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06 the ruby circle

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SINOPSIS

Bloodlines 6

La épica conclusión de la Serie Bestselling New York Times

Bloodlines de Richelle Mead está finalmente aquí...

ydney Sage es una Alquimista, una de un grupo de

humanos aficionados a la magia que sirven para unir los

mundos de los humanos y los vampiros. Protegen los

secretos de los vampiros, y las vidas humanas.

Después de que su romance secreto es expuesto, Sydney y Adrian se

encuentran frente a la ira tanto de los Alquimistas como de los Moroi en

esta electrizante conclusión de la Serie Bestselling New York Times

Bloodlines de Richelle Mead. Cuando la vida de alguien que ambos aman es

puesta en la línea de fuego, Sydney arriesga todo para cazar a un antiguo

enemigo mortal. Mientras tanto, Adrian se ve envuelto en un rompecabezas

que podría ser la clave para un sorprendente secreto sobre la magia del

espíritu, un secreto que podría sacudir todo el mundo Moroi.

S

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Contenido Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Epílogo

Richelle Mead

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Traducido por areli97, Lizzie Wasserstein y Jadasa Youngblood

Corregido por Lizzie Wasserstein

a vida de casado no era lo que había esperado.

No me malinterpretes: No tenía ningún

arrepentimiento sobre la mujer con la que me

había casado. De hecho, la amaba más de lo que

alguna vez imaginé que era posible amar a otra

persona. Sin embargo, ¿la realidad en la que vivíamos? Bueno, solamente

digamos que realmente tampoco me imaginé algo como eso alguna vez. En

todas nuestras fantasías previas, habíamos soñado con lugares exóticos y,

más importante, con la libertad. Estar encerrados en un pequeño conjunto

de habitaciones nunca había sido parte de ningún plan de escape, mucho

menos una escapada romántica.

Pero nunca fui de los que renunciaban a un desafío.

—¿Qué es esto? —preguntó Sydney, sorprendida.

—Feliz aniversario —dije.

Ella acababa de terminar de ducharse y vestirse y ahora estaba de

pie en la puerta del baño, mirando alrededor a la transformación que había

forjado en nuestra sala de estar. No había sido sencillo hacer tanto en tan

poco tiempo. Sydney era una persona eficiente, y eso se extendía a las

duchas también. ¿Yo? Podrías haber conducido una demolición y

remodelación entera en el tiempo que me tomaba ducharme. Con Sydney,

apenas había habido tiempo suficiente para decorar el lugar con velas y

flores. Pero me las había arreglado.

L

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Una sonrisa se arrastró sobre su rostro.

—Ha sido solo un mes.

—Oye, no digas “solo” —advertí—. Aun así es monumental. Y te

dejaré saber que planeo celebrar cada mes por el resto de nuestras vidas.

Su sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras pasaba

sus dedos sobre los pétalos de un florero lleno de flores. Eso hizo que mi

corazón doliera. No podía recordar la última vez que había visto una sonrisa

tan genuina en ella.

—Incluso conseguiste peonias —dijo—. ¿Cómo te las arreglaste para

eso?

—Oye, tengo mis métodos —declaré altivamente.

Aunque probablemente es mejor que ella no sepa cuáles son esos

métodos, advirtió una voz en mi cabeza.

Sydney paseó alrededor y evaluó el resto de mi obra, la cual incluía

una botella de vino tinto y una caja de trufas de chocolate colocadas

artísticamente en la mesa de la cocina.

—¿No es un poco temprano en el día? —bromeó.

—Depende de a quién le estés preguntando —dije, asintiendo hacia

la ventana oscura—. Para ti, es técnicamente el anochecer.

Su sonrisa se atenuó un poco.

—Honestamente, ahora difícilmente siquiera sé qué hora es de todas

maneras.

Este estilo de vida le está pasando factura, mi voz interior advirtió.

Solo mírala.

Incluso en las parpadeantes luces de las velas, podía ver los signos

del estrés que Sydney estaba sintiendo. Sombras oscuras bajo sus ojos. Una

apariencia perpetuamente abatida, nacida más de la desesperación que de

la fatiga. Ella era la única humana en la Corte Real Moroi que no estaba

aquí específicamente para alimentarnos a nosotros los vampiros. También

era la única humana en cualquier lugar Moroi civilizado que se ha casado

con uno de nosotros. Hacerlo había significado incurrir en la furia de su

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propia gente y separarse a sí misma de amigos y familia (los que aún estaban

hablándole, por lo menos) en el mundo exterior. Y gracias al desdén y a las

miradas entrometidas que ella recibía alrededor de la Corte, Sydney

prácticamente se había separado a sí misma de las personas aquí también,

reduciendo su mundo entero a nuestro conjunto de habitaciones.

—Espera, hay más —dije rápidamente, esperando distraerla. Con

pulsar un botón, música clásica empezó a tocar a través del sistema de

sonido de la sala de estar. Extendí mi mano hacia ella—. Desde que no

pudimos bailar en nuestra boda.

Eso trajo la sonrisa de vuelta. Ella tomó mi mano y me dejó atraerla

más cerca. La giré alrededor de la habitación, con cuidado de no tirar

ninguna de las velas, y ella me recompensó con regocijo.

—¿Qué estás haciendo? Es un vals. Tiene tres tiempos. ¿No puedes

escucharlo? Un-dos-tres, un-dos-tres.

—¿En serio? ¿Eso es lo que es un vals? Huh. Solo escogí algo que

sonaba elegante. Desde que no tenemos realmente una canción o algo.

—Consideré eso por un segundo—. Supongo que hemos fallado como una

pareja en ese aspecto.

Ella se burló.

—Si esa es nuestra falla más grande, entonces creo que lo estamos

haciendo bien.

Largos momentos pasaron mientras bailaba con ella alrededor de la

habitación, entonces dije repentinamente:

—She Blinded Me With Science.

—¿Qué? —preguntó Sydney.

—Esa podría ser nuestra canción.

Se rio abiertamente, y me di cuenta que no había escuchado ese

sonido en un muy largo tiempo. De alguna manera logró hacer que mi

corazón doliera y saltara al mismo tiempo.

—Bueno —dijo—. Supongo que eso es mejor que Tainted Love.

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Ambos nos reímos entonces, y ella descansó su mejilla contra mi

pecho. Besé la parte superior de su cabeza dorada, respirando los aromas

mezclados de su jabón y su piel.

—Se siente incorrecto —dijo suavemente—. Ser feliz, quiero decir.

Cuando Jill está ahí afuera.

Ante ese nombre, mi corazón se hundió, una pesada oscuridad

amenazó con descender sobre mí y romper ese pequeño momento de alegría

que había creado. Tuve que empujar con fuerza a lo lejos la oscuridad,

haciéndome retroceder de un peligroso precipicio que conocía demasiado

bien estos días.

—La encontraremos —susurré, apretando mi agarre en Sydney—.

Donde sea que esté, la encontraremos.

Si todavía está viva, dijo maliciosamente esa voz interna.

Probablemente vale la pena señalar que la voz que continuaba

hablando en mi cabeza no era parte de algún ejercicio mental. Era en

realidad una voz muy distintiva, perteneciente a mi tía muerta, Tatiana,

antigua reina de los Moroi. Ella no estaba conmigo en ninguna forma

fantasma, sin embargo. Su voz era un espejismo, nacido del creciente agarre

que la locura estaba tomando en mí, gracias al raro tipo de magia que yo

usaba. Una rápida prescripción la habría callado, pero también me habría

cortado de mi magia, y nuestro mundo era demasiado impredecible ahora

mismo como para hacer eso. Así que este fantasma de la tía Tatiana y yo

habíamos sido compañeros de habitación en mi mente. Algunas veces esa

presencia ilusoria me aterrorizaba, haciéndome preguntarme qué tanto

tardaría hasta que me volviera completamente loco. En otras ocasiones, me

encontraba a mí mismo tomándolo con calma, y eso me asustaba incluso

más, estaba empezando a considerarlo como normal.

Por ahora, me las arreglé para ignorar a la tía Tatiana mientras

besaba a Sydney de nuevo.

—Encontraremos a Jill —dije más firmemente—. Y mientras tanto,

tenemos que continuar viviendo nuestras vidas.

—Supongo —dijo Sydney con un suspiro. Podía decir que estaba

tratando de convocar de vuelta su alegría más temprana—. Si se supone que

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esto está compensando nuestra falta de baile de bodas, me siento un poco

desvestida. Quizás debería ir a desenterrar ese vestido.

—De ninguna manera —dije—. No es que el vestido no fuera

grandioso. Pero como que me gustas desvestida. De hecho, no me importaría

que estuvieras mucho más desvestida…

Dejé de bailar el vals (o cualquier movimiento de baile que había

estado tratando de hacer) y bajé mi boca hacia la suya en un tipo de beso

muy diferente que el que le acababa de dar. El calor me llenó mientras sentía

la suavidad de sus labios, y estuve sorprendido de sentir una apasionada

respuesta por su parte. A la luz de nuestras recientes circunstancias,

Sydney no se había estado sintiendo particularmente física, y

honestamente, no podía culparla. Había respetado sus deseos y mantenido

mi distancia… sin darme cuenta de cuánto había extrañado ese fuego en

ella hasta ahora.

Nos encontramos hundiéndonos en el sillón, los brazos envueltos

apretadamente alrededor del otro, todavía besándonos apasionadamente.

Me detuve para estudiarla, admirando la manera en que la luz de las velas

brillaba en su cabello rubio y sus ojos marrones. Me podría haber ahogado

en esa belleza, eso y el amor que podía sentir irradiando de ella. Era un

perfecto y muy necesitado momento romántico… por lo menos, lo era hasta

que la puerta se abrió.

—¿Mamá? —exclamé, saltando lejos de Sydney como si fuera un

niño de preparatoria y no un hombre casado de veintidós.

—Oh, hola, querido —dijo mi madre, paseándose dentro de la sala

de estar—. ¿Por qué están todas las luces apagadas? Parece un mausoleo

aquí adentro. ¿Se fue la electricidad? —Encendió el interruptor de luz,

haciendo que ambos Sydney y yo hiciéramos una mueca—. Está de vuelta

ahora. Pero realmente no deberían de haber encendido tantas velas. Es

peligroso. —Amablemente sopló un grupo para apagarlas.

—Gracias —dijo Sydney llanamente—. Es lindo saber que se está

tomando la seguridad en serio. —Su expresión me recordó a la vez que mi

madre había “amablemente” sacado un montón de notas adhesivas que

estaban “amontonadas” en un libro en el que Sydney había pasado horas

anotando laboriosamente.

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—Mamá, pensé que ibas a estar fuera por un par de horas —dije

intencionadamente.

—Lo estaba, pero se estaba volviendo simplemente demasiado

incómodo en la sala de los alimentadores. Tú pensarías que todos estarían

ocupados en la reunión del consejo, pero no. Demasiadas miradas. No me

podía relajar. Así que ellos simplemente me dejaron traer uno conmigo.

—Miró alrededor—. ¿Adónde se fue? Ah, ahí. —Dio un paso de vuelta al

pasillo y condujo a un aturdido humano que no era mucho más viejo que

yo—. Siéntate por ahí en esa silla, y estaré contigo en un momento.

Salté sobre mis pies.

—¿Trajiste a un alimentador aquí? Mamá, tú sabes cómo se siente

Sydney acerca de eso.

Sydney no hizo ningún comentario pero palideció ante la vista del

alimentador sentado al otro lado de la habitación. Sus ojos aturdidos y

felices por las endorfinas que recibía de dejar que los vampiros se

alimentaran de él, miraban alrededor en blanco.

Mi madre suspiró con exasperación.

—¿Qué esperas que haga, querido? No había ninguna manera de que

me pudiera alimentar con Maureen Tarus y Gladys Dashkov sentadas ahí y

chismorreando justo a mi lado.

—¡Espero que tengas un poco de consideración con mi esposa!

—exclamé. Desde que Sydney y yo nos habíamos casado y buscado refugio

en la Corte, la mayoría de las personas, incluyendo a mi propio padre, nos

habían vuelto la espalda. Mi mamá se había mantenido con nosotros,

incluso yendo tan lejos como para vivir con nosotros, lo cual no estaba

exento de complicaciones.

—Estoy segura que ella puede simplemente esperar en su dormitorio,

—dijo mi madre, inclinándose para apagar más velas. Detectando las trufas

en la mesa, se detuvo para meter una en su boca.

—Sydney no se tiene que esconder en su propia casa —argumenté.

—Bueno —dijo mi madre—, tampoco yo. Es mi casa también.

—No me importa —dijo Sydney, parándose—. Esperaré.

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Estaba tan frustrado, quería arrancar mi cabello. La pasión ya no

era el problema. Todo rastro de esa felicidad temprana que había visto en

Sydney se había ido. Se estaba retrayendo de vuelta en sí misma, de vuelta

a la sensación de desesperanza de ser una humana atrapada en un mundo

de vampiros. Y entonces, imposiblemente, las cosas se pusieron peor. Mi

madre había notado uno de los floreros con peonias.

—Son hermosas —dijo—. Melinda debe de haber estado muy

agradecida por esa curación.

Sydney se congeló en la mitad de un paso.

—¿Qué curación?

—No es importante —dije precipitadamente, esperando que mi

madre captara la señal. En otras ocasiones, Daniella Ivashkov era una

mujer remarcablemente astuta. Hoy, sin embargo, ella parecía estar en un

modo totalmente inconsciente.

—Melinda Rowe, la florista de la Corte —explicó mi madre—. Adrian

y yo nos tropezamos con ella la última vez que estuvimos afuera en una

alimentación. Ella estaba teniendo un terrible brote de acné, y Adrian fue lo

suficientemente amable para acelerar su curación. Ella prometió ayudarlo

a obtener algunas peonias en existencia a cambio.

Sydney se giró hacia mí, sin hablar por su furia. Necesitando calmar

la situación inmediatamente, tomé posesión de su brazo y la jalé dentro de

nuestro dormitorio.

—Hazlo rápido —le grité a mi mamá, justo antes de cerrar la puerta.

Sydney arremetió inmediatamente.

—Adrian, ¿cómo pudiste? ¡Lo prometiste! ¡Prometiste no usar el

espíritu, a menos que fuera para ayudar a encontrar a Jill!

—No fue nada —insistí—. Difícilmente tomó algo del poder del todo.

—¡Se acumula! —chilló Sydney—. Sabes que lo hace. Cada pequeña

cosa. No puedes desperdiciarlo en cosas como ésta… ¡en el acné de alguien!

Aunque entendía por qué estaba molesta, no podía evitar más que

sentirme un poco herido.

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—Lo hice por nosotros. Por nuestro aniversario. Pensé que te

gustaría.

—Lo que me gustaría es que mi esposo se mantuviera cuerdo

—espetó de regreso.

—Bueno, estamos más allá de eso —dije.

Ella ni siquiera sabe la mitad de ello, remarcó tía Tatiana.

Sydney cruzó sus brazos y se sentó en la cama.

—¿Ves? Ahí vas. Haciendo una broma de todo. Esto es serio, Adrian.

—Y yo estoy siendo serio. Sé lo que puedo manejar.

Ella se encontró con mi mirada desapasionadamente.

—¿Lo sabes? Todavía creo que estarías mejor deteniendo el espíritu

del todo. Vuelve a tus píldoras. Es más seguro.

—¿Qué hay acerca de encontrar a Jill? —le recordé—. ¿Qué si

necesitamos mi magia del espíritu de vuelta para eso?

Syney miró alejó la mirada.

—Bueno, no ha sido de mucho uso hasta ahora. La magia de nadie

lo ha sido.

El último comentario era una condena para sí misma tanto como

para mí. Nuestra amiga Jill Mastrano Dragomir había sido secuestrada hace

un mes, y hasta ahora, nuestros esfuerzos para encontrarla habían sido

para nada. No había sido capaz de alcanzar a Jill en los sueños espirituales,

ni tampoco Sydney, una adepta estudiante de la brujería humana, había

sido capaz de localizarla usando los hechizos a su disposición. Lo mejor que

la magia de Sydney había sido capaz de decirnos era que Jill seguía con

vida, pero eso era todo. La creencia general era que donde sea que estuviera,

Jill estaba siendo drogada, lo cual podía esconder efectivamente a alguien

de la magia humana y Moroi. No nos detuvo a ambos de sentirnos inútiles,

sin embargo. Ambos nos preocupábamos por Jill inmensamente, y mi

relación con ella era particularmente intensa desde que yo había usado una

vez la magia del espíritu para traerla de vuelta del borde de la muerte. No

saber qué le había pasado ahora había arrojado una sombra sobre Sydney

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y yo, y todos los intentos de felicidad que habíamos reunido mientras

estábamos bajo este voluntario arresto domiciliario.

—No importa —dije—. Cuando la encontremos, necesitaré mi magia.

No hay forma de saber qué es lo que necesitaré hacer.

—¿Como arreglar su acné? —preguntó Sydney.

Me encogí de hombros.

—Te lo dije, ¡no fue nada! Déjame preocuparme a mí sobre mí y

cuánto espíritu puedo usar. No es tu trabajo.

Ella se dio la vuelta incrédulamente.

—¡Por supuesto que lo es! Soy tu esposa, Adrian. Si yo no me voy a

preocupar por ti, ¿quién lo hará? Necesitas mantener el espíritu bajo

control.

—Puedo manejarlo —dije entre dientes.

—¿Todavía habla tu tía contigo? —preguntó.

Aparté mi mirada, negándome a mirarla a los ojos. En mi cabeza, tía

Tatiana suspiró. Nunca debiste contarle sobre mí.

Ante mi silencio, Sidney dijo:

—Es ella, ¿no es así? ¡Adrian, eso no es saludable! ¡Tienes que

saberlo!

Me di la vuelta enfurecido.

—Puedo manejarlo. ¿Está bien? ¡Puedo manejarlo, y puedo

encargarme de ella! —grité—. ¡Así que deja de decirme qué hacer! ¡No lo

sabes todo, no importa cuánto quieras que todos piensen que lo haces!

Afectada, Sydney retrocedió un paso. El dolor en sus ojos me lastimó

mucho más que sus palabras anteriores. Me sentí horrible. ¿Cómo había ido

tan mal este día? Se suponía que iba a ser perfecto. De repente, necesitaba

salir. Ya no podía soportar más estas cuatro paredes. No podía soportar el

control de mi madre. No podía soportar sentirme como si siempre

decepcionara a Sydney… y a Jill. Sydney y yo vinimos a la Corte para

solicitar protección de nuestros enemigos, ocultándonos aquí, entonces

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podíamos estar juntos. Últimamente, parecía como que este acuerdo se

encontraba en peligro de desgarrarnos separándonos.

—Tengo que salir —dije.

Sydney abrió sus ojos ampliamente.

—¿A dónde?

Arrastré una mano a través de mi cabello.

—A cualquier lugar. A cualquier parte para conseguir un poco de

aire. A cualquier otro lugar, excepto aquí.

Me di la vuelta antes de que pudiera decir algo y salí furioso a través

de la sala de estar, pasando por donde mi mamá estaba bebiendo del

alimentador. Me dio una mirada perpleja, pero la ignoré y seguí adelante

hasta que me encontré afuera de nuestra puerta y pasando el vestíbulo del

edificio de alojamiento de invitados. No fue hasta que salí afuera, hasta que

el aire cálido de verano golpeó mi piel, que me detuve para evaluar mis

acciones… y exploté un pedazo de goma de mascar, la cual era mi manera

actual de evitar fumar cuando me estresaba. Miré fijamente hacia atrás del

edificio, sintiéndome culpable y cobarde por salir huyendo de nuestra pelea.

No te sientas mal, dijo la tía Tatiana. El matrimonio es difícil. Es por

eso que nunca lo hice.

Es difícil, estuve de acuerdo. Pero esa no es una excusa para huir.

Necesito regresar. Necesito disculparme. Necesito resolver las cosas.

Nunca vas a resolver las cosas, mientras estés encerrado aquí y Jill

siga desaparecida, advirtió tía Tatiana.

Dos guardianes pasaron junto a mí justo entonces, y atrapé una

parte de su conversación, mencionando patrullas extras para la reunión del

consejo que estaba en marcha. Recordé a mi mamá comentar anteriormente

sobre esa reunión, y la inspiración de repente me golpeó. Alejándome del

edificio, comencé a apresurarme hacia lo que servía como el palacio real

aquí en la Corte, con la esperanza de que pudiera llegar a tiempo a la

reunión.

Sé qué hacer, le dije a la tía Tatiana. Sé cómo sacarnos de aquí y

arreglar las cosas entre Sydney y yo. Necesitamos un propósito, una meta. Y

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voy a conseguirnos una. Necesito hablar con Lissa. Si puedo hacerla entender,

puedo arreglarlo todo.

Ese fantasma no respondió mientras caminaba. A mi alrededor, la

medianoche revestía al mundo de oscuridad… tiempo de acostarse para los

humanos, horario de más audiencia para aquellos de nosotros con un

horario vampírico. La Corte Moroi se ubicaba como una universidad:

cuarenta o algo así, venerables edificios de ladrillo ubicados alrededor de

patios embellecidos con un jardín. Era pleno verano, cálido y húmedo, y

había un buen número de personas de un lado para el otro. La mayoría

estaban demasiado consumidos con sus propios asuntos para verme o darse

cuenta de quién era yo. Quienes me lanzaban esas mismas miradas

curiosas.

Simplemente están celosos, declaró tía Tatiana.

No creo que sea eso, le dije. Incluso sabiendo que ella era una ilusión,

algunas veces, era difícil no responderle.

Por supuesto que sí. El nombre Ivashkov siempre inspiró asombro y

envidia. Todos son subalternos, y lo saben. En mis días, esto nunca habría

sido tolerado. Es esa niña reina suya, que deja que las cosas se salgan de

control.

Incluso con las miradas intrusas, encontré que disfrutaba de mi

caminata. Realmente no era saludable estar encerrado demasiado en el

interior, algo que nunca pensé que iba a admitir. A pesar del espesor del

aire húmedo, para mí se sentía ligero y refrescante, y me encontré deseando

que Sydney pudiera estar aquí también. Un momento después, decidí que

eso no era bueno. Necesitaba salir más tarde, cuando el sol estuviera en lo

alto. Ese era el momento para los humanos. Estar en nuestro horario

probablemente era tan difícil para ella como el aislamiento. Hice una nota

mental para más adelante sugerirle un paseo. El sol no nos mataba como lo

hacía con los Strigoi, malvados vampiros no-muertos, pero tampoco era

siempre cómodo para los Moroi. La mayoría dormían o se quedaban adentro

durante el día, y probablemente Sydney tendría menos posibilidades de

encontrarse con alguien si regulábamos nuestro paseo correctamente.

La idea me animó mientras explotaba de nuevo la goma de mascar y

llegaba al palacio real. Por fuera, se parecía a todos los otros edificios, pero

por dentro, se encontraba decorado con toda la grandeza y opulencia que

esperarías de la realeza de una antigua civilización. Los Moroi elegían a sus

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monarcas de entre doce familias reales, y enormes retratos de aquellas

ilustres figuras se alineaban en los pasillos, iluminados por la brillante luz

de arañas. Multitudes de personas caminaban por los pasillos, y cuando

llegué a la sala de audiencias del consejo, vi que llegué al final de la reunión.

La gente se estaba yendo cuando entré, y muchos de ellos, también, se

detuvieron a mirarme fijamente. Escuché los susurros de “abominación” y

“esposa humana”.

Los ignoré y mantuve mi concentración sobre mi verdadera meta,

cerca de la parte de enfrente de la habitación. Ahí, cerca del estrado del

consejo, estaba de pie Vasilisa Dragomir, la “niña reina” como tía Tatiana se

refería a ella. Lissa, como yo la llamaba, estaba parada, rodeada por

guardianes dhampir con trajes oscuros: guerreros mitad humanos, mitad

Moroi cuya raza se originó hace mucho tiempo, cuando Moroi y humanos se

casaban sin escándalo. Los dhampir no podían tener hijos entre ellos, pero

a través de una peculiaridad genética, su raza continuó reproduciéndose

con los Moroi.

De pie justo detrás de los guardaespaldas de Lissa, los Moroi

presionan gritando preguntas que responde en esa misma manera tranquila

suya. Convoqué un poco de magia del espíritu para ver su aura, y ella

iluminó mi visión. Brillaba con dorado indicando que era un usuario del

espíritu como yo, pero sus otros colores se habían atenuado, y había una

naturaleza temblorosa en todo, mostrando que se hallaba inquieta. Liberé

la magia mientras me apresuraba a la multitud y agitaba mi mano en su

dirección, gritando para hacerme oír entre el ruido.

—¡Su majestad! ¡Su majestad!

De alguna manera, escuchó mi voz a través de las otras y me hizo

señas para que me acercara hacia adelante una vez que terminara de

responder a las preguntas de otros. Sus guardianes se separaron para

dejarme acercarme. Eso provocó el interés de todos, especialmente cuando

los espectadores vieron a quien permitió que entrara en su espacio personal.

Podía ver que se estaban muriendo por saber qué estábamos discutiendo,

pero los guardianes los contenían atrás, y de todos modos, había demasiado

ruido en la habitación.

—Bueno, esta es una sorpresa inesperada. ¿No podías concertar una

cita? —me preguntó en voz baja, aun manteniendo esa sonrisa pública en

su rostro—. Habría atraído mucha menos atención.

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Me encogí de hombros.

—Estos días, todo lo que hago llama la atención. Dejé de darme

cuenta.

Una chispa de legítima diversión brilló en sus ojos, por lo que me

sentí bien de por lo menos traer eso a su alrededor.

—¿Qué puedo hacer por ti, Adrian?

—Es qué puedo hacer yo por ti —dije, todavía entusiasmado por la

idea que se me ocurrió anteriormente—. Necesitas dejarnos a Sydney y a mí

ir a buscar a Jill.

Sus ojos se abrieron ampliamente, y la sonrisa cayó.

—¿Dejarlos ir? ¡Me suplicaste que les permita estar aquí hace un

mes!

—Lo sé, lo sé. Y estoy agradecido. Pero tu gente todavía no ha

encontrado a Jill. Necesitas pedir alguna ayuda especial con habilidades

especiales.

—Si mal no recuerdo —dijo—, Sydney y tú ya probaron esas

habilidades especiales… y fallaron.

—¡Eso es el por qué necesitas dejarnos salir de aquí! —exclamé—.

Regresar a Palm Springs y…

—Adrian —interrumpió Lissa—. ¿Te escuchas a ti mismo? Viniste

aquí porque los Alquimistas estaban intentando atraparlos. ¿Y ahora

quieres regresar directamente ahí a sus garras?

—Bueno, no cuando lo pones de esa manera. Pensé que nos

escabulliríamos cuando no lo supieran y…

—No —interrumpió de nuevo—. Absolutamente no. Tengo suficientes

preocupaciones sin ustedes dos siendo capturados por los Alquimistas.

Querías que los protegiera, y eso es lo que voy a hacer. Entonces, no tengas

ideas sobre irte a escondidas, tengo las salidas vigiladas. Ambos se quedan

aquí, donde están a salvo.

A Salvo y comenzando a enloquecer, pensé, recordando la mirada

sombría en los ojos de Sidney.

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Cariño, susurró tía Tatiana, comenzaste a enloquecer mucho antes de

esto.

—Tengo buenas personas buscando a Jill —continuó Lissa cuando

no le respondí—. Rose y Dimitri están ahí afuera.

—¿Por qué no la encontraron? Y si alguien quería quitártela, por qué

ellos no han…

No pude terminar, pero la tristeza en los ojos verde jade de Lissa me

dijo que ella lo sabía. Gracias a una ley que ella estaba tratando de cambiar,

el trono de Lissa le exigía tener un pariente vivo. Cualquier persona

deseando sacar a Lissa simplemente tendría que matar a Jill y mostrar las

pruebas. El hecho de que aún no ocurría era una bendición, pero también

profundizaba el misterio en torno a esto. ¿Por qué más alguien secuestraría

a Jill?

—Adrian, vete a casa —dijo amablemente Lissa—. Hablaremos más

tarde, en privado, si quieres. Quizás encontremos algunas otras opciones.

—Quizás —estuve de acuerdo. Pero realmente, no lo creía.

Dejé a Lissa con sus admiradores y pasé rápidamente de vuelta a

través de la multitud que miraban boquiabiertos, mientras un oscuro y

demasiado familiar estado de ánimo comenzaba a asentarse en mí. Ir con

Lissa fue un impulso, uno que me dio una esperanza momentánea. Cuando

Sydney y yo buscamos refugio, no teníamos ni idea de lo que iba a ocurrirle

a Jill. Era cierto que Lissa tenía buenas personas buscando a Jill, e incluso

la renuente ayuda de la vieja organización de Sydney, los Alquimistas. Aun

así, no podía evitar la sensación de culpa de que si Sydney y yo estuviéramos

ahí fuera, en vez de escondiéndonos, encontraríamos a Jill. Había algo más

pasando que todavía no entendíamos. De lo contrario, los secuestradores de

Jill tendrían…

—Bueno, bueno, bueno. Mira quién decidió mostrar su cara cobarde.

Me detuve y parpadeé, apenas consciente de en dónde me hallaba.

Mis pensamientos se agitaban tan furiosamente que había hecho la mitad

del camino a casa y ahora me encontraba parado sobre un camino de piedra

que se metía entre dos edificios, uno tranquilo, fuera del camino que era

perfecto para una emboscada. Wesley Drozdov, un Moroi de la realeza que

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recientemente se convirtió en mi enemigo, se encontraba parado bloqueando

mi camino, con varios compinches a su alrededor.

—Esos son más que de los que normalmente van contigo, Wes —dije

ligeramente—. Desentierra un poco más, y quizás finalmente tendrás una

lucha justa para…

Un puño me golpeó por detrás, en mi espalda baja, sacándome el

aliento y haciendo que me tropezara hacia adelante. Wesley vino hacia mí y

me agarró con un gancho de derecha antes de que pudiera responder.

Borrosamente me di cuenta, a través de mi dolor, que el comentario que le

hice, en realidad dio en el clavo: Wesley iba con un grupo, porque era la

única manera en que podía combatir contra mi magia del espíritu. Mientras

el pie de alguien golpeaba mi rodilla, forzándome al suelo, me di cuenta de

que había, de hecho, sido un idiota por ponerme al descubierto tan

públicamente. Wesley había estado esperando la oportunidad de vengarse

de mí por los agravios del pasado, y ahora la tenía.

—¿Qué pasa? —preguntó Wesley, pateándome con fuerza en el

estómago mientras yacía sobre el suelo, luchando por levantarme—. ¿Tu

esposa alimentadora no está aquí para salvarte?

—Sí —respondió otra persona—. ¿Dónde está tu puta humana?

No podía responder a través del dolor. Siguieron más patadas, de

más personas de las que podía seguir la pista. Sus rostros nadaban por

encima de mí, y estaba conmocionado al reconocer a varios de ellos. No eran

los habituales seguidores de Wesley. Algunos de ellos eran gente que

conocía, con los que en el pasado fui de fiesta... gente que alguna vez podría

haber contado como amigos.

Un golpe en mi cabeza hizo que las estrellas bailaran delante de mis

ojos, momentáneamente desdibujando sus rostros en mi visión. Sus burlas

mezclándose en ruidos incomprensibles mientras seguían golpeando. Me

acurruqué en agonía, luchando por respirar. De repente, a través del

estruendo, una voz clara exigió:

—¿Qué demonios está pasando?

Parpadeé, tratando de enfocar de nuevo el mundo, apenas vi manos

fuertes arrancar a Wesley alejándolo y lanzándolo contra el costado de un

edificio cercano. Tomó un segundo y entonces una tercera parte de sus

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aduladores lo imitó antes de que se dieran cuenta de que algo salió mal.

Retrocedieron como las ovejas asustadas que eran, y una cara familiar de

repente apareció mientras Eddie Castile se paraba sobre mí.

—¿Alguien más se siente como para quedarse alrededor? —dije con

voz ronca—. Aún nos superas en número.

Sus números eran nada comparados con un Eddie, y lo sabían. No

pude verlos escaparse a todos, pero me lo imaginé, y fue glorioso. Cayó el

silencio, y un momento después, otra persona me ayudaba a ponerme de

pie. Miré hacia atrás y vi otra cara familiar, Neil Raymond, deslizando su

brazo por el mío.

—¿Puedes caminar? —preguntó Neil, su voz ligeramente tocada por

un acento británico.

Hice una mueca mientras ponía mi peso sobre mi pie, pero asentí.

—Sí. Solo regresemos a casa ahora y más tarde veremos si algo se

rompió. Por cierto, gracias —añadí, mientras Eddie soportaba mi otro

costado y comenzábamos a caminar—. Es bueno saber que este Moroi en

apuros puede contar con tales caballeros galantes que me siguen alrededor.

Eddie sacudió su cabeza.

—En realidad, una total coincidencia. Simplemente pasaba que

estábamos en nuestro camino a tu casa con algunas noticias.

Un escalofrío me atravesó, y detuve mis vacilantes pasos.

—¿Qué noticias? —exigí.

Una sonrisa cruzó las facciones de Eddie.

—Relájate, son buenas noticias. Creo. Simplemente inesperadas.

Sydney y tú tienen un visitante en la puerta principal. Un visitante humano.

Si no hubiera estado tan adolorido, mi mandíbula hubiera caído. Esa

era una noticia inesperada. Al casarse conmigo y buscar refugio entre los

Moroi, Sydney cortó con la mayoría de sus contactos humanos. Que uno de

ellos se presentara aquí era raro, y no podía ser un Alquimista. Un

Alquimista hubiera sido rechazado.

—¿Quién es? —pregunté.

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La sonrisa de Eddie se convirtió en una sonrisa sincera.

—Jackie Terwilliger.

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Traducido por âmenoire90, Lizzie Wasserstein y veroonoel

Corregido por Lizzie Wasserstein

h, Adrian.

No había nada más que

pudiera decir mientras ayudaba a

limpiar la sangre y la suciedad de la

cara de Adrian con un paño húmedo,

cepillando a un lado los caprichosos mechones de cabello castaño. Me dio

su sonrisa despreocupada y se las arregló para lucir apuesto, a pesar de su

estado desaliñado.

—Oye, no suenes tan deprimida, Sage. No era una pelea tan sin

esperanza. —Miró a Neil y dijo en un susurro—: ¿Cierto? Dile que no era

una pelea tan sin esperanza. Dile que realmente me sostuve.

Neil logró una débil sonrisa, pero la madre de Adrian habló antes de

que él pudiera.

—Adrian, querido, no es momento para bromas.

Mi suegra vampira y yo no estábamos de acuerdo en muchas cosas,

pero este era un tema sobre el que estábamos en perfecta armonía. El manto

de nuestra anterior pelea todavía se cernía sobre nosotros y no pude evitar

sentirme un poco culpable de que no había trabajado más duro para

conseguir que se quedara. Por lo menos, debí haberle dicho que trajera un

guardián, ya que este no era su primer encuentro con alborotadores.

Usualmente, los guardianes solo acompañaban a los Moroi al mundo

exterior, donde los Strigoi eran un peligro real. Pero aquí, con el resto de la

gente de Adrian pensando que éramos monstruos de la naturaleza por

—O

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habernos casado, el antagonismo golpeaba un poco más cerca de casa.

Habíamos enfrentado un montón de amenazas y calumnias, aunque nunca

antes la violencia absoluta. Fue un golpe de buena, aunque extraña, suerte

que Eddie y Neil lo hubieran encontrado.

Eddie se había ido, teniendo que apurarse hacia la puerta principal

para escoltar a la Sra Terwilliger hacia nosotros. Era una señal de mi

angustia por la condición de Adrian que apenas dediqué un momento para

reflexionar sobre qué en el mundo podría haber traído a mi antigua

profesora de historia y mentora mágica a la fortaleza real de una raza secreta

de vampiros. A pesar de que una atribulada parte de mí se preocupaba

porque su visita no fuera por una buena razón, aun así no podía evitar

sentirme emocionada ante la perspectiva de verla. Habían pasado meses

desde que habíamos estado juntas en persona. Amaba a Adrian y no me

importaba Daniella, pero estaba muriendo por algún otro tipo de

interacción.

—Nada está roto —insistió Adrian—. Probablemente ni siquiera voy

a tener una cicatriz por nada de esto. Es una lástima. Creo que una cicatriz

bien colocada exactamente aquí —se tocó el costado de su cara—, realmente

podría acentuar mis ya perfectos pómulos mientras añade un tacto rugoso

de virilidad a mis rasgos. No es que yo necesite más virilidad…

—Adrian, suficiente —dije con cansancio—. Me alegro de que estés

bien. Esto podría haber sido mucho peor. Y aún deberías consultar a un

médico después de esto, solo para estar seguros.

Lucía como si tuviera otro comentario sarcástico listo y entonces,

sabiamente, dijo:

—Sí, querida.

Intentó una expresión angelical que solo fortaleció mi sospecha de

que realmente no tenía intención de seguir adelante. Negué con la cabeza,

sonriendo a pesar de mí misma y luego le di un beso en la mejilla. Adrian.

Mi esposo. Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría casada,

hubiera dicho que estaban bromeando. Si me hubieran dicho que estaría

casada con un vampiro, hubiera dicho que estaban delirantes. Mirando a

Adrian ahora, sentía una oleada de amor bien dentro de mí, a pesar de

nuestra tensión más temprano. Ya no podía imaginar una vida sin él en ella.

Era imposible. ¿Podría imaginar una vida con él que no implicara estar

atrapados con su madre en un conjunto de habitaciones mientras nuestra

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gente nos insultaba y hacía planes contra nosotros? Definitivamente. Había

un sinnúmero de futuros que me encantaría tener para nosotros, pero este

era nuestro camino actual hasta que algo espectacular sucediera. Fuera de

las puertas de la Corte, mi gente me quería encarcelar. Dentro de ellas, su

gente quería atacarlo. Por lo menos en estas habitaciones estábamos a salvo.

Lo más importante es que estábamos juntos.

Un golpe en la puerta salvó a Adrian de más castigo. Daniella abrió

y Eddie apareció en la puerta. Verlo casi siempre traía una sonrisa a mi

cara. En Palm Springs, habíamos pasado por gemelos, compartiendo similar

cabello rubio oscuro y ojos marrones. Pero con el tiempo, realmente se llegó

a sentir como un hermano para mí. Conocía a otros pocos con tal valor y

lealtad. Estaba orgullosa de llamarlo mi amigo, y como tal, me dolía ver todo

el dolor que sentía por la desaparición de Jill. Ahora siempre lucía torturado,

y a veces me preocupaba si estaba realmente cuidando de sí mismo. Casi

nunca se afeitaba y tuve la sensación de que la única razón por la que se

molestaba en comer era para poder seguir entrenando y manteniéndose en

forma para cuando localizara a los secuestradores de Jill.

Pero mis preocupaciones por Eddie quedaron en suspenso cuando vi

a la próxima persona entrando en nuestra suite. Corrí por la habitación y la

envolví en un gran abrazo que la tomó por sorpresa. La Sra Terwilliger,

nunca me atreví a llamarla Jackie, aunque ya no era su alumna, había

cambiado mi vida de muchas maneras. Había tomado el papel que mi padre

solía tener: enseñándome los secretos de un arte antiguo. A diferencia de él,

sin embargo, nunca me hizo sentir mal conmigo misma. Me animó y me

apoyó, haciéndome sentir que valía la pena y era capaz, aunque no siempre

era perfecta. Ella y yo nos habíamos comunicado por teléfono desde que me

había venido a la Corte, pero no fue hasta ahora que me di cuenta de lo

mucho que la extrañaba.

—Vaya, vaya —dijo con una sonrisita, tratando de devolver el

abrazo—. No me esperaba tal bienvenida.

Sus esfuerzos fueron un poco incómodos debido al hecho de que

estaba sosteniendo un maletín en una mano y lo que parecía un pequeño

transportador de animal en la otra.

—¿Finalmente me dejara cargar esto? —insistió Eddie, jalándole el

transportador. Ella cedió, permitiendo un abrazo apropiado. Los olores

mezclados de pachulí y fastidioso champa la rodeaban, recordándome

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tiempos más despreocupados, cuando ella y yo podíamos trabajar juntas en

hechizos. Sentí lágrimas brotar en mis ojos y rápidamente di un paso atrás

para apartarlas.

—Estoy contenta de que esté aquí —le dije, tratando regresar a la

formalidad de nuevo—. Sorprendida, pero contenta. Este pudo no haber sido

un viaje fácil para usted.

—Lo que tengo que decir solo puede ser dicho en persona. —Empujó

sus lentes por su nariz y evaluó a los demás en la habitación—. Neil,

encantada de verte de nuevo. Y Adrian, me alegro que Sydney finalmente

hiciera un hombre honesto de ti.

Él sonrió ante eso y presentó a Daniella. Ella era cortés, pero seguía

siendo un poco distante. Los Moroi como ella, quienes generalmente vivían

vidas solitarias en la Corte, no tenían muchos amigos humanos. Todo el

concepto de humano utilizando magia era tan extraño para los Moroi como

para los alquimistas, pero tuve que dar crédito a Daniella por tratar de llegar

a un acuerdo con todo. Podría tener una terrible coordinación del tiempo y

no ser capaz de captar la indirecta durante las posibles escapadas

románticas, pero no podía negar que su vida ciertamente también había

sufrido muchos trastornos en el último año.

—Entre, entre —dije, haciéndole señas a la Sra Terwilliger para que

entrara. Habíamos recibido tan pocos huéspedes que casi había olvidado la

hospitalidad básica—. Siéntese y le conseguiré algo de beber. ¿O de comer?

Negó con la cabeza mientras se iba conmigo hacia la cocina. Los otros

la siguieron, a excepción de Eddie, quien todavía sostenía torpemente el

transportador.

—Estoy bien —dijo—. Y es posible que no tengamos el tiempo. Por

como están las cosas, espero no llegar demasiado tarde.

Sus palabras hicieron que los vellos de mi cuello se levantaran, pero

antes de que pudiera responder, Eddie se aclaró la garganta y levantó el

transportador, que ahora podía ver que contenía a un gato.

—Uhm, ¿le gustaría que yo hiciera algo en especial con ella?

—Él —corrigió la Sra Terwilliger—. Y el Sr. Bojangles estará muy bien

esperando allí mientras hablamos. Además, si estoy en lo cierto, lo vamos a

necesitar.

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Adrian me lanzó una mirada inquisitiva ante eso, pero solo pude

encogerme de hombros en respuesta.

Nos reunimos todos alrededor de la mesa de la cocina. Me senté y

Adrian de quedó de pie detrás de mí, apoyando las manos en mi hombro.

En mi visión periférica, brillaban los rubíes y oro blanco de su anillo de

matrimonio. La Sra Terwilliger tomó el lugar frente a mí y sacó una

ornamentada caja de madera de su morral. Estaba cubierta de un diseño

floral que parecía haber sido tallado a mano. Dejó la caja en la superficie de

la mesa y la deslizó hacia mí.

—¿Qué es esto? —pregunté.

—Estaba esperando que me lo pudieras decir —dijo—. Llegó hace un

par de semanas, la dejaron en mi puerta. Al principio, pensé que era una

especie de regalo de Malachi, a pesar de que este no es su estilo.

—Correcto —concordó Adrian—. Las granadas, los chalecos de

camuflaje... esos son sus regalos habituales por elección.

Malachi Wolfe era un cuestionablemente estable instructor de

defensa personal con quien Adrian y yo habíamos tomado clases e

inexplicablemente se había ganado el corazón de la Sra. Terwilliger.

Sonrió brevemente ante el comentario de Adrian pero nunca apartó

sus ojos de la caja mientras continuaba.

—Pronto aprendí que la caja está sellada mágicamente. He intentado

todo tipo de hechizos de desbloqueo, comunes y raros, sin suerte. Quien

hizo esto convocó algo extremadamente potente. Pasé las últimas semanas

agotando mis recursos y finalmente se la llevé a Inez. ¿La recuerdas, por

supuesto?

—Es difícil de olvidar —le dije, pensando de nuevo en la venerable y

peculiar vieja bruja, de vuelta en California que había decorado cada

artículo de su casa con rosas.

—En efecto. Me dijo que tenía un poderoso hechizo que

probablemente podría reventarla para abrirla pero que había fallado porque

este encantamiento está dirigido a una persona específica. —La Sra

Terwilliger parecía disgustada—. No había detectado eso. Obviamente, esa

persona no soy yo. Inez especuló sobre a quién estaría dirigida la caja para

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que pudiera abrirla con poca dificultad, y desde allí, llegué a la conclusión

de que tú eras el destinatario.

Me sobresalté ante eso.

—Pero, ¿por qué se la darían a usted para mí?

La Sra Terwilliger miró a su alrededor con una mirada irónica.

—Esta no es exactamente una dirección fácil de entregar. Solo

desearía haberlo sabido antes. Con suerte, lo que hay dentro no es sensible

al tiempo.

Miré la caja bajo una nueva luz, sintiéndome llena tanto de

entusiasmo como de temor.

—¿Qué debería hacer?

—Ábrela —dijo simplemente la Sra Terwilliger—. Aunque les

aconsejo el resto de ustedes dar un paso atrás.

Daniella cumplió rápidamente, pero Adrián y los dhampir

obstinadamente se quedaron dónde estaban.

—Hagan lo que ella dijo —les dije.

—¿Y si es una bomba? —exigió Eddie.

—Lo más probable es que pueda minimizar cualquier daño a Sydney,

pero no garantizo nada para el resto de ustedes —dijo la Sra Terwilliger.

—¿Lo más probable? —preguntó Adrian—. Tal vez esta es la manera

en que los alquimistas finalmente lleguen a ti.

—Tal vez, pero no son fanáticos de la magia humana. No me puedo

imaginar que hubieran recurrido a ella. —Suspiré—. Por favor. Solo

muévanse hacia atrás. Voy a estar bien.

No sabía eso a ciencia cierta, pero después de un poco más de

persuasión, los chicos cedieron. La Sra Terwilliger sacó una pequeña bolsa

y espolvoreó sobre la mesa un polvo amarillo de olor picante. Murmuró un

encantamiento en griego y sentí la magia, mi tipo de magia quemar en el

aire que nos rodeaba. Había pasado mucho tiempo desde que la había

sentido en alguien más y estaba sorprendida por la ráfaga que me dio. Con

el hechizo de protección en su lugar, asintió alentadoramente hacia mí.

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—Adelante, Sydney. Si solo abrirla no funciona, entonces intenta un

hechizo básico de desbloqueo.

Descansé mis dedos sobre la tapa y tomé una respiración profunda.

No pasó nada cuando la levanté, pero eso era de esperarse. Incluso si la Sra

Terwilliger tenía razón acerca de que estaba destinada a mí, eso no

significaba que iba a ser del todo fácil. Mientras convocaba las palabras de

un hechizo de desbloqueo, las preguntas obvias fastidiaban en los bordes

de mi mente: ¿Era esto realmente para mí? Si así era, ¿de quién? Y lo más

importante, ¿por qué?

Hablé el hechizo y aunque la caja no cambió, todos oímos un

pequeño sonido de pop. Traté con la tapa de nuevo y esta vez se levantó

fácilmente. Aún mejor, ninguna bomba estalló en el interior. Después de un

momento de duda, los chicos se acercaron hacia adelante para ver lo que

contenía la caja. Mirando hacia abajo, vi algunos pedazos de papel doblados

con un solo cabello en la parte superior. Lo levanté con cuidado, sujetándolo

a la luz. Era rubio.

—Probablemente tuyo —dijo la Sra Terwilliger—. Para dirigir un

hechizo como este a una persona en concreto, se necesita algo de parte del

destinatario... Cabello. Uñas. Piel.

Arrugué mi nariz ante eso mientras abría el primer pedazo de papel

y traté de no pensar en cómo alguien había obtenido uno de mis cabellos.

El papel resultó ser un volante para un museo de robots en Pittsburgh. Eso

hubiera sido cómico si no fuera por las escalofriantes palabras escritas

sobre la imagen de una de las exposiciones destacadas del museo, el

Raptorbot 2000: VEN A JUGAR, SYDNEY. Mi respiración se detuvo y

bruscamente levanté la mirada. Todo el mundo parecía tan desconcertado

como yo. No reconocía la escritura.

—¿Qué es el otro pedazo de papel? —preguntó Neil.

También estaba doblado y tenía un brillo en él, como si fuera de una

revista. A primera vista, parecía ser una especie de anuncio de viajes. Lo

abrí y me encontré mirando una foto de una posada en Palo Alto.

—¿Qué tiene que ver esto con un museo de robots en Pittsburgh?

La Sra Terwilliger se puso rígida.

—No creo que esa sea la página que se supone que veas.

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Di la vuelta al papel y lancé un grito ahogado ante lo que, o más

importante ante a quien, vi.

Jill.

Casi me había olvidado de este anuncio. Hace años, o al menos se

sentía de esa manera, Jill había hecho brevemente algún modelaje para un

diseñador de modas de Palm Springs. Nunca debería haberlo permito,

viendo la fisura de seguridad que era. La fotografía que ahora miraba era

una que se había hecho en secreto, en contra de mis deseos. Jill llevaba un

par de grandes gafas de sol doradas y una bufanda de color pavorreal

envuelta alrededor de su abundante cabello rizado. Ella miraba hacia un

grupo de palmeras, y a menos que alguien la conociera bien, era difícil darse

cuenta de que era ella. De hecho, sería difícil para la mayoría de la gente,

incluso reconocer que era Moroi.

—¿Qué diablos es esto? —exigió Eddie. Parecía como si fuera a

rasgar la página lejos de mí. Pocas cosas podrían hacerle perder su carácter

frío y sereno. La seguridad de Jill era una de ellas.

Negué con mi cabeza con incredulidad.

—Tu conjetura es tan buena como la mía.

Adrian se inclinó sobre mí y agarró la primera página.

—Sin duda, ¿esto significa que Jill está siendo mantenida prisionera

en algún museo robot? ¿En Pittsburgh?

—Tenemos que ir —dijo Eddie ferozmente. Se volvió como si fuera a

salir por la puerta en ese momento.

—Tengo que ir —le dije, señalando el volante que Adrian sostenía—.

La caja era para mí. Incluso esta nota es dirigida a mí.

—No vas a ir sola —replicó Eddie.

—No vas a ninguna parte —dijo Adrian. Dejó el papel hacia abajo—.

Antes de mi pequeño, uh, percance con Wesley, tuve una charla con su

majestad, quien dejó muy claro que tú y yo no tenemos permitido salir de la

Corte.

La tristeza y la culpa me llenaron mientras miraba el perfil de Jill.

Jill. Desaparecida por casi un mes. Habíamos esperado desesperadamente

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alguna pista y ahora había llegado a nosotros. Pero como la Sra Terwilliger

había especulado: ¿Era demasiado tarde? ¿Qué había ocurrido mientras

esta caja esperaba?

—Tengo que —dije—. No hay manera de que pueda ignorar esto.

Adrian, tú lo sabes.

Nuestros ojos se encontraron. Tantos sentimientos se agitaban entre

nosotros, y finalmente asintió.

—Lo sé.

—¿No crees que Lissa realmente forzaría a seguridad a detenerme?

Suspiró.

—No lo sé. Pero ella, correctamente, señaló que después de todos los

problemas que le dimos por estar aquí, se causarían más si te fueras y

fueras capturada por los alquimistas. Podríamos tratar de escabullirnos...

pero no me sorprendería si estuvieran checando los autos en las salidas.

—Pensé que algo así podría estar pasando —dijo la Sra Terwilliger.

Había superado su conmoción y estaba cayendo en su modo de vamos-a-

tener-las-cosas-hechas, lo cual encontré inmensamente tranquilizante—. Lo

cual es por lo que vine preparada. Tengo una manera de sacarte de

contrabando, Sydney, si estás dispuesta. —Su mirada se levantó hacia

Adrian—. Me temo que solo a Sydney.

—De ninguna manera —dijo rápidamente—. Si ella se va, yo voy.

—No —dije lentamente—. Ella tiene razón.

Sus cejas se levantaron.

—Mira, te arriesgas mucho más que yo por ir por ahí. No voy a dejarte

ir y ponerte en peligro a ti misma mientras me quedo a salvo, así que no…

—No es eso —lo interrumpí. Un momento después, lo enmendé—.

Quiero decir, te quiero seguro, sí, pero escucha lo que acabas de decir. Si

voy por ahí, me arriesgo más porque los alquimistas están buscándome.

Solo que no están buscando en este momento porque piensan que estoy

encerrada y segura contigo. Y mientras ellos sigan pensando eso, no van a

estar buscándome activamente. Nadie me ve aquí alrededor en la Corte, pero

te ven a ti de vez en cuando en las visitas de alimentación. Si de repente los

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dos desaparecemos, los alquimistas podrían saber que nos hemos ido. Pero

si la gente todavía te ve...

Adrian hizo una mueca.

—Entonces van a pensar que todavía estás aquí también, solo

escondiéndote de los vampiros malvados.

—Serás parte de mi coartada —dije, poniendo mi mano sobre la

suya—. Sé que no te gusta esto, pero realmente ayudaría. Me dejaría

moverme más libremente en el mundo y tratar de averiguar de qué manera

eso —hice un gesto hacia el volante del robot—, está atado a Jill.

Se tomó unos minutos para responder. Me di cuenta que sabía la

verdad de mi argumento… pero aun así no le gustaba.

—Es que me molesta pensar que estás ahí afuera sola mientras me

quedo sentado.

—No estará sola —dijo Eddie—. No tengo ninguna asignación, y

nadie está detrás de mí. Puedo entrar y salir libremente de la Corte.

—Yo también —dijo Neil.

—Uno de ustedes tiene que quedarse con Adrian —discutí—. En caso

de que se repita lo de hoy. Neil, ¿te quedarías? Y Eddie, ¿vendrías conmigo

a comprobar esto?

Lo hice sonar como una petición, un favor incluso, pero sabía que

no había nada en el mundo que Eddie preferiría hacer ahora que buscar a

Jill.

—Este es el trato —dijo Adrian, una vez que lo dhampir habían

estado de acuerdo—. Me quedaré aquí y te cubriré, pero tan pronto como

haya una manera de unirme a ti sin desplomar nuestra coartada, lo haré.

Lo miré a los ojos de nuevo, deseando poder decirle tanto. Como que

lo sentía por nuestra pelea de más temprano, que no estaba tratando de

controlarlo. Estaba preocupada. Lo amaba tanto que solo quería que

estuviera a salvo. Esperaba que supiera todo eso. Todo lo que podía hacer

ahora, con tantos testigos, era asentir en acuerdo.

La Sra. Terwilliger nos miró con una diversión seca.

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—¿Todos han decidido qué valiente papel tomarán? —preguntó. Me

lanzó una sonrisa—. Aunque no pareces muy preocupada por la forma en

que planeo sacarte de aquí, Sydney.

Me encogí de hombros.

—Tengo fe en usted, señora. Si dice que tiene una manera, le creo.

¿Qué implica?

Después de que me lo dijo, se hizo el silencio en la habitación. Todos

no le quedamos mirando, estupefactos, hasta que Adrian finalmente habló.

—Guau —dijo—. No puedo decir que vi venir eso.

—No creo que alguien pudiera haberlo hecho —admitió Eddie.

La atención de la Sra. Terwilliger estaba en mí.

—¿Estás dispuesta, Sydney?

Tragué saliva.

—Supongo que tengo que estarlo. Y no deberíamos desperdiciar más

tiempo.

—Primero —dijo Adrian—, ¿puedo hablar con mi esposa antes de que

sobrevenga la hilaridad?

—Por supuesto —dijo la Sra. Terwilliger, haciendo un gesto

grandilocuente.

Adrian me alejó e instó a los demás:

—Hablen entre ustedes. —Me condujo a nuestra habitación, sin

decir nada hasta que la puerta se cerró detrás de nosotros—. Sydney, te das

cuenta de que esto es loco, ¿cierto? Y no lo digo a la ligera.

Sonreí y lo atraje hacia mí.

—Lo sé. Pero ambos sabemos que no hay manera de que no pueda

no seguir una pista que nos pueda llevar a Jill.

Su expresión se oscureció,

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—Desearía poder ser más que tu coartada —dijo—. Pero si eso es lo

que se necesita… —Suspiró—. Lo que también parece loco es que te vayas

luego de que peleamos tan duro para llegar aquí y estar juntos.

—Sí, pero… —Dudé, odiando decir mis próximas palabras—. No

puedes decir que esto ha sido exactamente lo que imaginamos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, pero me di cuenta que ya sabía.

—Adrian, no hay duda de que te amo y quiero una vida contigo. Pero

esta vida en particular… escondiéndonos de nuestra gente… con tu madre

cerniéndose sobre nosotros… no lo sé. Quizás algo de espacio es algo bueno.

Sus ojos verdes se abrieron.

—¿Quieres alejarte de mí?

—¡No, claro que no! Pero quiero volver a evaluar las cosas, averiguar

cómo podemos tener la vida que hemos estado queriendo. —Suspiré—. Y

por supuesto, aún más que eso…

—Tenemos que encontrar a Jill —terminó.

Asentí y apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el ritmo constante

de su corazón. Esa emoción de más temprano subió dentro de mí mientras

pensaba en el año anterior y por todo lo que habíamos pasado. Habíamos

tenido que mantener nuestra relación en secreto, y luego una vez que fue

descubierta, los Alquimistas me habían tenido prisionera y trataron de

lavarme el cerebro para volver a su organización. Cada momento que tenía

ahora con Adrian era un regalo precioso, pero disfrutar de eso, darle la

espalda a Jill… bueno, eso sería egoísta.

—Encontrarla es más importante que nosotros ahora —dije.

—Lo sé —dijo, presionando un beso en mi frente—. Y parte de por

qué te amo es porque no hay duda de que tienes que hacer esto. Y que tú

me dejarías si los papeles estuvieran invertidos.

—Es lo que hacemos —dije simplemente.

—Lo juro, tan pronto como sienta que puedo escaparme de forma

segura, iré contigo. No estarás sola.

Toqué mi corazón.

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—Nunca lo estoy. Siempre te siento aquí dentro.

Llevó sus labios a los míos en un beso largo y exquisito, el tipo que

envíaba calor todo el camino desde mis dedos y pies y me hacía muy

consciente del hecho de que había una cama detrás de nosotros. Me aparté

antes de que nos distrajéramos accidentalmente.

—Estaré de vuelta antes de que lo sepas —le dije, dándole otro

abrazo—. Y si todo va según lo previsto, Jill estará conmigo.

—Si todo va según lo previsto —respondió—, recibiremos una

llamada en cualquier minuto ahora que quien la esté reteniendo la haya

dejado salir luego del cambio de ley y que está de camino a casa.

Sonreí ante eso, pero no había verdadera alegría en ello.

—Eso sería agradable.

Nos besamos de nuevo y volvimos con el resto. Me di cuenta de que

aunque Adrian y yo estábamos en buenos términos de nuevo, no habíamos

resuelto exactamente nuestra pelea de antes. Aún había una gran cantidad

de asuntos que tratar, el mayor de ellos era su continuo coqueteo con el

espíritu. Había perdido mi oportunidad, y ahora solo podía esperar lo mejor

de él.

Mientras tanto, la Sra. Terwilliger ya se había mantenido ocupada

convirtiendo nuestra cocina en un taller de hechizos. Botellas y bolsas de

componentes estaban instalados en la mesa, y hervía agua afanosamente

en la cocina. Roció algo dentro, y el vapor pronto tomó una fragancia de anís

estrellado.

—Bien, bien —dijo, apenas levantando la vista—. Están de vuelta.

¿Medirías dos cucharaditas de polvo de remolacha para mí?

Tomé su lugar a su lado y tuve una breve sensación de déjà vu. Era

fácil, momentáneamente, sentirse como si me hubiera deslizado de nuevo

en los viejos tiempos juntas. No es que hubieran sido libres de estrés

exactamente. Aprender magia de ella había sido difícil mental y

psicológicamente, y siempre había tenido las presiones adicionales de mis

luchas con Adrian y los otros. Aun así, la familiaridad era agradable,

particularmente ya que había perdido este tipo de trabajo mágico. Aún

practicaba pero raramente conjuraba algo de esta magnitud aquí en la

Corte. El hechizo que tenía en mente para que mi escape funcionara nos

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requería a las dos y unas horas de trabajo. Adrian y los otros trataron de

distraerse lo mejor que podían, y Eddie se fue para agarrar una bolsa de

viaje, ya que ninguno de nosotros sabía exactamente qué sucedería en

Pittsburgh.

Jill, deseé en silencio. Por favor, solo déjanos llegar a ese museo

robótico y encontrar a Jill allí vendiendo boletos.

De alguna manera, dudaba que fuera así de fácil.

Alrededor de las cuatro de la mañana, la Sra. Terwilliger y yo

completamos nuestro trabajo. Esto era prácticamente mediodía en el horario

vampírico, al cual me había ajustado, pero ella estaba mostrando signos de

fatiga. Sabía que estaba muriendo por café, pero la cafeína reducía la

efectividad de la magia, y había tenido que conjurar pequeños hechizos en

el camino. El final del proceso era mío, sin embargo, y mientras se acercaba

el final, comencé a cuestionar lo que estaba a punto de hacer.

—Tal vez sería más fácil sacarme de contrabando en el maletero

—dije, sosteniendo una taza con la bebida que habíamos diseñado.

—Gran probabilidad de que estarán revisando autos mientras te vas

—dijo Adrian—. Especialmente el de ella. Lissa dejó en claro que no quería

que nos fuéramos.

Comencé a llevar la poción hacia donde la Sra. Terwilliger estaba

colocando un espejo. Una nueva preocupación cayó sobre mí.

—¿Creen que me dejará volver cuando descubra que me fui?

Nadie tuvo una respuesta inmediata para eso hasta que la Sra.

Terwilliger dijo pragmáticamente:

—Siempre podemos traerte de vuelta de la misma manera en que te

estamos sacando.

Hice una mueca y miré la taza en mis manos, preguntándome cómo

me sentiría más tarde. En la sala de estar, la Sra. Terwilliger había apoyado

útilmente un espejo de cuerpo entero de la habitación de Daniella. Tiró de

transportador hacia él y abrió la puerta. Un gato blanco atigrado, el Sr.

Bojangles, salió y se sentó tranquilamente frente al espejo. Si no lo supiera

mejor, hubiera dicho que se estaba admirando a sí mismo.

—¿Sabes las palabras? —preguntó la Sra. Terwilliger.

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Asentí y me arrodillé junto al gato. Había memorizado el hechizo

durante nuestro tiempo de trabajo hoy.

—¿Algo que debería saber antes de que esto suceda?

—Solo recuerda mirar al gato una vez que se conjure el hechizo —

dijo la Sra. Terwilliger.

Miré a los otros una última vez.

—Hasta pronto, supongo.

—Buena suerte —dijo Neil.

Adrian me miró a los ojos por un largo momento, sin decir nada en

voz alta pero de alguna manera trasmitiendo un millón de mensajes. Sentí

un nudo formándose en mi garganta mientras regresaba esa sensación de

más temprano. Habíamos luchado tan duro para llegar aquí, y aquí estaba,

alejándome. No me estoy alejando, me dije. Voy a salvar a Jill. Lo que Adrian

y yo habíamos hablado más temprano era cierto. Nos amábamos pero no

éramos tan egoístas acerca de nosotros como para poder simplemente darle

la espalda a alguien que nos importaba.

Le di una pequeña sonrisa y luego bebí la poción. Tenía un sabor

ligeramente picante, no del todo desagradable pero tampoco algo que

bebería por diversión. Cuando la taza estuvo vacía, la dejé a un lado y me

concentré en el espejo, particularmente en el reflejo del gato a mi lado. El

Sr. Bojangles aún seguía sentado satisfecho, y asumí que la Sra. Terwilliger

había elegido a este gato en particular por su buen carácter. Llamé a la

magia dentro de mí, desconcentrándome del resto del mundo y

concentrándome solo en el hechizo en mano. Dije las palabras en latín, aun

mirando al gato. Además del esfuerzo físico implicado, el hechizo requería

una buena cantidad de fuerza personal, y cuando terminé de hablar, me

sentí exhausta mientras la magia surgía a través de mí y se ponía a trabajar.

Mis ojos estaban en el gato, pero poco a poco, mi visión de él cambió.

De hecho, mi visión cambió completamente. El color naranja del gato cambió

a gris en mi visión mientras que el patrón de su pelaje se agudizaba. Noté

más matices y detalles que antes en el patrón atigrado. Mientras tanto, todo

lucía increíblemente brillante, como si las luces se hubieran encendido.

Parpadeé un par de veces para tratar de aclarar esa sensación y me di

cuenta que me acercaba más y más al suelo. Algo cayó sobre mi rostro,

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oscureciéndome mi visión, y me moví debajo. Era mi camiseta. Mirando de

nuevo al espejo, me encontré mirando los reflejos de dos gatos.

Uno de ellos era yo.

—Bueno, estaré condenado.

No reconocí la voz de Adrian de inmediato. Aún era lo

suficientemente humana para comprender el lenguaje, pero mis nuevos

oídos procesaban sonidos en una manera completamente diferente. En

particular, oía más, y los ruidos ordinarios de antes parecían más altos.

Tuve poco tiempo para reflexionar sobre esto mientras dos manos me

recogían de repente y me metían dentro del transportador para gatos. La

puerta se cerró.

—No queremos confundirlos —dijo la Sra. Terwilliger.

—¿En dónde van a poner al otro? —preguntó Daniella.

—Donde quieras —dijo la Sra. Terwilliger—. No lo puedo llevar

conmigo. Los guardias me vieron entras con un gato. Me verán irme con

uno.

—¿Qué? —La voz de mi suegra llegó muy estridente a mis oídos—.

¿Esa criatura se va a quedar? —Lo imaginaba. ¿Su nuera transformándose

en un animal? Ningún problema. ¿Tener que cuidar a un gato? Crisis.

—Les recogeré una caja de arena y algo de comida para gatos —dijo

Neil amablemente.

A través de la rejilla metálica de la puerta de mi transportador,

apareció el rostro de Adrian de repente, mirándome.

—¿Qué hay de nuevo, gatita? ¿Estás bien ahí dentro?

Por costumbre, traté de responder, pero todo lo que salió fue un

aullido a medias.

El mundo de repente giró a mí alrededor mientras el transportador

se levantaba en el aire, obligándome a luchar para mantener el equilibrio

con ambos pies y sentidos que eran extraños.

—No hay tiempo para charlar —dijo la Sra. Terwilliger—. Tenemos

que irnos.

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Adrian debió haberla seguido porque su rostro apareció de nuevo por

la puerta.

—Ten cuidado, Sage. Te amo.

La Sra. Terwilliger y Eddie se despidieron y se dirigieron a la puerta.

Caminaron por el edificio y luego hacia afuera. Sabía por un reloj más

temprano que aún era de noche, pero el mundo que era capaz de ver a través

de los huecos en el transportador se veía totalmente diferente a lo que estaba

acostumbrada. Los postes de luz dispersos más que encendían la oscuridad

para mi vista mejorada, e incluso si no veía una amplia gama de colores,

podía ver mucho más lejos que lo que mis ojos humanos podrían haber visto.

Teníamos al menos una hora de longevidad del hechizo, pero mis

acompañantes mantenían un buen ritmo, caminando a paso rápido por los

jardines de la Corte al estacionamiento para visitantes.

Allí, la Sra. Terwilliger reclamó el auto de alquiler en que había

conducido y puso mi transportador en el asiento de atrás. Me daba una

pobre visión de nuestros alrededores pero aun así me permitía oír todo. En

la puerta principal, los guardianes interrogaron a la Sra. Terwilliger sobre

su visita, queriendo saber por qué Eddie estaba con ella.

—Estoy de permiso —respondió de una manera que era brusca pero

no defensiva—. Tengo temas personales que atender, y se ofreció llevarme.

—Sé que las carreteras fuera de su Corte no siempre son amistosas

en la oscuridad —añadió la Sra. Terwilliger—. Así que no me importa la

compañía.

—Esperen, y el sol saldrá en menos de una hora —dijo el guardián.

—No tengo tiempo —respondió ella—. Tengo que tomar un vuelo.

Como Adrian había predicho, los guardianes revisaron el auto a

fondo, y escuché que uno de ellos le susurraba al otro:

—Asegúrate que no hay polizones.

Mi ansiedad aumentó, y me encontré experimentando la extraña

sensación de azotar mi cola adelante y atrás.

El rostro de un dhampir apareció delante de mí, e hizo algunos

sonidos de clic.

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—Hola, gatito, gatito.

No respondí, temiendo que podría salir como un siseo.

Los guardianes finalmente nos despejaron, y así como así,

estábamos en la carretera, libres del lugar que había sido a la vez un

santuario y prisión por un mes. La Sra. Terwilliger condujo por otra media

hora para poner distancia entre nosotros y la Corte, y luego sacó el auto en

el arcén de una carretera rural. Una vez estacionado, abrió el transportador

para que pudiera salir al asiento de atrás, y dejó una pila de ropa junto a

mí. Más allá de ella, apenas podía discernir el cielo aclarándose.

—Ahí tienes —dijo, moviéndose de nuevo al asiento delantero—.

Probablemente debería habértelo dicho antes… es más fácil entrar en este

hechizo que salir de él.

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Traducido por Fanny, Lizzie Wasserstein e IvannaTG

Corregido por Lizzie Wasserstein

os minutos se sentían como horas después de la partida

de Sydney. Me paseaba por la longitud de nuestra

pequeña suite, un nudo en mi pecho, mientras me

preparaba para lo peor. En cualquier segundo, temía, me dirían que el plan

había salido mal y los guardianes habían interceptado a Sydney tratando de

escapar de la Corte.

—¿Cariño, tienes que hacer eso? —preguntó mi madre al fin—. Estás

agitando a los animales.

Me detuve y miré a dónde el Sr. Bojangles estaba vigilando

cautelosamente a Hopper, el pequeño dragón encantado que Sydney había

convocado a principios de año. Hopper se había convertido en una especie

de mascota y estaba mirando al gato con una emoción que claramente no

era recíproca.

—No creo que sea yo, mamá. Solo están…

Un timbre de mi teléfono me interrumpió, y me lancé por él,

sorprendiendo al gato y al dragón. En la pantalla de mi teléfono, un mensaje

de texto de Eddie era claro y conciso: Logramos salir de la Corte. Todo está

bien.

Respondí el texto: ¿Sigo casado con un gato?

Sí, fue la respuesta, seguida un momento después por: Pero la Sra.

T jura que es temporal.

L

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Algo de mi ansiedad disminuyó, pero no toda. Escribí: Avísame

cuando ella esté de vuelta.

Veinte minutos después, un mensaje llegó, esté de la mismísima

Sydney: De nuevo en forma humana. Todo parece estar normal.

¿Todo?, pregunté.

Bueno, aparte de la rara urgencia de seguir un punto de láser,

respondió.

Si ese es el peor efecto, me conformaré. Mantenme informado. Te amo.

Te miau también, respondió. Fue abruptamente corregido con: Quiero

decir, te amo.

Sonreí mientras alejaba el teléfono pero encontré que me sentía muy

lejos de sentir como si todo estuviera bien en el mundo. No podía quitarme

la sensación de que las cosas no estaban completamente resueltas entre

Sydney y yo, y eso ni siquiera era tomando en consideración las amenazas

físicas que ahora enfrentaba. Logró salir de la Corte… pero ahora se

enfrentaba potencialmente a todas los mismos peligros que nos habían

hecho buscar santuario aquí.

Solo si saben que está fuera. Me recordó la voz de la tía Tatiana, en

un raro momento de legítima amabilidad. Mientras nadie la esté buscando,

y no logre que la descubran, estará a salvo. Así que no lo arruines.

De acuerdo. Acordé. Y nadie tendrá alguna razón para pensar que no

está ahí. Ella nunca sale de nuestra suite, y en realidad no tenemos muchos

visitantes.

Más tarde ese día, por supuesto, tuvimos un visitante.

Por suerte, no era un regimiento de guardianes demandando saber

el paradero de Sydney, encontré a Sonya Karp Tanner de pie afuera de

nuestra puerta, sonriendo cuando me vio. Cualquier alivio que encontré al

verla, fue anulado por una ansiosa tía Tatiana.

¡No bajes la guardia a ningún precio!, dijo entre dientes.

Sonya es nuestra amiga, respondí silenciosamente.

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La tía Tatiana no estuvo de acuerdo. No importa. Nadie puede saber

que Sydney se fue, no importa que tan amigables creas que son. Todo lo que

se necesita es un pequeño desliz, no importa que tan buena sea la intención.

Entre menos gente sepa un secreto, mejor.

Con una punzada, me di cuenta de que tenía razón. Mientras tanto,

la agradable expresión de Sonya se había convertido en una de perplejidad

mientras realizaba mi conversación mental con un fantasma.

—¿Estás bien, Adrian? —preguntó Sonya.

—Bien, bien —dije, haciéndole señas para que entrara—. Solo

cansado. Como que tuve una mañana difícil—. Vagamente, hice señas hacia

mi rostro, el cual aún mostraba los signos del forcejeo con Wesley y su

equipo.

Como había esperado, Sonya fue desviada con efectividad. La

preocupación iluminó sus facciones.

—¿Qué pasó?

—Oh, lo usual. Solo algunos celosos idiotas de mi por estar casado

con la mujer más sexy de por aquí.

—¿Dónde está? —preguntó Sonya, mirando la vacía suite—. ¿Y tu

madre?

—Mamá se fue a la cama —respondí—. Y Sydney… salió a caminar.

Los afilados ojos de Sonya se enfocaron en mí de nuevo.

—¿Salió después de que fuiste atacado esta mañana?

—Bueno, hay luz afuera, así que hay menos amenaza. Y… Neil está

con ella. —Casi dije Eddie pero era seguro si Sonya quizá había escuchado

sobre él dejando la Corte. Conociendo mi suerte, Neil pasaría sin aviso y

arruinaría la historia—. Necesitaba algo de aire —añadí, mirando la

escéptica mirada de Sonya—. Quedarse encerrada en verdad la está

afectado. —Al menos, eso no era una mentira.

Sonya sostuvo mi mirada más tiempo antes de decidir finalmente

olvidar el tema. Probablemente sabía por mi aura y mi lenguaje corporal que

no estaba siendo completamente sincero, pero era poco probable que

pudiera adivinar la verdad… que Sydney se había transformado en un gato

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y había salido a escondidas de la Corte en un descabellado intento de

encontrar a Jill.

—Bueno, es a ti a quien vine a ver —dijo Sonya por fin—. Necesito

discutir sobre algo contigo. O mejor dicho… sobre alguien.

Me senté en nuestra mesa de la cocina y moví la cabeza para que ella

hiciera lo mismo. ¿Discutir sobre alguien? Podía hacer eso, mientras no

fuera Sydney.

—¿A quién tienes en mente? —pregunté

Sonya entrelazó sus dedos y tomó una respiración profunda.

—Nina Sinclair.

Hice una mueca. Tal vez no tan problemáticas como Sydney justo

ahora, pero Nina era en absoluto un tema bienvenido. Era un usuario del

espíritu, como yo, alguien de quien había sido muy buen amigo cuando

Sydney estaba en cautiverio. Desafortunadamente, Nina había querido ser

más que mejores amigos y había visto más en nuestra relación de lo que

había. Había tomado mal mi rechazo, y había respondido incluso peor

cuando se enteró que me había casado con una humana. En las raras veces

que me la había encontrado desde que regresé a la Corte, constantemente

recordaba el viejo adagio de “si las miradas mataran”.

—¿Qué sobre Nina? —pregunté cuidadosamente—. ¿Sigue

trabajando para ti?

Sonya era la líder en un proyecto intentando usar el espíritu para

prevenir que la gente se convirtiera en Strigoi. Nina había ayudado

inadvertidamente con esto inicialmente cuando había restaurado a su

hermana, Olive, de ser una Strigoi. Con varios de nosotros trabajando

juntos, nos las arreglamos para transferir ese espíritu mágico a la sangre

de Neil, efectivamente creando una vacuna que protegía a Neil de ser

convertido a la fuerza. La victoria de Sonya había sido de corta duración, ya

que era incapaz de replicar ese efecto en alguien más. Pero seguía

trabajando incansablemente hacía esa meta.

—Técnicamente, sí, pero ha pasado un rato desde que realmente

ofreció algo de valor. —La expresión de Sonya se oscureció—. Nina ha estado

un poco… apagada últimamente.

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No pude evitar reír un poco.

—Somos usuarios del espíritu. Todos estamos un poco apagados.

Sonya no me regresó la sonrisa.

—No así. Si pudieras verla… bueno, entenderías. Ayer la mandé a

casa porque no decía nada con sentido. También lucía como si no hubiera

dormido en semanas. El único usuario del espíritu que he visto en tan mal

estado fue… bueno, la vez que entrevisté a Avery Lazar.

Eso me detuvo en seco. Avery, otro usuario del espíritu, estaba ahora

en el hospital para enfermos mentales de una prisión Moroi.

—Avery usaba cantidades ridículas de espíritu —le recordé—. O sea,

ridículas. Y a diario. —Recordando, Jill había hecho mella en mí,

drenándome temporalmente del espíritu, pero había sido cosa de una vez.

Avery había intentado hazañas de alto poder, una y otra vez, llevándola a su

actual estado donde su mente ya no podía más—. Nina tendría que estar

haciendo alguna magia bastante seria para terminar así.

—Eso es exactamente lo que me da miedo —dijo Sonya

sombríamente.

Jadeé, pensando en Avery.

—¿Qué esté tratando de adquirir compañeros besados por la

sombra?

—No, no eso… sino algo que toma casi tanto poder y que es hecho a

diario. Cuando trato de sacarle una respuesta, me evade o solo comienza a

balbucear tonterías. —Sonya suspiró—. Estoy preocupada por ella, Adrian.

Necesita ayuda, pero no me dice nada.

Mientras el silencio crecía, de repente entendí lo que Sonya quería

decir.

—¿Qué? ¿Crees que hablará conmigo?

Sonya se encogió de hombros.

—No sé a quién más pedírselo.

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—Bueno, ¡no a mí! —exclamé—. Estaba furiosa cuando la rechacé.

Si ella está haciendo algo y necesita ayuda, no soy yo a quien va a decirle.

Necesitas pedírselo a alguien más.

—¡No hay nadie más! Su hermana sigue desaparecida. ¿Y sabías que

Nina renunció a su trabajo de la oficina? O… de hecho, creo que fue

despedida, pero es difícil conseguir una respuesta directa de ella. Por lo que

sé, tú y yo somos los únicos de por aquí a los que nos preocupa lo que se

está haciendo a ella misma, y necesitamos hacernos cargo y ayudarla.

—No hablará conmigo —reiteré.

