 2 4 y en ella se ha­lló la sangre de los profetas y de los san­tos y de todos los degollados sobre la tierra.

1 Q > Después de esto oí una fuerte •* «J voz, como de una muchedumbre numerosa en el cielo, que decía: Aleluya, salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, * 2 porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ra­mera, que corrompía la tierra con su for­nicación, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos. 3 Y por segunda vez dije­ron : Aleluya. El humo de la ciudad sube por los siglos de los siglos. * 4 Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes, y adoraron a Dios, que

está sentado en el t rono, diciendo: Amén, aleluya.

5 Del t rono salió una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes. 6 Oí una voz como de gran muchedum­bre, y como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos, que decía: Alelu­ya, porque ha establecido su reino el Se­ñor, Dios todopoderoso; * 7 alegrémonos y regocijémonos; démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa está dispuesta, 8 y fuele otorgado vestirse de lino brillante, puro, pues el li­no son las obras justas de los santos. 9 Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cor­dero. Y me dijo: Estas son las palabras verdaderas de Dios. 10 M e arrojé a sus pies para adorarle y me dijo: Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. *

L a batalla d e H a r m a g e d ó n 11 Vi el cielo abierto, y he aquí un ca­

ballo blanco, y el que le montaba es lla­mado Fiel, Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. * 12 Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, 13 y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. 14 Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. 15 De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y El las regirá con vara de hierro y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopodero­so. 16 Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre : Rey de reyes, Señor de señores.

17 Vi un ángel puesto de pie en el sol,

2 0 Los reyes se lamentan porque ven destruida la ciudad de sus amores; los mercaderes, por­que pereció la plaza de sus ganancias; pero los moradores del cielo se alegran, porque ven cumplida la justicia de Dios sobre la que perseguía a los fieles de Jesucristo.

2 1 Imagen tomada de Jer 51,63 s-, que la aplica a Babilonia. La enumeración del v.22 se deriva del mismo profeta, 25,10, que la aplica a Jerusalén y Judá.

-I Q 1 Las miríadas de miríadas del cielo celebran ya con un canto anticipado el triunfo de la * ~ justicia de Dios, que va a ejecutar sus venganzas sobre la ciudad impía.

3 El humo de la ciudad es el auténtico testimonio de la justicia divina, y pide la repetición del himno de triunfo.

6 Ha establecido su reino, esto es, lo ha consolidado, pues hasta el presente le era disputado el campo por el dragón y sus satélites. Mira, igual que cuanto sigue, a la victoria del Cordero, que se acerca. Las bodas son una imagen distinta para expresar la misma idea. Son las bodas del Verbo encarnado con la Iglesia (cf. Mt 21,1 ss.).

10 Se arroja a sus pies en señal de gratitud por tantas revelaciones como por su medio había recibido. El profeta sabe, sin duda, que no es Dios quien se las ha hecho, sino un siervo suyo, y que la adoración no es una adoración de latría; todavía el ángel rehusa esta señal de reverencia, por más insistir en la condenación de la idolatría, que es el culto de las criaturas, en oposición al de Dios.

11 Hasta aquí todo contribuía a darnos idea de la victoria de Dios y de su Cristo sobre el dragón y la bestia. Ahora aparece pronto a dar la batalla el generalísimo de los ejércitos celestes, cuyas in­signias son bien manifiestas. El será el ejecutor de los juicios de Dios hasta aquí anunciados (1 Cor 15,24).

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APOCALIPSIS 19-20 1292

una gran cadena en su mano. * * Cogió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y le encadenó por mil años. 3 Le arrojó al abismo y cerró, y en­cima de él puso un sello para que no ex­traviase más a las naciones hasta termina­dos los mil años, después de los cuales se­rá soltado por poco tiempo. 4 Vi tronos, y sentáronse en ellos, y fueles dado el po­der de juzgar, y vi las almas de los que habían sido degollados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y cuan­tos no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido la marca sobre su frente y sobre su mano; y vivie­ron y reinaron con Cristo mil arios. * 5 Los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil años. Esta es la prime­ra resurrección. * 6 Bienaventurado y san­to el que tiene parte en la primera resu­rrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdo­tes de Dios y de Cristo y reinarán con El por mil años. *

La batalla final y el juicio universal

7 Cuando se hubieren acabado los mi! años, será Satanás soltado de su prisión * 8 y saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, y reunirlos para la gue­rra, cuyo ejército será como las arenas

1 ' Esta invitación, hecha desde el sol a todos las aves, anuncia una gran carnicería y derrota de los ejércitos contrarios; está tomada de la batalla dada por Dios contra Gog en Ez 39,17-20.

