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Año XV1I1. Madrid 2 3 d e Diciembre d e 1 8 8 6 . Núm. 51 ti i T I I - i ' i I -k i i ic ti i REVISTA CIENTÍFICA Y PROFESIONAL 11 DI i FiRliCÉÍlIÍCOS DI CONSAGRADO 1 LA CLASE FARMACÉUTICA ESPAÑOLA «ID Olrector: 33. ü'ruiioisco Marín EL PRECIO DE SUSCRICIÓN en Madrid y prftvincias es: lO pesólas ua año ; S pesetas semestre. ViUramar y Extranjero: S O pesetas al año. Los a aúnelos y comunicados á precios convencionales. Toda la correspondencia al director de L A FARMACIA ESPAÑOLA, calle de la Luna, aúm. 32; segundo, Madrid. Lap, suscriciones pueden hacerse en la REDACCIÓN, CA- LLE DE LA LUNA, 82, SEGUNDO; Caballero de Gracia, 28, botica del Dr. Font; Sacramento, 2, botica; Santa Isabel, 5, farmacia del Dr. Gómez Pamo; en la del Sr. Gómez Manso, Santiago, 9; en las principales librerías, y también por medio de los corresponsales de provincias. SE PUBLICA TODOS LOS JUEVES MADRID, JUEVES 23 DE DICIEMBRE 188C EL FOLLETO ,DEL SEÑOR PSLEGEI XXI Aunque andemos alg-o emocionados es- tos días con la horrenda noticia de haber recibido el Emir del Alfg-hanistan el fúnebre presente de doce carretadas de cabezas hu- manas, en equivalencia de los doce millo- •nes de reales anuos con que Inglaterra paga su traición á la patria y la venta de su independencia coinOj para desgracia de la profesión farmacéutica, no es siquiera el Sr. Pelegri subdito de príncipe tan aprove- chado ni responsable, por ende, de sus bro- mas fraternales, procederíamos comnotoria injusticia, si por capricho y nada mas que por capricho, quisiéramos hacerle tributa- rio de nuestra vigente melancolía; mucho menos cuando, al llegar este artículo á ma- nos de los profesores civiles, es probable, más que probable, casi evidente, hállese el buen hombre dando sus correspondientes embestidas al tradicional besugo y á her- mosos bloques del almendrado turrón de Navidad, Demos, pues, de mano á sensiblerías y jimoteos, más propios de individuos de la sociedad protectora de plantas y animales que de veteranos curtidos por crueles rea- lidades de la vida, y abramos un pequeño paréntesis á nuestras semanales displicen- cias, para no amargar el inocente excesillo que á estas horas estará permitiéndose nuestro amantísimo subinspector, y para cuja consumación autorizante, de una par- te, el consuetudinario cobro adelantado de la presente nómina, y el aguinaldo de 35 pesetas, por otra, que ha debido percibir como todos sus consocios,—5 no hay justi- cia en la tierra castrense,—por los teóricos deterioros de su ropilla en las no menos teóricas bregas del laboratorio central. Vaya, por-tanto, enhoramala por hoy se entiende— la medicación revulsiva, tan abonada siempre á perturbar las funciones digestivas, y apelemos á-la anodina, de tanto éxito y notorio provecho en el trata- miento de los infinitos alifafes gástricos, propios de estos días de jolgorio pascual. Ea, pues: ya verá usted que mimosamente se conduce nuestra pluma. Como que más ha de parecerle el presente artícalo insulsa lección de higiene que práctica habitual de

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A ñ o X V 1 I 1 . M a d r i d 2 3 d e D i c i e m b r e d e 1 8 8 6 . N ú m . 5 1

t i i T I I - i ' i I -k i i ic ti • i

R E V I S T A CIENTÍFICA Y P R O F E S I O N A L

11 DI i FiRliCÉÍlIÍCOS DI CONSAGRADO 1 L A C L A S E FARMACÉUTICA ESPAÑOLA

«ID

O l r e c t o r : 33. ü ' r u i i o i s c o M a r í n

E L PRECIO DE SUSCRICIÓN e n M a d r i d y p r f t v i n c i a s es: l O p e s ó l a s u a a ñ o ; S pesetas semes t re .

V i U r a m a r y E x t r a n j e r o : S O pesetas a l a ñ o . L o s a a ú n e l o s y c o m u n i c a d o s á p rec ios c o n v e n c i o n a l e s . T o d a la co r respondenc ia a l d i rec tor de L A F A R M A C I A

E S P A Ñ O L A , ca l l e de l a L u n a , a ú m . 32; segundo, M a d r i d .

Lap, s u s c r i c i o n e s pueden hacerse en l a REDACCIÓN, CA­LLE DE LA LUNA , 82 , SEGUNDO; C a b a l l e r o de G r a c i a , 28, botica del D r . F o n t ; Sacramento , 2, bo t i ca ; San t a I s a b e l , 5, fa rmacia de l D r . G ó m e z P a m o ; en l a de l S r . G ó m e z M a n s o , San t iago , 9; en las p r i n c i p a l e s l i b r e r í a s , y t a m b i é n p o r med io de l o s cor responsa les de p r o v i n c i a s .

S E P U B L I C A T O D O S L O S J U E V E S

MADRID, JUEVES 23 DE DICIEMBRE 188C

E L F O L L E T O , D E L SEÑOR P S L E G E I

X X I Aunque andemos alg-o emocionados es­

tos días con la horrenda noticia de haber recibido el Emi r del Alfg-hanistan el fúnebre presente de doce carretadas de cabezas hu­manas, en equivalencia de los doce mil lo-

•nes de reales anuos con que Inglaterra paga su traición á la patria y la venta de su independencia coinOj para desgracia de la profesión farmacéut ica , no es siquiera el Sr. Pelegri subdito de príncipe tan aprove­chado ni responsable, por ende, de sus bro­mas fraternales, procederíamos comnotoria injusticia, si por capricho y nada mas que por capricho, quis iéramos hacerle tributa­rio de nuestra vigente melancolía; mucho menos cuando, al llegar este artículo á ma­nos de los profesores civiles, es probable, más que probable, casi evidente, hállese el buen hombre dando sus correspondientes embestidas al tradicional besugo y á her­mosos bloques del almendrado tu r rón de Navidad,

Demos, pues, de mano á sensiblerías y jimoteos, más propios de individuos de la sociedad protectora de plantas y animales que de veteranos curtidos por crueles rea­lidades de la vida, y abramos un pequeño paréntesis á nuestras semanales displicen­cias, para no amargar el inocente excesillo que á estas horas estará permit iéndose nuestro amant í s imo subinspector, y para cu ja consumación autorizante, de una par­te, el consuetudinario cobro adelantado de la presente nómina , y el aguinaldo de 35 pesetas, por otra, que ha debido percibir como todos sus consocios,—5 no hay jus t i ­cia en la tierra castrense,—por los teóricos deterioros de su ropil la en las no menos teóricas bregas del laboratorio central.

Vaya , por-tanto, enhoramala —por hoy se entiende— la medicación revulsiva, tan abonada siempre á perturbar las funciones digestivas, y apelemos á - l a anodina, de tanto éxito y notorio provecho en el trata­miento de los infinitos alifafes gás t r icos , propios de estos días de jolgorio pascual. Ea, pues: ya verá usted que mimosamente se conduce nuestra pluma. Como que más ha de parecerle el presente ar t íca lo insulsa lección de higiene que p rác t i ca habitual de

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802 LA FARM iCIA ESPAÑOLA.

la especialidad que estamos cultivando en su fornido organismo farmacéutico.