Sonya pasó una mano por su cabello rojo oscuro.

—Tal vez te sorprendas. A pesar de que las cosas… se cayeron…

entre ustedes, ella todavía siente como si hubiera algún tipo de conexión.

Por favor, Adrian. Solo inténtalo, por favor. Si te aleja, bien. Que así sea. No

te lo pediré de nuevo.

Comencé a decir que no una vez más, pero una mirada de cerca a

Sonya me detuvo. En verdad estaba agitada por esto. Estaba en su voz y sus

ojos… incluso en los colores de su aura. Sabía que Sonya no era de las que

reaccionaban de forma exagerada. También sabía que no me pediría esto si

no estuviera verdaderamente preocupada, especialmente desde que ella fue

la que me aconsejó que me alejara de Nina para proteger sus sentimientos.

Miré la hora. Se estaba haciendo tarde para nuestros estándares. La

mayoría de los Moroi estarían yéndose a la cama.

—¿Está bien si espero hasta mañana para verla?

Sonya lo consideró y luego hizo un pequeño asentimiento.

—Estoy segura que estará bien. Por supuesto, también estoy segura

de que no estará dormida pronto. Pero tal vez sea mejor si esperas a que

regrese Sydney para irte, pero que Neil pueda acompañarte.

Por un momento, casi digo que Eddie estaba con Sydney, no Neil, y

luego recordé la historia de mentira. Tendría que comunicarme con Neil para

asegurarme de que respaldara lo que dije. Si no era cuidadoso, las cosas

podrían complicarse muy rápido. Era lo que más odiaba sobre mentir: rara

vez se mantenía simple.

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—Suena bien —dije, poniéndome de pie mientras Sonya lo hacía—.

Te avisaré como va.

—Gracias. Sé que esto no es… —Se comió sus palabras mientras que

el Sr. Bojangles salía de la habitación, con Hopper en una acalorada

persecución. Sonya se giró hacia mí, sorprendida—. ¿Cuándo conseguiste

un gato?

—Uh, hoy, de hecho. Jackie Terwilliger, ¿la vieja maestra de Sydney?,

lo dejó cuando vino de visita.

Eso era obviamente nuevo para Sonya.

—¿Estuvo aquí? ¿En la Corte? ¿Cuánto tiempo se quedó?

—No mucho —dije, deseando inmediatamente que no lo hubiera

mencionado en absoluto—. Solo comprobando a Sydney.

—Eso es mucho esfuerzo solo para comprobar a alguien. Una

llamada hubiera sido mucho más simple.

Esperaba lucir inocente.

—Sí, pero entonces no hubiera sido capaz de darnos al gato. Regalo

de bodas atrasado.

—Adrian —dijo Sonya, usando la voz que debe haber usado para

regañar a incontables estudiantes cuando era maestra de biología en la

preparatoria—, ¿qué no me estás diciendo?

—Nada, nada —dije, llevándola a la puerta—. Relájate, todos

estamos bien. La única cosa por la que necesitas preocuparte es por lo

rápido que Nina me mandará lejos.

—Adrian…

—Todo está bien —dije alegremente. Le abrí la puerta—. Gracias por

pasar. Saluda a Mikhail por mí.

Por su expresión, era claro que fallé completamente en convencerla

de mi inocencia, pero al menos no lucía como si fuera a obligarme a decirle

lo que en realidad estaba pasando, por ahora. Nos despedimos y respiré un

suspiro de alivio cuando se fue, esperando que nadie más viniera y me

forzara a formular otra pobre excusa de por qué Sydney no estaba por aquí.

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Fui a la cama poco después y fui despertado a medio día por un

nuevo mensaje de texto de Sydney. Reportaba que ella, Eddie y Jackie

habían llegado a Pittsburgh pero que no estarían investigando el museo

hasta en la noche. Me aseguró que todo estaba bien, y le aseguré lo mismo,

decidiendo que era lo mejor si no sabía que había acordado ir a hablar con

una chica potencialmente loca quien, o estaba enamorada de mí, o

despreciaba todo de mí. Sydney ya tenía suficiente por lo que preocuparse.

Cuando la Corte Moroi comenzó a despertarse más tarde ese día, me

las arreglé para que Neil regresara y me acompañara a la casa de Nina. Era

suficientemente temprano como para que la gente estuviera afuera, pero

pensé que era mejor prevenir que lamentar. Neil manejaba por deber, estaba

feliz de ayudarme, pero sabía que tenía un interés oculto para ir a ver a

Nina. Hace meses, él y la hermana de Nina, Olive, habían tenido el comienzo

de un floreciente romance. Ninguno de nosotros estaba completamente

seguro de que tan lejos habían ido, pero las cosas habían terminado

abruptamente cuando Olive se había ido con poco contacto con Nina y

ninguno con Neil. Dudaba que Nina tuviera algún nuevo detalle sobre el

paradero de su hermana, pero probablemente Neil estaba esperando algo de

información.

El sol de verano todavía estaba sobre el horizonte, incluso alrededor

de las seis, cuando llegamos a la puerta de Nina. Vivía en una sección de

apartamentos habitados por otros empleados de la Corte (o ex empleados,

como resultaba), lejos de los alojamientos mucho más elegantes donde la

realeza como mi padre vivía. Tomé una profunda respiración mientras

miraba la puerta, reuniendo mi coraje.

—No va a ser más fácil si lo pospones —me dijo Neil, inútilmente.

—Lo sé. —Resuelto, di dos pequeños golpes a la puerta,

secretamente esperado que Nina estuviera durmiendo o que no estuviera en

la casa. Entonces podría decirle honestamente a Sonya que había tratado y

dejarlo así. Desafortunadamente, Nina abrió la puerta casi inmediatamente,

como si hubiera estado esperando a lado de ella.

—Hola, Adrian —dijo con cautela. Sus ojos grises se levantaron más

allá de mí—. Neil.

Él asintió para saludar, pero yo estaba momentáneamente

asombrado. Nina no venía de ancestros ricos o de la realeza, pero eso nunca

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había afectado su belleza, y siempre se había presentado en una manera

impecable.

Al menos, solía hacerlo.

Esa Nina que yo había conocido no estaba a la vista. Su oscuro y

rizado cabello lucía como si no se hubiera cepillado recientemente. De

hecho, no estaba seguro de que lo hubiese lavado en un rato tampoco. Una

arrugada falda azul a cuadros desentonaba con una camiseta naranja, sobre

lo cual llevaba un cárdigan gris al revés. Uno de sus pies se hallaba cubierto

con un blanco calcetín corto. Su otro calcetín, adornado con rayas rojas y

blancas, llegaba a su rodilla.

Y sin embargo, lo más alarmante no era la extraña elección del

vestuario; en su lugar, era la expresión de su rostro que me decía que Sonya

no exageraba. Oscuros círculos colgaban bajo los ojos de Nina, aunque sus

propios ojos eran claros y casi demasiado alertas, brillaban febrilmente. Era

una mirada que había visto antes en los usuarios del espíritu empujados al

límite. Era una mirada que había visto en el rostro de Avery Lazar.

Tragué saliva.

—Hola, Nina. ¿Podemos entrar?

Sus ojos se estrecharon.

—¿Por qué? ¿Así puedes decirme otra vez cuán totalmente

inadecuados somos? ¿Así puedes decirme cómo nosotros nunca, jamás

posiblemente podremos salir, visto que no soy humana y que al parecer solo

te enganchas con personas que sirven también de cena?

Mi temperamento comenzó a estallar ante el desprecio, pero luego

me recordé a mí mismo que ella no estaba bien.

—Lo siento por lo que dije la última vez, lo digo en serio. Conocí a

Sydney mucho antes de conocerte. Pero eso no es por lo que estoy aquí para

hablar contigo. Por favor, ¿podemos entrar?

Nina me miró sin decir nada durante mucho tiempo, y aproveché la

oportunidad para recurrir al espíritu y echar un vistazo a su aura. Como

Lissa ayer, el aura de Nina estaba llena con el pálido dorado de un usuario

del espíritu. A diferencia de Lissa, sin embargo, el dorado de Nina tenía una

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débil, casi acuosa calidad del mismo. No quemaba como una llama. Los

otros colores eran igualmente frágiles, titilaban prendidos y apagados.

—Está bien —dijo al fin.

Ella dio un paso a un costado y nos dejó pasar. Lo que encontré

dentro era casi tan desconcertante como su apariencia. Había estado antes

en su casa, cuando ella y yo fuimos a un montón de fiestas juntos. El

pequeño apartamento era en realidad más que un estudio, con dormitorio y

sala de estar fusionados en uno. A pesar de su pequeño tamaño, Nina

siempre había hecho un gran esfuerzo para mantener su casa ordenada y

bien decorada. Al igual que la atención proporcionada a su físico exterior,

aunque, el cuidado parecía ser una cosa del pasado.

Costrosos y malolientes platos se apilaban en el fregadero de la

cocina, donde un par de moscas zumbaban perezosamente. Ropa sucia,

libros y latas de bebida energética estaban apilados por todas partes, mesas,

suelo, incluso la cama. Lo más extraño de todo era una pila de revistas en

el suelo con una pila de papel triturado junto a ellas.

—¿Cómo duermes? —pregunté, incapaz de evitarlo.

—No lo hago —dijo, juntando las manos detrás de su espalda—. No

lo hago. No hay tiempo. No puedo correr el riesgo.

—Tienes que dormir en algún momento —dijo Neil pragmáticamente.

Ella negó frenéticamente.

—¡No puedo! Tengo que seguir tratando de encontrar a Olive. Quiero

decir, la he encontrado. Algo así. Depende de cómo se mire. Pero no puedo

llegar a ella, ¿sabes? Ese es el problema. Es por eso que tengo que seguir

intentándolo. El por qué no puedo dormir. ¿Entiendes?

No lo entendía en absoluto, pero el aliento de Neil se contuvo ante la

mención del nombre de Olive.

—¿La encontraste? ¿Sabes dónde está?

—No —dijo Nina, sonando un poco irritada—. Justo les acabo de

decir eso.

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Sin previo aviso, se contoneó hasta suelo junto a la pila de revistas.

Recogió una revista al azar y empezó a romperla, página por página, en

pequeños pedazos, edificando la pila de hojas trituradas.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

—Pensar —respondió ella.

—No, me refiero a las revistas.

—Esto me ayuda a pensar —explicó.

Neil y yo intercambiamos miradas.

—Nina —dije con cuidado—, creo que tal vez deberías ir a visitar a

un médico. Neil y yo podemos ir contigo, si quieres.

—No puedo —protestó, aun triturando metódicamente la revista—.

No hasta que contacte a Olive.

Me agaché a su lado, deseando tener una mejor idea de cómo hablar

con alguien tan claramente inestable. Uno pensaría que sería un experto.

—¿Cómo estás tratando de contactarla? ¿Por teléfono?

—En sueños —dijo Nina—. Lo logré. Un par de veces. Pero luego ella

me bloqueó. Volvió el sueño contra mí. Estoy tratando de luchar a través de

él, pero no puedo.

Me di cuenta por la expresión de Neil que esperaba que hubiese

tenido sentido para mí, pero me encontraba más confundido que nunca.

Una persona particularmente resistente podría hacer difícil para un usuario

del espíritu formar una conexión de sueño, pero el resto no tenía ningún

sentido.

—Olive no es un usuario del espíritu —dije—. No puede hacer nada

al sueño sin tú permiso. Ejerces el control final.

—Ella puede, ella puede, ella puede. —Nina comenzó a romper la

revista con energía renovada—. ¡Cada vez que intento hablar con ella,

construye algún obstáculo! Cosas en las que nunca pensé siquiera. Sus

pesadillas, mis pesadillas. Las de alguien. Las combato. Lo hago. Realmente,

lo hago. Pero se necesita mucho espíritu. —Detuvo abruptamente la

trituración y miró perdidamente al vacío con tristeza—. Es agotador. Y para

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cuando lo atravieso, se escabulló. Se despierta a sí misma, y no puedo

hablar con ella. No puedo preguntarle por qué me dejó. ¿Sabes? —Los ojos

de Nina revoloteaban de mí a Neil—. ¿Sabes por qué se fue?

—No —dije suavemente—. Todo lo que sé es que necesitas un poco

de descanso en serio. —Empecé a poner una mano sobre su hombro, y se

apartó, ira brillando en sus ojos.

—No me fastidies —dijo en voz baja—. No vengas aquí y actúes como

si fueras mi amigo.

—Soy tú amigo, Nina. No importa lo que sucedió o no sucedió entre

nosotros, soy tu amigo. Quiero ayudarte.

Su ira al instante volcó a la desesperación.

—Nadie puede ayudarme. Nadie puede… espera. —Inesperadamente

me agarró del brazo, sus dedos clavándose con asombrosa, e incómoda

resistencia—. Tal vez me puedas ayudar. Eres el mejor soñador. Ven

conmigo la próxima vez que visite a Olive. Entonces verás... ¡verás cómo está

controlando el sueño! Si combinamos nuestros poderes, ¡tal vez seremos lo

suficientemente fuertes como para detenerla! ¡Entonces podremos hablar

con ella!

Negué.

—Nina, no hay manera de que ella pueda...

Esos dedos se profundizaron en mi brazo.

—¡Lo hace, Adrian! Únete a mí, y lo verás.

Pensé detenidamente antes de responder. Nina tenía razón acerca de

mi siendo el mejor soñador espiritual (eso lo sabíamos), y nunca había visto

ningún indicio de un no-usuario del espíritu siendo capaz de tomar el

control de un sueño. Nina creía claramente que ese era el caso y que eso le

impedía hacer contacto con Olive. No me atrevía a decirlo, pero me

preguntaba si Nina últimamente había estado utilizando tanto espíritu que

su control vacilaba. Eso explicaría por qué tenía dificultades para forjar una

conexión de sueño, y en su estado aturdido, surgió con la idea de que Olive

interfería.

Sí, pero, ¿qué si ella estuvo utilizando demasiado espíritu? preguntó

tía Tatiana.

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Era una buena pregunta. Mirando por encima de Nina y su estado

de confusión, me encontré perdido. Incluso si ella trataba de formar una

conexión de sueño espiritual con Olive todos los días, no había manera de

que sola pudiera haber conducido a Nina a este estado. ¿En qué más estaba

usando magia? ¿O estaba su deterioro mental siendo acelerado por algo más

que la magia? ¿Era la culminación de eso y el estrés personal... como la

desaparición de Olive y mi rechazo?

—¿Adrian? —preguntó Neil tentativamente—. ¿No hay ninguna

manera en que consideres ayudar?

Sin conocer mis pensamientos, él creía que mi duda era sobre la

negativa a ofrecer asistencia. La verdad era que no sabía cómo. Y

honestamente, Nina necesitaba mucho más que ayuda con un sueño

espiritual. Necesitaba ayuda con su vida.

—Está bien —dije al fin—. Voy a ayudarte a conectar con ella en un

sueño, pero solo si duermes un poco.

Inmediatamente, Nina comenzó a negar.

—No puedo. Estoy demasiado emocionada. Tengo que seguir

buscando. Tengo que...

—Vas a dormir un poco —ordené—. Estoy trayendo a Sonya aquí y

ella te traerá un sedante. Lo tomarás. Y dormirás.

—Más tarde lo haré. En este momento, tenemos que llegar a Olive.

Está en un horario humano. Irá pronto a la cama, y no puedo dormir. La

contactaremos primero y...

—No. No hay trato. —Hice mi voz tan firme y severa como pude—. Si

ella esperó tanto tiempo, seguirá esperando. Primero dormir. ¡Por el amor

de Dios, Nina! Mírate a ti misma. Estás...

—¿Qué? ¿Qué? —preguntó, antes de regresar a la mirada febril—.

¿Hecha un lío? ¿Fea? ¿No lo suficientemente buena para ti?

—Agotada. —Suspiré—. Ahora, por favor. Llamaré a Sonya. Podrás

dormir hoy, y para mañana buscaremos a Olive. Si estás descansada,

estarás en mejores condiciones para, eh, luchar contra su control. —Todavía

no compraba eso, pero Nina lo hizo, y finalmente cedió.

—Está bien —dijo—. Puedes llamar a Sonya.

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Lo hice, y Sonya se sintió aliviada al oír que hice un progreso, por

pequeño que fuera. Prometió venir con algo para ayudar a dormir a Nina, y

prometí esperar hasta entonces. Cuando corté la llamada, Nina volvió a su

trituración y empezó a tararear lo que sonaba como Sweet Caroline.

—Es muy amable de tu parte el ayudarla —murmuró Neil, llegando

a estar a mi lado en la habitación—. El sueño le hará bien. Y por mis propias

razones egoístas... Bueno, admito que estoy ansioso también por que tengas

contacto con Olive. No es que esa sea tú razón principal para hacer esto.

—Oye, es una razón suficiente. Todas lo son. —Traté de mantener

mi voz ligera, sin suponer exactamente cuán molesto me hallaba por el

estado de Nina. Porque si tuviera que ser honesto, no estaba haciendo esto

solo por Neil, Sonya, o Nina. Observando a Nina mientras se sentaba allí

tarareando, tan claramente fuera de sus cabales... bien, la verdad era, que

no fue tan difícil imaginarme en ese estado algún día. Y si llegaba a eso,

esperaba desesperadamente que alguien pudiera ayudarme también.

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Traducido por Fanny, Jessy y Lizzie Wasserstein

Corregido por Lizzie Wasserstein

o recomiendo convertirse en un gato.

En sí la experiencia de ser un

gato no es tan mala. ¿Pero salir de ello?

Horrible. Sentía como si hubiera sido

partida en dos. Mis huesos y piel se

estiraban y torcían en maneras en que la naturaleza no tenía intención, y

cuando había terminado todo, me sentía golpeada y con moretones, como la

vez que había caído por volar en las escaleras de niña. Una vaga sensación

de nauseas se asentó en la punta de mi estómago, y por un momento de

pánico, pensé que vomitaría. El vomito forzado había sido uno de los

muchos castigos que los Alquimistas me habían puesto mientras estaba

cautiva, y la mera idea de eso, desencadenaba una avalancha de recuerdos

desagradables. Por suerte, la sensación pasó pronto, y me sentí más o

menos como la antigua yo.

—Hay un excelente lugar para comprar café como a unos veinte

kilómetros —dijo la Sra. Terwilliger una vez que estaba acomodada y me

había puesto el cinturón—. Nos detendremos ahí por algo de gasolina antes

de ir a Pittsburgh.

Asentí, terminé un mensaje de texto para Adrian, y estiré mis

piernas, aun llegando a un acuerdo con el regreso de mi antiguo cuerpo. A

mí lado en el asiento, estaba una caja de madera que la Sra. Terwilliger

había traído, y me asomé para verla mejor. Fuera de su hechizo para sellarla,

no había nada extraordinario sobre ella. En el mes desde la desaparición de

Jill, había habido muchas especulaciones sobre quien se la había llevado.

N

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5

Casi siempre, culpábamos a algún Moroi disidente que no apoyaba a Lissa.

Sin embargo, esto claramente mostraba evidencia de magia humana, lo que

cambiaba todo lo que creíamos. Además de mí, no sabíamos de humanos

que usaban magia trabajando con Moroi.

Solo podía esperar que este museo ofreciera algunas respuestas, tan

poco probable como parecía. Dentro de la caja, las palabras de ese volante

me miraban: VEN A JUGAR, SYDNEY.

Una vez que tuvimos nuestro café, el viaje pasó sin eventos, con

nuestra única parada siendo una construcción de verano dispersa por la

carretera. Honestamente, hubiera sido un placentero viaje por carretera, si

no fuera por el hecho de que todos seguíamos nerviosos por la preocupación

y tensión. Estaba preocupada de que Adrian pudiera hacer algo imprudente

en la Corte. Y, por supuesto, estaba preocupada por Jill. Claramente, Eddie

también lo estaba, y más que hacerlo sentir mejor, esta nueva pista, solo

había incrementado su agitación. Apenas y nos dijo dos palabras en todo el

camino. A pesar de todo, hicimos buen tiempo llegando al Museo del Robot

en Pittsburgh en la tarde. Un cartel pintado a mano declaraba que era

“famoso mundialmente”, pero ninguno de nosotros había escuchado de él.

A juzgar por el vacío estacionamiento, no mucha gente sabía de él tampoco.

—Usualmente estamos más ocupados los fines de semana —explicó

el encargado en la ventana de admisión. Compramos tres boletos y

entramos.

—Por favor entren, por favor entren —disparó un robot parado cerca

de la entrada. No se movía y había sido parchado con cinta adhesiva en

muchos lugares. En sus brazos, sostenía un gran cartel de bienvenida en

forma rectangular.

La mayor parte del museo estaba dentro de una larga galería que

mostraba una surtida variedad de robots usados tanto para entretener como

para prácticas de aplicaciones de negocios. La mayoría de las pantallas

estaban estáticas, pero algunas estaban animadas, como una línea de

montaje mostrando a un robot que revisaba el control de producción. Una

cinta transportadora en un bucle sin fin mandaba tazas de cerámica, dando

vueltas y vueltas, y pasando una cosa que parecía una caja que pausaba y

escaneaba cada una, iluminando luces verdes o rojas, dependiendo si

encontraba un defecto.

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Una habitación contigua mostraba “Una Historia de Robótica” a lo

largo de sus paredes. Incluía orígenes mitológicos, como autómatas que

servían al dios Griego Hefesto, lo que pensé que era un lindo toque. La mayor

parte de la línea del tiempo se enfocaba en el desenvolvimiento en el siglo

veinte y veintiuno y terminaba con ¿¿¿EL FUTURO???

Miré esos signos de interrogación por un momento, pensando que tal

vez muy bien podrían ser una etiqueta para mi propio futuro. ¿Qué sostenía

mi vida? ¿Alguna vez sería capaz de conseguir la universidad y los sueños

de viajar por todo el mundo que había albergado por tanto tiempo? ¿O mi

vida estaría limitada a una habitación rodeada por vampiros? ¿Estar

huyendo era el mejor resultado que podía esperar?

—¿Sydney?

La voz de la Sra. Terwilliger me sacó de la habitación de la línea del

tiempo, y regresé a la galería principal. Ella y Eddie estaban al lado de una

enorme vitrina de cristal como pantalla de lo que parecía un dinosaurio con

el doble de mi estatura. Lo reconocí como el del volante, al lado del cual mi

nombre había estado escrito. La Sra. Terwilliger con la mano sobre el cristal,

me preguntó;

—¿Puedes sentir esto?

Puse mi mano al lado de la suya y esperé. Después de varios

segundos, sentí algún tipo de zumbido de energía. Eddie nos imitó pero

luego sacudió su cabeza.

—No siento nada —dijo.

—Hay un encantamiento en esta pantalla —explicó la Sra.

Terwilliger, alejándose.

—¿Puedes decir algo sobre él? —pregunté. Ella era más sensible a

ese tipo de cosas que yo. Era una habilidad que requería práctica.

—No. Necesito abrir esta vitrina.

Había una pequeña cerradura sobre la vitrina de cristal que

cualquiera de nosotros probablemente podría haber abierto con un hechizo.

Por lo que pude ver, no había otra seguridad o alarma electrónica en esta

pantalla o en las otras, y honestamente, no estaba sorprendida. Algo me

decía que este lugar no tenía el presupuesto para nada de alta tecnología,

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irónicamente. Como era, ni siquiera tenía aire acondicionado, haciendo el

interior caliente y cargado con solo unas cuantas ventanas con mosquiteros

para proveer ventilación.

—Ah —dijo el encargado, acercándose a nosotros. Probablemente se

había aburrido en su lugar—. Veo que están admirando a Raptorbot.

Miré sus dientes de metal y ojos rojos.

—Es algo más —dije honestamente.

—¿Son fans de la película? —preguntó.

—¿Qué película? —pregunté.

—Raptorbot Rampage —dijo el encargado.

—Sí —dijo Eddie casi a regañadientes. La Sra. Terwilliger y yo nos

giramos hacia él con sorpresa. Se sonrojó bajo nuestro escrutinio—. ¿Qué?

Fue… bueno, fue asombrosa. La vi con Micah y Trey.

El encargado asintió con entusiasmo.

—Es sobre un científico cuya esposa está muriendo de una

enfermedad incurable. Justo antes de que muera, él construye este robot

raptor y se las arregla para transferir el alma de su esposa al robot. Solo que

las cosas salen inesperadamente mal cuando hace una matanza

desenfrenada.

—No pudo haber sido así de inesperado —argumenté—. O sea, ¿por

qué construyó un cuerpo de dinosaurio para ella? ¿Por qué no algo más

humano? ¿O al menos un animal más amigable?

—Porque entonces no hubiera habido mucha película —dijo Eddie.

—Todavía tiene que haber una plausible historia de fondo… —dije.

Una sonrisa irónica cruzó por las facciones de Ediie, y a pesar de que

el tema era absurdo, me di cuenta que apenas y había visto una sonrisa en

su rostro desde que Jill había desaparecido.

—No creo que en realidad te puedas sentar con una película llamada

Raptorbot Rampage y esperar una plausible historia de fondo —dijo.

El encargado lucía ofendido.

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—¿Qué estás sugiriendo? Fue una buena película. ¡Cuando salga la

secuela, la gente hará fila afuera de la puerta para ver esta exposición!

—¿Secuela? —preguntamos Eddie y yo al unísono.

La Sra. Terwilliger se aclaró la garganta.

—Lamento interrumpir, ¿pero hasta a qué hora permanecen abiertos

hoy?

—Hasta las cinco —dijo el encargado, todavía luciendo ofendido de

que no mostrara el propio respeto por el Raptorbot.

—Gracias —dijo ella—. Creo que hemos visto todo lo que

necesitamos. Ha sido una visita agradable. Vámonos, Sydney, Eddie.

Desconcertados por su reacción, la seguimos pero no habló hasta

que estuvimos en el auto.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Necesitamos regresar esta noche, después de que hayan cerrado,

y romper esa pantalla. —Hablaba en un tono formal y correcto, no como si

estuviera sugiriendo un allanamiento de morada—. Me di cuenta que no

tenía caso quedarse y hacernos más memorables.

—Probablemente fuimos sus únicos clientes hoy —señalé—. Eso nos

hará memorables, eso y tener a alguien que en verdad vio y le gustó

Raptorbot Rampage.

—Oye —advirtió Eddie—. No juzgues hasta que la hayas visto.

Fuimos al centro de Pittsburg y reservamos un hotel, ya que

presumiblemente nos íbamos a quedar ahí en la noche. Muchos

restaurantes estaban a poco distancia y encontramos un agradable lugar

para cenar donde casi podíamos pretender que vivíamos una vida normal.

Aun así, sabía que Eddie estaba inquieto. Se ofreció a ir a caminar conmigo

después de la cena, y por un momento, estuve tentada. La parte histórica

del centro lucía como si fuera divertida de explorar, y era una perfecta noche

de verano, cálida y con viento. Luego, pensé en los Alquimistas

encontrándome y encerrándome de nuevo, forzándome a repetir su retórica

y someterme a sus torturas. Mi pecho se apretó, y sacudí mi cabeza.

—Esperaré en nuestra habitación hasta que regresemos al museo.

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—No saben que estás aquí —dijo suavemente, observándome con

ojos cuidadosos—. Y no dejaría que ninguno se acercara a ti de ninguna

manera.

Sacudí mi cabeza.

—Mejor estar seguros.

Cuando estaba completamente oscuro afuera, regresamos al museo

de robots y estacionamos unas cuadras antes, caminando el resto del

camino. Puertas de metal habían sido cerradas y bloqueadas frente a todas

las ventanas y puertas, y un cartel advertía que había una alarma

electrónica sobre la puerta.

—No hay señas de que las ventanas estén provistas con una alarma

—dijo Eddie después de inspeccionar de cerca—. De hecho, puedes ver que

una de ella sigue abierta detrás de su puerta de metal, probablemente para

ventilar el lugar. —A pesar de que era bien entrada la noche, el calor

veraniego y humedad todavía eran fuertes.

—No hay cámaras dentro, y tampoco ninguna que pueda ver aquí

—añadió la Sra. Terwilliger.

—Supongo que usaron todo su presupuesto en el Raptorbot —les

dije—. No que parezca que está atrayendo clientes.

El breve momento de frivolidad de Eddie se había ido, y no respondió

a mi insulto. En su lugar, examinó la puerta de metal frente a la ventana

abierta, su expresión de acero.

—Si jalo lo suficientemente fuerte, tal vez sea capaz de romper el

seguro.

—No hay necesidad de usar tu fuerza —dijo la Sra. Terwilliger—.

Estoy segura que tengo un hechizo para abrirla.

—Y no hay necesidad de usar su magia —dije, caminando hacia

adelante. De las profundidades de mi enorme bolso, saqué un pequeño

frasco. Mi tiempo encerrada en nuestra suite en la Corte no había sido

completamente en vano. Gracias a nuestro amigo con una moral

cuestionable, Abe, había sido capaz de conseguir muchos de los

componentes que entraban en los compuestos químicos más comunes de

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los Alquimistas. Había pasado mi larga reclusión construyendo un arsenal

de cosas, incluyendo esta, que disolvía metal muy fácilmente.

La rejilla de metal era como una puerta pequeña que se deslizaba de

un lado de la ventana y se enganchaba al lado opuesto. De hecho, hubiera

sido difícil que Eddie la rompiera, pero unas cuantas gotas de la solución

sobre el pestillo, lo derritieron, liberando la puerta fácilmente. La abrimos,

exponiendo la ventana. Su vidrio estaba arriba, con solo una cortina entre

el contenido del museo y nosotros. Eddie sacó una navaja de su bolsillo,

cortando la cortina rápida y eficientemente. Hice una mueca a mi pesar.

—Como que me siento mal —admití—. A este lugar no le va muy

bien, y ahora estamos dañado su propiedad.

—Para eso está el seguro —dijo la Sra. Terwilliger—. Además, si nos

ayuda a encontrar a Jill, estoy segura que su reina puede hacer una

donación a este lugar.

Eddie nos ayudó a subir y a pasar por la ventana, y luego siguió con

destreza por su cuenta. Dentro, la galería estaba vacía y silenciosa,

exactamente como estaba durante las horas ocupadas. El tenue resplandor

del señalamiento de salida, igual que la iluminación de las farolas de afuera,

proveía suficiente luz para que viéramos una vez que tomamos un tiempo

para que nuestros ojos se ajustaran. Inmediatamente fuimos a la exhibición

de Raptorbot, y esta vez, dejé que la Sra. Terwilliger conjurara un hechizo

sobre la puerta de cristal. Después de que terminó, me pregunté por un

momento si tal vez habría algún tipo de hechizo que estuviera metido en mí

de nuevo. Entonces escuchamos un ruidoso clic, y la puerta se abrió. Dentro

de la vitrina el Raptorbot descansaba encima de un largo estante que

también tenía una puerta y un compartimiento interior.

—No está cerrada —dije, estirándome para abrir la puerta más

pequeña.

—Sydney, espera… —comenzó la Sra. Terwilliger, pero era

demasiado tarde. Ya la había abierto. Me quede inmóvil, esperando que toda

la cosa explotara. Pero, después de varios tensos segundos, nada sucedió.

Exhale con alivio.

—Lo siento, no estaba pensando.

Ella asintió, todavía incomoda.

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—Todavía puedo sentir que hay algún tipo de magia aquí.

—Tal vez es el objeto dentro de esto —dije. No podía divisar las

pertenencias del compartimiento interior y tentativamente extendí la mano

en el espacio oscuro, medio esperando que un escorpión me picara. En

cambio, las puntas de mis dedos tocaron un gran sobre de papel manila, el

cual saqué poco a poco. Mi nombre estaba escrito en él.

—La misma escritura —observó Eddie.

Asentí con la cabeza en acuerdo.

—Sí, en una pena que no tengamos un manera fácil de rastrear…

¿escucharon eso?

Podía decir por el rostro de Eddie que su audición más rápida ya lo

había registrado. A la Sra. Terwilliger le tomó un poco más de tiempo notarlo

—Como un zumbido… —Le echó un vistazo a la cara de metal del

Raptorbot—. Desde ahí.

El zumbido se hizo más y más fuerte, y Eddie se apresuró hacia

adelante a ponerse entre la vitrina y nosotros.

—¡Retrocedan! —gritó, justo cuando la boca del Raptorbot se abría y

varias docenas de objetos brillantes salían volando. Vinieron hacia nosotros

con una fuerza increíble, y caí hacia atrás, aterrizando torpemente de lado.

Levante las manos para bloquear el enjambre brillante, pero algunos de ellos

seguían rozando mi rostro mientras pasaban. Grité ante el contacto, lo que

escocia como una millón de cortes de papel.

—¿Qué son? —me las arreglé para exclamar.

—Fotianas —gritó de vuelta la Sra. Terwilliger. Ella también había

golpeado el suelo y estaba cubriendo su rostro mientras el enjambre se

acercaba para otro pase.

—¿Foti-que? —preguntó Eddie.

—Son del mismo reino del que proviene Hopper, pero son mucho

menos amigables. —Cautelosamente quitó las manos de su rostro para así

poder obtener una línea de visión sobre las criaturas—. Piensa en ellas como

luciérnagas mutantes.

Eddie, siempre dispuesto a improvisar, agarró el cartel de bienvenida

del robot parado en la puerta. Blandiéndolo como un bate de beisbol, lo hizo

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girar hacia las fotianas mientras se acercaban hacia él. Como si

compartieran una mente, en enjambre se separó de manera que su “bateo”

golpeo mayormente aire. Solo un par de fotianas fueron demasiado lentas.

Se desintegraron en chispas cuando fueron golpeadas. Eso era alentador, al

menos, pero teníamos a muchas más de ellas pasando. Las cosas se

volvieron más complicadas cuando el enjambre se dividió en tres y vino tras

cada uno de nosotros.

Acababa de ponerme de pie, pero cuando vi al grupo dirigirse hacia

mí, en una formación de flecha, incluso, arranqué a través de la habitación

y me las arreglé para meterme bajo la mesa de la cinta transportadora justo

a tiempo.

—¿Cuál es la mejor manera de deshacernos de ellas? —le grité a la

Sra. Terwilliger—. ¿Fuego? —Al otro lado de la habitación, podía ver a Eddie

continuar golpeando para alejarlas con su cartel, pero su velocidad y

agilidad le impedían lograr avances significativos.

—No quiero quemar este lugar —gritó de vuelta ella, tratando de

esquivar mientras el enjambre que la perseguía pasaba cerca. Barrieron su

brazo, desgarrando su manga y dejando pequeños cortes sangrantes visibles

en la piel debajo. Tan pronto como tuvo alguna distancia entre ella y ellas,

levantó las manos y coreó un encantamiento en latín que nunca antes había

escuchado. Cientos de diminutos cristales brillantes aparecieron en el aire

ante ella, y con otra orden, los envió volando hacia las fotianas. Donde los

cristales golpearon, las “luciérnagas mutantes” se desvanecieron en chispas.

El enjambre persiguiéndome voló bajo, intentando que saliera

corriendo de debajo de la mesa. Las alejé con la mano, consiguiendo que

picaran mi mano en el proceso, mientras analizaba el hechizo de la Sra.

Terwilliger. Había sido muy similar en palabras y se sentía mi viejo amigo el

hechizo de bola de fuego, con solo algunas diferencias notables. Era un

hechizo de hielo, me di cuenta. Lanzaba con suficiente fuerza, trozos de hielo

que podrían tener el impacto de pequeñas máquinas de afeitar.

Me escurrí de debajo de la mesa e intenté poner algún espacio entre

mi enjambre y yo. Detrás de mí, escuché a la Sra. Terwiliger una vez más

repitiendo el hechizo. Esperando tener las palabras memorizadas, intenté la

misma hazaña, utilizando los mismos movimientos y gestos que usaría para

el hechizo de la bola de fuego. El poder corrió a través de mí, y cristales de

hielo se dispararon hacia adelante ante mi orden. Pero mi puntería no era

tan buena como la de la Sra. Terwilliger. A pesar de que la estructura del

hechizo era similar a la de la bola de fuego, la sensación de ello era diferente

y requería práctica. Solo me las arreglé para liquidar unas pocas fotianas en

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esa ocasión pero tuve más suerte en mi segundo y tercer intento. Cada vez

que me detenía a lanzar nuevamente el hechizo, no perdían la oportunidad

de venir hacia mí, provocando más irritación y dolor. Las apartaba con la

mano y lanzaba el hechizo otra vez, reduciendo poco a poco sus números.

Perdí la noción del tiempo hasta que vi un segundo grupo de cristales

unirse a los míos cuando los envié hacia una significativamente menor

bandada. Por el rabillo del ojo, vi a la Sra. Terwilliger agitar sus manos. Un

momento después, Eddie llegó a grandes zancadas también, todavía

blandiendo el cartel. Ambos habían derrotado a sus respectivos enjambres.

El mío era el único que quedaba, y en minutos, mis amigos me ayudaron a

acabar con el último de ellos.

Sin el zumbido, la habitación de pronto adoptó un extraño silencio.

Todos nos quedamos quietos, pechos levantándose y cayendo pesadamente,

mientras mirábamos alrededor de la habitación en penumbra en busca de

señales de peligro. Los rostros de Eddie y la Sra. Terwilliger mostraban

cortes y rasguños donde las fotianas los habían tocado, y por el escozor de

mi piel, asumía que me veía igual. Estábamos vivos, sin embargo, y la

amenaza parecía ser neutralizada por ahora.

—¿Dónde está el sobre? —preguntó al fin Eddie.

Me apresuré hacia donde lo había dejado caer, atrás junto al

Raptorbot, quien acababa de sobrevivir a nuestro altercado desde su

pantalla elevada. Los cristales de hielo se habían derretido en charcos en el

suelo, y una esquina del sobre estaba empapada como resultado. De otro

modo, parecía en buen estado. Lo llevé hacia mis amigos y me volví hacia la

Sra. Terwilliger antes de abrirlo.

—¿Siente algo? —pregunté.

—Si hay un hechizo, está ingeniosamente oculto. —Ella levantó la

mano y una pequeña ráfaga de fuego apareció en su palma—. Estaré lista,

por si acaso.

El sobre era pesado y voluminoso, así que no estuve completamente

sorprendida cuando encontré un ladrillo en el interior, a pesar de que no

tenía idea de cuál podría ser su propósito. Parecía estar fabricado de algún

tipo de piedra arenisca. Les eché un vistazo a mis compañeros para ver si

tenía sentido para ellos, pero se veían igual de confundidos como yo me

sentía. Hurgué de nuevo en el sobre y saqué un mapa del lago Ozarks de

Missouri.

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—Realmente no esperaba eso —comenté, escaneando para buscar

algún escrito o pistas. No había nada.

La ira llenó los rasgos de Eddie, mezclada con algo que yo también

sentía: decepción. No había sabido qué descubriríamos aquí, pero había una

parte secreta de mí que había esperado un milagro y que encontraríamos a

la mismísima Jill. En vez de eso, todo lo que teníamos para mostrar por este

viaje eran algunos cortes y más pistas cripticas. Sacudí el sobre. Se sentía

vacío.

—¿Qué diablos quiere decir esto? —reflexionó la Sra. Terwilliger,

quitándome el mapa.

—Significa que alguien está jugando con nosotros —gruñó Eddie.

Pasó una mano por su sudorosa frente, manchándola con sangre en el

proceso—. Por lo que sabemos, Jill ni siquiera está involucrada en esto, y

alguien nos está haciendo creer que la tienen.

Miré dentro del sobre, y mi corazón se hundió cuando me di cuenta

que no estaba vacío después de todo.

—Me temo que no. —Metí la mano en él y saqué el último elemento

del sobre. Incluso en la escasa iluminación, no había duda de lo que era

esto: un largo mechón rizado de cabello castaño claro. Y no había ninguna

duda de a quien pertenecía—. Quien sea que está haciendo esto,

definitivamente tienen a Jill.

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Traducido LizC, Lizzie Wasserstein, Jenn Cassie Grey y PaulaMayfair

Corregido por Lizzie Wasserstein

omó cada pedacito de mí ya cuestionable autocontrol

no escribirle y llamar constantemente a Sydney por

los avances. No me había dado cuenta de lo duro que

su ausencia me golpearía. No era solo echarla de menos, aunque eso era sin

duda parte de ello. Me había acostumbrado a despertar con ella cada

mañana, verla por ahí en las comidas y otras partes comunes de la vida.

Ahora, no solo tenía que pasar el tiempo sin ella; tenía también que

asegurarme constantemente que ella no estuviera en las garras de los

Alquimistas.

—No debería haberla dejado ir sola —le dije a mi mamá al día

siguiente.

Ella levantó la vista de su punto de cruz. Era una afición que había

tomado para pasar el tiempo y era solo un poco menos sorprendente que

todo lo demás ocurriendo en nuestras vidas recientemente.

—Te preocupas demasiado, querido. Si hay una cosa que puedo decir

de mi nuera humana, es que ella es increíblemente ingeniosa.

Dejé de pasearme.

—¿De verdad lo crees?

Una sonrisa irónica se desplegó sobre los labios de mi mamá.

—¿Estás sorprendido de que tenga algo bueno que decir de ella?

T

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6

—Sí, un poco —admití. Mi madre nunca había protestado

abiertamente sobre mi relación con Sydney. En realidad, no había habido

oportunidad. Yo simplemente había aparecido en la Corte con una esposa a

cuestas, y nadie había sido capaz de separar a aquellos que el estado de

Nevada había unido. Mi madre no había recibido a Sydney exactamente con

los brazos abiertos, pero también había estado a nuestro lado cuando otros,

incluyendo a mi propio padre, nos habían dado la espalda. Siempre había

asumido que mi mamá no lo aprobaba pero estaba simplemente haciendo

lo mejor de una mala situación.

—Estaría mintiendo si dijera que siquiera, en algún momento de mi

vida, quise que te cases con una humana —dijo después de un momento de

consideración—. Sin embargo, sé que el camino que recorres en la vida no

es fácil. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Me he dado cuenta de eso desde

que eras un niño. Y también he sabido que con quienquiera que terminaras

tendría que ser alguien muy especial, alguien capaz de hacer frente a esos

desafíos contigo. ¿Esta chica? ¿Sydney? Es alguien así. He entendido todo

eso este último mes. Y prefiero que tengas una compañera digna que es

humana a una Moroi que no puede ayudarte a compartir tus cargas.

Mi mandíbula casi cayó al suelo.

—Mamá, creo que eso es lo más sentimental que te he oído decir.

—Cállate —dijo—. Y deja de preocuparte. Ella es competente y

talentosa. Y no está sola. Tiene a un guardián y a esa extraña mujer humana

con ella.

Logré una leve sonrisa, pero no me atreví a decirle a mi madre que

Sydney, sin importar cuán competente y talentosa era, no había sido capaz

de eludir a los Alquimistas antes. De hecho, cuando había sido capturada

inicialmente, Eddie había estado con ella. Él había sido mortal y feroz, como

de costumbre… pero no había sido suficiente.

Un golpe en la puerta me salvó de seguir reflexionando pero presentó

una nueva serie de otros problemas. Le había prometido a Nina que

podíamos ir en busca de Olive más tarde, pero todavía faltaban un par de

horas para eso. Sonya me había asegurado que el sedante que le había dado

a Nina para ayudarla a dormir duraría un poco, pero por lo que yo sabía, ya

había desaparecido y encontraría a Nina fuera de mi puerta con esos ojos

locos, exigiendo que fuéramos a dormir en este preciso momento.

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Pero cuando abrí la puerta, fue a Rose a quien encontré en su lugar.

No estaba seguro de si sentirme aliviado o estar en guardia. Lo último que

sabía era que había estado lejos de la Corte.

—Hola —le dije—. ¿Qué pasa?

Ella estaba claramente fuera de servicio ahora, vestida

informalmente con jeans y una camiseta en lugar de los trajes blancos y

negros que los guardianes llevaban para ocasiones formales. Ella se echó la

melena de cabello marrón oscuro sobre un hombro y sonrió.

—Oí que han estado encerrados aquí, así que pensé en hacerles una

visita, chicos.

Traté de no estremecerme ante el “chicos”.

—Pensé que Dimitri y tú estaban fuera buscando a Jill —dije, con la

esperanza de desviar la atención de nosotros.

Parte de su entusiasmo se atenuó ante eso.

—Lo estábamos… pero no estábamos teniendo mucha suerte. Así

que Lissa nos hizo volver y comprobar a unos cuantos miembros de la

realeza que siempre han estado en contra de ella, en caso de que pudieran

haber secuestrado a Jill.

Esas eran noticias.

—¿Crees que hay algo de verdad en ello?

—Probablemente no —dijo Rose—. Y Lissa también sabe que es algo

improbable. Pero quiere agotar todas las pistas.

Di un paso atrás.

—Bueno, no quiero retenerte de eso…

Su sonrisa volvió.

—No lo haces. Ya nos hemos puesto en eso algunas horas hoy y no

puedo hacer nada más hasta que uno de los lords en cuestión vuelva

mañana. Así que ahora estamos haciendo algo más productivo. Busca a

Sydney, y te mostraré.

—Ella está, uhm, dormida en este momento —mentí.

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—¿Dormida? Es mediodía.

—De nuestro día —le corregí—. Todavía está en horario humano.

Rose pareció comprensiblemente derribada.

—¿En serio? La última vez que estuve aquí, pensé que se había

adaptado bastante bien.

—Echa de menos el sol —expliqué.

—¿En serio sale?

—Bueno, no… pero es el principio de la cuestión. Es una cosa

humana. —A juzgar por la expresión cada vez más desconcertada de Rose,

realmente no estaba haciendo un buen trabajo en encubrirnos, así que

decidí cortar por lo sano—. Mira, por qué no me muestras lo que sea que

tienes, y yo le dejaré una nota a Sydney. —Supuse que era mejor que Rose

no propusiera esperar hasta que Sydney despertara.

—Seguro —dijo Rose—. Podemos sacarla en otra oportunidad.

Le hizo un gesto hacia el pasillo.

—Después de ti.

—¿No tienes que dejar la nota? —preguntó intencionadamente.

—Uh, cierto. Espera. —Volví al interior y dejé a Rose en el pasillo.

Después de permanecer allí durante aproximadamente medio minuto, abrí

la puerta otra vez y me uní a ella—. Todo listo.

Rose me llevó a una sección de la Corte generalmente reservada para

las actividades de los guardianes. Estaba cerca de su sede y algunas de sus

viviendas. Más importante aún, era donde entrenaban, y era uno de sus

campos de entrenamiento a donde me conducía ahora. Solo que, cuando

llegamos, no había un grupo de dhampirs esperando. Era un grupo de

guerreros Moroi.

—Bueno, estaré condenado —dije. Lo dije como un cumplido.

Hace siglos, durante el tiempo en que humanos y Moroi se

mezclaban, los Moroi también habían sido parte de su propia defensa.

Habían utilizado magia elemental como arma, luchando contra los Strigoi

por sí mismos. Con el tiempo, los dhampirs se habían apoderado de los

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deberes de protección, y el uso de la magia para algo más que trucos de

salón se había convertido en tabú entre los Moroi. Entre muchos de los otros

cambios sugeridos recientemente en la política Moroi, encargarse de la

defensa propia, una vez más con medios mágicos a menudo terminaba en

una discusión. Ahora lo estaba viendo en la práctica.

Había cerca de dos docenas de Moroi aquí ahora mismo, divididos en

cuatro grupos, cada uno llevando un color diferente. Estaban haciendo

ejercicios que podrían haber venido directamente de la escuela de Malachi

Wolfe, maniobras defensivas y combates cuerpo a cuerpo. Un par de

guardianes estaban asesorándolos, reconocí a uno de inmediato, incluso de

espaldas a mí, gracias a su altura y su abrigo de cuero marrón. Dimitri

Belikov se acercó a nosotros, ofreciéndome su mano para saludar.

—Adrian —dijo efusivamente—. Aún no tenemos una escuadrilla de

espíritu. ¿Te gustaría liderar una? ¿Encontrar algunos reclutas?

La primera persona que vino a mi mente fue Nina, quien estaba ya

potencialmente enloqueciendo por el uso del espíritu. El pensamiento de

liderarla en combate era desconcertante.

Por fin, un papel de liderazgo para ti, comentó la tía Tatiana.

Negué con la cabeza.

—Gracias, pero no gracias. Ya tengo un montón en mi plato.

—¿Dónde está Sydney? —preguntó—. Pensé que le gustaría ver esto.

—Está dormida —dijo Rose amablemente.

Al ver la sorpresa de Dimitri, le expliqué.

—Está en horario humano. Pero tienes razón, a ella le hubiera

gustado ver esto. En otra ocasión.

—En otra ocasión —acordó Dimitri—. Mira, están a punto de

comenzar.

—¿Comenzar qué? —pregunté.

Un guardián que no conocía acababa de terminar de levantar

algunos maniquís de práctica en un extremo del campo. Llamó a cada grupo,

y vi con asombro a medida que cada uno demostraba cuán mortales podían

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ser los elementos. Los usuarios del agua enviaron potentes explosiones de

agua a sus maniquís, derribándolos de un solo golpe. Los usuarios de tierra

hicieron tambalear el suelo y también convocaron piedras y tierra como

armas. Los usuarios de aire convocaron ráfagas de viento que habrían

derribado a un rival vivo por completo. Algunos de ellos fueron incluso

capaces de utilizar el aire para levantar objetos como armas. Y los usuarios

de fuego… bueno, su capacidad destructiva fue bastante obvia cuando uno

de los maniquís quedó completamente en llamas.

—Solo una demostración, por favor —gritó el guardián con

cansancio—. Aún no necesitamos acabar con nuestras provisiones de

maniquís.

—Lo siento —dijo una voz alegre que reconocí. Christian Ozera

estaba allí de pie entre los usuarios vestidos de rojo fuego, y desvaneció las

llamas con una mirada.

Después de las demostraciones separadas de poder elemental, los

guerreros entonces mostraron cómo podrían utilizar los elementos juntos.

Los usuarios de aire ayudaron a congelar el agua convocada por los usuarios

del agua. Los usuarios de tierra atraparon a los maniquís en el suelo,

permitiendo a los usuarios de fuego arremeter hasta matar. (Esto dio lugar

a otra casi destrucción de un maniquí cuando Christian nuevamente se

tornó demasiado receloso con sus llamas. “Lo siento”, repitió, no sonando

arrepentido en lo más mínimo.)

Por último, concluyeron con una demostración de las maniobras

mano a mano que les había visto practicar cuando llegué. Los Moroi no eran

tan fuertes físicamente como los dhampirs, pero estaba claro que este grupo

había puesto una gran cantidad de esfuerzo entrenando. No hubiera querido

ir en contra de cualquiera de ellos en una pelea. Demostraron movimientos

que cualquier guardián habría estado orgulloso de dominar e incluso

mostraron cómo trabajar en ataques elementales. En definitiva, se trataba

de un despliegue impresionante.

—¿Y bien? —exigió Christian entonces. Él llegó a grandes zancadas

hacia nosotros en el banquillo cuando el despliegue terminó—. ¿Crees que

van a ganar contra ellos?

Una pequeña chica rubia en azul caminó a su lado, y estuve

complacido, aunque no sorprendido, que Mia Rinaldi fuera una líder entre

los usuarios del agua.

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—Eso fue impecable —concordó ella—. No hay manera de que no

puedan aprobar un programa ahora.

—¿De qué estás hablando? —pregunté

—Esto fue solo un calentamiento —explicó Christian—. Sin un juego

de palabras. Vamos a mostrar esto al Consejo Moroi esperando que

aprueben un programa que podamos llevar a todas las escuelas Moroi, para

reclutar y entrenar más personas para la causa.

Los ojos azules de Mia brillaron.

—Además queremos obtener la aprobación para lanzar algunas

fiestas privadas para la caza de Strigoi.

—Bueno, tendrás mi voto —dije honestamente—. Parece como si

quisieras poner a los guardianes fuera del negocio.

—No nos dejemos llevar —se burló Rose—. Pero tienes razón, ellos

han recorrido un largo camino. Ahora solo tenemos que obtener la

aprobación del consejo. Lissa ya está a bordo.

—Por supuesto que lo está —dije—. Porque es joven y progresiva. Los

otros… podrían tener más resistencia al cambio. Incluso con una

demostración tan impresionante como esta.

Rose asintió, entendiendo perfectamente como incluso los mejor

intencionados Moroi se aferraban a las tradiciones.

—Esperaba que Sydney tal vez tuviera algunos argumentos lógicos

que podamos usar para abogar en nuestra causa.

Reí entre dientes ante eso.

—Estoy seguro que los tendrá.

—¿Dónde está Sydney de todas formas? —preguntó Christian.

—Dormida —dijimos Rose y yo al unísono.

Tan fascinantes como esos guerreros Moroi eran, temía más

preguntas sobre Sydney viniendo hacia mí. Eso y una mirada a mi reloj me

dijeron que pronto sería tiempo de ir a caminar en los sueños con Nina.

—Debería regresar —dije—. Gracias por dejarme ver esto.

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—Feliz de hacerlo —dijo Rose, conduciéndome de vuelta a la parte

principal de la Corte—. Averigua cuando sería un buen día para Sydney, y

encontrémonos de nuevo, para más tiempo amistoso de humanos.

Apreté mis dientes, odiando las mentiras.

—Hablaré con ella y te lo diré.

Rose me acompañó, y podía decir que pensaba que era extraño que

la mantuviera fuera de la habitación. Culpé a Sydney por ser una persona

de sueño ligero, lo que Rose pareció aceptar en su mayoría. Cuando

finalmente se fue, encontré que la emoción de la demostración y la

profundización de las mentiras me habían dejado inquieto e incómodo,

haciendo difícil que durmiera cuando me arrastré dentro de la cama. Era

además el mediodía del día vampírico para mí, lo que enrollaba más las

cosas, pero Nina había dicho que Olive estaba con el horario humano, así

que estaría dormida ahora. Cuando treinta minutos pasaron moviéndome y

girando en la cama, recibí un mensaje de texto de Nina, diciéndome que no

podía alcanzarme en el sueño.

Tengo problemas para dormir. Escribí de regreso.

Obtuve bastantes sedantes de Sonya si necesitas uno respondió

bromeando. Soy feliz de compartir.

Sonreí, anhelante de un momento de la sencilla amistad que solía

tener con Nina. No gracias. Solo dame un poco más de tiempo.

Eventualmente, me las arreglé para relajarme y flotar a la deriva del

sueño por mí mismo. Había pasado un tiempo desde que cualquier usuario

de espíritu me había empujado en un sueño. Usualmente, yo era el creador

de los sueños, creando los planos e invitando a otros a unírseme con el

poder del espíritu. Mis alrededores se materializaron alrededor de mí,

solidificándose en un entorno campestre frente a una linda casa blanca.

Más allá de ella, una cerca encerraba un prado donde caballos pastaban

ociosamente en la morada y naranja luz de la puesta de sol. Aves cantaban

canciones de la tarde, y una cálida brisa acariciaba mi piel.

—La casa de mi papá en Wisconsin —dijo una voz detrás de mí.

Me giré y encontré a Nina acercándose a mí a través del largo pasto

del frente de la casa. Se veía un millón de veces mejor que la última vez que

la vi, con su cabello rizado tirado en una coleta y un vestido de verano color

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lavanda sobre su delgada figura. Esperaba que esto reflejara un

mejoramiento en el mundo despierto y no fuera una simple ilusión del

sueño.

—Es linda —dije honestamente—. La clase de lugar donde los niños

sueñan con crecer.

Ella sonrió ante eso.

—Solo podíamos venir en el verano. Teníamos algunos amigos de la

familia quienes eran de la realeza inferior, y ellos se nos unían con sus

guardianes. De otra forma, habría sido muy peligroso venir aquí, está

bastante alejado, pero nunca sabes.

No tuvo que terminar ese pensamiento. Nina y Olive eran medio

hermanas, compartiendo a su padre Moroi. Porque él no era de la realeza,

no había recibido protección de guardianes, así que Olive la dhampir se

había protegido a sí misma, y había sido transformada en Strigoi durante

un ataque. La magia del espíritu de Nina la había traído de vuelta. Era una

rara distinción que Olive compartía solo con un par de otras personas,

Dimitri y Sonya, para ser precisos.

—¿Deberíamos traer a Olive aquí? —pregunté, sin querer que Nina

se metiera en feos temas del pasado. Ante mi pregunta, creo, su ceño se

frunció.

—No es así de simple… ya verás. Quiero decir, tal vez será diferente

contigo aquí. Espero.

Yo aún no comprendía completamente cual era el problema pero

decidí esperar y ver qué pasaba. Realmente, si Olive estaba dormida, esto

debería ser como un pedazo de pastel. Nina debería ser capaz de usar el

espíritu para traer a Olive a su casa de campo, tal como me había traído a

mí. Nina se tensó, mirando hacia el prado de los caballos, y pude sentir la

magia del espíritu brotando de ella mientras intentaba hacer una conexión

con el sueño de su hermana. Tan lejos, tan bien.

Unos pocos momentos más tarde, una forma translucida comenzó a

materializarse cerca de nosotros. Reconocí la corta postura de Olive, sus

cabellos oscuro y su piel cobriza. Un manto ondulante se arremolinaba a su

alrededor, ocultando lo que sabía era una complexión más musculosa que

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la de su hermana. Los ojos de Olive se ampliaron mientras se daba cuenta

de qué era lo que estaba pasando.

—No Nina. Por favor. No de nuevo.

Normalmente, este sería el punto donde Olive estaría completamente

solidificada y estaría de pie con nosotros. En lugar de eso, el escenario del

campo comenzó a desdibujarse en la distancia, creciendo cada vez más,

insustancial. Posé mi mirada de regreso a Nina.

—¿Qué es lo que estás haciendo?

Suspiró.

—No estoy haciendo nada. Eso es lo que he estado tratando de

decirte.

El hermoso paisaje verde desapareció, remplazado por un negro,

cenizo terreno que estaba lleno de rocas. La ladera de una montaña se

alzaba abruptamente entre nosotros, subiendo cada vez más hacia el cielo

cubierto con nubes de tormenta. Ocasionalmente destellos de relámpagos

danzaban entre las nubes. No había señal de Olive.

—¿Qué es esto? —exclamé—. ¿Nos transportamos a una película

distópica?

La expresión de Nina era severa.

—Estamos en Hawaii.

Miré a mí alrededor.

—Odio estar en desacuerdo, pero cuando pienso en Hawaii, pienso

en palmeras y bikinis.

Nina miró abajo hacia sus pies, y un momento más tarde, sus

sandalias se transformaron en tenis. Comenzó a escalar la pendiente.

—Es un volcán que visitamos en vacaciones cuando éramos niñas.

—Eso no parece tan malo —dije, siguiéndola cuidadosamente—.

¿Pero porque cambiarlo? La granja era agradable.

—Yo no lo cambié —dijo claramente frustrada—. Olive lo hizo.

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—Olive no es un usuario del espíritu —protesté—. Ella puede

cambiar su vestimenta, sí, pero no algo así de grande.

—De alguna forma, ella tomó el control del sueño de mí. Lo hace cada

vez. Quiero decir, puedo hacer cosas pequeñas como estas. —Se detuvo e

hizo un gesto hacia sus zapatos—. Pero no puedo mandarnos de regreso o

sacar a Olive.

—¿Dónde está?

—Escondiéndose en alguna parte. —Nina dio un vistazo alrededor y

señaló a un oscuro agujero a un lado del volcán—. Probablemente ahí. Eso

no era parte del volcán real que vimos. Ella debió crearlo.

Mi mente estaba tambaleándose mientras me acercaba a la cueva

con ella. Lo que estaba diciendo era imposible. Olive no podía tener poder

en sus sueños a menos que Nina se lo cediera.

—¿Cómo? —pregunté—. ¿Cómo está haciendo esto? ¿Crees que tiene

que ver con que haya sido restaurada de ser una Strigoi? ¿Por ser infundida

con el espíritu?

Nina sacudió su cabeza.

—No lo creo. De hecho no la siento usando el espíritu. Es casi como

si estuviera controlándolo por… su voluntad.

Traté de envolver mi cabeza alrededor de eso mientras nos

deteníamos al frente de la cueva.

—¿Ahora qué?

—Ahora —dijo Nina—, ella probablemente se esté escondiendo de

nosotros aquí. Pero si es como los otros lugares a los que ella me ha traído

en sueños, probablemente podamos solamente caminar dentro y… —Un

rugido dentro en la profundidad de la cueva, cortó sus palabras.

Instintivamente, di unos cuantos pasos hacia atrás—. ¿Qué demonios es

eso?

Nina se veía más cansada que asustada.

—No lo sé. Algo terrible. Algo para asustarnos.

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Sus palabras se realizaron cuando una gran figura con forma de

hombre hecha de bloques negros avanzó fuera de la cueva, sus ojos rojos

brillando. Era una cabeza completa más alto que yo y el doble de ancho. Se

detuvo frente a nosotros, golpeando su pecho, y dejó salir otro rugido.

—¿Habías visto esto antes? —exclamé.

—No exactamente —dijo Nina—. La última vez ella mandó un

enjambre de murciélagos. Antes de eso fue alguna clase de hombre lobo.

—Hiciste este sueño —insistí, echándome hacia atrás mientras el

monstruo de lava, a falta de un término mejor, se aproximaba—. Consigue

controlarlo.

—No puedo. No con mis pensamientos, al menos. Tenemos que

hacerlo a la forma antigua. —Sentí la magia del espíritu surgir de ella

nuevamente, y una estaca apareció en sus manos. Sin ninguna advertencia,

cargó hacia adelante y balanceó el arma hacia el monstruo. Mientras lo

hacía, sentí más espíritu encenderse dentro de ella. De hecho, pareció que

fue la magia del espíritu la que arremetió contra el monstruo, más que la

estaca. La criatura rugió de dolor, y gritos aparecieron cuando la estaca

golpeó.

—¡Dijiste que me ayudarías! —gritó, claramente molesta.

Había dicho eso, pero ciertamente no había esperado que fuera de

esta manera. Antes de que pudiera firmar por una paliza sin sentido, o algo

así, convoqué mi propia magia y traté de cambiar el escenario a algo más

agradable. Pero cuando traté de hacerlo, encontré firme resistencia y

entendí mejor lo que Nina decía. No era exactamente el espíritu lo que sentí

manteniendo el sueño en este lugar… pero era bastante como voluntad o

intención, justo como había dicho.

Incapaz de alterar el contexto más amplio del sueño, la imité y usé

una pequeña explosión del espíritu para crear una estaca para mí mismo.

Usualmente no era violento por naturaleza, y mientras me balanceaba hacia

el monstruo de lava, en el cual Nina había hecho un progreso significativo,

me recordé a mí mismo que esta solamente era una creación de un sueño

y no una cosa viva. Cuando mi estaca golpeó la piel rocosa de la criatura,

casi me caí hacia atrás por la sacudida del impacto. Hizo vibrar mis huesos

y dientes… y pareció que no hizo alguna diferencia al monstruo de lava.

Nina hizo una pausa para mirarme.

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—Necesitas llenarte del espíritu cuando lo golpees —explicó con

frustración—. Esa es la forma de pelear contra eso.

Ella estaba ciertamente practicando lo que había dicho. Rebosante

de mágica, era como una antorcha del espíritu al lado de mí, y fui lanzado

un poco hacia atrás por la cantidad que estaba ejerciendo. No era bastante

severo ante el estallido usado para restaurar a un Strigoi o traer de regreso

a los muertos, pero era algo notable estar sosteniéndolo y reteniéndolo por

un extendido periodo de tiempo. De mala gana, convoqué algo del mío, ni de

cerca la misma cantidad que ella estaba usando, y lo usé para golpear a la

criatura cuando balanceé mi estaca. Esta vez, también se quebró la

superficie.

—¡Más, más! —chilló Nina.

—No hay necesidad —dije—. Esto aún tiene un impacto, sin usar

mucha magia. Solamente toma un poco más.

—¡No tenemos el tiempo!

No entendí a lo que se refería hasta que nuestros esfuerzos colectivos

finalmente derrotaron al monstruo de lava, y este se desmenuzo en polvo

ante nosotros. Nina corrió a toda velocidad dentro de la cueva, y sin la

criatura, pareció que había recuperado el control del sueño. El escenario

alrededor de nosotros cambió, y de pronto estábamos corriendo hacia la

blanca casa de campo en Wisconsin. Apenas pude obtener la vista de Olive

en una sombría esquina de la sala de estar, su cuerpo con el mismo manto

ondulante de antes.

—¡Olive! —gritó Nina—. ¡Muéstrame dónde estás! —Más poder surgió

a través de ella, y la habitación comenzó a parpadear. Pude sentir un poco

lo que estaba haciendo, y estaba anonadado. Estaba tratando de hacer que

el sueño reflejara los alrededores de Olive, algo que ni siquiera sabía que era

posible.

Pero Olive se estaba desvaneciendo ante nuestros ojos.

—Lo siento, Nina. Por favor, por favor para de tratar de encontrarme.

Es mejor de esta manera.

—¡Olive!

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Era demasiado tarde. Olive se desvaneció, y la habitación dejó de

temblar. Se estabilizó, quedando firmemente una pequeña sala de estar

campirana y ofreciendo ninguna pista sobre a dónde había ido Olive.

Derrotada, Nina se dejó caer en una silla de mimbre, lágrimas en sus ojos.

—Se despertó a sí misma. Eso es lo que siempre pasa. Lanza algún

obstáculo para que luche contra él, y eso me distrae de hacer que el sueño

me muestre donde está. Mientras lucho, se las arregló para despertarse a sí

misma y escapar del sueño. —Nina volvió su acusadora mirada hacia mí—.

¡Si nosotros la hubiéramos derrotado más rápido, no habría tenido tiempo

de despertar! ¡Deberías haber usado más espíritu para destruir ese

monstruo!

Nina, aunque obviamente molesta, se veía bastante estable aquí en

el mundo de los sueños. Pensando en el otro día, sin embargo, sabía que

ella misma en el mundo real era otro asunto.

—No creo que sea una buena idea —dije lentamente—. Creo que el

uso de todo este espíritu ha estado teniendo un, uhm, efecto perjudicial

sobre ti con el tiempo.

—Si me hubieras ayudado, realmente ayudado, solo tendíamos que

hacerlo una vez. Si podemos arrinconarla, podemos hacer que el sueño nos

muestre donde está.

—Sí, sobre eso —le dije, sentándome a su lado—. ¿Dónde aprendiste

a hacer eso? ¿Hacer que el sueño muestre dónde está? —Eso hubiera sido

increíblemente útil cuando estaba tratando de encontrar a Sydney.

Nina se encogió de hombros.

—Puedes hacer que una persona aparezca como están en la vida real,

¿cierto? Estaba experimentando un día y canalizado el espíritu a través de

ella de una manera que hizo que el ambiente del sueño reflejara

simplemente el lugar en el que estaba.

—No estoy seguro de que "simplemente" sea la palabra que usaría

—comenté—. Eso implicó un montón del espíritu también. Y me pregunto...

¿Ella comenzó a controlar el sueño después? ¿Le diste inadvertidamente el

control a ella?

Era obvio que Nina no había pensado en eso.

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—Yo... No sé. Tal vez lo hice... Pero, ¿de qué otra forma se supone

que voy a saber dónde está?

—¿Tratando de hablar con ella? —sugerí.

Dio un puñetazo al brazo de mimbre.

—¡Tengo que! Ella no me va a ver. Esta es la única manera. Algo está

mal, y tenemos que averiguar qué. Tenemos que intentarlo de nuevo. Solo

la próxima vez...

—Espera, espera. No puede haber una próxima vez —advertí—. Vas

a consumirte a ti misma. ¿Has hecho esto todos los días por cuánto tiempo?

Su mirada se volvió distante.

—No lo sé. Meses.

Hice una mueca. No es de extrañar que estuviera enloqueciendo.

—No más espíritu.

Me miró, su mirada suplicante.

—Tengo que hacerlo. ¿No puedes entender eso? ¿Sabes lo que se

siente no saber lo que le ha pasado a alguien que te importa tanto?

Jill, pensé con una punzada. Nina debe haber visto algo en mi

expresión, porque de repente se iluminó.

—¡Ayúdame! Ayúdame, Adrian, y juntos vamos a tener suficiente

espíritu para vencerla. Puedo dejar de hacer esto todos los días. Voy a

averiguar qué ha pasado con ella. Por favor.

Pensé en las preocupaciones de Sonya sobre Nina. Entonces pensé

en Sydney, advirtiéndome sobre ser cuidadoso con el espíritu. Estaría en

suficientes problemas si ella se enterará de este estallido de uso del espíritu.

Lentamente negué con la cabeza.

—No puedo. No debería incluso haber hecho esto.

—Si trabajamos juntos, no requerirá tanto de cualquiera de nosotros

—rogó Nina—. Por favor, ayúdame. Te ayudaré a cambio. ¿Hay algo que

necesites? Ayúdame a encontrar a Olive, y haré lo que sea.

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Empecé a sacudir la cabeza de nuevo, entonces me detuve mientras

una idea me golpeaba.

—No —dije, más para mí mismo que para ella—. No.

Ella se puso de pie.

—Hay algo, ¿no es así? ¡Dime!

Dudé, sabiendo que realmente no debería ir por este camino. Pero su

oferta de ayuda me había hecho pensar en una cosa que quería mucho:

volver con Sydney.

—Necesito salir a escondidas de la Corte sin que nadie sepa. Y luego

necesito hacer que la gente piense que estoy todavía aquí, con mi mamá.

—Hecho —dijo Nina—. Puedo hacer eso. Fácil.

—Nina…

—Mira —dijo—. Puedo ayudarte ahora mismo, en este preciso

minuto, a salir de la Corte. Sería un fácil hechizo de coacción. Entonces me

puedes encontrar en un sueño para encontrar a Olive, donde quiera que

estés.

—Eso es lindo de tu parte —dije con cansancio—. Pero eso no va a

convencer a la gente de que todavía estoy viviendo aquí.

Una sonrisa maliciosa cruzó sus labios.

—Puedo hacer eso también. Si tu mamá me deja quedarme con ella.

Voy a usar la coacción en quienes vengan a buscarte para que piensen que

te vieron. Voy a hacer que los trabajadores del alojamiento de invitados

crean verte yendo y viniendo. Nadie sospechará nada. Por favor, Adrian.

—Me apretó la mano—. Vamos a ayudarnos el uno al otro.

Retiré mi mano, poco dispuesto a admitir lo tentado que estaba. Me

estaba ofreciendo la única oportunidad que tenía para unirme a Sydney,

algo que quería tanto como para considerar ignorar todas las advertencias

sobre el uso de espíritu. Pero ¿cómo iba a someternos a cualquiera de

nosotros a más magia? Especialmente a ella. Era egoísta.

—Es demasiado peligroso —dije.

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—No me importa —dijo obstinadamente—. Voy a seguir intentando

ya sea que me ayudes o no. Olive es todo para mí.

Y Sydney es todo para mí, pensé. Desesperadamente, traté de

encontrar la manera de conciliar la culpa que sentía acerca de tomar la

ayuda de Nina. Ella había dicho que seguiría yendo tras Olive, ¿cierto?

Bueno… si la ayudaba a encontrar a Olive y hacía que se detuviera, haría

que Nina en realidad utilizara menos espíritu. Eso era algo bueno… ¿cierto?

Tomé una respiración profunda y la miré a los ojos.

—Si intentamos esto otra vez... déjame manejar la mayor parte del

espíritu.

—Pero ambos…

—Ambos lo haremos —dije—. Y solo estamos haciéndolo una vez, no

todos los días. Si hago el trabajo pesado una vez, no me afectará tanto. Tú

aumentas, un poco. Pero eso es todo. No puedes seguir lastimándote.

Extendió su mano hacia la mía de nuevo, luego la retiró, aunque su

expresión se había suavizado.

—Estas preocupado por mí, ¿cierto? Lo sabía. A pesar de que estás

casado…

—Nina —dije con firmeza—. No es así. Me preocupo por ti, pero amo

a Sydney. Y si vamos a hacer esto otra vez, lo estamos haciendo a mi

manera.

Sus ojos permanecieron soñadores unos momentos más, y entonces

asintió renuente.

—A tu manera —reiteró—. Y realmente te ayudaré.

—Estoy contando con eso —admití—. Pero espero que puedas lograr

lo que necesitamos usando tan poco espíritu como sea posible.

Ella hizo un gesto tímido y entonces se volvió curiosa.

—Está bien... Pero, ¿estás seguro de que no estás preocupado por tu

salud mental en todo esto?

Dudé. Si Sydney estuviera aquí, sabía que me diría que era una

tontería, que estaba usando frívolamente el espíritu No lo necesitaba y

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posiblemente estaba dañándome a mí mismo. Pero no había manera de que

pudiera abandonar a Nina a la locura, sobre todo si realmente había algo

mal con Olive. Y sin duda tenía que aprovechar la oportunidad de salir al

mundo para ayudar a Sydney y Jill. Solo esperaba qué lo que le había dicho

a Nina antes, que un uso de una sola vez no me haría daño, resultara cierto.

Logré una sonrisa rígida.

—Oye, no estoy mostrando signos de locura aún —le dije—. Estoy

seguro de que voy a estar bien.

Yo también, susurró tía Tatiana. También estoy segura, de que

estarás bien.

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Traducido por Mari NC y Lorenaa

Corregido por Lizzie Wasserstein

o teníamos ni idea de qué significaba el ladrillo de

arenisca. No había ningún encantamiento que

pudiéramos detectar en él, ninguna indicación de

cuál era su papel en este misterio. Lo único que sabíamos con certeza era

que necesitábamos llegar a los Ozarks o, al menos, a Missouri. Una vez que

la Sra. Terwilliger había asentado las cosas con su compañía de alquiler de

vehículos para prolongar su contrato de arrendamiento, sugirió que

condujéramos a St. Louis y luego hiciéramos un plan de ataque. Al instante,

mi estómago se hundió.

—No ahí —dije rápidamente—. Hay un centro Alquimista en St.

Louis. No pasé por todo este problema solo para caminar directamente de

regreso a sus manos.

Las cejas de Eddie se levantaron en consideración.

—¿Tal vez eso es parte del plan? ¿Y si esta búsqueda del tesoro es

parte de un complot Alquimista para atraerte a salir y no tiene nada que ver

en absoluto con Jill?

Era un pensamiento serio, uno que se hizo más alarmante cuando

la Sra. Terwilliger sugirió:

—¿O qué si sí tiene que ver con Jill? Existe el mechón de cabello,

después de todo, el que sin duda se ve como de Jill. ¿Los Alquimistas se la

habrán llevado como una manera de atraparte?

Por un momento, me atreví a dar crédito a la idea. Jill fue

secuestrada justo cuando Adrian y yo habíamos logrado escapar y

N

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4

escondernos en la Corte. Los Alquimistas estaban entre las pocas personas

que conocían la ubicación de Jill, por lo que podrían haber enviado

fácilmente a alguien tras ella. Reflexioné sobre la posibilidad y la analicé en

todos los sentidos que pude con persistente lógica Alquimista. Al final,

sacudí mí cabeza.

—No lo creo —dije—. Puede ser que hayan tenido los medios, pero

no la motivación. Los Alquimistas son culpables de muchas cosas, pero no

quieren a los Moroi volviéndose unos contra otros, lo cual pasaría con la

muerte de una princesa real, cuya vida influía en el trono. Tampoco puedo

ver a los Alquimistas recurriendo a magia humana, incluso para atraparme.

Va en contra de demasiado de su doctrina.

Incluso si esta no era una elaborada trampa Alquimista, aun así no

quería correr el riesgo de encontrarme con un Alquimista en su hora de

almuerzo en St. Louis. Con eso en mente, creamos un nuevo destino. Tomó

un día entero conducir, pero finalmente nos detuvimos a la noche siguiente

en Jefferson City, Missouri, dejando St. Louis bien atrás. También nos

posicionaba hacia las montañas Ozark en una trayectoria poco común que

esperábamos pudiera deshacerse de alguien esperando nuestro

acercamiento. Por supuesto, todavía no sabíamos exactamente a dónde

íbamos. Las Ozarks consistían en una gran extensión de tierra, y hasta

ahora, nuestro ladrillo no había dado ninguna pista.

Fuimos a cenar después de registrarnos en un hotel, los tres

cansados de esa forma que consigues al estar sentado en un auto todo el

día. Se acercaba la medianoche, pero nos habíamos saltado la cena con el

fin de hacer un mejor tiempo de conducción. Estaba cansada, más que

nada, con la comida siendo simplemente una formalidad. Al otro lado de la

mesa, la Sra. Terwilliger ahogó un bostezo, e incluso Eddie, a pesar de su

perpetua vigilancia, parecía que estaba a la espera de una cama también.

Teníamos el ladrillo ubicado en nuestra mesa mientras esperábamos a que

llegara nuestra comida, todos nosotros mirándolo como si pudiéramos hacer

que diera algunas respuestas a través de la pura fuerza de voluntad.

Finalmente aparté mi mirada de él y miré a mi teléfono celular, con

la esperanza de que me hubiera perdido un texto de Adrian en respuesta a

uno que había enviado anteriormente con nuestro estatus. Había habido

poca comunicación por parte de él durante todo el día, lo que parecía

extraño después de ayer, cuando había enviado actualizaciones casi

constantes. Sabía que era irrazonable esperar que él no hiciera otra cosa

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excepto sentarse junto al teléfono para hablar conmigo, pero yo no podía

sacudirme la diferencia. Después de la preocupante manera en que las cosas

habían estado entre nosotros este último mes, me encontré quedando

atrapada en extraños ataques de paranoia, pensando que tal vez una vez

que el impacto de haberme ido terminó, Adrian encontró que de alguna

manera le gustaba la libertad.

La camarera llegó con nuestra comida justo en ese momento, y metí

el teléfono en mi bolso. Mientras ella dejaba nuestros platos, contuvo el

aliento al ver el ladrillo de arenisca.

—¿Ustedes robaron eso de Ha Ha Tonka?

Nosotros la miramos como si estuviera hablando en otro idioma.

—Quiero decir, es genial si lo hicieron —añadió apresuradamente,

nerviosa por nuestro silencio—. Es un lugar dulce. Veo un montón de gente

que va y viene de ahí. No me importaría un recuerdo para mí misma.

La Sra Terwilliger se recobró primero.

—¿Puedes decir ese nombre de nuevo? Ha Ha Wonka?

—Ha Ha Tonka —corrigió la chica. Miró entre nuestras caras—.

¿Realmente no han estado allí? Ese ladrillo se parece a esos con los que

están hechas las ruinas. Deberían visitarlas si van a las Ozarks.

En el instante en que se había ido, busqué Ha Ha Tonka en mi

teléfono.

—De ninguna manera —dije—. ¡Hay un castillo en Missouri!