2 0 Sin detenerse a narrar los incidentes de la lucha, muy desigual, pues es lucha entre Dios y las criaturas, pasa a darnos el resultado de la batalla, o sea la prisión de los jefes enemigos, que son arrojados al abismo.

2 1 Los jefes, como encarnación del espíritu idolátrico y perseguidor del dragón, son arrojados al abismo; los ejércitos son muertos, lo cual no se ha de entender sino en sentido espiritual, esto es, como auxiliares de los enemigos de Dios. A veces Dios destruye a los enemigos, como hizo con San Pablo, convirtiéndolo.

O A í Este ángel viene para encadenar al dragón y encerrarlo en el pozo del abismo, donde es-" " taban ya sus auxiliares: la bestia y el falso profeta. Allí estará por mil años, durante los cuales Dios y su Cristo reinarán en la tierra sin contradicción alguna, y sus santos gozarán de paz, pero paz relativa, si se compara con la edad pasada, que fue la edad heroica de la Iglesia. No se debe ol­vidar el punto de vista en que el profeta se coloca para fijar el sentido histórico de sus palabras.

4 Estos tronos están destinados para los que con Cristo pelearon y vencieron, esto es, para los mártires, a quienes corresponde la palma de la victoria. Como quienes sobre todo sostuvieron el peso de la lucha con su Capitán, recibirán un premio que no corresponde a los demás muertos, y éste es juzgar, que en el sentido bíblico vale tanto como regir y gobernar el mundo junto con su Capitán, a quien por haberse humillado hasta la muerte le fue dado reinar sobre todo el universo (Flp. 2,8 s).

5 Los restantes muertos no son los infieles, porque éstos no vivirán, sino los fieles, que no al­canzaron la palma del martirio, y a quienes no corresponde el premio de los mártires.

6 El que tenga parte en esta primera resurrección, que es este premio especial de los mártires, tiene asegurada la resurrección final, porque el Señor ha dicho: «Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos».

¿En qué consiste este reinado especial de los mártires con Cristo? A nuestro juicio, en lo que se halla simbolizado por la aureola de gloría de que la Iglesia rodea a los mártires, y los rodea sobre todo en los primeros siglos, en que sólo los mártires eran objeto de culto y veneración. Entonces sólo ellos reinaban en la Iglesia con Cristo, y con El regían la Iglesia, y éste es el poder que a ellos se otorga, y que no se concedía a los demás muertos en el Señor.

7 Este versículo, como el 4, implica una de las mayores dificultades del Apocalipsis. Para su so­lución es preciso tener presente que los profetas nos presentan siempre las luchas que han de pre-cedej al establecimiento del reino de Dios, encarnadas en los sucesos históricos que más afectaban a elíb»«5ia sus coetáneos. Son éstos las invasiones asirías, en la primera parte de Israel: la cautividad y la vuelta, en la segunda parte, y asimismo en Jeremías, Ezequiel, etc.

En nuestro profeta es la Roma imperial pagana, que pretende exigir para sí el culto y adoración

que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: Venid, congregaos al gran festín de Dios, * 1 8 para comer las carnes de los re­yes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caba­llos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los escla­vos, de los pequeños y de los grandes.

1 9 Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos reunidos para ha­cer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. 2 0 Y fue aprisionada la bes­tia, y con ella el falso profeta que hacía señales delante de ella, con las cuales ex­traviaba a los que habían recibido el ca­rácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego, que arde con azufre. * 2 1 Los demás fueron muertos por la espa­da que le salía de la boca al que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes. *

S E X T A P A R T E

E L MILENIO, SEGUIDO DE LA POSTRERA LUCHA

(20)

El milenio 1 Vi un ángel que descendía del cie­lo, trayendo la llave del abismo y 20

1293 APOCALIPSIS 20-21

del mar. * ' Subirán sobre la anchura de la tierra y cercarán el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descende­rá fuego del cielo y los devorará.10 El dia­blo, que los extraviaba, será arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde es­tán también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. *