Se lo teníamos dicho; y para que j amás lo olvide habremos de repetírselo durante toda esta temporada; que el servicio de farmacia, organizado por el general Sala­manca, aparte de su esencial y privativa ilegalidad, era y sigue siendo el mayor de­satino administrativo que incubarse pudo en esa especie de apartado humano donde dicen que se queda la inteligencia; y los acontecimientos viénenlo demostrando mu cho mejor que toda nuestra argumen­tación.

Vamos á v e ^ H ^ n c e p t ú a usted posible resultara con formas ar t ís t icas un zapato para el que, en vez de pulida y bien ras­gueada horma, hubiérase utilizado un i n ­forme tarugo de alcornoque? ¿No es verdad que usted, que no es lerdo, dir ía resuelta­mente que lo mejor que podía salir de tan tosco molde era una no menos tosca canoa de chagrin ó becerro mate, mas propia para que en ella bogase toda una trailla de gal ­gos que para aprisionar los diminutos pies de esas frescas y rosadas v í rgenes que nacen á las orillas del Guadalquivir?

Pues hé aquí cabalmente lo que ha ocu­rrido con la consabida salamanquina la de querer vincular en el Estado el usufructo de diversos ramos de la industria y la ex­plotación de un derecho profesional. Mol­deóse el proyecto sobre la horma Negrete, la menos art ís t ica y correcta de las huma­nas; sobre una horma que n i para pastoriles borceguíes quiérenla ya amigos n i adversa­rios políticos de esa eminencia en ruinas, —tan apestados les tienen y a sus escabror-sidades circunstanciales— y claro, resultó lo que todos, menos usted y Vives, ha­bían previsto, una especie de serpentón, entre socialista y cooperativo, que mudó su primera piel, al despojarse de aquel sumi ­nistro de pan, garbanzos y mojama, tan re-tiernamente piropeado por la buscona Co-rrespondendum para degenerar en la modes­ta sierpezuela demarras que sigue tala­drando, sin darse punto de reposo , el anémico cuerpo de la farmacia c i v i l .

¡Cuidado que es disponer de buenas tra­

gaderas el enamorarse de semejante horma administrativa, y complacerse después en moldear sobre la misma una nueva farma­cia militar! Vamos, menester es hallarse dejado de la mano de Dios para que un su­jeto de las luces de usted, que ha editado ya opúsculos sobre la carne de buey y t ambién sobre el lavado de la ropa castrense, que se codea con similares de gran sentido p r á c ­tico y que, mejor ó peor, escribe folletos de actualidad, dejárase cazar por el autor de las novís imas teorías sobre el derecho de insurrección, hasta el extremo de con sagrarle — usted lo dijo y de ello sacamos copia literal en nuestro ar t ículo segundo— una ferviente fé, un verdadero entusiasmo y una inquebrantable adhesión, cuando y a hubimos de insinuarle, en el capitulo t e r c c ro, que en entrando un mortal en el periodo (ÍQ tener cosas, k ^ovo que se descuide, dá con su santo cuerpo en una casa de salud!

Y que el general Salamanca las tiene, y de bastante volumen, entre otras las que la farmacia c i v i l viene soportando, ya lo debe saber usted, puesto que no se han mordido la lengua los diarios políticos al comentar y corear su ú l t ima y pintoresca perorata sena­torial, como también debe serle conocido el cómico efecto que ha producido en l a ver­dadera opinión públ ica . Y si la brillante estrella de su ídolo l imi tárase á concederle el triste privi legio de tener cosas, del mal el menos; pero es el caso, señor subinspec­tor, que un periódico de los que más en fir­me suelen poner el pié, dícenos también — y cuando lo dice sus razones tendrá — que no solamente tiene cosas el senador mil i tar , sino que da suelta á sus enormidades, más ó menos doctrinales, sin conciencia de la gravedad ó insignificancia que encarnan Que es lo mismo que decir — y perdónenos por esta vez lo libre de la t raducc ión — que el buen hombre es un candidato menos en las futuras combinaciones ministeriales. ¡Sabe usted, Sr. Pelegrí , que tiene una pun­ter ía harto desdichada para flechar padri­nos! Rectifíquela pues,, si es que se reserva para mayores empresas.

Y e s lo que decimos nosotros: si la en­fermedad moral del proto-phirmacéutico se

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LA FARMACIA ESPAÑOLA. 803

inició hace seis años en el Congreso de d i ­putados, dando tan fieros acosones al en­tonces ministro de la Guerra; si ha con­tinuado dandóselos desde entonces — co^ sus cosas, por supuesto, — á todos los que ocuparon y ocupan el codiciado banco azul; si dentro de ese mismo periodo de normales extravag-ancias concibió el pro­yecto de ordenar al Estado, no in sacris, si no de tahonero, farmacéut ico y no sabemos cuántas profesiones é industrias más , ¿có­mo no recordó, concordando los organis­mos físicos con los morales, que todo indi­viduo procreado por padres anémicos y tu­berculosos rara vez alcanza el complemento vital de los demás seres? Si ese proyecto dióse á luz durante el proceso morboso de una inteligencia, ¿qué ex t raño es resultara con deformidades tan esenciales como re­pulsivas? Y si estas son verdades como pu­ños, ¿cómo se dejó cazar con l iga salaman­quina? ¿Cómo no tuvo el necesario golpe de vista para apercibirse de que, al poner su ferviente fé, su verdadero entusiasmo y su inquebrantable adhesión en semejante padrino, tenía que hacerse solidario de to­das las campanadas que diera, sin excep tuar la ú l t ima y no floja que se ha permit í -do, y cuyo eco tan cascada resonancia ha tenido en el pais?

A l mejor cazador, es verdad, se le escapa una liebre. Verdad, es también , que usted puso todo loque estuvo desupar te para que no se le escapara, echándole los galgos de sus sanos consejos y no menos sanas complacencias; pero, amigo nuestro, se ne­cesita algo .más para la consecución de de­terminados ideales. No basta la travesura; es indispensable la discreción para evitar las quiebras que tiene el oficio. Y este su­ceso vendrá á probar una vez más con cuán ta razón le advertimos lo peligroso que es hacer pactos con los poderosos per accidens, puesto que si ganan, de ellos es exclusivamente la gloria, y si pierden, pagan los vidrios rotos sus partícipes de escalera abajo.

Conque, á lo que estamos, señor subins­pector, y V . E . también , Sr. Weyler: que encontrándonos, á Dios gracias, en vena de

distribuir aguinaldos,— pues por tales pue­den pasar las presentes moniciones — no es cosa de dejar sin su correspondiente ración al jefe, cuando tan colmada se la damos á su adhesivo subalterno. Hagamos, pues, corro, y oído á la caja.

Mucha flema, mucha inocencia, mucha terquedad, ó las tres cosas á la vez, se ne­cesitan para atreverse á prohijar y defender la obra de un hombre, del que ha dicho^ con todas sus letras, una eminencia políti­ca, «que carece de ideales, que sueña con el poder, y que no es hombre de gobierno n i puede serlo quien, como él, habla y obra siempre, no por discurso, sino por tempera­mento.» Y si esto se ha 4icho en letras de molde por la misma Correspondencia, que tanto agitara en mejores tiempos el esqui­lón del aplauso, ¿cómo no le hizo cosqui­llas á V . E . el plan salamanquino y púsose en guardia respecto de sus consecuencias? Conocido, como debe serle , su habitual desenfado en salirse con la suya, ¿cómo ha podido tomar en serio sus cuentas galanas y encariñarse con sus fenomenales cálcu­los, teniendo delante la esfinge de la far­macia c iv i l en perenne reto desde el terre­no del derecho y de la ley?