—¿Crees que Jill esté siendo retenida allí? —preguntó Eddie, con los

ojos encendidos. Ya podía decir que se estaba imaginando a sí mismo

rescatándola de alguna torre alta, posiblemente luchando contra un dragón

o un dinosaurio robot en el proceso.

—No es probable. Ella tenía razón sobre la parte de las “ruinas”.

—Les mostré una foto de Ha Ha Tonka, que era una estructura

impresionante, a pesar de haber visto días mejores. No tenía techo, y

algunas secciones de las paredes se habían ido, haciéndolo todo al aire libre

y fácil de caminar a través de él. El edificio era técnicamente una mansión,

no un castillo, y toda la zona se había convertido en un parque estatal lleno

de senderos y otras atracciones naturales. Si Jill estaba allí, no era obvio en

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dónde pudiera estar siendo mantenida cautiva… pero al menos teníamos un

destino ahora, porque la camarera tenía razón en una cosa: Nuestro ladrillo

era exactamente igual a los de las ruinas.

El nuevo conocimiento nos revitalizó, y casi nos olvidamos de

nuestra comida mientras empezábamos a hacer planes. De acuerdo con la

página web del parque, abría sus puertas a las siete de la mañana.

Decidimos llegar tan pronto como pudiéramos entrar y hacer algo de

exploración preliminar. Si había una posibilidad de que pudiéramos tener

algún enfrentamiento similar al que habíamos enfrentado en el museo robot,

entonces iríamos al problema de escabullirnos después del cierre. Con la

manera en que esta rara búsqueda del tesoro se estaba desarrollando, no

había realmente forma de saber lo que podríamos estar enfrentando o lo que

la persona ejecutando esto esperaba de nosotros.

Nos despertamos con energía la mañana siguiente, incluso después

de solo cinco horas de sueño, deseosos de ponernos en marcha y ver qué

secretos mantenía Ha Ha Tonka. El parque estaba a solo una hora de

distancia, pero nos detuvimos en una gasolinera para llenar el auto antes

de entrar en la carretera. Mientras Eddie se hacía cargo del reabastecimiento

de combustible, yo me dirigí dentro de la estación para asegurarme de que

la Sra. Terwilliger y yo tuviéramos más café para el camino. A medida que

me acercaba a la puerta, me detuve de pronto cuando vi a alguien familiar

en el interior.

Mi papá.

Estaba de pie en el mostrador, sacando dinero de su billetera. Su

cuerpo estaba orientado lejos de mí, así que no me podía ver en el otro lado

de la puerta de cristal. La conversación de ayer volvió a mí, y de repente me

pregunté si esto realmente era todo un complot Alquimista para atraparme.

Por un momento, estuve tan paralizada por el miedo que no podía

reaccionar. A pesar de lo incomodo de mi situación de vida en la Corte Moroi

este último mes, no había duda de que era un millón de veces mejor que lo

que había enfrentado en re-educación. Había pensado que había sido capaz

de superar esa horrible experiencia, pero mientras estaba allí, mirando la

espalda de mi papá, de repente encontré difícil respirar. Por lo que sabía,

cincuenta Alquimistas estaban a punto de brotar de todas las direcciones,

arrastrándome de vuelta a una pequeña habitación oscura y condenándome

a una vida de tortura física y psicológica.

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¡Muévete, Sydney, muévete! Me gritaba una parte de mi cerebro.

Pero no podía. Todo en lo que me quedé pensando era en cómo los

Alquimistas me habían superado antes, y eso fue con Eddie a mi lado. ¿Qué

oportunidad tenía yo estando aquí, por mí cuenta?

MUÉVETE, me dije a mí misma de nuevo. ¡Deja de sentirte impotente!

Eso me estimuló a la acción. Comencé a respirar de nuevo y me

aparté lentamente, sin querer hacer nada que pudiera llamar la atención en

su periferia. Cuando no pude verlo más, me di la vuelta y me preparé para

hacer una loca carrera hacia el auto.

En cambio, me encontré con mi hermana Zoe.

Ella había estado caminando hacia la gasolinera, y mi pánico se

disparó de nuevo mientras la miraba. Luego, mientras estudiaba su

expresión de sorpresa total, me di cuenta de algo: yo era la última persona

que esperaba ver aquí. Esta no era una especie de elaborada trampa. Al

menos, no lo había sido hasta que entré en ella.

—Zoe —chillé—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Sus ojos estaban increíblemente abiertos cuando ella intentó su

propia recuperación.

—Estamos en nuestro camino a la instalación de St. Louis. Estoy

empezando una pasantía allí.

Lo último que supe, fue que ella había estado en Salt Lake City con

mi padre, y no pude evitar imaginar un mapa carretero mental. Esta no era

una ruta directa entre los dos lugares.

—¿Por qué no tomaron la I-70? —exigí sospechosamente.

—Había obras y… —Ella sacudió la cabeza, casi con rabia—. ¿Qué

estás haciendo tú aquí? ¡Se supone que debes estar escondida con los Moroi!

—Aumentando mi asombro, me agarró de la manga y comenzó a dirigirme

más lejos de la gasolinera—. ¡Tienes que salir de aquí!

Más asombro.

—¿Estás… ayudándome?

Antes de que pudiera contestar, oí la voz de Eddie.

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—¿Sydney?

Fue todo lo que dijo, pero a medida que Zoe y yo nos dimos la vuelta,

pude ver la aprehensión y la disposición de batalla sobre él. Él se quedó en

donde estaba pero parecía que al instante podía saltar y lanzar a Zoe contra

el edificio si trataba de hacerme daño. Realmente esperaba no tener que

llegar a eso, porque no importaba lo que había pasado entre nosotras, no

importaba lo mucho que me había traicionado, ella seguía siendo mi

hermana. Yo todavía la amaba.

—¿Es verdad? —susurró—. ¿De verdad te torturan en re-educación?

Asentí con la cabeza y lancé otra mirada ansiosa a la gasolinera.

—En más maneras de las que puedes imaginar.

Ella palideció pero respiró resuelta.

—Entonces sal de aquí. Date prisa, antes de que él salga. Ambos.

Estaba impresionada ante su comportamiento reversivo, pero Eddie

no necesitó que se lo dijeran dos veces. Agarró mi brazo y casi me arrastró

hasta el auto.

—Nos vamos, ahora —ordenó.

Le di un último vistazo a Zoe antes de que Eddie me empujara en el

auto, donde la Sra. Terwilliger estaba sentada esperando por nosotros. Mil

emociones pasaron por el rostro de Zoe mientras nos alejábamos, pero solo

pude interpretar algunas. Tristeza. Anhelo. Tan pronto como llegamos a la

carretera me encontraba temblando. Eddie estaba conduciendo y

comprobando con ansiedad el espejo retrovisor.

—No hay señales de persecución —dijo—. No debe haber sido capaz

de ver en qué dirección nos fuimos para decirle.

Poco a poco negué con mi cabeza.

—No… ella no le dijo nada. Ella nos ayudó.

—Sydney —dijo Eddie, en una voz firme pero tratando de ser

amable—, ¡ella es la que te entregó la primera vez! La que comenzó toda esa

pesadilla de re-educación.

—Lo sé, pero…

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Volví a pensar en la cara de Zoe hace un momento, luciendo tan seria

y molesta por la noción de mí siendo torturada. Recordé también el día en

que Adrian y yo habíamos llegado a la Corte, cuando habíamos estado

arrastrándonos delante de la reina y encontramos a un grupo de

Alquimistas ya esperando allí para tratar de recuperarme. Mi padre e Ian,

otro Alquimista que conocíamos, habían hablado mucho acerca de las

equivocaciones que yo había cometido y cómo necesitaba ser eliminada de

los Moroi. Zoe se había quedado en silencio, con el rostro afligido, y yo había

estado demasiado abrumada para pensar mucho acerca de lo que podría

estar sintiendo. Había asumido que había estado demasiado indignada por

mi matrimonio para hablar, por no mencionar el hecho de que mi padre

realmente no dejaba que nadie más dijera una sola palabra.

Ahora de repente me di cuenta de que podría haber habido algo que

me perdí por completo: arrepentimiento.

—Realmente creo que estaba tratando de ayudar —insistí, sabiendo

cuán locas sonaban las palabras, especialmente para Eddie. Él había estado

allí la noche que fui secuestrada, la noche en que ella me había

traicionado—. Algo ha cambiado.

Él no me contradijo pero todavía estaba al borde.

—Me pregunto si deberíamos cambiar nuestros planes, en caso de

que comiencen a explorar la zona en busca de nosotros.

—No —dije con firmeza, sintiendo más y más confianza de mis

sospechas—. No nos va a entregar. A menos que veas señales activas de

alguien viniendo tras nosotros, seguiremos a Ha Ha Tonka.

Estaba cavilando mientras el viaje continuaba, aún asombrada ante

esta nueva revelación de que Zoe podría estar teniendo dudas, si no sobre

los Alquimistas, entonces al menos sobre lo que me habían hecho. Una vez

que me recuperé de mi sorpresa inicial, me encontré sintiendo una emoción

que no había sentido por ella en mucho tiempo: esperanza.

Las nubes fueron adelgazando cuando llegamos al Parque Estatal Ha

Ha Tonka, y las temperaturas de la mañana ya estaban prometiendo un día

sofocante por delante. Nos estacionamos y nos detuvimos en el centro de

visitantes, agrupándonos en torno a un mapa del parque. Aunque había

extensos terrenos y senderos, decidimos que las ruinas del enorme edificio

de piedra, al que incluso el parque se refería como el “castillo”, eran el lugar

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para comenzar, ya con eso era con lo que conectaba directamente nuestra

pista.

Nadie más estaba fuera tan temprano, aparte del personal en el

centro de visitantes. La Sra. Terwilliger y yo caminamos alrededor de las

ruinas de piedra, en busca de signos mágicos y ocasionalmente lanzando

hechizos de detección. Eddie se quedó cerca de nosotras de manera

protectora, haciendo su propia búsqueda también, pero sobre todo

confiando en nosotras para encontrar lo que fuera que estábamos buscando.

La parte de mí que había amado por mucho tiempo el arte y la arquitectura

no pudo evitar quedar atrapada en la grandeza en ruinas alrededor de

nosotros, y deseé que Adrian estuviera conmigo. No habíamos tenido

oficialmente una luna de miel después de nuestra boda, pero a menudo

habíamos hablado de todos los lugares posibles a los que nos gustaría ir, si

solo tuviéramos la libertad de hacerlo. Italia seguía estando en lo alto en mi

lista, al igual que Grecia. Pero sinceramente, me habría quedado

gustosamente con Missouri, si tan solo Adrian pudiera estar conmigo, libres

de persecución.

Después de unas horas de búsqueda, estábamos acalorados y

sudorosos pero no habíamos dado con ningún resultado. Eddie, todavía sin

estar convencido de las intenciones de Zoe, se ponía más nervioso por

quedarnos y quería estar pronto en carretera. A medida que se acercaba la

hora de almorzar y contemplábamos tomar un descanso, algo destelló en mi

periferia. Me giré y miré una de las torres en ruinas del castillo y vi algo

pequeño y dorado brillando en el sol de la tarde. Toqué el brazo de Eddie y

le señalé.

—¿Qué es esa cosa dorada?

Él puso una mano sobre sus ojos y miró de soslayo.

—¿Qué cosa dorado?

—En la torre de ahí. Justo debajo de la abertura de la ventana

superior.

Eddie miró de nuevo y luego dejó caer su mano.

—No veo nada.

Le hice señas a la Sra. Terwilliger y traté de mostrarle.

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—¿Ve eso? ¿Debajo de esa ventana en la torre más alta?

—Parece dorado —dijo ella rápidamente.

Eddie estaba incrédulo y se giró hacia donde indicábamos.

—¿De qué están hablando? No hay nada allí. —Yo podría entender

su incredulidad. La visión Dhampir era superior a la de un humano.

La Sra. Terwilliger lo escrutó por un momento antes de fijar su

mirada de nuevo en la torre.

—Es posible que estemos viendo algo que solo puede ser visto por

aquellos que perciben la magia. Esto podría ser lo que necesitamos.

—Entonces, ¿cómo llegamos a él? —pregunté en voz alta. La torre en

sí era poco más que un alto muro de piedra, y no estaba segura de que

ofreciera grandes puntos de apoyo para escalar. Estaba también en una

sección del castillo detrás de una cerca, advirtiendo a los visitantes el

permanecer en el exterior. Con unos pocos turistas más vagando por ahí,

además del ocasional guardabosques, sabía que no había manera de que

pudiéramos saltar la valla encubiertos.

Eddie nos sorprendió a ambas con una sugerencia mágica.

—Yo podría subirla. ¿No pueden hacer un hechizo de invisibilidad?

—Sí… —comencé—. Pero no va a hacer mucho bien si no puedes ver

lo que estás buscando. Me gustaría poder subir… pero creo que está un

poco más allá de mis capacidades.

—¿Podemos ambos ser invisibles? —preguntó—. Tú te quedas en la

parte inferior y me guías. Me dices a dónde ir.

La Sra. Terwilliger volvió invisible a Eddie, y luego lancé el mismo

hechizo sobre mí misma. No era un particularmente fuerte hechizo de

invisibilidad, y cualquiera buscándonos sería capaz de detectarnos. No

queríamos lanzar un hechizo más fuerte, en caso de que tuviéramos que

defendernos más tarde, y estábamos tomando fe de que ningún turista o

guardabosques esperara encontrar a alguien subiendo por las paredes de

las ruinas.

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Invisibles, Eddie y yo nos montamos fácilmente en la valla y nos

acercamos a la torre en cuestión. De cerca, ahora tenía una mejor idea de

qué era el objeto dorado.

—Se ve como un ladrillo —le dije.

Él siguió mi mirada, incapaz aun de ver lo que yo veía.

—Voy a tomar tu palabra en esto.

La superficie de la torre era rugosa e irregular, con asideros erráticos

y otras aperturas que antes eran ventanas. Yo no habría sido capaz

escalarlas, pero Eddie lo hizo hábilmente, sus fuertes músculos trabajaban

agarrándose a los lugares para descansar las manos y los pies mientras

hacía su camino lentamente. Cuando llegó a la ventana superior, por lo

menos tenía un lugar para descansar y permanecer sobre el borde de la

apertura. Elevándose, alcanzó un ladrillo al azar.

—¿Ahora qué?

—Está tres ladrillos más a tu izquierda y dos más arriba —le grité.

Él contó y movió su mano, dejándola en lo que yo veía como un

ladrillo dorado.

—¿Es este? Esta suelto. Puedo sacarlo.

—Es ese.

Me tensé mientras él sacaba el ladrillo de la pared, no sentí ninguna

trampa obvia desde esta distancia, pero por todo lo que sabía, la estructura

entera podría ceder a nuestro alrededor cuando él lo sacara. Con un

pequeño esfuerzo salió. Ambos, Eddie y yo nos congelamos. Esperando por

algún enjambre de fotianas o algún otro desastre. Cuando no pasó nada,

tiró el ladrillo al suelo a mi lado y empezó a bajar. Una vez que estuvo a

salvo en el suelo, nos apresuramos a salir del área cerrada y le llevé el

ladrillo a la Sra. Terwilliger.

Los tres nos apiñamos alrededor del ladrillo, esperando por una

revelación, pero no conseguimos nada. Lazamos más hechizos e intentamos

emparejarlo con el ladrillo original que habíamos traído de Pittsburgh. Aun

nada. Preguntándonos si había más ladrillos dorados alrededor, hicimos

otra búsqueda de la propiedad pero no vimos nada. Estábamos acaloraos y

hambrientos ya y decidimos hacer un descanso e ir a comer algo. Fuimos al

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restaurante Alemán y nos sorprendimos al ver lo atestado que estaba igual

que otros restaurantes con lo pequeña que era la ciudad.

—Hay una convención de pescadores en la ciudad —nos dijo nuestro

camarero—. Espero que hayan reservado hotel si esperan quedarse.

No teníamos ninguno aun, sin embargo, habíamos hablado de pasar

la noche para seguir buscando en el parque mañana.

—Quizás podamos encontrar otro cercano al pueblo —reflexioné.

El camarero se iluminó.

—Mi tío lleva un camping que tiene vacantes ahora mismo. Diablos

incluso alquila tiendas y todo. Más barato que un hotel.

El precio no era un problema, pero después de una breve discusión,

decidimos seguir su oferta e ir al camping, simplemente por la proximidad

al parque. Fuimos capaces de alquilar lo que necesitábamos, asentarnos y

hacer otro viaje a Ha Ha Tonka antes de que cerrara para la noche. Una vez

más, no encontramos ninguna respuesta ni en el parque ni en el ladrillo.

Intentamos decirnos a nosotros mismo que la mañana nos traería una

nueva perspectiva, pero ninguno de nosotros le daba voz a las ardientes

preguntas que había entre nosotros: ¿Qué íbamos a hacer si no éramos

capaces de revelar los secretos del ladrillo?

Quería discutirlo con Adrian, pero aun no teníamos comunicación

desde mi última actualización. Obedientemente, le mandé otro reporte de

cómo iba y me preparé para irme a la cama, incapaz de admitir lo mucho

que me molestaba su silencio. Cansada por el largo día, me dormí pronto en

la tienda alquilada…

… y fui despertada unas horas más tardes por un Eddie en pánico.

—¡Sydney! ¡Jackie! ¡Despierten!

Abrí los ojos y al instante me enderecé.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

Él estaba parado en la apertura de la tienda, apuntando hacia

afuera. La Sra. Terwilliger y yo saltamos a su lado y miramos lo que estaba

señalando. Allí fuera a la luz de la luna, rezumaba por el suelo un charco

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brillante que parecía como oro fundido, viniendo hacia nosotros. Donde

tocaba dejaba hierba quemada y tierra atrás.

—¿Qué es eso? —exclamé.

—El ladrillo —dijo Eddie—. Estaba de guardia y noté que empezaba

a brillar, lo agarré y casi me quema la mano. Lo tiré fuera y se derritió en

eso.

La Sra. Terwilliger murmuró un rápido encantamiento mientras la

mancha casi llegaba a nuestra tienda. Una invisible onda de poder salió y

golpeó el oro fundido retrocediéndolo unos centímetros. Luego comenzó a

avanzar hacia nosotros otra vez.

—Maravilloso —murmuré. Ella repitió el hechizo, pero estaba claro

que solo era una solución temporal.

—¿Podemos atraparlo? —pregunté—. Hay muchas piedras

alrededor. ¿Podemos hacer algún tipo de cercado?

—Está quemando las piedras en su camino —dijo Eddie

sombríamente.

La Sra. Terwilliger se dio por vencida con el hechizo de fuerza y lanzó

uno de congelación similar al que usó en el museo del robot. Dirigió una

ráfaga de frio amargo contra el charco fundido, que detuvo su avance. La

mitad de la mancha empezó a solidificarse, a pesar de que la otra mitad aún

estaba liquida y en movimiento e intentaba zafarse arrastrando su parte

congelada.

—¡Sydney, encárgate del otro lado! —dijo la Sra. Terwilliger.

Me apresuré a obedecer, corriendo desde la tienda y poniéndome al

otro lado de la mancha, que se había convertido en líquido ahora que ella

había detenido el hechizo momentáneamente. La mancha se movió hacia la

tienda otra vez, y la Sra. Terwilliger levantó sus manos.

—A la de tres —ordenó—. Uno… dos… ¡tres!

Simultáneamente, liberamos hechizos de congelación, atacando

desde ambos lados. La masa se retorcía y retorcía en la garras de la magia,

pero poco a poco comenzó a solidificarse. Yo nunca había mantenido el

hechizo por mucho tiempo, pero la Sra. Terwilliger no iba a dejar ir la magia.

Seguí sus indicaciones, hasta que al final, el oro se detuvo completamente,

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en una masa con forma irregular. Dejamos ir la magia y con cuidado nos

acercamos. El oro permaneció como estaba.

—Eso fue raro —dije—. No tanto como el último ataque. —Aún tenía

unos pocos cortes de las pequeñas luciérnagas mágicas que nos

persiguieron en Pittsburgh.

—Solo porque no nos alcanzó —advirtió la Sra. Terwilliger—. Odio

pensar lo que hubiese pasado si todos hubiésemos estado dormidos en la

tienda cuando se licuó.

Temblé, sabiendo que tenía razón.

—Pero, ¿qué significa?

Ninguno de nosotros tenía una respuesta inmediata. Pero Eddie nos

sorprendió cuando hablo un momento después.

—Yo he visto esto antes.

—¿Un ladrillo de oro que se convierte en un charco mortal y funde el

metal? —pregunté.

Me lanzó una sonrisa débil.

—No. Mira la forma. ¿No te parece familiar?

Ladeé mi cabeza para estudiar la forma dorada ante nosotros. No

parecía haber ningún diseño. Era amorfa, un forma un poco ovalada que

parecía que se había endurecido de esa forma por coincidencia. La intensa

mirada de concentración de Eddie decía que él pensaba de otra forma.

Después de unos momentos de concentración, la revelación iluminó sus

rasgos. Saco su teléfono y escribió algo. Con la cobertura de mala calidad

del parque, le tomó un poco al teléfono encontrar lo que Eddie necesitaba,

pero cuando lo hizo, estaba triunfante.

—Aquí. Miren.

La Sra. Terwilliger y yo dimos un vistazo a la pantalla del teléfono y

encontramos un mapa de la gran área de Palm Springs. Al momento, me di

cuenta en qué se había convertido.

—Es el Lago Saltón —respiré—. Buena memoria Eddie.

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El Lago Saltón era un lago salado a las afueras de Palm Springs, y el

charco de metal frente a nosotros tenía la misma forma que el cuerpo del

agua del lago. La Sra. Terwilliger sacudió la cabeza y dio un bufido de

disgusto.

—Maravilloso. Dejé Palm Springs para prevenirlos, me veo envuelta

en una cacería mágica y cuando me pongo en ello, después de todo el

esfuerzo, hay que volver a casa.

—¿Pero, por qué? —preguntó Eddie—. ¿Ha estado Jill ahí todo el

tiempo? Y quien es el que está detrás tirando de los hilo de todo esto…

—¡Atrás! —gritó la Sra. Terwilliger levantando las manos

advirtiéndonos.

Ni siquiera Eddie se pudo apartar lo suficientemente rápido de lo que

ella había visto. La masa dorada había empezado a temblar, como si de

repente estuviese llena de energía que necesitaba salir. Intenté lanzar un

hechizo de protección pero incluso mientras las palabras se formaban en

mis labios sabía que no iba a ser lo suficientemente rápida. La masa explotó

en pequeñas cuchillas doradas que venían hacia nosotros, entonces se

detuvieron. Golpearon una barrera invisible y cayeron indefensas al suelo.

Me quedé mirando a donde caían, mi corazón latía fuertemente, ante

el pensamiento de que la Sra. Terwilliger no hubiese sido lo suficientemente

rápida. Así que fue una sorpresa cuando me dijo:

—Excelentes reflejos, yo no lo hubiese hecho a tiempo.

Aparté la vista de las cuchillas.

—¿No lanzó usted el hechizo?

Ella frunció el ceño.

—No. Pensé que lo hiciste tú.

—Lo hice yo —dijo una voz detrás de nosotros.

Me giré alrededor y jadeé cuando, increíblemente Adrian emergió de

entre los árboles. Olvidando la tragedia que casi había tenido lugar, corrí

hacia sus brazos, dejándolo levantarme.

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—¿Qué estás haciendo aquí? —exclamé—. No importa. —Lo besé

fuertemente, tan abrumada que no me importaba que Eddie y la Sra.

Terwilliger estuvieran cerca. Estar lejos de él estos últimos días había hecho

que me doliera el corazón más de lo que hubiese esperado, y creo que ambos

estábamos sorprendidos de que fuera él el que rompió el beso.

—Te dije que encontraría una forma de llegar aquí —dijo, sonriendo.

Su mirada cayó sobre las cuchillas y su sonrisa se esfumó—. No demasiado

pronto, supongo.

Con sus brazos aun a mí alrededor, me giré hacia las cuchillas, las

cuales brillaban siniestramente sobre la hierba. Un recuerdo surgió

lentamente dentro de mí.

—He visto esas antes —dije, sonando igual que Eddie lo había hecho

antes.

La Sra. Terwilliger exhaló una temblorosa bocanada de aire.

—Es un hechizo desagradable. No uno que se lanza a la ligera.

—Lo sé —dije suavemente—. Lo he lanzado antes.

Todo el mundo se giró hacia mí con asombro.

—¿Cuándo? —preguntó ella—. ¿Dónde?

—En su casa… su antigua casa, antes de que se quemara. —Me

corregí. Cientos de recuerdos me atravesaron. Y el mundo se tambaleó un

poco cuando de repente hice la conexión. Había pensado que no conocía a

nadie capaz de utilizar este tipo de magia humana, nadie que quisiera ir tras

de mí, al menos. Había estado equivocada. Enfrenté las miradas expectantes

de mis amigos—. Es el hechizo que utilicé para matar a Alicia —expliqué.

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Traducido por Paaau

Corregido por Lizzie Wasserstein

licia DeGraw estaba viva.

Era una sorpresa para mí, así que solo

podía imaginar cómo debía sentirse Sydney.

Pensaba que había matado a Alicia. Alicia

había sido la aprendiz de la hermana de

Jackie, Veronica, pero se había vuelto una sinvergüenza. Lo que no era algo

insignificante, viendo que Veronica no era un modelo a seguir. Había estado

obsesionada con robar la juventud y poder de otras brujas, dejándolas en

coma por el resto de sus vidas. Alicia se había vuelto contra su mentora,

tomando su poder, y luego había ido tras Jackie. Sydney y yo habíamos

estado envueltos en una batalla en la casa de Jackie a fines del año pasado,

una batalla que había resultado en que dicha casa se quemara hasta sus

cimientos. No sabíamos con seguridad si Alicia lo había logrado, pero ahora

teníamos nuestra respuesta.

—Estoy destrozada —admitió Sydney, agitando el café que aún debía

beber. Habíamos abandonado el camping para discutir asuntos en una

restaurante abierto las veinticuatro horas, y era un signo de preocupación

que el café estuviera intacto. Estaba bastante seguro que nunca la había

visto dejar de lado el café en todo el tiempo que llevábamos juntos—. Parte

de mi está aliviada de que en realidad no maté a nadie. Por otro lado…

Bueno, esto complica un poco las cosas.

—¿Estás segura? —preguntó Jackie al otro lado de la mesa—. ¿Esas

son las mismas?

Sydney levantó una cuchilla dorada, la única que había guardado del

campamento. El resto había sido destruido.

A

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9

—Segura. No olvidas algo así. La noche que luché con ella, transformé

unas bolas de movimiento continuo en cuchillas iguales a estas.

—Recuerdo esas —murmuró Jackie, casi melancólicamente—. Fueron

un regalo de fin de año de un ex estudiante. Creo que él esperaba que

subiera su promedio.

Sydney parecía no haber oído. Había una mirada atormentada en sus

ojos.

—Lancé las cuchillas a Alicia. Fue instinto. Cayó por las escaleras de

tu sótano, y no me podía quedar para ver qué había pasado… no con todo

el fuego.

Puse mi mano sobre la suya.

—Hiciste lo que tenías que hacer. Fue lo correcto. Ella era, es, una

persona malvada.

—Supongo —dijo Sidney con un suspiro—, y supongo que esto

responde nuestras preguntas. Hemos intentado descubrir quién tiene algo

en contra mía y puede usar magia humana. Ella encaja perfectamente.

—Ahora que sabemos qué está buscando, vamos tras ella y

recuperemos a Jill —gruñó Eddie. Esta vida en la carretera lo había hecho

afeitarse incluso menos que antes, y estaba de camino a tener barba—. Ella

dejó esa pista: Está en Palm Srpings. Necesita que la detengan de una vez

por todas.

—Estoy de acuerdo —dijo Sydney, saliendo de su trance anterior—.

Necesitamos terminar esto y recuperar a JIll. Ninguno de nosotros va a

dormir pronto… Podríamos empezar a viajar ahora e ir hacia Palm Springs.

—Tú no —dijo Jackie—, no quiero que te acerques a Palm Springs.

—¿Qué? —exclamó Jackie. Su intensidad igualaba la de Eddie—. ¡Pero

esa es la siguiente pieza! Alicia prácticamente nos lo dijo.

—Y esa es la razón de por qué no nos apresuraremos… al menos no

por ahora.

—Pero Jill… —comenzó Eddie.

Jackie negó con la cabeza.

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—Aún no sabemos qué tan involucrada está Jill en esto. Lo que

sabemos es que Alicia está usando a Sydney como carnada y quiere que

vaya a Palm Springs, donde probablemente hay una trampa

cuidadosamente puesta. También está usando su antiguo patrón de

desgastar al enemigo primero. Esta “búsqueda del tesoro” no fue solo para

su entretenimiento. Fue para debilitar la magia de Sydney. Si corres hacia

Palm Springs ahora, después de la magia que has usado estos últimos días,

probablemente sucumbirás a lo que sea que ella planea. Entonces te

perderemos y nunca descubriremos que le sucedió a Jill.

Me sentí en conflicto y aumenté mi agarre en la mano de Sydney. Podía

entender por qué Jackie quería mantener a Sydney alejada del peligro.

También quería eso. Pero también sentía aumentar la presión, al igual que

todos. Cada día que pasaba ponía a Jill en peligro. ¿Cómo no hacer algo

cuando teníamos una pista?

—Pero... —continuó Jackie, como si leyera mi mente—, eso no quiere

decir que tenga intenciones de abandonar a Jill. Quiero dirigir una

búsqueda a Palm Springs, específicamente al área del Lago Saltón, pero

planeo hacerlo con el respaldo adecuado.

Eddie y yo estábamos confundidos, pero Sydney, como siempre, lo

entendió rápido.

—Stelle —dijo ella, refiriéndose al aquelarre de brujas al que se había

unido.

Jackie asintió.

—Ellas y otras. Alicia no es solo problema tuyo; ella representa un

problema para toda la comunidad mágica. Y por tanto, toda la comunidad

debe lidiar con ella. Las reuniré, y dirigiremos una búsqueda, usando

medios mágicos y convencionales. Tú, mientras tanto, estarás en algún

lugar seguro, muy lejos.

—Y yo me quedaré contigo —dije, sintiéndome un poco mejor sabiendo

que Jill no estaba siendo abandonada. Era duro, casi como si tuviera que

elegir entre ella y Sydney, pero sonaba como que Jackie no se quedaría

sentada sin hacer nada.

—Iré contigo —dijo Eddie a Jackie. Luego se giró hacia Sydney y yo—.

Eso es… —El conflicto en su rostro reflejaba lo que yo sentía adentro.

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—Ve —le dije—, estaremos bien. Nadie sabe aún que nos hemos ido.

Desapareceremos en algún lugar y estaremos bien.

Eddie dudó de nuevo. Odiaba tener que arruinar su lealtad, pero al

menos asintió.

—Mientras crean que estarán bien. ¿Cómo saliste sin que nadie

supiera?

—Te lo diré en otro momento —dije.

Pude adivinar por la expresión de Sydney que ella también estaba

interesada en esa historia. En cambio, miró a Jackie.

—Pero quiero que me llames tan pronto como usted y las otras brujas

tengan todo seguro. Tan pronto como piensen que es seguro, quiero ser

parte de la búsqueda de Jill.

—A menos que la encontremos primero y derrotemos a Alicia —insistió

Eddie.

Sydney le dio una pequeña sonrisa que sugería que no pensaba que

fuese así de fácil.

—Me encantaría.

Los cuatro discutimos algunos detalles más antes de separarnos. Podía

decir que aun molestaba a Eddie que nos fuésemos, y él estaba más que

avisado en que deberíamos pasar inadvertidos y no atraer ningún tipo de

atención. También quería enviar a Neil a cuidarnos, pero Sydney desechó

esa idea, diciendo que sería más fácil para nosotros simplemente escapar.

Todos acordamos que Nail podría ser útil en Palm Springs cuando nos

acercáramos a Alicia, así que Eddie prometió hacer que sucediera.

—No te preocupes —le aseguré a Eddie, dándole palmadas en la

espalda luego de más observaciones para ser precavidos—, no tengo

intención de hacer nada que deje saber a los Alquimistas o Moroi que

dejamos la Corte. Ve a hacer tus cosas, nosotros haremos las nuestras, y

luego puedes decirnos cuando sea seguro unirnos a ustedes.

Jackie y Eddie acordaron que no querían saber hacia dónde nos

dirigíamos Sydney y yo. Entre menos supieran, menos posibilidades de que

accidentalmente se lo revelaran a alguien. Sin embargo, ambos sabían la

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clase de lugares a los que podríamos ir, y finalmente tuve que despacharlos

y decirles que estaríamos bien.

Eso nos dejó a Sydney y a mí en nuestro automóvil alquilado, de pronto

enfrentado infinidad de opciones. También era la primera vez que

estaríamos realmente solos en mucho tiempo.

—Es un poco sobrecogedor —me admitió mientras nos quedábamos en

el estacionamiento del restaurante—. Es como si de pronto pudiéramos vivir

de cualquiera de nuestros planes de escape.

—Bueno, no de cualquiera —indiqué—, estamos en mitad de los

Estados Unidos y necesitamos refugiarnos en alguna parte en cinco horas

para poder, mmm, reunirme con Nina en un sueño.

Los ojos de Sydney se ampliaron.

—¿Qué?

Suspiré y encendí el motor del automóvil.

—Déjame explicarme.

Sabía que todo se sabría… Solo no había esperado que tan pronto. Así

que nos dirigimos por la carretera hacia el norte, y le resumí a Sydney lo

que había pasado en los días que habíamos estado separados. Nina había

sido fiel a su palabra de cubrirme. Me había sacado de la Corte en su propio

automóvil, usando la coacción en el guardia de la puerta para que no

recordara haberme visto. Luego de dejarme en un pequeño aeropuerto

regional, había prometido ir a nuestras habitaciones y quedarse con mi

mamá. En las veinticuatro horas que me había llevado tomar un avión y

conducir hasta donde estaba Sydney, tuve noticias de Nina y mi mamá.

Nadie había ido a buscarme, y Nina había ido hasta el vestíbulo y tuvo una

conversación llena de coacción que convenció a la asistente de que me había

visto salir hacia y volver de una alimentación.

—Y ahora tengo que mantener mi parte del trato —le expliqué a Sydney,

una vez que resumí la historia.

—¿Utilizando un montón del espíritu que la está enloqueciendo? —

gritó Sydney—. ¡Adrian, me prometiste que lo dejarías!

No lo entiende, gruñó tia Tatiana. ¡Hiciste esto por ella!

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Sentí aumentar mi rabia en respuesta.

—¡Era la única forma de alejarme de la Corte!

—No tenías que haberte alejado de la Corte —argumentó Sydney—,

estábamos bien. Solo necesitabas mantenerte a salvo y cubrirnos.

—¿Estar bien? ¡Te salvé de casi ser partida en dos por esas cuchillas!

Sydney cruzó sus brazos sobre su pecho y miró obstinadamente por la

ventana hacia afuera.

—No sabemos qué tan malo habría sido el daño, y la Sra. Terwilliger y

yo podríamos haber dicho un hechizo en el último minuto. Pero esto… ¡Usar

el espíritu para hablar con Nina! ¡Si sabemos el tipo de daño que puede

hacer! Dijiste que ella estaba en mal estado.

—Mi ayuda evitará que se ponga peor —repliqué—, una vez no va a

dañarme.

Sydney se giró hacia mí, incrédula.

—¡No! No una vez. ¡Nunca! ¡No puedes hacer esto! ¡No puedo

permitírtelo!

¿Desde cuándo tiene ella el control? demandó la tía Tatiana, furiosa.

¡Apenas un mes de casados y ya está dirigiendo tu vida! No puedes dejar que

eso suceda. ¡Dile que no puede controlarte!

Estaba tan molesto como el fantasma en mi cabeza, y abrí la boca, listo

para responderle algo violento. Entonces, pude ver la silueta de su rostro

gracias a las luces de otro automóvil que pasaba. La preocupación y el amor

que vi en sus facciones perforó mi corazón, y así, la rabia me abandonó.

Te está engañando, insistió tía Tatiana.

No, le respondí. Solo se preocupa por mí. Quiere ayudar.

A Sydney, le dije:

—Está bien. Tienes razón. No es una buena idea. No me meteré en el

sueño. Simplemente encontraré… alguna manera… de explicarle las cosas

a Nina. —Me sentí culpable de no cumplir mi palabra con Nina, pero tenía

votos más importantes que me unían a Sydney. Cuando vi el alivio que las

palabras le trajeron, supe que había tomado la decisión correcta.

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A Nina no le va a gustar esto, siseó tia Tatiana.

No estoy casado con Nina, respondí.

Sydney puso su mano sobre la mía.

—Gracias, Adrian. Sé que no es fácil. Sé que quieres ayudar.

—Lo hago —admití, aún en conflicto con la decisión. El instinto de

ayudar a Nina era tan, tan fuerte—, pero hay un precio por ello. Mi salud

mental no lo vale. —Apreté la mano de Sydney—. Nuestra relación no lo vale.

Te lo dije, a Nina no le va a gustar esto, me advirtió tía Tatiana de nuevo.

Puedes darte golpecitos en la espalda por proteger tu salud mental, pero la

de ella se fue hace mucho. No dejará que simplemente abandones el trato.

Ya me ocuparé de Nina. Por ahora, vale la pena tener un poco de tiempo

a solas con Sydney sin estar discutiendo.

Era cierto. Sydney y yo no habíamos tenido nada cercano a esta clase

de libertad en mucho tiempo, e incluso si estábamos atrapados en la mitad

de Estados Unidos en vez de en una isla tropical, las opciones frente a

nosotros de pronto parecían infinitas. Luego de repasar algunos mapas,

finalmente fuimos hacia Council Bluffs, en Iowa. No gritaba emoción

exactamente, pero ese era el punto. Más importante, estaba muy lejos de los

Alquimistas en St. Louis e incluso más lejos de Palm Springs, en donde

Alicia esperaba que Sydney apareciera. Discutimos sobre registrarnos en

una Hotel reconocido, y finalmente elegimos una pequeña posada justo

fuera del pueblo. Llegamos por la mañana y fuimos recibidos por un cartel

que proclamaba: BIENVENIDOS AL ALOJAMIENTO DE LA ARDILLA

NEGRA.

—Oh, no —gruñó Syndey—, por favor no dejes que sea como ese lugar

en Los Ángeles. No sé si pueda soportar una habitación decorada por

completo con ardillas.

Sonreí, pensando en la vez que con Sydney y yo habíamos llegado a

otra posada que había tomado los conejos en un nivel totalmente nuevo de

decoración.

—Oye, vamos, después de todo lo que hemos pasado, ese es el último

de nuestros problemas.

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Pero cuando entramos, estuvimos gratamente sorprendidos de que

estaba muy bien decorada en colores neutrales y modernos. Sin edredones

de ardillas o esculturas de ardillas a la vista. La recepcionista, aunque

sorprendida de ver huéspedes tan temprano, estaba feliz de darnos la

bienvenida y darnos una habitación.

—¿Qué pasa con el nombre de la posada? —pregunté mientras pagaba

por la habitación.

La recepcionista, una amable mujer de mediana edad, sonrío.

—Oh, eso es en honor a Cashew.

—¿Cashew? —preguntó Sydney.

La recepcionista asintió.

—Nuestro huésped, una ardilla negra. Lo había llamado nuestra

mascota… pero, bueno, es mucho más que eso.

Miré más allá del vestíbulo.

—¿Tiene una jaula aquí o algo?

—Oh, no —dijo ella—, eso sería cruel. También ilegal. Él… —Se encogió

de hombros y apuntó vagamente con su mano—, bueno, está ahí en alguna

parte.

—¿A qué se refiere con “alguna parte”? —le preguntó Sydney,

incómoda—. ¿Afuera?

—Oh, no —dijo la recepcionista—. El pobrecito no sabría qué hacer ahí

afuera.

Los ojos de Sydney se ampliaron.

—Espere. Si no está afuera, eso significa que…

—Vamos a llevarlos a su habitación —nos dijo de pronto la

recepcionista—, tengo su llave justo aquí.

La habitación a la que nos llevó tenía una acogedora sala de estar y

acceso a una terraza privada, también una gran cama doble. Luego de un

incómodo día de viaje, deseaba poder dormir un poco y descansar de verdad.

Sin embargo, antes de poder lanzarme sobre el colchón, sabía que tenía que

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ponerme en contacto con Nina y decirle que el trato había acabado. Cuando

Sydney dijo que quería tomar una ducha, vi la oportunidad perfecta. Era

alrededor de la hora en que Nina estaría durmiendo, esperando que me

pusiera en contacto gracias a un sueño espíritual. No necesitaba estar

dormido para eso, solo en un estado de meditación.

Me senté en la cama, calmándome y cerrando mis ojos, llamando solo

suficiente del espíritu para alcanzar a Nina. Sin embargo, mi estado de

tranquilidad fue roto cuando escuché un grito que provenía del baño. Abrí

mis ojos y crucé la habitación, abriendo la puerta.

—¡Adrian, cuidado! —gritó Sydney.

Una forma pequeña y borrosa dejó la encimera, aterrizando justo sobre

mi pecho. Por instinto, lo lancé lejos. Aterrizó en el piso y se escurrió por la

habitación. Sydney, envuelta en una toalla, salió y se paró junto a mí.

—Creo que se metió bajo la cama —dijo ella.

—Es mejor que esa cosa no se me acerqué de nuevo —murmuré,

caminando con cautela hacia el borde de la cama.

Has enfrentando cosas mucho peores que esto, dijo tía Tatiana. Deja de

ser tonto.

Sydney me siguió y cuando levanté una esquina del edredón, ella movió

la mano en un gesto que reconocí como de lanzar hechizos. Segundos

después, sentí una brisa bajo la cama. Momentos después, la ardilla,

Cashew, supuse, salió y comenzó a correr frenéticamente por la habitación.

Sydney, sobreponiéndose a su sorpresa anterior, corrió hasta la puerta que

daba a la terraza y la abrió. Después de algunas vueltas, la ardilla lo notó y

salió hacia afuera. Sydney cerró de un portazo tras de él, y por varios

segundos, ambos nos quedamos de pie ahí.

—¿Por qué —preguntó finalmente—, nada puede ser solo simple para

nosotros?

—Mírate —la molesté, caminando hacia ella—, venciendo sin miedo a

Cashew, la Ardilla Trastornada.

—No era tan valiente al comienzo —admitió ella—. No cuando saltó

hacia mí cuando estaba a punto de meterme en la ducha.

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La acerqué a mí, de pronto dándome cuenta de lo poco que estaba

vistiendo y lo hermosa que se veía, incluso después de una batalla con una

ardilla.

—Oye, fuiste más valiente que yo. Y mira, lo hiciste sin dejar caer la

toalla.

El asombro iluminó las facciones de Sydney mientras me dejaba

acercarla un poco más. Tocó el borde de la toalla, en donde se envolvía

alrededor de su pecho.

—Depende de cómo la dobles —dijo de forma práctica—. Hazlo de la

manera correcta y nada se caerá.

—Desafío aceptado —murmuré, bajando mis labios hasta los de ella.

Se derritió sobre mí, tibia, vibrando y oliendo exquisitamente como

Sydney. La presioné contra la pared, acercándonos más, y envolvió una

pierna alrededor de mi cadera. Deslicé una mano por la piel de su muslo,

suave y perfecta, y me golpeó que estábamos solos por primera vez en mucho

tiempo. Mi madre no estaba al otro lado de la puerta. No teníamos una Corte

entera de Moroi rodeándonos, esperando que saliéramos, o un grupo de

Alquimistas persiguiéndonos más allá de sus paredes. Nos habíamos

perdido. Habíamos hecho un plan de escape. Nadie sabía que estábamos

aquí. Si queríamos, el poder de desaparecer estaba frente a nosotros.

Pensar en eso, en que estábamos realmente solos por primera vez,

provocó una nueva intensidad entre nosotros. Había un calor en Sydney

mientras me besaba y entrelazaba sus dedos en mi cabello, que me hacía

recordar nuestros primeros días juntos. La levanté fácilmente en mis brazos

y la llevé hasta la cama, asombrado de cuan liviana podía sentirse la fuerte

mujer que conocía.

También me sorprendió lo difícil que era sacar esa toalla.

Sydney se rio suavemente, recorriendo mi pecho con sus dedos. La luz

del sol que entraba por la ventana hacía parecer que estuviese hecha de oro.

—Oh, oh —dijo—, ¿vas a fallar en tu desafío?

Finalmente desaté el nudo y saqué la toalla, lanzándola lo más lejos

que pude.

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—Claro que no —dije, siempre consciente de su cuerpo—. Se requiere

mucho más que eso para mantenerme lejos. Tienes que intentarlo más la

próxima vez.

Ayudó a sacarme la camisa.

—¿Y por qué querría hacer eso?

Nos besamos de nuevo, y mientras nos enredábamos en el otro,

descubrí que todas las preocupaciones que me perseguían desaparecían.

Nina, los Alquimistas, Alicia… incluso tía Tatiana. No había nadie más que

Sydney y yo en el mundo, y lo único que importaba era nuestro amor y cómo

me sentía en sus brazos. Era una alegría que iba más allá del placer físico,

pero estaría mintiendo si dijera que no había suficiente de eso.

Después, sudados y exhaustos, nos acurrucamos mucho más

calmados. Ella descansó su cabeza en mi pecho y besé su frente. Decidí

entonces que lo mejor que podía pasar era que Jackie llamara y nos dijera

que se habían encargado de Alicia, Jill estaba libre y Sydney y yo podíamos

vivir felices para siempre en Council Bluffs. Me dormí, soñando felizmente

con esa fantasía.

Fue muy corto, sin embargo, mientras era lanzado en un sueño muy

distinto. La advertencia de tía Tatiana volvió a mí, Nina no iba a dejar pasar

nuestro trato.

—¿Dónde has estado? —exclamó Nina. La granja en Wisconsin se

materializó ante nosotros—. Se suponía que me encontrarías.

Miré alrededor, intentando recordar mis modales ante este inesperado

cambio de escenario.

—Yo, eh, lo siento. Me distraje en el mundo real y me dormí.

—Bueno, no hay problema —dijo enérgicamente—. Simplemente

guiaré el sueño. Recuerda, debes manejar más espíritu esta vez.

Mis ojos se ampliaron.

—No, Nina… espera…

Pero Nina no estaba escuchando. Estaba demasiado absorta en su

misión de encontrar a Olive. Sentí a Nina llamar al espíritu y traer a otra

persona con nosotros. Momentos después, Olive comenzó a materializarse

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en la habitación frente a nosotros, entre sombras y a oscuras igual que

antes. Y al igual que antes, el pánico sobrecogió a Olive, y comenzó a luchar

para alejarse de Nina. Esta vez, sabiendo qué esperar, estaba más

consciente de lo que pasaba.

Desde el último intento, revisé todo lo que pude sobre el caminar en

sueños, aunque no había mucho que ver. Incluso había hablado con Sonya,

y decidimos que dependía de la voluntad de Olive. Si su motivación era lo

suficientemente fuerte, podía resistirse al usuario del espíritu que

controlaba al sueño en el que estaba. Y claramente, eso estaba sucediendo

ahora.

Eres tan fuerte como Nina, me recordó tía Tatiana. Más fuerte que

cualquier caminante de sueños.

Lo sé, le dije. Y mientras veía disolverse la habitación, tomé una

decisión impulsiva, en contra de lo que le dije a Sydney que haría.

—Deja ir el sueño —le dije a Nina.

Entendiendo mi intención, lo hizo. Estaba listo, reuniendo el espíritu,

y me lancé en convertirme en el nuevo amo del sueño. La granja, que había

estado temblando, comenzó a materializarse otra vez. También Olive

comenzó a solidificarse.

—¡No! —gritó.

Nina se apresuró hasta ella.

—¡Olive, te he extrañado tanto!

El rostro de Olive estaba lleno de miedo, y se hizo hacia atrás

rápidamente, envolviendo fuertemente el manto alrededor de ella.

—No… no. ¡Por favor déjame en paz!

Y así, comencé a sentir que el sueño se deslizaba lejos de mí. A pesar

de mi agarre, la resolución de Olive aún ganaba. Aparecieron grietas en la

madera. Los muebles cayeron al suelo. Las ventanas llenas de sol se

volvieron negras. Llamé al poder del espíritu, empujando más magia a través

de mí para poder pelear contra la usurpación de Olive. El espíritu quemaba

dentro de mi cuerpo, pero ella ya había quemado la cara del sueño. La casa

había desaparecido, reemplazada por lo que parecía el estacionamiento de

un hotel. Una parpadeante farola arrojaba luz sobre nosotros,

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inquietantemente complementada con la luz roja de un letrero de neón

colgando en la ventana del vestíbulo. Esas deberían haber sido calles llenas

de personas, pero incluso no había automóviles. Un silencio misterioso

dominó hasta que hablé.

—Lo siento, fue demasiado rápida —le dije a Nina—. ¿En dónde

estamos?

Dio un paso más cerca, el miedo llenando su rostro.

—Aquí es donde nos atacaron junto a nuestro padre. Cuando Olive fue

convertida. Estaba este Strigoi…

Antes de poder terminar, dos amenazantes figuras emergieron detrás

de las sombras de una camioneta. La luz hacía que su piel pálida se viera

incluso más espantosa. No podía ver el rojo en sus ojos, pero la maldad en

ellos llegó, sin importar lo débil de la luz. Gruñeron, descubriendo colmillos

similares a los míos, con la excepción de que su única intención era matar.

Aferré la mano de Nina y di un paso hacia atrás.

—No pueden matarnos en un sueño —dije, mi boca de pronto seca—,

no realmente.

—No, pero nos despertarán —dijo ella—, y Olive se habrá ido otra vez.

—No si los aniquilamos primero.

El terror me llenó, incluso aunque sabía que los Strigoi solo eran parte

del sueño. Toda mi vida había estado demasiado condicionado ante ellos

para sentir nada excepto miedo. Pero lo que había dicho era cierto: no podías

morir en un sueño espiritual. Simplemente despertarías. Y antes de eso,

sentirías un dolor terrible y profundo. No son reales, me dije a mi mismo.

Esto es un sueño, y aun tengo algo de control.

Olive se había encargado de grandes cosas, como el escenario, pero las

cosas pequeñas aún estaban en mi poder. Aquí, podía convocar fuego tan

hábilmente como Christian o Sydney. Una bola de fuego apareció en mi

mano, llena de magia del espíritu. También sentí magia surgir en Nina, y la

reprendí rápidamente.

—No… déjame encargarme de esto. —Si estaba atrapado en este sueño,

siempre podía volver a la meta original de mantenerla alejada del agarre del

espíritu—. Simplemente asísteme. No uses mucho.

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Lancé la bola de fuego hacia uno de los Strigoi y pasó de largo,

perdiéndolo por medio metro. Está bien, quizás no podía lanzar fuego

exactamente tan hábilmente como Christian o Sydney. Siempre parecía tan

fácil cuando Sydney lo hacía, y me di cuenta que estaba pensando en esos

términos, imitando sus lanzamientos. Pero confiar en mis habilidades físicas

no era la forma de hacerlo. Tenía que hacerlo más intencional. Reuní otra

llama y esta vez usé el espíritu para guiarla específicamente contra el Strigoi.

Mi tiro estuvo bien pero el Strigoi, incluso en sueños, se movía rápidamente.

Esquivó la bola de fuego y solo terminó rozando su brazo. Era suficiente

para inspirarme. Llamé al espíritu, haciendo dos bolas de fuego, una para

ir contra su objetivo y la otra, para mantener al otro Strigoi a distancia.

También anticipé la forma en que se movería el Strigoi, así que lo ajusté

acorde a eso, enviando la bola de fuego directamente a su pecho. Llamas lo

envolvieron, y usé el espíritu para convocar una estaca de plata. Caminando

hasta donde él estaba en el suelo, llamé al espíritu para protegerme del fuego

mientras enterraba la estaca en lo que esperaba fuera su corazón. O estaba

en lo correcto o el fuego ya había hecho su trabajo, porque la criatura de

pronto dejó de moverse y se disolvió en la nada.

El otro Strigoi había intentado llegar a Nina mientras yo estaba

distraído. Ella lanzó una bola de fuego, experimentando lo mismo que yo,

perdiendo su primer intento. Era suficiente para distraer al Strigoi mientras

yo me acercaba.

—Mantenlo —le recordé a Nina. Golpeé certeramente al segundo Strigoi

con la bola de fuego, y luego terminé mi trabajo con una estaca. Mientras lo

hacía, sentí mi triunfo decaer cuando cuatro otros Strigoi aparecieron de

pronto. Retrocedí hasta Nina.

—No hay problema —le dije—, nos desharemos de ellos, también. —Ver

a cuatro de ellos era desalentador, pero mi método parecía estar

funcionando. En el sueño, al menos, podía ser tan bueno como cualquier

guardián.

—¡No hay tiempo! —exclamó Nina. El espíritu la llenó, un montón de

él. Me volví hacia ella, alarmado.

—¿Qué estás haciendo? ¡Es demasiado!

Me ignoró y, sin creerlo, llamó incluso más espíritu. Yo aún tenía una

bola de fuego, listo para lanzarla.

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—Necesitamos que se vayan, ¡y necesitamos que se vayan ahora!

—¡Detente! —grité. Sacudí su brazo, esperando que perdiera su

concentración. Me alejó y continuó reuniendo espíritu en cantidades

gigantescas.

—¡No dejaré que Olive escape otra vez! —dijo Nina.

Fuego salió de sus dedos. No era una pequeña bola compacta como la

que yo había formado. Nina manejaba láminas y láminas de fuego. Una

importante cantidad de fuego. Llamas iluminaron la noche, envolviéndose

alrededor de tres Strigoi. No había necesidad de usar la estaca; creo que

murieron casi instantáneamente.

La sacudí de nuevo.

—¡Déjala ir! ¡Deja ir la magia!

Lo que había hecho, crear esa ridícula cantidad de fuego, no había sido

un pequeño cambio en el sueño. No solo había tenido que romper el control

de Olive, sino que había tenido que romper mis cimientos del sueño. El

espíritu requerido, para eliminar a todos esos Strigoi de un golpe, era

asombroso. Era al menos el doble de lo que la había visto manejar antes,

cuando estábamos juntos en el sueño.

El fuego se desvaneció, como también los Strigoi incinerados, y Nina

cayo de rodillas. Descansó sus manos a los lados de su cabeza y comenzó a

gritar. Y a gritar. A nuestro alrededor, el obscuro estacionamiento se

convertía en la Villa Getty a medida que mi control del sueño volvía, gracias

a sus esfuerzos. Me arrodillé junto a ella y puse mis manos en sus hombros.

Sus ojos miraban sin mirar, perdidos, mientras seguía gritando.

—Nina, Nina… está bien. Está bien.

Pero no sabía si lo estaba. No estaba gritando por los Strigoi. Estaba

pasando algo más, los terribles efectos secundarios de usar todo ese

espíritu. Semana tras semana de tanto uso, ahora seguido de esto… era

demasiado. La gota que colmó el vaso. No sabía cuánto daño se había hecho,

pero algo estaba de verdad mal. Necesitaba despertarnos y saber cómo se

encontraba ella en la vida real. Con un pensamiento, dejé que el sueño

comenzara a desintegrarse.

—Nina…

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La pequeña voz llamó mi atención. No me había dado cuenta de que

Olive estaba de regreso con nosotros en Villa Getty. Cuando Nina había

aplastado a los Strigoi, había alejado el control de Olive y el mío,

temporalmente. Ahora a Olive no le quedaba nada, no más control, ninguna

oportunidad de escapar. Se estaba oscureciendo rápidamente, sin embargo,

al igual que Nina y yo, mientras nos enviaba al mundo real.

Antes de que todos desapareciéramos, vi algunas cosas con claridad.

Una era preocupación en el rostro de Olive mientras observaba a Nina. Sin

importar lo que había pasado entre ellas, Olive amaba a su hermana y no

estaba intentado herirla con esos obstáculos.

La otra cosa que noté fue que el manto de Olive había desaparecido.

Sin control ya del sueño, Olive estaba ahora igual que en el mundo real. Las

ropas que usaba eras antiguas, gastadas, como si las hubiera usado

muchísimo. Alrededor de su cuello había un pequeño colgante circular de

madera, con un poco de verde. Nunca lo había visto y no sabía qué

significaba.

Pero mientras le daba una última mirada antes de despertar, vi algo

más en ella que reconocí inmediatamente.

El sueño se rompió por completo, y me encontré sentada y alerta en la

cama de la posada. Mientras pestañeaba e intentaba enfocarme, Sydney

apretó mi mano e intentó calmarme.

—Adrian —exclamó, y supe que no era la primera vez que decía mi

nombre—. ¿Qué pasa?

—Olive está embarazada —jadeé.

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Traducido por Ale..

Corregido por Lizzie Wasserstein

live? —repetí estúpidamente. Estaba un

poco confundida después de haber

despertado de un profundo sueño por los

gritos de Adrian—. ¿De qué estás

hablando?

El negó con la cabeza, mostrando arrepentimiento en su rostro.

—Lo siento, Sydney. No quise hacerlo. Nina me encontró en un sueño

espiritual y fui obligado a buscar a Olive. Esta vez la encontramos. Estaba

embarazada.

Estaba tan perpleja porque él hubiera seguido con el sueño que no

pude procesar el resto de lo que estaba diciendo inmediatamente. Pero el

arrepentimiento en su rostro era tan sincero, creí que había sido en contra

de su voluntad.

—No puede estar embarazada —dije finalmente—. Quiero decir…

supongo que puede. Pero pensé que estaba con Neil. Si está embarazada,

entonces…

Adrian tragó y poco a poco parecía estar recuperándose.

—Lo sé, lo sé. Si está embarazada, entonces es de alguien diferente

a Neil.

—¿O

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El drama de telenovela de Olive no era tan grave en el gran esquema

de las cosas, especialmente comparado con lo que estaba pasando con Jill,

sin embargo si era una sorpresa. Olive y Neil parecían tan cercanos.

—¿Sabes con certeza si está embarazada?

Asintió temblando un poco.

—Lo hicimos. Nina y yo rompimos las defensas de Olive y la vimos

cómo es realmente en el mundo real. Sin lugar a dudas, estaba embarazada.

Supongo que por esa razón seguía tratando de esconderse en el sueño. —Se

detuvo para pensar—. Supongo que es la razón de que se esté escondiendo

también en la vida real.

—Supongo que puedo entender su deseo de esconderse de Neil

—empecé con mi mente girando. Porque ella era una Dhampir, solo un Moroi

pudo haberla embarazado. Bueno, un humano también, pero la mayoría de

la gente en la red principal del mundo Moroi no lo aceptaban después de

Adrian y de mi—. ¿Pero por qué de Nina? ¿Sobre todo si eran tan cercanas?

A menos… oh. —Mi corazón se hundió—. Tal vez… tal vez lo que pasó no

fue consensual.

A Adrian le tomó un momento comprender, y la ira oscureció sus

rasgos.

—Si algún Moroi la forzó, entonces, ¿por qué no le diría a Nina? ¿Y a

los demás?

Entrelacé mis dedos con los suyos.

—Porque desafortunadamente no todas las chicas piensan de esa

manera. Mira a mi hermana Carly, cuando Keith la violó. Pensó que era su

culpa. Estaba mortificada ante la idea que alguien se enterara y la juzgara.

—Nina no la juzgaría —dijo Adrian rotundamente—. Olive debería

saber eso. Nina puede estar loca pero…

Lo miré fijamente cuando repentinamente la alarma llenó su rostro.

—¿Qué pasa?

—Nina. —Se acercó y agarró su celular. Marcó un número y puso el

teléfono en su oreja, apenas pude oír el sonido de espera y eventualmente el

correo de voz—. Nina, soy yo. Llámame inmediatamente.

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Cuando colgó se giró hacia mí con un suspiro.

—Lo que hicimos… lo que sea que pasó cuando llegamos a Olive, no

fue bueno para Nina. Me quitó el control y terminó manejando la mayor

parte del espíritu. No estoy completamente seguro de qué pasó… solo fue

una sensación que tuve antes que el sueño se disolviera, pero siento como

si algo hubiera ido terriblemente mal. Como si hubiera salido lastimada.

Miró su teléfono como si el fijar su mirada el tiempo suficiente

pudiera hacerla llamar de vuelta.

—Aún puede estar dormida —advertí. No lo diría en voz alta, y

esperaba que Nina no estuviera herida; pero una parte de mi estaba aliviada

sabiendo que Adrian no había controlado todo el espíritu que había

planeado—. Probablemente estará bien cuando se despierte. Y tendrás

mucho que decirle.

Adrian suspiró.

—No estoy seguro que lo haré. Quiero decir, supongo que podría

decirle la parte del embarazo. ¿Pero el resto? Aun no sé dónde está. Estaba

vestida de manera… extraña. —Se levantó y encontró un bolígrafo y

papelería de la posada. Después de un dibujo rápido, me mostró un círculo

lleno de diseños abstractos—. ¿Esto significa algo para ti?

Lo estudié con el ceño fruncido.

—No, ¿debería?

—Olive lo estaba usando en un collar. Pensé que podía significar

algo. —Se sentó a mi lado y ahogó un bostezo—. Espero que Nina y yo no

hallamos pasado por todo esto sin encontrar ninguna manera de ayudar a

Olive. Peor aún, si no conseguimos respuestas me temo que Nina lo seguirá

haciendo. —Lanzó otra mirada ansiosa a su teléfono, pero aún no había

respuesta de Nina.

Puse mi brazo a su alrededor y lo acerqué.

—Solo espera lo mejor. Ese símbolo puede significar algo para ella.

Sé paciente hasta que ella vuelva a ti.

Traté de mantener mi tono ligero y ocultar el miedo dentro de mí. No

tenía miedo por Nina. Me preocupaba que Adrian la ayudara de nuevo

poniendo las necesidades de ella y de Olive por encima de las propias, sin

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importar el riesgo. Mi corazón se encogió ante el pensamiento, y emociones

conflictivas que se agitaron en mi pecho. Admiraba a Adrian por querer

ayudarlas. Pero también lo amaba y egoístamente quería protegerlo.

Intentó llamar a Nina una vez más y finalmente escuchó mis

palabras cuando dije que debíamos tratar de descansar mientras

pudiéramos. Odiaba verlo tan preocupado y cansado, al final, se las arregló

para dejar sus preocupaciones de lado y relajarse un poco. Nos quedamos

dormidos envueltos en los brazos del otro y nos despertamos de golpe unas

horas más tarde por el sonido de un teléfono. Adrian agarró el suyo, casi

cayéndose de la cama en el proceso, y miró la pantalla con consternación.

—Mierda. Mi batería murió. Olvidé cargarla.

—Es mi teléfono —dije, caminando atontadamente hacia mi bolso.

Una sacudida de pánico me despertó inmediatamente mientras me

preparaba por noticias de la Sra. Terwilliger. Pero cuando agarré el teléfono,

me sorprendí al ver el nombre de Sonya en la pantalla.

—¿Hola?

—Hola Sydney. —Llegó su voz familiar—. Confió en que lo estén

pasando bien.

—Si —dije con cautela, preguntándome la razón de su llamada.

Éramos amigables pero generalmente ella trataba con Adrian—. ¿Qué tal

tú?

—Estoy bien, no puedo decir lo mismo de Nina Sinclair —respondió

ella haciendo que mi corazón se detuviera—. Traté de llamar a Adrian pero

fue a correo de voz.

—Su teléfono está muerto —expliqué—. ¿Qué pasa con Nina? —Al

escuchar eso Adrian se enderezó.

—Pensé que ya lo sabrían, ya que fue encontrada en su habitación

en la casa de invitados.

—Salimos —le dije con inquietud—. ¿Qué quieres decir con

encontrada? —Era la clase de terminología que usabas cuando las personas

morían.

—Está viva —respondió Sonya adivinando mis pensamientos—. Fue

llevada al centro médico, pero está prácticamente en estado de coma. La

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única vez que despertó balbuceó incoherentemente antes de volver a la

inconsciencia. Los doctores no han sido capaces de despertarla desde

entonces. Tal vez les gustaría venir y verla.

—Uhm, hablaré con Adrian y veremos cuando podemos tener una

oportunidad…

—Ahórratelo, Sydney. —Había algo un tanto cansado y exasperado

en su voz—. Sabemos que nos están ahí.

—Bueno, si, como dije, salimos…

—Sabemos que no están en la Corte —interrumpió ella—. Después

de la huida de Nina se realizó una búsqueda por toda la Corte, y luego

Daniella Ivashkov finalmente cedió y admitió que ambos se habían ido. Sin

embargo no nos dirá dónde están, y creo que está tratando de confundirnos

contándonos una historia descabellada sobre ti, convirtiéndote en un gato.

Realmente no sabía cómo responder a nada de eso.

—Un gran número de personas quisieran hablar contigo —continuó

Sonya—. Con ambos. ¿Supongo que no tienen los medios para una video

llamada?

Mis ojos se posaron en la laptop que Adrian había traído consigo.

—Los tenemos… —Honestamente, tenía un poco de miedo de lo que

podía conllevar esta conferencia, pero podía ver a Adrian tratando de

contenerse para no arrancarme el teléfono para conseguir respuestas sobre

Nina. Una llamada en grupo sería la mejor solución, especialmente ahora

que ya habíamos sido descubiertos. También había una buena posibilidad

de que pudiéramos ser rastreados por esa llamada. Pero no estaba tan

preocupada porque los Moroi nos encontraran como lo estaba por los

Alquimistas.

Cuando me desconecté con Sonya, encontré que Adrian estaba de

acuerdo. Se moría por saber más de Nina, y decidimos que valía la pena el

riesgo. Aun estábamos desnudos, así que lo primero en el orden del día era

ponernos algo de ropa así no sería demasiado obvio lo que habíamos estado

haciendo.

Adrian me miró con nostalgia mientras buscaba mi blusa.

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—Si nos aseguramos que solo nuestras cabezas están en la toma, no

creo que nadie lo note. —Le respondí con una mirada de advertencia, y

después de una gran cantidad de suspiros dramáticos, de mala gana se puso

la ropa también.

Sin embargo aun nos quedamos en la cama, abriendo la laptop ahí.

Una vez tuvimos todo conectado y organizado, nos inclinamos sobre la

laptop y encontramos el rostro preocupado de Sonya. Antes que Adrian

pudiera siquiera preguntar por Nina, Sonya se alejo y otra cara lleno la

pantalla.

—¿Realmente Adrian? —exclamó Lissa, con indignación sobre su

rostro—. ¿Cómo pueden hacerme esto? ¡Me rogaste que los protegiera! Me

arriesgué a la ira de mi propia gente y de los Alquimistas por aceptarlos y

¿así es como me pagas?

Lucia realmente frustrada e inquieta. Me pregunté cantos problemas

habíamos causado. A veces olvidaba la precaria situación en la que Lisa se

encontraba, siendo jalada constantemente en diferentes direcciones

mientras trabajaba muy duro para hacer lo imposible y complacer a todos.

Adrian y yo habíamos hecho lo que necesitábamos hacer por nosotros… pero

no habíamos considerado las consecuencias para los demás.

—Fue por Jill —dijo Adrian resueltamente—. Teníamos que ir por

ella.

Lissa sacudió la cabeza con enojo.

—Y yo les dije, que por mucho que lo apreciara, no los necesitamos

por ahí buscando a Jill. Ya tenemos gente en eso.

—No, no… no es así —protestó Adrian—. No fue un simple viaje

impulsivo. Sydney tenía una ventaja real.

Los ojos verdes de Lissa se enfocaron en mí de manera expectante.

Me lancé en un recuento de lo que sabía hasta ahora, sobre cómo Alicia

estaba detrás de la desaparición de Jill y cómo mis contactos en Palm

Springs estaban actualmente buscando pistas. Mientras hablaba vi la

expresión de Lissa volverse más incrédula.

—¿Cómo es que hasta ahora me estoy enterando de esto? ¡Debieron

habérmelo dicho inmediatamente!

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—No conocíamos todos los hechos entonces —dijo Adrian. A pesar

de su aparente confianza me di cuenta que también estaba dudando de

nuestras acciones—. Y aun no lo hacemos pero Jackie Terwilliger es buena.

Ella llegará a algo —vaciló—. ¿Quién sabe que nos hemos ido?

—Los Alquimistas no lo saben si eso es lo que les preocupa —dijo

Lissa—. Hasta ahora solo lo saben un puñado de personas aquí en la Corte,

y será mejor que se quede así. Los Alquimistas han dejado muy claro que

Sydney no nos será devuelta si la atrapan. —Me estremecí ante las palabras.

—Suficiente Liss. —De repente Rose se abrió paso en el cuadro,

retorciéndose junto a su amiga, como si Lissa no fuera la gobernante de

todos los Moroi—. Ellos lo entienden. Lo jodieron.

—No lo jodimos —dijo Adrian obstinadamente—. Encontrar a Jill es

lo más importante que podemos hacer en este momento.

La ira de Lissa disminuyó un poco.

—Lo es. Y también quiero encontrarla ¿Por qué no vinieron a mí una

vez que tuvieron esa caja?

Adrian se encogió de hombros.

—Ahora solo sabemos sobre la conexión entre Jill y Alicia, después

de atravesar todos esos obstáculos. En ese momento, no parecía seguro, y

honestamente no sabíamos si nos dejarías ir. Sentimos que lo más

importante era sacar a Sydney de la Corte para seguir la pista. El reunirme

con ella fue una idea de último momento.

Sorprendentemente, Lissa asintió y concedió la idea.

—Tienes razón. Probablemente hubiera querido más pruebas si todo

lo que tenían era una caja con la foto de Jill. Y nadie que hubiera enviado

hubiera entendido lo que descubriste, Sydney.

No era exactamente una disculpa, pero aun así Adrian la tomó como

tal.

—Gracias —dijo él.

—De todos modos debieron haberme contado después —advirtió ella.

—O a mí —interrumpió Rose.

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—Ahora que han terminado de regañarme —dijo Adrian— ¿Alguien

podría decirme algo más sobre Nina?

—Ellos pueden contarte —dijo Lissa señalando aquellos junto a

ella—. Tengo que ir a asegurarme que su escape secreto de la Corte se quede

en secreto. ¿A menos que tengan pensado volver y dejar que Eddie y su

amiga humana manejen las cosas? No es demasiado tarde para volver.

Adrian y yo intercambiamos miradas brevemente antes de volvernos

hacia Lissa. Ambos sacudimos la cabeza.

—Creí que no —dijo Lissa, con una pequeña risa triste—. Déjenme

ir y ver lo que puedo hacer para mantener esto en silencio. Mientras tanto,

por favor no hagan nada que consiga que los atrapen.

Salió de la pantalla, y un momento más tarde Sonya se movió junto

a Rose.

—No hay mucho más que decir de lo que ya hice. Tal vez podrían

ayudar diciéndome qué pasó.

—Fue por el uso del espíritu —dijo Adrian, lanzandome una mirada

de disculpa—. Me uní a ella en un sueño y la ayudé a derribar las barreras

que Olive había creado.

—Me lo imaginaba —dijo Sonya sombríamente.

—¿Sabes cuándo se despertará Nina? —demandó Adrian—. ¿Estará

bien?

—Depende de cómo definas “bien”—respondió Sonya—. El doctor

piensa que sus dificultades para despertar son debido al agotamiento.

Esperamos que cuando despierte estará más descansada. Pero en cuanto al

estado en el que pueda estar…

—Si está tan cansada eso explicaría por qué está diciendo cosas sin

sentido —dijo Adrian rápidamente. Me di cuenta que él realmente quería

creer eso—. Diablos, deberían verme después de usarlo toda la noche. La

hago sonar totalmente articulada y lucida.

Sonya no se rio de la broma.

—Es posible… pero no creo que sea así de simple. He visto su aura.

Eso cuenta su propia historia, y no es una muy buena. Además, he pasado

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mucho tiempo con Avery Lazar, Adrian. He visto lo que el espíritu le hizo…

y esto se siente muy familiar.

—Entonces, ¿qué estás diciendo? —pregunté, sorprendida por el

nudo en mi garganta. Ni siquiera conocía bien a Nina, pero había algo

escalofriante en escuchar este sombrío pronóstico… tal vez porque temía

que un día estuviéramos hablando de Adrian.

Sonya de repente lucia cansada, como si hubiera sido ella la que

había gastado tanto poder y energía, y necesitara dormir.

—Lo que estoy diciendo es, que cuando Nina vuelva, puede que no

sea la misma Nina que conocimos. ¿Qué pasó? ¿Pensé que ibas a evitar que

usara el espíritu en exceso?

—Lo intenté. Realmente lo hice. —Adrian se apoyó en mí y yo

descansé mi brazo sobre su espalda—. Yo dirigí el sueño. Hice la mayor

parte del trabajo cuando Olive tomó el control… pero Nina se impacientó y

se hizo cargo. Destruyó todo antes de que pudiera detenerla.

Sonya asintió con cansancio.

—¿Al menos pudiste hablar con Olive?

—No realmente —dijo cuidadosamente. Mantuve mi expresión

neutral, para no mostrar que él no decía la verdad. Sostuvo la hoja de papel

donde había hecho el dibujo para mí—. ¿Esto significa algo para ti?

—No, lo siento- —Sonya miró hacia abajo e hizo una mueca—. Estoy

recibiendo un texto del doctor que está monitoreando a Nina. Tienen

algunas preguntas más para mí. Estaré en contacto si sé más.

Adrian asintió levemente, y yo apreté su mano. Sabía que se sentía

terrible, como si fuera personalmente responsable por el estado de Nina. Al

haberse ido Sonya, eso dejaba a Rose luciendo consternada por la noticia.

—Bueno, me alegra saber que tenemos una pista sobre Jill —dijo—.

Pero debieron haber sido más cuidadosos con…

—¿Qué fue lo que le mostraste a Sonya?

De repente Dimitri se unió a Rose en la pantalla. Ella le lanzó una

mirada divertida.

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—Tranquilo camarada. También tendrás tu oportunidad de

sermonearlos.

—Caray —dijo Adrian—. ¿Cuántas otras personas están al acecho

fuera de la pantalla?

—¿Qué fue lo que le mostraste? —reiteró Dimitri con el rostro

inexpresivo mientras nos miraba. Incluso a través de una pantalla era

intimidante.

Adrian sostuvo la hoja de papel nuevamente.

—¿Esto? —Se inclinó hacia adelante con entusiasmo—. ¿Sabes qué

es?

—Sí, es… —Dimitri se detuvo, miro a Rose y de nuevo al dibujo—.

Es una clase de marca usada por mujeres en, uh, comunas Dhampir.

Rose no tenía ningún problema declarando lo que su delicada

sensibilidad había evitado.

—¿Un campo de putas de sangre? —Sus ojos se ampliaron, y

repentinamente se puso tan enojada como Lissa había estado antes—.

¡Adrian Ivashkov! Deberías estar avergonzado yendo a un lugar como ese,

especialmente ahora que estás casado…

Adrian bufó.

—Ustedes dos, cálmense. Nunca he puesto un pie en uno de esos

lugares y ni quiero tampoco. —Miró de nuevo a Dimitri—. ¿Qué quieres decir

con que es una marca?

Podía decir por el rostro de Dimitri que este no era un tema que le

gustara discutir, y francamente no lo culpaba por ello. La sociedad Moroi no

siempre había tratado a las mujeres Dhampir de la mejor manera. Solo

podían tener hijos con padres Moroi, padres que a menudo veían a esas

mujeres como poco más que juguetes. La práctica estándar para mujeres

Dhampir que tenían hijos era entregar a esos hijos a edades tempranas a

escuelas como St. Vladimir mientras la madre retornaba a los servicios de

guardián. Sin embargo a muchas mujeres Dhampir no les gustaba hacer

eso. Ellas querían criar a sus propios hijos. Algunas salían y se mezclaban

en la sociedad humana, pero eso no era alentado. Incluso si los Dhampir

lucían idéntico a los humanos, a menudo los Dhampir mostraban

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extraordinarias habilidades físicas, habilidades que llamaban mucho la

atención. Sin otras opciones, estas mujeres Dhampir a menudo se

congregaban en “comunas” algunas más civilizadas que otras. Algunas

Dhampir encontraban formas perfectamente ordinarias para sobrevivir…

otras escogían rutas más desesperadas, lo que Dimitri confirmó.

—Miembros de estas comunas usan marcas que muestran cuál es

su papel —explicó él—. Algunas son residentes, otras invitadas. Algunas son

mujeres mostrándose disponibles para hombres interesados… vendiendo

sus cuerpos.

—Asqueroso —dijo Rose.

Eche un vistazo al dibujo de Adrian, y un terrible, horrible

presentimiento se me ocurrió sobre Olive ¿Había llegado a estar tan

desesperada?

—¿Sabes de qué clase es este? —pregunté.

Dimitri negó con la cabeza.

—No sin color. Estas marcas identifican que comuna es. Por lo

general hay un color que identifica el estatus de la persona.

—Era verde —dijo Adrian.

—Una marca verde es un invitado —dijo Dimitri. Ambos Adrian y yo

suspiramos con alivio—. Alguien viviendo ahí temporalmente. Tal vez

visitando a un pariente. Tal vez buscando refugio.

—¿Así que no es alguien que se esté vendiendo? —clarifiqué. No

podía soportar la idea de la pobre Olive haciendo eso.

—No —dijo Dimitri luciendo perplejo al igual que Rose.

—¿Qué es todo esto? —preguntó ella.

Adrian no respondió inmediatamente, en su lugar levantó el papel de

nuevo para que lo vieran.

—¿Sabes a que comuna pertenece? ¿Dónde queda?

Dimitri estudió el dibujo por un momento antes de sacudir la cabeza.

—No… pero probablemente podría averiguarlo. ¿Por qué?

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Adrian vaciló de nuevo.

—¿Está Lissa todavía por ahí? ¿O hay alguien más al acecho?

—No —dijo Rose—. Solo nosotro. ¿Por qué?

Adrian me miró, y solo así supe lo que estaba pensando.

—Se supone que debemos pasar desapercibidos —le recordé—.

Mantenernos lejos de problemas.

—Olive podría estar en grandes problemas. Y si ella no quiere hablar

en sueños, tal vez ir hasta ella es la única opción que tengamos —dijo

Adrian—. Eso, y, quiero decir, vamos. Si no podemos ayudar a Jackie,

podríamos ayudar a alguien más.

Una vez más estaba dividida. Mi logica decía que debía quedarme

aquí, segura. Pero mi corazón, especialmente cuando temía que Olive podía

haber sido violada como Carly, quería salir y ayudar.

—No sabemos en qué podemos estarnos metiendo —dije—. Por lo

que he oído, algunas de esa comunas Dhampir son como el salvaje oeste.