1 1 Vi un trono alto y blanco, y al que en él se sentaba, de cuya presencia huye­ron el cielo y la tierra, y no dejaron ras­tro de sí. * i* Vi a los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante del trono; y fueron abiertos los libros, y fue abierto otro libro, que es el libro de la vida. Fue­ron juzgados los muertos según sus obras, según las obras que estaban escritas en los libros. * 13 Entregó el mar los muertos que tenía en su seno, y asimismo la muerte y el infierno entregaron los que tenían, y fueron juzgados cada uno según sus obras. 1 4 La muerte y el infierno fueron arroja­dos al estanque de fuego; ésta es la se­gunda muerte, el estanque de fuego, * l s y

que sólo a Dios es debido, y que para lograr su propósito derrama la sangre de muchos mártires de Jesús. Según esto, la victoria de Jesucristo sobre la bestia significa la victoria sobre el paganismo romano; el período de la lucha abarca la época de las persecuciones, la época de los mártires, que se considera terminada con la paz de Constantino. Luego con esta paz debe empezar el reinado de Cristo, el período de los mil años, que no se ha de tomar a la letra, como ninguna de las cifras del Apocalipsis, sino como expresión de aquella duración sin fin que los profetas atribuyen al reino de Dios una vez que logre establecerse en el mundo (Is 9,7; Sal 71,3; Le 1,32).

La concepción de esta época es ideal, como lo es en los profetas antiguos, los cuales a la época de las idolatrías y pecados, de las violencias y persecuciones, hacen suceder la era de la justicia y la santidad, de la paz y de la más cumplida bienandanza. Pero no nos debemos equivocar sobre la ver­dadera mente del profeta, que sin duda no tenía olvidadas las sentencias del divino Maestro; «No es el siervo de mejor condición que el Señor. Si, pues, a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20).

Es preciso dejarnos de fantasías y atenernos a los datos de la fe, en la cual está nuestra salud, que era precisamente lo que el profeta buscaba.

8 Este trozo nos pinta la postrera lucha que habrá de preceder a la consumación del reino de Dios en la tierra, según nos lo presentan Dan I Í s., los Sinópticos en el discurso apocalíptico y San Pablo en la epístola a los tesalonicenses (2 Tes 2,3-12). La forma literaria está tomada de Ez 38,10 s., en que nos describe la invasión de Gog y de los pueblos escitas con innumerables aliados, que en el siglo VII invadieron el Oriente y fueron a morir a las fronteras de Egipto.

1 ° Viene a sufrir la pena definitiva a que habían sido condenados antes la bestia y el falso pro­feta, esto es, el abismo.

1 1 El trono es el del Juez soberano, que va a dar la sentencia definitiva sobre el mundo. Viene rodeado de tan grande majestad, que los cielos y la tierra huyen ante ella.

12 Los muertos todos, vueltos a la vida, son juzgados cada uno según sus obras. Esta es la ex­presión que más frecuentemente se halla en la Escritura, como norma de la justicia de Dios (Sal 61, 13; Jer 25,14; 32,19; Rom 2,6; 2 Tim 4,14).

1 4 La muerte y.el infierno, personificados como auxiliares del pecado; con él quedan destruidos para siempre, como San Pablo declara en 1 Cor 15,26.54 ss.

1 5 Además de los libros en que se hallan escritas las obras de los muertos todos, hay otro, que es el libro de los predestinados para la vida, y cuantos no están escritos en este libro son condenados a la segunda y definitiva muerte, que es el lago de fuego o el infierno, adonde los manda la sentencia de Jesús a hacer compañía a Satanás y a sus ángeles (Mt 25,41). O"! * Semejantes frases de cielo nuevo y tierra nueva están tomadas de Is 65,17; 66,22 .Serán ~ * nuevos por el cambio que la destrucción del pecado y de sus efectos, la muerte, etc., traerá consigo. San Pedro (2 Pe 3,10 ss.) reproduce esta idea de los profetas, indicando que tal renovación será espiritual (Rom 8,19 ss.).

2 La imagen de la ciudad de Jerusalén, que baja del cielo, es de origen judío; pero la idea expresa bien la naturaleza de esa ciudad, que, como el reino de Jesucristo, no es de este mundo, porque es todo espiritual.

3 El tabernáculo, como el templo que lo substituyó, era el monumento de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Por la encarnación se realizaba más perfectamente (Jn 1,14), y ahora alcanza su ápice por la visión facial, que hace felices a los santos.

5 Todo será nuevo en el orden humano y espiritual, pues que, renovado el hombre por la glori­ficación, todas quedan renovadas en él. Es el mismo pensamiento de San Pablo cuando en Rom 8,

todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estan­que de fuego. *

LA NUEVA JERUSALÉN

(21,1-22,5) O í t Vi un cielo nuevo y una tierra " •*• nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existia ya. * 2 Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cie­lo del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo. * 3 Oí una voz grande que del trono decía: He aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos, • 4 y enjugará las lá­grimas de sus ojos, y la muerte no existi­rá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni traba­jo, porque todo esto es ya pasado.