Y a sabemos, Sr. Pelegr í que se presen­tan ocasiones en que los extravíos de los de arriba se benefician ricamente por los de abajo. Y a sabemos. Sr. Weyler, que el es­pír i tu de clase, vamos, ese espíri tu que tan­tas nauseas y arqueadas produce á su l a ­borioso súbdi to , obliga á transigir con los desatinos del antecesor; pero, ¿todos esos aprovechamientos y condescendencias no tienen un limite natural, marcado por el buen sentido, y debieran tenerlo y a en los momentos actuales, en que se ha eviden­ciado que para el general Salamanca no hay freno humano que le detenga en su* vertiginosas carreras por el campo de la ley y por el de las conveniencias públicas?

Quien se rebela, oralmente por ahora, entiéndalo usted bien, nuestro general, con­tra los poderes constituidos , prevaliéndose de su inmunidad senatorial, ¿qué ext raño es se haya alzado contra las leyes que am­paran nuestros derechos, escudándose en

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804 L A F A R M A C I A E S P A Ñ O L A .

su dictadura administrativa y militar? ¿Qué g a r a n t í a s , por otra parte, puede ofre 'erle ya de cordura, imparcialidad, discreción y equidad quien ha evidenciado ante el país que carece de todas esas condiciones inhe­rentes á los que dirig'en ó pretenden d i r i ­gir los destinos del país? ¿G mío quiere us ted pedirle criterio elevado y normal en la resolución de asuntos que afectan á una agrupac ión social, cuando tan lastimosa­mente ha demostrado que carece de él en su interpretación peregrina de todos aque­llos que se •relacionan con las instituciones patrias? ¿No le dice todo lo relacionado que quien hace un c^sto hace ciento, y que el general consabido viénelos haciendo desde que se le puso enfre ceja y ceja oficiar de ministro? ¿Continuará, por tanto, encari­ñado todavía con esa herencia de i legal i ­dades, infracciones y desafueros que le ha dejado? Pues lo dicho : para tal horma tal zapato ; para tal director tales reformas; para tal hombre de Estado tales teorías so­bre el derecho de insurrección, como, las expuestas tan llanamente, ante las risas, por una parte, y la estupefacción, por otra, de los representantes del país.

Ahora, si le place y anda tan reñido con el sentido común , siga ventilando nuestro derecho desde el mezquino punto de vista del cént imo. Siga embrollando la cuestión legal con vulgaridades, disculpables hasta cierto punto en quien, como V . E . , no t ie­ne obligación, de conocer la esencialidad del organismo farmacéutico, pero imper­donables cuando se tienen asesores, nada legos en la materia, que se brindan á i lus­trarle con rectitud y lealtad. Siga, en buen hora, á su predecesor hasta en sus extra­víos, que posible es se encargue la opinión públ ica de empujarle para que le siga tam­bién en el camino de su justa expiación.

Pero, vamos á ver. Sr. Weyler; — y no dirá que no tocamos todos los resortes de la advertencia y del sano consejo , para pre­servarle de fracasos tan ruidosos como el que actualmente devora el alicaído proío pkarmacéuíico — si , antes de comerlas, ad-vir t iéranle que las aromát icas fresas pre-gentadas en su mesa procedían de una loca­

l idad batida por pestilencial epidemia, ¿no es verdad que le faltaría tiempo para orde­nar que las arrojasen á una cloaca? Si , por un rasgo de misericordiosa caballerosidad, compromet iérase á hacer suyos todos los actos de un camarada, imaginando que.en nada podían empaña r su l impia honra, y se le hiciese observar que lo que hacía era patrocinar monstruosas irregularidades y despiadadas conculcaciones de derecho-? de un tercero, ¿no es verdad que, entre ind ig ­nado y enrojecido por los pudores del ho­nor, abominar ía de su ligereza y renegar í a t ambién de haber llevado tan al extremo las pruebas de su compañerismo?

Pues si esto y algo más obl igar ía le á hacer en el terreno privado ese hermoso sentido moral que fulgura en todo hombre bien nacido, ¿cómo no realizarlo resuelta • mente en el de la vida administrativa ó pú­blica? ¿No sabe ya , puesto que se lo hemos demostrado superabundantemente, que el legado salan anquino es una espantosa con­jura contra el derecho y la ley? ¿No sabe también, puesto que así lo proclama ya la prensado todos los matices políticos, que no es el respeto y la consideración á la nor­malidad legal el rasgo saliente de su ante­cesor? ¿No ve como le toma ya el pelo por el mísero lado del ridiculo? Pues ¿por qué no rompe resueltamente con ese engañoso y solapado que dirán, que no tiene razón de ser allí donde se hallan comprometidos el derecho y la santidad de la ley, y de­muestra, con actos de v i r i l energía , que no quiere, n i puede, n i debe hacerse soli­dario de ágenos extravíos? ¿O es que tam­bién representan más para V . E . los respe­tos humanos que el imperio de ese mismo derecho y de esas mismas leyes?

Casi no lo queremos creer; primero, porque le conceptuamos de distinta cochu­ra y de distintos aniares que los del cele­bérr imo autor de los consabidos polvos de carne y, segundo, porque hacérnosle la jus­ticia de esperar no ha de dar s i s temát ico esquinazo á la siguiente observación, en términos tan esplicitos como expresivos formulada.

Y a sabrá V . E . que existe una ley o r g á -

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LA f ABM ACIA ESPÁSOIA.

nica, votada por supuesto en Cortes, que normaliza el ejercicio de la profesión far­macéutica. Debe serle, también, notorio que esa ley no ha sido derogada en poco ni en mucho por otra, cuya promulgac ión haya llenado los mismos requisitos consti tucionales que aquella. Por si no lo sabe, habremos de decirle que en esa ley, todavía vigente, se consigman deberes, á cuyo cumplimiento se nos constr iñe , y derechos, cuyo despojo se tolera. Siempre la ley del embudo. Pues bien; vig-ente esa legalidad; ocúrreles á Salamanca y á su alier ego don Jenaro flanquearla, cual si se tratara de to­mar por sorpresa una trinchera; rebasan, desde luego, su línea de defensa, entran á saco en su articulado hasta desorganizar­lo y , allí donde tremolaba la bandera de la ley, izan el pendón de una rebeldía. Que rebeldía es sustituir la iniciat iva y volun­tad de los cuerpos colegisladores con un puñado de reales órdenes, de un valor esen­cialmente reí . t ivo. Y hé aquí el modo y ma­nera de que se valieron, auxiliados por dos farmacéaticos españoles , para que pros­perase aquel plan de moastraosa i l ega­lidad,

¿Está enterado V . E? Pues ahora una pre­gunta suelta: ¿Quédiría su merced,si vigen­te como está la ley constitutiva del ejercito, y en posesión todos sus individuos de los fueros y preeminencias que esta les otorga y á cuyo amparo ingresaron en las acade­mias militares, imponiéndose sacrificios va­liosos, diérale la peregrina ocurrencia al ministro de Fomento ó al Director de Ins­trucción públ ica de forjar una tanda de decretos, por los que se mermaran los inte reses de aquellos, haciendo además exten­sivos esos mismo < fueros y preeminencias á simples ciudadanos de levita? ¿No es verdad que diría, y con razón, que el Esta ­do les había dado un timo? ¿No es cierto que, desde el primer general hasta el ú l t i ­mo alférez, faUaríales á todos tiempo para enseñarle las uñas y que, á falta do pulmo­nes para gritar, haruuilo tal vez por medio de esos otros pulmones de bronce y de ace­ro que tan resonantes ecos alcanzan sobre el estruendoso clamoreo de Jas batallas?

¿No es esto realmente una verdad? ¿No es es • to lo que indefectiblemente sucedería en el organismo castrense? ¿Qué razón hay, pues, para que no acontezca en el farmacéut ico y para que los poderes públicos muéstrense sordos y desdeñosos ante nuestra jus t í s ima demanda?