Adrian sonrió ante eso.

—Lo bueno es que tenemos nuestro propio vaquero.

—Uhm hola —dijo Rose desde la pantalla, su rostro lleno de irritación

por haber quedado fuera de la conversación—. ¿Quieren informarnos de qué

están hablando?

Adrian levantó la mirada mirando entre ella y Dimitri.

—¿Qué les parecería hacer un viaje con nosotros.

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Traducido por Aria (SOS), Gry (SOS) e Itorres

Corregido por Lizzie Wasserstein

sí que esto es Canadá —dije,

mirando por mi ventana.

—Por última vez, no

es Canadá —respondió

Sydney, poniendo los ojos en

blanco—. Es el norte de

Michigan.

Miré alrededor, viendo nada más que enormes árboles en todas las

direcciones. A pesar de que era una tarde de Agosto, la temperatura podría

haber pasado fácilmente como de otoño. Estirando la cabeza, apenas logré

captar un atisbo de aguas grises más allá de los árboles a mi derecha: el

Lago Superior, de acuerdo al mapa que había visto.

—Tal vez no sea Canadá —concedí—. Pero es exactamente como

siempre he imaginado que luciría Canadá. Excepto que pensaba que habría

más hockey.

Sydney me dio una sonrisa indulgente mientras se deslizaba del

asiento trasero y se ponía junto a mí.

—Es muy diferente de Iowa.

—Eso es seguro —estuve de acuerdo, deslizando mi brazo alrededor

de ella mientras admirábamos el paisaje.

—A

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Era una locura pensar lo lejos que habíamos llegado en menos de

veinticuatro horas. Después de convencer a Rose y Dimitri para que fueran

con nosotros a la comuna de los dhampir, tuvimos que esperar a que Dimitri

usara sus recursos y confirmase a dónde estaba vinculado el medallón de

Olive. Él volvió con nosotros bastante rápido, revelando que el símbolo del

collar era usado por una comuna en la península superior de Michigan. Él

y Rose entonces empezaron una serie de vuelos complejos para llegar ahí

desde la Corte. Sydney y yo elegimos la ruta más directa, volviendo a

subirnos en el auto y conduciendo doce horas. Había sido agotador, dado lo

poco que habíamos dormido, pero hicimos turnos conduciendo y

durmiendo. También nos había dado una pequeña oportunidad para

discutir el problema más grande que todavía se cernía sobre nosotros. No

sabía si era algo bueno o malo.

—Vamos —dijo Rose, saliendo del asiento del pasajero de la

camioneta—. Parece que la entrada está por ahí. —Nos habíamos reunido

con ella y Dimitri en Houghton y después habíamos tomado su más

resistente vehículo de alquiler hasta aquí al estacionamiento lleno de tierra

apisonada en el que ahora nos encontrábamos. Otros autos con matrícula

de Michigan estaban estacionados junto a nuestro auto de alquiler, la

mayoría de ellos del tipo de modelos de gran potencia necesarios para la

vida en los bosques. Es cierto que solo estábamos a una hora de Houghton,

pero difícilmente era lo que llamaría una gran área metropolitana. Tenía lo

básico, supermercados, un hospital, Starbucks, incluso una universidad,

pero eso era todo. Una vez que abandonabas los límites de la ciudad, te

encontrabas casi inmediatamente fuera en el bosque otra vez. Eso era todo

lo que podía ver ahora mismo, y me hizo falta un momento para ver la

abertura del sendero que Rose había indicado.

—Estrecho —remarqué mientras Sydney y yo los seguíamos a ella y

a Dimitri por el sendero. El camino en sí estaba despejado, pero alrededor

de él, el denso bosque era difícil de atravesar.

—A propósito —dijo, marchando como si hiciera este tipo de

caminata todo el tiempo. Probablemente era la forma en que llegaba a la

escuela todos los días en Siberia—. Hace más difícil que venga un Strigoi.

—Apuesto a que es realmente un fastidio entrar en invierno —añadí.

Maldije cuando una rama baja rasgó mi abrigo.

Ten cuidado, me advirtió tía Tatiana. Eso es cuero italiano.

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—No me sorprendería si muchos de ellos se fueran durante el

invierno —remarcó Dimitri—. Esta es una ubicación ideal para el verano,

una latitud alta. En mitad del verano, probablemente solo haya cinco horas

sin luz solar. Si tienes eso y unas barreras sólidas, puedes aguantar

relativamente bien contra los ataques, especialmente cuando es un grupo

de dhampirs del que estamos hablando. Luchan mucho.

Podía creerlo y me quedé en silencio mientras me concentraba en

prestar atención a mis pasos y no comerme ningún mosquito. Mis músculos

estaban rígidos por tanto tiempo en el auto, y el movimiento en realidad se

sentía bien. Cuando Dimitri dijo que el símbolo del medallón estaba

vinculado a un lugar llamado la Comunidad Internacional Pino Salvaje, no

había tenido ni idea de dónde nos estábamos metiendo. Aparentemente

“comunidad internacional” era el nombre moderno de comuna, y era algo

que los humanos todavía formaban hoy en día. También había aprendido,

gracias a la interminable sabiduría de Sydney en el viaje hasta aquí, que

muchas comunas no eran solo fiestas hippies al estilo de los años 60’s.

Algunas eran muy modernas pero abrazaban primitivas formas de vivir.

Algunas eran poco menos que terrenos de acampar. Dimitri nos contó en

Houghton que esta particular comunidad dhampir probablemente estaba

entre las dos cosas. Cruzaba los dedos por algo más del lado moderno, tal

vez como un resort secreto de madera. Imágenes del pueblo de Ewok de El

retorno del Jedi vinieron a mi mente.

—Solo espero que tengan sistema de tuberías —dijo Rose—. Esa fue

la parte dura de estar con los Vigilantes.

—En realidad yo estaba bien con eso —nos dijo Sydney

inesperadamente—. Era la carne cuestionable con lo que tenía un problema.

—Guau, ¿sin tuberías? —exclamé. Mi cerebro tenía problemas

intentando asimilar cómo siquiera funcionas en tal situación.

—Mejor que te acostumbres a la idea —bromeó Rose, mirándome—.

Puede que Liss no les deje volver. Cuando todo esto haya terminado, ustedes

dos puede que terminen viviendo con los Vigilantes.

—Estoy seguro de que podemos buscar alguna alternativa antes de

conformarnos con eso —dije con altanería, sin querer admitir lo incierto que

estaba sobre nuestro futuro.

Dimitri no compartió la diversión de Rose.

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—Si los Alquimistas siguen tras ella, estoy seguro de que Lissa los

dejará volver a su suite.

¿No sería divertido?, dijo tía Tatiana. Aposentos más cercanos a tu

madre, ninguno de ustedes queriendo salir y enfrentarse a los demás Moroi.

—Eso no es vida —murmuré, pensando en lo atrapados que Sydney

y yo nos habíamos sentido. No me había dado cuenta del todo hasta que nos

fuimos y tuvimos un poco de espacio para respirar. Incluso cuando

estábamos peleando, la vibración entre nosotros era más eléctrica cuando

teníamos nuestra libertad. Encontrándome con los ojos de Sydney, supe que

estaba pensando en lo mismo y estaba llena de las mismas preguntas que

yo tenía sobre lo que nos deparaba el futuro. Desafortunadamente, no era

probable que consiguiésemos respuestas ahora mismo. Solo podíamos

concentrarnos en las preocupaciones inmediatas. Jill. Olive.

Dimitri se detuvo y señaló hacia el bosque.

—Miren. El principio de las barreras.

Seguí su movimiento y atrapé un atisbo de plata en la maleza. Una

estaca de plata encantada. Los dhampirs de esta comuna los habían

colocado estratégicamente alrededor de sus instalaciones, creando una

barrera mágica para mantener fuera a los Strigoi. Los no muertos no podían

atravesar ese tipo de poder, pero requería un mantenimiento constante. Si

los lazos se debilitaban o alguien movía una estaca de su lugar, los Strigoi

serían capaces de pasar. Era una preocupación que tenían todas las

comunidades Moroi y dhampir. Las barreras en la Corte se comprobaban

varias veces al día.

Acabábamos de pasar la estaca cuando una figura salió de repente

del bosque y vino al camino frente a Dimitri, quien adoptó una postura

defensiva ante la visión del recién llegado y luego se relajó cuando vio que

era un dhampir. Ella también tenía una expresión lista para todo, junto con

tanto una pistola como una estaca de plata en su cinturón. Un medallón

alrededor de su cuello que era una copia exacta del de Olive, salvo que tenía

el borde azul, no verde. El rostro de la mujer se suavizó un poco cuando vio

a Rose y Dimitri, luego se endureció otra vez al verme.

—Saludos —dijo—. ¿Están buscando Pino Salvaje?

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Rose se apretujó junto a Dimitri, lo cual no era fácil en el estrecho

sendero.

—Estamos buscando a una amiga nuestra —dijo—. Creemos que

está con ustedes.

Después de evaluar a Rose y Dimitri, la mujer dhampir asintió

amigablemente a Sydney y luego se volvió hostil cuando me miró.

—¿Y él? ¿Qué está buscando él?

—La chica a la que estamos buscando también es amiga mía —dije,

sorprendido por su reacción—. Le dije a su hermana que la encontraría.

Nuestra anfitriona parecía escéptica, y me pregunté qué pasaba con

eso. Pensaría que era solidaridad dhampir, solo que parecía bien con

Sydney. Probablemente la mujer había visto el tatuaje del lirio de Sydney y

había asumido que estaba haciendo alguna visita Alquimista de rutina. Eso

todavía no explicaba mi fría bienvenida.

—¿Cuál es el nombre de su amiga? —preguntó la mujer.

—Olive Sinclair —le respondí.

Inmediatamente, una mirada de disgusto llenó los ojos de la mujer,

pero era claramente por mí, no por Olive.

—Así que, ¿tú eres el que la metió en problemas?

—El que… —El significado se volvió claro, y me encontré

ruborizándome, algo que podría haber hecho dos veces en mi vida—. ¿Qué?

¡No! Por supuesto que no. Quiero decir, yo nunca, eso es, no soy el tipo de

hombre que…

—No —dijo Dimitri francamente—. Adrian no es responsable. Sus

intenciones son honorables aquí. Voy a responder por él. Soy Dimitri

Belikov. Esta es Rose Hathaway, Sydney Ivashkov…

Normalmente, un humano presentado con un apellido Moroi real

habría asegurado doble atención. Pero estaba claro que esta mujer nunca

había oído nada más allá de los nombres de Rose y Dimitri. Lo vi claramente

en sus ojos: la misma admiración y adoración que había observado en tantos

otros rostros cuando este dúo dinámico se presentaba. Y así, la mujer se

volvió de feroz y protectora portera a fanática desmayada.

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—OhDiosmío —dijo—. ¡Pensé que parecían familiares! ¡He visto fotos

suyas! ¡Debería haberlo sabido directamente! Estoy muy avergonzada.

Vengan, vengan. Soy Mallory, por cierto. ¡No nos quedemos en el bosque!

Deben de haber viajado mucho para llegar hasta aquí. Vengan a descansar.

Comer algo. OhDiosmío.

La seguimos por el estrecho sendero, el cual al final se abrió a un

enorme claro del bosque. Resultó que Pino Salvaje realmente era un cruce

entre un campamento y un resort. En realidad, me recordó un poco a un

pueblo del Salvaje Oeste. Podía imaginarme totalmente un tiroteo. Cabañas

de buena apariencia estaban organizadas en filas ordenadas y parecían

estar divididas en áreas de negocios y residenciales. Los dhampirs, casi

todos mujeres y niños, se movían con sus asuntos, algunos haciendo una

pausa para darnos miradas especulativas. Mallory nos guio hacia una

enorme cabaña que estaba situada entre las áreas de negocios y las

residenciales, saltando con cada paso que daba.

Entramos a lo que parecía ser un tipo de oficina, y lo primero que

noté fue que tenían electricidad. Lo tomé como un buen augurio para las

tuberías. Una dhampir más vieja, con su cabello rubio salpicado de

plateado, estaba sentada en un escritorio, tecleando algo en una

computadora. Ella también llevaba un medallón con el borde azul. Cuando

nos vio, se levantó y metió los dedos por el cinturón de sus jeans mientras

se apoyaba contra la pared, mostrando botas de cuero labrado que

reforzaron aún más mis estereotipos del Salvaje Oeste.

—¿Bien, qué trajiste, Mallory? —preguntó con diversión.

—Lana, nunca creerás quiénes son —exclamó Mallory—. Son…

—Rose Hathaway y Dimitri Belikov —proveyó Lana. Sus ojos

entonces se posaron en Sydney y en mí, y ella arqueó una ceja—. Y Adrian

Ivashkov y su infame esposa. He estado en La Corte. Sé quiénes son los

famosos.

—No somos famosos —le aseguré, poniendo mi brazo alrededor de

Sydney y asintiendo hacia Rose y Dimitri—. No como aquellos dos.

Los ojos de Lana se arrugaron en las esquinas cuando ella se rio de

nosotros.

—¿No lo son? Su matrimonio ha sido fuente de mucha especulación.

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—Creo que eso nos hace más una fuente de chismes que famosos.

—Aunque, tan pronto como las palabras dejaron mi boca, me pregunté si

había verdadera diferencia entre los dos.

—Bien, estoy encantada de conocerlos. A todos ustedes. —Lana

caminó hacia adelante y estrecho nuestras manos—. También he tenido

noticias de Olive sobre como has hecho un fantástico trabajo creando una

vacuna para los Strigoi, Lord Ivashkov.

Comencé a decir que no teníamos mucha suerte con la vacuna, pero

algo más importante en sus palabras llamó mi atención.

—Usted conoce a Olive.

—Por supuesto —dijo Lana—. Conozco a cada uno aquí.

—Lana es nuestra líder —explicó Mallory.

Lana realmente se rio a carcajadas.

—Soy más como una administradora. ¿Asumo que es por Olive que

están aquí?

—Si usted lo permite —dijo Dimitri cortésmente—. Estaríamos

agradecidos por cualquier ayuda que usted pueda ofrecer.

—No me corresponde a mí. Es a Olive. —Lana nos sostuvo su mirada

fija durante unos momentos, como si decidiera algo. Por fin, ella dio un

pequeña asentimiento—. Los llevaré con ella yo misma. Pero primero, tengan

algo de comida y relájense. Sé que no es fácil llegar aquí.

Le agradecimos su hospitalidad, pero era difícil relajarse, sabiendo

que estábamos así de cerca de encontrar a Olive. Yo les había dado a Rose

y Dimitri un informe detallado de su historia cuando nos habíamos

encontrado en Houghton, al menos tanto como sabía sobre ello. Ellos

estaban tan consternados como yo y coincidieron en que probablemente

estaba pasando algo siniestro si ella sentía una necesidad tan fuerte de

esconder su embarazo. Conseguí la impresión de que si se habían

aprovechado de ella, y Dimitri averiguaba quién era responsable, allí iban a

haber algunas serias consecuencias.

La comida resultó ser bocadillos de ensalada de pollo, una comida

sorprendentemente ordinaria para comer en un resort natural para medio

vampiros. Sydney no vaciló incluso antes de morder el suyo, lo que yo

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pensaba que decía legiones sobre a qué distancia había llegado en relación

con los Moroi. Lana mientras tanto me dejó claro que no había ningún

alimentador oficial por aquí y que no debería pensar incluso en solicitar la

sangre de cualquier dhampir de Pino Salvaje. Había un cuidado en su voz

cuando ella habló, sin embargo, y combinado con lo que yo sabía sobre estas

comunas, sospeché que había dhampirs aquí que vendían su sangre a los

Moroi tan libremente como ellos vendían sus cuerpos por sexo. Era el lado

oscuro de estos campamentos, lo que les había dado una reputación tan

mala. Seguramente no era una práctica en la cual todos ellos tomaban parte,

pero esto pasaba con bastante frecuencia.

Después de la cena, Lana fue fiel a su palabra y nos llevó ella misma,

dándonos un breve viaje por la comunidad. Como había sospechado,

algunos edificios funcionaban como negocios.

—Hacemos viajes regulares a Houghton por provisiones —explicó

ella—. Pero también tratamos de ser tan autónomos como podemos.

Cultivamos la mayor parte de nuestra propia comida y hasta hacemos un

poco de nuestra propia ropa. —Ella asintió a una cabaña donde dos mujeres

dhampir estaban sentadas cosiendo en el pórtico bajo la luz de una linterna,

ahora que el crepúsculo se acercaba rápidamente. Ellas devolvieron el

saludo. Ella señaló otros edificios cuando los pasamos—. Esta es la tienda

de Jody, ella puede arreglar lo que sea. Y ese de allí es nuestro Centro

Médico, como tal. April es responsable de ello, pero está fuera adquiriendo

provisiones de la ciudad. Las cosas que ella necesita son un poco más

difíciles de hacer. Por allí está la escuela de Briana.

—Tienen algunos paneles solares ahí —comentó Sydney—. Buena

idea.

Lana brilló, claramente orgullosa.

—Fue idea de Talia. Conseguimos algunos cables de electricidad,

pero ella sintió que deberíamos tener una fuente renovable a mano.

Noté todos los nombres femeninos y también noté que aparte de

algunos niños, cada uno en esta comunidad era de sexo femenino. Así que,

fue una especie de shock cuando vislumbré a un hombre Moroi caminando

entre un grupo de cabañas haciéndolo resaltar un poco de los demás. Viendo

mi mirada fija, Lana frunció el ceño y dio un suspiro resignado.

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—Sí. Ahí es donde viven las chicas que quieren “entretener” a

invitados de sexo masculino.

—¿Por qué no les prohíbes la entrada? —preguntó Dimitri, su

expresión oscura.

—Porque hay algunas chicas que lo harían de todos modos. Ellas se

moverían sigilosamente lejos, viviendo en algún sitio inseguro. Prefiero

mantener todo bajo mi control. Algunos tipos solo quieren un buen

momento, y hay chicas que reconocen eso y no esperan nada más...

—Cuando habló, Lana miró al tipo Moroi que yo había visto. Una chica

dhampir colgaba de su brazo, y ellos se reían mientras caminaban por

delante de nosotros, llevando una clase de conversación privada. Ella

pareció andar con él hacia la salida de la comunidad, y noté que su medallón

estaba rodeado de rojo. Lana se giró hacia nosotros cuando ellos se habían

ido—. Otros tipos son solamente problemas. Aquellos son esos en los que

tengo que mantener un ojo, y a veces a esos tenemos que sacarlos por la

fuerza.

—¿Alguna idea sobre con qué tipo de hombre estaba involucrada

Olive? —pregunté.

Lana comenzó a andar otra vez, llevándonos a una sección de

cabañas residenciales lejos de la que el Moroi había estado.

—No. Es su asunto, así que no la he presionado. Ella no ha tenido

ningún visitante masculino, puedo decirles eso. No parece tener cualquier

interés romántico.

—Ella tiene a un chico dhampir bastante decente interesado en ella

—dije—. Pero ella cortó lazos con él. Y todos los demás.

—Maldita pena —dijo Lana. Llegamos a un alto delante de una linda

cabaña con persianas verdes—. ¿Pero quién soy yo para juzgar? Todos

luchamos nuestras propias batallas, del mejor modo que podemos.

Bastante sabia para una región apartada, aspirante a sheriff, dijo tía

Tatiana.

Reflexioné sobre las palabras de Lana mientras ella llamaba a la

puerta de la cabaña. Una mujer dhampir con salvaje cabello rizado contestó,

sonriendo abiertamente cuando vio a Lana.

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—Hola, mamá.

—Hola, Diana. —Lana la besó en la mejilla—. ¿Está por aquí Olive?

Diana estudió a nuestro grupo, su mirada fija demorándose un poco

más en mí. Odiaba que cada uno aquí asumía lo peor. Era una triste

realidad cuando incluso una Alquimista no conseguía levantar sospechas

pero un hombre Moroi lo hacía.

—Seguro —dijo—. Iré a buscarla.

Diana desapareció dentro de la cabaña. Me encontré conteniendo la

respiración mientras esperábamos a ver lo que pasaría. Sintiendo mi

anticipación, Sydney apretó mi mano.

—Solo no puedo creer que estemos a punto de verla después de todo

lo que ha pasado. No monstruos de lava. No batallas de Espíritu. —Tuve que

hacer una pausa con mi voz ahogada—. Siento que si puedo conectar con

Olive aquí, ayudarla, entonces no le habré fallado a Nina...

Sydney mantuvo el agarre.

—No le fallaste, Adrian. Ella hizo esas elecciones.

Tal vez si hubieras sido más fuerte, tal vez si hubieras usado más

espíritu en el sueño… La voz de la tía Tatiana hizo una pausa en mi cabeza

mientras ella me dejaba considerar aquel pensamiento. Bien, tal vez Nina no

estaría en su estado actual.

Cállate, lancé a la voz del fantasma. Sydney tiene razón. No es mi

culpa. Nina hizo esas elecciones.

Si tú lo dices, dijo la tía Tatiana.

Olive salió al pórtico en ese momento, llevando la misma ropa hecha

en casa que había visto en el sueño. Y también justo como en el sueño, ella

estaba obviamente muy embarazada. Ella comenzó a sonreír cuando vio a

Lana, luego se congeló cuando enfocó la vista en el resto de nosotros.

—No —dijo, retrocediendo—. No, no, no.

Rose se adelantó.

—Olive, espera. Por favor. Queremos hablar contigo. Queremos

ayudarte.

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Olive negó frenéticamente, y Lana puso un brazo alrededor de ella.

—Cariño, realmente deberías hablar con ellos.

—¡No quiero! —exclamó Olive. Ella miró de cara a cara, pareciendo

un animal atrapado cuando nos juntamos al lado de ella, y mi corazón dolia

por ella. Mientras su mirada fija se enfocaba en Sydney, tuvo una reacción

tardía—. ¡Una Alquimista!

—Ya no estoy con ellos —dijo Sydney—. Estoy aquí para ayudarte,

justo como todos los demás.

—Conoces a Sydney —le recordé a Olive—. Puedes confiar en ella.

Olive todavía parecía asustada, pero por fin arrastró su atención lejos

de Sydney.

—¡No tengo nada que decirles a cualquiera de ustedes!

—Entonces no digas nada —dije—. Solo escucha. Toma un paseo

conmigo. Solo yo. Déjame decirte lo que ha estado pasando con Nina. Yo

haré todo.

El nombre de su hermana detuvo a Olive que había estado a punto

de retirarse dentro de la cabaña. Quitó largos mechones de cabello de su

cara, mirándome detenidamente con ojos llenos de lágrimas.

—¿Nina? ¿Está bien? En aquel sueño...

Hice gestos por delante de mí.

—Vamos a tomar un paseo. Te contaré todo.

Después de varios segundos de vacilación, Olive asintió y bajó del

pórtico. Sydney entendió mi enfoque cauteloso y silenciosamente mantuvo

su distancia. Rose, por otra parte, claramente quería venir con Olive y

conmigo, pero le di una rápida sacudida de cabeza. Dimitri descansó su

mano en su brazo para enfatizar el punto. Yo sabía que a Olive le gustaban

Rose y Dimitri, y ellos seguramente le harían bien, pero ahora mismo, ellos

eran demasiado. El miedo de ser interrogada por un grupo era

probablemente la razón por la que ella había buscado refugio aquí en los

bosques. Le di una sonrisa tranquilizante y casi usé un poco de coacción

para calmarla, pero me decidí en contra de eso en el último momento. Si ella

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había crecido alrededor de una hermana que usaba el espíritu, ella podría

reconocer los signos y sentir que yo trataba de aprovecharme.

—Lindo lugar —comenté mientras seguíamos un camino entre las

cabañas. Los altos árboles creaban un dosel encima de nosotros, y las aves

cantaban a la puesta del sol en las ramas.

—Háblame de Nina —dijo Olive, sin perder nada de tiempo con la

charla—. ¿Está bien?

Vacilé.

—Algo así. Lo que ella hizo en ese último sueño en que estuvimos...

bien, eso implicó mucho espíritu. Mucho. —Traté de encontrar una manera

delicada de ponerlo, sin decir que Nina había acabado con ella misma o

posiblemente había perdido el juicio—. Tanto espíritu toma un costo. Ellos

me dijeron que ahora mismo ella está, uh, durmiendo mucho y no teniendo

mucho sentido. Pero eso puede cambiar. Ella puede estar bien una vez que

tenga tiempo para recuperarse.

Olive miró al frente con tristeza.

—¿Por qué no pudo solo dejarme en paz? ¿Por qué insistiría en tratar

de encontrarme? ¡Ella nunca debería haberse puesto en un peligro así!

—Ella te ama —dije—. Y creo que Neil lo hace también.

Lágrimas llenaron los ojos de Olive otra vez.

—Ah, Neil. ¿Cómo puedo decirle lo qué ha pasado?

Me detuve y la enfrenté.

—Mire, lo que sea que haya pasado, él lo entenderá. A él no le

importará lo que algún otro hombre te hizo, bien, quiero decir, querrá darle

una patada en el trasero a ese tipo, pero no va a juzgarte o sostenerlo contra

ti. Está loco por ti. Te ayudará y te apoyará. Todos lo haremos.

La confusión sustituyó su desesperación.

—¿”Algún otro hombre”?

—Bueno... sí. —Miré hacia abajo a su estómago redondeado—.

Quiero decir, obviamente hubo algún chico Moroi involucrado. Y si lo hizo

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en contra de tu voluntad, tienes que hacérnoslo saber. Él tiene que ser

llevado ante la justicia.

Se sentía ridículo usar el término "llevado ante la justicia" en esta

falsa ciudad del Salvaje Oeste, pero la mirada desconcertada de Olive decía

que no entendía de que hablaba.

—No, no. Tú... tú no entiendes. No entiendes en absoluto.

—Entonces ayúdame —dije, agarrando sus manos—. Ayúdame a

entender, así te puedo ayudar. Le prometí a Nina que lo haría.

—¿Adrian? ¿Eres tú?

La voz llamándome no fue inmediatamente familiar, y lentamente me

aparté de Olive para ver quién estaba hablando. Nos mantuvimos

caminando al azar, y el lugar en que nos habíamos detenido nos dio una

buena vista sobre lo que pensaba eran las "Cabañas del Distrito de la Luz

Roja". Otro chico Moroi parecía estar dejando una de esas cabañas, y dado

que se tambaleaba en sus pasos, había estado disfrutando de la hora feliz

en el bosque.

—¡Ese eres tú! —exclamó el hombre, golpeando su pierna en señal

de triunfo—. Lo sabía.

Unos pocos segundos más, y el reconocimiento se estableció.

—¿Tío Rand? —pregunté con incredulidad.

Él se dirigió a nosotros y sonrió.

—El mismo.

Podía difícilmente creerlo. En mi vida, había llegado a esperar que

sucedieran cualquier número de cosas fantásticas y maravillosas en los

asuntos del día a día. ¿Batallas espirituales? Sin problema. ¿Mi esposa

convirtiéndose en un gato? Claro, sin dudarlo. Así que fue conmocionante

que la visión de un familiar en el que no había pensado en años me

sorprendiera tan completamente. Rand Ivashkov era el hermano mayor de

mi padre, alguien a quien no había visto o en quién hubiera pensado desde

que era un niño. Rand no había sido repudiado, no oficialmente, pero había

sido claro para mí desde una edad temprana que todos lo preferían cuando

no estaba cerca. Mi padre había asumido sus responsabilidades en la Corte

y enviado a Rand fuera del país en diligencias que estaban destinadas

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principalmente a mantenerlo fuera del camino y le dio cosas en las que no

podía meter la pata. Una vez, cuando de adolescente me había metido en

problemas en una fiesta ilícita, mi madre había instado a mi padre para no

castigarme severamente. "Después de todo", le había dicho, "no es que él

sea tan malo como tu hermano”.

Él es un desastre, susurró tía Tatiana. Una vergüenza. Más

consumido por mujeres y vino que el honor de la familia.

No suena tan diferente de mí, admití.

Ella se burló. Difícilmente. Tu familia nunca te embarcó para

mantenerte fuera del camino.

Por lo último que había sabido, Rand estaba en algún lugar de

Europa. Ciertamente no había esperado encontrar a mi tío en el norte de

Michigan.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.

—Lo mismo que tú —dijo, dándome un guiño. Tenía los mismos ojos

color verde oscuro que yo, y aunque había algo de plata en su cabello

castaño, no estaba ni cerca de la cantidad que mi papá tenía. Tal vez vivir

una vida de mujeres y vino era menos estresante que vivir una respetable

en el Consejo Moroi. Rand era alto, incluso entre los Moroi, y tuvo que

inclinarse hacia abajo para darle una mirada lasciva a Olive, haciéndola

encogerse contra mí.

»Ella es linda —dijo—. Y veo que tienes tu propia pequeña familia en

camino, ¿eh? Tengo un par de esos yo mí mismo. Estas chicas dhampir se

reproducen como…

—No es así —interrumpí, cansado de explicar esto—. No soy, es

decir, Olive es solo una amiga a la que estoy visitando.

Tío Rand se animó.

—¿Así que está disponible? No la he visto alrededor…

—No —dije con los dientes apretados—. No está disponible. Mira, es

bueno verte y todo, pero este realmente no es el momento ni el lugar. Tengo

cosas que hacer.

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Empecé a girar para alejarme, indicando a Olive que debíamos

regresar a la cabaña de Diana. Para mi asombro, Rand me agarró del brazo

y me dio la vuelta de regreso. Tan cerca, el aroma del vodka saliendo de él

casi me derribó.

—¡No seas así! —dijo con vehemencia—. Un snob como el resto de tu

familia. Tu padre y su más santa-que-tú esposa siempre actuaron como si

no fuera lo suficientemente bueno para pasar el rato con el resto de ustedes.

Pero mírate ahora. Estás aquí, no mejor que yo. Y escucho todo tipo de cosas

sobre ti también… ¿me ves juzgando? Tenemos mucho en común.

Tiré de mi brazo, alejándolo.

—No lo creo.

—¡Eres justo como el resto de ellos! —Se abalanzó sobre mí, sus

pasos de borracho vacilantes. No sabía si él estaba tratando de golpearme o

simplemente agarrarme de nuevo, pero nunca supe porque una alta figura

de repente se interpuso entre nosotros y lo envió volando con un gancho de

derecha. Miré hacia arriba y vi a Dimitri sobre mi tío, que ahora estaba

yaciendo tumbado en el césped, con una expresión de intenso disgusto.

Rose, Sydney, y Lana llegaron corriendo hasta nosotros.

—¿Qué demonios está pasando? —exclamó Rose.

—Gracias —le dije a Dimitri—. Aunque no creo que necesitáramos

bastante de esa gran intervención. Estaba conteniéndolo por mi cuenta.

—Él es un animal —gruñó Dimitri—. No tiene nada que hacer aquí.

—Bueno, supongo que… —Me detuve y reconsideré las palabras de

Dimitri—. ¿Lo conoces o algo?

Dimitri me miró.

—Sí. ¿Y tú?

—Sí —dije—. Es mi tío. Rand Ivashkov.

—¿Ah, sí? —La expresión endurecida de Dimitri no cambió—. Él es

mi padre.

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Traducido por Malu_12 y Jessy

Corregido por Lizzie Wasserstein

justo así, el embarazo de Olive Sinclair ya no era la

cosa más asombrosa sucediendo. O, bueno, al menos

tenía una seria competencia en lo bizarro.

Todos nos quedamos allí torpemente, en medio del camino, con los

pájaros cantando alegremente a nuestro alrededor, haciendo que esta

inesperada revelación familiar fuera mucho más surrealista. Incluso Rose,

que rara vez se quedaba sin palabras, se quedó boquiabierta. El hombre

Moroi, Rand Ivashkov, según Adrian, parpadeó hacia Dimitri como si

estuviera viendo un fantasma. Algo del arrogante pavoneo de Rand se había

ido, y él dio un paso hacia atrás intranquilo.

—Bueno, estaré condenado. Eres tú, Dimka. —Se humedeció los

labios y trató de sonreír—. Te ves muy bien para un tipo que solía ser un

no-muerto, ¿me equivoco? —Miró a su alrededor al resto de nosotros, viendo

si nos reíamos de la broma. Nos quedamos en silencio. Dimitri se volvió

hacia Lana.

—¿Te está causando problemas? —le preguntó cortésmente—.

¿Estás teniendo dificultades para sacarlo? Estaré feliz de hacerlo por ti.

—Podemos encargarnos nosotros mismos —replicó ella, aunque no

sin amabilidad. Como convocadas por alguna señal tácita, Mallory y otra

mujer dhampir que parecía una guardiana aparecieron en el camino detrás

de ella. Mallory ya no lucía como una soñadora fanática. En ese momento,

era tan formidable como cualquier guardián que hubiera conocido.

Y

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Rand se relajó un poco.

—Sí, ¿ves? No hay necesidad de hacer nada apresurado.

Lana fijó su mirada en él.

—Eso no quiere decir que seas bienvenido aquí.

—Oye —dijo, volviendo a su confianza—, tengo todo el derecho de

estar aquí. Estaba visitando a Elaine. Ella es una residente. Puede tener

invitados.

—Ella puede tener invitados bajo mi autorización —corrigió Lana,

con los puños en las caderas—. Y te lo he dicho antes, no te quiero aquí

bebiendo.

Él levantó las manos en lo que se suponía que sería un gesto

pacificador.

—Bien, no beberé otra gota. Lo juro. Pero no puedes echarme ahora,

no cuando mi hijo y mi sobrino están aquí. Esto es prácticamente una

reunión familiar.

Rose finalmente encontró su voz y se giró hacia Dimitri.

—¿En serio? ¿Este tipo? ¿Estás seguro? —Compartía su

incredulidad.

La mirada de Dimitri era fría mientras descansaba sin parpadear en

el tío de Adrian.

—Positivo. Aunque pensé que estaba vagando por Europa.

Rand sacudió la cabeza.

—No he estado allí en años. En ese negocio en el que Nate me había

enganchado dijeron que ya no necesitarían mis servicios de consultoría.

¿Cómo está Olena estos días?

—No vuelvas a pronunciar el nombre de mi madre en mi presencia

—gruñó Dimitri.

—¿En serio? —repitió Rose—. ¿Este tipo?

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La mención de la madre de Dimitri y el padre de Adrian, a quien

nunca había oído que lo llamaran Nate, desencadenó repentinamente la más

asombrosa revelación para todos. La mandíbula de Adrian cayó mientras la

comprensión lo golpeaba también.

—¿Somos… significa eso… que somos primos? —exclamó,

dirigiéndose a Dimitri.

Los ojos de Rose se ampliaron aún más.

Cerca de nosotros, Olive se removió incómodamente y puso una

mano en la parte baja de su espalda, haciendo una mueca. Tan alucinante

como era este drama familiar para el resto de nosotros, imaginaba que para

ella era una pequeña preocupación, con todo lo que ocurría en su vida.

Dimitri inmediatamente se abalanzó y entrelazó su brazo con el de ella.

—Estás cansada. No hay necesidad de que estés parada y

soportando todo esto. Te acompañaré de regreso. —Él comenzó a dirigir a

Olive hacia la cabaña de Diana, pero se detuvo para mirar a Lana—. Lo que

vayas a hacer con él es tu elección, pero estaré más que feliz de deshacerme

de él por ti, si lo deseas.

—Nos encargaremos de esto —respondió ella.

Dimitri le dio un gesto de asentimiento y luego escoltó a Olive lejos,

como un cortés caballero de un (aunque surrealista) cuento de hadas. Rose

parecía dividida entre ir con ellos o quedarse y finalmente siguió a la pareja

por el camino. Lana se volvió hacia Adrian y yo.

—¿Responderás por él si se queda?

—¿Por mi tío? —preguntó Adrian—. Por supuesto que no. No lo he

visto en años. No sé nada de él.

—Oh, vamos —gritó Rand—. Somos familia. Y Lana, realmente no

puedes hacer que me saquen. La puesta de sol está cerca. Ha habido

informes de avistamientos de Strigoi locales esta semana.

Me pregunté si estaba exagerándolo por su propio beneficio, pero el

rostro serio de Lana sugería lo contrario.

—Bien. Puedes pasar la noche en nuestras casas de huéspedes al

frente de la comunidad.

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Él gesticuló hacia las cabañas privadas.

—No hay necesidad de que me quede afuera. Estoy seguro de que

Elaine…

—Casa de huéspedes —repitió Lana en voz más alta—. O puedes irte

ahora.

Rand suspiró dramáticamente, como si estuviera siendo

terriblemente incomodado y no recibiendo una gran bondad de parte de ella.

—Bien. ¿Al menos me acompañarías allí, Adrian? Entonces, podrás

volver con esa chica dhampir que embarazaste.

Adrian frunció el ceño, pero no lo corrigió. Lana ya se retiraba,

dejándonos a Adrian y a mí sin más remedio que caminar con Rand. Sin

embargo, noté que sus guardianas venían a una distancia respetable

mientras nosotros tres íbamos de regreso hacia el frente de la comuna. Lana

no iba a dejar a Rand sin supervisión.

—¿Cómo está tu papá? —le preguntó Rand a Adrian

amigablemente—. ¿Y tu mamá?

—Ya no viven juntos —respondió Adrian—. Pensé que lo sabías.

—Nate no me habla. Nadie lo hace. Tengo que conseguir toda mi

información por chismes de segunda mano. —Sonaba terriblemente molesto

por eso también. Esta era una persona que sentía mucha lástima de sí

misma, me di cuenta.

—Tal vez eso es algo en lo que deberías pensar —comentó Adrian

uniformemente—. Si “nadie” te habla, tal vez no sean ellos el problema. Tal

vez lo seas tú.

Él le disparó a Adrian una mirada irónica.

—No actúes tan superior y poderoso. Te lo he dicho, he oído hablar

de ti. De ti y tu… esposa humana. —Rand se detuvo repentinamente,

cayendo en cuenta. Su mirada se posó en mí, y luego volvió a Adrian—.

Espera… ¿ella? ¿La Alquimista? Y están solo así… ¿en público? ¿No sientes

vergüenza en absoluto?

Adrian se mantuvo notablemente calmado.

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—Su nombre es Sydney. Y no tenemos nada de qué avergonzarnos.

Los humanos y los Moroi solían casarse. Todavía lo hacen entre los

Vigilantes. Sydney y yo nos amamos. Eso es todo lo que importa.

Rand sacudió la cabeza con incredulidad.

—Bueno, bienvenida a la familia, entonces, Sydney. Al menos así ya

no soy el más escandaloso. —Él miró a Adrian—. Te diré, sin embargo, que

nuestra tía estaría retorciéndose en su tumba si supiera lo que hiciste.

—Creo que estaría bien con ello. La conozco bastante bien —le dijo

Adrian. Un momento después, pareció haberse dado cuenta de lo que había

dicho—. Quiero decir, la conocía bastante bien. —Lo observé

cuidadosamente, tratando de determinar si eso había sido un deslizamiento

honesto de lengua. Aunque me había admitido oír a su tía en su cabeza,

había estado reticente a elaborar la frecuencia con la que ella le hablaba.

Aparentemente imperturbable, mantuvo su atención en Rand—. ¿Por qué

no estuviste en su funeral?

Rand se encogió de hombros y desaceleró su ritmo hasta que nos

detuvimos frente a un edificio marcado como HUÉSPEDES.

—No me gustan los funerales. Eso y que no había suficiente tiempo

para que volviera para el momento en que lo escuché. Estaba en Europa

cuando sucedió.

—¿Rusia? —le pregunté. Había pasado una buena cantidad de

tiempo en Rusia y estaba bastante segura de recordaría ver a alguien tan

desagradable como Rand Ivashkov en los círculos Moroi.

—Francia —corrigió Rand—. No he estado en Rusia en un tiempo.

—Estuviste allí al menos una vez —señaló Adrian—. Si Dimitri es

realmente tu hijo.

Rand se enderezó.

—Lo es, y estuve allí un montón de veces. Aunque esa familia nunca

me apreció. Así que dejé de ir.

Adrian lo miró detenidamente.

—¿En serio? ¿Esa es toda la historia? A pesar de su aspecto rudo,

Dimitri es un tipo bastante indulgente. Supongo que tenía que serlo, para

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continuar con su vida después de ser Strigoi. ¿Pero tú? Él está enfadado

contigo.

Rand miró lejos de nosotros.

—Su madre y yo dejamos de llevarnos bien. Los niños reaccionan a

ese tipo de cosas, eso es todo. —Él subió al portico de la cabaña—. ¿Vienen

dentro? Bien podrían reclamar su habitación ahora antes de que los otros

chicos trasnochando aparezcan.

—No nos vamos a quedar aquí —dijo Adrian.

Rand hizo un gesto hacia el cielo del oeste oscureciendo.

—Pasarán la noche aquí. Esta es la única casa de huéspedes libre.

¿Dónde más van a quedarse?

Adrian y yo intercambiamos miradas brevemente. Pasar la noche

aquí no había estado en ninguno de nuestros planes.

—No aquí —dijo él rotundamente—. No contigo.

—Despréciame todo lo que quieras, pero hice lo mejor que pude con

lo que tenía —dijo Rand airadamente—. Nunca encajé, nunca jugué según

sus reglas, y uno a uno me rechazaron. Eso te sucederá, solo tienes que

esperar. Ese es el precio por casarte con ella. Perdiste todo lo que podrías

haber tenido, lo que podrías haber sido como Ivashkov. Pronto verás lo que

es ir a la deriva de un lugar a otro.

—Tenemos que ir a ver a mis amigos —le dijo Adrian, tomando mi

brazo y dirigiéndome lejos—. Un placer conocerte.

—Eres un terrible mentiroso, muchacho —gritó Rand detrás de

nosotros.

—¿Es verdad? —le pregunté en voz baja, una vez que habíamos

puesto algo de distancia entre la cabaña de huéspedes y nosotros.

—¿Que soy un terrible mentiroso? No. Soy un mentiroso fantástico.

Paré repentinamente, lo que lo obligó a hacerlo también. Nuestra

única luz provenía de farolas colocadas estratégicamente a lo largo del

camino principal del campo oscuro.

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—Adrian, me refiero a lo que dijo sobre mí… ¿realmente te costé todo

eso? Siempre hablamos de que yo sea humana, pero que entregues tu vida

como parte de la realeza por…

—Sydney —interrumpió Adrian, ahuecando mi cara entre sus

manos—. Nunca, jamás pienses así. No me arrepiento de nada de lo que

hemos enfrentado. Estar contigo es lo mejor que me ha pasado, la decisión

perfecta que he tomado en toda una vida de torpeza y falta de juicio. Pasaría

por todo eso de nuevo por estar a tu lado. Nunca lo dudes. Nunca dudes de

lo que siento por ti.

—Oh, Adrian —dije, dejando que me envolviera en sus brazos,

sorprendida por la burbuja de emoción que brotaba dentro de mí.

Él me abrazó con fuerza.

—Te amo. En todo caso, yo no puedo creer que tú hayas renunciado

a todo lo que hacías para estar conmigo. Cambiaste toda tu vida por mí.

—Mi vida ni siquiera había comenzado hasta que te conocí —le dije

con fiereza.

Adrian se apartó y me miró de cerca, sombras en su rostro.

—Cuando ves a alguien como él, como el tío Rand, ¿te pone nerviosa?

¿Que pudiera convertirme en eso?

Sentí que mis ojos se ampliaban.

—No —le dije rotundamente—. No eres nada como él.

Pude decir por el rostro de Adrian que él no estaba tan seguro y que

estaba en peligro de caer en una de esas terribles depresiones. El que usara

el espíritu recientemente con Nina solo le hacía mucho más vulnerable.

Adrian podría no tener ninguna duda sobre mí y nuestro amor, pero el

futuro que Rand había predicho, nosotros rebotando por ahí sin un lugar

donde vivir, podría muy bien ser verdad. Eso me asustó, y tenía que asustar

a Adrian también. Con gran esfuerzo, lo observé mientras trataba de alejar

sus pensamientos oscuros y poner una expresión más alegre.

—Bueno, supongo que el lado bueno de todo esto es que puedo

celebrar tener un nuevo miembro en la familia.

Casi había olvidado la sorprendente revelación sobre él y Dimitri.

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—¿Es realmente cierto? ¿Cómo puedes no haber sabido eso?

Adrian dio una triste sacudida de cabeza y comenzó a caminar de

nuevo.

—Por lo que he oído acerca de las “actividades” del tío Rand, bien

podría tener docenas de hijos ilegítimos por todo el mundo. ¿Por qué no

Dimitri?

—Parece extraño que Dimitri no haya dicho nada de esto antes

—comenté.

—Eso me sorprendió también —admitió Adrian mientras la cabaña

de Diana aparecía a la vista—. Aunque para ser honesto, nunca pensé que

él tuviera padre. Solo parece el tipo de hombre que surge como un ser

totalmente crecido. O, si tenía que imaginarle un padre, supongo que habría

sido una versión de él con el cabello gris y una gabardina.

Me reí de eso y lo seguí hasta el pórtico de la cabaña. Alguien gritó

que nos dejaran entrar cuando tocamos, y encontramos a Rose y Dimitri

sentados en la pequeña sala de estar de la cabaña. Diana aparentemente se

había ido. Olive estaba acostada en un escueto sofá, con aspecto pálido.

—¿Él se fue? —preguntó Dimitri. Su tono de voz nos dijo claramente

a qué él se refería.

Adrian y yo nos sentamos juntos en un banco de madera.

—No —le dije—. Se quedará en la casa de huéspedes y parecía pensar

que nosotros también lo haríamos.

—Podría pensar en una docena de formas de tortura que preferiría

antes de someterme a pasar una noche bajo el mismo techo que él —dijo

Dimitri, inexpresivo.

—Estoy seguro de que no llegará a eso —respondió Adrian.

—Olive dice que podemos quedarnos aquí esta noche —explicó

Rose—. Si no te importa dormir en el suelo.

—¿Teniendo en cuenta la alternativa? No hay problema. —Adrian fijó

su mirada en Dimitri—. ¿Cuándo ibas a dar la noticia de que somos una

gran familia feliz?

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Una expresión de dolor cruzó el rostro de Dimitri.

—Sinceramente, no lo sabía.

Adrian alzó las manos.

—Vamos. Tú tienes, qué, ¿dos o tres hermanas? Ese tipo,

obviamente, tiene un lote. ¿Nunca se te ocurrió que Rand Ivashkov podría

estar relacionado con otro Ivashkov que conocieras?

Una sombra de ira brilló en los ojos de Dimitri.

—Él nunca nos dijo su nombre completo. Siempre fue Randall.

Sabíamos que era un estadounidense de la realeza que con frecuencia iba

por negocios. Nunca hicimos preguntas. A mi madre le gustó… por un

tiempo.

—Mencionó que dejaron de llevarse bien —señalé—. Dijo que no era

apreciado.

Lo que ardía en los ojos de Dimitri se convirtió en una llama.

—¿No fue apreciado? Empujaba a mi madre cuando había estado

bebiendo y no se salía con la suya.

Esas palabras cortaron incluso a Adrian.

—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó en voz baja.

Dimitri no respondió, pero Rose lo hizo.

—Dimitri lo empujó de vuelta —respondió ella.

Se hizo el silencio, solo roto por el desplazamiento de Olive en el sofá.

Ella había estado escuchando en silencio, su rostro arrugándose con

molestia. Adrian la observó con una mirada que yo había llegado a reconocer

a estas alturas, que era de alguna manera centrada y distraída a la vez.

Estaba viendo su aura. Había tratado de regañarlo por mirar auras por un

tiempo pero finalmente me había rendido. Era tan natural para él que ni

siquiera se daba cuenta de que lo hacía la mitad del tiempo. En realidad,

usaba solo un poco de su espíritu, de acuerdo con Sonya, así que trataba

de escoger mis batallas para los gastos más grandes.

—¿Estás bien? —le preguntó Adrian a Olive con preocupación.

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—No me siento bien —dijo. Deslizó su mano por su estómago—. Un

poco adolorida. Me he sentido así durante todo el embarazo.

—Tus colores están por todos lados, diferente a como era antes. Es

casi como ver dos auras borrosas juntas. —Las cejas de Adrian se

dispararon hacia arriba—. ¿Estás en trabajo de parto?

Ella se sobresaltó ante la idea… pero también tenía miedo.

—Yo… no estoy segura. Es peor de lo habitual, pero sigue faltando

más de un mes para que yo…

El profundo resonar de una gran campana de hierro resonó a través

del aire. Rose y Dimitri estaban de pie en un instante.

—¿Qué es eso? —preguntó ella.

Dimitri sacó una estaca de plata de su cinturón.

—Advertencia de Strigoi. Tenemos el mismo sistema en Baia.

—Corrió hacia la puerta, con Rose pisándole los talones. Antes de irse, hizo

un gesto hacia la chimenea—. Enciendan un fuego. Si algún Strigoi entra,

láncenlo en él.

No dio más detalles sobre cómo exactamente se suponía que

lograríamos eso, si con la fuerza bruta o con el espíritu de Adrian, pero ya

se habían ido antes de que pudiéramos cuestionarlos. Adrian y yo

encontramos la mirada del otro, la nueva amenaza estimulándonos a la

acción. Con solo un pequeño hechizo, hice que el fuego de la chimenea se

volviera de repente del doble de su tamaño. El fuego era nuestra mejor arma

contra los Strigoi, y aunque yo podría convocarlo de la nada, una fuente

lista nos ayudaría tanto a Adrian como a mí.

Olive gritó cuando las llamas se elevaron. Me volví hacia ella. Dolor

contorsionó su rostro mientras ponía una mano sobre su estómago.

—¿Estás bien?

—Creo que… creo que el bebé podría llegar después de todo —dijo

sin aliento.

Adrian palideció.

—Cuando dices “llegar”, ¿te refieres a ahora o en un futuro próximo?

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La pregunta era lo suficientemente ridícula como para distraerla

momentáneamente de su dolor.

—¡No lo sé! ¡Nunca he tenido uno antes!

Adrian me miró.

—Así que… uhm, sabes cómo hacerlo, ¿no? ¿Recibir un bebé?

—¿Qué? —le pregunté. El pánico se apoderó de mí ahora—. ¿Por qué

siquiera pensarías eso?

—Porque eres tan buena en todo lo demás —dijo—. Todo lo que yo

sé es lo que he visto en las películas. Hervir agua. Romper sábanas.

Como de costumbre, me aferré a la lógica para tratar de calmarme.

—Se puede hervir agua para la esterilización. ¿Pero lo de las

sábanas? Eso en realidad no es…

Un grito que venía de afuera interrumpió mi balbuceo. Adrian movió

su cuerpo de manera protectora para proteger a Olive, y yo convoqué una

bola de fuego en mi palma. Todos miramos en silencio hacia la oscura

ventana, incapaces de entender lo qué estaba sucediendo. Oímos disparos

y otro grito, haciendo que mi imaginación volara.

—Desearía que Neil estuviera aquí —susurró Olive.

—Yo también —dije, pensando que me sentiría mucho mejor con él

de pie junto a la puerta con una estaca de plata.

Adrian apretó la mano de Olive.

—Vas a estar bien. Sydney y yo te protegeremos. Nada que no

queramos, pasará a través de esa puerta.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y apareció Rand

Ivashkov, su rostro frenético.

—¿Qué está pasando ahí afuera? —exigí.

Cerró la puerta detrás de él y se dejó caer en una silla.

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—Strigoi. Dimitri me dijo que viniera a quedarme aquí con ustedes.

—Él miró la posición de Olive con inquietud—. En caso de que necesitaran

ayuda.

—No a menos que tengas un título secreto de médico que hayas

estado escondiendo a la familia —espetó Adrian.

—¿Cuántos Strigoi hay allí? —pregunté.

Rand sacudió la cabeza.

—No estoy seguro. Probablemente solo unos pocos o estaríamos

todos muertos a esta altura. Pero unos pocos pueden hacer mucho daño si

nos atrapan por sorpresa.

Olive hizo un pequeño grito de dolor, y nos dimos vuelta hacia ella.

—Otra contracción —noté.

—Por lo menos han pasado unos cuantos minutos. Quizás él

esperará hasta que todo acabe —contestó Olive.

—¿Él? ¿Sabes que es un niño? —preguntó Adrian.

—No es seguro —admitió ella—. Pero tengo una corazonada.

—Creo en las corazonadas —dijo seriamente Adrian.

Otro grito sonó, e intenté proporcionar una distracción para Olive.

Podría no saber todo sobre el trabajo de parto, pero estrés como este no

podía ser bueno para una mujer embarazada.

—¿Qué nombre vas a ponerle? —le pregunté.

Adrian siguió mi ejemplo.

—Adrian Sinclair suena bien —dijo él.

Los ojos de Olive, llenos de miedo, observaron la ventana y la puerta,

pero sus labios se curvaron en otra sonrisa ante la broma.

—Declan.

—Lindo nombre Irlandés —dije.

—Podría funcionar —concedió Adrian—. Declan Adrian Sinclair.

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—Declan Neil —corrigió ella.

Me preguntaba cómo se sentiría Neil al tener al hijo de alguien más

con su nombre. En el incesante caos que había sobrevenido desde que

habíamos llegado, no había habido oportunidad de hablarle a Olive sobre

las circunstancias que la habían conducido aquí a la comuna. Y mientras

continuábamos nuestra ansiosa vigilia, parecía improbable que

discutiéramos asuntos en el corto plazo. La conversación se consumía

mientras el tiempo pasaba. Todo lo que podíamos hacer era observar y

esperar. Los sonidos afuera finalmente se calmaron, y no supe si estar

tranquila o más alarmada. Igualmente de desconcertante era que las

contracciones de Olive se mantuvieran más frecuentes. Me preguntaba si

deberíamos estar hirviendo agua después de todo.

La puerta se abrió otra vez, y casi lanzo la bola de fuego hacia el

recién llegado hasta que vi que era Rose. Su rostro estaba manchado de

sangre y suciedad.

—Los tenemos —dijo ella—. Nadie de nuestra gente murió, pero hay

muchas lesiones. Su doctor está lejos ahora, y nos estábamos preguntando,

Adrian, si podrías…

Ella no pudo terminar, pero sabía lo que quería. Adrian también. Él

se volvió de ella hacia mí, su rostro lleno de dolor.

—Sydney…

—Ella dijo que nadie estaba muerto —interrumpí.

—Alguien podría estar cerca —contraatacó—. Especialmente si los

doctores están lejos.

Le eché un vistazo a Rose.

—¿Hay personas que puedan morir?

Ella dudó.

—No lo sé. Algunos están claramente en muy mal estado, sin

embargo. Vi mucha sangre cuando regresé a su enfermería.

Adrian comenzó a moverse hacia la puerta.

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—Eso es todo entonces. Voy a ir a ayudar. —Hizo una pausa y miró

atrás hacia Olive—. Ella necesita a alguien también. Ahora mismo. El bebé

ya viene. Sydney.

—No, voy contigo. Se los primeros auxilios básicos —dije, aunque mi

verdadera motivación era mantener un ojo en Adrian—. Rose, ¿puedes

ayudar a Olive? ¿O conseguir a alguien que pueda?

La expresión en el rostro de Rose mostraba que se sentía tan

completamente sin preparación para eso como yo, pero me dio un rápido

asentimiento.

—Intentaré encontrar a alguien que realmente sepa lo que está

haciendo. Debe haber muchas personas que hayan ayudado con eso antes.

Pero Sydney, ¿estás segura de que quieres ir? Hay un Alquimista en camino

para ayudar a destruir los cuerpos.

—¿Un Alquimista? —jadeó Olive.

Me congelé, y de repente, toda una especie nueva de pánico se

apoderó de mí.

—¿En camino?

—No está aquí aún —convino Rose—. Creo que dijeron que su

nombre era Brad o Brett o algo así. Trabaja fuera de Marquette.

—No te arriesgues —me dijo Adrian—. Quédate aquí.

Dudé, sabiendo que eso era lo más inteligente. Sería idiota

arriesgarme ahora después de todo lo que había hecho para evitar la

recaptura por los Alquimistas. Sin embargo, al mismo tiempo, tenía miedo

de lo que pudiera sucederle a Adrian si lo dejaba solo para ejercer su

espíritu. Sacudí la cabeza.

—Brad o Brett aún no está aquí. Me mantendré fuera de la vista

cuando él aparezca.

El rostro de Adrian me dijo que no le gustaba el plan, pero Olive

habló antes de que él pudiera-

—¿Él es como tú? —pregunto ella, más preocupada de lo que habría

esperado—. ¿Un ex Alquimista?

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Sacudí la cabeza.

—No es probable. Seguramente es del tipo estándar y analítico que

piensa que los vampiros son fenómenos de la naturaleza.

Olive parecía incluso más alarmada, y recordé su miedo cuando me

había visto antes. Rose le dio una sonrisa tranquilizadora.

—Sé que no siempre tienen las mejores personalidades, pero este

puede ayudar con la limpieza. No te preocupes. Todo irá bien. Y mientras

tanto, voy a enviar a alguien para ayudar con el bebé. —Fijó una dura

mirada en Rand—. Espera con ella hasta que alguien llegué aquí. Vamos,

ustedes dos.

Adrian y yo la seguimos hacia la oscura comuna, y una sensación de

temor se apoderó de mí, totalmente diferente a la que había sentido durante

el ataque Strigoi. Las farolas a lo largo del camino hacían que todo se viera

extra siniestro. Vimos poca evidencia de los Strigoi hasta que llegamos a la

cabaña de Lana, donde habían reunido a los heridos. Una docena de

dhampirs estaban ahí, ensangrentados y golpeados, pero siendo atendidos

lo mejor que podían.

—Gracias por ayudar —dijo él—. Sé que es difícil para ti.

—No es difícil para nada, en realidad —contestó Adrian.

—Adrian —advertí—. Se inteligente acerca de esto. Solo atiende a los

realmente críticos.

Él miró a su alrededor, asimilando a todos los dhampirs en catres

improvisados. Rose tenía razón de que había un montón de sangre. Gemidos

de dolor llenaban el aire.

—¿Cómo podemos elegir quien merece curación? —preguntó Adrian

suavemente—. Especialmente cuando todos lucharon por mantenernos a

salvo.

—Te ayudaré a escoger —dije.

Dimitri apuntó al otro extremo de la habitación.

—Algunos de los peores están por allí. Lo que sea que puedan hacer

ayudará. Tengo que volver allí afuera. Resulta que uno escapó y está en el

bosque. Vamos a ir tras él.

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—Iré también —dijo con prontitud Rose.

Dimitri le tocó brevemente la mejilla.

—Te necesito aquí. Ayuda a Sydney y a Adrian.

—Ayúdanos más tarde —dije—. Consigue a alguien para Olive ahora.

Las cejas de Rosas se dispararon ante eso, y se apresuró a buscar a

Lana. Adrian y yo nos instalamos para ayudar a los heridos. Intenté

advertirle de nuevo sobre tener cuidado con su magia, pero no fue fácil. En

todo lo que él podía enfocarse era en el sufrimiento a su alrededor, y en

cómo quería arreglarlo. Se puso a curar, utilizando su espíritu

generosamente. Al menos comenzó con los críticos que Dimitri había

señalado. En cuanto a mí, comencé a hacer lo podía con habilidades básicas

con la esperanza de que Adrian viera que no necesitaba utilizar su espíritu

en todos. Parché laceraciones y di agua. Incluso di palabras de ánimo. La

mayoría de los pacientes estaban conscientes, y trabajé mucho para

mantener un buen trato con los pacientes, asegurándoles que todo estaría

bien. De vez en cuanto me detenía para revisar a Adrian.

Mallory estaba entre los heridos, y ella y otra guardiana estaban en

bastante mal estado, habiendo perdido mucha sangre. Mallory también

tenía un número de costillas rotas, como también algunas lesiones internas,

de acuerdo a la lectura de su aura que había hecho Adrian. Un Strigoi

parecía haber tomado un pedazo del lugar donde se encontraba su hombro

y cuello, y la sangre se acumulaba de la herida, a pesar de los intentos de

vendarla. Ella era una de los pocos inconscientes, y parecía difícil creer que

hubiera estado embelesada por Rose y Dimitri solo hace unas horas. Adrian

la hizo su primera prioridad, restaurándola hasta la salud casi completa.

Me alegraba por ella, pero hice una mueca ante el poder que debió haber

requerido. Sin decir una palabra, se movió hacia su siguiente paciente.

Cuando estaba a mitad de camino de su curación, Rose corrió hasta

mí.

—Envié a alguien con Olive. Pero tienes que venir conmigo ahora,

arriba. El Alquimista está por entrar.

Terminé el vendaje que estaba aplicando y le di una advertencia más

a Adrian acerca de la precaución. Asintió con la cabeza, y me pregunté si

había escuchado siquiera mis palabras. Pero no había tiempo que perder,

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no con un Alquimista a punto de entrar, que potencialmente pudiera

deshacer todo lo que Adrian y yo habíamos hecho para ganar mi libertad.

Mi corazón se aceleró mientras seguía a Rose hacia el segundo piso de la

cabaña de Lana. Di un suspiro de alivio cuando llegamos. Era un poco más

que un apartamento, pero me mantenía fuera de la vista de aquellos abajo.

Desafortunadamente, me mantenía alejada de lo que estaba sucediendo

abajo también.

—Rose —dije cuando ella comenzó a irse—. Tienes que asegurarte de

que Adrian no…

Un dhampir apareció de repente en la puerta y le hizo señas urgentes

a Rose. Los vi hablar en susurros preocupados afuera de la puerta. Rose se

veía angustiada y miró en mi dirección, luego siguió al dhampir abajo. Eso

me dejo sola por buena parte de una hora con nada que hacer además de

pasearme y preocuparme por lo que estaba sucediendo. Finalmente, Diana

apareció para decirme que el Alquimista se había trasladado a una parte

diferente del campamento y que podía ir abajo, ya que él no tenía razón para

regresar a la enfermería.

No perdí tiempo en obedecer y estuve sorprendida de ver que casi

todas las personas que habían estado heridas tumbadas en el suelo antes

ahora estaban andando de nuevo, viéndose saludables y bien. Adrian estaba

terminando de curar, y me quedé mirando, con la boca abierta, incapaz de

creer lo que estaba presenciando.

—Adrian… ¿Qué has hecho?

Le tomó varios segundos darse vuelta hacia mí, y cuando lo hizo,

apenas podía creer la diferencia en él. Se veía tan mal como los pacientes se

habían visto antes, pálido, sudoroso, con ojos vidriosos. Le agarré el brazo,

temiendo que fuera a desmayarse del agotamiento.

—¿A cuántos de ellos curaste? —susurré.

Él tragó y miró alrededor distraídamente.

—Yo…no lo sé. Tantos como pude…

Apreté su mano, llena con una mezcla de ira y miedo.

—¡Adrian! ¡No necesitabas hacer eso! —Mirando alrededor, noté que

algunas de las personas que solo habían tenido lesiones menores, unos

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pocos rasguños o moretones, ahora estaban completamente sin marcas. Me

giré hacia él con incredulidad—. ¡Eso fue una pérdida de tu energía! ¡La

mayoría de estas personas habrían sanado solas!

Él parecía estar recuperando un poco su orientación.

—Podía ayudarlos… ¿Por qué no? Una vez que comencé, fue

demasiado difícil detenerme… ¿Cuál es el daño?

Antes de que pudiera siquiera procesar eso, Rose se acercó a

nosotros con una cara seria.

—Chicos… hay algo que deberían saber. Olive se ha ido.

Estaba tan concentrada en el estado aniquilado de Adrian, que pensé

que había oído mal.

—¿Qué quieres decir con que se ha ido?

—Se escabulló de Rand y lo dejó inconsciente. Luego se escapó antes

de que Lana llegara allí para asistir al bebé.

Adrian, aunque aturdido, se las arregló para centrarse en este

aparentemente improbable cambio de acontecimientos.

—Olive… dejó a alguien inconsciente… ¿mientras estaba en trabajo

de parto? ¿Cómo?

—Ni idea —dijo Rose con tristeza—. Pero se ha ido…probablemente

huyó en el bosque.

—En el bosque —repitió Adrian. Una nueva energía lo llenaba

mientras el pánico se establecía—. En trabajo de parto. En la oscuridad.

¿Todavía está ese Strigoi ahí afuera?

La expresión de Rose respondió por ella, y Adrian se apresuró a la

puerta conmigo inmediatamente después.

—Tenemos que irnos —dijo—. Tenemos que encontrarla ahora.

Rose intentó detenernos.

—Adrian, no es seguro…

Dimitri de repente irrumpió por la puerta.

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—La encontramos. Los encontramos a todos. Tienes que venir,

Adrian. Tienes que venir ahora.

Lo seguimos sin preguntas, y luché por mantener el paso con los

demás y sus pasos más largos. Rose también vino.

—¿Encontraste a los Strigoi? —gritó cuando pasamos el centro de la

comunidad.

—Sí. Ahí. —Dimitri hizo un gesto hacia dos dhampirs arrastrando el

cuerpo de un Strigoi muerto. Lo llevaron a donde otros tres Strigoi habían

sido apilados. Un chico humano se arrodilló junto a ellos, vertiendo el

contenido de un pequeño frasco sobre los cuerpos. El Alquimista, me di

cuenta. Me incliné para que Rose estuviera entre nosotros.

Afortunadamente, él estaba absorto en su trabajo.

—¿Entonces qué sucedió? —preguntó Rose.

—Llegó a Olive primero —explicó él—. Ella ya había tenido al bebe…

afuera en el bosque. Lo escondió aquí. También lo encontramos. Está bien,

pequeño, pero bien.

Adrian y yo estábamos tan abrumados por el curso de los

acontecimientos que no pudimos responder, pero Rose estaba lista con más

preguntas.

—¿Por qué vamos a ella? ¿Por qué no la llevaste adentro?

Dimitri nos dirigió fuera de la comuna y hacia una zona boscosa.

—Tenía miedo de moverla. Pensé que era mejor dejarla donde estaba

hasta que Adrian pudiera curarla.

Adrian hizo una mueca.

—Chicos, yo… no sé si me queda suficiente espíritu para hacerlo. Si

pueden estabilizarla hasta que me recupere… o si no está tan mal…

Dimitri no respondió mientras caminábamos hacia lo profundo del

bosque más allá de la comuna, pero su expresión decía que ella estaba, de

hecho, así de mal. Mi estómago se hundió cuando las implicaciones me

golpearon.

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Finalmente llegamos a un claro en el bosque. Lana y otros dos

dhampirs estaban parados ahí sosteniendo linternas. Nos apresuramos

hacia ellos y encontramos a Olive apoyada contra un árbol, un pequeño

bulto se mantenía cerca de ella con un brazo. Cuando capté un vistazo de

ella, entendí porque habían tenido miedo de moverla. Su rostro estaba tan

blanco, que podría pasar por un Strigoi. Su brazo, el que no sostenía al bebé,

estaba casi arrancado de ella. El costado de su cabeza se veía como si

hubiera sido estrellado fuertemente contra algo, y en todas partes, en todas

partes, había sangre. Sus ojos estaban cerrados, su respiración superficial.

Adrian se concentró en ella por varios minutos, y luego sacudió la

cabeza, su rostro lleno de desesperación.

—No puedo —mumuró él, casi ahogándose con las palabras—. Ni

siquiera puedo sacar a relucir su aura. Estoy sin… estoy sin magia.

Los parpados de Olive revolotearon ante el sonido de su voz.

—¿Ese es…ese es Adrian?

Él se arrodilló a su lado.

—Shh, no te esfuerces. Necesitas descansar para que pueda

desarrollar magia de nuevo y pueda curarte.

Ella se las arregló para reír ásperamente, y un pequeño rastro de

sangre goteó de sus labios.

—Estoy más allá de la magia, incluso la tuya.

—No es verdad. Solo la necesito de vuelta.

—No hay tiempo —dijo con voz ronca—. Pero necesito… hablar

contigo. A solas.

—Olive, necesitas descansar —insistió Adrian, pero las palabras

sonaron vacías. Ambos sabíamos que ella tenía razón sobre el tiempo. Su

vida se estaba desangrando en frente de nosotros.

El bebé en sus brazos comenzó a llorar.

—Váyanse —les ordenó Dimitri a los demás, echándolos.

A Adrian y a mí, nos dijo:

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»Denle el consuelo que puedan.

Le di un débil asentimiento, pero sobre todo estaba intentando no

empezar a llorar.

—Tómalo —dijo Olive cuando los otros se hubieron ido. Empujó el

bebé hacia Adrian.

Estaba bastante segura que él nunca había sostenido un bebé en su

vida, pero cuando sus brazos fueron alrededor del pequeño bulto, el bebé se

tranquilizó. Me incliné para ver mejor. Era tan pequeño que parecía irreal.

Una pelusa de cabello oscuro le cubría la cabeza, y él nos miró con ojos

asombrosamente alertas. Estaba envuelto en la chaqueta de alguien, y

Adrian intentó un balanceo poco entusiasta.

—Shh, ahí vas. Aquí estás Declan. Declan Neil Sinclair.

—Raymond —dijo Olive. Hizo una pausa y tosió más sangre—.

Declan Neil Raymond.

—El apellido de Nail —dije.

—Tienen que llevárselo a Neil —nos dijo—. Cuando me haya ido.

—No hables así —dijo Adrian, sonando como si estuviera teniendo

problemas conteniendo los sollozos en su voz.

Con su brazo bueno, le agarró la manga a Adrian.

—No entiendes. Él es de Neil. Neil es su padre.

Discutir la genética dhampir parecía sin sentido, dado su estado.

Quizás ella estaba tan fuera de sí, que creía que Neil era el padre. Quizás

ella estaba hablando en sentido figurado. Por lo que había visto en la Corte,

Neil la amaba tanto que él probablemente adoptaría al bebé como suyo de

todas maneras.

—Por supuesto —dije suavemente, simplemente queriendo calmarla.

Se estaba desvaneciendo rápidamente, pero una chispa de ira brilló

en sus ojos.

—No, lo digo en serio. Él es de Neil. Nunca he estado con nadie más.

—Olive —dijo Adrian, no sin amabilidad—. Eso es imposible.

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—No —repitió ella. Cerró los ojos, y por un momento, temí lo peor.

Luego se abrieron otra vez—. Solo estuve con Neil. Solo una vez. Y cuando

lo descubrí… estaba tan asustada. No sé qué sucedió… debe haber tenido

algo que ver con mi siendo restaurada. Con todo el espíritu que estaba en

mí. Había tenido tanto miedo de que si alguien, Moroi o Alquimista, lo

supiera, quisieran llevarse el bebé. Experimentar con él, como Sonya hace.

Así que me escondí. Me escondí de todos ellos. Incluso de Ni-Nina. —Su voz

quedó atrapada en el nombre de su hermana, e hizo una pausa para

respirar, lo cual parecía estar causando más dificultad.

Lo que ella estaba diciendo era imposible. Dos dhampirs no podían

concebir un dhampir. Iba contra las reglas fundamentales del mundo. Y aun

así, si ella creía eso… de repente recordé su pánico sobre el conocerme y

luego más tarde, cuando se enteró de que venía otro Alquimista.

—Por eso fue que escapaste —dije—. Tenías miedo del Alquimista.

Ella dio un gesto débil y abrió nuevamente los ojos.

—Sabes cómo son. No sé cómo es posible, pero ellos querrían

saberlo. Se lo llevarían. Por favor, Adrian. Sidney. No los dejen. O a las

autoridades Moroi. Manténganlo en secreto hasta que llegue a Neil. Luego

Neil puede esconderlo. Neil lo mantendrá a salvo. Pero prométanlo… —Sus

ojos se cerraron, y su cabeza se inclinó—. Prométanme…que ustedes…

mantendrán a Declan a salvo…

—Quédate con nosotros —dijo Adrian urgentemente. Mi propia

visión estaba borrosa por las lágrimas—. Un poco más de tiempo. El espíritu

está volviendo a mí. Lo sé.

Declan se agitó en los brazos de Adrian y comenzó a llorar otra vez.

Los ojos de Olive se abrieron en una rendija, y ella sonrió.

—Tan dulce —dijo suavemente. Sus parpados se cerraron de nuevo

y toda la tensión se fue de su cuerpo cuando se desplomó hacia adelante.

—Ahí —jadeó Adrian—. La tengo… una chispa del espíritu…

suficiente para ver auras.

Agarré su brazo y sentí las lágrimas correr por mis mejillas.

—Adrian…

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—El bebé es tan brillante —dijo Adrian. Había lágrimas en su rostro

ahora también—. Como una estrella. Pero en ella… no hay nada. No queda

aura que ver…

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Traducido por karliie_j y vanehz

Corregido por Lizzie Wasserstein

un estábamos parados afuera en el bosque, y yo aún

estaba sosteniendo a Declan. Sorprendentemente, se

había quedado dormido, felizmente inconsciente de

cuan confuso y desgarrador era el mundo en el cual acababa de nacer.

Sydney se recargó en mí, y yo puse un brazo alrededor de ella lo mejor que

pude mientras mantenía firme mi agarre en Declan. Rose y Dimitri se

encontraban cerca, mirando con rostros afligidos mientras Olive nos dejaba

definitivamente.

—Necesitamos actuar rápido —dije, manteniendo mi voz suave—. Si

vamos a honrar sus deseos.

Sydney me miró y parpadeó para alejar las lágrimas.

—¿Tú no piensas que, quiero decir, le crees? ¿Acerca de Neil?

No respondí en seguida.

—Los vi en la Corte. Tú también. Cuando todo esto empezó, fue

imposible para mí creer que ella había estado con otro chico. Ahora lo

entiendo. Y cuando lo miró a él, a Declan, bueno, es difícil de explicar, pero

hay algo especial en él. Su aura. Él tiene esta luz espolvoreada con espíritu,

como lo que Sonya y yo tratamos de crear. Él la posee naturalmente.

Sydney se quedó sin aliento.

—Si ese es el caso, muchas personas estarán interesadas en él.

A

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—Ellos no pueden saber sobre el —dije terminantemente—. Olive

tenía razón sobre eso, tengo que guardar el secreto, se lo debo. Es lo mínimo

que puedo hacer después de que le fallé.

—Adrian...

No dejé que Sydney terminara.

—Tenemos que esconderlo. ¿Me ayudarías?

Su rostro estaban lleno de preocupación por mí, pero ella no dudó al

responder:

—Sabes que no tienes que preguntármelo.

Le besé la coronilla de su cabeza.

—Necesitaremos ayuda. —Le hice señas a Rose y Dimitri para que se

acercaran. Se nos unieron inmediatamente.

Rose tragó, sus oscuros ojos brillando por las lágrimas.

—Adrian, lo siento tanto. No había nada que pudiéramos hacer.

Bueno, recalcó tía Tatiana, podrías haber hecho algo si no hubieses

sido tan irresponsable con el espíritu.

—No hay tiempo para eso —dije bruscamente—. Necesito su ayuda.

¿Qué pasará con Declan ahora? Tú conoces este tipo de lugares Dimitri.

¿Cuál es el protocolo cuando la madre muere? Necesito saber si podemos

llevárnoslo.

—¿Quién es Declan? —preguntó Rose.

Asentí hacia el bebé en mis brazos, aun envuelto en el abrigo de

alguien.

El rostro de Dimitri era difícil de leer.

—Si ella tuviera familia viviendo aquí en este campamento, él se iría

con ellos. Estoy seguro de que podemos contactar a su familia en el exterior,

si es que queda alguno de ellos. Hay una tradición...

—¿Si? —presioné.

Vacilantemente estudió al bebé antes de continuar.

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—Hay una antigua tradición entre los dhampirs, especialmente

aquellos que viven en lugares peligrosos y en condiciones inciertas. El

primero al que la madre le entregue al bebé se convierte en su tutor. Como

dije, es antigua, pero supongo que esa es la razón por la cual Olive insistió

tanto en verte y por la cual Lana no ha tratado de quitártelo aun. Estoy

seguro de que entre más pronto se lo digas...

—No —lo interrumpí—. Eso es perfecto.

—Tu... ¿Quieres a este bebé? —preguntó Rose, sin esforzarse en

ocultar que tan improbable encontraba la idea.

—Quiero sacar al bebé de aquí —dije—. Quiero que tan pocas

personas como sea posible sepan sobre él. O que me lo estoy llevando.

—Repasé mentalmente quienes habían estado alrededor. Lana y los dos

guerreras dhampir. No estaba seguro si había habido alguien más cuando

Olive fue encontrada—. ¿Podrías hablar con Lana? Decirle que llevaremos

al bebé con la familia de Olive pero que debe ser guardado en secreto. Y dile

que no le mencione a nadie que yo he estado involucrado. Si no hacemos un

gran escándalo sobre esto, la mayoría de las personas asumirán que solo lo

estamos llevando con su pariente más cercano. Pero preferiría que el fuera

lo menos memorable posible. No quiero que nadie más lo vea o piense mucho

sobre él.

Rose y Dimitri intercambiaron una comprensible mirada de

perplejidad.

—Adrian, ¿Qué está pasando? —preguntó Dimitri.

Negué con la cabeza.

—No puedo decírselos. No aun. Pero créanme cuando les digo que la

vida de este bebé depende de lo que hagamos ahora. ¿Nos ayudarán?

Ese era un argumento al que era difícil oponerse, pero tampoco era

una mentira. Porque mientras caminábamos de vuelta hacia el corazón de

la comuna, mi poder regresó gradualmente. Y cada vez que observaba el

aura de Declan, mirando muy de cerca, casi a nivel celular, podía ver la

infusión del espíritu. Nadie podría notarlo a menos que realmente lo

estuvieran buscando.

Y comprendí con una alarmante claridad el temor de Olive. La razón

por la cual le había dado la espalda a todos los que conocía y huyó a un

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agujero en el bosque. Lo que había pasado, lo que sostenía en mis brazos,

no debería existir. Dos dhampirs no podían dar vida a otro dhampir. Iba en

contra de una de las más básicas reglas de la biología en nuestro mundo.

Era imposible, y aun así aquí estaba.

Él era un milagro.

Pero Olive había tenido razón sobre que habría personas que

querrían estudiar a Declan, quienes posiblemente querrían encerrarlo y

hacer experimentos con él. Y mientras que estaba listo para reconocer que

su nacimiento era una cosa maravillosa y dichosa, no estaba listo para dejar

que su vida fuera una serie de experimentos y señalamientos, especialmente

cuando su madre había muerto con tal de protegerlo de ello.

Dimitri habló con Lana en privado, y ya sea por esa tradición de los

dhampir o por su propia reputación (tal vez ambas), ella accedió a todas

nuestras peticiones. Ella nos dio una cabaña vacía para quedarnos hasta el

amanecer. Cuando pedimos provisiones, las mandó con Rose o Dimitri para

que Declan se expusiera lo menos posible a otros miembros de la comuna.