5 Y dijo el que estaba sentado en el tro­no: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y dijo: Escribe, porque éstas son las palabras fieles y verdaderas. * f> Dijo-

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APOCALIPSIS 21-22 1294

me: Hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida. 7 El que venciere heredará estas cosas, y seré su Dios y él será mi hijo. 8 Los co­bardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechice­ros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte. *

9 Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo y me dijo: Ven y te mostraré la novia, la esposa del Cordero. * 10 Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciu­dad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, que tenía la glo­ria de Dios. * l x Su brillo era semejante a la piedra más preciosa, como la piedra de jaspe pulimentado. 12 Tenía un muro grande y alto y doce puertas, y sobre las doce puertas, doce ángeles y nombres es­critos, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel: * 13 de la par­te de oriente tres puertas, de la parte del norte tres puertas, de la parte del medio­día tres puertas y de la parte del poniente tres puertas. 1 4 É1 muro de la ciudad te­nía doce hiladas, y sobre ellas los nom­bres de los doce apóstoles del Cordero.

15 El que hablaba conmigo tenía una medida, una caña de oro , para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16 La ciu­dad estaba asentada sobre una base cua-drangular y su longitud era tanta como su anchura. Midió con la caña la ciudad,

y tenía doce mil estadios, siendo iguales su longitud, su latitud y su altura. * 17 Mi­dió su muro, que tenía ciento cuarenta y cuatro codos, medida humana, que era la del ángel, i 8 Su muro era de jaspe, y la ciudad oro puro, semejante al vidrio pu ro ; i ' y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la primera de jaspe, la segunda de zafiro, la tercera de calcedonia, la cuarta de esme­ralda, 2 0 la quirta de sardónica, la sexta de cornalina, la séptima de crisólito, la octa­va de berilo, la novena de topacio, la dé­cima de crisoprasa, la undécima de jacin­to y la duodécima de amatis ta . 2 1 Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era de una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio trans­parente. 2 2 Pero templo no vi en ella, pues el Señor, Dios todopoderoso, con el Cor­dero, era su templo. * 23 La ciudad no ha­bía menester de sol ni de luna que la ilu­minasen, porque la gloria de Dios la ilu­minaba, y su lumbrera era el Cordero. * 2 4 A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria. * 2 5 Sus puertas no se cerrarán de día, pues noche allí no habrá, 2 6 y llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones. 2 7 En ella no entrará cosa impura ni quien come­ta abominación y mentira, sino los que están escritos en el libro de la vida del Cor­dero. *

n n i Y me mostró un río de agua de £ « vida, clara como el cristal, que sa­lía del t rono de Dios y del Cordero. * 2 En medio de la calle y a un lado y otro

19 ss. nos pinta a las criaturas gimiendo y sufriendo dolores de parto por la glorificación de los hijos de Dios y su completa redención.

8 Para los contaminados con los vicios de los paganos, que San Pablo enumera largamente en Rom 1,28 ss.; 2 Tim 3,2 ss., y que excluían del reino de los cielos.

9 Porque, como en las parábolas (Mt 25, r), las fiestas del cielo son las fiestas de boda del Cor­dero con la ciudad santa de los elegidos.

1 ° De donde pudiera, como de una atalaya, contemplar la ciudad, cuya descripción luego nos da. 12 Puesto a describir la ciudad, lo hace tomando por base una ciudad antigua con su muro, sus

puertas, etc. Los ángeles de estas puertas son, sin duda, los centinelas, y las puertas llevan por nom­bre los de las doce tribus, hacia las cuales dan salida, como acontecía en Jerusalén. Ni esta geometría ni la semejante de Ez 48,30 ss., de donde ésta se deriva, tienen mucho que ver con la topografía de la Jerusalén histórica.

16 La forma de la ciudad era un cuadrado perfecto, como la de Ez 45,2; 48,16 ss. Los 12.000 esta­dios, a 185 metros el estadio, dan 2.220 kilómetros, lo que indica que se trata de una ciudad ideal, bien represente esa medida la totalidad de su perímetro, bien un solo lado. Aún no es claro cómo puede la ciudad tener la misma altura que longitud y latitud, como no sea que la suponga edificada sobre un monte alto, como solían estar las ciudades de Palestina para su mejor defensa, y aquí para que resultase más airosa, más visible y más dominante. Es la ciudad puesta sobre el monte, de que habla el Evangelio (Mt 5,14).