Creernos que no hablamos en griego; ni siquiera en el lenguaje técnico de nues­tra profesión y que, por tanto, nos deja­mos comprender. ¿No es así, señor Weyleri*

Otra observación, para concluir; y mu­cho ojo, señor Pelegr í , con pretender bas­tardearla, dándole caprichosa interpreta­ción, en las audiencias que se sirve conce­derle el Director.

E l plan del general Salamanca no com­prendía exclusivamente el i legal suminis­tro de medicamentos por el Estado, sino que abarcaba también el moonvénientis imo j anti-económieo de ar t ículos de primera necesidad; y como existen leyes que nor­malizan la organización de las sociedades cooperativas, de las que igualmente se desentendió el propio general, bien pronto la industria y el comercio, al apercibirse de que se les hacia fuego con los mismos recursos que suministraban al Estado, y que este entablaba una competencia inmo­ral é incontrarrestable, subiéronse á los zancos del ínteres colectivo; acosaron á los altos dignatarios del p a í s ; soliviantaron ardorosamente la opinión pública; llegaron hasta el terreno de la amenaza; y ya lo vé V . R.; el suministro de comestibles y be­bestibles castrenses l angu idec ió hasta ser virtualmente anulado, y solo subsiste, brio­so y pujante, el de medicamentos.

Claro; los farmacéuticos civiles son un factor social inofensivo. Los farmacéut i ­cos civiles no pueden crear conflictos que afecten al orden público. Los fa rmacéu t i ­cos civiles no se sublevan, y sirve su propia condición correcta y de acatamiento á las leyes del mejor abono nara que prosperen los abusos de autoridad.

Vamos, y esta ú l t ima observación ¿no dice también algo á la rectitud de sus sen­timientos? ¿No sirve siquiera para batir sus cataratas y hacerle ver claro, hasta en esas

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IÍA FÁBMÁCIA BSÍA^OLÁ

mismas tinieblas con que le rodean o f í d o -sos é interesados asesores? ¿Se convencerá ya de que no es el miserable cént imo el que perseguimos, sino nuestros mas sacrat ís i ­mos derechos? Aprenderá ya á rechazar, por vulgares, esos manoseados paralelos que vienen haciéndose entre las ganancias alcanzadas por el droguero y las que reali­za un profesor, con arreglo á la tarifa que confeccionaran los gobiernos responsables de la nación?

Dimosle palabra, señor Pelegr í , de no perturbar su digest ión pascual con la de­sazón hebdomadaria de costumbre, y la he­mos cumplido hasta con exceso. No quere­mos siquiera su reconocimiento. Nuestro objeto es lisa y llanamente el de hacerlo constar asi, como también que en el próxi­mo art ículo terminaremos el desbroce de ilegalidades y contradicciones que tan su­bido color salamanquino dan á las reales ordenes consabidas.

Hasta San Silvestre. OVIDIO CBLLINI.

S O B R E L A F A R M A C I A E N A R A N J U E Z

Los Sres. Almazáu y Santisteban nos han di­rigido la siguiente carta, que reproducimos con mucho gusto.

«ASV. D. Francisco Marín y Sancho. Muy señor nuestro y estimado compañero:

Con sorpresa hemos leido en el núm. 48 del pe­riódico que usted con tanto acierto dirige, la carta-protesta que nuestro amigo y compañero Sr. Bayod le ha dirigido, y á la cual no podemos menos de contestar, porque nunca creimos que dicho señor se diera por aludido por nuestra carta anterior, ctiando nosotros hablábamos en general y sin ánimo de lastimar en lo más míni­mo al Sr. Bayod, que indudablemente vino á esta población cuando se lo ordenaron, contes­tándonos que cumplió perfectamente con su misión, y de consiguiente, ni como personalidad ni como farmacéutico, nada tenemos que criti­carle, ni mucho menos censurarle; pero como individuo del cuerpo de Sanidad militar que dice, ha de confesar que hubieran sido estériles sus esfuerzos si la oportunidad y acierto del ser­vicio colectivo no los hubieran secundado; ya

én este punto, no tenemos inconveniente en ad­mitir el reto que se nos hace y disciñir en el te­rreno noble y legal de las conviccionesy entonces jüzgar con arreglo á criterio.

Para apreciar la oportunidad y acierto en el establecimiento de la farmacia militar en este Real Sitio durante la última epidemia colérica, es preciso buscar antecedentes que nos indiquen la marcha de la epidemia; pídanse, si es preciso, datos al Ayuntamiento, léanse los periódicos ofi­ciales y no oficiales de aquella época y veremos que el primer caso de cólera se presentó el 16 de Junio, si bien hasta el día 26 no hubo más que algún caso aislado y procedente de las afueras? pero el 26 fue cuando se desarrolló rápidamente, llegando á su máximum el día 6 de Julio inme­diato, y al día siguiente ya comenzó á descender con la misma rapidez con que había ascendido, hasta el extremo que el día 16 ya no hubo más que cuatro invasiones, que fueron sólo de la po­blación. De consiguiente, ¿dónde está la oportu­nidad y acierto, cuando la farmacia militar se estableció el día 9 de Julio, es decir, cuando la epidemia estaba ya en su período de descenso** ¿Qué se hizo desde el día 26 de Junio hasta el día 6 de Julio? ¿Se puede admitir que á la organiza­ción del servicio farmacéutico militar se debe en gran parte el éxito de la campaña sanitaria, como dice el Sr. Bayod, cuando ya la epidemia estaba vencida? Acaso se nos pudiera decir que al principiarse la epidemia no había hospital mi­litar, y que los coléricos militares ingresaba n en el hospital civil, que para los vecinos de la localidad se instaló en la casa llamada de Mari­nos; es cierto, pero el día 30 de Junio se trasla­daron ya los enfermos militares al edificio de la Plaza de Toros, donde se estableció el hospital militar, y el dial..0 de Julio ya funcionó como tal hospital, y sin embargo, hasta el día 9 no se estableció la farmacia militar, que sólo funcionó doce días, porque el día 21 ya no había ningún enfermo, lo cual probará también con qué opor­tunidad se estableció, y que indudablemente fue cuando ya la epidemia desaparecía á pasos agi­gantados .

Ahora juzgue cada cual con arreglo á su cri­terio.

Por lo demás, cónstele al Sr. Bayod una vez más lo que respecto á su persona decimos, y que ni remotamente hemos querido lastimar su hon­ra personal ni profesional, sin embargo de que la nuestra, ágenos, después de todo, también á la cuestión, ¡cómo se ha tratado! Pero, en fin... gracias, Ovidio Cellini.

Aprovechan gastosos esta ocasión para reite-

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rarse nuevamente de usted afectísimos amigos, í seguros servidores Q. B. S. M .

DEMETRIO DE SANTISTKBAN. RAPABL ALMAZÁN.

Aran juez J4 de Dic iembre de 1886.

SECCIÓN CIENTÍFICA

Compatibilidad del cloruro de calcio con el sulfato de sosa en las aguas minerales,

POR EL DR. PUERTA Si atendemos á las leyes de Berthollet, pare­

ce que estas dos sales son incompatibles en una solución acuosa, puesto que del cambio de áci­dos y bases puede resultar una sal más insolu­ble, que es el sulfato de cal, la cual se disuelve muy poco en el agua. Ea efecto:

CaCl -j-NaO, SO» = OaO, SO3 + NaOl Esto, que en teoría resalta conforme con di­

chas leyes, se halla desmentido en la práctica, pudiendo servir de ejemplo lo que ocurre en muchas aguas minerales, en las que se hallan ambas sales, cloruro de calcio y sulfato de sosa.