Necesitaba que él estuviera fuera de sus mentes. Necesitaba que ellos se

olvidaran de él.

Por supuesto, eso significaba que Sydney y yo nos tendríamos que

hacer cargo de él esa noche. Y en unas pocas horas, aprendí más de lo que

esperaba acerca de bebés. Ella había sido capaz de buscar un poco de

información en su teléfono, sintiéndose cómoda con la lógica y los hechos.

La señal aquí afuera era mala, sin embargo, y a veces descubrimos que era

más fácil tratar de adivinar algo que esperar por una respuesta. Declan,

afortunadamente, era un chico indulgente y probó ser bastante

condescendiente mientras nosotros tratábamos de resolver las cosas. Él fue

paciente mientras Sydney y yo leíamos meticulosamente las instrucciones

de la lata de fórmula que Lara nos había enviado. El casi no se quejó cuando

le puse el pañal al revés la primera vez. Cuando se agotó de nuevo y se puso

a llorar, no tenía más instrucciones que seguir. Sydney se encogió de

hombros cuando la miré en busca de ayuda. Por lo que solo lo pasee

alrededor de la sala, tarareando canciones de rock clásico hasta que se

quedó dormido y pude acostarlo.

Rose, quien se había quedado por ratos con nosotros y quien estaba

más asustada por el bebé que por un Strigoi, me miró con asombro.

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—Eres bueno en eso —recalcó—. Adrian Ivashkov, el encantador de

bebés.

Miré al bebé durmiente.

—Lo estoy logrando bajo la marcha.

—¿Estás listo para decirnos que sucede? —preguntó, su rostro

tornándose serio—. Sabes que solo queremos ayudar.

—Aun no. Pero si podemos irnos en cuanto regrese Dimitri, eso

sería...

El teléfono de Sydney timbró con un mensaje de texto. Ella parecía

sorprendida de que alguien se quisiera poner en contacto con ella hasta que

miró la pantalla.

—Es la Sra. Terwilliger. Ha movilizado a todas las brujas de Palm

Springs. Están listas para empezar a buscar.

Rose se puso de pie.

—¿A Jill?

—A Alicia, técnicamente, pero también a Jill —dijo Sydney—. Ella

dice que podemos unirnos a ellas... —Me miró insegura, y pude adivinar lo

que estaba pensando. Nos habíamos desviado a Michigan porque teníamos

tiempo libre en lo que esperábamos a que las cosas estuvieran listas para

nosotros en Palm Springs. Llevar un bebé con nosotros no estaba en el plan

de ninguno.

Sydney, Jill y ahora Declan, reprochó tía Tatiana. Tantas personas

contando contigo. Tantas personas que se decepcionarán si fallas.

—Espero que me estén incluyendo en eso —dijo Rose ferozmente—.

Estoy lista para traer a Jill a casa.

—Palm Springs —murmuré, aun meciendo a Declan—. Eso podría

ser perfecto. Podemos esconderlo allí.

—No podemos llevar a un bebé a una cacería de brujas —advirtió

Sydney.

Asentí, de acuerdo.

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—Aquí. Tómalo, está dormido.

Sydney quitó cuidadosamente a Declan de mis brazos y me miró

interrogante mientras buscaba mi teléfono. También tenía mala recepción,

pero era lo suficientemente buena para hacerle una llamada a mi madre.

—¿Adrian? —contestó en pánico—. ¿Dónde estás? He estado tan

preocupada desde que esa chica Nina tuvo ese ataque. ¿Estás bien?

—Si... bueno, no. Es complicado. Pero necesito que te encuentres

conmigo en Palm Springs lo más rápido que puedas. Estaré ahí pronto.

¿Puedes hacer eso?

—Si... —comenzó a decir dudosamente—. Pero...

—No puedo decirte qué está pasando —dije rápidamente—. Aún no.

—Lo sé, cariño. Eso no era lo que iba a preguntarte. Quería saber

qué es lo que debo hacer con el gato y con el dragón cuando me vaya.

Buena pregunta.

—Oh. Uhm, ve si Sonya puede cuidar de ellos.

Colgué y vi que Dimitri acababa de llegar.

—¿Nos iremos a Palm Springs? —preguntó.

—Hora de buscar a Jill —dijo Rose.

—Si estás dispuesto a ello —agregué.

Dimitri sostuvo en alto un asiento de bebé para auto, con una mano,

lo cual fue casi cómico.

—Nos podemos ir cuando estén listos. Lana me dio esto y jura que

es fácil de instalar.

Rose rio con eso.

—Oh, esto tengo que verlo camarada. Dimitri Belikov, el dios

guerrero, instalando un asiento para bebés en el auto.

Él sonrió con naturalidad, y nos apresuramos a reunir nuestras

pertenencias. Sydney tuvo que llamar a Jackie de nuevo, y ya que mis

manos estaban ocupadas, le pasó el bebé a Rose.

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—Solo mécelo —le dije, ante su mirada de pánico.

Rose palideció pero obedeció, ganándose una risa en respuesta de

parte de Dimitri.

—Rose Hathaway, la más famosa rebelde, mostrando su lado

maternal.

Ella le sacó la lengua.

—Disfrútalo mientras puedas, camarada. Esto es lo más cerca que

estarás de ello.

Casi dejo caer mi mochila cuando se me ocurrió algo deslumbrante.

Olive había dicho que ella y Neil habían estado juntos antes de que el fuera

inyectado con el espíritu. Lo que significaba que lo que sea que hubiese

provocado la concepción de Declan había sido el resultado del hecho de que

ella fuera una Strigoi restaurada. ¿Se aplicaría eso a Dimitri también? ¿O

solo funcionaba con mujeres? Rose y Dimitri se reían ahora, bromeando

porque tener hijos era imposible para ellos… pero, ¿se daban cuenta de que

quizá si eran capaces de tener ese futuro? ¿Lo querrían?

Tienes mucho poder sobre ellos, susurró tía Tatiana. El poder de hacer

o deshacer su futuro.

—¿Adrian? —preguntó Rose, mirando mi asombrado rostro—,

¿Estás bien?

—Si —dije, moviéndome de nuevo lentamente—. Solo estoy tratando

de acostumbrarme a todo esto.

Cuando finalmente nos pusimos en marcha, con Declan en mis

brazos una vez más, fue imposible evitar llamar completamente la atención

mientras caminábamos entre el resto de la comunidad. Las personas iban

de un lado para otro tratando de recuperarse de las terribles consecuencias

del ataque Strigoi. La mayoría estaba demasiado absorta en sus propios

asuntos, pero algunos me vieron y trataron de hablar conmigo, porque los

había curado.

—Gracias, gracias —exclamó la guardiana Mallory, apresurándose y

tomándome del brazo—. Me dijeron que estaba muy mal. Que no hubiera

sobrevivido si no fuera por lo que hiciste.

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Si no lo hubiera hecho, ¿seguiría Olive con vida? Me pregunté. Pero

sonreí y tartamudee cuanto me alegraba que Mallory se encontrara bien.

Cuando ella llamó a algunos de sus amigas que también habían resultado

heridas, rápidamente le pasé el bebé a Sydney.

—Ustedes ocúltense —le susurré. Un bebé y una ex Alquimista eran

demasiado memorables, y eso era lo último que necesitábamos ahora.

Sydney obedeció, alejándose apresuradamente de mí y mi club de

fans, con Dimitri a sus espaldas.

—Encuéntranos en el auto —dijo él.

Asentí y me di la vuelta para enfrentar a aquellos a los que había

sanado. Acepté su gratitud tan gentilmente como pude, pero todo el tiempo,

no pude alejar el pensamiento de que Olive debería haber estado entre ellos.

Algunos la mencionaron, expresando lo tristes que estaban por su perdida,

pero nadie preguntó por el bebé. Cuando finalmente se disiparon, pensé que

era libre, pero después fui llamado por otra voz. Me di la vuelta y vi a Lana

caminando hacia mí.

—Siento mucho lo que pasó —dijo, su mirada llena de dolor. Ella

parecía mayor a como la había conocido—. Desearía que hubiera sido

diferente.

—Yo también—, dije.

—Dimitri no me dijo qué estaba pasando, pero respeto sus deseos, y

los tuyos. No sé de qué van todos esos secretos, pero vi el rostro de Olive

cuando hablaba contigo, justo antes de morir. —Lana hizo una pausa y se

enjugó las lágrimas—. Algo la tenía inquieta, eso era muy obvio, y ella te lo

confió junto con el bebé. Eso es suficiente para mí. Estoy feliz de ayudar con

lo que necesites.

—Hazlo olvidando que estuvimos aquí —dije suavemente—, nosotros

y el bebé.

—Eso es justo —dijo Lana. Se aclaró la garganta—, pero tengo una

pregunta incomoda que hacerte.

¿Solo una?, preguntó tía Tatiana.

—¿Qué preferirías que hiciéramos con el cuerpo? —preguntó Lana.

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Me sorprendí. No había pensado en eso. Olive se había ido.

Literalmente había visto la luz de su aura desaparecer. Que yo tuviera que

lidiar con esto ni siquiera me había pasado por la mente.

—Uhm, ¿qué harían normalmente?

Lana se encogió de hombros.

—Le enviaríamos el cuerpo a su familia para que ellos lo sepulten o

lo cremen. O a un lugar en Houghton, si quieren lidiar con eso en seguida.

El Alquimista nos dejó esa sustancia. La que disuelve cuerpos. Dijo que

podíamos utilizarla si la necesitábamos.

Mi estomagó se retorció. La idea de manejar el cuerpo de Olive como

el de un Strigoi me daba nauseas, especialmente después de todo lo que ella

había hecho para redimirse a sí misma de su pasado. Y aun así... había visto

lo que esa sustancia podía hacer. Podría destruir completamente el cuerpo

de Olive, destruir la evidencia de que ella había tenido un bebé. Cerré los

ojos y sentí las palabras balanceándose a mí alrededor.

—¿Adrian? —preguntó Lana—. ¿Estas bien?

Abrí los ojos.

—Usa la sustancia. Eso es lo que ella hubiera querido.

Lana arqueó una ceja ante eso, pero no le di explicaciones. No podía

decirle que Olive no hubiera querido arriesgarse a que su cuerpo fuera

enviado a una funeraria o de vuelta a su familia, donde las personas podrían

darse cuenta de que tuvo un bebé y empezar a hacer preguntas. Olive había

muerto para mantener a Declan en secreto. Esto solo era otra terrible parte

de ese legado.

—De acuerdo —dijo Lana—. Y hablaba en serio hace rato, los voy a

cubrir en esto. Mi gente también lo hará. Me aseguraré de que se mantenga

en silencio. Este grupo sabe cómo guardar secretos.

—Gracias. Por todo. —Empecé a alejarme pero ella me tomó del

brazo.

—Oh, ¿qué debo decirle a tu tío? Ha estado preguntando por ti.

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Mi tío no era alguien con quien quisiera hablar, especialmente

porque estaba seguro de que no podría mantener un secreto. No quería que

me preguntara acerca de Olive y del futuro de su hijo.

—No le digas nada —dije—. Solo que me he ido.

Otro largo día de viaje nos precedió, haciéndose incluso más

complicado con un niño que necesitaba ser alimentado cada dos horas. No

pudimos encontrar un avión que nos sacara de Houghton, por lo que Dimitri

nos llevó hasta Minneapolis, con numerosas paradas en el camino, hasta

que pudimos llegar al aeropuerto y conseguir un vuelo hacia Los Ángeles.

Durante todo esto, Sydney y yo dividimos nuestra atención entre cuidar de

Declan y contactar a todas las personas en Palm Springs. Verifiqué que Niel

estuviera ahí, después de ponernos de acuerdo anteriormente, pero no le

dije qué estaba pasando, no le hablé acerca de Olive ni del bebé. Y hasta

que no hablara con él, tenía que mantener el secreto para Rose y Dimitri

también, por mucho que lo odiara. No me parecía justo que ellos se

enteraran de la verdad antes que Neil.

—¿Es el primero?

—¿Uh?

Nuestro avión estaba aterrizando en Los Ángeles, y yo estaba

haciendo lo que podía para mecer a Declan mientras me mantenía en mi

asiento. A falta de un juguete apropiado para bebés, Sydney estaba tratando

de distraerlo sacudiendo un juego de llaves ante él, incluso aunque ella

declaraba que había leído un artículo que decía que los recién nacidos no

podían ver a la distancia. La pregunta había venido de una diminuta señora

mayor sentada al otro lado del pasillo. Ella asintió hacia Declan.

—Su primer bebé —aclaró.

Sydney y yo intercambiamos miradas, inseguros de cómo responder

a eso.

—Uh, sip —dije.

La señora sonrió.

—Eso pensé. ¡Ustedes son tan atentos! Se ven tan preocupados. Pero

no se preocupen. No es tan difícil como creen. Se acostumbrarán. Se les da

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naturalmente ser padres. ¡Apuesto a que tendrán una decena! —Se

interrumpió a si misma cuando el avión aterrizó.

Para el momento en que llegamos a Palm Springs, Declan era el único

de nosotros que no se sentía aniquilado. Ninguno había tenido un descanso

decente en días, pero nos manteníamos de pie lo mejor que podíamos. De

nuevo, Dimitri tomó el volante y nos condujo a la casa de Clarence Donahue,

quien nos proveía de un refugio, relativamente, y una necesaria dosis de

sangre para mí. Clarence Donahue era un solitario Moroi que nos había

ayudado en el pasado, había estado encantado de vernos cuando su ama de

llaves nos condujo a su sala de estar. Yo estaba encantado de ver a mi madre

sentada junto a él.

—Mamá —dije, envolviéndola en un gran abrazo.

—Dios mío —dijo ella, cuando estuve reluctante a dejarla ir—. Han

sido solo algunos días, cariño.

—Un montón de cosas han pasado en ese tiempo —le dije

honestamente, pensando en cuántas vidas y muertes había presenciado en

estos días—. Y creo que muchas pasarán cuando Sydney se ponga en

contacto con algunas de sus amigas. Va a mantenernos al resto de nosotros

bastante ocupados y, uh, hay algo con lo que necesito tu ayuda.

Me hice a un lado, revelando a Sydney, cargando a un dormido

Declan en su asiento para el auto.

Mi mamá miró al bebé con confusión, entonces miró a Sydney, y

entonces se giró hacia mí con los ojos muy abiertos.

—Adrian —exclamó—. Eso no es… quiero decir, cómo es posible…

—No es mío —le dije con cansancio—. Su nombre es Declan y estoy

cuidando de él por una amiga. Podría necesitar tu ayuda para cuidarlo

mientras vamos tras Jill, sin embargo. No hay nadie más en quién confíe.

Como si pensara que reconocía su nombre, Declan abrió sus ojos y

nos consideró somnolientamente. Honestamente no estaba seguro de cómo

iba a responder mi madre a este pedido. Los dhampirs siempre habían

estado en el rol de sirvientes para ella, y había enloquecido cuando traje a

Rose a casa para una cita. Después de que había aceptado mi matrimonio

con Sydney, una vez le había comentado que se hiciera a la idea de aceptar

nietos dhampir. Mi mamá le había restado importancia a la idea, diciendo,

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sí, por supuesto que lo entendía, pero me preguntaba si había estado

empujando esa idea para preocuparse por ella otro día. ¿Cómo reaccionaría

ahora al cuidar de un niño dhampir?

Cuidadosamente levanté a Declan, sacándolo del asiento y me quedé

atónito cuando mi madre me lo arrebató.

—Mírate —arrulló, meciéndolo en sus brazos—. Qué apuesto

pequeñín. El pequeño más apuesto del mundo.

Recuerdo cuando tú solías ser su pequeñín más apuesto, afirmó tía

Tatiana.

Mi mamá arrancó su mirada de él.

—Deberías cambiarlo a ropas más ligeras —me dijo—. Estas pijamas

son demasiado pesadas para este clima.

—Uhm, esas son todas las que tenemos —dije. Señalé a la bolsa de

provisiones que Rose había dejado—. Realmente, todas sus posesiones en el

mundo están allí.

—¿Dónde va a dormir? —preguntó mi madre.

—Ha estado usando el asiento del auto.

Jadeó audiblemente.

—Oh, Adrian. Esto es como la vez que trajiste a casa al cachorro del

vecino y parecías tan sorprendido de enterarte que debías alimentarlo todos

los días.

—Oye —respondí—. He alimentado a este pequeño muchas veces.

—Sydney, querida —añadió mi madre—. Espero más sentido común

de ti, que de Adrian. Seguramente sabes que un bebé necesita toda clase de

cosas.

Sydney estuvo momentáneamente perpleja, y no podía culparla.

Estaba bastante seguro de que mi madre nunca la había llamado “querida”

antes, y creo que Sydney estaba perdida en cuanto a sentirse halagada por

el afecto o castigada por su falta de “sentido común”.

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—Sí, Sra. Ivashkov —dijo al final—. Es por eso que queremos que

esté aquí mientras hacemos que las cosas se asienten. Sabemos que usted

le conseguirá todo lo que necesite.

—Tú eres la Sra. Ivashkov ahora —corrigió mi mamá—. Llámame

Daniella.

Esa era otra sorpresa para Sydney, y fue salvada de su estupefacción

por el sonido del teléfono.

—Es la Sra. Terwilliger —dijo, respondiendo y caminando fuera de la

habitación. Regresó unos minutos más tarde, su rostro emocionado.

—Las brujas locales van a empezar a buscar mañana al ocaso —nos

dijo una vez colgó—. Tengo la ubicación del encuentro. Eddie y Ne-Neil se

nos unirán. Hasta entonces, solo tenemos que pasar desapercibidos.

Tropezó un poco con el nombre de Neil, sus ojos cayendo en Declan

mientras hablaba. Entendía cómo se sentía. En algún punto, una vez que

las cosas se estabilizaran, Neil iba a descubrir que era padre. El concepto

aún me hacía tambalearme. Cualquiera pensaría que después de todo lo que

he tenido que pasar, Strigois siendo restaurados, los muertos siendo

devueltos a la vida, podría entender que el que dos dhampirs crearan un

bebé era un paso grande. Pero no podía. Aún era demasiado extraño,

demasiado más allá de dónde centraba mi mundo.

Mi madre me sorprendió entonces entregándome a Declan de vuelta.

—Si ambos están atrapados aquí dentro y nada más sucede esta

tarde, entonces necesito hacer algunas compras antes de que todo cierre,

así puede ser apropiadamente cuidado.

Me tomé con un poco de ofensa esas palabras. Honestamente creía

que habíamos hecho un trabajo bastante decente cuidando de él en las

últimas veinticuatro horas. Quizás solo tenía una muda de ropa pero estaba;

en su mayoría, limpia, y le ponía los pañales correctamente ahora. Además,

siempre era alimentado tan pronto como mostraba signos de tener hambre.

Para alguien que había pasado la mayor parte de su vida adulta temeroso

de dejar a las chicas embarazadas, creo que mi inesperado intento de

paternidad estaba resultando razonablemente bien.

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Pero sabía a qué se refería, y parte de la razón por la que quería que

viniera era su perspicacia. Después de todo, ella había criado a un bebé

hasta su adultez, y yo no.

—No queda mucho en mi cuenta —le dije. Ambos habíamos sido

recortados de fondos por mi papá—. Pero te daré mi tarjeta de débito y

puedes usarla hasta que alcance.

—Quizás pueda ser de ayuda —ofreció Clarence, poniéndose de pie.

Con la ayuda de su bastón con cabeza de serpiente, cojeó hasta una

ornamentada caja de madera en un estante en la pared. Había visto esa caja

cientos de veces mientras había estado en su casa. Lo que no había visto

era a él abriéndola alguna vez, y mi mandíbula casi golpea el piso cuando

levantó la tapa y reveló fajos de billetes de cien dólares. Le entregó lo que

parecían ser al menos mil dólares a mi mamá.

—¿Sería esto suficiente para el joven señor, Lady Ivashkov?

Mi madre realmente tuvo la audacia de meditarlo.

—Es un comienzo —declaró magnánimamente. Se giró hacia Rose y

Dimitri—. Ahora. ¿Cuál de ustedes va a llevarme?

Sorpresivamente, Rose se ofreció de voluntaria. Aún incómoda

alrededor de Declan y de los bebés en general, parecía de alguna forma

emocionada por ir de compras para uno. Sydney lucía decepcionada por no

poder ir con ellas pero no se quejó. Con Alicia y los Alquimistas sueltos,

Sydney no podía dejar una ubicación segura como esta sin una buena razón.

Se contentó encerrándose en una habitación de huéspedes y preparando

algunos hechizos que serían usados mañana en la búsqueda de Alicia. Eso

nos dejó a Dimitri y a mí de niñeros, lo cual parecía como la preparación de

algún tipo de comedia alocada.

—Son realmente increíbles ¿No? —reflexionó, admirando a Declan

mientras dormía en mis brazos—. Alguien tan pequeño… que tendrá tan

enorme potencial. Bien, mal. Grandes acciones, pequeñas acciones. ¿Qué

será? ¿En qué se convertirá?

No habría sabido la respuesta para cualquier persona, por no

mencionar a un niño nacido de una increíble magia usada para restaurar a

su madre del estado no muerto. Mientras Dimitri hablaba, estaba

sorprendido de ver, en el fondo, un profundo anhelo en sus ojos. Él y Rose

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podrían haber bromeado sobre bebés, y aún bajo todo eso, me di cuenta que

él sincera y desesperadamente amaría un niño propio. Con unas pocas

palabras, sabía que podía cambiar su mundo entero si le dijera la verdad

sobre Declan, que Dimitri podía muy bien ser capaz de tener un hijo o hija

propios. Podría ser resultado de suerte temporal el que él y Rose aún no

hubieran concebido. Que la posibilidad estaba allí afuera era algo que

necesitaban saber.

Estaría en deuda contigo, murmuró tía Tatiana. Ya que desde que lo

conoces, siempre has estado detrás de él, siempre has sido el segundo

después de él. Con Rose. Con las grandes hazañas. Pero si le dijeras que

podría tener un hijo con ella, caería sobre sus rodillas y besaría tus pies.

El poder estaba en mis manos, y la tentación de decirle era casi

sobrecogedora… pero mordí mi labio. No podía. No hasta que Neil lo supiera.

Cuando mi mamá y Rose regresaron, estaba atónito de ver que se

habían convertido en amigas rápidamente. También estaba sorprendido

ante la cantidad de mercancía que se las habían arreglado para comprar en

tan corto tiempo. Un moisés, tropecientas mudas de ropa, juguetes, y un

montón de productos para bebés que ni siquiera sabía que existían. Sydney

lo miró todo con ojo crítico e inmediatamente empezó a revisar dos veces las

reseñas de los productos en su celular.

—Esto lo conseguirá por ahora —anunció mi madre—. Pero por

supuesto, eventualmente necesitará una cuna de tamaño completo, una vez

que esté más grande. Y a pesar de que ese asiento de bebé es adecuado por

ahora, vimos varios que podrían ser mucho más convenientes.

—Vimos algunos con porta vasos y sombrillas para sol —añadió

Rose.

Sydney asintió en acuerdo.

—Definitivamente necesitará una sombrilla para sol.

Sabía que no tenía sentido decirles que Declan no estaría bajo

nuestro cuidado para el momento en que necesitar un porta vasos. Cuando

se trataba de las mujeres de carácter fuerte en mi vida, encontraba que a

veces era mucho más fácil solo asentir y estar de acuerdo con lo que sea que

dictaran que era lo mejor. También debo decir que Declan parecía mucho

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más cómodo durmiendo en una cama real esta noche, y el resto de nosotros

estuvo parado alrededor admirándolo después de que cayó dormido.

—El bebé más dulce de todos —dijo mi madre con un suspiro.

—Quieres decir el segundo más dulce, ¿cierto? —la corregí. Estaba

un poco sorprendido de cuán rápido lo había aceptado, pero entonces, otra

vez, quizás no debería estarlo. Toda su vida había sido lanzada a la

confusión, entre dejar a mi padre y apoyar mí nada ortodoxo matrimonio.

Aquí, con Declan, tenía un proyecto en el que podía volcarse por su cuenta;

algo de lejos más significativo y sustancial que su punto de cruz y menos

raro que un dragón o el gato de una bruja.

Más importante para nosotros esa noche, mi madre estaba más que

dispuesta a tomar la responsabilidad de alimentar a Declan a pasadas horas

de la noche. Parte de esto era porque aún estaba en el horario nocturno de

la Corte. Pero además podía decir que el resto de nosotros estaba exhausto

y ser levantados cada dos horas, probablemente no estaba dentro de

nuestros mejores intereses si queríamos estar alertas y listos para un

posible encuentro con Alicia mañana. Después de todo, todo su punto en

este enredado juego de búsqueda había sido cansar a Sydney hasta el

cansancio.

—Espero que la encontremos —dijo Sydney mientras nos íbamos a

la cama esa noche—. ¿Puedes siquiera imaginarlo? Todo esto podría haber

acabado para esta hora mañana. Encontramos a Alicia. Encontramos a Jill.

Todo regresa a la normalidad. Bien, lo que sea que pase por normal para

nosotros.

Me deslicé en la cama, disfrutando del lujo de estirarme después de

haber conseguido mi última siesta en el estrecho asiento de un avión.

También era embriagador tener a Sydney en relativa privacidad para variar.

La casa de Clarence era tan grande que nuestra habitación de huéspedes

estaba aislada en este pasillo, a diferencia de los hacinados lugares de

hospedaje de la Corte. Sydney, vestida simplemente con pantalones cortos

y un top de tirantes, se enroscó contra mí, y suspiré felizmente. Al menos,

un momento de paz con ella.

—Adrian —dijo—, necesitamos hablar sobre lo que pasó en la

comuna.

Mi agarre en ella se endureció.

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—Un montón de cosas pasaron.

—Lo sé, lo sé, y obviamente estamos tratando con la parte más

importante, Declan. Pero necesitamos hablar sobre lo que hiciste, esa

curación.

¡Ella te culpa! siseó tía Tatiana. ¡Te culpa por la muerte de Olive!

—¿Crees que soy responsable de que Olive muriera? —exigí.

—¿Qué? —dijo Sydney—. No. No. Por supuesto que no, Adrian… no

te culpes a ti mismo, ¿lo haces? Un Strigoi le hizo eso a ella. No había nada

que pudieras haber hecho.

—¿Entonces por qué estás dándome un momento difícil por la

curación? —pregunté.

Exhaló.

—Me preocupa la forma en que resultó. Dijiste que habías bajado el

uso del espíritu. Que era para mejor.

—Realmente —dije—, no sé si siquiera dije eso. Creo que tú lo

decidiste y me has estado forzando a hacerlo.

Su tono amable repentinamente se volvió muy helado.

—¿Forzándote? Adrian estoy tratando de ayudarte. Oíste lo que le

pasó a Nina con todo ese uso del espíritu. ¡No quiero que quedes en coma

igual que ella!

—No usé tanto como ella —repliqué.

—¡Te drenaste! Eso me parece bastante.

—Sí, bien —dije enojado—, hay un grupo de dhampirs en el

campamento de Lana quienes no están de acuerdo contigo. Están

agradecidos por lo que hice.

Pero no Olive, susurró tía Tatiana. Ella no tiene nada que decir.

—Adrian —dijo Sydney, obviamente tratando de calmarme—, estoy

segura de que están agradecidos, pero has acabado con esto. Necesitas

regresar a tu medicación. No puedes salvar a todos. No puedes usar el

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espíritu indiscriminadamente e ignorar el costo sobre ti mismo. Estás

poniendo tu vida en peligro.

—¿Qué clase de vida tendría, qué clase de persona sería, si me

guardara esa magia y dejara a los demás sufrir? No puedo, Sydney. Si veo a

alguien, y puedo ayudarlo, lo haré. ¡No puedo simplemente sentarme y

abandonarlos!

—Y yo no puedo simplemente sentarme y dejar que te hagas daño a

ti mismo —gritó, perdiendo esa calma otra vez.

—Lo siento —murmuré, rodando sobre mi costado—. Supongo que

no puedo cambiar quién soy.

Un largo momento pasó, y finalmente ella rodó de costado también,

de modo que nuestras espaldas estaban una contra la del otro. El helado

silencio cayó. Demasiado para una pacífica o romántica noche.

Ella no entiende, me dijo tía Tatiana. Nunca lo hará.

Necesito que lo haga, respondí en mi cabeza. La necesito en mi vida,

que me entienda y apoye. Sin ella, estoy perdido.

Siempre me tienes a mí, vino la respuesta del fantasma.

Tiré de las mantas más apretadas sobre mí, pensando con terror en

que uno de esos días, iba a tener que lidiar con el elefante en la habitación,

o mejor dicho, la reina muerta en mi cabeza. Estaba bastante seguro de que

si regresaba a mi medicación, tía Tatiana se alejaría… pero entonces,

también lo haría el espíritu. ¿Estaba listo para eso otra vez? Sin el espíritu,

nunca hubiera sido capaz de sanar a esos dhampirs. No sería capaz de

ayudar en el próximo rescate de Jill. Sin el espíritu, ¿qué era?

El espíritu no pudo salvar a Olive, remarcó tía Tatiana. Está

sobrevalorado.

—Cállate —murmuré.

Detrás de mí, Sydney se agitó.

—¿Dijiste algo?

Rodé otra vez y besé su hombro.

—Dije lo siento. Te amo.

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Traducido por Scarlet_danvers y Gry

Corregido por Lizzie Wasserstein

e fui a la cama sintiéndome inquieta. Adrian había

cambiado demasiado rápido de su postura contraria

para que yo creyera que realmente había tenido un

cambio de parecer. Cuando llegó la mañana, sin embargo, hubo poca

oportunidad para continuar la discusión. Declan exigió nuestra atención y,

después, en poco tiempo, ya era hora de irnos y ayudar a los otros que

buscaban a Alicia. Antes de unirnos a las brujas, sin embargo, Adrian y yo

primero teníamos una reunión muy necesaria con algunos de nuestros

amigos.

Fuimos al viejo apartamento de Adrian con Rose y Dimitri, lo que

provocó una nueva ola de nostalgia mientras me acordaba de todo el tiempo

que había pasado allí. Largas tardes descansando en los brazos de Adrian,

antes de casarnos, antes de que fuéramos constantemente perseguidos...

Había pensado que estábamos viviendo en el borde en ese entonces, pero en

comparación a lo que nos enfrentábamos hoy en día, la vida había sido

aparentemente simple.

Trey Juárez nos recibió en la puerta, su sonrisa relajada volviéndose

aún más grande cuando se fijó en Adrian y yo.

—Ha pasado mucho tiempo, Melbourne. ¿O te llamo Ivashkov ahora?

Devolví su poderoso abrazo. Cuando Adrian había dejado Palm

Springs para vivir en la Corte, le había dado su apartamento a Trey.

M

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—Todavía estoy tratando de conseguir que me llames Sydney —le

dije. Le presenté a Rose y a Dimitri y luego miré alrededor del apartamento,

todavía con el tono amarillo soleado con que Adrian lo había pintado. Eddie

y Neil estaban allí esperando por nosotros, y les di abrazos también.

—¿Dónde está Angeline?

—En Amberwood. Tiene clases de verano.

—¿Las tiene? —pregunté sorprendida—. No lo sabía. Pensé que

estaba internada allí por el verano.

—Lo estaba —Trey estuvo de acuerdo, un brillo en sus ojos—. Y

entonces la convencí de que algún estudio extra la ayudaría con clases en

otoño.

—¿Otoño? —Me acomode en el sofá, tratando de no pensar en los

tiempos en que Adrian y yo nos habíamos acurrucado juntos en el—.

Imaginé que volvería con los Vigilantes.

—Deberías conocerla mejor que eso —dijo Neil con ironía—. La reina

accedió a financiar su educación como una forma de agradecerle por cuidar

de Jill todo este tiempo. —Casi no proceso sus palabras. La vista de Neil me

recordó a Declan, esperando en casa de Clarence. Adrian y yo habíamos

acordado que lo mejor era esperar para contarle a Neil la noticia, pero era

un gran secreto para estar llevando.

—Angeline casi se negó —agregó Trey—. Dijo que no se lo merecía

desde que había dejado que Jill desapareciera. Pero la convencí de que Jill

querría una guardiana bien educada cuando la rescatáramos, y que

Amberwood no está tan lejos de un paseo en auto desde UCLA.

Sonreí, a pesar de la punzada de celos. Trey estaba yendo pronto a

la universidad, algo que se me había negado inicialmente porque era parte

de los Alquimistas. Ahora, estando constantemente huyendo de ellos,

parecía poco probable que fuera a ir en algún momento cercano.

—Mírate, dando un buen ejemplo para los demás —bromeé.

—Oye —dijo—. Quise decir todo eso. Y vamos a traer a Jill de vuelta,

¿verdad? Explica este avance que conseguiste. ¿Eddie dijo que es una chica

con la que luchaste antes?

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El ligero estado de ánimo cambió al instante mientras nos poníamos

manos a la obra.

—Su nombre es Alicia DeGraw —expliqué, sacando mi teléfono—. No

sabemos del todo dónde o cómo está reteniendo a Jill, pero parece bastante

claro ahora que lo está haciendo como una forma de vengarse de mí. Su

última pista condujo al Lago Saltón y ahí es donde las amigas de la Sra.

Terwilliger van a ayudarnos a buscar hoy. —Le mostré la foto de Alicia, la

que la Sra. Terwilliger había conseguido con una amiga suya que había

conocido a Alicia cuando era aprendiz de Veronica. Había sido tomada un

par de años antes de conocer a Alicia, pero ella tenía el mismo aspecto: gafas

de hipster, demasiados accesorios, y corto cabello rubio pálido.

Los ojos de Trey se agrandaron.

—Conozco a esta chica. —Al ver nuestras miradas atónitas,

apresuradamente se corrigió—: Es decir, la he visto. Ella vino aquí

buscándolos a ti y a Adrian. Se los dije chicos... pero nunca supe su

nombre.

Vagamente, recordé a Trey mencionar a una chica que había venido

preguntando por Adrian y por mí durante el tiempo que había sido

mantenida cautiva por los Alquimistas. Habíamos estado tan preocupados

por otras cosas, como escapar con vida de los Alquimista, que el incidente

se había deslizado de nuestras mentes.

—¿Ella estuvo aquí? —exclamó Eddie.

—Solo el tiempo suficiente para preguntar por Sydney y Adrian

—dijo Trey—. Y usar el baño.

La comprensión me golpeó.

—Y apuesto a que dejé un peine o cepillo allí. Así fue como consiguió

el cabello para poner ese hechizo en mí.

Muchos de nuestros amigos solo conocían retazos de la historia y la

persecución a la que Alicia nos había llevado, así que me tomó un momento

poner al día a todo el mundo y dar un resumen completo. Eddie tenía el

ceño fruncido para el momento en que terminé.

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—Me ha estado volviendo loco estar en la ciudad, sabiendo que

podría estar tan cerca de Alicia y no ser capaz de hacer nada —dijo—. Pero

la Sra. Terwilliger insistió en que buscáramos con las otras brujas.

—Podrías haberte afeitado en tu tiempo de descanso —sugirió Adrian

amablemente.

—Entiendo —le dije a Eddie, ignorando el comentario mordaz de

Adrian—. No me ha gustado la demora tampoco, pero conseguir que ellas

nos ayuden nos dará una capa adicional de protección contra Alicia. No se

sabe qué trampas mágicas podría haber puesto.

—¿Estás segura de que ella quiere que vayas al Lago Saltón?

—preguntó Dimitri—. ¿Crees que esa pista estaba destinada a ser tomada

literalmente?

—Todas sus otras pistas eran muy específicas —le dije—. Así que, sí,

creo que ese era su plan inicial... Sin embargo, nos hemos retrasado unos

días por mantenerme lejos. Esto puede haber arruinado lo que sea que

originalmente quería, lo que es bueno y malo. Significa que ella ha sido

liberada... pero también significa que solo puede salir con algo nuevo que

no estamos esperando. Nuestra esperanza es que hoy podamos encontrar

alguna pista en el Lago Saltón que podría ponernos en el camino correcto.

—Ni siquiera la conozco, y ya la odio —comentó Rose.

Eché un vistazo a la hora.

—Esperemos que podamos encontrarla para que puedas decírselo en

persona. Es hora de partir.

Nuestro grupo se movilizó y se acomodó en dos autos diferentes, para

encontrar a la Sra. Terwilliger y las otras brujas en un parque estatal del

Lago Saltón. El cielo estaba cubierto de nubes grises, dando a entender que

un raro y lluvioso día de verano estaba en camino. Cuando vi al grupo que

la Sra. Terwilliger había reunido, estaba encantada. Al menos dos docenas

de brujas estaban delante de nosotros.

—Me siento mal —le murmuré a la Sra. Terwilliger, alejándome de

los otros—. Teniendo a todas estas personas involucradas.

Ella se subió las gafas y me sonrió.

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—Es como te dije en los Ozarks: Este es un problema para toda la

comunidad mágica. No tienes nada por lo que sentirte mal. Es culpa de

Alicia, no tuya.

Suspiré.

—Solo espero que la espera para venir aquí fuera el curso de acción

correcto.

—¿Mientras estabas mágicamente agotada, justo como ella quería

que estuvieras? No, Sydney. Todo lo que habrías estado haciendo era

entregarte a ella. Incluso si no la encontramos hoy, al menos has tenido la

oportunidad de descansar y prepararte para lo que viene.

Simplemente asentí, definitivamente ni cerca de decirle que mis

últimos días con Adrian habían sido de todo menos tranquilos. Tal vez ya

no estaba mágicamente cansada, pero estaba ciertamente agotada

mentalmente. Con suerte eso no afectaría la búsqueda de Alicia.

Habían venido todas las miembros del aquelarre que había conocido

en mi iniciación, dejando lo que fuera que habían planeado hoy con el fin de

localizar a Alicia. Maude, Trina, Alison, y otras cuyos nombres se habían

deslizado de mi mente en los últimos meses. Igualmente sorprendente fue

que las miembros de otros aquelarres también habían venido a unirse a

nosotros, verificando la insistencia de la Sra. Terwilliger en que esto era

realmente un problema para toda la comunidad mágica.

—Desde luego no le vamos a dejar un lío como este a una recién

llegada como tú para que lidie sola con eso —espetó Inez García, viniendo

hacia mí cuando empecé a pasar a la Sra. Terwilliger. Inez era tal vez la más

sorprendente adición de todo el día. Ella era una venerable bruja ya mayor,

notable tanto por sus poderes como por su negativa a unirse a cualquier

aquelarre. Era la bruja a la que la Sra. Terwilliger había ido por la caja de

madera. Su ingenio mordaz también era legendario, aunque ella había

tomado un suave gusto por mí (que era casi tanto como a ella le gustaba

alguien). Al ver a Rose y Dimitri charlando cerca de Trey, Inez dio un

pequeño resoplido de diversión—. No es una sorpresa que tengas dhampirs

contigo. ¿Qué pasó con ese chico Moroi que te acompañó la última vez? ¿El

de los pómulos bonitos?

—Oh, él está por allí —le dije, ruborizándome ligeramente—. Yo, uh,

me casé con él.

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Las cejas puntiagudas de Inez se levantaron.

—¿Ya lo hiciste? Bueno, bien por ti.

Maude, una de las brujas de alto nivel en Stelle, llamó a la atención

de todas. Nos reunimos en un gran círculo mientras ella lanzaba un hechizo

que creaba un mapa en miniatura del Lago Saltón en el suelo delante de

nosotros. El plan era sencillo, por ahora, sobre todo porque no sabíamos

qué esperar a ciencia cierta. Entre los reclutas mágicos de la Sra. Terwilliger

y el "músculo" que había proporcionado con Trey y los dhampirs, teníamos

cerca de treinta personas. Nos íbamos a dividir en grupos más pequeños

para investigar tanto de la costa como fuera posible. Era más fácil llegar a

algunas partes que a otras, así que la meta de hoy era revisar las zonas

comunes. Teóricamente, Alicia habría tenido las mismas limitaciones. Los

grupos se dividieron en base a los que tenían una fuerte afinidad para

detectar la magia en general y los que eran buenos en lanzar hechizos para

detectar encantamientos ocultos. Los dhampirs fueron distribuidos entre los

grupos, en caso de que se necesitara la fuerza física. La Sra, Terwilliger

quería que Adrián y yo nos quedáramos con ella, y Eddie insistió en

permanecer con nosotros también. Aunque Jill era su principal prioridad, él

todavía se sentía responsable por nosotros.

Daba la impresión que las predicciones de la Sra. Terwilliger eran

acertadas, que Alicia muy bien podría haber abandonado su plan cuando

no tomé de inmediato el anzuelo. Si había dejado una trampa mágica

alrededor, también había hecho un gran trabajo en erradicar todo rastro de

ella. Nuestros grupos de búsqueda recorrieron todas las zonas comunes que

pudimos, revisando algunas de ellas dos veces, sin encontrar nada. Sin

desanimarnos, tomamos un pequeño descanso para almorzar y luego nos

volvimos a reunir para explorar las regiones menos accesibles alrededor del

lago. Incluso entrar en esas áreas requería magia, mayormente hechizos de

invisibilidad, y eso tomó un poco de coordinación. Mientras la noche caía,

sin embargo, esas búsquedas clandestinas resultaron tan infructuosas

como las más fáciles. Ninguna señal de Alicia o de trampas mágicas.

Maude y la Sra. Terwilliger agradecieron a los otros aquelarres por

su ayuda y los enviaron a casa por la noche.

—Maude y yo vamos a realizar algunas diligencias para recabar

algunos componentes de hechizos que pueden ser útiles —me dijo la Sra.

Terwilliger—. Me gustaría poner algunos hechizos protectores alrededor de

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donde te vas a quedar, solo para estar seguros, ¿a menos que a tú y Adrian

quisieran quedarse en mi casa?

Sonreí ante eso, pensando de Declan.

—Las cosas son un poco complicadas en este momento. Será mejor

que nos quedemos en casa de Clarence.

—Muy bien —dijo ella—, especialmente con aquellos dhampirs tuyos

alrededor. Me gusta que tengas esa protección adicional, solo en caso de que

Alicia intente algo que no esperamos. De hecho... bueno, tengo otra

sugerencia para ayudarte. Me gustaría que pararas en la casa de Malachi

en tu camino de regreso. ¿Te acuerdas de cómo llegar hasta allí, cierto?

—¿Malachi Wolfe? —pregunté, como si ella pudiera referirse a

cualquier otro Malachi.

Ella asintió con la cabeza.

—Ya he hablado con él. Él te prestara un arma, por si acaso. Confío

en tu magia, pero me sentiría mejor con algo extra que te cuide la espalda.

No me gustaba la idea de un arma, pero la Sra. Terwilliger tenía un

punto. Cuando se trataba de Alicia, no podíamos correr ningún riesgo. Miré

hacia atrás a mis amigos reunidos.

—No hay necesidad de que todos nosotros vayamos, especialmente

desde que uno de nosotros debe llegar a casa y ver cómo está tu madre,

Adrian. —Podía decir por su expresión que entendía perfectamente mi

significado, que en realidad era a Declan a quien teníamos que comprobar.

—Bueno, por mucho que me encantaría ver a Wolfe, probablemente

es mejor que vayas con él, en caso de que exija otra “prueba de habilidad”

antes de que te preste un arma —dijo Adrian—. Volveré a casa con mamá.

Ustedes chicos... —Miró a los dhampirs.

—Iré con Sydney —dijo Eddie—. Quiero conocer finalmente a este

tipo. —Se había tomado muy dura nuestra falta de resultados de hoy, así

que me sorprendió verlo entusiasmado acerca de cualquier cosa.

Por supuesto, Malachi Wolfe se había convertido en una leyenda

entre mis amigos, la mayoría de los cuales nunca se habían encontrado con

él y solo sabían de él por las asombrosas historias que Adrian y yo les

habíamos contado sobre nuestro tiempo en la Escuela de Defensa Wolfe. De

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hecho, estaba claro por las caras de Trey y Neil que querían venir con Eddie

y yo, pero Trey necesitaba recoger a Angeline y había venido al Lago Saltón

en el auto de alquiler de Neil. Los dos decidieron solucionar eso mientras

Rose y Dimitri iban con Adrian. Eso nos dejaba a Eddie y a mí, y después

de decirle adiós a nuestros amigos, salimos hacia las instalaciones de

Malachi en las afueras de Palm Springs.

—¿Los Chihuahua están realmente entrenados para atacar?

—preguntó.

No pude evitar sonreír.

—Eso es lo que afirma Wolfe. Nunca los hemos visto en acción, sin

embargo.

—No puedo esperar para ver sus nunchuks.

—No los toques —le advertí—. O cualquier arma, sin permiso. Si te

aprueba, podría prestarte algo también.

Un poco del humor de Eddie se apagó.

—Realmente odio que esto haya llegado a ti teniendo que pedir

prestada un arma. Odio que esto haya llegado hasta aquí. —Él suspiró en

consternación―. Sé que la Sra. Terwilliger nos advirtió que Alicia podría

haberse ido, pero yo realmente, realmente esperaba que encontráramos

alguna señal de ella hoy.

—Lo sé —dije con consternación—. Quería eso también. Pero si ella

tuvo que revolver y cambiar sus proyectos, las probabilidades son buenas

en que ella se vuelva descuidada. Nosotros solo tenemos que aprovechar

esto y golpearla antes de su siguiente movimiento.

—Y cada día que esperamos es otro día de Dios sabe qué para Jill.

La desesperación de su voz hizo doler mi corazón.

—Lo sé —le dije tristemente—. Lo sé.

El recinto de Malachi era una serie de escuetos edificios de aspecto

industrial en un gran espacio sin pasto de la carretera. Conducimos en la

calzada de grava, y vi un poco del entusiasmo anterior de Eddie volver

cuando cada fantasía sobre el extraño estilo de vida de Malachi se

desplegaba poco a poco. El sol tocaba el horizonte, haciendo todo aún más

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escalofriante mientras las sombras caían. Sonreí, recordando la primera vez

que Adrian y yo lo habíamos visitado, inseguros sobre si íbamos a una clase

de defensa personal o a un secuestro.

Llamé a la puerta principal de la casa y no estuve sorprendida al oír

el frenético repiqueteo de pequeños pasos de Chihuahuas, seguidos de una

cacofonía de gruñidos frenéticos.

―Ah, hombre ―respiró Eddie―. Realmente hay una manada de ellos.

―Yo había visto a Eddie confrontar intrépidamente un ataque Strigoi, pero

él tenía un paso inquieto con el sonido de un ataque canino.

Sonreí abiertamente y di vuelta hacia la puerta, esperando a que

Malachi Wolfe contestara. Ligeramente inestable y muy poco ortodoxo, Wolfe

había sido sin embargo un buen amigo de Adrian y mío, y más que un amigo

de la Sra. Terwilliger. Aquella última parte todavía me hacía retorcer un

poco, pero después de todo lo que Adrian y yo habíamos soportado, estaba

más que nunca convencida de cada uno necesitaba a alguien que lo amara,

incluso brujas dispersadas e instructores de defensa personal que llevan

parches.

Cuando ninguna respuesta inmediata llegó, llamé otra vez. Esto

puso a los perros en un frenesí más fuerte, pero Wolfe todavía no se

aparecía.

—Extraño —dije.

—¿No le enviaste un mensaje antes de que nos marcháramos?

—preguntó Eddie.

—La Sra. Terwilliger lo hizo —contesté. Eché un vistazo a los otros

edificios, buscando movimiento—. Él dijo que estaba pensando en algunas

armas para mí. Tal vez él las sacara. —Retrocedí en el piso y me dirigí hacia

donde yo sabía que Wolfe guardaba una reserva de armas—. Espero que él

no vaya a tratar de hacer pasar aquella cerbatana otra vez.

La cara de Eddie se encendió cuando él me siguió a través de la tierra

arenosa.

—¿Cerbatana? Estás de verdad…

Sus palabras se perdieron cuando un buzón explotó de repente al

lado nuestro. Sin perder un latido, Eddie me apretó y nos hizo rodar lejos

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de lo peor del calor y las llamas. La grava y el duro pasto rasparon mi piel,

pero era seguramente mejor que la alternativa. Eddie se mantuvo colocado

protectoramente sobre mí cuando con cuidado levantamos nuestras cabezas

y miramos detenidamente alrededor, buscando en los restos encendidos.

—¿Qué demonios? —preguntó.

Otra explosión hizo erupción en la tierra al lado de nosotros. Ninguna

llama esta vez, pero las rocas que volaron de ahí eran buenas como

metrallas, y lancé un grito cuando un trozo particularmente agudo golpeó

mi brazo. Señalé el edificio más cercano.

—¡Allí!

Antes de que él pudiera detenerme, corrí hacia allá, lanzando un

fuerte hechizo de invisibilidad que rompió una ventana. Una alarma

estridente sonó. Ninguna sorpresa que Wolfe tuviera este lugar cableado. La

pregunta era si su paranoia se extendería a la escucha de aquel sistema de

alarma a la policía o no.

Eddie me siguió a través de la ventana, y encontré que estábamos en

el edificio que había servido de área de formación para mi clase de defensa

personal. Era amplio y abierto, con espejos y cajones de armas en los bordes.

Evalué la habitación, buscando la posición más segura. Eddie, mientras

tanto, corrió directamente a uno de los cajones. Después decidir entre una

bola1 y algunas nudilleras, se fue con la bola, balanceándola alrededor con

experta facilidad mientras cautelosamente la sostenía y vigilaba la ventana

que habíamos roto. Llamé a mi hechizo favorito, convocando una bola de

fuego en mi palma.

—¿Es Alicia? —gritó Eddie, haciendo que su voz se oyera sobre la

alarma.

—Lo supongo —le contesté. Había sentido una magia humana en

aquellas explosiones, y a menos que hubiera otra bruja detrás de mí, Alicia

parecía ser la opción lógica. Con mi mano sin la bola de fuego, conseguí

enviar un mensaje de texto al contacto más reciente en mi teléfono: la Sra.

Terwilliger. Solo podía manejar un mensaje corto y esperaba que esto

comunicara la seriedad de la situación: ayuda.

1 Bola: Son dos bolas, piedras, objetos redondos, etc., que son enlazados por una cuerda,

la cual sostienes entre tus nudillos y haces girar usándola como arma.

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Debería haber sabido que Alicia no se conformaría con la apertura

que habíamos hecho en el edificio. La puerta principal de repente explotó en

un baño de chispas y madera. Una silueta apareció en la entrada, y sin

verificar su identidad, lancé mi bola de fuego. La figura sostuvo una mano,

y la bola de fuego se rompió contra una barrera invisible. Cuando esto se

despejó, la figura se adelantó, y finalmente me vi cara a cara con Alicia. Ella

me dio una sonrisa fría.

—Hola, Sydney, es agradable verte otra vez. ¿Sorprendida de verme

viva?

Llamé otra bola de fuego en mi mano.

—Nunca fue mi intención matarte. —Incluso yo me di cuenta cuan

patético sonó, considerando todo lo que le había hecho y ella me dio una

risa áspera.

—¿Realmente? ¿Cuál era exactamente el punto de apuñalarme y

dejarme en una casa ardiendo?

Antes de que pudiera responder, Eddie la atacó, balanceando su bola

en el aire. Con un movimiento rápido de la muñeca, ella hizo que una pared

de espejos se rompiera a su lado. Lo vi venir, pero no fui lo bastante rápida

en el rechazo de mi bola de fuego a favor de un escudo para él. Desvié la

parte del daño, pero un poco del cristal se introdujo en él, en particular en

su brazo desnudo. Vi un breve destello de dolor en sus rasgos, pero él no

dejó de moverse. Alicia rompió otro espejo, y esta vez, yo tenía un escudo

invisible directamente en el lugar para protegerlo. Él soltó la bola, pero a

pesar de su perfecto lanzamiento y rápida velocidad, ella lo anticipó y lo alejó

con una onda de fuerza invisible.

—¿Dónde está Jill? —grité.

Una sonrisa cruel se enroscó sobre los rasgos de Alicia.

—¿Te encantaría saberlo, verdad?

Eddie recogió una pieza de cristal roto y fue corriendo hacia ella,

manejándolo como un cuchillo.

—Juro, que si le has hecho daño…

—Ah, francamente. Como si yo perdería mi tiempo haciéndole daño.

—Alicia sacó una pizca de polvo de su bolsillo, lanzándolo asobreEddie y

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gritando un hechizo que yo no conocía. No fui capaz de interceptar este a

tiempo, y la magia detuvo a Eddie. Así como así, él se congeló en lugar, a

media batalla y sosteniendo el amenazador trozo de espejo en su mano.

—¿Qué le hiciste? —grité.

—Relájate, Sydney —dijo Alicia—. Él todavía está vivo. Justo como

tu pequeña amiga Moroi, por el momento.

—¡Llévame con ella! —exigí.

Alicia se rio.

—Lo siento, Sydney. Nunca la verás otra vez. Ella va a tener que

sufrir por unos salmos más... ¿y tú? Tú solo vas a sufrir...

El suelo bajo mis pies se dobló. Me tambaleé y me caí sobre mis

rodillas, pero fui capaz de lanzarle una bola de fuego a Alicia antes de que

perdiera completamente el equilibrio. Mi lanzamiento fue justo, pero ella

levantó sus manos para echar lo que sospeché era otro hechizo protector.

El conjuro que ella dijo era griego, uno que yo tampoco había oído antes. La

bola de fuego golpeó otra pared invisible, pero más que romperse, las llamas

rebotaron y se volvieron hacia mí en exactamente la misma trayectoria. Grité

y logré salir de su camino justo a tiempo. Me salvé, pero la bola de fuego

golpeó un gabinete en su lugar, sumergiéndolo en llamas. El fuego se

extendió rápidamente, haciéndome preguntarme qué tipo de barniz usaba

Wolfe. Al mismo tiempo, la alarma finalmente dejó de sonar.

—Hechizo espejo —dijo Alicia alegremente—. Muy útil. Ten cuidado

con lo que conjuras.

Ella lo quiso decir como un insulto, pero había una verdad en ello

que me hizo vacilar antes de que planeara mi siguiente curso de acción. Fue

una tardanza demasiado larga, ya que ella pronto conjuró lo que reconocí

como el mismo hechizo que había congelado a Eddie. Aquel era demasiado

complejo para que lo siguiera totalmente, pero me dio la oportunidad de

esquivarlo y bloquearlo. Entonces opté por una diferente clase de

congelamiento, literal, cuando envié una onda de hielo en su camino. No era

casi tan letal como una bola de fuego, pero esto tampoco se añadiría al fuego

que se iba extendiendo. Alicia respondió con el hechizo espejo, enviando el

hielo en mi camino. Esquivé, y el hielo aterrizó en la parte de la habitación

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ardiendo al lado mío. Más que disminuir el fuego, sin embargo, esto

simplemente hizo al humo ponerse más grueso.

—Debes estar cansada —se burló.

Tenía razón. Yo todavía tenía mucha magia en mí, pero este combate

activo era agotante. Las palabras de la Sra. Terwilliger volvieron a mí: Ella

quiere una lucha fácil. Esto es lo que Alicia hacía, tratando de gastarme con

la magia entonces ella podría lanzar el hechizo que acabaría conmigo. Con

la vida robada y la magia que ella tenía, esta batalla no la agotaría

rápidamente.

—Alicia, no tenemos que luchar —dije—. Por favor. Paremos esto y

salgamos de aquí antes de que este lugar se incendie. Dime dónde está Jill,

libera a Eddie, y podemos estar en nuestro camino.

—¿Parar esto? ¿Después de que trataste de matarme?

—Yo solo…

Sin importarle hacer peores las llamas, Alicia me lanzó otra bola de

fuego. Estuve tentada a intentar el hechizo espejo y devolvérselo, pero estaba

demasiado cerca de Eddie para mi comodidad.

—Eres demasiada amenaza, Sydney —dijo cuándo neutralicé la bola

de fuego con un hechizo acuático—. No puedo permitir que te marches. Voy

a dejar que este edificio se queme alrededor tuyo, justo como me

abandonaste para quemarme en aquella casa.

El suelo se movió debajo de mí otra vez, haciéndome caer una vez

más. Ella comenzó a decir un hechizo complicado, uno que reconocí como

el principio del hechizo que había congelado a Eddie en su lugar. Era su

plan. Hacerme una estatua viviente y abandonarme en este edificio

ardiendo, igualando lo que yo le había hecho. Desesperadamente, me puse

de pie teniendo que salir del camino del hechizo. Cuando ella terminó de

hablar, vi algo increíble: Malachi Wolfe, estaba de pie en la entrada de la

ardiente habitación. El parche estaba en su ojo derecho (lo cambiaba día a

día), y había piezas de cuerda alrededor de sus muñecas y tobillos como si

él hubiera sido atado.

Yo no podía replicar el hechizo de estatua por mi cuenta, pero había

oído el hechizo espejo lo suficiente para sentirme bien sobre eso. Dije las

palabras y sentí que la magia tomaba parte en mí. Los ojos de Alicia se

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ensancharon en alarma cuando intentó moverse del camino del rebote del

hechizo. Lo que ella no había visto, sin embargo, era a la manada de

Chihuahuas que entraba en la habitación con Wolfe. Él les había dicho una

palabra y la había señalado, y ellos corrieron alrededor de sus pies,

haciéndola tropezar e impidiéndole alejarse rápidamente. El hechizo estatua

la detuvo, y de repente, ella estaba tan congelada como Eddie, excepto por

el aspecto mucho menos elegante. Él se parecía a algún noble guerrero, listo

para golpear. Ella estaba a mitad de una caída, mirando fijamente con

incredulidad a la manada de pequeños Chihuahua alrededor de sus pies

congelados.

—Habría estado aquí antes —refunfuñó Wolfe, calmando a la

manada con un gesto rápido—. Pero esa perra me amarró. Tuve que esperar

a que los perros royeran mis cuerdas.

—¡Rápido! —dije, corriendo hacia Eddie—. Ayúdame a sacarlo de

aquí. —Tosí por el espeso humo y eché un vistazo a Alicia, su bonita cara

congelada en un gruñido de consternación—. Ayúdame a sacar a ambos de

aquí.

Entre Wolfe y yo, logramos agarrar los cuerpos congelados antes de

que el edificio cayera. Los llevamos a la casa principal de Wolfe ya que el

cuerpo de bomberos apareció, seguido casi inmediatamente de Adrian, Trey,

la Sra. Terwilliger, y algunas de las brujas del lago. Adrian me atrajo a un

abrazo.

—¿Estás bien? —preguntó—. Cuando Jackie me llamó, no sabía qué

esperar.

Descansé mi cabeza contra su pecho, tranquilizada por su toque.

—Bien. Tuve suerte. Realmente suerte. Pero Eddie…

Una de las brujas de un aquelarre que yo no conocía produjo algunas

flores secas que extendió sobre Eddie mientras cantaba un hechizo en latín.

Unos momentos más tarde, Eddie cobró vida otra vez, todavía a mitad del

salto. Él tropezó cuando aterrizó, mirando alrededor con sorpresa cuando él

no estaba donde esperaba. Adrian y yo lo sorprendimos atrayendo a un

abrazo grupal.

—Tendrá que descongelar a Alicia también —dije con

consternación—. Tenemos que encontrar a Jill.

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La Sra. Terwilliger frunció el ceño.

—Esto es inoportuno. Esta es realmente una manera muy ordenada

de tratar con ella. ¿No conseguiste de antemano ninguna indicación de

dónde estaba Jill?

Negué con la cabeza y liberé a Eddie.

—No. Ella confesó que Jill estaba viva “por el momento”, pero no se

explicó. —Recordé, tratando de volver a repasar cada palabra entre el caos.

Aunque hubiera sido agradable oír que Alicia confirmaba que Jill estaba

viva, habíamos conseguido ya sentir eso por nuestro hechizo. No era tan útil

como yo había esperado—. Y ella dijo algo sobre Jill escuchando salmos.

Eso tenía tan poco sentido para la Sra. Terwilliger como lo tenía para

mí, y ella dio un gran suspiro, intercambiando miradas con algunas otras

brujas. Ellas no parecían motivadas sobre liberar a Alicia tampoco.

—Bien, una vez que el cuerpo de bomberos haya terminado, nosotras

tendremos que crear un círculo seguro y liberarla para conseguir algunas

respuestas.

Trey, que había estado guardando las distancias al margen, de

repente se aclaró su garganta.

—Tal vez no tendrían que hacerlo. Creo que sé en donde está; o, al

menos quién la tiene. —Todos las miradas se volvieron hacia él con asombro,

pero él no se estremeció bajo el escrutinio—. Creo que los Guerreros de Luz

la tienen.

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Traducido por Helen1, Aria y Jadasa Youngblood

Corregido por veroonoel

ué tienen que ver el Salmón con los

Guerreros? —pregunté.

Sydney me lanzó una mirada

torcida.

—Salmos, no salmón. Y no conozco

la conexión. —Miró a Trey expectante—. Son una especie de poema religioso,

¿no? ¿De la Biblia?

Él asintió.

—Sí. Bueno, eso es, los que les gusta citar todo el tiempo a los

Guerreros no están en la Biblia en realidad. Han inventado un montón. Pero

los recitan mucho en ocasiones formales, antes de reuniones… cosas por el

estilo. Si Alicia dijo que Jill los estaba escuchando, probablemente está

siendo retenida por ellos en alguna parte. Créanme, a ellos nada les gustaría

más que mantener a un Moroi cautivo.

Eddie se volvió hacia Jackie con incredulidad y señaló a Alicia.

—¡Descongélala como hiciste conmigo! ¡Necesitamos respuestas, y

las necesitamos ahora! ¡Antes de que sea demasiado tarde para Jill!

Nunca lo había visto tan exaltado y estuve tentado de calmarlo con

coacción. Jackie se mantuvo notablemente imperturbable.

—¿Q

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—Ciertamente no voy a soltarla aquí; si lo hacemos, será con una

docena de brujas para asegurarla. E incluso si lo hacemos, no esperen que

ella sea comunicativa.

—Tiene razón —dijo Sydney lentamente—. Incluso si liberamos a

Alicia, no sabemos si nos dirá algo.

—Yo la haré hablar —insistió Eddie—. O Adrian podría coaccionarla.

Sydney no se veía muy emocionada acerca de eso, pero en mi cabeza,

tía Tatiana estaba muy ansiosa. ¡Sí! ¡Sí! ¡La coaccionaremos a decirnos cosas

que ni siquiera ella se da cuenta que sabe!

—Hay hechizos para protegerse contra eso, y Alicia es lo

suficientemente astuta para haber tomado esa precaución. —Jackie miró a

una de sus amigas brujas—. ¿Qué piensas? ¿Qué período de tiempo la

debilitaría?

La bruja observó a la congelada Alicia con un ojo crítico.

—Yo la dejaría así durante una semana, honestamente. Pero si

ustedes tienen prisa… —Miró a Eddie antes de volverse de nuevo hacia

Alicia—. Yo diría que cuarenta y ocho horas.

—¡Cuarenta y ocho horas! —exclamó Eddie—. ¡Jill podría no tener

cuarenta y ocho horas si los Guerreros la tienen secuestrada! ¡Podrían estar

realizando algún ritual de ejecución mientras hablamos!

Jackie se mantuvo impertérrita.

—Estar en ese estado congelado te quita energía. Dos días así, y ella

estará física y mágicamente consumida. Mucho más fácil de interrogar.

Incluso entonces, aun así no la liberaría a menos que estuviéramos en un

lugar muy seguro con respaldo extra. Ella es demasiado impredecible.

—Dos días es demasiado —reiteró Eddie. Yo no podía dejar de

compartir su consternación. Sydney, sin embargo, parecía pensativa.

—Alicia será una amenaza menor y tal vez más fácil de interrogar

para entonces —dijo lentamente—. Y mientras tanto, podríamos ser capaces

de obtener algunas respuestas más rápidas sobre los Guerreros.

—¿Cómo? —preguntamos a la vez Trey y yo.

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—De Marcus —dijo Sydney—. O más bien, de uno de sus contactos.

Ella está de encubierta en los Guerreros. Podría ser capaz de descubrir algo

antes de que pudiéramos sacárselo a Alicia de todos modos. Déjame revisar

con ella y Marcus. Si no pueden desenterrar algo en veinticuatro horas, las

brujas liberarán a Alicia para ser interrogada.

Nadie parecía encantado con ese compromiso, pero estuvieron de

acuerdo con ello. Finalmente todos nos dispersamos, con Eddie yéndose a

quedar con Trey mientras Sydney y yo regresábamos a la casa de Clarence.

Sydney llamó a Marcus en el camino para explicarle la situación, y él

prometió devolverle la llamada tan pronto como pudiera. Cuando llegamos

a casa de Clarence, Rose y Dimitri estaban ansiosos por saber lo que había

sucedido. Dejé que Sydney los informara mientras yo iba con mi mamá y

Declan. Él solo había estado en mi vida por un par de días, pero me

sorprendió lo mucho que quería verlo, a pesar de que hacía poco más que

dormir. Después de los turbulentos acontecimientos del día, y el pánico que

había sentido al enterarme de que Sydney se había enfrentado sola a Alicia,

la presencia de Declan era tranquilizadora.

Marcus le regresó la llamada a Sydney un par de horas más tarde,

diciendo que tenía noticias y vendría a Palm Springs inmediatamente para

entregarlas en persona. Marcus era un fugitivo tan buscado como Sydney,

sin embargo, y en su usual manera cautelosa, organizó una reunión para el

siguiente día lejos tanto de la casa de Clarence como de la de Trey.

El lugar que eligió fue un restaurante mongol fuera de la ciudad.

Rose y Dimitri, después de mucha persuasión, acordaron esperar en casa

de Clarence para ponerse al día a fin de no crear demasiada multitud. Sin

embargo, Trey y Eddie se unieron, porque Trey tenía información útil acerca

de los Guerreros y porque ninguna fuerza en la tierra podía apartar a Eddie

de hacer planes sobre Jill. Cuando entramos al restaurante, Sydney exhaló

con alivio.

—Bien. Trajo a Sabrina con él.

Me había encontrado con Sabrina brevemente, pero no la conocía

bien. Era como de mi edad y había sido un miembro encubierto de los

Guerreros de la Luz durante años. Su primer encuentro con Sydney había

envuelto sostener a Sydney a punta de pistola, lo que no me emocionaba,

aunque ahora sabíamos que Sabrina había estado tratando de proteger a

Marcus. Con el tiempo, habíamos llegado a respetarla a ella y al importante

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trabajo que hacía. Ella no estaba de acuerdo con la filosofía de los

Guerreros, pero aun así había permanecido entre ellos porque la

información que ella proporcionaba era muy útil a los demás. Ciertamente

yo esperaba que fuera útil hoy.

—Buenas y malas noticias —dijo Marcus, lo que no era precisamente

la apertura que habíamos estado esperando—. La buena noticia es que

estamos bastante seguros de que los Guerreros tienen a Jill. La mala noticia

es que no sabemos exactamente dónde está.

Eddie se cruzó de brazos.

—Es hora de liberar a Alicia y obtener algunas respuestas.

—No necesariamente —dijo Sabrina. Su largo cabello rubio estaba

recogido en una coleta alta hoy, y se parecía mucho a una chica normal, no

alguien haciéndose pasar por un miembro de un fanático grupo anti

vampiros—. Mi conjetura es que Alicia tampoco sabe dónde está Jill. Muy

probablemente capturó a Jill y se la entregó a los Guerreros, entonces dejó

que ellos la escondieran en algún lugar. Curioseé alrededor y encontré

informes de un “prisionero Moroi de alto perfil”, pero ni siquiera están

revelando su ubicación a miembros en nuestro propio grupo. Puede que

trabajen con alguien como Alicia, pero no confiarían mucho en ella.

La noticia no me estaba animando, y Eddie compartía mi frustración.

—Entonces, ¿qué hacemos si su propia gente no sabe dónde está?

—exigió.

—Bueno —dijo Sabrina—. Alguien sabe. Simplemente no alguien a

mi nivel.

Marcus asintió mientras tragaba un bocado de su salteado, que por

mi estimación parecía contener enteramente carne sin verduras.

Primitivo, olfateó tía Tatiana.

Oye, cállate, le dije. Ser un brillante fugitivo probablemente requiere

gran cantidad de proteínas.

—Tenemos algunas ideas para llegar a ese alguien —dijo Marcus—.

La primera es pedirle a los Alquimistas que lo hagan. Sabemos que tienen

vínculos con los Guerreros.

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—Por lo que sabemos, están trabajando con ellos —dijo Eddie—. Lo

hicieron en el pasado.

—En algunas cosas —dijo Sydney lentamente—. Pero no en esta. No

quieren correr el riesgo de que los Moroi entren en caos. Quieren a Jill de

regreso. No se quedarían tranquilos si ella fuera una prisionera.

—Estoy de acuerdo —dijo Marcus. Sus ojos se encontraron con los

míos—. Eso, y ellos podrían intervenir simplemente porque no les gustará

que los Guerreros sobrepasen sus límites. No son nada más que bichos

raros controladores, y no les va a gustar que los Guerreros trabajaran con

una bruja para interferir con los Moroi. Por supuesto, eso significa que

alguien tiene que decirles que los Guerreros tienen a Jill.

—No tiene que ser uno de ustedes —dijo Eddie, atrapando el mensaje

tácito entre Marcus y yo—. Diablos, lo haré.

—Puede que no te crean —le dije, sonriendo ante su vehemencia—.

Puede ser que incluso no me crean a mí.

Trey había estado en silencio mientras discutían sobre el grupo del

que una vez había sido un miembro, pero ahora finalmente habló:

—También hay una buena probabilidad de que los Guerreros lo

nieguen, incluso si los Alquimistas vienen preguntando por ello. Son un

poco obsesivos con el control también. Podrían ser difíciles por rencor.

—Tienes razón —dijo Sabrina—. Es por eso que tenemos una opción

más.

Había una nota de advertencia en su voz que me puso en alerta.

—¿Cuál es?

Intercambió miradas con Marcus y luego se volvió hacia Sydney.

—Los Guerreros van a iniciar a algunos nuevos miembros la próxima

semana. Podrías ir de incógnito y luego tratar de infiltrarte en los niveles

más altos del poder para averiguar dónde está Jill. —Hablaba apresurada,

como si eso pudiera ayudar a reducir el absurdo total de la sugerencia.

—¿Quieres que me una a los Guerreros? —exclamó Sydney.

—No —dijimos Eddie y yo al unísono.

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—Solo estarías participando en su reclutamiento —dijo Sabrina,

como si eso fuera una especie de consuelo—. Es como una orientación.

—O una hermandad apresurada —dijo Marcus, lo que realmente no

mejoró las cosas.

Trey negó con la cabeza en consternación.

—Sé de qué estás hablando, y es una locura. —Se volvió hacia el

resto de nosotros—. Reúnen a un grupo de potenciales reclutas, los llevan

en secreto a un complejo Guerrero, y los hacen competir en todo tipo de

pruebas para demostrar su valía. ¿Recuerdas cuando tuve que luchar

contra mi propio primo?

Los Guerreros una vez habían tenido cautiva a Sonya y la usaron

como parte de una ceremonia destinada a “probar” a sus miembros jóvenes.

Junto con la lucha contra su primo, se había esperado que Trey matara a

Sonya. No había planeado seguir con eso, y esos planes salieron mal de

todos modos cuando un grupo de guardianes interrumpió toda la ceremonia

para llevarse a Sonya. Sydney también había causado una buena cantidad

de caos, y los Guerreros ciertamente no eran sus fans.

—Los Guerreros conocen el rostro de Sydney —nos recordó Eddie—.

No puede hacerlo. Envíenme a mí. No me importaría golpear a unos cuantos

de esos bichos raros. Ya he tenido mucha práctica.

—La tienes —coincidió Marcus—, pero Sydney ha tenido un poco

más de práctica infiltrándose para obtener información. Y probablemente

también conozcan tu cara.

Sydney frunció el ceño.

—¿Podemos ir los dos? No me importaría el respaldo, y tengo un par

de trucos que nos podrían disfrazar.

¿Vas a sentarte y dejar que sigan adelante con esto? me preguntó tía

Tatiana.

Me volví hacia Sydney con asombro.

—¿En serio estás considerando esto? Quiero decir, estoy a favor de

los planes locos, pero esto está más allá incluso para mí.

Sabrina frunció el ceño perdida en sus pensamientos.

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—Los Guerreros por lo general solo patrocinan a una persona, pero

he visto de vez en cuando que alguien presenta a dos. Si pudieran

disfrazarse a sí mismos, podría meterlos a los dos.

—Entonces envíenme a mí y a Sydney —le dije.

—De ninguna manera —dijo Eddie—. Estoy en una condición mucho

mejor para vencer a los bichos raros. Sin ánimo de ofender, Adrian. —Iba a

decir que podía protegerla con el espíritu, pero sabía que a ella no le gustaría

eso.

—Deberías quedarte, Adrian —concordó Sydney—. Podrías tratar de

coaccionar las respuestas de Alicia cuando las brujas la descongelen. Nadie

más que tú puede hacer eso.

Abrí mi boca para protestar, pero no pude pensar en algo para decir.

Sydney me tenía acorralado y lo sabía. Quería ir con ella, pero no porque

tuviera un plan concreto para hacer frente a los Guerreros, solo tenía un

instinto de protegerla. Pero ella tenía razón acerca de Alicia. Podríamos dar

a las brujas sus dos días mientras Sydney iba de encubierta con los

Guerreros. Con suerte, eso debilitaría cualquier protección a la coacción que

Alicia se hubiera puesto a sí misma.

—¿Estás aprobando el uso de espíritu? —le pregunté con asombro.

—No —admitió—. Estoy esperando que puedan obtener respuestas

de ella a través de otros medios. Pero si no pueden, tengo la sensación de

que usarás la coacción de todas maneras.

—Eres una mujer sabia, como siempre —le dije a Sydney.

Ella sonrió ante eso, pero me di cuenta que no estaba contenta con

la idea en absoluto. Con un suspiro, se volvió de nuevo hacia Sabrina.

—¿En cuántos problemas te vas a meter por esto? ¿Por traer a dos

espías? Porque, obviamente, en realidad no vamos a quedarnos con los

Guerreros.

Sydney tenía un punto. A lo que se habían ofrecido ella y Eddie,

infiltrarse en algún tipo de ritual de iniciación bárbaro, era peligroso, pero

no podíamos olvidar el papel de Sabrina en esto. Estaba jugando un juego

con un grupo muy volátil y podría enfrentar más riesgo en definitiva.

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—Depende de si ustedes son atrapados o no —ofreció Sabrina con

una tensa sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Así que no dejen que los

atrapen, ¿de acuerdo?

Trey parecía más sombrío y lúgubre mientras la planificación

avanzaba.

—Pero esto solo sucede si no puedes convencer a los Alquimistas de

que los Guerreros tienen a Jill. Si puedes convencerlos, con suerte ellos

podrán hacer el trabajo pesado para que no tengan que involucrarse con

nada de esta locura.

—Eso esperemos —coincidió Marcus—. Pero mientras tanto,

debemos preparar a Sydney y Eddie sobre qué esperar si van con Sabrina.

Sabrina procedió a darnos un informe detallado de cómo planeaba

meter a Sydney y Eddie dentro. Todo sonaba horrible mientras más lo

describía, y quería pedirle otra vez a Sydney que no fuera. Me di cuenta que

el querer protegerla de esos peligros era parecido a que ella me pidiera que

contuviera al espíritu. Ambos eran peligrosos cursos de acción… sin

embargo, ¿cómo podíamos no hacerlo, cuando la vida de Jill estaba en

riesgo?

No hay una buena respuesta, declaró malhumorada tía Tatiana. Y no

saldrá nada bueno de todo esto.

El almuerzo transcurrió ultimando planes y con la intención de

Sydney de obtener algún tipo de ayuda de encubrimiento mágico de sus

conexiones de brujas. Sabrina recibió una llamada convocándola de vuelta

a los Guerreros antes de lo que ella había esperado. Hizo una mueca y se

levantó.

—Estaré en contacto pronto, cuando consiga unos detalles más

sobre el reclutamiento. ¿Alguno de ustedes puede dejar a Marcus en su

escondite?

—Nosotros lo haremos —dijo Sydney, adelantándose a Eddie y

Trey—. Hablaremos más tarde.

Nuestro grupo se dispersó, y Sydney y yo dirigimos a Marcus al auto

de alquiler que habíamos estado conduciendo desde que volvimos a Palm

Springs. Era un descapotable, un beneficio extra otorgado por la empresa,

a pesar de que no lo habíamos pedido.

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—Bonito —dijo Marcus—. Buen día para tener la capota baja. —Me

echó un vistazo—. O tal vez no.

Después del gris de ayer, Palm Springs había vuelto a sus sofocantes

condiciones de verano, unas a las que ciertamente no quería exponerme. La

luz del sol no mataba a los Moroi, de la forma en que lo hacía con los Strigoi,

pero ciertamente podía ser incómodo para nosotros si estábamos lo

suficientemente expuestos. Los momentos como este me recordaban las

diferencias entre Sydney y yo. Ella amaba el sol, y una vida conmigo la

mantenía alejada de él.

—Puedes bajar la capota si quieres —dije casualmente, lanzándole

las llaves a Sydney.

Ella me dio una sonrisa débil, adivinando mis pensamientos.

—Nah, prefiero poner el aire acondicionado.

Le devolví la sonrisa, sabiendo que estaba mintiendo. A veces,

acostados en la cama, ella y yo discutíamos los planes para una futura casa

de ensueño. Habíamos decidido que construiríamos un porche cubierto, lo

suficientemente aireado para que yo pudiera disfrutar del calor pero lo

suficientemente cubierto como para bloquear lo peor de la luz. Siempre le

tomaba el pelo con que le serviría limonada ahí afuera. Sería el lugar perfecto

para nosotros, el encuentro de dos mundos. Pero en ese momento, era difícil

imaginar un futuro como ese.

Marcus le dio instrucciones para llegar a un complejo de

apartamentos que en realidad no estaba tan lejos de donde solía ir a la

universidad en Carlton al otro lado de la ciudad. Mientras ella nos conducía

por la autopista, marqué el número de alguien que pocos Moroi tenían la

suerte de tener en la memoria de sus teléfonos. Incluso me sorprendí más

cuando ella respondió al primer toque.

—Hola, Adrian —dijo Lissa.

—¿Estabas esperando junto al teléfono por mí? —bromeé.

—En realidad estaba esperando a que Christian me llamara. Pero

prefiero saber de ti, al menos si estás llamando para decir que tienes a Jill.

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—Me temo que no —dije, sintiendo una punzada por la pérdida—.

Pero tengo unas noticias que podrían ser útiles. Tenemos buena evidencia

de que los Guerreros de Luz tienen a Jill.