22 Si el templo era el monumento de la presencia divina, estaba de sobra allí donde Dios se mos­traba tan presente a los suyos.

2 3 Los ciudadanos están iluminados por la gloria de Dios que los inunda. Con Dios junta siempre el Cordero, Verbo de Dios e Hijo de Dios y una sola cosa con el Padre.

2 4 Palabras tomadas de Is 60,3 ss., que expresan la universalidad del reino mesiánico. 2 7 Este versículo está inspirado en Is 35,8; 52,1, y significa la pureza y santidad de vida, que

resplandecerá en los moradores de aquella ciudad, que por algo se dice santa. 1 La imagen del río se halla en Gen 2,10; Sal 45,4, y sobre todo en Ez 47,1 ss., y representa las aguas de la vida eterna, que riegan el árbol asimismo de vida.

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del río había un árbol de vida que daba doce frutos, cada fruto en su mes, y las hojas del árbol eran saludables para las naciones. 3 N o habrá ya maldición algu­na, y el t rono de Dios y del Cordero esta­rá en ella, * 4 y sus siervos le servirán, y ve­rán su rostro, y llevarán su nombre sobre la frente. 5 N o habrá ya noche, ni tendrá necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos. *

E P I L O (22,6-21)

G O

6 Y me dijo: Estas son las palabras fie­les y verdaderas, y el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que están para suceder pronto. *

7 He aquí que vengo presto. Bienaven­turado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. * 8 Y yo, Juan, oí y vi estas cosas. Cuando las oí y vi caí de hi­nojos para postrarme a los pies del ángel que me las mostraba. 9 Pero me dijo: N o hagas eso, pues soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este l ibro; adora a D i o s . 1 0 Y me dijo: N o selles los discur­sos de la profecía de este libro, porque el tiempo está cercano. * n El que es injusto

continúe aún en sus injusticias, el torpe prosiga en sus torpezas, el justo practique aún la justicia y el santo santifíquese más. * 12 H e aquí que vengo presto, y con­migo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. * 13 Y o soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14 Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar por las puertas que dan acceso a la ciudad. 15 Fuera perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idóla­tras y todos los que aman y practican la mentira. *

16 Yo , Jesús, envié a un ángel para tes­tificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana . 17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha di­ga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida. *

18 Y o atestiguo a todo el que escucha mis palabras de la profecía de este libro que, si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en este l ibro; * 19 y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que están escritos en este libro. 2 0 D i c e el que testifica estas cosas: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. * 21 La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.

3 No habrá cosa digna de execración, es decir, cosa de pecado, y por consiguiente ni de pena, que nace del pecado.

3 El reino sin fin de Dios y de su Cristo será participado por los que a Cristo fueron fieles. 6 «Palabras fieles y verdaderas», cuyo cumplimiento no puede faltar, para alentar a los fieles

a sufrir las persecuciones que les amenazan. 7 Como en el Evangelio, el Salvador procura excitar de la pereza a los fieles con la inminencia

de la venida de Dios a juzgar. 10 «No selles el libro»; como si dijera que estaba cercano el tiempo de su cumplimiento. Son

palabras de Jesucristo que se prolongan hasta el versículo 16. 1 1 Como si dijera: los juicios de Dioi están declarados; ahora que haga cada uno lo que le plazca.

La palabra de Dios no dejará de cumplirse. Es una permisión retórica, como en Is 6,9 s.; Jer 15,2; Zac 11,9; pues bien claro está cuál es el deseo del profeta y el del Señor, que le habla.

1 2 Éstas palabras de Jesucristo insisten en la inminencia de su venida, que será para cada uno cuando menos lo espere.

15 «Fuera perros», que son los sodomitas, según el lenguaje de la Biblia (Dt 23,18), a los cuales siguen todos los contaminados con los vicios de los gentiles, ya enumerados en 21,8.

1 7 El Espíritu Santo anima el corazón de la Esposa, la Iglesia militante, y la hace suspirar por la venida del Esposo. Estos mismos son los deseos de los verdaderos fieles, que escuchan esta pro­fecía (Fil 1,23).

18 Con estas palabras, inspiradas en las advertencias y ruegos con que los autores o copistas suelen terminar sus libros, da a entender el profeta la certidumbre de su inspiración divina.

20 Jesucristo insiste una vez más en la prontitud de su venida. «Ven, Señor» es la respuesta a la promesa del Señor, y que concuerda con el Mayan atha de 1 Cor 16,22.