En las aguas de Carabaña y en otras que he analizado, he hallado las dos sales, las que se separan por medio del alcohol, que disuelve el cloruro y no el sulfato.

Para cerciorarme de la compatibilidad de dichas sales en disolución en agua, he mezclado dos soluciones de las mismas, filtrando después. El líquido filtrado le he tratado por alcohol an­hidro, el cual forma un precipitado del sulfato, y separando este por filtración, en el líquido h i -dro-alcohólico resultante se encuentra bastante cantidad de cloruro de calcio; lo cual demuestra que dicha sal se hallaba, antes de añadir el al­cohol, en presencia del sulfato de sosa sin des­componerse.

Tratando de hallar la explicación de esta contradicción á las leyes de Berthollet, la en­cuentro en la aplicación del principio del traba­jo máximo, el más importante de los principios generales de mecánica química. En efecto, ex­pongamos la ecuación termo-química de ambas

CaCl-HNaO, S03= CaO, S O H N a 01 (42-f-A2—93,8—61,7) calorías.

Resultan —17,3 calorías, es decir, una canti­dad negativa, y por lo tanto, la reacción impo-sibie en las cantidades correspondientes á los equivalentes, lo cual da la explicación de que puedan existir juntas en disolución las dos sa­les, cloruro de calcio y sulfato de sosa.

{.Revista de Conocimiento* ú í i l e * . )

T A R I E D A D E S

L A S F A R M A C I A S MILITARES

Documentos oficiales referentes á la venta de medicamentos 4 los jefes y oficiales

del ejército. Reproducimos á continuación las reales órde­

nes y circulares de la Dirección de Administra­ción militar referentes á la venta de medicamen­tos á las familias de los jefes y oficiales del ejér­cito. Esas disposiciones muestran hasta qué punto se ha organizado la susodicha venta co­mo se mandó por la superioridad, y dicen con toda claridad el respeto que han merecido de parte de los encargados de cumplirlas. ¿Quién ha dispuesto el servicio, ó lo que fuere, como se en­cuentra en la actualidad? Pida el digno señor general Weyler el expediente; examine también aquél otro formado á instancias del farmacéuti­co de Ceuta Sr. ütor, y resuelva lo que proceda en justicia. Con eso quedará por completo des­truida la ilegal obra de las expendedurías mili­tares de medicamentos, y podrá hacerse efectiva la responsabilidad que corresponde á los que han intervenido directamente en este desdicha­do asunto.

í. — Real orden disponiendo que se organice el suministro de medicinas á tos militares. DIRECCIÓN GENERAL DB SANIDAD MILITAR. —

Excmo. Sr.: He dado cuenta al rey (q. D. g ) de la comunicación elevada á este ministerio por el general en jefe del ejército del Norte, fecha 30 de Julio último, proponiendo que las farmacias militares, faciliten á los jefes y oficiales del ejér­cito y á sus familias, los medicamentos que ne­cesiten en sus enfermedades. En su vista, te­niendo en cuenta la escasez de los haberes de las clases del ejército, en comparación con los precios que han alcanzado los artículos de pri­mera necesidad, y las dificultades insuperables para aumentarlos proporcionalmente, con el fin de procurar dentro del presupuesto cuanto pue­da mejorar la situación de dichas clases, S. M . ha tenido á bien aprobar lo propuesto; siendo indispensable que los medicamentos se prescri­ban por recetas firmadas y selladas por médicos militares, que serán responsables de que no se cometan abusos en este punto, y autorizar asi­mismo al director general de Sanidad militar para que proponga las medidas y reglas que de -ban adoptarse para la práctica de este servicio.

De rer;l orden lo digo á V . E. para su couo-cimiento y efectos consiguientes. — Dios guarde

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á V . ÍL muchos año?. —- Madrid 28 do Junio de 1884. - Quesada. — Señor director general de Administración militar. II. — Real orden aprchando las instrucciones para

el despacho de medicamentos. SUBSECRETARÍA. — Excmo. Sr.: S. M. el rey

(q. D. g.) ha tenido á bien aprobar las instruc­ciones j tarifa redactadas por esa Dirección ge­neral, en cumplimiento á lo prevenido en la real orden de 28 de Junio último, para el sumi­nistro de medicamentos á los jefes y oficiales del ejército y sus familias por las farmacias de los hospitales militares, y disponer se impriman, á fin de que puedan ser circuladas las instruc­ciones á todas las autoridades y dependencias militares, y las tarifas á los hospitales, tan lue­go como organizado debidamente este servicio pueda empezar á regir, á cuyo fin deberá V . E, manifestarlo á este ministerio en tiempo opor­tuno.

De real orden lo digo á V . E . para su cono­cimiento y demás efectos.—Dios guarde á V. E . muchos años.—Madrid,22 de Julio de 1884.—El general encargado del despacho, Juan de Dios Córdova. — Señor director general de Sanidad militar.

INSTRUCCIONES para el despacho de medicamentos á los jefes y oficiales del ejército y á sus familias for las farmacias de los hospitales militares, afiro­ladas por real orden de 22 de M i ó de 1884. — 1.a Tienen derecho al suministro de medica­mentos por las farmacias militares todos los je­fes y oficiales del ejército y sus familias; enten­diéndose que componen estas cuantas personas habitan bajo el mismo techo á las órdenes de la que hace de jefe ó cabeza.

2. a Los medicamentos se despacharán úni­camente por medio de recetas firmadas y se­lladas por los médicos militares á quienes ofi­cialmente corresponda la asistencia del enfer­mo. Expresarán en ellas el nombre y apellido, empleo, cuerpo ó situación á que pertenezca el jefe de familia, y serán responsables de que no se cometan abusos en este punto.

3. a Los directores subinspectores de los distritos o jefes de Sanidad de las plazas, facili­tarán á los jefes de las oficinas de farmacia rela­ción de los médicos encargados de la asistencia facultativa expresando los cuerpos, dependen­cias ó situaciones á que se hallan prestando sus servicios, y noticiarán oportunamente los varia­ciones que ocurran.

4. " Los médicos militares podrán prescribir cuantas fórmulas magistrales tengan por con­

veniente, siempre que las sustancias que for men parte de ellas consten en el catálogo do las quo deben existir en las farmacias de los hospi­tales militares. La prescripción de los medica­mentos oficinales se limitará igualmente á los comprendidos en dicho catálogo,.

5. a Los medicamentos oficinales se prepara­rán con arreglo al formulario de ios hospitales militares. Los que no se hallen comprendidos en éste y consten en el catálogo de los que de­ben existir en las farmacias de dichos hospi­tales, se elaborarán con arreglo á las prescrip­ciones de la Farmacopea española que esté vigente.

6. a ' E l despacho de los medicamentos se ve­rificará de«de la hora de la visita de la mañana hasta que se cierren las puertas del hospital. Las horas de despacho serán las señaladas para el régimen del establecimiento, cuando por au • sencia ó enfermedad no preste servicio en la far­macia más que un solo profesor.

7. a Las recetas se presentarán al farmacéu­tico para que consigne en ellas su valoración, con arreglo á las tarifas que para este servicio circulará la Dirección general de Sanidad mili­tar, y no se procederá á verificar su despacho hasta que se haga constar en ellas, por la fija­ción de sellos especiales, que la pagaduría se ha hecho cargo de la cantidad en que hayan sido valoradas.

8. a Cuando el despacho de los medicamentos requiera que se faciliten envases por la farma­cia, se consignará en las recetas su precio sepa­radamente del de aquéllos.

9. a El farmacéutico, en vista de la prescrip­ción, indicará la hora á que haya de recogerse el medicamento, en el caso de que no pueda despa­charse en el acto.