Lissa claramente no había esperado eso.

—¿Qué? Pensaba que era alguna bruja que odiaba a Sydney. Si los

Guerreros la tienen, entonces esto ya no es solo por una venganza. A esa

gente le gusta matar vampiros por diversión.

—Parece que Alicia les dio a Jill para que la mantuvieran prisionera.

Ahora Sydney tiene un complejo plan para intentar averiguar dónde tienen

a Jill, pero si los Alquimistas pudieran presionar un poco a los Guerreros

en su lugar, nos ahorraría muchos problemas —le dije—. El único problema

es que Sydney no puede exactamente llamarles y preguntar.

—Pero yo puedo —adivinó Lissa.

—Eres muy encantadora y persuasiva —le dije—. Además, tienes un

poco más de influencia que nosotros.

—Veré lo que puedo hacer —respondió, sonando exhausta al

pensarlo. No la culpaba. La diplomacia también me agotaría, especialmente

cuando tratas con idiotas como los Alquimistas—. Van a querer saber qué

“buena evidencia” tenemos.

Dudé, pensando en Sabrina.

—No podemos revelar exactamente nuestra fuente. ¿Puedes

simplemente decirles que es una pista anónima y que lo investiguen?

—Lo intentaré —dijo Lissa—. Pero ya sabes cómo son.

—Sí —estuve de acuerdo—. Ciertamente lo sé. Buena suerte… y

gracias.

—No hay nada que agradecerme. Jill es mi hermana.

Colgué y estuve justo a tiempo para ver a Sydney conduciendo frente

el complejo de apartamentos que Marcus había indicado.

—Oye —dije, reconociéndolo de mis días en Carlton—. Te has

pasado.

La expresión de ella se oscureció.

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—No me perdí a los hombres de traje espiando alrededor del edificio.

—Levantó la vista al espejo retrovisor, y suspiró—. O el auto negro que acaba

de salir del estacionamiento del edificio y ahora nos está siguiendo.

—Maldita sea —dijo Marcus—. Descubrieron que vine a la ciudad.

Pensé que ese lugar era seguro.

Me volví en mi asiento, estirando el cuello para ver lo que Sydney

había visto. Y por supuesto, un Escalade negro estaba haciendo algunas

maniobras un poco agresivas para ponerse en nuestro carril. Sydney dio un

giro abrupto que me hizo agarrar la puerta, y el Escalade nos siguió. La

preciada y frágil sensación de libertad que me había permitido disfrutar

desde que dejamos la Corte se disipó como el humo en el viento.

—Lo siento, chicos —dijo Marcus—. Debieron haberme visto cuando

vine esta mañana.

Sydney dio otro giro sorpresa, uno por el que le tocaron bocinas al

Escalade por copiarlo. Su rostro estaba lleno de tensión, y supe que tenía

que estar trabajando con fuerza para mantenerse tan calmada como

parecía. Esta era la pesadilla con la que había vivido durante mucho tiempo:

los Alquimistas encontrándola otra vez.

—No te sientas tan mal —le dijo a Marcus—. Después de todo lo que

ha pasado en Palm Springs, probablemente tienen ojos y orejas

regularmente por aquí. Por lo que sabemos, ni siquiera fuiste visto. Alguien

pudo haber visto a Eddie y decidió hacer algo de espionaje. Él también es

una persona de interés para ellos. —Ella negó con la cabeza—. El verdadero

problema es cómo perderlos.

—Vuelve a la autopista y toma la primera salida a la ciudad —dijo

Marcus.

Volver a un área congestionada no tiene sentido, siseó tía Tatiana. ¡Se

llevarán a Sydney otra vez!

—¿No deberíamos ir a la autopista abierta e intentar huir de ellos?

—pregunté.

—Nunca seríamos capaces de hacerlo —dijo él—. Además,

probablemente llamaron refuerzos, y encontraríamos a algunos más de esos

viniendo detrás de nosotros.

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Sydney salió como le dijo, dirigiéndonos hacia el centro de la ciudad.

Delante de nosotros, podía ver algunas de las calles más concurridas del

centro, calles estrechas abarrotadas de autos mientras los peatones y las

mesas de exterior llenaban las aceras.

—Supongo que estás jugando con el hecho de que a los Alquimistas

no les gusta montar una escena —remarcó Sydney—. Pero recuerda, sí que

nos persiguieron, bastante abiertamente, por el Strip en Las Vegas. —Ella

había estado en un vestido de bodas en aquel entonces, haciendo que

sobresaliéramos mucho más—. Harán lo que tengan que hacer.

Marcus asintió.

—Lo sé. Pero aun así evitarán una gran escena si pueden. En

realidad, mi objetivo principal es llegar a mi auto de escape.

—¿Tu auto de escape? —Lo miré fijamente, boquiabierto—. ¿Tienes

un auto para escapar?

Me dirigió una rápida sonrisa.

—Soy Marcus Finch. Por supuesto que tengo un auto de escape. Se

accede por un túnel subterráneo que sale de la Taquería Miguel.

—Subterráneo… —Sydney sacudió su cabeza—. Olvídalo. Eso está a

seis cuadras de aquí, y estamos a punto de quedarnos atascados por causa

del semáforo y lentos autos. —Los autos delante de nosotros se detuvieron

cuando el semáforo se puso rojo.

—Corrección —dijo Marcus, repentinamente desabrochando su

cinturón de seguridad—. Ellos están a punto de quedarse atascados por

causa del semáforo y un auto detenido. Todos salgan. —Inmediatamente,

me di cuenta de lo que estaba por ocurrir, y él lo confirmó cuando colocó su

mano sobre la manija de la puerta—. Ustedes chicos saben cómo ser

evasivos. Encuéntrenme en la taquería, pero no dejen que los sigan hasta

ahí.

Estuvo fuera del auto en un destello, y un par de segundos después,

nosotros también, una vez que Sydney había cambiado el auto a estacionar.

Él salió velozmente bajando por un costado de la calle, perdiéndose entre la

multitud de turistas y asistentes al almuerzo sin mirar atrás. Algunos

podrían haberlo considerado como abandono, pero a estas alturas Marcus

nos conocía lo suficientemente bien como para confiar en que sabíamos qué

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hacer en situaciones como esta. Ser impredecibles. Ocultarnos entre

multitudes y negocios. Encontrarnos de nuevo cuando los hubiéramos

perdido.

Eso era asumiendo, por supuesto, que incluso nos seguirían. Había

habido dos autos entre ellos y nosotros en la calle, por lo que había una

posibilidad de que no nos hubieran visto abandonando nuestro auto.

Cuando el semáforo se volviera verde y el tráfico no avanzara, descubrirían

que algo había salido mal. La pregunta era qué tan lejos podríamos llegar

Sydney y yo antes de eso y si nos habían seguido a Marcus o a nosotros.

Nos siguieron, por supuesto.

—Más rápido —dije, agarrando su mano mientras nos

apresurábamos por la acera.

Una serie de bocinazos me hicieron saber cuándo el semáforo se

puso verde, mientras conductores enfadados se veían incapaces de

desplazarse por nuestro auto abandonado. Los gritos detrás de nosotros

eran un aviso de que algo más estaba mal, y cuando miré rápidamente hacia

atrás, vi a un hombre y una mujer en trajes color beige saliendo disparados

por la acera hacia nosotros, ajenos a los peatones en su camino. Demasiado

para no hacer una escena.

Frente a nosotros, la acera se veía aún más llena de lo habitual

mientras las personas se agrupaban alrededor de algo. Genial. No era la

desaceleración que necesitábamos. Otra rápida mirada detrás de mí me

mostró al hombre Alquimista, que era casi tan alto como yo, ganando

terreno. Me acerqué a la multitud y vi que se habían detenido para admirar

muestras de ropa que una tienda había colocado sobre la acera como parte

de algún tipo de promoción. Vestidos, bufandas vaporosas, y más creaban

una exhibición radiantemente colorida que incluso detenían al peatón más

indiferente para admirar todo. Sydney y yo presionamos nuestro camino por

un grupo de mujeres admirando un vestido de seda púrpura y vi a los

Alquimistas a solo unos metros detrás de mí.

Sydney echó un vistazo alrededor, e inesperadamente una sonrisa

cruzó sus labios. Dijo un hechizo mágico que se perdió en el ruido de la

calle, pero el poder que invocó tuvo un efecto inmediato. Toda esa hermosa

ropa a nuestro alrededor explotó en tiras de tela de los colores del arco iris.

Llovió a nuestro alrededor, haciendo casi imposible ver. El caos siguió

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mientras la gente gritaba asombrada, insegura de si era un ataque o algún

tipo de truco publicitario.

—Vamos —dijo ella, retomando el ritmo de nuevo.

Mientras corríamos lejos, también escuché un grito especialmente

fuerte de consternación de alguien que reconocí: Lia DiStefano. Esta era su

tienda, lo cual explicaba la sonrisa astuta de Sydney. Me sentí un poco mal…

pero también un poco no. Lia había hecho un vestido precioso para Sydney

una vez, un vestido rojo inspirado en el estilo de los antiguos griegos. Sydney

había estado tan hermosa en él, había pensado que estaba soñando. Tenía

que darle el crédito a Lia por eso. Por otra parte, Lia había estado tan

desesperada porque Jill modelara que había publicado un anuncio con Jill

en secreto, el que Alicia había incluido en la caja que Jackie le había traído

a Sydney. No sabía del todo la relación entre Alicia, los Guerreros, y cómo

ese anuncio los había conectado con Jill, pero no había duda de que el

anuncio había puesto en riesgo a Jill.

—Lo siento, Lia —murmuré mientras corría pasando su tienda—. La

próxima vez, no contrates modelos que no se supone que uses.

A una cuadra de distancia se hallaba una florería en la que había

estado una vez. Sin comprobar para ver si nos habían estado siguiendo,

rápidamente nos lanzamos a toda velocidad a través de la puerta, la cual se

encontraba abierta para disfrutar del calor de la tarde. Inmediatamente nos

rodeó la abrumadora fragancia de rosas y lirios. Ramos de todos los colores

llenaban la tienda, pero miré más allá de todo eso por lo que había recordado

ver la última vez que estuve aquí: una puerta trasera. La tienda tenía dos

entradas, una que daba a la calle principal al frente y esta segunda puerta

que dirigía al estacionamiento en el callejón detrás del negocio. Asentí y

sonreí ante la sorprendida florista, luego apresuré a Sydney a través de la

puerta trasera como si lo que estábamos haciendo fuera perfectamente

normal.

En el callejón, me detuve y me atreví a echar un vistazo a través de

la ventana de la puerta, esperando para ver si un Alquimista irrumpía en la

tienda. Nadie lo hizo, así que crucé mis dedos para que la destrucción de la

exhibición de Lia hubiera causado la suficiente confusión para cubrir el

resto de nuestro trayecto. Sydney y yo corrimos por el callejón trasero, más

allá de las puertas de más negocios, algunas de las cuales eran públicas y

otras no. Cuando llegamos a la puerta trasera de la Taquería Miguel, se leía

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SOLO ENTREGAS. Golpeé de todos modos, preguntándome cómo

explicaríamos mi presencia a quien fuera que contestara.

El chico que abrió la puerta, sin embargo, no parecía sorprendido en

absoluto de vernos. Nos hizo un gesto con su mano hacia adentro.

—Deben ser los amigos de Marcus.

Entramos y nos encontramos en la entrada de la cocina, la cual olía

deliciosa. Un cocinero lanzando al aire una quesadilla levantó su mirada,

asintió como si nuestra presencia fuera totalmente normal, y regresó a su

trabajo. Mientras tanto, nuestro guía nos llevó a un almacén cercano con

filas de estantes de comida. Había una trampilla confiable en el suelo. La

abrió, y debajo, sosteniendo una linterna, estaba Marcus. Hizo un gesto

hacia nosotros.

—¿Cómo conoces a Marcus? —pregunté mientras comenzaba a

descender los peldaños.

Mi guía se encogió de hombros.

—Me hizo un favor una vez.

Esa parecía ser la historia de la vida de Marcus. Le agradecimos al

chico y luego nos dirigimos hacia abajo. Tal como Marcus había dicho, en

verdad había un túnel. Nos apresuramos a través de él conversando poco,

emergiendo en un cobertizo en un estacionamiento a pocas cuadras de

distancia. No vimos señales de persecución en el túnel o al salir, y Marcus

se sintió lo suficientemente seguro para dirigirnos a un Chevy azul

estacionado. Sacó unas llaves de su bolsillo y desbloqueó la puerta.

No fue hasta que estábamos sobre la calle que por fin habló:

—Bueno —dijo—. Tengo buenas y malas noticias. La buena noticia

es que no tienes que seguir haciéndole creer a los Alquimistas que estás en

la Corte. La mala noticia es que los Alquimistas saben que ya no estás ahí.

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Traducido por Aria y Jenn Cassie Grey

Corregido por veroonoel

na vez que supe que estábamos momentáneamente a

salvo de los Alquimistas, lo primero que tenía que

hacer era poner a salvo a Declan y a mi mamá.

—¿Dónde están? —pregunté cuando ella respondió el teléfono.

Estaba sentado en el asiento trasero mientras Marcus nos conducía a lo que

él juró que era realmente una casa segura. Sydney estaba en el asiento del

pasajero, mandando mensajes actualizando a casi todos los que

conocíamos.

—Estoy en casa de Clarence —respondió mi madre—. ¿Dónde estaría

sino?

Suspiré de alivio.

—Bien. Tienes que quedarte ahí durante un tiempo, no te vayas.

¿Tienes suficientes provisiones para Declan? —Pensaba que se había

sobrepasado en sus compras iniciales. Ahora estaba agradecido.

—Bueno, sí, supongo, aunque no parece ser terriblemente aficionado

a esos chupetes que le compré. Puede ser que tenga que encontrar un

diferente…

—No salgas —repetí—. Es casi seguro que la casa esté siendo

vigilada. Los Alquimistas saben que estamos aquí.

Mi madre comprendió inmediatamente la gravedad de la situación.

—¿Están bien?

U

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—Estamos bien, nos escapamos. Pero ahora vigilarán todos los sitios

donde pasábamos el rato para ver si vamos ahí. Sabrán que no estamos de

vuelta en casa de Clarence, y eso está bien. Pero probablemente tampoco

sepan que tú y Declan están ahí, y tenemos que mantenerlo de esa forma.

Quédense dentro.

Se quedó callada durante unos minutos.

—Adrian, hay algo… inusual en Declan, ¿no es así?

—Especial —la corregí—. Es muy, muy especial. Y por ahora, es

mejor si los Alquimistas no saben que existe. Si quieren perseguirnos a

Sydney y a mí, bien. Pero él tiene que mantenerse fuera de su radar.

—Lo entiendo —dijo—. Si necesitamos algo, haré que lo manden aquí

o enviaré a Rose y Dimitri por ello, ¿asumiendo que ellos pueden irse?

Dudé.

—Sí. Los Alquimistas no tienen interés en ellos. Puede que estén

curiosos de saber por qué están en la ciudad, pero no entrarán en la casa

de Clarence o algo así para averiguarlo, no sin ninguna otra provocación.

Otros Moroi y damphirs se han quedado con él antes. ¿Puedo hablar con

alguno de ellos?

Después del sonido de unos pies arrastrándose, Rose contestó:

—Puedo decir por el rostro de tu mamá que algo fue mal.

—Los Alquimistas saben que Sydney y yo estamos aquí —le dije—.

Se las arreglaron para seguir a Marcus cuando vino a la ciudad y se

encontraron con nosotros en el proceso.

No podía estar seguro, pero creo que Rose maldijo en ruso.

—Así que, ¿cuál es el plan?

—Estamos de camino a un supuesto escondite —le dije—. Desde ahí,

Sydney va a investigar a los Guerreros, y tarde o temprano interrogaré a

Alicia.

—Quiero estar dentro de eso —dijo Rose de repente.

—Lo sé, pero de verdad, realmente necesito que se queden con mi

mamá y Declan. Justo le estaba diciendo a ella que no puede salir de la

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casa. No creo que los Alquimistas sepan que está en la ciudad, y espero que

siga de esa forma. Pero si pasa algo raro, necesito que ustedes los protejan.

—¿Qué quieres decir con “algo raro”? ¿Por qué se preocuparía

alguien por ellos? —Rose, como mi madre, estaba empezando a sospechar

que pasaba algo raro.

—No puedo decírtelo —dije—. Solo confía en mí, es importante. Al

menos uno de ustedes tiene que quedarse con ellos todo el tiempo. Si hay

alguna forma de que puedas encontrarte conmigo de manera segura cuando

hable con Alicia, haremos que suceda. Pero mientras tanto, prométeme que

cuidarás de ellos.

Siguió un largo silencio, y podía adivinar por qué. Rose, como todos

los demás, quería encontrar a Jill. Con tantas pistas potenciales, era

entendible que prefiriera mucho más formar parte de esa misión que

literalmente hacer de niñera. Pero Rose había visto suficiente en la comuna,

y era lo suficiente amiga mí, para finalmente acceder.

—Está bien. Los mantendremos vigilados. Pero si hay algo que

podamos hacer para encontrar a Jill, cualquier cosa…

—Te lo haré saber —le prometí. Colgué y miré alrededor—. ¿Es aquí?

Habíamos dejado la expansión urbana de Palm Springs, pasando al

desierto hacia un lugar que hacía que el recinto de Wolfe pareciera

francamente civilizado. Una pequeña y solitaria cabaña se encontraba sola

en un paisaje cubierto de maleza, y los neumáticos del auto levantaron

nubes de polvo cuando doblamos por un camino de arena sucia.

—Síp —dijo Marcus.

—Bueno, es ciertamente remoto —apuntó Sydney—. ¿Pero es

seguro?

—Tan seguro como conseguiremos por ahora —nos aseguró Marcus,

deteniendo el auto fuera de la casa—. Nadie nos siguió hasta aquí. Nadie

conoce mi conexión con esta gente.

Salimos del auto y seguimos a Marcus hacia la puerta. Tuvo que

tocar tres veces, haciéndolo progresivamente más fuerte, antes de que la

puerta se abriera finalmente. Un hombre de unos cincuenta y algo con

cabello desaliñado y gafas redondas nos echó un vistazo, entrecerrando los

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ojos por la luz del sol como lo habría hecho un Moroi. Su rostro se iluminó

con reconocimiento.

—Marcus, hombre, ¡ha pasado mucho tiempo!

—Me alegro de verte, Howie —le respondió Marcus—. Mis amigos y

yo necesitamos un lugar donde quedarnos. ¿Está bien si nos quedamos

aquí?

—Claro, totalmente. —Howie se hizo a un lado para que pudiéramos

entrar—. Entra, hombre.

—Howie y su esposa, Patty, cultivan y venden todo tipo de hierbas

—explicó Marcus.

Inhalé profundamente mientras caminaba alrededor de la sala de

estar, la cual podría haber salido directamente de 1971.

—Especialmente una hierba en particular —añadí.

—No te preocupes —dijo Marcus, sus labios curvándose en una

sonrisa—. Son buena gente.

Sydney arrugó la nariz.

—No nos va a hacer ningún bien evadir a los Alquimistas si luego

nos arrestan en una redada de drogas.

Marcus no estaba preocupado.

—Esa es la menor de nuestras preocupaciones. Nos darán un lugar

para quedarnos. Y su cocina siempre está bien abastecida.

Al menos eso era verdad. Siempre y cuando pudiéramos sobrevivir a

base de comida basura, no estaríamos en peligro de estar hambrientos

pronto. Nunca en mi vida había visto tantas cajas de Twinkies. Patty era tan

deslumbrantemente amable como su marido, asegurándonos que podíamos

hacernos sentir como en casa y quedarnos el tiempo que quisiéramos. Los

dos probablemente pasaban la mayor parte del tiempo en el sótano o en el

jardín fuera, cultivando las varias plantas que luego consumían o vendían.

Una vez que nos instalamos, desaparecieron escaleras abajo, dejándonos

para que hiciéramos planes. Supe entonces que mientras había estado

hablando con Rose y mi madre, Marcus y Sydney habían estado reuniendo

otra información.

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—Sabrina se puso en contacto con Marcus. Va a llevarnos a Eddie y

a mí con los Guerreros más tarde esta noche —dijo Sydney—. Muy tarde. Al

parecer, tenemos que llegar al amanecer. La Sra. Terwilliger va a venir antes

con Eddie para ayudar con algunos hechizos y prepararnos.

—Espero que no haga falta que decir que Eddie será cuidadoso al

venir aquí —dijo Marcus—. A estas alturas, los Alquimistas probablemente

tienen ojos en todos a los que conoces en el área.

—Tendrá cuidado —dijo ella con confianza—. Sabe cómo evitar ser

seguido. —Se volvió hacia mí—. La Sra. Terwilliger luego te llevará con ella,

para cuando las brujas descongelen a Alicia. Prométeme que tendrás

cuidado, Adrian. Ve suave con ella. Solo usa la menor coacción posible.

Recuerda, hay bastantes posibilidades de que ni siquiera sepa dónde tienen

los Alquimistas a Jill.

¿Ir suave con ella? A pesar de que sabía que Sydney había querido

decir eso como una forma de cuidarme, era imposible de imaginar. ¿Cómo

podía ir suave con la mujer que había secuestrado a Jill? ¿Quién era la razón

de que Jill pudiera muy bien estar sufriendo a manos de esos locos? Sonya

había estado en mala forma cuando había sido rescatada de los Guerreros,

y habían tenido a Jill por mucho, mucho más tiempo.

Alicia pagará, prometió tía Tatiana en mi cabeza.

A Sydney, le dije:

—Veré lo que puedo hacer.

Mi teléfono sonó, y sentí una diversión seca al ver la pantalla.

—No mucha gente puede presumir de hablar con la reina Moroi dos

veces en un día. ¿Hola?

—¿Adrian? —sonó la voz de Lissa—. ¿Qué has hecho?

—¿Por qué asumes que he hecho algo? —le pregunté.

Lissa suspiró.

—¡Porque acaba de llamar un enfadado burócrata Alquimista,

bastante furioso por cómo tú y Sydney están libres en Palm Springs! Dejaron

muy claro que no van a contenerse de intentar conseguirla de vuelta.

Pensaba que ustedes se estaban escondiendo.

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—Lo estábamos, lo estábamos —dije—. Fue como un accidente. Pero

estamos a salvo de momento.

—Bueno, intenten mantenerse de esa forma. El lado positivo es que

pude llegar a alguien para preguntar sobre la posible presión de los

Alquimistas sobre los Guerreros.

La esperanza me llenó. Salvaría a Sydney de infiltrarse con los

Guerreros y a mí de interrogar a Alicia si los Alquimistas podían rescatar a

Jill por nosotros.

—¿Y? —le pregunté.

—Es lo que me temía, quieren más pruebas. Quiero decir, la persona

con la que hablé hizo algunos vagos comentarios sobre hacer “peticiones”,

pero realmente no sentí que me estaba tomando en serio. Creo que piensa

que lo estaba usando para desviarlos de ti y de Sydney estando fuera de la

Corte.

Mis esperanzas cayeron mientras miraba a Sydney al otro lado de la

habitación. Estaba intentando sentarse en un abarrotado puf. La idea de

ella yendo a investigar alrededor del recinto de los Guerreros me ponía

enfermo. Una cosa había sido cuando se fue con Eddie y la Sra. Terwilliger,

pero ahora iba a ir directamente a las manos de algunos de nuestros

enemigos. ¿Y si la descubrían? ¿Y si los Guerreros intentaban renovar su

amistad con los Alquimistas usándola como elemento de intercambio? ¿Y si

los Guerreros decidían usar como ejemplo a la mujer que se había casado

con un vampiro?

No puede salir nada bueno de todo esto, reiteró tía Tatiana.

—Seguiré trabajando en ellos, sin embargo —continuó Lissa, ajena

a mis pensamientos revueltos—. ¿Y asumo que ustedes están haciendo sus

propias cosas para conseguir respuestas?

—Eso parece —dije.

—Bueno, hazme saber si puedo ofrecer alguna ayuda. Hablé con

Rose, y suena como si ya la tuvieras trabajando en algo. Siéntete libre de

usarlos a ella, a Dimitri y a Neil de la forma que puedas si ayudará a

recuperar a Jill.

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El tono de Lissa sonaba perfectamente inocente, y me di cuenta de

que Rose debió haber mantenido en secreto las noticias de Declan incluso a

su mejor amiga. Me hizo sentir agradecido pero también me hizo consciente

de la precariedad de la situación de Declan. La mención de Lissa de Neil

también me hizo recordar que todavía no habíamos tenido la oportunidad

de sentarlo y explicarle lo que estaba pasando. Demasiadas complicaciones

seguían apareciendo.

Pasamos el resto del día esperando a que Jackie y Eddie vinieran.

Marcus, quien había pasado tanto tiempo de su vida huyendo, parecía

completamente en calma encerrado en la pequeña sala de estar de la

cabaña. Sydney y yo, quienes nos habíamos acostumbrado a nuestra

libertad, por corta que fuera, lo pasamos peor. Hicimos todos los planes que

pudimos con nuestros amigos lejos, y luego prácticamente intentamos pasar

el tiempo. A pesar de la ubicación privada, éramos reacios a salir a la calle.

La única televisión de la casa estaba en el sótano, y el humo que venía de

ahí era lo suficientemente fuerte para mantenernos alejados. Eso dejó una

pila de antiguos Reader’s Digest como el único entretenimiento restante.

—Hay un auto estacionándose —dijo Marcus más tarde aquella

noche. Había estado de pie cerca de la ventana, ocasionalmente mirando

fuera de las cortinas corridas. Un ceño fruncido cruzó su rostro—. No veo a

Jackie o Eddie.

Sydney saltó y se le unió en la ventana. Después de unos minutos,

su tensión se desvaneció.

—Está bien. Las conozco.

Marcus abrió la puerta, y entraron dos mujeres que reconocí. Una

era Maude, la miembro sénior del aquelarre de Sydney, que había ayudado

en el lago. La otra era la vieja luchadora Inez, dándome un guiño cuando

pasó por la entrada. Maude permaneció en la puerta, manteniéndola abierta

como si esperara que viniera alguien más. Nadie lo hizo, y después de varios

segundos, asintió a Marcus para que la cerrara. Sabía lo suficiente por

Sydney para darme cuenta de que había entrado alguien invisible, y cuando

lo asumí, el hechizo que rodeaba a esa persona se rompió.

—Eddie —exclamó Sydney, corriendo para darle un abrazo.

Él le devolvió la sonrisa.

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—¿Están bien?

—Bien —dije—. Solo abasteciéndonos de carbohidratos y esperando

a que empiece la siguiente fase de locura.

—¿Están seguros de que nadie los siguió? —preguntó Marcus,

tirando las cortinas alrededor de la ventana delantera para cerrarlas más.

—Afirmativo —dijo Eddie—. Nos encontramos en un lugar público, y

los Alquimistas enviados para vigilarme nunca supieron que me fui con

estas dos.

Inez estaba valorando nuestros alrededores con un ojo crítico y no

parecía impresionada.

—Jaclyn nos envió ya que ella no pudo escaparse de tus amigos. Se

han apostado en su casa.

—Los Alquimistas no son mis amigos —replicó Sydney.

—Bueno, lo que sea que son, son un dolor en el culo —dijo Inez—.

Pero le dijimos que te ayudaríamos, así que aquí estamos.

—Gracias, señora —dijo Sydney, adorablemente educada como

siempre—. Sé el inconveniente que debe de ser.

Maude le sonrió con bondad.

—No es tan inconveniente como algunas personas te harían pensar.

—Dejó dos grandes bolsas con asas, llenas de ingredientes misteriosos que

sobresalían—. Ahora bien. Entiendo que tenemos que hacerte más fuerte.

—¿Sí? —preguntó Sydney con sorpresa.

Inez se remangó las mangas de su vestido lleno de rosas y miró

dentro de una bolsa.

—Eso es lo que dice Jaclyn. Dice que te vas a meter en peleas o algún

sinsentido como ese.

—Bueno, sí, pero simplemente pensaba que usaría las técnicas

evasivas que me enseñó Wolfe.

—¿Wolfe? —bufó Inez con disgusto—. ¿Ese hippie con el que Jaclyn

está saliendo? Créeme, la inteligencia y las “técnicas evasivas” están bien si

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eso es todo lo que tienes, pero si te dan la oportunidad de ser la más mala

y más fuerte, siempre sé la más mala y más fuerte.

Había un número de cosas mal con lo que ella había dicho,

empezando por referirse a Wolfe, quien poseía más armas que nadie a quien

había conocido, como un hippie.

Inez tomó cuidadosamente una cantimplora de aspecto inocuo de la

bolsa.

—¿Qué es eso? —le pregunté.

—Una poción muy especial y compleja —dijo Maude—. Una en la que

varias de nosotras trabajó la mayor parte del día.

Mientras hablaba, tomé nota de los círculos oscuros bajo sus ojos y

la fatiga en su voz. Sydney también lo vio.

—No tenían que hacer eso… —dijo.

—Lo hicimos —dijo Maude simplemente—. Limpiar lo que ha hecho

Alicia es nuestra responsabilidad, y si eso conlleva prepararte para estos

extraños actos de brutalidad, te ayudaremos a hacerlo.

—¿Qué hay en ella? —pregunté. El alcance y la arbitrariedad de la

magia humana todavía era algo increíble para mí. Además, concentrarme en

ello me distraía de pensar sobre Sydney y los “extraños actos de brutalidad”.

—Estás más feliz sin saberlo —me dijo Maude—. Ahora bien.

Tenemos que terminar el hechizo…

Escuchamos el sonido de una puerta abriéndose. Un momento más

tarde, la cortina de cuentas que separaba la sala de estar de la cocina se

agitó y Howie la atravesó. Pareció sorprendido de ver gente adicional aquí y

parpadeó unas cuantas veces, como si estuviera determinando que éramos

reales y no una alucinación. Me imaginé que en su vida, esa era una

distinción que tenía que ser hecha constantemente. Y, considerando mis

crecientes interacciones con tía Tatiana, era algo con lo que podía

relacionarme.

—Oye, hombre, Marcus —dijo, empujando sus gafas—. No sabía que

ibas a traer a más gente, hombre. Estamos buscando los Doritos. ¿Has visto

los Doritos?

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Marcus señaló al final de la mesa junto al sofá. Howie se iluminó

mientras levantaba el paquete de Doritos, luego se volvió consternado

cuando vio que estaba casi vacío.

—Estuviste aquí arriba comiéndolos alrededor de la hora del

almuerzo —le recordó Marcus.

Howie parecía amablemente escéptico.

—¿Lo estuve?

—Sí —confirmé—. Dijiste que estabas viendo una película de un

tiburón mutante que estaba en el comercial.

—Trey también estaba viendo esa más temprano —remarcó Eddie en

una forma muy casual que me hizo pensar que Trey no había sido el único

viéndola.

—¿Era una doble función con Raptorbot Rampage? —preguntó

Sydney secamente.

Howie alzó un dedo en advertencia.

—Esa cosa no es inventada, ya sabes. La vida real es más extraña

que la ficción, hombre. El gobierno lo está escondiendo de nosotros.

—Completamente —dijo Marcus, mirando en dirección a Howie y de

nuevo hacia la cortina de cuentas—. ¿Por qué mejor no te llevas unas

galletas al sótano? Creo que vi algunas Nutter Butters2 en la cocina.

Marcus situó a nuestro anfitrión y luego lo mandó por su camino.

Nadie del resto de nosotros habló hasta que escuchamos la puerta del

sótano cerrada de nuevo. Eddie remarcó:

—La vida real es más extraña que la ficción.

—Dímelo a mí —dijo Sydney, volviéndose a la cantimplora—. ¿Qué

tengo que hacer?

—Bébelo —dijo Inez—. Lo mezclamos con algo de Tang3 para

ayudarlo a que supiera mejor. Énfasis en “ayudarlo”.

2 Nutter Butter: Son unas galletas de mantequilla de maní con forma de cacahuate. 3 Tang: Es la marca de una bebida con sabor a frutas que se obtiene al mezclar el jugo en

polvo con agua.

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—Pero primero terminamos el hechizo —dijo Maude. Ella e Inez se

tomaron de las manos, formando un círculo alrededor de la cantimplora

colocada sobre la mesa. Había escuchado a Sydney recitar hechizos lo

suficiente para reconocer el sonido del latín. También había aprendido lo

suficiente para saber que la mayoría de los hechizos que usaba eran simples

con resultados inmediatos. La clase de hechizo con la que estas brujas

estaban tratando ahora, hechizos con múltiples partes que requerían varios

usuarios de magia, era fuerte, y la expresión de asombro de Sydney reflejaba

cuánto. Cuando terminaron el cantico, Maude le extendió la cantimplora a

Sydney con un ademán—. Salud —dijo Maude.

Sydney desenroscó la tapa e hizo una mueca ante lo que vio dentro.

Estaba de pie cerca de ella y compartí su disgusto. La mezcla olía a ropa

húmeda… y Tang.

—Mientras más rápido lo tomes, mejor —añadió Inez—. Tapar tu

nariz tampoco haría daño.

Sydney hizo ambas cosas, pero ninguna la detuvo de tener arcadas.

—Es mejor que no lo regreses —advirtió Inez—. Porque no tenemos

más.

Sydney hizo una mueca de dolor y negó con la cabeza mientras les

regresaba la cantimplora.

—Se va quedar abajo. ¿Ahora qué? ¿Realmente soy más fuerte? Me

siento más como con ganas de lavar mis dientes. —Ciertamente no le habían

salido músculos gigantes ni comenzó a golpear hierro compulsivamente.

—¿Y cuánto más fuerte? —preguntó Eddie ansiosamente—. ¿Más

fuerte como para alzar un auto?

Maude sonrió.

—Lamento decepcionarte, pero no. Por un lado, eso atraería

demasiada atención, y probablemente no quieras eso. Por el otro, nuestro

poder tiene limitaciones. No podemos ir por ahí creando dioses. Yo diría

que… —Ella miró entre Eddie y Sydney especulativamente, su sonrisa

creciendo—. Diría que eres lo suficientemente fuerte para que te vaya bien,

a la par de un dhampir luchando.

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—Como que me encantaría ver eso —admití. La cara de Eddie decía

que a él también le gustaría.

Sydney gimió.

—¿En serio? Eso es tan barbárico.

Eddie se inclinó y apoyó su brazo sobre la mesa donde antes había

estado la cantimplora.

—Vamos, Sra. Ivashkov. Hagamos esto. Además si eres quisquillosa

por una lucha, ¿cómo te las vas a arreglar yendo cara a cara contra los

Guerreros?

Él tenía un punto, al menos basado en las historias que Sabrina nos

había contado. Sydney se paró en el lado de la mesa opuesto al suyo e imitó

la posición de su brazo. Sus brazos se apretaron, y Marcus hizo la cuenta

regresiva, viéndose casi tan emocionado como Eddie. Para mi sorpresa,

cuando comenzaron, Eddie no golpeó hacia abajo su mano como había

esperado. Sus ojos se ampliaron, al igual que su sonrisa. Él incrementó su

esfuerzo y comenzó a hacer un progreso. Apretando sus dientes, Sydney

empujó de regreso y sorprendentemente, pronto tomó la delantera, por

decirlo así.

—Es tan extraño —dijo ella—. Puedo sentir la fuerza dentro de mí…

como si fuera parte de mí y aun así como si no lo fuera. Como si fuera algo

que me puse. Como ropa. —Por último, Eddie empujó su fuerza a sus límites

y finalmente la derrotó, pero no sin que ella hubiera aguantado por un

tiempo. Alcé su brazo triunfalmente, como un ganador en una pelea de

boxeo.

—Mi esposa, damas y caballeros. Belleza, cerebro, y ahora fuerza.

—Sorprendente —dijo Eddie, en un raro momento de deleite—.

¿Cuánto tiempo durará?

—Cuatro días —dijo Maude, disculpándose—. Como dije, no

podemos crear dioses.

—Cuatro días —repitió Sydney—. Sabrina nos va a recoger más tarde

en la noche. Así que tenemos tres días y medio para descubrir qué están

ocultando los Guerreros sobre Jill.

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—O solo patear el trasero de todos el primer día así te dejan sola

después de eso —sugirió Marcus servicialmente.

Notando la segunda bolsa que las brujas habían traído, pregunté:

—¿Qué más hay ahí aparte de súper fuerza?

Maude comenzó a desempacar el contenido de la bolsa.

—Jackie dijo que también necesitamos hacer algunos cambios en la

apariencia.

—He hecho esa clase de hechizos antes —les dijo Sydney—. No

necesitan hacer nada más.

—Calla, niña —espetó Inez—. Necesitas conservar tu fuerza por sea

cual sea la locura en la que te estás metiendo. Además, mantener un

prolongado hechizo de cambio no es una tarea fácil. ¿Alguna vez lo has

hecho por una semana? —Miró hacia Eddie—. ¿Para dos personas?

—No, señora —admitió Sydney.

Maude le lanzó a Sydney dos cajas de tinta para cabello “Castaño

Bruñido”.

—Uno para cada uno de ustedes —dijo—. Pueden hacerlo después

de que nos vayamos. Mientras menos cambiemos con magia, mejor.

Eddie tomó una de las cajas y alzó una ceja. Sin embargo, no hizo

ninguna queja. Algunos chicos hubieran lanzado un puño por tener que

teñir su cabello, pero no Eddie. Supuse que cuando derrotabas criaturas

malvadas no-muertas como parte de tu vida normal, un poco de tratamiento

de salón no amenazaba tu masculinidad.

El resto de la bolsa contenía lo que reconocí como los componentes

de un hechizo estándar: hierbas, cristales, polvos. Maude e Inez comenzaron

a construir un hechizo en círculo sobre la mesa, y me di cuenta que estaba

viendo otro complicado acto de magia que requería varias personas y partes.

Sydney se dio cuenta también.

—Es demasiado —me murmuró—. Están ayudando mucho.

—Lo sé —respondí, apretando su mano—. Tú lo vales. Jill lo vale.

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Cuando los materiales estuvieron listos, Inez colocó dos anillos de

plata en el medio de todo. Miró a Maude.

—¿Estás lista?

Maude asintió y caminó hacia Sydney, empuñando una varita. De

mala gana me alejé de ella, remarcando:

—¿Cómo es que tú nunca has ondeado una varita?

Sydney me sonrió.

—A pesar de los clichés, las brujas rara vez usan varitas. Son

necesarias para un trabajo detallado o si parte de la varita contiene un

elemento que puede enfocar o amplificar la magia. —Miró los cristales en la

varita de Maude alzados hasta su cara—. Apuesto que aquí están enfocados.

—Correcto —dijo Maude—. Ahora quédate quieta y cierra los ojos.

—Recitó un verso en griego, y un débil resplandor iluminó la varita. Un

momento más tarde, tocó la punta de la nariz de Sydney con ella.

Lentamente, cuidadosamente, Maude movió la varita alrededor, yendo hacia

los párpados de Sydney, después a sus mejillas y barbilla. Cada lugar que

la varita tocaba, era como si Maude estuviera aerografiando una pintura,

cambiando cada uno de los rasgos de Sydney. Sus mejillas se redondearon

un poco, su cara se hizo más estrecha. Eran pequeños, sutiles cambios,

pero tomados todos juntos, los resultados la alteraban completamente.

Incluso con su color de cabello natural, dudaba que alguien pudiera

reconocerla. Pronto incluso el tatuaje de Sydney desapareció. El mayor golpe

de todos fue cuando Maude dio un paso atrás y le dijo a Sydney que abriera

sus ojos. Los que una vez habían sido marrones eran ahora de un azul tan

vívido como el de Marcus.

No pude contener un jadeo, y Sydney se giró hacia mí con una

sonrisa tímida.

—¿Aún me reconoces?

—Te reconocería en cualquier lugar —dije galantemente.

—Yo no —dijo Eddie.

Inmediatamente, Maude dirigió su atención hacia él.

—Tu turno. Cierra tus ojos.

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Lo hizo, y ella repitió el hechizo. Observé maravillado mientras su

rostro cambiaba de apariencia en cada lugar donde la varita pasaba.

Cuando terminó, no se veía más como el Eddie que conocía, pero

ciertamente se veía como si estuviera relacionado con la nueva Sydney.

—¿Puedo ver? —preguntó Eddie emocionado.

—Espera —dijo Inez, tomando la varita de Maude—. Tenemos que

actuar rápido para guardar el hechizo. —Ondeó la varita sobre los anillos y

cantó en griego de nuevo. Chispas saltaron entre la varita y los anillos.

Cuando terminó, le dio un anillo a Eddie y el otro a Sydney. Se los pusieron,

y Sydney contuvo la respiración.

—Extraño… —murmuró—. Siento como si algo hubiera encajado en

su lugar.

—Esos anillos unen los hechizos a ustedes ahora —dijo Maude—.

Quítenselos, y sus apariencias originales regresarán. De otra forma,

deberían durar más o menos una semana.

—Esa es su fecha tope —añadió Inez—. Probablemente puedas

esconderte cuando tu fuerza se acabe. Pero cuando tu cara regrese, se acabó

la fiesta. Entonces realmente tendrás que confiar en tu inteligencia para

explicar eso.

Su voz era tan sarcástica y tan áspera como siempre, pero debajo,

podía decir que estaba agotada. Un rápido vistazo a su aura lo probó. La

magia que habían hecho aquí había sido sustancial, y era solo una parte de

lo que había sido comenzado más temprano con la ayuda de otras brujas.

Sydney se giró a Maude e Inez.

—No puedo agradecerles lo suficiente por lo que han hecho. De

verdad. Esto significa demasiado para mí y…

—No es necesario tu sentimentalismo —interrumpió Inez—.

Sabemos que estás agradecida. Y deberías estarlo. Pero ahora necesitas

probarlo e ir a limpiar el desastre de Alicia. Salva a tu amiga.

Sydney se enderezó.

—Lo haré, señora.

Las brujas le dieron algunas otras instrucciones de último minuto,

tanto para Sydney como para mí ya que yo me uniría a ellas más tarde para

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liberar a Alicia, y después siguieron su camino. Eddie y Sydney se fueron

directo a un espejo y exclamaron de asombro ante sus cambios de

apariencia. Antes habían sido confundidos como hermanos, y ahora ambos

se veían como otro par diferente de hermanos. Tenían los mismos ojos

azules, y Maude había hecho un pulcro trabajo haciéndolos parecer

agradablemente normales. Con suerte aseguraría que nadie les diera un

segundo vistazo.

Había terminado de ayudarlos a teñir su cabello con el “Castaño

Bruñido”, una sombra que era un castaño oscuro con un débil destello

rojizo, cuando Sabrina apareció. Su actitud normalmente arrogante cayó un

poco cuando los vio. Ella se había acostumbrado a una serie de realidades

extrañas, pero la magia humana no era algo con lo que tuviera mucha

experiencia.

—Increíble —murmuró, mirando de un lado a otro entre las caras de

ellos—. Nunca hubiera pensado que eran ustedes. Podrían caminar entre

los Alquimistas ahora.

Marcus, mirando con diversión, cruzó sus brazos y se reclinó sobre

el mullido sofá de Howie.

—Tal vez tus amigas podrían engancharme con ese hechizo de vez

en cuando. Ir de incógnito sería bastante práctico.

—Se los haré saber —dijo Sydney. Alzó la mano en la que tenía

puesto el anillo hacia Sabrina—. ¿Hay alguna regla con la joyería? ¿Nos

dejarán usar estos?

—Deberían —dijo—. Buscarán armas o cualquier otra cosa que

piensen que es sospechosa. Teléfonos celulares también, no quieren que de

ninguna manera puedan rastrearlos. Irán con los ojos vendados cuando los

lleve dentro.

—Suena mucho como cuando fui a su arena —remarcó Sydney. Se

quitó sus anillos de compromiso y de bodas y caminó hacia mí—. No quiero

que nada les pase mientras esté ahí.

Tomé sus dos manos entre las mías.

—No son los anillos lo que me preocupa.

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Una débil sonrisa cruzó sus labios, e incluso aunque su cara fuera

diferente, había algo en esa sonrisa que era solamente de Sydney.

—Estaré bien… pero quiero que cuides estos por mí hasta que

regrese.

—Trato hecho —dije en una voz baja que solamente ella podía

escuchar—, pero voy a ponértelos de nuevo.

—Está bien —dijo.

—De rodillas —añadí.

—Bien.

—Y ambos tendemos que estar desnu…

—Adrian —dijo ella en señal de advertencia.

—Discutiremos los términos más tarde —le dije con un guiño. Pero

sentí una punzada en mi corazón mientras apretaba sus anillos y dejaba ir

sus manos, odiando el peligro en el que estaba a punto de meterse. Su

apariencia podría ser diferente, pero su aura brillaba para mí como ninguna

otra: tan valiente, a pesar de los peligros que le esperaban. Quería tanto ir

con ella pero sabía que no había nada que pudiera hacer ahí. Mi mayor

ayuda sería con Alicia cuando las brujas la descongelaran.

—Deberíamos tomar algo para comer y luego ponernos en marcha

—dijo Sabrina.

—Espero que te gusten las Oreos y los dedos de queso —le dijo Eddie.

Comimos una extraña cena de comida chatarra mientras Sabrina

explicaba unas cuantas cosas más para nosotros.

—Vamos a ir a Calexico, cerca del límite —dijo—. Pero no se supone

que sepan eso. Tenemos que mantener las apariencias. Una vez que estemos

dentro, probablemente seremos separados, pero estaré alrededor. También

me dejarán quedarme con mi teléfono celular, así que puedo mandarle

mensajes a Marcus.

—Y luego me pondrás al día, ¿cierto? —dije.

Marcus me dio una sonrisa tensa.

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—Cierto. No te preocupes. Sabrina cuidará de ellos.

Era un vacío consuelo, ya que todos sabíamos que las cosas podían

ir muy, muy mal en el cuartel de los Guerreros y que Sabrina probablemente

sería capaz de hacer muy poco. En su manera usual, Sydney estaba más

preocupada por mí mientras se iban.

—Ten cuidado, Adrian. También quiero encontrar a Jill pero no al

costo de perderte.

—Será coacción remediadora —le aseguré—. Eres tú la que está

caminando dentro del nido de avispas.

—Eso es lo que hacemos —dijo simplemente—. Tú tienes tu trabajo.

Yo tengo el mío. —Se puso de puntillas para darme un ligero beso en la

mejilla. De ninguna manera me iba a conformar con eso. Con una maniobra

rápida, la tomé entre mis brazos y le di un largo y profundo beso de

despedida, sin que me importaran los testigos. Cuando finalmente se alejó,

su nueva cara estaba sonrojada en una forma muy Sydney, pero se quedó

en mis brazos.

—No puedo decir que no esperaba eso —admitió.

—Esto es todo —le dije—. Estamos a punto de recuperar a Jill. Una

vez que lo hagamos, nos aseguraremos nuestra libertad y finalmente

tendremos nuestro felices para siempre.

¿Exactamente cómo vas a conseguir eso?, demandó tía Tatiana.

¿Viviendo de nuevo en la Corte? ¿Con esos guardianes en Michigan?

Tenía el presentimiento de que Sydney estaba llena de las mismas

preguntas, pero no dijo ninguna de ellas en voz alta. En lugar de eso, su

cara solamente mostró amor y esperanza mientras me daba otro beso de

despedida. La siguiente cosa que supe fue que Sabrina los estaba

apresurando hacia el auto para comenzar su bizarra aventura. Me quedé de

pie con Marcus en la puerta principal, mirando hacia la noche, incluso

después de que se hubieran ido.

—Espero que este sea un buen plan —le dije, mi corazón doliendo.

Marcus suspiró, y por una vez, su usual expresión optimista se veía

cansada. Debía ser duro convencer constantemente a las personas de que

cada cosa riesgosa que se le ocurría valdría la pena.

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—Bueno no entra en eso —admitió—. Es el único plan que tenemos.

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Traducido por Jadasa Youngblood e Ivana TG

Corregido por veroonoel

alexico se encontraba a poco menos de dos horas de

distancia, lo que hizo un viaje largo y extraño. Cuando

estábamos a mitad de camino, Sabrina se detuvo para

vendarnos los ojos, por el protocolo de los Guerreros. Por el resto del viaje,

repitió la información que ya habíamos memorizado, información que nunca

podríamos entender lo suficiente mientras nos preparábamos para esta

extraña tarea. Me las arreglé para mantener ese estado zen,

concentrándome únicamente en Jill y mi propósito aquí, permaneciendo

vacía de toda emoción. Especialmente intenté arduamente no preocuparme

demasiado por Adrian. Sabía que si lo hacía, vacilaría. En vez de eso, acepté

el consejo y conocimiento de Sabrina, encajándolo con lo que sabía que tenía

que hacer. Me sentía extrañamente fría e indiferente.

Luego llegamos al recinto de los Guerreros.

Sabrina nos advirtió que estábamos llegando mientras el auto

disminuía su velocidad en la verja del recinto. Escuché la ventana rodar

hacia abajo.

—Sabrina Woods —dijo—, trayendo a dos potenciales reclutas.

—Dos, ¿eh? —respondió una voz áspera, sonando más divertida que

interesada.

Sabrina permaneció perfectamente calmada.

—No traje ninguno el año pasado. Compensándolo, supongo.

C

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32

—Llévalos al área de espera —fue la respuesta.

La ventana subió, y Sabrina aceleró lentamente. Una pesada

exhalación de alivio fue la única señal de que estaba más nerviosa sobre

esta tarea de lo que dejaba ver. Escuché los neumáticos crujir sobre la grava,

y un minuto después, el auto se detuvo. Lo apagó y abrió su puerta.

—Todos afuera —dijo.

Nos guio desde el auto hacia el sonido de la gente hablando. Aquí,

por fin, nos quitaron las vendas. El paisaje del desierto estaba cubierto de

malezas y aridez y contenía una colección de edificios destartalados. En

cierto modo me recordaba la instalación de Wolfe, excepto que mucho más

descuidado. Dos individuos corpulentos con armas sujetas a ellos con

correas se encontraban charlando amablemente entre sí frente a la puerta

de un gran edificio, aunque endurecieron sus rostros cuando vieron que nos

acercábamos. Sabrina repitió lo que había dicho ante la verja, añadiendo en

esta ocasión:

—Son hermanos.

A uno de los chicos pareció gustarle eso.

—Después de todo, esta es una organización familiar.

Eso no fue exactamente lo que me vino a la mente cuando pensaba

en los Guerreros, pero le di una sonrisa que esperaba que fuera entre muy

dura e indiferente. Los guardias nos cachearon, buscando armas o equipos

de rastreo. Su reconocimiento fue rápido y afortunadamente, de ninguna

manera lascivo. Eddie y yo nos habíamos asegurado de dejar nuestros

teléfonos celulares con Howie, y después de que no encontraran nada

sospechoso, uno de los guardias nos hizo señas para que siguiéramos

adelante a través de la puerta detrás de ellos. Sabrina comenzó a seguirnos,

pero un guardia negó con su cabeza.

—Entran solos —dijo—. Tú vas a través de la puerta del público al

otro lado.

Sabrina nos había advertido que eventualmente seríamos separados,

así que intenté no dejarles ver mi pánico cuando se despidió distraídamente

y nos deseó suerte. Eddie y yo entramos por la puerta, la cual nos llevó a un

área abierta y llena de polvo no muy diferente de donde había estado cuando

los Guerreros tenían a Sonya prisionera. Se veía como si fuese originalmente

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para el béisbol o el fútbol, pero algo me dijo que eso no estaría ocurriendo

hoy.

Otras pocas docenas de personas merodeaban por el área. Algunos

estaban en grupos, algunos se encontraban explícitamente solos y mirando

a todos los demás como potenciales enemigos. Algunos se veían como gente

común con la que te toparías en el centro comercial. Otros prácticamente

tenían estampado en la frente: “Sí, quiero unirme a un grupo de fanáticos

que odian a los vampiros”. Todos ellos tenían alrededor de nuestra edad, un

par de años más o menos. La división de géneros era casi en partes iguales,

favoreciendo ligeramente a los chicos. Afuera en las gradas, otras personas

estaban comenzando a hacer ruidos y a sentarse. Vi a Sabrina y le di un

rápido saludo antes de regresar mi atención a Eddie.

—Dijo que las cosas comienzan al salir el sol —le conté. Al este, el

cielo era naranja ardiente, y el resto de una tonalidad lavanda—.

Técnicamente, ya estamos en ese momento.

—Tu suposición es tan buena como la mía en cuanto a cómo se

desarrollará esto —dijo, sus ojos agudos de dhampir examinando

rápidamente alrededor mientras hablaba. Incluso en situaciones relajadas,

su tendencia natural era observar buscando amenazas. En una situación

de alto riesgo como esta, se encontraba constantemente nervioso.

—Simplemente espero que seamos capaces de…

Mis palabras fueron interrumpidas por el sonido de una trompeta.

Todos giramos en esa dirección y vimos a tres hombres vistiendo togas

amarillas y cascos dorados. Me puse tensa, ganando una rápida mirada de

preocupación por parte de Eddie.

—¿Qué sucede? —susurró—. Quiero decir, aparte de lo obvio.

—Conozco a dos de ellos. El Maestro Angeletti y el Maestro Ortega.

Estaban en la última reunión.

—Recuerda, no pueden reconocerte.

Asentí, pero ver esos rostros conocidos me ponía nerviosa. Esperaba

que en cualquier momento uno de ellos señalara en mi dirección y me

declarara como enemiga, enviando a todos estos aspirantes a reclutas en mi

dirección.

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Pero los dos maestros no me prestaron más atención que a los otros

reclutas. Cuando el tercer hombre, el trompetista, dejó de tocar, el Maestro

Angeletti habló, su voz aún profunda y su barba gris aún desordenada.

—¿Ven eso? —preguntó, levantando sus manos hacia el sol que

salía—. Es por eso que estamos aquí, por lo que nos da vida a todos. El sol.

La luz. Nacimos para la luz, nacimos para la bondad. Me recuerda uno de

mis salmos favoritos: Los humanos nacen en la luz. Brillando

genuinamente, brillando positivamente. Solo el mal prospera en la noche.

Vamos a desterrarlo de nuestra vista.

Casi me ahogo con una risa, escuchando poesía que probablemente

yo podría haber escrito cuando tenía diez años. Pero el rostro del Maestro

Angeletti estaba completamente extasiado mientras hablaba, y los otros

Guerreros asentían en aprobación, como si estuviera citando uno de los

sonetos de Shakespeare.

—Esa es la forma natural de las cosas —nos dijo el Maestro

Angeletti—. Aquellos que prosperan en la oscuridad no son parte del plan

divino. Son malvados y antinaturales, y es el trabajo de nuestro ejército

eliminarlos y salvar a la humanidad.

Junto a él, el Maestro Ortega dio un giro.

—Todos ustedes están aquí porque han demostrado interés en

erradicar esa oscuridad y porque sus patrocinadores creen que pueden ser

dignos de unirse a nosotros. Pero no se equivoquen: Nosotros seremos los

que decidan quienes se merecen de verdad servir en medio de nosotros. No

será fácil. Serán probados y observados, su propia alma examinada. Si

alguno de ustedes está asustado o sabe que no tendrá la fortaleza para

enfrentar lo que está por venir, lo invito a que se vaya ahora.

Cayó el silencio mientras miraba alrededor con expectación. Algunos

de los otros reclutas cambiaron sus posturas, pero nadie hizo ningún

movimiento para salir.

—Muy bien entonces —retumbó el Maestro Ortega—. ¡Que comience

la prueba!

Si alguna vez me había preguntado sobre la diferencia fundamental

entre los Alquimistas y los Guerreros, rápidamente tuve mi respuesta.

Cualesquiera que fueran sus defectos, los Alquimistas eran casi siempre

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partidarios de la mentalidad de primero piensa y después actúa. ¿Los

Guerreros? No tanto.

Una vez que las formalidades de apertura se encontraban fuera del

camino, el Maestro Ortega le entregó las cosas al director de reclutamiento,

quien, para mi completo asombro, resultó ser Chris Juárez: el primo de Trey.

No lo había visto desde que los Guerreros habían retenido a Sonya, y Trey

realmente no hablaba mucho de su familia después de que lo habían

repudiado. Trey los había humillado al salir con una dhampir. Al parecer,

Chris se había comportado adecuadamente, ganando esta posición

reconocida. Ahora se pavoneaba delante de nosotros, vestido simplemente

con jeans y una camiseta sin mangas que exhibía su físico bien desarrollado.

—No estarían aquí si no estuvieran interesados en deshacer al

mundo del mal —nos dijo—. Y finalmente se determinará cuán interesados

están. Pero antes de llegar a eso, necesitamos ver si pueden defenderse si

se trata de enfrentar a ese mal. ¿El dolor les asusta? ¿Les asusta

ensuciarse? ¿Les asusta hacer lo que sea para mantener a la humanidad en

la luz? —El volumen de su voz aumentaba con cada pregunta que gritaba,

agitando por igual en un frenesí a los espectadores y los reclutas. Algunas

de las personas que se hallaban cerca de Eddie y de mí respondieron

gritando. Un chico simplemente dejó escapar un primitivo grito de batalla

que ganó aclamaciones de aquellos en las gradas. Yo, más que nada, intenté

verme entusiasmada e interesada, tan opuesto a lo conmocionada y

disgustada que me sentía.

Mientras que Chris había estado hablando, otros Guerreros habían

estado posicionándose en el área con una extraña selección de artículos:

cajas de madera, latas, cubos, bloques de cemento. Me preguntaba si había

algún tipo de carrera de obstáculos en los trabajos. Cuando terminaron esa

tarea, fueron hacia todos los reclutas y nos dieron a cada uno un corazón

de madera atado a una cuerda. Mi nombre falso, Fiona Gray, estaba escrito

en él. Eddie, pasando por Fred Gray, también recibió uno.

—Esto representa su corazón, su vida —dijo Chris—. Ahora mismo

necesitamos saber quiénes quieren más esto, quiénes están dispuestos a

hacer lo que sea para ser el vencedor. Señoritas, por favor háganse a un

lado y siéntense por allá. —Señaló una parte de las gradas—. Ustedes

chicos, vayan a encontrar lugares donde quieran.

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Miré brevemente a los ojos de Eddie mientras girábamos el uno hacia

el otro antes de separarnos.

—Buena suerte —dije.

—Con este grupo no necesitaba suerte —respondió.

Sonreí ante eso y me senté junto a una chica malhumorada que era

cerca de una cabeza más alta que yo y casi tan musculosa como Chris.

Había cerca de treinta reclutas hombres, y se dispersaron a lo largo del área,

adoptando posturas que pensaban que serían más estratégicas. Algunos se

encontraban de pie sobre los cajones, algunos sostenían artículos que se

veían como si pudieran convertirse en armas, como los bloques. Eddie basó

su postura sobre la de los otros combatientes, eligiendo un lugar que le daba

espacio y una buena ventaja.

—Por la próxima hora —anunció Chris—, su objetivo es recoger

tantos corazones de sus oponentes como sea posible, mediante cualquier

medio necesario. Todo en esta área es justo. Cualquier táctica es justa,

aunque les pedimos que intenten no matar a nadie. Los seis competidores

con la mayor cantidad de corazones al terminar la hora avanzarán. Si en

algún momento se sienten incapaces de seguir adelante, simplemente

retírense a ese banco —señaló otra sección de las gradas, donde se

encontraba de pie un hombre con un sombrero rojo—, y coloquen ambas

palmas hacia abajo. Eso los liberará del desafío, y Bart les dará los primeros

auxilios que necesiten.

Bart, con una camisa a cuadros y jeans desgarrados, no me parecía

como alguien que hubiera tenido algún entrenamiento oficial para médico,

pero quizás las apariencias estaban engañando.

Tenía nudos en mi estómago mientras Chris preguntaba si había

alguna pregunta y se aseguraba de que todos se encontraban listos. Sabrina

nos había advertido que habría algún tipo de competencia física, pero no

había sabido los detalles específicos. Cambiaban de un año para el otro para

que ningún patrocinador pudiera advertir a sus reclutas con antelación.

Aparentemente, los Guerreros querían que las cosas fueran justas, lo cual

parecía irónico considerando el estado drogado y exhausto en el que habían

tenido a Sonya antes de llevarla a un intento de ejecución.

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Chris levantó su mano para marcar el inicio, y un tenso silencio llenó

el aire. Eddie se inclinó hacia adelante, de lleno en su zona, mirada aguda

y cuerpo listo.

—¡Que comience! —gritó Chris, bajando su mano.

Lo que siguió a continuación fue caos.

Los chicos cayeron el uno sobre el otro como una jauría de perros

luchando por un trozo de carne. Algunos fueron por un intenso contacto

corporal, intentando arrojarse entre sí al suelo y robar corazones. Otros

competidores tomaron un acercamiento más salvaje, lanzando bloques de

cemento y empuñando otros escombros como armas. La mayor parte de mi

atención se quedó sobre Eddie, quien adoptó un abordaje más tranquilo y

esperó que la gente fuera tras él. Su fuerza no era evidente inicialmente, y

muchos pensaron que sería presa fácil. Sus erróneas creencias pronto

fueron corregidas cuando eliminó a un atacante tras otro, golpeándolos con

puñetazos y patadas de precisión, luego recogiendo sus corazones. Perder

tu corazón no quería decir que estabas fuera de la competencia. Si podías

recuperar tu corazón, o simplemente tener una mayor cantidad al final de

la hora, todo estaba bien. Algunos de aquellos de los que Eddie tomó sus

corazones intentaron recuperarlos. Otros se movieron hacia enemigos

aparentemente más fáciles.

Mi corazón de verdad, el de mi pecho, dio un vuelco mientras

observaba a Eddie. Necesitaba que siguiera en la competencia. Ambos lo

necesitábamos. Por el momento, no parecía haber ninguna razón para

preocuparse. Claramente era más rápido y más fuerte que la mayoría de las

personas allí, además de que tenía el agregado y experiencia para hacer uso

de sus dones. Otros, aunque fuertes, no tenían habilidades verdaderas y

simplemente confiaban en la fuerza bruta, la cual en algunos casos

demostró ser efectiva. Vi a un chico golpear una tabla de madera contra la

rodilla de otro, causando que la víctima se desplomara de dolor y gritara

mientras caía. Su atacante arrancó el corazón con triunfo, ignorando las

súplicas de su oponente para ayudarlo a llegar junto a Bart y primeros

auxilios. Dio la casualidad que Eddie pasaba por ahí en ese momento y se

detuvo para ayudar al chico caído a llegar al banco.

Otro chico, el que había soltado anteriormente el grito primitivo—,

también estaba haciendo un trabajo bastante corto de competencia. Sus

músculos sobresalían grotescamente, haciéndome preguntarme si

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consumía esteroides o simplemente vivía en un gimnasio. Aparentemente,

tenía algunos seguidores en el público, porque gritaban su nombre cada vez

que capturaba un corazón.

—¡Caleb! ¡Caleb! ¡Vamos, Caleb!

Caleb mostró rápidamente una sonrisa maliciosa a sus seguidores

mientras irrumpía a través del área, buscando nuevas presas. Aunque su

propia fuerza era poderosa sin ayuda, aun así a veces utilizaba un bloque

como una ventaja. No estaba sola jadeando cuando lo golpeó contra la

cabeza de un chico, instantáneamente lanzando al chico al suelo. Caleb

arrancó los tres corazones que llevaba su víctima y siguió su camino. El

mismo Bart salió para arrastrar a los caídos de regreso a la seguridad de las

gradas, y realmente no empecé a respirar de nuevo hasta que vi al pobre

chico mover un brazo débilmente.

Otros dos chicos habían llegado juntos, como Eddie y yo, y formaban

un equipo para eliminar rivales y dividir los corazones entre ellos. Era una

estrategia inteligente, y deseaba que Eddie y yo pudiéramos haberla

utilizado. Los Guerreros tenían algunos complejos anticuados sobre los

hombres y las mujeres, y si bien había competidores mujeres, Sabrina había

explicado que las chicas en los Guerreros a menudo se mantenían fuera de

la línea de peligro y relegadas a labores más tranquilas. No estaba segura

de sí debería aplaudir a los Guerreros por exhibir algún indicio de

consideración o estar ofendida porque no creían que las mujeres pudieran

seguir el ritmo de los hombres en la sangrienta brutalidad.

Mientras la hora pasaba, cerca de la mitad de los competidores se

habían ido del combate, para conseguir cualquier atención médica que Bart

pudiera administrar. Algunos chicos eran claramente dominantes: en

particular Eddie, Caleb, y la pareja. Los restantes se hallaban intentando

derribarse entre sí o ir tras uno de los líderes. Chris gritó una advertencia

de cinco minutos, y un chico, dándose cuenta desesperadamente de que

estaba casi fuera de la carrera, hizo un ataque frenético hacia Caleb con la

esperanza de asegurar una provisión enorme de corazones. Caleb lo golpeó

como si fuera una mosca, luego lo pateó cuando se encontraba sobre el

suelo, a pesar de las súplicas del chico de que se detuviera.

—¡Solo tómalos! ¡Solo tómalos! —El chico sobre el suelo intentaba

quitarse los corazones frenéticamente y entregarlos mientras Caleb

simplemente seguía golpeándolo. La náusea en mi estómago aumentó de

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nuevo hasta que Caleb finalmente dejó en paz al chico. Se alejó airadamente,

su mirada cayendo sobre Eddie, pero afortunadamente, justo entonces

Chris avisó del tiempo. Todos se inclinaron hacia adelante, impacientes por

conocer los resultados.

Como era de esperar, Caleb y Eddie tenían la mayoría, seguidos por

otros tres chicos a los que no había prestado mucha atención. Los dos que

habían trabajado juntos estaban empatados en el sexto lugar. Me

preguntaba si los Guerreros aceptarían siete ganadores, pero después de

considerarlo con los maestros, Chris seleccionó solo a uno como el ganador.

Él felicitó al otro, alentándole a intentarlo el próximo año. No había notado

al chico que había ganado, Wayne, haciendo nada particularmente diferente

que su amigo en el combate. Sin embargo, Wayne era mucho más grande y

tenía mejor físico. Algo me dijo que los Guerreros ponían mucho énfasis en

la apariencia física, probablemente asumiendo que quien se veía más fuerte

sería el más fuerte.

Eso no presagiaba nada bueno para mí, porque cuando las chicas

fueron llamadas, trece de nosotras, estaba claro que yo era la más pequeña

y menos musculosa de todas. Las cosas empeoraron cuando Chris anunció

que solo dos chicas avanzarían y eso sería determinado basándose en quien

tuviera la mayoría de los corazones al final de la hora. Ante eso, Eddie y yo

intercambiamos breves miradas a través del área. ¿Dos chicas? Eso no era

de mucha garantía, especialmente cuando era imprescindible, más que

Eddie, que yo me quedara para buscar información sobre el paradero de Jill.

Me dio una sonrisa tensa y asintió alentadoramente, pareciendo decir:

“Bueno, entonces, simplemente asegúrate de que tienes la mayor cantidad

de corazones”.

Correcto. Ningún problema.

Ver a los chicos competir primero nos había dado una idea de cuál

podría ser la mejor estrategia. Nos posicionamos en el área, un grupo de las

chicas se movieron inmediatamente hacia las posibles armas. Vi a algunas

de ellas mirarme, como la más pequeña, y me alisté para defenderme. De

alguna manera, le di la bienvenida, ya que en eso me había concentrado la

mayoría de las veces con Wolfe. Pero la defensa no ganaría ningún corazón.

No era violenta por naturaleza. El ataque era una segunda naturaleza para

Eddie, y había sido más sencillo para él deslizarse en ese papel.

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Chris comenzó la pelea, y sobrevino el caos una vez más. Dos chicas

se dirigieron de inmediato hacia mí. La sangre latía en mis oídos, y un frío

sentido del propósito se deslizó lentamente en su lugar mientras recurría a

todas las lecciones de Wolfe. Me mantuve fuera de su alcance, esquivando

sus brutales y a menudo torpes avances. Pareció frustrarlas cuando no

resulté ser una víctima fácil, y eventualmente se enfrentaron entre sí. Con

un gruñido, se volvieron la una a la otra, ambas cayendo en la tierra en una

maraña de golpes y tirones de cabello. Una salió victoriosa, llevando el

corazón de la otra, y cargó hacia mí. Finalmente, me permití a mí misma

entregarme a la lucha y la sorprendí con un golpe que la envió tropezando

hacia atrás cuando mi fuerte magia infundida me recorrió. Tuve esa misma

extraña sensación como antes de que la fuerza era parte de mí y aun así no,

pero pronto caí en su ritmo. Después de unos cuantos ataques fallidos, la

chica cedió y me dio sus corazones.

Miré a mi alrededor, insegura de mi próximo movimiento. Sabía que

tenía que ir y atacar a alguien, pero aún era una extraña y desconocida

sensación. Estás jugando un papel, Sydney, me dije. Entra en él. No te

sientas mal, recuerda qué son estas personas. Qué podrían haberle hecho a

Jill.

Me salvé de la elección de mi próxima víctima cuando otra chica

decidió que mi victoria anterior fue un golpe de suerte. Prosiguió un proceso

similar, conmigo participando en un largo juego de defensa propia. La mejor

lucha es la que evitas, había dicho siempre Wolfe. Guie a mi enemiga en una

feliz persecución, y cuando por fin se impacientó y se abalanzó sobre mí, fui

capaz de hacerla tropezar y sujetarla eficazmente en el suelo. Su tobillo se

torció cuando cayó, y pude tomar su corazón con poca resistencia. También

quedó claro que ella estaba fuera de juego, y aunque me sentí un poco

culpable por eso, me sentí aliviada de ser responsable de una lesión que solo

requeriría de un poco de recuperación. Sobre la base de los gritos de los que

me rodeaban, otros no serían tan afortunados.

Eso me dejó con tres corazones, y me sentí bastante orgullosa. Una

mirada a Eddie, sentado cerca de otros vencedores masculinos, me dijo que

no debería sentirme tan engreída. Hizo un gesto frenéticamente, el mensaje

fuerte y claro: Acelera el ritmo. Mi táctica pro-defensa me estaba

manteniendo a salvo, pero no estaba acumulando los corazones. Un rápido

reconocimiento me dijo que otras tenían más corazones que yo, pero antes

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de que pudiera elegir mi próximo curso de acción, la decisión fue tomada

por mí.

La chica que se había sentado cerca de mí, la voluminosa, vino hacia

mí con toda su fuerza. Chocamos y caímos al suelo. Su puño se cerró sobre

las cuerdas alrededor de mi cuello, y tiró, casi ahogándome en el proceso.

Esa fuerza mágica surgió dentro de mí, y con un gran impulso, la saqué de

encima de mí y me puse de pie rápidamente. Ella también se levantó y me

miró especulativamente, claramente sorprendida por la fuerza oculta debajo

de mi pequeño exterior. Chris gritó la advertencia de cinco minutos. Me

preparé para que la chica alta viniera a mí, pero luego, con un rápido

encogimiento de hombros, dio la vuelta y se dirigió hacia otra persona. Me

tomó solo un momento comprender por qué. Evidentemente ella tenía la

mayor cantidad de corazones de cualquier chica. Con el tiempo casi

acabado, no iba a arriesgarse a perder por alguien que la había sorprendido

con una gran demostración de fuerza. Ella jugaría de forma segura y dejaría

que el tiempo se agotara. Algunas otras chicas estaban en la pelea por el

segundo lugar y de repente se volvieron más frenéticas en sus ataques.

¿Yo? Era la tercera de lleno... excepto que no había tercer lugar.

Encontré los ojos de Eddie otra vez y ahora vi verdadera

preocupación. Luego, mi mirada se deslizó a la persona sentada a su lado

en las gradas: Caleb, engreído y seguro en su posición. Sin pensarlo dos

veces, me acerqué y tiré a Caleb de su camiseta. Esa mágica fuerza quemó

a través de mí, igualándonos mucho más equitativamente de lo que nunca

hubiéramos estado en circunstancias normales. Atraparlo por sorpresa, me

dio una ventaja extra. Aterricé un puñetazo que hubiera puesto orgulloso a

Wolfe y después pateé su rodilla. No rompí nada, pero Caleb tropezó y cayó

al suelo. Rápidamente saqué los corazones de su cuello y lo esquivé mientras

balanceaba un puño hacia mí y rugía de rabia. Eddie dio un salto rápido

para defenderme, pero para ese entonces, Chris estaba poniendo fin al

encuentro.

Se apresuró hacia nosotros, frunciendo el ceño ante el

comportamiento poco ortodoxo.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —exigió.

—Ganar —dije. Levanté mis primeros tres corazones con el montón

que le había robado a Caleb—. Dijiste que las chicas ganadoras serían

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elegidas basado en quien tuviese el mayor número de corazones al final de

nuestra hora. Esa soy yo.

Chris se sonrojó al quedar atrapado en sus palabras.

—Sí, pero…

—Y dijiste que cualquier táctica es juego limpio.

—Pero…

—Y —continué triunfalmente—, preguntaste si estábamos

dispuestos a hacer cualquier cosa en la lucha contra el mal. Lo estoy.

Incluso si eso significa enfrentar a alguien más grande y fuerte, lo que esos

demonios vampíricos obviamente serán. —Agité una mano despectiva a las

otras competidoras mujeres, que estaban mirando con la boca abierta—.

¿Cuál es el punto de ir en contra de ellas?

Un sorprendido silencio colgó a nuestro alrededor, luego fue

sustituido por la risa. El Maestro Angeletti se dirigió hacia nosotros a través

de las gradas, con cuidado de no tropezar con su túnica dorada. Su rostro

estaba lleno de alegría.

—Ella tiene un punto, Juárez. Fue más lista que tú, y digo que si

puede hacer eso, y acabar con nuestro mayor competidor masculino, ha

ganado su lugar.

Caleb se puso rojo remolacha.

—No le di todo lo que tenía. Es solo una chica.

El Maestro Angeletti le dijo adiós con la mano.

—Relájate. Todavía puedes quedarte. Esta chica… ¿cuál es tu

nombre?

—Fiona, señor. Fiona Gray.

—Fiona Gray puede tener uno de los lugares femeninos. Parece que

el otro va para esa joven de allá. —El Maestro Angeletti asintió a la chica

alta, la que había jugado a lo seguro al dejar que el tiempo se agotara. Su

nombre era Tara, y aunque no parecía encantada de verme declarada una

vencedora, no se quejó siempre y cuando ella consiguiera su lugar. Era la

chica que habría estado en segundo lugar quien escupió una serie de

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obscenidades en mi dirección. Eso pareció entretener a las autoridades de

los Guerreros, pero se mantuvieron firmes en su decisión. Ella y los otros

reclutas derrotados fueron despedidos.

Los vencedores fuimos invitados luego a un banquete en nuestro

honor, de regreso al lugar que servía como el comedor del recinto. Los siete

de nosotros nos sentamos en una mesa, mientras que los guerreros

experimentados llenaban otras. Personalmente, hubiera preferido una

ducha, pero al menos tuve la oportunidad de sentarme junto a Eddie de

nuevo. Él y yo sonreímos y asentimos sobre nuestros platos con chuletas

mientras los otros revivían momentos claves de los encuentros y hablaban

de cómo íbamos “totalmente” a aniquilar vampiros reales. La mayoría de los

otros parecían impresionados por lo que le había hecho a Caleb y se rieron

de ello. Él, sin embargo, claramente no estaba entretenido. Durante toda la

comida, disparó varias miradas oscuras hacia donde Eddie y yo estábamos

sentados, y esperaba no arrepentirme de mi salvación de último minuto en

la arena.

Después del almuerzo, los Guerreros decidieron que habían probado

lo suficiente nuestra afición por brutalidad, por ahora, al menos, y que era

hora de ver qué tipo de personalidades teníamos. Fuimos llamados uno por

uno para ir a hablar a los altos maestros y a un selecto grupo de Guerreros

sobre nuestras intenciones en el futuro. Nos llevaron por orden alfabético,

indicando que yo iba antes que Eddie y no iba a ser capaz de conseguir

cualquier tipo de advertencia sobre lo que estaba por venir. Esto, al menos,

era bastante consistente de año a año, y Sabrina nos había informado

brevemente sobre qué esperar: prácticamente un montón de interrogatorios

durante los cuales tendríamos que afirmar cuánto odiábamos a los

vampiros.

Lo que no esperaba era lo mucho que me recordaría a re-educación.

Una vez que me encontré sentada frente a los maestros y todos los

hombres del consejo, dirigí mi atención a una gran pantalla colgada en la

pared. Apareció una imagen de alegres Moroi de apariencia común.

—¿Qué ves? —preguntó el Maestro Angeletti.

Mi corazón quedó atrapado en mi garganta, y de repente, me

encontré de vuelta en esa prisión subterránea, atada a una silla con la

bonita pero cruel cara de Sheridan mirándome.

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—¿Qué ves, Sydney?

—Moroi, señora.

—Incorrecto. Ves criaturas del mal.

—No lo sé. Tal vez lo son. Tendría que saber más sobre estos Moroi en

particular.

—No necesitas saber nada excepto lo que te he dicho. Son criaturas

del mal.

Y luego me había torturado, sumergiendo mi mano en una solución

ácida que se sentía como si estuviera quemando mi carne, obligándome a

soportar el dolor hasta que finalmente estuviera de acuerdo con ella y

repitiera que eran criaturas del mal. El recuerdo era tan intenso, tan vívido

mientras me encontraba sentada allí con los Guerreros, lo que me erizó la

piel de nuevo. La habitación parecía que se cerraba, volviéndose una prisión

como había sido re-educación, y me preocupaba desmayarme delante de

ellos.

—¿Fiona? —preguntó el maestro Angeletti, inclinando su cabeza

hacia mí. Aunque tenía un rostro muy serio, había una indulgencia en su

voz, como si pensara que podría estar intimidada por su presencia—. ¿Qué

ves?

Tragué saliva, de nuevo paralizada por el miedo a mi pasado. Como

mi silencio persistía, los otros Guerreros comenzaron a mirarme con

curiosidad. ¡Es una actuación Sydney!, me dije frenéticamente. Lo hiciste en

ese entonces, puedes hacerlo ahora. Esto no es re-educación. No estás

atrapada, y la vida de Jill está en juego.

Jill.

Fue el pensamiento de su nombre, el recuerdo de su limpio e

inocente rostro lo que me trajo de nuevo a la vida. Parpadeé y me concentré

de nuevo en la pantalla.

—El mal, señor —le dije—. Veo cosas malas que no tienen parte del

orden natural.

Y así empezó todo. Le respondí de la manera que Sabrina me había

ayudado, no era que necesitara mucha preparación. Solo tenía que

responder como tendría que hacer en re-educación. Recité una coartada que

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habíamos inventado, acerca de cómo mi hermano Fred y yo habíamos sido

atacados por un Strigoi una noche y apenas habíamos salido con vida.