10. Las recetas despachadas se anotarán por su orden en un libro copiador que al efecto existirá en todas las farmacias; quedarán en éstas como comprobante de data de su contabi-' lidad, y se acompañarán mensualmento á las cuentas de medicamentos, teniendo presente lo que se previene en el art, 84 del reglamento para el servicio de los hospitales militares. En la relación á que este artículo se refiere se con­signarán, después de los medicamentos despa­chados, los envases que también lo hayan sido, con expresión de sa número, clase, capacidad y valor,

11. Los pagadores de los hospitales se harán cargo del importe de los medicamentos despa­chados, abonándolo en la cuenta de caudales

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W ñ P A Ñ Ú l A

que moiisunlmentc rinden al laboratorio y depó­sito central de medicamentos del ejército.

12. Los comisarios de guerra, interventores de los hospitales militares, certificarán en fin de cada mes el 'mporte. de los medicamentos despa­chados, cuyo valor ha de ingresar en la caja del hospital. Esta certificación se acompañará á las cuentas mensuales de medicamentos, así como á las de caudales que los pagadores rinden al labo­ratorio central.

13. Los jefes áq las farmacias, darán men-sualmente á los oficiales pagadores de los hospi­tales certificación del número, clase y valor de los>,nvases despachados, cuyo documento servirá á éstos de justificante de data en sus cuentas de efectos.

-14. A la cuenta de medicamentos qué los jefes farmacéuticos han de rendir en fin de cada ejercicio económico,'acompañarán una relación general de los suministrados p^ra este servicio; incluirán en el estado núrnero 4 de lo-?, documen­tos de que. se compone, dicha cuenta general, con. arreglo á la circular de la Dirección general de Sanidad Militar de 21 de Julio de 1875, los me­dicamentos oficinales y los componentes de las prescripciones magistrales despachados en este concepto, para que el resultado se figure en la casilla de lo despachado en la cuenta general, y consignarán el total valor á que ascienda la re­lación general primeramente citada, en el estado en que se ,demuestra el verdadero coste dé la estancia medicinal.

15. Todos los utensilios y envases que remi­ta el laboratorio centrará los hospitales, se con­signarán en guía separada de la de medicamen­tos, haciéndose cargo de éstos el farmacéutico, > de aquéllos el oficial pagador, á quien el far­macéutico entregará después el correspondiente inventario para hacerse cargo de elloí. Dichas guías, debidamente responsionadas, servirán de documento de data en las respectivas cuentas do medicamentos y efectos del laboratorio central.

16. E l personal de plana menor y sirvientes de la clase civil que indica el reglamento de hospitales vigente, no podrá ser removido délas oficina» de farmacia sino por ordgn de la Direc-' cion general del cuerpo, ó, en casos urgentes, del Jefe de Sanidad del distrito.

17. Los sellos á que se refiere la instrucción 2.a, se facilitarán por los cuerpos ó dependencias militares al módico encargado de su asistencia facultativa. Estos sellos llevarán la siguiente inscripción: Sanidad Milüar. — Servicio médico-Jarmacéulico, Los QUG necoslten los médicos en-cargados de la asistencia de los jefe-? y oficiales i

de reemplazo, se facilitarán por los gobiernos militares, capitanías generales ó ministerio do la Guerra. Í

18. Los directores do los hospitales milita­res adoptarán Iris disposiciones convenientes para que se desempeñe cumplidamente este ser­vicio, sin que se altere por ello el buen orden y régimen de los establecimientos de su cargo. — Aprobado por S, M. — Quesada.

' III. — Beal orden extendiendo el servicio á todos los hospitales militares.

Excmo. Sr.: Habiéndose llevado á debido efecto lo que se dispuso por real orden de 9 de Agosto próximo pasado para establecer el des­pacho de medicamentos á los jefes y oficiales del ejército y á sus familias por las farmacias de los ocho hospitales militares de mayor importancia, destinando para este fin á los jefes y oficiales farmacéuticos excedentes de plantilla; estando celebrándose oposiciones para ocho plazas de farmacéuticos segundos, con cuyo personal po­drá, asimismo, plantearse dicho servicio en de­bida forma en aquellos otros hospitales más im­portantes; siendo posible, establecerlo también en los de menor categoría, con la limitación prescrita en la instrucción 6.a de las aprobadas con oste objeto por real orden de 22 de Julio úl­timo, ínterin llega el caso de poder dar entero cumplimiento á lo preceptuado en el art. I l l del reglamento do hospitales militares vigente, S. M . el rey (q. D. g.), en vista de las notorias ventajas que este servicio proporciona á los je­fes y oficiales del ejército y á sus familias, do conformidad con lo informado por la Dirección general de'Sanidad Militar, ha tenido á bien re­solver que, desde el día 1.° de Octubre proximo, se establezca en las farmacias de todos los hos­pitales militares de la Península é islas adya­centes, con arreglo á lo dispuesto en las instruc-cfones mandadas observar por real orden de 22 de Julio deí corriente año.

• De real orden lo digo á V . E . para su conoci­miento y demás efectos. — Dios guarde á V . E . muchos años.—Madrid 29 de Setiembre de 1884.— Quesada. — Señor director general de administración militar.

GRÓNÍCAS Rectificación — No es cierta la noticia que

dimos en nuestro número anteúltimo de que se vendía la farmacia del Sr. Cuevas Caracuel, pues lo que los periódicas oficiales anunciaban era la venta de varios mueblas y efectos existentes en

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BÍÚ' I Á M B M Á d í A MBf&ÉOtA.

la eala, comedor, botica y demás liabitacionea de la casa de dicho señor, embargados á instancia de D. Baldomero González Valledór, en el pleito civil sobre cumplimiento de un contrato.

Por lo demás, el Sr. Cuevas Oaracuel conti­nuará como siempre al frente de su acreditada farmacia, tan merecedora del favor que el públi­co la dispensa.

Por resuelto.—La Dirección general de Ad­ministración militar ha dado las oportunas ór­denes para que, á partir del 1.° de Enero próxi­mo, queden anuladas las vistosas chapas que inventó el famoso general délas enormidades. Nuestros lectores saben que el talismán salaman­quino se reemplazará por tarjetas personales, valederas por un mes, y la presentación de estos documentos será requisito indispensable para la venta de medicinas en las boticas militares. En adelante, pues, no se cometerán ó, mejor, no de­berán cometerse, los abusos que hasta aquí en lo que se refiere á la expendición de medicinas baratas; y para asegurar el cumplimiento de la orden del señor general Weyler, dícese que se exigirá muy estrecha responsabilidad á las per­sonas encargadas de este servicio.

E l digno director general de Sanidad militar ha emprendido el buen camino. ¡Labor tiene para rato si se propone acabar con la descabella­da obra de su antecesor!

Uno más . . .—El Sr. Baselga recordó dias pasados al señor ministro de la Gobernación el cumplimiento de la ley de Sanidad en aquellos artículos que se refieren á las pensiones. He aquí las palabras pronunciadas por el diputado médico:

«Ya que estoy de pié voy á dirigir un ruego al señor ministro de la Gobernación. Con motivo de la última epidemia y de otras anteriores se han instruido, en virtud de lo que previene la ley de Sanidad, algunos expedientes para otor­gar pensiones á aquellos huérfanos y viudas, ge­neralmente da médicos que han muerto durante estas catástrofes por que ha pasado el país, en cumplimiento de sus penosos deberes.

»Si mis noticias no son equivocadas, ya el ministro déla Gobernación anterior al actual, que tan dignamente rige ese departamento, ha­bía recomendado á la Dirección de Sanidad la terminación de estos expedientes, muchos de los cuales están concluidos, según creo, y otros en tramitación. Un dignísimo diputado de la mino­ría izquierdista de las anteriores Cortes, mi compañero el Sr. Sastrón, hizo una campaña en este sentido.

pUi ruego, pues, al señor ministro, se dirige

á que traiga esos expedientes á las Cortes, se­gún determina la ley de Sanidad, para que se concedan las pensiones si son juatas, ó se nie­guen si no lo son.»