Expliqué cómo habíamos intentado decirle a las autoridades, pero nadie nos

creería. Habíamos sabido la verdad del mal que habíamos visto y pasamos

los años siguientes en busca de ayuda, hasta que finalmente habíamos

conocido a Sabrina y conocimos la misión de los Guerreros.

Cuando la entrevista terminó, los Guerreros estaban sonriendo

tranquilizadoramente, satisfechos con mis respuestas. Les devolví la

sonrisa, pero en mi interior, era un desastre. Apenas podía dejar de temblar

o perderme en los recuerdos de esa terrible época. Le di a Eddie un gesto

alentador cuando fui liberada de nuevo a la sala de espera con los demás, y

luego me hundí en una silla, agradecida de que nadie pareciera interesado

en hablar conmigo. Tuve la oportunidad de sentarme y hacerme un hueco

por un tiempo, estabilizando mi respiración y quitándome los recuerdos de

encima. Él regresó un poco más tarde, irritado por su línea de preguntas,

pero en general relajado.

—Psicópatas —murmuró para mí, manteniendo una sonrisa en su

rostro por el bien de los demás en la habitación—. Me pegué a la historia, y

lo tomaron bien.

—Lo mismo digo —dije, envidiosa de lo fácil que había sido para él.

No tenía el equipaje que yo tenía.

Una vez que todo el mundo había sido entrevistado, era la hora de la

cena y otro banquete de vuelta en el comedor. Mientras comíamos, el

maestro Ortega recitó un salmo y dio un largo sermón sobre la gloria de la

humanidad y la luz y la forma en que estábamos haciendo un gran trabajo

peleando la batalla por el bien. Era una variación de lo que había oído con

los Alquimistas, incluso antes de re-educación, y me pregunté si alguna vez

me liberaría de grupos de personas tratando de imponer sus creencias en

mí. Afortunadamente, nos dieron un tiempo personal después, y Sabrina se

acercó para hablar con nosotros en una esquina de la habitación. Otros

patrocinadores se estaban reuniendo con sus reclutas, así que nadie se lo

tomó a mal.

—¿Sobreviviendo? —preguntó en voz baja. Asentimos, y ella me dio

una sonrisa irónica—. Un movimiento genial, ir tras Caleb.

—Pensé que apreciarían la valentía —contesté.

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—Sí y no —dijo—. Tomar un desafío como ese te suma algunos

puntos, pero están aquellos a los que simplemente no les gusta que nadie

rompa las reglas.

—Suena familiar —dije, pensando en los Alquimistas.

—¿Qué sucederá ahora? —preguntó Eddie.

Sabrina miró a su alrededor y se encogió de hombros.

—No mucho más esta noche. Hay dormitorios separados para

hombres y mujeres, por lo que todos irán pronto a la cama. Esa será tu

oportunidad de mirar alrededor, Sydney. Revisé las instalaciones más

temprano, y no hay una gran cantidad de puertas cerradas con las que

tratar. Dijiste que esas eran un problema, ¿verdad?

—Correcto —estuve de acuerdo. Los hechizos de invisibilidad podían

ocultarme, pero no servirían de nada si alguien veía una puerta abriéndose

por sí misma—. Y las cámaras de seguridad.

Ella negó con su cabeza.

—No hay ninguna de esas. La mayor seguridad está en el perímetro

del recinto. Quieren mantener a los otros afuera y a todos nosotros adentro.

Moverte, si no pueden verte, no debería ser demasiado difícil para ti. Las

áreas que quieren proteger tienen guardias armados, que espero que puedas

burlar.

—Con suerte. —Era increíble que pudiéramos hablar de guardias

armados como obstáculos menores—. Excepto que no estoy segura de a

dónde voy a ir.

—Yo lo estoy —dijo—. Lo descubrí mientras exploraba. Si miras por

la ventana detrás de mí, verás un gran edificio gris. Ese es el dormitorio de

mujeres. A tu derecha está el dormitorio de los hombres, y a la derecha de

nuevo está el edificio donde los maestros tienen su sede. Ahí es donde

encontrarás tus respuestas.

Eddie y yo miramos a la ventana indicada. Él frunció el ceño.

—No me gusta que esto esté todo sobre ti. Me siento inútil.

Toqué su brazo para tranquilizarlo.

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—Eres mi apoyo —le dije—. Me siento mejor teniéndote aquí.

—Y nosotras podríamos necesitar tu ayuda cuando sea el momento

de salir —agregó Sabrina.

Noté su uso de “nosotras”.

—¿Vendrás con nosotros? —pregunté.

—Cuando desaparezcan, me meteré en problemas por traer falsos

reclutas; incluso si no piensan que soy parte de una conspiración, me

acusarán de ser descuidada. No quiero lidiar con eso. ¿Y honestamente?

—Suspiró—. Estoy lista para acabar con este trabajo. Ayudaré a Marcus de

algún otro modo.

Nuestro tiempo libre terminó, y todo el mundo fue enviado a sus

dormitorios. Chris nos aconsejó alistarnos especialmente para dormir un

poco porque teníamos un “gran día” mañana. Traté de no hacer una mueca.

Ya me encontraba dolorida y rasguñada por lo de hoy, y mi trabajo ni

siquiera estaba terminado.

Al entrar en el dormitorio de las chicas, me encontré con que Sabrina

había estado en lo cierto. Había un montón de puertas abiertas conectando

salones y habitaciones. Debido a que no había aire acondicionado, muchas

ventanas se hallaban abiertas también. Cortinas fueron colgadas en las

puertas de las habitaciones para ofrecer privacidad, y esas ni siquiera

tocaban el suelo. Era casi un sueño hecho realidad para alguien necesitando

escabullirse invisiblemente, sobre todo porque había tan pocas mujeres

para empezar, significando que la mayor parte de la habitación no estaba

en uso.

Por desgracia, mi habitación no se encontraba vacía. Alguien había

tenido la brillante idea de ponernos a Tara y a mí juntas. Me miró fijamente

mientras nos preparábamos para ir a la cama e hizo algunas aparentes

amenazas en vano sobre cómo probaría a todos que ella era la candidata

superior. Aunque no parecía como si fuera a atacarme en mi sueño. El

problema era que no podía arriesgarme a que se despertara y viera mi cama

vacía, para luego reportarme. Eso significaba que tenía que lanzar un

hechizo para dormirla, algo que nunca había hecho antes.

Esperé hasta que parecía estar durmiendo naturalmente, entonces

me arrastré en la oscura habitación. La cortina colgando en nuestra puerta

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colgaba a cerca de dos tercios del camino, permitiendo que un poco de la

luz del pasillo iluminara. Estudié la forma de dormir de Tara y me preparé

para el hechizo. No requería mucha fuerza exactamente, pero requería

ciertos cálculos complejos. Funcionaba casi como una droga. La cantidad

de magia requerida dependía del tamaño de la persona. En la tenue

iluminación, me aventuré a adivinar cuánto pesaba. ¿Setenta y cinco?

Lanzar un hechizo demasiado débil podría arriesgar su temprano despertar,

y no podía tener eso. Así que me desvié hacia el lado de la precaución y lancé

como lo haría para una persona que pesaba noventa kilos.

Su respiración se profundizó mientras la magia fluía a través de ella,

y sus rasgos parecían mucho más relajados. Tal vez le estaba haciendo un

favor. Tal vez una noche de sueño sólido le ayudaría en la competencia de

mañana. Poco sabía que pronto ella sería la única chica compitiendo.

Retrocediendo, me lancé mi propio hechizo, envolviendo mi cuerpo en

invisibilidad. Puse tanta magia como pude en ello, asegurándome de que

duraría un tiempo y no se rompería fácilmente.

Una vez que estuvo listo, me arrodillé delante de la cortina en la

puerta y me arrastré por debajo, con cuidado de no desacomodar la tela. En

el pasillo, un guardia con un arma se encontraba cerca, ahogando un

bostezo. Estaba claro que no esperaba mucha perturbación esta noche. Pasé

por su lado fácilmente, justo hacia una ventana abierta, y salí a la

oscuridad, libre para explorar las profundidades del campamento de los

Guerreros.

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Traducido por Azuloni y Pilar

Corregido por veroonoel

uve problemas para dormir después de que Sydney se

fuera. No podía sacudirme los temores sobre el tipo de

peligros en los que andaba metida, y cómo no podía

estar ahí para protegerla. No importaba que fuera valiente e inteligente y

competente, y probablemente mejor protegiéndome a mí de lo que yo lo haría

con ella. El impulso de cuidarla era demasiado fuerte.

También tenía problemas para dormir porque mi cama era un puf

gigante.

—¿Seguro que no quieres el sofá? —preguntó Marcus.

Negué con la cabeza y le di al puf un par de puñetazos poco

entusiastas para amoldarlo.

—Úsalo tú —le dije—. No sé si voy a poder dormir bajo cualquier

condición.

Sonrió.

—Howie probablemente tenga algo para ayudarte a dormir.

—No, gracias —le respondí con un bufido.

Marcus apagó las luces y se acurrucó en el sofá de color amarillo

mostaza. Se hizo el silencio, aparte de los débiles acordes ocasionales de Mr.

Tambourine Man que provenían del sótano. Me removí un par de veces,

tratando de ponerme cómodo, pero tuve poco éxito. Traté de transformar

mis pensamientos sobre Sydney en pensar en la mañana siguiente, estaría

T

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50

ayudando a las brujas a interrogar a Alicia. No eran pensamientos

exactamente tranquilizadores, pero al menos me ayudaron a canalizar mis

emociones en algo además de la ansiedad. Antes de haberse ido, Maude

había dicho que alguien vendría a recogerme mañana por la tarde para

llevarme al lugar donde Alicia estaba siendo retenida. Al parecer, estaban

ocupadas asegurando un lugar e intentando además encontrar una manera

de sacar a la Sra. Terwilliger sin que los espías Alquimistas la siguieran.

Sorprendentemente, a pesar de las locas circunstancias, finalmente

me quedé dormido. Y más increíble aún, me encontré siendo arrastrado al

sueño espiritual de otra persona. Cuando un exuberante jardín tropical se

materializó lentamente a mí alrededor, supe quién era el creador del sueño,

incluso antes de que ella apareciera.

—Hola, Sonya —dije.

Salió de detrás de un arbusto de madreselva, usando ropa normal

de jardinería pero con su cabello rojo impecablemente estilizado.

—Adrián —dijo, a modo de saludo—. Eres difícil de encontrar en

sueños últimamente. No puedo decir en que horario te encuentras.

—No mucho de ninguno —admití—. No he dormido mucho en

realidad. Hemos estado muy ocupados.

—Tanto como yo. Se rumorea que los Alquimistas ya saben que

dejaron la Corte.

—Me temo que es cierto. —Me apoyé en una palmera—. Me podrías

haber llamado si querías hablar.

Ella asintió con la cabeza.

—Lo sé. Pero quería hablar cara a cara. También había algo que solo

podrías ver en un sueño. O más bien, a alguien.

Me tomó un momento darme cuenta de lo que quería decir.

—Nina.

La tristeza llenó los rasgos de Sonya.

—Sí. Su estado de vigilia no ha cambiado mucho. No está

exactamente en estado de coma, pero tampoco está particularmente

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receptiva. Si pones comida delante de ella, se la comerá. Si enciendes una

ducha, se pondrá debajo de ella. Pero toma pocas decisiones que no son

iniciadas por ella. Y nunca habla.

La conmoción de la noticia me hizo retroceder, y usé un poco de

espíritu para crear un banco para sentarme.

—¿Hay alguna esperanza de mejora? —pregunté.

—No lo sé. —Sonya se sentó a mi lado—. Quiero decir, estoy rezando

para que la haya. Nunca quiero decir que no hay esperanza. Pero esa

sobrecarga de espíritu… fue demasiado, con muy poca preparación. Ya

estaba en un estado tan frágil por el uso excesivo, y de ninguna manera

estaba preparada para manejar lo que convocó. Las cicatrices de ello fueron

formidables.

Mi corazón se desplomó.

—Debería haberla detenido de alguna manera.

—No creo que hubieses podido hacerlo, Adrián. Ella tenía la

intención de hacer todo lo que creía que tenía que hacer para encontrar a

su hermana.

Dudé, casi con miedo a decir mis próximas palabras.

—La encontré. Encontré a Olive y sé por qué huía. Pero… bueno, la

historia no tiene exactamente un final feliz.

Sonya no me presionó para obtener más información.

—No estoy segura de que vaya a contarle eso.

—¿Contárselo? —pregunté.

—Sí. Esa es parte de la razón por la que quería hablar contigo.

Cuando Nina no respondió en persona, traté de llegar a ella en sueños

espirituales. No funcionó bien al principio. Luego pude hacerlo… de una

manera. Te lo enseñaré.

Se quedó en silencio y su mirada se detuvo en un claro del jardín.

Después de varios momentos de intensa concentración, un enorme bloque

de piedra rectangular apareció. Una pequeña abertura se abrió en él, pero

esa abertura estaba cubierta de rejas. Me puse de pie y miré dentro,

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jadeando por lo que vi. Nina se sentaba allí en la pequeña celda de piedra,

en el suelo, envuelta en sombras.

—¡Nina! —exclamé.

Ella se quedó mirando a la pared de piedra, sin decir nada, con el

rostro inexpresivo.

—¿Nina? ¿Puedes oírme?

Sonya se acercó a mí.

—Creo que puede, pero no creo que sea capaz de responderte.

Hice un gesto a la cárcel de piedra portátil a su alrededor.

—¿De dónde vino esto?

—Su mente —respondió Sonya—. Así es como se ve a sí misma:

atrapada. Pero, ¿honestamente? El hecho de que aparezca de esta manera

es prometedor. Antes, no había suficiente de su mente para formar cualquier

tipo de conexión con ella. Estoy esperando que, con el tiempo, avance aún

más, por lo que trato de hablar con ella en persona o en sueños. Pensé que

te gustaría saberlo, en caso de que desees visitarla así.

—Quiero —dije, todavía llegando a un acuerdo con la conmoción que

sentí ante su condición. Incluso encarcelada y torturada, la mente de

Sydney había permanecido lo suficientemente fuerte como para conectar

mediante los sueños espirituales. ¿Qué tipo de daño había sido hecho a Nina

para ponerla en este estado? ¿Era este el tipo de peligro con el que yo estaba

coqueteando con mi continuo uso del espíritu?

—Creo que es bueno que diferentes personas hablen con ella —dijo

Sonya cuidadosamente—-. Pero creo que es mejor evitar ciertos temas hasta

que se haya recuperado. Como los finales infelices.

No necesitaba explicarse para que la entendiera. Saber la verdad,

que Olive estaba muerta, probablemente no iba a ser terapéutico para la

recuperación inmediata de Nina. Asentí y retrocedí hasta la ventana de la

celda de piedra.

—Me alegro de volver a verte, Nina. Hay tantas cosas que quiero

contarte. Muchas cosas se tratan de Olive. Y algunas de ellas… algunas de

ellas son realmente increíbles. —Sonreí mientras la imagen de Declan venía

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a mi mente—. Definitivamente vas a querer oír hablar de eso, por lo que

necesitas volver pronto con nosotros, ¿de acuerdo?

No hubo respuesta o cambio de expresión, ni siquiera ante la

mención del nombre de Olive.

—Llevará su tiempo —dijo Sonya, tocando suavemente mi brazo—.

Pero todo esto ayuda.

—Gracias por contármelo —dije. A medida que mi mirada se dirigía

de nuevo a Sonya, me di cuenta de que probablemente ella también estaría

muy interesada en saber acerca de Declan. No lo sabía a ciencia cierta, pero

tenía la sospecha de que la forma en la que el espíritu era inducido en él era

exactamente lo que ella estaba intentando replicar para su vacuna. Si ella

pudiera verlo, podría hacer increíbles progresos; y sin embargo, eso era

exactamente lo que Olive había estado tratando de evitar. Era por lo que

había muerto.

—¿Qué pasa? —preguntó Sonya, viendo mi escrutinio.

Le di una débil sonrisa.

—Nada. Solo que están pasando muchas cosas.

—Puedo imaginarlo, y no te retendré. Solo quería que supieras sobre

el progreso de Nina y que vieras cómo puedes hablar con ella.

—Gracias —dije, dándole a Sonya un pequeño abrazo—. Seguiré

comprobándola. Hazme saber si se despierta en el mundo real.

El sueño se disolvió, y volví a mi propio sueño, sorprendiéndome

cuando dormí hasta casi el medio día en casa de Howie. Cuando me

desperté, nos alimentamos con más comida chatarra. Nunca había querido

tanto una ensalada en mi vida. También me enteré por Marcus que Sabrina

había enviado una actualización desde el recinto de los Guerreros. Ellos

estaban dentro y a salvo, y hasta ahora, su coartada se mantenía.

Esa noticia me ayudó a pasar el día hasta que la noche llegó, y un

auto desconocido se estacionó afuera de nuestra casa segura Pude ver a

Marcus empezando a asustarse hasta que vi a Neil en el asiento del

conductor.

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—Jackie Terwilliger me envió a buscarte —explicó—. La ayudé a

sacarla más temprano y a espantar a los Alquimistas que estaban vigilando

su casa. Ella está preparando las cosas para Alicia ahora mismo.

Al oír el nombre de Alicia, su expresión se ensombreció. Ella tenía

ese efecto en la gente.

»Estoy un poco sorprendido de que llegue a ser el “afortunado” en

presenciar el interrogatorio —añadió—. Pero con Eddie fuera en alguna

misión, y Rose y Dimitri haciendo algo misterioso en la casa de Clarence,

soy el único guardián libre por aquí.

—¿Has hablado con Rose y Dimitri? —pregunté casualmente.

—Los vi —dijo Neil—. Y a tu mamá. Me pasé por allí esta mañana.

Es una pequeña cosa linda la que está cuidando, por cierto. ¿Es él parte de

la razón por la que Rose y Dimitri están quedándose cerca? Tengo la

impresión de que a Rose realmente le hubiera gustado venir conmigo.

Dudé. Neil todavía no sabía que era padre, o que la mujer a la que

amaba estaba muerta. Era un enorme y abrasador secreto que merecía

saber, pero de nuevo, fui golpeado por el momento inoportuno. Desde luego,

no iba a tocar el tema delante de Marcus. Y en realidad no parecía correcto

mencionarlo “de pasada” de camino al interrogatorio de Alicia.

—Es una larga historia —dije simplemente—. Te la contaré más

tarde.

—Muy bien —dijo Neil. Los guardianes estaban acostumbrados a los

secretos y a la base de lo que necesitan saber. Podía tomarlo con calma,

aunque él tampoco sabía que este secreto golpeaba tan cerca de casa.

Le dije a Marcus que me mantuviera informado tan pronto como

supiera cualquier cosa sobre el progreso de Sydney y Eddie en el recinto de

los Guerreros. Después de abastecernos de un par de bocadillos de la cocina

de Howie, aunque sinceramente estaba un poco harto de todo por ahora,

Neil y yo nos dirigimos de nuevo a la civilización de Palm Springs. Por el

camino, mencionó que había escuchado que Nina estaba enferma, y de

nuevo tuve que andar con mucho cuidado acerca del alcance de mi

participación. Naturalmente, Neil también quería saber si había tenido

alguna novedad sobre Olive, especialmente a la luz de la condición de su

hermana. Fui vago, diciendo que no había sido capaz de contactarla,

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odiando tener que mentirle. La decepción se mostró en su rostro, y me di

cuenta de que iba odiar tener que decirle la verdad, al menos sobre Olive.

Pronto me enteré por qué íbamos a la casa de Maude, la líder de

Stelle. No solo porque su casa no estaba bajo vigilancia Alquimista, además

tenía al parecer un auténtico calabozo en su casa. Al menos eso es lo que

Inez me dijo cuando llegamos.

Maude, oyéndolo por casualidad al pasar, puso los ojos en blanco.

—No es un calabozo, Inez. Es una bodega.

Estábamos de pie en la sala de Maude, esperando a que algunos de

los otros miembros del aquelarre aparecieran. Inez bufó en desafío.

—Es subterráneo y tiene paredes de piedra —replicó ella—. Y no

tiene bastidores de vino.

—Todavía no los he instalado —explicó Maude.

—Lo llamo por lo que veo —dijo Inez.

Jackie se acercó a nosotros.

—Bueno, a pesar de todo, es increíblemente útil en este momento.

Las salas subterráneas son excelentes para contener la magia. Podemos

crear un círculo para evitar que Alicia intente algo nefasto, y entonces tú

puedes utilizar tu propia marca de magia, Adrian. Ah, aquí están las demás.

Unos cuantos recién llegados más entraron, por lo que el número

total de brujas ascendió a catorce. Según Jackie, había un montón de

números sagrados en el arte de los hechizos, pero para ofrecer la mejor

protección contra Alicia, se necesitaba un círculo de trece, así como a

alguien para trabajar en los otros hechizos. Después de haber pasado dos

días en esa forma congelada, Alicia probablemente estaba debilitada, pero

después de todas las veces que nos había sorprendido, nadie quería correr

ningún riesgo.

Con todo el mundo allí, nos dirigimos hacia el sótano. Ahí me

encontré con Alicia, exactamente congelada de la misma forma en la que

había estado en la casa de Wolfe. También me encontré a mí mismo estando

de acuerdo con Inez.

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—Es una especie de mazmorra —le murmuré—. ¿Quién utiliza esta

piedra oscura en una bodega? Esperaría algo más de la Toscana.

—Lo sé, ¿verdad? —susurró ella.

Trece brujas unieron sus manos y formaron un círculo de protección

alrededor de Alicia, cantando hechizos que supuestamente mantendrían

toda la magia humana encerrada dentro. Maude, separada del círculo, usó

entonces las mismas hierbas y encantamientos que habían liberado a Eddie

en la casa de Wolfe. Mirando a Alicia, congelada en la torpe posición

defensiva en la que Sydney la había atrapado, no pude dejar de compartir

repentinamente la reticencia inicial de las brujas para liberarla. Había

tratado de matar a Sydney, robar el poder de Jackie, y dejó a la hermana de

Jackie en coma. También había capturado a Jill y la había entregado a los

Guerreros, simplemente como una manera de atraer a Sydney. Alicia

realmente merecía ser dejada como una estatua para siempre.

Pero entonces nunca conseguiríamos respuestas.

El hechizo de Maude se completó, y mientras lo hacía, ella se deslizó

fuera del círculo hasta detenerse donde estábamos Neil y yo. Observamos

mientras Alicia volvía a la vida, sus piernas temblando mientras los

músculos de repente tenían que aprender a funcionar una vez más. Incluso

mientras caía al suelo, una mueca cruzó su rostro y levantó la mano,

enviando rayos de luz fuera de ella. Golpearon la pared invisible formada

por las trece y se disipó sin causar daño.

—No me pueden retener para siempre —grito ella—. Y en cuanto esté

libre de nuevo, ¡todos pagarán por esto!

Me incliné hacia Maude, bajando mi voz.

—Tiene razón. ¿Qué le sucederá?

—No te preocupes —respondió en un murmullo—. Al igual que como

ustedes los Moroi tienen sus propias prisiones, nosotros tenemos las

nuestras. —Aclarando su garganta, dio un paso al frente de forma que aún

estuviera fuera del círculo pero también en el campo de visión de Alicia—.

Lo que suceda contigo ahora dependerá de cuán cooperativa seas, Alicia.

Podemos hacerte la vida más cómoda hasta que te presentes ante la

justicia… o más desagradable.

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Alicia expresó lo que pensaba sobre eso enviando una bola de fuego

en la dirección de Maude. También fue absorbida, y pensé que debería

considerarse afortunada de que su muro protector no rebotara las cosas

hacia ella.

Maude cruzó sus brazos y observó a Alicia sin pestañar.

—Entendemos que formaste parte de la desaparición de una joven

chica Moroi. Dinos a dónde la has llevado.

Por un momento, Alicia lució sorprendida ante la pregunta hasta que

me notó parado fuera del círculo. Ella rio.

—¿Dónde está Sydney? ¿Está muy asustada como para enfrentarme

de nuevo?

¡No dejes que te hable de esa manera!, ordenó tía Tatiana.

Con una pequeña cantidad de telequinesis espiritual, hice que los

brazos de Alicia se presionaran de repente a sus costados, como si tuviera

una camisa de fuerza. Sus ojos se agrandaron con asombro cuando intentó

levantarlos y no pudo.

—Sydney tiene más habilidades e integridad de las que tú jamás

tendrás —dije—. Tienes suerte de que no tendrás que enfrentarte con ella

de nuevo. Ahora dinos a dónde has llevado a Jill. Sabemos que está con los

Guerreros. ¿Dónde?

—Dinos, y te enviaremos a tu juicio como una prisionera bien tratada

—añadió Maude—. De otra forma, te pondremos otra vez en ese estado

inerte.

—Se necesitarán más que amenazas o trucos para que diga dónde

está. —Alicia me lanzó una sonrisa maligna—. Puede que me hayan

atrapado, pero esa es una batalla que Sydney no ganará. Nunca verán a esa

mocosa Moroi de nuevo.

Si hiere a Jill… tía Tatiana no término su amenaza, y no necesitaba

hacerlo. La ira, alimentada por mi furiosa tía, brotó de mí, y la empujé

forzosamente hacia abajo, necesitando tener la cabeza en frío.

—Basta de juegos —dije. Solté sus brazos y direccioné mi espíritu

hacia la coacción—. Dinos dónde está Jill.

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Los ojos de Alicia comenzaron a ponerse vidriosos, su mandíbula

quedó floja… luego, sorprendentemente, se lo quitó. Sus facciones se

endurecieron nuevamente.

—No soy tan fácil de controlar —dijo.

—Ella pudo haberse reforzado con pociones —me dijo Maude. Jackie

también había insinuado eso, que Alicia podría haberse dado a si misma

todo tipo de protección mágica, incluyendo algo contra la coacción—. No

durará para siempre. Un par de días más, y ya debería haberse ido todo.

Apreté mis dientes y aumenté el uso de mi espíritu.

—No. Obtendremos respuestas hoy. —Con magia renovada, me

concentré en Alicia de nuevo—. Dinos dónde está Jill.

De nuevo, Alicia lució desafiante, pero esta vez fue más difícil para

ella oponerse a mí.

—Con… con los Guerreros.

—Sabemos eso —dije—. ¿Dónde? ¿Dónde la están reteniendo?

Intentar coaccionarla era como tratar de abrir una puerta que

alguien estaba empujando del otro lado. Ambos estábamos poniendo todo

de nosotros. Su voluntad y cualquier poción que hubiera tomado eran

fuertes, pero creía que mis poderes eran más fuertes. De nuevo, aumenté la

cantidad de espíritu canalizándose a través de mí, sabiendo que una

persona de voluntad promedio ya se hubiera rendido ante mi voluntad. Las

advertencias de Sydney hicieron eco en mi interior, sobre no volverme loco

con el uso del espíritu, pero aun así seguí adelante. Necesitábamos

respuestas.

—¿Donde la están reteniendo los Guerreros? —exigí.

Alicia estaba sudando visiblemente ahora, luchando fuertemente

contra mi poder.

—En… en Utah —escupió al final—. St. George. En un recinto allí.

¡Pero nunca la encontrarán! ¡Nunca llegarán hasta ella!

—¿Por qué? —pregunté, presionando más con la coacción—. ¿Por

qué?

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—Demasiados… obstáculos —dijo, pálida y temblando.

—Dime todo —ordené.

Ella permaneció obstinada, y estaba listo para obligarla incluso más.

Una marea de espíritu, y estaba seguro que podría tenerla sobre sus manos

y rodillas, suplicando para decirme todo lo que sabía.

¡Hazlo!, ordenó tía Tatiana. ¡Hazla pagar! ¡Hazla tu esclava!

Estaba listo para hacerlo… pero, entonces, inesperadamente, una

imagen del sueño de la noche anterior encontrándome con Sonya volvió a

mí. O, más específicamente, una imagen de Nina en su celda volvió a mí.

Recordé las palabras de Sonya sobre las cicatrices del uso del espíritu y

recordé mi promesa a Sydney de mantener las cosas en orden.

Sydney no podría haber previsto esto, discutió tía Tatiana. Eres más

fuerte que Nina. No terminarás como ella.

No, le dije a esa voz fantasma. No lo arriesgaré. Mantendré mi palabra

a Sydney.

Con gran renuencia, liberé la coacción y el espíritu dirigido hacia

Alicia. Ella se desplomó, esta vez solo por el cansancio mental.

—Eso es suficiente para nosotros —dije—. Podremos encontrar este

lugar en St. George. —Ya sea con el trabajo de detective de Sydney, los

Alquimistas cediendo y ayudando, o incluso con la perspicacia de Sabrina,

no podía ser tan difícil ahora que teníamos una ciudad. Me hubiera gustado

saber más sobre los “obstáculos” en el lugar, pero no iba a volverme loco

cuando ella probablemente se refería a los locos Guerreros y sus armas. Los

guardianes podían manejar eso. Lo habían hecho antes.

—¿Necesitas algo más de ella antes de que la congelemos de nuevo?

—preguntó Maude.

Los ojos de Alicia se agrandaron.

—¡Dijiste que no me congelarían si cooperaba!

—Eso no fue exactamente cooperar —contestó Maude con frialdad.

Sacudí mi cabeza.

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—Eso debería ser suficiente. Si necesitamos algo más, te lo haré

saber.

—¡No! —gritó Alicia. En sus manos se formaron bolas de fuego, y

comenzó a lanzarlas inútilmente hacia la barrera invisible—. ¡No entraré en

ese estado otra vez! ¡No lo haré! ¡No pueden…!

Pero Maude estaba lanzando un hechizo a mi lado, y un minuto más

tarde, Alicia estaba congelada en su lugar, su posición para lanzar bolas de

fuego se veía incluso más ridícula que la última vez. Las brujas disolvieron

el círculo, y Jackie se acercó para hablarme.

—¿Estás seguro que tienes todo lo que necesitas de ella? Sentí que

querías preguntar más cosas.

—Quería —admití—. Pero sus defensas eran fuertes. Pasaré la

información sobre St. George a mis contactos y veré que pueden descubrir.

Jackie asintió.

—Muy bien entonces. También hablé con Maude. Si quieres, eres

bienvenido para quedarte aquí en su casa hasta el próximo movimiento en

este plan. Te pondrá un poco más cerca de la acción, y por lo que oí, tiene

mucho más espacio que el lugar donde te estabas quedando.

—Con suerte más productos también —añadí. Mire a Neil—. Tú eres

el experto en seguridad. ¿Es seguro?

—Eso creo —dijo después de pensarlo por un momento—. Nadie nos

siguió. Y si está bien con ella, también me quedaré para cuidarte.

Le agradecimos a Maude por su hospitalidad y nos mantuvimos

fuera del camino mientras las brujas terminaban con todo. Aparentemente,

Alicia sería transportada eventualmente a un juicio y prisión mágicos, pero

por ahora, permanecería en la bodega / calabozo. Neil y yo, por suerte,

tuvimos una habitación de invitados arriba. Envié la información de St.

George a Marcus y luego finalmente decidí que era momento de dar algunas

malas noticias, ya que parecía que Neil y yo estaríamos esperando juntos

un largo tiempo.

—Neil... —comencé, cuando estuvimos solos en la habitación—.

Necesitamos hablar.

—Seguro —dijo con facilidad—. ¿Es sobre Jill?

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—De hecho, nada que ver con ella. —Hice un gesto hacia la cama—.

Quizás deberías sentarte.

Neil frunció el ceño, alertado por mi tono.

—Me quedare de pie, gracias. Solo dime qué sucede.

Crucé mis brazos, como si pudiera protegerme de toda la angustia

que estaba a punto de sacar a la luz. Hasta entonces, no me había dado

cuenta de cómo había estado luchando para evitar que me aplastara.

—Neil, no hay una manera fácil de decir esto… y siento mucho ser

yo el que te lo diga… pero Olive murió hace dos noches.

Neil no hizo ningún sonido, pero su rostro se tornó blanco, tan

blanco que creí que se desmayaría.

—No —dijo al final, después de varios largos momentos de

agonizante silencio—. No, es imposible. —Sacudió su cabeza firmemente—.

No.

—Un Strigoi la mató —dije. Había comenzado a hablar sin poder

encontrar las palabras, y ahora, de repente, me estaba precipitando, sin

poder detenerme—. Se estaba quedando en una comuna dhampir. En

Michigan. Un pequeño grupo de Strigoi la atacó, rompiendo las barreras de

alguna forma. Creemos que tomaron a un humano para levantar una de las

estacas de protección. A pesar de todo, entraron, y Olive fue atrapada

cuando estaba huyendo y…

—Espera —interrumpió Neil. En un abrir y cerrar de ojos, su rostro

afligido se había vuelto duro y escéptico—. Olive no huiría de una pelea.

Ciertamente no huiría de un grupo de Strigoi. Ella, de todas las personas,

se mantendría firme.

Esa terrible agonía me desgarró.

—Ella estaba huyendo para proteger a su bebe. Declan… el bebé que

mi mamá está cuidando.

Otro pesado silencio llenó la habitación mientras el peso de esas

palabras se hundía. En ese entonces deseé haber esperado a Sydney. Ella

hubiera hecho un trabajo mucho más elocuente al explicar esto.

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—Y ni siquiera estaba huyendo de los Strigoi —dije, cuando Neil solo

siguió mirándome sorprendido—. Neil, el bebé, Declan… es tuyo. Tu hijo. Tú

eres el padre.

La incredulidad regresó a las facciones de Neil, pero esta vez estaba

más aturdido que enfadado.

—Ambos sabemos que eso no es verdad —dijo—. ¿Por eso… por eso

huyó? ¿Creyó que la juzgaría? No teníamos compromisos reales, no

verdaderamente. Estaba loco por ella, es verdad, pero solo…

—Sucedió una vez, lo sé —terminé—. Pero solo se necesitó eso. De

alguna forma, algo le sucedió a ella cuando fue restaurada de ser un Strigoi

que la dejó concebir un bebé contigo. Tampoco lo creí hasta que lo vi más

de cerca con mi magia. Definitivamente hay un, no lo sé, residuo espiritual

en él. Es loco, lo sé. Pero es tuyo.

Neil se sentó en la cama, tan quieto que podría haber sido una

estatua. Entendí su pesar y me senté junto a él.

—Neil, lo siento mucho.

—Olive está muerta —dijo aturdido. Me miró y pestañeó con lágrimas

en sus ojos—. Si lo que estás diciendo es verdad… si de alguna forma, con

alguna clase de magia, ese bebé es mío, entonces, ¿por qué Olive no me lo

dijo ella misma? ¿Por qué huiría?

—Porque tenía miedo de esa magia —dije—. Y tenía miedo de lo que

la gente diría o haría, los Moroi y los Alquimistas. Lo escondió para

protegerlo de ser tratado como un fenómeno de la naturaleza, y prometí

ayudar a protegerlo.

Neil se quedó mirando sin expresión por varios momentos, y luego

creo que el oír sobre protección despertó sus mejores instintos.

—¿Quién lo sabe? ¿Quién sabe sobre De-Declan?

—¿Sobre su verdadera naturaleza? —Me señalé—. Solamente

Sydney y yo. Rose y Dimitri saben que es el hijo de Olive, como también un

par de personas de la comuna. Eso es todo. Creímos que sería más seguro

mientras menos personas sepan sobre él. Si supieran que de alguna forma,

probablemente porque Olive fue restaurada, los dhampirs pudieran tener

hijos… bueno, sorprendería a muchas personas. Algunos estarían felices,

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otros curiosos. Todos querrán saber más sobre él, y eso no es lo que Olive

quería.

Neil permaneció en silencio y casi tan inmóvil como lo había estado

Alicia.

—¿Neil? —dije, un poco nervioso por su estado conmocionado—.

Todo va a estar bien. Te ayudaré. Nos aseguraremos de que los deseos de

Olive sean respetados… de que Declan viva una vida feliz y normal. Cuando

este asunto con Jill termine, te llevaremos con Declan y…

—No —dijo Neil, de repente volviendo a la vida. Me miró severamente,

y aunque su expresión era dura, había una terrible tristeza en su voz—.

Nunca podré verlo de nuevo.

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Traducido por veroonoel e Itorres

Corregido por Lizzie Wasserstein

l recinto de los Guerreros estaba en silencio y tranquilo

mientras me deslizaba a través de la noche. Trey y

Sabrina habían dicho que los Guerreros podían tener

fiestas salvajes cuando quisieran, pero cuando eran establecidos toques de

queda y disciplina, todos obedecían. Este ciertamente era el caso ahora. La

mayoría de las personas estaban escondidas en sus habitaciones, y las

personas que pasaban a mi lado mientras me escurría invisiblemente hacia

la sede central de los maestros eran aquellos que estaban en patrullaje.

Ninguno de ellos parecía esperar que sucediera mucho esa noche, y hacían

sus rondas con una relajada confianza.

Otra ventana abierta me permitió deslizarme dentro del edificio de

los maestros fácilmente, justo frente a un guardia asignado a vigilar la

puerta principal. Dentro, encontré habitaciones en su mayoría silenciosas y

vacías, y al igual que en mi edificio, la mayoría de las puertas estaban

abiertas. Había, por supuesto, algunas habitaciones con puertas reales, y

como la suerte lo quiso, fue en una de esas habitaciones donde los maestros

eligieron tener una reunión. Al menos, eso es lo que supongo que está

sucediendo. Dos guardias estaban apostados frente a una puerta cerrada, y

pude oír voces apagadas detrás de ella. Tomando nota de su posición, volví

afuera y rodeé en torno a ella, con la esperanza de encontrar su ventana

abierta para permitirme subir y espiar. Cuando llegué a ella, la encontré

solo parcialmente abierta, lo suficiente para dejar entrar aire en la noche

caliente pero no lo suficiente para treparme. Sabrina había dicho que uno

de los maestros por lo general llevaba en todo momento la información

pertinente sobre su organización, a veces en papel o a veces en una laptop

E

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dependiendo quién era o cuán conocedor de la tecnología era. Mi plan había

sido saquear la mencionada información con la esperanza de encontrar

dónde podría estar secuestrada Jill. Por ahora, tendría que empezar con el

espionaje.

Resultó que había llegado justo a tiempo para el comienzo de su

reunión, lo que inicialmente pensé que era un golpe de suerte. Significaba

que no me había perdido de nada. Desafortunadamente, significaba que

tenía que soportar una gran cantidad de material preliminar, incluyendo

más de esos absurdos salmos. Luego alguien se desvió y empezó a preguntar

sobre resultados de béisbol. Todo el tiempo, fui consciente de mi

invisibilidad. Era de larga duración, pero no de tan larga duración, y fue un

alivio cuando el grupo finalmente comenzó a hablar sobre el asunto del día.

—En general, fue una gran actuación —dijo una voz que reconocí

como el Maestro Angeletti—. Tuvimos una buena asistencia, y montaron un

espectáculo digno de elogio.

—Algunos se comportaron de forma inadecuada —se quejó una voz

hosca. También conocía esa: Chris Juarez.

El Maestro Angeletti se rio.

—¿Aún estás irritado de que esa chica te engañara? Yo digo más

poder para ella. Necesitamos más pensadores por aquí.

—No demasiados. —Ese era el Maestro Ortega.

—No, no, por supuesto que no —dijo el Maestro Angeletti—. Pero si

vamos a estar tratando más con los Alquimistas, necesitamos ser capaces

de burlarnos de ellos.

Mis orejas se pusieron tiesas ante eso. ¿Los Alquimistas? Una vez

había hecho algo de reconocimiento para Marcus y descubierto que de hecho

había Alquimistas y Guerreros trabajando juntos, pero Marcus aún tenía

que aprender el alcance total de cuán profunda era esa relación.

—Ya nos hemos burlado de ellos —dijo el Maestro Ortega—. Hemos

conseguido que hagan negocios con nosotros.

—Sí, pero no te pongas demasiado cómodo con ese acuerdo —dijo

una nueva voz que debió hacer sido uno de los miembros del consejo—. ¿No

dijiste que recibiste una llamada sobre esa chica, Alfred?

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—Sí, sí —dijo el Maestro Angeletti, sin sonar particularmente

preocupado—. Pero era solo preliminar. Uno de ellos afirmó que habían

conseguido una pista de que podríamos tenerla secuestrada, pero creo que

solo estaban cubriendo sus bases. Comprobé con los guardias, sin embargo,

y dijeron que no había ninguna señal que alguien hubiera estado

husmeando o estuviera viniendo por ella. Aunque mantendré el registro de

todo aquí, simplemente para tener un rastro si pasa algo.

No supe lo que quería decir hasta que oí el chasquido de dedos

escribiendo en teclas. Me puse tensa, esperando que dieran más detalles

sobre “esa chica”, pero cambiaron de tema, pasando a algo más sobre los

juicios. Sin embargo, la emoción se apoderó de mí. Sabrina había estado en

lo correcto. Había una computadora o una laptop allí dentro en la que al

parecer el Maestro Angeletti mantenía registros. ¿Había más información

sobre “esa chica” registrada? No sabía a ciencia cierta si se estaban

refiriendo a Jill, pero era prometedor, al igual que la existencia de la laptop.

Necesitaba hacer que obtenerla fuera mi objetivo. Eso no iba a ser fácil,

viendo que no tenía ni idea de cuánto iba a durar esta reunión o si el Maestro

Angeletti dejaría su laptop cuando terminara. Estaba haciendo una lista

mental de todas las posibles distracciones que podría causar cuando los

Alquimistas surgieron otra vez en la conversación, de una manera que

totalmente no esperaba.

—Bueno, ten cuidado —estaba diciendo el Maestro Ortega en

respuesta a alguien más—. No arruines este acuerdo con los Alquimistas.

Si tu contacto realmente puede cumplir lo que está ofreciendo, no tendremos

que enfocarnos tanto en la destreza física de los candidatos. Podremos hacer

a nuestros reclutas tan fuertes como nos guste.

—Todavía no me gusta —murmuró otro miembro desconocido del

consejo—. Estamos incursionando en sustancias profanas.

—No si primero purificamos esas sustancias —dijo el Maestro

Angeletti—. Y usamos el poder que nos brinden para luchar contra el mal.

Fruncí el ceño mientras intentaba determinar a qué se estaban

refiriendo.

—He visto lo que pueden hacer esas sustancias —comentó Chris—.

Los vi cuando fueron usadas en la escuela de mi primo. Si los Alquimistas

realmente tienen más, van a dejar que se vaya en vano si no lo están usando

en la lucha contra el mal.

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—Los Alquimistas luchan contra el mal catalogándolo. —Alguien se

rio entre dientes.

—No hagas ese tipo de comentarios cerca de nuestro contacto —le

advirtió el Maestro Ortega—. Él ya está indeciso sobre hacer negocios con

nosotros. A su gente no le gustará si se enteran lo que él está haciendo.

—Sé lo que estoy haciendo —espetó el Maestro Angeletti—. Y

créanme, le estoy pagando suficiente para que supere cualquier duda que

pudiera tener.

La conversación derivó una vez más hacia la discusión sobre los

reclutas, analizando a cada uno de nosotros de acuerdo a lo que los

Guerreros veían como nuestras ventajas y desventajas. Solo escuché a

medias, mi mente girando con la otra sorpresiva noticia que había

escuchado. Basada en lo que Chris había dicho, sonaba como si estuvieran

hablando sobre usar sangre de vampiro para crear tatuajes que mejoraran

el rendimiento de los humanos. Una agitación como esa había ocurrido en

la Preparatoria Amberwood, con resultados en destreza atlética y académica.

El problema era que los resultados de esos tatuajes eran impredecibles y a

menudo tenían efectos secundarios ilícitos. El círculo había sido cerrado

cuando había ayudado a descubrir a su mente maestra: Keith Darnell.

Había sido enviado a re-educación, reprogramado, y ahora hacía lo que se

le ordenaba con una lealtad casi robótica.

¿O no?

Los Guerreros habían seguido refiriéndose a “él” como su contacto.

No había conocido a otro Alquimista participando en actividad semejante…

¿era posible que Keith se hubiera liberado de algo de esa programación?

¿Estaba él ahora haciendo un acuerdo secreto con estos psicópatas, uno

que daría a sus combatientes fuerza sobrehumana?

Otra vez, oí las teclas haciendo clic, enfatizando la importancia de

echarle un vistazo a lo que había en esa laptop. Consideré algunas opciones

que podrían permitirme la oportunidad de echar un vistazo, pero pronto las

rechacé. Los Guerreros podrían actuar como si estuvieran en la Edad Media,

pero era muy probable que el Maestro Angeletti bloqueara su laptop cuando

la dejara. Podría necesitar un asistente técnico para verla. Eso, y realmente

quería más que un vistazo. Si registraba notas en todas sus reuniones,

mantenía un registro de llamadas y transacciones importantes… bueno, las

posibilidades de lo que podría contener esa laptop eran interminables.

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Rescatar a Jill era mi principal prioridad, pero también podría salir de esto

con información que pudiera mostrarnos mucho más.

Abandonando la reunión de los maestros, usé más magia de

invisibilidad para entrar en otras habitaciones y sacar de contrabando a

Sabrina y Eddie. Ninguno estaba dormido cuando los encontré, y nos las

arreglamos para encontrar un lugar aislado detrás de un cobertizo de

almacenamiento para hablar.

—Estabas en lo correcto —le dije a Sabrina—. El Maestro Angeletti

ingresa su información en una laptop. Y escuché lo que sonaba mucho como

una sospechosa referencia de que tiene a Jill secuestrada.

Eddie se animó.

—¿Entonces qué estamos esperando? Vamos por ella.

—En realidad, eso es un poco lo que tenía en mente —dije—. Quiero

decir, tal vez hay maneras más delicadas de proceder, ¿pero tenemos ese

tipo de tiempo? Hemos perdido tanto con Jill. —Me volví hacia Sabrina—.

Marcus dio a entender que estabas preparada si tu coartada fuera

desplomada. ¿Es cierto?

Arqueó una ceja.

—¿Planeas desplomarla?

—No si puedo evitarlo —dije—. Pero el resultado final de todo esto va

a ser la laptop desaparecida y Eddie y yo sin terminar nunca el

reclutamiento. Si nos relacionan con el robo, nos vincularán contigo.

Podrías estar en problemas.

—Entendido —dijo—. Si me voy de este concierto con un premio

como su laptop, valdrá la pena.

—Me preocupa que vengan detrás de ti —dije.

Sabrina se mantuvo imperturbable.

—No te preocupes por mí. Estos tipos no están tan conectados como

los Alquimistas, y sé cómo evitarlos. Ahora, ¿cuál es tu plan?

—Un poco sencillo, realmente —admití—. Crear una gran

distracción. Robar la laptop en el caos.

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Ella parecía un poco decepcionada, probablemente porque había

estado esperando algo más sofisticado y sigiloso. Y realmente, si hubiera

tenido el tiempo para confeccionar un plan más elegante, lo hubiera hecho.

Eddie, por su parte, no tuvo problema con mi idea. Era sencilla, lo que a él

le gustó.

—¿Fuego? —sugirió.

—Lo consideré. Pero con lo cerca que están estos edificios… —Hice

un gesto alrededor sobre lo apretujado que estaba todo en el recinto—.

Bueno, no me gustan estos tipos, pero no quiero matarlos a todos si el fuego

se sale de control. Así que, créanlo o no, voy a tomar una página del libro

de Alicia. Libro de hechizos, si quieres ponerte técnico.

—Alicia probablemente quemaría este lugar a su alrededor —señaló

él.

—Probablemente. Pero ella tiene métodos menos violentos. Cuando

estaba esperando en Palm Springs, miré algunos de los hechizos que usó en

nosotros. La mayoría eran bastante avanzados, pero creo conseguir con

éxito las fotianas.

—¿Qué? —preguntó Sabrina.

—Piensa en ellas como molestas luciérnagas mutantes —le dijo

Eddie.

Asentí en acuerdo.

—Siento que un enjambre de ellas sería una distracción bastante

buena, suficiente para que los maestros salgan de su reunión. Luego puedo

tomar la laptop, y todos podemos huir de aquí en el caos. Sabrina, ¿crees

que podrás salir y tener tu auto listo?

—Claro. Los guardias de la puerta no me detendrán. Y si hay un

alboroto lo suficientemente grande, puedo afirmar que voy a buscar armas

a mi auto y que Eddie me está ayudando. —Al ver nuestras miradas de

sorpresa, puso sus ojos en blanco—. Vamos. ¿No creen que todos aquí

tengan armas escondidas en sus autos?

La pregunta entonces se redujo a si podría concluir con éxito el

hechizo de Alicia. Había entregado el hechizo de memoria luego de leer sobre

él, pero la magia era mucho más que la simple memorización. Convocar

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criaturas supernaturales no era una tarea fácil, especialmente sin

componentes de hechizos físicos para ayudarme. Dije las palabras,

concentrándome en el poder dentro de mí, y sentí la magia estallar en

respuesta. El hechizo sobre el que había leído tenía un elemento de control,

una manera para que la bruja dirigiera a las fotianas a hacer la voluntad de

la bruja. Había planeado hacer que las fotianas hicieran algunos giros

estables en el recinto, lo suficiente como para ser una distracción y llamar

la atención de todos en la sala de reuniones de los maestros, pero no

terminar dando origen a un completo caos.

Desafortunadamente, las cosas no salieron como había planeado.

Tomó mucha más fuerza y energía de lo que había esperado lanzar

el hechizo, y aunque lo concluí con éxito, apenas, no podía realmente

mantener el control. Un enjambre de fotianas se materializó frente a mí,

flotando allí por un momento antes de dispersarse de repente y volar

alrededor del recinto a velocidades de locura y en direcciones

completamente diferentes. Nos quedamos mirando detrás de ellas,

boquiabiertos.

—¿Eran tan rápidas en el museo de robots? —preguntó Eddie, con

los ojos muy abiertos.

—No lo creo —dije—. Puede que no lo haya lanzado perfectamente.

Tampoco quise convocar tantas.

Aunque si habíamos querido caos, lo conseguimos. Las fotianas

atrajeron la atención al instante, girando y dando vueltas alrededor del

recinto, dejando rastros de luz detrás. Y, al igual que en el museo, las

fotianas picaban a aquellos con quienes entraban en contacto. Alaridos y

gritos se elevaron casi de inmediato, y con ellos, un grito que no había

esperado.

—¡Armagedón! ¡Armagedón está sobre nosotros! ¡Guerreros, tomen

las armas!

Sabrina jadeó, y me volví hacia ella en sorpresa.

—Lo dicen en sentido figurado, ¿cierto? —pregunté.

Sacudió su cabeza.

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—¿Estás bromeando? ¿Esta gente? Es para lo que se han estado

preparando. ¡Aunque no creí que tomarían esto como una señal!

—¡Miren! —Eddie señaló hacia un grupo de Guerreros

apresurándose en nuestra dirección. El pánico surgió en mí. ¿Cómo habían

relacionado las fotianas con nosotros?

—El cobertizo de almacenamiento —explicó Sabrina, dirigiéndonos

lejos de él—. Van hacia allí. Hacen simulacros del Armagedón para

prepararse para esto, y las armas que usan están allí.

Efectivamente, la multitud de Guerreros no nos prestó atención y se

amontonaron alrededor del cobertizo mientras esperaban que fuera

desbloqueado. Tan pronto como eso sucedió, alguien comenzó a repartir

espadas y mazos a la multitud que esperaba. Una vez armados, arrancaron

hacia el centro del recinto, balanceándose locamente contra las fotianas, a

las que habían denominado “demonios del infierno”.

—Bueno —dije, teniendo que gritar en medio de todo el ruido—, sin

duda están distraídos. ¿Pueden tener el auto listo mientras voy a buscar la

laptop?

Sabrina asintió, pero Eddie me dijo:

—Déjame ir contigo.

—Es más fácil para mí entrar y salir sola —respondí.

—Sydney…

—Eddie —dije firmemente—, puedo manejar esto. Tienes que confiar

en mí. Ve con Sabrina y estén listos para acelerar tan pronto como pase a

través de las puertas.

Pensé que todavía podría protestar, pero al final, cedió. Los dos

despegaron hacia la puerta, y yo corrí hacia la sala de reuniones de los

maestros, teniendo que esquivar frenéticos Guerreros armados y fotianas a

lo largo del camino. Afortunadamente, las cosas eran tan caóticas que nadie

prestaba atención a una recluta solitaria. Probablemente pensaban que

estaba perdida y confundida. De hecho, las probabilidades de que asumirían

que nuestra desaparición fuera por miedo y nunca vincularían a Sabrina y

a nosotros a la laptop desaparecida podrían ser buenas.

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Como había esperado, los maestros habían terminado con su

reunión cuando comenzó la conmoción. Me metí en la habitación vacía

fácilmente y casi grité de alegría cuando vi la laptop. Como había

sospechado, la pantalla estaba bloqueada, pero ese sería un problema para

más tarde. La agarré y me volví hacia la puerta, donde casi choco con el

Maestro Angeletti. Se quedó atónito por un momento, sus ojos yendo de mi

cara a la laptop y luego de nuevo a mí.

—¿Qué crees que estás haciendo? —farfulló, bloqueando la salida.

Tanto para no implicarnos en el robo de la laptop. Deliberé por solo

un momento. Si mi coartada ya fue desplomada, bien podría llegar hasta el

final. Convocando de nuevo el entrenamiento de Malachi Wolfe, me puse

tensa y le di un puñetazo al Maestro Angeletti, aterrizando un golpe que

claramente no había esperado. Me había olvidado completamente del

hechizo de fuerza que las brujas habían puesto en mí. Con el poder adicional

detrás de mí golpe, él salió volando varios metros hacia atrás, cayendo de

espaldas. Gimiendo, se llevó una mano a su cabeza pero no vino tras de mí

mientras corría hacia él y me apresuraba a salir a través del recinto.

Nadie me detuvo mientras me dirigía hacia la entrada principal. Los

Guerreros estaban demasiado ocupados balanceando sus armas hacia las

fotianas, gritando sobre la última batalla y enviando a sus enemigos al

infierno. Los guardias de la puerta habían abandonado sus puestos para

unirse a la refriega, y me deslicé fuera fácilmente, feliz de encontrar el auto

de Sabrina encendido y listo para mí. Me desplomé en el asiento trasero, y

puso su pie en el acelerador antes de que siquiera pudiera lograr cerrar la

puerta.

—¿La tienes? —preguntó, una vez que estábamos huyendo a toda

velocidad.

—La tengo —confirmé, abrochando mi cinturón de seguridad—.

Pero, eh, no fue tan encubierto como esperaba. Puede que quieras ir con el

plan de quedarme-lejos-de-ellos después de todo.

Ella resopló.

—No hay problema, sobre todo si la laptop vale la pena.

La abracé contra mí.

—Esperemos que sí. ¿A dónde la vamos a llevar?

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—Con Marcus, por supuesto.

Marcus todavía se estaba quedando en la cabaña de Howie en el

desierto, y era casi el amanecer cuando llegamos allí horas más tarde.

Estaba esperando que Adrian todavía estuviera allí, pero cuando entramos

a la sala de estar, encontramos solo a Marcus en el sofá, comiendo un pastel

de crema de avena por desayuno y hojeando una copia de Reader’s Digest.

—Creo que se está quedando con esas brujas tuyas —explicó,

entregándome mi teléfono celular inmediatamente.

A su vez, le entregué la laptop.

—¿Conoces a alguien que pueda entrar en ella?

Marcus sonrió.

—Nuestro anfitrión, por supuesto.

Me quedé mirando estúpidamente por un momento.

—¿Howie?

—Síp. Lo creas o no, él solía trabajar con computadora antes de

“retirarse” al negocio de las hierbas. Se la daré inmediatamente. —Marcus

desapareció a través de la cortina de cuentas.

Rápidamente le marqué a Adrian, y fue al buzón de voz. Era difícil

decir en qué horario podría estar, y si era humano, muy bien podría estar

durmiendo. Ahogando un bostezo, decidí que esa no parecía una idea

demasiado mala luego de mi aventura de toda la noche. Eddie y Sabrina

pensaban lo mismo, y Marcus nos aseguró que se cercioraría de que nadie

nos molestara mientras acampábamos en la sala de estar. Me quedé

dormida casi al instante y me desperté a las pocas horas con el sonido de

Eddie y Marcus susurrando. Sabrina todavía estaba durmiendo, acurrucada

en el puf.

—¿Qué sucede? —pregunté en voz baja, acercándome para unirme

a Marcus y Eddie.

—Howie entró con bastante facilidad —dijo Marcus—. El Maestro

Angeletti no era tan bueno con la seguridad. He estado las últimas horas

hojeando algunos de los archivos.

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—¿Encontraste algo sobre dónde están manteniendo cautiva a Jill?

—pregunté con impaciencia.

Marcus asintió.

—Eso es lo que le estaba diciendo a Eddie. Todo está aquí… bueno,

casi todo. La mencionan, hablan sobre cuánto tiempo ha estado cautiva,

tienen esquemas para el lugar en el que está prisionera. Incluso hay detalles

sobre las condiciones que negociaron con Alicia.

—¿Condiciones?

—Al parecer, concertaron algún tipo de acuerdo. Alicia la quería

prisionera por un tiempo, probablemente para tener un elemento de

negociación contigo, pero los Guerreros eventualmente quieren usarla en

una especie de ritual de ejecución barbárico.

Mi corazón se detuvo.

—Al igual que hicieron con Sonya.

—Parecería que sí —dijo Marcus con seriedad—. Por el acuerdo que

alcanzaron con Alicia, solo tienen que tenerla prisionera por tres días más.

Tuve que detener a mi mandíbula para que no cayera.

—¿Tres días?

—Tenemos que llegar allí, ahora —dijo Eddie, su rostro como una

nube de tormenta. Estaba inclinada a estar de acuerdo.

Marcus le lanzó una mirada de compasión

—Esa es la cosa. ¿Recuerdan que dije que “casi” teníamos toda la

información sobre ella? La única cosa que no tenemos es la localización de

dónde está prisionera. Se refieren a ese lugar como el “Complejo del Día del

Juicio”.

Me hubiera reído si la situación no fuera tan grave.

—Nombre estúpido. Pero podría ser suficiente para los Alquimistas

para seguir adelante. Hablaré con ellos yo misma esta vez y veré si puedo

obtener su atención.

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—Oh —señaló Marcus. Había una sonrisa seca en su rostro que no

podía interpretar completamente—. Tengo algo que podría ayudar con eso.

¿Sabías que los Guerreros están comprando sangre de vampiro encantada

a los Alquimistas renegados?

Volví a pensar en lo que había oído en el recinto.

—Sí, de hecho. Iba a ver si podía encontrar algo sobre eso en la

laptop, supongo que lo hiciste. ¿Keith lo está haciendo de nuevo?

—No —dijo Marcus, volviendo la pantalla hacia mí—. Aquí está la

lista.

La leí.

—Ya veo.

—Síp. Apuesto a que los Alquimistas estarían interesados en esto…

y una serie de otras interacciones entre Guerreros y Alquimistas que han

estado ocurriendo.

Estuve de acuerdo con él, pero antes de que pudiera responder, mi

teléfono celular sonó, mostrando el número de Adrian.

—Espera. —Respondí, alivio surgiendo a través de mí—. Adrian,

¿estás bien?

Se rio entre dientes al otro lado de la línea.

—Por supuesto que preguntarías eso. Eres tú quien acaba de pasar

encubierta con los Guerreros, no yo. —Hizo una pausa—. Volviste de eso,

¿cierto?

—Volví, y tenemos lo que necesitábamos… más o menos. Tenemos

todo tipo de detalles sobre dónde están teniendo secuestrada a Jill, pero no

la ubicación geográfica real.

Hubo una larga pausa.

—Bueno, que me condenen —dijo—. Eso fue lo único que recibimos

de Alicia. Está en St. George. Pero no pudimos conseguir cualquier otra

información de ella acerca de la instalación, no sin, ah, fuerza extra. Ella

insinuó que podría haber algunos obstáculos ahí.

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—St. George —repetí. Quería hundirme en el suelo de alivio—. Eso

es todo. La última pieza. Tenemos el resto, la distribución, cualquier

obstáculo al que ella se refería. Ahora solo tenemos que conseguir que cada

uno se movilice, solo tenemos tres días para hacerlo.

—¿Por qué tres días?

—Debido a que planean matarla entonces, al igual que lo estaban

planeando con Sonya. Fue un acuerdo que tenían para mantenerla cautiva

para Alicia, mientras ella jugaba su juego conmigo.

Más silencio, pero podía sentir el cambio en el tono de Adrian.

—Tres días. —Sabía lo difícil que debía ser para él. El pensamiento

de ella atrapada y sometida a la tortura me estaba carcomiendo, y no tenía

ni de cerca el lazo que él tenía con ella.

—Llegaremos a ella —dije—. No te preocupes. Ahora que tenemos

todo esto, haré que los Alquimistas ayuden. Contacta a los guardianes, ve

si Rose y Dimitri pueden organizar eso. Y comprueba a Declan mientras

estás en eso…

—Lo tengo —interrumpió—. Comprobado a Declan, quiero decir.

Creo que estoy volviendo loca a mi mamá con todas mis llamadas. Ellos

están bien. Pero Sydney... Le dije a Neil.

Mi mente daba vueltas con los planes para Jill, por lo que la noticia

me detuvo en seco.

—¿Acerca de Declan? ¿Qué te dijo?

—Tiene miedo de estar cerca de Declan. Quiero decir, no tiene miedo

de Declan en sí mismo, pero miedo de que alguien verá la verdad sobre la

historia de Declan.

—Pero él es su padre —dije sin convicción—. Tiene que estar con él.

Adrian suspiró.

—¡Eso es lo que le dije! Pero Neil sigue argumentando que algún

usuario del espíritu puede ver que están emparentados o que incluso una

persona común puede notar el simple parecido físico y empezar a hacer

preguntas. Él dice que no podemos mostrar ninguna señal de que tienen

una conexión o inspirar a alguien a hacer una prueba genética, e insiste en

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que eso implica que él mantenga su distancia. Se ofreció a hacer todo lo

posible para ayudar a Declan sin embargo. Lo juro, creo que robaría un

banco de ser necesario.

La cabeza me daba vueltas.

—Nosotros hablaremos con él sobre eso. Probable está en estado de

shock. Una vez que escuche la razón, entenderá.

Colgamos y esperaba que mis palabras fueran ciertas. Esto hizo que

mi corazón doliera, que Neil quisiera hacer tal sacrificio, aunque,

lógicamente, pude entender lo que podría hacer que él pensara de esa

manera. Pero aun así. ¿Cómo podía privar a Declan de un padre cuando ya

había perdido a su madre? ¿Y qué sería de Declan entonces?

Esas eran preguntas inquietantes para después. Por ahora, tenía que

poner las cosas en movimiento con los Alquimistas. Tenía a Eddie

llevándome al otro lado de Palm Springs, a un teléfono público en una

remota gasolinera. Rastrear teléfonos celulares no era fácil, pero tampoco

estar detrás de los Alquimistas, y no correría ningún riesgo. Tomando el

teléfono, me armé de valor para llamar a un número al que no había llamado

en un tiempo muy largo, pero aún tenía memorizado. Solo esperaba

conseguir una respuesta.

—Stanton aquí —llegó la voz familiar.

—Hola, Stanton. Es Sydney Ivashkov.

Me respondió el silencio, posiblemente del asombro o el inicio de una

pista de la llamada. Tal vez ambas cosas.

—Hola, Sydney —dijo al fin—. ¿No es esto una sorpresa placentera?

No puedo decir que esperaba oír de ti.

—El placer es todo tuyo, y no voy a repetir nada de esto, así que

escucha con atención. Los Moroi necesitan respaldo Alquimista para

rescatar a Jill Dragomir de los Guerreros de Luz. Estoy segura que has oído

esto por parte de la Reina Vasilisa.

—Sí —respondió—. Y estoy segura que has oído que nuestros

superiores han decidido no participar, ya que solo han tenido una prueba

circunstancial de que los Guerreros tomaron a la chica.

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—Bueno, tenemos evidencia ahora, así que vas a convencerlos de

participar —dije—. Y si lo haces, te daré los nombres de cuatro Alquimistas

que están vendiendo sangre Moroi encantada a los Guerreros para hacer

más de esos tatuajes mejoradores de fuerza. De hecho, te daré dos de esos

nombres ahora: Edward Hill y Callie DiMaggio. Ve a investigarlos. Tienes

una hora, en ese momento te llamaré otra vez, de otro número, por lo que

no te molestes en rastrear este, y entonces vas a decirme acerca de cómo

estarás enviando esos refuerzos a St. George, Utah, dentro de las próximas

veinticuatro horas para ayudar a los Moroi a rescatar a Jill. Si es rescatada

de forma segura, te daré los otros nombres. Habla con nosotros entonces.

Colgué y Eddie me miró con asombro.

—Eso fue muy rudo. Pero, ¿realmente crees que funcionará?

Lo seguí de regreso hacia el auto, esperando que mi apuesta fuera

suficiente. Nos dirigimos a una parte diferente de la ciudad, a un

restaurante llamado Tartas y Cosas que Adrian y yo solíamos frecuentar.

Eddie y yo esperamos allí, ninguno de los dos hablaba mucho mientras

comíamos tarta, ambos perdidos en nuestros propios pensamientos. Sabía

que Eddie estaba consumido por Jill y los tres días. Yo también lo estaba.

Pero también estaba preocupada por Declan y Neil. Me hubiera gustado ir a

casa de Clarence para comprobar al bebé, pero siempre y cuando los

Alquimistas vigilaran allí, no podía correr el riesgo.

Cuando era la hora de plazo, compré un recuerdo para Adrian, por

los viejos tiempos, y luego me preparé para llamar a Stanton de nuevo. Parte

de la razón por la que había elegido Tartas y Cosas era porque tenían un

teléfono público en su estacionamiento.

—¿Qué has decidido? —pregunté cuando Stanton respondió.

—Te ayudaremos —dijo sombríamente—. Tu historia se comprobó

acerca de esos dos. Tengo un grupo yendo a St. George en este momento.

—Guau —dije, impresionada, a pesar de mí misma—. Te mueves

rápido. ¿Sabes a dónde ir en St. George?

—Sabemos de un campamento Guerrero allí. Vamos a explorar a las

afueras y evaluar si coincide con lo que sabes.

—Tengo registros acerca de todo eso que puedo enviarte —le dije—.

Los guardianes…

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—Están también en camino —terminó—. Hemos estado en contacto

con ellos y estaremos coordinando nuestros esfuerzos para atacar juntos

para conseguir a la chica. Espero que todo suceda en los próximos días.

Supongo que es lo suficientemente bueno para ti.

—Eso es suficiente para que obtengas los últimos dos nombres

—contesté. Era difícil mantener la calma, considerando cuan aliviada estaba

de oír que la acción estaba siendo tomada para Jill. El hecho de que todo

esto estaba finalmente sucediendo, y tan rápidamente, era estimulante—.

Pero si deseas el resto de la información que tengo, vas a tener que trabajar

por ella.

Hubo una larga pausa. Entonces:

—¿Qué información sería esa, exactamente?

—Tengo pruebas de otras interacciones Guerrero y Alquimista,

tratos que es probable no conozcas. Tratos que espero no conozcas.

—Stanton era una purista de las reglas, pero quería creer que era una de

las mejores Alquimistas—. Te daré toda esa información también. Y me

aseguraré de que los Moroi no conozcan la suciedad. Los obligas a poner un

montón de fe en tu ayuda... pero tengo la sensación de que podrían no ser

tan cooperativos si supieran que tienes personas en el grupo trabajando con

el enemigo.

—¿Qué quieres? —Fue todo lo que preguntó. Eso me dijo un par de

cosas, la más importante es que sabía que era muy posible que hubiera

traidores en medio de ella.

—Amnistía para todos los que liberamos de re-educación. Y un final

para re-educación, y punto.

Hubo una inhalación brusca.

—Imposible.

—¿Cuál es el punto de re-educación, Stanton? —exigí—. La mitad

del tiempo no funciona. Hubo gente que había estado allí durante mucho

tiempo. Y aunque parece que funciona, tú realmente nunca confías en esas

personas de todos modos. Como Keith. Siempre estás vigilando. Si deseas

ayudar a proteger a los humanos de mal, el verdadero mal, Strigoi, entonces

debe haber un mejor uso de tus recursos.

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—Podemos hablar de esto después de que recatemos a Jill Dragomir

—dijo ella con frialdad.

—No. Estamos discutiendo ahora. Amnistía para todos,

incluyéndonos a Adrian y a mí. Cuando esto termine, quiero ir con él, a

donde queramos, y vivir una vida normal. No quiero ver Alquimistas

conduciendo u observándome en los restaurantes. Quiero ser dejada sola

para perseguir mis propios intereses. A cambio, te daré una copia de lo que

he encontrado en una laptop muy comprometedora propiedad del Maestro

Angeletti de los Guerreros. Y no le daré una copia de dicha información a los

Moroi, a menos que violes los términos de este acuerdo.

Al levantar la vista, vi a Eddie estudiar algunos carteles en la puerta

de Tartas y Cosas y me alegré de que estaba fuera del alcance auditivo.

Probablemente no le gustaría la idea de mí reteniendo algo que podría ser

de interés para su gente, pero en este momento, estaba negociando por mi

vida, y las vidas de los otros ex-Alquimistas. No podía favorecer a los

Alquimistas o a los Moroi. Tenóa que mirar hacia fuera a todos los que

simplemente habían sido atrapados en el medio de sus negociaciones.

—Seré honesta —dijo Stanton finalmente—. Internamente se han

planteado muchas de las preguntas sobre la utilidad de re-educación, si está

haciendo realmente lo que queremos. Pero no puedo aceptar tu oferta por

mi cuenta. Deberías saberlo a estas alturas. Tengo que llevarlo a los demás.

Lo que te prometeré es amnistía para el resto de este pelotón en St. George.

Si quieres lidiar con eso, tienes mi palabra de que puedes ir sin temor de los

Alquimistas. Entonces te dejaré saber lo que los otros tienen que decir.

Algo en la voz de Stanton, así como lo que yo sabía de su carácter,

me hizo creerle.

—Parece justo —dije. Traté de hacer mi tono altivo, como si estuviera

haciendo un gran favor en acceder a esta concesión, pero en verdad, estaba

ansiosa de poner las cosas en marcha.

Ya era hora de que lleváramos a Jill a casa.

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Traducido por Jane. y Verae

Corregido por veroonoel

Solo míralo —insistí—. Por favor.

—No —dijo Neil, alejándose del

teléfono que sostenía hacia él—. Si lo

miro… —Su voz se ahogó, y no pudo

continuar.

Todavía estábamos en la casa de Maude, esperando la siguiente fase

de la acción, y yo trataba de conseguir que él superara la loca idea de que

necesitaba evitar a Declan.

—Mira —le dije—. Nadie va a pensar que es sospechoso si lo crías.

Todos sabemos que amabas a Olive. Pensarán que estás ayudando debido a

eso, ¡no porque a través de algún giro loco del espíritu, ustedes dos lograron

cambiar el mundo tal como lo conocemos!

Neil negó con la cabeza.

—Casi nadie sabe que Olive tuvo un bebé. Eso es algo bueno. Tienes

que mantenerlo de esa manera, y mantenerme fuera de la foto.

Habíamos hablado de esto cientos de veces, y me estaba volviendo

loco. Si Neil hubiera querido alejarse de Declan, digamos, porque no le

gustaban los niños o estaba asustado por la paternidad, podría haber

comprendido mejor eso. Pero era obvio que Neil quería desesperadamente

ver y ser parte de la vida de Declan. Podía escuchar el anhelo en su voz.

—Encontraremos una manera —le dije—. Lo juro.

—S

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Había una mirada encantada en la cara de Neil.

—Declan es un milagro —murmuró—. Y necesita ser protegido, y

tener una vida normal. Una vida feliz y normal.

—Quiero eso también —le dije con cansancio—. Créeme, lo quiero.

—¿Adrian? —La voz de Maude llegó hasta donde estábamos sentados

en el porche trasero, disfrutando de la cálida noche—. Tienes visita.

En un instante, Neil y yo estábamos de regreso en el interior, mi

corazón acelerado. Efectivamente, era Sydney, de pie en la sala de estar y

de regreso a su apariencia normal. La tomé en brazos, girándola tanto que

se rio y me dijo que la soltara antes de que se mareara. Tomé su rostro entre

mis manos.

—Estás bien —dije felizmente.

Me dio un puñetazo burlón.

—Sabías que lo estaba.

—Una llamada telefónica es diferente a verte —le dije. Presioné un

beso en su frente—. Quiero decir, sabía que eras competente y valiente e

impresionante, pero, bueno… todavía no es fácil que tu esposa arriesgue su

vida con un montón de monstruos que odian a los vampiros. —Metí la mano

en mi bolsillo—. Ah, y no te olvides de esto. —Me puse de rodillas y le coloqué

los anillos de diamantes y rubíes, los que había guardado mientras ella

estaba ausente—. Como prometí. Quiero decir, a excepción de la parte del

desnudo. Pero podemos preocuparnos por eso más tarde.

Me esperaba un castigador “Adrian”, pero ella sonrió, su rostro lleno

de amor y felicidad. Tomó mis manos y me ayudó a levantarme, viéndose

como si incluso me pudiera besar, hasta que recordó que teníamos un

público. Aturdida, dio un paso atrás y se cruzó de brazos en un intento de

verse profesional. Eddie y Marcus parecían divertidos por todo esto. Neil,

curiosamente, parecía intrigado mientras miraba entre Sydney y yo.

—Es hora de volver al trabajo —dijo ella.

—Va a suceder —dijo Eddie con impaciencia—. Vamos a recuperar a

Jill.

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—¿Cuál es el plan? —pregunté. Una vez que había llamado y les

había contado a Rose y Dimitri la información sobre Jill y los Alquimistas,

había perdido la noción de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, sabía

que Sydney había sido parte de la formulación de estrategias.

—Los Alquimistas han confirmado que el lugar que conocían en St.

George es el mismo que el de los registros que tuvimos en la laptop. Así que

ellos y los guardianes están analizando todos los esquemas para asegurarse

de que tienen un curso de acción sólido —explicó Sydney.

Sentí un poco de suficiencia ante eso. Alicia había sido tan arrogante

al creer que no estaríamos preparados para ir por Jill, pero no había contado

con el trabajo de detective de Sydney. Estuve orgulloso de mí mismo por

contenerme de verdaderamente dar rienda suelta al espíritu. De hecho,

había sido muy cautelosamente prudente durante los últimos días, y

sorprendentemente, tía Tatiana se había mantenido callada la mayor parte

del tiempo.

—Actualmente también tenemos amnistía, por lo que podemos ir

libremente y unirnos a ellos en St. George —dijo Sydney, asintiendo hacia

mí—. No es que tú y yo hagamos mucho en cuanto a la acción, pero al menos

podemos controlar las cosas y estar allí cuando Jill sea liberada. Neil, Eddie,

y algunos de los otros estarán en el rescate real.

—Lo estoy esperando —dijo Neil, con un tono peligroso en su voz. La

feroz expresión de Eddie respondió por él.

—Todos tendremos más detalles una vez que estemos en St. George

—continuó Sydney—. Podemos salir a la carretera tan pronto como todo el

mundo esté listo. Es un viaje de seis horas, y deberíamos llegar allí justo en

el momento en que la redada esté programada para ocurrir.

—Estoy listo para irme en cualquier momento—dijo Neil.

—Yo también —dije—. Solo dame dos minutos para recoger mis

cosas.

Sydney me siguió hasta la habitación de huéspedes de Maude y

observó mientras metía mi ropa de repuesto y mi laptop en la mochila que

había estado llevando en esta aventura.

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—Rose me llamó —dijo, cerrando la puerta—. Ella y Dimitri querían

ver si estaba bien que fueran a St. George, dejando a tu mamá y Declan con

Clarence. Les dije que sí. Espero que eso esté bien.

Hice una pausa, momentáneamente alarmado, luego di un

asentimiento lento.

—Sí, creo que sí. Los Alquimistas habrán renunciado a vigilar

nuestros lugares de reunión, ahora que saben hacia dónde te estás

dirigiendo. Y en realidad, siempre y cuando nadie esté buscando a Declan...

—Eso es lo que pensé también —acordó Sydney—. Aunque me di

cuenta de que Rose se estaba muriendo por saber por qué hemos sido tan

reservados sobre él.

Colgué mi mochila sobre mi hombro y coloqué mi brazo libre

alrededor de ella, notando que tenía un pequeño bolso escondido en el hueco

de su codo.

—Creo que deberíamos decirles cuando esto termine, y una vez que

hayamos solucionado las cosas con Neil. Son dignos de confianza… y tienen

derecho a saber. ¿Sabes lo que significa para ellos?

—Lo sé. Además, sea lo que sea que terminemos haciendo para

ayudar a Declan y Neil… bueno, creo que vamos a necesitar unos cuantos

aliados. Es bueno tenerlos a ellos. ¿Supongo que Neil no cambió de opinión?

—No —dije, exasperado—. Todavía sigue queriendo tener la

autoridad moral, diciendo que es mejor para Declan.

—Lo haremos cambiar de opinión —dijo—. Una vez que todo esto

termine y recuperemos a Jill.

—Una vez que Jill vuelva —reiteré. La compuerta que refrenaba

todas las emociones que sentía sobre Jill amenazaba con estallar—. Dios,

no puedo creer que estemos tan cerca. Ha pasado tanto tiempo, y he estado

tan preocupado por ella.

Sydney me apretó la mano.

—Lo sé, lo sé. Y ya casi estamos allí.

—Quería destrozar a Alicia —admití—. Por lo que había hecho.

Quería pulverizarla con el espíritu.

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—No lo hiciste, ¿verdad? —preguntó Sydney, con los ojos muy

abiertos.

Exhalé.

—No. Quería, pero no. Lo mantuve bajo control. Solo utilicé el

espíritu tanto como lo necesité. Y he estado manteniéndolo bajo control

desde entonces.

La sonrisa que iluminó los rasgos de Sydney me llenó de cariño.

—Estoy muy orgullosa de ti, Adrian. Sé que no puede ser fácil.

—No lo es —admití—. Pero lo estoy intentando. Y creo que puedo

hacerlo, creo que puedo controlarme. No necesito medicamentos. Puedo

contener solo al espíritu.

Su sonrisa vaciló, como si pudiera estar en desacuerdo, pero

entonces me sorprendió diciendo:

—Te apoyaré y estaré allí para ti, con lo que elijas hacer, para el resto

de nuestras vidas. —Ella me dio la bolsa bajo su brazo—. Te traje un regalo.

Bueno, es un poco para ambos.

Lo abrí y encontré una taza de café de Tartas y Cosas.

—Oh, hombre, no puedo creer que fuiste sin mí —bromeé.

—Esto es para nosotros —dijo—. Lo primero que debemos poner en

nuestro nuevo hogar. Estoy trabajando en algo con Stanton para comprar

nuestra libertad. Cuando todo esto termine, vamos a tener una vida juntos,

Adrian. Una de verdad.

Mi amor por ella amenazó con abrumarme. Dejé todas mis bolsas y

la atraje a mis brazos. Esa tonta taza de repente tomó un significado

monumental, y mirándola, al rostro que tanto amaba, podía ver el futuro

que ella describía, un futuro juntos donde podíamos lograr cualquier cosa.

Volver a tomar medicamentos parecía un pequeño precio por ello. No

necesitaba el espíritu siempre y cuando tuviera a Sydney.

La presioné suavemente contra la puerta y la besé, permitiéndome

olvidar brevemente todo lo que nos esperaba fuera de esta habitación. Por

ahora, solo éramos nosotros dos y este momento de perfecta unión.

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—Me haces creer que todo es posible —susurré.

—Te lo dije antes, somos el centro —dijo—. Y el centro soportará.

La besé de nuevo, más profundamente, y fue de muy mala gana que

finalmente tuvimos que separarnos otra vez.

—Estoy a favor de un verdadero hogar —dije, apartándole el cabello

de la cara—, pero antes de eso, ¿podemos por favor tener una verdadera

luna de miel?

—Con mucho gusto —murmuró, besándome una vez más—. Tan

pronto como recuperemos a Jill, todo va a cambiar.

La abracé con fuerza.

—Entonces, por Dios, vamos a buscar Jill.

Los cuatro salimos a la carretera hacia St. George, conduciendo

durante la noche para llegar a tiempo. Tratamos de tomar turnos y

descansar, pero fue difícil. Sinceramente, en este punto, sentía como si los

horarios y “horas del día” fueran solo sugerencias en mi vida. Estaba feliz

de estar con Sydney otra vez, y ella y yo nos encontramos poniéndonos al

día de lo que nos perdimos durante nuestro tiempo separados. No dio

detalles sobre el acuerdo que estaba intentando arreglar con Stanton, pero

habló con confianza sobre ese futuro hogar que ambos queríamos tanto.

Fuimos bastante rápido, llegando al improvisado centro de mando

de Alquimistas “y guardianes” justo antes del amanecer. Y por mucho que

odiara admitirlo, los Alquimistas resultaron útiles. En menos de un día,

habían encontrado un edificio de oficinas vacante y lo llenaron de

Alquimistas y computadoras. Tenían cámaras y satélites de información en

el recinto de los Guerreros, así como exploradores ya en el lugar, reportando

información sobre la situación de los Guerreros y medidas de seguridad.

Un tipo rudo llamado McLean estaba a cargo de los soldados de los

Alquimistas, y él y Dimitri, que había llegado allí unas horas antes, estaban

trabajando sorprendentemente bien juntos organizando el ataque. Todo el

mundo nos aseguró que sería sencillo, relativamente hablando. Nuestras

fuerzas superaban en número a los Guerreros. Si el ataque inicial llegaba

con fuerza, sin previo aviso, no debería haber ninguna razón para que no

triunfáramos. Sydney y yo intercambiamos miradas inquietas, sabiendo que

las cosas rara vez eran tan fáciles como parecían, pero tratamos de ser

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optimistas. Teníamos la esperanza de que esto sería simple. Necesitábamos

que lo fuera, y enviamos a Dimitri, Rose, Eddie, y Neil entusiasmados,

dejándonos sin nada que hacer excepto esperar actualizaciones.

Se sentía extraño para mí, sin embargo, no estar ahí. Había pasado

gran parte del último mes preocupado por Jill, pero no pude actuar mientras

estuve atrapado en la Corte. Luego, cuando habíamos tenido pistas de

Alicia, había tenido que quedarme con el fin de cubrir a Sydney. Ahora, por

fin, sabíamos dónde se encontraba Jill, y me estaba quedando atrás de

nuevo. Era enloquecedor. Desde que había resucitado a Jill luego del intento

de asesinato, me había sentido como si su vida estuviera en mis manos.

Aunque sabía que era mejor que un grupo de fanáticos armados fuera

desmantelado por guardianes capacitados y Alquimistas, no pude evitar

sentir que debería estar allí.

—Está bien —dijo Sydney suavemente, acercándose para apoyar una

mano en mi brazo—. Me siento inútil también, pero ellos son los expertos.

Y una vez que salgan de allí, seremos los primeros en verla.

—Lo sé —le dije. Deslicé un brazo alrededor de ella—. La paciencia

no es siempre uno de mis mejores rasgos.

Mientras estaba hablando, la mirada de Sydney vagó hacia algo

detrás de mí, y me giré para mirar. Eran su padre y Zoe, entrando en el

centro de mando. Ellos también se congelaron por un momento, y luego Zoe

dio unos pasos hacia adelante, su rostro iluminándose con una sonrisa,

hasta que una fuerte reprimenda de su padre la detuvo en seco.

—Zoe —espetó.

—¿Mi propia hermana no puede venir a verme, papá? —preguntó

Sydney—. ¿Temes que vaya a mancharla?

Se ruborizó.

—Escuché que realizaste algún tipo de acuerdo con Stanton. No

habría pasado si yo estuviera a cargo.

—¿Cómo estás, Zoe? —preguntó Sydney, dirigiendo su atención a la

hermana Sage más joven—. ¿Estás bien?

Zoe echó una mirada incierta a su padre y luego asintió lentamente.

—Sí. ¿Y tú?

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—Vamos —ordenó su padre—. Vamos a ver cómo progresa esta

operación.

Zoe dio a Sydney una última mirada y luego siguió a Jared Sage a

regañadientes a dónde algunos Alquimistas estaban monitoreando las

comunicaciones del equipo de asalto al recinto de los Guerreros. Sydney se

separó de mí y fue tras ellos.

—Quiero una actualización también —dijo. Pero cuando llegó al

grupo congregado alrededor de las dos personas a cargo de las

comunicaciones, Sydney esperó hasta que su padre se distrajera, haciéndole

una pregunta alguien. Tocó la manga de Zoe y suavemente la hizo retroceder

unos pasos hacia nosotros.

—Nunca te di las gracias por no haberme reportado, allá en Ozarks

—dijo Sydney suavemente.

Zoe negó con la cabeza, pero mantuvo una mirada ansiosa en su

papá.

—Es lo menos que podía hacer. Sydney, si hubiera tenido alguna

idea de lo que tuviste que pasar allí, nunca te hubiera entregado. Pensé que

iban a ayudarte. Honestamente. —Las lágrimas llenaron sus ojos.

—¿Cómo sabes lo que pasó allí? —pregunté. Lo último que supe fue

que todos los detalles de lo que los detenidos soportaban en re-educación

no eran muy conocidos.

Zoe no respondió de inmediato, y por la forma incómoda en que me

miró, estaba claro que no había aceptado tener un cuñado vampiro.

—Carly me contó —dijo al fin—. Lo escuchó de un tipo que te ayudó

a salir. ¿Creo que está saliendo con él?

Sydney y yo intercambiamos miradas de sorpresa.

—¿Marcus? —preguntamos al unísono.

—Sí —dijo Zoe—. Creo que ese es su nombre.

—Ese perro astuto —murmuré. Había sido evidente cuando él y

Carly se conocieron que él había tenido un flechazo por la hermana mayor

de Sydney, pero no había tenido ni idea de que la había perseguido.

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—Me alegro de que estés hablando con Carly —dijo Sydney—.

¿Alguna vez hablas con mamá?

Zoe negó con la cabeza.

—No. Ojalá pudiera, pero papá no me deja. Y se aseguró de que los

términos del divorcio fueran bastante absolutos.

Había una miseria en su voz que Sydney y yo captamos.

—¿Quieres salir? —preguntó Sydney con urgencia—. ¿Quieres ser

libre de ellos?

—Todavía no —dijo Zoe. Al ver la mirada escéptica de Sydney,

continuó—: No, lo digo en serio. No temo hablar. Todavía creo en la causa…

pero no siempre estoy contenta con algunos de los métodos. Eso no quiere

decir que esté lista para renunciar. Quiero seguir aprendiendo y trabajar

con ellos… y luego, ¿quién sabe? —Su rostro se ensombreció un poco—.

Aunque no me importaría ver a mamá otra vez.

—¡Zoe! —gritó Jared. Recién se había dado cuenta de que hablaba

con nosotros—. Ven aquí y…

—Estoy recibiendo un informe —exclamó la Alquimista en la

comunicación. Estaba sentada junto a un guardián con quien estaba

compartiendo el deber de vigilancia. Los dos llevaban auriculares, con

laptops frente de ellos, y él hizo un gesto de asentimiento—. Los dos equipos

están dentro, pero aparentemente hay minas en la propiedad.

Sydney apretó mi mano, y un terrible silencio descendió sobre todos

nosotros mientras esperábamos por más. El rostro de Alicia vino a mi mente,

burlándose de que nunca llegaríamos a Jill.

—Las minas han sido evitadas —dijo el guardián varios minutos

después. Todos exhalamos con alivio, solo para tensarnos una vez más—.

Están atrayendo a los enemigos combatientes ahora.

Incluso con la amortiguación de los auriculares, pude oír el crepitar

de los urgentes mensajes de aquellos que asaltaban el recinto, así como lo

que sonaban como disparos. Sydney se apoyó en mí otra vez, una de sus

manos apoyada en el pequeño collar con una cruz de madera que había

pintado para ella hace mucho tiempo. Minutos parecieron horas, y a través

de todo, solo seguía pensando: Yo debería estar allí, debería estar allí.

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¿Por qué?, se burló tía Tatiana. ¿De qué servirías sin el espíritu? Tu

esposa no te permitiría utilizarlo allí, ¿recuerdas?

Una sonrisa estalló de repente en el rostro del guardián al escuchar

el último mensaje.

—Están dentro. Los niveles superiores del recinto han sido

incautados. Todos los combatientes detenidos. —Hizo una pausa mientras

llegaba más información—. No hubo víctimas de nuestro lado. —En un

sorprendente momento de solidaridad, tanto él como la Alquimista chocaron

los cinco, pero no podía compartir su alegría, aún no.

—¿Tienen a Jill? —exigí—. ¿Tienen ya a la princesa?

El guardián sacudió la cabeza.

—Van por ella ahora. Está siendo recluida en el sótano, pero

realizaron detección de calor, y solo hay una persona allí. Toda la evidencia

apunta a una Moroi de su tamaño.

Atraje a Sydney hacia mí con un abrazo aplastante, enterrando mi

cara en su cabello.

—Se acabó. Al fin se ha acabado. —No era una persona de lágrimas,

pero las sentí venir a mis ojos al pensar que pronto me reuniría con Jill.

—Yo… Sí. ¿Qué es eso?

Me volví hacia la Alquimista con los auriculares y me di cuenta que

estaba hablando con alguien en el otro extremo, no a nosotros. Frunció sus

rasgos, y luego levantó la vista hacia nosotros.

—Alguien quiere hablar con usted, Sra. Ivashkov.

Por el rabillo de mi ojo, vi al padre de Sydney mirar ante el nombre.

—¿Yo? —preguntó Sydney, aceptando los auriculares que le

entregaron. Se los puso y se sentó en la silla, uniéndose a una conversación

de la que solo podía escuchar la mitad—. ¿Qué quieres decir? Ya veo… ¿hay

marcas? ¿Objetos? Bueno… no, podrías tener razón. Solo espera… iré. Sí.

Se puso de pie y se quitó los auriculares.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

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—Era Eddie —dijo ella—. Estaba con el grupo a punto de asaltar el

sótano, pero luego, en el último minuto, hizo que se detuvieran en la

entrada.

—¿Por qué? —preguntó Zoe.

Sydney se encontró con mis ojos.

—Dijo que olía como la casa de la Sra. Terwilliger.

Por un momento, pensé que sugería que Jackie se encontraba allí, y

luego entendí la deducción a la que él había llegado.

—¿Crees que hay algún tipo de uso de la magia ahí abajo?

—Alicia fue quien capturó a Jill para ellos —comentó Sydney—. Es

posible que dejara algún tipo de trampa en el lugar. También explicaría el

por qué no había Guerreros haciendo guardia allí abajo.

—Probablemente porque todos corrieron para luchar en el asalto

inicial —dijo su papá.

Las palabras de Alicia hicieron eco: ¡Nunca llegarás a ella! ¡Nunca

conseguirás pasar hacia ella! Un sentimiento de temor se instaló en mi

estómago.

—No, hay algo ahí.

—Han suspendido las cosas hasta que pueda salir hasta allí a mirar

—dijo Sydney. Sus ojos se encontraron con los míos—. ¿Vienes conmigo?

No había necesidad de que preguntara, y ambos lo sabíamos. Un

guardián nos condujo hasta el lugar, que estaba fuera de la propia ciudad.

Sin sorpresas ahí, como fanáticos tendían a no construir sus fortalezas en

áreas civilizadas llenas de gente que podría llamar a la policía. El terreno

desértico dominaba, aunque de una manera diferente a Palm Springs. Las

rocas y el suelo eran de un rojo que parecía golpear en el sol poniente, con

pequeñas manchas de vegetación arbustiva, por aquí y por allá. El recinto

en sí era un gran edificio de una planta rodeado por alambre de púas. Los

Alquimistas y los guardianes patrullaban el área de lado a lado, y podía ver

el lugar donde habían cercado y contenido a los enemigos Guerreros. Dimitri

nos recibió mientras salíamos del auto.

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—Por este camino —dijo, señalando hacia adelante—. Creemos que

todavía hay minas en el área. Los llevaré a salvo por un camino que conozco.

Lo seguimos por el terreno rocoso, en el recinto, más allá de los

prisioneros evidentes. El edificio en sí era tan escueto como un cuartel

militar, y por lo que pude ver, no había servido para ningún propósito

excepto para mantener prisioneros y como un lugar de reunión para discutir

los locos planes anti vampiros. Me estremecí al verlo todo.

Una escalera en el centro de la construcción dirigía la planta baja a

un nivel subterráneo, y allí, vimos a Eddie, Neil, y Rose esperando en la

parte inferior. Sydney y yo bajamos las escaleras y nos encontramos frente

a un largo pasillo de concreto que se extendía hasta la oscuridad. Podían

verse unas cuantas puertas, pero no tenía ni idea de lo que había más allá

de ellas. A mi lado, Sydney hizo una mueca.

—Me recuerda a una versión primitiva de algunos de los niveles de

re-educación —murmuró, temblando.

Recordando cuando ayudé a rescatarla, pude entender lo que quería

decir. Esa instalación también había contenido vastos salones con puertas

misteriosas, a pesar de que había tenido una sensación mucho más clínica

de ella. Todo había estado estéril e iluminado con fuerte luz fluorescente.

Esta, por su parte, era más como una sucia mazmorra medieval en las

tierras salvajes de Utah. Me hizo sentir enfermo el pensar en Jill estando

dentro.

—Creemos que Jill está sola ahí abajo —dijo Rose—. Eso es lo que el

equipo de Alquimistas detectó. Quiero entrar a buscarla, pero Eddie…

—Estaba claro que no compartía los temores de él.

Él parecía un poco avergonzado, pero se mantuvo firme.

—Simplemente no puedo evitar la sensación de que hay algo más

aquí. ¿Por qué no tener guardias vigilando a su prisionera más valiosa? ¿Y

hueles eso?

Sydney asintió, y tuve que estar de acuerdo.

—Esto huele como la casa de Jackie —remarqué.

—Alguien quemó incienso aquí —dijo Sydney—. A pesar de que no

es algo que verías usando demasiado a la Sra Terwilliger. Vetiver. Loto negro.

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—Frunció el ceño y escudriñó alrededor—. Allí. Hay un poco de ceniza en el

pasillo. Ahí es donde fue quemado.

Empecé a investigar, pero me retuvo.

—Espera —dijo. Levantó la mano y pronunció unas palabras en un

idioma que no conocía. Después de varios segundos, símbolos brillantes

aparecieron en el techo encima de donde estaban las cenizas. Sydney los

estudió atentamente hasta que se desvanecieron, y luego exhaló en

consternación—. Maldición.

Rara vez la escuchaba maldecir y pensé que no era un buen presagio.

—¿Qué es? —le pregunté.

—Hay un demonio aquí —respondió en un tono demasiado casual

para ese tipo de pronunciamiento—. Parece que Alicia convocó a uno para

hacer guardia.

—Hopper es técnicamente un demonio —ofrecí.

Su rostro estaba sombrío.

—No de ese tipo, me temo. Este es un senicus. —Al ver nuestras

miradas en blanco, preguntó—: ¿Alguna vez han escuchado hablar de la

hidra de la mitología griega? Es algo así. De ese tipo. Una serpiente, con un

montón de cabezas. Pero estas cabezas escupen ácido hirviendo.

Había tomado mitología griega en la preparatoria y en realidad puse

atención.

—¿Las cabezas vuelven a crecer también? —pregunté.

—No si las destruyes con fuego —respondió.

—¿Necesitamos un lanza llamas? —preguntó Neil.

Sydney extendió la palma de su mano y una bola de fuego apareció.

—No es necesario.

Los ojos de Rose se abrieron con asombro.

—Guau. ¿Las cuchillas pueden herir a esta cosa?

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—No —dijo Sydney—. Tiene una piel mágica que lo protegerá. Soy la

única que realmente puede encargarse de esta cosa. Lo que deben hacer es

lograr sacar a Jill de aquí mientras la distraigo. Alguien tiene que colarse

mientras está ocupado. La única manera de destruir a esta cosa es con

fuego, y no quiero a Jill atrapada aquí si las cosas literalmente echan humo.

Una vez más, me estaba sintiendo inútil. Sydney podía ser una

profesional manejando bolas de fuego, pero eso no significaba que quisiera

que se hiciera cargo de esta cosa hidra-demonio sola.

—¿Qué debería hacer?

—Nada —dijo—. ¡Sal de aquí!

¡Ella piensa que eres un incompetente!, siseó tía Tatiana. Piensa que

serás un estorbo.

—Sydney, déjame ayudarte —insistí.

Los ojos de Sydney ni siquiera estaban en mí mientras escudriñaba

el pasillo, probablemente evaluando sus bolas de fuego y cuán flamable era

todo el asunto.

—Adrian, no hay nada que hacer aquí. Mantente a salvo en caso de

que Jill necesite ayuda cuando salga.

¿Escuchas eso?, preguntó tía Tatiana. ¡No cree que seas capaz de

algo!

Mi temperamento comenzó a estallar y estuve a punto de estar de

acuerdo con tía Tatiana hasta que me tomé un momento para repetirme

mentalmente lo que Sydney había dicho. No, ella tiene razón, le dije al

fantasma en mi cabeza. Si Jill está herida, necesito conservar mi poder. No

repetir lo de Olive.

Tía Tatiana estuvo en desacuerdo. ¡No es necesario guardarlo!

¡Puedes hacerlo todo!

Tratando de dejar fuera esa voz interna, besé a Sydney y la abracé

brevemente.

—Ten cuidado —murmuré—. Y si me necesitas, estaré cerca.

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—No demasiado cerca —advirtió—. Esta cosa escupe ácido. No puedo

permitir que te hiera.

—Entendido —dije, antes de que tía Tatiana pudiera protestar sobre

cuánto me estaba mimando Sydney.

Tomé una posición en la escalera, permitiéndome un escape rápido

en caso de ser necesario, pero también me daba una buena vista sobre la

acción a punto suceder. No lo había discutido con Sydney, pero la salud de

Jill no era lo único que me preocupaba. Junto con Sydney, los dhampirs

estaban poniéndose en peligro. Quería estar cerca en caso de que alguno de

ellos resultara herido en esta aventura. Después de una acalorada

discusión, los tres hicieron un plan. Eddie y Neil esperarían conmigo como

refuerzos mientras Rose se deslizaba sola en el corredor. Todos los chicos

querían ir, pero ella señaló que era más pequeña y más rápida. También

argumentó que todos ellos, más Jill, tratando de pasar junto al demonio

reducirían el espacio. Era difícil para los chicos culparla por su lógica, y

Sydney coincidió en que con bolas de fuego volando, sería más fácil para

ella tener menos personas de las que preocuparse.

Así que Eddie y Neil vinieron a esperar conmigo a regañadientes, y

Rose se cernió justo detrás de Sydney.

—Es hora de convocarlo —dijo Sydney nerviosamente—. Hubiera

venido por su cuenta si atravesaba esas runas, pero preferiría hacerlo bajo

mis propios términos. —Levantó las manos y pronunció un conjuro que hizo

resplandecer las marcas en el techo una vez más. Solo que esta vez, una

criatura se materializó debajo.

Comprendí entonces por qué una hidra había sido su comparación

más cercana. De la cintura para abajo, el demonio caminaba sobre dos patas

como lo hacíamos nosotros, aunque con la piel escamosa y garras en sus

pies. De la cintura para arriba, tenía varios tentáculos sinuosos que se

extendían desde su torso, así como cinco cuellos de serpiente y cabezas.

Todas estaban silbando y mirando a Sydney. Sentí mi estómago revolverse

por el miedo al verlo y casi deseé por una vez que los únicos monstruos que

conociera en este mundo fueran Strigoi. A pesar del terror que esa cosa

inspiraba, todavía sentía una urgencia abrumadora por ayudar a Sydney.

No importaba si mi propia vida estaba en riesgo. Con mucho gusto la

sacrificaría por la suya.

¡Hazlo! ¡Hazlo!, exclamó tía Tatiana. ¡Arrójale algo!

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—No hay nada que arrojar —le dije—. Y Sydney hará esto.

—¿Uhm? —preguntó Eddie.

Había hablado en voz alta de nuevo y sacudí mi cabeza.

—Nada.

Sydney se mantuvo firme, mirando fijamente a la serpiente-demonio

delante de ella como si lo hiciera todos los días y ahora no hubiera entrado

inesperadamente en su guarida. Una bola de fuego llegó fácilmente a sus

dedos, y la lanzó sin preámbulos a una de sus cabezas serpenteando. Su

puntería era buena, excepto que la serpiente era demasiado rápida. En un

abrir y cerrar de ojos había desviado su cabeza y la había esquivado. Una

de las otras cabezas escupió un pegote de baba verde brillante que aterrizó

en el suelo de concreto y empezó a roer la superficie. No quería pensar lo

que le haría eso a la carne.

Sydney lanzó y falló de nuevo, pero su mirada se mantuvo inflexible.

—Buscaré una oportunidad —la escuché decir a Rose—. Y cuando

eso pase haz tu movimiento.

Rose se apoyó a su lado, lista para saltar. Ambas formaban un combo

sorprendente, una morena y la otra rubia, ambas completamente sin miedo

en el rostro ante el peligro. Eran hermosas en su letalidad.

La siguiente bola de fuego de Sydney golpeó una cabeza. La criatura

se echó hacia atrás por el dolor, todas sus cabezas sobrevivientes gritando.

Rose tomó su oportunidad, corriendo más allá de la criatura y

manteniéndose en el lado opuesto del pasillo de concreto. Aun así, el

demonio se fijó en ella y comenzó a girar, pero una bola de fuego lo golpeó

directamente, volviendo su enojó de nuevo a Sydney. Algunos de sus

tentáculos eran cortos y regordetes, pero otros bastante largos y en

ocasiones eran peligrosos para ella, significando que tenía que esquivar esos

ataques y el ácido. Lo manejaba con más habilidad de la que yo podría hacer,

evadiendo los golpes con tal habilidad que Wolfe habría aplaudido.

—Demasiado cerca —murmuró Neil, después de que Sydney apenas

esquivara un poco de ácido.

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—Ella tiene esto bajo control —le dije. Y como si fuera una señal,

otra bola de fuego hizo estallar una de las cabezas de la serpiente, dejando

piel carbonizada detrás.

—¿Qué le está tomando tanto tiempo a Rose? —preguntó Eddie.

No tenía una respuesta para eso. Había desaparecido en la oscuridad

y ninguno de nosotros sabía qué había más allá. Podía tener veinte puertas

en las que buscar. O tal vez estaban cerradas. O Jill podría estar atada o

encadenada. Ninguno lo sabía a ciencia cierta, y la incertidumbre era dura

para el resto de nosotros.

Sydney recién había aniquilado la tercera cabeza de la serpiente

cuando escuché a Eddie jadear bruscamente. En las sombras más allá de

la criatura, solo podía divisar a Rose, con otra figura apoyándose

pesadamente en su hombro. La cara de la otra persona estaba enterrada en

el hombro de Rose, pero no había duda viendo la maraña de largo cabello

castaño claro. Mi corazón saltó a mi garganta.

Jill.

Rose estaba obviamente esperando una oportunidad para regresar y

un cambio en la postura de Sydney me dijo que las había visto detrás del

demonio. Lanzó una amplia bola de fuego, una que no estaba dirigida

específicamente a una cabeza, pero que obligó a la criatura a irse a la parte

posterior del lado del pasillo. Rose reconoció su oportunidad y se apresuró

hacia adelante, medio arrastrando a Jill en el camino. Un grupo de

tentáculos atrapó la pierna de Rose, y dejé de respirar, pero luego una rápida

bola de fuego bien colocada eliminó su cuarta cabeza. La criatura la soltó y

volcó su ira sobre Sydney mientras Rose se abría paso y llevaba a Jill a las

escaleras.

En un instante, Eddie y Neil estuvieron a su lado, ayudando a Rose

a llevarla. Mi estómago se retorció mientras ponía los ojos en Jill, y tuve una

sensación incómoda de déjà vu de nuevo en la época en la que por fin

habíamos encontrado a Sydney en las profundidades del centro de re-

educación. La condición de Jill era similar. Había perdido una considerable

cantidad de peso y su piel estaba pálida, incluso para los estándares Moroi.

Tenía una pijama arrugada y sucia, con el que había sido secuestrada, sin

duda, y parecía como si no se hubiera bañado tampoco. Sus pupilas estaban

ligeramente dilatadas, lo que confirmaba que le habían dado algún tipo de

droga que había interferido para que no pudiera entrar en sus sueños.

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—¿Estás bien? —le pregunté. Le infundí algo de mi espíritu,

preparado para sanarla.

—No-no, no lo hagas —me advirtió. Incluso drogada, el lazo todavía

estaba trabajando. Eso, o simplemente me conocía bastante bien a estas

alturas para adivinar lo que haría. Le tomó unos segundos formar el resto

de sus palabras—. Yo… Solo estoy débil. Hambrienta. Me dieron sangre de

animal.

Mi estómago se revolvió con eso. Los Moroi podían sobrevivir con

sangre de animales, pero “sobrevivir” era la forma más amable en la que se

podía decir. Nos mantendría con vida, pero perderíamos una cantidad

considerable de fuerza y energía. Siempre aparecían historias de vez en

cuando sobre alguna familia Moroi que quedaba atrapada sin un

alimentador por una semana o así y tenía que alimentarse de animales.

Emergían frágiles y debilitados, haciéndolo toda una sensación para los

titulares de las noticias Moroi. Ni siquiera podía imaginar la forma en la que

Jill debía estar después de un mes de eso. Lo que explicaba por qué apenas

podía estar de pie.

Aun así, el instinto estaba allí para ayudarla de todas formas, para

darle un estímulo con el espíritu.

—No —dijo bruscamente, de nuevo anticipándose a mí—. Solo

llévame con un alimentador. Y ve a sacar a alguien de la parte trasera de

esta propiedad. Hay un cobertizo allí con otro prisionero en el sótano.

—La llevaré con un alimentador —dijo Eddie, empezando a moverse

por las escaleras. Rose lo ayudó sujetando a Jill del otro lado.

—Iré a buscar al otro Moroi —dijo Neil, yendo por delante de ellos.

Hizo una pausa y miró a Sydney—. ¿A menos que me necesites?

Sacudí mi cabeza.

—La sacaré de aquí. Ve a ayudar a los demás.

Los dhampirs y Jill desaparecieron, dejándome solo para cuidar de

Sydney. Ese demonio serpiente había sido reducido a una sola cabeza, pero

ahora me daba cuenta de que había humo en el pasillo. Una de las bolas de

fuego debió haber alcanzado una puerta e incendiado algo.

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—Tenemos que salir de aquí —le grité—. El fuego puede propagarse.

Jill está a salvo.

—¡No voy a dejar que este tipo esté por todas partes! —gritó Sydney.

Una bola de fuego bien colocada casi golpeó la cabeza restante, pero la

criatura la esquivó en el último segundo, por apenas un centímetro. Rugió

con furia, y uno de sus tentáculos se disparó más rápidamente de lo que

Sydney pudo anticipar. La tomó por los pies, haciéndola caer al suelo, y con

la misma velocidad, el demonio se apresuró, su última cabeza se levantó en

señal de triunfo mientras se preparaba para empaparla con ácido.

¡Haz algo! ¡Haz algo!, me gritó tía Tatiana.

Pero no había nada que arrojar telequinéticamente, no había plantas

para convocar como Sonya podía hacer. Este era el mundo real, no era un

sueño. El espíritu no era magia de combate, pero en un latido de corazón,

aún sabía que tenía que actuar. Sydney, mi corazón, mi amor, y mi esposa,

estaba a segundos de la muerte. Hubiera arrojado con mucho gusto mi

cuerpo en frente de ella, pero no había tiempo para eso. Tenía solo una

milésima de segundo para decidir, así que saqué mi último truco del

espíritu.

—¡Alto! —ordené.

El espíritu me quemó traspasándome y envió una ola de coacción al

demonio, intentando doblegar su voluntad ante la mía. Nunca había hecho

algo así. Ni siquiera sabía si se podía hacer. La criatura en realidad hizo una

pausa, no obstante, haciéndome pensar que tenía la sensibilidad y la

habilidad de controlarla. Énfasis en la habilidad. Porque a pesar de que la

criatura momentáneamente estaba atrapada en sí, podía sentir mi agarre

deslizándose, y gruñó de nuevo, lista para atacar a Sydney. Cuanta más

fuerza de voluntad tenía una persona, más difícil era doblegarla. Los

demonios deben estar en una clase completamente diferente, porque ya

estaba desplegando el espíritu y apenas estaba teniendo efecto.

¡Más, más!, dijo tía Tatiana.

Usé una mayor cantidad de reserva del espíritu, usando todo en mí,

toda mi energía y vida, toda mi resolución. Era más de lo que había utilizado

en el sueño con Olive, casi tanto como había usado para traer de vuelta a

Jill. El espíritu llenó cada parte de mí, haciéndome más grandioso de lo que

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había pensado que alguna vez podía ser, casi divino. Volqué todo ese poder

sobre el demonio, ejerciendo mi control mientras emitía mis órdenes:

—¡Déjala ir! ¡Retrocede!

El demonio obedeció.

Sus tentáculos liberaron a Sydney, quien se apresuró y se puso de

pie. El fuego llenó sus palmas, y con el demonio esclavizado, era un blanco

fácil para que eliminara su última cabeza. Una vez que fue destruida, el

resto del cuerpo de la criatura se desintegró en un fino polvo negro. El

espíritu todavía ardía dentro de mí, sin embargo, haciéndome sentir eufórico

e imparable. Sydney se apresuró a mi lado y me tomó de un brazo.

—Adrian, déjalo ir —dijo—. Está hecho. Lo hiciste. ¡Libera la magia!

Nunca nadie ha poseído el poder de esta manera, me dijo tía Tatiana.

¿Puedes sentirlo? ¿No te sientes vivo? ¿Por qué querrías dejar ir esto?

Estaba en lo cierto. Con este tipo de poder, podía hacer grandes

cosas. Los Strigoi, los Guerreros, incluso los demonios: Ninguno de nuestros

enemigos tenía una oportunidad. No necesitaba estacas de plata o la vacuna

de Sonya. Podía hacerlo todo. Salvaría a nuestra gente sin ayuda.

—¡Adrian! ¡Adrian!

Por un momento, no supe a quién pertenecía la voz. Estaba

demasiado perdido en mi poder, poder que me estaba consumiendo. Un

rostro se movió ante mi visión llena de humo, una humana con el cabello

rubio y ojos marrones, pero tampoco la conocía.

—Adrian —gritó de nuevo—. Déjalo ir. Por Favor. Suelta la magia,

por mí.

Por mí, había dicho.

Pero, ¿quién era ella? Entonces, por fin, la intoxicación del espíritu

se desvaneció lo suficiente para que reconociera a Sydney. Sydney, mi

esposa. Era la que estaba frente a mí, con una expresión completamente

aterrorizada.

Ignórala, dijo tía Tatiana. ¡Esta es la magia que naciste para controlar!

Sydney me apretó la mano.

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—Adrian, por favor. Suelta la magia.

Podía sentir al espíritu empezando a oscurecer mi mente otra vez,

empezando a borrar a Sydney, comenzando a destruir todo mi razonamiento

superior, tal como había sucedido con Nina. Quería dejarla ir, pero era difícil

cuando ese poder me daba una embriagadora sensación de gloria.

Eres un dios, me dijo tía Tatiana. Estoy tan orgullosa de ti.

—Adrian —dijo Sydney—. Te amo.

Esas palabras, esa voz, tenían más poder sobre mí del que cualquier

fantasma jamás podría. Y entonces, justo antes de que el espíritu pudiera

borrarla de nuevo, dejé ir la magia.

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Traducido por Areli97

Corregido por veroonoel

upe cuándo sucedió. Lo vi en sus ojos, un repentino volver

en sí mismo. Por lo menos esperaba que estuviera

volviendo en sí. No tenía idea de qué tipo de poder había

usado para dar órdenes a un demonio de otro mundo, pero sabía lo que le

hacían cantidades masivas del espíritu a aquellos que lo esgrimían.

—Sydney —jadeó, hundiéndose contra mí.

Casi lloré de alivio.

—Sí. Ven, vámonos.

La puerta que había golpeado por accidente ahora estaba ardiendo

alegremente, y no sabía cómo se conectaban estas habitaciones inferiores

con el piso principal. No quería arriesgarme a que todo colapsara sobre

nosotros. Adrian parecía un poco confundido, y tuve que guiarlo hacia las

escaleras. Una parte de mí presa del pánico continuaba pensando de regreso

a lo que me había contado acerca de Nina, cómo el espíritu la había dejado

incoherente. Él me reconoció, me dije a mí misma. Me reconoció. Mientras

tuviéramos eso, tenía que creer que todo estaría bien.

Logramos llegar al piso superior, donde un grupo de guardianes

esperaban ansiosamente en la entrada de la escalera. Habían estado bajo

órdenes estrictas de no interferir, pero estaba claro que eso iba contra su

naturaleza.

—Saquen a todos de aquí —le dije al guardián más cerca de mí—.

Hay un incendio ahí abajo, y no sé qué tanto se ha esparcido. Y asegúrense

S

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que no queden armas aquí arriba. —Estos eran los Guerreros, después de

todo. No quería que surgiera un nuevo desastre por explosivos

encendiéndose accidentalmente.

Adrian y yo conseguimos llegar afuera, y lo guie más allá de los

guardianes ocupados y los Alquimistas, así como de los Guerreros

prisioneros. Cerca de donde habíamos estacionados, capté un vistazo de

algunos rostros familiares y los hice nuestro destino. Rose, Dimitri, y Eddie

estaban parados cerca de Jill, quien estaba sentada en una silla plegable al

lado de otra silla. El ocupante de esa silla estaba comenzando a levantarse

y ser alejado por un guardián, y reconocí la expresión vacía de un

alimentador.

—Espera —lo llamé—. Adrian también necesita sangre.

Jill se puso de pie de un salto, aún con aspecto fatigado y desaliñado,

pero con mucha más vida y color en su rostro que cuando la había visto en

el sótano. A pesar de todo por lo que acababa de pasar, se apresuró para

ayudar a Adrian a sentarse. No sabía si él realmente necesitaba sangre, pero

él había pasado a través de su propia experiencia penosa, y la sangre

normalmente tenía un efecto curativo en los Moroi. No me había dicho ni

una palabra desde que dijo mi nombre más temprano, y no podía sacudirme

el pánico de que el espíritu finalmente lo había reclamado para siempre. El

alimentador ofreció su cuello, y Adrian automáticamente se inclinó y

mordió. Aparté la vista, insegura de que alguna vez estaría completamente

cómoda con esta parte de la vida vampírica.

—Él está ahí dentro —dijo Jill, sosteniendo mi mano, sus ojos verdes

pareciendo incluso más amplios que de costumbre con su cara tan

demacrada—. Estará bien.

Asentí y traté de contener las lágrimas.

—Deberías estar descansando —le dije. Mi corazón estaba atado con

Adrian, pero me golpeó entonces simplemente el cuánto debió de haber

soportado ella. El hecho de que pudiera pararse aquí y estar preocupada por

alguien más era una prueba de su fortaleza—. Oh, Dios, Jill. No puedo

siquiera imaginar por lo qué debiste de haber pasado. Lamento tanto que

no hayamos podido llegar a ti antes. ¿Te hirieron?

Sacudió su cabeza y logró una sonrisa débil, aunque podía ver la

angustia en sus ojos.

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—La mayoría estaban demasiado nerviosos de estar alrededor de mí

mucho tiempo. Alicia tenía algún tipo de condiciones sobre el tiempo puesto

en ese hechizo… con esa criatura. Había un periodo corto cada día,

alrededor del amanecer, cuando alguien podía entrar a mi celda, drogarme,

dejar comida y sangre, y luego salir. Nunca se quedaban mucho tiempo…

creo que estaban demasiado asustados de quedarse atrapados ahí conmigo.

—Lo lamento tanto —repetí—. Desearía que hubiéramos podido

salvarte antes.

Jill me abrazó.

―Sé que estaban tratando de hacerlo. Fui capaz de ver mucho a

través del lazo y…

—¿Jailbait?

El alimentador se estaba alejando, y Adrian estaba mirando en

nuestra dirección, su expresión alerta y clara. Jill gritó y corrió hacia sus

brazos, las lágrimas brillando en su rostro. Mis propias lágrimas cayeron

entonces, incapaces de detenerse a sí mismas a raíz de su reencuentro.

—Estás bien —exhaló, ahuecando su rostro—. Estás bien. Estaba

tan preocupado. No tienes idea. Pensé que te había fallado…

Jill comenzó a llorar más fuerte.

—Nunca me has fallado. Nunca.

También quería arrojarme a mí misma en los brazos de Adrian pero

esperé para que pudieran tener este momento. El amor que Adrian y yo

compartíamos era poderoso, y sabía que podía sustentarnos por el resto de

nuestras vidas, sin importar lo que viniera. Pero el amor que él y Jill

compartían, este afecto como el de hermanos nacidos del espíritu, era

poderoso también. Sabía cómo lo había consumido estar lejos de ella.

El sonido de la puerta de un auto atrapó mi atención. Miré hacia el

otro lado del improvisado estacionamiento justo a tiempo de ver a mi padre

y a Zoe saliendo de un auto… con Stanton. Después de un rápido vistazo

para cerciorarme que Adrian y Jill estaban bien sin mí, caminé hacía allí

para interceptar a los Alquimistas.

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—Sydney —dijo Stanton, a modo de saludo—. Parece que todo salió

bien en esta operación tuya. ¿Presumo que me darás esos otros dos

nombres?

—Charlene Hampton y Eugene Li —dije enseguida.

Stanton los repitió para sí misma e inmediatamente buscó su

teléfono celular.

—Muy bien. Veré que sean investigados.

—¿Qué hay acerca del resto de nuestro trato? —exigí.

—No ha pasado mucho tiempo —me recordó—. Pero fui capaz de

obtener una decisión intermedia, para ti. Los otros líderes Alquimistas han

acordado dejarte en paz. Tú y tu, uh, esposo pueden salir al mundo y hacer

lo que sea que tengan planeado hacer. —Un pequeño ceño fruncido en su

de cualquier otra manera correcta entrega fue la única indicación de cuán

desagradable encontraba ese panorama.

—¿Lo dices en serio? —pregunté—. ¿Adrian y yo somos libres?

¿Nadie espiándonos o mirándonos por encima del hombro? —La mandíbula

de mi papá cayó.

—Tan libre como cualquiera en este mundo —dijo tristemente—.

Honestamente, creo que fue un alivio para algunos de ellos. Eres un

tremendo montón de problemas, Sydney Ivashkov.

No pude evitar sonreír.

—¿Y qué hay acerca de los otros? ¿Los otros detenidos?

—Amnistía para ellos también… si entregas la información

—agregó—. No puedo hacer ninguna garantía acerca del futuro de re-

educación. Ese es un asunto más complejo.

No parecía tan complejo para mí, pero la libertad para mí y los otros

que habían sufrido a través de re-educación era una gran bendición, si los

Alquimistas se mantenían fieles a ella.

—Quería decir lo que dije sobre mis dudas referentes al asunto de

re-educación —me dijo Stanton—. Son algunas que planeo perseguir. Sí

necesitamos un sistema disciplinario en su lugar, como en el caso de la

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aparición de los tatuajes, pero obviamente, hay líneas que quizás seamos

capaces de redefinir mejor.

—Gracias, señora —dije. De nuevo, esperaba que estuviera en lo

correcto en mi lectura de ella, que estuviera diciendo la verdad—. Haré que

los contenidos de la laptop le sean enviados.

—Excelente. Ahora discúlpenme un momento mientras lidio con la

Sra. Hampton y con el Sr. Li. —Marcó un número en su teléfono celular y

se alejó, dejándome en una situación ligeramente incómoda con mi papá y

Zoe.

—No sé qué tienes sobre ella —gruñó mi papá—. Pero no hay manera

de que los Alquimistas te vayan a dejar salirte con la tuya con esta

abominación de vida. Algunos quizás piensen que está bien, pero otros no

lo harán.

—Eso es verdad —dije—. Pero Stanton claramente piensa que está

bien. Y creo firmemente que personas como ella harán un argumento lo

suficientemente fuerte para aligerar las cosas para mí y algunos de los otros

que ya no quieren ser parte de los Alquimistas. De hecho, tú la vas a ayudar

a hacer ese argumento.

La furia chispeó en sus ojos.

—Nunca.

—Porque aquí está la cosa, papá —le dije, continuando como si no

hubiera hablado—, logré que Stanton me ayudara con este rescate dándole

el nombre de cuatro personas que estaban trabajando con los Guerreros

para hacer más de esos tatuajes ilícitos. Le di cuatro… pero tengo cinco. Y

creo que tú sabes quién era el quinto.

—No tengo idea —dijo inmediatamente.

Zoe le dio una mirada escandalizada.

—¿Qué? Tú no lo hiciste… tú no podrías haber…

—La prueba está ahí —dije—. La laptop que recuperamos tiene

registros de las reuniones y las órdenes que hiciste con algunos de los

Guerreros. Ahora, si tienes suerte, los Alquimistas que ya están arrestados

no te entregarán para salvarse a sí mismos. Y si eres cooperativo, yo

tampoco te entregaré.

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—Cooperativo —se mofó—. ¿Qué significa eso para alguien como tú?

Alguien que ha arrojado lejos todas las lecciones morales con las que fuiste

criada…

—Significa —interrumpí—, que vas a apoyar a Stanton en revisar re-

educación y en mantener su trato conmigo. Y también quiere decir que vas

a reestructurar el arreglo de custodia para que Zoe pueda ver a mamá.

Mi papá apretó sus manos en puños.

—¡No tienes derecho a dictar nada de esto! No estaré de acuerdo con

este chantaje.

—Bien —dije—. Entonces iré a decirle a Stanton que hay una

persona más que necesita llevarse. Y no lo olvides, incluso si se deshacen

de re-educación, ella sí dijo que todavía necesitarían medidas disciplinarias

en su lugar para circunstancias como esta.

—Papá, ¿cómo pudiste? —exclamó Zoe—. ¡Sabes a cuántas personas

hirieron esos tatuajes!

—No lo entiendes —dijo—. Son los Guerreros lo que los estarían

obteniendo. No importa lo que les pase a ellos.

Asentí en fingida solemnidad.

—Estoy segura que ese argumento hipócrita se sostendrá bien con

Stanton. Los Alquimistas adoran las áreas grises. Ellos ciertamente las

prefieren por encima que las negras o blancas.

—¿Sydney? —escuché llamar a Adrian. Me giré y le di un rápido

saludo con la mano antes de girarme de vuelta a mi papá y a Zoe.

—Esos son mis términos. Cúmplelos, y me aseguraré que no haya

mención de tu nombre cuando le entregue la información a Stanton. Y si

no… —Lo dejé colgado, permitiendo que la imaginación de mi padre hiciera

el trabajo por él. Mientras estaba parado ahí conmocionado, le di a Zoe un

abrazo rápido—. Es bueno verte. Mándame un mensaje si no te deja ver a

mamá, aunque probablemente me enteraré antes que eso.

Dejándolos, volví hacia donde estaban mis amigos. Solamente

Dimitri y Neil no estaban. Adrian me interceptó, estrechándome dentro de

sus brazos.

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—Sydney —respiró en mi oído—. Siento tanto haberlo perdido allá

abajo.

—No perdiste nada —dije intensamente, envolviendo mis brazos

alrededor de su cuello—. Lo lograste. Te trajiste de vuelta e hiciste lo

correcto.

—No sentí como que lo estuviera logrando —dijo suavemente,

sosteniendo mi mirada—. Hubo un minuto ahí, en que no te reconocí, no

reconocí nada, excepto cómo se sentía el poder. Y tía Tatiana estaba ahí,

gritando en mi cabeza. Ella aún está ahí, incluso mientras estoy hablándote.

Creo… —Tomó una respiración profunda—. Creo que definitivamente estoy

listo para volver a mis medicamentos. No sé qué pasará si llega un momento

en que necesite el espíritu y no pueda usarlo… pero no hay manera en que

pueda arriesgarme perderme a mí mismo como casi lo hice hoy. No puedo

ser como Nina. Como Avery.

Enterré mi rostro en su pecho.

—No lo serás. Ya has demostrado que no lo eres. Diste un paso atrás

cuando ellos no pudieron. Y pase lo que pase, no tendrás que enfrentarlo

solo. Yo te ayudaré. —Las lágrimas vinieron a mis ojos otra vez, y esta vez,

eran lágrimas de alegría—. Creo que lo hicimos, creo que podremos ser libres

de los Alquimistas. He estado en esos tejes mejes, y… bueno, no sé si

funcionará, pero parece que podría hacerlo. Y… —Me eché a reír, dándome

cuenta que estaba balbuceando—. No sé qué venga después, pero sí sé que

estaremos juntos.

Adrian atrapó mi mano izquierda con la suya, dejando que nuestros

anillos de boda brillaran juntos en una reluciente exhibición de rubíes y

diamantes.

—Eso es todo lo que importa, Sage-Ivashkov. Bueno, eso y yo

teniendo que retar a duelo a Castile si no se espabila con Jill.

Me giré hacia donde Eddie estaba sentado con Jill, sosteniendo su

mano y hablando fervientemente. Me reí de nuevo.

—Creo que perderías en un duelo contra él, sin ofender. Pero

afortunadamente, creo que finalmente está entrando en razón.

Observé a Eddie y Jill algunos momentos más, incapaz de escuchar

lo que estaban diciendo. Por el rostro resplandeciente de ella, eran buenas

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noticias. Tocó su rostro sin afeitar y sonrió, aparentemente agradándole el

desaliño por el que Adrian siempre lo molestaba. Recostándome contra

Adrian, suspiré felizmente, sintiéndome en paz con el mundo por primera

vez en un tiempo muy largo. Nos sentamos ahí, sosteniéndonos el uno al

otro, por varios minutos pacíficos hasta que vimos aproximarse a Dimitri.

—¿Alguna noticia? —pregunté, levantado mi cabeza.

—Lleva a ese alimentador —le dijo Dimitri a otro guardián

caminando detrás de él. El hombre se apresuró a obedecer—. Encontramos

a más Moroi.

—Los otros prisioneros —dijo Jill. Ella echó un vistazo entre Rose y

Eddie—. Les conté acerca de ellos a ustedes chicos. ¿Están bien?

—Sí —dijo Dimitri—. Desnutridos, como tú. Pero estarán bien. Neil

jugó una parte enorme en rescatarlos. Estaban en una prisión muy difícil

de acceder, casi como una caverna que requería una gran cantidad de

escalada.

—Neil es un buen chico —dijo Adrian—. ¿Dónde está?

Dimitri lucía perplejo.

—En realidad pensé que estaba volviendo hacia acá. —Tocó su

auricular—. ¿Alguien tiene una vista de Neil Raymond? —Todos observamos

en silencio mientras Dimitri esperaba por una respuesta. Finalmente,

sacudió su cabeza—. Nadie lo ha visto.

Adrian y yo intercambiamos miradas, el mismo pensamiento

golpeándonos.

—Haz que todos lo busquen —dijo Adrian—. Ahora. Si no lo

encuentran de inmediato, tengo un presentimiento que no lo harán nunca.

Dimitri pareció sorprendido por esa declaración pero no obstante

ordenó una búsqueda en todo el campamento por Neil. Eddie parecía tanto

preocupado como confundido.

—¿Piensan que está herido? ¿O capturado?

Sacudí mi cabeza.

—Pienso que vio una oportunidad. Y tenemos que detenerlo.

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Pero era demasiado tarde, y después de una hora, no vino nada de

vuelta de las búsquedas de Dimitri. Neil había realizado sus actos heroicos

y luego desapareció.

—Él lo sabía —dijo Adrian—. Él sabía que tan pronto esto hubiera

acabado, iba a empezar a abogar a favor de Declan. Esto es mi culpa.

—¿De qué están hablando? —preguntó Rose. Ella podía decir que

algo estaba en marcha y había estado esperando no tan pacientemente

durante la búsqueda—. ¿Declan está bien?

—Él está bien —dijo Adrian, pero de nuevo intercambiamos miradas,

ninguno de nosotros capaz de dar voz a nuestros miedos. Si habíamos

perdido a Neil, ¿qué le iba a pasar a Declan? Adrian sacudió su cabeza—.

Encontraré a Neil en un sueño.

—Adrian —advertí—. Acabas de decir…

—Lo sé, lo sé —dijo con un gemido—. Pero tenemos que encontrar a

Neil. Tú sabes por qué.

Aquí estaba, el espíritu amenazándonos de nuevo.

—Incluso si lo encuentras en el mundo de los sueños, esa no es

garantía de que volverá con nosotros cuando despierte —le recordé a Adrian.

—¿Podría alguien por favor decirme qué está pasando? —preguntó

Eddie—. ¿Por qué no volvería Neil?

Entrelacé mis dedos con los de Adrian.

—Solamente volvamos con Declan. Entonces averiguaremos qué

hacer en cuanto a Neil.

Incluso aunque ellos no sabían la historia completa, Rose, Dimitri, y

Eddie querían volver a casa de Clarence con Adrian y conmigo con la

esperanza de rastrear a Neil. Jill quería también, pero fue llevada a la Corte,

tanto para estar bajo la protección de Lissa como para recibir más

tratamiento médico. Podía decir que era agonizante para Eddie alejarse de

ella, pero Neil era su amigo, y se habían salvado la vida el uno al otro más

de una vez. Pretendí no ver mientras Eddie besaba a Jill de despedida y le

prometía verla pronto.

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De vuelta en casa de Clarence, encontramos las cosas como las

habíamos dejado. Clarence estaba descansando en su habitación, y Daniella

estaba en la sala, hablando acerca de cómo Declan necesitaba pijamas

hechas de algodón orgánico en vez de “Dios-sabe-qué” tipo de algodón. Ella

nos contó, para nuestra completa sorpresa, que Neil había pasado por ahí.

—¿Qué? —exclamó Adrian.

—Justamente esta mañana —dijo ella—. Vino y sostuvo al bebé por

un rato. No dijo mucho. Entonces se fue. Pensé que lo sabían.

Había levantado a Declan y lo estaba acunando en mis brazos,

sorprendida de que había extrañado su calidez y, por falta de un mejor

término, su esencia de bebé. Adrian se paró a mi lado y compartió mi

sorpresa.

—No teníamos idea —dijo.

—Dejo esto —añadió Daniella. Entregó un sobre sellado que Adrian

rasgó de inmediato. Dentro había una carta escrita a mano que Adrian abrió

para que ambos pudiéramos leerla.

Adrian y Sydney,

Sé que cada uno de ustedes tiene sus propios métodos para averiguar

dónde estoy. Si ese es el curso de acción que deciden tomar, nada que haga

puede detenerlos. Pero, se los ruego, por favor no lo hagan. Por favor

permítanme permanecer lejos. Dejen que los guardianes piensen que me he

ido ASPO4. Déjenme vagar por el mundo, ayudando a aquellos que pueda. Sé

que piensan que debería quedarme con Declan. Créanme, desearía poder

hacerlo. Deseo más que nada que pudiera quedarme y criar al hijo de Olive,

mi hijo, y darle todas las cosas que él necesita. Pero no puedo sacudirme el

sentimiento que nunca estaríamos a salvo. Algún día, alguien tal vez

empiece a preguntar acerca de Olive y su hijo. Alguien posiblemente una al

bebé que estoy criando con ella, y entonces los miedos de ella estarían siendo

realizados.

Las noticias de su concepción cambiarían nuestro mundo.

Emocionarían a algunas personas y asustarían a otras. Mayormente, harían

las predicciones de Olive realidad: personas esperando estudiarlo como una

rata de laboratorio. Y es por eso que estoy proponiendo que nadie averigüe

que es mi hijo o el de Olive. De ahora en adelante, permitan que sea de

4 ASPO: Ausente Sin Permiso Oficial.

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ustedes. Nadie cuestionaría que ustedes dos criaran a un dhampir. Después

de todo, sus propios hijos serán dhampirs, y por lo que he visto, ustedes dos

son lo suficientemente inteligentes para encontrar la manera de convencer

a los demás que él es su hijo biológico. También he visto la manera en que

ustedes dos se aman, la manera en que se apoyan. Incluso con lo desafiante

que ha sido su relación, se han mantenido fieles a ustedes mismos y al otro.

Eso es lo que Declan necesita. Esa es la clase de hogar que Olive

quería para él, la clase que yo quiero para él. Sé que no será fácil, y alejarme

de esto es una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer. Si llega el

día en que me pueda sentir convencido que es seguro, más allá de la duda,

que yo esté en su vida, entonces lo estaré. Pueden usar uno de esos métodos

mágicos de ustedes para encontrarme, y juro que estaré a su lado en un

instante. Pero hasta entonces, mientras la sombra del miedo de otros y el

escrutinio cuelgue encima de él, les ruego que lo tomen y le den la hermosa

vida que sé que pueden darle.

Lo mejor,

Neil

Las manos de Adrian estaban temblando a medida que terminaba de

leer la carta. Se habían formado lágrimas en mis ojos, y fui obligada a

parpadear para alejarlas.

—Tiene razón —dije finalmente—. Podemos encontrarlo con mi

magia. Ni siquiera necesitas usar al espíritu.

Adrian dobló la carta y me quitó a Declan.

—Pero también tiene razón acerca de los riesgos.

—Lo que está pidiendo es grande… —comencé. Neil estaba en lo

cierto sobre que nadie cuestionaría que tuviéramos un niño dhampir, pero

eso no quería decir que las complicaciones no fueran infinitas. Nuestras

propias vidas ya eran inciertas. Me hundí en el sofá, todavía sosteniendo a

Declan, mi mente tambaleándose.

Cuando Adrian me lo propuso por primera vez, había estado

nerviosa, no por falta de amor sino porque ser una esposa de diecinueve

años no había estado nunca en mis planes. ¿Y ser una madre de diecinueve

años? Eso definitivamente no estaba en mis planes. Pero entonces, ¿algo

estaba saliendo de la manera en que había esperado? Estudié el rostro de

Declan, amando todos los pequeños detalles pero también completamente

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consciente de que si me comprometía con él, cualquier intento de salvar el

futuro que había deseado, un hogar con Adrian, la universidad, normalidad,

iban a ser seriamente frustrados. Y sin embargo, ¿cómo podía abandonar a

Declan?

Levanté la vista hacia Adrian.

—No sé qué hacer. No tengo la respuesta. —Me di cuenta que esas

no eran palabras que expresaba muy seguido.

Adrian respiró profundamente y miró a aquellos alrededor de

nosotros.

—Creo… creo que quizás necesitamos pedir algo de ayuda en esto.

Entendí la sugerencia y la consideré. Mientras menos personas

conocieran la verdad acerca de Declan, mejor. Pero lo que estaba siendo

solicitado de nosotros era demasiado grande para que lo cargáramos solos.

Necesitábamos aliados en los que pudiéramos confiar al decidir el futuro de

Declan, y echando un vistazo alrededor a aquellos reunidos, Rose, Dimitri,

Eddie, y Daniella, me di cuenta que estas eran las personas con las que

podíamos contar.

—De acuerdo —le dije a Adrian.

—¿Puede alguien finalmente decirnos que está pasando?

—interrumpió Rose impacientemente.

Adrian tomó una respiración profunda, preparándose para la

monumental historia que estaba a punto de contar. Todos los demás se

habían quedado muy quietos y muy silenciosos, como si sintieran la

gravedad de lo que estaba por venir.

—Lo que estoy a punto de decir va a cambiar todo lo que piensan

—dijo Adrian. Se concentró en Rose y Dimitri—. Ustedes dos en particular

están a punto de que les sacudan su mundo.

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Traducido por Kathesweet

Corregido por Lizzie Wasserstein

on ellos? —preguntó mi madre—. Creí

escuchar la puerta.

—Ojalá que lo sean —dije,

quitando el sartén de la estufa y

poniéndola cuidadosamente sobre la

encimera—. Este asado está en su punto. No voy a esperar por ellos para

comer. Sería un crimen. Una declaración de guerra contra la alta cocina de

todo el mundo.

Mi madre, acostumbrada a mi teatro, sonrió.

—Sydney tampoco está aquí.

—Oh —dije—. Bueno, la esperaré.

Eddie asomó su cabeza en la cocina, su cara brillante.

—Están aquí.

Me quité mis manoplas de cocinar y mi delantal y fui a la sala a ver

a los invitados que acababan de entrar en la sala de nuestra pequeña casa

rentada. No había visto a Rose y Dimitri en casi año y medio, justo por la

época en la que Jill había sido rescatada de los Guerreros en St. George. Se

veían igual que siempre, hermosos y formidables, mientras sacudían la

nieve de sus botas y nos lanzaban enormes sonrisas. Jill, que había viajado

con ellos, ya se había lanzado a los brazos de Eddie y estaba besándolo.

—¿S

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—Vaya, oye —dije—. No ha pasado tanto desde que se vieron.

Contrólense.

En realidad había pasado cerca de un mes desde que habían estado

juntos, y por lo que sabía, probablemente se sentía como una eternidad para

ellos. Habían estado saliendo desde su rescate de St. George, pero ella había

tenido que regresar a la Corte a terminar su educación mientras Eddie se

quedaba con nosotros. Así que su relación se había vuelto de larga distancia

durante el último año, con ella visitándonos en las vacaciones o él yendo a

la Corte cuando podía hacer que otro guardián se quedara con nosotros.

Jill se puso colorada y se alejó lo suficiente de Eddie como para

darme un abrazo.

—¡Te he extrañado tanto! —dijo.

—Yo también te he extrañado —le dije cálidamente. Cada vez que la

veía, estaba sorprendido por ver lo mucho que se había transformado de

una chica torpe a una princesa serena de la línea Dragomir—. Pero tienes

que admitirlo, he sido bastante bueno con las actualizaciones. Y te envío

fotos todas las semanas.

Ella sonrió.

—Lo sé, lo sé. Es solo un poco diferente no estar contigo como solía

ser.

Le planté un beso en la frente.

—Mejor para los dos que sea así, Jailbait.

Había mantenido mi promesa con Sydney. Volví a tomar mi

medicación, silenciando al espíritu y a mi tía Tatiana. También había

silenciado el lazo entre Jill y yo. Ella todavía podía sentirme pero ya no tenía

la visión íntima de mi corazón y mente que una vez tuvo. Antes de que

pudiera decirle algo más, un lastimero gemido llegó hasta nosotros.

—El pequeño amo está despierto —dije—. Ya regreso.

Salí de la habitación y subí las escaleras, a la habitación que servía

como habitación para niños y para Eddie. Tenía un rango real lo

suficientemente alto para que finalmente se me asignara mi propio

guardián, y Eddie, tan noble como es, había movido sus influencias para ser

asignado con nosotros. Inicialmente había protestado porque quería que se

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quedara en la Corte y tuviera una relación semi-normal con Jill. Eddie, sin

embargo, se sentía en deuda con nosotros, tanto por su amistad con Sydney

y conmigo, como también por todas las veces en las que Neil lo había

ayudado. Habíamos ofrecido convertir el pequeño estudio de la casa en la

habitación de Eddie, pero sin embargo siempre terminaba durmiendo en la

habitación de Declan.

—Hola, amigo —dije, caminando hasta la cuna. Declan estaba allí

parado en su pijama de camiones de bombero, observándome seriamente

con sus enormes ojos marrones. Sus rizos oscuros estaban desordenados

por dormir, pero sonrió mientras me acercaba y lo sacaba—. ¿Tuviste una

buena siesta? Tenemos invitados, sabes. La tía Jill ha regresado.

Declan inclinó su cabeza contra mí y bostezó, sin responder. Él solo

tenía un año y medio y no era muy conversador. Sin embargo, solo unos

cuantos de nosotros conocía su verdadera edad. Para el resto del mundo,

decíamos que solo tenía un año.

Es por eso que también le dijimos a todo el mundo que era nuestro

hijo.

Neil se había convencido de que era la única manera de darle a

Declan una oportunidad de tener una vida ordinaria, y finalmente habíamos

respetado el deseo de Neil de permanecer escondido. No había otra familia

que cuidara de Declan; Nina nunca se había recuperado. Incluso si

hubiésemos hecho pasar a Declan como hijo de Olive, a quien hubiéramos

criado en su nombre, aun así podrían haber hecho muchas preguntas sobre

su padre. Pero si nosotros, un Moroi y una humana, decíamos que tuvimos

un hijo dhampir, no había razón para que alguien pensara que no

estábamos diciendo la verdad.

Y así Sydney y yo habíamos evitado contacto con todos por un

tiempo, para finalmente decirle al mundo que teníamos un bebé de unos

cuantos meses después de su supuesto cumpleaños. Dijimos que ella se

había quedado embarazada justo después de ser rescatada de re-educación,

y entonces habíamos dicho que él había nacido antes. Nos alejamos de las

personas lo suficiente para que fuéramos capaces de eludir preguntas sobre

las fechas y hacer que todo pareciera creíble. Si actuábamos sigilosos en

nuestras acciones, la mayoría de la gente asumiría que era porque todavía

estábamos nerviosos por los Alquimistas. Ellos habían mantenido su

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palabra de dejarnos en paz hasta ahora, pero todos entendían por qué

podríamos ser cautelosos.

También había ayudado que hubiésemos tenido excelentes aliados.

No había manera de que Sydney y yo hubiéramos podido conseguir todo

esto sin nuestros amigos. Rose y Dimitri habían ayudado a cubrirnos en la

Corte. Mi mamá había sido de enorme ayuda en cuidar de Declan así Sydney

y yo todavía podíamos perseguir otros intereses. Eddie también había

ayudado a cuidar de él, junto con ofrecernos la muy necesitada protección.

También era el único de nosotros que finalmente había contactado a Neil en

donde sea que fuera su ubicación secreta. Neil todavía mantenía su

distancia pero últimamente le había permitido a Eddie enviar

actualizaciones y fotos, y nuestra esperanza era que algún día Neil y Declan

pudieran volver a estar en la vida del otro.

—¡Míralo! —chilló Jill cuando bajé las escaleras—. ¡Se ha puesto tan

grande!

Incluso Rose y Dimitri sucumbieron a la admiración por el bebé.

Aunque habíamos visto a Jill últimamente, habían pasado meses y meses

desde la última visita de los dos. Declan probablemente era un gigante para

ellos.

—Deberíamos haberle traído una estaca de plata —dijo Dimitri—. Me

sorprende que Eddie todavía no le haya enseñado.

Eddie, su brazo descansando sobre Jill, sonrió.

—Trabajamos en eso justo después de la siesta de la mañana.

La puerta se abrió otra vez, y Sydney entró, copos de nieve en su

cabello rubio, una mochila sobre un hombro, y una bolsa de papel en sus

brazos. Rápidamente le entregué a Declan a Jill y tomé las bolsas de Sydney.

Dentro de la de papel vi pan francés y algunas frutas. La mochila se sentía

como si tuviera cientos de libros en ella, lo que probablemente era cierto.

Ella me sonrió y se quitó el pesado abrigo.

—Lo siento por llegar tarde —dijo—. Las calles estaban terribles.

Debajo del abrigo, llevaba un vestido de lana rojo y un gafete que

decía SYDNEY IVASKHOV, DOCENTE ESTUDIANTE.

—¿Momentos emocionantes en el museo? —pregunté.

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—Siempre —dijo, dándome un breve beso en los labios.

—Mejor ten cuidado con ese vestido —dije—. Alguien podría

confundirte con un trabajo de arte.

Después de habernos mudado aquí el año pasado, Sydney había

estado lista para lanzarse al mercado de trabajo para ayudarnos, y fue ahí

cuando habíamos tenido nuestra primera pelea real que no involucraba algo

sobrenatural. Había sido insistente en que finalmente fuera a la

universidad. Ella había dicho que eso podría esperar hasta que nuestras

finanzas estuvieran bien. Afortunadamente, otro buen amigo había

intervenido entre nosotros: Clarence. Con su enorme fortuna, había estado

más que feliz con enviarnos estipendios regulares, de hecho, lo habíamos

limitado así no atraía demasiada atención. Pero entre esos pagos y los

préstamos estudiantiles, Sydney finalmente había conseguido su sueño de

estudiar arte antiguo en una universidad local. Incluso había conseguido

una práctica en ese museo.

Últimamente, también había podido ayudar a los ingresos de nuestra

familia con… mi propio trabajo.

A veces esa parecía que la parte más surrealista de todo. Yo, Adrian

Ivashkov, ganándome una vida ordinaria. Después de todos las subidas y

bajadas bizarras que había tenido con el dinero, había pasado de chico

mimado con fondos ilimitados a un chico desheredado por su padre, parecía

irreal algunas veces que ahora tenía que arreglármelas con un salario por

hora como cualquier otra persona. Igual de sorprendente era lo mucho que

había llegado a gustarme. Honestamente nunca había esperado encontrar

un trabajo con mi título en arte, si incluso lo hubiera terminado.

Simplemente no había demasiados trabajos demandando artistas y

ciertamente no uno que necesitara gente con un título en arte incompleto.

Sin embargo, mientras ayudaba a un vecino un día, había descubierto que

el preescolar de su hija estaba buscando a un profesor de arte de medio

tiempo. En ese nivel, mi título no importaba demasiado, solo mi entusiasmo

por enseñarles arte a los niños. Increíblemente, había resultado ser muy

bueno en eso, aunque quizás era solo mi inmadurez natural la que me

permitía relacionarme con los niños. Había descubierto otros cuantos

preescolares y también me había ofrecido en ellos, reuniendo eventualmente

los suficientes trabajos de medio tiempo para contribuir sustancialmente al

ingreso de nuestra familia.

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Al lugar original le gusté tanto que el director me había dicho que si

terminaba mi título en educación, podría trabajar como un profesor de

tiempo completo con mejor pago y horas sólidas. Sydney no me había

presionado a regresar a la universidad, pero cuando había escuchado eso,

sus ojos se habían iluminado, y tuve el presentimiento de que estaría

agregando la matrícula de mi universidad en su presupuesto maestro.

Nunca había visto este plan de presupuesto, pero aparentemente

contabilizaba un montón de cosas. Hasta ahora, había logrado mantenernos

a los cinco en la casa rentada y tenía una línea de tiempo fija para cuando

pudiéramos poder comprar una casa, más educación para ella y para mí, y

eventualmente la educación de Declan. Era bastante impresionante que

pudiera hacer todo este trabajo, pero entonces, había aprendido a esperar

cosas impresionantes de ella.

Abrazó a todos nuestros invitados y entonces tomó a Declan de Jill.

Fingir que era nuestro hijo dhampir podría haber empezado como una

actuación, pero se había convertido en realidad en lo que respectaba a

nosotros. Sydney amaba a este pequeño niño intensamente y, como el resto

de nosotros, haría cualquier cosa por él. Lo besó en su cabeza rizada y fue

recompensada con una sonrisa.

—¿Cómo estás, mi amor?5 —preguntó, llevándolo hasta la cocina

para revisar la cena.

Rose se giró hacia mí.

—¿Acaba de hablarle en español?

—Sí —dije—. En realidad oólo le habla en español. Fue algo que leyó

en algún libro para padres sobre cómo los niños aprendían un segundo

lenguaje.

—Deberíamos comer —dijo mi madre, lanzándome una mirada

burlona—. De otra manera un crimen contra la alta cocina podría ser

cometido.

Esa era otra de las cosas de las que me encargaba yo mismo, junto

con mi colección de trabajos: cocinar. Y había resultado que tampoco era

tan malo en eso.

5 En español en el original.

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Más tarde, cuando la cena había terminado y estábamos todos

alrededor de la mesa, me dediqué a mirar alrededor incapaz de creer que así

era como mi vida había resultado. Nunca habría adivinado que asumiría tan

cómodamente el rol de esposo y padre. Nunca había adivinado que me

casaría con una humana. Y ciertamente no habría adivinado que estaría tan

feliz sin el espíritu.

Después de haber rescatado a Jill y haber aceptado criar a Declan,

habíamos tenido que tomar una decisión rápida sobre a dónde huir con

nuestra nueva y comprada libertad. El norte de Maine había ganado. Cerca

a la civilización pero lo suficientemente lejos para que no fuera tan fácil que

alguien nos emboscara. Todavía me despertaba perturbado algunas veces,

sintiéndome culpable por amar a Declan tanto, sintiéndome contento con

poder llamarlo mi hijo. Y siempre, siempre, me sentía culpable por no salvar

a Olive, por no haber racionado mi espíritu esa noche.

Pero el pasado quedaba atrás, y todo lo que podía hacer ahora era

honrar los deseos de Olive y darle a Declan una vida tan normal como fuera

posible. Hasta ahora, parecía que estábamos consiguiéndolo. Él no tenía

idea de que había algo diferente en él. Solo unas cuantas personas sabían

que él en realidad no era mi hijo. Incluso muy pocas sabían la verdad sobre

su notable parentesco. Todos aquí en esta reunión de Navidad estaban en

ese grupo élite. Todos sabían sobre el pasado de Declan, y todos estaban

comprometidos en proteger su futuro.

Pensando en eso, mi mirada cayó sobre Rose y Dimitri, sentados

juntos en un extremo de la mesa. Les habíamos contado sobre Declan

porque las probabilidades decían que era posible que también estuvieran en

la misma situación que Olive y Neil. Dimitri y Olive habían sido restaurados

después de convertirse en Strigoi, y como sea que el espíritu hubiera

permitido que Olive concibiera con otro dhampir probablemente también

aplicaría para Rose y Dimitri. A diferencia de nosotros, sin embargo, ellos

no iban a poder ser capaces de marcharse y cubrir el milagro. Sus vidas

eran demasiado visibles. Si tenían un hijo juntos, todos lo sabrían… y la

revelación saldría a la luz. Ambos sabían esto, pero cuáles eran sus planes

futuros, aún no lo sabía.

Bueno, pronto descubrí uno de sus planes.

—Mierda —dije. Mientras miraba a Rose y Dimitri, un destello

brillante había llamado mi atención… un destello en el dedo de Rose.

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—¿Qué es eso? —exclamé—. ¿Te robaste las joyas de la corona de

Lissa?

Rose, en lo que era una actitud rara en ella, en realidad parecía

sonrojada.

—Quizás es demasiado.

Dimitri levantó su mano hasta sus labios y besó la parte superior de

ésta.

—No, es perfecto.

Jill aplaudió encantada.

—¡Un anillo de compromiso!

—Espera —ordené—. Muestra los bienes.

Con Dimitri sonriendo, Rose lo hizo, extendiendo su mano izquierda

para que el resto de la mesa lo viera. Era una pieza de trabajo extraordinaria.

Un diamante enorme cortado perfectamente en una forma redonda estaba

en medio de un cuadro de encaje de filigrana de platino que estaba rodeado

de pequeños ópalos azules. Era un anillo de declaración si alguna vez había

habido uno, y una elección completamente inesperada.

—¿Tú lo elegiste? —le pregunté a Dimitri. Honestamente, había

esperado que doblara un pedazo de acero con sus manos desnudas y se lo

entregara.

—Lo hizo —dijo Rose, su normal y buen humor regresando—. Seguía

diciéndome que una vez cumpliera veinte, sería cuestión de tiempo antes de

que me lo propusiera. Le dije que si lo hacía, mejor lo hiciera con el anillo

de una estrella de rock… nada sutil.

—Eso es de estrella de rock —dijo Eddie—. ¿Hace cuánto pasó esto?

—Hace como un mes —dijo Dimitri—. Logré que lo usara pero no

pude hacer que eligiera una fecha.

Ella sonrió.

—Todo a su tiempo, camarada. Quizás cuando tenga treinta. No hay

prisa. Además, seguramente Christian va a proponérselo a Liss uno de estos

días. No queremos eclipsarlos.

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Dimitri sacudió la cabeza en exasperación, pero siguió sonriendo.

—Siempre tienes una excusa, Roza. Uno de estos días…

—Uno de estos días —repitió ella.

Nos quedamos hasta tarde poniéndonos al día con todos y entonces

finalmente nos fuimos a la cama. Rose y Dimitri iban a quedarse en la sala,

y Jill había hecho del estudio su habitación, igual que siempre lo hacía

cuando nos visitaba. Declan se había quedado dormido hacía un rato, y una

vez me aseguré de que estaba descansando cómodamente en su cuna, me

dirigí a mi propia habitación. Esta casa que habíamos alquilado era una

vieja victoriana, y nuestra habitación estaba en la torreta, que estaba fuera

del lado de la casa y prácticamente tenía su propia ala. Me encantaba la

forma redonda de la habitación y la privacidad. Me hacía sentir como si

estuviéramos en nuestro propio castillo.

Viendo que Jill había tomado el lugar usual de estudio de Sydney,

no me sorprendió encontrarla en nuestra cama rodeada de libros ahora,

usando una corta bata.

—Te cambiaste —dije, cerrando la puerta detrás de mí—. Estaba

esperando ver un poco más de ese vestido rojo.

Ella me sonrió y cerró un libro con el título Arte y Arquitectura

Minoica.

—Creí que te gustaría más esto. Pero puedo ponérmelo si quieres.

La ayudé a apilar los libros y a quitarlos de la cama así podía

sentarme a su lado.

—Eso depende —dije, poniendo una mano sobre su pierna—. ¿Hay

algo debajo de esto?

—Nop. Probablemente debería cambiarme. —Fingió levantarse, y

agarré su mano, bajándola y poniéndola sobre su espalda.

—Ni siquiera lo pienses. —Envolvió sus manos alrededor de mi

cuello, y noté que todavía tenía sus anillos, lo que me recordó la gran noticia

de nuestros invitados—-. He estado preguntándome cómo manejarían Rose

y Dimitri tener hijos o no —comenté—-. Pero supongo que es una pregunta

que no se decidirá en un tiempo, viendo cómo él ni siquiera puede llevarla

al altar

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Sydney se rio.

—Creo que la llevará más pronto de lo que crees. Ella tiene un buen

juego, pero apuesto que se rendirá eventualmente. Yo lo hice.

—Sí, pero Belikov no es ni de cerca tan encantado como yo. O un

buen cocinero. Es una batalla cuesta arriba para él.

—Quizás puedas darle algunas indicaciones —bromeó Sydney.

—Quizás —concordé. Bajé mi boca y la besé, sorprendido por cómo

un toque de ella siempre me ponía en llamas. Incluso después de largos

días, siempre que venía a casa con ella, siempre me sentía vivo y energizado.

Me preocupaba porque una vez que no estuviéramos huyendo y viviendo

una vida al borde esa pasión podría desvanecerse entre nosotros. Si algo, la

estabilidad, y, lo más importante, la libertad, la había encendido aún más.

El sentimiento que había tenido el año pasado había sido confirmado: no

necesitaba al espíritu. Simplemente necesitaba a Sydney. Deslicé mi mano

al lazo de su bata y descubrí que la había atado con alguna clase de nudo

de marinero que solo ella podía deshacer.

—Oh, vamos —gemí.

—Lo siento —dijo, riéndose otra vez—. Ni siquiera pensé en ello. De

verdad.

—Te creo —dije. Dejé de besar su cuello—. Eres la chica más lista

que conozco. No puedes evitar saber todo y ser brillante constantemente, y

no lo tendría de otra manera. —Besé sus labios otra vez, pero después de

varios momentos, se retiró ligeramente.

—Oye —murmuró—. Hay gente en la casa.

—Siempre hay gente en la casa —le recordé—. Es por eso que nos

escapamos aquí a la torre del castillo. Plan de escape número… diablos, no

lo sé. Perdí la cuenta. No habíamos tenido que inventar un plan de escape

de ensueño hace un tiempo.

Sydney arrastró sus dedos por el lado de mi cara.

—Eso es porque estamos viviéndolo, Adrian. Este es el único plan de

escape que necesitamos.

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—¿Estás segura? —pregunté, apoyándome en un codo. Traté de

poner una expresión pensativa, especulativa—. Porque hay cosas que

podrían ser ajustadas. Como una casa más grande. O quizás…

—Adrian —me interrumpió—. ¿No acabas de decir que soy brillante

y lo sé todo? Entonces confía en mí en esto.

—Siempre —dije, dejándola tirar de mí hacia abajo otra vez—.

Siempre.

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acida el 12 de

Noviembre de 1976,

Richelle es la autora de

los libros mejor vendidos de Fantasía Urbana.

Se graduó como Licenciada en Asuntos

Generales por la Universidad de Michigan, para más adelante hacer una

maestría en Enseñanza y otra en Comparación de Religiones.

Ha participado escribiendo en diversas antologías, pero es más

conocida por sus series Georgina Kincid, Dark Swan, Age of X, Vampire

Academy y Bloodlines, siendo estas dos últimas las que mayor éxito han

llevado a su carrera.

Serie Bloodlines:

# 0.5 Adrian’s Lost Chapter / 21 de Agosto de 2011

# 1 Bloodlines / 23 de Agosto de 2011

# 2 The Golden Lily / 12 de Junio de 2012

# 3 The Indigo Spell / 12 de Febrero de 2013

# 4 The Fiery Heart / 19 de Noviembre de 2013

# 5 Silver Shadows / 29 de Julio de 2014

# 6 The Ruby Circle / 10 de Febrero de 2015

N

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