¿Qué respondió el señor ministro? Pues que atendería el ruego del Sr. Baselga, y... jhasta otra!

Banquete. — E l viernes último celebróse en el restaurant Inglés un banquete en honor de D. José Ustáriz, presidente que ha sido durante dos años de la Academia Médico-Quirúrgica Es­pañola. Concurrieron á esta fiesta más de sesen­ta académicos, que han querido manifestar de esta suerte sus simpatías v su agradecimiento al digno y celoso presidente de aquella corpora­ción.

Pronunciáronse tres brindis. Uno por el se­ñor Francos, secretario de la Academia; otro por el Sr. Galdo, y el último por el Sr. Ustáriz-

Opúsculo. — Nuestro ilustrado compañero D. Mariano Llovet y Gástelo, farmacéutico de Segovia, nos ha enviado un ejemplar de la Memoria descriptiva de un retrete higiénico. Acom­paña á la Memoria un dibujo del retrete, y de la lectura de aquélla y del examen de éste, se de­duce que nuestro compañero ha prestado un verdadero servicio á la higiene.

Este trabajo ha sido impreso por acuerdo y á expensas de la Diputación provincial de Se­govia.

— También hemos recibido un ejemplar de las Instrucciones populares sobre la profilaxis de la difteria, obra premiada por la Sociedad Españo­la de Higiene en el consurso público de 1886, original del doctor D. Nicasio Mariscal y García.

Necrología. — E l día 11 del corriente falle­ció en la villa de Constantina el doctor D. Joa­quín Delgado y Vilches, farmacéutico estableci­do en Sevilla.

Acompañamos á la familia del Dr. Delgado en su natural sentimiento.

U n aplauso merecido. — «Celebrábase en primeros del mes corriente en el Ayuntamiento una reunión para tratar de la consabida instala­ción de la botica central, y entre los asistentes contábanse dos farmacéuticos, concejal el uno, Sr. Chavarri, y catedrático y director del labo­ratorio químico municipal el otro, Sr. Garagar-za, opuestos ambos á dicho traído y llevado pro­yecto. Que hubo discusión animada no hay para qué ocultarlo, como tampoco hay necesidad de repetir los mil y un argumentos consabidos para censurarnos. Nos limitamos, pues, á consignar que los dos citados compañeros hicieron buena

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defensa de nuestros intereses, especialmente el Sr. Garagarza, que llegó hasta donde puede lle­garse, á dejar el puesto que ocupa en el Munici­pio, si los derechos de los farmacéuticos no son respetados; ¿habrá aplauso más merecido que el que le dedicamos en esta ocasión? Lo dudamos, y creemos que la clase entera se asociará al mis­mo, demostrándolo en breve.»

Esta noticia es de nuestro apreciable colega el Boletín del Cambio Farmacéutico, y coincide con lo que nosotros hemos sabido con respecto al ya desacreditado proyecto de instalación da una farmacia central.

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del 87. Atienza.—B. G.—Id. fin Diciembre 87. Güila.—A. P.—Suscrito desde L0 Enero 87. Pereruela.—U. B.—Pagado fin Diciembre 86. Monleras.—B. R.—Id. fin Diciembre 87. Medina,—F. B.—Servido y contestado. Monda.—R. B.—Pagado fin Junio 87. Pina de Campos.—S. F . P.—Id. fin Diciembre

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— REGENTE: Se necesita uno anciano para Elche de la Sierra (Albacete). Dirigirse en dicho punto á D. Miguel Mora.

—PRACTICANTE. Uno que no estudia, con esmerada práctica, desea.colocarse en una capi­tal de provincia ó pueblo de importancia. P. Lo­renzo, Santa Engracia, 23, 2.°, Madrid.

— PRACTICANTE: Se necesita uno para la farmacia de D. Faustino Cerro. Para pormeno­res, dirigirse á dicho señor en Villanueva de la Fuente Ciudad-Real). ' (3)

— Se necesita un regente para una farmacia de un pueblo próximo á la ciudad de Santander. Informará D. Rufino Fernández Abascal, farma­céutico en Selaya de Carriedo, de dicha provin­cia. (P.)

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Venta al público, 10 rs. frasco. Por mayor: farmacia del autor, Vi tor ia .

Madrid, D . Melchor García . Barcelona, Sociedad farmacéutico española. Santiago, Vázquez y Compañía, Habana, Droguer^j, la Reunión.

Por menor, en todas las farmacias de España y Ultramar.

MADRID Imp. de F . García Herrero, Mayor,119.

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814 LA FARMACIA ESPAÑOLA.

C A P S U L A S T E N I F U G A S D E A N G U L O Para conseguir la expulsión conmpleta y se­

gura de la tenia ó lombriz soUiaria en el mismo día en que se toman.

A. cada prospecto acompañan certificaciones médicas j particulares que acreditan la verdad

e este aserto, Venta al público, 30 reales frasco. A. los se­

ñores farmacéuticos, 22 rs. frasco. A.1 por mayor: Vitoria, farmacia del autor,

Eí tacion, 17.'Madrid, Carrasco, Horno de la M i t a , 8, principal.—Al por menor: todas las o tenas farmacias. (A)

MEDICAMENTOS AGMDUBLES DE LA

F A R M A C I A D E O R T E G A L e ó n , 1 3 , M a d r i d

Chocolates medicinales presentados en l a Exposición fa rmacéut ica en 1882

Administrar los medicamentos de una mane­ra cómoda y agradable, sin que sufran altera­

ción alguna en su composición ni se debilite su acción, es lo que nos hemos propuesto, y segu­ramente la Pas t i l l a de Chocolate es una de las más adecuadas al objeto, porqueenmascara per­fectamente el sabor desagradable del medica­mento, y aun siendo de pequeño volumen, pue­de contener una dosis considerable del mismo.

E l tamaño y forma de las pastillas es el do las conocidas con el nombre de ñapoHúams,con­teniendo 18 cada caja. Chocolate de carbonato de hierro, rs. caja. 10 Chocolate de hierro y manganeso * Chocolate de hipofosflto de cal * Chocolate de hipofosfito de hierro . . . . . . . . » Chocolate de hipofosflto de sosa. . » Chocolate de lactofosfato de cal » Chocolate de lactofosfato de hierro » Chocolate de pepsina » Chocolate de peptona 10 Chocolate pu rgante 16 Chocolate de santonina » Chocolate de subnitrato de bismuto »

Descuentos proporcionados á la importancia del pedido.

SHGSS9RES BE M. CASAHEMHHT B A R C E L O N A , A R I B A U , 11. — MADRID, B O L A , 12.

No nos cansaremos derecorüar á todos nuestros clientes y á los qué nolo son, las grandes rebajas de precios que hemos hecho en nuestra sucursal de Madrid, Bola, 12; pues además de haber reba­jado el 20 por 100 que por razón de transporte habían venido pa­gando hasta Agosto último sobre los precios marcados en nuestro Catálogo ilustrado, hemos hecho otras no menos importantes reba­jas en muchos artículos, sobre todo en la frasquería, habiendo me­jorado ésta muchísimo, pues hemos tenido necesidad e reformar al­gunos moldes, con lo cual nada difiere de la extranjera} que tam­bién tenemos grandes existencias de las mejores fábricas.

Gran surtido en alambiques, que los tenemos de 1|2, 1̂ 2, 3 y de 4 litros en adelante, de varios sistemas, en prensas para tinturas, molinos para mostaza y linaza, pildoreros , hornillos á gas y pe­tróleo, lámparas para alcohol.

Están llamando mucho la atención los nuevos tarros de cristal opal con tapa de caoutchouc roja y tapa metálica, tanto por sabara-tura como por su elegancia Los tenemos desde 8 á 125 gramos.

Otras muchas cosas nuevas tenemos que no nos es posible anun­ciar. Pidan precios á sucesores de M. CASADEMUNT.

B a r c e l o n a , A r i b a u , H , — M a d r i d , B o l a , 12

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LA FARMACIA ESPAÑOLA. 815

NEURALGIAS Pildoras del Dr Mousset

DE ACONITINA Y QUINIÜM

Las Pildoras del D ' Moussette calman ó curan la Jaqueca, la Ciática y las Neuralgias aún las más rebeldes y que han resistido á otros tratamientos.

« La acción sedativa que estas Pildoras ejercen en el aparato circulatorio sanguíneo, por el intermediare de los nervios vaso-motores, indica su empleo en las Neuralgias de los trigéminos, Neuralgias congestivas, las afecciones reu-matismales, dolorosa» é inflamatorias. »

E l primer dia se tomarán 3 Pildoras Moussette, i por la mañana, i al mediodía y 4 por la noche.

E l segundo dia, si no hubiere bastante alivio, se tomarán 4 Pildoras Moussette: 2 por la mañana, 1 al medioda y 1 en la noche.

E l tercer dia, si fuere aún necesario elevar la dosis, se tomarán 6 P i ldoras Moussette 2 por la mañana, 2 al mediodía y 2 en la noche.

Para evitar las falsificaciones, exíjase las Verdaderas Pi ldoras Moussette de CLIN & C"'

EN PARÍS, CLIN ET O , _ , *- „ . y en tocias S í a s J P a r i n a c i a s .

S O L U C I O N D E S A L I G I L A T O D E S O S A

Del Doctor C l i n Laureado de la Facultad de Paris (PREMIO DE MONTYON)

La Solución del Dr Clin, de Salicilato de Sosa, posee una eficacia incon­testable en las Afecciones Reumáticas agudas y crónicas, en los Reumas que provie­nen de la Gota, en los Dolores Articulares y Musculares, y en fin siempre cuando se desea calmar los sufrimientos determinados por la diátesis reumática.

Para obtener todos los buenos efectos que debe producir el Salicilato de Sosa es condición indispensable el tener un medicamento puro en lo abso­luto, inalterable, y de una dósis de toto rigor exacta. — La Solution del Dr Clin, siempre idéntica en su composición y de un sabor agradable, permite administrar fácilmente el Salicilato de Sosa así como de variar la dosis según las indicaciones que se presentan.

Esta solución muy exactamente dosada contiene:

I 2 gramos de Salicilato de Sota por cucharada común. | 0,50 centlgr. — — por cucharada chica.

La Solution del Dr Clin se toma pura ó en un poco de agua al principio déla comida. . , , , , .

Se obtendrá toda garant ía exigiendo la firma de C l i n et G1» y en cada frasco la Marca de Fábrica que lleva L A M E D A L L A del PREMIO D E MONTYON.

EN PARIS, CLIN ET CÍ», ** , ~ _ - -v . . y en todas Jas f a r m a c i a s . J

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800 A FABMAGIA ESPADOLA.

T a a r F N C I A S A A V E D R Á . S S , R n o B l a n c h e , F n r i s (emúes, Ti D á l l e l a s de lodos l o s p r o d u c i o s a i i n n c i ; i d o g , — P3

"Mn de Ms

económicamente l cnHcioespcrAal .de

A G U A M I N E R A L E M I N E N T E M E N T E R E C O N S T I T U Y E N T E

Cblorurada, Sódica, Bicarbonatada, Arsenical (28 miligr. de Arseniato de sosa por litro). I UNO & TRES VASOS AL DI

A Q o m e , (Francia)

REGENERA LOS SINOS ENDEBLES Y LAS PERSONAS DEBILITABAS.

Linfatismo — Enfermedades de la piel — Afecciones de las Vias respiratorias : Bron­quitis, Asma, etc. — Reumatismo — Diabetes

Fiebres intermitentes.

Veniap or toi'Jjpi'l ÍJ/M.-ühí. Madrid. - Por menor, >, 0(

crian es, 1, u eerú, Or-

tes?

CURACION ASEGURADA

tod&s Afecoiones pulmonares. igrT*"™*™' 11..

E l algodón iod rabjo k la absorc un revulsivo o; p u e d e n gradas obtenido el. ma

' H O M A S , Farmao0d8 I&'C.lasfl p TijTS ageilte masfavo- O -o ICO -' CtóS •>'/•• ^l»SÍj | ¡jto;-Q c o m p l e t o é x i t o e n l o s O

h o s p i t a l e s de P á r i s ' : l u r a b a g ' ó , p í e n l o - O d l n i a , d o l o r e s a r t í o n í a l r a de l a r o ­d i l l a o d e l h o m b r o , ú ó t t f á m e v a r i t i c n -l o r e s ó en l á p l e v r a , e n f a r e o a a a n g r l i o -n a r l o s , e tc . , h a n s i d o c u r a d o s , s i n l e s i o n d e l a p i e l , e n r ñ t í f c o r t o t i e m p o .

P A R I S : I. T«ÜBÁS, A v e a a o d ' i í f j l i s . 4 8

Por rmenor: S. Y b o t i

Ocana, Garcerá, Ortega o . Mnyor, 93. •

RREIIO

^ C R E O S O T A D A S > ^ ^ |

G$¿>—— • • Únicas premiadas J^^f/ i la Exposición de Paris en 1s7*vgg!&i

EXÍJASE LÁ BANDA DE GAUANTIA FIRMADA

l or mayor: M. García, Capellanes,- 1, dupli Por menorS. Ocana, Garcerá, Ortega, May

y Atocha, 30, Madrid.

licado. i or, 93 1

Lr.s propiedades do los fosfatos asociadas á los de la Quina, constituyen fta aperi­tivo digestivo, de un sabor agradable, mtiy poderoso contríiclííebJandeciinienío do los Huesos , In far tos de los Gangl ios , Dsca imiento de las F u e r z a s , A n é m i a , L i n i a t i s m o , R a q u i t i s m o , etc.

Eocmplaza el Aceito de Higado de Bacalao.

Es indispensable á las Mujeres en cinta y Nodrizas , pues, en ambos casos,,es tan favorable á la madre como á la fórmacion de los Niños.

p A i & h 32,! RUS ,Í>ROÜOT; y en todas las Fannaciás ae esta localidad.

H O G G , F a r m a o ú u ü c o , r a e C i

Sin el olor ni sabor de los Á t E s t e A c e i t e , e x t r a í d o de l o s bigáj

n sXura l y a b s o l u í a m e r a e p i i ro , lo puc es ^segura c o n t r a las E n f e r m e d a d e s c r ó n i c a , D e l g a d e z d o l o s E T i ñ o s ,

Boeigir el nombre de l í O f e ? « y ; ad( trabajos químicos de ¿a F a c u U m de ,4 Queta de c a d a f rasco t r i a n g u l a r . E l E

A I ) V M I & ' l ' M ñ ' V M A , — M x t i a s i ' e n

lanSf 2, Bfi PARIS.

c luo r e c i o a t e m e u t o pescados, es J-.HOS m a s d e l i c a d o s : s u a c c i ó n H p

s,' B r o n q u i t i s , C o s t i p a d p s , T o s

i o n de M . l ú E S U E t T R , Jefe de los ,. que d e b e r á ha l l a r se sol'i e l a e t i -;c ba l l a ' en las p r i n c l p a l é a Farm0"".

'lo a s m l «leí MSmiaOo F r a n c é s .